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LA FAMILIA

Mariana Docampo
LA FAMILIA

milena caserola
Ningún derecho reservado. Alentamos la reproducción
total o parcial de esta obra, mediante cualquier medio,
consignando los créditos y la fuente de la misma.
Índice
Artista invitada: Paula Castro
Imagen de tapa: “Desilusión óptica (fragmento IV)”.
Tinta sobre papel, serie de 9. 22 x 29 cms. 2013.

Coordinación general del proyecto


Ana Ojeda / Nicolás Correa /
Marcos Almada / Agustín Montenegro
exposiciondelaactual@gmail.com

Curadora del volumen


Ana Ojeda La pileta................................................. 9
Coordinación gráfica El frío.................................................... 14
Laura Ojeda Bär La quinta de los olivos....................... 20
laura.ojeda.bar@gmail.com
La abuela............................................. 23
Producción Salida.................................................... 28
Matías Reck
losreck@hotmail.com
África.................................................... 31
Bebé...................................................... 32
Se terminó de imprimir en Tecno Offset, José Joaquín
La tía B................................................. 33
Araujo 3293, CABA, en octubre de 2014.
La estrella y el pescado...................... 36
exposiciondelaactual Mar del Plata....................................... 40
Campamentos..................................... 42
www.exposiciondelaac- El bicho................................................ 45
tual.blogspot.com
7
El barrio de la Señora......................... 48
Las Plagas............................................ 53
La piecita............................................. 58
La hija del medio................................ 62
La pileta
Hijos..................................................... 63
Entre Ríos............................................ 64 Antes la pileta había sido un jardín.
Robos.................................................... 66 Los hijos corrían en el pasto unos me-
El hijo de vidrio.................................. 70 tros. Había una hamaca doble pintada
Los retratos.......................................... 73 de rojo. Una parrilla para hacer asados.
La casa.................................................. 74 Un limonero. Macetas. Un día el padre
hizo cavar un pozo. Durante tres meses
Acerca de mí....................................... 77 entraron y salieron los obreros. Llena-
Arte de tapa......................................... 79 ron con tierra sus palas y se llevaron
entero el limonero. Con toda su raíz.
Sacaron las bolsas de tierra a la calle.
Llenas de gusanos. También se llevaron
la hamaca doble. Los hierros de la pa-
rrilla. Las macetas. Recién el último mes
pusieron las baldosas blancas. Todo al-
rededor de la pileta y hasta la pared.
Sellaron todas las junturas. Aislaron los
caños internos. El desagüe. Pintaron las

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paredes de azul. Pusieron a llenar de salían de la pileta, se secaban rápido


agua la pileta. La bomba a todo motor. con las toallas que habían amontonado
Las mangueras. El padre compró un en una reposera y entraban en ojotas o
dispositivo de plástico que regulaba el descalzos a la cocina y abrían la hela-
cloro. Y puso sobre el marco de la puer- dera. Se sentaban a comer, mojados y
ta una luz con sensores que se encendía con la piel de gallina, los labios azules,
cuando detectaba movimientos. y a veces tiritando.
A partir de ese momento muchas El verano de la construcción de la
cosas cambiaron en la organización de pileta, el padre reunió a los hijos en
la vida familiar de la casa. Durante el ronda y les dijo: “A partir de ahora van
verano, los hijos se bañaban en la pile- a cambiar las cosas en la familia. Va a
ta hasta las cuatro y media de la tarde. haber que organizarse”.
Muy pocas veces lo hacían de noche. La primera medida para la nueva or-
De vez en cuando, alguno de los hijos ganización familiar fue la construcción
se tiraba de cabeza al agua fría desde el de un pequeño cuarto entre el pasillo
balcón del padre. Como el cloro deste- que daba a la pileta y el comedor que
ñía los trajes de baño, usaban los más funcionaría como vestuario. Todos
viejos, con las telas estiradas y desco- los hijos, sin excepción, tendrían que
loridas. Los hijos más chicos tenían cambiarse en ese cuarto antes de en-
puestas gorras de baño de goma. El sol trar en la pileta y al salir. Fue así como
pegaba fuerte hasta las dos de la tarde, los obreros volvieron a entrar en la casa
después lo tapaba la pared. Cuando y durante tres semanas ninguno de los

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hijos pudo acceder a la pileta. Los alba- usaba el agua de la ducha para regar
ñiles volvieron a pasar con carretillas y las plantas del fondo, pero un día la
paquetes de cal. Atravesaban el come- canilla falló, daba poca agua, un hili-
dor con bolsas llenas de piedras, y ha- to. Después se trabó y el material de
bían rayado las paredes hasta la puer- construcción tapó el desagüe, y ya no
ta de calle. Pronto, el vestuario estuvo se pudo usar más.
terminado, con una ducha de agua fría La segunda medida para la reorga-
y una rejilla, una cortina de plástico, nización familiar fue la estipulación
y un banquito de sesenta centímetros de horarios de entrada y salida de la
para que esperaran los hijos. pileta en una grilla que confeccionó
Al principio, todos se peleaban por el propio padre, y que pegó a la hela-
cambiarse en el vestuario o salían rá- dera con cinta Scotch. Consistía en un
pido de la pileta y hacían fila para en- sistema horario organizado de acuer-
trar en la ducha. Pero muy pronto el do a las edades de los hijos. Los más
cuarto quedó en desuso, los hijos pre- chiquitos podrían bañarse dos veces al
ferían cambiarse en sus habitaciones y día, de diez a once y de dos a tres. Los
atravesaban toda la casa sin ropa para grandes, de once a doce y de tres a cua-
meterse al agua. Nadie los vigilaba. tro. Solamente en el horario de cuatro
El padre mismo se olvidó muy pron- a cuatro y media de la tarde cualquier
to del vestuario y fueron acumulando hijo, indistintamente, podría concurrir
allí cosas viejas, alambres, cartucheras, a la pileta. Pero tampoco esta disposi-
un inodoro roto. Al principio, la madre ción fue cumplida. La consigna tuvo

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vigencia los dos primeros días y luego de re-tecnologización de las distintas


se bañaron libremente en horarios di- áreas de la casa. Se compraron a este
versos. No había vigilancia alguna. fin dos televisores, una videocasetera,
El padre no se metía nunca en la pi- un lavavajillas, y un equipo de música
leta. Se encargaba personalmente del doble casetera. Para el área de la coci-
mantenimiento de los dispositivos de na se compró un cuchillo eléctrico, una
seguridad del motor y la puerta de ac- raviolera-tallarinera, un set de bols
ceso, los sistemas de luces-sensor, los plásticos con cucharas articulables y
desagües, las tuberías subterráneas. una multiprocesadora. Todo esto en
Tenía en mente instalar una central el transcurso de tres meses, los tres si-
que regulara la electricidad de toda la guientes a la construcción de la pileta,
casa para controlar los gastos de ener- ya entrado el otoño.
gía eléctrica de los hijos. A pesar del cuidado con que el padre
Por la noche el padre encendía un se había aplicado al mantenimiento de
interruptor y una luz blanca ilumina- las nuevas instalaciones de la casa, a
ba el fondo. Las baldosas quietas, sus los pocos meses comenzaron las pri-
junturas. meras fallas en tres de los sistemas: el
motor de la bomba, las luces-sensor y
el desagüe de la pileta. Por último, fa-
El frío lló la instalación de estufas. Eran diez
estufas catalíticas distribuidas en las
El año en que nacieron las dos hijas
habitaciones del primer piso más tres
menores comenzó la primera etapa

