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Wulf Sörensen
Sörensen - La Voz de Nuestros
Nuestros Antepasados
Antepasados

En 1937 se publicó en Berlín un texto titulado " Die


 Die Stimme der Ahnen. Eine Dichtung"
Dichtung" ( La
( La Voz 
de los Antepasados. Un Poema),
Poema), firmado por un tal Wulf Sörensen, que supuestamente era un
llamado para que las generaciones jóvenes se mantuvieran fieles a la pureza de su propia herencia,
a la vez que ofrecía un vistazo de la religiosidad germánica en contraste con los dogmas judeo-
cristianos de raigambre bíblica. Modernamente, su autoría está en discusión. Jewikipedia
discusión.  Jewikipedia (sólo en
alemán),
alemán), junto
junto con otros más, sostiene
sostiene que el texto es obra de un tal Frithjof
Frithjof Fischer
Fischer (1899-197
(1899-1977).
7).
Metapedia (en alemán) afirma que Frithjof Fischer-Sörensen es un seudónimo inventado por la SS
para algunas
algunas de sus publicaciones,
publicaciones, declarado esto expresamente por por la SS,
SS, y en su versión sueca
dice que, como se ha sostenido y creen muchos, la obra puede ser atribuída al mismísimo Heinrich
Himmler, por razones estilísticas y conceptuales. Savitri Devi, en el primer capítulo de su libro de
1952 "Gold
"Gold in the Furnace"
Furnace" (http://editorial-streicher.blogspot.com
(http://editorial-streicher.blogspot.com/2011/07/blog-post_31.html)
/2011/07/blog-post_31.html)
declara sin más que Wulf Sörensen es Himmler, aunque da el texto por publicado en 1936 en
Madgeburgo. Razones habrá tenido para declarar eso y mejores que las de Jewikipedia
de  Jewikipedia,, que lo da
por publicado en 1933. Este largo poema didáctico (que en todo caso no está en verso y no todo su
 verbo es poético, aunque puede que se haya perdido poeticidad en las traducciones) ha tenido
amplia difusión en la lengua inglesa de donde lo hemos traducido. Hemos cotejado varias versiones
en inglés y todas concuerdan. David Lane publicó el texto con una brevísima presentación suya,
que es lo que presentamos ahora
ahora en castellano. El texto original en alemán escaneado
escaneado de la primera
edición de 1937 está disponible para cualquiera que lo busque.

La Voz de Nuestros Antepasados


por Heinrich Himmler (Wulf Sörensen)

Presentación de David Lane

Durante varios años he estado escribiendo sobre los métodos que ciertos individuos
conscientes o iniciados del pasado han usado para mantener viva la antigua sabiduría e
identificar a los tiranos sin ser quemados en la hoguera, torturados por la Inquisición,
obligados a retractarse, etcétera.
Un método entre muchos era disfrazar los mensajes entre los mitos y religiones y en
los cuentos populares. Los hombres sabios miran primero a los números para una
sabiduría
sabiduría de los antiguos.
antiguos. Mientras
Mientras que las palabras
palabras de los hombres están sujetas
sujetas a
interpretación, cambio, tergiversación o traducción, la relación del número es para
siempre constante. Así, las mayores verdades están ocultas en números, y leemos:
"Pero Blancanieves, sobre las siete montañas con los siete enanos es mil veces más
bella que tú".
tú".
En esta manera los mensajes son identificados y la interpretación de las parábolas y
alegorías es auxiliada. Tales recursos a menudo son llamados "herméticos" (ocultos) y
pueden esconder hasta siete mensajes distintos y separados. Wulf Sorensen ha dado
una interpretación magistral del cuento de hadas de Blancanieves en "La " La Voz de
Nuestros Antepasados".
Antepasados". Esperamos que usted disfrute y que el mensaje lo ayude a
usted y a otros en la búsqueda de lo que ha sido destruído por los tiranos de la Iglesia y
el Estado durante dos mil años de la época oscura de la religión y de la supresión
gubernamental.
§

LA VOZ DE NUESTROS ANTEPASADOS

Hay colgadas en la pared ciento noventa y seis pequeñas placas en dorados marcos ovales.
Y son todavía muchas menos que las que debieran haber. Todos los marcos en las filas
superiores muestran sólo un nombre con un par de fechas sobre un papel blanco.
Pero en las filas inferiores las placas cobran vida. Los retratos comienzan en la época de la
Guerra de los Treinta Años [1618-1648]. Son miniaturas finas, cuidadosamente pintadas con
un pincel puntiagudo sobre marfil, que hace mucho se ha vuelto amarillento.
Uno no puede sino pensar en la dificultad que el artista debe haber tenido para capturar
aquellos rasgos severos y orgullosos con su suave pincel de pelo de marta. Todas las blancas
gorgueras, los encajes, las mangas abullonadas y las chorreras de los "gentilhombres" tienen
un efecto frívolo en estos retratos que datan de comienzos del siglo dieciocho. ¿"Damas"?,
¿"caballeros"?. ¡No, en realidad!. A pesar del terciopelo y la seda no hay allí una "dama", ni un
"caballero" entre ellos. Todos ellos son mujeres y hombres ―y eso dice mucho más que el
"caballero" de hoy, ya que ellos, allí en la pared, viviendo nuevamente en sus retratos, ¡eran
libres!.

