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Juan 17:21

Dos mil años de presencia, sustancia y esencia de la verdadera iglesia de Dios

Roberto Celaya Figueroa


…para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas
las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual
son todas las cosas y nosotros por medio de él (I Corintios 8:6)
Dedicatoria

A la Iglesia de Dios (7° Día)

Página web habla hispana: http://www.iglesiadediosapostolica.org/

Página web oficinas centrales: http://www.churchofgod-7thday.org/


Índice

Introducción...................................................................................................... 1

Un problema ..................................................................................................... 3

¿Cómo explican las iglesias el “ser uno”? ......................................... 9

¿Quién era el responsable de este “ser uno”? .................................. 14

¿Jesús estaba pidiendo unidad? ......................................................... 16

¿Y la iglesia? ......................................................................................... 17

Una solución ..................................................................................................... 20

Una en presencia.............................................................................................. 28

Una en sustancia .............................................................................................. 38

Una en esencia ................................................................................................. 46

Una decisión ..................................................................................................... 54

Conclusión ........................................................................................................ 60
Introducción

“…para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también
ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste…”, la
petición de Jesús al Padre contenida en Juan 17:2, antes de su arresto que
conduciría a Su crucifixión, resuena en la mente de cada creyente como un
llamado a aquello que como grupo y en lo individual Su iglesia debía de mostrar
para que el mundo creyera.

Este pensamiento es una de las causas por las que en la actualidad la comunidad
cristiana busca ese “ser uno” que más que ser un distintivo de los creyentes, ante
la fragmentación física y doctrinal de las diferentes denominaciones cristianas,
pareciera ser un requisito inalcanzable para ellos.

Ecumenismo, reconciliación, comunión… muchos son los caminos por los que la
actual colectividad cristiana busca lograr ese “ser uno”, lo que, si se es
intelectualmente honesto, literalmente, y desde el establecimiento de la iglesia
hace ya dos mil años, ha estado más que ausente.

Una mirada superficial a lo anterior nos permitirá ver ese esfuerzo como algo
loable, meritorio y ensalzable. Pero si uno se detiene un momento y analiza a con
mayor detalle el tema en cuestión, tanto en alcance como en profundidad, no
podrá menos que ver situaciones que de inicio son incongruentes y rayanamente
son absurdas.

La petición de Jesús al Padre en Juan 17:2 habla de un “ser uno”, pero ese “ser
uno” sería requisito para un fin mayor, ¿cuál es ese fin?, el que el mundo pudiera
creer que el Padre había enviado a Jesús. A lo largo de la historia de la iglesia ese
“ser uno” es lo que más ha faltado. En la actualidad 33,000 denominaciones
cristianas son prueba de ello; de igual forma al interior de las congregaciones,
incluso de la que se considere la verdadera iglesia de Dios, no existe ese espíritu

1
común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción, que uno pudiera
esperar. Con esto en mente, y si somos sinceros, no podemos menos que concluir
que la única petición que hizo Jesús al Padre para Su iglesia no fue atendida, esto
si es que entendemos, como lo hacen esas 33,000 denominaciones cristianas, ese
“ser uno” como se ha venido comentado.

De nuevo: la petición de “ser uno” dada al Padre por Jesús para Su iglesia era con
el fin del que el mundo creyera. ¿Acaso el Padre no escuchó a Jesús?, ¿le negó
esa petición?, ¿no consideró importante que la iglesia presentara ese “ser uno” y
que así el mundo creyera que Él había enviado a Jesús? Estas ideas comienzan a
sonar absurdas, y lo son, y eso que apenas se ha comenzado a analizar por
encima el problema de la petición de Juan 17:2, “ser uno”, respecto de la realidad
mostrada por la iglesia desde su fundación y hasta la fecha.

Pero ¿y si ese “ser uno” se refiriera a otra cosa?

En la presente obra se presentarán las incongruencias y absurdos derivados del


pensamiento común referido a la petición de Juan 17:2 que considera ese “ser
uno” de la iglesia como se ha comentado al inicio, se presentará una
interpretación alternativa a esa oración y, mejor aún: se mostrará cómo es que la
solicitud contenida en la plegaria de Jesús al Padre sí fue contestada, que ese “ser
uno” ha estado presente desde la fundación de la iglesia y que, tal como lo señaló
Jesús, esa característica permite identificar a la verdadera iglesia de Dios en todos
los tiempos y en la actualidad a través de su presencia, sustancia y esencia.

Adicionalmente arrojará luz sobre la cita de Juan 10:30 donde Jesús dice “Yo y el
Padre uno somos”, cita que durante siglos ha estado sujeta a debate en cuanto a
su significado yendo de un extremo a otros en el mismo. Esta luz será posible ya
que mientras que la cita de Juan 10:30 sólo dice eso, y con eso comienzan los
argumentos en un sentido u otro, la cita de Juan 17 que aborda el mismo
concepto, ser uno, da mayores elementos de análisis ara ver a qué se refiere eso.

2
Un problema

Entre el momento de la Santa Cena y el arresto que lo conduciría a su crucifixión,


nuestro Señor Jesús compartió un momento de mucha intimidad entre Sus
discípulos y con el Padre. Entre Juan 13 y Juan 18 tenemos una serie de
revelaciones de parte de Jesús base de instrucción, edificación y consuelo lo
mismo para Sus discípulos que para la iglesia de todos los tiempos,
incluyéndonos.

La manifestación de Jesús como el camino al Padre, la promesa del Espíritu


Santo, la declaración de Jesús como la vid verdadera, la cuestión del
aborrecimiento de la iglesia por parte del mundo, la obra que haría el Espíritu
Santo, la tristeza que se convertiría en gozo, el testimonio del vencimiento del
mundo por parte de Jesús, así como la oración de Jesús al Padre por Sus
discípulos, son algunas de las verdades contenidas en ese lapso de tiempo y que
quedaron escritas para nuestra enseñanza.

Respecto de la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia, esta está


contenida en Juan 17, y dado que es importante todo el contexto de la misma es
menester considerar todo el capítulo:

1
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora
ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti;
2
como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a
todos los que le diste.
3
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado.
4
Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que
hiciese.
5
Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve
contigo antes que el mundo fuese.

3
6
He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos
eran, y me los diste, y han guardado tu palabra.
7
Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti;
8
porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han
conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
9
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste;
porque tuyos son,
10
y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
11
Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti.
Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que
sean uno, así como nosotros.
12
Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a
los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de
perdición, para que la Escritura se cumpliese.
13
Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo
cumplido en sí mismos.
14
Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo.
15
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
16
No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
17
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
18
Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.
19
Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean
santificados en la verdad.
20
Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de
creer en mí por la palabra de ellos,
21
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú
me enviaste.

4
22
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno.
23
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que
el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado.
24
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también
ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me
has amado desde antes de la fundación del mundo.
25
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y éstos
han conocido que tú me enviaste.
26
Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el
amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.

El clímax de la oración, referido al tema que estamos tratando, llega en los


versículos 20 al 23, cuanto Jesús al Padre pide ese “ser uno” para Su iglesia, pero
previamente hay otros versículos que sirve para dar luz sobre esto.

El versículo 9 señala explícitamente que Jesús está pidiendo por Sus discípulo y
aclara el porqué de esto: porque son del Padre y Él se los dio a Jesus.

El versículo 11 trae una introducción a la oración referida a ese “ser uno” en la


iglesia, aquí, aunque Jesús aún no declara por qué habría de Su iglesia de “ser
uno”, nuestro Señor pide al Padre Sus discípulos sean guardados en el nombre
del Padre.

Los versículos 15 y 17 están concatenados, en el 15 Jesús pide al Padre guarde


del mal a Sus discípulos, el 17 amplía esto pidiendo para ellos no solo la guarda
del mal sino su santificación, santificación a través de la Palabra de Dios, Palabra
de Dios cuya interpretación verdadera y veraz tendría que tener Su iglesia para su
santificación durante toda su existencia así como para cumplir la gran comisión de
evangelizar al mundo.

5
Llegamos así a los versículos 20 al 23, que nos traen al tema que estamos
analizando, la cuestión del “ser uno”:

20
Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de
creer en mí por la palabra de ellos,
21
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú
me enviaste.
22
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno.
23
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que
el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado.

El versículo 20 aclara algo muy importante: la oración de “ser uno”, iniciada en el


versículo 11, no sólo es para los discípulos de aquel entonces sino por todos los
que habrían de creen en Jesús mediante el testimonio de Su iglesia: “ruego…
también por los que han de creer en mí…”. Así que esta oración abarca todos
los fieles de la iglesia existentes desde el inicio de esta y hasta el regreso de
nuestro Señor.

El versículo 21, a diferencia del 11, no sólo pide “ser uno” sino que aclara el por
qué es necesaria ese “ser uno”, razón que por cierto no es cosa menor: para que
el mundo pudiera creer que Jesús fue enviado por el Padre. Este punto es
sumamente importante ya que cualquier explicación que se dé sobre el “ser uno”,
como las que se analizarán más adelante, debe considerar que esa característica
debería estar en la iglesia desde su inicio y hasta la actualidad como característica
visible, notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto
llegar a creer. Por otra parte es importante también tener en consideración que
ese “ser uno”, además de lo anteriormente comentado, debía ser con el mismo

6
nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús: “…que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti…”.

El versículo 22 de nuevo trae la solicitud de “ser uno” dada por Jesús al Padre con
respecto de Su iglesia con la aclaración que referido a ello Jesús mismo, y para
conseguir ese fin le ha dado Su misma gloria: “… la gloria que me diste, yo les
he dado, para que sean uno…”.

De nuevo el versículo 23 trae la petición de Jesús al Padre con respecto al “ser


uno” de Su iglesia con la aclaración reiterativa de que esto es un requisito
necesario para que el mundo conozca que Jesús fue enviado por el Padre:
“…perfectos en unidad [la traducción literal sería: perfectos siendo uno o
perfectos en uno], para que el mundo conozca que tú me enviaste…”, pero
además expande esta explicación al referirla a la señal visible de que el Padre ha
amado a Su iglesia de la misma forma en que ha amado a Jesús: “…y que los
has amado a ellos como también a mí me has amado…”.

Así tenemos en esta oración contenida en este capítulo del Evangelio de Juan,
que Jesús no pide una, ni dos, ni tres, sino cuatro veces al Padre, con respecto de
Su iglesia, el “ser uno” (vv. 11, 21, 22 y 23), aclara de igual forma que este “ser
uno” es necesario, imperioso e indefectible como requisito para que el mundo
crea que Jesús fue enviado por el Padre, de hecho esto lo señala en dos
ocasiones (vv. 21 y 23), y culmina esta petición aclarando que este requisito de
“ser uno” en la iglesia no sólo es para que el mundo crea sino que es la señal
visible y palpable de que el Padre la ama de igual forma como ha amado a Jesús.

Pensemos un poco en esto ya que no es una oración general sino una oración
muy concreta y específica, con una señal muy clara y muy concreta, y con una
finalidad muy específica y determinada, de la que prácticamente depende la obra
salvífica que el Padre, por medio de Su Santo Espíritu, haría en el mundo a través
de la iglesia.

7
Jesús no era muy dado a dar señales por cuanto la gente se las pedía. De hecho
a los que pedían señales para llegar a creer los llamaba perversos y adúlteros
(Mateo 12:39), más sin embargo, en todo Su ministerio, tenemos dos señales que
sí dio, gracias al amor, misericordia y majestad del Padre, al mundo y de las
cuáles prácticamente depende toda la salvación.