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estufas de 2000 calorías en planta baja. entraba el viento, que caía en remoli-
El tendido de las tuberías de gas había nos por el espacio vacío que se abría
sido realizado por un maestro mayor entre los dos pisos. El patio era el área
de obras que había sido peón en una con temperaturas más bajas, y por esta
de las fábricas del padre en su época razón cada integrante de la familia se
de soltero. A pesar de los casi 3000 encerraba en su habitación y ponía
dólares invertidos en la instalación bolsas de arena contra las puertas para
de las estufas, el 85 por ciento de ellas que no pasara el frío. Los hijos usa-
comenzaron a sufrir fallas en el segun- ban varios pulóveres, guantes, gorros
do invierno, al principio menores pero y camperas adentro de la casa, y para
luego importantes, al punto de verse trasladarse de una habitación a otra lo
obligada la madre a apagarlas por te- hacían corriendo.
mor a que los hijos sufrieran un acci- La madre, en general, pasaba horas
dente. en la cocina, con las hornallas encendi-
Fue de esta manera que un día se das, y las semanas más frías del invier-
apagaron todas las estufas y la casa no se reunían varios hijos alrededor
se volvió fría. Por las hendijas de los formando un círculo. El padre perma-
vidrios entraba el aire del invierno. necía sin levantarse de su cama, todo
Las roturas de las puertas, o algunas vestido y con zapatos, cubierto hasta la
grietas en las ventanas permitían que cabeza por las frazadas.
se filtraran fuertes ráfagas. El patio era En el mes de agosto del primer año, la
grande y vidriado, y por las junturas abuela decidió comprar una estufa eléc-

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trica para la habitación en la que dormía que le preparara la leche porque estaba
con las hijas del medio, con el compro- muy cansado.
miso de cubrir con su pensión el gasto La madre, cada vez, renovaba sus
de energía que ésta consumiera. Tam- esperanzas de que el padre reparara
bién ofreció su estufa a los hijos más chi- las estufas, y por eso no compraba la
quitos durante media hora cada noche, estufita eléctrica. Si bien había ahorros
asumidos los gastos de energía eléctrica suficientes, al ver cada mañana a su
que ésta ocasionara. Incitaba permanen- esposo trabajando en el arreglo volvía
temente a la madre a que comprara otra a ilusionarse y postergaba la compra
estufa para las habitaciones de los más para el día siguiente.
grandes, pero la madre no se decidía a Mientras tanto, las hijas mayores es-
hacerlo, con la esperanza de que el pa- taban aprendiendo a tejer. La abuela
dre las arreglara. No era raro verlo por la les enseñaba puntos difíciles y no era
mañana al lado de alguna de ellas, con raro verlas de cinco a siete de la tarde,
martillos y destornilladores, intentando tejiendo en la habitación de la abue-
reparar una pérdida de gas. Había días la junto a la estufa eléctrica. Los hijos
en los que se pasaba varias horas desar- más chiquitos, como eran días de mu-
mando un caparazón, y quitaba la pe- cho frío, se quedaban jugando algunas
queña pastilla de vidrio frente a la llama. horas en el rincón de la pieza con un
Pero nunca tenía éxito y volvía a ajustar- canasto de muñecos que la abuela ha-
lo dejando los tornillos desparramados bía ido juntando para ellos.
debajo de la estufa. Le pedía a la madre Cuando la madre volvía a convencer-

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se de comprar una estufa eléctrica, los Olivos”. La quinta de los olivos tenía
primeros calores comenzaban y una vez árboles frutales, una pileta a medio
más se persuadía de hacerlo diciendo llenar muy honda en la que un tío con
que el invierno “duraba muy poquito”. un retraso mental jugaba a ahogar a
El mismo aire del exterior empezaba los hijos. Detrás de la pileta había una
a calentarse y a calentar la casa lenta- gran extensión de tierra sin pasto que
mente. Empujados por el calor, los tallos con la lluvia se volvía un barrial, y más
verdes florecían en las macetas y nacían allá, un grupo de árboles que forma-
las primeras flores. El sol atravesaba los ban un bosquecito. Allí los hijos cons-
vidrios del patio calentando el ambiente. truían casas altas en las ramas de un
Los hijos se iban desvistiendo y corrían algarrobo que estaba casi en la esquina
alegremente por toda la casa hasta que del portón de atrás. También había una
llegaba el verano y caminaban en malla cancha de vóley de tierra con un poco
hasta llegar a la pileta. El padre trajo un de pasto y casi lindando con la quin-
día dos neumáticos negros para que los ta de los vecinos, una cancha de tenis
hijos flotaran, y ellos los tiraron al agua de polvo de ladrillo, gastado en algu-
y los usaban como botes. nas partes; la red rota en los extremos.
No había raquetas ni pelotitas, así que
nadie jugaba al tenis, ni al vóley, a no
La quinta de los olivos ser que llegaran los primos, que por lo
general traían una pequeña pelota de
Una vez por mes, la familia pasaba
goma en un canasto. A veces, alguno
un fin de semana en la “Quinta de los

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de los hijos encontraba en el cuartito de dera que se había convertido en un


las herramientas una pelotita pinchada manojo de hilos grises entrelazados.
y paletas, e intentaban jugar. Pero las La hamaca estaba rota a un costado, las
distancias de la cancha eran muy lar- cadenas oxidadas, y la superficie de la
gas y las paletas pesadas. Los hijos se puerta despintada.
cansaban. Preferían reunirse en ronda Los hijos de ambas generaciones
en la cancha de vóley, algunos parados rondaban siempre esa puerta.
y otros sentados, y jugaban a alguna
cosa con cascotes o ramas largas sobre
el suelo de cemento. La abuela
En la parte trasera de la casa había
El día que el padre instaló el disposi-
una pequeña puerta blanca que siem-
tivo de la pileta fue el mismo que inter-
pre se mantenía cerrada. Cuando los
naron a la abuela de urgencia en la clí-
hijos mayores eran pequeños, una en-
nica. Se había cortado la pierna con un
redadera de flores cubría el murito y
espejo roto apoyado sobre el minicom-
colgaba del marco de esa puerta. Muy
ponente de una de las hijas del medio.
cerca, sobre el pasto, había una hamaca
La abuela pasó junto al mueble sobre
de madera. Pero cuando los primeros
el que estaba el aparato y el espejo se
hijos crecieron y nacieron otros, y con
deslizó hacia el suelo y en el camino se
la llegada aun de la tercera tanda de hi-
incrustó en la pierna. Ella pegó un gri-
jos, las flores se secaron, y solo podían
to y las hijas y la madre corrieron a la
verse los tallos sin hojas de la enreda-
habitación y la encontraron en el sue-

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lo. La trasladaron al auto, y la madre abuela se descompensó por su miedo


manejó hasta la clínica. Al principio, a los hospitales, los médicos la some-
un médico dijo que había que ampu- tieron a diversos estudios y le encon-
tar la pierna, después otros dijeron que traron un soplo en el corazón. Al pa-
podían salvarla, que le operarían el recer, lo había tenido siempre, pero los
tendón y le harían un injerto tendino- médicos decían que ahora podía traer
so. La madre se quedó sentada en una severas complicaciones. Después del
silla al lado de su cama, sin dormir, soplo, se hallaron nuevos desperfectos
durante tres noches. La abuela desva- en el cuerpo: el hígado, el páncreas, los
riaba a causa de los calmantes, a veces riñones; tuvieron que hacerle diálisis.
se levantaba en medio de la noche e Pasó incluso algunas noches en terapia
intentaba escaparse. Cuando las enfer- intensiva, con cables y suero, las pier-
meras llegaban con inyecciones para nas y los brazos hinchados. Cuando le
calmarla ella se resistía y le pegaba con dieron de alta, estaba delgada y pálida,
las manos flacas y con los puños. Le sin fuerzas, y los dientes flojos. La tras-
pedía a la madre, con ojos suplicantes, ladaron a la casa para cuidarla, pero ya
que la defendiera de ellas. Tuvieron no volvió a ser la misma, ni tampoco a
que atarla a la cama. Pasaron semanas caminar. La cambiaron de pieza y dur-
en que estuvo a punto de ser dada de mió en planta baja, en la habitación que
alta pero por distintos motivos esto no daba a la pileta. La madre y el padre
sucedió. La herida del espejo se había compraron una cama de hierro para
sanado, pero tras una noche en que la que pudiera pasar sus horas tranqui-

