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Universidad de Los Andes

Maestría en Filosofía
Ética
Profesora: Milagros Sánchez
Alumno: Adrián Navia Segovia

“…Intentemos ver qué cosas salvan o destruyen las ciudades…” 1

Con esta cita se inicia el presente trabajo, el cual pretende hacer un análisis desde la ética
a las ciudades contemporáneas (las polis actuales) y a algunos de los entes que configuran y
soportan su construcción y modificación, tales como sus habitantes (quienes la padecen), el
Estado (como ente que rige el modo en el que se debe configurar la ciudad), los inversionistas
(quienes la construyen), los arquitectos y urbanistas (quienes las diseñan), entre otros.
La cita inicial forma parte de la última página del libro Ética Nicomáquea de Aristóteles,
cerrando así el curso de ética e introduciendo a su siguiente curso, el de política. De esta manera
se empieza el trabajo sobre ética, tomando la última reflexión de la ética según Aristóteles, debido
a que al hablar de la polis necesariamente nos referiremos a algunos elementos que el filósofo
griego ya toca en su curso de ética que tienen que ver con elementos de la política, como la noción
de “bien común” (reinterpretando el contexto griego de hace 2.500 años), la justicia y su relación
ética con el “otro” y por supuesto la felicidad como fin último de la obra. Cabe destacar que esta
cita está incompleta y se puede interpretar como una descontextualización. El texto dice:
“Luego, partiendo de las constituciones que hemos coleccionado, intentemos ver
qué cosas salvan o destruyen las ciudades, y cuáles a cada uno de los regímenes, y
por qué causas unas ciudades son bien gobernadas y otras al contrario”2.
La intención no es descontextualizar la cita sino darle fuerza y énfasis a las palabras salvan y
destruyen en referencia a las ciudades, ya que en estas dos premisas (la salvación o la destrucción
de las ciudades) se soportará dicho ensayo. Por otro lado no se pretende analizar, ni cuestionar las
legislaciones de ninguna ciudad, ni los regímenes particulares sobre los que se han transformado,
aunque se intentará entender dichas transformaciones en base a las ideas (ideologías) de la

1
Aristóteles. Ética Nicomáquea 10, 9, 1118b17-18.
2
Aristóteles. Ética Nicomáquea 10, 1118b15-20
modernidad en general (tales como el progreso, la homogeneización social, el desarrollo o la
racionalidad cartesiana).
Tal como finaliza su curso sobre ética, Aristóteles también lo inicia vinculando a la ética
con la política, cuyo fin es entendido en la fijación de normas generales para asegurar el bien de
los ciudadanos y de la polis misma3.
La ética (para la ciudad)
La ética del griego ethos es carácter y costumbre. La costumbre la podemos interpretar
como un modo de habitar heideggereano, ya que el habitar está vinculado a lo habitual, esto
último es sinónimo de costumbre. Aristóteles dice que no basta conocer la virtud, hay que ponerla
en práctica y ejercerla, es decir a través de la voluntad del ser humano se debe poder aplicar la
ética (voluntad de poder). Los seres humanos no necesariamente nacen buenos, pero pueden
llegar a convertirse en buenos (por enseñanza) por hábito.
Los griegos en la época de Aristóteles buscaban la virtud (aleteia), sin saber muy bien qué
es lo que era. En la época actual ocurre lo mismo con la ética (ethos), sin saber muy bien qué es,
las personas se mueven en esa dirección, en la noción entre el bien y el mal, buscando por su
puesto hacer el bien.
El bien (to agatho) es el fin que completa la naturaleza de una sustancia. Ante esto nos
preguntamos ¿Cuál es la naturaleza de la ciudad?
Naturaleza de la ciudad
La ciudad por sobre todas las consideraciones es un hecho social, es la mejor evidencia de
que el ser humano habita en sociedad. La palabra sociedad proviene del latín societas que significa
asociación, de socius que quiere decir “socio, aliado, compañero, amigo”4. La palabra ciudad
aunque tiene un origen conceptual en la polis griega, su origen etimológico está en el latín, de la
palabra civitas, que junto con civis, ambas tienen raíz indoeuropea de la palabra kei que significa
“yacer, hogar inclinar” y en otro sentido echar raices5. Se observa una evidente relación entre la
ciudad y el habitar heideggereano, ya que la esencia de este último está en el cuidar/cultivar la
Cuaternidad, refiriéndose a cuidar lo que crece, lo natural, es decir la tierra, la cual se cultiva para
obtener alimentos y sobre la cual se “sedentan” (asientan/sientan) los mortales para construir y
satisfacer sus necesidades. De esta manera podemos definir la naturaleza de la ciudad en dos
elementos: la asociación de los ciudadanos por un bien común, mediante la política (de la polis) y