Una señal es el tiempo que Él estaría en la tumba: tres días y tres noches (Mateo
12:40), tres periodos de luz de doce horas y tres periodos de oscuridad de 12
horas (Juan 11:9), es decir, exactamente 72 horas, ¿y para que sería dada esta
señal? Para demostrar que Jesús era el Hijo del Hombre, el Mesías, el Salvador
(Mateo 12:40)1.

La otra señal es precisamente la contenida en la oración por el “ser uno” de Su


iglesia de Juan 17 ya que de que de eso dependía que la humanidad identificara a
Su verdadera iglesia, creyera en Sus doctrinas verdaderas, y por consiguiente
tuviera la oportunidad de salvarse.

Si vemos las más de 33,000 denominaciones cristianas que existen así como la
inexistencia de ese espíritu común de entendimiento, esa unidad de propósito y
acción, al interior de la que uno pudiera considerar la verdadera iglesia, este “ser
uno” está realmente muy lejos de poder ser la característica de la iglesia, al
menos en la forma en que se ha entendido. Ante esto, las diferentes
congregaciones, al sentir que no han cumplido la expectativa de unidad que de
ellas se esperaba, contenida en la oración de Jesús al Padre por Su iglesia de
Juan 17, ha iniciado diferentes esfuerzos con la finalidad de lograr esto. Pero, ¿es
correcto ver las cosas de esta forma? La respuesta es no. Ni la oración que Jesús
dio al Padre referida al “ser uno” de Su iglesia y contenida en Juan 17 puede

1
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tres noches - La Prueba de la Mesianidad de Jesús-“, en https://zyyxowoviqyxzlyis0hejq-
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tomarse como se ha comentado, y dado que ese “ser uno” se refiere a otra cosa
que para las diferentes denominaciones ha pasado de largo, todos los esfuerzos
dados por las diferentes comunidades cristianas en un sentido ecuménico, de
reconciliación o de comunión no forman parte de ello.

¿Cómo explican las iglesias el “ser uno”?

Antes de continuar, y ante la realidad existente y ya comentada, es menester


detenernos un poco y ahondar en las explicaciones dadas por las iglesias que
buscan dilucidar el problema resultante de comparar la oración dada por Jesús al
Padre respecto de Su iglesia para “ser uno” contra la realidad señalada.

Para este fin es necesario tener claridad en cuanto a que la oración de Jesús al
Padre respecto del “ser uno” de Su iglesia contenida en Juan 17 contiene tres
apartados. La mayoría de las congregaciones cristianas, cuando abordan la
cuestión de la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en
Juan 17, sólo toman para análisis, argumentación y explicación una de las tres
partes de que consiste, siendo esta parte la relativa precisamente al “ser uno”. A
partir de ahí desarrollan una serie de explicaciones, explicaciones que
abordaremos a continuación, pero omiten considerar las otras dos partes de la
oración que están concatenadas con ese “ser uno”. Las otras partes que omiten
en su análisis, argumentación y explicación son por un lado la que se refiere a que
ese “ser uno” debía ser algo visible, notorio y observable, no algo vago o por
alcanzar, requerido desde el principio y durante toda la vida de la iglesia para que
el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer (…para que el mundo crea
que tú me enviaste… (v.21), …para que el mundo conozca que tú me enviaste…
(v.23)); por otro lado también se omite que ese “ser uno” debía ser del mismo nivel,
grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús (…como tú, oh Padre, en mí, y
yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros… (v.21)). Estos dos puntos hay

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que considerar en toda explicación que se busque dar al “ser uno” de otra forma
se desvirtúa todo el análisis, argumentación y explicación.

Pasando a cómo explican las diferentes congregaciones cristianas ese “ser uno”,
veamos que el problema del “ser uno” ante la realidad es que ese “ser uno” se
enfrenta a dos problemas: uno cuantitativo y otro cualitativo.

Problema cuantitativo. El cuantitativo es la exorbitante fragmentación de la


comunidad cristiana que, como ya se indicó, gira alrededor de 33,000
denominaciones cristianas, cuyo número sigue creciendo, en la actualidad. Pero
de igual forma, y si uno analiza los dos mil años de historia de la humanidad, en lo
que respecto al cristianismo verá, como lo haremos en el presente estudio, que
esa división estuvo prácticamente desde el inicio de la iglesia. ¿Cómo explican las
diferentes denominaciones esto? Realmente no lo explican, pero sí lo toman el
“ser uno” como la justificación para buscar la unidad a través de movimientos
ecuménicos, de reconciliación o de comunión. Por lo que ya se ha comentado, y
por lo que se comentará más delante, uno no puede tomar el “ser uno” de la
oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia en el sentido de que
numéricamente solo existiera una sola iglesia ya que entonces tendría que aceptar
que dicha oración no fue escuchada, o que el Padre no quería el mundo creyese,
o que el Padre no amaba a Su iglesia. Lo cual no puede ser así.

Pero bueno, a lo mejor la iglesia en un principio sí mostraba el “ser uno” como en


esta explicación se da, es decir, sólo había una sola iglesia, ¿qué no? Si uno toma
como correcta esta explicación respecto de que el “ser uno” se refiere a unidad
numérica dónde sólo debería existir una sola iglesia, y dado que ese “ser uno”
debe ser una característica visible, notoria y observable para que el mundo
pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer, y ese “ser uno” debe ser del mismo
nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo
menos en la iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente,
pero ¿qué tenemos en 3 Juan: 9-10? Nada más y nada menos que Juan

10
señalando como es que en algunas iglesias ya había una división real, palpable y
tangible: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer
lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras
que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con
estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe,
y los expulsa de la iglesia”. Así que esta interpretación cae por su propio peso
cuando uno la confronta con la realidad.

Problema cualitativo. El otro problema, llamado cualitativo, se refiere a ese espíritu


común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción, que uno esperaría al
interior de la que considerara la verdadera iglesia. Explico esto. Existen algunos
que ante el problema cuantitativo anterior argumentan que si bien esa
fragmentación es real, la petición de “ser uno” se refería únicamente la verdadera
iglesia, por lo que si bien existen 33,000 denominaciones cristianas, si uno
encuentra entre esas a la verdadera iglesia de Dios corroborará que en ella se da
ese espíritu común de entendimiento, esa unidad de propósito y acción al interior,
con lo que en la verdadera iglesia sí se dará ese “ser uno”. Pero ¿acaso no hay
desavenencias en la que uno considerara la verdadera iglesia de Dios?
Recordemos que el la petición de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia
contenida en Juan 17 tenía que ser con el mismo nivel, grado e intensidad que
muestran el Padre y Jesús: “…que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y
yo en ti…” (v. 21). El problema es precisamente se ya que esto no es así pues
incluso en esa que uno pudiera considerar la verdadera iglesia encontrará, como
desde el principio de la misma nos muestra la Escritura, que entre los miembros
existían diversos grados de entendimiento y madurez espiritual, diversos niveles
de comprensión de las verdades eternas, incluso llegando, en cuestión de
comprensión, a posturas contrapuestas ante ciertos temas. Esto no es motivo de
escándalo ni de confusión pues incluso en la verdadera iglesia de Dios, como dijo
Pablo, “parte conocemos, y en parte profetizamos; más cuando venga lo perfecto,
entonces lo que es en parte se acabará” (1 Corintios 13:9-12), de igual forma

11
podemos ver en la iglesia primitiva diversos diversos grados de entendimiento y
madurez espiritual, diversos niveles de comprensión de las verdades eternas (1
Corintios 3:1-2; Hebreos 5:11-14), luego entonces no puede esperarse, ni siquiera
en la verdadera iglesia de Dios, ese espíritu común de entendimiento, esa unidad
de propósito y acción, que uno esperaría encontrar si es que así se considerase
el significado e interpretación de ese “ser uno” contenido en la oración de Jesús al
Padre con respecto de Su iglesia.

Si uno toma como correcta esta explicación respecto de que el “ser uno” se refiere
a ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de propósito y acción en la
iglesia, y, de nuevo, dado que ese “ser uno” debe ser una característica visible,
notoria y observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a
creer, y ese “ser uno” debe ser del mismo nivel, grado e intensidad que muestran
el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo menos en la iglesia primitiva se diera
de una manera clara, manifiesta y evidente, pero ¿qué tenemos en Gálatas 2:11-
14? Nada más y nada menos que Pablo reconviniendo a Pedro por su actitud ante
los gentiles cuando se vinieron ciertos judíos ante ellos “Pero cuando Pedro vino a
Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. Pues antes que viniesen
algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se
retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. Y en su
simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé
fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. Pero cuando vi que no andaban
rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si
tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los
gentiles a judaizar?”.

Así que esta interpretación del que el “ser uno” se refiere a ese espíritu común de
entendimiento, a esa unidad de propósito y acción, que uno esperaría al interior de
la que considerara la verdadera iglesia, cae por su propio peso cuando uno la
confronta con la realidad.

12
La expectativa futura. Por último, hay quienes buscan una explicación común a
estos dos problemas, tanto el cuantitativo como el cualitativo, señalando que ese
“ser uno” que pidió Jesús al Padre con respecto de Su iglesia se refería a un
tiempo futuro, específicamente cuando Jesús regrese y comience Su gobierno en
el Reino de Dios, pero esta explicación no es posible ya que como ya se vio, el
“ser uno” era necesario como característica visible, notoria y observable durante
toda la vida de la iglesia para que el mundo pudiera creer (…para que el mundo
crea que tú me enviaste…(v.21), … para que el mundo conozca que tú me
enviaste…(v.23), siendo que si se refiriese ese “ser uno” al tiempo futuro en que
Jesús regrese, ya no serviría como señal ante el mundo para que éste creyese ya
que al regreso de Jesús el testimonio de la iglesia habría terminado dando inicio al
Reino de Dios: “Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como
testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14), “He aquí,
yo vengo pronto, y mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno
según sea su obra” (Revelación 22:12), “Y muchos de los que duermen en el polvo
de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y
confusión perpetua” (Daniel 12:2), “[y] cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno
eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y
nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra”
(Revelación 5:9-10).

Así que ese “ser uno” no puede referirse, desde el punto de vista cuantitativo, a
que exista una sola y única iglesia, ni desde el punto de vista cualitativo a que esa
una sola iglesia muestre ese espíritu común de entendimiento, a esa unidad de
propósito y acción. Tampoco puede referirse a un tiempo futuro ya que ese “ser
uno” se requiere durante toda la vida de la iglesia para el mundo crea. Por lo tanto
las explicaciones que respecto de ese “ser uno” dan las diferentes comunidades
cristianas ante una realidad contradictoria no es procedente, pero no sólo por lo

13
comentado, sino porque hay problemas adicionales en ello. Problemas adicionales
que se comentarán a continuación.

¿Quién era el responsable de este “ser uno”?

Para ir entendiendo el punto lo primero que debemos tener claro es sobre quien
caía la responsabilidad de “ser uno” que Jesús estaba pidiendo, ¿era sobre Su
iglesia? ¡Claro que no: la petición era al Padre! De nueva cuenta pueden leerse los
versículos que sobre esto anteriormente se han remarcado de Juan 17 para que
quede más que claro que la oración era dada al Padre. A pesar de ello en la
actualidad, los diferentes movimientos ecuménicos, reconciliatorios o de
comunión, al interpretar como ya se ha mencionado esto de “ser uno”, toman
sobre la responsabilidad de ello cuando desde un principio era del Padre.