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la. La parte delantera de la cama podía hiciera, le dijo que si tenía a sus hijos
levantarse con una manivela. Para cui- ella la ayudaría. Pero la mujer abortó
darla, contrataron a dos señoras que los trillizos y la madre tuvo que echar-
se turnaban de noche y de día. Luego la de la casa. Las otras señoras muy
contrataron a otras dos, y a otras para pocas veces hacían tareas de limpieza.
los fines de semana y los feriados. La Se quedaban sentadas en una silla de
casa se llenó de señoras, que durante plástico todo el día y acomodaban las
una época llegaron incluso a usar el sábanas de la abuela, la cambiaban y
vestuario de la pileta para cambiarse le ponían la chata. Por lo general leían
y dejar sus guardapolvos. Una de ellas revistas o se quedaban dormidas va-
robaba plata a la abuela, y un día extra- rias horas. Muchas veces, los hijos más
jo una joya de un cofrecito. La madre chiquitos les gritaban desde el patio y
descubrió que en la propia habitación les daban órdenes. Pero las señoras no
de la abuela, debajo de la cama, escon- hacían caso.
día un bolso con el objeto robado. Pero Cuando la abuela murió, la velaron
no dijo nada por miedo a equivocarse. en el living de la casa con una cruz de
Finalmente la echaron con otra excusa, madera encima del espejo y el cajón
a ella y a otra que había quedado em- puesto sobre una base de hierro. Los
barazada de trillizos. La mujer le contó hombres de la cochería le habían qui-
a la madre que quería abortar y la ma- tado el camisón y la habían vestido de
dre no estuvo de acuerdo. Decía que blanco, con una tela liviana. Ese día,
abortar era matar, y le pidió que no lo una de las hijas cumplía quince años.

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Otra hija le había preparado una tor- de ellas con lentos movimientos. El río
ta, había trabajado todo el día anterior estaba sucio y sobre la superficie flota-
en su preparación. La había cubierto ban botellas de plástico y cartones.
con mazapán y la había decorado con El caballo de uno de los hijos bajó
unas pocas florcitas de merengue. Pero la pendiente y se puso a beber agua
no quisieron servirla en el velorio y la contaminada del río. Pisó barro y tras-
guardaron envuelta en un nylon en la tabilló. El hijo tuvo que agarrar fuerte
heladera. Los hijos la comieron a es- las riendas para no caerse. El padre lo
condidas a lo largo de toda esa sema- llamó desde arriba. Él levantó la cabe-
na. za y trató de dirigir su caballo hacia el
padre, estaba casi de rodillas sobre el
lomo, todo el cuerpo inclinado hacia
Salida adelante. Daba golpes sobre los ijares
con los pies pero el caballo no respon-
Para distraerlos del dolor por la pér-
día. Intentó apearse pero estaba alto.
dida de la abuela el padre decidió lle-
El padre lo miraba desde la pendiente.
var a los hijos a Luján.
Su caballo era más grande que el de los
Estaban arriba de los caballos de al-
hijos, y tampoco se movía. Relinchaba
quiler y hacía calor. Había moscas por
y sacudía la cabeza. El padre exigió al
todas partes, y avispas. Los caballos
hijo que si no podía maniobrar su ca-
estaban cansados, casi no se movían,
ballo se bajara. El hijo levantó una de
hundían la cabeza en el matorral, e in-
sus piernas y la llevó hacia el otro lado.
cómodos por las riendas, tironeaban

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Se sostuvo con las manos de la mon- suyo se moviera. Todos golpeaban con
tura, que estaba floja, y se le quedó sus pies los ijares pero ningún caballo
enganchado el pie en el estribo. Que- se movía. El de la hija del medio dio un
dó colgando boca abajo, y estiró sus paso atrás y después se quedó quieto.
manos hasta tocar el suelo. Sacudía la El de otra hija dio una vuelta alrededor
pierna para soltarse, pero era difícil, y de sí mismo. El padre se hamacaba so-
el caballo daba pequeños pasos hacia bre la montura para impulsar el suyo.
atrás para acomodarse. Por fin, el hijo En un momento miró el reloj y se
desenganchó su pie y cayó de panza bajó del caballo Les dijo a los hijos que
entre las patas del caballo. El animal se bajaran también, y dejaron los caba-
flexionó sus rodillas. Otro de los hijos llos junto al río. Caminaron en fila has-
arrancó una rama de un árbol y se la ta la entrada del predio y el padre pagó
extendió para ayudarlo. Una hermana al hombre del alquiler. Fueron hasta el
tiró otras ramitas y hojas a las patas del auto y rodearon a la madre, que estaba
caballo, se había parado sobre los es- sacando un termo con jugo y sanguchi-
tribos y tenía la cola despegada de la tos en un tupper.
montura. El hijo se arrastró por el barro
y logró llegar a una piedra que había al
costado. El padre se inclinó desde su África
caballo y tomó las riendas sueltas. Tiró
Fue para esa época que el padre vol-
de ellas, pero el caballo estaba empaca-
vió a reunir a los hijos en una ronda en
do. El padre tampoco conseguía que el
la cocina y les dijo: Quiero consultar-

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los sobre una cosa. ¿A ustedes qué les bebé chocara su cabeza contra el muro.
gustaría más: que viajemos al África Tres veces se le cayó de los brazos
por un mes o que vivamos un año en cuando la mamá no estaba.
una quinta en Zárate? Los hijos salta-
ban unos sobre otros y se abrazaban
arriba de los sillones, con los brazos es- La tía B.
tirados, enloquecidos. ¡Á-frí-cá! ¡Á-frí-
Cuando en Mar del Plata se pesca-
cá! La madre lloraba en su silla, mecía
ban corvinas, la tía B., que era tía de
en sus brazos al último bebé.
todos, les sacaba las espinas en la pi-
leta, y luego las ponía en una bandeja
Bebé de vidrio con jugo de limón. Después,
las cocinaba para el hijo de su sobri-
El bebé tenía la cabeza blanda y se no. Antes, los hijos del medio habían
cayó tres veces al suelo de los brazos acompañado al abuelo al mar para
de la hija más chiquita, que tenía que pescarlas, con ese fuerte olor a pescado
cuidarlo cuando la madre se iba a ha- y a carnada que impregnaba los panta-
cer sus cursos a la parroquia. La hija lones. Las piernas gordas y desnudas
le cambiaba los pañales, y luego tenía de los otros pescadores pasaban a los
que ponerlo en la cuna para que dur- costados de los hijos que corrían en
miera la siesta. Pero a veces, como el zigzag detrás de los abuelos. La abue-
bebé lloraba y ella no lograba consolar- la llevaba siempre un sombrerito de
lo, lo sacudía y, sin querer, hacía que el lona y una blusa de colores, anteojos

