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Historia General deYucatán

Dirigida por Sergio Quezada

Yucatán en el México posrevolucionario


1915-1953
5
Historia General deYucatán
Yucatán en el México posrevolucionario
1915-1953
5

Sergio Quezada
Jorge Castillo Canché
Inés Ortiz Yam
COORDINADORES

Universidad Autónoma de Yucatán


Mérida, Yucatán, México
2014
D.R.© UNIVERSIDAD AUTÓNOMA
DE YUCATÁN, 2014

Obra con derechos reservados, prohibida su reproducción parcial


o total sin el permiso escrito del titular de los derechos.

Traducción de los capítulos de Ben Fallaw, Sterling Evans,


Sarah A. Buck por Carlos Alberto Silva Mena.

SECRETARÍA DE RECTORÍA
Departamento Editorial
Calle 61 núm. 526 entre 66 y 68 CP 97000
Tel. (999) 924-72-60, Fax (999) 923-97-69
Mérida,Yucatán, México

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editorial@uady.mx
editorialuady

ISBN: 978-607-8191-99-4 (colección)


ISBN: 978-607-9405-04-5 (v. 5)

F Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953 /


1376 Sergio Quezada, Jorge Castillo Canché, Inés Ortiz Yam,
.R477 coordinadores. — Mérida, Yucatán: UADY, 2014.
2014
258 p.

(Historia general de Yucatán; v. 5)

1.Yucatán—Historia—Siglo XIX. 2.Yucatán—Historia—


Siglo XX. 3. México—Historia—Revolución, 1910-1920.
4. Yucatán—Política y gobierno. I. Quezada, Sergio. II. Cas-
tillo Canché, Jorge Isidro. III. Ortiz Yam, Inés.

ISBN: 978-607-9405-04-5

Lib-UADY

Mérida,Yucatán, México.
Presentación

L a Universidad Autónoma de Yucatán se congra-


tula con la publicación de la Historia General de Yucatán,
obra que presenta los grandes procesos políticos, eco-
nómicos, sociales, culturales y religiosos que marcaron
y definieron nuestra memoria histórica y que han per-
mitido construir y edificar nuestra identidad como yu-
catecos y como mexicanos. El interés de nuestra Alma
Máter por dar a conocer obras como la Historia de Yuca-
tán desde la época más remota hasta nuestros días escrita por
don Eligio Ancona entre 1878 y 1905 ha sido una ta-
rea sustancial y parte de una tradición de editar textos
fundamentales que dan cuenta del desarrollo político,
económico y social de Yucatán desde los tiempos pre-
colombinos hasta la sociedad decimonónica en la que
vivió su autor.

No obstante la solidez de nuestra tradición editorial, la


Universidad Autónoma de Yucatán, que tengo el honor
de presidir, desde 2009 asumió el reto de hacer realidad
el ambicioso proyecto Historia General de Yucatán con el
fin de ofrecer a los yucatecos y a los mexicanos una mag-
na obra que reúna los hallazgos y aportes historiográficos
más recientes y novedosos con el interés de perpetuar
nuestra memoria histórica colectiva y ofrecer una inter-
pretación contemporánea del devenir histórico.

La Historia General de Yucatán es la obra de divulgación de


historia regional más importante de las últimas décadas
que institución educativa haya emprendido en el sureste
mexicano. Es general, porque se ocupa de los procesos
complejos de la vida peninsular en un marco temporal
de larga duración que inicia con la sociedad prehispáni-
ca maya yucateca y concluye con la sociedad yucateca
del siglo XXI. En sus páginas se abordan el desarrollo de
la cultura maya preshipánica, la Conquista española, la
sociedad colonial, la Independencia y la difícil participa-
ción de Yucatán en la construcción del Estado-nación,
la República Restaurada, el porfiriato y la Revolución, y la
construcción del Yucatán moderno. También es general
porque está dirigida a un público amplio, desde el lec-
tor no especializado, deseoso de conocer y comprender
el pasado de Yucatán, hasta los estudiantes adelantados,
profesores, especialistas y lectores cultos e ilustrados.

La Historia General de Yucatán constituye un legado para


las generaciones presentes y futuras, porque les brinda
una visión completa de nuestro pasado y les genera un
pensamiento crítico e histórico de los fenómenos po-
líticos y sociales que viven y enfrentan, y las prepara
para afrontar su futuro. Por estas razones me resulta
placentero entregar esta obra a la sociedad como uno
de los compromisos adquiridos por nuestra Universidad
Autónoma de Yucatán.
Dada la magnitud de la empresa, la elaboración de la
Historia General de Yucatán implicó el concurso de recur-
sos institucionales y un esfuerzo colectivo de innume-
rables académicos con trayectoria reconocida que han
contribuido al conocimiento de la historia y la cultura de
nuestra entidad y que, a mi invitación, respondieron con
entusiasmo y generosidad para presentar un texto claro y
sencillo con sus aportaciones más sobresalientes. Unos in-
vestigadores son egresados de nuestra Universidad, otros
son profesores y catedráticos de instituciones académicas
nacionales y extranjeras que han dedicado sus esfuerzos,
a lo largo del último cuarto de siglo, a entender y com-
prender a la sociedad yucateca. Sergio Quezada, Jorge
Castillo e Inés Ortiz Yam, profesores-investigadores de
nuestra Alma Máter, se dieron a la ardua tarea de coordi-
nar, organizar, editar y resolver todos aquellos imprevis-
tos y vicisitudes académicas que conllevó la elaboración
de este volumen que el lector tiene en sus manos. A to-
dos ellos mis más sinceros agradecimientos por conceder
a la Historia General de Yucatán sus conocimientos y darle
prioridad sobre sus demás compromisos académicos.