3
Aristóteles. Ética Nicomáquea 1.
4
“Etimologías.dechile”; http://etimologia.wordpress.com/2007/09/09/sociedad/
5
“Etimologías.dechile”; http://etimologia.dechile.net/?ciudad
el cuidar la naturaleza para poder satisfacer las necesidades básicas del hombre (obtención de
alimento y agua).
De esta manera es importante resaltar las virtudes éticas de la ciudad (lo mejor para el
ciudadano) a partir de lo planteado.
Por un lado dentro del ámbito de la ciudad desde la asociación, se resalta la importancia
de los espacios públicos como lugares de encuentro entre los ciudadanos. Por el contrario el
espacio privado (del latín privatus) hace referencia a “privar”. Si bien cada uno de estos conceptos
tiene su función en la ciudad, uno relacionado a la vida exterior de los ciudadanos y el otro a la
vida íntima del individuo, cuando se hace mención al espacio público se señalan los lugares de la
ciudad vinculados a espacios exteriores, al encuentro, a la sociabilidad (y asociación), a la garantía
de igualdad de oportunidades, a la accesibilidad y al derecho a participar en la vida de la ciudad.
Cualquier atentado contra el espacio público es un atentado directo contra los habitantes de la
polis y su posibilidad para “asociarse en sociedad”. Al hablar de asociación también se hace
referencia a la amistad, valor clave en la esencia social del ser humano. En el libro IX del curso
Ética Nicomáquea, Aristóteles se refiere a la amistad en relación a la felicidad de varias formas.
“…se cree que el hombre feliz debe vivir una vida agradable. Pues bien, la vida de un
solitario es difícil, pues no les es fácil estar continuamente activo condigo mismo,
pero en compañía de otros y en relación con otros es mucho más fácil… la
convivencia con los hombre buenos puede producir una especie práctica en la
virtud”6.
También dentro de la amistad se encuentra la concordia, la cual se basa en los intereses comunes
(bien común) como parte de la identidad colectiva7. De este modo se puede argumentar que la
amistad y la asociación promueven la felicidad de los ciudadanos y los espacios públicos son
lugares que promueven la asociación y la amistad, por ende los espacios públicos favorecen la
felicidad de los ciudadanos de la polis.
El otro aspecto importante a resaltar dentro del ámbito de la ciudad desde la asociación es
el de la comunidad. En este sentido se reivindica “lo comunitario tanto para reconocer el sentido
de pertenencia a una colectividad política base social de la democracia, como para nombrar el
espacio de “bien común”8. Además lo comunitario promueve el sentido de arraigo y pertenencia
de los habitantes hacia el lugar (el cuidar de la Cuaternidad heideggereano) y hacia ellos mismos

