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Materia: Lógica (Turno mañana, primer cuatrimestre de 2020)

Cátedra: Oller
Ficha 8
Tema: Limites y virtudes de la formalización lógica

Actividad 13

Lea el trabajo de Federico Marulanda “Límites y virtudes de la formalización lógica”


y explique brevemente cada una de las siguientes afirmaciones del autor:

a) La lógica formal no da cuenta de diversos tipos de argumento en el lenguaje


natural.
b) El hecho de que existe una multiplicidad de sistemas formales implica que la
lógica formal no puede proporcionar un veredicto final acerca de la validez de
los argumentos en lenguaje natural
c) Ningún sistema formal puede dar cuenta de la validez de todos los tipos de
argumento en lenguaje natural.
Leal Carretero, Fernando (ed.) (2010) Introducción a la teoría de la argumentación. Guadalajara:
Universidad de Guadalajara
Capítulo 8

Límites y virtudes de la formalización lógica


Federico Marulanda
Instituto de Investigaciones Filosóficas
Universidad Nacional Autónoma de México

INTRODUCCIÓN

En el presente trabajo llamaré lógica informal (LI) a la teoría cuyo objetivo es evaluar y criticar
argumentos tal y como ocurren en el lenguaje natural. Usaré el término lógica formal (LF) para
referirme al amplio conjunto de sistemas lógico-matemáticos que, aunque formulados para una
gran diversidad de propósitos, comparten por lo menos el de establecer de manera sistemática la
bondad de argumentos expresados en el lenguaje artificial correspondiente a cada sistema. Mi
objetivo general será el de evaluar en qué medida LF sirve de apoyo a LI en la consecución de
sus objetivos.
El trabajo procederá de acuerdo con el siguiente plan. En la sección 1 evaluaré tres críticas
que se han hecho a LF desde la perspectiva de LI: que la lógica formal no da cuenta de diversos
tipos de argumento en el lenguaje natural (§1.1), que el hecho de que existe una multiplicidad de
sistemas formales implica que LF no puede proporcionar un veredicto final acerca de la validez
de los argumentos en lenguaje natural (§1.2), y que ningún sistema formal puede dar cuenta de la
validez de todos los tipos de argumento en lenguaje natural (§1.3). En la sección 2 discutiré
algunas dificultades inherentes a la traducción de argumentos del lenguaje natural a lenguajes
formales. Finalmente, y pese a las objeciones contempladas, concluiré en la sección 3 con un
ejemplo de una situación en la que las herramientas de LF resultan imprescindibles para cumplir
con los objetivos de LI.

1. ALGUNAS LIMITACIONES DE LA LÓGICA FORMAL

Dada la manera en que LI y LF fueron caracterizadas en la introducción, es natural preguntar:


¿De cuánta ayuda es LF para el cumplimiento del objetivo de LI de evaluar y criticar argumentos
del lenguaje natural? En esta sección atenderé a tres razones que frecuentemente se han aducido
para sostener que el aporte que presta LF a los objetivos de LI es limitado.

1.1 La insuficiencia del formalismo

Los sistemas que constituyen LF son a menudo criticados por su incapacidad de modelar

1
adecuadamente un gran número de argumentos del lenguaje natural.1 En un sentido inmediato,
esta crítica es acertada. La argumentación en el lenguaje natural es compleja, rica, y variada, y
ningún sistema formal la modela en su totalidad. Pero es importante subrayar que modelar la
totalidad de la argumentación en el lenguaje natural no es ni nunca fue el objetivo de ninguno de
los diversos sistemas que componen LF: éstos se ocupan, precisamente, de regimentar estructuras
limitadas de argumentación —lo que por supuesto constituye un avance importante aunque
paulatino en el análisis global de la argumentación, y por ende representa un apoyo esencial para
LI.

1.11 Argumentos deductivos


Empezaré por ilustrar cómo LF proporciona claridad total en el análisis de la bondad de
ciertos argumentos fundamentales. Para poder hacerlo, es necesario fijar algunas definiciones, de
las cuales me serviré durante el resto del trabajo. Los argumentos en cuestión, llamados
deductivos, son aquellos que son susceptibles de ser válidos, en el siguiente sentido preciso. Un
argumento es válido si, y sólo si, es una instancia de una forma de argumento válida. Por su parte,
una forma de argumento es válida si, y sólo si, es imposible que alguna interpretación de su
vocabulario no-lógico produzca premisas verdaderas y conclusión falsa.
Es evidente que las definiciones de validez recién ofrecidas presuponen una definición de la
noción de forma de argumento (o, de manera más amplia, de forma de enunciado, puesto que un
argumento consiste en una serie de enunciados). Esa definición descansaría, a su vez, en una
teoría que permitiera distinguir, con base en principios firmemente establecidos, el vocabulario
lógico del vocabulario no-lógico de cualquier enunciado. Intentar proveer dicha teoría excede por
mucho los límites del presente trabajo.2 Sin embargo, aun en la ausencia de una teoría general de
la logicalidad, no es difícil en la práctica identificar cuáles son las articulaciones lógicas que con-
tribuyen a que cierta conclusión se siga de ciertas premisas. De hecho, esta identificación se torna
relativamente sencilla cuando la evaluación de un argumento del lenguaje natural es relativa a un
sistema en particular de LF: en tal caso, la sintáxis del lenguaje formal del sistema elegido
determina desde la partida qué vocabulario se clasifica como lógico, y qué vocabulario se
clasifica como no-lógico. Puesto que, como veremos más adelante, la evaluación de la validez de
un argumento en el lenguaje natural apoyada en LF se hace en relación a un sistema lógico
específico, la ausencia de una teoría general de la logicalidad no representa en la práctica un
obstáculo insuperable para emitir veredictos de validez.
Pero aunque la relativización de la evaluación de validez de un argumento en el lenguaje
natural a algún sistema específico de LF resuelva en la práctica la pregunta de qué expresiones
del lenguaje natural han de tratarse como partículas lógicas, ésto no es en sí suficiente para
determinar la forma de un enunciado o de un argumento en el lenguaje formal del sistema en
cuestión. La razón es que existe la posibilidad de que un enunciado o un argumento del lenguaje
natural tenga varias formas en el mismo lenguaje formal. Consideremos por ejemplo el
1
Véase, por ejemplo, Grennan 1997 cap. 2.
2
Gómez-Torrente 2002 presenta un catálogo de las posiblemente infranqueables dificultades que
presenta la formulación de una teoría que determine de manera matemáticamente rigurosa qué cuenta
como una partícula lógica.

2
argumento:

(1) Amanda habla inglés e italiano. Por tanto Amanda habla italiano.

A menos de que se hagan estipulaciones en sentido contrario, este argumento tendría por lo
menos las tres formas siguientes en el lenguaje de la lógica clásica de enunciados (LCE):3

(1¢) p&q/q

(1²) p&q/r

(1¢¢¢) s/t

No es difícil constatar que, de acuerdo con la definición de validez para formas de argumento
estipulada al principio de esta sección, la forma (1¢) es válida, mientras que (1²) y (1¢¢¢) no lo son
(diré que son inválidas). Pero en ese caso, de acuerdo con la definición de validez para
argumentos, (1) sería a la vez válido e inválido —lo que resulta inaceptable.
Para sortear esta dificultad es necesario imponer restricciones en cómo se pasa de un
enunciado o argumento del lenguaje natural a su forma en algún lenguaje formal, cualquiera que
éste sea. En particular, debe insistirse en que (a) todo el vocabulario lógico del enunciado o
argumento original se refleje en su traducción y (b) cada partícula de vocabulario no-lógico del
enunciado o argumento original sea representada uniformemente en la traducción. Impuestas
estas restricciones, se elimina la posibilidad de que (1) tenga múltiples formas en el lenguaje de
LCE, siendo (1¢) la única formalización posible. Ya que (1¢) es una forma válida, puede
concluirse que (1), el argumento original, también lo es.
Desafortunadamente, no es posible formular un test puramente sintáctico que determine si las
restricciones (a) y (b) han sido aplicadas correctamente en la formalización de un argumento.
Una razón para esto es que existen situaciones en las cuales expresiones del lenguaje natural que
normalmente operan como partículas lógicas, no cumplen esa función. Por ejemplo, en el
enunciado:

(2) No es que Bernardo llegara tarde, sino que llegó muy tarde.

la expresión ‘No’ no funciona como una negación (basta observar que de (2) se sigue que
Bernardo llegó tarde). Por consiguiente, sería equivocado, en supuesta atención a la restricción
3
Cuando traduzco enunciados del español al lenguaje de LCE, utilizo letras latinas en mayúscula como
letras de enunciado, y letras latinas en minúscula como metavariables cuyo rango son las letras de
enunciado. Las primeras figuran en formalizaciones de argumentos concretos, mientras que las segundas
aparecen en representaciones de formas de argumento. Por lo demás, utilizaré el carácter ‘/’ para
denotar el paso de las premisas a la conclusión de un argumento, válido o inválido, en cualquier lenguaje
formal.

