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por Carlos Masotta.

Doctor en Antropología Social


y Licenciado en Ciencias Antropológicas por la Universidad
de Buenos Aires, y miembro del CONICET. Es docente en la
Universidad de Buenos Aires, y de posgrado en la Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)

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El “elogio negativo” es una táctica de dominio colonial


que crea una imagen exótica del grupo oprimido para
ensalzarla y, en esa misma operación, declararla muerta.
Algunos museos y ciertos discursos y normativas incurren
en esta práctica cuando se trata de los pueblos indígenas.

Represión, imágenes y
silencios
Cartel de entrada al museo Leleque. Foto: Carlos Masotta.
E ntre la violencia y la redención, los pueblos indí-
genas han sido objeto de una perversa política
pendular con la que el Estado desplegó a lo largo
de la historia nacional su carácter civilizador.
La represión militarizada de reclamos territoriales en Chubut
y Río Negro que produjeron la muerte de Santiago Maldonado
Mansilla: “Le contesté que… el Presidente de la República era
un hombre muy bueno… y que, por otra parte, la Constitución
le mandaba al Congreso conservar el trato pacífico con los in-
dios y promover la conversión de ellos al catolicismo…
Mariano Rosas: –Y dígame, hermano –me preguntó–: ¿cómo
se llama el Presidente?
y Rafael Nahuel en 2017 y la escalada de discursos estigmati- –Domingo F. Sarmiento.
zantes sobre el pueblo mapuche, tanto mediáticos como de la –Y dígame, hermano, ¿cómo se llama la Constitución?
propia usina estatal, han puesto bajo un cono de sombra la enu- Aquí se me quemaron los libros… Si el Presidente podía lla-
meración de derechos indígenas que la Constitución nacional marse Domingo F. Sarmiento, ¿por qué para aquel bárbaro, la
incorporó con su reforma desde 1994. Constitución no se habría de llamar de algún modo también?
Hoy, el retraso en el “acceso a la tierra” y la ambigüedad en el Me vi en figurillas.
reconocimiento efectivo de la “preexistencia étnica y cultural” y –La Constitución, hermano... La Constitución... se llama así no
del “respeto a su identidad” conquistados entonces, hacen ver más, pues, Constitución.
los efectos de aquella reforma como la producción de un estado –Entonces, ¿no tiene nombre?
de intemperie y vulnerabilidad sobre el cual la escena autoritaria –Ése es el nombre.
vuelve a hacer su exhibición. No es la primera vez que la acción –¿Entonces no tiene más que un nombre, y el Presidente tiene
de gobierno sobre los pueblos indígenas es opuesta a la letra de dos?
la Constitución nacional. Las campañas militares en Patagonia y –Sí.
Chaco iniciadas en el siglo XIX incumplieron flagrantemente el –¿Y es buena o mala la Constitución?
“conservar el trato pacífico con los indios” que la vieja Ley Fun- –Hermano, los unos dicen que sí, y los otros dicen que no”.
damental promovía desde 1853.
Un comentario sobre la ambigüedad de la relación ley/pueblos
indígenas aparece ya en un extraordinario pasaje de Una excur-
sión a los indios Ranqueles (1870). Se trata de la narración del
intercambio que el general Lucio V. Mansilla mantuvo con el
cacique Mariano Rosas:

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Es interesante cómo el diálogo de Mansilla hace girar la relación