6
Aristóteles. Ética Nicomáquea 9, 9, 1170a2-12
7
Aristóteles. Ética Nicomáquea 9, 6.
8
Torres Carrillo, “Modernidad y nuevos sentidos de lo comunitario”.
como colectividad, ya que ven en el “otro” elementos de afinidad con los cuales se sienten
identificados (identidad). De esta manera lo comunitario es la base de la asociación entre los
ciudadanos, la cual se suele llevar a cabo en el espacio público.
El otro aspecto que forma parte de la naturaleza de la ciudad que se quiere resaltar es el
de cuidar la naturaleza. El ser humano por supervivencia debe tener una relación armónica con el
medio que lo rodea, ya que depende del mismo para obtener los elementos para satisfacer sus
necesidades (alimento, agua, cobijo, ropa, etc). Heidegger se refirió a esto como el cuidar la
Cuaternidad (salvar la tierra, recibir el cielo, en espera de los divinos, en el conducir de los
mortales9), es decir cuidar/cultivar lo natural para que pueda crecer sin alterar su naturaleza. El
cuidar a su vez se relaciona etimológicamente con el construir (Bauen=construir y cuidar). El
construir es habitar10. El cuidado de la naturaleza se debe llevar a cabo junto con el vecino
(Nachebur=aquel que habita en la proximidad), el amigo, el socio. Por ende el cuidado de la
naturaleza está al servicio de la ética como un valor de supervivencia para que se pueda llevar a
cabo el fin último de la misma, la felicidad. Cualquier atentado contra la naturaleza es una acción
que desde la ética será condenado.
La ciudad actual
Según Jean-Francois Lyotard la ciudad contemporánea es una “zona” intermedia e
indeterminada, incomoda de habitar y comprender, cuya relación con el pensamiento occidental
(racionalista absolutista) evidencia cómo la ciudad intentó arrasar con todo “resto mal medido”,
para reconstruirlo todo desde el principio11. Esto demuestra tres cosas: primero la falta de
reconocimiento por la importancia de la ciudad tradicional no moderna, la cual se convirtió en un
estorbo a borrar por medio de la Carta de Atenas (1933)12. Segundo la falta de consciencia en la
época ante la no ilimitada capacidad de explotación del planeta, y por ende la falta de cuidado por
la naturaleza (esencial de la ciudad). Por último, la búsqueda de un cambio de paradigma
modificando la ciudad densa y compacta tradicional (más armónica con el medio ambiente), a la
ciudad monofuncional, ordenada por la zonificación segregacionista de sus espacios (residencias,
industrias, comercios, servicios, etc), conectados por la máquina –el vehículo automotor-.

9
Heidegger “Construir, habitar, pensar”
10
Ibídem
11
Lyotard (1996). Anima minima. En modalidades posmodernas. (p. 161-170). Madrid: Tecnos. Traducción
de Agustín Izquierdo.
12
Escrita por Le Corbusier en el primer CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), en la cual
se fundaron los pilares de la ciudad moderna, en base a por un lado el saneamiento higiénico de la ciudad y
por otro la intención de llevar a cabo la utopía racionalista del movimiento moderno.
La utopía absolutista y positivista producto del proyecto que se venía construyendo en el
pensamiento occidental desde la Ilustración, se vio diluida por el mayor acontecimiento del s. XX,
la segunda guerra mundial. Esta utopía planteaba el progreso (desarrollado por Hegel), como
máxima expresión de la revolución epistemológica (teoría del conocimiento científico)13. Según
Habermas el proyecto de la modernidad está basado en el progreso infinito de los conocimientos,
es decir la visión del progreso como una acumulación de conocimiento que va desarrollando al
hombre y a la sociedad hasta acercarlo a la perfección. Por un lado este progreso consiguió su
máxima expresión en la bomba atómica destructora de vidas. Por otro lado la racionalidad (que
abrazaba dicho progreso), racionalizó el asesinato en masa de personas en los campos de
concentración, hasta llevarlos a un nivel industrial. La ilustración había fracasado.
La segunda guerra mundial como acontecimiento trae a colación el resurgimiento de la
ética desde el mal (y un debilitamiento de la ética positiva –del bien-), la cual siempre emerge en
los momentos de fractura. Tras la segunda guerra mundial el ser humano es consciente de su
capacidad destructora (capacidad de desaparecer a su propia especie), frente a las premisas
positivistas construidas en la modernidad, que pensaban que el progreso iba a traer prosperidad y
acumulación infinita (acumulación que por cierto es opuesta a la noción de cuidado de la
naturaleza). A eso se le agrega otro gran acontecimiento del s. XX, el cambio climático, el cual se
debe al impacto del sistema social actual en la naturaleza (y en buena parte al modelo de ciudad
que se ha planteado). Ambos acontecimientos terminan de sepultar la utopía de la ciudad de la
Carta de Atenas (zonificada, pensada para la máquina, disgregada), dejando inconclusa dicha
construcción, resultando una ciudad contemporánea, sin sentido, diluida, segmentada, desigual,
homogeneizada (sin carácter identitario), consumista de los recursos naturales, con lugares que
conducen al fracaso y la pérdida de identidad. La ciudad se individualiza y el individuo pasa a
convertirse en un objeto masificado, sin comunidad ni asociación de sus actores.
Frente a todos estos problemas generados por el pensamiento occidental y cuya máxima
expresión social se observa en la ciudad, se hace latente la necesidad de analizar éticamente a la
ciudad y a sus actores en pro de su felicidad.
La ética de Eugenio Trías da pistas importantes para abordar esta situación éticamente. La
propuesta de abordar estos problemas desde la razón, pero no por medio de una razón dogmática
(positivista y absolutista), sino por una razón crítica que analiza dentro de sus fronteras sus
problemas y por ende sus soluciones. Una razón transversal que aborda lo filosófico acompañado

