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RECURSO DE CASACIÓN. ADMISIBILIDAD FORMAL. Motivo Sustancial.

Modificación de los hechos. Aspectos subjetivos dados por ciertos: constituyen


una cuestión fáctica. FUNDAMENTACIÓN POR PRUEBA INDICIARIA.
VALORACIÓN CONJUNTA. ABIGEATO (art. 167 ter C.P.). Figura Básica.
Interpretación. ESTABLECIMIENTO RURAL. Alcances de la interpretación
auténtica del art. 77, 9no párrafo del C.P. (texto introducido por ley
25.890). Actividades de cría, mejora y engorde de ganado: Noción.
Innecesariedad de otros fines. Grado de afectación del inmueble requerido
(innecesariedad de su orientación total y exclusiva a esas tareas).

1. Es improcedente el recurso de casación por el motivo sustancial si se


discuten los hechos respecto de los cuales el Tribunal de mérito ha efectuado
la calificación legal cuya corrección se pretende.
2. Los aspectos subjetivos dados por ciertos por el tribunal de mérito,
constituyen una cuestión fáctica.
3. Es posible sostener una conclusión condenatoria en una sentencia a
partir de prueba indiciaria, en la medida en que los indicios sean unívocos y
no anfibológicos, y se valoren conjuntamente y no en forma separada o
fragmentaria. Lo que determina que el cuestionamiento de la motivación de
esa clase de resoluciones, requiera de la ponderación conjunta y no separada
o fragmentaria de los indicios valorados.
4. Los alcances de la expresión “establecimiento rural”, contenida en la
figura básica del delito de Abigeato del art. 167 ter. del C.P., sobre que se
sustenta la calificante del art. 167 quáter inc. 1° del C.P. aplicada al caso,
vienen determinados por la definición del término desarrollada por la
interpretación auténtica dada por el legislador en el art. 77 parr. 9no. del C.P..
5. El art. 77 párr. 9no del C.P. incluye dentro de la noción de
“establecimiento rural”, a “todo inmueble que se destine a la cría, mejora o
engorde del ganado, actividades de tambo, granja o cultivo de la tierra, a la
avicultura u otras crianzas, fomento o aprovechamiento semejante”. Por lo que
en relación con el ganado, serán actividades consideradas en primer término
como típicamente relevantes, las de cría, mejora y engorde.
6. El sentido literal posible de la referencia a la cría de animales, debe
definirse en el contexto de las otras dos actividades mencionadas por la
disposición legal. Lo que determina que deba entenderse por tal, toda tarea
relacionada con la actividad de reproducción natural o artificial de los animales .
A su vez, constituyen actividades de mejora o engorde del ganado, aquéllas
que se relacionan con la alimentación y cuidado del mismo. Más
específicamente, la mejora se relaciona con la perfección o acrecentamiento
del ganado, conduciéndolo de un estado a otro mejor (salud, raza), mientras
que el engorde consiste en el cuidado y cebamientos destinado a que los
animales dejen de ser flacos y se vuelvan gordos. Lo que determina que
queden fuera de la fórmula legal las actividades de aquellos establecimientos
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ocupados en tareas diferentes a la agrícolo-ganadera y avicultura. Como
acontecería, por ejemplo, con la actividad minera o la piscicultura.
7. Concurriendo tales actividades de cría, mejora o engorde de
animales, no es necesario que las mismas, persigan algún fin específico que
esté más allá de su realización (como sería el de comercialización inmediata).
Ello por cuanto la norma no contiene ninguna referencia en relación con
objetivos ulteriores de tales labores. Y tal consideración tampoco encuentra
respaldo en el sistema, los fines o la historia de la normativa analizada.
8. Valga señalar en ese sentido, que la letra del texto legal empleado se
ha extraído de la fórmula del Código Rural de la provincia de Buenos Aires y
no, por ejemplo, del ordenamiento rural de Formosa. Ello por cuanto este
último, a diferencia de aquél, exige expresamente que el establecimiento
“...tenga por destino principal la producción agropecuaria o forestal en
cualquiera de sus especializaciones, con destino al mercado...”. Lo que torna
indiferente que quien explota el fundo con fines rurales, lo haga con objetivos
económicos o de lucro. O que su organización responda a lo que es una
empresa, permitiendo que el establecimiento tenga como destino, por ejemplo,
actividades científicas.
9. Se desprende del texto legal que tampoco es necesario que la
destinación de un inmueble a esas actividades, sea total y exclusiva, sino que
admite que el establecimiento se ordene, señale o determine sólo en parte a
esos fines, cumpliendo paralelamente otros objetivos de otra índole.
10. Ambas cuestiones encuentran respaldo en que al introducir los arts.
167 ter y 167 quater del C.P. juntamente con dicha regla interpretativa del art.
77 párr. 9no. de dicho cuerpo legal, la ley 25.890 derogó el supuesto agravado
de Abigeato del art. 163 inc. 1° del C.P.. Por lo que de no considerarse
incluidas las actividades no orientadas a la comercialización económica directa
de los animales criados, mejorados o engordados, o a la afectación parcial del
inmueble a esas actividades, el hecho debería trasladarse a las figuras básicas
de los arts. 162 y 164 del C.P.. Lo que contradiría la pretensión del nuevo
esquema normativo de incrementar las penas y las conductas contempladas
en relación con las modalidades de ataque a la propiedad que se busca
prevenir. Como se desprende de la exposición de motivos que acompañó a la
presentación del proyecto de ley y las características de las modificaciones
introducidas. Ello por cuanto al presentarse el referido proyecto se destacó la
pretensión de redefinir y ampliar el concepto de Abigeato, agravar las escalas
penales de los delitos ya existentes vinculados con este problema e incorporar
nuevas calificantes para estos delitos. Y la incorporación del citado art. 77 párr.
9no. del C.P. se argumentó para evitar problemas interpretativos generados
por la referencia a que el ganado debía haber sido dejado en el campo
contenida en el art. 163 inc. 1° C.P.. anterior en el que se contemplaba
entonces la figura de Abigeato, asegurando la respuesta punitiva incluso en

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casos de sustracción de ganado que se encuentra bajo la vigilancia directa de
su propietario.

T.S.J., Sala Penal, S. nº 343, 18/12/2008, “STEFANONI, Pablo p.s.a.


partícipe secundario de abigeato agravado reiterado –Recurso de
Casación-” (Dres. Tarditti, Cafure de Battistelli, Blanc G. de Arabel).