3
(a), traducir (2) al lenguaje de LCE por un enunciado que contenga una negación. Lo que (a)
exige es que el vocabulario lógico de (2) sea reflejado en la traducción: pero aunque la expresión
‘No’ frecuentemente funciona como una partícula lógica, no cumple con esa función en (2), sino
que hace allí parte de una construcción con función enfatizadora. Todo lo cual conduce a la
conclusión de que la formalización de enunciados o argumentos del lenguaje natural es un
proceso que difícilmente puede ser sistematizado, en la medida en que el lenguaje natural
obedece reglas que admiten múltiples excepciones, que no sólo pueden ser caprichosas, sino que
evolucionan con el paso del tiempo. Este es simplemente un hecho, el cual hay que tener en
cuenta cuando se ponderan las limitaciones de la formalización de argumentos del lenguaje
natural.
Aun teniendo en cuenta los límites recién expuestos, es claro que la formalización brinda
incomparable claridad a la hora de evaluar argumentos deductivos expresados en el lenguaje
natural. Empezando por ejemplos de argumentos en extremo sencillos como (1), podemos
evaluar otros cada vez más complejos, y distinguir conclusivamente cuáles son válidos, y cuáles
no lo son. Por ejemplo, el argumento:

(3) Si Carmen está en el mercado, traerá mandarinas. Carmen está en el mercado. Luego
traerá mandarinas.

es válido, pues su forma (en el lenguaje de LCE) es:

(3¢) p É q, p / q

y (3¢) es una forma LCE-válida, pues, de acuerdo con las leyes de la semántica clásica —en
particular, de acuerdo con las condiciones de verdad de enunciados cuya conectiva lógica
principal es un condicional material (É)— es imposible que una interpretación del vocabulario
no-lógico de (3¢) produzca premisas verdaderas y conclusión falsa. En contraste, el argumento:

(4) Si Daniel va a misa, es religioso. Daniel es religioso. Luego va a misa.

es inválido, pues su forma (en el lenguaje de LCE) es:

(4¢) p É q, q / p

y (4¢) es una forma LCE-inválida, pues en la interpretación en que a p se le asigna el valor falso y
a q el verdadero, las premisas resultan verdaderas y la conclusión falsa (más adelante
encontraremos otro argumento inválido con la misma forma, conocida usualmente como la
afirmación del consecuente).
La formalización ilumina casos de argumentos deductivos bastante más complejos que (1),
(3), y (4). Por ejemplo, las lógicas modales proveen medios para determinar el comportamiento
inferencial de enunciados que contienen expresiones como, entre muchas otras, ‘necesariamente’,
‘posiblemente’, ‘obligatoriamente’, y ‘permisiblemente’. Específicamente, una lógica modal

4
regimenta el tipo de argumentos deductivos que resultan válidos cuando las premisas o la
conclusión contienen enunciados modificados por expresiones como las anteriores, con base en
su análisis conceptual preliminar. Dicha regimentación puede resultar sumamente util a la hora de
evaluar argumentos del lenguaje natural. En §3 veremos un ejemplo de este tipo de ventaja de la
formalización.
Si bien es claro que las lógicas modales esclarecen el comportamiento inferencial de un gran
número de expresiones del lenguaje natural de especial interés, también es necesario matizar que
la regimentación que se efectúa por medio de las lógicas modales no garantiza que el análisis
conceptual preliminar de dichas expresiones sea acertado, y en particular no garantiza que
nuestras intuiciones o inclinaciones pre-teoréticas sean preservadas por la formalización. Por
ejemplo, en el caso de la lógica deóntica —la lógica que regimenta los lazos inferenciales entre
enunciados que expresan permisiones, prohibiciones, y obligaciones— el análisis tradicional de
las expresiones ‘obligatoriamente’ y ‘permisiblemente’ como operadores modales ha
desembocado en una serie de consecuencias fuertemente criticadas.4. Por ende, han de ser ideadas
nuevas maneras de formalizar los operadores deónticos que permitan evadir estas consecuencias.
Aunque hoy en día está lejos de ser alcanzado el objetivo de codificar de manera satisfactoria
todos los lazos inferenciales que atan a los enunciados que contienen operadores deónticos, sería
equivocado pensar que tales lazos no son suceptibles de análisis y regimentación, a menos de que
se piense, de manera bastante radical, que nuestro razonamiento normativo no está sujeto a
parámetros estables y regulares.

1.12 Argumentos ampliativos


La objeción a LF que actualmente nos ocupa se basa en la observación que una gran cantidad
de argumentos que se adelantan en el lenguaje natural, si no es que la mayoría de ellos, no son
deductivos. Mi respuesta a esta objeción es que la manera en que he propuesto caracterizar a LF
en la Introducción es lo suficientemente amplia como para abarcar sistemas formales que sirven
para analizar no sólo la bondad de argumentos deductivos, sino también la de argumentos
ampliativos.
Cuando hablo de argumentos ampliativos, tengo en mente dos tipos de razonamiento: la
inducción, y la abducción. Un argumento inductivo es uno en el cual las premisas, si verdaderas,
hacen probable la verdad de la conclusión. Un argumento abductivo es uno por medio del cual se
infiere la mejor explicación de una nueva observación, dado el presente estado de información.
La principal diferencia entre argumentos deductivos y argumentos ampliativos es esta: se sigue
de la definición de validez para argumentos deductivos antes expuesta que, si las premisas de un
argumento válido son de hecho verdaderas, su conclusión necesariamente también lo es (en tal
caso, se dice que el argumento además de válido, es correcto).5 En contraste, dada la naturaleza
4
Ver, por ejemplo, Ausín 2005.
5
Tal vez no sobre agregar que corresponde a LF hacer la distinción entre las dos dimensiones —validez
y corrección— que constituyen la bondad de un argumento deductivo. Sin embargo, no corresponde a LF
evaluar si un determinado argumento es correcto: en particular, no hace parte de la competencia de LF
el establecer la verdad o falsedad de las premisas del argumento. Esta tarea es, frecuentemente, una
tarea empírica. En cambio, la evaluación de la verdad, falsedad, o probabilidad de las premisas de

5
de los argumentos ampliativos, su conclusión siempre es derrotable: la bondad de un argumento
ampliativo no garantiza certeza sobre la verdad de su conclusión, sino alta probabildad de su
verdad, en el caso de la inducción, o alto poder explicativo, en el caso de la abducción. Otra
diferencia significativa entre los argumentos deductivos y los ampliativos es que los primeros son
usualmente caracterizados por su monotonicidad: su validez no se ve afectada por la adición de
nuevas premisas. Por el contrario, los argumentos ampliativos son no-monotónicos: la conclusión
de un argumento ampliativo siempre puede ser retractada a la luz de nueva evidencia.
Durante varias décadas de la segunda mitad del siglo veinte, en las que se desarrollaron y
perfeccionaron un gran número de sistemas formales con el objetivo de modelar formas de
razonamiento ampliativo, existió una controversia acerca de si dichos sistemas deberían ser
considerados como lógicas en un sentido estricto. Desde la perspectiva de actual trabajo, esa
controversia es irrelevante: lo importante para mis propósitos es la existencia de métodos
formales rigurosos y sistemáticos para determinar la bondad de formas de argumento ampliativas.
En el caso de la inducción, estos métodos se centran en el análisis en términos matemáticos de la
probabilidad de la conclusión dada la probabilidad de las premisas.6 El punto es que en la lógica
probabilística inductiva es posible definir una noción precisa de fuerza inductiva: un argumento
tiene alta fuerza inductiva si es improbable que sus premisas sean verdaderas y su conclusión
falsa. Por su parte, las relaciones de consecuencia abductivas también son susceptibles de ser
caracterizadas rigurosamente. Suponiendo un análisis previo de qué constituye una explicación
genuina, diferentes tipos de inferencia abductiva pueden ser definidos, y su poder explicativo
evaluado con precisión.7
No defenderé aquí la posición según la cual la distinción entre argumentos deductivos,
inductivos, y abductivos es exhaustiva. Es posible que haya tipos de argumentación empleados en
nuestras interacciones cotidianas que no pertenezcan a ninguna de esas tres categorías —
pensemos, por ejemplo, en razonamientos que proceden por medio de analogías. Ahora, es
posible que la bondad de algunos de los tipos de argumento que no se contemplan en esta sección
sea susceptible de análisis a través de la formalización, y es posible que la de otros no. En lo que
me concierne, lo importante es que existen una multiplicidad de sistemas formales que modelan
con éxito varios aspectos centrales de nuestras prácticas inferenciales. Que la tarea de modelar
todas estas prácticas esté incompleta, o que posiblemente sea incompletable, no constituye a mi
juicio mayor objeción.

