Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
5.2. Liturgia de Los Catecúmenos PDF
5.2. Liturgia de Los Catecúmenos PDF
a. El misterio de la reunión
«Al reunirse en la Iglesia» (1Corintios 11:18). Ésta expresión que San
Pablo escribió a los corintios no significaba para él y para el cristianismo recién
surgente el templo como construcción sino la naturaleza y el objeto de la
reunión.
Iglesia ˂=˃ reunión ˂=˃ liturgia
Todo lo que nos ha llegado de los textos antiguos confirma
unánimemente que la reunión en la Iglesia era siempre la acción primera y
primordial del proceso a la Eucaristía. Da testimonio de ello el título de
«presbítero» el primero, el dirigente de «la reunión de los hermanos».
Para Alexander Schmemann la Iglesia “reunida en la Eucaristía, aun
limitada a ‘dos o tres’, es la imagen y realización del cuerpo de Cristo”. La
Iglesia se manifiesta en la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia. La
Eucaristía es “la verdadera manifestación y realización de la Iglesia en todo su
poder, santidad y plenitud”.
Accedemos al templo y «nos reunimos como iglesia»; nos revestimos del
ornamento de la nueva creación. Ésta es la primera acción litúrgica del
«Misterio de los Misterios»: la santísima Eucaristía.
Finalmente el vínculo orgánico entre Eucaristía e Iglesia debe ser
considerado en una perspectiva escatológica. El metropolita Juan de Pérgamo
considera que “la Eucaristía es el momento en la vida de la Iglesia en el que
tiene lugar la anticipación de los “eschata”. La anamnesis de Cristo es realizada
no como una mera promulgación de un acontecimiento pasado sino como una
anamnesis del futuro, un acontecimiento “escatológico”. En la Eucaristía la
Iglesia se convierte en un reflejo de la comunidad escatológica de Cristo, el
Mesías, una imagen de la vida Trinitaria de Dios”1.
1
Zizioulas, Being as Communion, 254 (trad. Española, El ser eclesial, 268).
1
Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
2
El símbolo según el concepto original es revelación o, más bien, presencia de la verdad que en las
circunstancias actuales no puede manifestarse sino a través del símbolo.
2
Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
c. El misterio de la entrada:
En la Iglesia primitiva, la primera acción de la Divina Liturgia después de
la reunión de los fieles, era la entrada del Presbítero, con la cual la Liturgia
empezaba.
La Letanía de Paz –realmente de origen antioqueno– que inicia la
Liturgia con su forma actual, hasta antes del Siglo XII se cantaba después del
Trisagio (de hecho en algunos manuscritos es llamada «Letanía del Trisagio»).
En la acción de la Entrada, nos separamos del mundo para elevarlo e
introducirlo al Reino, y para hacerlo de nuevo un ambiente divino y parte
del Reino eterno.
«La Entrada menor» con todo lo que padeció de cambios, conservó
siempre su carácter como «entrada», inicio y acercamiento (obsérvese la
celebración episcopal). Da testimonio de este sentido la Oración de la Entrada
que el sacerdote recita mientras avanza en la procesión: “…haz que con nuestra
entrada se realice la entrada de los santos Ángeles que concelebran y glorifican
juntamente con nosotros tu bondad…”.
3
Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
3
La palabra viene del griego y significa «tres veces Santo». Es el himno que, según la visión del Profeta Isaías,
los ángeles cantan constantemente alabando a Dios «Santo, Santo, Santo: Señor del Sabaoth» (Is 6:3). San Juan
Crisóstomo observa que cuando en la Divina Liturgia cantamos el Himno Trisagio, “formamos con los
ángeles un solo coro, participamos con los arcángeles, y alabamos junto con los serafines”.
4
Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
5
Seminario Ortodoxo de Formación para Iberoamérica
Instituto de Teología San Juan Damasceno
«Oh Soberano que amas a la humanidad, haz brillar en nuestros corazones la luz pura
de tu conocimiento, y abre los ojos de nuestro entendimiento a la comprensión de tus
predicaciones evangélicas; inculca en nosotros el temor de tus bienaventurados
mandamientos a fin de que, habiendo pisoteado todos los deseos carnales, vayamos
en busca de un modo de vida espiritual, pensando y obrando cuanto es de tu agrado.
Pues eres la iluminación de nuestra alma y cuerpo, oh Cristo Dios, y a Ti rendimos
gloria junto con tu Padre que es sin principio y tu Santísimo Espíritu bueno y
vivificador, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.»