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JEAN PAUL ROSSI RINCÓN

2010232031

TRABAJO FINAL ARGUMENTACIÓN

TESIS

El hombre se da en un determinado régimen de discurso inmerso en un determinado


momento histórico, discurso que ha de ser dinámico en función de dicho momento histórico,
siempre cambiante. Evidenciamos también que lo que hay son procesos racionales
determinados (temporales, sujetos a una lógica de turno), entonces no hay un sujeto que
permanece de manera intemporal en los diversos momentos históricos.

JUICIO CRÍTICO

La invasión a Egipto por parte de Inglaterra fue para algunos una muestra de la grandeza y el
poder de occidente, para otros, una muestra del impertinente y constante espíritu imperialista
de las naciones europeas, en cualquiera de los dos casos, en general se presenta una sociedad
que legítima su proceder a partir de ciertos elementos que trataré a lo largo de este texto; me
referiré principalmente a aquellos que se fundamentan sobre la premisa de la existencia del
Hombre, asumido éste como sujeto temporal y trascendente, respecto a cualquier momento
histórico.

Se supone que existe un sujeto humano por todos reconocible y que posee
"derechos" de alguna manera naturales: derecho de supervivencia, de no ser
maltratado, de disponer de libertades "fundamentales" [de opinión, de expresión, de
designación democrática de los gobiernos, etc.]. Estos derechos se los supone
evidentes y son el objeto de un amplio consenso. La "ética" consiste en preocuparse
por estos derechos, en hacerlos respetar.”1

La sospecha de Badiou efectivamente recae sobre la supuesta existencia de ese sujeto


humano, susceptible de ser reconocido2 por cualquiera y quien se hace acreedor de ciertos
derechos por el simple hecho de existir, derechos que deben ser respetados por los demás,
para lo cual se crean diversidad de dispositivos especializados (instituciones) para que ese

1
BADIOU, Alain , LA ÉTICA, Ensayo sobre la conciencia del mal, Tr. Cerdeiras Raúl, Herder, 2003,
pág. 27
2
Para expandir este concepto conviene remitirse a la obra de Hegel capítulo "B. Autoconciencia" de la
"Fenomenología del Espíritu". En concreto en el apartado "A. Independencia y sujeción de la
autoconciencia; señorío y servidumbre" (págs. 113-121 de la traducción de Wenceslao Roces).
respeto sea una realidad. De hecho resulta paradójico que muchos “sujetos” parecen nacer sin
conocimiento de ese derecho, para lo cual también hay dispositivos de reorientación tanto de
pensamiento como de acción (pedagogía, escuela, etc).

Concebir la existencia del Hombre ha degenerado en concepciones que proponen una


discriminación en términos culturales y étnicos de un Hombre superior a otros Hombres, es
decir, si bien no se concibe un Hombre en términos absolutos, si se adopta en términos locales
para así circunscribirle a un determinado contexto cultural, de manera que con dicho
perfilamiento se sugiere una cierta superioridad que deviene en la colonización como
necesidad (supremacía de una cultura sobre otras; el triunfo del Hombre de occidente sobre
otros Hombres, como el de oriente o el de américa). Pensamientos de esta índole se
materializan, por ejemplo, de la siguiente forma:

“Inglaterra conoce Egipto, Egipto es lo que Inglaterra conoce; Inglaterra sabe que
Egipto no es capaz de tener un autogobierno, Inglaterra confirma que, al ocupar
Egipto, Egipto es para los egipcios lo que Inglaterra ha ocupado y ahora gobierna; la
ocupación extranjera se convierte, pues, en “el fundamento principal” de la civilización
egipcia contemporánea; Egipto necesita –de hecho, exige- la ocupación británica.” 3

Consecuente con la anterior sospecha, en el apartado del texto de Badiou (¿La muerte del
Hombre?), se muestran elementos interesantes que conllevan a cuestionarse la existencia de
ese sujeto Hombre, de naturaleza intemporal y universal (acá se debe tener en cuenta que la
afirmación del Hombre en términos locales también es susceptible de la misma crítica):