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SENTENCIA NÚMERO:TRESCIENTOS CUARENTA Y TRES

En la Ciudad de Córdoba, a los dieciocho días del mes de diciembre de dos mil

ocho, siendo las nueve horas, se constituyó en audiencia pública la Sala Penal del

Tribunal Superior de Justicia, presidida por la señora Vocal doctora Aída

Tarditti, con asistencia de las señoras Vocales doctoras María Esther Cafure de

Battistelli y María de las Mercedes Blanc G. de Arabel, a los fines de dictar

sentencia en los autos “STEFANONI, Pablo p.s.a. partícipe secundario de

abigeato agravado reiterado –Recurso de Casación-” (Expte. “S”, 62/06), con

motivo de los recursos de casación interpuestos por los Dres. Gustavo Daniel

Franco y Gastón Storero, en su carácter de defensores de Pablo Stefanoni, contra

la sentencia número ciento setenta y ocho del veintisiete de septiembre de dos

mil seis dictada por la Sala Unipersonal N° 1 de la Cámara en lo Criminal y

Correccional de Villa Dolores de esta provincia, integrada por el Dr. Carlos

Alberto Núñez.

Abierto el acto por la Sra. Presidente se informa que las cuestiones a

resolver son las siguientes:

1°) ¿Se ha aplicado correctamente la figura agravada del art. 277 inc. 3°

apartados “a” y “b” en función del inc. 1° apartados “c” y “e”, en vinculación

con el art. 167 quáter inc. 1° en función del 167 ter. del C.P.?

2°) ¿Qué resolución corresponde dictar?

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Las señoras Vocales emitirán sus votos en el siguiente orden: Dras. Aída

Tarditti, María Esther Cafure de Battistelli y María de las Mercedes Blanc G. de

Arabel.

A LA PRIMERA CUESTIÓN

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

I. Por sentencia número ciento setenta y ocho del veintisiete de septiembre

de dos mil seis, la Cámara en lo Criminal y Correccional de Villa Dolores, Sala

Unipersonal N° 1, resolvió, en lo que aquí interesa: “...III) Declarar a PABLO

STEFANONI, de condiciones personales ya relacionadas, autor penalmente

responsable del delito de encubrimiento agravado (arts. 45, 277 inc. 1°, apartados

“c” y “e”, en función del inc. 3°, apartados “a” y “b” del Código Penal) que se le

atribuía en el hecho contenido en la Requisitoria Fiscal de Citación a Juicio de fs.

472/488 de autos, y en consecuencia condenar al nombrado a la pena de tres años

de prisión en forma de ejecución condicional, disponiendo que por el término de

la condena el nombrado cumpla las siguientes reglas de conducta a saber: a. Fijar

residencia y someterse al cuidado del patronato; b. Realizar trabajos no

remunerados a favor de la institución de bien público que por vía de ejecución de

sentencia oportunamente se determine, a razón de cuatro horas semanales,

concretizando dichas labores fuera de sus horarios habituales de trabajo, e

inhabilitación especial por el término de cinco años para el transporte de ganado

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con cualquier tipo de vehículo, con costas (arts. 5, 9, 26, 27 bis incs. 1 y 8, 20 bis

inc. 3°, 40 y 41 del C. Penal; y arts. 410, 412, 550 y 551 del C.P.P.)...” (fs.

571/591 vta.).

II. Contra dicha resolución interpusieron recurso de casación los Dres.

Gustavo Daniel Franco y Gastón Storero, en su carácter de defensores de Pablo

Stefanoni, invocando el supuesto material del art. 468 inc. 2° del C.P.P. (fs.

595/598).

En primer lugar, los recurrentes expresan que no es correcta la aplicación

al caso de la figura del art. 277 inc. 1° apartados “c” y “e”, en función del inc. 3°

apartados “a” y “b” del C.P., por cuanto dicha figura exige la concurrencia al

menos de un dolo eventual.

Expresan que a diferencia de lo que ocurre con otros bienes, como los

automotores, para los cuales la ley exige algún tipo de inscripción registral para

el ejercicio de algún derecho real, ello no es necesario para los equinos. Por lo

que Stefanoni los recibió de un modo que sí importaba la trasmisión de un

derecho real, pero desconociendo su procedencia delictuosa (sin dolo directo) y

sin posibilidad de prever o representarse tal posibilidad (sin dolo eventual) . Lo

que torna inaplicable los dos supuestos contemplados en los apartados

mencionados del art. 277 inc. 1° del C.P. (“c” y “e”).

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Asimismo manifiestan que resulta errónea la aplicación de la agravante

del art. 277 inc. 3° apartado “a” del C.P., por cuanto el hecho precedente no

puede encuadrarse en las figuras de los arts. 167 quáter inc. 1°, en función del

167 ter, 1er. párrafo del C. Penal, como pretendiera el sentenciante constitutivo

del delito especialmente grave sobre el que se basa tal calificación legal. En este

caso porque dicho ilícito requiere que el ilegítimo apoderamiento se produzca en

un “establecimiento rural” y la interpretación de dicha expresión dentro del

marco establecido por el art. 77 del C.P. deja fuera de sus alcances al lugar en el

que fueron sustraídos los equinos.

A esos fines los recurrentes se refieren al origen histórico y a los

argumentos desarrollados durante la discusión parlamentaria que dispuso la

incorporación de dicha expresión en la citada regla interpretativa legal de la parte

general del código penal. En ese sentido refieren que dicha expresión proviene de

la definición de establecimiento rural contenida en el Código Rural de la

provincia de Buenos Aires (Decreto Ley 10.081/83). Y que el citado

ordenamiento parte de una concepción de lo agrario como “...actividad

productiva, consistente en el desarrollo de un ciclo biológico, vegetal o animal,

ligado directa o indirectamente al disfrute de las fuerzas y de los recursos

naturales que se resuelve económicamente en la obtención de frutos, vegetales o

animales, destinados al consumo o bien prevea una o múltiples

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transformaciones...” (Brebia, Fernando P., Manual de Derecho Agrario, ed.

Astrea, Bs. As., 1992).

