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Trabajo de Revisión Ecotoxicología

El control químico de Triatoma infestans en Argentina

Raúl A. Alzogaray*

Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas (CIPEIN-CITEFA/CONICET)

J. B. de La Salle 4397, (B1603ALO) Villa Martelli, Prov. de Buenos Aires,

Argentina.

TEL - FAX: ++5411-4709-5334

E-mail: ralzogaray@hotmail.com

*
Investigador del CONICET. Profesor de la Escuela de Posgrado, Universidad

Nacional de General San Martín.

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Resumen

El control químico organizado de T. infestans, el principal vector de la enfermedad

de Chagas en Argentina, comenzó a mediados del siglo pasado con la aplicación del

insecticida clorado hexaclorociclohexano (HCH). A fines de la década de 1960, el HCH fue

reemplazado por fosforados y carbamatos. La aplicación de piretroides comenzó en los

años ´80. Esta última familia de insecticidas, que presenta baja toxicidad en mamíferos y

corta vida media en condiciones ambientales, es actualmente la más importante

herramienta usada para el control de T. infestans. Los piretroides son habitualmente

formulados como suspensiones concentradas, polvos mojables, concentrados

emulsionables o en forma de potes fumígenos. A fines del siglo pasado se detectaron

bajos niveles de resistencia a los piretroides en insectos recolectados en varias provincias

argentinas. En 2002 se informaron fallas de control en Salvador Mazza (provincia de

Salta) y los insectos de esa región mostraron altos niveles de resistencia a deltametrina.

Tres iniciativas lanzadas en los años ´90 por gobiernos latinoamericanos alcanzaron

importantes resultados y la transmisión de la enfermedad fue interrumpida en Uruguay y

Chile. Sin embargo, el riesgo de contraer Chagas está directamente relacionado con la

pobreza, y este factor sigue siendo un serio problema en las áreas endémicas.

Palabras claves: Enfermedad de Chagas, Triatoma infestans, control químico,

piretroides, resistencia a insecticidas

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Abstract

Chemical control of Triatoma infestans in Argentina

The chemical control of T. infestans, the main vector of Chagas Disease in

Argentina, started in the middle of the last century, with the application of the

organochlorinate insecticide hexachlorocyclohexane (HCH). In the late 1960s, HCH was

replaced by organophosphorus and carbamates compounds. The application of

pyrethroids began in the 1980s. This family of insecticides presents low mammal toxicity

and minimal environmental impact, and it is at present the most important tool used in

T. infestans control. Pyrethroids are usually formulated as concentrated suspensions,

wettable powders, emulsifiable concentrates, or fumigant canisters. At the end of the

20th century, low levels of resistance to pyrethroids were detected in insects from

several Argentina provinces. In 2002, a high level of resistance to deltamethrin was

found in insects from Salvador Mazza (Salta province) after reports indicating control

failures. Three initiatives launched in the 1990s by Latin American governments achieved

important results, and the transmission of Chagas was interrupted in Uruguay and Chile.

However, the risk of infection with Chagas disease is directly related to poverty, and this

factor is still a serious problem in the endemic areas.

Key words: Chagas disease, Triatoma infestans, chemical control, pyrethroids,

insecticide resistance

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Introducción

La enfermedad de Chagas es una infección crónica e incurable, producida por el

protozoo flagelado Trypanosoma cruzi (Despommier et al., 1994). Es endémica del

continente americano y los vectores que la transmiten a los humanos y a otros animales

son chinches hematófagas obligadas, pertenecientes a los géneros Triatoma, Rhodnius y

Pastrongylus (Hemiptera: Reduviidae) (Zerba, 1989). En Argentina, el principal vector de

esta enfermedad es la especie T. infestans, popularmente conocida con el nombre de

vinchuca. Esta palabra es de origen quechua y significa “la que se deja caer”, en

referencia al hábito de los triatominos de abandonar por las noches los techos de las

viviendas en busca de alimento.

La prevalencia de la enfermedad ha sido estimada en 16 á 18 millones de

personas, mientras que unas 120 millones están en riesgo de contraerla (TDR, 2002).