Jesús en ocasiones pidió cosas a Su iglesia, como en Juan 13:34 cuando les pide
amarse como Él los había amado, pero la oración de “ser uno” para la iglesia dada
por Jesús al Padre en Juan 17 no involucraba acción, trabajo y faena alguna de la
iglesia en ese sentido ¡era una petición que ponía sobre el Padre la
responsabilidad completa y total de Su cumplimiento!

Aunque lo dicho anteriormente puede comenzar a derrumbar las ideas previas que
pudiera sobre el tema tener quien siempre ha creído que la unidad de la iglesia
mencionada en la oración de Jesús al Padre en Juan 17 implicaba acción, trabajo
y faena por parte de la iglesia, la lectura de dicha oración no deja lugar a dudas:
era una petición al Padre y estaba en Su voluntad hacerla o no. En este sentido la
pregunta podría ser ¿acaso el Padre se negaría esta petición a Jesús? Porque el
“ser uno” en Su iglesia no se ha visto, como ya se ha comentado desde el punto
tradicional de interpretación de esto, en estos más de dos mil años de existencia.

14
En Mateo 21:22 Jesús dice a Sus discípulos “Y todo lo que pidáis en oración,
creyendo, lo recibiréis”, estaría medio complicado creer que el Padre no cumplió lo
único que Jesús había pedido para Su iglesia, máxime que esto era señal para
que el mundo creyera, a menos que se sostuviera que Jesús pidió sin fe o que el
Padre no quería dar esa señal porque no quería que el mundo creyera.

¿Pudiera el Padre no querer dar una señal que serviría para que mundo creyera?
Juan 3:16 nos dice “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida
eterna”. Así que era y es deseo del Padre que todos sean salvos, como dice 1
Timoteo 2:4 “El cual quiere que todos los hombres sean salvos, y que vengan al
conocimiento de la verdad”.

Bueno entonces ¿acaso Jesús pudo haber pedido algo que era contrario a la
voluntad del Padre? “Entonces Jesús les dijo: «De cierto, de cierto les digo: El Hijo
no puede hacer nada por sí mismo, sino lo que ve que el Padre hace; porque todo
lo que el Padre hace, eso mismo lo hace el Hijo” (Juan 5:19), “Porque yo no he
hablado de mí mismo; más el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo
que he de decir, y de lo que he de hablar.” (Juan 12:49).

Si bien hay muchas más citas que pudieran presentarse, considero que para al
creyente no es necesario demostrarle que las oraciones de Jesús al Padre eran
conforme a la voluntad del Padre, que el Padre desea salvar a la humanidad, que
para salvarla no escatimó en dar a Su Hijo, que todo lo que hizo, dijo y pidió Jesús
era en acatamiento a lo mandado por el Padre y que por consiguiente la oración
respecto del “ser uno” para la iglesia dada por Jesús al Padre en Juan 17 debió
ser escuchada, atendida y cumplida, siendo este cumplimiento responsabilidad del
Padre, no condicionada a la acción, trabajo y faena de la iglesia.

15
¿Jesús estaba pidiendo unidad?

Para complicar aún más las cosas anteriormente comentadas, tenemos el punto
de entender el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre dada en Juan 17, como
referida a la unidad en la iglesia como se ha entendido tradicionalmente y que
desde la introducción se ha comentado, ¿por qué? porque el mismo Jesús estaría
pidiendo algo que Él sabía no se iba a dar.

En Mateo 24:5, cuando sus discípulos preguntan por la destrucción de Jerusalén,


la señal de Su segunda venda y el fin del mundo (Mateo 24:3), Jesús les dice
“Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ``Yo soy el Cristo, y engañarán
a muchos”, y para que quede claro que esto no se refiere al final de los tiempos
sino a todo el lapso de vida de la iglesia desde su fundación y hasta a el regreso
del Señor, seguidamente en Mateo 24:6 Jesús les aclara que todavía no sería el
fin.

Esto mismo se replica en Lucas 21:8, cuando a la misma pregunta (Lucas 21:7),
Jesús responde “Y Él dijo: Mirad que no seáis engañados; porque muchos
vendrán en mi nombre, diciendo: ``Yo soy el Cristo, y: ``El tiempo está cerca. No
los sigáis”. De igual forma inmediatamente, en Lucas 21:9, Jesús les aclara que
eso no es parte exclusiva del fin de los tiempos sino referido a toda la historia de la
iglesia.

Tenemos la corroboración de lo profetizado por Jesús respecto de los falsos


cristianismos que desde los inicios de la iglesia comenzarían a surgir. 1 Juan 2:18
señala “Hijitos, ya es el último tiempo; y como vosotros habéis oído que el
anticristo ha de venir, así también al presente hay muchos anticristos; por lo cual
sabemos que es el último tiempo”, de igual forma 1 Juan 4:3 señala “y todo
espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste
es el espíritu del anticristo, del cual vosotros habéis oído que ha de venir, y que
ahora ya está en el mundo”, y 1 Juan 2:19 dice “Salieron de nosotros, pero no

16
eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”.

Sobre esto tenemos un caso muy concreto, que ya se ha comentado, donde Juan
en su tercera carta escribe “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le
gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere,
recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros;
y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren
recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia” (3 Juan 9-10).

Así tenemos que Jesús sabía vendrían muchos en Su nombre pero presentando
un falso cristianismo y que esto engañaría, no a pocos, sino a muchos, luego
entonces habría una iglesia verdadera y muchos engañadores con muchos
engañados ¡en el nombre de Cristo! Así que la unidad es prácticamente imposible,
luego entonces ¿por qué pedirla? No tiene sentido.

¿Y la iglesia?

Pero bueno, no podemos dejar a la iglesia fuera de la oración que Cristo hizo al
Padre pidiendo el “ser uno” para ella en Juan 17. Sólo que considerando las
interpretaciones de la misma como tradicionalmente se han hecho, y que se han
comentado desde la introducción, el panorama que tenemos es más de
deprimente para todo aquel que se llame cristiano.

9
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste;
porque tuyos son,

A la vista de la realidad histórica, ya comentada, que ha existido en la iglesia


desde su fundación, no podemos menos que concluir, respecto de este versículo

17
(1) que la oración no fue escuchada y/o (2) que los miembros de la iglesia ni
fueron dados por el Padre ni eran de Él.

11
Y ya no estoy en el mundo; más éstos están en el mundo, y yo voy a ti.
Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que
sean uno, así como nosotros.

De igual forma, y por las mismas razones anteriores, de este versículo se podría
deducir (1) que los miembros de la iglesia no habían sido dados por el Padre, (2)
que no fueron guardados en Su nombre, y (3) no fueron uno.

15
No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.
……

17
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

En el mismo orden de ideas, si la división ha reinado en la iglesia desde Su


fundación y hasta la fecha, entonces, y con relación a estos dos versículos (1) los
miembros de la iglesia no fueron guardados del mal, y (2) los miembros de la
iglesia no fueron santificados en la Palabra de Dios (y por ende la iglesia no
guardo la correcta y veraz interpretación de las Escrituras).

20
Más no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de
creer en mí por la palabra de ellos,
21
para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú
me enviaste.
22
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como
nosotros somos uno.

18
23
Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que
el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado.

Por último, y respecto de estos versículos, reiterativamente con lo ya comentado


pero ampliándolo (1) la oración de Jesús no fue escuchada ni por aquellos
discípulos ni por los que durante todo este tiempo han venido a la iglesia (v. 20),
(2) como consecuencia de esto, es decir, de la desunión de los cristianos, el
mundo no ha creído (v. 21) por lo que la iglesia en vez de ser sal de la tierra y luz
del mundo ha sido motivo de condenación del mismo, (3) Jesús dice dio la gloria a
Su iglesia para que fueran uno, pero si no lo han sido, o no dio tal gloria o sus
dichos no fueron ciertos (v. 22), y de nueva cuenta no se cumplió la unidad de la
iglesia con lo que ésta no pudo ser señal ante el mundo, pero el agravante es que
esto también era condición para demostrar el amor del Padre a Su iglesia (v. 23)
por lo que la conclusión es que el Padre no la amo o que Su amor no estuvo en
ella.

Como puede verse, esbozar una interpretación de la oración de Jesús al Padre


respecto del “ser uno” para Su iglesia contenida en Juan 17, referida a una unidad
donde no hubiera división, discrepancia o desunión, se enfrentaría a todas las
situaciones incongruentes y absurdas que se han mencionado, y lo principal, a
una evidencia real, palpable y tangible donde tal unión nunca se ha dado, nunca
ha existido, en la iglesia desde su fundación y hasta la fecha.

Pero ¿y si hubiera otra forma de entender esto? La buena noticia es que la hay. La
mejor noticia es que la oración de Jesús sí fue escuchada. La excelente noticia es
que el Padre cumplió en Su iglesia lo que Jesús le había pedido. ¿Y qué
implicaciones tiene esto para el mundo? Que con esto uno puede identificar, en un
mundo caótico con miles de denominaciones cristianas, a la verdadera iglesia y a
las verdaderas doctrinas de salvación.

19
Una solución

Como ya se ha comentado, todo el problema anteriormente visto surge de


interpretar ese “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros” (Juan 17:21) como una unidad donde
no hubiera división, discrepancia o desunión. Si bien esto es loable, meritorio y
plausible, y esto en efecto es una característica que se espera de la familia de
Dios (Efesios 4:2-16; 1 Pedro 3:8-9; Romanos 12:16; 1 Corintios 10:24; Efesios
4:25; 1 Corintios 1:10), ¿era esto lo que estaba pidiendo Jesús?, ¿era esto lo que
debemos buscar como cumplimiento de la voluntad del Padre?, ¿era esto lo que
debemos buscar como característica de la verdadera iglesia?

La anterior interpretación al “que todos sean uno” surge de lo que para nosotros
significa eso, siendo que su significado no puede entenderse de otra forma
humanamente hablando más que una unidad donde no hubiera división,
discrepancia o desunión, pero la cuestión es que no debemos entenderlo
humanamente sino desde el punto de vista de la divinidad. Así que hay que
comenzar preguntándonos ¿cómo es que Jesús y el Padre son uno?

La manera en que Jesús y el Padre son uno puede entenderse, sí, desde el punto
de vista de esa unidad donde no hay división, discrepancia o desunión, pero si
queremos aplicar eso a Su iglesia esa postura acarrea situaciones incongruentes y
absurdas que ya se han mencionado, así que busquemos, escrituralmente, si hay
otra manera en que puede entenderse esa expresión, y esa otra forma en que
puede entenderse esa expresión es la referida las características del Padre y del
Hijo, características que humanamente son imposibles de plasmar en una
institución y que si llegasen a existir en ella evidenciaría un actuar de parte de
Dios.

La palabra “uno” en las citas que hemos analizado, referidas a la oración de Jesús
al Padre para con Su iglesia de Juan 17, ha sido traducida de la palabra griega ἓν,

20
hen. Dicha palabra es muy concreta y se refiere al “uno” como número primario, a
algo que es singular, único.

Su uso básico puede ser referido, por ejemplo, a señalar una unicidad numérica,
por ejemplo Mateo 12:11 dice “Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que
tenga una [ἓν, hen] oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche
mano, y la levante?”. De igual forma Mateo 25:24 dice “Pero llegando también el
que había recibido un [ἓν, hen] talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre
duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste”.

Pero de igual forma ἓν, hen puede usarse para señalar algo que es una cosa y la
misma, algo en lo cual no hay cambio o varianza.

Romanos 3:30 señala “Porque Dios es uno [ἓν, hen], y él justificará por la fe a los
de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la circuncisión”. Aquí vemos cómo
es que Dios no trata a unos de una forma y a otros de otra, el ser uno [ἓν, hen] le
implica ser el mismo siempre.

