Revista Digital

PANDEMIA

HISTORIAS
REPATRIADAS
AUSTRALIA

CHINA

SUECIA

SUIZA

ESPAÑA

ESTADOS UNIDOS

No. 02 | Mayo 2020

No. 02 | Mayo 2020

Revista Digital

P A NDE MI A

Colaboradores Bibiana Montelagre

Linares, Ricardo Alberto Baquero, Carol
Sánchez, Enrique Sandino Vargas, Isis Giraldo,
Camilo Andrés Páramo Zarta, Ana María
Rodríguez, Natalia Giraldo, Daniel Garzón
Herazo, José Gregorio Hernández Galindo

Editorial REVISTA PANDEMIA

21 páginas
2 edición, mayo 2020
Nombre "Desterrado"
Técnica Dibujo Digital
Idea, diseño y edición Gina Paola
Autor Juan Alberto Dávila Ramírez
Montealegre Linares

Filósofo de la Universidad Nacional,

Diseño y diagramación David Sánchez con maestría en curso de Producción
Mosquera de Arte de la Universidad de Sevilla.
Artista y divulgador cultural dedicado a
Neiva, Huila - Colombia la producción escrita y gráfica sobre
@RevistaPandemia diferentes ámbitos. Su obra trata sobre
las relaciones entre identidad y
editorialrevistapandemia@gmail.com
territorios reales e imaginarios.
+57 318 7070982
 CONTENIDO

05 DOS MESES, CATORCE DÍAS EN PERTH

Perth, Australia

07 DE EPICENTRO A FORTALEZA - ELLOS Y NOSOTROS

Shanghai, China

09 HAY UNA VIDA ALLÁ

Uppsala, Suecia

10 COVID-19 Y LA RESPUESTA SUECA

Jönköping, Suecia

13 DESDE BOSTON
Boston, EE.UU.

15 LA DIÁSPORA Y EL CUIDADO DESPUÉS DE LA PANDEMIA

Laussane, Suiza

17 CRÓNICAS DEL CORONAVIRUS: UN COLOMBIANO EN

BARCELONA
Barcelona, España

19 VIVIENDO EL COVID-19 COMO ESTUDIANTE

INTERNACIONAL EN LOS ESTADOS UNIDOS
Boston, EE.UU.

20 NI DE AQUÍ, NI DE ALLÁ

21 ¿QUÉ DICEN NUESTROS COMPATRIOTAS EN EL

EXTERIOR DURANTE LA CUARENTENA?

Jardín del Hotel Sheraton en Harvard

Foto Natalia Guerrero
@nnguerrero
 "A las madres de los colombianos en el exterior"

“La Embajada de Colombia ante la República de la India tiene el agrado de informar: (…)”.
Así comienza el correo electrónico que el Consulado de Colombia en Nueva Delhi dirige a
los connacionales atrapados en estos momentos en el país asiático, con el fin de darles una
noticia que ellos estaban esperando hace varias semanas: habrá vuelo humanitario para
repatriarlos. Sin embargo, la alegría inicial se desvanece a medida que avanza la
comunicación, pues el Consulado les informa que la dicha no será tanta, a menos que
puedan pagar por ella.

Advierte el Consulado que de acuerdo a la Resolución 1032 del 2020, que establece el
protocolo para el regreso de ciudadanos colombianos “que se encuentran en condición
vulnerable en el extranjero” –reconoce-, los colombianos que pretendan ser objeto de tal
“repatriación humanitaria” deberán asumir los costos de transporte desde el exterior.

Pues bien, este gesto de caridad por parte del gobierno colombiano tiene un costo
aproximado de USD 2.700 por silla, según la comunicación, lo que representa unos, mal
contados, doce millones de pesos colombianos. ¿Y lo humanitario?, ¿y las condiciones
vulnerables? El vuelo está programado para el 13 de mayo y cumplirá la ruta Yakarta-
Melburne-Yakarta-Nueva Delhi- Amsterdam-Bogotá D.C y será operado por la aerolínea
Garuda-Indonesia, la cual oferta directamente los tiquetes. El 17 de mayo habrá otra ruta,
Denpasar (Bali)-Bangkok-Sídney-Sídney-Amsterdam-Amsterdam-Bogotá, dirigida a los
colombianos varados en Australia, que al parecer son los más afectados por la emergencia.
Muchos de ellos están sin trabajo, sin visa y en condiciones deplorables, razón por la cual
llevaban semanas rogando a la Cancillería por un vuelo de esta naturaleza.

No. 02 | Pág. 3 | Nota Editorial

 Lo anterior contrasta con las noticias de los últimos días en materia de gastos para
atender la emergencia por el coronavirus en Colombia: 3.500 millones para posicionar la
imagen de Iván Duque en redes sociales, nueve mil millones para adquisición de
camionetas blindadas; proyectos para salvar una aerolínea privada, millones para salvar
bancos. Y contrasta además, con las decisiones que han tomado otros países de la región,
Chile entre otros, de gestionar a través de sus embajadas vuelos de carácter humanitario
con el ánimo de repatriar a sus nacionales varados en el exterior, estos sí, gratuitos para
ellos. ¿Por qué Colombia no? es la pregunta que todos nos hacemos.

En REVISTA PANDEMIA quisimos amplificar la voz de los colombianos residentes en el

exterior, que a pesar de la distancia, han tenido que sufrir de igual forma la angustia por la
suerte de sus familiares en Colombia y el peso de sentirse “los otros” en ese lugar que
ahora es su residencia permanente. Todos tienen algo en común: salieron de Colombia
para cumplir sueños que acá parecían imposibles de hacer realidad. Son estudiantes,
trabajadores, padres, hijos, hermanos, que se han visto afectados por las medidas de
aislamiento social en cada uno de los países a los que ha tocado la emergencia. ¿Cómo se
sienten?, ¿cómo han tenido que enfrentar esta nueva realidad, muchos de ellos en
condiciones de soledad?, ¿Cómo afrontan las noticias que les llegan desde Colombia? ¿Han
sentido el apoyo de su país?

Este segundo número está dedicado no sólo a ellos, sino también a sus familias acá en
Colombia. Es nuestra forma de abrazarlos, de decirles que no están solos. 

Adenda: REVISTA PANDEMIA agradece todo el apoyo recibido a su primer número,

“Ocho maneras de ver la cuarentena”, anhelamos continuar por este camino de contar la
realidad desde la perspectiva de sus protagonistas, ustedes.

