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Los Verdaderos Machos Mexicanos Nacen para Morir Matthew Gutmann PDF
Los Verdaderos Machos Mexicanos Nacen para Morir Matthew Gutmann PDF
EN LA CIUDAD DE MÉXICO
NI MACHO NI MANDILÓN
Matthew C. Gutmann
EL CO LEG IO DE M ÉXICO
136.16
G984s
G utm ann, M atthew C.
Ser hom bre de verdad en la ciudad de M éxico :
ni macho ni m andilón / M atthew C. G utm ann.— México
: El Colegio de México, C entro de Estudios Socioló
gicos, Program a Interdisciplinario de Estudios de
la M ujer : Centro de Estudios Demográficos y de
Desarrollo Urbano, Program a Salud Reproductiva y
Sociedad, 2000.
394 p. : fot. ; 22 cm.
ISBN 968-12-0912-5
1. Machísmo-México (Ciudad). 2. M asculinidad
(Psicología)-México (Ciudad). 3. IIom bres-M éxico
(Ciudad)-Psicología.
D if e r e n c ia s y s im il it u d e s
En este trabajo exam ino qué significa ser hombre p ara los hom bres
y m ujeres que viven en la colonia p o p u lar Santo D om ingo de la
ciudad de M éxico. El enfoque etnográfico de este estudio intenta
com prender la identidad de género en relación con los cam bios en
las prácticas y creencias culturales que han ocurrido en el México
urbano* d u ran te el transcurso de varias décadas de conm oción lo
cal y global. Al estu diar cóm o se forja y se transform a la identidad
de género en u n a com unidad obrera, constituida.gracias a una in
vasión de tierras en la capital m exicana en 1971, exploro ciertas
categorías culturales en varias representaciones, algunas relativa
m ente fijas, algunas en proceso de Cambio; es decir, analizo la m ane
ra en que la diferencia y la sim ilitud culturales están conform adas
por actores sociales diversos, los que a su vez lim itan y expanden
los significados de identidad de género.
Si bien es cierto que las cuestiones políticas y culturales que
surgen en este estudio etnográfico son p o r necesidad muy gen era
les, los acontecim ientos, los sentim ientos y las actividades que aquí
se describen sí h an ocurrido, con bastante frecuencia, en u n a esca
la más peq ueñ a, com o parte de la vida cotidiana de los residentes
en u n a colonia de la capital m exicana. C om o introducción a lo que
se explorará en los capítulos siguientes, será útil aclarar ciertas cues
tiones relacionadas con la identidad cultural y de género en M éxi
co, así com o explicar el m arco teórico y m etodológico en el que se
fundam enta esta investigación.
Si al hab lar de género nos referim os a las form as en que las
sociedades com p ren den, debaten, organizan y practican las dife
rencias y sim ilitudes relacionadas con la sexualidad física, entonces
debem os esperar en co n trar una variedad de significados, in stitu
ciones y relaciones de género dentro de diferentes grupos y entre
éstos. Al m ism o tiem po, más de lo que gen eralm ente se reconoce,
hay que explicar y n o dar por sentado qué es lo que significa física
mente ser hom bre o m ujer. Com o se verá en el capítulo cinco, es n e
cesario exam inar ciertos factores culturales e históricos p ara ten er
u n a com prensión del cuerpo y de la sexualidad, pues no basta con
lim itarnos a u n a descripción basada en los órganos genitales. A
pesar de la im portancia del género y la sexualidad en m uchos aspec
tos de la existencia hum ana, históricam ente y en la actualidad, la
calificación de género en ¡a vida social nunca es tran sp aren te.1
En m i propio caso, no es tanto que yo m e haya propuesto bus
car el género com o tem a de estudio; m ás bien, el género m e e n
contró a mí. En un principio, la casualidad m e llevó a con sid erar a
los hom bres m exicanos com o padres. En la prim avera de 1989,
m ientras paseaba p o r el centro de la ciudad de México, le tom é
una fotografía a un hom bre que, m ientras atendía a un cliente en una
tienda de instrum entos musicales, estaba cargando a un bebé. La
form a en que mis am igos reaccionaron ante la foto constituyó el
prim er im pulso que m e llevó a estudiar a los m exicanos com o p a
dres (regresarem os a la fotografía en el capítulo tres). T iem p o
después, cuan do revisaba la bibliografía de las ciencias sociales
acerca de los hom bres m exicanos y la m asculinidad, el tem a de mi
investigación quedó claro: las generalizaciones, extensam ente acep
tadas, sobre las identidades de la m asculinidad en M éxico p a re
cían a m enu do terribles estereotipos sobre el m achism o, el supues
to rasgo cultural de los m exicanos que a pesar de ser tan fam oso es
tam bién casi com pletam ente desconocido. Incluso cuando leía acer
ca de individuos y grupos que, po r alguna razón, no cabían en el
m odelo de m achism o — el que, in dep end ientem en te de cóm o sea
definido en las ciencias sociales, siem pre conlleva connotaciones
peyorativas— , p o r lo general se juzgaba que esos casos eran raros.