A esto hemos llegado, a que debemos proscribir a nuestros ancestros en pinturas o en


estadísticas vitales en la pared a fin de darles una presencia apenas perceptible en nuestras
débiles memorias. ¿Antepasados? La gente hoy ni siquiera sabe las fechas de nacimiento y las
fechas de muerte de sus propios padres. Por supuesto, ellas están anotadas en algún sitio. Es
una maravilla si uno sabe siquiera un poco sobre su abuelo, para no mencionar a su bisabuelo.
En cuanto al tatarabuelo, uno no piensa en él en absoluto, como si él nunca hubiera existido.

Antes ―mucho antes― las cosas eran diferentes. Era antes de que las palabras hubieran
llegado a ser mera mercancía, usada para tramar mentiras, cuando un hombre todavía vivía
por su palabra; entonces no era necesario anotar y registrar a los antepasados de uno. Era un
tiempo cuando el flujo viviente de la sangre del hijo al padre, del padre al abuelo y al bisabuelo
y al tatarabuelo, todavía no era ahogado. No se había hundido todavía, como lo está hoy, tan
profundamente bajo todos los valores ajenos dentro de la mente y el alma, de tal manera que
la mayoría de nosotros ya no puede oír su crujido, ni siquiera en la hora más silenciosa. Hubo
una vez en que el pasado entero moraba en los corazones de los vivos. Y desde este pasado
crecían hacia arriba el presente y el futuro como las ramas fuertes de un árbol sano. ¿Y hoy?.
Ellos se ríen de las fábulas de nuestra Gente. Ellos ni siquiera las entienden. Sin embargo,
aquello que permanece con nosotros desde el "Érase una vez " de nuestras fábulas, sirve como
un recordatorio, un dedo mostrándonos el camino de regreso a los milenios de nuestro gran
pasado.
¿Usted cree que no tenemos ningún uso para lo que es pasado y se ha ido?. ¡Tonterías!. El
hombre en cuyo pecho el "Érase una vez " de su raza ya no está despierto, no tiene ningún
futuro que realmente le pertenezca. ¡Qué oportuna sería la aparición de un hombre que nos
enseñara de nuevo el sentido de nuestras fábulas, y que nos mostrara que nuestra lucha por la
libertad de la tierra que hemos sobrellevado era, también, la lucha de nuestros ancestros hace
cien y mil años!.
¿Sabía usted, cuando lee sobre Blancanieves y la Reina Malvada que vino por las
montañas, que aquellas montañas que ella tuvo que cruzar cada vez que fue a matar a
Blancanieves eran los Alpes, y que la Reina vino de Roma, el enemigo mortal de todo lo
nórdico?. Piense en la pregunta diaria de la Reina: "Espejo, espejo en la pared, ¿quién es la
más bella de todas ellas?". Cuando usted piense en este dicho piense en Roma, que no podía
descansar hasta que todo lo nórdico, brillante y alegre fuera exterminado y sólo permaneciera
la oscuridad ―oscura como la Malvada reina en el cuento de hadas, de modo que ella pudiera
ser la más bella en toda la tierra, después de que todo lo Blanco estuviera muerto.
Aquello que vino a nosotros por las montañas del Sur no toleró a ningún par. Todo tuvo
que arrodillarse ante ello y besar sus pies. Cuando la reina vino por entre los Alpes la primera
vez, vestida como vendedora ambulante de una tierra lejana, ella ofreció a Blancanieves un
corsé embrujado ―embrujado porque era extranjero. Entonces ella tiró los cordones tan
apretadamente que Blancanieves se desmayó y se cayó. Los emisarios de Roma amarraron el
espíritu nórdico en los lazos asfixiantes de los conceptos foráneos y las palabras engañosas.
Pero el plan destructivo de la reina no tuvo éxito. Los enanos ―los espíritus buenos de la
Gente― vinieron y liberaron a Blancanieves. Los frisones aplastaron a los emisarios romanos
que trataron de romper la fuerza de nuestra gente con sus doctrinas de miseria y servidumbre.
Durante casi mil años las tribus nórdicas lucharon contra el veneno del Sinaí, que
gradualmente fue contaminando la sangre de éstas.