ley/pueblos indígenas alrededor del problema del nombre, sugi-
En los procesos de
riendo que la tensión entre ambos viene dada por el problema hegemonía poscolonial,
de la representación. La Constitución es “Ley Fundamental”
(y fundacional) también por las definiciones identitarias que
la cultura de los
produce. Es decir, además de normativas produce descripciones grupos subalternos
comunitarias. Su dimensión performativa en tanto discurso
hacedor puede observarse incluso en la etimología del término. es públicamente
Proviene del latín constitutio onis que remite a construir, levan- manipulada y
tar y fundar, como también al estado y composición de algo o
su esencia. El ingreso de “los pueblos indígenas argentinos” en especialmente
la Constitución nacional, ocurrido en 1994, puede observarse en distanciada de sus
este sentido. Además de los efectos jurídicos concretos de esa
incorporación, el texto constitucional produce también efectos condiciones sociales y
de representación social y, en tanto texto público, sus enunciados
y definiciones están ligados a construcciones ideológicas y fe-
materiales de vida.
nómenos de creencia. Por lo tanto, así como “pueblos indígenas
argentinos” no es un sintagma en absoluto transparente, tampo-
co lo es “Constitución de la Nación Argentina”, como lo muestra
el diálogo de Mansilla.
En este sentido, desde el año pasado, es al menos paradójico es-
cuchar a los principales voceros (ministros, periodistas) de esos
discursos estigmatizantes sobre los reclamos territoriales en
Río Negro y Chubut usar términos de la lengua mapuche como
“lof ”, “peñi”, “lonko” “machi” o “huerken” que toman de las de-
claraciones de los propios reclamos para alentar su descrédito.
La operación de tal condescendencia lingüística no es un juego
cruel ni algo nuevo. En los procesos de hegemonía poscolonial, fotografías racializadas para vender ropas de su marca.
la cultura de los grupos subalternos es públicamente manipu- Hacia finales del siglo XIX, Leleque fue un punto clave en la
lada y especialmente distanciada de sus condiciones sociales y avanzada final de la llamada Conquista del Desierto. Inmedia-
materiales de vida. En este caso parece anunciar, además, que tamente después se constituyó en una de las primeras estancias
las políticas de Estado no están dispuestas a que los conflictos de la zona en la explotación ovina. En esta secuencia militariza-
con pueblos indígenas impongan una voz que no sea la propia y ción/latifundio/museo queda claro el tipo de no-lugar otorgado
lo disimula tomando palabras de una lengua que, en verdad, no en ella a la presencia local indígena en la zona. Con todo, la
comprende. secuencia, más que una sucesión de distintos momentos, es
El caso me recordó un testimonio que recogí en la misma zona también su acumulación. El año pasado, esa misma estancia y
del actual conflicto hace aproximadamente 20 años. Entrevisté museo fue un lugar de operaciones del grupo de Gendarmería
a un veterinario rural que, por su trabajo prolongado en el lugar, que reprimió el corte de la ruta que mantenía el reclamo mapu-
tenía buenos conocimientos sobre la composición social de che por tierras, a poca distancia de allí.
la población local. Describió con minuciosidad los diferentes En 2000, la aparición del museo de Benetton (donde una em-
grupos de origen inmigratorio formados por familias provenien- presa textil italiana recrea la historia mapuche en un enclave
tes de Alemania, Italia y de algunas provincias argentinas. Me mapuche) pareció una contestación a la restitución de los restos
extrañó que en su enumeración no mencionara los apellidos del cacique Inacayal que diferentes comunidades y agrupacio-
mapuches y tehuelches que eran de conocimiento público en nes indígenas habían logrado unos años antes y depositado en
el pueblo y lo interrogué sobre la efectiva presencia de familias un importante mausoleo un poco más al sur, en la localidad de
indígenas. Casi gritando me respondió: “¡Esos no son indios, son Tecka, al borde de la misma Ruta 40 (Inacayal fue, precisamente,
indios de mierda!”. El exabrupto me dejó atónito y mi entrevista- uno de los últimos jefes que resistió a la “Conquista del Desierto”
do se explayó: “Yo los respetaría si conservaran sus vestimentas, en la zona. Luego de su cautiverio, sus restos se exhibieron en
su lengua, sus rituales... pero no hay nada de eso”. las vitrinas del Museo de La Plata como parte de las colecciones
Primero el silencio, luego el insulto y finalmente la negación de de antropología física).
la pertenencia étnica por su supuesta degradación de una tam- Desde su inauguración, el museo de Benetton colocó, también al
bién supuesta autenticidad. La violencia del comentario, ade- borde de la Ruta 40, un enorme cartel con el retrato ampliado de
más de estar en el contenido, se desplegaba con sofisticación. un viejo indígena. Pero no se trataba el rostro de Inacayal o el de
Su fuerza discriminatoria, antes que en un descrédito, se fun- su compañero, el cacique Foyel, que fueron los últimos jefes que
daba en una exaltación de lo indígena. En efecto, entiende a tal vivieron y resistieron en esa misma zona la avanzada militar. El
condición como un diorama o escena museográfica (lengua, museo seleccionó estratégicamente el rostro de un indígena que
vestimenta, rituales) digna del respeto que se les niega a quie- vivió muy lejos del lugar, en el sur de la provincia de Santa Cruz,
nes no la han sostenido, por lo que los considera merecedores y lo presentó sin nombre, como el típico retrato anónimo y racial
del escarnio y de ser ignorados como tales. Esta conjunción de que también usaba en las propagandas de la empresa. El uso de
silencio y desprecio podría ser una expresión metropolitana esa figura no es un dato menor pues el museo, presentándose
que, alejada de la realidad de las comunidades originarias ope- como un difusor de la historia local, con la instalación del retra-
rara por desconocimiento, pero era exactamente lo contrario. to de un indígena anónimo, en verdad, silencia dicha historia y
No se ejercía en cualquier lugar sino en una de las zonas que sus protagonistas.
reúne la mayor densidad de comunidades y población mapu- El mausoleo indígena y museo del latifundio parecen desde
che y tehuelche en el oeste de la Patagonia en torno al eje de la entonces medirse en sus distintas versiones del pasado indí-
Ruta 40. gena local, pero en realidad son expresiones de dos procesos
Este tipo de reconocimiento o elogio negativo (una vieja táctica de diferentes. El primero es de dominio y violencia simbólica (como
dominio colonial que crea una imagen exótica del grupo domi- el mencionado uso instrumental de la lengua del otro para silen-
nado para elogiarla y a la vez declararla muerta) encontraba en ciarlo); el segundo representa la lucha de los pueblos originarios
ese mismo momento otra expresión en el museo que, a pocos por la restitución de la memoria, es decir, de la tierra. En la Ar-
kilómetros de allí, se inauguraba en la antigua estancia Leleque, gentina contemporánea el pasado indígena constituye una po-
propiedad del Grupo Benetton. En aquel momento (año 2000), tencia singular que es fuente de estereotipos y de derechos, y la
el museo parecía impulsado por el espíritu multicultural que puja entre estos extremos se ha tensado de tal forma que desde
también difundían las campañas publicitarias de la empresa con el primero se vocifera para intentar acallar al otro.

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En 2000, la aparición
del museo de Benetton
(donde una empresa Para el artículo se consultó, entre otros: “¿Quién
necesita identidad?”, de Stuart Hall, en Cuestiones
textil italiana recrea de identidad cultural, de Stuart Hall y Paul de Gay

la historia mapuche (2003), y “Presentación y conclusiones del debate:


Reclamos, restituciones y repatriaciones de restos
en un enclave humanos indígenas: cuerpos muertos, identidades,
cosmologías, políticas y justicia”, de Axel Lazzari,
mapuche) pareció en Corpus. Archivos virtuales de la alteridad ame-
una contestación a ricana (2011).

la restitución de los
restos del cacique
Inacayal que diferentes
comunidades
y agrupaciones
indígenas habían
logrado unos años
antes y depositado
en un importante
mausoleo un poco más
al sur, en la localidad
de Tecka, al borde de la
misma Ruta 40.

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