1.2 La validez relativa y el problema


de la multiplicidad de sistemas formales

En la sección anterior vimos que la evaluación de la validez de un argumento en lenguaje natural

argumentos específicos en lenguaje natural es necesaria para obtener un veredicto acerca de su bondad,
y por ende esta actividad evaluativa es integral a los objetivos de LI.
6
Cuando el razonamiento inductivo está dirigido a la toma de decisiones, el cálculo de probabilidades
es suplementado por mediciones de utilidad, lo que permite la extremadamente útil cuantificación de la
interacción entre probabilidad y utilidad. Véase, por ejemplo, Hacking 2001.
7
Véase, por ejemplo, Aliseda 2006, cap. 3.

6
apoyada en LF se efectúa en relación a un sistema formal específico. En un artículo reciente,
Lilian Bermejo-Luque se basa en este hecho para adelantar una crítica a LF desde la perspectiva
de LI. En esencia, el punto de Bermejo-Luque es el siguiente. Un argumento del lenguaje natural
es declarado válido si y sólo si es una instancia de una forma de argumento válida. Pero las
formas de argumento son relativas a sistemas lógicos específicos, y su lenguaje correspondiente.
Como existe una gran variedad de sistemas lógicos, es posible que una forma de argumento sea
válida en un sistema, e inválida en otro. Por ejemplo, una forma de argumento sencilla
involucrando la negación —de un enunciado doblemente negado inferir el enunciado mismo— es
válida clásicamente pero inválida intuicionísticamente. La conclusión que extrae Bermejo-Luque
es que la evaluación formal no proporciona un veredicto definitivo, y la determinación de la
bondad de un argumento recae, en última instancia, en consideraciones informales.8
Hay dos observaciones preliminares importantes que hacer respecto al argumento de
Bermejo-Luque. La primera es que no es necesario, y más bien resulta engañoso, apelar a
diferencias entre lógicas clásicas y lógicas no-clásicas para encontrar casos en los que un mismo
argumento pueda ser formalizado de manera válida en un sistema, y de manera inválida en otro:
basta con considerar diferentes sistemas de la lógica clásica. Pensemos, por ejemplo, en el
argumento:9

(5) Si Eloísa puede calcular una suma binaria, puede calcular cualquier suma binaria.
Eloísa puede calcular cualquier suma binaria. Luego Eloísa puede calcular una suma
binaria.

La forma de (5) en el lenguaje de LCE es:

(5¢) p É q, q / p

que no es otra que (4¢), la afirmación del consecuente, misma que ya había sido declarada LCE-
inválida en §1.11. No obstante, en el lenguaje de la lógica de primer orden —es decir, la lógica
clásica de predicados (LCP)— la forma de (5) es:

(5²) $x (Px & Rax) É "x (Px & Rax), "x (Px & Rax) / $x (Px & Rax)

y (5²) es una forma LCP-válida, en razón de la relación que se da entre la cuantificación universal
y la existencial. Así pues, la posibilidad de que un argumento sea válido en un sistema e inválido
en otro no descansa, como el argumento de Bermejo-Luque parece sugerir, en las discrepancias
profundas acerca del significado de las partículas lógicas, o acerca de la noción misma de
consecuencia lógica, que pueden darse entre sistemas lógicos clásicos y sistemas no-clásicos
como el intuicionista.
La segunda observación acerca de la crítica de Bermejo-Luque es que ésta parece suponer
8
Ver Bermejo-Luque 2008 pp. 316, 326.
9
Adaptado de Massey 1981; véase Hansen and Pinto 1995 p. 161.

7
que, desde la perspectiva de LF, si una forma de argumento es válida en algún sistema formal, es
eo ipso buena en un sentido general. Pero difícilmente podría sostenerse tal suposición: para
empezar, existen ejemplos muy conocidos de formas de argumento que son LCE-válidas, pero
que tienen instancias en el lenguaje natural cuya bondad argumentativa es intuitivamente dudosa.
Por ejemplo

(6) El presidente de EE.UU. es afro-americano. Por lo tanto, si la tierra es plana, el


presidente de EE.UU. es afro-americano.

es intuitivamente un mal argumento. Sin embargo, su forma en el lenguaje de LCE,

(6¢) p/qÉp

es LCE-válida.10 De manera similar, los siguientes dos argumentos son intuitivamente malos:

(7a) El pasto es rojo, luego hay un objeto idéntico a sí mismo.

(7b) El pasto es verde, luego hay un objeto idéntico a sí mismo.

Sin embargo, (7a) y (7b) comparten la siguiente forma en el lenguaje de LCP:

(7¢) "x (Px É Qx) / $x (x = x)

La forma (7¢) es LCP-válida: es imposible que alguna interpretación del vocabulario no-lógico de
(7¢) produzca premisas verdaderas y conclusión falsa, pues su conclusión es verdadera bajo
cualquier interpretación (la conclusión no contiene vocabulario no-lógico, por lo menos bajo la
clasificación usual de la relación de identidad como parte del vocabulario lógico del lenguaje de
LCP). No obstante, (7a) y (7b) sufren de una penosa falta de relevancia entre premisa y
conclusión, lo que hace que su LCP-validez —su LCPcorrección, en el caso de (7b)— no se
traduzca en bondad argumentativa.
Más allá de ejemplos como los anteriores, el error de pensar que la validez formal constituye
siempre bondad argumentativa es demostrado conclusivamente por el hecho de que cualquier
argumento puede ser declarado válido en algún sistema formal: basta con definir la noción de
consecuencia lógica en dicho sistema de manera ad hoc de tal manera que se consiga el resultado
deseado.11
Gracias a las anteriores aclaraciones, podemos ver que la crítica de Bermejo-Luque se limita
a resaltar la existencia de un fenómeno que podría llamarse la ‘indeterminación de la
formalización’. La consecuencia concreta de esta indeterminación es que resultaría inútil utilizar
sistemas formales elegidos de manera arbitraria para evaluar argumentos del lenguaje natural.
10
En §2.1 retomaré el caso de (6) y formas similares.
11
Cf. Bencivenga 1979 p. 252.

8
Aunque esto es, por supuesto, algo a tener en cuenta a la hora de formalizar, las restricciones
resultantes son tolerables. Los sistemas formales que de hecho utilizamos para evaluar
argumentos del lenguaje natural son relativamente pocos, y su aplicabilidad está circunscrita por
consideraciones específicas y bien comprendidas. Si se trata de evaluar argumentos deductivos,
se utilizará por omisión la lógica clásica, de enunciados si tal análisis es suficiente para los
propósitos del caso, o de primer o segundo orden de hacerlo necesario la sintáxis y estructura
inferencial de los enunciados que componen el argumento. En contextos especiales, se
considerarán extensiones o desviaciones de la lógica clásica. Un ejemplo de extensión es el de la
lógica modal clásica, algunas de cuyas aplicaciones ya han sido mencionadas. Un ejemplo de
desviación es el de lógicas que incluyen un condicional no verdadero-funcional, utilizadas en
contextos en los que se impone un análisis especialmente fino de la relación de implicación. En lo
que concierne a la lógica intucionista, ésta se utilizará para ayudar en la evaluación de
argumentos del lenguaje natural únicamente en casos muy especiales; en todo caso no fue
concebida originalmente para ese propósito.12
Las consideraciones hechas en el párrafo anterior constituyen una admisión de que criterios
informales entran en la determinación de qué tipo de formalización puede ser util para evaluar
argumentos del lenguaje natural.
Esto es como tiene que ser. Ninguno de los sistemas que conforman LF se erige por sí sólo
como la sistematización de todos los patrones inferenciales que empleamos en nuestra vida
teórica o práctica, ni mucho menos como un sistema que se justifique a sí mismo, o que obvie
cuestiones filosóficas acerca de sus limitaciones o su aplicabilidad.

1.3 Entre la debilidad expresiva y la indecidibilidad

Detrás de las dos críticas a LF que he considerado hasta el momento se vislumbra una tercera, de
mayor amplitud: que ningún formalismo sirve para emitir un veredicto adecuado acerca de la
bondad de todo argumento. Pero sentar tal crítica pondría en evidencia una falta de comprensión
del funcionamiento de los sistemas que conforman LF: la imposibilidad de emitir un juicio acerca
de la validez o invalidez de toda forma de argumento expresado en el lenguaje artificial de
12
La lógica intuicionista fue concebida para efectuar inferencias en las matemáticas constructivas.
Ahora, en cualquier contexto en donde el rango de las variables que aparacen en enunciados
cuantificados es un dominio finito —es decir, en la casi totalidad de contextos no matemáticos— las
lógicas clásica e intuitionista coinciden, razón por la cual los intuicionistas originales no pretendieron que
su programa abarcara una revisión de los patrones inferenciales del lenguaje cotidiano. Defensores más
recientes del intuicionismo sí han sostenido que la lógica y semántica intuicionista deberían ser aplicadas
a enunciados pertenecientes a ciertos tipos de discurso en el lenguaje cotidiano, como por ejemplo
discurso sobre el futuro indefinido (ver, por ejemplo, Dummett 1993). Pero lo que importa para mis
propósitos es que si un teórico es persuadido por un programa neo-intuicionista como el de Dummett,
simultáneamente obtiene una razón para formalizar argumentos del lenguaje cotidiano de acuerdo con
la lógica intuicionista. Es decir, la situación según la cual la validez de un argumento del lenguaje
cotidiano puede ser evaluada de acuerdo con los parámetros de un sistema formal arbitrario no tiene
importancia alguna para el teórico en cuestión.