Expresan que tal caracterización no cuadra con las de la situación en la

que Dorrego y Funes tenían los equinos ilegítimamente desapoderados. En el

primer caso, porque Dorrego sólo tenía “...caballos mansos de trote... para paseo

de sus hijos...”, lo cual, por las razones expuestas, en absoluto resulta alcanzado

por la protección que dispensa la disposición legal aplicada. Y lo mismo ocurre

con el campo de Funes, en el que el testigo Romero fue claro al señalar que los

caballos de su propiedad se alimentaban “...a pasto...” y se encuentran allí

“...para que se alimenten... se reproduzcan... ya que habitualmente tienen cría...”.

Lo que tampoco importa una actividad como las mencionadas al definir el

alcance de dicha normativa.

Al respecto, destacan que el art. 77 del C.P. exige que el inmueble se

destine a tales actividades, lo que importa una afectación del establecimiento a

una finalidad rural que no concurre en las situaciones analizadas en autos, pues

ambos inmuebles son publicitados en Internet con fines turísticos, poniendo el

acento en las cabañas existentes y en las posibilidades de realizar cabalgatas en

los mismos.

Manifiestan que tal interpretación de los fines y alcances de la figura

citada, asimismo encuentra sustento en los argumentos desarrollados durante la

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discusión parlamentaria que precedió a la sanción de la disposición actualmente

vigente, en la que se insistió en su objetivo de brindar una mejor protección penal

a los productores ganaderos. Calidad y orientación que no ostentan los

damnificados a partir de las actividades efectuadas en sus predios.

III. Adelantamos que los cuestionamientos mencionados

precedentemente, deben rechazarse por las razones que se expondrán a

continuación.

1.A. En primer lugar, vamos a referirnos a los agravios de los recurrentes

relativos al error en la calificación legal de los hechos en que habría incurrido el

encartado a partir de las circunstancias internas que habrían caracterizado a su

obrar y que determinarían que receptó los efectos en cuestión desconociendo su

procedencia delictuosa y por ende sin el dolo requerido por la citada figura penal.

Debe señalarse en ese sentido, que con arreglo a la jurisprudencia

invariable de esta Sala (sostenida desde "Brizzio", 8/8/41), es improcedente el

recurso de casación por el motivo sustancial si se discuten los hechos respecto

de los cuales el Tribunal de mérito ha efectuado la calificación legal cuya

corrección se pretende (T.S.J., Sala Penal, "Brussa", A. nº 287, 14/9/2000;

"Cedano", A. nº 224, 12/6/2001; "Núñez", A. nº 283, 4/9/2002; "Oviedo", A. nº

54, 10/3/2003 -entre muchísimos otros-).

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A su vez, se ha sostenido en forma invariable que los aspectos subjetivos

dados por ciertos por el tribunal de mérito, constituyen una cuestión fáctica

(T.S.J., Sala Penal, "Tazzioli", A. nº 135, 16/5/2000; "Ameijeiras", A. nº 416,

26/12/2000; "García", A. nº 140, 10/4/2001; "Quiroga", A. nº 328, 24/8/2001;

"Bracamonte", A. nº 342, 3/9/2001; "Oviedo", A. nº 54, 10/3/2003 -entre otros-).

Siendo así las cosas, se advierte que el recurso interpuesto desconoce

completamente los extremos fácticos en relación con la subjetividad del

encartado que el sentenciante consideró acreditados en autos y sobre los que basó

la atribución del dolo al encartado, por lo que el mismo no puede prosperar por

las razones mencionadas.

En efecto, el sentenciante consideró acreditados los siguientes hechos, a

saber: “...Que en horario que no se ha podido establecer, pero entre el

anochecer del tres de mayo de dos mil cinco, persona/s no identificada/s, con

finalidad furtiva, llegaron al campo de Manuel Ricardo Dorrego, sito en Paraje

San Huberto, al sur del Arroyo Consulta y al este de la Ruta 14, Departamento

San Alberto, provincia de Córdoba, establecimiento rural denominado “La

Peregrina” donde cría animales equinos con finalidad deportiva; ingresaron a

la propiedad y se apoderaron ilegítimamente de dos caballos machos mansos de

trote, uno pelaje bayo con sus cuatro patas atigradas, malacara con un remolino

en el centro de la frente y el otro de pelaje zaino colorado, malacara con dos

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remolinos en la frente y uno en la mitad izquierda del cogote, ambos orejanos de

marca y sin herraduras; y luego de cortar el alambrado de púa de dos hilos del

lado oeste con una pinza o alicate, los sacaron a tiro hacia el norte hasta el

Arroyo Consulta y siguiendo dicho arroyo por su vera hacia el oeste y luego

hacia el sur los llevaron hasta la casa de Juan Eduardo Cufré sita en el mismo

Paraje, costado oeste de la Ruta Provincial 14, quien recibió los equinos y los

ató allí para que no se fueran, sabiendo que provenían de un delito. Que luego

la/s persona/s no identificada/s se dirigieron hasta el campo propiedad de

Alejandro Funes, sito entre los Parajes Bajo de Ocanto y San Huberto, al norte

del arroyo Consulta y al oeste de la Ruta Provincial 14, establecimiento rural

donde se crían y engordan animales vacunos; cortando con una pinza o alicate

el alambrado de una puerta clausurada ubicada al oeste del campo que da sobre

el camino público que conduce al Paraje San Huberto; y luego de ingresar se

apoderaron allí ilegítimamente de un caballo de pelaje alazán de propiedad de

Funes y de dos caballos de propiedad de Mario Osvaldo Romero, uno moro

negro y otro de pelaje alazán, los tres orejanos de marca; luego los llevaron

arriando, a su vez montados los autores en dos caballos, hacia el sur por la

calle pública que conduce al Paraje San Huberto, cruzando por el arroyo

Consulta y desde allí hacia el este se dirigieron nuevamente a la casa de Cufré,

quien también los recibió sabiendo que provenían de un delito y los ató, dejando

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en consecuencia los cinco caballos allí amarrados en una hilera de árboles. Que