En Filipenses 2:2 Pablo escribe “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo


el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa [ἓν, hen]”, aquí ἓν, hen se
tradujo como “una misma cosa” para señalar ese sentimiento que debía ser el
mismo en todos, no diferente según la persona, no cambiante conforme las
circunstancias.

1 Juan 5:8 señala “Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el
agua y la sangre; y estos tres concuerdan”. La palabra “concuerdan” se ha
traducido de τὸ ἕν εἰσιν que señala como es que ese testimonio tiende a ser uno
mismo, no diverso, contradictorio o cambiante.

Una característica de las personas, sujetas al tiempo y a la imperfección, es el


constante cambio al que están sujetas, por otra parte una característica de la

21
divinidad, eterna y perfecta, es su permanencia. Malaquías 3:6 señala esto al
decir “Porque yo Jehová, no me mudo; y así vosotros, hijos de Jacob, no
habéis sido consumidos” (la palabra traducida como “consumidos” es ‫תיְִכ‬
‫ ֶֽם ל‬,
ḵə·lî·ṯem, que se refiere a algo que no termina de cambiar). De igual forma Salmos
102:25-27 señala que “Desde la antigüedad tú [Jehová] fundaste la tierra, y los
cielos son la obra de tus manos. Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos
ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán
cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin.

Del Padre, Santiago dice que “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden
de lo alto, del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de
variación” (Santiago 1:17)

En cuanto a Jesús, como Hijo de Dios, “Jesucristo [es] el mismo ayer y hoy y por
los siglos” (Hebreos 13:8)

El Padre, al ser perfecto (Mateo 5:48) y santo (1 Pedro 1:16), es inmutable, no


tiene que cambiar para ser nada más pues ya en sí es completo, total, pleno.
Jesús, como Hijo de Dios, al ser del Padre “el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia” (hebreos 1:3) refleja esa misma característica, pero
nosotros imperfectos y pecadores estamos en un proceso (Isaías 28:28) para
reflejar esa perfección y esa santidad (1 Juan 3:2).

El Padre es uno, sin cambio, inmutable, inalterable; Jesus como Su Hijo es uno,
sin cambio, inmutable, inalterable; ambos, el Padre y el Hijo son uno, sin cambios,
inmutables, inalterables. Mi familia es de México, mi padre es mexicano, yo soy
mexicano, correctamente puedo decir que mi padre y yo somos mexicanos. El
Padre es uno, Jesús es uno, de igual forma correctamente Jesús puede decir que
tanto el Padre como Él son uno entendiendo ese uno como la perfección y
santidad sin cambio, inmutable, inalterable.

22
Esto no debe ser muy difícil de entender ya que incluso en nuestra vida cotidiana
hacemos referencia a ese cambio o permanencia en las personas. Cuando vemos
a alguien a quien hace tiempo no tratábamos, si esta persona ha cambiado mucho
físicamente, e incluso en su forma de pensar o de sentir, la expresión “eres otro”,
“no te reconozco”, “como has cambiado” es común en todas las culturas. De igual
forma, y en caso contrario, si la persona que volvemos a ver ha permanecido más
o menos igual el comentario, igual sorpresiva, van en el sentido “eres el mismo”,
“estas igualito”, “no has cambiado nada”. Una persona que vemos después de un
tiempo y “es otra”, y al volverla a ver al tiempo “eso otra” y de nuevo cuando lo
volvemos a ver “es otra”, bien podemos decir que, dado que en cada ocasión es
alguien diferente bien, en toda su vida “es muchas” personas, de igual forma
alguien que al verla de nuevo es “la misma”, y al volver a verla sigue siendo la
“misma”, y cada que la vemos es “la misma” bien podemos decir que no “es
muchas” sino “una sola” persona durante toda su existencia.

En hebreo la palabra para rostro es ‫םי ִתיכ‬, panim, la cual es una palabra plural que
literalmente significa caras. ¿Por qué para rostro la palabra hebrea sería caras, así
en singular?, ¿Qué no tenemos una sola cara? Si lo pensamos tenemos un solo
rostro pero muchas caras: a veces estamos tristes, a veces alegres, a veces
enojados, a veces relajados, etc. Si nuestro estado de ánimo fuera constante, sin
cambio, sin variación, buen podríamos decir que tenemos sólo una cara, pero no:
tenemos muchas.

Ser persona de una sola palabra no significa que alguien sólo sepa y pronuncie
para comunicarse una palabra si no que es una expresión para indicar que es
alguien que no cambia sus compromisos, que cumple lo que dice, que no es
variante de ánimo ni de pensamientos. En caso contrario, alguien que es variante
de ánimo y pensamiento, alguien no de una palabra sino de muchas, es alguien
no confiable.

23
Como vemos, y salvando las distancias pues un humano siempre cambia en algo,
ese “ser muchos” y ese “ser uno” lo usamos en nuestra relación con los demás,
sólo que en el caso del Padre y de Jesús ese “ser uno” es completo, pleno y total
en su acepción al ser ellos sin cambios, inmutables, inalterables.

¿Podría una institución, comunidad o grupo donde hubiese humanos presentar


esa característica? Pensemos un poco en esta pregunta. Como ya se comentó, si
hay una característica de los humanos es esa cambio que constantemente
estamos experimentando. Esa característica se refleja en todas las instituciones,
las comunidades, los grupos que creamos. Cualquier institución, comunidad o
grupo humano que analicemos mostrará precisamente eso: el cambio. Cambio en
sus ideas, en sus valores, en su organización. Cambio es sus deseos, en sus
motivaciones, en sus objetivos. Cambio incluso en la forma en que se perciben y
de cómo perciben lo que quiere llegar a ser. En vista de esto, ¿podrá una
institución, comunidad o grupo donde hubiese humanos presentar una
característica que pertenece a la divinidad, es decir, que en sus fundamentos sea
sin cambios, inmutable, inalterable?

La verdadera iglesia de Dios muestra el “ser uno”.

Hasta ahorita se ha comentado cómo es que el “ser uno” de la oración de Jesús al


Padre referida a Su iglesia no puede referirse a que no pudiera haber disensión y
por lo tanto división en la verdadera iglesia, disensión que sacaría de la iglesia a
quienes desde el principio no fueran parte de ella. Tampoco se refiere a que
incluso en la verdadera iglesia de Dios hubiese solo armonía, concordia y
fraternidad sin diversos, diferentes e inclusos en ocasiones contrapuestos, niveles
y estados de desarrollo y madurez espiritual. De igual forma no se refiere a algo a
lograr en el futuro pues se requiere “ser uno” durante toda la historia de la iglesia
para que el mundo pueda creer.

24
En este punto del estudio tenemos una apuesta muy arriesgada referida a mostrar
y demostrar que el “ser uno” se refiere a que la iglesia presentaría la característica
del Padre y de Jesús de ser sin cambio, inmutable, inalterable durante toda su
existencia. Pero antes de pasar a esto, y adicionalmente a lo que ya se ha
argumentado ¿por qué habríamos de esperar esto?

Veamos primero de quién es la iglesia. “Nadie puede venir a mí si no lo trae el


Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final… Y decía: Por eso os he
dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre.” (Juan 6:44,
65). “Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí,
prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según
el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento
santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos
fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad” (2 Timoteo 1:8-9). “Y sabemos que
para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los
que son llamados conforme a su propósito. Porque a los que de antemano
conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su
Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que
predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a
los que justificó, a ésos también glorificó” (Romanos 8:28-30). “Fiel es Dios, por
medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor
nuestro” (1 Corintios 1:9).

Dios es quien nos llama y elige, perfecciona y santifica, luego entonces la iglesia
es de Él. (1) Hechos 20:28: Este versículo es instrucción a los ancianos de
“apacentar la iglesia de Dios”.

“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni la iglesia de Dios” (1 Corintios


10:32); “… ¿o menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen
nada?” (1 Corintios 11:22); Pablo le escribió lo mismo a dos congregaciones:

25
“porque perseguí a la iglesia de Dios” (1 Corintios 15:9) y “perseguía
sobremanera a la iglesia de Dios” (Gálatas 1:13); “la iglesia de Dios que está en
Corinto” (1 Corintios 1:2); “la iglesia de Dios que está en Corinto” (2 Corintios
1:1); Pablo hace referencia a cualquier anciano en una congregación local: “Pues
el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?” (1
Timoteo 3:5); “…conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia de Dios viviente”
(1 Timoteo 3:15); “…No tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios” (1
Corintios 11:16); “Porque vosotros…vinisteis a ser imitadores de la iglesia de
Dios en Cristo Jesús que están en Judea” (1 Tesalonicenses 2:14); “Tanto, que
nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios” (2
Tesalonicenses 1:4).

Ahora veamos quien es cabeza de la iglesia y por lo tanto, la iglesia de quién es


cuerpo. “Y todo sometió bajo sus pies [de Jesús], y a Él [Dios] lo dio por cabeza
sobre todas las cosas a la iglesia” (Efesios 1:22); “a fin de capacitar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”
(Efesios 4:12); “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, [siendo] El mismo el Salvador del cuerpo” (Efesios 5:23);
“Pero quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo, y la cabeza de
la mujer es el hombre, y la cabeza de Cristo es Dios” (1 Corintios 11:3); “Él
[Jesús] es también la cabeza del cuerpo [que es] la iglesia; y Él es el principio,
el primogénito de entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía”
(Colosenses 1:18). Jesús es la cabeza de la iglesia y por ende la iglesia es el
cuerpo de Jesus.

Pensamos en esto, si la iglesia es de Dios y la cabeza de la misma es Jesús,


siendo por ende la iglesia cuerpo de Cristo, ¿podríamos esperar que no reflejara
ninguna característica de Dios o de Jesús?

Ahora en este punto hay que aclarar que si bien la iglesia es de Dios cuya cabeza
es Cristo, y que si bien ésta pudo haber reflejado las características de ambos,

26
aún no se ha completado en nosotros esa perfección y santidad a la que estamos
llamados. Esto incluso es lógico. Cristo escogió la inmutabilidad del Padre y de Él,
Su inalterabilidad, para que fuese esa, de todas las características de la divinidad,
las que en este siglo se mostrara en la iglesia. La iglesia al estar limitada al tiempo
no podía ser eterna, también al estar limitada al espacio no podía ser infinita, al
estar todavía en un proceso no podía ser perfecta, pero lo que sí podía reflejar la
iglesia era esa inmutabilidad e inalterabilidad del Padre y de Jesús en lo
fundamental.

De todas las características que el Padre y Cristo tienen, Jesús específicamente


en Juan 17 pidió una, una que fuese visible, notoria y observable para que el
mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer, una que tuviese el mismo
nivel, grado e intensidad que muestran el Padre y Jesús: que fueran uno, es decir,
una comunidad que en lo fundamental fuese sin cambios, inmutable, inalterable.
¿Podremos encontrar eso? Claro que lo podremos encontrar, pero sólo en la
verdadera iglesia y referida al estar, al ser y al saber-hacer: una en presencia
histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia doctrinal.

27
Una en presencia

De las tres formas en que el “ser uno” de la oración de Jesús al Padre de Juan 17
puede ser entendido, la más básica y la más práctica es la de “ser uno” en
presencia histórica, es decir, relacionada con el estar.