Y cuando la vanidosa reina preguntó nuevamente a su espejo, la respuesta fue: "... pero


Blancanieves, sobre las siete montañas con los siete enanos es mil veces más bella que tú".
Impulsada por su envidia incansable, la reina cruzó la muralla de nieve de los Alpes con un
nuevo engaño. Ella ofreció a Blancanieves un magnífico peine brillante, la cosa más exótica
que ella hubiera visto alguna vez. El "Sacro Imperio Romano" desvió la voluntad nórdica de
acción lejos de su curso natural; uno tras otro, los líderes nórdicos se han marchado a Roma y
la consecuencia ha sido la confusión y la ley romana en nuestra tierra, que ha encadenado
nuestro orgullo nórdico. Comenzó con Karl, aquel eternamente maldito franco, asesino de
sajones. Desde Aller a Verdún, la sangre de los más nobles, o simplemente de nuestra gente,
está en sus manos. En reconocimiento por sus hechos, los sacerdotes romanos otorgaron
sobre Karl el título de "El Grande" [Carlomagno].
¡Silenciosos para siempre están los labios de nuestra Gente que llamó a este miserable
franco, "Karl el asesino de sajones"!.
A pesar de esto, el espíritu nórdico se mantuvo intacto; la Malvada Reina todavía no era la
más bella en la tierra. Y así, ella vino en una tercera visita y presentó a Blancanieves una
manzana apetitosa pero envenenada. El primer mordisco se atascó en la garganta de
Blancanieves y causó que ella se desmayara como si estuviera muerta. Esta manzana
simbolizaba el rechazo de nuestra propia naturaleza, el abandono de las costumbres tribales.
"Como si estuviera muerta", dice el cuento de hadas; con ello reconoce la fuerza enorme que
duerme en nuestra gente, aceptando que un día vendrá la gran hora, cuando aquella fuerza
arrojará poderosamente las cadenas del Sinaí. ¿Ha llegado ya esta hora largamente esperada?.
"Blancanieves" es sólo uno de cientos y cientos de cuentos nórdicos antiguos que nos
recuerdan, con tantas imágenes diferentes, las dificultades, la opresión y la sabiduría profunda
de nuestros ancestros.
Y cuando Roma restalló su látigo sobre nuestra tierra, aniquilando despiadadamente cada
manifestación genuina de nuestra propia naturaleza, nuestros sabios antepasados tejieron
estos cuentos, usando coloridos símbolos y alegorías, un legado de nuestra herencia. Pero la
influencia de Roma se extendió sobre nuestros cuentos y sagas, falsificándolos, dándoles un
nuevo significado ventajoso para la dominación romana. Así fue que nuestra gente ya no pudo
entender la voz de nuestros ancestros, que nos extraviamos todos estos siglos, y llegamos a
estar cada vez más enajenados de nuestros propios caminos y hechos esclavos de Roma, y por
ello de Judá. Sólo el que lleva su propia alma, viviendo y quemándose en su pecho, es un
individuo ―un señor.
Y el que abandona a su propia especie es un esclavo. ¡La llave para la libertad está dentro
de nosotros!. Ahora debemos prestar atención nuevamente a la voz de nuestros antepasados y
proteger nuestra esencia de influencias extranjeras, proteger aquello que quiere crecer en
nuestras propias almas. ¡Más fuerte que cualquier ejército es el hombre que maneja el poder
que reside dentro de él!.
Reflexivamente, reviso las largas hileras de mis antepasados. Los últimos miembros llegan
tan lejos que apenas queda algo más que un nombre y una fecha en una hoja de papel. Pero
sus voces cobran vida en mi sangre, porque su sangre es mi sangre.
Pienso en cómo los monjes francófonos vinieron desde Suiza para convertir a nuestros
antepasados, los godos y los vándalos. Aunque eran sus enemigos mortales, los romanos
dijeron: "Donde los godos están, allí hay reglas de virtud. Y donde los vándalos están, allí 
hasta los romanos se hacen castos".
¡Y a tales hombres les fueron ofrecidos los mandamientos del Sinaí como luces