No. 02 | Pág. 4 | Nota Editorial

 Dos meses, catorce días en
Perth
Bibiana Montealegre Linares, migrante de Neiva a Australia. Me gusta emprender y leer las instrucciones
en desorden. Profesional en Psicología y especialista en Gerencia de Seguridad y Salud en el trabajo,
cofundadora de RPS-data. Un día le dije a mi esposo: “Vámonos”, y acá estamos.
Eran las 10:00 pm del 25 de Febrero de 2020, cuando
con mi esposo e hijo (7 años) llegamos a la ciudad de
Perth, ubicada sobre la costa del Oeste Australiano.
Una ciudad nueva en esta aventura que emprendimos
desde Colombia hace dos años y cinco meses.
Inicialmente habíamos llegado a la ciudad de Brisbane
en donde quedaron momentos inolvidables. Para éstos
tiempos de aislamiento, curiosamente Perth es la
ciudad más aislada en el mundo, pues la ciudad más
cercana dentro del mismo país es Adelaide a 2,131 km
y del exterior es Depansar (Indonesia) a 2,580 km.
Desde acá, Colombia está a 16,781 km.
Llegamos al hotel que reservamos en pleno corazón
de la Ciudad. En las mañanas mi esposo salía a la
universidad para sus clases de Maestría, inicié la
búsqueda de nuestro nuevo hogar a través de la web, y
con mi hijo en las tardes hacíamos recorridos cortos.
En ese momento teníamos planes de salir a conocer
las surreales playas de Western Australia para
terminar de disfrutar el verano y conocer los lugares
emblemáticos que habíamos visto en fotos. Me
imaginaba diciéndole a mi esposo que me fotografiara
en cada lugar de hermosa arquitectura estilo
Victoriano, dentro de la Galería de Arte; sobre la orilla
del río Swan, o en los verdes prados del King´s Park
mientras hacíamos un picnic. Una semana de grandes
expectativas.
Pero a la semana siguiente todo cambió. Los casos de
contagio empezaron a aumentar y con ello las
primeras medidas de aislamiento voluntario,
restricciones del número de personas reunidas lo que
hizo que los cafés y restaurantes ya no pudieran
atender al público en sus mesas, sino únicamente
solicitudes de pedidos para llevar. Esto afectó el
trabajo de muchos trabajadores casuales o de visados
temporales, pues ya no se necesitaba la misma
cantidad de personal. Luego salió la lista de trabajos
indispensables. Hay algo muy gracioso en esto, pues
dentro de esa lista estaban los bottle-o (lo que
llamamos, estancos). Con todas estas restricciones
nuestros planes tuvieron que cambiar radicalmente.
Cierro los ojos y esas fotos de arena blanca, mar
cristalino, arquitectura y vida natural se quedan ahí,
en mi imaginación y en las fotos que aún reviso de
páginas de “Qué hacer en Perth”. Siendo 9 de Mayo,
sólo conocemos unas cuantas cuadras alrededor de la
casa que rentamos y el colegio que le fue asignado a
nuestro hijo, que está a 10 minutos caminando y al
que sólo alcanzó a ir durante cuatro días, y mi esposo
ha tenido que seguir sus clases de manera virtual.
Todo eso pasó muy rápido y no estábamos preparados
para una vida con tapabocas para salir, mantener la
distancia con otros y al regresar a la casa, luego de
traer provisiones, cumplir una rutina de desinfección.
Tampoco lo estábamos para ver en este país los
estantes de papel higiénico, comida y desinfectantes,
completamente vacíos. Ahora me parece gracioso y
entiendo el porqué de las compras por pánico en un
país en el que no saben cómo viven millones de otras
personas en otros lugares del mundo. Todo al
comienzo fue una locura, aunque todavía hay
restricciones para comprar cantidades de algunos
productos. Lo bueno de venir de un país con carencias
es que para todo se encuentra solución. Ya se
imaginarán.
Ahora leo el párrafo anterior y suspiro. Siento que no
le había dado la importancia que merecía esta parte
de nuestras vidas, no me había tomado el tiempo de
interiorizarlo. Y pues, ya no hay verano. Cada día las
temperaturas están más bajas, por lo que ya sabemos
que está llegando el invierno anticipadamente.
Seguimos en casa esperando un futuro incierto, solo
nos tenemos el uno al otro en un lugar que no
conocemos.
Mi hijo es muy sociable, y cuando ve otras familias con
niños sus ojitos se iluminan, él quiere jugar con otros
niños, tener amiguitos, quiere estar en el colegio
porque “un colegio es un lugar en donde los niños van
a jugar...y a estudiar” según su concepto. Éste sería el
momento perfecto para que estuviera con sus primos.
Lastimosamente, por ahora esos planes no están
No. 02 | Pág. 5
sobre la mesa, entonces recurrimos a nuestra fórmula
mágica: darnos amor, comprensión y motivación.
Extrañamos a nuestras familias, al fin y al cabo
siempre deberían ser un lugar seguro. La mía lo ha
sido, aún en la distancia y lo agradezco infinitamente.
Pienso que hacer planes es tratar de encajar el
presente con el futuro, tangibles con intangibles. Sin
embargo, vivimos de planes. Todos los días como
seres humanos con sueños y propósitos, destinamos
energía mental para planear las siguientes semanas,
vacaciones, proyectos. De manera inconsciente
creemos que el mañana llegará, como cada mañana
del día anterior al despertar. Quién habría imaginado
que ahora mismo estamos millones de personas
alrededor del mundo, con algo en común: momentos
de vida aplazados y miedo a enfermar. El impacto de
ésta crisis en la salud mental muestra nuestra
fragilidad como humanos dependientes del futuro. No
podemos controlar la vida, ni la naturaleza, ni
nuestros propios planes. Es la realidad.
La vida puede cambiar, es la única certeza. Luego de
pasar por las dificultades del primer año recién
llegamos a Australia, logramos estabilizarnos y como
todo el mundo, el 31 de diciembre de 2019 nos dijimos
que el 2020 sería nuestro año, pues habíamos llegado
al punto de equilibrio. Sí, ya lo sé, suena demasiado
cliché o como la imagen de un meme. Pero después de
cuatro meses y ocho días del 2020, todavía nuestro
año no inicia y tenemos desventajas como
inmigrantes. Aun cuando pagamos impuestos como
residentes y el sector de la educación internacional
aporta a la economía Australiana $34 mil millones de
dólares al año (dato 2018), no podemos acceder a los
beneficios de las medidas económicas que el gobierno
ha entregado.
Personalmente puedo decir que he sido privilegiada al
recibir la ayuda de nuestra familia durante éste
tiempo y que luego de las voces de descontento y
protesta de miles de estudiantes internacionales, el
gobierno accedió a que pudiéramos solicitar lo
ahorrado en nuestros fondos de pensión. También la
suerte de que nuestra arrendadora entienda el
impacto de ésta crisis y nos redujera el valor de la
renta durante los próximos tres meses. Y haber
recibido la llamada para iniciar a trabajar la próxima
semana. Todo esto es un alivio para nosotros. No estoy