Comento que es la más básica y la más práctica pues de una manera muy
concreta trata de identificar a la verdadera iglesia de Dios en la historia. Pensemos
esto: todas las iglesias, todas las denominaciones, todos los grupos cristianos, los
más de 33,000, tienen a la Biblia como su base doctrinal, de igual forma todos
dicen seguirla y que lo que enseñan puede corroborarse con la Escritura. Si
alguien quisiera identificar a la verdadera iglesia de Dios solo usando la Escritura
tendría un problema monumental no sólo por las diferentes interpretaciones que
cada iglesia, cada denominación, cada congregación cristiana tiene de las
Escrituras sino porque se trata de más de 33,000 interpretaciones que cada quien
tendría que estudiar, analizar, examinar. Un trabajo sin duda alguna imposible
para alguien.

Pero la cuestión histórica asombrosamente reduce ese universo de 33,000 en un


99.99%, ¿por qué? por qué el 99.99% de las iglesias, denominaciones y
congregaciones cristianas comenzaron a surgir en la reforma del Siglo XVI, luego
con mayor intensidad conforme avanzaban los siglos XVII, XVIII y XIX, para llegar
a una verdadera explosión cámbrica de corrientes y filosofías a partir del siglo XX.
Así que de un plumazo, toda aquella iglesia, denominación o congregación
cristiana que históricamente no pueda rastrearse hasta la iglesia original sino que
tenga su existencia inicial en los siglos XVI, XVII, XVIII, XIX, XX o demás, puede
fácilmente descartarse.

Pero bueno, en este punto, todas esas iglesias, denominaciones y congregaciones


argumentaran a favor de cualquier idea que implique que no necesariamente
tienen que demostrar una existencia en estos últimos dos mil años. Hay algunas

28
que argumentan que la verdadera iglesia dejó de existir durante los siglos
siguientes a la iglesia apostólica y que ellos han venido a ser la restauración de la
misma, otros argumentan que la iglesia puede existir en cualquier punto y
momento donde un grupo de personas abran su corazón a Dios por lo que la
historicidad no es necesaria, y otros más señalan a manera de genealogía que
durante toda la historia de la salvación ha habido gente con el favor de Dios, como
Abrahám, Noé, Moisés, Pedro o Pablo y que ellos forman parte de ese linaje que
presentan de una forma nebulosa pero que no acepta el rigor histórico de su
verificación.

Es así que como un acto de honestidad intelectual debemos preguntarnos si en


efecto la verdadera iglesia de Dios, establecida en el siglo primero de nuestra era,
debía existir siempre a través de estos dos mil años o si las posturas
anteriormente comentadas son las correctas.

El razonamiento que se ha venido dando a la petición de Jesús al Padre con


respecto de Su iglesia en cuanto al “ser uno”, implica que esta iglesia siempre
debería de haber existido pues el “ser uno” se vuelve una característica visible,
notoria y observable para que el mundo, en todos este tiempo, pudiese percibirla y
por lo tanto llegar a creer. Pero esta no es la única Escritura de la cual puede uno
deducir que la iglesia siempre existiría, desde su fundación y hasta la venida de
Jesús.

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi


iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. (Mateo
16:18)

En esta promesa de Jesús, la palabra Hades en la cita anterior se traduce


del griego ᾅδου, hadou, y se usa en la Escritura para señalar de lugar de
los muertos su sepultura. Luego entonces si la muerte no habría de

29
prevalecer sobre la verdadera iglesia de Dios, ésta debería haber seguido
existiendo durante estos últimos dos mil años.

Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con


vosotros para siempre (Juan 14:16)

En esta promesa de Jesús, el Consolador al que se refiere la cita anterior


es el Espíritu Santo: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará
recordar todo lo que les he dicho” (Juan 14:26), “Cuando venga el
Consolador, que yo les enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad
que procede del Padre, él testificará acerca de mí” (Juan 15:26). Como
queda claro este Consolador, el Espíritu Santo, estaría con la iglesia de
Dios siempre, es decir, desde la primera vez que vino sobre ella en
Pentecostés y hasta la venida de Jesús. Luego entonces si el Espíritu
Santo siempre iba a estar en la iglesia, ésta debería haber seguido
existiendo durante estos últimos dos mil años.

No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os


he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca;
para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé
(Juan 15:16)

En esta enseñanza de Jesús a sus Apóstoles, claramente les indica que el


fruto de ellos, el resultado de la labor que como iglesia habrían de
emprender, iba a durar para siempre. Esos frutos son las comunidades, los
conversos, las enseñanzas, las verdades, en fin, todo aquello que la iglesia
produciría a partir de su fundación. Luego entonces si los frutos que la
iglesia habrían de permanecer, ésta debería haber seguido existiendo
durante estos últimos dos mil años.

30
…enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y
he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén. (Mateo 28:20)

En esta encomienda que Jesús da a la iglesia los apremia a que vayan y


enseñen todo lo que Él les ha mandado, cerrando esta frase con la
promesa de que Él estaría con la iglesia todos los días y todavía recalca
más al señalar que eso sería hasta el fin del mundo. Luego entonces si
Jesús iba a estar con la iglesia todos los días hasta el fin del mundo, ésta
debería haber seguido existiendo durante estos últimos dos mil años.

…a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades,


por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:21)

En la cita anterior, Pablo escribiendo a los Efesios alaba al Padre y señala


claramente que la gloría es para Él en Su iglesia por todas las edades y
aún más remarca esto al señalar por los siglos de los siglos. Luego
entonces si la gloria al Padre iba a ser en la iglesia por todas las edades,
por los siglos de los siglos, ésta debería haber seguido existiendo durante
estos últimos dos mil años.

Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,


evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:11-13)

Por último, en la cita anterior, Pablo escribiendo a los Efesios señala como
es que la iglesia ha sido constituida, señala asimismo que esto constitución
ha sido para el perfeccionamiento de los santos y la edificación del cuerpo

31
de Cristo, lo interesante de la cita es que señala claramente que esta labor
habría de ser hecha hasta que todos llegasen a la unidad en la fe y el
conocimiento pleno del Hijo de Dios, algo a lo que aún la iglesia no ha
llegado. Luego entonces si la iglesia tenía un fin para con sus integrantes
relacionado con su edificación y perfeccionamiento hasta llegar plenamente
a la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, y si esto aún no se
ha conseguido, ésta debería haber seguido existiendo durante estos
últimos dos mil años.

Realmente si uno es sincero deberá aceptar que Escrituralmente no puede


sostenerse la idea de una iglesia que dejó de existir ni por ende de
restauraciones o apariciones posteriores de la misma. Así de una manera
muy sencilla, de un universo de más 33,000 iglesias, denominaciones o
congregaciones cristianas, el 99.99% pueden ser descartadas como la
verdadera.

Si una iglesia, denominación o congregación cristiana fue fundada en 1524,


1534, 1560, 1785, 1879, 1739, 1830, 1609, 1774, 1860, 1865, 1879, 1914,
y demás, antes o después, sólo con ese puede ser excluida de la
posibilidad de ser la verdadera, independientemente de sus argumentos
que, en consecuencia, tendrán que ir contra la Escritura.

Históricamente la iglesia de Dios no ha dejado de existir, llamados por el mundo


Nazarenos, Hypsitarianos, Euchitas, Valdenses, Albigenses, Paulicianos, Cathari,
Lolardos, Quakeros, Anabaptistas, Moravianos, o Sabatistas, pero llamados por
ellos mismos como iglesia de Dios, se identificaban entre los pueblos como
guardadores de los mandamientos de Dios y la fe de Jesús (Revelación 14:12)2.

2
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32
Ahora bien, independientemente de que Jesús mismo dijo que la verdadera iglesia
de Dios históricamente nunca dejaría de existir, y de las citas anteriormente vistas
que confirman esto, Él no dio eso como única señal de la verdadera iglesia, la
señal visible, notoria y observable era ser “una”: una en presencia histórica, sí,
pero además una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal.

El que una organización existiese durante dos mil años ya es algo portentoso,
pero no necesariamente implica intervención divina. Por ejemplo, la casa real de
Japón fue fundada en 660 a.C., con lo que es la casa real más antigua del mundo
con más de 2,500 años de antigüedad. Desde el punto de vista religioso esto es
igual pues una religión no mide la verdad contenida en ella en función de su
antigüedad, por ejemplo, el zoroastrismo, que surgió entre el 1400 y 1200 a.C., es
una religión que desde entonces y en la actualidad sigue existente.

Pero referido al punto de la verdadera iglesia, en este caso la existencia durante


todos estos más de dos mil años de la verdadera iglesia era un factor necesario
para que también se diesen las características de una en sustancia distintiva y una
en esencia doctrinal, ya que si hubiese dejado de existir en algún momento esto
tampoco se hubiera dado. Con todo y todo, y aunque la existencia histórica e
ininterrumpida de la verdadera iglesia es necesaria, no es el único factor a
considerar sino, como ya se comentó, que esa iglesia que ininterrumpidamente no
ha dejado de existir también muestre como características el ser una en sustancia
distintiva y una en esencia doctrinal, ¿y esto por qué? porque la misma Escritura
indica cómo es que en estos más de dos mil años convivirían en contraposición la
verdadera iglesia de Dios y otra iglesia apóstata, de la cual saldrían otras muchas
falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que
permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5).

33
Mateo 13:24-30
24
Les refirió otra parábola, diciendo: El reino de los cielos es semejante a
un hombre que sembró buena semilla en su campo;
25
pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña
entre el trigo, y se fue.
26
Y cuando salió la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña.
27
Vinieron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: Señor, ¿no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?
28
Él les dijo: Un enemigo ha hecho esto. Y los siervos le dijeron:
¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?
29
Él les dijo: No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con
ella el trigo.
30
Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo
de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y
atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.

Mateo 24:3-14
3
Y estando él sentado en el monte de los Olivos, los discípulos se le
acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal
habrá de tu venida, y del fin del siglo?
4
Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5
Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a
muchos engañarán.
6
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque
es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
7
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
8
Y todo esto será principio de dolores.

34
9
Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis
aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.
10
Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a
otros se aborrecerán.
11
Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;
12
y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
13
Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.
14
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

Revelación 12:1-17
1
Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la
luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas.
2
Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del
alumbramiento.
3
También apareció otra señal en el cielo: he aquí un gran dragón
escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas
siete diademas;
4
y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las
arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba
para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.
5
Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las
naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.
6
Y la mujer huyó al desierto, donde tiene lugar preparado por Dios, para
que allí la sustenten por mil doscientos sesenta días.
7
Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban
contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
8
pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.

35
9
Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama
diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y
sus ángeles fueron arrojados con él.
10
Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la
salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo;
porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los
acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
11
Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
12
Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. !!Ay de los
moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros
con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo.
13
Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió
a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
14
Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase
de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por
un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo.
15
Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para
que fuese arrastrada por el río.
16
Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y tragó el río
que el dragón había echado de su boca.
17
Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer
guerra contra el resto de la descendencia de ella [esto también puede
traducirse como “los otros de su simiente”], los que guardan los
mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

2 Corintios 11:1-4,3-15
1
¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme.
2
Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo
esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.

36
3
Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva,
vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera
fidelidad a Cristo.
4
Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos
predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro
evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis;


13
Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se
disfrazan como apóstoles de Cristo.
14
Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de
luz.
15
Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como
ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.

Como se comentó al inicio de este apartado, de las tres formas en que el “ser uno”
de la oración de Jesús al Padre de Juan 17 puede ser entendido, la más básica y
la más práctica es la de “ser uno” en presencia histórica pues de una manera muy
concreta trata de identificar a la verdadera iglesia de Dios en la historia. Y si bien
esto nos permite descartar de una manera muy fácil y sencilla al 99.99% de las las
más de 33,000 de las iglesias, denominaciones, y grupos cristianos que existen,
podemos ver por lo menos otra iglesia que puede decir tiene una historia de dos
mil años, es aquí donde entran las otras dos características relativas al “ser uno”:
el ser una en sustancia distintiva y una en esencia doctrinal.