orientadoras para sus vidas!. ¿Se comprende por qué estos hombres se rieron cuando
escucharon aquellos mandamientos, que exigían que ellos no cometieran actos que nunca
habrían soñado con llevar a cabo?.
¿Se comprende que ellos levantaran airados sus espadas cuando los monjes les dijeron que
ellos eran "nacidos en pecado", ellos, los mejores de los godos, cuyo mismo nombre significa
"los buenos"?.
¿Podría uno no entender el desprecio indecible con el cual estos hombres nobles
consideraron a aquellos que les prometieron una recompensa en el cielo por abstenerse de
hacer cosas que, según su propia naturaleza, estaban bajo la dignidad incluso de los
animales?.
A tales hombres les fueron llevados los mandamientos; hombres infinitamente superiores
en dignidad humana y moralidad que los monjes que los llevaron. Por innumerables
generaciones ellos habían vivido muy por encima de la meseta moral en la cual los
mandamientos del Sinaí funcionaban entonces. Miles de años antes del tiempo del "Cristo" que
los monjes afirmaban representar, nuestros antepasados habían sembrado las semillas de la
cultura y la civilización en todo el mundo en sus fructíferos viajes y andanzas.
Cuando contemplo los pequeños retratos y veo en sus caras firmemente serenas las
expresiones de mis ancestros, que no necesitan más noticias de estos tiempos, parece como si
hubiéramos descendido desde una escala altísima ―una escala que debemos subir
nuevamente. Hoy en día, es raro que podamos siquiera parecernos a como ellos eran. Ellos
tenían un trato cercano con Allfather y no tenían que llamar a ningún intermediario con aureola
cuando deseaban hablarle. E incluso entonces, ellos no sabían cómo pedir; ellos eran
demasiado fuertes, demasiado orgullosos y demasiado sanos para suplicar.
¡Las bendiciones solicitadas no son verdaderas bendiciones!. Ellos no querían nada de
regalos; ellos ya tenían todo lo que querían o, si carecían de algo, lo conseguían para ellos. Su
credo era un refrán tan breve como un parpadeo y tan claro y profundo como un arroyo de
montaña: "¡HAZ LO CORRECTO Y NO TEMAS A NADIE!".
En cuanto a su religión, no había ninguna necesidad de ponerla en palabras que
complacieran a un pueblo que de todos modos era naturalmente frugal con sus palabras. Ellos
llevaban su conocimiento espiritual profundamente dentro de sus almas; les servía como una
aguja de brújula que siempre conduce a un barco por su curso apropiado.
¿No era ésa una mejor religión que la que debe ser escrita en un grueso libro, no sea que
fuera a ser olvidada, la cual uno no puede entender correctamente hasta que un sacerdote
venga e interprete lo que está escrito allí?. E incluso entonces se requiere un acto de fe para
creer que esta intrincada interpretación es correcta.
En la época de los ancestros, la fe nacía de la sangre y éste era el conocimiento. Hoy debe
ser aprendida, ya que es una fe ajena, incapaz de echar raíces en nuestra sangre. Es el dogma
y la doctrina que ninguno puede conocer y a la que la mayoría de nosotros silenciosamente
renuncia, porque es contraria a la Naturaleza y a la razón. Dígame: ¿hemos llegado a ser
mejores desde que aceptamos esta nueva religión?. Una gran pena muda reside en el pecho
de la mayor parte de nosotros, una sensación infinita de falta de hogar, porque el camino de
nuestros antepasados vive eternamente en nuestra sangre nórdica como un sueño.
Queremos, una vez más, estar libres de pecado ―como nuestros antepasados lo estaban.
Estamos cansados de ser humildes y pequeños y débiles y todas las otras cosas exigidas de
nosotros por un dios que desprecia sus propias creaciones y considera el mundo como una
guarida de corrupción. ¡Queremos estar orgullosos otra vez, y grandes y fuertes, y hacer las
cosas por nosotros mismos!.