Estas cifras la ubican entre las tres enfermedades tropicales más importantes de América

latina, junto con la malaria y la esquistosomiasis.

Drogas como nirfutimox y benznidazol curan la parasitemia si se aplican durante

los primeros días de la infección (WHO, 2002). También son efectivas para tratar los

síntomas de la fase aguda, pero la eliminación del parásito se hace más improbable a

medida que pasa el tiempo. Los efectos secundarios de estas drogas son frecuentes y

peligrosos. No se conocen tratamientos para los casos crónicos y nada indica que se vaya

a desarrollar una vacuna en el futuro inmediato.

Por estas razones, se considera que la mejor manera de disminuir la incidencia de

la enfermedad es una combinación de tres factores: el mejoramiento de las viviendas en

las zonas rurales afectadas, la educación de los pobladores y el control químico de los

insectos vectores (WHO, 2002). Estas estrategias han sido aplicadas con distintos grados

de intensidad y continuidad en los países afectados. En términos generales, el control

químico es la que ha recibido mayor atención y ha permitido obtener mejores resultados

(Zerba, 1989).

Clorados, fosforados y carbamatos


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El control químico organizado de los vectores de Chagas en Argentina comenzó a

mediados del siglo pasado, estimulado por el enorme éxito que por ese entonces

presentaban el 4,4-dietildiclorodifeniltricloroetano (DDT) y otros insecticidas clorados

(Mellanby, 1992). A pesar de sus impresionantes antecedentes en el control de plagas de

importancia agrícola o sanitaria, el DDT resultó muy poco tóxico en T. infestans. Años

después se demostró que las vinchucas poseen enzimas que lo transforman en productos

sin actividad insecticida (Agosin et al., 1964).

El inesperado fracaso del DDT condujo a la aplicación de hexaclorociclohexano

(HCH). Este insecticida pertenece a la familia de los ciclodienos, que actúan como

antagonistas de los canales de cloruro asociados a receptores gabérgicos (Stenersen,

2004).

El uso del HCH en las campañas contra la enfermedad de Chagas comenzó en

1947. A partir de mediados de la década de 1960, muchos países comenzaron a retirar

del mercado a los insecticidas clorados. Esto se debió en gran medida a la aparición del

libro Primavera silenciosa (Carson, 1980), que alertó a la opinión pública acerca del daño

que la contaminación estaba causando al ambiente y a los seres vivos. Buena parte de la

obra se dedicaba a destacar los efectos adversos de los insecticidas clorados. A causa de

la alta estabilidad de las uniones entre los átomos de cloro y carbono que las

constituyen, estas sustancias se acumulan en el ambiente, se concentran en los seres

vivos y se biomagnifican a través de las cadenas tróficas (Moriarty, 1999).

Siguiendo la tendencia mundial, el control de los vectores de Chagas derivó al uso

de carbamatos y fosforados. Estos insecticidas inhiben la acetilcolinesterasa, enzima que

degrada el neurotransmisor acetilcolina y es indispensable para el desarrollo normal de la

función nerviosa (Stenersen, 2004).

El carbamato propoxur fue el primer anticolinesterásico usado para el control de

los vectores de Chagas. La evaluación de su actividad triatomicida y los primeros ensayos

de campo se realizaron en Chile entre 1969 y 1971 (Gualtieri et al., 1985). En Argentina,

además del propoxur se usaron los fosforados malatión y fenitrotión, que presentaban

buena actividad triatomicida (Picollo et al., 1976) (Tabla).

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Si se respetan las recomendaciones de uso, los riesgos ambientales y sanitarios

asociados al uso de estos insecticidas son mínimos. Sin embargo, otros carbamatos y

fosforados han sido muy cuestionados a causa de su alta toxicidad en los mamíferos. Por

este motivo, se siguieron buscando alternativas más seguras.

Piretroides

Los piretroides son análogos sintéticos de las piretrinas producidas por el

crisantemo Chrysanthemum cinerariifolium. Su sitio de acción primario son los canales de

sodio dependientes de voltaje de las membranas neuronales (Ruigt, 1985). Los

piretroides mantienen estos canales en estado abierto, prolongando la corriente de sodio

que ingresa a las neuronas.