37
Una en sustancia

Como ya se vio en el apartado anterior, la presencia histórica de la iglesia, una, es


decir, constante y permanente durante estos más de dos mil años, es necesaria
para cumplimentar lo que al respecto la Escritura señaló, pero de igual forma,
como se comentó para cumplimentar la oración dada por Jesús al Padre con
respecto de Su iglesia de Juan 17 relativo al “ser uno”, ésta debía ser una en
sustancia, es decir, relacionada con el ser.

Respecto de la verdadera iglesia de Dios, la Escritura nos señala que la misma


durante estos más de dos mil años de existencia iba a presentar tres
características claras, concretas y visibles: ser pequeña, perseguida y débil y
despreciada por el mundo, mientras que la iglesia apóstata sería todo lo contrario,
es decir, grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de la cual
saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de
desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera
(Revelación 17:5).

Pequeña. En Lucas 12:32, Jesús, refiriéndose a la iglesia de Dios, dice “No


temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino” (de
hecho todo el capítulo 12 es instrucción para la iglesia de todos los tiempos). Pero
bueno, esta es una sola cita, ¿o hay más?

Como ya se comentó, en la profecía de Mateo 24, Jesús establece ciertas


condiciones que se darían desde el establecimiento de la iglesia y hasta Su
retorno. En el v. 5 señala “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo
soy el Cristo; y a muchos engañarán”, de igual forma para que quede claro que
no se refiere al final de los tiempos aclara en el v. 6 “pero aún no es el fin”. Luego
de los vv. 11 al 14 señala “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a
muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este

38
evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin”.

De hecho el v. 24 del mismo capítulo de Mateo, para mayor claridad, señala que
“Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y
prodigios; de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos”.

Así tenemos que desde el establecimiento de la iglesia y hasta el regreso de


Jesús, muchos vendrían en Su nombre y engañarían, no a pocos sino a muchos,
tantos que sólo los escogidos escaparían de ese engaño, luego entonces la iglesia
siempre tendría que ser pequeña en todos estos más de dos mil años de
existencia.

La verdadera iglesia siempre es representada simbólicamente como virgen. Pura y


sin mancha (2 Corintios 11:2), como una esposa para nuestro Señor (Efesios 5:24-
27; Revelación 19:7-9; 21:1-2), luego entonces una mujer que fuese representada
simbólicamente de manera completamente contraria, es decir, ramera (Revelación
17:1-2), abominable (Revelación 17:4-6), inmoral (Revelación 14:8) sería
contrariamente a la verdadera iglesia, una iglesia apóstata, de la cual saldrían
otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones
doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación
17:5).

Aquí viene la otra parte a considerar y es precisamente la que se refiere a la


característica que mostraría, no la verdadera iglesia, sino la iglesia apóstata, la
ramera de Revelación 13: 11-18; 17: 1-8; 17: 15-18.

Vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló
conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la gran
ramera, la que está sentada sobre muchas aguas (Revelación 17:1)

39
Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son
pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas (Revelación 17:15)

Así vemos que contrariamente a la verdadera iglesia, la iglesia apóstata no es


pequeña, sino grande, muy grande. Su influencia se siente por pueblos,
muchedumbres, naciones y lenguas, forma parte de los muchos que serían
engañados por sí o por las iglesias falas que surgirían de ella y, como veremos en
el siguiente capítulo, estaría llena de abominaciones, es decir, de desviaciones de
la verdadera fe (Revelación 17:5).

Perseguida. La otra característica de la verdadera iglesia es que ésta habría de


ser, en estos más de dos mil años de existencia, perseguida.

Mateo 10:16-25
16
He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues,
prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.
17
Y guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios, y en
sus sinagogas os azotarán;
18
y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa de mí, para
testimonio a ellos y a los gentiles.
19
Más cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis;
porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.
20
Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre
que habla en vosotros.
21
El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y los
hijos se levantarán contra los padres, y los harán morir.
22
Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que
persevere hasta el fin, éste será salvo.

40
23
Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto
os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel,
antes que venga el Hijo del Hombre.
24
El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.
25
Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al
padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?

Del v. 17 al 21 se señala la manera en que la verdadera iglesia, durante toda su


existencia, habría de experimentar persecución. Para mayor claridad en que esta
profecía se refiere a toda la existencia histórica de la verdadera iglesia, el v. 23
señala “Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os
digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que
venga el Hijo del Hombre”.

Mateo 24:5-11
5
Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a
muchos engañarán.
6
Y oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque
es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin.
7
Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá
pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares.
8
Y todo esto será principio de dolores.
9
Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis
aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre.
10
Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a
otros se aborrecerán.
11
Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;

41
Los vv. 9 y 10 de la profecía de Jesús de Mateo 24, de nueva cuenta es reiterativa
a que desde la fundación de la verdadera iglesia y hasta al retorno de Él, el Pueblo
de Dios sería perseguido.

De hecho no hay cita en la Escritura que hable de que la iglesia tendría una
existencia tranquila y apacible sino que por el contrario, todas las referencias con
respecto a esto hablan de una vida de dificultades extremas referidas a tribulación
persecución e incluso muerte. Con respecto a esto último, Revelación 6:9-11
muestra una imagen histórica de la vida de la iglesia al decir que “Cuando abrió el
quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa
de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz,
diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra
sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les
dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el
número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos
como ellos”

Esta característica, la de ser una iglesia perseguida, es congruente con el hecho


de que, como se vio antes, sería una iglesia pequeña. Es más que evidente que
siempre lo más débil sufre los abusos de quien es más poderoso.

Y de igual forma que con la característica de la verdadera iglesia anteriormente


vista, la de ser pequeña donde la iglesia apóstata era por su parte grande, en esta
característica donde la verdadera iglesia es perseguida tenemos que la iglesia
apóstata muestra la característica contraria, es decir, la de ser perseguidora.

Revelación 17:6 muestra a la iglesia apóstata “ebria de la sangre de los santos,


y de la sangre de los testigos de Jesús. Y al verla, me asombré grandemente”,
de igual forma en Revelación 18:24 se señala que “en ella se halló la sangre de
los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra”.

42
De nueva cuenta todo encaja: si la iglesia apóstata es grande, mientras que la
verdadera iglesia es pequeña, la primera puede entonces perseguir, y perseguirá
hasta la muerte, a la segunda.

Débil y despreciada por el mundo. Para cerrar las características que durante toda
su existencia histórica debía presentar la verdadera iglesia, estando ésta
característica acorde con las anteriores de ser pequeña y perseguida, tenemos
que también debía ser por lo tanto y en consecuencia débil y despreciada por el
mundo.
En Juan 15:19, Jesús dice de la iglesia “Si fueran del mundo, el mundo los amaría
como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido
de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece”. De nuevo más delante, en
Juan 17:14, Jesús vuelve sobre el tema al decir “Yo les he dado tu palabra y el
mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del
mundo”. De igual forma en 17:16, Jesús vuelve a decir “No son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo”.

En concordancia con esto 1 Juan 2:15 señala “No améis al mundo, ni las cosas
que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en
él”. De igual forma Santiago 4:4 señala “¿No sabéis que la amistad del mundo es
enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye
enemigo de Dios”.

Así tenemos que la verdadera iglesia de Dios, además de ser pequeña y


perseguida, al no ser parte el mundo es débil y despreciada. Y respecto de la
iglesia apóstata, además de ser grande y perseguidora, al sí ser parte del mundo,
es fuerte y apreciada.

Revelación 17:1-2, referido a la iglesia apóstata representada por la ramera,


señala como es que “vino entonces uno de los siete ángeles que tenían las siete

43
copas, y habló conmigo diciéndome: Ven acá, y te mostraré la sentencia contra la
gran ramera, la que está sentada sobre muchas aguas; con la cual han
fornicado los reyes de la tierra, y los moradores de la tierra se han
embriagado con el vino de su fornicación. Sobre esto mismo Revelación 18:3
señala como es que “todas las naciones han bebido del vino del furor de su
fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes
de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites”. De manera
reiterativa, referido al final de esta iglesia apóstata, Revelación 18:9-10 señala
como es que “los reyes de la tierra que han fornicado con ella, y con ella han
vivido en deleites, llorarán y harán lamentación sobre ella, cuando vean el
humo de su incendio, parándose lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay,
ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte; porque en una hora vino tu
juicio!”

La Escritura es muy contundente en el sentido de que la verdadera iglesia de Dios,


en cuanto a sus características claras, concretas y visibles, sería en toda su
existencia pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo3, mientras que
la iglesia apóstata sería todo lo contrario, es decir, grande, perseguidora, y
poderosa y apreciada por el mundo, de la cual saldrían otras muchas falsas
iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que
permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera (Revelación 17:5), cualquier
argumentación en otro sentido tendrá necesaria y forzosamente que ir contra la
Palabra de Dios.

Hasta ahora hemos ya visto como el que “ser una” aplicada a la verdadera iglesia
de Dios necesariamente tenía que ver con el estar, es decir, una en presencia
histórica, y con el ser, es decir, una en sustancia distintiva, pero si su doctrina

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estuviese cambiando, contradiciéndose, innovando, no pudiese decirse que es
“una”, de ahí que necesaria y forzosamente, al “ser una” en cuanto a su estar, es
decir, en cuanto a su presencia histórica y al “ser una” en cuanto a su ser, es
decir, en cuanto su sustancia distintiva, debe adicionársele el “ser una” en cuanto
a su saber-hacer, es decir en cuanto a su esencia doctrinal.

45
Una en esencia

Como ya se vio en los dos apartados anteriores, la presencia histórica de la


iglesia, una, es decir, constante y permanente durante estos más de dos mil años,
es necesaria para cumplimentar lo que al respecto la Escritura señaló, pero de
igual forma, como se comentó para cumplimentar la oración dada por Jesús al
Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17 relativo al “ser uno”, ésta debía ser
una en sustancia, es decir, relacionada con el ser, siendo sus características,
según la Escritura, durante toda su existencia pequeña, perseguida y débil y
despreciada por el mundo.

“Ser una” en cuanto a presencia histórica nos ayuda para cribar al 99.99% de las
iglesias, congregaciones y denominaciones cuya existencia no ha sido constante
en los últimos dos mil años. “Ser una” en cuanto a sustancia distintiva nos ayuda
a diferenciar la verdadera iglesia de Dios, pequeña, perseguida, débil y
despreciada por el mundo, de la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa
y apreciada por el mundo, que también existiría junto con la verdadera iglesia de
Dios durante estos últimos dos mil años.

Pero con todo y todo, las dos anteriores características requieren necesariamente
de que en lo primordial de la iglesia, es decir en sus creencias, esta sea una, una
en esencia doctrinal.

Así como se ha hecho para los dos apartados anteriores, ¿hay base en la
Escritura, aparte del “ser uno”, que implique que la verdeara iglesia sería una
durante toda su existencia en cuanto a su esencia doctrinal es decir, que su
doctrina sería una sola y la misma?

Isaías 8:16, hablando sobre el futuro del pueblo de Dios, señala “Ata el testimonio,
sella la ley entre mis discípulos”. Es decir, la enseñanza doctrinal se completaría

46
en tiempos de los apóstoles de Jesús. Pero, ¿esto se corrobora en el Nuevo
Testamento?