segura si es privilegio, suerte o los rezos diarios de
nuestras madres. Sin embargo, hay cientos de
colombianos que no la están pasando bien. Sin
trabajo, sin ayudas económicas, sin un lugar fijo para
vivir, pagando cuotas de cursos que ahora reciben de
forma online, con la incertidumbre de su futuro, sin
un Estado que los apoye de forma real y decidida. No
somos de acá, ni de allá, y muchos solo reciben los
alimentos que la misma comunidad Colombiana
consigue y organiza para ellos.
Es un golpe duro al ánimo. Duele en el alma saber que
el gobierno de nuestro país está tan lejos en
kilómetros de distancia, como en muestras de
humanidad y misericordia. Mientras otros gobiernos
ofrecen alternativas viables a sus ciudadanos para
aliviar los costos de un regreso seguro, el nuestro
olvida las condiciones en las que están viviendo
quienes necesitan regresar y les ofrece vuelos
humanitarios que por su costo se hacen imposibles.
Este panorama me ha producido los sentimientos más
tristes que quizás alguien podría tener acerca de su
origen mismo, como el desprenderse del orgullo o el
amor hacía lo que en algún momento fue su Patria.
La angustia es doble. Mi familia todavía vive en
Colombia. Allá las cosas marchan de manera errática,
poco confiables, como en la etapa de ensayo y error.
Discursos diarios, como un show, para mantener el
descontento a raya. Siento que las personas que
quiero están lejos y en riesgo. Ser inmigrante es tener
el corazón en donde están los que quedaron atrás y la
cabeza en donde está tú futuro; y al final del día gasto
más energía pensando en Colombia, que en Australia.
Es como vivir dos vidas.
Por ahora en Australia, luego de casi tres meses, con
las cifras positivas de recuperación de contagiados,
número de pruebas diarias y cero casos nuevos
durante la última semana, el gobierno ha anunciado
que empezará una nueva etapa para la reapertura, por
lo que la “normalidad” podría iniciar en Julio.
Entonces seguiremos el mayor tiempo posible en casa,
limpiando lo que está limpio, pasando del cuarto a la
sala, luego a la cocina para darles gusto a mis dos
comensales. Tengo confianza en que todo saldrá bien
para nosotros, siento tristeza por las personas a las
que la crisis ha dejado luchando solas, sin sus seres
queridos o sin un lugar llamado Patria.
Espero que pronto la vida nos permita ponernos al día
con nuestros planes, caminar sobre la playa de arena
blanca y meter los pies en el mar.
No. 02 | Pág. 6
 De epicentro a fortaleza - Ellos
y nosotros
Ricardo A. Baquero, internacionalista de la Universidad del Rosario, Magister en Política y Diplomacia
China y Doctor en Política Internacional de la Universidad de Fudan en Shanghai -China. Académico,
viajero y fotógrafo aficionado.
He vivido en China durante 8 años y ahora más que
nunca puedo decir que estoy muy feliz y tranquilo de
estar acá. La pandemia me agarró fuera del país, así
que no viví las semanas duras en donde a la gente le
daba miedo salir, el ánimo colectivo estaba muy bajo y
en donde no había mayor información sobre el Covid-
19. No fui testigo de la China epicentro de la
pandemia. No obstante, cuando regresé y terminé mi
cuarentena obligatoria de 14 días, me encontré con un
país en recuperación y ahora soy testigo de una Gran
Muralla, que es tan real como metafórica.
Por el momento no hay grandes eventos deportivos o
culturales, conciertos de ningún tipo o cinemas
funcionando. Pero los grandes museos y salas de
exhibiciones ya están abiertos, y las atracciones
turísticas operan de manera cautelosa. Aunque toda la
gente lleva tapabocas puesto en lugares públicos, la
sensación de normalidad es cada vez mayor: los vuelos
nacionales y los trenes regionales han regresado casi a
los tiempos pre-pandemia; la mayoría de
restaurantes, bares y discotecas están funcionando (y
obviamente a todos se nos olvida el distanciamiento
social); los gimnasios y las piscinas están abiertos; los
niños juegan en los parques desde hace más de un
mes; las obras de infraestructura fueron retomadas
hace varias semanas, y algo que me
sorprende/preocupa: nadie usa guantes, con
excepción de algunas personas cuando toman trenes o
aviones.
Todos los latinoamericanos que venimos a vivir a
China, sentimos que estamos en una burbuja de
seguridad como ninguna otra. Eso es quizás lo que
más valoramos y extrañamos cuando salimos por una
temporada corta o larga. Y en estos tiempos de
pandemia, esa sensación se ha hecho aún más fuerte.
No hay duda alguna de que China es el país más
seguro del mundo en estos momentos, como una
fortaleza. Tal vez porque durante muchos siglos lo ha
sido: la China misteriosa, indescifrable, difícil de leer.
O quizás debido a algunos elementos que he
observado en estas semanas, los cuales al final pueden
ser manifestaciones de esa China enigmática y
pragmática que me atrajo desde un inicio y que me ha
mantenido aquí por ya casi una década.
Por ejemplo, toda persona que llega del exterior tiene
que hacer cuarentena supervisada, ya sea en su casa o
en un hotel. Yo hice la mía en un hotel, y solo podía
abrir la puerta para recoger mi comida y dejar la
basura afuera. Los pasillos eran desinfectados cada
vez que las puertas de cualquier habitación se abrían y
no podíamos tener contacto con ninguno de los
enfermeros, doctores, policías y auxiliares que
pasaban por el corredor. Quienes la hacen en su casa
están supervisados por algo llamado “comité del
barrio” y se les pone una alarma (y hasta cámara de
video) en la puerta, que suena y alerta al comité cada
vez que es abierta. A todos les queda claro que no hay
ningún lugar seguro, solo China.
Esto ha llevado a que las ideas de ellos/nosotros se
hayan hecho mucho más fuertes: ellos, los
extranjeros, los que se fueron y volvieron; y nosotros,
los chinos, los que nos quedamos a enfrentar la
situación. En tiempos de pandemia, mi certificado de
finalización de cuarentena, documento obligatorio
para toda persona que volvió al país, es casi o más
importante que el propio pasaporte. Siempre lo llevo
cuando tomo un tren y llevo una foto en mi teléfono
por si lo llego a necesitar cuando ando por mi ciudad,
Shanghai.
Por otro lado, desde el 28 de Marzo, las visas de
turismo, negocios y permisos de residencia quedaron
cancelados para todo extranjero que no estuviera
dentro del territorio Chino. Y para poder regresar hay
que tramitar un documento nuevo, con una barrera
burocrática más fuerte que antes. Otra vez, se
observan las ideas de ellos/nosotros: los que están
afuera, los que están adentro. Todos los pasajeros
internacionales que llegan desde hace más de un mes
son Chinos, con excepción de diplomáticos y los
tripulantes de cabina de los aviones.
No. 02 | Pág. 7

