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Consuelo Ruiz Montero La Novela Griega PDF
Consuelo Ruiz Montero La Novela Griega PDF
EDITORIAL
SINTESIS
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H isto r ia d e la L iteratura U n iversal
C o o r d in a d o r es d e areas :
© EDITORIAL SÍNTESIS, S. A.
VaUehermoso, 34 - 28015 Madrid
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Introducción 11
5
3.3. Los modelos literarios 43
3.3.1. La tradición utópica 44
3.3.2. La tradición historiográfica 47
3.3.3. La tradición dramática 49
3.3.4. La tradición épica 53
3.3.5. La elegía alejandrina. Las leyendas locales 56
4. La novela de amor 61
6
4.6.2. Resumen de la obra 104
4.6.3. La novela y el mundo real 106
4.6.4. Aspectos literarios y retóricos 108
4.6.5. Composición y técnicas narrativas 112
4.6.6. Lengua y estilo 115
4.6.7. Posteridad de la obra 115
4.7. Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio 116
4.7.1. El au tor y su obra. Cronología 116
4.7.2. Resumen de la obra 117
4.7.3. La novela y el mundo real 120
4.7.4. Aspectos literarios y retóricos 121
4.7.5. Composición y técnicas narrativas 126
4.7.6. Lengua y estilo 128
4.7.7. Posteridad de la obra 128
4.8. Babíloníacas dejámblico 129
4.8.1. El autor y su obra. Cronología 129
4.8.2. Carácter de la intriga 130
4.8.3. Aspectos estilísticos 132
4.9. Etiópicas de Heliodoro 133
4.9.1. El au tor y su obra. Cronología 133
4.9.2. Resumen de la obra 134
4.9.3. La novela y el mundo real 138
4.9.4. Aspectos literarios y retóricos 140
4.9.5. Composición y técnicas narrativas 143
4.9.6. Lengua y estilo 147
4.9.7. Posteridad de la obra 147
8
Los Relatos verídicos de Luciano de Samosata 213
8.2.1. Propósito de la obra 214
8.2.2. Resumen de la obra 216
8.2.3. Aspectos retóricos y literarios 217
8.2.4. Técnicas compositivas y narrativas 219
8.2.5. Aspectos de lengua y estilo 220
8.2.6. Pos teridad de la obra 221
Glosario 229
Cronología 233
Bibliografía 235
Introducción
11
bién se sabe sujeto al poder de magos y malandrines encantadores que pueden
tergiversar los datos hasta llevar al paciente lector a creer en el desvarío de su
humilde autora, que se dará por satisfecha si consigue que los lectores se lan
cen con avidez a leer novelas griegas, pues, en este caso, no las considera capa
ces de provocar perturbación mental alguna.
El libro quiere ser un panorama que introduzca al lector en el mundo rico
y fabuloso de la novela griega, estudiándolo primero en sus distintos aspec
tos sociales y formales. Mediante un criterio fundamentalmente, aunque no
exclusivamente, morfológico, hemos dividido las novelas en varios tipos, aun
siendo conscientes de que éstos no constituyen entidades completamente
separadas unas de otras, sino que se interpenetran: el diálogo textual dentro
del género, e incluso del mismo con otros géneros, es continuo. Pero la impor
tancia y predominio de un conjunto de rasgos determinados hace aconseja
ble distinguir unos tipos de otros. Todo ello se indicará en cada caso. Por lo
demás, cada texto ha sido estudiado de acuerdo con los mismos criterios, para
que queden más claras las semejanzas y diferencias entre ellos. Tas traduc
ciones de pasajes significativos que hemos insertado de vez en cuando son
todas personales, con la excepción de los textos del Asno y de las Etiópicas de
Heliodoro, cuyas traducciones fueron revisadas por mí misma en el momen
to de su publicación. Hemos procurado ser lo más fieles posibles al texto grie
go para que el lector pueda apreciar sus rasgos estilísticos, que, no obstante,
son brevemente comentados.
Siguiendo las instrucciones de la editorial, hemos evitado las referencias
eruditas. Y por la misma razón, añadimos en la parte final un índice nominal,
un glosario de los términos mencionados más significativos, una tabla crono
lógica y una bibliografía. En la tabla hacemos constar sólo los autores litera
rios más importantes citados a lo largo de la obra, y su única pretensión es
aclarar las relaciones diacrónicas y sincrónicas de los novelistas con respecto
a los citados autores literarios pertinentes para el género. En el caso de las
novelas conservadas sólo en papiros, se citan en dicha tabla únicamente los
más antiguos. La bibliografía comprende, por una parte, las principales tra
ducciones españolas de las novelas antiguas, incluidas las latinas, a las que
citamos en nuestro trabajo esporádicamente, así como algunas traducciones
recientes en otras lenguas cuyo cotejo puede ser complementario. A conti
nuación se adjunta una bibliografía fundamental, lo más actualizada posible,
en donde se pueden encontrar muchos estudios concretos acerca de cada uno
La novela griega
12
Este libro está dedicado a los estudiantes que, con tanto cariño, han com
partido conmigo durante muchos años el disfrute y estudio de estos textos.
Finalmente permítaseme ofrecer una dedicatoria especial a mi hijo Antonio,
gran aficionado a la literatura fantástica, y a quien tanto quiero, con la espe
ranza de que algún día pueda comprender por qué su madre se dedicaba de
forma excesiva y descomunal a estas novelas cuando él sólo quería jugar con
ella.
Murcia, abril de 2005
Capítulo 1 Delimitación del género
16
no. Que novelas cómicas o paródicas existían también en griego lo prueban los
fragmentos de Yolao y de las Fmicíacas de Loliano, y aún entre los restantes frag
mentos pueden existir otras similares a estas últimas o incluso distintas a las
hasta hoy conocidas, como se deduce del contenido de los fragmentos papi
ráceos que se conservan. Hay que recordar también el grado de parodia que
entraña la novela de Aquiles Tacio. Estos dos tipos de novela mencionados son
los más estudiados tradicionalmente, y a ellos dedicaremos sendos capítulos.
Estudiaremos a continuación otros tipos de “novela”, que es como suele
calificarse actualmente a biografías novelescas de gran éxito popular, como la
Vida de Alejandro, Vida de Esopo y Vida del filósofo Segundo. Y dedicaremos tam
bién los capítulos correspondientes a la novela epistolar, forma de narración uni
da a la biografía, o incluso a la autobiografía, de la que existen ejemplos ya en
Grecia, y a textos tan interesantes, y tan discutidos en cuanto su carácter serio
o cómico, como los Relatos increíbles de allende Tule de Antonio Diógenes, o los
verdaderamente cómicos y paródicos Relatos verídicos de Luciano, que se hallan
entre la “utopía” y la “ciencia ficción”. Se trata de textos híbridos, al igual que
las biografías antes citadas. Y si tuviéramos en cuenta los Hechos apócrifos de los
apóstoles, claramente novelescos, como se advierte en los Hechos de Pablo y Tecla,
que no vamos a incluir en este estudio, el género se ampliaría considerable
mente.
Existen, pues, varios tipos, e incluso dentro de ellos pueden observarse sub
tipos o variantes. El criterio que vamos a seguir para distinguirlos es el de la
estructura compositiva o morfología narrativa, términos que aclararemos más ade
lante, pero tendremos en cuenta también la intención del autor y el estilo del
texto. No obstante, hay que advertir que los tipos se entrecruzan e interpene-
tran, por lo que hallaremos formas mixtas, pero atenderemos sobre todo al pre
dominio de los criterios antes mencionados a la hora de clasificar los textos.
Incluso en el grupo denominado tradicionalmente “novelas de amor y
aventuras”, que incluye las “idealistas” antes citadas, se pueden apreciar dife
rencias entre ellas. En efecto, este grupo, que tiene en común una unidad de
estructura, es decir, un mismo modelo estructural, tampoco es homogéneo,
de modo que es tradicional distinguir entre novelas “pre-sofísticas” o “no-
sofísticas”, y novelas “sofísticas”. Pero habría que aclarar antes qué se entien
de por “sofísticas”, es decir, si usamos el término refiriéndonos a la atmósfe
Delimitación del género
17
cia, teóricamente, en la segunda mitad del siglo id . C., como estudiaremos
en el capítulo cuarto. Aunque también es cierto que, con el paso del tiempo,
se va incrementando el grado de sofisticación de la estructura, de la técnica
narrativa y del estilo de las novelas.
Vamos a comentar a continuación los fragmentos papiráceos conservados,
para acabar exponiendo qué datos tenemos acerca del género en la Antigüedad.
Los papiros egipcios nos han regalado importantes textos por lo que hace a la
novela griega, alterando concepciones estéticas y cronologías. El más antiguo
es el de Niño, tal vez de la primera mitad del siglo la . C., y aún en el siglo vi
d. C. hallamos otro papiro sobre Heliodoro. Los siglos en que se demuestra
que se leían más novelas, por el número de papiros conservados, son los 11 y
III d. C. Son los siglos del apogeo de la Segunda Sofística. Los papiros han sido
también fundamentales a la hora de establecer “tipos” temáticos, de tal suerte
que, como hemos avanzado más arriba, ya no puede admitirse una simple divi
sión entre “novela seria” y “novela cómica”. En este libro vamos a examinar
otros tipos, pero existen papiros difíciles de clasificar en cuanto a su tema, por
la brevedad del papiro, la ambigüedad del texto, o ambas cosas a la vez. Aquí
enumeraremos los principales “tipos” temáticos, aunque haremos mención
también de otros fragmentos. Pero antes haremos un breve repaso de la cali
dad, y la cantidad, de los papiros.
En primer lugar hay que decir que no existe un número fijo de papiros en
que todos los estudiosos estén de acuerdo, sino que existe un número de papi
ros que no es seguro que pertenezca al género “novela”, oscilando éste entre
diez y veinte. En total se suelen editar como “papiros de novela” cerca de cua
renta fragmentos, pero muchos son dudosos, o muy improbables, pues pue
den pertenecer a otro género literario o incluso a un ejercicio retórico, ya que
los nexos entre novela y retórica son continuos. No incluimos aquí a los frag
mentos que se refieren a las novelas conservadas enteras, aunque sí a las que
conocemos también por los resúmenes del patriarca Focio (s. IX d. C.), que son
muy útiles cuando se ha perdido el texto original, aunque esos resúmenes tam
bién presentan sus problemas de fiabilidad.
La novela griega
18
papiros -poco alto, lo que indica poca demanda-, y la alta calidad estilística
de los textos, así como por el cuidado que demuestran algunos escribas, pues
han sido considerados comparables a los papiros conservados de autores clá
sicos como Platón, Safo, Tucídides y Demóstenes. El número de papiros de tra
gedia conservados es muy superior. Del aspecto social trataremos más adelan
te. Aquí sólo diremos que algunos papiros están muy cuidados. Pero no todos
son así, por lo que se ha hablado de “literatura de consumo”, intermedia entre
la popular y la culta, o que, por lo menos, cumplían la función de “entretener”,
aunque no necesariamente a las masas. Podemos añadir que el número de lec
tores no sería muy aLto, pero ese número sí muestra cierta avidez por este tipo
de literatura.
Es importante también señalar que existen papiros que son una clara tra
ducción al griego de la lengua demótica egipcia, como ocurre con el llamado
Sueño de Nectanebo (s. ii a. C.), interesante documento de relato de ficción,
escrito en un tipo de prosa métrica egipcia, según los expertos, de origen legen
dario y folclórico, buena muestra del nacionalismo y la ideología egipcias, pero
distinto al de Níno en contenido, lengua y estilo e ideología. Se trata en estos
casos de novelle locales de genuino carácter egipcio, ajeno a la paideia o “cul
tura” griega. Por eso no los estudiamos aquí. El fragmento de Tefiiut puede per
tenecer a este tipo de ficción de origen y carácter egipcios.
En cuanto a la división temática, es también difícil de precisar, como hemos
indicado. Algunos fragmentos parecen pertenecer, claramente, al tipo de nove
la de amor “idealista o romántico”, como son los de Niño, Metíoco y Parténope,
Sesoncosis, Quíone, Calígone, Herpñide, Antia, Apolonio. Hay que decir que los
nombres de los personajes suelen repetirse entre los distintos fragmentos o en
las propias novelas íntegras, y algunos coinciden con los protagonistas de estas
últimas, como el de Antia, nombre de la heroína de las Efesíacas, a la que no
parece pertenecer, o el fragmento de Apolonio, que no se parece a la trama de
la novela, conservada en latín, Historia de Apolonio, rey de Tiro, ya mencionada,
y datada entre los siglos v/vi d. C. : su origen griego es probable, por su trama,
nombres propios y geografía. Por su importancia, nos ocuparemos de los frag
mentos de Niño, Metíoco y Parténope, y Sesoncosis, que pueden ser calificadas
todas ellas de novelas de origen histórico o legendario, como la Calírroe de Cari
tón. A esta categoría pertenecen también las Babiloníacas o Relatos babilonios de
Jámblico, que estudiaremos asimismo.
Delimitación del género
19
parecer. Es decir, su clasificación no está clara, pues presenta una mezcla de
motivos.
La misma duda ofrece el fragmento de Daulis, líder de un ejército bárbaro
que quiere matar al profeta de Apolo de Delfos, tras poner su veracidad en tela
de juicio. El estilo ha sido considerado barroco y cuidado.
Otros fragmentos indican que pudieron existir más novelas de ambiente
pastoril, o incluso mítico, como el denominado Está/ib, que quiere decir “Raci
mo de uva”, aunque también se ha pensado que este papiro podría pertenecer
a una historia secundaria. El papiro llamado Pánfilo y Eurídice pudo tener carác
ter mítico, y parece que se trata de un tipo de ficción, pero tal vez no de una
novela necesariamente.
Otros papiros presentan temas “sobrenaturales” o mágicos, temas muy del
gusto del público de la época: en un papiro, muy retórico por cierto, aparece
un mago describiendo sus poderes, pero incapaz de vencer al amor, y cita un
fantasma que se aparece a la hija de unos padres que consultan aparentemen
te al mago. Apariciones y escenas de necromancia se citan en algún otro papi
ro: en uno en concreto se menciona a un tal Severis, reconocido como fantas
ma por un muerto que acaba de degollarse a sí mismo; pero se ha pensado en
el relato de un sueño, aunque existe la posibilidad de que estuviera incluido
en una novela, pues su estilo parece cuidado.
En fin, otros fragmentos de papiros no pertenecen necesariamente a nove
las, como hemos dicho, sino a textos religiosos, oratorios o de otro tipo, aun
que siempre nos queda la duda. En cualquier caso, el género admitiría quizá
mayor riqueza temática de lo que pensamos, y no hay que olvidar que en los
papiros que tenemos también interviene el azar, como en otros textos conser
vados.
20
division del siglo IV a. C., que se mantuvo hasta una época bastante avanzada,
y ésa es una de las razones por las que la retórica posterior no la menciona como
género. Por otra parte, de los tres géneros en que se divide la “narración aleja
da de la causa civil” (narratio a causa ciuili remota), que son, fabula, historia y
argumentum, es cierto que la novela tuvo que adaptarse a uno de ellos, en este
caso el último citado, que en griego se denomina plásma, cuyo ejemplo era la
comedia, y que más adelante fue llamado diëgëma dramatikón. Siguiendo la divi
sión platónica, la novela sería un género mixto, como la épica, pues el discur
so del autor se mezcla con el de los personajes. Por tanto, al modelo dramáti
co hay que unir el épico, el género narrativo por excelencia. Ciertamente cuando
nace la novela a finales de la época helenística, la mezcla de formas y géneros
literarios, la poikilía, es un hecho, y ese fenómeno se verá continuado en épo
ca imperial, como la propia novela testimonia.
La retórica, por su carácter tradicional también, estaba interesada sobre
todo en la formación del orador, por lo que de la literatura que no tuviera una
función práctica, de la literatura por sí misma, se ocupaba muy poco. Esa lite
ratura pertenecería al llamado “género epidictico” o “panegírico”, y así, en la
segunda mitad del siglo II d. C., un crítico tan importante como Hermógenes
en Sobre las formas de estilo 404-407, al ocuparse de ese tipo de género, cita en
primer lugar a Jenofonte de Atenas, con ejemplos de la Ciropedia, a Esquines
el Socrático -autor de mitos y relatos fabulosos- y a Nicóstrato, autor que “ha
inventado muchos mitos, no sólo como los de Esopo, sino que algunos son,
de algún modo, incluso dramáticos", término este último con el que puede
designar piezas de intriga, sea relacionadas con el teatro, sea incluso con la
novela. La historia de Abrádates y Pantea de la Ciropedia es calificada de páthos
por Hermógenes, lo que veremos que es un dato importante, pues el mismo
término aparece en otros autores de relatos o de novelas, como Partenio y Cari-
tón de Afrodisias.
No sabemos si Filóstrato, Cartas 66, se refiere a nuestro Caritón cuando dice:
‘Ά Caritón. Crees que los griegos recordarán tu obra cuando mueras. Quienes no
han sido nada en vida, ¿qué importancia pueden tener cuando ya no vivan?”. Si
fuera así, indicaría su desprecio del género, pero, por contra, una cierta fama de
Caritón. El mismo desprecio se ha querido ver en otra noticia de las Vidas de los
sofistas I 524 en donde se dice que ‘Araspes el enamorado de Pantea” no puede
ser del sofista Dionisio de Mileto por el ritmo, por el resto de su estilo y entime-
mas, sino que es fruto del trabajo (phróntisma) de Céler, el escritor de retórica,
buen secretario imperial, pero no buen declamador. Pero, por el contexto, es evi
dente que se está refiriendo a una declamación, no a una novela.
En la segunda mitad del siglo IV d. C. el emperador Juliano en un conoci
do texto recomienda a los sacerdotes de Asia Menor leer historias reales, no
“ficciones” (plásmata) relatadas por los antiguos en forma de “historia” (histo
rias), “intrigas de amor” (erdtikai hypothëseis) y obras similares. Con estos tér
minos parece referirse a las novelas. Juliano las presenta como antiguas, y se
ha planteado la cuestión de si hay que entender historia como “obra pertene
ciente al género historiográfico” o como “narración”, que es lo más probable,
tal como se lee en el proemio de Longo, y en la Suda (s. X d. C.) cuando se
refiere a tres “Jenofontes” y a Filipo de Anfípolis como historikoí.
Las obras de Petronio y Apuleyo son citadas por el neoplatónico Macrobio
(ca. 400 d. C.) en su comentario al Sueño de Escipión I 2, 7ss. de Cicerón: al
igual que las obras de Menandro, su única función es deleitar, y están próxi
mas a los “cuentos de las nodrizas”. Aunque no cita a las novelas griegas, sí
podrían acomodarse a ellas esos argumentafictis casibus amatorum referta (12,8),
esto es, “intrigas llenas de ficticias historias de enamorados”, donde casibus
recuerda al páthos que veíamos antes en Hermógenes.
Finalmente el patriarca de Constantinopla Focio (s. ix d. C.), en diversos
pasajes de su Biblioteca, designa a las novelas de Antonio Diógenes, Jámblico,
Aquiles y Heliodoro con el término dramatikón, y a los protagonistas de las Babi-
loníacas como drámatos prósopa. Igualmente en códice p. 94 dice que Jámbli
co, Aquiles y Heliodoro “representaron intrigas (hypothëseis) de relatos (drá-
mata) amorosos”. Su opinión queda clara cuando afirma que el estilo de Jámblico
merece algo más serio que estos juegos o divertimenti (paígnia) y ficciones (plás
mata). Por otra parte, las designaciones dramatíkón/ dráma / hypothesis, de ori
gen teatral, pueden entenderse como “argumentos” o “piezas de intriga”, en
sentido narrativo, pues tal valor parece poseer ya drama en Aquiles Tacio y en cier
tas citas de Luciano.
2. La designación del género por parte de sus propios autores tampoco es
uniforme.
Caritón empieza su novela diciendo: “voy a narrar una historia de am or”
(páthos erôtikàn diëgësomai), que evoca las Historias o Pasiones de amor (erôtikà
pathëmata) de Partenio, conjunto de relatos amorosos cuya tradición continúa
en obras como las Narraciones (dïëgëseis) amorosas atribuidas a Plutarco, y las
Metamorfosis de Antonino Liberal, y que constituye un tipo de novelle del que
nos ocuparemos en un apartado del capítulo 3 de este libro. Al páthos erotikón
de Caritón parece corresponder la historia érntos del proemio de Longo, donde
la intriga amorosa es designada también como tykhën erotikën, y a la vez como
La novela griega
22
ma) o el verbo correspondiente (V III1, 5; 8, 16), verbo que empleó ya antes el
historiador clásico lucídides (11,1) y que caracteriza a la escritura en prosa.
El propio Caritón designa a su novela con términos de origen teatral y alu
de a ella como un “teatro” (théatron) en el que se mezclan emociones, o se com
para él mismo a un poeta dramático. Estos conceptos aparecen en otros nove
listas. En II 27, 2, Longo califica su novela de mythos, esto es, un mito en el
sentido tradicional y tal nombre da también Aquiles a ciertos episodios de su
novela en VIII 4, 12; 15,4.
Así, pues, son variados los términos utilizados por los novelistas para refe
rirse a su intriga. E igualmente se observa divergencia a la hora de darles títu
lo, pues si Caritón prefiere Calírroe, otros vinculan sus novelas a la historiogra
fía local, con denominaciones como Efesíacas, Babiloníacas o Etiópicas.
Los datos expuestos explican, pues, en parte, la ausencia de mención del
género entre sus contemporáneos. Por otra parte, la poliédrica forma del mis
mo posibilita sus variadas designaciones, a la vez que indica que la retórica no
lo tenía nada claro, es decir, no existía un planteamiento teórico sobre el mis
mo. Todo ello explica que haya sido tan discutida la cuestión de los orígenes
del género, y a la vista de esta pluralidad de denominaciones, no parece acon
sejable pensar en un mítico “inventor” del mismo que tuviera una idea clara
de lo que quería hacer, como veremos en el capítulo 3. Antes es preciso tener
en cuenta el contexto social en que se enmarca dicho género.
Capítulo 2 El contexto social
de la novela griega
ra, a la que admiran y quieren imitar. Para hacer renacer ese pasado tratan de
acercarlo a su presente romano, en el que son dominados por un Imperio fuer
te y bien organizado, algunos de cuyos emperadores son también admiradores
de la cultura griega -com o en general lo es la clase alta romana desde el siglo i
a. C., que habla latín y griego-, a la que promocionan y protegen, confiando en
la aristocracia griega local, que colaborará de buen grado con el dominador roma
no. Se produce, así, una curiosa simbiosis entre griegos y romanos.
Un punto clave, y culminante, de esa política lo constituye la creación del
“Panhellenion” por parte del emperador Hadriano en 130/131 d. C. Consiste
25
en una liga de ciudades griegas, en la que sólo pueden entrar las ciudades que
sean “genuinamente” griegas, con lo cual asistimos a un gran afán por demos
trar las raíces auténticamente griegas de las ciudades: se presume, así, de fun
daciones por parte de antiguos héroes, como Hércules, que a lo largo de sus
viajes realizó una labor “colonizadora” importantísima, al igual que otros hé
roes locales. Las ciudades organizaban fiestas estatales en las que los sofistas
describían mitos locales, y se honraba a los historiadores locales tanto como a
los poetas épicos. Así, reviven las antiguas tradiciones orales, los mitos, que
vemos reflejados en las monedas locales, como es el caso de historias de amor
como la de Píramo y Tisbe en Cilicia a partir de Marco Aurelio, o de Hero y
Leandro en Sestos y en Abidos desde finales del siglo ii d. C.; se dedican tem
plos y estatuas a esos míticos fundadores y ancestros. La mitología está viva,
pues, en la época imperial, como testimonia también Pausanias cuando, en su
paseo por Grecia, va describiendo las leyendas y tradiciones orales que le cuen
tan en cada localidad. Por tanto, es éste un período de gran vitalidad en todos
los aspectos culturales, alcanzando la educación griega tradicional, la paideia,
sus cotas más altas dentro de la historia griega.
La promoción de lo griego forma parte de la política romana, que, a su vez,
será respetada y admirada por los colonizados griegos: en este contexto se expli
ca la comparación de prohombres griegos y romanos que realiza Plutarco en
sus Vidas paralelas, o la admiración de la constitución romana y de la “paz”
romana por parte de los historiadores griegos de la época. Y en ese contexto se
explica la literatura arcaizante, romántica, de los periegetas griegos como Pau
sanias y de los propios novelistas.
Las ciudades griegas se esfuerzan en mostrar, y en crear, unas “señas de
identidad” frente a, pero no contra, Roma. Y dentro de esas señas figura en
lugar de honor la literatura que practican. Todo esto no es nuevo, pero aflora
en esta época con una fuerza y un vigor extraordinarios. La cultura de la Segun
da Sofistica está viva, no es un fenómeno artificial dedicado a una minoría cul
ta. Y hay factores que están íntimamente relacionados con ella y que la facili
tan: el nacionalismo griego, la importancia social de la retórica y la defensa de
determinados idearios religiosos y sociales. Son fenómenos que van a facilitar
la creación y el éxito de un género como la novela, que es el género que mejor
representa a esta época.
La retórica, en efecto, se mantiene en las escuelas ininterrumpidamente
desde sus comienzos y es uno de los elementos “materiales” que facilitan el
La novela griega
26
género novelesco, que es anterior a la Segunda Sofística, como vemos por los
papiros, pues parece que hunde sus raíces en el siglo l a. C., o incluso antes,
a pesar de que todas las novelas enteras conservadas, y muchos de sus frag
mentos, son contemporáneas de la Segunda Sofística.
27
hubieran sucedido”. Son elementos básicos del relato: personaje, hecho, lugar,
tiempo, modo y causa. Cada uno de ellos admite variedades que los amplifica.
Añade también procedimientos como exposición, abreviación y alargamiento,
e inversión de la disposición, ejemplificado éste por la Odisea, Tucídides y Hero
doto. La exposición admite modalidades a su vez. Los relatos pueden ser refu
tados o confirmados, e históricos o míticos. Todos estos procedimientos serán
fundamentales para la construcción literaria de la novela, y explican cómo se
puede transformar un relato breve en uno de mayor extensión.
En la declamación el alumno tenía que “practicar” un discurso ficticio de
cierta extensión, situado en un contexto legal pero que es cada vez en mayor
medida literatura de imaginación. Sus temas proceden de la historia o el mito.
El procedimiento para hacer generales los hechos históricos consistía en omi
tir los nombres propios. La falta de fidelidad histórica es notable en este ejer
cicio, así como su tendencia dramática. Entre sus principales fuentes literarias
se hallan la oratoria y la comedia nueva, pero también la novella y material fol
clórico como cuentos y leyendas. Entre sus temas figuran raptos, piratas, ena
moramientos, adulterios, envenenamientos o jóvenes castas en un burdel; la
historia gloriosa de Atenas era asimismo tema preferido.
Siendo la retórica especialista en “fingir” situaciones y “crear” atmósferas,
se comprende la importancia de todos estos ejercicios para la concreción mate
rial del género que, por antonomasia, expresa la ficción, la novela. Los ejerci
cios citados constituyen instrumentos en manos de la creatividad y el talento
de cada autor. Y todos los novelistas han sido alumnos de los profesores de
retórica, algunos de ellos pudiendo ser a su vez profesionales de la misma, “arte
sanos de la palabra” o sofistas, como se les denominaba en la época, que iban
dando audiciones o recitales públicos por las ciudades del Imperio, como nos
informan las fuentes literarias y epigráficas: sabemos que algunos desempeña
ban la función de embajadores de su patria ante Roma y que su virtuosismo
verbal era de tal calibre que improvisaban discursos ante las masas, que aplau
dían sus actuaciones. Nunca fue la cultura, o su equivalente, la retórica, tan
apreciada como en esta época en que los sofistas se hacían millonarios y los
millonarios se hacían sofistas, como es el caso de Herodes Ático en el siglo II
d. C. La retórica, en fin, constituía otra de las señas de identidad para los grie
gos del Oriente romano.
Así, pues, para que nazca el género y se desarrolle es fundamental un pro
ceso retórico “ficcionalizador”, y de hecho la ficción se infiltra por doquier en
La novela griega
28
2.2. Aspectos ideológicos y religiosos
29
Odisea aparecen en el siglo viii a. C. y el drama en el siglo v a . C. Veamos aho
ra ciertos elementos “ideológicos”.
Ese amor idealizado, que perdura más allá de la muerte, conlleva una exal
tación de la fidelidad extrema, que puede soponar y superar las mayores prue
bas. Como veremos cuando hablemos de la utopía en el próximo capítulo, la
novela construye un mundo ideal en donde reina Amor como amo y señor
absoluto. Los héroes aceptan su destino, los diversos avatares e infortunios de
la intriga, gracias a su fe en un dios que los tutela, y a su fe en el amor que da
sentido a sus vidas, en una unión indisoluble y extraña de ambos conceptos.
La investigación de los “misterios” de Amor constituye el tema central de las
novelas de Longo y Aquiles Tacio, ejemplificados en varios casos o personajes,
que presentan distintas facetas del amor. De ese modo ofrecen una especie de
“arte de amar”, cuyo ideario remonta en parte a Platón y tiene puntos de con
tacto con la filosofía estoica contemporánea. En este sentido la Cárcel de Amor,
escrita por Diego de San Pedro en 1492, ofrece algunas semejanzas, pero es dis
tinta en la presentación alegórica del amor. Además, si aquí no existe simetría
erótica, en la novela griega sentimental es ésta una característica del género.
Esa simetría constituye un nuevo código amoroso, y aparece junto a expresio
nes de angustia amorosa tradicionales desde la lírica arcaica de Safo.
30
clases altas, de los llamados pepaideuménoi, “educados, cultos”, que son una
minoría. Incluso un autor que no presenta estos conceptos, como Jenofonte
de Efeso, exalta el arcaísmo en su novela, que, como hemos dicho ya, es otro
aspecto de la Segunda Sofística.
Sabemos que en los primeros siglos del Imperio triunfan las religiones mis
téricas que se basan en la muerte y resurrección de una divinidad, y que pro
meten una vida después de la muerte. Constituyen estas religiones otra forma
de evasión, como las novelas. El nexo entre ellas es claro en nuestro género,
pues en prácticamente todas las novelas de amor que se conservan enteras apa
rece una divinidad que protege a los amantes en sus diversas aventuras, que
los salva de los peligros, y que colabora a que “se cumpla su destino”, junto a
otras fuerzas dinámicas de la intriga, como la Fortuna, asimilada a dicha divi
nidad o al propio destino. Recíprocamente los héroes tienen una fe ciega en
esas divinidades, exaltando sus epifanías, su culto, sus milagros, sus misterios:
Afrodita, Isis-Artemis, Amor-Dioniso, o Helio, el Sol.
Esta teoría ha sido muy criticada y rara vez aceptada como interpretación
mistérica global. Pero no puede negarse la existencia en las novelas de un ele
mento religioso. Ahora bien, habría que distinguir entre ritual mistérico y are-
talogía: hemos dicho que en las novelas se exalta siempre a una divinidad, por
lo que sí se pueden vincular aretalogía y novela. El componente religioso es un
elemento cultural en el género, que rinde tributo, así, a su público: el público
apreciaría, o incluso exigiría, dicho elemento, lo que es un factor importante a
31
la hora de estudiar el contexto social del género. Pero, ¿hay que dar al género
una interpretación religiosa de origen ritual, al igual que la tragedia, o ese ele
mento se habría desarrollado paulatinamente y alcanzaría su apogeo en los
siglos il y ni d. C., como las religiones mistéricas? ¿Qué ocurriría con las nove
las anteriores a la de Caritón, ya claramente aretalógica?
de la unión que va dando ese elemento religioso a todas las ciudades del Impe
rio, creando un “parentesco” religioso, similar al parentesco mítico y legendario
que hemos observado en el apartado anterior, por lo que convergen las tradi
ciones de la “polis” y el “cosmopolitismo”, es decir, se unen lo foráneo y lo
32
local. Y eso se advierte en la obra de un autor al que ya hemos citado antes y
que es quien mejor describe qué ceremonias, cultos, oráculos, mitos y leyen
das perduran y tienen realidad en el siglo II d. C. : me refiero a Pausanias y a su
Descripción de Grecia. Él testimonia que el arcaísmo forma parte también del
gusto del público.
Y la misma conclusión se extrae si analizamos la importancia del matri
monio en las novelas y cómo éste es planteado siempre en el sentido de pre
servar la cohesión social interna de la polis, pues tiene lugar entre un círculo
restringido de familias ricas, es decir, dentro de un clan, dentro de la elite local.
Así, una novela como la de Jenofonte, tan religiosa y aparentemente un espe
jo claro del aislamiento de los héroes, manifiesta unos rasgos muy marcados
de la exaltación de su polis en sus distintos aspectos, que son similares a los de
las demás ciudades del Imperio.
Por tanto, la religiosidad y el misticismo constituyen una manifestación
social fundamental en esta época, y no es de extrañar que estén presentes en
otra de las manifestaciones sociales más importantes, la literatura: no debemos
separar, pues, en nuestro análisis ideológico, lo que la sociedad antigua no sepa
raba. Ambas manifestaciones forman parte de su ideología y podían ir dirigidas
a un mismo público.
La novela es un género nuevo que nace ante nuevas demandas sociales, es decir,
ante las expectativas de un público al que va dirigida esa literatura a su vez. La
pregunta de por qué nace la novela es relativamente reciente dentro de los estu
diosos del género. Ello supone el estudio del público al que va dirigido ese
género, la clase social que lo sustenta, su grado de cultura, etc. Son éstas cues
tiones esenciales para nuestro completo conocimiento del género, pero con
trovertidas por la falta de datos sobre el grado de alfabetización de los lectores
El contexto social de la novela griega
de las provincias orientales del Imperio, así como sobre su historia social. Si
pudiéramos establecer con seguridad las fechas en que se sitúa cada novela,
tendríamos más datos para el conocimiento de esa sociedad, y viceversa, para
establecer el grado de realismo de las novelas necesitamos poseer un conoci
miento riguroso del contexto histórico.