Alfredo Dájer Abimerhi


Rector
Contenido

Introducción
13

De la Revolución al cardenismo, 1915-1940 23


Ben Fallaw
1. SALVADOR ALVARADO COMIENZA EL CAMBIO
REVOLUCIONARIO 23
2. FELIPE CARRILLO PUERTO Y LA RADICALIZACIÓN
DE LA REVOLUCIÓN 30
3. LOS GOBERNADORES CALLISTAS: ITURRALDE, TORRE DÍAZ
Y GARCÍA CORREA 42
4. DEL CALLISMO AL CARDENISMO: ALAYOLA BARRERA
Y LÓPEZ CÁRDENAS, 1934-1935 69
5. EL CARDENISMO COMPROMETIDO: PALOMO VALENCIA
Y CANTO ECHEVERRÍA 88

El reparto agrario en Yucatán, 1915-1937 103


Inés Ortiz Yam
1. LA POBLACIÓN DE YUCATÁN EN LOS ALBORES
DEL SIGLO XX 104
2. DOTACIÓN DE TIERRAS OCIOSAS: EL REPARTO
DE LOS MONTES 106
3. REFORMA AGRARIA: LOS EJIDOS HENEQUENEROS 117
4. LOS PRIMEROS AÑOS DEL EJIDO HENEQUENERO 124
5. CONVENIOS PARA TRABAJAR Y RASPAR HENEQUÉN 132
Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950 139
Sterling Evans
1. LA DIPLOMACIA DEL HILO Y LA “SITUACIÓN DEL SISAL” 141
2. PENITENCIARÍAS ESTADOUNIDENSES Y CANADIENSES
Y CORDELERÍAS 159
3. LA GRAN DEPRESIÓN Y EL CUENCO DE POLVO 169

4.
COMPETENCIA Y TRILLADORAS
177

La Iglesia católica en Yucatán, 1910-1942 195


Franco Savarino Roggero
1. CAMINO A LA REVOLUCIÓN: TENSIONES Y DIFICULTADES 196

2. EL ANTICLERICALISMO REVOLUCIONARIO
198

3. LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA, 1914-1917
202
4. LA NORMALIZACIÓN DURANTE EL SOCIALISMO, 1918-1925 210

5. TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE, 1926-1940
215

La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953 221
Sarah A. Buck
1. DEL CONTROL NATAL A LA REIVINDICACIÓN
INSTITUCIONAL DE LA MATERNIDAD 221
2. LA ACCIÓN FEMINISTA Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA 233
3. SUFRAGISTAS Y DEFENSORAS DE LAS TRABAJADORAS 239
4. VOCES DE MUXUPIP Y TEMOZÓN: EL TESTIMONIO
DE LAS LIGAS FEMENILES 244

5. SUFRAGIO FEMENINO
248

6. CONCLUSIONES
252

Sobre los autores


255
Introducción

Y ucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953,


quinto volumen de la Historia General de Yucatán, aborda
dos etapas fundamentales de la historia contemporánea
de nuestro país y de la sociedad mexicana: la Revolución
y la Posrevolución. Este periodo se caracterizó por el sur-
gimiento y desarrollo de una serie de ideas, instituciones
y prácticas sociales distintas a las del régimen porfiriano
que aún son importantes para la organización y funciona-
miento del México actual.

La etapa armada de la Revolución mexicana tuvo como


grandes escenarios distintas partes del norte, el occidente
y la propia ciudad de México, y la población sufrió las
consecuencias de las cruentas batallas de la segunda déca-
da del siglo XX que decidieron el rumbo del movimien-
to. Los asesinatos del presidente Francisco I. Madero, del
vicepresidente José María Pino Suárez, la instalación en
el poder de Victoriano Huerta y la caída de su régimen
dictatorial, acontecimientos ocurridos entre febrero de
1913 y julio de 1914, provocaron inestabilidad política,
económica y social y el surgimiento, por un lado, de
los proyectos revolucionarios de los convencionistas

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 13


Introducción

liderados por Francisco Villa y Emiliano Zapata y, por el


otro, los de los constitucionalistas encabezados por Ve-
nustiano Carranza y Álvaro Obregón.

Yucatán no participó de esta marea revolucionaria sino


hasta varios años después, por lo que la estructura eco-
nómica y política de corte porfiriana se mantuvo intacta
a pesar de que entre 1911 y 1914 surgieron en la escena
pública nuevos actores políticos y sociales y goberna-
ron los primeros militares revolucionarios Eleuterio
Ávila y Toribio de los Santos. Pero su integración plena
al proceso revolucionario llegó hasta marzo de 1915
con la entrada del ejército comandado por el general
Salvador Alvarado.

La mirada regional enriquece el conocimiento de la Re-


volución y la Posrevolución y puntualiza las particula-
ridades de los procesos históricos de la primera mitad
del siglo XX de Yucatán. Los trabajos que integran este
quinto volumen, además de tratar los aspectos políticos
de los sucesivos gobiernos revolucionarios —conflictos
electorales, pugnas ideológicas, métodos represivos con-
tra el adversario político—, también abordan los prin-
cipales asuntos económicos —intervención del Estado
en la industria henequenera y la reforma agraria—, las
cuestiones sociales y culturales —intentos de extender
la educación a amplias capas de la sociedad yucateca para
imponer una nueva moral pública o las precoces y radi-
cales propuestas para mejorar la condición social de las
mujeres yucatecas en la nueva sociedad— y las relaciones
entre la Iglesia católica y el Estado a través de sus repre-
sentantes locales más importantes como el obispo y el

14 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Introducción

gobernador, quienes transitaron de una franca y evidente


alianza en la primera década del siglo XX a una confronta-
ción abierta durante los primeros gobiernos revoluciona-
rios, cuando la institución eclesiástica, sus miembros y lo
que representaba social y culturalmente, se vieron afecta-
dos con la política radical de “desfanatización” que brindó
la oportunidad a otras confesiones religiosas y corrientes
de pensamiento para hacerse presente o fortalecer su in-
fluencia en algunos sectores de la sociedad yucateca.