Se los comercializa desde mediados del siglo pasado, pero durante varias décadas

su uso estuvo restringido al interior de las viviendas, porque su vida media en el

ambiente era menor que un día (Elliot, 1989). En los años ´70 se obtuvieron los

primeros piretroides fotoestables, con una vida media al aire libre de alrededor de un

mes. De inmediato se convirtieron en la alternativa que se buscaba para reemplazar a los

carbamatos y los fosforados.

Los piretroides son altamente selectivos. Aún los cianopiretroides, que son los

más tóxicos para los mamíferos, se pueden usar con un mínimo riesgo, porque su

actividad insecticida es tan alta que las dosis aplicadas no constituyen un riesgo para los

organismos superiores (Naumann, 1990).

En 1978 se realizó en Argentina la primera evaluación de la toxicidad de un

cianopiretroide en T.infestans (Zerba et al., 1987). Este y otros estudios demostraron

que los cianopiretroides eran herramientas potenciales y prometedoras para el control de

los vectores de Chagas (Casabé et al., 1988) (Tabla).

El primer síntoma visible de intoxicación en los insectos tratados con piretroides,

es un aumento de la actividad locomotora (Benoit et al., 1985; Alzogaray et al., 1997)

(Figura 1). En condiciones de campo, esta propiedad es la responsable del fenómeno de

expurgue, que hace que los insectos abandonen sus refugios. El expurgue tiene al menos

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dos usos prácticos. La aplicación simultánea de una sustancia expurgante y otra tóxica,

aumenta la exposición de los insectos a esta última (en el caso de los piretroides, la

misma sustancia cumple las dos funciones). Además, sirve como herramienta para

capturar insectos y averiguar, por ejemplo, si una vivienda está infestada (Oliveira Filho,

1994). El piretroide tetrametrina, formulado como aerosol, es usado por los agentes

sanitarios con estos fines.

Otra propiedad característica de los piretroides es que por lo general su toxicidad

aumenta al disminuir la temperatura ambiental (Ruigt, 1985). Este fenómeno ha sido

observado en numerosos insectos, incluida T. infestans (Alzogaray and Zerba, 1993)

(Figura 2), y ha sido atribuido a que la estabilidad del complejo que forman los

piretroides con su sitio primario de acción es más estable a baja temperatura (Gammon,

1978). Pero se trata solamente de una tendencia, ya que según el estadio ninfal, el rango

de temperatura y el piretroide, la toxicidad disminuye, aumenta o permanece invariable

al disminuir la temperatura (Sparks et al., 1982; Toth and Sparks, 1988).

El producto de la síntesis de los piretroides suele ser una mezcla de isómeros

ópticos y geométricos que presentan muy diferentes actividades insecticidas (Naumann,

1990). En ninfas de T. infestans, por ejemplo, cis-permetrina es más tóxica que trans-

permetrina (Alzogaray et al., 1998) (Figura 3). A fines del siglo pasado aparecieron en el

mercado piretroides enriquecidos en sus isómeros más activos, que se distinguen de las

mezclas convencionales de isómeros porque se antepone una letra griega a sus nombres

de fantasía.

En los últimos años, los vectores de Chagas han sido controlados con

deltametrina, alfametrina, cipermetrina, λ-cihalotrina y β-ciflutrina. Más recientemente se

incorporó el uso de β-cipermetrina, cuya actividad triatomicida fue evaluada mediante

ensayos de laboratorio y de campo realizados en Argentina (Zerba et al., 1997). Estos

insecticidas son formulados como suspensiones concentradas, polvos mojables y

concentrados emulsionables. Su aplicación requiere entrenamiento profesional y

constituye una medida de control con muy bajo riesgo para el ambiente y las personas.