Judas 1:3 señala “Amados, por el gran empeño que tenía en escribirles acerca de
nuestra común salvación, he sentido la necesidad de escribirles exhortándolos a
luchar ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los
santos”. Así tenemos que en tiempos de la iglesia naciente, ya se consideraba que
había una doctrina completa, firme y definitiva, no en proceso de dilucidación.

Pablo escribiendo a los Romanos les amonesta diciendo “Mas os ruego,


hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la
doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos” (Romanos
16:17). De nuevo ya había una doctrina establecida, cualquier desviación de ella
era considerada división y tropiezo.

Juan en su primera carta señala de esos que causaban división y tropiezo


diciendo “Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido
de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se
manifestase que no todos son de nosotros” (1 Juan 2:19). Aquí claramente Juan
declara que todo aquel que se desviaba de la fe “dada una vez a los santos y para
siempre”, es decir, que no permanecía en la verdadera fe, en realidad no eran
parte de la iglesia. En ese mismo sentido más delante Juan señala en esa misma
carta De igual forma señala “Lo que habéis oído desde el principio,
permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en
vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre” (1 Juan 2:24),
es decir, que la doctrina original recibida permaneciese en cada uno de los
miembros de la iglesia de Dios.

Pablo escribiendo a los Colosenses les dice “si en verdad permanecéis


fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que
habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del

47
cual yo Pablo fui hecho ministro” (Colosenses 1:23). En tiempos de la iglesia
primitiva había una fe completa, total y definida y Pablo amonestaba a permanecer
en esa fe y más aún a no moverse de ella.

Pablo escribiendo a los Tesalonicenses les dice “Por lo demás, hermanos, os


rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de
nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y
más” (1 Tesalonicenses 4:1). De nueva cuenta la enseñanza dada se ponía como
referente para comportarse correctamente conforme a la voluntad de Dios.

Pablo escribiendo a los Hebreos les dice “Por tanto, es necesario que con más
diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos
deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda
transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido
anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que
oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y
diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (Hebreos
2:1-4). Aquí Pablo agrega el atender sin desviarse a la enseñanza que la iglesia
tenía desde su inicio aclarado que la misma había sido dada por Jesús, que esta
había sido confirmada por quienes la oyeron y que Dios mismo, a través de
prodigios y señales, la había testificado.

En la cita de Juan 17:20, que ya hemos analizado, Jesús e oración al Padre con
respecto de Su iglesia se dice “Mas no ruego solamente por éstos, sino también
por los que han de creer en mí por la palabra de ellos”, así que necesariamente
la iglesia de Dios proclamaría lo que desde los inicio ya era su cuerpo doctrinal
establecido siendo que los nuevos conversos creerían lo mismo llevando así el
mismo mensaje a través de los siglos.

48
Pablo confirma esto pues al escribir a Tito le dice “retenedor de la palabra fiel tal
como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza
y convencer a los que contradicen” (Tito 1:9). Una misma doctrina, una misma fe,
retenedor de la palabra tal y como se le ha sido enseñada, no cambiándola, no
adicionándole.

Pablo escribiendo a los Corintios señala “Además os declaro, hermanos, el


evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Corintios 15:1-2). De igual forma más
delante, en esta misma carta Pablo señala “Así que, hermanos míos amados,
estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que
vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). Al igual que las
citas anteriores se señala la necesidad en permanecer en la verdadera doctrina,
en la verdadera iglesia, añadiendo Pablo que de no ser así se habría creído en
vano, es decir, cualquier cambio o desviación doctrinal no habría servido de nada
sino que al contrario habría sido en demérito de la salvación.

Las anteriores citas, respecto a la iglesia en cuanto al “ser una” en esencia


doctrinal, no dejan lugar a dudas. En tiempos de los Apóstoles, durante los
primeros años de la iglesia naciente, quedó establecida la base doctrinal,
completa, plena, correcta, que debía ser entendida y realizada por la iglesia y a la
cual los miembros del Cuerpo de Cristo debían sujetarse sin cambios ni
desviaciones so pena de poner en riesgo la salvación adquirida.

Esta aclaración es más que pertinente ya que, aunque parezca increíble, hay
quienes aducen sobre el tema en un sentido completamente contrario bajo el
argumento de la revelación progresiva. ¿Qué es esto de revelación progresiva?
Tomando Juan 16:13 que dice “cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad” algunos aducen que durante la vida de la iglesia está iría

49
progresando en la verdad hasta llegar a la plenitud de la misma. Como ya vimos
en las citas anteriores esto es incompatible con lo que las mismas indican, pero no
puede menos que decirse que esta cita de Juan 16:13 va en el sentido de crecer
en la fe, no de andar dando tumbos de una creencia a otra.

Pablo escribiendo a los Efesios les dijo sobre la iglesia “Y él mismo [Cristo]
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros,
pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio,
para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad
de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida
de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños
fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo
en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Efesios 4:11-15).

Las verdades de la iglesia permanecen inamovibles, pero el crecimiento de uno en


cuanto a las mismas es el que va avanzando llevándonos a grades de verdadera
madurez espiritual. No es la iglesia en su doctrina la que cambia, somos nosotros
en nuestra comprensión de las verdades reveladas la que va madurando,
creciendo, fortaleciéndose.

Pero incluso si uno tomara como verdadera el argumento de la verdad progresiva


tendría que aceptar que una cosa es avanzar en la verdad y otra muy distinta ir
dando bandazos en la misma, diciendo un día una cosa y al otro otra muy distinta.
No puede decirse que el Espíritu de verdad va guiando una iglesia hacia la verdad
plena cuando ésta primero rechaza las imágenes en el culto y luego las acepta,
cuando primero señala que sólo Jesús es mediador y luego acepta la mediación
de santos y vírgenes, cuando acepta primero que el sábado es el día de descanso
de Dios pero luego lo cambia al domingo, cuando primero acepta que sólo hay un
Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un

50
Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas y nosotros por medio de
él y luego dice que lo que en realidad existe es una trinidad. En fin. Incluso el
argumento de la verdad progresiva implica avanzar en una misma línea, no en
diversas, variadas y contradictorias. Proverbios 24:21 dice “Hijo mío, teme al
Señor y al rey. No te juntes con los rebeldes” (algunas versiones traducen
“rebeldes” por “inestables”, otras por “innovadores”).

La iglesia primitiva tenía una serie de doctrinas completas, establecidas y


conocidas, doctrinas que, como se vio en las citas anteriores, se mandataba a
creerlas, defenderlas y crecer en ella. Pensar en que las mismas pudieron haber
cambiado es contra la Escritura y el mismo sentido común, pero sobre esto Pablo
enfáticamente dice en Gálatas 1:6-9: “Estoy maravillado de que tan pronto os
hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio
diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren
pervertir el evangelio de Cristo. Más si aún nosotros, o un ángel del cielo, os
anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os
predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”.

Esta cita es demoledora para quien defienda el cambio doctrinal en la iglesia a


través de los siglos En consonancia con todas las que ya se han visto señala un
solo cuerpo doctrinal de creencias en la verdadera iglesia, quienes piensan
diferente claramente dice que se han alejado, aclara enfáticamente que no hay
otro Evangelio y termina no con una sino con dos anatemas (maldiciones) para
quien anuncie verdades diferentes.

Realmente es complicado aducir a favor del cambio doctrinal de la iglesia sin ir


contra la misma Escritura y el sentido común que señala que no pueden ser
verdades dos cosas opuestas que se presenten como tales.

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La verdadera iglesia de Dios, no sólo ha existido a lo largo de estos dos mil años,
no sólo ha mostrado las características que se esperaban de ella, sino que su
doctrina ha sido la misma. Cree que la Biblia es inspirada por Dios, cree que Dios
es eterno, infinito, todopoderoso, cree en Jesús como el Hijo de Dios, principio de
la creación por medio del Quién todas las cosas fueron hechas, cree asimismo en
el nacimiento, muerte y resurrección de Jesús, cree que Jesús estuvo real y
exactamente tres días y tres noches en la tumba, cree que el Espíritu Santo es
dado por el Padre, a través de Jesús, a cada creyente, cree que el nombre bíblico
para el Cuerpo de Cristo es iglesia de Dios, cree en el bautismo –sólo de adultos-
por inmersión, cree que la Cena del Señor debe observarse una vez al año el 14
de Nisán, cree en la vigencia de los Diez Mandamientos incluyendo el
mandamiento señal que se refiere al sábado como día de reposo, cree en la
inconciencia de los muertos y que su inmortalidad es condicional, cree en el
Milenio como el período posterior a la segunda venida del Señor donde Sus
santos reinaran con Él como reyes y sacerdotes. Entre otras cosas.

La iglesia de Dios no cree en lo que cree porque lo haya descubierto


recientemente estudiando la Biblia, tampoco porque crea que las verdades hayan
comenzado a ser restauradas a través de ella, y menos por que esté proponiendo
nuevas interpretaciones a la Escritura. La iglesia de Dios cree en esto porque así
le fue enseñado y trasmitido durante los más de dos mil años de su existencia,
siendo esta fe la misma que tenía la iglesia primitiva, escrituralmente demostrable,
manteniéndose inamovible con el tiempo4.

La iglesia apóstata, que aunque también ha existido estos más de dos mil años,
pero siendo grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo, ha ido

4
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cambiando las creencias originales de la iglesia. Cree en una trinidad donde
Padre, Hijo y Espíritu Santo son Dios, cree que Jesús no estuvo real ni
exactamente tres días y tres noches en la tumba, cree en el bautismo de infantes,
cree en un nombre diferente al bíblico para designar al Cuerpo de Cristo, cree que
la Cena del Señor no es una vez al año sino cada vez, cada día, en que celebre
ésta ese memorial, no sólo no cree en la vigencia de los Diez Mandamientos sino
que los ha cambiado permitiendo el uso de imágenes en el culto y la observancia
del domingo como día de reposo en vez del sábado, cree que los muertos están
conscientes sea en un cielo, un purgatorio o un infierno y que su inmortalidad no
es condicional pues incluso si fueron inicuos vivirán por siempre atormentados, no
cree en el Milenio ni mucho menos que los fieles del Señor heredarán la tierra
como reyes y sacerdotes con Cristo. Entre otras cosas.

El pequeño gran problema es que todas estas cosas, ni bíblica ni históricamente,


formaban parte del cuerpo doctrinal de la iglesia primitiva sino que fueron
adicionadas, modificadas o innovadas, al igual que muchas otras cosas más,
posteriormente y a lo largo de estos dos mil años.

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Una decisión

Una vez analizados los temas que se trataron en los capítulos precedentes, puede
verse que la presente obra gira en torno a dos grandes temas, el primero es la
interpretación propuesta para la cuestión del “ser uno” contenida en la oración de
Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17, el segundo, que va de la
mano del primero, es la presencia histórica, sustancia distintiva, y la esencia
doctrinal referidas a la verdadera iglesia.

Tal vez alguien aún pueda tener otra interpretación para la cuestión del “ser uno”
contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17 –
lo cual se comentará más delante-, pero lo que si debe quedar claro, si uno es
honesto, es que la Escritura mantiene, sostiene y respalda la idea de una sola
iglesia: una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia
doctrinal.

Este punto, se reconoce, plantea un grave problema para la mayoría de las


personas que se dicen cristianas, ¿por qué? por que como se comentó desde el
inicio de esta obra, sólo existen dos posibilidades: o se está en la verdadera
iglesia de Dios- una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en
esencia doctrinal- o no se está en la verdadera iglesia de Dios.