9
sistemas mínimamente poderosos de LF es un hecho bien conocido, y que además puede ser
estrictamente demostrado.
Para entender mejor la naturaleza de la imposibilidad en cuestión, recordemos primero que
las teorías que constituyen LF tienen como uno de sus objetos el de evaluar la bondad de formas
de argumento expresadas en sus lenguajes correspondientes. Restringiendo nuestra atención a
sistemas lógicos deductivos, encontramos el siguiente problema: aquellos sistemas en que es
posible emitir un veredicto sobre la validez o invalidez de cualquier argumento expresado en su
lenguaje respectivo —llamados sistemas decidibles— son los mismos cuyo lenguaje es tan
simplificado que es incapaz de capturar la estructura inferencial de un sinnúmero de argumentos
básicos del lenguaje natural. En contraste, aquellos sistemas lógicos cuyo lenguaje permite
aproximar con mayor precisión el lenguaje natural y por ende la estructura inferencial de una
buena parte de los argumentos cotidianos, son los mismos para los cuales es imposible, en
principio, dar un veredicto sobre la validez o invalidez de toda forma de argumento en su
lenguaje respectivo.
Un ejemplo puede facilitar la comprensión. El siguiente argumento, cuya forma es familiar
para la lógica desde los tiempos de Aristóteles, es intuitivamente válido:

(8) Todos los humanos son mortales. Todos los mortales sufren. Luego todos los
humanos sufren.

En el lenguaje de LCE, este argumento tiene la siguiente forma:

(8¢) r, s / t

(8¢) es a todas luces LCE-inválida: pueden intepretarse las premisas y la conclusión de tal manera
que las primeras sean verdaderas y la segunda falsa. Luego la lógica de enunciados no es un
vehículo apropiado para la formalización de silogismos simples, como (8). Ahora, traducir el
argumento original al lenguaje de LCP arroja la siguiente forma:

(8¢) "x (Px É Qx), "x (Qx É Sx) / "x (Px É Sx)

La forma (8¢) es LCP-válida, y por consiguiente el argumento (8) también lo es. El problema que
actualmente nos ocupa es que, aunque en la lógica de predicados sí se captura la validez intuitiva
de (8), esta es una lógica que, en general, es indecidible: no existe para ella un procedimiento
efectivo por medio del cual determinar si cualquier argumento que pueda expresarse en su
lenguaje es válido o inválido.13 Por su parte, la lógica de enunciados sí es decidible, pero como
13
Un procedimiento efectivo para resolver una clase de problemas es un método que consiste en la
aplicación de un número finito de pasos simples, cada uno de los cuales puede ser descrito
completamente, y que si son seguidos con rigor, siempre producen una respuesta correcta, para todas
las instancias de problemas de la clase. La indecidibilidad de la lógica de predicados fue establecida por

10
vimos no siempre es apta para formalizar argumentos básicos del lenguaje natural.
Aunque la indecidibilidad de la lógica de primer orden es un hecho matemático
incontrovertible, no representa, en la práctica, una barrera fundamental al aporte que puede hacer
LF a LI. Argumentos cuyas premisas o conclusión exhiben una estructura cuantificacional no son
adecuadamente representados en la lógica de enunciados, pero sí lo son en la lógica de
predicados. Que esta ultima sea indecidible no impide que, en casos particulares que nos
interesen en la argumentación cotidiana, como el de (8), pueda darse un veredicto de validez. La
indecidibilidad de LCP se manifiesta en la imposibilidad de encontrar un método mecánico
infalible para encontrar contraejemplos que demuestren la invalidez de cualquier forma de
argumento, pues existen formas complejas que únicamente tienen contraejemplos en modelos con
universos de cardinalidad infinita, y hay una infinidad de este tipo de modelos. Pese a esto, los
argumentos de la vida cotidiana que requieran para su evaluación ser traducidos al lenguaje de
LCP pueden, en virtualmente todos los casos, ser declarados LCP-válidos o inválidos sin
inconveniente.

2. EL PROBLEMA DE LA TRADUCCIÓN

Regresemos al asunto, parcialmente abordado en §1.11, de que la evaluación de argumentos de la


vida real utilizando métodos formales se tropieza con la dificultad inherente en traducir
enunciados del lenguaje natural a enunciados del lenguaje formal del sistema lógico a emplear. Si
la traducción de un lenguaje natural a otro ya es difícil, debido a diferencias idiomáticas,
gramáticas, sintácticas, etc., la traducción de lenguajes naturales a lenguajes artificiales lo es aún
más: los últimos son abstracciones del lenguaje natural, simplificaciones deliberadas que
sacrifican recursos expresivos para ganar en claridad inferencial. Hay muchos y conocidos
ejemplos de cómo la traducción de expresiones del lenguaje natural a conectivas lógicas
verdadero-funcionales del lenguaje de la lógica clásica de enunciados oblitera o tergiversa
aspectos importantes de su significado. Por ejemplo, las oraciones

(9) El restaurante es caro, pero bonito.

(10) El restaurante es bonito, pero caro.

son traducidas al lenguaje de LCE, respectivamente, como

(9*) A&B

(10*) B & A

en donde ‘A’ está por la sub-oración ‘El restaurante es caro’, y ‘B’ por la sub-oración ‘El
restaurante es bonito’. El problema es que (9*) y (10*) son estrictamente equivalentes en en LCE,

primera vez por Church en 1936. Una prueba detallada de este hecho puede consultarse en Hunter 1971,
p. 219 f.

11
y por ende tienen las mismas consecuencias, mientras que (9) y (10) parecen diferir en su sentido,
y de hecho parecen llevar a decisiones contradictorias (‘Entremos’ vs. ‘No entremos’).14 La
situación se dificulta aun más cuando se trata de la traducción de la omnipresente expresión
condicional ‘si …, entonces – – –’. Es bien sabido que la única traducción plausible de esta
expresión a una conectiva verdadero-funcional es el condicional material. Sin embargo, como
vimos en §1.2, la siguiente forma de argumento, que únicamente involucra al condicional
material, es LCE-válida:

(6¢) p/qÉp

Sucede lo mismo con:

(11¢) p / ¬p É q

Las siguientes son instancias, respectivamente, de (6¢) y (11¢):

(6) El presidente de EE.UU. es afro-americano. Por lo tanto, si la tierra es plana, el


presidente de EE.UU. es afro-americano.

(11a) Hoy es domingo. Por lo tanto, si hoy no es domingo, hará frío.

(11b) Hoy es domingo. Por lo tanto, si hoy no es domingo, hará calor.

Puesto que (6) es una instancia de una forma LCE-válida, LF nos insta a juzgarlo como válido.
Lo que es más, puesto que su premisa es, al día de hoy, verdadera, hemos de juzgar al argumento
como correcto. Pero el argumento (6) es intuitivamente inaceptable: parece llevarnos de una
premisa verdadera a una conclusión falsa. De manera similar, no nos sorprendería para nada si
una persona que no haya recibido entrenamiento en LF calificara los argumentos (11a) y (11b),
especialmente cuando considerados en conjunto, como erróneos o inaceptables.
Las formas de argumento (6¢) y (11¢) no son las únicas en las que las condiciones de verdad
asociadas con el condicional material generan resultados contraintuitivos. Las formas LCE-
válidas expuestas a continuación también hacen parte del conjunto de las que comúnmente han
sido llamadas “paradojas de la implicación material”:

(12¢) (p & q) É r / (p É r) Ú (q É r)

(13¢) / (p É q) Ú (q É r)

Es fácil construir instancias de las formas anteriores en el lenguaje natural cuya clasificación
cómo válidas parece una aberración. Por ejemplo, (12¢) es instanciada por
14
El ejemplo es adaptado de Fogelin and Sinnott-Armstrong 1991, 166–167.