¡Cuán diferentes son aquellos rostros allí en la pared comparados con las caras de hoy!.
Sólo si uno mira muy de cerca encuentra todavía un rastro de aquella claridad de los rasgos en
la generación actual.
Lo que vivió tan dominantemente en nuestros antepasados que se reflejaba en sus caras
ha desaparecido de nuestra sangre y se ha ido a dormir. Por eso las caras nos engañan tan a
menudo hoy. Muchas personas cuyo color de pelo y color de ojos vienen del Sur, todavía
tienen gran parte de su sangre de padres nórdicos. Y muchos que parecen olvidados durante
los últimos dos mil años tienen su cabello claro y sus ojos grises o azules sólo como una
máscara engañosa, ya que su sangre no lleva ningún rastro de sus padres de la tierra del
Norte (Northland ). Los primeros tienen sólo el aspecto de extranjero y retienen su sangre
nórdica; los segundos han tomado la sangre del extranjero y retienen su cara nórdica como
una máscara ilusoria. ¿Cuál es mejor?.
Hoy, hay que examinar los ojos de una persona y ver si ellos son todavía o no firmes,
brillantes y penetrantes.
El alma es iluminada por los ojos y esto no engaña. Había muchos rebeldes entre aquellos
allí en la pared, y hombres que dejaron sus hogares; muchos habían rechazado doblegarse
ante aquellos con poder. Ellos no podían andar encorvados, estos nuestros semejantes. Ellos
prefirieron la pobreza en el extranjero en vez de la sumisión en casa. Pero ellos no
permanecieron pobres por mucho tiempo. Aquellos que fueron al extranjero siguieron la
corriente incansable de su sangre, que no les dio ningún descanso hasta que ellos se hubieran
encontrado a sí mismos, rechazando lo que era foráneo a ellos y fluyendo en la corriente
sanguínea de sus padres, y así llegando a ser eslabones conscientes en la cadena de los
antepasados, cerrando el gran círculo del parentesco.
Cuando uno de éstos regresó a casa otra vez ―y todos ellos vinieron a casa― él se había
convertido en un hombre sereno y completo. Es difícil describir esta calidad de completitud. Si
los otros están balbuceando en confusión, y tal hombre pronuncia suavemente sólo un par de
palabras, entonces todos los demás entenderán y quedarán sosegados y atentos. Y tal hombre
no hace preguntas; ¡los otros le preguntan!. Mire a sus ojos: tal como ellos dominaron la vida,
así ellos estuvieron en términos íntimos con la muerte.
Para ellos la muerte era el fiel compañero de la vida. Aquellos mismos ojos que aparecen
entre ellos se revelan aún en las generaciones más recientes. Hay uno de ellos; Erik era su
nombre y cayó en (la batalla de) Kemmel. El casco de acero en su cabeza parece ser una parte
de él. Su boca es una línea recta y dura. Pero en sus ojos de veinte años centellea una risa
silenciosa. Y con esta risa, ajena a su boca, y un guiño, saludando con su puño contra su
pecho, gesticulando mientras camina, Erik saludó a la muerte. No puedo imaginar a este Erik,
con la rodilla doblada y la voz quejumbrosa, pidiendo a algún dios en las nubes piedad y
ayuda.
Ésta es la manera en que lo imagino: levantándose de un salto y con un grito feroz,
hundiendo su gran espada en una carga enemiga; luego, todavía en el mismo salto, siendo
golpeado por un proyectil y colapsando hacia atrás a tierra con su pensamiento final: "¡Di lo
mejor por Alemania!".
Erik cogió la amarga copa con una risa orgullosa y la bebió de un solo trago sin una mueca.
Y él probablemente golpeteó la taza con una uña, de modo que todos pudieran oír que estaba
vacía.
Él no rezó: "Padre, que esta copa pase de mí ". Él extendió la mano y la cogió por sí mismo,
ya que él sabía que... ¡todo lo necesario está bien!. Bajo el retrato de Erik está su lema, escrito
con su propia letra firme y clara: "Que un hombre sea noble, benévolo, leal y bueno". ¿No dice
esto mucho más que aquellos mandamientos que Moisés había promulgado para la chusma
depravada en el desierto, a fin de hacer a aquella multitud comprender los rudimentos de
humanidad?.
Los Mandamientos eran apropiados para esa horda hebraica. Incluso los egipcios los habían
expulsado de sus tierras. Incluso como esclavos los hebreos eran demasiado malvados e
infectaron la vida egipcia. Los hebreos... ¡el pueblo elegido de Dios!. Es absurdo que alguien
tome en serio aquello. Un mandamiento presupone una transgresión. Uno puede reconocer de
la mera necesidad de tales mandamientos (que no exigen nada más que una mínima conducta
necesaria para reclamar la designación de "seres humanos") a qué tipo de criaturas les habían
sido dados, criaturas verdaderamente con derecho a reclamar nada más que un parecido con
los seres humanos.
Para los hombres del Norte estos mandamientos eran una denigración, un insulto
imperdonable a su sangre sagrada.