1. En aquella época Michel Foucault había escandalizado anunciando que el Hombre,


concebido como sujeto, era un concepto histórico y construido, perteneciente a un
cierto régimen de discursos, y no una evidencia intemporal capaz de fundar derechos o
una ética universal. El anunciaba el fin de la pertinencia; de este concepto, por el hecho
mismo de que el único tipo de discurso que le daba sentido estaba históricamente
perimido.4
2. De igual manera Althusser anunciaba que la historia no era, como pensaba Hegel, el
devenir absoluto de] Espíritu, el advenimiento de un sujeto-sustancia, sino un proceso
racional reglado, que él nombraba un "proceso sin sujeto", al cual únicamente tenía
acceso una ciencia particular, el materialismo histórico. De ahí resultaba que el
humanismo de los derechos y de la ética abstracta no eran sino construcciones
imaginarias -ideologías- y que era preciso comprometerse en la vía que él llamaba de
un "antihumanismo teórico".5
3. Al mismo tiempo, Jacques Lacan intentaba sustraer al psicoanálisis de toda tendencia
psicológica y normativa. Mostraba que era necesario distinguir absolutamente el Yo,
figura de unidad imaginaria, y el Sujeto. El sujeto no tenía ninguna sustancia, ninguna
"naturaleza"; dependía tanto de las leyes contingentes del lenguaje, como de la
historia, siempre singular, de los objetos del deseo. De ello resultaba que toda visión de
la cura analítica como reinstauración de un deseo "normal" era una impostura, y que,
más generalmente, no existía ninguna norma de la que pudiera sostenerse la idea de
un "sujeto humano" cuyos deberes y derechos la filosofía hubiera tenido la tarea de
enunciar.6
3
SAID, Edward, El ámbito del orientalismo, Ib Jaldun, Barcelona, 1990, pág. 61.
4
BADIOU, pág. 28.
5
Ibíd., pág. 29
6
Ibíd., pág. 29
Tenemos entonces varios rasgos importantes: el hombre se da en un determinado régimen de
discurso inmerso en un determinado momento histórico, discurso que ha de ser dinámico en
función de dicho momento histórico, efectivamente cambiante. Evidenciamos también que lo
que hay son procesos racionales determinados (temporales, sujetos a una lógica de turno),
entonces no hay un sujeto que permanece de manera intemporal en los diversos momentos
históricos. El problema se gesta en el momento en que un determinado discurso tenga la
pretensión de ir más allá de su momento histórico pues es altamente susceptible de terminar
siendo un discurso de tipo hegemónico; tiene lugar un imposición moral y ética, para la
muestra un botón:

“Él (Balfour) sabe lo que sienten porque conoce su historia, la confianza que tienen en
hombres como él y sus expectativas. No obstante, Balfour habla por ellos, porque,
quizá, lo que ellos dirían si se les preguntara y fueran capaces de contestar, confirmaría
de manera superflua lo que ya es evidente: que son una raza sometida, dominada por
una raza que los conoce y que sabe mejor que ellos lo que les conviene.” 7

En contraposición con lo anterior, la manera adecuada de adentrarse en esa dinámica


conceptual (pues tampoco se puede entrar en una especie de solipsismo cultural, entendido
éste como la incapacidad de que una cultura interprete a otras), es a través del materialismo
histórico8. Ante la falta de identidad, bien sea en el sentido natural o espiritual, se seguiría la
imposibilidad de un ética, pues en tanto ésta depende de un sujeto universal (o local), al no
tenerlo, pierde la omnipotencia, es decir la capacidad de regular, de juzgar a todos los
individuos, se tendría a lo sumo una suerte de diversidad de ethos relacionados de manera
rizomática9.

“Conocimiento (…) significa estudiar una civilización desde sus orígenes hasta su época
de esplendor y su declive, (…) Conocimiento significa elevarse por encima de las
contingencias inmediatas, salir de uno mismo y alcanzar lo extraño y lo distante. (…)
Conocer así un objeto es dominarlo, tener autoridad sobre él, (…) el conocimiento que
Gran Bretaña tiene de Egipto es Egipto.”10

Entonces la legislación como representación de la ética concensuada, no ha de atender a las


necesidades de todos, parecería más bien que remite a las necesidades de unos pocos 11,
justamente se vuelve aún más sospechoso, cuando dicha ética, parte de una caracterización