12
(12) Si asistes a todas las clases y apruebas el examen, entonces obtendrás el título. Por
ende, si asistes a todas las clases obtendrás el título, o si apruebas el examen
obtendrás el título.

mientras que (13¢) es instanciada por

(13) O bien, si hay calientamiento global, Winnipeg está en Manitoba, o, si Winnipeg


está en Manitoba, el telescopio Hubble necesita un nuevo lente.

en donde (13) es el caso límite de un argumento LCE-válido, en el sentido que no tiene premisas,
y consiste únicamente de una conlusión tautológica. El problema, por supuesto, es que no parece
plausible decir ni que la conclusión de (12) se sigue de sus premisas, ni que (13) es verdadera.
El asunto no termina aquí. Existe una forma de argumento LCE-válida, que aunque involucra
únicamente al condicional material, no es usualmente identificada como una paradoja de la
implicación material —pero cuya validez no es menos desconcertante que la de (6¢), (11¢), (12¢),
o (13¢). Se trata de:

(14¢) p, q / p É q

La forma de argumento (14¢) es LCE-válida: dado un par de enunciados cualquiera que se tomen
como premisas de un argumento, cualquier interpretación que los haga simultáneamente
verdaderos, necesariamente hace verdadero al condicional que se construye con uno de los dos
enunciados como antecedente y el otro como consecuente. Exactamente lo mismo puede decirse
de

(15¢) p, q / q É p

De lo anterior se sigue que también es LCE-válida la forma

(16¢) p, q / p ≡ q

en donde p ≡ q se define como (p É q) & (q É p). Pero entonces, ¡la lógica clásica de enunciados
hace válido todo argumento que pasa de dos premisas arbitrarias, a la conclusión que esas dos
premisas son (materialmente) equivalentes! Es LCE-válido, por ejemplo, el argumento:

(16a) Carmen está en el mercado. Daniel va a misa. Por con siguiente, Carmen está en el
mercado si, y sólo si, Daniel va a misa.

En el caso de que escojamos como premisas de una instancia de (16¢) dos enunciados cuya
verdad conocemos, nos encontraremos ante un argumento LCE-correcto, es decir, tendremos
certeza de la verdad de su conclusión. Así pues, según la LCE, tenemos certeza de la verdad de la

13
conclusión de

(16b) Winnipeg está en Manitoba. Alejandro Magno murió en 323 AEC. Por consiguiente,
Winnipeg está en Manitoba, si, y sólo si, Alejandro Magno murió en 323 AEC.

¿Qué decir ante el caudal de resultados contraintuitivos que fluye de la traducción de la expresión
en español ‘si …, entonces – – –’ al condicional material en el lenguaje de la LCE? Se pueden
distinguir por lo menos dos estrategias de respuesta. La primera es conceder que el condicional
material no constituye una buena traducción de por lo menos algunas de las varias clases de
condicional que se usan en el lenguaje natural. Esto explicaría, por una parte, la extrañeza que
nos causa la afirmación de que son válidos argumentos como (6), (11a), (11b), (12), (13), (16a), y
(16b): según la primera estrategia, la formalización que se ha propuesto, empleando el
condicional material, es equivocada, como también lo es el dictamen de validez obtenido por
medio de ella. Es preciso subrayar, por otra parte, que la primera estrategia de respuesta no
constituye una admisión de que la lógica clásica en sí sea defectuosa, en la medida de que la
lógica clásica no fue concebida como la lógica que gobierna algunas o todas las prácticas
inferenciales en el lenguaje natural, sino como la lógica que gobierna la deducción en el contexto
de las matemáticas clásicas, en donde el condicional material cumple su función a cabalidad
(todos los condicionales en las matemáticas extensionales clásicas son condicionales materiales).
De hecho, si examinamos lo que sucede en contextos matemáticos —el entorno natural del
condicional material— encontramos que la validez de instancias de formas como (6¢), (11¢), (12¢),
(13¢), o (16¢) no genera contrariedad. Por ejemplo, una instancia de (11¢) en el lenguaje de la
aritmética es:

(11c) 2 £ 3 / (2 > 3) É (5 = 17)

A diferencia de lo que sucede con (11a) u (11b), al confrontarnos con (11c) no tenemos problema
en aceptar su validez: en aceptar que, si es cierto que 2 es inferior o igual a 3, se sigue que si 2 es
superior a 3, entonces 5 es igual a 17. De igual manera, a diferencia de lo que sucede con el
desconcertante aunque correcto argumento (16b), no tenemos problema con la afirmación que la
siguiente instancia de (16¢) es correcta:

(16c) (2 + 2 = 4), (3 × 3 = 9) / (2 + 2 = 4) ≡ (3 × 3 = 9)

Dicho de manera aproximada, lo que la aceptabilidad de (11c) y (16c) revela es el


reconocimiento de que cualquier enunciado artimético es relevante a cualquier otro enunciado
aritmético: y ésto hace que instancias de las “paradojas de la implicación material” y casos afines
en el lenguaje de la aritmética no tengan mucho de paradójico.15 En contraste, difícilmente
aceptaríamos la idea de que cualquier enunciado empírico es relevante a cualquier otro enunciado
empírico, y ésto se ver reflejado en nuestra actitud respecto a instancias de formas como (6¢),
15
Un punto de vista opuesto es defendido en Anderson and Belnap 1975 pp. 17–18.

14
(11¢), etc., en el lenguaje natural.
En conclusión, la primera estrategia de respuesta a las paradojas de la implicación material y
casos afines consiste en sostener que si dichas “paradojas” revelan un error, no es en la
codificación de patrones deductivos en la lógica clásica, sino en pensar que estos patrones son los
que gobiernan la totalidad de las inferencias que se efectúan en el lenguaje natural. Esta respuesta
básica puede ser complementada con la observación de que se ha buscado, dentro de LF,
formalizar los patrones inferenciales del lenguaje natural con mayor precisión de la que permite,
o busca, la lógica clásica. Por ejemplo, en lo que concierne al condicional, diversos sistemas
formales han sido propuestos para modelar los distintos modos de implicación. En general, las
conectivas resultantes no son verdadero-funcionales (el valor de verdad de un enunciado cuya
conectiva principal es un condicional de este tipo no depende únicamente del valor de verdad de
su antecedente y de su consecuente) y por ende su evalución semántica requiere que se contemple
no sólo la situación actual, sino todo el rango de situaciones posibles. No ahondaré aquí en
formalizaciones avanzadas del múltiple tipo de expresiones condicionales del lenguaje natural.
Pasemos a la segunda estrategia de respuesta a las paradojas de la implicación material y
casos afines. Esta consiste en aceptar la validez de las formas de argumento en cuestión, e insistir
en que el condicional material provee una formalización aceptable de las expresiones
condicionales del lenguaje natural. Por supuesto, adoptar esta postura requiere que se dé una
explicación satisfactoria de por qué las paradojas ofenden tan claramente nuestras intuiciones. El
influyente tratamiento de Grice 1989 busca proveer tal explicación, valiéndose, en primera
instancia, de una distinción básica entre la verdad de un enunciado, y su afirmabilidad (relativa a
un hablante). Estas dos nociones, aunque asociadas, difieren de manera significativa. Para un
hablante, habrá enunciados que son afirmables, pues él los cree verdaderos, pero que de hecho no
son verdaderos (nadie es infalible). Al mismo tiempo, habrá enunciados verdaderos que no son
por tanto afirmables por el hablante, pues desconoce su verdad (nadie es omnisciente). En la
observación anterior encontramos un principio que gobierna nuestros actos conversacionales:
sólo afirmar enunciados que creemos verdaderos. Además de esta ‘Máxima de Calidad’, como
Grice la llama, éste identifica otras normas conversacionales que gobiernan nuestras interacciones
comunicativas, entre las cuales están la Máxima de Relevancia (asegurarse que toda contribución
a una interacción sea relevante a lo discutido) y la Máxima de Cantidad (asegurarse que toda
contribución a una interacción sea tan informativa como lo requieran los propósitos del
intercambio, ni menos, ni más). Supongamos, por ejemplo, que se le pregunta a Francisco si
Winnipeg está en Manitoba, y él, sabiendo que sí lo está, responde: “Si el telescopio Hubble
necesita un nuevo lente, Winnipeg está en Manitoba”. Esta respuesta respeta la Máxima de
Calidad: ya que Francisco conoce la verdad del consecuente del enunciado condicional que
afirma, este enunciado, interpretado como conteniendo un condicional material, es verdadero,
independientemente del valor de verdad del antecedente. El problema es que la respuesta que
ofrece Francisco viola las Máximas de Relevancia y de Cantidad. Viola la Máxima de
16
Véanse, por ejemplo, los sistemas de lógica relevante desarrollados en Anderson and Belnap 1975, y
el análisis de condicionales contrafácticos desarrollado en Lewis 1973. Interpretaciones probabilísticas
de expresiones condicionales también han sido estudiadas a profundidad; véase, por ejemplos, Eells and
Skyrms 1994.