De este modo, de la indignación ardiente de la sangre nórdica surgió un Wittekind [1],


quien volvió una y otra vez para conducir a su pueblo a la batalla contra las doctrinas del Sinaí,
puesto que estas enseñanzas son un veneno mortal para nuestra sangre. Usted pregunta
¿cuándo retornará Wittekind o ya no?. Escuche: ¡Wittekind morirá sólo con el último
escandinavo!. ¡Mientras un solo ario viva, Wittekind está vivo y el mundo no está a salvo de
él!.
[1. Wittekind era el jefe sajón que condujo la resistencia contra Carlomagno, rey
del Sacro Imperio Romano, que impuso el cristianismo sobre la gente alemana.
Wittekind era simbólico del Paganismo del Norte y de toda la resistencia contra la
dominación. Nota de la edición inglesa].
Setenta millones de arios en esta tierra gloriosa son más que suficientes para cualquier
cosa que venga del Sinaí. Los últimos remanentes que todavía son puros estarán todavía en
condiciones cuando las espadas resuenen sobre los escudos y suenen las trompetas para la
última y gran batalla de este miserable milenio.
Para el que duerme a pesar de todo, cuya sangre es insulsa y agria, ¡ninguna gloria para
él!. Él será desconsideradamente pisoteado por los valientes que corren a la batalla en cada
calle de las patrias arias.
Una costumbre antigua entre nuestra gente ha permanecido viva hasta el día de hoy en la
mayor parte de nuestra tierra del Norte. Hubo un tiempo cuando pareció que esta práctica,
transmitida a nosotros desde nuestros antepasados, moriría. Pero ha sido revivida, y el tiempo
está cerca cuando todo nuestro gran y hermoso pueblo reconocerá otra vez el significado de
esta costumbre y hará ruido por ella.
Nuestros antepasados daban a cada niño un nombre poderoso, lleno de alegría y energía
vital. En realidad, ellos sólo le prestaban ese nombre. Y llegaba a ser una brillante esperanza
para el niño, muy por delante de él en el curso de su vida.
El niño llevaba ese nombre en su alma como su tesoro más preciado, ya que era para él
tanto un objetivo como una responsabilidad sagrada.
Este nombre reforzaba el alma del niño cuando él se desarrollaba como un individuo
consciente y maduro.
Cuando el niño había llegado a ser un joven, los parientes mayores se reunían para una
celebración en la cual ellos decidían si el carácter desarrollado por el hombre joven había
satisfecho o no el nombre que le había sido dado. Si el hombre y el nombre eran encontrados
que estaban en armonía, entonces su nombre le era dado de por vida. De otro modo, el
hombre joven elegía un nombre conveniente para él, uno que caracterizara su naturaleza.
Entonces resultaba que nuestros antepasados eran como sus nombres y sus nombres eran
como ellos. Y entonces sus nombres tenían peso, como una espada esculpida con runas, como
su palabra y como un apretón de manos, como un sí y un no.
En tiempos cristianos nuestros ancestros fueron obligados por la nueva ley del extranjero a
adoptar todavía otro nombre; era anotado en el registro de la iglesia, principalmente para
beneficio del encargado del censo. Las autoridades estaban obligadas a escribir el nombre
pagano de un hombre al lado de su carente de carácter nombre cristiano en su registro, no
fuera que llegara a ser solamente una lista de fantasmas.
En aquellos tiempos los hombres más íntegros y las mujeres más orgullosas surgieron de
nuestra raza.
Me acerco a las filas de los retratos y leo los nombres. Los más viejos son: Helge,
Fromund, Meinrad, Markward, Ran, Waltari, Eigel, Asmus, Bjoern. Nombres peculiares, ¿no?.
Ellos son nombres nacidos de la gran lengua de nuestro pueblo. No hay nada extranjero en
ellos, ningún sonido espurio. Ellos suenan verdaderos al oído. Estos nombres tienen el sabor
del mar salado, de la tierra robusta y fructífera, del aire y la luz del sol... y de la patria. ¿Nota
usted eso?.
Unos cuantos lo notarán ―pero demasiado pocos. Su propio lenguaje se ha hecho
extranjero para ellos y no tiene nada más para decirles. Después de estas primeras filas
nuestros antepasados comenzaron a llamar a sus hijos Gottlieb, Christian, Farchgott,
Leberecht, Christoph (que significan: amante de Dios, adorador de Cristo, temeroso de Dios,
habitante honrado, portador de Cristo)... Más tarde aún vinieron los nombres Paulus,
Johannes, Petrus, Christophorus, Korbinianus, Stephanus, Karolus. En aquellos tiempos
nuestros antepasados no tenían ningún otro nombre. ¿Siente usted cómo algo ha sido roto en
estos hombres, cómo ellos han sido alienados de su propia naturaleza?. ¿Siente usted cómo
cuán abruptamente la escalera desciende?.
Un destino está encerrado en la transformación de estos nombres. Esto no es el destino de
un individuo o de un clan sino de todo un pueblo ―nuestro Pueblo. Pero entonces algo extra ño
sucedió. Aquellos que habían sido nombrados como Karolus y Paulus por sus padres,
repentinamente consideraron estos nombres como molestos, ajenos, inadecuados, ridículos. Y
ahora viene la generación que entró en la Gran Guerra [1ªGM]. Los nombres con pequeñas
cruces de hierro detrás de las fechas en las cuales ellos cayeron, no más de 20 años desde sus
fechas de nacimiento, dicen: Jochen, Dieter, Asmus, Erwin, Walter, Roland, Georg... Éstos son
los nombres que todavía tenemos hoy.
¿Y cuáles son los nombres de nuestros jóvenes, aquellos que llevan sus nombres en el