1 Para conocer un análisis del "construccionism o social”, incluyendo algunos
com entarios acerca del género, véase di L eo nard o (1991a); véase tam bién Scott
(1988: 2) sobre la definición de género y sexualidad.
Y estas opiniones no provenían sólo del am biente académ ico. En
conversaciones inform ales que tuve en diversas zonas populares
de la ciudad de México d u ran te varios años, a m en u d o se m e d e
cía: “Bueno, ya sabe cóm o son los m exicanos, pero m i esposo (o
herm ano, o hijo, o padre) es diferente.” Parecía existir u n a infini
dad de excepciones a la regla de los m achos.2
En consecuencia, podría surgir la pregunta: ¿se encu entra p la
nead o este estudio para desconstruir un significado u n itario de la
m asculinidad m exicana en m asculinidades m exicanas m últiples?
En parte tiene tales propósitos negativos y lim itados. Sin em bargo,
m i objetivo general es m ás am plio: el libro sí trata de significados y
entendim ientos, pero tam bién es un estudio de expectativas, ju i
cios y acciones. Sobre todo, es un exam en de la dialéctica que exis
te entre los significados que se asocian con el gén ero y el p o d er
social.
Visto desde esta perspectiva, otro objetivo del estudio — más allá
de la desconstrucción de clichés vacíos de la m asculinidad m exica
na— es contribuir a la reconstrucción teórica y em pírica de las cate
gorías de género en sus diversas expresiones, que se transform an y
transgreden continuam ente. A unque no se orien ta a estudios de g é
nero en particular, N éstor García Canclini (1989: 25) infiere la exis
tencia de dicho trabajo intelectual reconstructivo cuando observa:
“U no puede olvidarse de la totalidad cuando sólo se interesa por las
diferencias entre los hom bres, no cuando se ocupa tam bién de la
desigualdad.” Ciertam ente, las cuestiones de la desigualdad, la iden
tidad y el poder resultan de interés y son im portantes no sólo para
los científicos sociales e investigadores afines, sino tam bién para la
gente com ún y corriente, aquella que constituye el sujeto de la m a
yor parte de los estudios etnográficos.3
2 H erzfeld (1987: 172-73) co m en ta que los griegos h acen descripciones sim i
lares. Para ellos, los m odelos d e “lo g rie g o ” siem pre son los p arien tes d e los dem ás
y, significativam ente, nunca los m iem bros de la p ro p ia fam ilia.
:í A diferencia de la m ayoría de los tem as de estudio d e las ciencias naturales, el
análisis de la sociedad es algo que tanto los expertos com o los legos llevan a cabo.
Además, este análisis puede ten er u na seria repercusión sobre el sujeto de estudio, es
decir, hasta cierto grado, nosotros somos, y los dem ás son, lo que nosotros mism os
pensam os que somos, y los dem ás son. G iddens (1979, 1995) h a resaltado con particu
lar énfasis lo que él considera com o la “significancia de la rellexividad o conciencia de
sí en la conducta hum ana", a lo que en ocasiones se refiere com o la hermenéutica dublé.
