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SOBRE LAS TAREAS DE LA IZQUIERDA.

HACIA UNA COMPRENSIÓN DEL OTRO Y LA SOCIEDAD

Escribir sobre las tareas de la izquierda es, por demás, una empresa titánica. Es sabido
que el socialismo no tiene una receta única, no podemos aplicar los planteamientos
cubanos, coreanos o chinos a una realidad peruana. Por algo Mariátegui afirmaba, muy
sabiamente:
“No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia.
Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad,
en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión
digna de una generación nueva” (Mariátegui, 1971:249)
El pensamiento de Mariátegui esboza una tarea de comprensión de la realidad,
diferenciándola del puro entender. Es menester hacer una aclaración sobre la delgada
línea que separa el entendimiento de la comprensión. Aclaración que nos conviene
reconocer a nosotros los de izquierda, englobando a socialistas y comunistas porque,
en primera instancia, nos une un proyecto de cambio más allá de nuestras propuestas
políticas e ideológicas partidarias.
Veamos, para el caso del entendimiento:
“Hegel se refiere con este término al conocimiento ordinario, esto es, el género
de conocimiento que surge de la experiencia cotidiana y poco elaborada en la
relación interhumana, y que se plasma a través del lenguaje ordinario en
sistemas de creación y opiniones” (Marrades, 1982: 131).
Mientras que para el caso de la comprensión, traeremos a colación el término de
hermenéutica, entendida por el filósofo hermeneuta Hans Georg Gadamer como
“El arte de comprender y de hacer comprensibles las cosas, partiendo de un
principio propio de la docta ignorancia clásica: el reconocer, de antemano, la
posible superioridad del interlocutor. Por tanto, comprender es dialogar con el
otro, comprender no es dominar al otro sino dejarlo ser, dejarlo hablar hasta el
punto de que se llega a aprender de aquellos que aprenden de uno porque
Gadamer entiende por hermenéutica la capacidad de escuchar a otra persona
pensando que puede tener razón, confiriéndose así, al pensamiento una
dimensión dialógica, reflexiva y crítica" (Vilanou, 2002: 217).
Agregamos que "el arte de la hermenéutica no consiste en aferrarse a lo que alguien ha
dicho, sino en captar aquello que en realidad ha querido decir" (Gadamer, 1998: 62).
Esto es, eso que ha querido decir es todo el entramado que posee el ser humano, es
este mismo concebido como un todo integrado en su contexto, en el que intervienen la
historia personal, los valores, las creencias y el aspecto sociocultural.
Reconocer esto se vuelve esencial en una época en que se cultiva una cultura de la
censura y no me refiero a una en que el Estado sea quien regule la libertad de
expresión, sino que nosotros mismos nos hemos vuelto unos censuradores de la opinión
del otro. Esto es muy paradójico en una sociedad que se ha vuelto transparente. Según
el filósofo surcoreano Byung-Chul Han “la sociedad de la transparencia se manifiesta en
primer lugar como una sociedad positiva” (2013:11), esto porque en una sociedad
positiva no hay negatividad, no hay privación, al contrario, hay una saturación gracias al
paradigma de una sociedad del rendimiento que todo lo puede, y esto tiene una función
más eficiente (2012:27) porque, gracias a la tecnología y las redes sociales, nosotros
nos condenamos a publicar nuestra vida, a visibilizarnos, a transparentarnos porque ya
no sentimos la prohibición, al contrario, somos llamados a expresar desde nuestros
gustos más íntimos hasta nuestra férrea posición política. Todo ello usado para
personalizar los anuncios que se nos muestran y para conocer todo de nosotros y
almacenarlos en la Big Data. Por algo el surcoreano señaló que “el neoliberalismo es
un sistema muy “inteligente para explotar la libertad” (2014:13). A pesar de ello, nosotros
mismos hemos vuelto a traer la privación, ya no desde una esfera jerárquica mayor a
nosotros, sino desde las esferas inferiores donde silenciamos y menospreciamos el
decir del resto.
Entendemos que una opinión, concebida como la doxa platónica no es más que el
escalafón más bajo del conocimiento, pero eso limita nuestras relaciones
intersubjetivas porque no atendemos que el otro siempre tiene algo qué decir. Si no
somos capaces de reconocer que la simple opinión del otro es una manifestación de
todo su entramado psicológico y social, lejos estaremos de conocer, siquiera, una
pequeña transición al socialismo o a una etapa previa de reformas y Nueva Constitución.
Esto nos plantea la tarea de volver a las masas y comprenderlas. Si el entendimiento es
una mirada que se encuentra fuera del mundo, es decir, como la que tenemos al ver
desde un edificio el recorrer de unos niños por un laberinto gigante, siguiendo
atentamente con nuestra mirada el comportamiento de cada uno frente a cada objeto,
persona o pared encontrada, la comprensión es estar dentro del laberinto, recorrerla
reconociendo nuestro comportamiento y al otro en su actividad en conjunto con la mía.
Debemos lograr que ese otro reconozca su interdependencia con todos, reconocer que
cada uno es siempre un ser-con-otros. Pareciera que nos hemos olvidado del otro y lo
hemos asumido sin plantearnos quién o qué es. Ya varios filósofos lo tocaron como
Sartre, Heidegger, Levinas, Carl Schmitt, etc., sin embargo lo hemos dejado atrás
académica y socialmente hablando. Concebimos la diferencia como amenaza y nos
alejamos del otro -no en cuanto a proximidad-, no logramos reconocer la diferencia como
riqueza y necesidad para la humanidad.
La izquierda necesita una dosis de desegocentrismo, tanto frente a la masa como frente