La instalación en Yucatán de un gobierno constitucio-


nalista entre 1915 y 1918 brindó a Salvador Alvarado la
oportunidad de trazar las líneas generales del gobierno
nacional carrancista y de las posteriores administraciones
yucatecas, incluido el gobierno trunco de Felipe Carrillo
Puerto (1922-1924). Se destaca en este volumen la ges-
tión alvaradista como la experiencia revolucionaria que
marcó el rumbo de los cambios institucionales amparados
en un nuevo marco jurídico y legal que distanciaba al ré-
gimen revolucionario en Yucatán de su predecesor por-
firiano. También se resaltan las continuidades existentes
entre los diferentes gobiernos revolucionarios locales,
sus límites y alcances como producto de la conjugación
de factores externos —las políticas nacionales cambian-
tes según el acceso al poder de un determinado grupo
revolucionario— e internos, como los conflictos entre
las facciones políticas por detentar el poder.

La servidumbre agraria fue uno de los asuntos impor-


tantes dentro de las tareas de los primeros gobiernos
revolucionarios en Yucatán: desde el tímido intento de
liberación de los peones acasillados durante el gobierno

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 15


Introducción

efímero de Eleuterio Ávila hasta su ratificación por el


gobierno constitucionalista de Salvador Alvarado. Para el
antiguo trabajador separarse de las haciendas no fue una
decisión fácil ni rápida como generalmente se asume. En
este volumen se plantea que fue un proceso en el que
intervinieron factores de seguridad laboral, legal, alimen-
tario, y hasta afectivos, que lo retrasaron y, en ocasiones,
incidieron para mirarlo como perjudicial por el propio
trabajador. Esta extraña reacción —incluso hasta hoy no
aceptada por la historiografía regional— puede ser en-
tendida a la luz de otro de los temas de la política revolu-
cionaria y entrelazada con el de la servidumbre agraria: el
reparto de tierras.

Los trabajadores que extrañaron los viejos tiempos de la


servidumbre, evidentemente no se referían a la opresión
y al maltrato vivido dentro de las haciendas, sino al sen-
timiento de seguridad material que esta había proporcio-
nado, sobre todo en tiempos de crisis económica. En su
ánimo incidía también el hecho de que en un principio
los habitantes de los pueblos habían sido más favorecidos
en el reparto de tierras. Y solo a partir del malogrado
gobierno de Carrillo Puerto las leyes agrarias respectivas
comenzaron a tomar más en cuenta a los antiguos trabaja-
dores de las haciendas henequeneras.

Sin embargo, el reparto agrario tampoco anduvo por


caminos llanos, pues su aplicación durante los gobier-
nos revolucionarios locales enfrentó obstáculos de di-
ferente índole; uno de ellos, fue la entrega de tierras
de las haciendas que habían servido a los extrabajadores
de las fincas para cultivar sus milpas y obtener recursos

16 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Introducción

naturales para su subsistencia y que ahora eran cedidas a


personas sin ningún vínculo con ellas. Otro escollo, surgi-
do en ese mismo contexto, fue la entrega de tierras de las
haciendas, de las que poco beneficio podía sacarse, pues
eran terrenos estériles para el cultivo de subsistencia; en
otros casos, el obstáculo fue la negativa de los hacendados
de entregar tierras cultivadas con hijos de henequén o la
renta de la maquinaria de raspa que hizo más difícil la
participación colectiva en el cultivo y procesamiento de
la planta. A lo anterior debe agregarse el hecho de que,
fuera de los momentos radicales del gobierno estatal de
Carrillo Puerto y de Lázaro Cárdenas en el entorno fede-
ral, cuando los gobiernos emanados de la Revolución y la
Posrevolución lograron imponer la política agraria a los
intereses políticos y particulares, varios tuvieron que ne-
gociar con las élites políticas y económicas tradicionales y
emergentes para llevar a cabo algunos cambios, como el
régimen laboral y la participación de las cooperativas de
los trabajadores en la economía henequenera.

Otra de las tareas fundamentales de los nuevos gobiernos


emanados de la Revolución en Yucatán fue su participa-
ción en la organización y funcionamiento de la industria
henequenera. Afanosamente buscaron convertir la eco-
nomía henequenera en la fuente principal de ingresos
para llevar a la práctica proyectos sociales y culturales de
todo tipo y, con estos fines, necesitaron arrancar de las
manos de los monopolios yucatecos y extranjeros la co-
mercialización de la fibra. Salvador Alvarado dio la pau-
ta al consolidar la Comisión Reguladora del Henequén,
instancia de gobierno convertida en el pilar de la partici-
pación de la administración alvaradista, y ejemplo de las

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 17


Introducción

siguientes administraciones, hasta que fue reemplazada


por la Exportadora para la regulación y venta de la fibra
del henequén al mercado norteamericano.

Este proceso de participación del Estado en la economía


henequenera tomó un sentido más profundo de dirección
e intervención directa con la creación de Henequeneros
de Yucatán, paraestatal que anunció la participación
posterior del gobierno en la producción, industrializa-
ción y comercialización del henequén y sus derivados.
Esta nueva institución también sorteó una serie de difi-
cultades poco conocidas que han llevado a innumerables
estudiosos a conclusiones apresuradas sobre la participa-
ción y posterior dirección del gobierno en la industria
henequenera. Medir el éxito o el fracaso de tal acción gu-
bernamental sin tomar en cuenta el factor internacional
resulta ya imposible, es decir, los contextos y las políticas
económicas extranjeras a las que muchas veces se vio su-
bordinada la economía henequenera, en particular, a las
de los dos países compradores prácticamente de toda la
fibra: Estados Unidos y Canadá. En consecuencia, la en-
trada del primero a la Primera Guerra Mundial favoreció
la producción y exportación de la fibra de henequén a tal
grado que las arcas de la Hacienda alvaradista se vieron
repletas del dinero necesario para un gobierno que pre-
tendía remover antiguas estructuras económicas, políti-
cas y sociales. Sin embargo, la recesión de 1929 afectó
a economías como la yucateca, dependientes totalmente
del mercado norteamericano.