15
Relevancia, pues —presumiblemente— que el telescopio Hubble necesite o no un nuevo lente es
algo que, normalmente, no es de interés inmediato para quien pregunta si Winnipeg está en
Manitoba. Y la respuesta viola la Máxima de Cantidad, pues provee menos información de la que
Francisco está en capacidad de revelar.
Así pues, según Grice, la expresión condicional “si …, entonces – – –” del lenguaje natural es
correctamente traducida como un condicional material, si se tiene en mente que un enunciado con
un condicional material como conectiva lógica principal sólo es afirmable cuando el hablante
ignora si el antecedente es falso, o el consecuente verdadero. De conocer la verdad del
consecuente, es éste el que debe ser afirmado, cuando es pertinente hacerlo, mientras que afirmar
un enunciado condicional con ese consecuente provee menos información de la conocida. De
igual manera, de conocer la falsedad del antecedente, y de ser pertinente hacerlo, su negación
debe ser afirmada, mientras que proferir un enunciado condicional con ese antecedente viola la
Máxima de Cantidad. Por lo demás, afirmar un enunciado condicional cuando se conoce la
verdad del consecuente o la falseded del antecedente abre la puerta a que se viole la Máxima de
Relevancia, pues el enunciado afirmado será verdadero independientemente del contenido del
antecedente en el primer caso, o del consecuente en el segundo. Todo lo anterior explica por qué
la validez de las formas (6¢) y (11¢) no garantiza que sus instancias en el lenguaje natural sean
buenos argumentos: si se supone conocida la verdad de la premisa de (6), (11a), u (11b), afirmar
los enunciados condicionales que constituyen las conclusiones respectivas es una violación de la
Máxima de Cantidad, mientras que introducir los antecedentes de esos enunciados condicionales
es una violación de la Máxima de Relevancia. La segunda estrategia de respuesta a las paradojas
de la implicación material y casos afines consiste, pues, en proveer un análisis similar para todas
las formas de argumento involucradas, explicando así por qué su validez no se traduce en bondad
argumentativa.
La crítica según la cual LF oscurece las relaciones lógicas expresadas en el lenguaje natural
puede, pues, ser respondida de por lo menos dos maneras. Por una parte, puede esperarse que las
presuntas insuficiencias de la lógica clásica sean parcialmente solventadas con la ayuda de otros
sistemas formales. Y por otra parte, puede decirse que las presuntas insuficiencias de la lógica
clásica no son tales: resultan simplemente de violaciones a máximas conversacionales, como las
Máximas de Relevancia y Cantidad, y son resueltas fuera de LF, en el ámbito no formal de la
pragmática.

3. LA LÓGICA FORMAL AL SERVICIO DE LA LÓGICA INFORMAL

Concluiré este trabajo con el análisis, apoyado en herramientas formales, de un argumento


filosófico. El objetivo del ejercicio es mostrar, por medio de un ejemplo concreto, cómo LF nos
ayuda a llegar a veredictos acerca de argumentos sutiles y propicios de generar confusión.
En la sección concerniente a los paralogismos de la razón pura de su primera Crítica, Kant
tiene como objetivo refutar ciertos esfuerzos por discernir, a través de la razón pura, las
características del “yo”, entendido como una entidad metafísica. El texto que propongo analizar
de cerca consiste en un razonamiento breve que se encuentra en un pie de página a la crítica que
Kant hace a una postura de M. Mendelssohn, según la cual el alma es permanente e indivisible.

16
Reproduzco el argumento completo, resaltando en negrillas un pasaje que merecerá especial
atención:17

El “Yo pienso” es, según se ha dicho ya, una proposición empírica, e incluye en sí la
proposición “Yo existo”. Sin embargo, no podemos afirmar que todo lo que piensa exista,
ya que, en tal caso, la propiedad del pensamiento convertiría todos los seres que la poseen
en seres necesarios. No puedo, pues, considerar mi existencia como deducida de la
proposición “Yo pienso”, como sostenía Descartes (puesto que para ello debería ser
precedida de la premisa mayor: “Todo lo que piensa existe”), sino que es idéntica respecto
de ella. (Crítica de la Razón Pura, B422n).

¿Es bueno el razonamiento aquí expuesto? Una lectura inicial parece indicar lo contrario. En
particular, en el pasaje resaltado, que conforma un argumento completo cuyo objetivo es el de
rechazar, por medio de una reducción al absurdo, un argumento atribuído a Descartes, Kant
introduce una noción de existencia necesaria sin que sea aparente de dónde deriva la necesidad
invocada. La noción de necesidad ha sido tradicionalmente una fuente de confusión filosófica, y
no es imposible que Kant haya cometido algún tipo de error. El asunto tiene que ser visto con
mayor detenimiento.

3.1 Primera lectura: una falacia modal en Kant

Paul Guyer, un influyente comentarista, traductor, y editor de la obra de Kant, acusa al filósofo
alemán de incurrir en una falacia modal en el razonamiento resaltado en negrillas en la cita
anterior —y corrobora su juicio añadiendo que Kant cae en precisamente el mismo error en otro
lugar de su obra.18 Aunque Guyer no desvela la presunta confusión de Kant por medio de una
formalización explícita, es posible reconstruir sin problema su lectura del sub-argumento que nos
ocupa. El primer paso es replantear dicho sub-argumento, haciendo algunas modificaciones que
nos permitan discernir más fácilmente su forma. No se tergiversa el sentido de Kant si por “ser
que posee la propiedad del pensamiento” entendemos “ser que piensa”, mientras que por “ser
necesario” entendemos “ser que existe necesariamente”. Obtenemos así la siguiente
reformulación preliminar del sub-argumento:

(17) Si un ser piensa, existe. Cierto ser piensa. Por ende, ese ser existe necesariamente.

El argumento (17) es tan evidentemente falaz, que resultaría superfluo formalizarlo para
demostrar su invalidez. En ningún momento Guyer le atribuye (17) a Kant; más bien, lo
17
El original reza: “Das Ich denke, ist, wie schon gesagt, ein empirischer Satz, und enthält den Satz, Ich
existiere, in sich. Ich kann aber nicht sagen: alles, was denkt, existiert; denn da würde die Eigenschaft des
Denkens alle Wesen, die sie besitzen, zu notwendigen Wesen machen. Daher kann meine Existenz auch
nicht aus dem Satze: Ich denke, als gefolgert angesehen werden, wie Cartesius dafür hielt, (weil sonst der
Obersatz: alles, was denkt, existiert, vorausgehen müßte), sondern ist mit ihm identisch.”
18
Guyer 1987 p. 123 n. 21.

17
interpreta como implícitamente suponiendo la necesidad de su primera premisa. Según la lectura
de Guyer, el argumento que Kant tendría en mente es:

(18) Necesariamente, si un ser piensa, existe. Cierto ser piensa. Por ende, ese ser existe
necesariamente.

Guyer rechaza el argumento (18), escribiendo: “Por supuesto, esta premisa no tiene esta
consecuencia; la tendría sólo si, además de que fuera (a) necesario que si un ser piensa existe,
fuera también (b) necesario que ese ser pensara —lo que no se sigue de (a). Kant no es sensible a
la diferencia entre la necesidad de un condicional y la necesidad de su antecedente.”19
Puesto en términos formales, Guyer entiende que la forma de (18), en el lenguaje de LCE
expandido por un operador modal de necesidad, *, es:

(18¢) *(p É q), p / *q

La crítica de Guyer a (18¢) está expresada en términos de deducibiliadad: su afirmación es que,


para deducir Dq de D(p ⊃ q), se requiere como premisa adicional, no p, sino Dp. Ahora bien,
puesto que en el sistema básico normal de la lógica modal de enunciados, K, como en cualquier
extensión de K, la fórmula

(DIST) *(p ⊃ q) ⊃ (*p ⊃ *q)

es tomada como axioma,20 es correcto decir que de las premisas *(p ⊃ q), y *p —además de
(DIST)— se sigue *q: la derivación procede fácilmente mediante un par de aplicaciones de la
regla de inferencia modus ponens. Sin embargo, esto en sí no demuestra que de las premisas de
(18¢) no se siga su conclusión: para esto habría que apelar, como se ha venido haciendo, a un
dictamen de invalidez de la forma (18¢). Aunque Guyer no provee tal dictamen, no es difícil
generar un contraejemplo que demuestre la K-invalidez de (18¢). Basta con considerar un K-
modelo con dos mundos, w0 y w1, tales que (i) w1 sea accesible desde w0, (ii) p sea verdadero y q
falso en w0,y (iii) p y q sean falsos en w1. De acuerdo con la reglas semánticas de K, en w0, las
premisas de (18¢) resultan verdaderas y la conclusión falsa, luego la forma es K-inválida.
Adicionalmente, si una forma es K-inválida, también es inválida en todas las extensiones de K,
como T, S4, y S5. Esto hace que, si (18¢) fuera una formalización adecuada de (18), podríamos
estar seguros de que, independientemente de la concepción que Kant tuviera de la noción de
necesidad en juego en su sub-argumento, éste sería inválido.
El problema es que es dudoso que (18¢) sea una formalización adecuada del sub-argumento
original de Kant: éste exhibe una estructura cuantificacional, y como vimos en §1.2 con el caso
de (5), (5¢), y(5²), ignorar dicha estructura puede hacer que cataloguemos como inválidos

19
Ibid.
20
En sistemas de deducción natural de la lógica modal de enunciados que no emplean axiomas, (DIST)
es derivable como teorema.