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de sol y una revista para leer mientras compraba a un vendedor de ahí, que
el abuelo pescaba. Los pescados de guardaba todo junto adentro de una
los otros hombres luchaban por vivir caja de madera: las gaseosas, los alfajo-
adentro de los baldes, algunos con las res y las carnadas. Los hijos comían de
branquias cansadas y un hilo de san- pie sobre las piedras, apoyados sobre
gre en el agua. Los hijos corrían por las grandes bases de cemento donde
encima de los espigones, saltaban so- estaban desparramados los pequeños
bre las grietas. Vieron incluso una raya pescados muertos y sin nervios, o las
viva atrapada en un hueco. La custo- cabezas y las colas secas, y había olor
diaba un hombre viejo que pescaba en a pis.
shorts y tenía enrollado un pañuelo Cuando llegaban a la casa, la tía B.
demasiado grande adentro de un bol- sacaba las corvinas de la bolsa y les
sillo. Las esposas de los pescadores, quitaba las escamas arriba de la me-
al mediodía, se sentaban en sillas de sada, después las partía en dos con un
plástico detrás de los esposos. La abue- gran cuchillo. Luego tomaba una ban-
la de los hijos se había quedado en ma- deja de vidrio, y hundía la carne blan-
lla, y encima de los hombros un chal ca en limón. La dejaba un buen rato y
turquesa de Florianópolis. Miraba el después la cocinaba. Ponía papas al
mar desde allí, sus ondulaciones, que fuego. Todos comían corvina, que es-
llegaban hasta el borde de la escollera taba llena de espinas que iban acomo-
y envolvían los primeros bloques. Be- dando a un costado del plato.
bía una gaseosa con un sorbete. Se la

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La estrella y el pescado pescado. Trajo el balde y el hijo la es-


taba empujando con un palo. Logró
Una vez, una hija chiquita pescó levantarla y la puso dentro. El cuer-
una estrella de mar. Los pescadores po se hundió lentamente en la poca
la rodearon, y varios se pusieron en agua y se posó encima del pescado,
cuclillas para observarla de cerca. que tenía medio cuerpo afuera. Que-
Uno estaba desenganchándola del ría ponerle más agua pero temía que
anzuelo. Había cañas apoyadas en se escaparan los peces, así que pidió
bases seguras, cerca del precipicio. ayuda a un pescador y éste ató una
Colocaron la estrella sobre la piedra cuerda a un balde y extrajo agua del
caliente y la vieron moverse con len- océano. El pez daba coletazos repen-
titud. Hablaban entre ellos de si de- tinos en el espacio diminuto y abría
bían volver a lanzar la estrella al mar su boca lastimada, la estrella no se
o si dejarían que la hija la mostrara al movía. Los pescadores se habían
abuelo, que había ido a otra piedra dispersado y estaban distraídos en
a conversar con un conocido. La hija otras cosas, miraban el horizonte.
chiquita y el hijo miraron la estrella Una bandada de pájaros revolotea-
por entre las piernas de los pesca- ba sobre las rocas. El viento sopló de
dores. La hija pensó que tal vez se repente y empujó hacia atrás las re-
estaría asfixiando, porque el cuerpo meras de los pescadores, que estaban
se movía. Quería ponerla en el bal- enrolladas y metidas en la cintura de
de con agua, pero adentro había un sus shorts. Los hijos miraron hacia el

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horizonte y vieron que llegaba una curva y el mar tiraba hacia adentro.
tormenta. Las nubes taparon el sol. El abuelo gritaba que había que irse,
Entonces, el hijo corrió y pateó el bal- pero los hijos no contestaban. Vieron
de para que el pescado y la estrella que en el centro del océano se había
escaparan. La hija los empujó con el formado un remolino. Comenzó a
palo, pero en vez de caer al océano, llover. Todos corrían bajo la lluvia,
cayeron abajo, encima de otra piedra. llevaban las reposeras en la mano, y
Era peligroso llegar. Se asomaron al las cajas de herramientas mal cerra-
precipicio. Habían apoyado las ma- das. Se olvidaban anzuelos sobre las
nos en el borde a la altura del cuello y piedras, y bolsas de carnadas. Los
la cabeza colgaba al vacío. Desde allí hijos seguían asomados al precipicio.
veían la estrella y el pescado, aplasta- Vieron que el mar ascendía, y espera-
dos contra el granito. El agua estaba ban que llegara a la piedra en la que
oscura en los intersticios. Los pesca- estaban el pescado y la estrella, pero
dores recogían los reeles y se ponían solamente había subido hasta la pri-
las remeras, e incluso iban a buscar mer base, cubierta de musgo verde.
los sweaters porque el viento corría El abuelo arrancó a los hijos del suelo
fuerte. Se oyó la voz del abuelo que y los obligó a correr por encima de
caminaba dando zancadas. Hacía gi- los bloques de granito. La abuela no
rar el reel para recoger la tanza, con estaba. Ellos pegaban saltos sobre las
las rodillas flexionadas para resistir grietas, tomados de la mano. No mi-
el potente vendaval. La caña se hacía raron nunca hacia atrás.

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Mar del Plata dose, temerosos cuando estallaban


las olas. No nadaban, avanzaban de
En Mar del Plata la familia alquilaba costado, con los bracitos en alto y tiri-
una carpa en el complejo más céntrico tando, luego daban pasos hacia atrás
de Punta Mogotes. Pasaban el día en o se caían, tropezándose en los pozos.
dos carpas, todas las sillas desparra- Y cuando ya habían perdido el frío, se
madas sobre la arena hirviendo y algu- arrojaban panza al suelo y el agua sa-
nas caídas. La madre traía el tupper con lada les cubría la espalda, los hacía gi-
los sánguches, y un termo naranja con rar sobre el eje del ombligo. Después,
jugo. Los hijos comían rápido y tenían mojados y riéndose, volvían a la car-
que llevar después la basura hasta un pa caliente, y se aburrían en las sillas,
cesto que estaba casi en la entrada. Y tomaban sol hasta quemarse mucho la
luego corrían por el caminito de made- piel, miraban revistas o libros de cuen-
ras hacia el mar. Atravesaban la breve tos con imágenes y luego se trepaban a
extensión de arena caliente y llegaban los caños de la carpa. A veces, si llovía,
con las plantas de los pies rojas a la ocupaban alguna carpa vacía y hacían
zona húmeda donde se amontonaba pozos y túneles que conectaban con
la gente. Allí estaba el mar bravío. Co- otras carpas.
rrían entre las tortugas de arena y los Cuando se despertaban a la mañana,
castillos, las abuelas enterradas con la y antes de que el abuelo fuera a com-
cabeza afuera. Y se metían al agua, al prar medialunas, el padre llegaba con
principio con ímpetu, luego frenán- quince o dieciséis libros comprados en

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las librerías de viejo: Madame Serpien- general, la ruta estaba desierta y lle-
te, Un mundo feliz, Serafita, Fundación, gaban a la zona al atardecer. El aire se
Fundación e imperio, Segunda fundación, poblaba de insectos y se oían a lo lejos
Raquel Ranquin. Las hijas, ávidas, leían ruidos de animales. La madre se refu-
los libros por la mañana y a la tarde en giaba adentro del auto con el bebé, y el
el interior de la carpa, detrás de las cor- cielo se volvía rojo. Desde allí, gritaba
tinas, encima de los bolsos. a los hijos más chiquitos que entraran;
ya oscurecía. Ellos caminaban sobre la
línea de la ruta. Ponían un pie y lue-
Campamentos go el otro, y así avanzaban dos metros
hacia el horizonte, que se cubría de
Muchos veranos, en el mes de Febre-
sombras. Luego corrían hacia atrás, y
ro, la familia iba de campamento. Car-
esperaban en fila para volver a empe-
gaban el auto con las valijas, canastos
zar. Otros se arrojaban a la banquina
de mate y las mantas, y acomodaban
pegando un salto desde el pavimento,
en el portaequipaje las bolsas de dor-
y rodaban por el pasto. El padre estaba
mir, la carpa, ollas, garrafas y un sol de
debajo del auto con la espalda apoya-
noche. Envolvían todo arriba con una
da en el asfalto. Se levantó con el rostro
lona grande y la ajustaban con cuerdas.
manchado de grasa y les dijo a los hi-
Los hijos iban aplastados en el asiento
jos: “Mastiquen los chicles que les di,
de atrás. Cuando cruzaban La Pampa,
tenemos que hacer un pegamento para
el auto sufría un desperfecto, y los hi-
tapar el agujero”. Los hijos estaban al-
jos se veían obligados a bajarse. Por lo