Esto último, lo que no es la verdadera iglesia de Dios, podemos organizarla en tres


grandes grupos: el primer grupo, ordenado históricamente, es la iglesia apóstata
que también ha existido a la par de la verdadera iglesia de Dios durante estos más
de dos mil años: grande, perseguidora, y poderosa y apreciada por el mundo y de
la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el tiempo así como un sinfín de
desviaciones doctrinales que permearían a toda iglesia que no fuera la verdadera.
El segundo grupo, ordenado históricamente, son las grandes denominaciones que
a partir del siglo XVI se escindieron de la iglesia anterior renunciando, sí, a
muchas de las prácticas abominables de la primera pero llevándose consigo

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muchas de las desviaciones doctrinales que las terminaron impregnado así como
a las congregaciones relacionadas con ellas y que siguieron surgiendo de las
mismas. El tercer grupo, ordenado históricamente, son las mucho muy recientes
congregaciones cristianas que prácticamente han brotado de manera espontánea,
sin una relación directa con las denominaciones anteriores pero que, al surgir de
personas relacionadas con los dos grupos anteriores, han imbuido esas
congregaciones de errores y desviaciones. Estos tres grandes grupos tienen en
común que ninguna de esas iglesias, denominaciones o congregaciones tiene
relación alguna ni en presencia histórica, ni en sustancia distintiva, ni en esencia
doctrinal con la verdadera iglesia de Dios.

Esta auge, sobre todo reciente, de iglesias, denominaciones o congregaciones


toma la cita de Mateo 18:20 donde Jesús dijo “donde están dos o tres reunidos en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” para autovalidarse ante sus
integrantes. En efecto, la cita es correcta, pero a la luz de todas las citas que
hemos analizado en la presente obra se trata de una reunión de los verdaderos
fieles, en la verdadera iglesia, con las verdaderas doctrinas. Quienes enarbolan
esta cita de Mateo 18:20, a parte e no analizar las demás citas que en esta obra
se han comentado, no prestan atención a lo señalado por Pablo en Efesios 4:5-6
de que existe “un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre
de todos, que está sobre todos, por todos y en todos”. Honestamente, ¿podemos
encontrar en todos esos 33,000 grupos cristianos con doctrinas diferentes,
dispares e incluso contradictorias que existe lo que podemos llamar “una sola fe”?

Podemos, como muchos no escrituralmente argumentan, que la honestidad en la


búsqueda, en la alabanza, en la adoración –aunque no se esté en la verdadera
iglesia de Dios- es suficiente? Jesús mismo en Mateo 7:21-23 dice “No todo el que
me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día:
“Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera
demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé:

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“Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad.” En esta cita
vemos como muchos de los llamados cristianos, muchos que honestamente
buscaron, alabaron y adoraron, se sentirán sorprendidos del rechazo de Jesús
hacia ellos, incluso –como pasa en muchas iglesias, denominaciones o
congregaciones- a pesar de los milagros, las conversiones, lo edificante que se
veían en sus grupos cristianos.

Pensemos un poco más sobre esto. Si bastara la honestidad en la búsqueda, si


fuera suficiente lo bonito que se siente estar en un grupo cristiano o lo edificante
que es tal o cual denominación, tendríamos que reconocer que esos más de
33,000 congregaciones, que agrupan a la inmensa mayoría de quienes se llaman
cristianos, son un camino válido de salvación. Pero que nos dice Jesús en Mateo
7:13-14 “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque
estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que
la hallan”. En esta cita Jesús no dice que la puerta es ancha y espaciosa, que
33,000 iglesias, denominaciones o congregaciones bien puede ser una manera de
llegar a Él, claramente dice lo contrario, la puerta que lleva a salvación es
estrecha, el camino que lleva a perdición es espacioso, muchos –no pocos- entran
en este último y pocos son los que hallan la primera. Si por un lado tenemos la
verdadera iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo
y por el otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y
poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas
iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que
permearían a toda iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni
histórica, ni cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de
estos dos grupos serían la puerta estrecha y la puerta ancha o el camino angosto
y el camino espacioso de Mateo 7:13-14?

En la profecía dada por Jesús en Mateo 24 señala como es que durante desde
ese tiempo y hasta Su regreso, “muchos falsos profetas se levantar[ían], y

56
engañarán a muchos” (Mateo 24:11), “porque se levantarán falsos Cristos, y falsos
profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si
fuere posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24) Si por un lado tenemos la
verdadera iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo
y por el otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y
poderosa y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas
iglesias con el tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que
permearían a toda iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni
histórica, ni cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de
estos dos grupos serían donde habría muchos falsos profetas y que engañarían
no sólo a muchos sino incluso –si se pudiera- a los escogidos señalados en Mateo
24:11, 24?

En Lucas 13:23-24, “alguien [le preguntó al] Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que
muchos procurarán entrar, y no podrán”. Si por un lado tenemos la verdadera
iglesia de Dios pequeña, perseguida y débil y despreciada por el mundo y por el
otro lado eso que representa la iglesia apóstata grande, perseguidora, y poderosa
y apreciada por el mundo y de la cual saldrían otras muchas falsas iglesias con el
tiempo así como un sinfín de desviaciones doctrinales que permearían a toda
iglesia, grupo o congregación que no estuviera relacionado ni histórica, ni
cualitativa ni doctrinalmente con la verdadera iglesia de Dios, ¿cuál de estos dos
grupos serían donde habría pocos que se salvarían –pocos, no muchos- y dónde
habría muchos –muchos, no pocos- que buscando la salvación no darían con ella?

Estas tres citas tienen en común que hablan por un lado de pocos salvados y por
otro de muchos –una gran mayoría- condenados. Incluso si se deja de un lado las
cuestiones doctrinales que se han comentado, las citas bíblicas que se han
analizado, las interpretaciones que se han dado, si todo eso se deja de lado y sólo
se pone como elemento la enorme, la inmensa cantidad de personas que
conforman (1) la iglesia grande, perseguidora, y poderosa y apreciada que

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históricamente puede ser identificada, (2) las iglesias, denominaciones
congregaciones que posteriormente salieron de ella, y (3) los grupos cristianos
que aun cuando no tienen relación directa con los dos anteriores están embebidos
de sus doctrinas; si ponemos estos tres grupos juntos veremos que tienen mucho
en común, histórica, cualitativa y doctrinalmente hablando y que representan a la
gran mayoría de quienes en todos los tiempos se han llamados cristianos; con
esto en mente y volviendo sobre las tres citas anteriores que mencionan como es
que en la historia de la iglesia habrían de pocos salvados contra muchos
condenados, ¿dónde podríamos –solamente por cantidad de personas que han
vivido honestamente a lo largo de los siglos conforme a las doctrinas de sus
iglesias, denominaciones o congregaciones–ubicar esas grupos cristianos? Cada
quien responda.

Pero bueno, hay un cuarto grupo de creyentes cristianos que debe ser
mencionado y que no cabe en los tres grupos mencionados anteriormente: el de
aquellas congregaciones que han salido de la verdadera iglesia de Dios. A lo largo
de la historia, sobre todo reciente, tal como sucedió al inicio de la iglesia, hay
personas que recibiendo comprensión, doctrina o profecía novedosa, se han
salido de la verdadera iglesia de Dios modificando aquí y allá ciertos aspectos
doctrinales. Si bien estos grupos pudieran decir que sí está unidos histórica,
cualitativa o doctrinalmente con la verdadera iglesia han dejado de formar parte de
ella. De hecho es tan palpable y tangible esto que esos grupos cristianos son
referenciados con quienes visiblemente son sus fundadores y si se analiza su
historia llega un punto donde esa iglesia, denominación o congregación tal como
existe ahora no existía y quien visiblemente se identifica como su fundador
pertenecía a la iglesia de Dios saliéndose de esta en un punto dado pues había
recibido comprensión, doctrina o profecía novedosa. Estas iglesias,
congregaciones o denominaciones, si bien guardan mucha de la verdadera
doctrina, también han introducido ideas que han terminado desvirtuando el
mensaje salvífico siendo precisamente esa escisión con la iglesia verdadera la que
marca que la misma dejó de formar parte de ella. De hecho la lógica es irrefutable:

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si en su momento quienes se identifican visiblemente como sus fundadores
hubiesen tenido la misma doctrina de la iglesia de Dios no hubiese sido necesario
se salieran de ésta última, ahora bien, si se salieron es porque las nuevas
comprensiones, doctrinas o profecías que estaban recibiendo ya no tenían cabida
en la iglesia de Dios.

Al inicio de este apartado se comentó que la presente obra giraba en torno a dos
grandes temas, el primero es la interpretación propuesta para la cuestión del “ser
uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan
17, el segundo, que va de la mano del primero, es la presencia histórica, sustancia
distintiva, y la esencia doctrinal referidas a la verdadera iglesia.

Incluso para alguien que proponga otra interpretación respecto del “ser uno”
contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia de Juan 17,
la cuestión de la presencia histórica, la sustancia distintiva, y la esencia doctrinal,
en estos más de dos mil años, referidas a la verdadera iglesia es algo que
Escrituralmente no puede impugnarse so pena de ir contra la misma Palabra de
Dios.

Pero respecto del primer tema, el de la interpretación propuesta para la cuestión


del “ser uno” contenida en la oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia
de Juan 17, si alguien aún desea presentar, argumentar y defender otra postura,
debe respetar el considerar no sólo esa expresión sino las otras dos
condicionantes contenidas en la oración de Jesús al Padre de Juan 17: (1) la
interpretación que den a ese “ser uno” debe ser una característica visible, notoria y
observable para que el mundo pudiese percibirla y por lo tanto llegar a creer; y (2)
la interpretación que den a ese “ser uno” debe ser del mismo nivel, grado e
intensidad que muestran el Padre y Jesús, uno esperaría que por lo menos en la
iglesia primitiva se diera de una manera clara, manifiesta y evidente.

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Conclusión

Independientemente de la interpretación que uno de al “ser uno” contenido en la


oración de Jesús al Padre con respecto de Su iglesia contenida en Juan 17, el
análisis escritural de las referencias que sobre la iglesia de Dios Su palabra da,
indica que la misma en toda su existencia tendría necesaria y forzosamente que
ser una en presencia histórica, una en sustancia distintiva, una en esencia
doctrinal.

Con todo y todo, la idea alrededor de la presente obra no es contender, si alguien


aún con todo lo comentado y analizado aun así sostiene un punto de vista
diferente, este se le respeta; pero también, sabiendo en Su paciencia, Dios quiere
que nadie muera sino que todos se vuelvan a Él (2 Pedro 3:9), que sean salvos y
vengan al pleno conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), ¿no te dice nada el
que esta obra, en este momento, haya llegado a tus manos, a tu vida?

Si ya has llegado a este punto […] ponte en manos del Padre. Con tus palabras,
sabiendo que Dios te ama tanto que dio a Su Hijo en rescate tuyo, pide Su luz, Su
guía, Su iluminación. Pon atención […] en lo que el Espíritu dice a tu espíritu y en
tu fuero interno, libremente, decide tú que harás con este llamado. La decisión es
de cada quien.

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Paz a vos

61
Que sean UNO
-Dos mil años de presencia, sustancia y esencia de la verdadera iglesia de Dios-

Todos los derechos reservados por el autor ©2018

Primera edición

Se permite la reproducción total o parcial de la presente obra,


así como su comunicación pública, divulgación o transmisión,
mediante cualquier sistema o método, electrónico o mecánico
[incluyendo el fotocopiado, la grabación o cualquier sistema
de recuperación y almacenamiento de información],
siempre y cuando esto sea sin fines de lucro
y con la condición que se señale la fuente

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