13
Montaner (1997). La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX. (p. 13).
de lo estético y cívico-político, en pro de reflexionar sobre el ser humano y en este caso su
condición como habitante de la polis. Trías propone que el habitante dota “al mundo de sentido y
significación”14. Esto se refleja justamente en las ciudades (como mejor reflejo de las sociedades
que las habitan), a través de su arquitectura, las relaciones entre los edificios y sus espacios. En las
ciudades contemporáneas, por el contrario los espacios carecen de sentido (o contienen un
sentido de la nada, siendo espacios fríos, pragmáticos y para el consumo). Esa pérdida del sentido
en los habitantes genera una falta de arraigo por el lugar, hasta el punto extremo de abandonarse
y convertirse en excrementos urbanos residuales.
Pérdida de lugares
La ciudad contemporánea ha deformado la condición de lugar (el cual se entiende como
un sitio con cualidades particulares) de varias maneras. La primera forma es con la sustitución de
la plaza pública (entendida como el lugar por excelencia para el desenvolvimiento, encuentro y
sociabilización del ser humano) por el Centro Comercial o Mall de origen norteamericano (no
lugar). De esta manera un espacio polivalente, que tenía la posibilidad de ser multifuncional y
accesible para todas las personas, se traslada a un recinto cerrado, accesible solo a los
consumidores del sistema (excluyente), cuya función principal es justamente la de consumir.
Al igual que las plazas, los espacios públicos en general han desaparecido, se han
privatizado, se han cerrado o sencillamente se han abandonado (y ocupado por habitantes
informales o transformándose en residuos urbanos). La respuesta del muro o la reja convencional
para buscar generar un control al uso de estos espacios, por un lado ha destruido los lazos
comunitarios entre dicho espacio público y su entorno, disgregando aún más la ciudad y
rompiendo los lazos de sus habitantes.
Por otro lado las áreas residenciales (que son las que más tamaño ocupan en todas las
ciudades), se convierten fundamentalmente en tres tipos de áreas: las grandes urbanizaciones,
homogéneas con pocas cualidades expresivas y poco sentido, con casas iguales (o muy parecidas)
aisladas e individualizadas, segregadas de la ciudad (y de la comunidad), al ser áreas creadas para
un uso particular (el uso residencial), contienen calles vacías, ya que no se propicia el habitar en
las mismas. Por otro lado los bloques de vivienda vertical, muchos de ellos espacios de
hacinamiento vertical. Y por último, las viviendas informales de la ciudad marginada, expresión de
la exclusión social de las ciudades.