Se ha dicho que la novela sería ignorada por los críticos contemporáneos
por ser difícil de clasificar como género y por no ser vehículo de las verdades
tradicionales, éticas o políticas, de la comunidad, como lo habían sido otros
géneros. Pero hemos visto que la novela ofrece “verdades” nuevas a una socie
33
dad nueva: ideales de comportamiento humano, valores religiosos, etc. Lo cier
to es que entre los críticos modernos también ha existido desprecio hacia el
género. Pero el análisis de los textos de las novelas de amor, las más estudia
das, no permite ya admitir la opinión de que era un género ínfimo, escrito por
gente sin éxito literario pero con conocimientos de cierta retórica por afán de
dinero y popularidad, dirigido a los “pobres de espíritu”, mujeres y jóvenes
sobre todo, género de carácter popular, dirigido a las masas e ignorado por la
literatura culta oficial. Esta opinión ha tenido muchos seguidores. Los lazos
entre la novela y la “retórica” oficial parecen haber sido más estrechos de lo
que se había supuesto, como ya hemos dicho.
El sentimentalismo de ese tipo de novela ha llevado a pensar en esos “pobres
de espíritu”, pero las lágrimas y el patetismo son de origen retórico, y, además,
sentimentalismo no implica clase social. Por otra parte, habría que precisar qué
se entiende por público “popular”, término ambiguo. Para ello es fundamen
tal saber qué porcentaje de la población estaba alfabetizada y dentro de ésta,
cuál tenía un nivel cultural suficiente como para apreciar los artificios de estos
textos.
34
como se ha dicho alguna vez. Ciertamente no es creíble que nazca un género
en función esencialmente de las mujeres por el hecho de que aparezca el tema
amoroso y el sentimentalismo en dicho género. Es verdad que la mujer va alcan
zando mayores cotas de cultura y poder político en el Imperio, pero el núme
ro de mujeres educadas era aún menor que el de los hombres, y, desde luego,
no se observa en el Imperio nada parecido a un movimiento de “emancipación
femenina”: las mujeres que ostentan cargos pertenecen también a las elites aris
tocráticas con mentalidad patriarcal. Y el tema erótico está de moda desde épo
ca helenística, donde es practicado por poetas muy cultos.
El análisis del comportamiento y mentalidad de las protagonistas femeni
nas de las novelas de amor ha llevado a la conclusión de que esas mujeres aris
tocráticas perpetúan la mentalidad patriarcal masculina, contra la que no se
rebelan, por lo que las novelas son conservadoras y reaccionarias en ese pun
to, y habría en ellas “ginocentrismo” emocional, pero “androcentrismo” prác
tico. Con el ideal de mujer rica, culta y desenvuelta que presentan las novelas
de amor sólo se pueden identificar las mujeres aristocráticas contemporáneas,
aunque, naturalmente, haya que contar con esa minoría de mujeres como lec
toras del género, junto a lectores masculinos. A esa minoría pertenecería Isi
dora, la hermana de Antonio Diógenes, a la que dedica su novela, mujer de
seosa de aprender, como él mismo dice, y que suele ser citada como ejemplo
de que el género había sido escrito para las mujeres: pero convendría recordar
el carácter alambicado y complejísimo de su novela, que estudiaremos más ade
lante, y que, desde luego, no sirve para ejemplificar a los “pobres de espíritu”
ni de mente. El público sería, pues, mixto. Al hablar de la lengua y el estilo de
cada novela, en sus distintos tipos, obtendremos también algunos datos acer
ca de su posible público.
Como lectores que nos consten de esos textos hemos citado a Luciano, a
Isidora, a Filóstrato, a Juliano, a Eocio, y podríamos añadir al médico Priscia-
no, que en el siglo V d. C. recomendaba la lectura de esos textos eróticos como
remedio contra la impotencia sexual, o a Porfirio (s. ili d. C.), quien utilizará la
novela de Antonio Diógenes como fuente de su Vida de Pitágoras. Todos ellos
El contexto social de la novela griega
son cultos.
Ahora bien, ¿queda excluido otro posible público menos culto? Hay datos
que ciertamente abogan por la popularidad del género en el sentido de que
estaba muy extendido. Tal es la conclusión que se extrae de ciertos mosaicos
de Asia Menor, en donde los protagonistas de algunas novelas aparecen cita
dos junto a las figuras de la mitología tradicional oficial; y lo mismo deducimos
de las monedas locales oficiales también, o de la popularidad, y el éxito, que
testimonian novelas como la del Asno, parodia de las de amor de Caritón yjeno-
fonte, e imitada, a su vez, en latín, o, en fin, del hecho de que consumados
35
sofistas como Longo, Aquiles Tacio o Heliodoro se dediquen a escribir nove
las. Por ello es posible postular la existencia, del modo que sea, de lecturas
públicas de las novelas, que amplíen el número de los destinatarios del géne
ro, y tener en cuenta, además, que existen varios grados de disfrute de un tex
to, unos más literarios y cultos, y otros más superficiales y externos, que no
apreciarían las exquisiteces estilísticas o las citas literarias, pero sí las aventuras
y peripecias de los protagonistas: las aventuras y el amor son los grandes temas
de la literatura universal. Habría que investigar cómo se produciría esa difusión
oral (¿recitales públicos de novelistas, lecturas privadas por parte de un lector
ante un círculo de oyentes, como vemos en Don Quijote?)·, no obstante, esa
posibilidad debe quedar abierta, porque nos hallamos, efectivamente, ante una
sociedad más ligada a la oralidad de lo que imaginamos.
La novela griega
36
Capítulo 3 Estructura y construcción
literaria de la novela griega
37
personaje agresor, héroe-buscador, que, como su nombre indica, emprende la
búsqueda de un personaje o de un objeto que falta; donante, que da al héroe-
buscador un objeto mágico que le permite reparar la fechoría; auxiliar mágico,
que es el personaje que se entrega a sí mismo o se ofrece para ayudar al bus
cador; y puede haber un mandatario que envíe al buscador a por algo, o le infor
me de algo que motive su viaje de búsqueda.
De todos estos personajes tenemos ejemplos en las novelas. Desde el pun
to de vista funcional, el héroe del relato es el que posee un objeto o un auxi
liar mágico y lo utiliza. En nuestras novelas suele ser éste el buscador: Quére
as en la novela de Caritón, Abrócomes en la de Jenofonte, Dafnis y Cloe en la
de Longo, Cariclea en la de Heliodoro. Los cuentos populares, de estructura
más simple que la novelesca, suelen seguir los pasos de un solo héroe, con fre
cuencia el buscador. Pero la característica morfológica de la novela griega con
siste en combinar la presencia estructural de los tipos de héroe, buscador y víc
tima: Calírroe en Caritón, Antia en Jenofonte, son víctimas de sendas fechorías
que las aleja de sus esposos, que se convertirán en sus buscadores. Este pare
ce ser el esquema más antiguo de la novela de amor.
Pero el héroe-buscador puede pasar a convertirse en víctima a su vez en
algún momento de la novela, es decir, puede ser objeto de una fechoría tam
bién. Así, Quéreas y Abrócomes pasan a ser víctimas de agresores que les per
judican. Les auxiliarán Policarmo, el amigo de Quéreas, y el bandido Hipótoo,
respectivamente.
Filetas en Longo y Calasiris en Heliodoro funcionan como mandatarios de
los héroes, pues les informan de algo que no conocen y motivan su búsqueda.
Calasiris es, además, auxiliar de Cariclea.
Así, la estructura de la novela es ciertamente más compleja que la del cuen
to al tratarse de un relato escrito que sigue las dos líneas de acción a la vez.
Pero, además, la novela presenta una secuencia de funciones que es típica de
este género y que no aparece en el cuento maravilloso. Se trata de una secuen
cia episódica constituida por la pareja de funciones peligro-auxilio, siendo el
peligro bien de muerte bien de una boda no deseada. Un auxiliar puede apare
cer en esta secuencia también.
Por tanto, aparecen en la novela una secuencia nuclear, básica, constitui
da por una búsqueda, y otras secuencias episódicas, que pueden seguir a su vez
el esquema proppiano, basado en las funciones fechoría-reparación, o el esque
La novela griega
38
la de Jenofonte, que presenta un total de dieciséis secuencias episódicas, segui
do de Heliodoro, que presenta doce. La novela de Caritón ofrece seis secuen
cias episódicas, la de Longo ocho, la de Aquiles Tacio once.
Estas secuencias episódicas pueden estar concatenadas entre sí mediante
la técnica de enhebrado, y enmarcadas en otra secuencia que funciona como
encuadre. El esquema que así se conforma es característico también de la nove
la realista, o cómico-paródica, como la del Asno, relatada en primera persona,
o la Vida de Esopo, relatada en tercera persona. La cadena de episodios consti
tuye un esquema de origen folclórico asimismo, como lo es el de Propp antes
mencionado, y llegará hasta la novela picaresca. Son, pues, dos esquemas fol
clóricos paralelos, que pueden combinarse en las novelas en tercera persona,
como es claro en la novela de Jenofonte.
El hecho de que estos dos tipos de esquemas tengan un origen folclóri
co entendemos que debe ser tenido en cuenta a la hora de estudiar el origen
de estos textos, tan discutido en tiempos. Hay que subrayar que el esquema
más antiguo de novela, al que pertenecen desde la novela de Niño a la de
Caritón yjenofonte de Efeso, sigue el esquema de una búsqueda comparable
a la que en el folclore internacional se denomina “búsqueda de la esposa desa
parecida” (“quest fo r a vanished wife”), propia de un cuento maravilloso román
tico. Pero también hay que recordar que el material folclórico puede llegar a
la novela por varios conductos, sea la tradición oral directa, que se conserva
en Grecia a lo largo de los siglos (cuentos, mitos, leyendas locales), sea a tra
vés de géneros literarios que poseen a su vez este tipo de material, como la
épica homérica, la tragedia de Eurípides, la comedia nueva, colecciones de
novelle o leyendas locales cultas como las de Partenio (s. i a. C.), o incluso las
declamaciones retóricas, que ya hemos mencionado. De todas estas mani
festaciones literarias nos ocuparemos en el último apartado de este capítulo;
con respecto a las orales, digamos que historias como la de Píramo y Tisbe Estructura y construcción literaria de la novela griega
aparecen en monedas locales de época imperial, o que el tema de la trans
formación de un hombre en asno y su metamorfosis posterior a ser humano
está documentado en la literatura y la iconografía de la época, y su aparición
en otras culturas ha sido bien estudiada.
Caritón yjenofonte pertenecen, pues, al grupo más antiguo de novelas, en
las que dos jóvenes bellísimos se enamoran y, tras un obstáculo inicial, se casan.
Tras esta secuencia inicial tiene lugar la separación de los enamorados a su pesar,
con lo que se constituye la secuencia nuclear de búsqueda de uno por el otro,
que será interrumpida por varias secuencias episódicas hasta que se produce
el reconocimiento y reencuentro final de los esposos, que volverán a la patria
de la que partieron, en estructura circular y climática. La semántica amorosa de
la búsqueda es específica y característica de este tipo de novela, aunque vere
39
mos otras novelas cuya búsqueda es de otro tipo, sea de conocimiento cientí
fico, sea de la propia identidad.
Dentro de las novelas de amor, las llamadas “sofísticas” modifican o eli
minan la estructura básica que acabamos de delimitar. Así, en Longo no exis
te viaje de búsqueda de un amante por el otro, sino que la búsqueda lo es aho
ra del amor por parte de ambos héroes, y se concretará en la satisfacción de su
deseo sexual, que sólo tendrá lugar al final de la novela, desplazándose, enton
ces, el matrimonio a esta posición final. No existe aquí agresor como en las
novelas más antiguas, aunque sí auxiliar, Licenion, como veremos más ade
lante: Dafnis y Cloe son víctimas del Amor. Por tanto, la separación espacial de
los protagonistas será mínima, y sólo tendrá lugar en las secuencias episódicas.
Y la misma posición del matrimonio observamos en Aquiles Tacio y en
Heliodoro, pero con modificaciones sustanciales, pues Aquiles elimina como
tal: el hilo de la intriga será fundamentalmente un viaje con episodios. Hay que
tener en cuenta que el relato está narrado en primera persona y presenta aspec
tos cómicos o paródicos que explican esta innovación estructural.
Heliodoro asimila la búsqueda a un viaje de regreso a la patria nativa, siguien
do el modelo de la Odisea. Es una modificación, como se ve, del modelo más
antiguo de novela, en un consciente intento de arcaísmo. De todas estas cues
tiones nos ocuparemos con más detenimiento en el capítulo cuarto.
Las novelas realistas en primera persona, como la del Asno, presentan una
secuencia de encuadre en la que se enmarca un conjunto de secuencias epi
sódicas concatenadas. En esta ocasión podemos hablar, en todo caso, de una
búsqueda de identidad, no amorosa. El Satiricón de Petronio y las Metamorfosis
de Apuleyo parecen ajustarse a este esquema también. Y algo similar observa
mos en la Vida de Esopo, e incluso en la Vida de Alejandro, biografías populares
narradas en tercera persona.
2. Las funciones básicas son elementos dinámicos de la intriga. Junto a
ellos, las novelas cuentan con otros elementos estáticos que detienen la intriga.
Su función en el relato es fundamental, aunque de otro orden. Son elementos
que motivan la conducta de los personajes y que dan verosimilitud o realismo
a la intriga; así se introducen personajes secundarios, descripciones psicológi
cas, de lugares, de ceremonias o prácticas religiosas, de objetos concretos o de
actos sociales familiares para el lector; otras veces se trata de comentarios del
autor, también llamado “metadiscurso”.
La novela griega
40
lo que ocurre, por ejemplo, en Jenofonte de Éfeso. Con estos elementos, por
tanto, puede el autor individualizar su novela frente a otras, de forma que pue
de dar una atmósfera determinada a su obra. Veamos algunos ejemplos.
Los monólogos y escenas de llanto en general, incluyendo los intentos de
suicidio, tienen asignada una función suplementaria, la creación dt patetismo y
suspense. El patetismo es más acentuado en las primeras novelas. En las poste
riores es sustituido por un mayor suspense y una mayor tensión. La utilización
del suspense por parte de Jenofonte es primaria: consiste en salvar a los prota
gonistas del peligro de muerte o de una boda no deseada en el último instante.
Las típicas escenas en que se describen la admiración popular y veneración
ante la belleza o el valor de los protagonistas funcionan como adjetivos que
colaboran en la formación del personaje.
Entre estos elementos estáticos hay que citar también escenas proceden
tes de la tradición literaria anterior: escenas militares y etnográficas que proce
den de la historiografía; juicios y asambleas con sus discursos, de la oratoria;
intervenciones de hábiles esclavos, tomados de la comedia nueva; relatos para-
doxográficos sobre animales, plantas o piedras con propiedades especiales; retó
ricas descripciones de pinturas mitológicas, etc. Todos ellos revelan la forma
ción literaria y retórica de los distintos autores, y los iremos comentando en
cada uno de los mismos.
Explican las primeras cómo está construido el relato y las segundas cómo apa
rece dicho relato ante los ojos del lector.
41
Otra variante de repetición es la antítesis o contraste, mediante la cual se
contraponen unas escenas a otras, sobre todo las de alegría a llanto, siguiendo
los preceptos retóricos.
La estructura circular y climática, característica de las novelas de Caritón y
Jenofonte, no está tan marcada por lo que a circular se refiere en los novelistas
posteriores, aunque el final feliz es acentuado por Longo con el matrimonio y
por Heliodoro por el sacerdocio de los héroes. Sólo Aquiles Tacio presenta un
anticlimax en el desenlace de su novela.
Otras técnicas compositivas son la alternancia, el encadenamiento y la inter
calación. Las secuencias pueden estar coordinadas entre sí y subordinadas a
otra: al primer tipo de técnica lo hemos llamado de enhebrado o encadenamien
to, al segundo, de encuadre. Jenofonte presenta un ejemplo conspicuo: las aven
turas de la heroína, Antia, están coordinadas entre sí y encuadradas dentro del
marco de la venta o fechoría ocasionada por un personaje agresor. Ya nos hemos
referido antes a la novela del Asno en el mismo sentido, pero todos los nove
listas presentan ejemplos de estas dos técnicas. Jenofonte es el autor que en
mayor medida hace uso del paralelismo y la alternancia de intrigas. Dentro de
las secuencias concatenadas pueden, a su vez, aparecer secuencias intercala
das, por lo que la acción puede presentar una complejidad considerable.
Estas técnicas aparecen combinadas en las distintas novelas, y las iremos
comentando cuando tratemos de cada obra.
2. Las técnicas narrativas se refieren al modo en el que el narrador pre
senta la acción. Son los aspectos, modos o visiones del relato -com o la utilización
de estilo directo o indirecto, representación o narración-, y tiempo del relato,
que comprende la deformación temporal de la materia narrada, por medio de
la cual algunos acontecimientos son narrados en orden distinto al que ocu
rrieron, así como la relación que existe entre el tiempo de la escritura y el tiem
po de la lectura.
Es manifiesto el hecho de que los héroes de las dos primeras novelas están
más tiempo separados que los de las tres siguientes: un 80% del tiempo narrati
vo en Caritón, un 62% en Jenofonte. Separar las líneas de acción de los héroes
en las novelas posteriores es muy difícil, pues sólo se separan en las secuencias
episódicas, como veremos.
El tiempo o tempo narrativo es más rápido en Caritón, Jenofonte y Longo
que en Aquiles y Heliodoro. En los primeros autores, además, el libro prime
La novela griega
42
La proporción entre estilo directo e indirecto está equilibrada en Caritón, un
44%, pero se desequilibra en Jenofonte y Longo en favor del estilo indirecto
del autor, 71% en Jenofonte y 76% en Longo, en donde esta cifra es elevada
por contener mayor número de descripciones.
En Aquiles Tacio toda la narración está puesta en boca de su protagonista,
por tanto en estilo directo. El elemento descriptivo es aún mayor que en Lon
go. Tanto en Aquiles como en Heliodoro la proporción de acción narrada en el
discurso directo de los personajes es mayor que la que se observa en los auto
res anteriores: el diálogo ocupa en Heliodoro un tercio de su novela, y alterna
la narración a cargo de varias voces en primera persona con la narración en ter
cera persona en la segunda parte de la obra. Nos hallamos, pues, ante un tipo
de “polifonía”, al igual que en Antonio Diógenes, donde el “yo” narrador es
continuo.
La presencia del narrador se pone de manifiesto en una serie de fenóme
nos. Así, la omnisciencia del autor, que es la forma más primitiva de narración,
se traduce en la técnica de la anticipación, mediante la cual el autor adelanta
acontecimientos que aparecerán más tarde. Todos los autores la utilizan, sea
incluyéndola en la intriga mediante sueños, oráculos o descripciones de pin
turas, sea haciendo comentarios marginales a la intriga. En esta forma de meta-
discurso destacan Caritón, Aquiles Tacio y Heliodoro, quienes se valen de él
para justificar la conducta de los personajes. Pero Aquiles Tacio con su relato
en primera persona realiza innovaciones importantes en el punto de vista de la
narración y de la técnica de sorpresa, que constituyen grandes avances respecto
a sus predecesores. En efecto, el narrador cuenta lo que ve, desde su punto de
vista, que no siempre coincide con la realidad.
A esta misma técnica responde la alteración del orden real de los hechos
en la exposición narrativa. Si ya Longo había introducido episodios de sorpre
43
papel de la tradición literaria en el nacimiento del género, por una parte, y cons
tatar, por otra, el diálogo permanente entre el nuevo género y esa tradición, es
decir, entre unos elementos innovadores y otros heredados. Señalaremos, ade
más, semejanzas y diferencias entre la novela y cada género en concreto.
En el pasado se ha abusado de la cuestión “genética” de la novela, es decir,
en el estudio de sus orígenes, y se han empleado conceptos como “desarrollo”
y “evolución” que hoy no se comparten, empeñados como estaban los estu
diosos en hallar una filiación directa entre la novela y un género concreto ante
rior. No obstante, en materias humanas no creemos en creaciones de la nada,
ni así lo aconseja la tradición literaria griega: el hecho de que no haya una sola
designación para el género -ya lo hemos dicho- nos previene de creer en un
mítico inventor que tuviera una idea clara de lo quería hacer, e incluso en ese
caso hipotético, de sus pretensiones a la realidad pudo haber un abismo, como
lo hubo entre el continente que Colón descubrió y el que él creyó descubrir.
Los datos que vamos a dar se ajustan, sobre todo, a la época de la novela
que mejor conocemos, el siglo II d. C., aunque tendremos en cuenta también
los fragmentos papiráceos anteriores a esa época.
44
regida por un monarca idealizado. Volveremos a tratar de esta obra, cuya trans
cendencia para el desarrollo de la literatura griega fue enorme; diremos sólo
ahora que si Platón buscaba un rey filósofo, Jenofonte busca un rey soldado,
educado y cortés. Tras las conquistas de Alejandro el horizonte de la utopía se
amplía a la vez que se consolida como género. A ello contribuyó el cinismo. Se
crea ahora una utopía cada vez más viajera y novelesca.
Se dice que la primera utopía fue la Inscripción sagrada de Evémero, que escri
bió tras ir como embajador de Casandro, monarca ilustrado de ideas filantrópi
cas, a la Arabia feliz en tomo al año 300 a. C. De ella nos informa Diodoro de
Sicilia en su Biblioteca V 41-46, en donde se nos cuenta que el autor ha encon
trado en una isla paradisíaca una inscripción donde consta el origen de los dio
ses y sus cultos; describe igualmente la organización social de sus habitantes. En
su relato se advierte un contenido filosófico-religioso enclavado en un contexto
político, por lo que su obra ha sido llamada una “novela filosófica”. Siguiendo la
tradición utópica, de origen folclórico, hallamos aquí nombres parlantes.
Entre otros autores de utopías el más interesante para la novela es Yambu-
lo. Diodoro I I 55-60 hace un extenso relato de su obra cuando trata de las mara
villas de Arabia. Yambulo estaba muy interesado en la educación, pero tras la
muerte de su padre, un mercader, se hizo también mercader y, como tal, empren
dió viaje a Arabia. Fue capturado entonces por piratas y luego por unos etío
pes, que lo condujeron a Etiopía en virtud de un sacrificio ritual purificatorio.
De acuerdo con un oráculo, él y un compañero fueron lanzados en un bote
hasta que, en medio de tormentas, alcanzaron una isla de felices y amables
habitantes. Diodoro describe sus propiedades físicas, su interés en la educa
ción, sobre todo en la astronomía, sus costumbres y peculiaridades. Durante
siete años Yambulo y su compañero permanecieron en la isla, pero fueron des
terrados de allí a causa de su incorrecto comportamiento. Tras partir, sufren un
45
Una clara conexión con la paradoxografía, esto es, la descripción de todo
tipo de maravillas, se observa en utopías como la de Yambulo, pero aquélla se
limita a describir, no propone una nueva comunidad ideal. La descripción de
maravillas toma la forma de un relato en primera persona, para hacer creíbles
las cosas increíbles que el autor describe. El procedimiento se remonta de nue
vo a Ulises ante la corte de los feacios. Ese parece ser el caso de Yambulo.
Pero es en los Relatos increíbles de allende Tule de Antonio Diógenes donde
la tradición utópica y paradoxográfica alcanza su cumbre. Asistimos aquí a una
narración en primera persona en la que el viaje “a la búsqueda del conocimiento
científico” de Dinias enmarca una historia de amor y otra sobre dos hermanos
perseguidos por el malvado mago Paapis, incluyendo fantásticos relatos y otros
elementos de astronomía conectados con el pitagorismo. Nos ocuparemos de
esta novela en el capítulo octavo. Su cronología es discutida, pero pudo ser
escrita en el siglo ii d. C.
La búsqueda de la esposa típica de las novelas de amor no aparece aquí.
En su lugar hallamos sólo un episodio erótico y una búsqueda de conocimiento
o información. En los fragmentos de Niño pudo existir un viaje previo por cam
pañas militares donde se insertaría el viaje posterior de Niño en busca de su
esposa. Pero la estructura compositiva y el tono de la obra de Antonio Dióge
nes comportan caracteres distintos a los de Caritón y demás novelas de amor.
Por otra parte, el viaje por afán de conocer mundo aparece ya en el Solón de
Heródoto I 29-30, quien llega a Egipto y Sardes.
La utopía política sobrevivirá en la doctrina de los estoicos y la teoría polí
tica romana. No obstante, la evasión persiste en la tradición bucólica. A ella
pertenece el Euboico de Dión de Prusa, una narración en primera persona que
contiene un elogio de la vida de acuerdo con la naturaleza y se localiza en una
isla que el autor visitó mucho tiempo antes.
Pero, ¿hasta qué punto no son las novelas griegas construcciones fantásti
cas que crean una sociedad ideal, Erotópolis, centrada en un sentimiento, el
amor, ante el cual todos los hombres son iguales? ¿Un mundo en el que el amor
es el señor poderoso y el mejor amante es el mejor súbdito? ¿Un mundo don
de obtener al ser amado equivale a ser “igual a los dioses”, como dice Caritón
en VII 5,157? Aunque la intriga de estas novelas esté enraizada en un espacio
y tiempo concretos, en este sentido las novelas de amor pertenecen a la tradi
ción utópica.
La novela griega
46
deseo sexual, son todos rasgos que se acoplan bien a un tipo de utopía. Tam
bién Heliodoro describe una idealizada Etiopía, por su rey y sus riquezas. Por
otra parte, la utopía es un género con mensaje, pero también puede tenerlo la
novela griega: Caritón insiste en la philanthropia y la educación o cultura, pai-
dtia, griega, y una interpretación religiosa es posible en casi todas las novelas.
Como hemos visto, además de tener relación con la paradoxografía, la tra
dición de relatos de viajes limita con otros géneros narrativos, como la histo
riografía, la épica y el cuento popular. Ahora abordaremos la tradición his-
toriográfica.
47
En el nacimiento de estas novelas parece claro suponer un proceso folcló
rico que ha contaminado personajes, fechas y datos siguiendo un modelo de
leyenda oral romántica. Cuando trata de Sesoncosis, Diodoro menciona tradi
ciones de sacerdotes y poetas egipcios, además de prosistas griegos. Se ha obser
vado que desde la VI dinastía las inscripciones sepulcrales poseen carácter narra
tivo, incluyendo incluso cartas de faraones. No sabemos en cuánto tiempo
antecede la novela a los papiros conservados del siglo m d. C., pero por el carác
ter legendario del héroe, podría pertenecer a las novelas más antiguas. Más ade
lante volveremos sobre este punto.
48
nística, como Filarco, son manifiestas en Caritón, en cuya novela podrían hallar
se otros rasgos atribuidos tradicionalmente a esa “historia trágica”.
La presencia de Jenofonte y la historiografía helenística se han detectado
también en Niño, cuyo alto nivel retórico debe ser subrayado.
Así, las más antiguas novelas griegas pueden considerarse “novelas histó
ricas”, y están conectadas con la tradición biográfica; la historia parece prece
der y explicar la novela. Un dato interesante es que los libros de caballerías se
presentan como crónicas históricas, imitando el estilo de los historiadores. No
es una casualidad que la palabra “historia” forme parte del título de las nove
las hasta el siglo xix.
Por tanto, la influencia de las tradiciones historiográfica y biográfica, ínti
mamente unidas en Grecia, tiene un papel fundamental en la formación de la
novela, y se advierte tanto en técnicas narrativas como en tópicos y episodios
concretos que el autor copia o adapta a nuevos contextos. No obstante, hay
que destacar que Egipto, Persia, Asiría, sus reyes y sus hechos son bien cono
cidos desde Heródoto, pero la historia de dos enamorados que se casan y son
separados a su pesar etc., tal como la hemos descrito más arriba, no aparece
en esa tradición.
Hemos visto en páginas anteriores que algunos novelistas comparan sus obras
con piezas dramáticas utilizando términos como drâma, mÿthos, théatron, etc.
Sin duda, la tragedia de Eurípides (s. v a. C.) y la comedia nueva (s. iv a. C.)
49
rece mencionado expresamente en los versos finales de cinco de sus tragedias,
Alcestis, Medea, Andrómaca, Helena, Bacantes. El happy end, que Eurípides suele
asociar con el procedimiento del deus ex machina, es un punto común con las
novelas y con las comedias de Menandro. Pero la influencia del modelo trági
co va más allá, pues actúa a un nivel compositivo.
50
El elemento patético está también presente en la novela. En efecto, si en
la tragedia se trata de una acción destructora o dolorosa, como las muertes
en escena, dolores, heridas y similares (Poética 1452b), en la novela corres
pondería a muertes aparentes, tópicos desde Calírroe 15,1 -algunas muy tru
culentas: Fenicíacas, Leucipa y Clitofonte—, intentos de violación de la heroína
(Efesíacas III 11,4; IV 5,4-5), o escenas lastimeras, a las que ya me he referido
al principio de este capítulo.
El uso del lenguaje es una diferencia importante entre ambos géneros, pues
en la novela el estilo es utilizado uniformemente a lo largo de toda la obra, aun
que se trata también de un lenguaje ornado, es decir, retórico, bien patente ya
en Niño y en Calírroe.
Con respecto al efecto y finalidad de la novela diríamos que se trata sobre
todo de entretener y agradar al público, sin excluir la transmisión de un posi
ble mensaje y unos ideales, aunque valiéndose también de “compasión” y “mie
do” (éleos yphóbos) para impactar a la audiencia, lo que es particularmente visi
ble en las Efesíacas. No obstante, el efecto catártico parece haber sido tenido
en cuenta por Caritón cuando menciona en VIII 1,4 que ese libro va a ser un
kathársion, una “purgación” o “liberación” de las tristezas de los anteriores, en
lo que se advierte una reinterpretación o una trivialización de Aristóteles por
parte del novelista, pues de acuerdo con el Estagirita ese efecto ya no se daría
en dicho libro, sino en los sufrimientos descritos en los anteriores.
Otra característica de la tragedia, como es la ironía, está también presente
en la novela, en donde no se llega, no obstante, a la profundidad trágica de Edi-
po rey de Sófocles. Pero el juego entre apariencia y realidad, básico en la intri
ga deljon, por ejemplo, puede observarse ya en Caritón: Calírroe cree muerto
a Quéreas, y viceversa (I 5,1; III 10,3). Igualmente en aquella tragedia de Eurí
51
do de profundidad psicológica, Caritón se revela como un maestro del retrato
interior cuando presenta a Dionisio, personaje en el que ahonda especialmen
te y al que el desenlace de la obra convierte en trágico, pues tras considerarse
el más feliz de los hombres por el amor de Calírroe, a quien adora, se queda
sin la que creía ser su esposa.
Una alusión a temas propios del género aparece en Nino A 4, 1-5, donde
el héroe cita a la noche, la embriaguez, un criado y una nodriza como cómpli
ces de su pasión. También puede hacer pensar en la comedia burguesa la esce
na en que ambas madres se reúnen para posibilitar la boda de sus hijos. El influ
jo cómico se observa también en la poesía helenística; todo ello hay que
enmarcarlo en el gusto helenístico por escenas de la vida familiar. Y así, son las
vidas privadas las que interesan ya en las primeras novelas, siendo secundarias
las campañas militares, que aún aparecen en los dos últimos libros de Calírroe.
Las semejanzas entre comedia y novela han sido notadas desde hace tiem
po, llegándose incluso a considerar a Menandro como origen de la novela, que
nacería en el siglo i d. C. Pero hay que decir que las coincidencias formales
que se observan, como en el caso de Eurípides, pertenecen al nivel del mate
rial folclórico, aunque la comedia figure también entre los modelos literarios
de la novela. Es decir, no hay más razones para hacer derivar la novela de la
comedia que para hacerla derivar del tipo de tragedia de Eurípides que hemos
analizado antes. Evidentemente la introducción de un prólogo que explique
los antecedentes de la trama que quedan fuera de la misma es un elemento
compositivo importante que acerca el mythos dramático a su modelo narrativo
último, el folktale, o “cuento popular” - o novella para algunos-, género narra
tivo popular que llega hasta la novela. De él derivan en último término las he
roínas astutas y audaces. El título elegido por Caritón para su obra, Calírroe,
puede tener origen dramático, aunque el nombre aparece en la elegía y las leyen
das locales.
Ya hemos visto que comedia y novela serían plásma para la antigua retóri
ca -lo que no es enteramente ajeno a la tragedia, como ya notó Aristóteles-,
“ficción”, lo que uniría ambos géneros. Pero antes de asimilarlos conviene recor
dar una posible definición de la comedia por parte de Teofrasto: “cambio de
situación en temas privados desprovistos de peligro”, y, en este caso, tendría
mos un rasgo diferenciador claro entre sendos géneros, pues si algo caracteri
za a la novela son los peligros de los héroes, por lo que, por lo menos en sus
comienzos, no parece que desde el punto de vista de la crítica griega la nove
la pueda asimilarse a aquel género.
Se ha subrayado la importancia de la Fortuna, Tykhe, para la intriga de la
comedia de Menandro. El concepto de Tykhe es típico del Helenismo, aunque
su origen sea más antiguo y sea importante ya en Eurípides. Su presencia se
observa ya en los fragmentos de Niño, y lo utilizarán como procedimiento para
hacer avanzar la intriga los novelistas posteriores. Es, pues, un concepto común
a varios géneros.