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rededor del auto, apoyados sobre las yunar. Desde allí se veía la planicie, y
puertas, o en los focos delanteros. Los un algarrobo cerca de la casa. Soplaba
mayores repartieron los chicles que una brisa y las hojas bajas se movían
el padre había comprado en el kiosco un poco. Había bruma. Pidieron tés y
antes de salir, y todos masticaron con cafés con leche, tostadas con manteca
fuerza varios a la vez. Hacían globos, y dulce, y medialunas. La madre pidió
que dibujaban una enorme curva re- leche tibia para la mamadera del bebé.
cortada en la oscuridad. La madre aso- Los hijos vieron llegar las bandejas y
maba su cabeza por la ventanilla abier- festejaron, se pegaban patadas por
ta. Lloraba y decía que pronto llegaría debajo de la mesa. Cada uno tomó lo
la noche, y los jabalíes los atacarían. que le correspondía, comían rápido. El
Pero el padre se reía de la madre y reci- padre dijo: “Coman mucho, llénense la
bía los chicles masticados de los hijos. panza porque vamos lejos, al lago del
Los iba pegando unos con otros para bicho asqueroso”. Los hijos y la madre
obtener una masa homogénea. Tapó el lo miraron por encima de las tazas. Y
agujero y el auto volvió a arrancar. Gri- partieron rumbo al sur.
tó a los hijos que se subieran y todos se
hicieron lugar a los codazos. El padre
manejó media hora y llegaron a San- El bicho
ta Rosa. Pasaron la noche en un motel
Era un camping agreste, y el guarda-
de la ruta. Cuando amaneció, los hijos
parques les indicó las zonas libres para
eligieron una mesa afuera para desa-
acampar. Podían hacerlo, incluso, muy

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cerca del lago. El padre introdujo el una, el padre y los hijos en la otra. Ins-
auto entre los árboles y siguió un cami- talaron el sol de noche y una mesita de
no fino entre arrayanes bajos. Ensegui- madera donde pusieron la pava y el
da todos vieron el lago verde, quieto. azúcar, y algunas cucharas y vasos de
El padre estacionó el auto y los hijos lata. Los hijos grandes fueron a buscar
bajaron. Con esfuerzo amontonaban maderitas para hacer el fuego y los chi-
los bolsos al lado de los árboles. Un bi- quitos rodearon a la madre. El padre
cho vive en el lago, decía el padre, sale había caminado hacia la orilla del lago,
y nos asusta, ja ja. Los hijos y la ma- donde hacía mediciones con una vara.
dre miraron hacia el lago. Había pocos Tenía puesta una piola a modo de cin-
pájaros, todos de colores. Se alzaban turón, y se había colgado un cuchillo
las montañas por encima. Su sombra de un lado. Llevaba pantalones caqui.
se dibujaba nítida en la superficie. En Por la noche se reunieron en ronda
algunas partes, el pasto llegaba hasta alrededor del fuego. El padre lo ati-
la orilla, o había arena blanca y piedras zaba con una rama. Estaban todos en-
que incluso podían verse con claridad vueltos en mantas. Las caras coloradas
estáticas en el fondo. por el calor. Comían fideos y tiraban
Tuvieron que armar las carpas y esta a la tierra los que estaban pegados. El
vez fue fácil porque eran nuevas, de padre volvió a hablar del bicho y con-
una sola pieza, sin sobretecho. Eran tó una larga historia para asustarlos.
dos carpas grandes de tela de avión. Más tarde, ya en la carpa de los va-
Las hijas y la madre se ubicaron en rones, dijo, entre sueños, que el bicho

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no existía. Pero al día siguiente, por la sillos, el borde de la pileta. Barría, pa-
mañana encontraron a la madre frente saba trapos, hacía la comida y bañaba
al lago, arropada en su manta. Miraba a la abuela. También acomodaba las
fijo la superficie y cuando los hijos la carcasas de las estufas sobre los pul-
rodearon afirmó que había visto hacía mones y pasaba una franela húmeda
un rato una estela en el agua, y la cola para quitarles el polvo. Era una se-
larga del bicho. Estaba sola, y nadie ñora fuerte, llegada del Chaco. Había
más la vio. El padre la miró serio y lue- sido abandonada por su marido con
go se rió de ella frente a los hijos. Pero once hijos chicos. Cuando la madre la
toda aquella tarde estuvo preguntán- tomó como empleada, ella contó que
dole dónde había visto el bicho y cómo su suegra la había dejado en la calle,
era, de qué tamaño y qué forma tenía, y le había robado su casa. Por eso ha-
y si era asqueroso. Ella siempre repe- bía tenido que mudarse a Buenos Ai-
tía lo mismo: Vi una estela larga en el res con nueve de sus hijos. Vivían en
agua, era la larga cola del bicho. un asentamiento cerca de la casa del
padre. Las dos hijas más pequeñas
de la señora fueron durante un año al
El barrio de la Señora mismo colegio de dos hijas de la casa.
La señora compraba con su sueldo,
Una de las señoras que cuidaban
cada día, cuatro paquetitos de galle-
a la abuela, trabajaba también en la
titas dulces que repartía entre todas
limpieza de la casa. Hacía las camas
las hijas, las suyas y las de la madre.
de todos, limpiaba los baños, los pa-

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En el colegio, a las hijas de la señora a cincuenta familias que vivían en el


las insultaban, les gritaban “piojosas” asentamiento de construir sus casi-
y les tiraban piedras que encontraban tas en los terrenos. Se habían hecho
en los canteros del jardín. Las hijas de las divisiones, y la señora tenía ya
la madre las defendían, interponien- su parcela. El padre y la madre com-
do sus propios cuerpos, y recibían las praron ventanas, y la ayudaron con
piedras. Una vez una alcanzó un ojo la compra de vidrios y de cemento.
y brotó sangre. Pero las hijas de la se- Les dieron también una o dos estufas
ñora estaban acostumbradas y no ha- que habían sobrado de la instalación,
cían caso. Se quedaban en una esqui- y que en la casa de la señora funcio-
na, sin hablar con nadie en el colegio. naron perfectamente. Un día fueron
Conversaban entre ellas de problemas a visitarla con todos los hijos. Era un
familiares, cosas que les habían he- descampado, y corrían niños sobre hi-
cho sus tíos o vecinos. Las hijas de los de agua marrón. Había sol, y una
la madre, en cambio, estaban atentas cancha de fútbol. Y allí jugaban cuatro
a las agresiones de las compañeras y de los hijos de la señora con vecinos
defendían a las otras tenazmente. Al y amigos. Los hijos del padre quisie-
final la señora cambió de colegio a sus ron jugar también, y pronto estaban
hijas porque se mudaron. Un sacerdo- todos los hijos pateando la pelota, y
te tercermundista había conseguido una hija de la señora, con shorts y ca-
unos terrenos a sesenta kilómetros miseta arremangada, atajaba. La casa
de Buenos Aires, y había convencido de cemento no estaba pintada, y había