En este volumen se ilustra perfectamente las relaciones


de subordinación del henequén yucateco a los mercados

18 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Introducción

de Estados Unidos y Canadá. El hilo del henequén tuvo


dos destinos. Uno fue para alimentar a las engavillado-
ras empleadas en los campos de trigo. El otro fueron las
penitenciarías, pues bajo el discurso en boga de la reha-
bilitación por el trabajo, muchas cárceles estatales es-
tablecieron sus propias cordelerías para fabricar el hilo
engavillador. Esta relación de dependencia se invirtió en
algunos momentos coyunturales, como aconteció duran-
te los meses del establecimiento del gobierno de Alvarado
en los que los cultivadores de trigo vivieron con la incer-
tidumbre de poder levantar la cosecha ante los rumores
de que el nuevo gobierno suspendería las exportaciones
de la fibra, o como sucedió en el contexto de la Segun-
da Guerra Mundial, que al cerrar temporalmente otras
fuentes de abastecimiento en Asia y África, obligó a los
consumidores de esos países a comprar la fibra yucateca a
precios favorables para los productores locales. El declive
de la industria henequenera se debió a circunstancias ex-
ternas, a los desaciertos de los gobiernos revolucionarios
y posrevolucionarios respecto de la reforma agraria, y a
su respuesta tardía para afrontar la aparición de las fibras
sintéticas que, más temprano que tarde, finiquitaron la
industria henequenera yucateca.

La relación de concordia y de intereses mutuos entre el


poder civil y el eclesiástico local cambió con la época re-
volucionaria, en especial durante el gobierno de Salvador
Alvarado. Las medidas anticlericales emprendidas por
el general fueron el marco para los episodios iconoclas-
tas que se presentaron en el estado y la salida del jerarca
católico y de sacerdotes extranjeros. Esta experiencia,
difícil para la Iglesia católica yucateca, no se repitió con

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 19


Introducción

los siguientes gobiernos revolucionarios, no obstante el


radicalismo del gobierno de Carrillo Puerto y del esta-
llido de la guerra cristera, dos años después de asumir la
presidencia Plutarco Elías Calles. El conflicto religioso de
1926 a 1929, si bien hizo que en 1927 Martín Tritschler
dejara una vez más Yucatán, su retorno dos años después
al gobierno de la arquidiócesis yucateca fue definitivo,
hasta que lo sorprendió la muerte en 1942.

Una de las peculiaridades de los gobiernos yucatecos sur-


gidos de la experiencia revolucionaria fue su preocupa-
ción por incorporar a la mujer a la nueva sociedad. Así,
Alvarado dispuso liberar a las mujeres de la servidumbre
doméstica y de los burdeles en los que vivían sometidas.
La regeneración de este sector femenino, y en general de
las mujeres de las clases populares, se consideró posible
a través del trabajo y la educación laica recibida en las
escuelas públicas urbanas y rurales fundadas durante su
gestión. Estas ideas y prácticas institucionales respecto de
las mujeres, si bien distanciaban al proyecto alvaradista
de los gobiernos porfirianos locales, no lo alejaron total-
mente del pensamiento de que eran las depositarias de
la moral de la sociedad y de que el hogar era, en buena
medida, su espacio de convivencia social. Sin embargo,
durante su gobierno, sectores medios femeninos, parti-
cularmente las profesoras, irrumpieron en el espacio pú-
blico con su activismo político y social que las preparó
para el momento más radical de su participación en un
gobierno yucateco revolucionario.

La administración inconclusa de Felipe Carrillo Puerto se


convirtió en el escenario ideal para impulsar demandas

20 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Introducción

femeninas que chocaron frontalmente con los grupos


conservadores de la sociedad yucateca. La intención de
poner en práctica el control de la natalidad en las familias
yucatecas atentaba contra la creencia enraizada de aceptar
los hijos que Dios enviara. No fue la única acción insti-
tucional de este tipo, pero fue una de las que más con-
troversia generaron en el seno de la sociedad yucateca.
La respuesta provino de los grupos vinculados a la Iglesia
católica que, para ensalzar a la madre, sus virtudes ma-
ternales y entrega familiar apoyaron la celebración anual
del 10 de mayo. Otras en cambio, como la ley del di-
vorcio, fueron aprovechadas por algunos miembros de la
élite yucateca para solucionar sus problemas conyugales
y familiares; una circunstancia de la que no escaparía el
propio Felipe Carrillo Puerto.

El ámbito político se convirtió en uno de los espacios de


participación para la mujer. Elvia Carrillo Puerto y otras
ocuparon cargos de elección popular en el Ayuntamiento
de Mérida y la Legislatura local. La presencia de algunas
de estas mujeres en la política yucateca en los siguientes
años se mantuvo a pesar de los obstáculos legales, pues no
se les reconocía como sujetos políticos. Con sus acciones,
la mujer yucateca contribuyó a mantener vivo el deseo
de muchas mujeres del país de tener el reconocimien-
to social y jurídico de participación política a través del
voto alcanzado en 1953 con el gobierno del presidente
Adolfo Ruiz Cortines. De esta forma concluyó una etapa
de la historia de las mujeres y su lucha por integrarse a
la sociedad nacida de una revolución que había atraído a
diferentes grupos sociales; muchos de ellos con objetivos
comunes y encarnados en proyectos políticos nacionales

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 21


y regionales que hicieron del movimiento de 1910 no
una, sino varias Revoluciones mexicanas, y la de Yucatán,
con sus diversas experiencias de gobierno, una de ellas.