Es un hecho constatable que Caritón cita una treintena de hexámetros de Home Estructura y construcción literaria de la novela griega
ro, utilizados sea para comparar a la heroína con diosas, sea para acercar esce
nas de la novela a otras homéricas, dotándolas de un nuevo significado. El pro
pio autor dice al comienzo del libro VIII que Quéreas anduvo errante del Este
al Oeste por la ira de un dios, Afrodita, que finalmente se compadeció de él y
le otorgó un final feliz. Escenas concretas como la plegaria al mar y a Poseidón
de III 5,9 o técnicas como el uso de repeticiones (fórmulas, recapitulaciones),
son de origen épico. Elementos estructurales básicos como la separación de un
matrimonio, el viaje con aventuras, y su reencuentro final tras una serie de esce
nas de reconocimiento son comunes a Odisea y novela. Heliodoro construye
su novela imitando conscientemente la Odisea, basándose en el regreso del
héroe a su patria, y empezando su intriga in medias res, lo que no ocurre en las
primeras novelas. Que esos elementos estructurales aparecen también en la tra
dición dramática lo hemos dicho ya, y recordemos que Aristóteles veía en la
Ilíada y la Odisea las raíces de la tragedia (Poética 1449a).
Se ha dicho que la novela sería épica en prosa, con el común propósito de
agradar, lo que la distingue de la historiografía, que, no obstante, utiliza ya las
técnicas de la épica. Y se ha observado con razón que Ulises es el narrador
inventor del relato fantástico, y, por tanto, de la ficción verosímil, cuando cuen
ta toda la verdad a Alcínoo. Pero, aun admitiendo la Odisea como modelo lite
rario, hay que decir que hubo otra épica más próxima cronológica y estética
mente a la novela, la épica helenística, en concreto las Argonáuticas de Apolonio
de Rodas, que tuvieron más éxito en la Antigüedad del que ciertos críticos
modernos están dispuestos a concederles.
Las Argonáuticas como género épico que son, siguen también un mode
lo folclórico, el del envío del héroe, Jasón, a realizar una tarea difícil, en cuyo
viaje hallará auxiliares y agresores, tarea que una vez realizada se verá segui
da del regreso al punto de partida. El poema está dotado de principio, medio
y fin, como hemos notado antes a propósito la tragedia. El principal auxi
liar del héroe, Medea, conserva los rasgos tradicionales de maga terrorífica
y sabia, más activa que el héroe. Pero, como épica literaria que es también,
la obra desarrolla una técnica narrativa mucho más avanzada que la épica
arcaica, y ella alcanza su apogeo en el libro III, cuya técnica dramática va in
crescendo. Apolonio desarrolla extraordinariamente la técnica de las antici
paciones por medio de profecías, sueños o comentarios del autor, así como
las escenas de contraste, de intriga y suspense, el patetismo. No han falta
do autores que vieran escenas concretas de las Argonáuticas como modelos
de otras de novelas, pero falta una comparación pormenorizada de ambos
géneros.
Si el periplo marinero posibilita episodios de peligro y auxilio consiguien
te, así como descripciones paradoxográficas, otro elemento fundamental común
con la novela es la importancia del elemento erótico. En efecto, Medea ha here
dado del folclore la función de maga y de la tragedia el carácter dramático, que
se manifiesta tanto en la lucha de sentimientos como en su capacidad para
expresarlos, pero ahora presenta como nueva faceta la de una joven burguesa
enamorada, cuyas vacilaciones describe magistralmente Apolonio en III 681 ss.:
como la protagonista de Niño, Medea enrojece y no puede articular palabra ante
su hermana, y la misma confusión le entra frente a la belleza de Jasón, quien
le pregunta cuál es el objeto de su temor, porque él no es un insolente, de un
La novela griega
modo que recuerda la defensa que de sí mismo hace Niño en otro fragmento
de la novela del mismo nombre. Medea es la maga que tiene remedio para todo
excepto para el amor (IV 65), y a la vez la jovencita que huye por miedo al cas
tigo paterno.
54
Jasón, héroe moderno, civilizado y pacífico, que persuade con sus “pala
bras de miel”, que está en frecuente pasividad frente a la actividad de Medea,
está más cerca de los héroes de novela que de los homéricos. Y de él se ena
moran las mujeres por su belleza, pero no es el héroe enamorado, dispuesto a
todo por conseguir a su amada que vemos en la novela: la tradición del perso
naje sigue pesando aquí. Jasón promete matrimonio a Medea forzado por la
situación, e incluso concluyen un juramento, como en Niño. El poder de Eros
es tal para Apolonio que el motivo central del poema, la conquista del velloci
no, es secundario frente a Medea, de modo que cuando llegan los coicos a la
ciudad de Alcínoo no reclaman el vellocino robado, sino a la maga, cuya prin
cipal preocupación ahora es defender ante Arete su loca conducta motivada
por el amor, y asegurar que aún permanece virgen, en lo que se muestra digna
antecedente de las castas heroínas novelescas. El vellocino ha pasado a segun
do término, y el libro IV se centra en las peripecias de una pareja de enamora
dos que huye, consigue casarse, y experimenta una serie de peligros por mar,
tal cual parece que los experimentó ya Niño, separado de su esposa en el frag
mento C, donde, al parecer, ha llegado también a la Cólquide. Pero la separa
ción de la pareja no se da en Apolonio.
Como género narrativo que es, la novela se aproxima a la épica, con la que
comparte la extensión y el carácter de género mixto en su modo de imitar,
como hemos visto en el capítulo anterior, y de la que hereda la función de
entretener, de ahí que haya sido designada “épica tardía”. Es frecuente ver la
novela como una “epopeya de la decadencia”. En concreto, se ha considera
do que la novela clásica estaba más cerca de la épica y del cuento que la moder
na: aquella sería bilingüe, mientras la moderna se caracterizaría por el pluri-
lingüismo, o dialogismo, por ser un discurso polifónico. Pero no puede
establecerse una oposición tan simple, y los modernos estudios sobre la nove
55
4. Personajes sin grandeza, sometidos a pruebas que ponen de manifies
to su valor o valores.
5. Falta de toda trascendencia religiosa.
En los puntos 2 y 3 Caritón y sus antecesores no han roto aún con la épi
ca -sería distinto ya el caso de Jenofonte de Efeso-, y en el 5 claramente di
ríamos que la novela griega es un género dotado de mensaje religioso: en este
punto las Argonáuticas estarían más cerca de la novela moderna, pues se apro
ximan a ella también en los puntos 1 y 4.
Así, pues, las Argonáuticas, como ficción narrativa mimética que reposa
sobre una estructura folclórica, es un digno antecedente del género, y se obser
van ciertas coincidencias estructurales entre esta épica y las primeras novelas,
pero existen diferencias semánticas fundamentales en cuanto al objeto a bus
car. La simultaneidad de héroes sólo se da aquí cuando los argonautas regre
san con Medea tras la conquista del vellocino, pero entonces no hay búsque
da de uno por el otro. En la Odisea domina el esquema de viaje con aventuras
y no se llegan a desarrollar los dos hilos paralelos de la intriga, que es un ele
mento estructural característico de la novela.
Es un hecho casi general en la poética histórica que la épica como género
precede a la novela. En el estudio de la literatura medieval se ha observado el
paso de la chanson de geste al roman courtois (s. xil), y de éste a la novela en pro
sa francesa (s. xiu). Aun admitiendo este paso en esa literatura, en lo referente
a la griega no está demostrado, y, en todo caso, hablaríamos de sustitución de
géneros, pero no de derivación.
56
medad por amor, y consulta al oráculo, que propone el matrimonio de los hé
roes. El obstáculo puede ser una ley (Niño), o la oposición familiar (Calírroe),
pero el tipo de historia es comparable. Por su parte, en “Píramo y Tisbe”, nos
hallamos ante la oposición familiar, que tendrá aquí un trágico desenlace pues
acaba con el suicidio de los amantes. El gusto burgués hace que el desenlace
sea feliz en la novela.
Sabemos que existían colecciones de historias de amor, empleadas por la
literatura metamórfica, de origen helenístico y que continuó a lo largo del Impe
rio. Una colección importante es la de Partenio de Nicea (primera mitad del
siglo l a. C.), de la que se conservan completas treinta y seis Narraciones o Pasio
nes de amor, que hemos mencionado en el capítulo 1. Esas historias, en su
mayor parte de final trágico, constituían un material destinado a la elegía y la
épica latinas, y, como en el caso de los poetas antes citados, estaban relacio
nadas con leyendas locales.
Hace ya bastantes años se consideró a esas historias de la elegía como las
primeras novelas de amor, imitadas después incluso en el estilo por los nove
listas, y germen del género. Posteriormente se propuso que la novela nacería
mediante la paráfrasis en prosa de la elegía alejandrina, paráfrasis retórica bien
testimoniada en papiros del siglo I a. C. La paráfrasis proporcionaría el núcleo,
luego ampliado por sofistas.
Es evidente que esas historias de amor son fuente literaria de la novela, es
decir, que la elegía figura entre sus modelos, y que ese tipo de historias sigue
escribiéndose en el Imperio, como lo demuestran las cinco Narraciones de amor
atribuidas a Plutarco, y los testimonios de autores como Ateneo y Pausanias.
Hemos observado ya el carácter local de las leyendas sobre las que repo
san las primeras novelas, y su autoafirmación nacional frente a la administra
57
cedentes ya en Homero, y es particularmente frecuente en Heródoto, por lo
que ha estado tradicionalmente unido a Jonia, aunque existe una novella áti
ca también.
58
genes griegos son muy probables. En Metíocoy Parténope la búsqueda pudo ser
realizada también por la propia esposa.
Si consideramos el relato de Apuleyo como Milesia, y tenemos en cuenta
que está puesto en boca de una anciana, podemos establecer un vínculo tam
bién entre la anilis fabula o “cuento de vieja” y la Milesia. En Jenofonte de Éfe-
so III 9,8 aparece otro relato similar en boca de una anciana, calificado de
diégema por el autor, y que no es otra cosa que un episodio de la propia nove
la. Podemos concluir entonces que el material de Jenofonte y el de Apuleyo es
equiparable, y qu e fabula y diëgèma aparecen asimilados aquí también.
Por otra parte, Jenofonte presenta su novela como una historia local de Éfe-
so, ciudad de la famosa “matrona” de Petronio. Y de hecho una gran parte de
la acción de Calírroe transcurre en Mileto, y en ese sentido, la historia de Calí
rroe y Dionisio de Mileto podría constituir una fabula Milesia.
Por tanto, observamos que el material folclórico y su carácter local son pun
tos de unión entre la Milesia, las historias que recopila Partenio y sus similares,
y las novelas griegas de la primera etapa. Hasta qué punto influyó la obra de
Aristides en el nacimiento de una novela del tipo Niño no lo podemos saber:
pudieron ser formaciones literarias paralelas, como fueron paralelas sus poste
riores trayectorias, pero, en cualquier caso, la obra de Aristides fue un impor
tante precedente literario de ficción en prosa con el propósito de entretener.
La coexistencia de material folclórico junto con fuentes literarias es un fenó
meno observable en los comienzos de la novela de otros países, como el roman
courtois francés o el Lazarillo de Tormes español, y es un hecho que debe ser tam
bién suficientemente destacado en la griega.
Finalmente recordemos que, a la hora de elaborar un relato, ésa es función de
la retórica, cuyos principales ejercicios hemos mencionado con anterioridad.
59
Capítulo 4 La novela de amor
su izquierda aparece una mujer con una copa. Los mosaicos pueden corres
ponder a una escena famosa de la novela, aunque también se ha pensado en
que provengan de un mimo, que, a su vez, derivaría de la novela. En efecto,
también una cita de Luciano (s. Il d. C.) se refiere a declamaciones retóricas en
61
el teatro en las que se intepretaba a Niño, Metíoco o Aquiles, los dos primeros
personajes de sendas novelas, lo que es un dato muy interesante (Elfalso sofis
ta 25). Son una prueba de la difusión y popularidad de la obra en época pos
terior.
Como la Suda cita a un cierto Jenofonte de Antioquía como autor de unas
Babiloníacas, se ha esgrimido la posiblidad de que la novela de Niño corresponda
a esta obra, aunque ello no se puede demostrar. Su título indicaría que se trata de
historias locales, como en el caso de otras novelas.
La novela de Niño está basada en el rey legendario asirio, que aparece en la tra
dición historiográfica griega como fundador epónimo de Nínive, Un posible
Niño histórico no correspondería a este Niño griego. Ya ca. 400 a. C. el histo
riador novelesco y sensacionalista Ctesias escribió unos Relatos persas que com
prenderían la historia de Asiría, en seis libros, en los que citaba la historia de
Niño y su esposa Semiramis. Tal fue la fuente principal del historiador Diodo
ro de Sicilia, de época de Augusto, quien comentaba que nadie había narrado
todas las batallas de Niño ni había enumerado sus conquistas, añadiendo que
él se iba a ocupar de las más famosas. Según Diodoro I I 1-20, Nino trabó alian
za con los árabes y conquistó Babilonia, Armenia y Media. Luego le entraron
ganas de invadir toda Asia, con lo que a los diecisiete años se convirtió en el
fundador del primer gran imperio mundial. Sus conquistas serían continuadas
a su muerte por su esposa, Semiramis.
La griega Semiramis corresponde a la reina asiría Sammuramat (s. IX a. O ,
muy citada en las estelas asirías por sus hazañas, y muy famosa en las fuentes
griegas por ser la más bella, cruel, poderosa y lujuriosa de todas las reinas orien
tales. Su madre fue la diosa Derceto, venerada en Ascalón, Siria. Diodoro aña
de que se casó con Ones, el consejero real, quien, a su vez, se dejaba aconse
jar por ella a causa de su gran inteligencia. En una expedición militar, el rey
Niño la conoció y quedó prendado de ella, y tras el suicidio del marido, pudo
casarse con Semiramis; ésta, a la muerte de su marido, como hemos dicho,
continuó su labor. Existían aún otras versiones más pintorescas de cómo Semi
ramis llegó al poder tras engañar a Niño y eliminarlo paulatinamente.
La novela griega
62
oral la historia se ha romantizado y aburguesado, siendo influida también por
ciertos modelos literarios. Por su parte Niño es prototipo de conquistador joven
y victorioso, como Alejandro, fundador de un imperio como él. Sin duda el rey
macedonio, que fue objeto muy pronto de biografías novelescas, influyó en la
creación de Niño, aunque esta novela presenta rasgos estructurales distintos de
lo que serían esas biografías, es decir, pertenece a otro tipo de narrativa de fic
ción en prosa. Este tipo cuadra perfectamente, como vamos a ver, con Calírroe
y demás novelas de amor.
Añadamos que se ha observado también un posible carácter nacionalista
en esta novela, que se explicaría a partir del nacionalismo desarrollado en el
período de la dominación persa, helenizado más tarde y utilizado por los reyes
seléucidas como elemento de su propaganda. La defensa de la identidad cul
tural será un rasgo frecuente en el género en época posterior. Héroe nacional
es el Alejandro de la Vida de Alejandro, y lo será también probablemente Seson-
cosis, protagonista de otra novela.
64
vienen los padres, como en las novelas de Caritón yjenofonte de Éfeso. Niño
ha realizado ya campañas militares, siguiendo el modelo del Ciro de la Ciro-
pedia y de Alejandro Magno, y le esperan expediciones por tierra y por mar,
como a este último, y como, en parte, al Quéreas de Caritón. La mudanza
de la Fortuna, forjadora de la intriga, es fundamental también en este último
novelista, y lo será prácticamente en todo el género. La lucha de sentimien
tos que experimenta la heroína es especialmente frecuente en Caritón tam
bién, y tiene sus raíces en un famoso poema de Safo (s. vil a. C.). Y magnífi
cos discursos retóricos leemos en Caritón y en Aquiles Tacio sobre todo.
Puede decirse, por tanto, que en Niño se encuentra ya lo que va a ser el géne
ro en época posterior.
Los modelos de la expedición militar del fragmento B proceden de la his
toriografía. Se han observado incluso semejanzas temáticas y léxicas con Jeno
fonte de Atenas (s. iv a. C.) y con Polibio, en especial en el paso de Aníbal a
través de los Alpes. La organización militar que se describe corresponde tam
bién a la época helenística. Este es un punto de contacto con la Vida de Ale
jandro, de origen helenístico, y con las novelas de Sesoncosis y Calírroe, que pron
to veremos; los egipcios mencionados en dicho fragmento B son básicos en
Sesoncosis e incluso en Calírroe. Al igual que Alejandro, Niño, en la cima de su
carrera militar, quiso conquistar toda Asia, y entonces se produciría la metabo-
le o mudanza de la Fortuna que cita el fragmento C, y que aparece también en
Sesoncosis y en Calírroe. El modelo último, en este caso, es trágico, aunque pasa
do probablemente por el filtro de la historiografía helenística.
La mención de la Cólquide en el fragmento C nos lleva a las Argonáuticas
de Apolonio de Rodas (s. in a. C.). Jasón y Medea también realizan un viaje por
mar, en este caso antes del matrimonio porque se trata de una huida, y se han
hecho un mutuo juramento. La Medea de Apolonio es también una joven ena
morada que lucha con sus encontrados sentimientos, que le hacen enrojecer,
y apenas se atreve a confesar: la leyenda ha sufrido un proceso de romantiza-
ción burguesa. Pero, ya antes, Helena y Menelao eran modelo de juramento de
amor y fidelidad en el matrimonio. La tragedia de Eurípides es digna también
de tener en cuenta entre los modelos del género, al igual que la elegía de amor
helenística, como ya hemos visto con anterioridad.
Finalmente haremos unas consideraciones sobre la relación de esta nove
la con Oriente. Es importante señalar que la historia de amor que leemos
en estos fragmentos no tiene correlato con ninguna fuente oriental, ni asi
La novela de amor
65
cronismos históricos, son elementos propios de este proceso, y los veremos
en novelas sucesivas. Pero el resultado final es un producto retórico típica
mente griego.
Tampoco se parece Niño a ciertos relatos egipcios, traducidos del demóti-
co, esto es, de la lengua egipcia popular, al griego, como es el caso del llama
do Sueño de Nectanebo (s. i i a. C.), de los que, en ocasiones, se le ha hecho deri
var. Aunque este tipo de relatos testimonia la existencia, y difusión, de relatos
egipcios de origen oral y caracteres folclóricos, dichos relatos, por su conteni
do, estructura, ideología, “atmósfera”, extensión y lengua son completamente
distintos a Niño, aunque haya que admitir que puede haber préstamo de moti
vos entre culturas e incluso desarrollos paralelos a la hora de crear géneros narra
tivos, en este caso novelle o leyendas históricas; no obstante, ninguna historia
de amor como la de Niño leemos en Egipto. Volveremos a tratar el tema cuan
do veamos los fragmentos de Sesoncosis.
66
“Madre, fiel a mi juramento llego ante tu presencia y a los brazos de
mi dulcísima prima; y sepan los dioses en primer lugar esto, como sin
duda lo saben ya y yo lo probaré a mi vez enseguida con mi actual dis
curso: tras atravesar tan gran territorio y hacerme dueño de tantos pue
blos que me sirven y me adoran, sea adquiridos con mi lanza, sea por el
poder de mi padre, habría podido hartarme hasta la saciedad de todo tipo
de placeres, y, si hubiera hecho eso, tal vez la añoranza de mi prima habría
sido menor. Pero ahora que he vuelto puro soy vencido por el dios y por
la edad. Como sabes, tengo diecisiete años, y desde hace ya un año se me
cuenta entre los hombres adultos; pero hasta hora he sido un tierno infan
te; y si no hubiera conocido a Afrodita sería afortunado por mi fortaleza.
Pero ahora, prisionero de vuestra hija, no de forma indecorosa sino con
vuestro beneplácito, ¿hasta cuándo tengo que negar mi cautiverio? Y que
los hombres de esa edad son buenos para el matrimonio, es evidente:
¿Cuántos, en efecto, se conservan puros hasta los quince años? Pero me
pequdica una ley no escrita que se cumple, además, por una vana cos
tumbre, puesto que entre nosotros las doncellas se casan por lo general
los siglos ii /π ι d. C., y de un óstracon, esto es, una trozo de cerámica utilizada
para escribir, procedente de Egipto, que ha sido fechado en el siglo I d. C. -en
sus primeros decenios según algunos autores-, y en el que se leen los nombres
de los dos protagonistas.
68
Éstos aparecen representados también en tres mosaicos de Siria de ca. 200
d. C., en la villa de Dafne, en Antioquía, antes mencionada para cierto mosai
co de Niño, pues se hallan en la misma casa. En uno de ellos se ve a ambos
protagonistas de pie y de frente, con sus respectivos nombres escritos sobre
sus cabezas; el héroe viste traje militar romano; en el otro mosaico aparecen
elegantemente vestidos, sentados en un lecho, espalda contra espalda y mirán
dose mutuamente. Este mosaico se ha visto completado recientemente por otro
fragmento aparecido en Zeugma, en el Eufrates, también en Siria.
Además, hay que tener en cuenta dos citas de Luciano, Sobre la danza, en
las que habla de personajes de pantomima: en el capítulo 2 se menciona a Par-
ténope junto a Fedra y Ródope como mujeres enamoradas de lo más libidino
sas, y en el 54 se citan las vicisitudes (páthe) de Polícrates y las andanzas erran
tes (pláné) de su hija Parténope hasta Persia. Recuérdese que hemos citado
también a Luciano, Elfalso sofista 25, a propósito de Niño como personaje de
declamación retórica en el teatro, junto a Metíoco y Aquiles.
Pero, además, esta novela debió ser muy del gusto del público, porque se
conserva un poema épico persa escrito por Unsuri en el siglo XI d. C. inspira
do en ella, del que se conservan 381 versos, y que contó con precedentes ára
bes y persas a su vez. Tenemos también un epítome de dicho poema del siglo
XII. El poema se titula El amante y la virgen, pues Parténope en griego designa a
la “virgen”. Sabemos que existían otras versiones orientales de la misma histo
ria, al parecer prototipo de relato romántico.
Hay que advertir que el poema persa es muy útil para la reconstrucción de la
intriga, pero cuenta sólo su comienzo, por lo que no podemos asegurar cómo
acababa la obra, es decir, si Parténope se casaba finalmente con Metíoco o se
reanudaba un posible matrimonio, del que hace mención el escoliasta bizanti
no, o permanecía virgen haciendo honor a su nombre, tal como leemos en
varios textos.
Si Parténope no se casaba, estaríamos ante una novela de amor atípica, pues
Metíoco sería sólo un episodio de la intriga. Ello choca con la paridad de ambos
en los mosaicos, aunque, naturalmente, éstos pueden reproducir sólo una esce
na famosa de la obra, o de un mimo o declamación surgidos a partir de ella.
La novela griega
70
ra a Samos tras sus aventuras es probable si seguimos al poema persa en el que
un sueño que tiene el padre de Parténope cuando ésta nace le predice que ella
se alejaría pero volvería finalmente a su tierra.
En el papiro que hemos calificado de más dudoso se cita a un posible
Demóxeno, al que alaban, donan un talento y lo convierten en guardián de Par
ténope, si la lectura del nombre es correcta. Esto ocurre en Cortina, lo que cons
tituiría una etapa de sus andanzas si correspondiera a nuestra novela.
El fragmento más extenso nos informa de que Metíoco ha llegado a la cor
te de Polícrates de Samos, donde asiste con Parténope a un banquete en el que
cuenta las insidias de su madrastra a Polícrates, y en el que, a continuación, el
filósofo Anaximenes propone como tema de debate la naturaleza de Amor;
intervienen, entonces, ambos protagonistas, pero defendiendo posturas con
trarias, lo que provoca la ira de la joven, pues él no admite algo que ha debido
ocurrir antes, que se han enamorado mutuamente.
Finalmente, el óstracon presenta unas pocas líneas en las que Metíoco en
primera persona se pregunta si Parténope se ha olvidado de él, pues él no duer
me pensando en ella desde que se separaron. Que este breve texto pertenezca
a la novela se ha discutido también, pues una carta tiene poco sentido en lo
que sabemos de la intriga, por lo que podría ser un soliloquio de la novela, o
incluso un ejercicio retórico procedente de la novela ya.
En el otro fragmento seguro parece que Metíoco canta con la lira amores
mitológicos desgraciados, y parece pertenecer al contexto de un banquete, que
seguiría tal vez al anterior, más extenso.
En dicho fragmento extenso se observan tópicos amorosos, y la indagación
sobre Amor será fundamental en Longo y Aquiles Tacio, y tiene precedentes
platónicos, al igual que el motivo del banquete, importante ya en Caritón y pre
sente en otras novelas posteriores. El extranjero que llega a la corte de un rey
y cuenta sus cuitas recuerda a la llegada de Ulises ante la corte de los feacios
en la Odisea.
El poema persa permite ampliar nuestra información sobre el comienzo de
la obra.
En primer lugar, los nombres de los protagonistas han sido traducidos como
“Amante” y “Virgen”, título genérico en persa, por lo visto, para los relatos
románticos. El poema se inicia con la boda de los padres de la heroína en Samos,
y el nacimiento de ésta, que es educada como un hijo, en tareas militares y en
elocuencia, destacando en todo ello. A continuación vemos en acción al héroe,
que con un amigo, huye de su patria por culpa de su madrastra y se refugia en
la corte de Polícrates. En el templo de Hera se encuentra con la doncella y su
madre, y se produce el flechazo. Ya solos, el joven se lamenta de ese amor, sien
do consolado por su amigo. Cuando llega a presencia del rey, éste le invita a
un banquete, en donde un sabio, que ha observado el amor entre los jóvenes,
propone el amor como tema de debate. Falta el discurso de la heroína, que
abandona el banquete con su madre. Sigue otro canto del héroe sobre la inven
ción de la lira y Hermes, que es muy alabado. A partir de aquí el amor de los
protagonistas va a más, y quizá se ven a escondidas. Ella huye con una espada
envenenada. Enterado el tutor de la doncella, tal vez Filetas de nombre, recri
mina a la joven por su desvergüenza, por lo que cae como muerta. El tutor hace
prometer al joven que nunca la mirará con malos propósitos. Los dos sufren
de amor. El fragmento se interrumpe en este punto.
Hasta aquí parecen concordar bastante los textos griego y persa, así como
ambos coinciden con muchos motivos que veremos en novelas posteriores:
tras la enfermedad por amor seguiría la boda en ellas. Las diferencias han sido
explicadas en el sentido de que nos hallamos ante un texto griego abreviado
de otro original griego, lo que no convence. Otros textos persas, y citas de léxi
cos persas, proporcionan más datos: la joven está dispuesta a morir si no se le
permite casarse con su amado, por lo que los padres consienten, como vemos
en otras novelas. Pero muerto el padre en una campaña militar, alguien usur
pa el trono, y mete en prisión a ambos jóvenes. Tras rechazar ella el requeri
miento amoroso del usurpador, éste la vende como esclava, y transcurridos cua
tro años, cuenta su historia a su amo, que tal vez la libera, o del que simplemente
escapa. Este amo puede ser el tirano Anaxilao de los textos griegos. Parténope
volvería a su patria y recuperaría el poder, aunque no sabemos si también a
Metíoco. Ciertos textos griegos los dan como casados. Aparecen en textos per
sas escenas de combate conjunto, al parecer, de ambos héroes, que podrían
situarse en este momento de la intriga. Existe la posibilidad en ellos también
de otros posibles matrimonios, como lo veremos en el caso de Calírroe.
Si cuando se produce la separación los héroes están sólo prometidos o ya
casados (aunque sea en secreto), como es habitual en las novelas más antiguas,
es algo que no podemos asegurar. El final desgraciado parece ser el habitual en
este tipo de textos románticos persas (que no citan nunca el nombre de Me
tíoco, sino al ‘Amante” esperado en el género persa), pero sería chocante en el
género griego, aunque esté en los inicios de su desarrollo en esta novela, al igual
que en el caso de Niño.
Se observan puntos de contacto entre esta historia y novelas como las Efe
síacas y las Babiloníacas. En su cautiverio ella pasaría de un amo a otro, y no
La novela griega
72
un episodio determinado, que puede haber sido exagerado por Luciano: Par
ténope es para Luciano prototipo de mujer ardiente, apasionada y decidida,
como Fedra. Se ha pensado que la obra de teatro a la que se refiere Luciano
pudo ya ser una “reinterpretación” de la novela, por el carácter necesariamen
te casto de la heroína, otro tópico posterior del género. Las heroínas de las
novelas veremos que son siempre más activas que los héroes, aunque la intri
ga gire en tomo a los dos, y aquí tal vez nos encontremos con que sea la heroí
na el centro de la acción, lo que no sorprende si tenemos en cuenta la educa
ción que ha recibido Parténope. No obstante, el título del poema persa engloba
a ambos amantes, no sólo a ella. Y sería muy raro que Metíoco desapareciera
de la intriga tras la muerte de Polícrates.
No se pueden negar tampoco aspectos folclóricos claros en la intriga que
conocemos, y el esquema compositivo probablemente seguiría al que hemos
citado ya en ciernes en Niño y vamos a ver en las siguientes novelas.
En efecto, nos hallamos ante otra novela histórica, pues el faraón egipcio Seson
cosis, Sesoosis, o Sesostris, según las fuentes, es conocido en la historiografía
griega desde Heródoto, en el siglo V a. C. Se trata de otro gran conquistador,
esta vez de Asia y Europa, que supera al propio Alejandro. Sus hazañas pare
cen englobar las de varios faraones, a partir de Senwosret I, de la XII dinastía
(s. χχ/χιχ a. C.), existiendo ya una leyenda oral egipcia sobre el mismo.
Heródoto I I 107 cuenta que tras volver de sus campañas militares, Seson
cosis es derrocado por su hermano, por lo que tiene que huir a Arabia de incóg
nito. Diodoro de Sicilia 1 53, 5, por su parte, dice que el príncipe egipcio fue
enviado por su padre a Arabia con un ejército, lo que constituyó su primera expe
dición, y que allí recibió un duro entrenamiento. Siguió la conquista de Arabia.
No obstante, la invasión árabe de Egipto, que aparece en los fragmentos, no está
testimoniada históricamente. Por otra parte, aparece en ellos el rey árabe Webe-
lis, cuyo nombre se aplica a dos reyes árabes pertenecientes a los siglo N y ii a. C.,
respectivamente, por lo que los anacronismos son evidentes de nuevo.
La novela griega
De los tres papiros conservados, se puede discutir el orden de dos de ellos, los
que tratan de temas militares, que, en cualquier caso, pertenecen al comienzo
74
de la novela. El tercero de ellos es claramente posterior a los anteriores en cuan
to a su situación en la intriga, y en él hallamos un episodio amoroso pertene
ciente a una intriga muy novelesca, a lo que parece.
Efectivamente, uno de los papiros habla de la educación militar que reci
be Sesoncosis y de una petición que realiza a su padre al llegar a cierta edad. A
éste sigue, o precede, otro papiro que narra la batalla entre los egipcios y los
árabes invasores, que resultan vencidos, por lo que huyen al frente de su rey
Webelis. Sesoncosis oye lo sucedido de labios de Taimo. La invasión árabe cita
da puede ser el acicate para que el joven Sesoncosis deseara invadir Egipto, de
la misma manera que Niño deseó atacar a los armenios, y conquistar Asia. El
joven no está presente en la batalla relatada.
El tercer papiro presenta primero un diálogo entre Sesoncosis y Pamunis
en el que el primero afirma que sometió a Webelis como vasallo, quien le pro
metió a su hija en matrimonio, tras lo cual partió a la guerra. Su intención es
declarar abiertamente quién es a la joven, para recuperar su antigua posición.
Pero Pamunis le aconseja que siga fingiendo su identidad, porque Webelis es
ahora más fuerte y podría someterle a él. Debe fingir que anda solo y errante
tras haber sido robado por unos malhechores. Parece estar de acuerdo Seson
cosis. A continuación aparece cerca de Sesoncosis Meameris, quien admira la
belleza del joven. Alterada, se dirige al banquete, donde no deja de pensar en
él.
Parece que esta joven es la hija de Webelis, que estaba prometida a Seson
cosis, pero ella no lo reconoce. Se ha producido un cambio de la Fortuna, como
en el caso de Niño, a causa de intrigas familiares, como ocurre en Metíocoy Par
ténope, y Sesoncosis debe recuperar también su posición real. Al final, la recu
peraría con seguridad, y Meameris lo reconocería como su antiguo prometido,
por lo que el final feliz es de lo más probable.
Las semejanzas con Niño, sobre todo, son notables: dos grandes conquis
tadores, que son juguetes de la Fortuna, emprenden una expedición tras una
promesa de matrimonio -ta l vez matrimonio en N iño- y serían objeto de varias
peripecias en su andar errante, hasta que, al final, probablemente tras un triun
fo militar, volverían a su anterior estado y recuperarían a su prometida o espo
sa. En ambos casos, la función de la heroína en la intriga tras la separación de
los enamorados no queda clara.
Pero, además, esta novela presenta muchos puntos de contacto con la Vida
La novela de amor
75
sas por motivos nacionalistas, como en el caso de Nino\ luego, sería reelabora-
da en el período ptolemaico por sacerdotes egipcios, propiciando los ptolo-
meos este prototipo de Alejandro. Por tanto, el elemento legendario oral y el
propagandístico están presentes aquí, como en Niño.
Se plantea la cuestión de si esta novela es paralela a la de Niño, posterior a
ella o incluso anterior, y, en este último caso, podría servir como prueba de que
el género nace en Egipto. La primera respuesta es posible, pero también lo es
que Sesoncosis responda a intereses egipcios inspirados a su vez por el éxito de
Niño. Que sea anterior a ella es altamente improbable. La distancia cronológi
ca entre ambas, sin embargo, no se puede precisar, aunque el contexto histó-
rico-legendario la acerca a las primeras del género. No obstante, un fuerte colo
rido local y personajes de la realeza aparecen también en las Babiloníacas de
Jámblico, escrita entre 164-180 d. C.