7
SAID, pág. 62.
8
Dice Marx en su Prólogo a la contribución a la crítica de la economía política: “...en la producción
social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su
voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a
la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del
hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia.”
9
Ver este concepto en la teoría filosófica de Deleuze-Guattari.
10
SAID, pág. 59.
11
Hay un interesante referencia a este punto en la página 40 del texto de Badiou: “Pero el mismo médico
no tendrá ningún inconveniente en que esta persona no sea atendida en el hospital, con todos los medios
necesarios, porque no tiene sus papeles o no está matriculado en la Seguridad social. ¡Responsabilidad
"colectiva", una vez más, obliga!”.
del Mal, que se supone es evidente a los ojos de cualquiera, por lo tanto universal, un mal
identificable por cualquiera.

“Las razas sometidas no podían saber lo que era bueno para ellas. La inmensa mayoría
eran orientales y Cromer conocía muy bien sus caracteres ya que había tenido con ellos
experiencias en la India y en Egipto. Para él, lo más cómodo respecto a los orientales
consistía en que, aunque las circunstancias pudieran diferir levemente aquí y allí,
gobernarlos era en todas partes más o menos lo mismo 12. Porque, naturalmente, los
orientales eran en todas partes más o menos iguales.” 13

En contraposición con esa pretensión de tener una ética de tales niveles casi, se evidencia más
bien, una estructura que apunta al control sobre los individuos, control indiscriminado,
enajenamiento. Lo anterior adquiere sentido a través de la lupa de Marx, quien decanta los
pilares sobre los cuales se erige el mundo moderno, develando unas intenciones concretas,
por encima de la “noble” labor del desarrollo del conocimiento, de la lucha por la libertad, de
la proclamación de los derechos. Conviene a estas intenciones concretas la creación de un
Hombre (concepto universal), intención ésta inviable pues su naturaleza no es intemporal;
remite a diversidad de situaciones propias de un determinado momento histórico (como ya
hace unos párrafos de había planteado), se devela entonces una ideología14 (conjunto de falsas
creencias que promueven el dominio de una clase); Said también hace una interesante alusión
al respecto:

“(…) el conocimiento acerca de los orientales, su raza, su carácter, su cultura, su


historia, sus tradiciones, su sociedad y sus posibilidades. Este conocimiento era real y
Cromer creía que lo había utilizado cuando gobernó en Egipto; además se trataba de
un conocimiento que se había llevado a la práctica y que era inmutable ya que los
“orientales” para cualquier propósito práctico, eran una esencia platónica que todo
orientalista (o dirigente de orientales) podía examinar, entender y exponer.” 15

No hay entonces una liberación, todo lo contrario, hay una dominación mediatizada, hecha
tradición, casi ineluctable, el acontecimiento, lo real, la singularidad, las demás culturas, se
ven desplazadas por el egoísmo de occidente, que ha convertido a la mayor parte del mundo,
a los países “subdesarrollados o de tercer mundo” en países serviles, presos de la imaginaria
libertad predicada constantemente por el discurso burgués (que según Marx, es una libertad
que realmente refiere a vender la mano de obra y a la capacidad de consumo). Estamos pues
sumidos en un momento histórico que ha hecho cultura de una ideología, ha forjado la falsa
evidencia las personas, de manera que atacar a cualquier supuesto, conlleva serias
consecuencias, la hostilidad es una de las más resaltables.
12
ROGER, Owen, “The Influence of Lord Cromer’s Indian Experience on British Policy in Egypt 1883-1907”, en
Middle Eastern Affairs, Number Four: St. Anthony’s Papers Number 17, ed. Albert Hourani, Londres, Oxford
University Press, 1965, pp. 109-139.
13
SAID, pág. 65.
14
Dice Marx de nuevo en su Contribución a la Crítica de la Economía Política: “ El conjunto de estas
relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia
social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser
social es lo que determina su conciencia.”
15
SAID, pág. 66.
“El hecho de que Balfour y Cromer hubieran sido capaces, como veremos, de
despellejar tan brutalmente a la humanidad hasta reducirla a esencias culturales y
raciales, no era, en absoluto, una muestra de su particular maldad; por el contrario,
indicaba con qué facilidad esa teoría general, una vez puesta en práctica, pasó a
formar parte de la corriente general de pensamiento y hasta qué punto fue eficaz.” 16

Con todo lo anterior encontramos que la muerte del hombre cuyas evidencias, entre tantas,
son la insatisfacción radical con el orden actual, insatisfacción con el egoísmo de occidente,
desconcierto frente a la servidumbre de muchos pueblos respecto a las denominadas
potencias, hastío con el asedio compulsivo de la publicidad y su creciente soberanía sobre las
dinámicas sociales, sus medios y aún peor, sus ideales (de belleza, de vocación profesional,
familia, etc).