Pero como casi ninguna aerolínea extranjera vuela a
China desde hace tres meses, la mayoría de pilotos y
auxiliares de vuelo son Chinos que trabajan para
aerolíneas chinas.
Desde el 1 de Abril, el gobierno desconectó casi
totalmente al país tras la oleada de nacionales y
extranjeros que regresaban escapando de Europa y
Estados Unidos: es ahora China (nosotros) la que
decide quiénes y cuántos (ellos), e incluso cuándo
pueden regresar. Solo hay un vuelo internacional por
país, por aerolínea, por semana. Ya se está discutiendo
aumentar las frecuencias de los vuelos y una vía
rápida para otorgar visas de negocios a ciudadanos de
ciertos países, aunque todavía no se divulga suficiente
información.
Los centros de transporte terrestres y aéreos tienen
ejércitos de personas vestidos en trajes tipo hazmat,
protegidos de pies a cabeza. Los protocolos de
bioseguridad son impresionantes y todo el que llega
piensa que está en Chernobyl, pero es al contrario:
quien llega es sospechoso de estar infectado. Antes de
empezar y finalizar la cuarentena, todas las personas
deben hacerse dos exámenes de acido ribonucleico y
dos rayos x de tórax, sin excepción, ya que las cifras
oficiales de infecciones hoy en día son casi en su
totalidad “importadas”. Y de nuevo, se observan las
ideas de ellos/nosotros: ellos, los enfermos, los
peligrosos; nosotros, los sanos, los que estamos a
salvo.
Estas ideas se han fortalecido mucho más gracias a los
resultados de la lucha para frenar la pandemia: ellos,
los extranjeros desordenados que se siguen
infectando, que subestimaron la situación, que tienen
sistemas de salud colapsados, gobernantes
ineficientes, que no han podido contener el virus; y
nosotros, los chinos eficientes, que tomamos las
medidas necesarias, que sacrificamos muchas cosas
durante dos meses para poder vivir en esta fortaleza,
en donde la normalidad es cada vez mas evidente.
Es cierto que Shanghai no está en la provincia de
Hubei ni es la ciudad de Wuhan, el epicentro del
epicentro. En Wuhan todavía se siente tensión y a la
gente la da un poco de miedo salir. Pero la ciudad está
abierta, la gente ha vuelto a trabajar y se está
retomando la vida, aunque no sea la misma de antes.
Algo que me impresionó al salir a la calles de Shanghai
era ver todos los letreros de “Animo Wuhan”,
“Estamos contigo Wuhan”, en donde también son
evidentes estas ideas de ellos/nosotros: Nosotros
somos Wuhan, los Chinos somos Wuhan. Los demás,
no. El Covid-19 ha reforzado el nacionalismo y
orgullo patrio Chino, con todas las consecuencias que
esto implica.
Estoy dentro de esta fortaleza, aunque no sea
precisamente parte de “ellos”. A veces olvido que
todavía estamos en una pandemia, y me siento triste
de poder hacer cosas que consideramos normales
como abrazar a alguien o salir a tomar algo, mientras
mi familia y amigos no pueden. Pienso en toda la
gente que trabaja tras bambalinas para mantenernos
seguros y tranquilos en esta urbe de concreto que
tanto nos ha dado a quienes hemos pasado por ella. Ya
no me deprimo tanto al leer las noticias y las cifras a
nivel global, y me siento afortunado porque al fin y al
cabo, solo viví 14 días de confinamiento, ya que antes
de regresar a China, llevaba una vida normal o como
decía yo, de “refugiado viral”. Qué tan robusta o frágil
es esta fortaleza solo el tiempo lo dirá. La segunda ola
del Covid-19 golpea a China todos los días y hasta
ahora, las murallas y sus soldados la han podido
detener.
No. 02 | Pág. 8
 Hay una vida allá
Carol Sánchez F, periodista. Ha trabajado en medios como Rutas del Conflicto y Cero Setenta. Actualmente
cursa una maestría en Acción Humanitaria Internacional en la universidad de Uppsala, Suecia.
Hay una vida allá, en Colombia, a la que yo llamo mía
pero que no estoy viviendo. Y hay otra aquí, a miles de
kilómetros, que parece de mentiras: se me ocurre que
mis angustias no son reales porque enfrento pocos
riesgos. Y sin embargo. Me levanto siete horas antes
cuando allá todavía es de madrugrada y espero que los
mensajes empiecen a llegar –por favor, que hoy no
haya más malas noticias–. Leo las conversaciones que
pasan mientras yo duermo y encuentro todos los días
artículos sobre los perfilamientos y seguimientos
ilegales que el Ejército realizó a decenas de personas,
entre las que estamos mis compañeros de Rutas del
Conflicto y yo.
Acostada en la cama trato de entender qué significa, y
me hago las mismas preguntas a diario: ¿hay
consecuencias reales?, ¿para quién?, ¿cómo las
enfrentan ellos –no yo que estoy tan lejos–?, ¿van a
estar a salvo?, ¿esto que siento es culpa?, ¿de dónde
nace?, ¿cómo me la quito?, y la que más revolotea en
mi cabeza: ¿hay algo que pueda hacer? Tal vez nada.
Nada. Porque puede que el abandono también haya
sido escape y que eso signifique saberme inútil en
situaciones como esta. Lo he venido entendiendo: a
veces las palabras dejan de ser suficientes. Por eso, al
no encontrar alivio ni en lo que digo ni en lo que me
dicen, a veces prefiero hablar del clima, de nada. Eso
no duele. No frustra.
Las siete horas pasan, allá despiertan, y entonces
siento que empiezo a vivir. Que lo de antes había sido
letargo y espera, la prolongación del tiempo que ya no
tengo. Los mensajes empiezan a llegar y todo deja de
ser inofensivo. Entonces entiendo que lo que siento es
angustia y riesgo por extensión. Porque, aunque aquí
me siento protegida, los miedos y las preguntas los
rondan a ellos y, como yo los quiero, me rondan a mí.
No había notado antes la extrañeza que sentirse a
salvo y muerta de miedo al tiempo. Y no es que no
hubiese estado en una situación así antes, es que las
había ignorado. Pero ahora que duermo tan poco y
pienso tanto me es clara solo una cosa: la distancia no
significa lejanía –desde aquí siento lo mismo que
ustedes, por ustedes–.
Que el Ejército se haya fijado en nosotros no significa
que “algo estábamos haciendo bien” en Rutas del