El último fragmento presenta, además, tópicos que vemos en otras nove
las: la mención del saqueo por parte de malhechores, el enamoramiento a pri
mera vista, la descripción de la turbación del ánimo por causa de ese enamo
ramiento, el banquete, el recuerdo del enamorado. Veamos cómo expresa el
texto los últimos motivos citados:
76
xima a la lengua común, la koinë, y se la ha comparado con el nivel que se obser
va en el Nuevo Testamento; pero se trata de una koinë con un cierta elabora
ción literaria, pues, aunque a veces se ha notado la falta de partículas, la pre
sencia de hiatos y la coordinación de tiempos verbales como el presente y el
aoristo (tal como se advierte en el pasaje que hemos traducido), o un orden de
palabras propio de la lengua tardía, no faltan términos poéticos, y existen tam
bién pasajes con ejemplos contrarios a los rasgos antes citados, de lo que se
deduce que la elaboración retórica no era uniforme en esta novela, fenómeno,
que, por lo demás, se puede apreciar en otras novelas.
Añadamos que la patria de Caritón era una ciudad que destacaba en la épo
ca imperial por su escuela de escultura, que circulaba por todo el Imperio, e
igualmente se interesaba por todo tipo de manifestaciones culturales y, sobre
77
todo, era conocida por su culto a Afrodita, verdadero eje central de la ciudad,
que de tal diosa tomaba su nombre, y del que tenemos abundante constata
ción en las inscripciones locales. También ello se reflejará en la novela.
Se conservan varios fragmentos de papiros de la novela, por lo que su popu
laridad sería grande. Así lo indican también no sólo las alusiones a ella de las
posteriores novelas, sino el testimonio, a su pesar, de un autor tan culto como
Filóstrato, quien a principios del siglo ni d. C. en su carta 66 (cf. p. 21) se diri
ge a un Caritón diciéndole que no ha sido nadie en vida ni lo será una vez muer
to. Como no conocemos a otro autor antiguo con ese nombre, Filóstrato podría
estar demostrando que Caritón era aún muy popular. Y de hecho su nombre
parece leerse también en un papiro escolar, lo que apuntaría igualmente a cier
to ámbito oficial.
“Yo, Caritón de Afrodisias, secretario del retórico Atenágoras, voy a contar una
historia de amor que sucedió en Siracusa.” Así comienza la primera novela
europea que se ha conservado entera, y que utiliza en su inicio una fórmula
tradicional desde la arcaica historiografía jonia. Nos enteramos, de ese modo,
del nombre y lugar de nacimiento del autor, y además, en este caso, de su pro
fesión, que quedará reflejada en la novela, como veremos. Al citar una “histo
ria de amor”, páthos erdtíkón, se está refiriendo a un género de narrativa local
que gozaba de predicamento desde hacía ya tiempo también. Los datos de la
frase inicial de la novela son, pues, significativos.
La historia de amor en cuestión, que abarca ocho libros, es como sigue.
Hermócrates de Siracusa, general que existió en la realidad, y tuvo su protago
nismo en la guerra que Atenas entabló en el siglo V a. C. contra el Peloponeso
y sus aliados, entre ellos los siracusanos, tenía una hija, lo que también es his
tórico, bellísima y ornato de toda Sicilia, por lo que acudían pretendientes de
todas partes, deseosos de casarse con Calírroe. Este nombre y lo que sigue per
tenecen ya a la ficción. Tras unos obstáculos preliminares, Calírroe consigue
casarse con otro siracusano, Quéreas, nombre que aparece en la comedia y en
la historiografía, pero no vinculado a esta guerra. Tras la boda, y por unos infaus
tos e injustificados celos, Quéreas propina a su amada Calírroe tal patada que
La novela griega
78
sorpresa inicial, Terón decide venderla y así, con sus compinches, se traslada a
las costas jonias de Mileto, entre engaños y buenas palabras a Calírroe, que des
confía de él. Mediante una conducta astuta y sin escrúpulos, Terón vende a
Calírroe a Leonas, el administrador de trodos los bienes del gran señor de la
zona, Dionisio, famoso por su linaje y cultura, y amigo del rey de Persia, a quien
sirve. Terón huye rápidamente y Calírroe queda lamentando su fortuna. Así aca
ba el libro primero.
El segundo se abre con la entrega por parte de Leonas de Calírroe a Focas,
el intendente de Dionisio, que la deja al cuidado de su esposa, la esclava Plan
gón, mujer astuta y hábil, en una villa junto al mar. Leonas corre a Mileto a
comunicar la nueva adquisición a su amo Dionisio, viudo reciente y amante de
las mujeres. Y mientras la belleza de Calírroe empieza a ser alabada por todos
los que la ven, Leonas convence a Dionisio para que visite su villa junto al mar.
Allí acude Dionisio, quien se dirige al templo de Afrodita, en donde justamente
se halla Calírroe orando a Afrodita como de costumbre. Cuando la ve, Dioni
sio la toma por la diosa, al igual que otros personajes. La belleza de Calírroe
hace estragos en Dionisio, quien se enamora perdidamente de ella, y lucha con
sus sentimientos, que le parecen impropios de su condición social y edad. Muy
perturbado y con al corazón hecho añicos, Dionisio consigue que Calírroe le
cuente su historia, y ésta lo hace, pero ocultándole que está casada con Qué-
reas. Le promete Dionisio respetarla como se merece, e incluso devolverla a su
famoso padre, pero la pasión le vence, y, gracias a las habilidades de la esclava
Plangón, consigue acercarse más a Calírroe, que descubre, entretanto, que está
embarazada. Plangón aprovecha la ocasión para convencer a Calírroe de que se
case con Dionisio para poder tener a su hijo, haciéndole creer que es suyo y
no de Quéreas. Aquélla duda y lamenta su fortuna, pero acaba cediendo. Así
acaba el libro segundo.
Se inicia el libro tercero con la buena nueva que anuncia Plangón a E)ioni-
sio, quien, contentísimo, planea ya una boda con Calírroe a lo grande. Y se
celebra la boda, cuya novia es comparada con Afrodita. La acción de Miletó se
detiene aquí y pasamos a otro escenario: Quéreas halla vacío el sepulcro de
Calírroe, y, tras el lógico estupor, decide buscar a su esposa. Se embarca, pues,
y, casualmente, se topa en el mar con la nave de Terón, que ha sido víctima de
un naufragio y se halla medio muerto. Le cuenta a Quéreas una historia falsa,
y vuelven juntos a Siracusa. Todo el pueblo acude en asamblea al teatro para
enterarse de lo ocurrido, y un pescador descubre que Terón miente. Sometido
a tortura cuenta éste la verdad, sin decir el nombre del comprador de Calírroe.
Es castigado a la cruz Terón, pagando así su maldad, y se organiza la búsque
da oficial de Calírroe. Quéreas, acompañado de su amigo Policarmo, llega a las
costas de Jonia y allí ve una imagen de oro de Calírroe, ofrenda de Dionisio en
el templo de Afrodita. Una servidora del templo le cuenta quién es, y casi mue
re de impresión Quéreas. Por cierto, Focas, cuando ve su nave y comprende el
peligro que representa para su amo, le prende fuego, y vende a Quéreas y a su
amigo al sátrapa cario Mitrídates. Entretanto, es enterado de la existencia de
Quéreas Dionisio gracias a un sueño de Calírroe en que pronuncia su nombre,
y sólo su próxima paternidad le da ánimos. Tras el parto acude Calírroe a rezar
ante Afrodita, y en su templo se entera de la llegada de Quéreas por medio de
la servidora de la diosa, y se lo comunica a Dionisio. Lleno de celos, interroga
a Bocas, quien le cuenta lo que sabe y le hace concebir esperanzas de que Qué
reas puede estar muerto. Tal dice Dionisio a Calírroe, que queda entre lamen
tos, cerrando de nuevo así el libro tercero.
80
cio, y entretanto, él la custodiará, pues la belleza de Calírroe ha causado estra
gos también en él. Entre los lamentos de Calírroe, que ha visto a Quéreas, de
Dionisio, que comprende el peligro que corre, y de Quéreas, dispuesto a sui
cidarse, termina el libro quinto.
Ya en el sexto, de nuevo Babilonia se divide entre los dos rivales, y el rey,
deseoso de tener a Calírroe con él, decreta una demora de treinta días, en los
cuales intenta conquistar a la heroína por medio del eunuco Artaxates. Pero
sus repetidos intentos no tienen éxito ante la casta Calírroe, a quien ni el pro
pio Zeus lograría conquistar; tal era su amor por Quéreas. La desesperación de
Calírroe constituye otro momento de paroxismo de la acción, que se rompe
gracias a la noticia de que Egipto se ha sublevado contra Persia. El rey debe
ponerse en marcha y, según la costumbre persa, Calírroe debe seguirle, como
el resto de las mujeres. Ello pone fin al libro sexto.
El séptimo empieza con el engaño a Quéreas por parte de Dionisio de que
Calírroe es suya ya, lo que lleva al joven de nuevo al deseo de suicidarse, sien
do impedido por Policarmo, quien le aconseja más bien unirse a los egipcios
para vengarse de Artajerjes. Así lo hacen, y Quéreas rápidamente se gana la con
fianza del rey egipcio y asistimos a un elogio del joven por sus proezas milita
res, con las típicas arengas a sus fieles soldados, como se advierte en la toma
de Tiro. Por su parte Dionisio consigue una victoria sobre el rey egipcio, con lo
que Artajeijes le otorga definitivamente a Calírroe. Pero Quéreas vence en el
mar, y conquista Arados, en donde se hallan las mujeres del rey persa, inclui
da Calírroe, que sigue rezando a Afrodita. Estando así de cerca ambos, acaba
el libro séptimo.
El último libro se inicia con el anuncio del cambio de la Fortuna y de que
Afrodita ya se había reconciliado con Quéreas por sus inoportunos celos. Cari
tón anuncia en primera persona que este libro va a tener final feliz. En efecto,
un soldado le habla a Quéreas de que una mujer muy hermosa quiere dejarse
morir, por lo que el héroe se le acerca y se reconocen mutuamente. Caen des
mayados al suelo,y tras recobrarse, ambos se dirigen a la nave y tiene lugar un
coloquio amoroso, como el de Ulises y Penélope al final de la Odisea, en el que
se cuentan sus peripecias. El contexto militar sigue aún, y aunque han triun
fado también por tierra, deciden volver a Siracusa, no sin antes devolver a las
mujeres persas, en medio de un clima de benevolencia y amistad, en donde no
faltan cartas de Quéreas al rey, y de Calírroe a Dionisio, verdadero personaje
trágico, pues el desenlace no es gozoso para él, aunque se queda con el hijo de
Calírroe, creyendo que es suyo. Los héroes vuelven a Siracusa, junto con Poli
carmo, y reunido todo el pueblo en el teatro, cuenta Quéreas todas las aven
turas que les han acontecido, con lo que se repasa toda la trama de la novela,
y se acentúa el final feliz y redondo con la plegaria de acción de gracias a Afro-
Figura 4.2. El teatro de Afrodisias.
dita por parte de la heroína, pidiéndole una vida feliz y una muerte común. El
autor termina su obra en primera persona, tal como la había empezado: “Esta
ha sido mi composición sobre Calírroe”.
Junto a esos datos “históricos”, Caritón cita otros de su época. La acción trans
curre en tres escenarios, Siracusa, Mileto y Babilonia. La descripción de Siracusa
y Babilonia es convencional, literaria, pero Mileto es descrita como una ciudad
conocida por el autor, pues los datos que nos da coinciden con la realidad.
82
También el culto a Afrodita en Afrodisias, y su importancia para la ciudad
están bien testimoniados en las inscripciones, y a su expansión colabora, de
algún modo, Caritón: tal sentido posee la frecuente mención de las epifanías
de la diosa, que corresponde a una fe real de las masas, y de la propia Calírroe,
devota fiel de la diosa, a la que dirige la plegaria que cierra la novela, y que le
recompensará al final de la misma. Afrodita, o la Fortuna, asimiladas también
en las monedas de Afrodisias, son las que hacen avanzar la intriga, siguiendo
modelos literarios anteriores.
Los restos arqueológicos de la elegante Afrodisias todavía impresionan al
viajero, y, sin duda, Caritón se muestra orgulloso de su patria, y va a ser muy
consciente de su culto, cuya novela contribuye a extender de alguna manera.
Además, el autor dice que esa historia de amor “sucedió” en Siracusa, es decir,
la presenta como una historia real, utilizando recursos de la historiografía jun
to con otros procedentes de la elegía de amor, e incluso de otros géneros lite
rarios; de hecho, Siracusa es la patria de un episodio fundamental en la histo
ria de la guerra del Peloponeso que compuso lucídides en el siglo Va. C., del
que veremos ecos también en esta novela, y que constituye un tema favorito
en las declamaciones retóricas.
Los conceptos de phílantropía y paidría aparecen unidos y se aplican de
manera formular a los personajes masculinos que se enamoran de Calírroe,
quien también participa de ellos, como se advierte, sobre todo, en los capítu
los finales, en su conducta con las prisioneras persas; dichos conceptos se leen
en textos contemporáneos, y reflejan la ideología oficial de la época: educación
y espíritu humanitario, intrínsecamente unidos. Y lo mismo podría decirse de
la defensa de la castidad y del matrimonio que leemos en la novela. De hecho,
Calírroe se casa con Dionisio no por amor a él, sino por su amor de madre, por
salvar al hijo de Quéreas que está esperando. Se ha dicho que este hecho pue
de responder a una leyenda local, pues la hija de Hermócrates se casó con un
Dionisio, y el niño sería el futuro Dionisio I de Siracusa, tirano de origen des
conocido, que sería dotado así de un pasado aristocrático.
Pero no es Quéreas el personaje que cuenta con las mayores simpatías del
autor, sino el educado y humanitario Dionisio, verdadero héroe de tragedia,
víctima de la ironía del destino, pues todo lo que provoca la felicidad de los
héroes es causa de su desgracia, ya que pierde a Calírroe. La sensación de huma
nidad, de profundidad y de coherencia interna de Dionisio no la consigue Qué
reas. Los frecuentes monólogos colaboran a la creación de los personajes,
y podrían considerarse de origen trágico, pero, al igual que otros géneros que
La novela griega
84
El tema de Sicilia aparece en las declamaciones retóricas. De origen retóri
co son también las escenas lastimeras de la novela (III 4,2; 5,4-6; IV 3,9-11),
las lágrimas o los monólogos en donde los héroes están dispuestos a suicidar
se. Pero es que, además, Calínoe presenta grandes semejanzas con los Ejerci
cios Preparatorios de Teón (ca. 100 d. C.), el primer manual que se conserva al
respecto, pero cuyo material procede de época anterior. Nos hemos referido ya
a él en el capítulo 2; recordemos que preparaban para otros de mayor enver
gadura, como la declamación o melétë. En concreto, ejercicios como el relato
(diëgëma), la prosopopeya, la descripción (ékphrasis) y el encomio poseen una
función importante en la novela.
Así, toda la obra puede considerarse un conjunto de relatos, diëgëmata, y
tal es la calificación que recibe la historia de sus aventuras, que narran los hé
roes en el teatro de Siracusa ante todo el pueblo (VIII 7,3), que recuerdan a los
de Ulises ante la corte de los feacios en la Odisea, que es también el ejemplo
que pone Teón. En V 5,3 Calírroe es consciente de que se ha convertido en un
diëgëma entre Asia y Europa, y en VII 1,8 Policarmo, el amigo de Quéreas, lo
es de que dejarán un diëgëma a la posteridad. Las virtudes del relato que enu
mera Teón, claridad (saphëneia), concisión (syntomía) y verosimilitud (pithanó-
tës), se advierten en los relatos de Caritón, así como los elementos básicos en
que se fundamenta toda narración: personaje, hecho, lugar, tiempo, modo y
causa. Los relatos de Caritón tienen siempre carácter oral, y no parece casual
que sea el novelista que más veces ha utilizado este término así como el verbo
correspondiente.
La descripción física de los personajes es siempre breve, incluso de Calí
rroe, cuyo físico es comparado al de diosas o estatuas conocidas para su públi
co -com o “Ariadna durmiendo”- , sólo dice, cuando las esclavas van a bañar
la, lo siguiente:
Sabía, en efecto, que no iba a dormir; así, pues, quería pasar la noche
en vela con sus amigos. Cuando hubo avanzado la noche, disolvió la fies
ta, pero no podía conciliar el sueño, sino que todo él estaba en el templo
de Afrodita y se acordaba de todo, de su rostro, de su cabello, de cómo se
había vuelto, de cómo lo había mirado, de su voz, de su figura, de sus pala
bras; le abrasaban también las lágrimas. Entonces se pudo ver la lucha entre
La novela griega
86
un comportamiento propio de un muchacho? Con verla una sola vez te has
enamorado, y eso estando aún de luto, antes de haber aplacado a los espí
ritus de la desdichada. ¿Para eso has venido al campo, para, vestido de negro,
celebrar unas bodas, y unas bodas con una esclava, tal vez incluso propie
dad de otro? Pues no posees ni siquiera su escritura de venta”. Pero Amor
luchaba contra él que deliberaba con prudencia [...].
Las semejanzas de las pautas narrativas de ambos pasajes son claras, lle
gando a repetir los mismos vocablos y el uso de breves miembros de frase, ana
fóricos en este caso. El desenlace es el mismo en ambos casos: Amor les abra
sa el alma más y más cuanto más razonan los enamorados, luchando así contra
ellos.
La prosopopeya abarca tanto los monólogos de los personajes, como los dis
cursos de las escenas judiciales y las cartas. Son todos ellos abundantes en nues
tra novela. Ya nos hemos referido a la presencia de monólogos que contribu
yen al patetismo y a la creación de personajes y son especialmente frecuentes
en boca de Calírroe, que lamenta continuamente su suerte.
El triángulo amoroso formado por Calírroe-Quéreas-Dionisio en Babilonia
(V 4,9) puede compararse a una controversia retórica, que da lugar a sendos dis
cursos con su exordio, narración, pruebas y epílogo, las partes habituales del
discurso. Los sentimientos que experimentan los héroes aquí (V 8,2) resultan
formulares y recuerdan los preceptos que leemos en manuales de retórica como
la Retórica a Herenio o diversos textos de Cicerón, que hemos mencionado en
el capítulo 1 de este libro.
Las cartas centrales (IV 4,7-5,1), escritas por Quéreas y Mitrídates, son fun
damentales para la intriga y a éstas hay que añadir las escritas por el goberna
dor de Priene (IV 5,8), el reyArtajerjes (IV 6,3-4), y las cartas finales de Qué
reas a Artajeijes (VIII 4,2-3), y de Calírroe a Dionisio (VIH 4,5-6). Veremos que
las cartas constituyen uno de los núcleos que han dado origen a la helenística
Vida de Alejandro, no conservada, y darán nacimiento a todo un género, la nove
la epistolar.
87
Se observa una simetría axial entre los libros I y VIII, II y VII, III y VI; los
centrales, IV y y serían el clímax de la acción.
Tiene, desde el punto de vista funcional, la estructura de búsqueda que
hemos mencionado en el capítulo tercero, con un héroe víctima, Calírroe, y un
buscador, Quéreas, y con auxiliares como Policarmo, y agresores como Terón.
Existe una tensión entre las necesidades de la estructura y las intenciones o
acciones de los personajes, y Calírroe sería el ejemplo más claro, situada entre
Quéreas y Dionisio.
Destaca la técnica de la repetición en todas sus modalidades. Ya hemos habla
do de la repetición de escenas similares con parecidos términos. Añadamos la
recapitulación de la intriga, de origen épico y practicada también por la histo
riografía. La acción es repetida continuamente por medio de los relatos de los
personajes, tan del gusto de Caritón, como hemos dicho.
Cuando la repetición afecta a los dos hilos de la intriga nos hallamos ante
el paralelismo, muy notable entre episodios: así ambos héroes se consideran
muertos y se entierran mutuamente (cf. I 6,2-5 con IV 1,11; IV 1,12 con IV
3,11); ambos escriben sendas cartas en el libro VIII; pero el paralelismo es más
episódico que estructural.
El contraste se observa en escenas como la del llanto general en medio del
banquete (IV 1,12; I I I 11) o en anticipaciones de desgracias en escenas de ale
grías (1 1,16; III 2,17).
La estructura de la novela es circular y climática, pues se acentúa el final
feliz. Los héroes parten de Siracusa y a ella vuelven; Calírroe dirige una plega
ria a Afrodita al comienzo de la obra (1 1,7) y otra al final (VIII 8,15-16). El
autor aparece en primera persona también al comienzo y al final de la obra,
como hemos visto.
Los héroes están separados un 80% del tiempo narrativo total de la novela,
lo que constituye el porcentaje más alto de todos los novelistas.
El tempo narrativo es rápido, sólo superado por Jenofonte de Éfeso. El libro I
es más lento que los restantes, al igual que en Jenofonte y en Longo. La acción
parece durar pocos años, pero el autor no precisa.
Un 44% del texto está escrito en estilo directo, pero estas cifras se dispara
rán en Jenofonte y en Longo.
Dentro de los aspectos del relato es importante la anticipación que puede
darse por medio de los personajes o del autor. Esta última se cumple siempre,
la de los personajes no: los sueños y los monólogos crean una atmósfera de
sorpresa y suspense. Las anticipaciones del autor son muy frecuentes y cons
tituyen un ejemplo de omnisciencia narrativa, de origen épico: el autor sabe más
que los personajes. Tenemos, pues, una perspectiva clásica: relato en tercera
persona y omnisciencia del narrador. Especial importancia tienen en esta nove
la los comentarios del autor a su intriga, lo que se llama metadiscurso, que uti
lizarán también los demás novelistas, especialmente y con mayor extensión
Aquiles Tacio y Heliodoro. Todo ello colabora a la autoafirmación del autor y a
la consciencia de su propia intriga.
Poco o nada sabemos del autor de las Efesíacas, ni siquiera si fue ése su ver
dadero nombre. Tenemos sobre él sólo la noticia de la Suda, un léxico del
siglo X d. C.: “Jenofonte, de Efeso, narrador. Efesíacas: son diez libros de amor
sobre Abrócomes y Antia; también sobre la ciudad de Efeso; y otras cosas”.
Esta noticia plantea varios problemas. En primer lugar, el nombre del autor
parece ser un pseudónimo, pues junto a él cita la Suda otros dos Jenofontes,
cuyo gentilicio coincide con el contenido de su obra. El ateniense Jenofon
te, del siglo IV a. C., está de moda en esta época, como nos consta porque
otros autores se autoimpusieron ese nombre, por lo que nuestro autor pue
de considerarse asimismo otro “Jenofonte”. Eso nos daría, a la vez, un dato
literario, por tanto.
Que sea de Éfeso, tampoco es seguro, pues lo que dice de la ciudad es
convencional y de origen literario, y más fidedigno parece cuando describe
Egipto, en concreto la zona del Delta del Nilo hasta Menfis, sobre todo Ale
jandría; cita las prácticas de momificación egipcias en V 1,5, y veremos que
la religión de Isis es muy importante en la novela, pero tampoco se puede
demostrar que sea egipcio. El culto de Isis estaba extendido por todo el Medi
terráneo, e incluso en Efeso está asimilada su diosa local, Artemis, con la egip
cia Isis, como testimonian las monedas locales, y sabemos que esta última
gozó allí de un culto floreciente en el siglo ii d. C. La Suda lo califica de his-
toríkós que equivale a “narrador”, esto es, novelista, y cita la obra Efesíacas que
posee un sufijo que indica “historias o relatos locales”, es decir, historias o rela
tos de Efeso, en diez libros de tema amoroso sobre los dos héroes de la nove
la. Y aquí tenemos otro problema, pues el único códice que conserva la obra,
el mismo que nos transmite las novelas de Caritón, Longo y Aquiles Tacio,
consta sólo de cinco libros y lleva el título más extenso de Historias de Éfeso
sobre Antia y Abrócomes, que coincide con el que proporciona al final de su
novela el propio Heliodoro: Historias de Etiopía sobre Teágenes y Cariclea. Antes
de ocupamos del problema del epítome, o resumen, añadamos que no sabe
mos si las últimas noticias de la Suda se refieren a la misma novela o a otras
obras que haya podido escribir el mismo autor. Pero Hesiquio de Mileto (ss.
v/vi d. C.) conoce varios libros suyos, por lo que la Suda se puede referir a una
La novela griega
obra periegética, es decir, descriptiva, de Éfeso. El interés del autor por este
tipo de literatura es patente en la novela, según veremos. Parece que también
influyó en el siglo v d. C. en el epistológrafo Aristéneto. No se conservan frag
mentos papiráceos de esta novela.
90
Durante mucho tiempo se ha dado crédito a la noticia de la Suda, y se ha
considerado nuestro texto un resumen del original, sobre todo porque esta
novela presenta unos caracteres muy distintos a las de las otras cuatro novelas
de amor que se conservan enteras: rapidez narrativa, falta de información o de
episodios, a veces, frente a otros pasajes “enteros”, falta de motivación de la
intriga, uso reiterativo de haí (“y”), uniendo oraciones, lo que indicaría unión
de episodios resumidos, etc. Lo que sí parece claro es que la lengua sería la ori
ginal del autor.
Pero esta teoría ha sido combatida también desde distintos frentes: distin
ta personalidad narrativa de este autor, que prefiere describir con una técnica
rápida sus episodios, que pueden contener alguna laguna; adopción de un esti
lo formular y repetitivo continuo y uniforme a lo largo de la obra, y unos carac
teres que lo aproximan al relato oral de origen folclórico, muy marcados, y que
explicarían caracteres como la falta de motivación de la intriga y el “estilo
y... y... y”, de origen oral, rasgos éstos comparables a los de los cuentos popu
lares. Pues sus editores sí han observado la proximidad a este tipo de relato,
como se advierte, por ejemplo, ya en su fórmula inicial:
Había en Éfeso un hombre, de los más ricos del lugar, de nombre Lico-
medes.
lar dentro del género, aunque no tengamos más noticias sobre él. No podemos
asegurar que fuera conocido en Bizancio, pero sí se dice que lo fue por Poli-
ziano en 1489 - y quizá por Shakespeare a partir de él- y por Esteban de Bizan
cio en 1561, quien discute su novela junto con la de Caritón.
91
4.5.2. Resumen de la obra
92
se con el irenarca, pero consigue escapar de la boda gracias a una pócima que
le proporciona un médico y le da la apariencia de estar muerta. Enterrada en
una tumba, ella despierta, y se lamenta al verse viva, pero es raptada rápida
mente por unos bandidos y llevada a Alejandría donde es vendida a unos mer
caderes. El relato vuelve a Abrócomes, que se entera de lo ocurrido por medio
de una anciana que está con los bandidos, y, sin poder aguantar más, se embar
ca en secreto rumbo a Alejandría. Precisamente allí está Antia, que es vendida
a un rey de la India, quien, aunque intenta violentarla, la respeta tras inventar
ella una historia. Abrócomes, por su parte, llega, por un error de su nave, a otra
parte de Egipto, donde los pastores de la zona lo atrapan y lo venden a un ancia
no soldado que lo trata como a un hijo. Pero su esposa, mujer repugnante y
desvergonzada, se enamora del joven y le propone matar a su marido y casar
se con ella. Cede él al principio, pero, cuando ella ha consumado el crimen, se
niega a unirse a ella y la abandona, por lo cual ella lo acusa falsamente y es lle
vado a presencia del gobernador de Egipto, a Alejandría. Así termina este libro.
94
cen mutuamente. También Hipótoo decide regresar a Efeso con Antia y pasar
por Rodas, en donde se celebra la gran fiesta de Helio. En su templo ofrece
Antia una ofrenda de sus cabellos con una inscripción que será vista por sus
criados. Cuando Antia vuelve al templo, se encuentra con ellos a su vez. Los
rodios cuentan lo sucedido a Abrócomes, que corre al encuentro de Antia,
momento que se produce junto al templo de Isis. Se reconocen y luego se
encuentran también con Hipótoo. Tras una escena de amor en donde ambos
se juran haberse sido fieles mutuamente, embarcan todos rumbo a Efeso, don
de en el templo de Artemis dedican una inscripción con todas sus peripecias.
Y en Efeso vivieron en el futuro todos juntos.
Como se ve, sólo le falta al autor decir “y colorín colorâdo este cuento se ha
acabado”, o “y vivieron felices y comieron perdices”, pues dice exactamente
que los héroes “vivieron entre fiestas”. El final no puede ser más redondo. El
resumen que hemos hecho resulta extenso por la cantidad de secuencias narra
tivas que contiene esta novela, nada menos que dieciséis, más que cualquier
otra del género, incluido Heliodoro, y ello contrasta con su brevedad. Pero ésta
es una de sus características compositivas: la rápida sucesión de secuencias epi
sódicas protagonizadas por sendos héroes, que se suceden sin motivaciones
explícitas normalmente, lo que junto con las lagunas de información caracte
riza al cuento popular. Como en éste, hallamos aquí los típicos agresores feme
ninos. El material se sucede vertiginosamente yuxtaponiéndose sin más. Esa
falta de verosimilitud contrasta con la novela de Caritón, de la que toma nume
rosos préstamos. Hipótoo es el auxiliar de la secuencia nuclear que engloba a
todas las demás, en donde se produce la venta de Antia por orden de Manto,
lo que provoca la separación de la pareja y la búsqueda consiguiente por par
te de Abrócomes. Su función de bandido que viaja continuamente lo convier
te en personaje idóneo para actuar como intermediario entre los héroes.
96
pecho o el amor furibundo. La mutua fidelidad de los héroes es causa ciega y
mecánica de su actuación.
Por el tipo de composición de la novela no es de extrañar que se hayan
contado 4 4 personajes, que, aunque aparezcan efímeramente, suelen recibir
nombre hasta un total de 33. Ello puede deberse a afán de realismo. Los nom
bres de los personajes suelen ser parlantes y podrían agruparse en tres cate
gorías: nombres adaptados a la función del personaje en la intriga (Hipótoo:
“Caballo veloz”), a su oficio (los nombres de los piratas tienen que ver con el
mar, el pescador que acoge al héroe se llama Egialeo, “Playero”) o a sus cua
lidades físicas (Antia: “Florida”). Este procedimiento, que tiene su origen en
el folclore, es típico de los mitos griegos y cuenta con una larga tradición lite
raria en Grecia.
Al igual que en Caritón, dominan en Jenofonte la repetición y sus tipos: mis
mos episodios, mismo carácter formular de su vocabulario en las dos líneas
narrativas.
Observamos también ejemplos de recapitulación, paralelismo y alternancia.
Paralelas son las plegarias de sendos héroes en IV 2,4-5 y IV 3,3-4, sus monó
logos en V 10,4; 11,6 y V 11,4; paralelos sus escenas de reconocimiento y los
países que ambos visitan.
La gradación rompe la monotonía del paralelismo para crear situaciones de
paroxismo, como las escenas de requerimiento amoroso a los héroes (1 15,2;
II 3,3; 5,1; III 2,3; IV 5,5). En relación con esta técnica está el suspense con
que se narran los episodios de peligro-auxilio, procedimiento ya recomendado
por Aristóteles en su Retórica 1371b para crear admiración.
Muy utilizado es el contraste de escenas, como se advierte en los monólo
gos o cuando se contraponen alegría y llanto (1 10,2; II 7,1-2; III 6, 1-2, etc.).
La estructura es climática, alcanzando su punto culminante en Rodas, con
un final feliz muy marcado, como hemos dicho, y circular.
La separación de los héroes ocupa un 62% del tiempo narrativo total. El
tempo narrativo es muy rápido, siendo más lento el libro I, como en Caritón.
No sabemos cuánto dura la acción.
Domina la narración en estilo indirecto: sólo un 29% de ella se narra en esti
lo directo. Es curioso que el libro que se ha dicho más epitomado, el III, sea el
que mayor porcentaje presente de estilo directo (42%).
La novela de amor
La omnisciencia del autor es total aquí. Como en el caso de Caritón, esta narra
ción primaria se traduce en la técnica de la anticipación, muy frecuente, por medio
de sueños u oráculos. La misma técnica aparece en las dos autobiografías que con
tiene la novela (III 2,4; V 1,6). No obstante, el recurso es menos frecuente que en
97
Caritón, así como la intromisión del autor en la intriga. Aunque domina su pers
pectiva, el autor no suele enjuiciar lo que describe. Esta aparente indiferencia moral
lleva aparejada una fuerte carga de “mensaje”, como veremos.
Como hemos dicho, la otra cara del folclore está representada por la retórica.
Así, son fuentes de material folclórico los manuales mitográficos, que sabemos
que ha manejado porque gran parte de los nombres propios de la novela apa
recen en ellos, la tragedia de Eurípides, la comedia nueva, ylas declamaciones
retóricas, que contienen también material popular: en ellas vemos cómo la hija
del jefe de los piratas se enamora de un cautivo, que aparece en Séneca y PSeu-
do-Quintiliano; y lo mismo podríamos decir de los motivos del sacrificio de
una doncella y de la joven casta en un burdel. Aunque, naturalmente, no pue
de ser descartado el contacto directo con la tradición oral, que sabemos que
sigue viva en el imperio por las tradiciones locales que conservan las ciudades,
algunas de las cuales, de carácter amoroso, incluso, aparecen en las monedas
o en otras formas de iconografía, como es el caso de Cupido y Psique, tan repre
sentado en la época, o de Píramo y Tisbe. La primera secuencia de la novela
procede de la elegía alejandrina de amor.