luego Cufré y el imputado Carlos Salvador Matos, fueron al encuentro de Pablo

Stefanoni, encontrándolo a unos cien metros de la ruta provincial n° 14

conduciéndose éste en su camioneta tipo pick-up, marca Ford, modelo F 100,

color bordó, dominio UVY-565, subieron a la cabina y se dirigieron a buscar el

trailer-jaula de propiedad también de Stefanoni que se encontraba en un terreno

próximo a las canchas de tenis del Hotel San Huberto, donde lo engancharon a

la camioneta. Que luego se dirigieron a la casa de Cufré, donde en la parte nor-

este del terreno, improvisaron un brete con dos postes de acacia de dos metros

con veinte centímetros de largo aproximadamente cada uno en un montículo de

tierra ubicado al final de un camino o entrada de vehículo; allí arrimaron el

trailer-jaula de color verde para el transporte de animales, con ruedas con

sistemas de balancín sobre un eje que permite su inclinación, remolcado con la

pick-up y cargaron los cinco equinos. Una vez que los animales estuvieron sobre

el trailer, Stefanoni procedió a marcarlos a fuego con dos marcas de hierro con

mango de madera de su propiedad, una en al parte de arriba de las ancas del

lado derecho, con la letra “F” dentro de un círculo y la otra con las letras “PS”

del lado izquierdo de las ancas. Que Stefanoni, que se dedica a la

comercialización y transporte de ganado, conduciendo la camioneta con el

trailer, transportó los animales desde la casa de Cufré con intenciones de

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llevarlos hasta la ciudad de Río Cuarto y venderlos con el frigorífico Raúl Aimar

S.A. para faenarlos, conociendo su procedencia dolosa...” (fs. 586 vta./588).

De su lectura surge claramente lo señalado precedentemente en el sentido

de que los recurrentes han ignorado completamente los aspectos fácticos sobre

subjetividad del encartado al momento de realizar tal recepción que el

sentenciante incluso expresamente consignó en los hechos. Por lo que dicho

agravio no tiene posibilidad alguna de prosperar, por las razones aludidas

precedentemente.

B. No obstante, ante la posibilidad de que los recurrentes en realidad

hayan procurado deducir un agravio de naturaleza formal, orientado a cuestionar

el análisis probatorio en virtud del cual el Tribunal a quo concluyó certera y

afirmativamente en relación con la concurrencia de tal subjetividad en el

encartado, tratándose de un recurso interpuesto por la defensa del imputado, es

posible formular algunas precisiones más.

Esta Sala ha aceptado reiteradamente que el valor probatorio de los

indicios, que incluso pueden sostener una conclusión condenatoria, en la medida

en que sean unívocos y no anfibológicos (T.S.J., Sala Penal, S. n° 41, 27/12/84,

“Ramírez”), y a su vez sean valorados en conjunto y no en forma separada o

fragmentaria (T.S.J. de Córdoba, Sala Penal, “Simoncelli”, S. n° 45, 29/7/98;

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“Torres”, A. n° 1, 2/2/04; “Risso Patrón”, S. n° 49, 01/06/06 -entre muchos

otros).

En esa misma dirección se ha expedido la Corte Suprema de Justicia de la

Nación, para la cual “cuando se trata de una prueba de presunciones... es

presupuesto de ella que cada uno de los indicios, considerados aisladamente, no

constituya por sí la plena prueba del hecho al que se vinculan -en cuyo caso no

cabría hablar con propiedad de este medio de prueba- y en consecuencia es

probable que individualmente considerados sean ambivalentes” (“Martínez,

Saturnino”; 7/6/88, Fallos 311:948; cfr. T.S.J., Sala Penal, S. nº 45, 28/7/98,

“Simoncelli”; A. 32, 24/2/99, “Vissani”); "la confrontación crítica de todos los

indicios resulta inexcusable para poder descartarlos, por lo que el argumento de

la supuesta ambivalencia individual de cada uno de ellos constituye un

fundamento sólo aparente que convierte en arbitraria a la sentencia portadora

de este vicio" (C.S.J.N., "Fiscal c/ Huerta Araya", 12/6/90, citado por Caubet,

Amanda y Fernández Madrid, Javier, "La Constitución, su jurisprudencia y los

tratados concordados", Errepar, 1995, n° 4840).

Por ello es que se ha dicho, invariablemente, que cuando se trata de

decisiones fundadas en prueba indiciaria, el cuestionamiento de su motivación

requiere el análisis en conjunto de todos los indicios valorados y no en forma

separada o fragmentaria (T.S.J. de Córdoba, Sala Penal, A. n° 205, 11/8/98,

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“Capdevila”; A. nº 49, 4/3/99, “Galeano”; A. n° 109, 5/5/00, "Pompas"; A. n°

517, 19/12/01, "Carnero"; A. n° 95,18/4/02, "Caballero"; A. n° 1, 2/02/04,

"Torres" -entre muchos otros).

Una lectura de la resolución atacada permite advertir, que a los fines de

considerar acreditados los extremos subjetivos constitutivos del dolo enrostrado

al encartado sobre los que asentó la aplicación de la figura endilgada, relativos al

conocimiento que tuvo del encartado en relación con la procedencia delictuosa de

los equinos recibidos, el sentenciante tuvo en cuenta las siguientes circunstancias

a saber:

* Lo que indica la experiencia en cuanto al conocimiento que se puede

tener de la procedencia ilícita caballos que fueron arriados en medio de la noche

por caminos vecinales y cargados también al amparo de las sombras de la

propiedad de Cufré. Destaca en ese sentido el itinerario por el que fueron

conducidos los desapoderados en primer término, de acuerdo con lo

documentado en los croquis de fs. 64, 98 y 128 (fs. 584). Lo que vincula con los

rastros observados en el inmueble de Cufré, dando cuenta de la improvisación

del brete y de la existencia de fuego, indicativo de su uso para las marcas, de

acuerdo con lo que dan cuenta el acta. de fs. 97 y los testimonio de Chacón

(57/59, 77, 92, 108, 126, 205, 315 y 316) y Romero (fs. 181/182). Y con el

seguimiento de los rastros de los animales sustraídos a Romero y Dorrego, cuyo

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itinerario se ha documentado en los croquis de fs. 64, 98 y 128, dando cuenta de

la existencia de huellas de caballo que se dirigen al arroyo Consulta (hacia el

norte). Los que por ese cauce continúan hasta el campo de la sucesión Funes,

atravesando la propiedad hacia el sur con destino a un terreno donde a unos

quinientos metros tiene la vivienda Juan Eduardo Cufré (fs. 584). A lo que suma

los rastros dejados desde el campo de Funes, de los que da cuenta el croquis

respectivo, que refieren la existencia de huellas que se dirigen por una calle hacia

el paraje San Huberto y desde allí hacia la casa de Cufré sita a 1.500 metros del

lugar del hecho (fs. 584).