Para concluir, los coordinadores desean reconocer la la-


bor de Yail Peraza Herrera, Silvana Hernández Ortiz y
Emmanuel Heredia González, quienes con dedicación y
profesionalismo realizaron las tareas iniciales de revisión
de los trabajos que integran este volumen. No podemos
dejar de reconocer la labor técnica de edición de Rogelio
Baeza Ramírez y Rubén Estrella González. Su paciencia
estuvo sometida a innumerables pruebas.
Ben Fallaw

De la Revolución al cardenismo, 1915-1940

1. SALVADOR ALVARADO COMIENZA EL CAMBIO


REVOLUCIONARIO

E n marzo de 1915 Salvador Alvarado, general en jefe del Cuerpo de


Ejército, después de varias batallas menores en los límites entre Campeche
y Yucatán, derrotó fácilmente a una debilitada milicia organizada por la oli-
garquía henequenera y a una igualmente débil fuerza de soldados regulares.
Su resonante triunfo puso fin a la breve revuelta separatista encabezada por
el coronel Abel Ortiz Argumedo, quien entre noviembre de 1914 y enero
de 1915 había derrocado a las endebles administraciones constitucionalistas
de Eleuterio Ávila y Toribio de los Santos con el fin de detener el cambio re-
volucionario y proteger a los hacendados henequeneros. Venustiano Carran-
za, el primer jefe constitucionalista, le había ordenado a Alvarado no solo
apoderarse de los planteles de henequén, pues su fibra, el tercer producto
de exportación más importante de México, la necesitaba desesperadamente
por los ingresos fiscales para financiar los gastos de la guerra contra Emilia-
no Zapata y Francisco Villa, sino también que hiciese todo lo posible para
liberar a los peones de las haciendas. Llevar a la práctica estos dos objetivos
significaba enfrentarse con la oligarquía de Yucatán, unos 600 hacendados,
que había obtenido enormes ingresos de la exportación de henequén a Esta-
dos Unidos, que mantenía a casi 100 000 peones en una brutal servidumbre,
por sus deudas.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 23


Ben Fallaw

Provisto de una autoridad virtualmente ilimitada, como gobernador


militar durante el llamado periodo constitucional —entre el levantamiento
de Carranza contra Huerta y la promulgación de la Constitución de 1917—,
Alvarado monopolizó las exportaciones de henequén para gravarlas progre-
sivamente. Creó el Partido Socialista del Sureste con el fin de controlar la
política regional, monopolizar los cargos por elección en la mayor parte de
Yucatán (las regiones maiceras del sur y el oriente siguieron siendo proble-
máticas) y promover una transformación social y cultural de largo alcance
que incluía un feminismo moderado, impulso a la educación y una política
anticlerical. Aunque sus enemigos lo acusaban de promover el bolchevismo,
él reformó el sistema capitalista en Yucatán, en lugar de abolirlo, pues con-
cebía al Estado revolucionario como un árbitro, un mediador entre todos los
sectores de la sociedad civil que crearía “armonía social” mediante la unión
del “capital y el trabajo, la mente y la fuerza, la idea y la voluntad”.
En todo el país, desde Nuevo León hasta Yucatán, los gobernadores
constitucionalistas de Carranza, como procónsules militares, trabajaron
con un mismo plan. Regularon la economía, experimentaron con políticas
populistas y corporativistas y promovieron una cultura y una sociedad más
secular, nacionalista y letrada. Sin embargo, en la mayoría de los estados
estas administraciones pretorianas resultaron incompetentes, corruptas y ca-
recieron de un amplio apoyo popular. Cuando se restauraron las elecciones
en 1916-1917, los conservadores aprovecharon estas deficiencias para crear
coaliciones con personas provenientes de varias clases sociales, unidas por
sentimientos regionalistas y por la religión católica, con el fin de oponerse a
los aún débiles partidos revolucionarios de trabajadores, agraristas y emplea-
dos gubernamentales fomentados por las administraciones militares cons-
titucionalistas. Alvarado tuvo éxito en donde falló la mayoría de los otros
gobernadores militares constitucionalistas. Solo él fundó un partido político
revolucionario regional perdurable, el Partido Socialista del Sureste.
La probidad, el idealismo y la ambición personal de Salvador Alvara-
do tienen sin duda que ver con parte de su éxito. La geografía peculiar de
Yucatán, su estructura socio-económica y su historia le otorgaron al general

