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La UE es
el primer paso para el Nuevo Orden Mundial, por Jeanne
Smits
elinactual.com/p/blog-page_906.html
¿Su denominador común? Estos acuerdos de librecambio cada vez más extendidos en el
espacio van a la par de la creación de nuevas burocracias supranacionales y de tribunales de
justicia encargados de controlar el respeto de sus disposiciones por los Estados signatarios.
El patchwork que así se forma ‒ya sea la Unión europea, América del norte, o a través de la
Unión africana y la Unión eurasiática– se distingue por el hecho de que las diferentes zonas
se solapan. Lo que hoy se elogia como un multilateralismo benefactor se convierte así en
una red cada vez más tupida, siempre más dispuesta para integrarse definitivamente bajo
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la autoridad de la ONU o de cualquier otro organismo que pueda crearse. La novedad, hoy,
es la resistencia de ciertos países y una desafección creciente de los pueblos, a los que se
denuncia por sus tentaciones populistas.
Fue en la década de los años 1950 cuando los mundialistas o globalistas hablaban
abiertamente de su marcha hacia un gobierno mundial bajo la égida de las Naciones
Unidas. El cofundador del Council on Foreign Relations, John Dulles, escribía entonces: «La
ONU no representa una etapa final de desarrollo del orden mundial, sino una etapa
primitiva. A ella le corresponde principalmente la creación de las condiciones que harán
posible una organización más desarrollada», si bien la actual Carta de las Naciones Unidas
sería lo suficientemente fuerte, según este cofundador del CFR, para servir de fundamento
a un “gobierno mundial” o a una “federación mundial”.
La idea no debió prender tan rápidamente como lo deseaban estos representantes del
“Estado profundo”. Alex Newman observa que un informe, publicado en 1962 bajo el título
“Un mundo efectivamente controlado por las Naciones Unidas” gracias a la financiación del
departamento estadounidense y al alto funcionario del CFR Lincoln Bloombield, sugería el
recurso al regionalismo a gran escala. Proponía «unidades cada vez más importantes
desarrolladas por la vía de la unión aduanera, la confederación, el regionalismo, etc., hasta
que, finalmente, unidades más amplias las fusionasen bajo un paraguas global». Y esto es,
de hecho, lo que se está desarrollando ante nuestros ojos desde entonces, comprendidas
guerras y amenazas que forman parte de la estrategia recomendada por el informe
Bloomfield.
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rápido paso. Para acortar el camino, la condición previa, en vistas de la futura globalización,
es una regionalización progresiva, porque a través de la misma podremos avanzar hacia
unidades mayores, más estables, más cooperantes». Ese mismo año, la ONU creaba las
bases de su “Comisión sobre la gobernanza global”.
En el punto donde nos encontramos, la progresión de este plan está lista para realizarse a
gran escala, con la Unión europea destacada del pelotón. Por algo Mijail Gorbachov la
describió como “el nuevo soviet europeo” durante su visita al Reino Unido en el año 2000.
En 2012, el entonces presidente, no elegido, de la Comisión europea, José Manuel Barroso,
antiguo maoísta revolucionario, ponía en evidencia las supuestas “maquinaciones” que los
antimundialistas denuncian desde hace décadas: «Debemos ir hacia una federación: tal es
nuestro horizonte político», decía sin ambages.
Se puede decir que la UE posee ya numerosos atributos del poder regaliano: el de emitir
moneda a través de la moneda única, una agencia de mantenimiento de la ley, el esbozo de
un ejército continental, los tribunales que imponen la jurisprudencia europea en los Estados
miembros, etc. Bruselas, en este sentido, es más poderosa de lo que es Washington
respecto a los Estados norteamericanos, pues detenta incluso la capacidad para rechazar
los presupuestos nacionales.
La Unión africana también se halla comprometida en esta vía, con sus conatos de
parlamento, fuerzas armadas y corte de justicia… Trabaja en el establecimiento de una
moneda continental, con la puesta en marcha de tres inmensas zonas de librecambio,
apoyadas por la aparición de un nuevo pasaporte africano único. No debe extrañar que el
exdictador marxista Robert Mugabe fuera proclamado presidente de esta UA por antes de
su derrocamiento por el ejército de Zimbabue. La financiación de esta amplia operación está
asegurada por los EE.UU., la UE y China ‒Pekín construyó la sede central de la Unión
africana, todo un símbolo.
La Unión de los Estados de América del Sur (UNASUR o UNASUL) participa también de la
misma lógica y se construye sobre el modelo de la UE, con objetivos comunes como la
moneda, el ejército, el parlamento, etc. Los problemas con Venezuela, sin embargo, han
retraído a algunos de sus miembros. En cualquier caso, otros organismos supranacionales
trabajan en la integración sudamericana: Mercosur, la Alianza bolivariana, el CELAC, entro
otros.
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La Unión eurasiática, aun en su estado de unión de cooperación económica, es un ejemplo
particularmente sorprendente de la marcha coordinada hacia una gobernanza mundial.
Vladimir Putin, lejos de oponerse, según algunos comentaristas, estaría trabajando en la red
formada por Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguizistán y Armenia, para reunir a los antiguos
países satélites de la Unión soviética. Putin se vanagloriaba en el Izvestia del proceso tan
rápido de formación de la Unión eurasiática gracias a “la experiencia de la Unión europea y
de otras federaciones regionales”, al tiempo que ponía en evidencia su conformidad con las
normas y principios de la OMC. Desde esta perspectiva, Rusia estaría de acuerdo
plenamente con el movimiento general para participar en “el establecimiento de un
desarrollo sostenible global”. Quizás por ello, Putin cree en el futuro de la Unión europea y
la Unión eurasiática la formación de “una comunidad armoniosa de economía que vaya de
Lisboa a Vladivostok, una zona de librecambio que podría recurrir a modelos de integración
más sofisticados”. Otros observadores, no obstante, ven en estas aspiraciones de Putin
hacia el “orden mundial” un intento para ganar tiempo y extender su proyecto eurasiático a
todo el viejo continente en detrimento de la propia UE.
Henry Kissinger, otro gran y eterno mundialista, hablaba claramente del Proyecto. En su
libro World Order, publicado en 2014, hablaba de la «necesaria estrategia coherente capaz
de establecer un concepto de orden entre las diferentes zonas regionales vinculando a los
mismos entre ellos». Kissinger abogaba abiertamente por una «estructura de reglas y
normas internacionales», y saludaba a Europa en su proyecto de «transcender los Estados».
La UE, desde entonces, no oculta su voluntad de apoyar estos órdenes regionales, en
particular en el continente americano, como lo detalla su informe “Estrategia global”
publicado unos días después de la votación sobre el Brexit. Y todo ello en nombre de una
humanidad que no han votado los pueblos. ¿Acabaremos por amar al Big Brother?
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