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Briggs Burke - La Revolucion de La Imprenta. en de Gutenberg A Iternet. Una Historia Social de Los Medios de Comunicacion PDF
Briggs Burke - La Revolucion de La Imprenta. en de Gutenberg A Iternet. Una Historia Social de Los Medios de Comunicacion PDF
LA REVOLUCIÓN DE LA IMPRENTA
EN SU CONTEXTO
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niendo una tirada media de quinientos ejemplares por edición- que
en una Europa de unos cien millones de habitantes circu1aban en esos
días alrededor de trece millones de libros. De esos libros, aproximada-
mente dos millones se produjeron sólo en Venecia; otro importante
centro editor era Paris, que en 1500 contaba con ciento ochenta y un
talleres.
En contraste con esto, la penetración de la imprenta fue en general
lenta en Rusia y el mundo cristiano ortodoxo, región (induidas Ser-
bia, Rumania y Bulgaria modernas) en la que se usaba habitualmente
eI alfabeto cirílico y la alfabetización se reducía prácticamente al cle-
ro. En 1564, un ruso blanco formado en Polonia llevó una imprenta a
Moscú, pero poco después una multitud destruyó su taller, FJIIa situa-
ción cambió a comienzos dei siglo X>~II merced a los esfuenJos dei zar
Pedro el Grande (que gobernó de 1686a 1725), quienen 1711fundó
una imprenta en San Petersburgo, a la que siguieron las Impn:ntas dei
Senado (1719) en esta ciudad; y en Moscú, la 1mprenta de la Acade-
mia Naval (1721) y la Imprenta de la Academia de Ciencias (1727). La
localización de estas imprentas sugiere que el zar terna in~en la al-
fabetización y la educación ante todo para familiarizar abtusos con
la ciencia y la tecnologia modernas, en especial aplicadas a . . . milita-
res. EI hecho de que la impresión llegara tan tarde a Rusia-.giere a su
vez que la imprenta no era un agente independiente, yque la revolu-
ción de la imprenta no dependía únicamente de la teenoIogía. Para ex-
pandirse, la imprenta necesitaba condiciones socialesya.tllurak:s propi-
cias; y en Rusia la ausencia de una clase alfabetizada laica na un grave
inconveniente para eI auge de una cultura de la imprenta,
En el mundo musulmán, la resistencia a la imprensa fue vigorosa
en el periodo inicial de los tiempos modernos. En verdad. se ha consi-
derado a los países musulmanes como barrera en eI paso de la im-
prenta de China a Occidente. De acuerdo con un embGqadorimperial
en Estambul a mediados dei siglo XVI, los turcos pensaban que impri-
mir libros religiosos era pecado. EI temor de la jerarquia subyace a la
oposición a la imprenta y la cultura occidental. En 1515, el sultãn Se-
lim I (que gobernó de 1512 a 1520) promulgó un decreto que prohi-
bía la impresión so pena de muerte. AI final dei siglo, elsultán Murad IH
(que gobernó de 1574 a 1595) permitió la venta de libras no religiosos
impresos en caracteres árabes, pero probablemente se tratara de li-
bros importados de ltalia.
Algunos europeos se sentían orgullosos de su superioridad técnica
a este respecto, Henry Oldenburg (161&-1677), primer secretario de
la Royal Society de Londres y hombre profesionalmente interesado
en la comunicación científica, asociaba ausencia de imprenta con des-
potismo y decía en una carta de 1659 que «el Gran Turco es enemigo
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nes se hacían más voluminosas, era cada vez más necesaria la biblio-
grafia por temas.
Los bibliotecarios se enfrentaban también a los problemas de man-
tener los catálogos ai día y estar ai tanto de las nuevas publicaciones.
Las revistas especializadas daban información acerca de libros nuevos,
pero como también la cantidad de estas revistas se multiplicaba, fue
preciso buscar en otro sitio información acerca de ellas. Puesto que ha-
bía muchos más libros de los que se podía leer en toda una vida, los
lectores necesitaron la ayuda de bibliografías selectas para discrimi-
nar entre ellos y, desde finales dei siglo XVII, recensiones de las nue-
vas publicaciones.
La coexistencia de relatos triunfalistas y catastrofistas de la impren-
ta sugiere la necesidad de precisión en todo análisis de sus consecuen-
cias. EI historiador victoriano lord Acton (1834-1902) fue más preciso
que sus predecesores, pues llamó la atención tanto sobre lo que po-
dría denominarse efectos horizontales o laterales de la imprenta, que
ponía el conocimiento aI alcance de un público más extenso, y sus
efectos verticales o acumulativos, que daban a las generaciones poste-
riores la oportunidad de construir sobre e! trabajo intelectual de las
anteriores. La imprenta, de acuerdo con lo que Acton dijo en su con-
ferencia «Sobre el Estudio de la Historiá», de! ano 1895, «aseguró que
la obra dei Renacimiento perduraría, que lo que se escribía seria acce-
sible a todos, que no se repetiria la ocultación de conocimiento y de
ideas que había tenido hundida a la Edad Media, que no se perderia
una sola idea».
Esto equivalía a una valoración unilateral y libresca de la Edad Me-
dia, que ignoraba la tradición oral y prescindía de muchas cosas que
hoy se considerarían esenciales. A veces, estudios más recientes, en par-
ticular los asociados ai debate sobre los medios, han rechazado esas vi-
siones más antiguas, aunque a veces desarrollándolas y exagerándolas.
Los historiadores sociales, por ejemplo, han senalado que la invención
de la imprenta cambió la estructura ocupacional de las ciudades euro-
peas. Los impresores formaban un gremio nuevo, artesanos para quie-
nes era esencial saber leer y escribir. La corrección de pruebas fue una
nueva ocupación a la que la imprenta dio vida, mientras que e! incre-
mento de! número de libreros y de bibliotecas siguió naturalmente a
la explosión en la cantidad de libros.
Más aventurado y más especulativo que los historiadores, Marshall
McLuhan enfatizó el cambio que llevó de la puntuación auditiva a la
visual y llegó a hablar de la «escision que produjo la imprenta entre
la cabeza y el corazón». EI vigor y la debilidad de su enfoque quedan
resumidos en uno de los muchos conceptos cuyo lanzamiento tanto le
debe, el de «cultura impresa», que sugirió estrechas relaciones entre
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DE GL'TENBERG ,\ II'-TI:RNET
LA COMUNlCACIÓN FÍSICA