24 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

sinaloense considerables ventajas. La economía floreciente y fácilmente gra-


vable del henequén subsidió a un sector público excepcionalmente grande
y, de manera indirecta, al Partido Socialista del Sureste. La sociedad urbana
de Mérida, inusualmente abierta, cosmopolita y dinámica, era relativamente
tolerante con las ideologías radicales, como la francmasonería, el libre pen-
samiento, el espiritismo, el feminismo y la medicina homeopática. Este am-
biente propició una cultura alternativa de radicalismo de las clases media y
trabajadora que no fue suprimida por las ideologías dominantes del porfiria-
to: el catolicismo y el positivismo. En consecuencia, Alvarado encontró mu-
chos colaboradores voluntarios locales entre los miembros radicales de los
intelectuales y de la clase trabajadora de Mérida, y reclutó a muchos aboga-
dos, burócratas y propagandistas de la camarilla liberal radical del exgober-
nador Carlos Peón Machado. Finalmente, como la oligarquía henequenera
carecía de capacidad militar para resistir a los constitucionalistas, tuvieron
que hacerle concesiones de importancia.
Puesto que Yucatán tenía una economía dependiente de la exporta-
ción del henequén a los mercados extranjeros, el proyecto de Alvarado se
sustentaba en su capacidad de controlar este sector clave. Básicamente, el
general buscó afirmar el derecho del Estado revolucionario de regular la eco-
nomía del henequén, pero nunca cuestionó los fundamentos de la hacienda
henequenera ni del capitalismo. Para lograr su objetivo, resucitó y fortaleció
la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén, corporación paraestatal
que monopolizaba la exportación del “oro verde” yucateco, con un régimen
fiscal progresivo para favorecer a los pequeños y medianos productores y
transferir la carga de los impuestos a los grandes hacendados. También evi-
taba que la camarilla dominante de hacendados, encabezada por el exgober-
nador Olegario Molina, se coludiera con los compradores estadounidenses
para controlar el mercado del henequén. Igualmente importante fue que la
administración del general invirtió los ingresos de la Comisión Reguladora
para satisfacer antiguas necesidades sociales (fundar escuelas e instituciones
de caridad seculares) y para subsidiar a la Compañía de Fomento del Sures-
te —responsable del desarrollo de la economía yucateca— que, según los

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 25


Ben Fallaw

lineamientos de la agenda constitucionalista del nacionalismo económico,


debía apoyar a la clase media y promover la industria.
La Compañía de Fomento del Sureste construyó nuevas carreteras,
tendió líneas telegráficas, mejoró los muelles y operó una flota de buques de
vapor para reducir los precios del transporte del henequén. También patro-
cinó la organización de cooperativas de consumo para reducir el alto costo
de la vida. Pero tanto la Comisión Reguladora como la Compañía de Fo-
mento estaban plagadas de políticos y corrupción que con la oposición de
la burguesía causó el colapso de estas instituciones después de la partida
de Alvarado en 1919.
Alvarado afectó a los hacendados cuando ordenó cumplir la prohibi-
ción del peonaje por deudas. También los despojó de su virtual autonomía
legal, erradicó las cárceles privadas y proscribió prácticas feudales como el
castigo corporal, el besamanos y el droit du seigneur. Su ideología sobre la
armonía social legitimó la abolición del peonaje, pero también ayudó a si-
lenciar las demandas populares de tierra. Para él los problemas de Yucatán
eran fundamentalmente agrícolas, no agrarios. De manera que la solución no
estaba en redistribuir las tierras de las haciendas a los peones y a los campe-
sinos, sino en nuevas técnicas científicas y en el gravamen fiscal progresivo
para alimentar a una nueva y moderna clase de pequeños propietarios, in-
dividualistas, patrióticos y seculares, cuyos productos se orientaran al mer-
cado. Aunque durante su gubernatura devolvió algunas tierras que durante
el porfiriato habían sido arrebatadas de los ejidos de los pueblos y trató de
mediar en contratos de arrendamiento y establecer acuerdos para permitir a
los campesinos el acceso a tierras ociosas para cultivar o recoger leña, él se
rehusó a repartir los planteles de henequén.
Las reformas estructurales de Alvarado impulsaron el crecimiento del
Partido Socialista del Sureste al forjar fuertes nexos entre el Estado revo-
lucionario y la población rural pobre de la zona henequenera, aunque tam-
bién le dieron al Partido una estructura marcadamente vertical. Al menos en
el papel, alrededor de 100 000 peones y campesinos estaban afiliados a las
Ligas de resistencia del Partido Socialista del Sureste. Los funcionarios del

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

régimen alvaradista fundaron Ligas en prácticamente todos los pueblos y en


todas las haciendas henequeneras importantes. Sin embargo, el liderazgo de
las Ligas quedó en manos de pequeños y prósperos propietarios mestizos,
pequeños comerciantes, artesanos y empleados del gobierno, especialmente
profesores. En los rangos superiores del Partido Socialista, de la Liga Cen-
tral y de la Ligas estratégicas de Mérida había un traslape considerable con
la floreciente burocracia estatal, el Congreso del estado y el Ayuntamiento
de Mérida. De hecho, había poca diferencia entre el liderazgo del Partido y
el gobierno de Alvarado. La estructura vertical del Partido Socialista evitaba
los movimientos no autorizados y marginaba a los líderes del Partido que se
desviaran de la línea establecida por el gobernador. Además estaba prohibido
organizar sindicatos independientes no afiliados al Partido por considerarlos
ilegales, aparte de que se hostigaba a los partidos opositores.
Desde el principio, Alvarado y sus asesores más importantes definie-
ron explícitamente al Partido Socialista del Sureste como mucho más que
una máquina electoral. Para reformar la vida diaria y los valores populares,
el General trató de prohibir los juegos de azar, las corridas de toros, las
cantinas y el fanatismo religioso. Era de la idea de que solo la acción decisiva
del Estado podía hacer a Yucatán secular, sobrio, nacionalista y productivo;
buscaba, mediante la erradicación de influencias “feudales” y la supresión de
la “superstición”, liberar al individuo, imaginado como racional, patriótico,
productivo y no indígena. La educación era la piedra angular de su proyecto
de “elevación moral”. Al extender la alfabetización (en español), una moral
revolucionaria que incluía el racionalismo y la higiene, y los hábitos moder-
nos de consumo, trabajo y recreación, la escuela prometía eliminar desigual-
dades étnicas y sociales. Pero esta no era una tarea pequeña. En 1910, menos
de la mitad de la población de Yucatán hablaba algo de español y aproxima-
damente una cuarta parte de ella sabía leer y escribir. Con la fundación de
más de mil escuelas “para civilizar a los antiguos sirvientes”, entre 1915 y
1916 se ofreció una educación libre a unos 20 612 estudiantes.
Para Alvarado la educación escolar no solo era alfabetizar y tener cono-
cimientos de aritmética, geografía e historia. Para él la escuela era un medio