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partes grises y partes con ladrillos. Al- Las Plagas


gunos muebles que la madre les había
regalado estaban puestos en los rinco- En la casa de Buenos Aires hubo tres
nes, la mesa envuelta en un mantel de plagas: ratones, cucarachas y gusanos.
hule. La señora había preparado va- Dos ratones aparecieron un día muer-
rias tartas caseras de paleta y queso, y tos en una rejilla, y se armó un revuelo.
dio de comer a los hijos de la madre, y Otro caminó enclenque por los bordes
a los suyos, sentados en una gran ta- de la pared que daba al pasillo de la
bla puesta sobre caballetes, y que ha- pileta y cruzó por delante del televisor.
bían colocado en el terreno. El padre y Los hijos saltaron subidos a los sillones,
la madre, conversaban de pie con ella, gritaban. Una señora salió de la habita-
y la ayudaban a poner los platos y a ción de la abuela con un escobillón y
servir las tartas. le dio un palazo en la cabeza al ratón,
El sacerdote murió de manera re- que estaba “boleado” por el veneno.
pentina, fue arrollado por un camión Los hijos se taparon la cara y se acu-
cuando iba en bicicleta por la ruta, y el rrucaron boca abajo en los sillones. La
proyecto del barrio quedó inconcluso. señora agarró el ratón con un papel de
Las familias, de todos modos, ya tenían diario y lo tiró a la basura, con un trapo
construidas en parte sus casitas, aun- limpió todo alrededor, y la pantalla del
que ya solos no pudieron luchar por televisor. Los hijos no querían respirar,
planes de financiación para comprar y salieron corriendo a las habitaciones,
materiales, y todo quedó por la mitad. cruzando el patio. Otra vez, una de las

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señoras cocinaba un pollo y sobre la gigantes, antecesoras de las actuales.


parrilla del horno caminó una rata. A Por eso ningún sistema de exterminio
la noche la encontraron muerta junto prosperaba. Llegaban hombres con
a una pata de la mesa. Y hubo algunas pesados tubos en la espalda y la voz
ratas chiquitas que caminaron bajo arruinada por tóxicos para liquidarlas,
las sillas. Pero lograron exterminarlas se compraban cajas de Cucatrap, po-
y la plaga duró poco. Las cucarachas, mos, raids y geles fluorescentes, y si
en cambio, vivieron durante muchos bien morían algunas, se replicaban de
años en la casa familiar. Había muchas a montones y no había forma de inte-
y grandes, voladoras, negras o marro- rrumpir los nacimientos. Por último,
nes. Otras diminutas, multiplicándose la madre compró un matamoscas de
adentro de los cajones de los cubiertos. plástico con el que mataba las cucara-
Algunas blancas o transparentes eran chas. Lo hacía en cualquier momento.
resistentes a los insecticidas. Ni la ma- Cuando conversaban de algún tema
dre, ni el padre, ni los hijos, entendían intrascendente, o si estudiaba en el li-
por qué, en vez de morir, se replicaban ving de la casa, la madre se ponía de
de manera incesante. El padre habla- pie y daba un golpe con el matamos-
ba de la resistencia de las cucarachas cas sobre la cucarachita, y ésta moría al
primitivas a la “glaciación del fin del instante de manera manual. A veces se
Cretácico”, y decía que las que había las barría juntas y se acumulaban unas
ahora eran versiones mutantes. Ha- cuantas en una esquina contra la pa-
blaba de cucarachas de dimensiones red, antes de empujarlas a la pala. La

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última plaga fue de gusanos. No pro- nunca, estaban en las habitaciones o en


venían del pozo de la pileta, ni de las la pileta. Los gusanos comenzaron a
bases de la casa, habían sido entrega- salirse de los tachos, desbordantes de
dos por el Gobierno Nacional. El padre tierra, y poco a poco fueron tomando
y la madre decidieron criar gusanos la terraza. Los hijos los veían a través
cuando en un momento padecieron de los vidrios del patio, en el techo,
graves dificultades económicas. Era deslizándose desordenadamente, en-
un plan ideado por el Gobierno para roscados o estirados, bajaban por la
familias numerosas de clase media que escalera. Tenían que pisarlos, o las se-
consistía en la cría de gusanos para la ñoras los barrían con la escoba. Pero
generación de abono. Se apoyaban mi- nunca nadie iba a la terraza, en donde
croemprendimientos en épocas de cri- la plaga se renovaba. Los siete tachos
sis. En la televisión y por teléfono se estaban llenos de humus y tierra fértil,
daban las consignas y los planes. Com- que se regaba con el agua de lluvia. Se
praron setenta y siete kilos de tierra y formó un jardín, adonde incluso se re-
humus, y luego recibieron los gusanos. unieron mariposas y pájaros. Y debajo
Los criaron en barriles, de acuerdo a del termo tanque, en una cuevita de ce-
la propaganda, y los pusieron en la te- mento, se introdujo un hurón. Pero los
rraza. Pero pronto el padre y la madre, gusanos habían comenzado a invadir
se olvidaron de los tachos. Les costaba la casa y el padre habló incluso de peli-
subir a la terraza porque el sol pegaba gro de derrumbe. Habían tomado una
fuerte y hacía calor. Los hijos no subían piecita del piso de arriba. Caían por las

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paredes, hechos bolita, y se deslizaban bautismo de una hija del medio, una
sobre el parquet. En las esquinas había tabla de surf de telgopor, manuales de
agujeros por donde entraban más bi- colegio. La puerta se mantenía cerrada
chos. Hubo que destruir el foco. Se lla- con llave y muy pocas veces un hijo
mó a una empresa de fumigación, y en pudo entrar. Mientras comían vainillas
menos de una hora se llevó los tachos, junto a la pileta y tomaban leche fría,
limpió la tierra, aplastó los gusanos, y miraban hacia la zona de la piecita
mató al hurón. planeando excursiones de alto riesgo.
Pasó el tiempo y la piecita fue reem-
plazada por una pieza más grande que
La piecita había quedado en desuso apenas había
sido construida, pues tenía fuertes fil-
La piecita medía pocos metros. Allí
traciones de agua en el techo y algunas
se guardaban los “cachivaches”. Me-
protuberancias entre las junturas de
dias agujereadas, partes de una bici-
las baldosas. Allí se iba metiendo todo:
cleta rota, cuadernos de la primaria
las bolsas de dormir, los parantes de
de los hijos más grandes, colchones en
las carpas, la raviolera-tallarinera que
desuso que podrían servir en alguna
ya estaba rota, las luces-sensor con el
ocasión. También había lápices gasta-
vidrio quebrado. Los hijos pequeños,
dos y cartucheras viejas, lámparas que
cuando crecieron, se acostumbraron a
no funcionaban, la carcasa de una estu-
caminar encima de las cosas, o abrirse
fa. Con el tiempo, fueron a parar tam-
camino entre los objetos para llegar al
bién ahí la chata de la abuela, la fe de

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fondo de la pieza. La ventana se abría pieza más grande para poder guardar
poco, y se había cubierto de telas de ellos mismos sus objetos, y comenza-
araña en los bordes. ron los desplazamientos por toda la
Cuando los hijos mayores comenza- casa. En un momento había cosas en el
ron a abandonar la casa, iban dejando patio y en el garaje, incluso en la es-
allí sus cosas: sus apuntes de facultad, calera. Bicicletas del pasado, sillones
un cráneo humano del hijo del medio rotos, heladeras, hierros sueltos. Los
que había estudiado medicina, radio- padres vivían en una piecita, y los hijos
grafías sueltas. Pero como los objetos chiquitos vivían amontonados en otra
habían casi tapado la abertura de la habitación. El resto de la casa se había
puerta, se tomaron otras habitacio- poblado de cosas, que tapaban las en-
nes vacías. Cuando un hijo se mudó tradas. Los hijos más grandes y los del
a los Estados Unidos, llevó todos sus medio se habían ido, las filtraciones se
muebles a la casa de los padres y los habían multiplicado y las paredes es-
comprimió en una habitación. Las si- taban húmedas y con hongos. Se llovía
llas, encimadas unas sobre otras, un sobre los objetos, y los hijos chiquitos
silloncito, la cama y el colchón, una tenían tos y pasaban largas semanas en
mesa ratona, valijas con ropa, vajilla cama atacados por bronco espasmos.
envuelta en papel y un trencito de su Finalmente, el padre construyó una
infancia. Todo guardaba un orden per- casa sobre la casa y se trasladó allí con
fecto. Pero pronto, otros hijos, movie- la madre.
ron los objetos del hermano hacia la