18
argumentos que un análisis mas fino revela como válidos. Respetando la estructura
cuantificacional del sub-argumento original, pero permaneciendo fieles a la lectura que Guyer
quiere darle, éste sería reformulado como:

(19) Necesariamente, todo lo que piensa existe. Por ende, todo lo que piensa, existe
necesariamente.

Ahora, traducir (19) a un lenguaje de primer orden supone un nuevo problema. La formalización
más directa haría uso de un predicado de existencia, tanto en la premisa como en la conclusión.
Pero predomina entre muchos lógicos y filósofos cierta reticencia —que se remonta, en buena
medida, a la famosa refutación del propio Kant del argumento ontológico en favor de la
existencia de Dios21—en admitir que un lenguaje de primer orden contenga un predicado de
existencia. Es por esto que propongo expresar la forma de (19) en un lenguaje de primer orden,
extendido con un operador modal de necesidad, pero sin permitirme el uso de un predicado de
existencia:

(19¢) *"x[Px É $y(x = y)] / "x[Px É *$y(x = y)]

La evaluación de (19¢) es un asunto delicado. Mientras que la lógica modal de enunciados es


relativamente sencilla y en general bien comprendida, no puede decirse lo mismo de la lógica
modal de primer orden. El problema es que la interacción entre cuantificadores y operadores
modales abre la puerta a una multitud de cuestiones intrincadas, que diferentes autores han
propuesto solucionar de diferentes maneras. He aquí algunas de las preguntas que
inmediatamente se presentan cuando se piensa en cómo darle una semántica a un lenguaje que
incluya a la vez operadores modales y cuantificadores: ¿Deben los dominios de cuantificación ser
los mismos a través de los mundos posibles, o pueden variar? ¿Debe la denotación de los
nombres (es decir, de las constantes), y de los términos en general, ser rígida, o fluctuar a través
de los mundos posibles? Si se permite que fluctúe la denotación de las constantes, ¿cómo
regimentar la relación de igualdad?
Está claro que no es éste el lugar para tratar ni siquiera superficialmente las preguntas recién
planteadas. Simplemente anoto que una propuesta atractiva para unificar las diversas
posibilidades semánticas que se presentan al considerar lenguajes de primer orden con operadores
modales es la de basar los diferentes sistemas de lógica modal cuantificada en un sistema de
lógica libre, de manera similar a la que, en la lógica modal de enunciados, los sistemas T, S4, y
S5 se basan en K.22 Sin embargo, el sistema de lógica libre en cuestión contiene un predicado de
existencia, y dada la negativa a formalizar (19) con la ayuda de un predicado tal, no podemos
apelar a esta estrategia, al menos directamente.
Sin embargo, y afortunadamente para mis propósitos, es posible proveer un contraejemplo
que apunta a la invalidez de (19¢) sin tener que abordar a fondo los múltiples problemas
21
Crítica de la Razón Pura, A597/B625.
22
Ver, por ejemplo, Garson 2006, capítulos 12 y 13.

19
mencionados. Estrictamente hablando, el contraejemplo no establecerá la invalidez de (19¢), pues,
como he sostenido en este trabajo, la invalidez de una forma es relativa a un sistema formal
específico, y adoptar un sistema formal específico en la situación actual supondría confrontar los
problemas que he renunciado a confrontar en esta ocasión. Me limitaré, pues, a describir el
contraejemplo que tengo en mente, es decir, a describir un modelo, y un mundo en ese modelo,
en el que la premisa de (19¢) es verdadera, y la conclusión falsa.
Considérese un modelo que contiene únicamente dos mundos, w0,y w1, donde w1 es accesible
desde w0.23 Sea w0 tal que en él hay un único objeto a, que pertenece además a la extensión del
predicado P. Luego las siguientes fórmulas son verdaderas en w0: (i) Pa, (ii) $y(y = a), (iii) Pa É
$y(y = a), (iv) "x[Px É $y(y = x)]. Sea w1 tal que su único elemento sea b, que no pertenece a la
extensión del predicado P.24 Luego las siguientes fórmulas son verdaderas en w1: (v) ¬$y(y = a),
(vi) "x[Px É$y(y = x)]. Ahora, puesto que w1 es el único mundo accesible desde w0, y como
consecuencia de (v) y (vi) y de la semántica de los operadores modales, las siguientes fórmulas
son verdaderas en w0: (vii) ¯¬$y(y = a), (viii) *"x[Px É$y(y = x)]. Pero (vii) es equivalente por
definición a (ix) ¬*$y(y = a). Por (i) y (ix), es verdadero en w0 que (x) Pa & ¬*$y(y = a), y
básicamente esta ultima es clásicamente equivalente a (xi) ¬[Pa É *$y(y = a)]. Puesto que el
único elemento en w0 es a, es verdadero en ese mundo que (xii) ¬"x[Px É *$y(y = x)]. Así, son
verdaderas en w0 las fórmulas (viii) y (xii), es decir, la premisa y la negación de la conclusión de
la forma de argumento (19¢), lo que señala su invalidez.
En resumen: Guyer rechaza el argumento (18) por medio de un análisis, en términos
deductivos, de la forma (18¢). Aunque el análisis de Guyer no demuestra la invalidez de (18¢), no
es difícil establecer este hecho. Sin embargo, (18¢) no refleja la estructura cuantificacional
presente en el texto original de Kant. La forma (19¢) sí lo hace, y, sin tener que decantarnos por
23
No se vería afectado el contraejemplo si la relación de accesibilidad fuera además simétrica o
reflexiva.
24
Puesto que los dominios de w0 y w1 difieren, el contraejemplo supone una semántica para la lógica
modal de primer orden en la que los dominios de cuantificación son variables. En defensa de esta
suposición, y apoyándome en Garson 1991, diré primero que, en el uso habitual del lenguaje cotidiano,
los dominios de cuantificación varían con los contextos de evaluación. Por ejemplo, evaluamos la oración
‘Existe un tripulante de las naves de Colón que fue el primero en divisar tierra firme’ como falsa, por lo
menos si interpretamos el ‘existe’ en tiempo presente, pues la persona en cuestión murió hace siglos.
Pero la persona existía, y la oración era verdadera, en 1492. De manera similar, cuando proferimos
oraciones como ‘Todos los alumnos pasaron el examen’, se entiende que hablamos no de todos los
alumnos que existen y hayan existido, sino de los alumnos pertenecientes a un conjunto
contextualmente definido. Segundo, y en relación estrecha con el argumento original de Kant, suponer
que los dominios de cuantificación son fijos a través de los mundos, sería suponer que todos los mundos
posibles contienen las mismas entidades, es decir, que son entidades cuya existencia es necesaria (el
enunciado "x*$y(y = x), es decir, ‘Todo existe necesariamente’ es una verdad lógica en un sistema
modal cuantificado cuya semántica estipule dominios de cuantificación fijos). Pero el punto de Kant en el
pasaje en el cual aparece (19) —independientemente de que éste sea válido o no— es justamente que
es absurdo pensar que nuestra existencia es necesaria.

20
éste o aquel sistema de lógica modal cuantificacional, es posible generar, con base en un supuesto
razonable acerca de cómo tratar los dominios de cuantificación, un contraejemplo a la misma. Lo
que permite finalmente declarar que (19) es un argumento modal inválido.

3.2 Segunda lectura: dos nociones de necesidad

Pero ¿es correcta la atribución de (19) a Kant? Una indicación para pensar que no lo es es el
hecho de que, para no tener que acusar a Kant de cometer una falacia vergonzosa e improbable,
hubo que prefijar la premisa del argumento (17) con el modificador ‘Necesariamente’, aunque
éste no apareciera explícitamente en el texto original. Esta consideración es suficiente para
motivar una lectura más cuidadosa de la totalidad del razonamiento original.
Esa lectura empieza por observar que Kant atribuye a Descartes un argumento cuya forma es
válida, es decir el silogismo

(20) Todo lo que piensa existe. Yo pienso. Luego yo existo.