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 27


Ben Fallaw

de inculcar nuevas formas de sociabilidad entre los jóvenes. Él y sus cola-


boradores creían que los jóvenes yucatecos al unirse a los Boy Scouts, prac-
ticar deportes y frecuentar centros comunitarios se alejarían de las fuentes
tradicionales de autoridad como el cura, los patrones y familiares de mayor
edad. La educación debía fortalecer de manera importante al capitalismo al
hacer a los trabajadores más productivos y sobrios para satisfacer la demanda
del mercado. Al mismo tiempo, mediante las escuelas y las organizaciones
sociales seculares aliadas —orfanatos y clubes—, el Estado revolucionario
reemplazaría a la Iglesia y, en cierto grado, a las familias como guardianes y
tutores de los niños.
En lo cultural, la escolaridad revolucionaria promovió el desarrollo
con la preconización del abandono del uso del idioma maya yucateco. Para
Alvarado, el lenguaje era un “gran obstáculo”. Él creía fundamentalmente en
el indigenismo revolucionario que sostenía una noción abstracta y romántica
del “indio” como la fuente de la identidad nacional y hacía de los indígenas
los destinatarios privilegiados de los esfuerzos del Estado. Sin embargo, al
mismo tiempo, el indigenismo revolucionario negaba la mediación de la gen-
te maya yucateca y esperaba que asimilara la cultura mestiza dominante de
México. En las escuelas monolingües en español, los indígenas serían “trans-
formados en hombres conscientes de su trabajo, con toda la disposición de
adquirir felicidad y propiedad”. Solo con su transformación al mestizaje cul-
tural, los estudiantes mayas asimilarían “la hermosa abstracción de la patria”.
Aunque la fe de Alvarado en la educación era común entre los go-
bernadores constitucionalistas, su preocupación por mejorar el papel de la
mujer en la sociedad fue excepcional. Para él, la prostitución y la cuasi ser-
vidumbre de las jóvenes sirvientas domésticas, ejemplificaban la explotación
porfiriana, y anunciaba su proscripción como uno de sus principales triunfos
revolucionarios. Él contrató mujeres para algunos empleos administrativos
de su gobierno, reconoció algunos sindicatos de mujeres obreras, redujo
la edad legal de adultez en la mujer y convirtió en mixtas algunas escuelas.
Llegó incluso a hablar del sufragio para cuando las mujeres lo pudieran
ejercer. El Primer Congreso Feminista que Alvarado acogió en Mérida

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

en enero de 1916 reflejó su combinación de ideas progresistas y paternalistas


cuando se trató de la posición de la mujer en la sociedad.
En la agenda del Congreso, cuidadosamente elaborada, los delegados,
abrumadoramente blancos y de la clase media, expresaron demandas mode-
radas que al final estuvieron sujetas a la aprobación de Alvarado. En el análi-
sis final, el sello feminista de Alvarado justificó a fin de cuentas un moderado
cambio social en aspectos nacionalistas particulares, lo que dejó al patriar-
cado intacto, aunque reformado. En resumen, él racionalizó el cambio de
estatus de la mujer con base en su importancia como ama de casa: “la civili-
zación nacional es fundamentalmente la civilización del hogar”. Al final, su
feminismo moderado “modernizó el patriarcado”. El Estado revolucionario
reemplazó parcialmente a los padres y esposos como guardianes de la mujer,
pero el valor de la mujer siguió siendo fundamentalmente el de su función
como esposa y madre.
Las reformas revolucionarias de Alvarado tenían como fin elevar el
estatus de la mujer, pero también tuvieron algunos impactos negativos sobre
su vida cotidiana. Las mujeres mayas usaron el discurso emancipador del
General para cuestionar las diferencias de género, raza y las desigualdades
que generaba el sistema patriarcal. Pero cuando recurrieron a los jueces re-
volucionarios para que las liberaran de la servidumbre legal, muchas veces
rechazaron sus peticiones por el temor de que la jerarquía social conservado-
ra se colapsara. Irónicamente, la legislación revolucionaria sobre el divorcio,
proclamada como liberadora de la mujer, sirvió principalmente para ayudar
a los hombres de la élite a abandonar a sus esposas con legalidad y honorabili-
dad. Algo parecido ocurrió con los intentos de Alvarado y de Carrillo Puerto
por regular la prostitución femenina, los cuales condujeron a inspecciones
invasivas e incluso al encarcelamiento de las mujeres.
Aunque estos proyectos supuestamente feministas irritaban a muchos
católicos y políticos conservadores, el anticlericalismo de Alvarado resultó el
aspecto más controvertido de su “moralización” de la sociedad. Las reformas
legales restringieron la práctica religiosa en el interior de las iglesias, silen-
ciaron las campanas y nacionalizaron docenas de edificios eclesiásticos, desde

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 29


Ben Fallaw

la residencia palaciega arzobispal, en la plaza central, hasta numerosas es-


cuelas e instituciones caritativas. Envió al exilio a todos los curas españoles
y cerró casi todas las iglesias del estado. Lo peor de todo, desde el punto
de vista de los católicos, fue que el 24 de septiembre de 1915 trabajadores
radicales saquearon la catedral de Mérida y destruyeron el famoso Cristo
de las Ampollas. Finalmente, la extendida resistencia pacífica y la presión
de Venustiano Carranza obligaron a Alvarado a abandonar su agresiva cam-
paña anticlerical y a tolerar la reapertura de muchas iglesias y el regreso de
muchos curas. Algo parecido ocurrió con la imposición de su ley seca revo-
lucionaria. Causó el descontento popular y su aplicación fue obstaculizada
por el incumplimiento generalizado. Esta disposición también se diluyó
considerablemente.
Cuando Alvarado se fue de Yucatán en 1919, su legado político, cul-
tural y económico ya estaba bajo ataque. Los impedimentos legales de la
Constitución de 1917 evitaron que el General participara como candidato
a las elecciones para gobernador. Los esfuerzos de los gobiernos mexicano
y estadounidense, así como la firme resistencia de los hacendados, aca-
baron con la Comisión Reguladora y la Compañía de Fomento. Y de las
660 escuelas rurales que estaban en operación en 1916, únicamente 317
seguían funcionando en 1919, debido a la resistencia de los conservadores
y a problemas administrativos. Solo la aparición de Felipe Carrillo Puerto
como el nuevo líder del Partido Socialista del Sureste le dio nueva fuerza
al proyecto revolucionario.