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La hija del medio ciones donde vivían los hijos chiquitos


y otras que ahora estaban despejadas
Una hija del medio quedó embaraza- de objetos. Como había polvillo y cal,
da y se hizo lugar en una de las habi- por todas partes, y los albañiles entra-
taciones para vivir allí con su esposo. ban y salían, los hijos chiquitos, que ya
Usaban algunos espacios vacíos de la habían crecido, trataban de no estar en
casa y la cocina. Comenzaron a arre- todo el día en la casa, pero el hijo de
glar algunas pérdidas de agua y las es- la hija comenzó a levantarse por las
tufas. Tiraron cosas inservibles de las noches con ataques de asma; tuvieron
piezas y concentraron los cachivaches que llevarlo al hospital. Le recomenda-
en la habitación más grande. Durante ron aire puro, naturaleza, y decidieron
más de un mes, hicieron traslados de viajar a Córdoba, donde la pareja con-
objetos con bolsas y cajas, construye- cibió otro niño.
ron muebles de madera para guardar
las cosas, y repisas donde iban colo-
cando las menos pesadas. Habían col- Hijos
gado otras de ganchos que el esposo
había atornillado al techo. Pocas sema- La multiplicación de hijos se había
nas después del nacimiento del bebé, iniciado siete años antes, cuando las
y hasta que éste cumplió cinco años, la hijas mayores y las del medio comen-
casa volvió a estar en construcción. El zaron a concebir. También las esposas
padre había decidido unir las habita- de los hijos varones tuvieron otros hi-
jos, y la madre de todos tuvo un bebé

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ya pasados los cuarenta y cinco años. ta las piletas. Luego hundían los pies
Los hijos y los hijos de los hijos se jun- en el agua tibia y se sumergían hasta
taban en los almuerzos y en las cenas las rodillas. Flotaban de panza, boca
familiares y hablaban a los gritos, pero abajo o dados vuelta, mirando el cielo.
también a media voz. Tenían puestas las gorras de baño y las
madres, hijas del padre y de la madre,
les daban besos y jugaban a introducir-
Entre Ríos se ellas mismas bajo del agua. El padre
y la madre iban a las calientes, se que-
La familia alquiló una casa en Fede-
daban un rato hundidos en el agua, y
ración, cerca de las Termas. Los hijos, y
luego se sentaban afuera, en el borde
los hijos de los hijos pasaron allí siete
de la pileta. El vapor se desprendía de
días. Vivían en distintas habitaciones
la piel y los músculos se relajaban. Mi-
y compartían la cocina y los baños.
raban el cielo o el techo de la carpa, y
Por las mañanas salían a caminar a la
volvían a meterse.
orilla del río, en grupos de cinco o de
A la noche todos comían pescado en
seis, los más pequeños tomados de las
un restaurante, y tomaban vino blan-
manos de las madres. Luego regresa-
co. Los niños bebían gaseosas y escu-
ban para el almuerzo y a la tarde iban
pían las espinas pegadas a la carne
al complejo termal, y caminaban en-
del pescado. Por la mañana, en la casa
vueltos en toallas o salidas de baño.
grande, desayunaban cada uno por su
Los chiquitos se sacaban las ojotas y
lado y salían a caminar a la orilla del
corrían descalzos por el cemento has-

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río. Toda la costanera de espigón, el que todos vieron por la mañana, fue el
horizonte plano y seco, y los árboles auto abollado y las gomas pinchadas.
cuyas copas blandas se ondulaban con Había papeles por todas partes, deba-
la brisa. Iban todos juntos, en grupos jo de las ruedas y sobre las baldosas.
de cinco o de tres, y a veces un hijo pe- Los vidrios estaban rotos y la guantera
queño se soltaba de la mano de su ma- abierta, desparramados en el tapizado
dre y corría hacia otra madre. los objetos que había adentro. No ro-
baron nada.
La segunda vez fue muchos años
Robos después, cuando los hijos grandes ya
no vivían en la casa, pero sí los chi-
Dos veces, en treinta años, robaron
quitos, y los padres vivían arriba. El
en la casa. La primera vez, los hijos
asentamiento cerca de la casa había
eran chicos. Apenas caminaban o ga-
crecido y varias bandas robaban por
teaban. Alguno, incluso, se aferraba
las noches. Dos ladrones pegaron un
fuerte a los barrotes de la cuna y se
salto desde el aire acondicionado que
desplazaba de un lado al otro del col-
tenía salida a la calle y se metieron por
choncito sin llorar. Nadie oyó entrar a
la ventana abierta de la piecita. Cami-
los ladrones. Ingresaron por el patio de
naron en la oscuridad entre los objetos,
arriba, y bajaron hasta el garaje. Pero ni
empujándolos con los pies. Salieron al
el padre ni la madre escucharon a los
pasillo y entraron en la habitación de
chorros, ni tampoco los hijos, que dor-
los hijos. Con la luz apagada, se acerca-
mían en las cunas o en las camitas. Lo

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ron a las camas y apuntaron a un hijo dijera dónde tenía las joyas y el dinero.
en la cabeza con un rifle. Uno se puso Pero ella les dijo que no tenía ningu-
un dedo sobre los labios y le ordenó na joya, solo unas perlas falsas en una
hacer silencio. Lo obligaron a levantar- bolsita. Plata no había. Los chorros se
se. Los demás se despertaron pero se llevaron entonces los televisores, las
quedaron quietos. Los ladrones habían notebooks, netbooks, IPhones y las Ta-
tomado al hijo de rehén y lo apunta- blets, de los padres y de todos los hijos,
ban por la espalda. Encerraron a los y una caja fuerte de acero inoxidable
otros en la habitación, amordazados con mil dólares, las tarjetas de crédito
y con las muñecas atadas con cuerdas, y los documentos de todos.
y obligaron al hijo a conducirlos hasta La familia miró el techo durante ho-
sus padres. Él los llevó a la casa de arri- ras, la madre rezaba el rosario en voz
ba. Cuando la madre abrió los ojos en baja y luego comenzó a hablar sin pa-
la oscuridad vio que su hijo chiquito se rar. Por fin se fueron, pero dejaron la
acercaba a ella y la sombra nítida de un casa revuelta.
hombre detrás. Lo metieron en la pie- Cuando dos de los hijos fueron gran-
za con los padres y obligaron a todos a des y formaron sus propias familias,
subirse a la cama. El padre, por temor a contrataron guardias con rifles para
la muerte del hijo, no hizo ningún mo- proteger sus casas. Les pusieron alar-
vimiento. Mientras el ladrón que tenía mas y rejas. Y entraban con camione-
el arma los apuntaba, el otro revolvía tas blindadas al predio donde vivían.
la casa. Le pidieron a la madre que les Hicieron construir un acceso especial

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desde la autopista para entrar en su motivos diferentes: rosas en sus tallos,


tierra, rodeada de muros altos y alam- paisajes alpinos, duendes, pájaros,
bres electrificados. Pudieron demoler abstracciones. Se pasaba horas en la
las casillas pobres que bordeaban el habitación, con la ventana abierta que
predio para construir el camino, y las daba a la pileta, y el aire empujaba sus
reconstruyeron cerca del río contami- cabellos. Estaba concentrado en sus
nado, con toda su gente adentro. objetos, con la cabeza inclinada sobre
el tablero. Tuvo la idea de confeccionar
un vitraux más importante. En él esta-
El hijo de vidrio ría dibujada la cabeza del hijo mayor
tal como había sido en su infancia: la
En sus años de vejez, el padre tomó
cara redonda y nítida, el pelo en casco
una de las habitaciones de la casa para
hasta el cuello, los ojos negros, brillan-
usarla como estudio. Había comen-
tes. Buscó una foto vieja en el fondo
zado a estudiar técnicas para hacer
del ropero y la puso en un atril, para
vitraux. En pocos meses elaboró difí-
dar los primeros trazos sobre el vidrio.
ciles formas en los vidrios que reem-
Pasaba horas con sus punzones y los
plazaban los que estaban rotos en la
distintos fragmentos de vidrios. Los
casa de abajo. Como ya ningún hijo
cortaba y lijaba, incluso a altas horas
vivía allí, había zonas vacías con unos
de la noche. Pronto el vitraux estuvo
pocos muebles desordenados, o bollos
listo. Quería regalárselo al hijo para
de ropa y objetos. El padre iba colocan-
el cumpleaños, pero mientras lo tras-
do sus vitraux, de hermosos colores y