Conflicto. Venimos haciendo buen periodismo desde
que empezamos y por eso admiro a este equipo.
Significa lo que ya sabíamos: que seguimos viviendo
en un país en donde la paz no es ninguna bandera.
Pero estoy convencida de que cada uno de ustedes,
como tantos otros en Colombia, va a seguir luchando
para que eso cambie.
Fuerza a Óscar, que me ha enseñado más de lo que
algún día voy a poder agradecerle –te recuerdo en
cada buena noticia que tengo–. Esto es tan absurdo
que a los demás no puedo ni nombrarlos, pero que
esto sea prueba de que su vida ha tenido gran impacto
en la mía. Seguiremos creyendo en el periodismo.
No. 02 | Pág. 9
 COVID-19 y la respuesta sueca
Enrique Sandino Vargas, contador, Administrador, Magister en Negocios Internacionales y actualmente
candidato a Doctor en Jönköping International Business School, Suecia. Investigador miembro del Centre
for Family Entrepreneurship and Ownership – CeFEO.
En principio se podría pensar que se ha puesto de
moda la estrategia sueca respecto a cómo enfrentar el
COVID-19. Mundialmente los medios informativos se
han referido a Suecia y su reacción ante el virus, sin
embargo, solo se han enfocado en un solo punto de la
estrategia, el confinamiento.
Vivo en Suecia y efectivamente aquí no hemos sido
sometidos a una cuarentena nacional. Mi ciudad,
Jönköping, tiene 94 mil habitantes y fue de hecho en
donde se presentó el primer caso de infección en el
país, reportado el 31 de enero.
Al 7 de mayo las estadísticas suecas indican 24,623
casos confirmados, 1,645 en cuidados intensivos y
3,040 fallecidos(1).
Con la cuarentena en vigor en nuestro país y tomando
como referencia el modelo del país nórdico, no se han
hecho esperar los juicios de conveniencia de
semejante medida; pero cuidado, nuestro país dista
mucho de ser Suecia, por tanto, compararse es un
disparate y para poder avanzar con nuestra reflexión
tenemos que hacer simultáneamente un acto de
contrición.
En la extensión de Colombia cabe dos veces Suecia y
queda espacio para más; sin embargo, en Colombia
nosotros tenemos 46 personas por Km2 y ellos tan
solo 25. Por otra parte, habría que decir que, en
cuanto a la aglomeración urbana en Suecia, solo hay
una ciudad que sobrepasa el millón de habitantes
(Estocolmo 1,5 Mi). Lo anteriormente expuesto
aumenta la predisposición al contagio, pero al
respecto también tenemos que hacer otras
observaciones. Suecia tiene claro su censo, lo cual se
puede ratificar visitando sus estadísticas oficiales y
que al momento de escribir este artículo habían sido
actualizadas el 5 de mayo, para un total de 10’338,368
habitantes. Por supuesto que cualquier estrategia
frente a cualquier situación que afronte un país, es
más sencilla y eficaz cuando se tiene conocimiento
total de su población. En nuestro país el número de
habitantes es estimado, el 20% de la población vive en
la ruralidad y esa ruralidad fácilmente es otra
Colombia donde abundan las regiones abandonadas
por el estado, en donde no es extraño encontrar sitios
sin siquiera acceso a internet. En un país en el que
hasta los muertos salen a votar no hay control
actualizado de la población. Así las cosas, Suecia sabe
dónde está su gente, cuántos son y cómo están, lo cual
brinda certeza al momento de tomar medidas.
Ahora, una dificultad al hablar de capacidad
hospitalaria es que los datos que se están utilizando
no son los más actualizados. Pero hagámonos una
idea.
La OECD(2) dice que en el 2018 Colombia tenía 1.7
camas hospitalarias por cada 1,000 habitantes y
Suecia 2.2 camas. En cuanto a camas UCI (ICU-CCB)
Suecia tenía 5.8 por cada 100,000 habitantes(3) y
Colombia no reporta. Ahora que, si me brindan el
beneficio de la duda, solo en una página web que
incluyo en las referencias, encontré que Colombia en
el 2006 tenía 3 camas(4) por cada 100,000 habitantes.
¡Pero un momento! Según la página web del
Ministerio de Salud Colombiano, nuestro país cuenta
con 5,589 camas de cuidados intensivos disponibles(5),
es decir que cuenta con un poco más de 11 camas por
cada 100,000 habitantes, y con semejantes números
estaríamos en el top 10 mundial.
¿Cómo estarán distribuidas las camas hospitalarias en
Colombia? Esa es otra inquietud, si consideramos que
hay regiones que ni siquiera tienen puesto de salud, o
que el hospital local está cerrado por la pandemia; si
hablamos de Suecia, la semana pasada las noticias
informaban que algo más de 100 enfermos graves
habían sido trasladados desde Estocolmo hacia otras
ciudades para que pudieran recibir atención
apropiada, en adición a no saturar la capacidad de la
capital sueca. Además, hay que resaltar que la
capacidad de respuesta hospitalaria ha aumentado
progresivamente(6).
Un punto en el que diferimos bastante es en la
composición de nuestros hogares. En Suecia el 40% de
los hogares son los unipersonales sin hijos, siendo
este el tipo de hogar más común en el país, seguido
No. 02 | Pág. 10
por los hogares compuestos por parejas casadas sin
hijos, que representan un poco más del el 23%(7).
Según el DANE(8) en Colombia aproximadamente el
18% de los hogares son de una persona, 22% de dos
personas, 23% de tres personas, casi 20% de cuatro
personas, y 17% de cinco personas en adelante. El
promedio sueco por hogar es de 2.2 personas(9) y en
Colombia, 3.1 personas(10). Sólo a partir de los
números de los hogares unipersonales podríamos
inferir que nuestra aglomeración en Colombia es
mayor.
Los suecos tienen un “espacio promedio habitable por
persona” de aproximadamente 42 metros
cuadrados(11). En Colombia la cifra se complica por los
estratos económicos y sus cifras en cada ciudad, sin
embargo, hay un estudio que dice que el colombiano
en estrato  1 tiene 18 m2 y en estrato 6, 116 metros
cuadrados(12). Podemos hacernos una mejor idea
considerando que solo en Bogotá, en el 2017, entre los
estratos 1 y 2 tenemos al 50% de la población, y en el
estrato 6 está el 1.5%(13).