El episodio del oráculo une la novela a los mitos de viajes purificatorios o
expiatorios, como los de Orestes, Hércules, Perseo o lo, en los que, al final, el
héroe es recompensado, como ocurre también aquí. Caritón había dado una
interpretación similar a las andanzas de Quéreas en VIII 1,3. Los “sufrimien
tos” y “trabajos” a los que alude el verso tercero del oráculo son una reminis
cencia de la Odisea, y todo él, en realidad, recuerda a Od. XI 291.97.
Muy del gusto del autor es el patetismo, y a él responden escenas invero
símiles, como la muerte del pedagogo del héroe entre las olas (1 14, 4-6), o el
planto del irenarca ante la supuesta muerte de Antia en III 7, imitadas de Cari
tón. En estas escenas se busca la visualization de lo narrado, la enárgeia, que
se expresa con frases como “el espectáculo era lamentable, digno de compa
sión”, y que consigue cierto efectismo dramático.
Ya nos hemos referido al carácter paralelo y mecánico que poseen los fre
cuentes monólogos en boca de los héroes. Después de Caritón, Jenofonte es
La novela griega
98
Su cámara nupcial era muy elaborada: un lecho de oro estaba cubier
to con cobertores de púrpura y sobre el lecho se hallaba bordado un dosel
de Babilonia: amores jugando, unos atendiendo a Afrodita (había también
una imagen de Afrodita), otros cabalgando sobre gorriones nabateos, otros
trenzando coronas, otros llevando flores; esto en una parte del dosel; en la
otra se hallaba Ares, no armado, sino adornado como para ir al encuentro
de su amada Afrodita, ceñido de una corona, portanto una clámide; Eros
le mostraba el camino, portando una lámpara encendida. Bajo ese dosel
reclinaron a Antia, a la que habían llevado hasta Abrócomes, y cerraron las
puertas.
Hemos intentado reproducir aquí el estilo gorgiano del texto: frases bre
ves, como pequeños versos, con repeticiones léxicas, homeoteleutos o rimas,
paranomasias, paralelismo sintáctico, expresados mediante participios que
hemos traducido por gerundios. El elemento exótico está presente en las telas
babilonias y en los gorriones nabateos, o sea, árabes, que están documentados
en otros textos.
Como se ve, recuerda a otros pasajes de Caritón (VIII 1,14). Sabemos que
en los dormitorios había pinturas eróticas similares a la que aquí se describe.
Veamos la descripción de Antia en la procesión de Artemis inicial (12,5-6):
Además del estilo gorgiano que ya veíamos en Caritón, lo que caracteriza a Jeno
fonte es la imitación del estilo arcaico, es decir, de Heródoto y la logografía
jonia, que se caracteriza por el uso y abuso de las repeticiones léxicas, aquí de
carácter formular, de sinonimias, de figuras etimológicas, de la llamada léxis
eiroméne o “estilo engarzado” o “encadenado” mediante el uso de un pronombre
o un participio.
Junto a dicho estilo arcaico es Jenofonte el ateniense, modelo también de
estilo aphelés o sencillo en el siglo II d. C. Es un estilo monótono en conjunto
que imita conscientemente al estilo oral, adaptándolo a su material folclórico.
Y lo mismo se observa en las dos autobiografías. A ello contribuye también el
“estilo kaí" o “estiloy”, que hemos citado antes, y cuya proporción es unifor
me a lo largo de los cinco libros, lo que dificulta la teoría del epítome. Otro
tanto podríamos decir del uso de las cláusulas métricas o de la evitación del
hiato que se han observado en la novela: su reparto es regular, y si Jenofonte
evita menos el hiato que otros novelistas, se debe a afán de arcaísmo, pues la
prosa jonia tampoco lo evitaba.
Finalmente digamos que, al igual que en Caritón, se observan dentro de
su lengua usos léxicos de carácter aticista, lo que está de acuerdo con la Segun
da Sofística, de la que Jenofonte es un ejemplo más.
El nombre de Longo es latino y conocemos por las inscripciones una familia aris
tocrática que lo lleva en Mitilene, la ciudad en cuyos aledaños transcurre la acción
de la novela. Se ha relacionado a esa nobleza con el culto a Dioniso. Por tanto, es
posible pensar en una relación de nuestro autor con esa familia, pero ningún otro
dato concreto puede ser asegurado, ni siquiera que fuera de Lesbos, pues las noti
cias que da sobre la isla han sido objeto de controversia con respecto a su exacti
tud. En efecto, describe a Mitilene como “casi una isla cortada en canales bajo los
cuales circula el mar”, canales no mencionados por ningún otro autor antiguo,
por lo que ha surgido la cuestión de si describe una isla dentro de otra isla, como
la actual Ortigia en Siracusa, más que una ciudad al estilo de Venecia. Y lo mismo
podría decirse de las distancias entre ciudades que cita, que no parece ajustarse a
la realidad, así como otras noticias que mencionaremos más adelante que parecen
conducir a la opinión de que es un extranjero de visita en la isla.
La cronología más probable en la novela la constituye la segunda mitad del
siglo II d. C., bajo Marco Aurelio (161-180 d. C.) o Cómodo (180-192 d. C.),
y su prioridad o no respecto a Aquiles Tacio es discutible, pues ambas novelas
tienen puntos de contenido comunes, como veremos en el capítulo siguiente.
Desgraciadamente ningún papiro nos ha transmitido la obra, aunque pare
ce que fue objeto de imitación de sofistas como Alcifrón, y que tendría mucho
éxito en siglos posteriores.
El título de la obra, según los dos manuscritos que nos la transmiten (s.
XLU y s. xv/xvi, respectivamente) es Relatos pastoriles de Dafnis y Cloe, a lo que el
manuscrito más antiguo añade “cuatro libros de Relatos amorosos lesbios”. Es
el mismo sufijo que indicaba “relatos o historias locales” en otras novelas el
que encontramos en estos títulos.
por Cloe gracias a una siringa que hace naufragar el barco pirata al precipitar
se al mar las vacas que se habían llevado. Se salva Dafnis. Ambos jóvenes reco
gen sus ganados, mientras Dafnis sigue inflamado de amor; así acaba este pri
mer libro.
104
El libro II se inicia con la descripción de las fiestas de la vendimia. Prosi
gue luego el “juego pastoril” de los jóvenes, hasta que un día se les presenta
un anciano, Filetas, que les informa de su identidad y de que ha visto en su
huerto un niño que entre risas le informa de quién es y de que es pastor de
Dafnis y Cloe. Así es que se trata de Amor quien se ocupa de ellos. Sigue expli
cando Filetas quién es Amor y sus poderes, y les informa de que el único reme
dio de Amor es besarse, abrazarse y acostarse juntos desnudos. Se enteran así
de que eso mismo es lo que les ocurre a ellos, y se procuran los dos remedios
citados, pero al tercero no se atreven por más que practican los otros dos con
tinuamente. Entretanto, las cabras de Dafnis muerden las amarras de mimbre
de la nave de unos jóvenes de Metimna que pasaban por ahí, y la nave se pre
cipita a alta mar por el fuerte soplo del viento. Culpan a Dafnis, y se entabla
un pleito en el que Filetas hace de juez, que declara inocente a Dafnis, lo que
no convence a los de Metimna quienes llegan a Metimna y fijen que han sido
ultrajados y deben ser vengados, por lo que deciden embarcar y hacer la gue
rra a los campesinos de Mitilene. Se llevan, entonces, a Cloe, de lo cual ente
rado Dafnis hace reproches a las Ninfas por no haberlo evitado. Llorando se
duerme Dafnis, y tiene un sueño en el que las Ninfas le prometen su ayuda. Y,
así, por medio de ellas, Pan obra portentos y libera a Cloe. Celebran entonces
los jóvenes una fiesta de acción de gracias a Pan, con música, danza y relatos.
Termina el libro con el juramento de amor eterno de los jóvenes.
Un breve episodio bélico repentino por parte de las gentes de Mitilene con
tra las de Metimna inicia el libro III. Terminado aquél con una tregua, llega el
invierno, que obstaculiza que Dafnis y Cloe se sigan viendo, lo que finalmen
te consigue Dafnis con un pretexto. Vuelve la primavera y vuelven los jóvenes
a sus tareas pastoriles y a sus juegos eróticos, sin conseguir dar con el acto
sexual. Pero he aquí que una joven vecina, a la que le gustaba él y veía cómo
sufrían los pastorcillos, se le ocurre una treta para conseguir acostarse con Dafnis
y enseñarle lo que debe hacer con Cloe. Y así lo hace: Dafnis aprende su lec
ción de amor pero también que Cloe sangrará la primera vez, y eso le retiene.
Entretanto, los padres de Cloe piensan en casarla, por lo que Dafnis llora por
no tener suficiente dinero; de nuevo en sueños se le aparecen las Ninfas y le
indican dónde hay un tesoro que, obtenido por Dafnis, es presentado a su futu
ro suegro. Este, complacido, se lo comunica al padre de Dafnis, quien decide
aplazar la boda hasta que llegue el señor de los campos en otoño, comunicán
dole que Dafnis es más de lo que parece. Así lo hacen, y piensa Driante lo mis
mo que su vecino. Enterados los jóvenes, se ponen muy contentos y siguen
sus tareas, con lo que acaba el libro III.
Las noticias que da la obra sobre las tareas agrícolas han sido contesta
das, pero se ha observado que son precisos sus conocimientos en ornitolo
gía y plantas, y que, por tanto, conoce el mundo natural, aunque sus datos
no corresponden a Lesbos sino al Mediterráneo más oriental. También es
curioso que el autor se presente como cazador cuando comete errores en la
descripción de las trampas.
Figura 4.5. Escena pastoril procedente
de la Villa Adriana.
107
helenístico tradicional. Sabemos que existía un culto real a Amor (Eros) en
varias localidades griegas. Junto a él son fundamentales las tres Ninfas, repre
sentadas así en la iconografía desde época antigua, y Pan, el dios de los pasto
res, que está aquí al servicio de aquellas, y uno y otras al de Amor, sobre el que
volveremos luego. Eros, las Ninfas, Pan, parecen algo más que meros expe
dientes retóricos para hacer avanzar la acción; la fe de los protagonistas es autén
tica y el autor parece presentarlos así con algún propósito.
Es evidente que en el contraste campo/ciudad es aquél el que sale ganan
do, como dice explícitamente el autor en IV 37,1: Dafnis y Cloe no soporta
ban vivir en la ciudad, y deciden volver al campo para casarse y en él continuar
viviendo. Incluso a sus hijos les ponen nombres pastoriles “Amante de los pas
tores” y “Rebaño”. Y no hallan alimento más agradable que la fruta y la leche
(IV 39,1). Esa mención de la alimentación primitiva, vegetariana, o ese espíri
tu ecologista, es otro elemento que suele ir asociado a la utopía, y que aún
siguen defendiendo algunas escuelas filosóficas en el Imperio, en concreto pita
góricos y algunos estoicos y cínicos, que la asocian a la sophrosynë y a la vida
sencilla y natural frente al lujo y la opulencia que critican, sin que ello quiera
decir que nuestro autor pertenezca a una escuela determinada. Se han obser
vado rasgos de este pensamiento ya en el Euboico de Dión de Prusa, de comien
zos del siglo il d. C.
Pero la oposición campo/ciudad no es siempre tan simple, sino que se ha
dicho que son complementarios, y que, eso sí, la visión del campo está ideali
zada, como suele hacer un habitante de la ciudad. Toda la obra es un compro
miso entre naturaleza y arte, a todos los niveles, de ahí su ambigüedad y su
riqueza de matices, que hacen difícil la interpretación. Y lo mismo podríamos
decir de la mezcla de religiosidad y retórica, ironía e inocencia, mito y realidad,
humor y pedagogía.
En efecto, la obra funciona a varios niveles, con lo que no puede darse una
interpretación unívoca o simple. Antes de hablar de los modelos literarios vea
mos el proemio, que es muy interesante por ser único en su género y porque
en él Longo nos anuncia su propósito. Dice así:
Los mitos que se describen, los de la paloma torcaz (127), la siringa (II34)
y Eco (III 23), refuerzan en contenido y estilo el mito de los propios protago
nistas. Longo nunca utiliza el término diëgëma, “relato”, que hemos visto en
Caritón yjenofonte de Efeso, y akoúsmata en él son siempre “sonidos”, no rela
tos orales. Pero las más destacadas descripciones son las que afectan al descu
brimiento del amor por parte de ambos jóvenes, siempre en paralelismo. Vea
mos cómo se enamora Cloe de Dafriis cuando por primera vez lo ve bañarse:
La única noticia que tenemos sobre Aquiles Tacio nos la proporciona la Suda,
que dice lo siguiente: ‘Aquiles Estacio, de Alejandría, el que escribió la obra
sobre Leucipa y Clitofonte y otros temas amorosos en ocho libros. Fue, al final,
cristiano y obispo. Escribió Sobre la Esfera, Etimologías y una Historia miscelá
nea, que menciona a muchos y grandes hombres admirables. Su estilo es, en
todo, igual a los eróticos”.
En primer lugar, la Suda dice “Estacio”, pero los manuscritos suelen darlo
como “Tacio”, que se ha relacionado con el dios egipcio “Tat”. De las otras tres
obras que cita sólo quedan fragmentos de la primera, que se conservan entre
los comentarios a los Fenómenos de Arato y que no todos los autores aceptan
como pertenecientes a nuestro novelista. Sí suele aceptarse que era de Alejan
dría por la detallada descripción que hace de la ciudad y del Delta del Nilo,
frente a lo poco que dice de Jonia, y como alejandrino aparece en los manus
critos.
Las noticias de su conversión al cristianismo y de que fue obispo resultan
sospechosas, porque lo mismo se dijo de Heliodoro, e incluso, para salvar la
novela de Aquiles Tacio, tachada de inmoral por Focio, un autor cristiano inven
tó una historia sobre Leucipa y Clitofonte, quienes, ya casados, serían los pro
genitores del santo Galactión, consagrado a Cristo al nacer y que, junto a su
compañera Episteme, sufriría martirio. Si en el caso de Heliodoro se puede
entender, por la atmósfera que respira la novela, la asimilación a un cristiano,
en el de Aquiles sería ciertamente curioso.
La alusión final a su estilo resulta ambigua, pues la Suda puede estar com
parando el estilo de su novela con el de los restantes novelistas, pero también
se ha interpretado en el sentido de que su estilo es uniforme en todas sus obras,
lo que resulta difícil de creer, y aún más de probar.
El título parece ser Leucipay Clitofonte, y fue una obra muy del gusto de
su época, pues se conservan siete papiros (más que de ningún otro novelis
ta), de los siglos n y III d. C. casi todos, por lo que la novela debió ser escrita
en el siglo u d. C. Es claramente posterior a Jenofonte, pero no sabemos si a
Longo. Veremos que el comienzo recuerda al proemio de Longo, así como
otros episodios, pero, frente a éste, Aquiles adolece de gran prolijidad des
criptiva en los pasajes comunes, y sus episodios están menos justificados en
la intriga, son más artificiales, aunque no se puede demostrar que imite a Lon
go. También se ha dicho que imitaba a Luciano (ca 125-180 d. C.). Lo cierto
es que lo único que podemos asegurar de su cronología es que pertenece a la
segunda mitad del siglo ti d. C., pudiendo ser contemporáneo de los autores
citados o no estar muy distante en el tiempo. La sublevación de los boukóloi
o pastores bandidos, a la que se alude en IV 13, se ha dicho que correspon
día a una que tuvo lugar en el año 172 d. C., pero, como dichos pastores han
protagonizado revueltas anteriores, esa fecha no es una prueba conclusiva para
fechar la novela.
123
mente cuando se halla admirando esa graphe. La pintura narra, en este caso, la
historia de Europa y se halla en Sidón. Allí ha acudido el autor al templo de
la diosa fenicia Astarté -la Afrodita griega- a dar las gracias por haberse salva
do de una gran tempestad; en el templo ve, entre las ofrendas, este cuadro voti
vo, que describe:
No sólo se conservan más papiros de esta novela que de las restantes, sino tam
bién muchos manuscritos, veintitrés en concreto, lo que es un indicio de la
gran popularidad que obtuvo en el Imperio y en el período bizantino. Así, se
han observado imitaciones por parte de Museo en su Hero y Leandro (s. V d. C.)
y por parte de Nono (s. v d. C.), y gozó de gran prestigio en Bizancio, a pesar
de las críticas de Focio y de Miguel Pselo (s. xi), que lo consideró una mala imi
tación de Heliodoro. Hay que destacarlo mucho que influyó en las novelas que
aparecen en la primera parte del siglo Xll en el Renacimiento que experimenta
la literatura bizantina bajo los Comenos en Constantinopla: concretamente fue
muy imitada por Eustacio Macrembolites en Hismina e Hisminias, evitando sus
obscenidades y “errores” lingüísticos, en una prosa poética que facilitó que los
novelistas posteriores escribieran en verso. Junto con Heliodoro y la mencio
nada obra bizantina, la novela de Aquiles fue modelo de épica en prosa, al nivel
de Homero y Virgilio, en el Renacimiento.
La primera traducción latina, parcial, fue la de Annibale della Croce en
1544, quien, poco después, la tradujo por entero al italiano y al latín, siendo
traducida a otras lenguas durante los siglos xvi y xvii, entre ellas el español en
1617. En 1552 influyó en la Historia de los amores de Clareo y Floriseay de los
trabajos de Ysea, de Alonso Núñez de Reinoso, por medio de un modelo italia
no de 1546 de Lodovico Dolce. La primera edición de la obra se produjo en
1601.
fuerza expresivas también con los más serios contenidos, y no con juegos
y ficciones.
129
de los temas más serios, con lo que evidencia su desprecio del género. Como
se ve, no cita el título de la obra, por lo que se ha pensado que sería bastante
conocida. Más adelante, en el centro de su resumen de la novela, reproduce
un excurso del autor (capítulo 10) acerca de las formas de magia, en la que el
mismo Jámblico está instruido, añadiendo que es babilonio y que ha sido edu
cado en la cultura griega, y aportando unos datos sobre la época en que vivió,
que permiten datar la novela entre 164-180 d. C.
Añadamos que la noticia escrita al margen del manuscrito de Focio antes
mencionado dice que era sirio autóctono, y por tanto conocedor de la lengua
y costumbres sirias, hasta que un tutor babilonio le enseñó todo lo referente a
la lengua, costumbres y relatos de Babilonia, de uno de los cuales procede su
novela. Termina mencionando el buen dominio que adquirió del griego, pues
quería ser un buen orador. Esta última noticia coincide con la anterior de Focio.
Estaríamos, pues, ante una historia local babilonia, lo que cuadra bien con el
ambiente y la intriga de Jámblico.
Finalmente digamos que la Suda lo hace hijo de esclavos, de lo que nada
sabemos, cita el título de la novela, Bábñoníacas, en lo que coincide con otras
historias locales que hemos visto y veremos, y menciona treinta y nueve libros,
lo que parece excesivo, no se asemeja a ninguna de las novelas conocidas, y
está en desacuerdo con el número de libros que cita Focio en su resumen, die
ciséis, y al que parece ajustarse la totalidad de la intriga que él resume.
Por otra parte, las abundantes citas de la Suda indican tanto la populari
dad de la obra, pues a ninguna otra novela cita la enciclopedia como a ésta,
como el interés que tendría su vocabulario. Algunas observaciones haremos
más adelante sobre el estilo de los fragmentos conservados.
Ya nos hemos referido a las abundantes citas de la Suda como testimonios del
interés léxico que presentaba este autor, y podríamos añadir algo más a partir
de los rasgos estilísticos que advertimos en los fragmentos, tres de ellos muy
extensos.
Dos de estos fragmentos han sido atribuidos a Jámblico en los manuscri
tos, y el tercero es suyo con seguridad porque aparecen los nombres de los pro
tagonistas. En el primero se describe la procesión del rey de los babilonios, que
debe ser Garmo. Aunque el tema cuenta con precedentes en Heródoto yjeno-
fonte, tiene claras reminiscencias de la escena de caza que protagoniza el rey
Artajeqes en Caritón, que hemos traducido más arriba: el oro y la púrpura son
aquí fundamentales, y se citan también los caballos de Nisa y los mismos ame-
ses de los caballos. Se observan rasgos de estilo gorgiano, que es asimismo
corroborado por ciertos fragmentos más breves, con sus paralelismos, repeti
ciones de sonidos y frases nominales. Hay que decir que esta extensa proce
sión está narrada en presente. El presente histórico aparece en varios fragmen
tos más breves. Se leen en dicho pasaje ejemplos también de “estilo kaí".
El segundo de los fragmentos extensos ha sido transmitido junto a pasajes
de autores claramente retóricos, y efectivamente es un discurso de acusación de
adulterio que parece corresponder a una historia secundaria. El autor ha teni
do muy presente la oratoria clásica, y lo calificaríamos de aticista. Se observan
igualmente periodos gorgianos.
Finalmente, en el tercer fragmento leemos unas airadas palabras de Sinó-
níde contra Ródanes, y la intervención de su amigo Soreco para calmarla, con
poco éxito. Se advierte aquí también el uso de los presentes, coordinados a
veces con imperfectos, cierto estilo gorgiano y “estilo kaí”. El nivel retórico nos
parece inferior al de los dos anteriores.
En conjunto, Jámblico es otro ejemplo de la aphéleia, o sencillez de estilo,
aticista, evitando asimismo el hiato. Los dos primeros fragmentos citados corro
boran especialmente su fama de retórico.
Figura 4.7. La caza del hipopótamo. Villa del Casale (s. iv d. C.).
inteligente y astuta que el héroe, como en el resto de las novelas, pero Teáge
nes es dotado de nuevas cualidades frente a los demás protagonistas masculi
nos: no es pasivo y lacrimoso, sino que ahora se destacan especialmente sus
caracteres “heroicos”: valentía, decisión, viril apostura y excelencia física, pues,
a veces, parece que estamos viendo correr a un atleta o luchar a un gladiador
(IV 2-4,2; X 28-30,5; 31-32,3).
Calasiris, intermediario entre personajes e intrigas, posee riqueza de mati
ces: serio y profundo a la vez que irónico y ambiguo en su modo de narrar, y
ocultar, la intriga. Mayor realismo se observa en personajes secundarios como
Cnemón, Cíbele o Arsace. Los nombres que reciben suelen ser apropiados a
su origen étnico, aunque algunos son parlantes con respecto a su oficio, como
los piratas Traquino (“Duro, Cruel”) y Peloro (“Enorme, Monstruoso”), o el
médico Acesino (“Curador”), o se han relacionado con los de dioses como Osi
ris, Mitra o Isis, como Calasiris, Petosiris, Mitranes, Sisimitres, o, en el caso del
propio Teágenes, “Nacido de una diosa”.
Focio vio en esta novela sencillez y dulzura de estilo, y admiró su pureza y cla
ridad de dicción, y sus metáforas. Y hay que decir que el estilo de Heliodoro
es, como su composición, muy elaborado y artificial. Evita el hiato y utiliza cláu
sulas métricas, utilizando además muchos poetismos y frecuentes alusiones a
citas homéricas. Su lengua no corresponde a la lengua hablada, sino que es
también aticista y utiliza neologismos. Las rimas y el paralelismo gorgianos se
observan asimismo en él, pero sus períodos no son ahora breves, sino exten
sos y con muchos participios, y no están exentos de un hipérbaton amanera
do. Le agradan los juegos léxicos, el uso de la antítesis, simetrías y efectos para
dójicos. Esos rasgos confieren a su estilo elevación, variedad y solemnidad a la
vez. Se han observado incluso variaciones en el estilo de los cuatro discursos
retóricos que aparecen en la obra. En el lenguaje de Calasiris es donde mayor
número de alusiones literarias aparece. Por tanto, el diálogo con la tradición es
especialmente destacado en Heliodoro. Por todas estas razones, además de por
su intriga, fue muy apreciado en Bizancio.
Aparecen, además, citas suyas en antologas a partir del siglo vil. En el siglo
XI Miguel Pselo lo comparó con Aquiles Tacio, a quien superaba, y lo mismo
pensaba Focio, quien veía la novela de Heliodoro como moralmente superior
a las de Jámblico y Aquiles Tacio.
147
A partir del siglo Xll fue muy imitado por los novelistas bizantinos, Teodo
ro Pródromo, Nicetas Eugeniano, Constantino Manases y Eustacio Macrem-
bolites, citado a propósito de Aquiles Tacio; son éstos autores muy cultos e
intelectuales y amantes de intrigas superalambicadas. En el siglo XII Filipo Filá-
gato y en el siglo xvjuan Eugénico defienden su moralidad, que era discutida,
valiéndose de nuevo de la forma alegórica. El primero ingenia una alegoría neo-
platónica, apoyándose en el simbolismo numérico pitagórico, según el cual la
suma de las cifras del nombre de la protagonista daría el número 777, un núme
ro perfecto pitagórico. El segundo alaba esta novela, además, como fuente de
saber enciclopédico. En total, son una veintena de citas de Heliodoro las que
hallamos en Bizancio.
Su editio princeps es de 1534, pero ya antes era conocida por traducciones.
Así, Poliziano había traducido una parte al latín. Hay que destacar la traduc
ción francesa de Amyot, impresa en 1547, la latina de 1552, y otras posterio
res a distintas lenguas.
Sobre su influjo en España hay que decir que la primera traducción con
servada es de 1554, publicada en Amberes por un autor “secreto”, e influi
da por la francesa, por lo que es despreciada entre otros por Femando de
Mena, aunque también la ha tenido en cuenta en su propia traducción que
realizó en 1587 en Alcalá de Henares, siguiendo el modelo de la latina ante
rior. Alonso López Pinciano la cita a propósito de la épica en su Filosofía anti
gua poética, de 1596, que influyó en Cervantes, el cual no tardaría mucho en
ponerse a componer los Trabajos de Persiles, obra que anuncia en el prólogo
de sus Novelas ejemplares, fechado en 1613, y calificada como “libro que se
atreve a competir con Eliodoro”. Lope de Vega también lo admira y lo cita en
varias obras, e incluso Baltasar Gracián lo menciona como modelo en el pró
logo a su Criticón.
Sus ideales y su trama influyen sobre todo en la novela de caballerías. Los
trabajos de Persiles y Sigismunda, Historia setentrional, obra publicada en 1617,
tras la muerte de su autor, constituyen una prueba, y tuvo, como se sabe, mucho
éxito. Se ha dicho que influyó en la Galatea de 1585. Incluso Calderón de la
Barca la adaptó al teatro en Los hijos de la Fortuna Teágenes y Cariclea, dándole
una interpretación religiosa.
Fuera de España es de destacar que en 1566 Tasso la clasificó, y defendió,
como “poema” heroico en Dell 'arte poetica, si bien Scaligero fue el primero
en recomendar su técnica in medias res como modelo de la épica, aunque no en
La novela griega
148
Capítulo 5 La novela cómico-paródica
149
por sus imitaciones latinas, esta importante tradición parece caracterizarse por
ser un relato en primera persona que enmarca otras narraciones más breves y
cerradas en sí mismas. Contenía relatos jocosos sin duda, pero tal vez también
otros de tono idealista, a juzgar por las historias que leemos en Apuleyo. La
historia del hombre que se convierte en asno, la más conocida, pudo estar
incluida ya en los Relatos milesios. En cualquier caso, pertenece con seguridad
a dicha tradición m iksia, como acredita el propio Apuleyo al comienzo de sus
Metamorfosis, al afirmar que su novela sigue el “estilo milesio” (sermo Miksius).
Sabemos que la popularidad de estos relatos milesios continuaba en el Impe
rio, como acredita la mención de Plutarco en la Vida de Craso 32, 4, en donde
se habla de un oficial romano que llevaba la obra en su macuto, o por otras
citas de autores griegos de época imperial, pero ya las cita el propio Ovidio,
poeta romano anterior en el tiempo, en sus Tristes II 413; 443 ss. Tanto Plu
tarco como Ovidio hablan de su carácter licencioso.
Junto a este tipo de novelas, consideradas generalmente realistas, por opo
sición a la mayoría de las sentimentales, que tienden a ser idealistas, como
hemos visto, existirían otras formas de novelas cómicas, o cómico-paródicas,
quizá más variadas en contenido y forma de lo que podemos imaginar, a juz
gar por lo que leemos en los fragmentos papiráceos, muy difíciles a veces de
interpretar o de calibrar literariamente. Pero no hay que olvidar que el elemen
to realista se combina aquí con el fantástico, como veremos en el Asno. Vamos
a empezar por hacer una mención de los fragmentos más extensos.
Figura 5.1. Mosaico ,erótico. Villa del Casale (s. ivd. C.).
5.2. Fragmentos de las Fenicíacas de Loliano
Nos consta, tanto por los textos como por la iconografía, que la historia de la
transformación o metamorfosis de un hombre en asno, y su posterior vuelta a
su forma humana, tuvo mucho éxito en los comienzos del Imperio, si no antes
ya, como hemos dicho a propósito de los Relatos milesios de Aristides de Mile
to, cuyo título en griego, Milesiaká, se une a la tradición de relatos locales, pero
cuya vinculación a Mileto, por su contenido, o por la patria de origen de su
protagonista-narrador, no puede demostrarse a partir de los escasísimos restos
que quedan, por lo que sólo es conjeturable. Por otra parte, este tipo de meta
morfosis está bien documentado en el folclore de diversas culturas de todo el
mundo, y se ha dicho que el motivo del hombre-asno aparecía también en las
farsas romanas.
Parece típico de estos relatos la narración en primera persona, y así se obser
va en las novelas sobre el asno que se conservan, las Metamorfosis o El asno de
oro de Apuleyo, la más famosa, y dos novelas griegas sobre tal tema, que son
de las que nos vamos a ocupar. La latina sigue, sin duda, modelos griegos, que
pudieron ser estas dos griegas, o incluso otras perdidas, aunque presenta una
importante innovación con respecto a las griegas: la inclusión del último libro,
elXI, dedicado a la iniciación de su protagonista, Lucio, a los misterios de Isis.
Ese final es exclusivo de Apuleyo, a partir de lo que podemos apreciar por todas
las novelas griegas que se conservan. Otra cosa es que existan testimonios del
culto de Isis en distintas novelas griegas, y que se exalte claramente a la diosa
en algunas de ellas: es decir, es un desarrollo latino que parte de las posibili
dades que brindaba el género griego. Veamos ya las dos novelas griegas, que,
según el patriarca Focio, están interrelacionadas.
Esta obra, ya citada por íbcio (s. K d. C.) como escrita por Luciano (s. ii d. C.),
se ha atribuido tradicionalmente a este autor, y junto al resto de sus obras ha
sido siempre editada, pero no todos los críticos aceptan tal paternidad. La len
gua y el espíritu burlón del texto se ajustan bien a Luciano, pero, ¿es posible
pensar que un autor tan original como Luciano hiciera un resumen o una mera
copia de otro autor? ¿Sería Lucio de Patras el imitador? ¿Sería de verdad un epí
tome, o un original el texto que conservamos, sea o no de Luciano? Tales son
las preguntas que se han hecho los estudiosos modernos. Y las respuestas no
son fáciles.
A) El autor y la obra
Desde el siglo XK no faltan teorías que afirmen que esa novela es un resu
La novela cómico-paródica
155
pués dar su auténtico nombre, que, al igual que el de su hermano citado al
final de la obra, Gayo, es romano. La obra satirizaría la creencia en todo tipo
de supersticiones y relatos fantásticos que se daban en la aristocracia romana,
al igual que ocurre con el triunfo de la magia entre las clases altas. El mismo
Luciano lo ejemplifica con obras como el Amante de las mentiras o los propios
Relatos verídicos, que estudiaremos en el capítulo octavo. Recordemos, entre
otras, Sobre maravillas de Flegón de Traies (primera mitad s. il d. C.), o los cua
tro libros de Damascio sobre poemas increíbles, sobre relatos extraordinarios,
sobre almas aparecidas tras su muerte y sobre naturalezas extraordinarias, que
cita Focio en el códice 130, calificándolos a todos ellos de fantasías imposibles
e increíbles, compuestas en época cristiana. En otras ocasiones nos hemos refe
rido, y seguiremos haciéndolo,, al éxito que tenía la literatura paradoxográfica
a lo largo de todo el Imperio.
Precisamente por ese gusto literario no es imposible pensar en un autor
distinto a Luciano, y aceptar la autoría de Luciano es aceptar que Focio se equi
vocó en todo lo que dijo. Algún estudioso ha añadido que Luciano sería el autor
de las dos obras (!). El carácter de epítome del texto aún suele mantenerse, y
se aduce como explicación de algunas de sus posibles “lagunas”, al menos si
comparamos esos episodios con otros similares de Apuleyo. Pero un fragmen
to de pergamino, correspondiente al parecer al capítulo 47, se parece dema
siado al manuscrito que conservamos, lo que nos llevaría a concluir que el epí
tome sería una copia servil de dicho manuscrito.
Completamente distinta es otra teoría posterior que ha desvinculado a
Luciano de la historia del Asno: partiendo de un serio estudio retórico y esti
lístico se ha lanzado la hipótesis de que la obra había sido escrita por dos
posibles sofistas de la época de Hadriano, Flavio Fénix o bien Flavio Fílax de
Hípata. Hay que decir que el carácter absolutamente retórico del texto es evi
dente, y dicho estudio lo demuestra muy bien, pero esos dos nombres no
pasan de ser meras hipótesis. La obra parece parodiar episodios de las nove
las de Caritón yjenofonte, por lo que difícilmente puede ser anterior a la
mitad del siglo il d. C.
