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El caldero de la madre Ludlam

En un pueblito clásico entre los valles de Surrey al suroeste de Londres en Inglaterra, un lugar
donde podemos encontrar muros cubiertos de verde vegetación, canales de riego de antaño,
bosques frondosos que lo rodean y colinas con algunos secretos que solo pueden compartir los
pobladores de ese lugar.

Justo en una de las colinas cercanas al pueblo se puede encontrar una cueva donde se dice que
vivió una bruja. Si una visita la colina donde está esta cueva se dará con la sorpresa que la
encontrará con una reja metálica para prohibir el paso, y lo único que podrá ver será el oscuro
interior que tienta a averiguar sobre qué se oculta ahí; y también hay un riachuelo saliente de la
cueva cual boca salivando por su próxima deliciosa comida, que seguramente proviene de un
manantial en el fondo de la cueva; pero eso sí, uno sentirá una energía misteriosa en los al
rededores de la cueva.

Una leyenda de este lugar surge en el siglo XVII, donde en esta cueva habitaba una bruja que era
conocida como la Madre Ludlam.

Recordemos que la mayoría de las brujas hacían pactos con el diablo para obtener poder y realizar
hechizos y maleficios, muchas de las brujas actuaban contra las personas y causándoles daño y
sufrimiento.

Pero esta bruja no era como las demás; la madre Ludlam era una bruja blanca porque era
considerada más amigable que las otras brujas. Ella generó esa reputación, ya que prestaba a los
aldeanos cualquier objeto que ellos querían...

Lo único que tenían que hacer era pararse sobre una roca en las afueras de la cueva y decir
fuertemente el objeto que deseaban, y para cuando el prestatario regresaba a su morada,
encontraba el objeto solicitado. (¡Qué buen servicio!)

(Algo así como un servicio de compra online en nuestros tiempos el cual nos llega a nuestras casas,
solo que en el siglo XVII, y que no era comprado sino prestado). Y sobre esto había un curioso
requerimiento de parte de la bruja el cual era que el objeto prestado debía ser entregado a los dos
días, sino la persona que se prestó sufriría graves consecuencias.

Un día una persona que estaba de visita en la aldea se enteró del servicio que realizaba la madre
Ludlam, y para comprobar la veracidad de lo que había escuchado, decidió pedirle un objeto
personal de la bruja, algo que ella utilizara con frecuencia.

- ¿Qué podría ser?, se preguntó.

Pues no se le ocurrió mejor idea que el caldero de la bruja, aquel que la madre Ludlam utilizaba
constantemente. Así que se dirigió a la cueva, subió a la roca en la entrada, y dijo fuertemente:

- Madre Ludlam, quiero que me prestes tu caldero.


La hechicera escuchó la petición, no estaba de acuerdo, pero aceptó en cumplir lo solicitado a
regañadientes. Cuando esa persona regresó a su alojamiento, encontró el caldero lo cual
comprobaba lo escuchado en el pueblo.

Pasó un día, pasaron 2, en el tercer día, el caldero de la bruja no fue entregado (quién sabe por
qué no pudo entregarlo). Esto había enfurecido mucho a la bruja.

- ¡qué se había creído esta persona! Exclamaba, me las va a pagar y con creces.

(Recordemos algo, ella era una bruja, y las brujas son especialistas en maldiciones). Así decidió
salir de su cueva en búsqueda de aquella persona que había traicionado su confianza.

El hombre que se había prestado el caldero se enteró que la madre Ludlam lo andaba buscando, él
sabía de lo que era capaz una bruja, así que buscó refugio en la iglesia cercana al pueblo, llevó
consigo el caldero para entregarlo a los religiosos del lugar. Una vez llegado a la puerta de la
iglesia… el hombre entregó el caldero de la madre Ludlam e inmediatamente cayó al suelo sin
realizar movimientos siguientes, había fallecido.

El caldero permanece hasta el día de hoy en la iglesia Frensham, en Surrey.

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