M ientras que ciertas nociones acerca cíe la innata y esencial
sex u alid ad m asculina son desconstruidas to d o s los días en las
colonias populares y los espacios académ icos de la ciudad de M éxi
co, surgen tam bién significados, relaciones de p o d e r e identidades
sexuales en nuevas configuraciones. U na conclusión fundam ental
de m i investigación en la colonia Santo D om ingo apunta hacia la
creatividad y la capacidad de cam bio en relación con el género p o r
m uchos actores y críticos de la m odernidad, u n a época que, com o
señala G iddens (1993), se caracteriza p o r la socialización progresi
va del m undo natural. Estas circunstancias hacen que sea im p erati
vo q u e antropólogos y estudiosos im aginen e inventen nuevas for
m as de describir, in terp retar y explicar el surgim iento cultural y
sus variaciones.
Para este proceso es necesario conocer las costum bres, los va
lores y las prácticas culturales, tanto generales com o particulares,
asociadas con las relaciones de género. Por ejem plo, si un hom bre
qu e va cam inando solo po r la calle a m edianoche en Santo D om in
go oye los pasos cíe alguien que se acerca p o r atrás, po r lo general
le pasará por la cabeza la posibilidad de que se trate de un asalto o
un robo. U na m ujer en las mismas circunstancias se preocupará de
que la asalten, la roben y... la violen. A no ser que se encuentren en
u n a situación específica, com o en la cárcel o en el ejército, los h o m
bres de la colonia pocas veces se preocupan de que los vayan a
violar.4 Para todo fin práctico, los hom bres y las m ujeres de Santo
D om ingo com parten m uchas preocupaciones y experiencias, au n
qu e al m ism o tiem po existen las propias diferencias asociadas al
gén ero en su vida cotidiana.
N o obstante, incluso cualquier intento p o r form ular este a su n
to en térm inos de sim ilitud y diferencia p u ed e llegar a sobrepasar
las identidades superficiales de género en Santo Dom ingo. Si se
preg u n ta a la gente de la colonia sobre las diferencias que hay e n
tre hom bres y m ujeres, por ejem plo, invariablem ente ofrecerán
respuestas superficiales, com o para resp on der a u n a encuesta y re
saltarán, com o era de esperarse, las diferencias entre hom bres y
m ujeres; es decir, si sim plem ente se plantea esta cuestión en estos
térm inos, por lo general se obtienen respuestas predecibles, lo que
4 N o estoy afirm ando que, en este sentido, la colonia Santo D om ingo sea la única.
no significa que estas personas necesariam ente consideren tales
diferencias com o algo interesante o que valga la pen a discutir,
m ucho m enos com o algo de sum a im portancia.
No existe algún sistem a cultural m exicano, latinoam ericano o
hispanoparlante en el que haya consenso sobre significados y ex
periencias de género. N o sólo hay u n a enorm e diversidad intra-
cultural en lo que se refiere al género en las colonias populares de
la ciudad de México, sino que en el ám bito m ism o de las relaciones
de género, el conocimiento y el poder son increíblem ente disparejos.5
En la colonia Santo Dom ingo, com o en otros lugares, las identida
des de género son producto y m anifestación de culturas en m ovi
m iento; no em anan de alguna esencia prim ordial cuya elasticidad
dé testim onio de form as perpetuas de desigualdad.
C o n c ie n c ia c o n t r a d ic t o r ia
“La identidad no es tan transp aren te, ni tan poco problem ática
como pensam os”, escribe S tuart H all. Y continúa: “Q uizás en lugar
de pensar en la identidad com o u n hecho consum ado [...] d eb ería
mos pensar en la identidad com o u n a ‘producción’ qu e siem pre
está en proceso, nunca se term ina y siem pre se constituye den tro, y
no fuera, de la representación” (1990: 222).
El concepto de identidad tiene u n a larga historia académ ica y
ha sido analizado en O ccidente en la época m o d ern a p o r Filósofos
como Locke, H um e y Schelling. Por lo m enos para m ediados del
siglo xix, el térm ino había sido acep tado en círculos intelectuales
más am plios.13 La identidad es u n concepto central en el famoso
prim er capítulo de El capital (1867) de M arx.14 A dopto aquí una
explicación sim ilar a la de M arx, pues considero la id en tid ad co
mo un proceso interm inable que reside en la abstracción de la equi
valencia. Puesto que la identidad no perm anece inm óvil ni se sale
de lo que representa en sí m ism a, esta com prensión in d eterm i
nada de la identidad perm ite que haya u n a apreciación m atizada
sobre la dificultad para definir las identidades de g én ero que se
m odifican constantem ente en térm inos tanto de historia com o de
lugar.