Un dato interesante es que el nombre de Hiparco aparece en inscripcio
nes de Hípata anteriores a la época imperial, así como el de varias mujeres aris
tócratas llamadas “Habroia” (con aspiración en las inscripciones, no en los tex
tos literarios), como la supuesta amiga de la madre de Lucio citada en la novela.
En concreto aparece el nombre de “Flavia Habroia” varias veces en época impe
rial. Por otra parte, el nombre del sofista Decriano (de Patras, amigo de Lucio
en la obra, cap. 2), es mencionado en las inscripciones de Ática, Asia Menor y
en Egipto (s. ii-in a. C.), donde se cita a un poeta épico y lírico llamado Marco
Decrio Decriano.
Figura 5.2. Pintura erótica. Museo arqueológico de Ñapóles (s. i d. C.).
B) Resumen de ¡a obra
Lucio nos cuenta en primera persona que se d irija una vez a Tesalia, en
concreto a Hípata, para hospedarse en casa de un tal Hiparco, para el que traía
una carta de presentación de parte de Decriano, sofista de Patras y amigo del
protagonista. Éste cuenta a Hiparco que se dirige a Larisa, pero, en realidad le
dice al lector, que lo que quería era quedarse allí “para encontrar a alguna de
las mujeres que saben de magia y contemplar algo prodigioso, sea un hombre
volando, sea convirtiéndose en piedra”. Se encuentra luego con una rica mujer,
Abrea, quien le cuenta que es amiga de su madre, y enterada de dónde se hos
pedaba le previene contra la esposa de Hiparco, que es maga hábil y lujuriosa,
ávida de jóvenes, a los que transforma en animales o aniquila si no le hacen
caso. Enterado de ello Lucio, se pone muy contento y conquista a la criadita
Palestra para que le ayude, y tras una larga y detallada escena sexual, que se
repite varias noches, Lucio consigue ver a la maga transformarse en pájaro y
salir volando por la ventana. Convence, entonces, a Palestra para que le haga
La novela cómico-paródica
157
Tras recibir unos cuantos palos, Lucio llega con los bandidos a casa de una
vieja que les prepara la comida. Al día siguiente traen una joven muy hermo
sa, que no hace más que llorar; los bandidos salen para matar y desvalijar a un
rico extranjero que iba a pasar por allí, y tras cargar con sus riquezas, el asno,
herido y entre amenazas de muerte, regresa al hospedaje con los bandidos.
Pero, previniendo el peligro que le esperaba, decide huir aprovechando la luz
de la luna, y la joven escapa sobre sus lomos. Pero pronto son capturados por
los bandidos, que deliberan una muerte terrible para ambos: matarían al asno
y la encerrarían a ella viva en sus entrañas hasta que muriera. De pronto, un
grupo de soldados, con los que iba el prometido de la joven, los apresa. Sigue
la boda de los jóvenes, y está gozoso Lucio, que por fin se siente tranquilo, pero
lo trasladan de nuevo al campo, donde la mujer del molinero lo deja exhausto
a fuerza de trabajo. Tras sufrir varios tormentos físicos, el pobre asno es falsa
mente acusado de embestir sexualmente a mujeres yjóvenes hermosos, con lo
que el amo decide matarlo. Pero un labrador aconseja mejor su castración, de
la que se salva al llegar la noticia de la muerte fortuita de los jóvenes recién casa
dos, lo que hace escapar a los esclavos, y llevarse al asno.
Por tanto, a una parte inicial fantástica, siguen unos episodios realistas en
cuanto a su contenido, que componen un interesante mosaico social de la épo
ca, como en las Efesíacas. Hasta la diosa Siria ayuda al pobre Ludo en un momen
to determinado (cap. 38). La presencia de la magia corresponde a las creencias
contemporáneas, como vemos en la novela latina, y en algunas griegas también
(Babiloníacas, escenas de Efesíacas, Etiópicas, Vida de Alejandro y vanos fragmentos
papiráceos).
159
Común con los fragmentos estudiados un poco más arriba y con la Vida
de Esopo es la importancia de las escenas eróticas.
Como principales técnicas narrativas podemos enumerar la repetición, que
da unidad a la acción pues afecta a episodios, motivos temáticos y expresiones
lingüísticas. Ello da lugar incluso a una monotonía lexicológica de la que habla
remos más adelante. Digna de destacar es también la antítesis o contraste entre
la tristeza y el temor de Lucio y la alegría de sus amos ante las maldades que
traman (cap. 25; 33; 51); o la maldad de los bandidos y la bondad de la don
cella raptada (cap. 22-27).
La estructura de la novela es cerrada y circular: comienza con una partida y
finaliza con un regreso a la patria. Además hay escenas iniciales que parecen
corresponderse con otras finales, como se advierte, por ejemplo, en los dos per
sonajes que acogen a Lucio como amigos, Hiparco en Hípata (cap. 2) y el gober
nador de Tesalónica (cap. 55), o en las escenas sexuales de Lucio con Palestra
(cap. 8-10) y con la extranjera que se enamora del asno (cap. 56), aunque su
negativa final sea un contraste, si no un anticlimax.
El autor, por tanto, es omnisciente, pero es de destacar su habilidad en la
presentación de escenas con cierto suspense, como los continuos episodios de
peligro de muerte de los que se salva en el último instante, técnica ya muy reco
mendada por Aristóteles en la Retórica 137 1 b l0 ss., como hemos indicado más
arriba. Veamos cómo se planea la muerte del pobre asno junto con la doncella
raptada por los bandidos y cómo se salva contra toda esperanza:
E) Lengua y estilo
163
Capítulo 6 La novela epistolar
lesca que gozaron también de gran éxito en la Antigüedad a juzgar por los tex
tos que nos quedan, sea por su número, sea por las noticias que se nos han
transmitido acerca de esas ficciones. Además, dichos textos testimonian la exis
tencia de otros tipos de novela aparentemente más “moderna”, como la novela
epistolar, que es una forma de autobiografía, y que no nace en el siglo xvill con
Las relaciones peligrosas, sino en la antigua Grecia. Y lo mismo podríamos decir
de la novela utópica, que abrirá el camino a la cienciaficción moderna, y que estu
diaremos más adelante, o de la biografía novelesca o novela de corte biográfico,
que cuenta con ejemplares que gozaron de enorme popularidad. A cada tipo de
expresión novelesca dedicaremos un capítulo independiente, aunque, como se
verá, pueden detectarse en ocasiones puntos de contacto entre sí, y se diferen
cian de las estudiadas en capítulos anteriores tanto por su estructura, como por
su intención y su estilo, si bien a este respecto se observan puntos comunes
entre sí y posibles influjos de unos tipos sobre otros.
Las cartas fingidas fueron muy del gusto de los antiguos, y como género lite
rario, muy practicado. Ovidio en su Arte de amar III346 dice ser el inventor del
género con sus Heroidas (entre finales del s. i a. C. y principios del s. i d. O ,
en donde se nos presentan cartas escritas en verso por personajes del mito ena
morados, a veces con la respuesta correspondiente del amado o de la amada.
Sin duda su obra fue modelo de autores posteriores, y así se puede ver una car
ta de Ulises a Calipso en los Relatos Verídicos de Luciano en el siglo II d. C.
La inserción de cartas ficticias en la literatura griega es tan antigua como la
Iliada (s. vin a. C.), en donde se cita una especie de carta de Preto contra Bele-
rofonte (V I168). Siguen presentando cartas en sus obras historiadores como
Heródoto y Tücídides o trágicos como Eurípides, todos ellos del siglo V a. C.
Esta tradición de cartas intercaladas llegará hasta la novela de amor, y así lo
vemos en Jenofonte de Éfeso o en Jámblico, y con una función estructural más
importante en las obras de Caritón, Aquiles Tacio y Heliodoro. Antonio Dió
genes utilizará el procedimiento de la carta para enmarcar su novela, como vere
mos más adelante.
No sabemos cuándo nace la carta como género literario autónomo, pero,
sin duda, la retórica fue fundamental para su surgimiento, y hay que recordar
que ya en el siglo V a. C. se dice que se escribieron cartas, y las utilizaron tam
bién oradores como Isócrates o Demóstenes. La colección de cartas más anti
gua de las editadas es la de Aristóteles, y se atribuye al peripatético Artemón,
según el retórico Demetrio, del que hablaremos más adelante. Luciano atribu
ye la invención de la carta imaginaria en prosa al sofista Lesbonacte (s. π d. C.).
Los papiros no literarios nos han transmitido muchas cartas privadas desde el
siglo ill a. C., y la coincidencia de sus fórmulas ha hecho pensar en que remon
taban a un modelo retórico. Lo cierto es que vemos ya gran proliferación de
cartas de cuño literario en el siglo i a. C., como las muchas que escribió Cice
rón (106-43 a. C.) sobre temas heterogéneos, financieros, políticos o literarios.
Y antes que él Epicuro (s. ni a. C.) había escrito un tratado filosófico en forma
de carta. Por tanto, el género se practicó mucho ya en época helenística, y con
distintas modalidades. A esta época pudieron pertenecer las Cartas de Anacar-
sis, tal vez la colección de cartas ficticias más antiguas, que volveremos a men
cionar más adelante, y que son citadas por Cicerón.
La primera referencia a la carta en un tratado de retórica corresponde a la
obra Sobre el estilo de Demetrio, autor cuya cronología se discute, oscilando ésta
entre el siglo i antes o después de Cristo, pero que puede recoger doctrina de
época helenística. La carta, dice, es el retrato del alma, y es rica en la descrip
ción de caracteres (cap. 227); es como una de las dos partes del diálogo, pero
debe ser más elaborada que él (cap. 223), añadiendo a continuación prescrip
ciones sobre cómo debe ser el estilo de las cartas y qué temas deben ser dese
chados por impropios (cap. 228-239). Es curioso que Demetrio cita varias veces
las cartas de Aristóteles, elogiándolo como epistológrafo, e igualmente men-
dona que muchas de las cartas que escribió Platón y la carta de Tucídides no
se ajustan a lo que debe ser una misiva (cap. 228). Es digno de mención tam
bién que en el capítulo 237 recoge una cita anónima sobre el tirano Fálaris, del
que se conserva una colección de cartas. Otros retóricos de los primeros siglos
del Imperio, como Pseudo-Demetrio, o de siglos posteriores, como Pseudo-
Libanio (s. IV d. C. o posterior) escribieron sendas colecciones de cartas (vein
tiuna y cuarenta y una, respectivamente) que ejemplificaban sus diversos tipos:
de recomendación, de amistad, de censura, laudatorias, consolatorias e inclu
so de amor. Los modelos de cartas estaban, por tanto, tipificados en la escue
la de retórica.
Luciano y la Comedia Nueva fueron las principales fuentes de las colec
ciones de cartas, ya completamente ficticias y literarias, de consumados sofis
tas como Alcifrón, Eliano y Filóstrato, todos ellos a caballo entre los siglos li y
in d. C.: cartas de campesinos, de pescadores, de parásitos y de cortesanas,
escritas por Alcifrón en cuatro libros; veinte cartas rústicas escritas por Eliano;
y setenta y tres cartas de amor a cargo de Filóstrato, aunque el tema erótico
aparece también en las dos colecciones antes citadas. Esta tradición llegará a
autores posteriores, como Aristéneto, que escribió una colección de cartas de
amor en el siglo V d. C. El género epistolar fue muy cultivado también entre
los autores cristianos, como es sabido.
Existe una serie de colecciones de cartas fingidas, de autores desconoci
dos, supuestamente escritas por personajes célebres, políticos o filósofos sobre
todo, pertenecientes, en general, a la época clásica, a la que recrean con fre
cuentes anacronismos. Ese intento de creación de una atmósfera histórica es
un rasgo que comparten con las cartas de los tres sofistas antes citados y con
las primeras novelas de amor, y que remonta a la escuela de retórica, pues apa
rece también en las declamaciones escolares. Dichas colecciones pueden arran
car de cartas reales, perdidas, a las que han suplantado, siendo en su totalidad
falsas, con alguna posible excepción en el ciclo de cartas atribuidas a Platón,
entre las que se discute la posibilidad de que alguna de ellas sea auténtica. Se
escribieron sobre todo en los siglos i y n d. C.
Algunas ofrecen una estructura narrativa con una intriga más o menos desa
rrollada, hasta el punto de que hay autores que las han considerado como colec
ciones de novelas en forma epistolar, mientras que otros sólo conceden esta
cualidad a unas pocas colecciones, considerando que se trata más bien de un
drama o de una “ficción filosófica” lo que leemos en las cartas. Algunas son
obra de más de un autor, pudiendo remontar a un núcleo luego engrosado. La
polifonía de voces se advierte en la colección de cartas atribuidas a Sócrates y
sus discípulos, en cambio otras colecciones reflejan una sola voz narrativa, como
las de Temístocles.
Las cartas utilizan una serie de procedimientos para dar verosimilitud a
lo que se cuenta, llegando algunas a recrearse en el detalle por afán de rea
lismo. Con frecuencia se hace referencia al hecho material del envío de la car
ta, de su escritura o de su lectura, para indicar que se trata de cartas reales.
Se recurre a la caracterización psicológica del narrador, y están escritas pen
sando en la posteridad del contexto en que se enmarca el lector, es decir,
desde la época imperial, de tal forma que existen a veces tensiones entre lo
que el oyente “interno” sabe y lo que se supone que debe saber el “exter
no”, el lector tardío. Asimismo se utilizan técnicas de anticipación o de retar
dación de la intriga, como en las novelas de amor, y repetición de los hechos,
con posibles contradicciones. En ellas aparecen también ejercicios retóricos
como las descripciones y, sobre todo, la etopeya o retrato moral del perso
naje. Por otro lado, la utilización de la carta como “estrategia de autentici
dad” es recurso que vemos en la novela de Antonio Diógenes, por ejemplo,
y se observa también en otros textos antiguos, griegos y latinos. Recuérde
se, además, que la carta, al estar escrita en primera persona, es una forma
de autobiografía, por lo que ofrece semejanzas temáticas y compositivas con
el género biográfico.
Los personajes de estas cartas suelen ser filósofos, sabios, políticos y tira
nos. Se refleja en ellas su vida interior, a veces su evolución espiritual, atribu
yendo con frecuencia el autor sus propias ideas al protagonista. Suelen estar
ordenadas cronológicamente, pero no siempre, con planos temporales que se
superponen; suelen presentar la oposición entre el protagonista y el poder, sea
éste un rey o un tirano, sea el pueblo de Atenas, y van acompañadas de refle
xiones políticas o morales. El tiranicidio y el exilio son igualmente temas recu
rrentes. Al final de la colección o de una secuencia de cartas suelen reunirse
los motivos principales de la misma en una carta más larga. Con algunas excep
ciones, se han observado también estructuras organizadas en bloques, con
simetrías entre ellos, si bien un intento de establecer cierta tipología general de
estas colecciones ha sido contestado. Es éste un tema que merece mayor estu
dio, al igual que aspectos tan importantes como la intención de los autores o
el público al que van destinadas.
1. Diógenes Laercio III 62 cita unas Cartas de Platón que fueron editadas
por Aristófanes de Bizancio (ca. 200 a. C.) que pudieron haber existi
do en el siglo III a. C. Son trece en total, y se ha pensado que alguna de
ellas pudiera ser auténtica, aunque no existe unanimidad de opiniones
al respecto. En ellas el filósofo habla de su estancia en la corte de Dio
nisio II de Siracusa, famoso tirano, y presenta su filosofía.
2. Otro grupo de cartas presenta una ideología cínica. Tal es el caso de las
Cartas de Anacarsis, las de Crates, las de Diógenes, las de Heráclito y las
de Sócrates y sus discípulos.
Las Cartas de Anacarsis pueden ser las más antiguas del género, pudien-
do haber sido escritas a comienzos de época helenística, aunque hay quien
cree que habría un núcleo más antiguo y otro grupo tardío. Presenta esta
colección al sabio escita Anacarsis, del siglo vi a. C., en viaje por Grecia, a
la que admira el autor. Dicho sabio es citado por Heródoto IV 76, y luego
por Luciano, en el siglo 11d. C. Son diez cartas, la última independiente y
quizá de otro autor; la colección era conocida por Cicerón. Las nueve pri
meras están dirigidas a nueve destinatarios distintos y son de carácter está
tico. Se han observado problemas en el orden de las cartas, que pueden
responder a falsas expectativas del lector moderno, pues, pese a todo, pare
ce existir cierta oiganización cronológica, en bloques o simétrica, en estas
colecciones, como hemos dicho. Aquí no aparece una carta explicativa
final. La ideología de sus máximas moralistas, de antigua tradición, recuer
da la simplicidad cínica.
Crates y Diógenes, filósofos cínicos del siglo IV a. C., pudieron escri
bir sus propias cartas, pero las que se conservan son falsas, correspon
diendo treinta y seis cartas al primero y cincuenta y una al segundo.
Crates suele citar a Diógenes, y en su colección se ha observado una
intriga secundaria entre las cartas 28-33, dedicadas a Hiparquia, su
esposa y compañera de filosofía. Las Cartas de Diógenes pudieron influir
en las de Crates, pero ambas son obra de múltiples autores, y contie
nen errores y repeticiones.
Las Cartas de Heráclito, nueve en total, se abren con una invitación
del rey persa Darío al filósofo del siglo vi a. C. Heráclito, que la recha
za por motivos morales.
El conjunto de Cartas de Sócratesy sus discípulos está constituido por
treinta y cinco cartas, y su cronología ronda el año 200 d. C. Las siete
primeras están escritas por Sócrates, y son de carácter didáctico, mien
tras que las restantes son obra de sus discípulos. En ellas se presenta, en
forma polifónica, diversas opiniones de los discípulos de Sócrates sobre
su maestro, una vez muerto, lo que da unidad a este segundo bloque, que
es distinto del primero en tono y propósito, por lo que se ha discutido
que el conjunto de la colección constituya una novela epistolar.
170
nológico parece ser intencionado, en un intento de lograr mayor vero
similitud histórica al aparentar que las cartas han sido escritas directa
mente por el propio autor sin tener en cuenta fecha ni tema.
7. Las veintiuna Cartas de Temístocles corresponden al exilio y posterior hui
da a Persia del famoso político ateniense del siglo v a. C. Se ha pensado
en que serían obra de más de un autor, pero desde el punto de vista de
la lengua y el estilo se ha observado uniformidad dentro de la obra. Los
dos bloques narrativos en que se suelen dividir las cartas se comple
mentan en materia de contenido, evitando repeticiones, por lo que exis
te unidad temática también. La cronología es discutida, pero parece pos
terior al siglo i o ii d. C., por la lengua. Tucídides y la biografía de
Temístocles de Plutarco citan cartas de nuestro protagonista.
Existen dudas sobre el orden de las cartas. El desorden cronológico
que presenta el manuscrito permite notar antítesis y paralelismos que
crean dramatismo. La estructura está constituida por dos series de car
tas yuxtapuestas (1-12 y 13-21) que ilustran dos personalidades de Temís-
tocles, el político sin escrúpulos y el noble patriota ateniense. En la segun
da serie dominan los elementos narrativos e históricos. Se han observado
también bloques simétricos. Al final de la colección vemos una carta expli
cativa que ordena los acontecimientos citados en las cartas anteriores y
en la que el autor anticipa su próximo final. La colección presenta per
sonajes históricos junto a otros ficticios, e incorpora temas como el via
je, la tormenta o la íbrtuna cambiante, que aparecen tanto en la novela
como en la biografía. Algunas cartas despliegan una exquisita retórica, e
incluyen largos relatos. Para algunos autores nos hallamos ante una autén
tica novela epistolar, una breve novela histórica: por lo menos habría que
considerarla como una forma de biografía novelesca, y de hecho muchas
de sus noticias proceden de la historiografía local ática.
Hasta aquí hemos enumerado una serie de colecciones de cartas sobre las
cuales no existe unanimidad en cuanto a calificarlas de “novelas”. En cualquier
caso, son precedentes fundamentales para el género de “novela epistolar”. En
efecto, existe una colección que sí es considerada como tal por todos los estu
diosos. Veámosla ya.
Quión de Heraclea, ciudad del Ponto, fue un personaje histórico que, junto a
otros conjurados, asesinó al tirano de su patria, Clearco, en 353/352 a. C. La
cruel tiranía de Clearco se inició en el año 364/363 a. C , y aunque Quión mató
al tirano, no consiguió acabar con el régimen, que perduró hasta los nietos de
Clearco. También Quión y los suyos murieron a manos de la guardia personal
del tirano. Quión se convirtió, así, en un héroe local, como todos los tiranici-
das, pero no fue un personaje tan famoso como otros de los protagonistas que
hemos visto en las anteriores colecciones de cartas. La mayoría de las fuentes
históricas sobre el hecho se han perdido, pero lo que sabemos coincide con
los rasgos esenciales de la novela, aunque difiere en los detalles, y no faltan ana
cronismos, como el encuentro de Quión yjenofonte el ateniense en Bizancio
(carta 3), imposible por la cronología.
Las diecisiete cartas que componen la colección narran cómo Quión ha ido a
Atenas a estudiar filosofía con Platón, a quien admira mucho; el protagonista
va contando a su padre, Matris, sus progresos y sus viajes; sólo la carta 9 está
dedicada a Bión, la 16 a Clearco y la 17 a Platón. No se puede dudar de su fal
sedad, por la lengua, por las imprecisiones con que describe a Atenas, porque
mezcla nombres de personajes de Heraclea de distintas épocas, y por los ana
cronismos y errores históricos. La exaltación del patriotismo local aparece en
otras cartas falsas. Por motivos lingüísticos la obra ha sido fechada en la segun
da mitad del siglo i d. C.
El tema del tiranicidio era muy del gusto de la escuela de retórica tradicional
mente, y aunque ya Platón atacó la tiranía, no incita al asesinato del tirano ni
exalta al tiranicida. Ideológicamente la obra coincide con un estoicismo que es
general en la época imperial, como la idea de que el cuerpo puede ser esclavo
pero el alma es libre, que leemos en la carta 14, y también en las Efesíacas II 4,
4 de Jenofonte de Efeso, aunque el origen de ciertas doctrinas puede hallarse
en Platón. En la obra se destacan especialmente las ideas de que se puede con
ciliar la vida teórica, o contemplativa, con la acción, y cómo la filosofía puede
ayudar a convertirse en un buen ciudadano. El encomio de Platón y sus doc
trinas es claro también.
6.2.3. Composición y convenciones retóricas
Los estudiosos de esta colección han observado que sus cartas pueden ejem
plificar los tipos que hemos mencionado a propósito de los manuales de Pseu-
do-Demetrio y de Pseudo-Libanio, de época imperial. En efecto, la carta 1 es
de tipo consolatorio, en las cartas 2 y 8 recomienda a conocidos, en la 9 cen
sura a un amigo y así sucesivamente. Los argumentos retóricos se apilan en las
cartas 15 y 16, y los morales en la 14. En la 1 se compara a sí mismo a un atle
ta que lucha por conseguir la virtud, y no falta una alusión mitológica (a Bele-
rofonte) en la 7. Además, Quión se adapta a las circunstancias y ánimo de sus
destinatarios, responde a preguntas de cartas anteriores, refleja su alma, etc.,
tal como aconsejan los manuales retóricos.
El autor utiliza una serie de estrategias epistolares: dice servirse de criados y
mercaderes como portadores de sus cartas; va contestando preguntas o recor
dando temas a su padre a lo largo de toda su correspondencia. Como la colec
ción empieza in medias res, en la primera carta quedan puntos oscuros que el
autor va aclarando a lo largo de sus cartas, que forman un conjunto coherente.
En efecto, enmarca la obra una serie de cartas desde Bizancio en que el
autor menciona sus viajes, con alusiones a los vientos desfavorables que los
detienen (2; 3; 4; 13), y ocupan la posición central las cartas relacionadas con
Atenas (5-13); por tanto, un marco más narrativo encuadra un núcleo de carác
ter más moral y filosófico, aunque la carta 13 incluye un relato del atentado
que sufre Quión a manos de un servidor de Clearco. La tiranía es mencionada
por primera vez en la carta 12. El autor utiliza procedimientos como aludir a
una supuesta carta sobre una enfermedad, que no figura en la colección; anti
cipaciones (4; 13), paralelismos (de recomendaciones en 2; 7; 8); un relato
retroactivo de su llegada a Atenas y sus estudios con Platón aparece en la car
ta 16, la más extensa de todas y que dirige a Clearco, y en la que figura que se
le aparece personificada la diosa Tranquilidad (Hesyhhía), carta que contrasta
fuertemente con la siguiente y última de la colección en la que el protagonista
anuncia a Platón que sabe que va a morir tras matar al tirano, cuando en la
anterior asistimos a una serie de diversos argumentos dirigidos a dicho tirano
para intentar convencerlo de que no debe temer nada de él. Se observa com
posición circular en el léxico al comienzo y al final de las cartas 1, 2, 4 y 8. Ya
nos hemos referido con anterioridad a la repetición de cierto ideario. Todo ello
indica que la obra está cuidadosamente estructurada.
Hemos mencionado recursos narrativos que ya conocíamos por otras nove
las. Añadamos ahora motivos como los sueños premonitorios (carta 17) o la
noticia de una visita turística a Bizancio (1) y a Perinto (4), al igual que veía
mos en las novelas de Jenofonte de Efeso y de Aquiles Tacio.
Finalmente vamos a traducir la última carta de la colección, dirigida a Pla
tón, en la que se advierte influjo de su doctrina, así como la ideología moral de
Quión. La alusión a vaticinios y sueños premonitorios anticipan el triste desen
lace que espera Quión, a la vez que constituyen un recurso novelesco ya cono
cido.
Dos días antes de las Dionisias te he enviado a mis criados más fieles,
Pílades y Filócalo, pues tengo la intención de atacar al tirano en las Dioni
sias, después de tener, desde hace tiempo, un comportamiento que no levan
te sus sospechas. Ese día desfila una procesión en honor de Dioniso, y por
tal razón parece que la vigilancia de la guardia personal será menor. Pero,
aun si no es así, aunque tenga que atravesar fuego, no vacilaré, y no man
cillaré ni mi persona ni tu filosofía. Y mis conjurados son fuertes, más fuer
tes por su fidelidad que por su cantidad. Sé, desde luego, que seré muerto,
pero sólo deseo que eso ocurra una vez que haya llevado a término la muer
te del tirano. Pues dejaría la vida entre cantos de peán a Apolo y de victo
ria, si me alejara de la vida tras derrocar la tiranía. En efecto, sacrificios, augu
rios y todo tipo de vaticinios señalan mi muerte una vez haya cumplido
dicha acción. Yo mismo he contemplado una visión más vivida que la de
un sueño. Me pareció, en efecto, que una mujer de belleza y estatura divi
nas me coronaba con olivo y cintas, que poco después me señalaba una
tumba bellísima y decía: “Puesto que has trabajado ya mucho, Quión, ven
a esta tumba a descansar”. Por este ensueño precisamente tengo grandes
esperanzas en que voy a conseguir una hermosa muerte, pues pienso que
un vaticinio del alma no puede ser engañoso, ya que también tú lo creías
así. E incluso si el vaticinio resultara verdadero, considero que voy a ser más
dichoso que si se me concediera vivir hasta la vejez después de matar al tita
no. Pues es más hermoso para mí alejarme de la vida tras realizar una gran
hazaña que obtener algún goce de ella por un tiempo, y lo que voy a hacer
será considerado en más de lo que voy a sufrir, y alcanzaré más honra ante
aquellos a quienes ayude si estoy dispuesto a conseguirles la libertad al pre
cio de mi propia muerte. Pues a los que se benefician de una ayuda, ésta
les parece mayor si su autor no participa de ella. Así de animado estoy ante
el vaticinio de mi muerte. En cuanto a ti, Platón, salud, y que seas feliz has
ta el final de tu vejez. Te voy a saludar por última vez, estoy seguro.
Capítulo 7 La novela biográfica
Como hemos dicho antes, la tradición del texto es muy compleja, pues se dis
cute incluso si existen tres recensiones, esto es, redacciones de la obra, en grie-
go, con subrecensiones, o si son cinco dichas redacciones, que es la opinión más
comparada. Eso sin contar las versiones latinas y las traducciones a otras len
guas de los mencionados textos griegos.
Existen dos grandes “tradiciones”, por así decir:
El libro I se inicia con un solemne elogio a la sabiduría egipcia, sobre todo por
lo que respecta a la magia, lo que permite introducir rápidamente al faraón Nec-
tanebo, experto en magia y verdadero padre de Alejandro. Tras huir de Egipto,
se refugia en la corte de Filipo en Macedonia y allí engaña a la reina Olimpia-
de haciéndole creer que se acuesta con el dios Amón en forma de serpiente,
cuando lo hace con él mismo. Así nace Alejandro, tras ser aplacado el rey Fili
po en un sueño con el anuncio de que su hijo es de origen divino. Sigue la edu
cación del príncipe, quien, a los doce años, y mediante un engaño mata a Nec-
tanebo cuando le está enseñando los astros del cielo, no sin hacerle saber que
es su verdadero padre. Tras una serie de episodios en Macedonia, muere Fili
po. Alejandro le sucede e incita a los griegos a que lo sigan en su lucha contra
Nos hallamos, por tanto, ante distintas versiones, todas ellas anónimas, que
crean un “metatexto dinámico”, como ha dicho algún estudioso reciente, en
un diálogo continuo entre dichas versiones y en continua intertextualidad tam
bién con otros géneros literarios, con leyendas orales, con noticias históricas
más o menos ciertas, a veces totalmente ficticias. Asistimos a un proceso de
continuas reescrituras y reinterpretaciones de episodios.
El material se acumula paralácticamente, y se observan contradicciones
tanto en el interior de un mismo texto como dentro de todo el conglomerado
de textos que tenemos. Las lagunas del texto de A no deben ser achacadas siem
pre a su tradición, sino que pueden ser imputables al autor de esa redacción
que es ya resultado de una larga tradición de siglos, y está sujeta a las leyes de
la tradición oral: repeticiones, contradicciones, falta de motivación en la intri
ga, acumulación de material de distintas épocas; todo ello crea frecuentes ana
cronismos de fechas y personajes.
Por eso es difícil creer en un solo texto original del que deriven todas las
La novela biográfica
181
rial en función de un determinado propósito, de cierta ideología política, o de
cierto público. Así, cada autor mantiene, sustrae o añade material generalmente
por afán de entretener, o de sorprender, pero también porque cambia el gusto
y la ideología de cada público y de cada época.
Es cierto que existen en la redacción A errores tan llamativos como la defen
sa de Alejandro por parte de Demóstenes ante la asamblea de Atenas en I I 3-4,
o la calificación de Aristóteles de “milesio” en I 16,1, o la visión de Esparta
como una potencia naval en II 6,2. Alejandro se casa sólo con la persa Roxa
na, hija de Darío, en II 22,10-11, pero calificada de “bactriana” en el “Testa
mento” final (III 33,15), y en I 26,5 realiza una expedición a Roma, que está
en guerra con Cartago.
Su geografía es tan fantástica que tras partir en su expedición inicial con
tra Persia, se dirige a Sicilia, Roma, Africa, y de allí, tras pasar a Asia Menor,
vuelve a Grecia (Lócride, Beocia, Corinto, Platea, Atenas, Laconia) para seguir
hacia Cilicia, Armenia, y de nuevo cruzar el Eufrates hacia Bactria y Media. Hace
a la India vecina de Etiopía, y desde aquí llega a Babilonia, donde muere. La
descripción precisa de Macedonia o de Grecia no le interesa.
La misma libertad se observa en el tratamiento de los personajes históri
cos: la fantasía prevalece siempre sobre la realidad histórica, aunque haya ele
mentos que aparezcan también en la tradición historiográfica. Así se explica su
atracción por la India, sus costumbres y maravillas, país utópico, como Etio
pía. Las amazonas parecen estar situadas entre sus confines.
Todo ello se atribuyó a la ignorancia del autor del escrito del ca. 300 d. C.,
y sin duda la hay, al igual que existe falta de interés por el rigor histórico, pero
no es una casualidad que cada vez sea mayor la afición hacia todo lo que es
fantástico y prodigioso, y que en algunas redacciones se eliminen o se abrevien
episodios que ya no se entienden, o ya no interesan, y en su lugar aparezcan
otros más del gusto de la época. Así, el texto se va transformando, pero va per
maneciendo siempre interesante para cada público.
El carácter egipcio del texto, al igual que la dimensión egipcia de Ale
jandro, son muy destacados por el autor. La presencia de la magia y la reli
gión egipcias caracterizan también a la novela y le dan colorido local. A lo lar
go de la acción se repite continuamente que Alejandro es hijo de Amón, e
incluso se le aparece dicho dios en sueños para corroborarlo, cuando visita
su oráculo (I 30,3-5) y le ordena en un oráculo la fundación de Alejandría.
Amón le da consejos en sueños de nuevo en I I 13, vestido como Hermes. Se
asimila a Zeus en I I I 17, 33. Y también Sarapis se le aparece ya en 1 33,9 para
profetizarle su futura fama y la de Alejandría. Aparece junto a Zeus en II 21,
12 .
Y no deja de ser chocante que Alejandro se dirija a su esposa Roxana en
una carta llamándola “hermana” (II 22,14), como leemos en los papiros egip
cios no literarios.
Típicamente egipcios son la novella erótica inicial del faraón Nectanebo,
que seduce a la reina Olimpíade como mago que es, con lo que Alejandro es
hijo de un faraón egipcio y de un dios egipcio a la vez. Se legitima, de esta mane
ra, su conquista de Egipto, que, en realidad, es una “vuelta” a su patria nativa,
como se repetirá en la intriga por medio de oráculos o de Sesoncosis, otro “señor
del mundo” (cosmocrátor) en la tradición oral egipcia, precursor de Alejandro,
que le enmarca al principio (133,6) y al final de la novela (III 24, 2). Pero a la
vez esa leyenda se ha considerado vinculada a la propaganda nacionalista de
ciertos círculos sacerdotales egipcios contra los invasores griegos. El episodio
combina, así, tanto las pretensiones griegas como las egipcias, admitiendo una
doble lectura. La ambigüedad es consustancial con Alejandro, como persona
je y quizá también en la vida real.