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Gracias al apoyo económico del Tropical Diseases Research (TDR), que depende

de la Organización Mundial de la Salud, se han desarrollado en Latinoamérica dos

importantes herramientas para el control de la enfermedad de Chagas: una pintura

insecticida y un pote fumígeno. La pintura, de origen brasileño, es un formulado de

liberación lenta constituido por una matriz de polivinil acetato y malatión como

ingrediente activo (Oliveira Filho et al., 1988; WHO, 2002). Este producto supera en

estabilidad y adherencia a los formulados convencionales.

La otra herramienta es un pote fumígeno que libera humos insecticidas (TDR,

1995; Zerba et al., 1988; Zerba, 1999). Desarrollado en Argentina, consiste en un pote

que contiene una mezcla fumígena. Entre sus componentes se cuentan uno o más

insecticidas que han variado en distintas versiones del pote. La versión más reciente

contiene los piretroides permetrina y β-cipermetrina, y el fosforado DDVP. Una de sus

principales ventajas es que los humos alcanzan lugares a los que no llega el rociado

convencional. Es una herramienta cuyo uso no requiere entrenamiento profesional, y por

lo tanto puede ser usado por los habitantes de las viviendas.

En 1991, el Ministerio de Salud de la República Argentina comenzó a usar el pote

fumígeno en las campañas nacionales para el control de la enfermedad de Chagas.

Fujisaki y Reich (1998) han atribuido al uso del pote fumígeno la importante reducción

observada en la prevalencia de la enfermedad de Chagas en Argentina durante los

últimos años del siglo pasado (Moncayo, 1999).

Resistencia a piretroides

El uso continuo de piretroides para controlar las poblaciones de T. infestans ha

constituido una fuerte presión selectiva que condujo a la aparición de focos de insectos

resistentes a estos insecticidas. Desde 1995, con el apoyo de las autoridades sanitarias

(Dirección de Epidemiología del Ministerio de Salud de la Nación) y la colaboración de los

Jefes de los Programas Provinciales, el Centro de Investigaciones de Plagas e Insecticidas

evalúa en condiciones de laboratorio la respuesta a los insecticidas en individuos

recolectados en distintas provincias argentinas (Zerba, 1999). Esta vigilancia permitió

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detectar focos de resistencia incipiente a piretroides en muestras de T. infestans

recolectadas en varias provincias argentinas y en Brasil, y en muestras de R. prolixus

provenientes de Venezuela. En las muestras argentinas, los valores de Grados de

Resistencia (GRs)1 a piretroides variaron entre 1,8 y 3,0 (Vassena y Picollo, 2003). Los

de las muestras brasileñas, entre 0,9 y 7,0; y los de las muestras venezolanas, entre 3,0

y 11,4 (Vassena et al., 2000).

En 2002, la Coordinación de Vectores del Servicio Nacional de Chagas de

Argentina informó que estaban fracasando las medidas de control de T. infestans en la

zona de Salvador Mazza (Dpto. de San Martín, provincia de Salta). Fallas similares se

observaron casi al mismo tiempo en Yacuiba, localidad boliviana vecina a Salvador

Mazza. Los estudios toxicológicos revelaron que los insectos recolectados en el lado

argentino de la frontera presentaban GRs a deltametrina comprendidos entre 50,5 y

133,1 (Picollo et al., 2005). Esta fue la primera descripción de fallas en el control químico

de triatominos causados por altos niveles de resistencia a piretroides. Al comprobar que

los insectos resistentes a deltametrina no presentaban resistencia cruzada a los

fosforados, se recomendó reemplazar a los piretroides por fenitrotión y DDVP. La

aplicación de estas sustancias permitió continuar con éxito las actividades de control en

la zona de Salvador Mazza.

Perspectivas

La estrategia sugerida por el TDR para el período 1996-2010 enfatiza el control de

los vectores y la vigilancia de los bancos de sangre (para evitar el contagio a través de

transfusiones) (TDR, 2002). El TDR recomienda profundizar la investigación en tres

áreas: el control de los vectores, el manejo y tratamiento de la enfermedad y la

adquisición de conocimientos básicos.