14
Trías (2000). Ética y condición humana.
En el caso venezolanos la respuesta de los entes máximos responsables de la ciudad
(Estados, Alcaldías, Municipalidades, Gobernaciones, Parroquias, etc) ha sido la de evitar incluirlo
en la agenda política como un problema y por ende no hacer nada para solucionarlo de raíz. En
otras latitudes del mundo, pese a la cultura ciudadana, la poca inseguridad y a la fuerza de sus
urbanismos autóctonos (medievales, renacentistas…), la influencia norteamericana poco a poco se
va implantando en las culturas y ese modelo de ciudad se ve cada vez más reflejado en las
periferias urbanas.
Los inversionistas y arquitectos han sido los principales promotores de estas atrocidades
urbanas, viendo en el lucro su principal objetivo. Pese a que las soluciones arquitectónicas pueden
ser más o menos agresivas con la vida urbana al implantarse estas respuestas, en el mejor de los
casos se pueden ceder parte del espacio privado al espacio público y plantear comercios mixtos
unos al espacio externo y otros al espacio interno, de esta manera no se deja de potenciar la
habitabilidad de lo pública. El problema es que muchas veces estos proyectos suelen estar en
sectores de la ciudad que desde su misma morfología desalientan el habitar del espacio público,
rematando usualmente con grandes extensiones de estacionamientos que rodean el edificio.
Lo habitantes sufren de diversas maneras estos planteamientos. Por un lado los sectores
marginados de la sociedad también se ven excluidos de estos espacios al no ser “personas
rentables” para el sistema. El medio natural también sufre con estos planteamientos, ya que
además de incentivar al consumo excesivo de la obsolescencia, a estos sitios se suele llegar en
vehículo privado, lo cual induce a un mayor consumo energético innecesario. El habitante se
encuentra en un estado constante de extrañeza, al no sentir arraigo por el lugar donde habita. Las
comunidades se fracturan producto de la disociación de sus habitantes, en un entorno
homogéneo, poco diverso, disgregado.
Fractura y disgregación
La invención del automóvil tuvo un efecto en la ciudad similar al de la invención del
ascensor en los edificios en altura, el crecimiento desbordado. Actualmente las ciudades más
importantes del mundo se han transformado en megápolis, con áreas extensas monofuncionales,
lo que dificulta la posibilidad de habitar los espacios por parte de los ciudadanos, ante la falta de
servicios y equipamiento urbanos inexistentes a distancias cortas, lo cual obliga al habitante a usar
el vehículo automotor (privado en la mayoría de los casos) para desplazarse por cualquier razón (a
diferencia de en la ciudad tradicional en donde la densificación y compactación de la ciudad, hace
que los servicios y equipamientos se encuentren distancias cómodas para desplazarse a pie). Esto
sin lugar a duda afecta el impacto sobre la naturaleza ya que se incentiva a que los
desplazamientos consuman una cantidad de energía considerable.
Esta división monofuncional de la ciudad la ha fracturado y ha separado a sus habitantes
en células de vivienda aisladas, sin espacios públicos (o con muy pocos), quebrando los lazos
sociales comunitarios e individualizando a sus habitantes. Esta crisis de la comunidad ha producido
individuos aislados, solos (la soledad se proyecta como la epidemia del siglo XXI), aterrados.
Sumado a esto los medios de comunicación contribuyen a la producción de miedo hacia el “otro”,
siendo esto germen de los movimientos de extrema derecha en el mundo.
Todo esto afecta a los habitantes de tal modo que estos reaccionan abandonando los
espacios de la ciudad y deshabitándolos. De esta manera una ciudad que carece de habitantes en
sus espacios públicos (aceras, plazas, etc), carece de sentido, es la no ciudad.
Conclusión
Ante todo lo expresado sobre la polis, parece que en la ciudad contemporánea se percibe
un elemento en común en relación a las dos premisas iniciales que respondían a la pregunta sobre
la naturaleza de la ciudad, la asociación (a través de los espacios públicos y el sentido de
comunidad) y el cuidado a la naturaleza. Este elemento en común es la constante negación,
destrucción o intervención negativa por parte de los espacios de la ciudad contemporánea hacia la
asociación y el cuidado a la naturaleza. Esto no solo atenta contra la visión ética de la esencia de la
ciudad, sino que incluso pone en peligro al habitante frente a la amenaza del cambio climático
acelerado (entre otras cosas), por el comportamiento de las ciudades contemporáneas. La
configuración espacial de la ciudad condiciona el comportamiento de sus habitantes, alentándolos
a deshabitar la ciudad.
De esta manera dentro del contenedor ético del “bien” o de las “ciudades buenas” para la
felicidad, se perciben elementos como los espacios públicos, la amistad de los habitantes, su
asociación, la comunidad, el sentido de pertenencia e identidad, el cuidado por la naturaleza y el
habitar. Las ciudades contemporáneas se muestran como la representación de la “mala” ciudad o
la “ciudad incorrecta”, la ciudad que lleva al camino de la distopía social, atentando contra todos
los elementos de la “ciudad buena” de múltiples formas, como la pérdida de lugares, la
privatización de los espacios públicos, la disgregación urbana, el desbordamiento de las áreas
monofuncionales, la fractura comunitaria, el individualismo, la producción de miedos, el
deshabitar de la ciudad.
Como alivio a este panorama desolador, en varios lugares del mundo desde hace varias
décadas se han identificado algunos de estos elementos “malvados” de la ciudad contemporánea
y se han abordado, teniendo éxito sobre todo en las políticas de recuperación y creación de
espacios públicos, pero el modelo de ciudad que se sigue concibiendo en la mayor parte de
personas, arquitectos, constructores y políticos, es el de la ciudad disgregada, del progreso y la
homogeneización social (llevada a cabo por los inversionistas para el enriquecimiento), impuesta
como sentido común en sus propios habitantes y esto se ve reflejado en el modo como se están
construyendo las periferias urbanas.
La propuesta ética que se plantea como un esbozo superficial a este trabajo, está apoyada
en lo que Trías denomina, “uso práctico de la razón fronteriza”15, es decir plantear una propuesta
dentro de los límites de la razón, a partir de la crítica. Cualquier propuesta debe estar enmarcada
en base a la razón, la cual hoy en día sigue siendo la mayor herencia de la filosofía moderna en el
mundo contemporánea (pese a la hegemonía de la posmodernidad, la post-verdad, etc. en el
universo de la filosofía). Esto se puede afirmar escuchando los planteamientos programáticos de
los protagonistas políticos de la actualidad (desde los progresismos de extrema izquierda, hasta los
neo-fascismos de extrema derecha, pasando por la socialdemocracia y la democracia cristiana), los
cuales abanderan todavía el progreso, el desarrollo, la explotación del planeta para la extracción
de sus recurso y las sociedades de consumo (tal como desde el siglo XIX se hace).
Entendiendo que hoy en día la razón de las ciudades es impuesta por los Estados-Nación
por un lado y por la influencia de las grandes empresas en los mismos por otro, se ve la necesidad
de que el aporte crítico se haga dentro de estas estructuras de poder racionales y modernas (pese
a los límites que se sabe pueden tener estas instituciones, desde su misma esencia ideológica).
Cualquier respuesta que pretenda cambiar la estructura de las ciudades, debe ser plasmada
legislativamente. Si bien, las ciudades actuales son producto de las sociedades contemporáneas,
existe un pequeño margen de acción dentro del marco legislativo que puede aportar soluciones a
los problemas planteados, tales como:
 La peatonalización de las ciudades. Priorizar los espacios para los peatones,
ensanchar las aceras, peatonalizar calles estratégicas, soterrar los
estacionamientos y mejorar el transporte público.
 La defensa del pequeño comercio, frente al gran comercio de los Malls, para
incentivar la vida urbana y disminuir los consumos energéticos de las ciudades