Podríamos seguir haciendo números, pero considero
que con esto es suficiente para sugerir que no es
acertado comparar.
Adicionalmente algunos medios interpretan como
“relajado” el nivel de respuesta sueco, lo cual tampoco
es correcto. A partir de ahora hablaré desde mi
perspectiva como extranjero.
La población en Suecia presta atención a sus
autoridades y lo mejor, creen y confían en ellas. Ya en
lo referente al COVID-19 la atención se ha centrado en
el epidemiólogo estatal Anders Tegnell. Él se ha
convertido en la cara de la estrategia sueca, y no es
cualquiera, no es un político haciendo protagonismo;
en cambio es un médico con experiencia, un estudioso
del tema.
Ahora hablemos de las medidas, porque si hay. Si bien
es cierto que aquí no hay cuarentena o confinamiento
obligatorio; también lo es, que, si hay restricciones y
recomendaciones, la principal: “Mantenga su
distancia y asuma una actitud responsable” y si tiene
síntomas de resfrío “quédese en casa”.
A finales del mes de marzo, el primer ministro sueco,
Stefan Löfven en una alocución de no mas de 8
minutos, explicó las principales medidas tomadas
para manejar la situción con el COVID -19, no sin
antes mencionar que el Gobierno trabaja todo el
tiempo por el bienestar de su población y de su
economía.  Enfatizó en que todos los habitantes
debían luchar juntos para parar la propagación del
virus, en donde todas las personas tenían que hacer su
parte, resaltando que los adultos, debían comportarse
como tal y seguir las reglas del gobierno; como
también ayudar a los otros y ser solidarios para
sobrellevar la crisis.
Dentro de las medidas tomadas, se cancelaron los
actos públicos y solo se permiten reuniones no
mayores a 50 personas - con distanciamiento. No hay
cines, ni discotecas, no hay partidos de ningún
deporte a nivel profesional y las iglesias están
cerradas. En cuanto a la educación, las clases para los
mayores de 16 años, para los adultos y las
universidades están en modo virtual desde hace 2
meses. Si bien los niños hasta noveno grado van a
estudiar, todos los colegios implementaron medidas
de aseo, limpieza extrema y no hay ninguna actividad
lúdica como fiestas, discos, clausuras, paseos etc. Mi
hijo de 10 años sigue entrenando futbol y mi hija de 7
sigue en sus clases de gimnasia, pero sus
entrenamientos y presentaciones son sin público.
Para la población mayor de 70 años hay
recomendaciones especiales considerando que “La
edad avanzada es el principal factor de riesgo para
desarrollar síntomas graves en caso de infección con
Covid-19”(14). De hecho, se han prohibido las visitas a
sus residencias. Desafortunadamente el virus ha
golpeado fuertemente este segmento de la población y
algunos medios dicen que son casi el 50% las muertes
por el virus, lo que ha causado una lluvia de críticas.
En cuanto a mí, en mi universidad se recomendó a los
empleados trabajar en lo posible desde la casa y han
dispuesto todos los recursos para que así se haga. Por
supuesto nuestras oficinas están disponibles, y
podemos trabajar en ellas si así cada quien lo decide.
Aún cuando la vida ha continuado su marcha y
mientras las personas seguimos la vida diaria sin usar
tapabocas, el comercio se ha reducido y algunos
negocios y restaurantes se han visto obligados a
cerrar sus puertas. Y si bien, los suecos no cerraron
sus fronteras, los países vecinos y casi todo el mundo
lo hizo; entonces, aunque se puede salir, nadie sale y
aunque se puede entrar, nadie entra, salvo por
razones excepcionales; entonces se tiene una medida
muerta, dirían los abogados.
No. 02 | Pág. 11
Así las cosas, la economía de este país nórdico no se
ha detenido. Finalmente, mi propósito con este
artículo no es calificar ni desaprobar estrategias y
medidas ante el COVID-19, eso se lo dejo a los
especialistas en el tema, en cambio solo busco
contextualizar para evitar apreciaciones superfluas y
equivocadas. Cada país tiene su realidad, sus
prioridades y no todas las medidas se pueden aplicar a
todos los países. El tiempo nos dirá quien estuvo más
acertado.
REFERENCIAS
(1)https://experience.arcgis.com/experience/09f821667
ce64bf7be6f9f87457ed9aa
(2)https://data.oecd.org/healtheqt/hospital-beds.htm
(3)https://www.politico.eu/article/charting-europes-
capacity-to-deal-with-the-coronavirus-crisis/
(4)https://www.web24.news/u/2020/03/what-
capacity-do-the-different-countries-of-latin-
america-really-have-to-face-the-coronavirus-
epidemic.html
(5)https://minsalud.maps.arcgis.com/apps/opsdashboa
rd/index.html#/1de89936b24449edb77e162d485ed5d9
(6)https://www.thelocal.se/20200406/stockholm-
field-hospital-to-open-its-doors-to-coronavirus-
patients
(7)https://www.statista.com/statistics/526013/sweden-
number-of-households-by-type/
(8)https://www.dane.gov.co/files/censo2018/infografia
s/info-CNPC-2018total-nal-colombia.pdf
(9)https://www.arcgis.com/home/item.html?
id=34e69daf9816437ab7429eb9ad7458f8
(10)https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-
por-tema/demografia-y-poblacion/censo-nacional-
de-poblacion-y-vivenda-2018/como-vivimos
(11)https://www.scb.se/en/finding-statistics/statistics-
by-subject-area/household-finances/income-and-
income-distribution/households-housing/
(12)https://www.portafolio.co/mis-
finanzas/vivienda/estudio-revela-los-metros-
cuadrados-en-los-que-vive-una-persona-en-bogota-
segun-su-estrato-527130
(13)https://www.larepublica.co/economia/este-es-el-
mapa-de-los-estratos-en-las-grandes-ciudades-del-
pais-2866032
(14)https://www.krisinformation.se/en/hazards-and-
risks/disasters-and-incidents/2020/official-
information-on-the-new-coronavirus/du-som-ar-
over-70-ar
(15)https://www.bbc.com/news/world-europe-
52395866
No. 02 | Pág. 12
DESDE BOSTON
Natalia Guerrero, Periodista colombiana, colaboradora permanente de la
BBC. Residente permanente en la ciudad de New York, el último año ha
vivido en Boston donde hace parte de la Nieman Fellowship en Harvard.