La participación de los países afectados es la contraparte de este invalorable

apoyo. En 1991 se lanzó la Iniciativa de los Países del Cono Sur (Argentina, Bolivia,

Brasil, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay); y en 1997, la de los Países Andinos (norte de

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Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela) y la de América Central (Belice, Costa Rica, El

Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá) (Moncayo, 1999). Recientemente

se ha propuesto la creación de una cuarta iniciativa que abarcaría a los países

amazónicos (PAHO, 2004). Estos programas han alcanzado muy buenos resultados en el

control químico de la enfermedad de Chagas. Actualmente, la transmisión de T. cruzi se

considera interrumpida en Uruguay y Chile (TDR, 2002). En el área médica, en cambio,

no se han producido avances importantes.

La gran deuda de los gobiernos hacia sus ciudadanos tiene que ver con el

mejoramiento de la calidad de vida. Es triste comprobar que en muchas regiones de

Latinoamérica las cosas han cambiado muy poco en los últimos setenta años, desde que

Carlos Chagas escribió: “Hay un designio nefasto en el estudio de la tripanosomiasis.

Cada trabajo apunta un dedo hacia una población mal nutrida, hacia un problema

económico y social que a los gobernantes les produce una tremenda desazón, pues es

testimonio de incapacidad para resolver un problema tremendo... Es un problema de

vinchucas que invaden y viven en habitaciones sucias, con habitantes ignorantes, mal

alimentados, pobres y envilecidos, sin esperanza y sin horizonte social” (citado en Jörg y

Storino, 2002).

Agradecimientos

A María Inés Picollo y Eduardo N. Zerba, por leer este artículo y sugerir correcciones que

permitieron mejorarlo.

1
GR = DL50muestra de campo / DL50cepa susceptible.
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Tabla. Toxicidad de distintos insecticidas, aplicados en forma tópica en ninfas del quinto

estadio de T. infestans. (Picollo et al., 1976; Zerba et al., 1987; Casabé et al., 1988;

Zerba et al., 1997).

Insecticida DL50 Intervalo de confianza del 95%

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(µg/g de insecto)

Carbamato

Propoxur 18,5 15,1 – 24,6

Fosforados

Malatión 49,2 37,6 – 64,4

Fenitrotión 5,6 2,5 – 12,5

Cianopiretroides

Cipermetrina 2,9 1,0 – 6,7

Deltametrina 1,5 0,9 – 2,5

Isómeros activos
de cianopiretroides

β-Cipermetrina 1,6 0,9 – 4,3

β-Ciflutrina 0,3 0,2 – 0,5

λ-Cihalotrina 0,1 0,06 – 0,2

Figura 1. Actividad locomotora en ninfas del quinto estadio de T. infestans expuestas a

papeles de filtro tratados con piretroides. I, β-cipermetrina; II, β-ciflutrina; III, λ-

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cihalotrina; IV, cipermetrina; V, deltametrina; VI, cis-permetrina; VII, aletrina; VIII,

tetrametrina. (Alzogaray and Zerba, 2001).

7000
actividad locomotora

6000
(pixeles/área)

5000

4000

3000

2000

1000

0
I II III IV V VI VII VIII IX
ciano-piretroides no ciano- control
piretroides

Figura 2. Efecto de la temperatura sobre la toxicidad de piretroides aplicados en forma

de filmes sobre papel de filtro en ninfas del tercer estadio de T. infestans. I,

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deltametrina; II, asimetrina; III, alfametrina; IV, cipermetrina; V, cipermetrina “High

cis”. (Alzogaray and Zerba, 1993).

10
16°C
CE50 (µg/cm2)

28°C
8

0
I II III IV V

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Figura 3. Toxicidad de los piretroides cis- y trans-permetrina, aplicados en forma tópica

en ninfas de T. infestans. Los números sobre las barras indican cuántas veces más tóxico

es el isómero cis que el trans. (Alzogaray and Zerba, 1998).

cis-permetrina 54
900 trans-permetrina
DE50 (ng/insecto)

850

800 25

100

50
3
0
primero tercero quinto
estadio ninfal

Recibido: 09/12/05

Aceptado: 10/12/05

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