* La falta de crédito de la posición defensiva asumida por Matos

expresando que aunque colaboró en la carga de los animales al trailer de

Stefanoni, ignoró su origen delictuoso, puesto que de ese modo no se comprende

a título de qué suscribió el recibo de venta de fs. 83, que reconoce haber firmado

(fs. 584/584 vta.).

* La falta de crédito de las explicaciones brindadas por Stefanoni sobre la

manera en que llegaron a él los equinos sustraídos instantes antes y el

conocimiento que tenía de su procedencia. En ese sentido, el decisorio destaca

las siguientes circunstancias a saber:

- La irrazonabilidad de sus afirmaciones en el sentido de que pagó la suma

de peso setecientos ($ 700) por cinco caballos, según tiene documentado en el

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recibo de fs. 83, aportado por su padre y secuestrado por Chacón –según acta de

fs. 78-, cuando de acuerdo con la tabla de valores proporcionada por el

frigorífico Aimar (fs. 314) por su peso (sin contar con sus otras calidades como

uso, edad, etc.), su precio no podía ser inferior al de pesos setecientos ochenta y

cinco con cincuenta centavos ($ 785,50) por cada uno de ellos (fs. 584 vta.). En

ese sentido señala, más adelante, que no se ha probado que dicho documento

fuese llevado por Stefanoni para aparentar legitimidad en el transporte de los

animales, sino que por el contrario, surge de los dichos de Chacón (fs. 92 vta.), y

de las actas de secuestro y aprehensión de fs. 78/79, 75 y 69, que al momento de

ser habido, el encartado no lo llevaba consigo ni dentro de su vehículo, siendo

presentada la misma por el padre del encartado más de tres horas y media

después de la restricción de la libertad de aquél. Lo que demuestra que la guía no

se empleó para facilitar el ilegítimo transporte de los animales, ni para encubrir

un espurio acuerdo que pudiera obedecer a un plan preorquestado, pues en ese

caso hubiera coincidido tanto en la cantidad como en el sexo de los animales

transportados. Y sí en cambio, para dar solidez a una coartada endeble, que cayó

por su propio peso, desvirtuando claramente la posición exculpatoria del

encartado (fs. 586/586 vta.).

- La situación similar que se plantea en relación con las afirmaciones del

encausado en el sentido de que cuando Matos extendió el recibo por el pago de

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su labor cuando ya lo habían detenido, con el objeto de demostrar la existencia

de la operación, como el pago no se había efectivizado todavía, porque se había

acordado a su regreso de Río Cuarto, su padre efectivamente abonó la suma de

dinero que se consigna en el mismo. Ello por cuanto no se explica que abonara el

precio de animales que según su versión quería adquirir de buena fe, cuando ya

se conocía su origen ilícito -al punto que se encontraban secuestrados- (fs. 584

vta.).

- Lo poco creíble que resulta que el documento de tránsito certificara que

se trataba de dos yeguas y tres caballos cuando tanto el encartado como el acta de

fs. 78/79 de autos, dan cuenta que los animales que éste incluso vio con su

linterna antes de cargarlos, eran cinco caballos machos. Situación que en el

contexto mencionado permite interpretar que dicho documento estaba destinado a

otra operación, que además coincidiría con la fecha que el instrumento registra (3

de Mayo de 2005) (fs. 584 vta./585).

- El escaso crédito que merecen los dichos del encartado en cuanto a que

para transportar equinos el día 4 de mayo de 2005, empleó un documento de

tránsito emitido el día anterior, y que el mismo se haya realizado en el

departamento San Javier cuando se trataría de una operación comercial que en

realidad se habría concretado en el departamento San Alberto (fs. 584 vta./585).

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- La ineficacia convictiva de las manifestaciones en las que refiere haber

comprado los caballos sin verlos, tratándose de la primera oportunidad en que

Matos le vendía animales, según él mismo afirma. Ello por cuanto sólo hubiera

resultado razonable efectuar una compra en esas condiciones, a un cliente que

ofreciera productos cuya calidad ya se conociera por la experiencia en

operaciones anteriores. Máxime cuando tampoco tenía noticia de que Matos

hubiera vendido caballos con anterioridad. Es que, aunque su familia se dedica al

alquiler de equinos –que Stefanoni no sabía que le pertenecieran-, Matos no se

dedica a su venta, ni su familia los vendía, o al menos no lo sabía Stefanini,

quién no obstante, sí conocía que trabajaba en lo de Garabiglia, donde incluso

había ido a verlo (fs. 585).

- Lo irrazonable que resulta que el prevenido Matos no sospechara de

Stefanoni, cuando el lugar al que fue a cargar los animales no era su domicilio,

que dice conocer, sino el de un tercero, al que no había visto antes. Sobre todo

cuando se acordó realizar esa carga a las 2:30 horas de la madrugada, siendo que

realizar esa labor no le insumió más de una hora, la ciudad de Río Cuarto se

encontraba a una distancia de 250 kilómetros aproximadamente, y el frigorífico

Aimar cierra el turno mañana a las 11:30 horas. Esto es, 8 horas después, lo que

equivale al doble de tiempo que el que le hubiera insumido llegar ante la menor

velocidad derivada de conducirse con un trailer con una carga de 5 caballos. A lo

19
que se suma que el frigorífico también atiende en horario vespertino, a partir de

las 15 hs. (fs. 320). Por lo que de no arribarse a tiempo a la mañana, aún en esas

condiciones, ello no le hubiera significado perder la jornada (fs. 585/585 vta.).

- La falta de crédito de sus dichos en el sentido de que fue guiado al lugar

donde cargarían los animales por Matos, por cuanto el mismo distaba pocos

metros del sitio en el que Stefanoni dejaba habitualmente estacionado su trailer

(lo que sostienen tanto el menor Romero, como el propio encartado) (585 vta.).

- Lo ilógico que resulta, si las cosas hubieran sido como manifiesta

Stefanoni, que le hubiera dicho al policía Luján que transportaba dos caballos

cuando en realidad eran cinco, y que los llevaba a San Pedro cuando en realidad

iban a Río Cuarto (fs. 585 vta.).

* El secuestro de los equinos y la constatación de que los mismos habían

sido marcados con las siglas “PS” y “F” (fs. 585 vta.).

* La relación de similitud que media entre los daños que presentaban los

animales y las características del accidente que sufrió Stefanini, según lo

manifestado por el veterinario Recalde, Dorrego y Romero (fs. 585 vta.).

* Las referencias a los ilegítimos apoderamientos de los que dan cuenta

los testimonios de los policías Luján y Chacón, y los damnificados Dorrego,

Romero y Funes (fs. 585 vta.).