a la izquierda misma y frente a la derecha. No hemos sabido reconocer ni utilizar el
desarrollo de todos. Nuestra concepción debe ser abarcante, totalmente abierta sin
perder nuestros ideales de justicia y equidad social. Dejar, de a ratos, nuestras teorías
y someternos a esa realidad que está en constante mutación. Esto es, ir a las masas.
Muchos se abocan a las urnas, a pelear por una curul y ganar unas elecciones sin antes
vivir la realidad de la mayoría. Volviendo unas líneas atrás, todos podemos entender,
pero no todos podemos comprender. La comprensión supone estar en el laberinto, no
verlo desde fuera. Y aunque podamos ser los que representen la realidad de los otros,
nada lograremos si no estamos con aquellos otros a los que siempre decimos
acompañar, pero en la teoría.
¿Qué nos debemos plantear como elementos principales?
- Enseñar con el ejemplo. Enseñar a partir de la compresión del otro. Enseñar que
la solidaridad es un valor racional necesario para la vida en comunidad y que no
existe naturaleza humana, porque tal término solo obedece a lógicas estáticas
de concebir al humano como algo ya acabado. Recordemos a Sartre cuando
señalaba que “la existencia precede a la esencia” (1973). Debemos reconocer
que el ser humano no posee una bondad o maldad intrínseca, que se construye
a medida que se forja en sociedad. Si ahora, como en estas épocas de crisis,
experimentamos un individualismo agudo no es porque el individuo así lo sea
naturalmente, sino porque la clase dominante instala un discurso hegemónico
de éxito personal y competitividad. Un discurso emitido desde las escuelas y
demás instituciones que, como afirmó Althusser (2003) en Ideología y aparatos
ideológicos del Estado, se encargan de reproducir el "sometimiento a la ideología
dominante o de la práctica de esta" (p. 15). Entonces ¿cómo le pedimos a la
gente que sea solidaria cuando el sistema le ha enseñado a comportarse bajo
esa lógica competitiva que sitúa al otro como el eterno enemigo de nuestros
deseos y no fomenta la cooperación ni el desarrollo comunitario? Los grupos de
poder ahora reniegan de una supuesta ideologización en el programa de
“Aprendo en casa” cuando, al contrario -y desde que tenemos consciencia-, ya
se les ha impuesto la ideología competitiva. Ahora experimentamos sus efectos
en esta cuarentena y nos damos el lujo de acusar al vecino convirtiéndonos en
“ciudadano policía” (Svampa, 2020) sin reconocer las fallas del sistema.
- Construir, realmente, organización popular desde los escalafones más
inferiores, es decir, los comités vecinales, las rondas urbanas, comités
residenciales, rondas campesinas, etc. Vivir con ellos e inmiscuirse para
comprenderlos. Construir estas organizaciones, que se vuelvan un referente
moral y evitar estigmatizar la figura de autoridad como un elemento negativo.
La autoridad no puede ser negativa si es construida a partir de valores positivos
como la solidaridad. Esta figura de autoridad tiene que infundir miedo y respeto,
a la vez que es un organismo educador y emancipador, dejando de lado nuestras
trabas ideológicas anti-autoridad cuando sabemos que es un elemento
necesario.
- Se debe de estudiar la realidad y verla no como uno quisiera, sino tal y como
acontece. Para ello es necesario forjar un grupo multidisciplinar y crítico que sea
capaz de analizar y comprender el estado de cosas a partir de las diferentes
profesiones y oficios. Un grupo anti-dogma, abierto al diálogo y que permita
realizar síntesis de ideas. Ya nos hemos fragmentado demasiado. No nos
constituiremos como agentes de cambio si no logramos abarcar todos los puntos
de vista posibles, desde los cuales poder articular planes, programas y proyectos
que ayuden a fomentar nuestras principales ideas.
Resumiendo: debemos comprender para luego enseñar, construir y forjar. Agregar,
también, que es necesario erradicar la primacía del movimiento por sobre la clase, esto
es, que el ecologismo, el feminismo, el veganismo y demás ismos no pueden
superponerse a nuestra posición de clase. Nuestro trabajo es articular lo heterogéneo y
establecer un diálogo donde se reconozca lo común, que es nuestra posición de clase.
El lema de siempre debe de ser “volver a las masas”, empero añadirle “y
comprenderlas”.
Patria o muerte… ¡Venceremos!
Referencias bibliográficas
Althusser, L. (2003). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan
(Primera ed.). Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Gadamer, H. G. (1998). El giro hermenéutico. Madrid, España: Cátedra.
Han, B. C. (2012). La sociedad del cansancio. (A. S. Arregi, Trad.). Barcelona, España:
Herder.
Han, B. C. (2013). La sociedad de la transparencia. (R. Gabás, Trad.). Barcelona,
España: Herder.
Han, B. C. (2014). Psicopolítica: neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. (A.
Bergés, Trad.). Barcelona, España: Herder.
Mariátegui, J. C. (1971). Ideología y política. Lima, Perú: Biblioteca Amauta.
Marrades, J. (1982). Entendimiento y razón en Hegel. Una investigación sobre la
naturaleza y estructura del discurso especulativo (Tesis doctoral). Valencia, España:
Universidad de Valencia.
Sartre, J. P. (1973). El existencialismo es un humanismo. (V. Prati de Fernández,
Trad.). Buenos Aires, Argentina: Sur.
Svampa, M. (2020, abril 2). Reflexiones para un mundo post-coronavirus. Recuperado
de https://www.nuso.org/articulo/reflexiones-para-un-mundo-post-coronavirus/
Vilanou, C. (2002). Formación, cultura y hermenéutica De Hegel a Gadamer. Revista
de Educación, 328, 205-223. Recuperado de
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=271802

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