La descripción de la fundación de Alejandría en 1 31 parece confirmar que
la redacción A fue escrita allí en época imperial, o, por lo menos, se ha dicho que
presenta a la Alejandría helenística desde una perspectiva imperial, pues se ha
observado que cita datos topográficos que pertenecen a la época de Hadriano
(117-38 d. C.). Precisamente el carácter alejandrino del texto puede explicar el
protagonismo de Ptolomeo en algunos episodios, y su denominación de “salva
dor” (sôtër) en I I I 19, 3 corresponde al título oficial de época helenística.
Así Alejandro, tras leer la carta, se dirige hacia ellos en paz y ve que
todos están desnudos. Pregunta entonces: ¿No tenéis tumbas? Ellos dije
ron: “Esta tierra en que vivimos es nu estra...”. Y volviéndose a otro dijo:
“¿Quiénes son más num erosos aquellos que han muerto o los vivos?”. Y
respondieron: “Los muertos son más numerosos, pero no cuentes a los que
ya no existen, pues los que se ven son más num erosos que los que ya no
aparecen ante nosotros”. Y preguntó a otro: “¿Qué es más fuerte, la muer
te o la vida? . Dijo: La vida, porque el sol, cuando se pone por la tarde se
ve más débil”. Dijo de nuevo: “¿Qué es más grande la tierra o el mar?”. Dijo:
“La tierra, pues el propio mar se asienta sobre la tierra”. Él dijo: “¿Cuál es
el más malvado entre todos los animales?”. Y dijo: “E l ser h u m an o...”. A
otro dijo: “¿A quién no podemos engañar, sino que le decimos la verdad?”.
‘Ά Dios, pues no podemos engañar a quien todo lo sabe” [...].
Les dijo: “¿Qué queréis pedirme?”. Ellos dijeron: “La inmortalidad”.
Alejandro dijo: “Sobre ella no tengo yo poder, pues tam bién yo soy mor
tal.” Ellos dijeron: “¿Por qué, entonces, siendo mortal, realizas tantas gue
rras? ¿Para llevártelo a alguna parte cuando lo hayas tomado todo? Tú a tu
vez tendrás que dejarlo a otros”. Y les dijo Alejandro: “Eso es administrado
por la Providencia de lo alto, para que nosotros seam os servidores de su
mandato. Que no se mueve el m ar si el viento no sopla, ni los árboles se
agitan si una brisa no los anima, no actúa el ser humano si no viene de la
Providencia de lo alto. Yo también quiero dejar de hacer la guerra, pero no
me deja el señor de mi mente. Pues si todos fuéramos de la misma opinión,
el universo permanecería inactivo, el mar no sería surcado, la tierra no sería
labrada, no se celebrarían bodas, no se tendrían hijos. E n efecto, en las gue
rras que yo he realizado, ¿cuántos han tenido la desdicha de perder lo que
tenían, y otros, en cambio, han sido afortunados con los bienes ajenos? Pues
todos, al tomar lo de todos, se lo pasamos a otros y nadie posee nad a...”
Así diciendo Alejandro se alejó... ( I I I 6).
una carta.
5. A la redacción más antigua de la obra puede remontar la ya citada nove
lla de Nectanebo, muerto por su propio hijo en una escena de ironía y de con
traste cargada de moralismo: Alejandro le mata por indagar las cosas celestia
les cuando ignora las de la tierra; su sabiduría, dice, de nada le ha servido. Pero
185
Nectanebo sí conocía su futura muerte. La ironía y el contraste de esta escena
son preludio de toda la novela. Esta anécdota es típica de la literatura sapien
cial y se atribuyó a varios filósofos. Alejandro venga, así, el engaño de sus padres,
pero heredará de su auténtico padre egipcio su capacidad para engañar a los
demás, como se observa en los episodios en que se disfraza para presentarse
ante sus enemigos. La astucia, de origen folclórico, veremos que es una de las
características de Alejandro.
6. No sabemos si se hallaban en el original los versos yámbicos (trímetros
y coliámbicos) que presenta A en escenas como 1 33,11 en que Sarapis, antes
de profetizarle al rey su futuro, le dice que siendo mortal lo mejor es no saber
cuándo ha de llegar su final. En I 42,10 el editor ha incluido unos versos que
aparecen sólo en la traducción latina de Valerio y que constituyen un catálogo
mitológico, una plegaria de Alejandro a Aquiles, al que rinde culto en Troya,
haciendo referencia expresa a Homero ya el texto griego. Aparecen versos tam
bién en la escena patética de la destrucción de Tebas, que incluye otro catálo
go mitológico. Finalmente en II 20 se introducen los últimos versos, en otra
escena patética, con Darío moribundo socorrido por Alejandro. La escena cons
tituye uno de los hitos de la novela, por lo que merece la pena verla. Adverti
mos que en nuestra traducción hemos añadido un signo de interrogación cuan
do el texto está corrupto.
Darío acaba de ser herido de muerte por sus propios sátrapas, que han hui
do ante la llegada de Alejandro al palacio. Esto es lo que dice el texto, prime
ro en prosa, luego en versos coliambos:
Así pues, Alejandro se encuentra con Darío que apenas respira, y acer
cándose a él, derramó abundantes lágrimas y cubrió su cuerpo con su man
to real. Y poniendo sus manos sobre el pecho de Darío, tales emocionadas
palabras le dijo:
187
carta dice que Atenas es el “teatro” de la libertad griega frente a los bárbaros,
aunque les reprocha errores políticos pasados. Todo ello suena a declamación
retórica, y la exigencia por parte de Alejandro de que se le entregue a los ora
dores es comparable a un episodio de la Vida de Esopo.
8. No sabemos hasta qué punto es antiguo el episodio de las amazonas, a las
que Alejandro ni siquiera ve, por lo que el pasaje no parece tener más motivación
que la de contribuir a la acumulación de portentos, pues sigue a la descripción de
Etiopía, que posee una extraña geografía y fauna, y en donde se halla el palacio
de la reina Cándace, lleno de oro, piedras preciosas, seda y esculturas magníficas
que son detalladamente descritas mediante la yuxtaposición de oraciones nomi
nales basadas en participios con elementos gorgianos y un estilo que recuerda al
que utilizan Longo o Aquiles Tacio. Dicho estilo es muy marcado al comienzo de
la novela (11,1), donde observamos un período formado por miembros consti
tuidos por participios paralelos sintácticamente y con marcada rima final. Tras la
descripción de dicho palacio, Alejandro escribe una carta a su madre en donde se
describen en términos similares los palacios de Ciro yjeqes, ya rumbo a Babilonia.
9. Nuestra Vida ejerció influjo, a su vez, en las primeras novelas de amor,
de ambiente histórico: Egipto aparece en casi todas las novelas de amor, Babi
lonia y la corte persa son fundamentales en Caritón, donde se citan varias car
tas de los protagonistas a personajes históricos persas (algunos de los cuales
aparecen aquí) y episodios militares como la toma de Tiro. El episodio qu e pro
tagoniza el hijo de la reina Cándace, llamado Candaules (nombre ya conocido
por Heródoto 1 8) puede ser calificado de novella histórica de tema erótico, pues
se rapta a su esposa y Alejandro le ayuda a reconquistarla, lo que nos recuer
da a las historias de Abrádatas y Pantea de la Ciropedia, o a Partenio VIII, y que
se puede relacionar con el episodio en que Niño ha perdido a su esposa. Es
tópico de las novelas de amor, que en este caso tampoco puede excluirse que
influyeran en versiones de nuestra novela de época imperial.
Pero hay que destacar que el elemento erótico es evitado aquí en episodios
que se prestaban a ello, como el de Cándace o el de las Amazonas, o, lo que
era más fácil, en la relación con su prometida Roxana, cuya boda ni siquiera es
descrita, y que sólo aparece al final como esposa fiel y sumisa. Se excluye tam
bién toda relación homosexual con su amante Hefestión, apenas citado como
amigo en I 18,5 y III 17,3. Sólo se da una motivación erótica en el asesinato
de Filipo por parte de Pausanias en I 24, enamorado de Olimpíade, y en la ya
citada novella de Nectanebo. Hay que decir que existía al menos otra novella
relacionada con este faraón, que se conserva en un papiro griego traducido del
demótico en el siglo n a. C., el llamado Sueño de Nectanebo, al que nos hemos
referido con anterioridad. Parece, pues, que se trata de elementos antiguos per
tenecientes a la tradición local egipcia.
Vemos, así, que ya en sus orígenes el texto contaba con escritos retóricos
y con leyendas orales. La tradición históriográfica es fuerte, aunque concediendo
más valor a la fantasía que a la realidad, así como a la tradición retórica y decla
matoria. La épica es, sin duda, otra de sus fuentes, género sobre el que volve
remos más adelante; y la novela epistolar es, claro está, uno de sus núcleos
básicos.
189
altanero al mismo tiempo. Es excesivo y contradictorio. La épica es uno de
sus modelos, como hemos dicho, en concreto los héroes de los dos grandes
poemas de Homero, que es mencionado explícitamente e igualmente citados
sus hexámetros. A los héroes de Troya realiza sacrificios en I 42, 9 (“a Héc
tor, Aquiles y los demás héroes”). En III 26, 25 su maestro Aristóteles lo com
para con Néstor por su consejo y con Ulises por su valentía en el combate.
Ayax es citado poco después (I 42,1), y Amón se transforma en Hércules y
Dioniso en I 6.
En sus viajes llega más lejos que Dioniso y Hércules -quien es también hijo
de dos padres, uno divino, Zeus, y otro mortal, Anfitrión-, a los que es com
parado explícitamente también en I II 30, 16, y que son citados varias veces en
la novela. Se dice descendiente de Hércules también en III33, 3; y le rinde cul
to en III 27, 4. Al asesino de Filipo lo califica de “Cíclope” en I 24, 10.
Su nacimiento y su muerte van acompañados de alteraciones de la natu
raleza, como suele ocurrirle al héroe del cuento popular, y, en realidad, Ale
jandro tiene más de héroe folclórico que de personaje histórico: su astucia -sus
disfraces ante Darío y Cándace- pertenece a ese mundo, y se ha dicho que está
más cerca de un personaje picaresco que del heroico. Como Esopo, tiene solu
ciones para todo, pero es, a la vez, víctima de su destino.
Toda su vida va acompañada de prodigios, apariciones, oráculos y men
sajes que le recuerdan que es un simple mortal, y que no debe traspasar sus
límites. Porque Alejandro posee una curiosidad invencible de llegar al fin del
mundo y de saber cuándo va a morir: ésta es su búsqueda especial, búsqueda
de conocimiento externo e interno, búsqueda de identidad. Los dioses, los héroes,
distintos personajes, le amonestan continuamente para que no se llene de
orgullo con sus triunfos, porque la muerte llega igual para todos, y es mejor
para un hombre no saber la fecha de su muerte: le recuerdan que es un sim
ple mortal, a él que se siente hijo de un dios y aspira a ser inmortal. El mora-
lismo, de origen filosófico, es evidente y es el mensaje de la obra: no te lle
nes de orgullo que todo es inestable en la vida humana. Así, el contraste y la
ironía son continuos, como en una tragedia. Las profecías y avisos divinos
ayudan a soportar el destino pero no lo evitan. La Providencia ayuda y guía a
Alejandro, que se siente llamado a cumplir un alto destino, y lo cumplirá
a costa de su propia muerte. De ahí al caballero medieval, o al santo cristia
no, sólo hay un paso. El personaje histórico ha sufrido una metamorfosis en
virtud de la tradición oral y se ha convertido en un héroe de leyenda, y las
leyendas no mueren: se transforman. Su afán de inmortalidad quedó, por fin,
así satisfecha durante muchos siglos; sólo la imprenta puso fin a tantas reen
carnaciones. Recientemente la industria del cine le ha dado otra dimensión:
Alejandro sigue vivo.
7.2. La Vida de Esopo
Es ésta también una biografía anónima de tradición oral que remonta al siglo
V a. C. en su versión griega, pues el personaje es citado ya por Heródoto I I 134
y por Aristófanes, Aves 471, y Avispas 566; 1259; 1446 ss., en donde leemos
que era un fabulista esclavo en Samos, que hacía reír, y que fue muerto en Del-
fos, aunque no ha sido demostrado que existiera una biografía escrita ya en esta
época. Por otra parte, Esopo comparte muchos rasgos comunes con un sabio
babilonio, Ahikar, que aparece citado en un papiro arameo del siglo V a. C.
mera traducción en “lengua castellana” fue la llamada Vida del Ysopet con sus
fábulas hystoriadas, impresa en Zaragoza en 1488. Sus huellas son claras en
la literatura posterior, como se observa en la Vida de Lazarillo de Tormes (1554),
donde existen episodios similares, e incluso se han supuesto para el Quijote
de Cervantes.
191
Al igual que en el caso de la novela anterior, vamos a hacer un resumen del
argumento del texto más antiguo.
Como puede advertirse a partir del resumen que hemos expuesto, la intriga
puede ser dividida en dos grandes bloques temáticos y compositivos. El pri
mero abarcaría desde el comienzo hasta que Esopo consigue su libertad en
Samos, y el segundo desde que, ya libre, decide viajar por el mundo y va rbsol-
viendo enigmas hasta que es muerto en Delfos y vengado finalmente.
Como hemos dicho, el origen de esta biografía tiene carácter oral, y no
consta que existiera un texto escrito antiguo en griego. Por tanto, hay que pen
sar que habría varios estratos e influjos hasta que se llegara al supuesto origi
nal del siglo I d. C. Veamos ahora qué elementos parecen ser más antiguos y
cuáles han sido considerados más recientes dentro del texto.
Al estadio más antiguo parecen corresponder el episodio de la muerte
del protagonista en Delfos (124-142) y su servidumbre en Samos, pero no
las aventuras en casa de Janto, que están muy relacionadas con la comedia y
el mimo, y parecen ser fruto de un desarrollo posterior. De las noticias que
tenemos del siglo V a. C. sólo deducimos que Esopo es un fabulista esclavo
en Samos, que hace reír, y que sufre una muerte violenta e injusta en Delfos,
que será expiada. Este tipo de personaje es comparable al llamado pharma-
kós, de origen ritual, y del que existen otros ejemplos en Grecia. Su fealdad
aparece reflejada en la cerámica del mismo siglo V. Su asimilación con el Ahi-
kar oriental es patente en la segunda parte de la intriga, que parece remon
tar, toda ella, también al núcleo más antiguo de la leyenda. Veremos que esta
segunda parte ofrece una estructura folclórica determinada. Su relación con
Creso y los Siete Sabios, que cita Plutarco en su Banquete de los Siete Sabios,
es posterior y, de hecho, Heródoto, no la cita, aunque puede remontar al peri
patético Demetrio de Falero, y, por tanto, ser conocida desde finales del siglo
IV a. C. El personaje es conocido también como esclavo por Aristóteles y sabe
mos que incluso Teofrasto escribió una obra titulada Akikharos, cuyo conte
nido ignoramos. Heraclides del Ponto (s. in a. C.) ya dice que fue esclavo de
Janto antes de ser liberado por Yadmón de Samos, este último citado tam
bién por Heródoto, aunque no así Janto.
Otro personaje que se ha dicho que pudo influir en la formación de esta
biografía fue Diógenes el cínico, la doctrina de cuya escuela parece clara a lo
largo de la obra, pero también existe la teoría de que las sucesivas ventas que
experimenta Esopo como esclavo, y su estancia en casa de Janto, son anterio
res, y, por tanto, influyeron en una obra cínica escrita por Menipo de Gádara
titulada la Venta de Diógenes. Lo cierto es que ambos personajes transmiten su
sabiduría por medio de unas anécdotas con contenido moral denominadas
khreíai (rasgo que comparten con Sócrates y otros sabios), que tal vez nacieron
en las escuelas socráticas, y de ahí pasaron a la tradición oral y luego a las escue
las de retórica, donde tuvieron enorme éxito.
El personaje de Esopo influiría en una época tardía incluso en el de Sócra
tes, del que llegó a decirse que era negro (s. VI d. C.), y ya en época helenísti
ca Duris de Samos lo consideró esclavo, como Esopo, lo que evidentemente
era falso. Es curioso que también Platón en Fedón 60d dice que Sócrates, antes
de morir, versificó las fábulas de Esopo.
El bloque inicial, en general, es reciente, y, así, sabemos que la difusión del
culto de Isis en Grecia no es anterior a la época helenística. La presencia de Isis
en la novela ha sido interpretada de distintos modos, pero no prueba que el
texto haya sido escrito en Egipto. Todo el episodio de la sacerdotisa de Isis, que
desemboca en el pasaje fundamental en que Esopo recupera el habla y se expre
sa mediante fábulas gracias a Isis y a las Musas, en una especie de “consagra
ción poética” tan del gusto alejandrino -aunque cuenta con precedentes en
Hesíodo, Teogonia 22 ss. (finales del s. viii a. C .)-, debe remontar a dicha épo
ca. Todas las peripecias en casa de Janto son también recientes y están influi
das por la comedia y el mimo, conteniendo escenas eróticas e incluso obsce
nas, como el episodio en que Esopo es asediado por la mujer de Janto, con la
que tiene relaciones sexuales. Este tipo de episodios ha sido relacionado con
otros de la novela del Asno, y se han observado semejanzas temáticas también
con las Metamorfosis de Apuleyo e incluso con el Satiricon de Petronio, aunque
el personaje de Esopo presenta caracteres muy definidos distintos a los de las
novelas latinas citadas.
Como en la biografía anterior, advertimos aquí mezcla de géneros: biografía,
novela, comedia y mimo, fábula, anécdota, material legendario y folclórico.
Digamos finalmente que la historicidad de Esopo para los antiguos era tan
real como la de Homero, sobre quien se compusieron también biografías ficti
cias: en concreto una de ellas, perteneciente asimismo al siglo ii d. C., fue atri
buida a Heródoto, cuya lengua imita su anónimo autor. Algunos modernos
siguen creyendo en esa realidad, pero habría que tener serias reservas al res
pecto.
Ya nos hemos referido antes a los dos bloques temáticos y compositivos que
presenta la obra. En efecto, el Esopo que engaña a su amo del primer bloque
pasa a convertirse en el segundo en un sabio cortesano que ayuda a reyes y
pueblos, al modo de otros sabios orientales, no sólo como el citado Ahikar
babilonio, sino de forma comparable a los judíos José o Daniel del Antiguo Tes
tamento, o al protagonista de la Historia de Apolonio rey de Tiro, experto tam
bién en resolver enigmas. De las 42 páginas que ocupa esta redacción, el pri
mer bloque comprende 28, por lo que es doblemente extenso que el segundo.
La proporción es similar en la redacción W.
En efecto, en el capítulo 40, Janto pide a Esopo, tras volver del baño con
sus amigos, que les traiga algo de beber: “Esopo, danos de beber, después (apó)
del baño”. Pero Esopo entiende que les traiga “agua del (apó) baño”, y así lo
hace, trayendo agua que ha sacado de la tina que había en el baño. A conti
nuación Janto pide a Esopo una jofaina, y éste se la trae sin agua y se queda
inmóvil. Cuando su amo le dice: “¿qué es esto, otra vez?”, Esopo le responde
“has dicho tráeme una jofaina, no has dicho echa agua y lávame los pies”. Jan
to concluye que se ha comprado un maestro, no un esclavo.
U na mujer tenía una hija tonta. Ella suplicaba a todos los dioses que su
hija recibiera inteligencia, y la doncella la escuchaba con frecuencia mientras
suplicaba. Y así, una vez fueron al campo. Ella, dejando a la madre fuera de
la casa, vio a una burra que era violada por u n hombre, y preguntó al hom
bre. “¿Qué haces?”. Y éste (le contestó): “Le meto dentro inteligencia”. La
tonta, acordándose de la súplica dijo: “Méteme dentro también a m í inteli
gencia”. Él se negaba a copular con ella, diciendo: ”No hay nada más ingra
to que una m ujer”. Ella (le contestó): “No te preocupes, señor, también mi
madre te lo agradecerá dándote de recompensa cuanto quieras, pues hace
súplicas para que tenga inteligencia”. Él la desviigó. Ella, m uy contenta, tras
correr hacia su madre, dijo: “Tengo inteligencia, madre”. La madre dice: “Los
dioses han oído mis súplicas”. La joven (contestó): “Sí, madre”; ella (le res
pondió): “¿Cómo has conseguido inteligencia, hija?”. La tonta se lo explicó:
“Es que un hom bre m e ha metido dentro algo grande, rojo y robusto, que
com a hacia dentro y hacia fuera”. La madre, al escuchar la explicación de su
hija, dijo: “Hija, has perdido incluso la inteligencia que antes tenías”.
La novela biográfica
197
Como puede apreciarse, la fábula se adapta perfectamente a la situación
que vive Esopo. El carácter erótico de la fábula, digno precedente de las nove
lle del Decamerón de Bocaccio, aparece en otros pasajes de la obra, como hemos
dicho, obscena en ocasiones, como la novela cómica. Por otra parte, el estilo
del relato es monótono y repetitivo en sus expresiones lingüísticas, y omite ver
bos que han de ser sobreentendidos y que hemos colocado entre paréntesis.
Ese rasgo aparecía también en el diálogo entre los brahmanes y Alejandro de
la Vida de Alejandro. Igualmente se observa mezcla de tiempos verbales, aoris
tos, imperfectos y presentes. Todo ello tiene origen oral coloquial, como vere
mos cuando tratemos de la lengua de este texto.
Estamos, pues, ante un texto de tradición abierta que engloba episodios
antiguos de origen oral, con sus típicos anacronismos de personajes y fechas
(el encuentro entre Esopo y Creso es imposible cronológicamente, Licurgo fue
un famoso legislador de Esparta, no un rey de Babilonia, y Nectanebo de Egip
to no pudo ser su contemporáneo), junto con otros de formación tardía, lite
raria, y que imprimen al texto una determinada ideología. Veremos que el estu
dio de su lengua nos lleva a parecidas conclusiones. Pero todos estos elementos
están bien ensamblados, por lo que la unidad de la obra es indudable, así como
que obedece a un plan preconcebido.
Diríamos estar ante un antihéroe total. Pero, al igual que otros personajes
con deformidades físicas de la tradición oral o literaria, Esopo tiene un don
especial, otorgado por su buen corazón: la capacidad de componer fábulas.
Homero, que era ciego, componía versos maravillosos. La astucia de Esopo es
típica de los héroes del folclore, y su inteligencia es innata, y es anterior a su
recuperación del habla y a sus fábulas. Por tanto, no nos hallamos ante un “pica
ro” perverso que intenta engañar a su amo, sino todo lo contrario. Esopo quie
re enseñar ajanto que su sabiduría es ficticia, y que, siendo esclavo, él es más
sabio y más libre. Pero, como Alejandro, será víctima de su destino, y morirá
injustamente.
Como en la biografía anterior, también hay aquí un mensaje moralista acer
ca de quién es el verdaderamente sabio y quién es el ignorante, es decir, tam
bién se filosofa sobre el ser humano, sobre la apariencia y la realidad. La ide
ología de este mensaje parece ser de origen cínico y es muy marcado en la
historia. A él remontan las ironías y los contrastes, y a él se atribuye la oposi
ción “naturaleza/cultura” (cap. 13 y 35-37). Esopo es un ejemplo viviente de
la paradoja entre la fealdad física y la belleza moral, como lo fue Sócrates. Inclu
so se cita al “perro”, representante de esta secta, en el capítulo 77b de la redac
ción W.
En Esopo se mezclan, pues, varias personalidades o varias tradiciones: el
héroe astuto del folclore, el sabio cortesano al modo oriental, el esclavo inge
nioso de la comedia, el parásito chistoso del mimo, el fabulista de la tradición,
el pharmakós ritual.
Esopo, como hacía un fuerte calor, se dijo: “el patrón me ha dado dos
horas de descanso: dormiré durante estas horas de calor”. Tras escoger un
lugar de la finca muy floreciente, lejos del bullicio, arbolado y umbroso, en
el que crecía una floresta multicolor de verde follaje que rodeaba el lugar
mediante un bosque cercano y un arroyo, Esopo se recostó sobre el follaje,
y apoyando el zurrón junto al azadón que trabaja la tierra, colocó como
cabecera un vellón y se puso a descansar. Allí, desde los árboles del entor
no, el río resonaba, y mientras soplaba una brisa blanda y fecunda, las ver
des plantas, agitadas, llenaban el aire de fragancias y daban al espeso y flo
rido bosque una apariencia dulce y agradable. También abundancia de
cigarras canturreaba sobre las ramas y resonaba el goqeo de aves de todo
tipo γ de diversos cantos. Pues allí donde había también un lastimero rui
señor las ramas del olivo cantaban al mismo tiempo con emoción, y sobre
el muy delicado pino un soplo que flotaba en el aire imitaba al mirlo; y en
armónica mezcla el eco, imitador de voces, juntamente con todos emitía
sus gritos, pero toda esa mixtura producía un melodioso murmullo. Sedu
cido por ello, Esopo fue conducido hacia un dulce sueño.
Por este pasaje, y por la estructura bien trabada que hem os señalado, se ha
pensado que el público de la obra no era tal vez de nivel social tan bajo como
podría parecer a primera vista a partir de ciertos vulgarismos léxicos y de la fra
seología monótona y repetitiva que se observa en el texto.
Al igual que las biografías anteriores, se trata de una obra anónima. La historici
La novela griega
dad del tal filósofo ha sido discutida. Filóstrato, en su Vidas de los sofistas I 26,
cita a un sofista ateniense maestro del lamoso millonario y retórico Herodes Atico,
y su relación con Hadriano parece ser cierta, pues al emperador le gustaba este
tipo de entrevistas y de preguntas, por lo que, tras algunas dudas, suele identifi-
200
carse a este sofista con nuestro filósofo, aunque el nombre de Segundo era muy
frecuente en el siglo il d. C. No obstante, su biograSa es del todo novelesca. La
fecha de composición más probable es la segunda mitad del siglo n d. C., tras la
muerte de Hadriano (138 d. C.), pues veremos que existe un papiro que se ha
fechado entre el siglo il y el m d. C. Pero antes hagamos un resumen de la obra.
La Vida delfilósofo Segundo narra dos episodios de la vida de dicho filósofo, cla
ramente diferenciados. En el primero se nos cuenta que Segundo, que vuelve
a casa tras haberse educado durante varios años fuera, se encuentra con que
su padre ha muerto, y quiere comprobar si es cierto el dicho de que todas las
mujeres son unas prostitutas. Con tal fin, se aloja en su casa de incógnito e
intenta comprar a su madre, por medio de la criada, para que se acueste con
él por dinero, y ella acepta. Cuando la madre se entera de la verdad, se suici
da, y Segundo decide permanecer en silencio el resto de su vida, ya que su len
gua ha sido la responsable de su muerte.
En la segunda parte de la obra, Segundo es llamado por el emperador
Hadriano, que había tenido noticias de su sabiduría y de su negativa a hablar.
El emperador obliga a Segundo a hablar y le amenaza de muerte, pero ni aún
ante ese peligro Segundo pronuncia palabra alguna. Tras fracasados intentos,
el emperador, admirado, le perdona la vida, y le permite comunicarse con él
por escrito y por señas. Le dirige entonces al filósofo veinte preguntas hetero
géneas. En efecto las primeras son del tipo qué es el mundo, qué es el sol, qué
es la luna, o la tierra, o el ser humano, o la belleza, pero en las siguientes le pre
gunta qué es un campesino, un gladiador, un marinero, una nave, para acabar
con preguntas como qué es la riqueza, la pobreza, la vejez, el sueño y la muer
te. Segundo responde satisfactoriamente a las veinte utilizando un tipo fijo de
respuesta mediante la yuxtaposición de sustantivos acompañados de adjetivos.
La historia termina con la orden de Hadriano de depositar los libros de Segun
do en la biblioteca sagrada.
La novela biográfica
Existe, como hemos dicho, un papiro (s. ii /πι d. C.) de esta biografía, que se
ha conservado con el título de Vida del filósofo Segundo, en un único manuscri
to del siglo XI d. C., del que dependen otros cuatro. Pero las lecturas del papi-
201
ro no coinciden con las del citado manuscrito, lo que quiere decir que existí
an tradiciones independientes de dicha biografía. Por otra parte, las preguntas
y respuestas se han conservado de forma independiente en ocho manuscritos,
unos conteniendo las veinte cuestiones, y otros un número no fijo, desde doce
a diecinueve. Así, ambas partes se habían publicado en tiempos por separado,
lo que hoy ya nadie admite en las ediciones.
Junto a la versión griega, se han conservado otras latinas, además de otras
orientales, siria, armenia, árabe y etíope, las dos primeras de las cuales están
más próximas al texto griego. Influyó en el Libro de Sindbad, y no al revés, como
se había creído en un principio, y tal vez en las Mil y una noches.
Al final de la obra el copista del manuscrito del siglo XI ha añadido la siguien
te bendición en verso:
Al igual que en la Vida de Esopo, se advierten en esta obra dos partes temáticas
y compositivas muy diferenciadas. La primera abarca desde el comienzo hasta
el suicidio de la madre de Segundo y su silencio consiguiente.
En este primera parte se explica la causa del silencio del filósofo mediante
la introducción de una novella erótica, lo que hemos visto ya en la Vida de Ale
jandro en el episodio de Nectanebo y en la Vida de Esopo en la relación del pro
tagonista con la mujer de Janto. En este caso el relato es de origen folclórico.
Además, el episodio tiene puntos de contacto con la novela del Asno, concre
tamente con la escena en que el héroe se vale de la criadita Palestra para que
le enseñe los trucos de magia de su señora, aunque se trata de un episodio de
origen cómico. Es, pues, una novella etiológica.
La fama del filósofo de Atenas da pie al encuentro con Hadriano, lo que
inicia la segunda parte de la obra, en donde se observa cierto dramatismo. En
ella vemos el tradicional enfrentamiento entre el sabio y el poderoso que ya
conocemos por novelas anteriores, y que hemos dicho que tiene su correlato
en personajes orientales de la tradición judía del Antiguo Testamento o de la
babilonia, con el sabio Ahikar. También en la Historia de Apolonio rey de Tiro,
Tarsia, la hija de Apolonio, pone enigmas o acertijos a sus clientes del prostí
bulo para conservar su virginidad, entre los cuales se hallará su propio padre.
Se han observado también semejanzas de dicho episodio con los martirologios
cristianos, pues Segundo está dispuesto a morir antes que a romper su silen
cio, sin que eso presuponga influjo de dichos martirologios sobre nuestra obra.
El origen de este tipo de preguntas y respuestas, llamadas emtapocríseis, se
halla en la escuela de retórica. Ya hemos citado anécdotas llamadas khrdai en
la Vida de Esopo, y hemos dicho que eran características del género biográfico.
Plutarco presenta también este tipo de literatura en varias obras tituladas Quaes
tiones o problemata, como se denominan aquí. Pertenecen, pues, al ámbito retó
rico, filosófico en último término, aunque su destino parece ser amplio, y en
ese sentido “popular”, al igual que hemos visto en la Vida de Alejandro.
Veamos dos ejemplos de estas preguntas y respuestas. En concreto vamos
a ver las cuestiones 6, sobre la luna, y la 8 sobre la mujer:
203
Janto. Parece que tuvo un destino popular, pero sus definiciones, poéticas con
frecuencia, suponen cierta cultura por parte de su autor. Veamos finalmente
algunos aspectos de su lengua y estilo.
La Vida está escrita en una koine popular similar a la Vida de Esopo, con las mis
mas repeticiones léxicas, “estilo kaí”, léxis eiroméne, mezcla de tiempos verba
les, hápax legómena (18 en sus 12 páginas), términos raros, latinismos. Sin
embargo, en la segunda parte y en pasajes patéticos de la primera predomina
un tono más elevado. Los sustantivos y adjetivos que caracterizan las defini
ciones que va dando Segundo están testimoniados en textos poéticos anterio
res, sobre todo en la tragedia -especialmente en Esquilo-, e incluso puede
observarse algún aticismo. Esta mezcla de estilo ha sido atribuida a los cínicos.
Capítulo 8 La novela entre la utopía
y la ciencia ficción
205
escritores sensacionalistas, como Ctesias de Cnido (finales del s. V a. C ), que
contaban todo tipo de maravillas en países lejanos y exóticos.
Hay que mencionar también que ya la escuela de Aristóteles recopilaba,
por afán científico, curiosidades varias, lo que heredan los eruditos alejandri
nos, como Calimaco (primera mitad del s. in a. C.). Por lo tanto la recopilación
de portentos admirables y variopintos no es ajena a las escuelas filosóficas ni a
las de retórica: la paradoxografía constituye un género muy importante en Gre
cia, con elementos incorporados del folclore pero coleccionado por eruditos.
Hemos visto ejemplos en las novelas de amor -e n Aquiles Tacio y Heliodoro
sobre todo-, e incluso en la Vida de Alejandro.
Esta es una novela original, única en su género entre las que conocemos, aun
que contenga elementos en gran parte ya vistos: viajes fantásticos, intrigas amo
rosas, episodios de magia y de persecución y auxilio, muertes aparentes, etc.
Por eso fue considerada en tiempos la primera novela griega que presenta, mez
clados, esos diversos elementos. Hoy sabemos que no fue así, pero nos sigue
impresionando su originalidad compositiva y su pasión por la narración. Lo
veremos cuando expongamos un resumen de su intriga, complicadísima por
cierto. Veamos en primer lugar qué testimonios se conservan de esta novela,
pues el texto original se ha perdido.