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ladaba de habitación en habitación, venían de visita y algunas noches, los


probando las graduaciones del color hijos de los hijos se quedaban a dormir.
que producían los distintos destellos En la mesita de luz de una de las ha-
e intensidades de luz, sintió el deseo bitaciones del piso del medio, habían
de quedárselo para él y colocarlo en el dispuesto los retratos de sus propios
living de la casa. La madre, por la ma- padres, y de los padres de sus padres.
ñana, envuelta en su manta, observaba Los hijos de los hijos no reconocían a
la cabeza de vidrio del hijo. No le dijo las personas retratadas y cuando iban
nada al padre, solo que técnicamente le a la casa jugaban con los portarretra-
parecía muy bien hecho. Cuando los tos, los escondían o los tiraban al piso,
hijos y los hijos de los hijos llegaron pateándolos debajo de la cama sin
a la casa para festejar un cumpleaños, querer. A veces, preguntaban a la ma-
todos se detuvieron ante el retrato. Era dre quiénes eran y ella les decía “tus
de noche, pero el padre había instala- bisabuelos”. Pero los niños perdían in-
do un sistema de luces que producía el terés rápidamente, y jugaban con obje-
mismo efecto del sol y los rayos atra- tos de plástico o celulares que encon-
vesaban al hijo realzando sus colores. traban encima de la cama. La madre
se quedaba un rato con la mirada fija
en algún punto lejano, y luego volvía
Los retratos su atención al niño, y lo tomaba de la
mano para devolverlo a sus madres. El
El padre y la madre vivieron muchos
padre miraba la televisión, o se pasa-
años más, solos, en la casa. Los hijos

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MARIANA DOCAMPO LA FAMILIA

ba horas encerrado en su estudio, con pusieron alarmas en las puertas. Usa-


algún nuevo proyecto, y si el hijo de ron la parrilla de la casa de arriba para
un hijo corría en el piso de arriba, él lo los asados y todo el sector este de la
seguía y jugaba con él. Después se que- casa, lindante con la pileta, fue tapia-
daba dormido en el sillón, y los niños do; también la pieza de cachivaches, y
le quitaban los zapatos, o le hacían di- un bañito del piso del medio que tenía
bujos en las botamangas del pantalón una pequeña ventana que daba al ex-
con sus marcadores. terior, y por la que cabía el cuerpo de
un niño. El centro y la zona occiden-
tal quedó disponible para los padres y
La casa para los hijos de los hijos. En las fiestas,
la familia se distribuía en el comedor
La pileta quedó en desuso. El agua
de arriba. Nunca bajaban ni usaban las
estaba verde, y flotaban gomas viejas y
otras habitaciones. Arriba había gran-
una manguera rota. En el fondo había
des ventanales y corría el aire. Entraba
cascotes y el hierro de una bicicleta. Al
mucha luz, y se veían las copas de los
costado, la parrilla se cubrió de mate-
árboles del barrio, las terrazas vecinas,
riales, ladrillos y bolsas de arena y ce-
piletas de fondo azul, y el cielo nítido.
mento, y la carcasa de una estufa vieja.
Incluso algunas bandadas de palomas
Un día, el padre cerró la puerta que
cruzaban de uno a otro lado de la casa,
daba a la pileta, y le puso rejas para
algunas construían nidos en la terra-
que por allí no entraran ladrones. Se-
za, donde los padres disponían sillas
llaron también las ventanas de abajo y

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MARIANA DOCAMPO

y reposeras y los hijos se sentaban a


conversar, comían lomitos y tomaban
cerveza o vino. Mientras tanto, los hi-
acerca de mí
jos de los hijos correteaban por todas
partes y asustaban a las palomas.

N
ací en Buenos Aires en 1973.
Publiqué el libro de cuentos Al
borde del tapiz (Simurg, 2001),
la novela El molino (Bajo la luna, 2007),
que recibió el segundo premio del Fon-
do Nacional de las Artes y fue finalista
en el concurso de la Biblioteca Nacio-
nal 2007, el libro de relatos La fe (Bajo
la Luna, 2011) y la novela Tratado del
movimiento (Bajo la Luna, 2014). Algu-
nos de mis textos fueron publicados en
antologías. Soy Licenciada en Letras
por la Universidad de Buenos Aires.
Coordino talleres literarios de escritu-
76 77
MARIANA DOCAMPO

ra y de lectura y discusión de textos.


Desde el año 2011 dirijo la colección
“Las antiguas” de la editorial Buena
Arte de tapa
Vista, dedicada al rescate de obras de
las primeras escritoras argentinas. Or- Paula Castro
ganizo el espacio Tango Queer Buenos “Desilusión óptica (fragmento IV)”. Tinta sobre papel, serie de 9.
22 x29 cms. 2013
Aires, y codirijo el Festival Internacio-
nal de Tango Queer de Buenos Aires.
Con Martín Rodríguez hemos escrito
el guión del largometraje Marilyn, ele-
gido para el 19° Laboratorio de Guio-

N
nes de Oaxaca, y ganador del Concur-
so Opera Prima del INCAA en 2012. ací el 24 de abril de 1978 en Bue-
nos Aires. Estudié en la Univer-
sidad de Buenos Aires (FADU)
la carrera de Diseño Gráfico. Al finalizar
mis estudios viajé a Treviso, Italia, en el
año 2002, donde residí durante dos años.
Luego me mudé a París y es allí donde co-
mencé a desarrollar mi obra como artista
plástica. Gran parte de mi formación plás-
tica es autodidacta. En 2009 fui seleccio-
nada para realizar una residencia en Flux
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Factory, Nueva York. Un año más tarde licé proyectos como Esto no se mueve de
fui aceptada por el “Viewing Program” del acá (Museo La Ene) y mi primer muestra
Drawing Center. En 2011 Yvon Nouzille individual en Mite Galería: Desilusión óp-
me invitó a realizar un proyecto en APDV tica. Actualmente trabajo en París con la
Centre d’Art, por el cual obtuve una sub- Galería Dohyang Lee y en Buenos Aires
vención de la Mairie de Paris “Aide Indi- con Mite Galería.
viduelle au Projet d’Arts Plastiques”. En
2011 realicé mi primera muestra indivi-
dual en París Variaciones del defecto en la
Galería Dohyang Lee, quien a su vez me
llevó a ARCOmadrid como ARTIST FO-
CUS (2012). Entre las muestras colectivas
en las que participé se destacan: Entre lo
fugitivo y lo infinito (Galería Maisterra
Valvuena, Madrid, 2013, curaduría de
Anja Isabel Schneider); Soy un libro que
no he escrito ni he leído (Mite Galería,
2014, curaduría de Mariano Mayer); After-
thought (Irma Vep Club, Reims, Francia,
2008, curaduría de Anja Isabel Schneider).
Entre el 2011 y 2012 comencé a viajar con
más frecuencia a Buenos Aires donde rea-

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Que los árboles muertos
en este papel
vuelvan a crecer árboles
cuando mujeres y hombres
hayan saciado su sed
de conocimiento.

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