15
Trías (2000). Ética y condición humana.
(para no necesitar el vehículo para obtener los productos básicos de la
cotidianidad).
 La recuperación y creación de espacios públicos, como lugares de encuentro entre
los habitantes de la polis.
 La abolición de la ciudad monofuncional, en pro de una ciudad densa, diversa y
compacta, con servicios y equipamientos a distancias cortas, más amigable con el
medio ambiente.
 Incorporar más servicios (colegios, guarderías, centros de salud, instalaciones
deportivas) a pequeña escala y menos a macro-escala, para integrar en la
comunidad la infraestructura básica necesitada por sus habitantes, y de esta
manera fomentar la vida comunitaria (contra la soledad y la acumulación de
miedos al “otro”, al distinto.
El factor clave está en disputar por medio de la política ese sentido común, para salvar a
las ciudades y sus habitantes de su destrucción.

Bibliografía
 Aristóteles (1985). Ética Nicomáquea. Editorial Gredos.
 “Etimologías.dechile”; http://etimologia.wordpress.com
 Heidegger, M (1994) “Construir, habitar, pensar”. Conferencias y artículos,
Traducción de Estaqui Barjuan, Barcelona. Ediciones de Serbal.
 Lyotard (1996). Anima minima. En modalidades posmodernas. Madrid: Tecnos.
Traducción de Agustín Izquierdo
 Montaner (1997). La modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del
siglo XX. Editorial Gil
 Torres Carrillo, “Modernidad y nuevos sentidos de lo comunitario”.
 Trías (2000). Ética y condición humana. Editorial Península.

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