Existen dos papiros seguros pertenecientes a esta obra, dos dudosos, extensas
referencias de la Vida de Pitágoras de Porfirio (ca. 234-304 d. C.), dos citas de
la obra de Juan Lido Sobre los meses (s. VI d. C.), quien afirma haber leído los
Apista de Diógenes en veinticuatro libros (una de las citas acerca de hombres
muy longevos y otra acerca de las habas, que pertenece, dice Lido, al libro XIII
de los Apista, y que se corresponde con la que leemos en Porfirio), más, final
mente, el amplio resumen de Focio en el códice 166 de su Biblioteca (s. ix).
La novela griega
Como se ve, el número de libros de su obra coincide con el de las dos grandes
epopeyas homéricas. Vamos ahora a hacer un resumen de Focio en el que ya
se puede apreciar el carácter alambicado de su composición y las característi
cas de su intriga. Dejamos la cuestión de la autoría de la obra y su cronología,
206
difícil, para el final de la exposición, pues pensamos que quedará más clara
entonces.
207
Focio introduce de nuevo a Dinias relatando todo esto a Cimbas. Así, los
hermanos llegan a Tule, donde son alcanzados por el mago Paapis, que les infli
ge el castigo que acabamos de exponer. En Tule, Truscano, enamorado de Der-
cílide, mata a Paapis, creyéndola muerta, y se suicida después. Se hace men
ción de otras peripecias en Tule y de los amores de Mantinias, que relata Dinias
a Cimbas, cerrando así el libro veintitrés. En el libro veinticuatro el narrador es
Azulis, quien informa a Dinias y éste a Cimbas. Azulis consigue salvar a los her
manos de su castigo y les dice también cómo lograrán salvar a sus padres, apa
rentemente muertos. Se dirigen, pues, a Tiro, para resucitarles, mientras Dinias,
con Cármanes y Menisco, sin Azulis, se encaminan a las regiones allende Tule,
en donde ven cosas increíbles, que cuenta a Cimbas, auténticas fantasías. Y lo
más increíble, dice Focio, es que llegan hasta la Luna, y allí se cuentan otras
consiguientes extraordinarias ficciones.
Focio añade que Diógenes, que se llama también Antonio, escribe una car
ta a Faustino diciéndole que ha compuesto esa obra sobre Tule, y otra a su her
mana Isidora, que es “amante de aprender”. Se dice autor de una “comedia
antigua” y aporta testimonios más antiguos de todo lo que ha contado. En la
carta a Isidora le cuenta a su vez cómo Balagro escribe a su mujer Fila, hija de
Antipatro, contándole que cuando Alejandro tomó Tiro, un soldado condujo
a su rey junto con Hefestión y Parmenión a un lugar donde se hallaban varias
sepulturas de piedra con inscripciones: de Lisila, Mnasón, Aristión, Mantinias,
Dercílide y Dinias, con los años que había vivido cada uno. Dentro de ellas
encuentran las tablillas de ciprés que había depositado Dercílide; Balagro las
transcribe a su vez para enviarlas a su mujer. La obra corresponde al relato de
Dinias.
introducido al principio y al final del relato a Cimbas. Pero también es cierto que
las dos cartas dedicatorias, que, lógicamente, debían ir al principio de la novela,
son citadas al final, al igual que la mención de los cofres descubiertos por los sol
dados de Alejandro. Se ha pensado que esa mención podía dar suspense a la intri
ga si los nombres de los allí enterrados son citados sólo al final.
Desde un punto de vista estructural la obra está constituida por la unión
de dos ejes compositivos, las aventuras de Dinias, por un lado, y las de Dercí-
lide y su hermano, por otro, cruzándose ambas en Tule, para volver a separar
se y unirse finalmente en Tiro, donde es de suponer que se casan - o se unen-
los protagonistas. Es, pues, un cruce de varios géneros: el viaje utópico y la
novela de amor se mezclan aquí.
209
Así, las aventuras de Dinias se basan formalmente en un viaje “en busca
de conocimiento” que recuerda al que cita Heródoto 1 29 para Solón: éste
emprende la navegación para ver mundo, lo que no deja de ser otro tipo de
búsqueda. Por tanto el hilo narrativo gira en tomo a un viaje en que se encuen
tra con amigos, variadas peripecias, y que posibilita la inclusión de abundante
material paradoxográfico que podía dar unidad a la obra.
En realidad las aventuras de allende Tule ocupan, según R dcío , sólo el últi
mo libro, donde continúa en auge el elemento paradoxográfico, hasta que una
plegaria transporta milagrosamente a Dinias desde la Luna hasta Tiro. Por lo
tanto, existen también elementos filosóficos, religiosos y mágicos: Pitágoras,
Astreo, Zamolxis, quizá Cármanes y Azulis, que “desencanta” a Dercílide y su
hermano, además de Paapis y Mirto. Paapis se llamaba un famoso profeta egip
cio, y recuerda al Nectanebo de la Vida de Alejandro, aunque más marcado en
su papel de malvado agresor, como veíamos en las Babiloníacas.
Las intrigas eróticas son aquí secundarias, según Focio -com o lo son tam
bién en la Vida de Alejandro y lo serán en Luciano-, pero es posible que el patriar
ca reduzca, o elimine, este elemento, que, en cualquier caso, parece ser secun
dario en los viajes utópicos. Lo cierto es que, además de los amores de Dinias
y Dercílide, que tienen el happy end habitual, se citan otros enamorados de Der-
cílide: probablemente Paapis, tal vez Cérilo, y con seguridad Truscano. La ama
da de Mantmias debe ser la Lisila cuya sepultura se cita al final de la novela jun
to a las de Mantinias, sus padres y los dos protagonistas.
La intriga es situada en el siglo v a. C., es decir, en la época clásica, al igual
que en Caritón, y los protagonistas parecen pertenecer a la aristocracia local.
Los nombres de Dinias y Mantinias están documentados en las inscripciones
arcadlas, por lo que el autor busca un colorido local. Por qué es tan importan
te Dinias para la liga arcadia, no lo sabemos, pero si pensamos en el texto cita
do de Heródoto, Dinias pudo ser un político arcadio importante. La edad del
protagonista plantea problemas, pues parece ser muy viejo cuando cuenta su
novela, mucho más que Dercílide.
Elegir Arcadia como patria de Dinias da una pátina de arcaísmo a la nove
la, muy del gusto de la Segunda Sofística, si es que no hay otras razones que
ignoramos.
¿Puede uno creer que todo eso sea verdad? ¿Pretendía el autor que así lo
creyeran sus lectores? Ese es un tema debatido.
que aparece también en Jenofonte de Efeso I II 2, 8), y que íbcio lo coloca junto
al resto de las novelas elaboradas retóricamente, hay que deducir que la lengua
de Diógenes tendría cierto nivel literario, quizá con aticismos, aunque la litera
tura de periplo procede de la logografía jonia, y así lo veremos en Luciano.
213
temporáneo de gran parte de los novelistas antes estudiados, y, en efecto, la fic
ción narrativa está presente en varias de sus obras. Pensemos, además de en la
obra que nos ocupa, en los Aficionados a las mentiras, título que se cita también
en singular, verdadera colección de cuentos de miedo con elementos sobrena
turales o paranaturales, en el Tóxaris, recopilación de relatos sobre el tema de
la amistad, en las ficciones que transcurren en el Hades, como los Diálogos de
los muertos, y en tantas otras obras en donde la ficción es fundamental. En un
capítulo anterior hemos dicho que se le atribuyó también la novela del Asno,
de carácter cómico y paródico, pero esta atribución no es segura. Sí lo es la de
la obra que vamos a tratar a continuación, los Relatos verídicos, de propósito
nada dudoso y que ha gozado de gran estima.
... las lecturas que no sólo proporcionan mera atracción por su carác
ter ingenioso y gracioso, sino que muestran también cierto contenido no
ajeno a las Musas, como supongo que pensarán también, de alguna mane
ra, acerca de obras como ésta: en efecto, no sólo les resultará atractivo lo
exótico de su argumento ni lo gracioso de su intención, ni el hecho de que
hemos expuesto mentiras variopintas de forma verosímil y verídica, sino
también el que cada uno de los relatos está escrito, de una manera no exen
ta de comicidad, con alusiones a ciertos poetas, historiadores y filósofos
antiguos que han compuesto muchas obras portentosas y fantásticas, a los
que yo ciaría por su nombre, si no fuera a quedar patente para ti mismo a
partir de la lectura, entre ellos Ctesias de Cnido, el hijo de Ctesíoco, que
escribió sobre ¡a India y sus costumbres lo que ni él mismo vio ni oyó de
persona alguna que dijera la verdad. También Yambulo escribió muchos pro
digios sobre lo que había en el Gran Mar, fingiendo esa mentira por todos
reconocida, pero componiendo, no obstante, su argumento de forma no
desagradable. Muchos otros también, con la misma intención, escribieron
sus supuestas andanzas y viajes, describiendo animales formidables, hom
bres crueles y singulares formas de vida.
El iniciador y maestro de tal charlatanería es el Ulises de Homero, que
relató ante Alcínoo y su corte esclavitud de vientos y ciertos hombres pro
vistos de un solo ojo, caníbales y salvajes, y además animales de muchas
cabezas, y las transformaciones de sus compañeros en virtud de pócimas,
con lo cual foijó él muchas historias fantásticas ante los feacios, que eran
unos hom bres simples.
Así pues, tras leer a todos esos autores, no les reproché en exceso sus
mentiras, al ver que esa práctica eTa habitual también entre los comprome
tidos a dedicarse a la filosofía, pero m e admiró el que creyeran que pasaban
desapercibidos al escribir lo que no era verdad. Por lo cual también yo, afa
nándom e, por vanidad, en dejar algo a la posteridad, para no ser el único
que no participa de la libertad de contar fantasías, com o no podía narrar
nada verdadero -p u e s no había experimentado nada digno de m en ción-,
me entregué a la mentira de una forma m ucho más noble que los demás:
en efecto, una sola verdad voy a decir al afirmar que miento. De este modo,
creo que puedo escapar de la acusación de b oca de los demás al reconocer
que no digo ninguna verdad. Escribo, por tanto, acerca de cosas que ni he
visto ni he experimentado ni he sabido de b oca de otros, y además ni exis
ten en m odo alguno ni pueden existir en absoluto. Por ello los lectores no
deben prestarles fe de ninguna manera.
Tras partir, pues, una vez desde las columnas de Hércules y dirigirme
al Océano de Occidente, inicié m i navegación con viento favorable. La cau
sa y el propósito de m i viaje eran m i curiosidad mental, el deseo de nove
dades y querer saber cuál era el fin del Océano y qué clase de hombres habi
taban en la otra orilla ( 1 1-5).
Luciano no puede ser más claro en cuanto a la opinión que le merece este
tipo de literatura, que tiene, sin duda, mucho éxito y que se basa en el relato
de mentiras pretendiendo que son verdad, en señalar cuáles son los orígenes
del género así como sus principales representantes, en reconocer el interés lite
rario de tal literatura e incluso su posible calidad literaria, y en exponer por qué
practica él también dicha literatura fantástica: como entretenimiento de los lec
tores de literatura más seria, lo que hay que hacer, pero con dignidad literaria,
como lo va a hacer él. Con ello nos habla de su destinatario, un público culto,
que necesita también evasión de vez en cuando. El texto puede ser significati
vo no sólo como testimonio para este tipo de novela -utópica, paradoxográfi-
ca o como se le quiera denominar-, sino para los lectores del género noveles
co en su conjunto. Admite su carácter ficticio y literario total, así como su tono
cómico, es decir, paródico. ¿Es esto mismo aplicable a Antonio Diógenes? No
lo podemos asegurar, pero presentan interesantes puntos de contacto en cuan
to a la mención de la comedia y al carácter “increíble” que tiene todo lo que
se narra, así como el propio motivo de la llegada a la Luna. Que no cite a Dió-
genes, ni indica que no lo conociera, ni que fuera posterior a Luciano -pues
los autores de la Segunda Sofística no suelen citar a sus contemporáneos-, ni
excluye la posibilidad de que ambos pertenezcan al mismo género.
Finalmente añadamos que su propósito inicial se corresponde con el de
los periplos de la logografía jonia: afán de conocer, de ver mundo y de llegar al
final del Océano, en lo que coincide no sólo con Diógenes, sino también con
la Vida de Alejandro. Por tanto, la obra adoptará el esquema de un viaje en el
que se describe todo tipo de prodigios y fantasías. Partirá con cincuenta com
pañeros, víveres y armas, un barco en condiciones, y el mejor piloto, como en
la literatura épica. Veamos ahora un resumen de tan fantástico periplo, que
abarca dos libros.
Tras la partida inicial llegan a una isla en donde han llegado antes Hércules y
Dioniso, habitada por seres fantásticos; de ella parten también para ser arreba
tados por un tifón que eleva por el aire la nave y la transporta durante siete días
hasta llegar a otra isla luminosa, rodeada de otras, que resulta ser la Luna. Sus
habitantes les apresan y les cuentan la batalla que libran contra el Sol, que es
descrita con detalle. Ganan los selenitas, pero son capturados por los habitan
tes del Sol, y allí llevados. Son liberados en virtud de un tratado, y de nuevo en
la Luna el autor describe sus portentosas costumbres. Parten de nuevo y llegan
a la ciudad de las Lámparas, que hablan y están dotadas de facultades huma
nas; tras una nueva partida, llegan a Cuculandia de las Nubes, y de allí se posan
sobre el mar de nuevo, donde son engullidos por una enorme ballena, cuyo
curioso interior es descrito con detalle, una auténtica ciudad, así como sus
numerosos habitantes. Permanecen allí un año y ocho meses. Se describe una
nueva batalla. Con los relatos portentosos en el interior de la ballena acaba el
libro primero.
El segundo se inicia con la huida, gracias a su ingenio, de la ballena, y tras
tener problemas por el mal tiempo, arriban a la isla de Queso, de la que par
ten también hasta que llegan a la isla de los Bienaventurados, que es descrita
como un paraíso, y en donde tienen lugar cuatro pleitos en ese momento pro
tagonizados por héroes míticos, históricos, y el propio Luciano. Allí se encuen
tran, entre otros, con Homero, al que preguntan por su patria, pero otra vez
hallamos un combate que es descrito detalladamente. Desde allí llegan a la isla
de los Condenados, lugar del que pronto huyen por ser desagradable, para arri
bar a la isla de los Sueños, que son a su vez descritos, así como su ciudad, por-
menorizadamente, y con los que permanecen treinta días; luego llegan a Ogi-
gia, donde lee una carta de Ulises a Calipso; se encuentran posteriormente con
los calabazapiratas, con los que traban combate también y de los que se salvan
al aparecer los nueznautas, sus enemigos; en su periplo sigue el encuentro con
piratas que cabalgan sobre delfines, su caída en un nido gigantesco de alción,
del que parten también. En su viaje se producen de pronto unos prodigios en
el mar y navegan por encima de un bosque marítimo, hasta que logran bajar al
mar de nuevo, por el que son conducidos hasta la isla de los bucéfalos, que les
atacan y de los que logran huir, encontrándose entonces con unos hombres
que navegan apoyándose en su falo, hasta que arriban a la isla de las pemibu-
rras, mujeres que se comían a sus huéspedes mientras dormían y tenían la capa
cidad de transformarse y desaparecer. Logran zarpar de allí y llegan hasta el con
tinente opuesto al suyo, en donde una fuerte tempestad destruye la nave,
salvándose cada uno como puede. La obra finaliza prometiendo contar en otros
libros lo que allí les sucedió.
Por linaje soy de Chipre, extranjeros, y tras partir de m i patria por moti
vos de comercio en compañía de m i hijo, a quien veis, y de otros muchos
criados, emprendí la navegación hacia Italia, transportando variado carga-
m ento en una nave grande, a la que tal vez habéis visto, destrozada, en la
boca de la ballena. Pues bien, hasta Sicilia navegamos felizmente, pero, arre
batados de allí por un fuerte viento, al tercer día fuimos lanzados al Océa
no, donde, tras encontram os con la ballena y ser tragados hom bres y nave,
sólo nosotros dos nos salvamos, muriendo los demás. Después de enterrar
a nuestros com pañeros y de edificar un templo a Poseidón, tenem os este
tipo de vida, cultivando hortalizas, y alimentándonos de peces y frutos secos.
Extenso, com o veis, es el bosque, y tiene, incluso, muchas vides, de las que
se produce un vino dulcísimo. También visteis, tal vez, la fuente de bellísi
m a y fresquísima agua. De las hojas construim os nuestro lecho, y encen
demos fuego abundante, y cazamos las aves que vuelan hacia aquí, y cap
turamos los p eces vivos saliendo hasta las branquias del animal, donde
incluso nos bañamos, cuando nos apetece. Además, hay también una lagu
na, no lejos, de un perímetro de veinte estadios, que contiene peces de todo
tipo, en la que nadamos, y navegamos en un pequeño bote, que yo cons
truí. Son ya veintisiete los años que llevamos dentro (1 3 4 ).
les también en el uso del “estilo haí" (“y... y... y...”) en la traducción.
219
to descriptivos o estáticos, como activos o dinámicos, como los combates. Así,
en el libro primero observamos cierto paralelismo entre el episodio en la Luna,
que incluye la biografía de Endimión, su rey, y un combate posterior, por una
parte, y el episodio de la ballena, que incluye asimismo la autobiografía de un
personaje que tiene que combatir contra seres hostiles a él, por otra.
La estructura de la obra es lineal, pero no deja de advertirse también cierta
composición circular entre su comienzo y su final En efecto, en 18 se cita una tor
menta, que les llevará luego a un río en donde viven unos seres híbridos, cepas
con su parte superior en forma de mujer, que tras besarlos, los emborrachan y
atrapan sexualmente a dos compañeros, que quedan al punto transformados en
cepas; en II 46, el último episodio, llegan a una isla donde son aparentemente
bien acogidos por unas mujeres con cascos de asno, las pemiburras, que se comen
a los hombres después de acostarse con ellos. Tras escapar de ellas, y llegar al otro
continente, mientras dudan qué hacer, sobreviene otra tormenta que destroza la
nave, con lo que apenas logran salvarse. Sigue la recapitulación final de las aven
turas, que es precedida por otras esporádicas (133; en 1 11 apenas se cita). La
mención de las tormentas tras la partida o como inicio de alguna aventura nue
va es también característica y no nos sorprende ya: son tópicos precisamente de
la literatura que está parodiando Luciano. La ironía y el contraste están presentes
también aquí: así, contrasta cómo se describe la Isla de los Bienaventurados con
el relato que sigue, la de los condenados. El libro segundo incluye mayor núme
ro de aventuras que el primero, pero no es mucho más extenso.
La técnica de la anticipación de la intriga no nos sorprende tampoco. Y ello
es producto de un narrador omnisciente, que ya conocemos, pues es lo habitual
en la novela, y constituye un tipo de metadiscurso, aunque no falten momen
tos de suspense. Otras veces el autor no deja de comentar lo increíble, pero cier
to, que es su relato.
Parece que fue grande el influjo de esta obra de Luciano. Su carácter satírico y
en concreto el episodio en la Luna se ha observado en varias obras, desde el
siglo XVI, con Gargantua et Pantagruel, de F. Rabelais, pasando por el x v ii, con
Histoire comique des États et Empires de la Lune, de Cyrano de Bergerac, y el Micro-
mégas de Voltaire, que incluye el episodio de la ballena, el XViii con The Conso
lidator: Or, Memoirs o f Sundry Transactions from the World in the Moon, de D.
Defoe, y los ya citados Gulliver's Travels de J Swift, hasta el χ κ con The First Men
in the Moon, de H. G. Well’s, entre otras. Ya hemos citado a Julio Veme, sobre
todo recuérdese su De la tierra a la Luna.
índice nominal
ANTONINO PÍO (138-161 d. C.): emperador romano que inaugura una serie de
dirigentes romanos llamados los Antoninos.
Apuleyo de M adaura (pa. 125-180 d. C.): escritor en lengua latina -aunque se
inició con la griega-, sofista y filósofo. Escribió varias obras en prosa, como
su Apología, en que se defiende de la acusación de mago, pero su obra más
famosa fue las Metamorfosis, o El Asno de oro, inspirada en modelos griegos,
pero con un toque personal de alta calidad.
A u gu sto (27a. C.-14 d. C.): primer emperador de Roma, fundador de la familia
Julio-Claudia, con el que se inicia el llamado Principado y que da origen, así,
al Imperio romano, que se mantiene hasta el siglo IV d. C. Bajo su reinado
escribieron los más grandes poetas romanos, Virgilio, Horacio y Ovidio.
CALÍMACO de Cirene (ca. 310-240 a. C.): prolífico autor en prosa y en verso, muy
docto y erudito, que vivió en Alejandría y destacó especialmente por un
consciente e influyente programa poético, que expuso en varias de sus
obras conservadas en verso, entre las que destacan las Causas, los Yambos,
los Himnos, la Hécale y algunos epigramas.
índice nominal
Cicerón (106-43 a. C.): ilustre escritor y político romano, autor de varias obras
fundamentales para la teoría retórica antigua, numerosas Cartas y otros
escritos políticos.
223
Cómodo (180-192 d. C.): hijo y sucesor de Marco Aurelio, y último emperador
de la familia Antonina.
Ctesias DE Cnido: escritor griego célebre sobre todo por sus obras de carácter
historiográfico. Se dice que estuvo cautivo como médico en la corte del rey
persa Artajerjes II en tomo al año 400 a. C. Fueron especialmente famo
sos sus Relatos persas (Persiká) y sus Relatos de la India (Indíká), que no se
han conservado, aunque Focio en el códice 72 de su Biblioteca resume par
te de los primeros, y otros autores conservan citas de varias obras. Fue
famoso entre los antiguos por el carácter novelesco y sensacionalista de sus
obras, así como por la vividez (enárgeia) de su narración.
(320-270 a. C.): poeta helenístico muy reputado como inventor
FILETAS de e o s
del género elegíaco-amatorio, y en parte pastoril. Hombre culto y erudito,
fue muy admirado al parecer por poetas griegos tan importantes como Cali
maco y Teócrito, aunque es citado también por autores latinos. Aparece un
personaje con ese nombre en la novela de Longo, y es posible que apare
ciera tal nombre también en Metiocoy Parténope.
Filóstrato: nombre que designa a varios autores pertenecientes a la misma fami
lia, hasta un total de cuatro, según algunos críticos. Sus fechas se sitúan
entre la segunda mitad del siglo il y la primera del ili d. C. Especialmente
interesantes son las Vidas de los sofistas, documento imprescindible para la
historia social y literaria del fenómeno cultural denominado “Segunda Sofís-
.· »
tica .
FOCIO (ca. 810-893 d. C ): patriarca de Constantinople, que en su Biblioteca nos
dejó resúmenes, entre otras muchas obras, de las novelas de Antonio Dió
genes, Lucio de Patras, Luciano, Jámblico, Aquiles Tacio y Heliodoro, ade
más de otros escritos de autores de colecciones de portentos, como Sobre
maravillas (thaumásia) de Flegón de Traies (primera mitad del s. ii d. C.) y
Damascio, autor que en época cristiana se le ocurrió escribir cuatro libros
de relatos acerca de asuntos fantásticos e increíbles, según el códice 130
de dicha Biblioteca. Los dos últimos autores citados forman parte de la lla
mada literatura paradoxográfica.
G o rgias DE Leontinos (483-376 a. C.): natural de Sicilia, fue el más famoso sofis
ta griego del siglo V a. C. Llegó a Atenas en el año 4 2 7 a. C., y sus ense
ñanzas fueron importantísimas tanto para la prosa de arte posterior, que
imitaba su estilo, como para la teoría literaria griega; su influjo llegó hasta
la Poética de Aristóteles. Se hicieron famosas a partir de él las llamadas figu
ras gorgianas, por lo mucho que las utilizaba en sus discursos epidicticos
o de aparato (Encomio de Helena, Defensa de Palamedes, etc.). Se basan éstas
en la repetición y sus variedades, tanto a nivel fónico (aliteración, parono-
masia, homeotéleuton, poliptoto), léxico (sinonimia, isosilabismo) y sintác
tico (paralelismo, antítesis), por citarlas más destacadas. Construía, así,
un período en prosa formado por una especie de pequeños miembros, a
modo de breves versos, muy efectista y amanerado. Su estilo fue muy apre
ciado en el siglo il d. C.
Hadriano (117-138 d. C.): emperador romano muy destacado por su filohele-
nismo, lo que hizo que las ciudades griegas de Asia Menor alcanzaran bajo
su protección gran esplendor cultural.
HeüogáBALO (218-222 d. C.): emperador romano de la familia Severa, que dio
gran importancia al culto al Sol (Helio).
Hermógenes (ca. 160-principios del s. m d. C.): fue el más destacado retórico
de su época, y se ha supuesto que era natural de Tarso. Su Retórica com
prendía cinco tratados: Ejercicios retóricos preparatorios, Sobre los estados de
causa, Sobre la invención, Sobre las formas de estilo y Sobre el tratamiento de la
Habilidad, de los cuales sólo son auténticos el segundo y el cuarto. Su obra
más importante y más influyente a lo largo de los siglos fue Sobre las for
mas de estilo, en donde afirma que el modelo por excelencia del discurso,
y, por tanto, del estilo, “político”, es Demóstenes (384-322 a. C.), el mejor
orador griego de todos los tiempos. Los discursos de este orador ejempli
fican las siete formas o tipos fundamentales de estilo que Hermógenes
detecta, tipos que admiten subtipos, hasta un total de veinte.
Herodes ático (101-177 d. C.): famoso millonario y sofista, que se afanó tan
to en su imitación de la lengua ática, que su obra conservada fue conside
rada durante mucho tiempo pieza retórica de época clásica. Costeó tam
bién numerosos monumentos en la Grecia romana.
JÁMBUCO (mitad s. lll-ca. 330 d. C.): discípulo del neoplatónico Porfirio, de cuya
doctrina fue partícipe, autor de una Colección de doctrinas pitagóricas, entre
las que se encuentra una Vida de Pitágoras. Fue muy influyente en los neo-
platónicos posteriores.
Juliano (360-363 d. C.): emperador romano, llamado el Apóstata por apartar
se de la doctrina cristiana, muy culto y erudito. Destacan sus Cartas.
(161-180 d. C.): emperador romano perteneciente a la familia
M a rc o A u re lio
de los Antoninos, seguidor de la doctrina estoica, que escribió una obra en
griego en la que defendía dicha doctrina.
Musonio Rufo (ca. 30-100 d. C.) : filósofo partidario de la doctrina estoica, en cuyos
índice nominal
225
liado paseo por las antiguas regiones griegas incluye no sólo la ruta geo
gráfica y las localidades por las que va pasando, sino también los relatos,
monumentos o costumbres interesantes y típicos de cada lugar, imitando
así el arcaísmo de la logografía jonia de los siglos vi y v a. C. No en vano
uno de sus modelos de estilo es Heródoto. Su obra constituye, pues, un
importante documento sobre la Grecia - “Acaya” en denominación roma
n a - del siglo ii d. C.
Petronio (s. i d. C.): célebre autor latino que escribió el tradicionalmente lla
mado Satiricon, y recientemente Satíricas, en la década de los 60 d. C. La
obra no se conserva entera, por lo que es difícil de interpretar, pero en ella
se ha observado una gran calidad literaria. Pudo tener modelos griegos, y
ha sido considerada incluso una parodia de las tradicionales novelas grie
gas de amor. Es una afortunada mezcla de sátira, parodia y novela, entre
otros géneros.
P lu ta rc o de Queronea (ca. 46-120 d. C ): uno de los autores griegos más pro-
líficos, escritor tanto de una serie de Vidas paralelas com o de diversos tra
tados sobre temas pedagógicos, filosóficos, religiosos, retóricos, etc., deno
minados Obras morales. Su erudición en todas esas obras es enorme, por
lo que las noticias que proporciona sobre su época resultan fundamenta
les. En todas ellas domina una tendencia moralizante.
P o rfirio (ca. 234-304 d. C.): discípulo del neoplatónico Plotino, cuya biogra
fía escribió y cuya doctrina siguió, autor de abundantes escritos, entre los
que se halla una Vida de Pitágoras en la que cita bastantes pasajes de la nove
la de Antonio Diógenes que se refieren a este filósofo.
Pseudo-Aristides (s. π d. C.): es, junto con Hermógenes, que es posterior y muy
superior a él, el más destacado retórico del siglo ii d. C. Es autor de una
Retórica, en dos libros, uno dedicado al “discurso o estilo Qógos) político”,
y otro al “discurso o estilo sencillo” (aphelës). Analiza los textos literarios
de acuerdo también con “formas de estilo”, y establece como modelo del
primer tipo de estilo a Demóstenes -a l igual que Hermógenes-, y del segun
do a los historiadores Heródoto (s. v a. C.) yjenofonte (s. IV a. C.). Este
segundo tipo de estilo es el que triunfa sobre todo en los primeros siglos
del Imperio, y las novelas son una buena muestra de ello.
Ptolom eos: nombre que recibe la dinastía que reinó en Egipto tras la disgrega
ción del Imperio de Alejandro, a la muerte del conquistador (323 a. C.).
Su primer representante fue Ptolomeo Lago, uno de los más destacados
generales de Alejandro en su expedición a Asia, y la última reina fue Cleo
patra VII, que perdió su reino frente a las tropas romanas de Augusto en la
batalla de Actio (30 a. C.).
S uda ( s . x d . C.): lé x ic o grieg o q u e tran sm ite m u c h a s n o tic ia s s o b re lo s escri
to res an tig u o s, n o siem p re fidedignas.
TEÓN (s. i d. C.): retórico natural de Alejandría según los antiguos, defensor de
la doctrina estoica y famoso sobre todo por sus Ejercicios retóricos prepara
torios (Progymnásmata), primer manual que se conserva sobre este tema,
que tendría otros seguidores. Entre los ejercicios que trata destacan el rela
to, la hhría, el encomio y el vituperio, la comparación, la prosopopeya y la
descripción. Todos ellos se hallan representados en las distintas novelas,
así como en otros géneros literarios de la época imperial.
TRAJANO (98-117 d. C.): destacado emperador romano que amplió las fronte
ras del Imperio y mejoró la administración de las provincias, entre otros
logros.
índice nominal
227
Glosario
Siglo ni a. C.
Ptolomeo I Soter (-283). Filetas de Cos (320-270).
Ptolomeo 11 Hkdelfo (285-246). Calimaco fca.310/305-240).
Ptolomeo III Evergetes I (246- Teócrito (ca. 300-260).
221). Apolonio de Rodas (ca. 2 9 5 -
215).
Siglo i a. C.
Cicerón (106-43). Papiros sobre Vida de Alejandro.
Sisena traduce a Aristides de
Mileto al latin (ca. 80).
Cleopatra VII (51-30). Partenio de Nicea.
Augusto emperador (2 7 a. C - Batalla de Actio (30): Roma
14 d. C ) . es dueña del Mediterráneo.
Virgilio, Horacio, Ovidio.
Siglo i d. C.
Dinas tía Julio-Claudia. Inicio de la Segunda Sofistica. Papiros de Niño.
Ó stracon de M etíocoy Parté-
Cronología
233
Autores y principales Autores y textos
Fechas
hechos históricos de novela
Siglo ii d. C.
Flegón de Traies. Caritón de Afrodisias.
Hadriano (117-138). Crea elftnhellenion en 130/131. Papiros de Yolao.
Herodes Ático. Rapiros de Metíocoy Parténope.
Antonino Pío (138-61). Pausanias. Antonio Diógenes (papiros s. n).
Marco Aurelio (161-180). Pseudo-Aristides. Jenofonte de Éfeso.
Hermógenes. Lucio de Patras.
Hechos apócrifos del Nuevo Tes Lucio o El asno.
Cómodo (180-192). tamento. Luciano.
Apuleyo.
Papiros de Fenicíacas.
Vida de Esopo (G).
Vida de Segundo.
Longo.
Aquiles Tacio.
Babibníacas de Jámblico.
Siglo I II d. C.
Heliogabalo (218-222). Filóstrato. Papiros de Sesoncosis.
Aureliano (270-275). Porfirio (ca. 234-304). Vida de Alejandro de Macedonia
Jámblico (mitad s. in~ 330). (A).
1. Traducciones
235
López Martínez, M.a E (1998): Fragmentos papiráceos de novela griega. Introduc
ción, edición, traducción y comentario. Universidad de Alicante. Alicante.
Mendoza, J. (1979): Cantón de Afrodisias, Quéreasy Calírroe. Jenofonte de Efeso,
Efesíacas. Fragmentos novelescos. Introducción, traducción y notas. Gredos.
Madrid.
Pejenaute Rubio, F. (1988): Apuleyo, El asno de oro. Introducción, traducción y
notas. Akal. Madrid.
Puche López, M.a C. (1988): Pseudo-Luciano, Lucio o elAsno. Introducción, tra
ducción y notas. Universidad de Murcia. Murcia.
— (1997) : Historia de Apolonio rey de Tiro. Introducción, traducción y notas.
Akal. Madrid.
Reardon, B. P (ed.) (1989): Collected Ancient Greek Novels. Introducción, tra
ducción y notas. Berkeley.
Segura Munguía, S. (1992): Lucio Apuleyo. Las Metamorfosis o El asno de oro. Edi
ción bilingüe, estudio literario, traducción y notas. Universidad de Deus
to. Bilbao.
Stephens A. S. y Winkler, J . J . (1995): Ancient Greek Novels. TheFragments. Intro
ducción, texto, traducción y comentarios. Princeton University Press. Prin
ceton.
2. Estudios