tercer milenio después del tiempo del auto-perdón nórdico?: Gerhardt, Hartmut, Dietrich, Ingo,
Dagwin, Guenther, Hellmut, Gernot, Dagmar, Ingeborg, Helga... ¿La Gran Guerra ha hecho
esto?. Los nombres cuentan la historia.
Unos cuantos hombres llevan puestas ropas sacerdotales. Pero el pintor nos ha dado una
pista. Y quienquiera que sea capaz de encontrar esa pista puede ver lo poco o lo mucho que el
corazón fuerte del hombre es oscurecido por la sombra de los trajes negros que él lleva
puesto.
Las pinturas son todas retratos del busto; sin embargo en uno de ellos el artista muestra
una mano. Es una mano fuerte, nervuda, de la clase que podría dirigir un barco a través de
una tormenta.
El libro negro en su mano parece un juguete frívolo. Tal mano no bendice a un enemigo: lo
aplasta. Su nombre es Frith. Es un nombre extraño para un sacerdote. "Frith" quiere decir
"ladrón de la paz". Otro retrato muestra a un hombre con el pelo gris, azotado por el viento. Él
tiene una nariz aguileña y en sus ojos uno percibe la visión ilimitada. ¿Realmente Ran dobló su
cabeza con remordimiento, arrepentimiento y humildad?. ¿Realmente despreció él al mundo y
colocó su confianza en un poder distinto que el suyo propio?.
Sé por qué el destino ordenó que estos hombres debían llevar puestos trajes negros: si no
hubiera sido por ellos, habría muchos menos paganos en el Norte hoy; sin ellos hubieran sido
muchos más los que habrían cambiado su propia imagen de Dios por una ajena y se hubieran
cansado de su propia fuerza y del mundo; y muchos más habrían sido seducidos por la
doctrina foránea para hacerse sus esclavos y olvidar su propia sangre.
Ellos son verdaderos santos, ya que ellos han conservado su identidad interior sana, a
pesar de las sotanas de sacerdotes. Ellos lucharon contra el enemigo con su propia arma. La
gente los llamó "PAGANOS". Unos cuantos estaban tan orgullosos de este título que lo
incorporaron en sus nombres, como uno podría ponerse una joya preciosa. Porque pagano es
el que permanece verdadero ante sí mismo y su gente, cuya sangre fluye pura en sus venas. Y
esta sangre pura considera al mundo ni con la mueca odiosa del Sinaí ni con las rodillas débiles
de Nazaret. Alberga a la divinidad, pura, clara y hermosa en su corriente roja, mientras la raza
perdure. Ninguno de estos hombres ha buscado alguna vez a Dios. Uno no busca aquello que
habita en la propia alma.
Ninguno de estos hombres ha sido desgarrado alguna vez por la duda sobre lo divino. Sólo
el que traiciona a la divinidad en sí mismo y ofrece su alma a un dios extranjero conoce tal
duda. La duda es eterna donde está el extranjero eterno, y por lo tanto el eterno desconocido.
El cristiano es un eterno escéptico.
¿Puede algún hombre ser leal, siendo desleal consigo mismo?. ¿Puede algún hombre ser
grande, siendo consumido por el deseo de retornar al polvo?. ¿Puede algún hombre ser fuerte,
amando la debilidad?. ¿Puede algún hombre ser orgulloso, deambulando a lo largo de la
humildad?. ¿Puede algún hombre ser puro, si se considera nacido en pecado?. ¿Puede algún
hombre ser feliz en este mundo, despreciando al mismo tiempo el mundo?. ¿Y puede algún
hombre llevar al Creador en su alma, despreciando la Creación divina?.
¡Qué Dios tan extraño tienen ustedes los cristianos, que los creó erguidos pero les ordena
que se arrastren hacia él sobre vuestras rodillas!.
Nosotros los paganos no le rogamos a nuestro Creador; eso sería un insulto a la divinidad
en nuestras almas.
Ni tampoco nosotros los paganos nos dirigimos al Creador para quejarnos. No proclamamos
ante el mundo nuestros fracasos y menos ante el Creador. Procuramos vencer nuestras faltas
y crecer.
Nuestro camino no es queja sino enojo ―y primero que nada, la cólera contra nosotros
mismos. Tampoco nos arrepentimos, nosotros los paganos, porque no podemos ser cobardes;
tenemos el coraje para defender nuestras obras.
¿Por qué ustedes los cristianos hicieron del nombre "pagano" un insulto?. Ustedes no
deberían vender de puerta en puerta su mezquindad en las calles, ya que esto permite a la
gente ver que el amor que a ustedes se les ordena que muestren está ligado con el odio, y que
el perdón que su religión requiere de ustedes está cargado con su deseo de venganza. Sólo los
envidiosos se inclinan a los insultos. Vemos vuestra envidia y estamos avergonzados por
ustedes, ya que muchos de ustedes son todavía hermanos de nuestra sangre.
Hubo un tiempo en que era una desgracia ser un cristiano. Pero entonces ustedes
comenzaron a conquistar a las masas, y de esa manera ustedes fueron capaces de dar vuelta
las mesas y hacer de la virtud una desgracia. Luego ustedes nos etiquetaron como "extraños"
y nos llamaron "paganos". Hemos permanecido "extraños", a pesar de sus insultos. Nunca
seremos una masa o un rebaño. ¿Sabían ustedes que hay, también, muchos entre ustedes que
son "extraños" como nosotros?. ¿Por qué no arrojan lejos los harapos de mendigo que cubren
las nobles vestimentas de vuestra virilidad?.
¿Están ustedes avergonzados de ser "extraños"?. ¿Temerosos de ser llamados "paganos"?.
Cuando ustedes los cristianos hayan terminado de sepultar a su dios en el cielo... vengan con
nosotros; nosotros los paganos les mostraremos otra vez al Creador. Y no piensen que ya
hemos saldado cuentas con ustedes los cristianos. Pesamos silenciosamente, pero no pesamos
con pesos falsos.