Cambridge Es una pequeña ciudad que hace padres, debido a que la medida de
parte del área metropolitana de Boston. Parte de confinamiento no es obligatoria. Los niños salen
la Universidad –Harvard - queda oficialmente a caminar, así que los vecinos cuelgan en sus
en Boston. Aquí hay avisos de ánimo y apoyo a ventanas ositos y otros peluches para animar su
todos los trabajadores de la salud y servicios de recorrido.
emergencia. También mensajes para los vecinos
como lávese las manos y use la máscara, que
ahora es obligatoria. La gente ejerce mucho su
ciudadanía.

Como parte de ese ejercicio nació “Bear Hunt” –

Cambridge-, una propuesta de origen
ciudadano para dar ánimo a los niños que
pasean por las calles de la ciudad a lado de sus

No. 02 | Pág. 13
La iniciativa ha tenido tal
acogida, que existe un “mapa
de ositos” en Google Maps,
además de una app por medio
de la cual se puede reportar la
ubicación de los ositos.

Es un gesto sencillo que

encierra un gran significado de
solidaridad y empatía.
Salir a caminar con los niños a
buscar en las ventanas los
ositos en el recorrido, se ha
convertido en un plan
maravilloso que ha ido
contagiando a toda la ciudad.

No. 02 | Pág. 14
 La diáspora y el cuidado
después de la pandemia
Isis Giraldo, feminista (no liberal, no blanca) y estudiosa de los estudios culturales, se interesa en las
conexiones entre cultura, en su sentido amplio, y poder, y esto constituye el foco principal de su
investigación y sus esfuerzos intelectuales.
Tanto se ha escrito sobre la pandemia que aunque al
principio sentía que tenía cosas que decir, ya siento
que todo está dicho. Sin embargo, decidiendo atender
una invitación personal que sentí desde el afecto
particular que se construye a través de Twitter – un
afecto que, aunque mediado por la tecnología y tenue,
es real –, escogí escribir sobre un aspecto que me
afecta personalmente y acerca del cual trato de evitar
pensar para no incrementar mi angustia y mi tristeza.
Los ejes que la pandemia ha hecho tambalear, y va a
ciertamente a desmontar, son múltiples. La
globalización – entendida no sólo en términos
económicos (apertura de mercados, circulación de
mercancías, deslocalización de la producción, etc.)
sino en términos humanos – configuraciones
familiares y afectivas con océanos de por medio –  es
una de ellas y constituye, quizás, la consecuencia de
mayor peso para quienes nos hemos construido en la
diáspora y vivimos en las fronteras entre culturas y
naciones. Y aunque invoco a Gloria Anzaldúa cuando
hablo de “fronteras”, la que yo habito no corresponde
exactamente a la de “los atravesados”, aquellos
constantemente perseguidos por “la migra” porque
habitan las tierras en las que nacieron pero que luego
fueron usurpadas a México cuando Estados Unidos
decidió bajar su frontera hasta el río grande
convirtiéndolos, de repente, en ilegales.
La frontera que yo habito es otra. Una de privilegio
que no me ha acarreado ni deshumanización, ni
persecución, ni exclusión pues tanto mi
posicionamiento social – mestiza blanqueada, de clase
media, altamente educada y con dominio casi nativo
de la lengua en la que vivo– como mi proceso de
dislocación geográfico y cultural se ubican dentro de
los marcos sancionados positivamente por las lógicas
de la modernidad, del capitalismo y del
neoliberalismo. Aunque colombiana de origen, mi
proceso migratorio no respondió ni al exilio político
ni al económico sino a un deseo individual (que pude
cumplir porque tuve suerte) de estudiar en Europa. Mi
primera dislocación fue en 1998 hacia España (donde
viví un año), mi segunda (definitiva) en 2000 hacia
Suiza. A pesar de que he vivido por periodos de uno o
dos años en otros países europeos, la Romandía (la
Suiza francófona) es el lugar donde me siento en casa.
Aquí me volví adulta (con todo lo que eso implica en
términos culturales); aquí me reinventé académica y
profesionalmente; aquí reforcé mis posiciones
políticas (muy a la izquierda del espectro); aquí me
convertí en la docente y la investigadora que soy y
seré así termine dejando la vía académica formal; aquí
me convertí en madre.
A pesar de todo esto, y aunque mi hogar es y el
sentimiento de homesickness me lo produce
Lausanne, mi corazón sigue estando en Colombia.
Como feminista de izquierda (eafitense pero anti-
uribista avant la lettre), Medellín – mi ciudad de
origen y en la que viví hasta la temprana adultez –  y
su cultura me producen urticaria y entonces no la
extraño. Mi vínculo afectivo con Colombia no pasa por
la nostalgia cultural de una ciudad en la que nunca me
sentí cómoda sino por otros canales. El primero es el
de los afectos directos: la relación cercana (a pesar de
la distancia geográfica y temporal) con (1) mi madre,
quien me enseño la práctica del feminismo y la noción
de justicia social desde la cuna, quien aún vive allí y
sufre por ello y quien requiere/depende parcialmente
de mi cuidado, pues soy hija única; (2) con mis dos
grandes amistades de adolescencia quienes (a pesar
de nuestras culturas y prácticas de la adultez
disímiles), constituyen afectos primarios
indestructibles. El segundo canal es la injusticia
rampante en Colombia, tanto en la urbana – a la que
pertenezco a medias – y en la rural – a la que admiro,
respeto y que me ha enseñado a entender cuál es el
verdadero significado de la palabra resistencia. El
primer canal afectivo es el que me motiva a visitar el
país, el segundo ha sido el motor detrás de mi
reinvención académica y profesional de ingeniera de
sistemas (ingeniero reza mi título oficial) a docente en
ciencias humanas e investigadora de la cultura y los
medios colombianos.
No. 02 | Pág. 15
Mantener esos afectos en la distancia –
particularmente asumir la relación de cuidado con mi
madre – implica trabajo, desplazamientos,
desacomodos cotidianos, gastos elevados, tiempo que
no siempre se tiene, pero la expansión de la
globalización en el siglo veintiuno lo ha facilitado
considerablemente. Para desgracia del equilibrio
natural, cruzar el atlántico hasta hace dos meses no
tenía las mismas implicaciones económicas y
logísticas que en 1998, y gestionar las relaciones
afectivas a pesar de tener un océano de por medio se
ha hecho llevadero para quienes, como yo, podemos
permitírnoslo. En 2019, precisamente, hice cuatro
veces ese cruce, una vez a Estados Unidos por
cuestiones laborales y vacaciones, y tres a Colombia
para ocuparme de mi madre quien me necesitó como
nunca. Y aunque en términos políticos y ambientales
esto constituya un problema para mí, el amor por mi
madre pasa por delante de cualquier consideración
político-ambiental.
Las decisiones de migración que muchos tomamos
veinte años atrás y que tuvieron consecuencias para
nuestras configuraciones familiares y afectivas van
empezar a pesar en el después de la pandemia. Desde
una perspectiva simbólica, el refuerzo de las fronteras
nacionales y de las nociones de soberanía pondrá a
tambalear nuestro sentido de pertenencia el cual se ha
constituido precisamente en la ambigüedad de los
intersticios culturales y nacionales. Desde una
perspectiva práctica y afectiva, la contracción
inevitable de la industria de la aviación tendrá efectos
terriblemente dolorosos pues seres queridos – cuyo
bienestar depende de nuestro cuidado en momentos
de crisis, que llegaron a la vejez en la soledad, y con
quienes se comparte un amor inmenso – viven a miles
de kilómetros de distancia, una distancia franqueable
solamente bajo un orden global capitalista donde los
desplazamientos en avión sean la norma y no un lujo
inasequible.
No. 02 | Pág. 16
 Crónicas del Coronavirus: un
colombiano en Barcelona
Camilo Andrés Páramo Zarta, ibaguereño de 42 años, Bachiller del Colegio Nacional de San Simón y
Abogado de la Universidad de Ibagué, cuenta con una especialización en Ciencias Políticas de la misma
universidad y una maestría en Estudios Políticos de la Universidad Javeriana. Su labor profesional se
desarrolló en Derecho Administrativo y Contratación estatal, donde asesoró a múltiples entidades públicas y
privadas; hasta que a finales de 2016 se radicó junto con su esposa en la ciudad de Barcelona, donde vive
actualmente.
Barcelona es hoy una ciudad que parece salida de una que el coronavirus no conoce de clases, el encierro
mala película distópica de ciencia ficción. sí. Hoy los barrios obreros de Barcelona son los más
castigados por la enfermedad y la muerte, y no es
Una de las ciudades más bonitas, vibrantes y coincidencia por cuanto son estos barrios quienes
pletóricas de vida que conozco, y que cobija una ponen a sus habitantes en riesgo para mantener en
multitud de personas de todas las nacionalidades y pie la ciudad y su abastecimiento, mientras los barrios
colores, se ha convertido en una ciudad silenciosa, de clase media y ricos tienen la posibilidad de
vacía y que ha registrado hasta jabalíes en sus teletrabajar o esperar pacientemente el fin de la
avenidas principales por el abandono de sus cuarentena.
ciudadanos.
Ya tenemos casi 26 mil muertos en España y aunque
En su afán de proteger las vidas, y a costa de un se ha aplanado la curva, siguen habiendo más de 150
encierro que se prorroga ya por más de 45 días, han muertos diarios por el coronavirus, y sin embargo se
(hemos) encerrado a nuestras familias, detenido la hace necesario empezar a levantar el confinamiento,
economía y herido de muerte a múltiples sectores y pues es imposible mantenerlo más tiempo. 
negocios, con el asentimiento casi unánime de todos.  
La destrucción económica se traduce en más pobreza,
Trabajo en un sector considerado esencial, y por ello más hambre y más muertes prematuras, por lo cual se
no he dejado de trabajar cada día, encargándome así hace necesario empezar a desconfinar con la mayor
mismo de las compras para evitar que mi esposa salga prudencia del mundo; algo casi imposible porque
y así proteger un poco más a nuestros hijos.   todos nos enfrentamos a escenarios desconocidos
donde no es posible saber con precisión sí las medidas
Por ello he sido testigo de excepción de la evolución a tomar serán buenas o malas, suficientes o excesivas,
de la ciudad desde la declaración del estado de adecuadas o innecesarias… 
alarma, y he visto como poco a poco la soledad, el
miedo y la distancia se apoderan de una ciudad que Sin embargo no pierdo el optimismo: por primera vez
comparte con las nuestras la calidez y espontaneidad en la historia las sociedades destruyen su economía
de sus habitantes, pero que son al mismo tiempo en un esfuerzo social titánico por proteger a sus
diferentes: más solidarios y disciplinados socialmente ciudadanos, y en especial a los más vulnerables: los
hablando.  adultos mayores que han construido este mundo
imperfecto que tenemos, y a quienes no queremos
Todos los días tomo la línea 9 que es la más moderna y dejar ir sin luchar.  
que enlaza a Barcelona con el aeropuerto que queda
en un municipio adyacente llamado el Prat de Además, he visto como los profesionales de la salud de
Llobregat, y que por tanto viaja casi semivacía por el España han enfrentado valientemente y sin contar con
cierre de los aeropuertos de toda Europa.  los medios de protección suficientes la pandemia: sin
rendirse, sin abandonar y negándose a dejar morir a
Pero aun así es palpable el miedo, la zozobra y el nadie sin hacer todo lo humanamente posible aún a
cansancio de quienes nos vemos obligados a ir a costa de su salud y en no pocos casos de su vida.
trabajar, casi todos obreros porque sí bien es cierto