Mi definición de las identidades m asculinas se co n cen tra en lo
que los hom bres dicen y hacen para ser hombres, y no sólo en lo que
los hom bres dicen y hacen. Las identidad es m asculinas, p o r ejem
plo, no reflejan diferencias culturales elem entales o etern as entre
hom bres y m ujeres. Si ser valiente es u n atributo que hom bres y
m ujeres estim an en los hom bres, ¿es éste, p o r lo tanto, m asculino?
¿Qué sucede si el ser valiente es tam bién apreciado en las m ujeres,
tanto p o r las m ujeres como los p o r hom bres (o sólo p o r las m uje
res)? ¿Se debe considerar a las m ujeres valientes com o sim ples
extensiones de sus m aridos? Esto constituiría un grave error.
13 Este avance se m anifiesta en los títulos de dos libros en los q ue Foucault
(1980) basa su estudio sobre un h erm afro d ita francés, H erculine B arbin: Question
d’idenlilé y Question médico-légale de l’idenlité. El p rim ero apareció en 1860.
14 La id en tidad, en el sentido m arxista y d ialéctico, se refiere a la equivalencia,
com o se m anifiesta en el proceso descrito p o r M arx, y co m p ren d id o en el valor de
cam bio, com o aclara Jam eson (1990) en sus co m en tarios sobre A d o rn o (1986).
¿O qué conclusión vamos a sacar del desarrollo histórico por
m edio del cual m uchos hom bres que acostum braban beb er ju n to s
ervrñom entos específicos y en lugares específicos de la ciudad de
M éxico van aho ra acom pañados con m ayor frecuencia p o r m uje
res y beben, de hecho, sus Coronas, Vickys y Don Pedros ju n to con
estas m ujeres en estos m om entos y lugares? Los aspectos es
pecíficam ente (y esencialm ente) masculinos de estas actividades y
actitudes pertinen tes habrán cam biado tam bién. C om o verem os
en el capítulo VII, este avance no significa necesariam ente, que tales
patrones en la form a de beber tengan m enos que ver con las id en
tidades de género, aunque éste p u d iera ser el caso. Sin em bargo,
con frecuencia sí conduce a cambios asociados al género, tanto en el
carácter com o en la calidad del acto de beber en esos m om entos y
en esos lugares, y conlleva a confusión de los bebedores m asculinos
y fem eninos en cuanto a identidades asociadas al género. De algu
na m anera, en lo que concierne a la identidad de género, debem os
explicar el cam bio y la p asistencia de lo que significa ser m ujeres
y hom bres, y no caer en el erro r de suponer que adq uirir género es
lo m ism o que adquirir una identidad social ya fija, ni en el de su
p o n er que no existen categorías sociales anteriores y que el género
se construye de nuevo con cada encuentro social (véase B arrett,
1988: 268.).
Erik Erikson (1973, 1968) introdujo el térm ino filosófico iden
tidad al discurso de las ciencias sociales m odernas, sobre todo en el
cam po de la psicología. Algunas partes de su análisis de la identi
dad aún son valiosas, en especial su insistencia en que u n a id en
tidad sólo p u ed e entenderse en relación con otra, que la identidad
debe considerarse como un proceso y no com o algo p erm an en te y
que la relación entre identidad e historia es fundam ental. Pero
m ientras que para Erikson la identidad era, en últim a instancia,
epigenética, aquí se considera cultural y variable. A dem ás, para
Erikson, la identidad perm anecía relativam ente fija después de un
periodo de “confusión de id en tid ad ” en la adolescencia, m ientras
que para m í puede cambiar y continúa cam biando a lo largo de la
vida personal e histórica de una p erso n a.15 En esta investigación
Para conocer un lúcido análisis de la relación entre id en tid ad y culturas
em erg en tes en M éxico, véase Lom nitz-Adler, 1995. Para lo g rar u n a crítica de las
categorías fijas de género, véase Butler, 1990.
de los significados de la m asculinidad en la colonia Santo D om in
go sitúo las identidades de género en su contexto histórico, ya sea
para niños de seis años de edad o para abuelos de setenta y seis, y
m uestro que la identidad y el cambio de id entidad (y, tam bién, la
confusión de identidad) desem peñan un pap el significativo durante
la vida de las personas.