20
* Las características del accidente sufrido por Stefanoni en su vehículo

(magnitud, lugar, horario, etc.) que muestran la necesidad que tenía de requerir

una grúa, que en esas circunstancias sólo podía solicitar desde la dependencia

policial. Por lo que su concurrencia a la misma (y las circunstancias de las que

relación a dicho extremo dan cuenta los testimonios de los policías Luján y

Chacón, y Romero, Medina, Yacono, Oviedo y López) no debe interpretarse

como un indicio de su inocencia, sino sólo como indicativo de su necesidad de

concurrir ante la falta de otro medio para mover su camioneta y acoplado en

circunstancias en que se encontraban obstruyendo la ruta (fs. 585 vta./586).

Siendo así las cosas se advierte claramente que aún cuando se entendiera

que los recurrentes quisieron deducir un planteo casatorio de naturaleza formal

en relación con la cuestión analizada, sosteniendo que no se ha acreditado

suficientemente la participación del encartado en el hecho -para lo que tampoco

brindan otros argumentos-, su reclamo no habría podido prosperar por cuanto la

consideración conjunta de los indicios mencionados, conforma un cuadro

convictivo que permite sostener con certeza lo contrario.

2.A. Tampoco puede prosperar el segundo grupo de agravios que contiene

el recurso deducido, dirigido contra la aplicación del supuesto agravado del art.

277 inc. 3° “a” del C.P., por entender que no concurre el delito especialmente

21
grave exigido por dicha calificante (“...cuya pena mínima fuera superior a tres

años de prisión...”).

Lo que argumentan señalando que el lugar en el que se sustrajeron las

cabezas de ganado (equinos) que conformaron el ilícito previo cuyo

encubrimiento se atribuye al imputado Stefanoni, no constituiría un

establecimiento rural en los términos del art. 77 del C.P. . Lo que determinaría la

inaplicabilidad de la figura del art. 167 quater inc. 1 en función del 167 ter del

C.P., constitutiva del “delito especialmente grave” en base al cual el

encubrimiento posterior se encuadró en el referido supuesto agravado del art. 277

inc. 3°. “a” C.P..

Señalan que ello es así en los hechos probados en autos, por cuanto de los

mismos surge que pese a la presencia de esos animales en esos campos, con el

objeto de que se alimentaran y reprodujeran, dichos fundos se encontraban

afectados a la actividad turística, al ofrecerse como cabañas con servicios de

cabalgatas. Lo que no se condice con el requisito que contiene la disposición

comentada exigiendo la afectación del inmueble a un destino rural, que sólo

puede satisfacerse cuando el fundo se encuentra comprometido totalmente con

dicha clase de actividad.

Manifiestan, que esas labores además deben ser de carácter productivo, y

consistir en el desarrollo de un ciclo biológico, vegetal o animal, ligado directa o

22
indirectamente al disfrute de las fuerzas de los recursos naturales, lo que se

resuelve en la búsqueda económica para la obtención de frutos vegetales o

animales, destinados al consumo o bien previa a una o múltiples

transformaciones.

Respaldan tal posición invocando doctrina de derecho agrario y

vinculando la noción con la definición de establecimiento rural del Código Rural

dictado para la provincia de Buenos Aires (Decreto Ley 10.081/83) del que se

habría extraído el texto actual. Al tiempo que argumentan que de abandonarse

tales parámetros interpretativos, se podría llegar al extremo, absurdo, de sostener

que la parte cercada de un inmueble situada junto a la casa del peón en la que

éste deja dos gallinas ponedoras, sea considerado un establecimiento rural del art.

77 C.P..

Refieren que tales actividades no pueden condecirse con las

manifestaciones de Dorrego en el sentido de que en dicho fundo tenía unos

caballos mansos de trote para paseo de sus hijos, pues ello escapa al referido fin

de protección de la norma comentada. Y que lo mismo ocurre con las

manifestaciones de Romero sobre el campo de Funes, señalando que los caballos

se hallaban allí a pasto, para alimentarse y reproducirse, ya que habitualmente

tienen cría.

23
Agregan en ese sentido, que las actividades a las que se refiere el art. 77

del C.P. deben ser de carácter rural, sin importar su tipo y clase, lo cual no puede

ocurrir con dos inmuebles que se ofrecen como cabañas, sólo con el servicio

adicional de cabalgatas, pues en ese caso no se estaría ante un inmueble

destinado a la crianza de caballos por las razones apuntadas.

A ello suman un argumento adicional histórico, relativo a los fines

perseguidos por dicha disposición, que surgen de la discusión parlamentaria que

precedió a la sanción de la ley 25.890. Refieren en ese sentido, que la Diputada

Alarcón justificó la introducción de la nueva normativa, destacando que se

trataba de un anhelo del sector agropecuario a causa de los daños que el delito de

abigeato había causado a los “...productores ganaderos....”. Lo que se

complementa con las referencias de los Diputados Alchouron y Rivas sobre el

carácter de “...productores...” que ostentaban las víctimas de la delincuencia que

se buscaba tutelar. De modo que si la producción rural era la guía de la

protección penal, y por ello debe considerarse de manera dirimente al momento

de definir los alcances de la noción “establecimiento rural”. Una calidad que no

presentan los fundos de los damnificados.

B. Adelantamos que tampoco este agravio puede ser de recibo, por las

razones que se expondrán a continuación.

24
Los alcances de la expresión “establecimiento rural”, del art. 167 ter. del

C.P. que conforma la figura básica sobre que se sustenta la calificante del art.

167 quáter inc. 1° del C.P. aplicada al caso, vienen determinados por la

definición del término desarrollada por la interpretación auténtica dada por el

legislador en el art. 77 parr. 9no. del C.P..

Dicho apartado de la mencionada normativa expresa que se encuentra

comprendido dentro de la noción de “establecimiento rural”, “todo inmueble que

se destine a la cría, mejora o engorde del ganado, actividades de tambo, granja

o cultivo de la tierra, a la avicultura u otras crianzas, fomento o

aprovechamiento semejante”. Por lo que en relación con el ganado, serán

actividades consideradas en primer término como típicamente relevantes, las de

cría, mejora y engorde.