No engañamos al dios que está en nosotros, puesto que no nos engañamos a nosotros
mismos. Y como hemos sopesado justamente, por lo que hemos estimado, entonces seríamos
considerados con justicia por Dios en cuanto a nuestras almas. Usted ve, no nos arrepentimos,
ya que no tenemos nada de qué arrepentirnos. Nuestra valía no carece de nada. Hemos
mantenido y preservado nuestro valor entero. ¡Y ahora ustedes tienen que sopesar!. Y cuando
ustedes hayan pesado, calculado y evaluado, pregunten a sus espíritus envidiosos cuánto han
perdido. El que no ha perdido nada de su valor está sin envidia ―y sin odio hacia nosotros los
paganos.
El pequeño hombre odia lo que es superior a él, mientras que el gran hombre lo admira. El
pequeño hombre se compadece de lo que está bajo él, mientras que el gran hombre lo
desdeña, si es que merece su desprecio, o lo ayuda.
Allí en su cuna está mi hijo, acercándose alegremente hacia los retratos de sus
antepasados en la pared. Este diminuto y risueño bulto de vida es el siguiente paso del futuro
de mi raza. Yo era el último paso. Él es el siguiente. Y detrás de mí veo el camino de mi raza
pasando de nuevo por los milenios distantes hasta que sea atenuado por la niebla del tiempo...
pues las generaciones que vinieron antes de los más antiguos en la pared son, también,
reales. El camino entero de mi raza a través del tiempo no lo conozco, pero sé realmente que
vivo y que soy sólo un eslabón en la cadena en la cual ningún eslabón debe fallar, mientras mi
pueblo viva. De otro modo, yo nunca habría existido. Por generaciones un libro de pergamino
anudado ha sido transmitido en nuestra familia. Lo abro e inscribo una página amarillenta para
mi hijo: "Tu vida no es de este día y tampoco del día de mañana. Es de los mil años que
 pasaron antes de ti y de los mil años que vendrán después de ti. Durante los mil años antes de
ti, tu sangre fue conservada en forma pura, de modo que tú fueras quien eres. Ahora tú debes
 preservar tu sangre, de modo que todas las generaciones de los siguientes mil años te honren
y te agradezcan".
Ése es el sentido de la vida: que la divinidad se despierte en la sangre. ¡Pero la divinidad
sólo vive en la sangre pura!.
¿De quién he hablado?: ¿de mis ancestros?. Ellos son sólo un símbolo del Pueblo del cual
soy una parte viva.
¿A quién he hablado?: ¿a mi hijo?. Mi hijo es sólo una parte de mi Pueblo. La sabiduría de
mil generaciones duerme en usted. Despiértela y usted ha encontrado la llave que abrirá las
puertas de sus aspiraciones más verdaderas. Sólo el que se estima a sí mismo es digno de ser
un hombre.
Sólo es un hombre el que lleva el pasado y el futuro vivos en él, pues sólo él es capaz de
estar por encima de la hora presente. Y sólo el que es amo del presente es exitoso; él solo es
cumplido a cabalidad, como sólo en el cumplimiento está la divinidad. Así lo dice la Voz de
nuestros Antepasados...-

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