(Justificación: una ligera paráfrasis del texto arroja: “[Descartes sostenía que] mi existencia [es]
deducida de la proposición ‘Yo pienso’ [y] para ello [ésta] debe ser precedida de la premisa
mayor ‘Todo lo que piensa existe’.”)25
Una vez (20) ha sido enunciado, se impone una nueva lectura del pasaje completo; visto de
esta nueva manera, el sub-argumento analizado en la sección anterior se entiende de manera muy
diferente a como lo entiende Guyer. Lo que Kant parece pensar es que el silogismo (20) conduce
no sólo a la conclusión “Yo existo”, sino a otra mucho más fuerte, que Kant considera
inaceptable: “Yo existo necesariamente”.26 Pero como (20) es una instancia de un silogismo
válido, y como, según Kant, esta instancia nos lleva a una conclusión inaceptable, debemos
rechazar alguna de sus premisas. La premisa menor, “Yo pienso”, es incontrovertible (volveré a
este punto). Luego el problema debe situarse en la premisa mayor, “Todo lo que piensa existe”, la
25
Cabe señalar que Descartes niega explícitamente que su posición sea la que aquí afirmo que le
atribuye Kant, es decir, que la conclusión del cogito se obtenga por medio del silogismo (20). En sus
Segundas Respuestas a objeciones suscitadas por sus Meditaciones Metafísicas, Descartes escribe: “Pero,
cuando comprendemos que somos cosas que piensan, obtenemos una noción primaria que no es
desprendida de ningún silogismo; cuando alguien dice yo pienso, luego yo soy, o yo existo, no concluye
su existencia a partir de su pensamiento como por la fuerza de ningún silogismo, pero como una cosa
conocida en sí: la ve por una simple inspección de su espíritu. Porque parece que, si la hubiera deducido
por un silogismo, aparentemente hubiera debido conocer la premisa mayor: Todo lo que piensa es, o
existe. Pero, al contrario, la premisa mayor le es ensañada de lo que él siente en sí mismo, que no puede
ser que él piense, si no existe. Pues es lo propio de nuestro espíritu, de formar proposiciones generales a
partir del conocimiento de las particulares.” (Œuvres de Descartes IX, pp. 110–11).
26
Recientemente ha sido defendida la idea de que todo lo que existe, existe necesariamente: véase
Williamson 2002. Tal postura, que el mismo Williamson tacha de contra-intuitiva, depende de una
distinción entre existencia lógica y existencia concreta bastante alejada de las ideas que Kant expresa en
el pasaje que nos ocupa.

21
cual debe ser rechazada, lo que explica por qué Kant escribe: “no podemos afirmar que todo lo
que piensa existe …” (nótese que aquí no es necesario suponer que el texto deja implícito un
“necesariamente”). La solución que propone Kant es que en vez de aceptar la premisa mayor, por
verdadera que parezca, aceptemos que “El Yo pienso” … incluye en sí la proposición “Yo
existo”.” Para resaltar esta conclusión, expuesta al principio del pasaje, Kant la repite al final:
“[L]a proposición “Yo pienso” . . . es idéntica respecto de [mi existencia].”
Queda por explicar por qué Kant podría pensar que (20) tiene como consecuencia no sólo
“Yo existo”, sino la aparentemente inaceptable “Yo existo necesariamente”. Sugiero la siguiente
razón. Ante la conclusión que Kant juzga como inaceptable, éste no contempla poner en duda la
premisa menor, “Yo pienso”, pero rechaza en cambio la afirmabilidad de la mayor, “Todo lo que
piensa existe”. ¿Por qué? Porque un agente no puede rechazar la proposición “Yo pienso” sin
incurrir en una contradicción performativa: el dudar que se piensa es una forma de pensamiento;
al decir “no pienso”, el agente piensa.27 Con base en ésta observación, Kant parece dar cuatro
pasos: (i) concluir, a partir de la imposibilidad de rechazar la proposición “Yo pienso”, una nueva
proposición, “Yo pienso necesariamente”. (ii) Retirar, a partir de la premisa mayor,“Todo lo que
piensa existe” y de la nueva premisa, “Yo pienso necesariamente”, la conclusión “Yo existo
necesariamente”. (iii) El rechazo de la anterior conclusión obliga a Kant a denegar la
afirmabilidad de la premisa mayor, mediante una reductio ad absurdum. (iv) No obstante, Kant
concluye que el contenido de la premisa mayor no es inexpresable, pues la afirmación “Yo
pienso” incluye analíticamente la afirmación “Yo existo”.
Si la lectura anterior es acertada, se estaría exonerando a Kant de haber adelantado el
argumento (19), que, como vimos, es inválido. Sin embargo, la nueva interpretación presenta una
dificultad diferente. Antes de enunciarla, será útil atender al argumento que, según esta segunda
lectura, Kant da por válido:

(21) Todo lo que piensa existe. Yo pienso necesariamente. Luego yo existo necesariamente.

En un lenguaje de primer orden suplementado con operadores modales, la forma de (21) sería:

(21¢) "x[Px É $y(x = y)], *Pa / *$y(y = a)

Como ya se mencionó con el caso de (19¢), para poder emitir un dictamen definitivo acerca de la
validez o invalidez de (21¢), habría que escoger un sistema específico de lógica modal
cuantificada, lo que supondría tomar ciertas decisiones semánticas complicadas. Sin embargo, y
sin buscar resolver todos los detalles pertinentes, es posible aducir que (21¢) es una forma válida.
Pues supongamos que las premisas son verdaderas en un mundo w0, y denominemos por W0 al
conjunto de todos los mundos accesibles desde w0 (puede darse que w0 pertenezca a W0). Dado
que *Pa es verdadera en w0, entonces, la semántica de los enunciados cuya conectiva principal es
27
Para una lectura afín —aunque bastante más minuciosa— del argumento original de Descartes, ver
Hintikka 1962.

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el operador de necesidad, *,28 indica que Pa es verdadera en todos los mundos en W0. Esto quiere
decir que a hace parte del dominio de cuantificación de todos los mundos en W0, y por ende que
$y(y = a) es verdadera en todos ellos. Pero en tal caso, la semántica de * indica que *$y(y = a)
es verdadera en w0. Luego, en w0, si las premisas son verdaderas, la conclusión también tiene que
serlo. Pero w0 es un mundo arbitrario, así que el mismo argumento valdría para cualquier otro
mundo. En consecuencia, la forma (21¢) no tiene contraejemplos, y puede declarársele como
válida.
Pero si (21¢) es válida, ¿cuál, pues, es la dificultad que surge con la segunda lectura del pasaje
de Kant que mencionaba anteriormente? La siguiente: en la explicación de por qué la forma (21¢)
es válida, y en consonancia con la semántica de *, vimos que cuando *Pa y *$y(y = a) son
verdaderas en cierto mundo w, Pa y $y(y = a) son verdaderas en todos los mundos accesibles
desde w. Esto supone, por supuesto, que se le da una lectura uniforme al operador de necesidad
en todos los enunciados en los que aparece. El problema es que ‘necesariamente’ no parece tener
un significado uniforme en el argumento (21). Recordemos que según la segunda lectura, Kant
tacha de inaceptable la conclusión, “Yo existo necesariamente”. Esta intolerabilidad es
compatible con interpretar * de tal manera que un enunciado prefijado por * es verdadero en un
mundo w, si el enunciado en sí es verdadero en todos los mundos accesibles desde w: pues resulta
inaceptable pensar que yo existo en todos los mundos posibles accesibles desde el actual. Pero
recordemos también que Kant, según la segunda lectura, infiere la segunda premisa de (21), “Yo
pienso necesariamente”, a partir de la contradicción performativa que supone dudar o negar que
yo pienso. Sin embargo, que haya una contradicción performativa en dudar o negar que yo pienso
no significa que sea plausible afirmar que yo pienso en todos los mundos posibles accesibles
desde el actual, justamente porque ésto implica que yo existo en todos los mundos posibles
accesibles desde el actual, lo que es intolerable.
Si todo lo anterior va por el camino correcto, Kant no hubiera tenido por qué negar, en el
pasaje que nos ha ocupado, la afirmabilidad del dictum cartesiano, “Todo lo que piensa, existe”,
pues la reductio ad absurdum que lo lleva a tomar este paso, aunque basado en (21), un
argumento válido con una conclusión inaceptable, no repara en que la palabra ‘necesariamente’,
que aparece tanto en las premisas y la conclusión del argumento, es entendida en ellas de manera
ambigua. Este error tiene un nombre en LI: falacia de ambigüedad, o de equivocación.29

28
Para simplificar, abreviaré “la semántica de los enunciados cuya conectiva principal es el operador
de necesidad, *” por “la semántica de *”.
29
Este trabajo fue realizado bajo los auspicios del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la
Universidad Nacional Autónoma de México, dentro del marco de una beca para la investigación
posdoctoral otorgada por la Coordinación de Humanidades de la UNAM. Agradezco al Instituto por
proveer condiciones excepcionales para la investigación. Agradezco también a los participantes del I
Coloquio de Lógica, Retórica, y Teoría de la Argumentación (Universidad de Guadalajara, febrero 2009), y
en especial a Michael Gilbert, Fernando Leal, y Carlos Pereda, por sus comentarios sobre una versión
preliminar de este texto. Versiones más recientes del escrito se han visto beneficiadas por los valiosos
aportes de Axel Barceló, Emiliano Boccardi, y Natalia Luna.

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REFERENCIAS

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