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Mundo antiguo

Santiago Arias.
Consideraciones epistemológicas del estudio del mundo antiguo.
El estudio de lo que hoy consideramos El Mundo antiguo está lleno de supuestos y de
afirmaciones históricas basadas más en un trabajo arqueológico y supositivo que en un
trabajo “tradicional” de historia. La historia del mundo antiguo es un microcosmos de
debates y de preguntas de cómo debemos escribir desde el presente la historia de un mundo
cultural, sociopolítico y naturalmente distinto.
El imaginario general del mundo antiguo nace en el siglo XIX con los primeros
descubrimientos -posteriormente nombrados como arqueológicos- de las ruinas de antiguas
civilizaciones en lo que hoy es el Mediterráneo, Egipto, la Media Luna Fértil, Mesopotamia
y Arabia. Los descubrimientos decimonónicos revelaron en su entonces un mundo hasta
entonces desconocido más antiguo que la civilización europea y sus supuestos orígenes
grecorromanos. En este punto, Edward Said recalca que, para la ciencia occidental del siglo
XIX, las regiones donde se descubrieron las –nuevas- civilizaciones antiguas se debían
considerar parte de una estrategia que operaba bajo el discurso imperialista, “la estrategia
del orientalismo ha dependido de esa superioridad de posición flexible que sitúa a
Occidente ante una serie completa de posibles relaciones con Oriente sin que Occidente
pierda nunca la ventaja.”(Said, 1997, pp. 27)
De esta manera, la cuestión de civilizaciones antes de la civilización occidental resultaría
un golpe bajo contra las entrañas de los occidentales europeos, quienes bajo el imperialismo
expansionista y el darwinismo social argumentaban que su raza y “desarrollo” técnico
científico les hacía capaces de llevar el resto del mundo la civilización y el progreso.
Así pues, el descubrimiento de otras tantas civilizaciones diferentes a la griega y romana,
vista en primer momento como una inconsistencia a la teoría de la descendencia europea a
partir de una civilización original griega blanca -de tradición antisemita-, parafraseando a
Martín Bernal en Atenea Negra, donde las civilizaciones orientales con vistas como
periféricas y atrasadas, estáticas en el tiempo, hasta el momento –siglo XIX- en que se
deben revisar las tesis del origen ario griego y considerar posterior el proceso civilizatorio
de Europa.(Bernal, 1987)
En su texto, Bernal propone que las sociedades griegas son una mezcla de tradiciones
egipcias, semitas, mesopotámicas e indias, cuyas tradiciones civilizatorias convergieron en
el muy posterior desarrollo de la civilización en Europa; anulando así la posibilidad de un
origen netamente blanco de la tradición europea e incluso llega a negar que la idea de
civilización en varios de sus ámbitos -ciudad, agricultura, religión, escritura- son de origen
indoeuropeo, sino que su aparición se da muchos años después.
En conclusión, es necesaria la re-proposición de tesis sobre el desarrollo, las actividades, la
cultura y la expansión de las civilizaciones antiguas para así poder devolverles su papel en
la historia. Debemos dejar de verlos como los “otros” y dar cabida a cuán importante fue su
existencia para el mundo posterior, teniendo en consideración que aún hoy, más de 2000
años después, sus tradiciones están vivas hoy en las nuestras, es decir, debemos considerar
la idea de que las civilizaciones orientales son la semilla del Viejo Mundo.
Bibliografía

Bernal, M. (1987). Atenea Negra.pdf. Barcelona: Crítica.


Said, E. (1997). Orintalismo. Barcelona: Cultura Libre.

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