CONCLUSIONES

No existe el Hombre (como concepto intemporal, universal, sustancia, absoluto), por lo tanto
el Hombre que predica la ética contemporánea debe morir, extinguirse, es un sinsentido hecho
evidencia, hecho tradición; a la par de una postulación de un Mal que asecha a ese Hombre, un
Mal que puede procurarle sufrimiento, un Mal identificable, también hecho evidencia, hecho
cultura, plasmado en la misma ley, por lo que a ésta le convierte en el dispositivo institucional
parar alejarse o alejar a otros del Mal. Esto se hace posible porque en este punto la ética se
puede caracterizar como la capacidad a priori para distinguir el Mal 17 en el marco de lo que
Badiou denomina la doctrina “media” kantiana; en este sentido hace una interesante síntesis
de este “nucleo de convicciones”18:

1] Se supone un sujeto humano general, de modo tal que el mal que lo afecta sea
universalmente identificable [aunque esta Universalidad reciba con frecuencia un
nombre totalmente paradojal: "opinión pública"] de tal modo que este sujeto es a
la vez un sujeto pasivo patético o reflexible: aquel. que sufre; y un sujeto que juzga,
activo, o determinante, aquel que ,identificando el sufrimiento, sabe que es
necesario hacerlo cesar por todos los medios disponibles.
2] La política está subordinada a la ética en el único punto que verdaderamente
importa en esta visión de las cosas: el juicio, comprensivo e indignado, del
espectador de las circunstancias.
3] El Mal es aquello a partir de lo cual se define el Bien, no a la inversa.
4] Los "derechos del hombre" son los derechos al no-Mal: no ser ofendido y
maltratado ni en su vida [horror a la muerte y a la ejecución], ni en su cuerpo
[horror a la tortura, a la sevicia y al hambre], ni en su identidad cultural [horror a
la humillación de las mujeres, de las minorías, etc.].

Cada una de las cuales son ideología, en el sentido anteriormente expuesto, hay más bien, una
suerte de desbordamiento de egoísmos, desapariciones, violencia étnica, competencia salvaje,

16
Ibíd., pág. 60.
17
BADIOU, pág. 32.
18
Ibíd., pág. 33.
no hay políticas de emancipación, la correspondencia de dicho sistema y la experiencia del
sujeto distan significativamente.

Al no tener un Hombre se ha de pensar al menos en el hombre, que no se basta con la


identidad de ser viviente ni con la de bestia sufriente, ni con la de generalidad abstracta y
estadística, es un algo que persiste a la fatalidad de la muerte, se resiste a ser un algo para la
muerte, un mortal, y en contraposición se singulariza en la infinidad de las situaciones vitales,
así que hay un buen indicio de que un derecho vital en contra de la muerte, incluso una ética
que apunte en estas direcciones (generales, abstractas, estadísticas), no corresponde a la
singularidad humana; este desbordamiento hacia la inmortalidad, hacia el infinito, evoca
pensar inclusive en la imposibilidad de encontrar dos humanos iguales, desplazando, como
dice Badiou, aquella “determinación negativa y a priori del Mal”.

A este punto, acorde con el autor, se encuentra un hombre identificable con el pensamiento
afirmativo, por la verdad contenida en la infinidad de singularidades; en esta dirección hay una
correspondencia entre la humanidad y las situaciones singulares. La muerte del Hombre es la
ausencia de identidad del Sujeto. Si no hay identidad hay diferencia, hay un otro, sería en
efecto un posible camino para dirigir la ética.

BIBLIOGRAFÍA

BADIOU, Alain , LA ÉTICA, Ensayo sobre la conciencia del mal, Tr. Cerdeiras Raúl, Herder, 2003.

SAID, Edward, El ámbito del orientalismo, Ib Jaldun, Barcelona, 1990.

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