No sólo en Estados U nidos, sino tam bién en m uchas otras p a r
tes del m undo, incluido México, la política de la identidad se torna
cada vez más im portante com o una refutación directa tanto de las
teorías m ás antiguas y eclécticas com o de las nuevas trivialidades
sobre el efecto, po r necesidad hom ogeneizante, de la m odernidad.
Las identidades raciales, étnicas, políticas, sexuales y nacionales se
afirm an con m ucha fuerza en la colonia S anto D om ingo; no sólo
se les im pone desde el exterior. Y estas afirm aciones, en sí, dan
testim onio de la naturaleza com parativa, procesal e histórica de las
identidades culturales. C uando los hom bres y las m ujeres de la
colonia hablan de su interés por aclarar la confusión que sienten
acerca de las identidades de género, expresan los com ponentes
psicológicos de los cam bios culturales que se m anifiestan en situa
ciones tan variadas com o los m ovim ientos p o r los derechos de los
hom osexuales y las lesbianas, las enseñanzas de la Iglesia acerca
del aborto y las identidades de género que llegan po r m edio de los
program as estadunidenses.
A pesar de que la afirm ación de la identidad puede ser em plea
da para excluir y controlar a los pueblos oprim idos, éstos tam bién
la pueden usar para contrarrestar dicha dom inación. Mucho d ep en
de de dónde proviene la afirm ación de id entidad , si se inicia desde
abajo o desde arriba, lo cual indica la necesidad de una conciencia
crítica que afirm e y desafíe, de m anera sim ultánea, las id entida
des, en la m edida en que hom bres y m ujeres descubran de nuevo
lo que Gramsci (1981-1984) denom ina “el sentido de ser ‘diferen
te’ y ‘aparte’ [...] u n a sensación instintiva de independencia”.
D o m in io v a r o n il
que El laberinto de la soledad (Paz, 1950) y Pedro Páramo (Rulfo, 1955) p u e d e n ser
m ejores libros p ara in trod ucir a los no iniciados al conocim iento de la sociedad
m exicana, que estudios etnográficos novedosos com o Tepoztlán (Lewis, 1968) o
Tzintzunlzan (Foster, 1972). Sin em bargo, esto no significa que Paz y R ulfo sean
necesariam ente m ejores que Lewis y Foster com o guías en los am biguos pasajes de
las culturas m exicanas. Y no se p uede concluir con certeza que escritores fascinan
tes d eban escapar del escrutinio antropológico. En el presente contexto, Paz a d o p
ta un estilo d e “universalidad descontextuada”, en palabras de Rowe y Schelling
(1991: 66), m ientras que yo busco, en cam bio, u na p articularidad m uy co n tex tu ad a
de las id en tidades m asculinas. A dem ás, y especialm ente respecto a la co n tin u a in
fluencia ejercida p o r el El laberinto sobre las identidades de g énero en M éxico, una
interpretación que teng a una unidad in tern a es un asunto que no se d eb e p asar p o r
alto. En el capítulo IX presento breves com entarios sobre obras im p o rtan tes de
Ram os, Paz y Rulfo.
29 H erzfeld (1987: 133) afirm a de m an era m ás com pleta: “El discurso oficial
crea una retórica de fijeza definitoria y absoluta m o ralid ad y describe al pueblo
com o si no estuviera m uy lejos del ideal abstracto. De m an era inversa, el uso coti
diano de la lengua — el sentido com ún sem iótico y h erm enéu tico d e la g en te que
intenta co m p ren d er u na burocracia opresiva— erosiona de form a co n stan te a esos
elem entos fijos y rechaza críticam ente las idealizaciones oficiales p o r ser un sustitu
to inadecuado de la experiencia social.”
constituye la identidad m asculina es m otivo de u n a lucha y u n a
confusión continuas; la identidad m asculina tien e distintos signifi-
cados para diferentes personas en diversas épocas y, en m uchas
ocasiones, se refiere a algo diferente para la m ism a person a al m is
mo tiem po.30
L il ia n a
F a m a d e l i n f o r m a n t e , in f a m ia d e l in f o r m a d o r