Siendo así las cosas, el sentido literal posible de la referencia a la cría de

animales, debe definirse en el contexto de las otras dos actividades mencionadas

por la disposición legal. Lo que determina que deba entenderse por tal, toda tarea

relacionada con la actividad de reproducción natural o artificial de los animales

(CREUS Carlos, BUOMPADRE, Jorge Eduardo, Derecho penal. Parte especial,

7ma. Edic. actualizada, Edit. Astrea, Bs. As., 2007, T. 1, p. 481). 143).

Por su parte, serán actividades de mejora o engorde del ganado, aquéllas

que se relacionan con la alimentación y cuidado del ganado (CREUS, Carlos y

25
BUOMPADRE, Jorge Eduardo, obra cit., T. 1, p. 481). Más precisamente, se

considera labores de mejora del ganado, a las que procuren su perfección o

acrecentamiento llevándolos de un estado a otro mejor (salud, raza) (LAJE

ANAYA, obra citada, p. 143). Mientras que por labores de engorde habrán de

entenderse las que involucran cuidados y cebamientos destinados a que los

animales dejen de ser flacos y se vuelvan gordos (LAJE ANAYA, obra citada, p.

143).

Es cierto que ello determina que queden fuera de la fórmula legal las

actividades de aquellos establecimientos ocupados en tareas diferentes a la

agrícolo-ganadera y avicultura, como acontecería, por ejemplo, con la actividad

minera o la piscicultura (CREUS, Carlos; BUOMPADRE, Jorge Eduardo, obra cit., t.

1, pp. 481). Pero eso no significa que realizándose actividades de esas

características, sea necesario que las mismas persigan además algún fin

específico (como sería el de comercialización inmediata). Ello por cuanto la

norma no contiene ninguna referencia en relación con objetivos ulteriores de

tales labores y, como se verá más adelante, tal consideración tampoco encuentra

respaldo en el sistema, los fines o la historia de la normativa analizada.

Valga señalar en ese sentido, que la letra del texto legal empleado se ha

extraído de la fórmula del Código Rural de la provincia de Buenos Aires y no,

por ejemplo, del ordenamiento rural de Formosa. Ello por cuanto este último, a

26
diferencia de aquél, exige expresamente que el establecimiento “...tenga por

destino principal la producción agropecuaria o forestal en cualquiera de sus

especializaciones, con destino al mercado...” (art. 2, ley 1314, apud AROCENA,

Gustavo, Reformas al Código Penal. Análisis doctrinario y praxis judicial,

Coord. ABUSO, Gustavo E., edit. Bdef, Montevideo/Buenos Aires, 2005, p. 247).

Por ello se ha dicho que resulta indiferente para la ley que quién explota el fundo

con fines rurales, lo haga con objetivos económicos o de lucro, o que su

organización responda a lo que es una empresa, pues el establecimiento puede

tener como destino, por ejemplo las actividades científicas (LAJE ANAYA, Notas

al Código Penal Argentino. Reformas. Actualización, edit. Alveroni, Córdoba,

2006, p. 142).

Por otra parte, tampoco surge del texto legal que la exigencia de

destinación de un inmueble a esas actividades, requiera una afectación total y

exclusiva del mismo para esas tareas. Por el contrario, su sentido literal posible

admite perfectamente que un establecimiento se ordene, señale o determine sólo

en parte a esos fines, por tratarse de un inmueble que paralelamente cumple con

otros objetivos de una índole diferente. Lo que no determina que tal destinación

deje de existir, sino sólo que la misma sea parcial.

Por otra parte y frente a los argumentos específicos desarrollados en

relación con esta cuestión por el recurrente, debe señalarse que para que el texto

27
del art. 77 C.P. exprese lo que el recurrente le pretende hacer decir, la

disposición debería manifestar que el término “establecimiento rural” comprende

todo inmueble o incluso “los inmuebles” que se destine/n “en su totalidad”

(agregado), o que “en su totalidad” (agregado) se destine/n a la cría, mejora o

engorde del ganado. Ello por cuanto la expresión “todo” empleada por el

legislador en el citado texto legal, está utilizada en la tercera acepción que le

atribuye la Real Academia Española. Esto es, como adjetivo usado para dar valor

de plural al sustantivo que le precede (Ej.: Todo delito equivale a decir todos los

delitos) (Diccionario de la Real Academia Española, 21ª Edición, www.rae.es)

A ello debe agregarse que tampoco se avizoran razones sistemáticas,

teleológicas, históricas o de otra índole que aporten razones axiológicas que

determinen una restricción del alcance literal de los términos mencionados,

variando la interpretación propugnada.

En efecto, la ley 25.890, además de introducir los arts. 167 ter y 167

quáter del C.P. aplicados al caso, incorporó la dicha regla interpretativa del art.

77 párr. 9no. de dicho cuerpo legal, y derogó el supuesto agravado de Abigeato

del citado art. 163 inc. 1° del C.P.. Por lo que de no considerarse las actividades

no orientadas a la comercialización económica directa de los animales criados,

mejorados o engordados, o de afectación parcial del inmueble a esas actividades,

el hecho debería trasladarse a las figuras básicas de los arts. 162 y 164 del C.P..

28
Algo que contradiría la pretensión del nuevo esquema normativo de incrementar

las penas y las conductas contempladas en relación con las modalidades de

ataque a la propiedad que se busca prevenir.

Tal propósito también se advierte claramente en la exposición de motivos

que acompañó a la presentación del proyecto de ley. Ello por cuanto el mismo

destacó que el objetivo de los cambios introducidos en relación con el delito del

Abigeato, buscan redefinir y ampliar el concepto de Abigeato, agravar las

escalas penales de los delitos ya existentes vinculados con este problema e

incorporar nuevas calificantes para estos delitos. Al tiempo que en relación con

la interpretación auténtica introducida por el citado art. 77 párr. 9no. del C.P., se

señala que con su incorporación se busca evitar problemas interpretativos

generados por la referencia a que el ganado debía haber sido dejado en el campo

contenida en el art. 163 inc. 1° C.P.. anterior en el que se contemplaba entonces

la figura de Abigeato, para asegurar la inclusión en el delito en los supuestos en

los que incluso medie vigilancia directa sobre el ganado por parte de su

propietario.