No. 02 | Pág. 17
Desde el 26 de Abril los niños pueden salir a la calle.
Ellos que sin entender exactamente el porqué, han
tenido que abandonar sus colegios, sus amigos y sus
rutinas; que han tenido que aprender que una
enfermedad los aísla y aleja de sus abuelos y no les
permite correr libres por los parques como antes.  vulnerables a la naturaleza. Y la gran pregunta del
Ellos, que serán marcados por el miedo biológico
como sus abuelos lo fueron por el miedo nuclear y sus
primos mayores por el terrorismo… lo que me
recuerda que mi generación es afortunada pues no
conoció un miedo existencial y creció con el ciego
optimismo de los 90, donde todo era posible porque el
futuro nos sonreía y nos permitía soñar sin límites.  nos ganamos tan duramente en nuestra juventud y
Ahora todos tenemos que acostumbrarnos a usar
mascarillas y guantes, a desnudarnos en la puerta de
la casa para dejar la ropa afuera y lavarla sin
contaminar nuestras casas, a lavarnos muchas veces
las manos al día y a usar desinfectante (nunca mis
uñas habían estado tan limpias), pues el coronavirus
llegó para quedarse.
No importa que pronto haya una cura o vacuna, los
hombres hemos redescubierto que somos muy
siglo es sí eso nos hará más cercanos a esta o nos
volverá unos depredadores más salvajes en el afán de
controlarla así sea mediante su destrucción.
Mientras tanto, antes de dormir, pienso que el
coronavirus era la puntilla que le faltaba a mi
generación para terminar de destruir la libertad que
entregar un mundo mucho más controlado por el
estado, mucho más tiránico y mucho menos
democrático que el que recibimos.
Sin embargo también pienso que amanece, que no es
poco…
No. 02 | Pág. 18
 Viviendo el Covid-19 como
estudiante internacional en los
Estados Unidos
Ana María Rodríguez, abogada, titular de una maestría en Derecho económico. Con experiencia en
Derecho Público y Constitucional, derechos humanos, desarme, desmovilización y reintegración. Estudiante
de segundo año de maestría en divinidades (teología), investigadora graduada para el programa Religión y
Transformación del Conflicto, de la Universidad de Bostón.
Hace un par de años tomé una de las decisiones más
radicales de mi vida: después de trabajar más de diez
años como abogada en Colombia renuncié a todo y
empecé una maestría en teología en los Estados
Unidos. Por supuesto que tuve preguntas y
cuestionamientos de muchos de mis amigos y
cercanos, que por qué dejaba una carrera de tantos
años, que a mí me iba bien en Colombia, que eso de
aventurarse era riesgoso, que eso no daba para
comer… Pero, tal vez, uno debe hacerle caso a sus
pasiones y perseguir lo que ama si la oportunidad se
da. Entonces abandoné todo y la vida se me partió en
dos. El alma se queda pegada a sus orígenes mientras
que los pies caminan hacia lo desconocido.
Varios académicos definen a los Estados Unidos como
el imperio de nuestros tiempos. La discusión que
podamos tener al respecto será charla de otro
momento. Este país es un sin duda uno de los más
poderosos, ricos y económicamente estables del
mundo. Muchas de las personas que conozco en
nuestra Colombia querida suponen que aquí la gente
vive muy bien. Si ganas en dólares, si hablas inglés, si
estás en una universidad gringa, si trabajas aquí debes
estar bien cerquita al cielo. Lo cierto es que debajo de
las ideas de grandeza que nos ha vendido Hollywood
están hay profundos abismos del racismo, la
supremacía blanca, la pobreza y el individualismo.
La vida de las personas de color (todas aquellos que no
son “blancas”, eso incluye a latinos, asiáticos y afros)
suele ser mucho más difícil. Vivir en un país rico sin
duda hace que el costo de vida sea mucho más alto. La
renta, la comida, el transporte, la educación y la salud
son muy caros. Para que las personas de clase media y
clases bajas puedan pagar lo mínimo para sobrevivir
deben dedicarse a horas y horas de trabajo. Dos o tres
trabajos, largas jornadas de desplazamiento de la casa
al trabajo, del trabajo a la casa. Pocas posibilidades de
mejorar las condiciones de vida. Cientos de personas
sin hogar en las grandes ciudades. Todo lo anterior
agudizado por un gobierno que ha extremado la
inequidad y ha reforzado las medidas de migración
contra uno de los soportes fundamentales de la
economía estadounidense: la fuerza de trabajo
internacional.
La crisis sanitaria del Covid-19 sobrevino en medio
del aumento de las profundas desigualdades sociales
en Estados Unidos. La primera noticia que escuché
sobre el virus fue en febrero. Todo parecía lejano, una
“simple gripa”. En la primera semana de marzo nos
cancelaron un viaje académico. Unos días después
Harvard anunció que todas sus clases se volverían
virtuales por el resto del semestre. Un par de días
luego la universidad donde estudio tomó una decisión
similar. El gobierno se rehusaba a tomar en
consideración la opinión de los expertos en el tema,
todo se veía muy grave. Las medidas del gobierno se
han venido tomando muy lentamente, eso le ha
equivalido al país volverse el epicentro del virus.
Vivimos en medio de la tensión de tratar de sobrevivir
en medio de una pandemia, cumplir con nuestras
responsabilidades académicas, conseguir para vivir y
mantenernos de una pieza. La zozobra de un gobierno
despreocupado por la salud y la vida de sus nacionales
(mucho menos de sus migrantes). Bombardeados por
noticias falsas y grupos de personas protestando
contra las medidas de cuarentena la vida se hace más
difícil. El pedazo de mí que sigue pegado a Colombia
sufre por mi familia, mis cercanos, mi país. Mi
identidad latina se duele con las personas de color que
han sido más afectados por esta crisis humanitaria. Mi
yo migrante tiene la angustia de la incertidumbre y el
dolor de todos aquellos que, como yo vinimos
siguiendo un camino. Mis pies siguen caminando en lo
desconocido, todo se ve oscuro, pero aquí sigo
andando.
No. 02 | Pág. 19
Ni de aquí, ni de allá
Daniel Garzón Herazo, foto periodista en Bogotá.
Tengo 7 años de experiencia, he trabajado para 2
medios nacionales y en los últimos años he venido
trabajando de manera independiente para agencias
internacionales realizando video y foto

@DanyelGPhoto

No. 02 | Pág. 20
¿Qué dicen nuestros
compatriotas en el
exterior durante la
cuarentena?

Han dicho que

”El COVID-19 rescata la naturaleza  y la

libera de los seres humanos”

Juan Borrero Borrero

Colombiano residente en Madrid
(España)

“En Colombia, según las autoridades,

buscan, investigan, sancionan. Pura
teoría. Decir no es hacer”

Clarena Ojeda
Colombiana residente en Santiago de
Chile

”Aquí no se roban los subsidios”

Estela Rodríguez Smith

Colombiana residente en Londres
(Inglaterra)

”Gobierno es puro engaño. Justicia es

pura ilusión”

Sandra Valcárcel
Colombiana residente en Rosario
(Argentina)

”Duque es la máscara de Uribe”

Luisa Fernanda Hoyos Prieto

Colombiana residente en Chicago,
Illinois (Estados Unidos)

”Pobreza mental extrema: grave mal de

algunos gobernantes”

Juan B. Salgado Bustos

Colombiano residente en Miami, Florida
(Estados Unidos)

Por José Gregorio Herández Galindo

Ex Magistrado Corte Constitucional, locutor,
y profesor universitario
No. 02 | Pág. 21
 Revista Digital

P A N D E M I A
2020