A fin de comprender esta última situación a la que se refieren tales

argumentos del proyecto y por ende, para determinar su alcance, resulta

ilustrativo señalar que calificada doctrina entendía el requisito de que el ilegítimo

desapoderamiento del ganado ocurriera en ese contexto (“dejado en el campo”),

29
exigía que el mismo se encontrara en un lugar fuera del radio poblado y alejado

de sitio habitado, y que el animal se hallara en el campo y no en un resguardo

especial situado en él, como en cambio ocurriría si se estaba en un granero o

establo cerrado (NÚÑEZ, Ricardo C., Derecho penal Argentino, Bibliográfica

Omega Editores, Bs. As., 1967, t. V, pp. 192-193).

En ese sentido se ha dicho al definir la noción de “establecimiento rural”,

que la reforma tuvo por objeto introducir modificaciones al ordenamiento

punitivo en relación con el delito de Abigeato, esto es, sobre el hurto de ganado,

por lo que “...no es necesario que el establecimiento constituya lo que el Código

Rural de la provincia de San Luis denomina “estancia”, es decir, un

“establecimiento rural cuyo principal objeto es la cría de ganado, sea mayor o

menor” (art. 3), o de aquello que le Código Rural de la Provincia de Entre Ríos

llama “establecimientos ganaderos”, o sea, establecimientos rurales “destinados

a la cría, invernada, pastoreo o mejora de raza de ganados de cualquier especie

que sean (art. 3°)...” (AROCENA, Gustavo, Reformas al Código Penal. Análisis

doctrinario y praxis judicial, Coord. ABUSO, Gustavo E., edit. Bdef,

Montevideo/Buenos Aires, 2005, p. 247).

En consecuencia, no cabe interpretar el texto legal comentando,

entendiendo, como pretenden los recurrentes, que la noción de establecimiento

rural exige que el inmueble se encuentre exclusivamente orientado a dicha

30
actividad y que la misma se circunscriba a una actividad de producción orientada

a la comercialización ganadera. Por lo que la impugnación deducida no puede

prosperar.

Por otra parte y frente a los otros argumentos específicos de los

recurrentes, debe agregarse que aún cuando las cosas fueran como plantean en

relación con la interpretación que corresponde realizar de la noción de

“establecimiento rural” en el ordenamiento rural de Buenos Aires, constituyendo

el art. 77 del C.P. una disposición específica del Código Penal de la Nación, que

no contiene ninguna remisión a otra normativa, no resultaría acertado restringir

los alcances de su recepción en materia punitiva, considerando pautas valorativas

de un ordenamiento provincial y relativo a otra materia para contrariar los

criterios que surgen de su inserción en el marco del sistema y los principios del

ordenamiento penal.

A su vez, las manifestaciones de los recurrentes en relación con las

expresiones de Dorrego sobre los motivos y fines para los que tenía esos

caballos, desconocen palmariamente las constancias de autos (ver fs. 588/588

vta.), que dan cuenta de que Dorrego manifestó que criaba equinos que después

destinaba a actividades hípicas, y de que eso fue lo que el sentenciante consideró

demostrado en autos (fs. 586 vta./587 vta.). Y ya se ha explicado

precedentemente porqué la cría natural del ganado es también una actividad rural

31
incluida en la definición legal de establecimiento rural del art. 77 9no. párrafo del

C.P..

Lo mismo ocurre con lo que atribuye a Romero, pues surge claramente de

las constancias de autos que el nombrado manifestó que tenía los caballos de los

que fue ilegítimamente desapoderado, en un campo dedicado a la cría y engorde

de ganado vacuno (fs. 582) y eso fue precisamente lo que el sentenciante tuvo

por probado (fs. 586 vta./587 vta.). Al tiempo que la disposición comentada en

ningún momento exige que el ganado que protege la norma en los

establecimientos rurales deba ser únicamente el destinado a esas actividades. Y

sostener lo contrario, iría en contra de los argumentos sistemáticos, teleológicos e

históricos aludidos precedentemente.

Finalmente y frente a lo manifestado por algunos Diputados y Senadores

durante la discusión previa a la aprobación del proyecto, debe señalarse que tales

circunstancias no tienen ni el sentido ni la fuerza para hacer variar la

interpretación propugnada. Como se desprende de los argumentos mencionados y

lo sostenido en la exposición de motivos del proyecto original finalmente

aprobado por esos mismos legisladores.

Voto pues negativamente.

La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:

32
La señora Vocal preopinante da, a mi juicio, las razones necesarias que

deciden correctamente las presentes cuestiones. Por ello adhiero a su voto,

expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal del primer voto, por lo

que adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de idéntica forma.

A LA SEGUNDA CUESTIÓN:

La señora Vocal doctora Aída Tarditti, dijo:

Atento al resultado de la votación que antecede, corresponde rechazar el

recurso de casación deducido por los Dres. Gustavo Daniel Franco y Gastón

Storero, a favor de Pablo Stefanoni. Con costas (arts. 550 y 551, C.P.P.).

Así voto.

La señora Vocal doctora María Esther Cafure de Battistelli, dijo:

La señora Vocal preopinante, da, a mi juicio, las razones necesarias que

deciden correctamente la presente cuestión. Por ello adhiero a su voto,

expidiéndome en igual sentido.

La señora Vocal doctora María de las Mercedes Blanc G. de Arabel, dijo:

Estimo correcta la solución que da la señora Vocal Dra. Aída Tarditti, por

lo que, adhiero a la misma en un todo, votando, en consecuencia, de igual forma.

33
En este estado, el Tribunal Superior de Justicia, por intermedio de la Sala

Penal;

RESUELVE: Rechazar el recurso de casación interpuesto por los Dres. Gustavo

Daniel Franco y Gastón Storero, a favor de Pablo Stefanoni, contra la sentencia

número ciento setenta y ocho del veintisiete de septiembre de dos mil seis,

dictada por la Sala Unipersonal N° 1, integrada por el Dr. Carlos Alberto Núñez,

de la Cámara en lo Criminal y Correccional de Villa Dolores de esta provincia.

Con costas (CPP, 550/551).

Con lo que terminó el acto que, previa lectura y ratificación que se

dio por la señora Presidente en la Sala de Audiencias, firman ésta y las señoras

Vocales de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia, todo por ante mí, el

Secretario, de lo que doy fe.

Dra. Aída TARDITTI


Presidenta de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia

Dra. María Esther CAFURE DE BATTISTELLI Dra. María de las Mercedes BLANC G. de ARABEL
Vocal del Tribunal Superior de Justicia Vocal del Tribunal Superior de Justicia

Dr. Luis María SOSA LANZA CASTELLI


Secretario Penal del Tribunal Superior de Justicia

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