2. FELIPE CARRILLO PUERTO Y LA RADICALIZACIÓN


DE LA REVOLUCIÓN

Felipe Carrillo Puerto, nacido en 1874, en el seno de una familia blanca de


clase media, en el pueblo henequenero de Motul, solo completó algunos
años de educación formal. Sin embargo, era un ávido lector y absorbió
influencias intelectuales que iban desde las ideas del liberalismo clásico

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

hasta las del novelista romántico Víctor Hugo y las de la francmasonería.


Desde su juventud sintió repulsión por las injusticias del porfiriato, como
el peonaje por deudas, y se sintió atraído por el movimiento de oposición
moderada encabezado por Delio Moreno Cantón. Como periodista “mo-
renista” tuvo como mentor a Carlos R. Menéndez, y su creciente atractivo
entre los pobres del medio rural de los alrededores de Motul lo puso en
el foco de atención de las autoridades del estado. Debido a su oposición al
porfiriato, en 1911 fue encarcelado después de haber matado a un sicario
enviado para silenciarlo. El 27 de marzo de 1913, después de que el golpe
de estado de Victoriano Huerta pusiera un nuevo régimen en el poder en
Yucatán, fue perdonado y huyó a Morelos para unirse a los zapatistas. Allá
permaneció de mediados de 1914 a principios de 1915 como oficial militar
e ingeniero agrario y absorbió ideas agraristas radicales.
Después del declive del zapatismo, Carrillo Puerto regresó a Yu-
catán, quizá como agente zapatista. Alvarado lo encarceló brevemente,
pero pronto lo liberó para que fungiera como inspector laboral del esta-
do y organizador del Partido Socialista. Con su carisma, su profundo co-
nocimiento de la lengua maya y de las costumbres tradicionales rurales,
ayudó a fortalecer las ligas socialistas alrededor de Motul y, finalmente,
en toda la zona henequenera. En los pueblos mayas, como Muxupip,
usaba parábolas tradicionales para explicar los principios revolucionarios
abstractos. Por ejemplo, para convencer a los pobres de que ellos po-
drían prevalecer sobre los ricos, les contaba el cuento de la iguana, no la
tortuga, y la liebre. Difería de Alvarado no solo en cuanto a estilo polí-
tico, sino también en cuanto a principios ideológicos. En relación con la
reforma agraria, era mucho más radical que el General norteño. Además
deseaba restaurar los ejidos, absorbidos por las haciendas henequeneras
durante el porfiriato, como primer paso para reemplazar al capitalismo
por una economía mixta con un amplio sector socializado. Sin embargo,
con su trabajo organizativo aseguró la elección del sucesor designado por
Alvarado para el gobierno del estado, el activista obrero ferrocarrilero
Carlos Castro Morales.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 31


Ben Fallaw

En los meses previos a la elección gubernamental del 4 de noviembre


de 1917, el coronel Bernardino Mena Brito participó como candidato opo-
sitor del Partido Liberal Yucateco; ligado con algunas facciones oligárquicas
con fuerte apoyo entre algunos trabajadores independientes, no afiliados al
Partido Socialista del Sureste, la clase media de Mérida, comerciantes, pe-
queños propietarios y algunos campesinos del sur y del oriente del estado.
Para mantener la delantera, Carrillo Puerto y el Partido Socialista colabo-
raron con los caciques de los pueblos, muchos de los cuales eran también
pequeños propietarios y comerciantes. También alentó al Partido a formar
grupos paramilitares para enfrentarse al Partido Liberal en las manifesta-
ciones públicas y en los sitios de votación. Por su parte, Alvarado garantizó
el apoyo de las fuerzas militares federales cuando se produjeron choques
violentos con los partidarios de Mena Brito. Aunque este perdió la elección
gubernamental, sus acusaciones desacreditaron a Carrillo Puerto ante el go-
bierno federal y la prensa de la ciudad de México. En una acción que refleja-
ba los complejos racistas de blancos y mestizos, sus enemigos lo acusaron de
ser un demagogo peligroso que incitaba a otra Guerra de Castas.
Durante la gubernatura de Castro Morales, Carrillo Puerto tenía la
esperanza de llevar a cabo las profundas y radicales reformas formuladas en
marzo de 1918 en el primer congreso del Partido Socialista del Sureste. Sin
embargo, la partida de Alvarado y las desavenencias dentro del Partido impi-
dieron su realización. Para empeorar las cosas, las elecciones presidenciales
de 1919 causaron una confrontación crucial con las autoridades nacionales.
El presidente Carranza esperaba imponer como su sucesor a un completo
desconocido, Ignacio Bonillas. Aunque el gobernador Castro Morales apoyó
esta nominación, Carrillo Puerto le dio apoyó a Álvaro Obregón. El conflic-
to era en parte ideológico, pues Obregón y su alter ego, Plutarco Elías Calles,
cortejaban el apoyo de los agraristas radicales y de los obreros de todo Méxi-
co, incluyendo a Carrillo Puerto. Para castigar a este, Carranza le ordenó al
coronel Isaías Zamarripa que las fuerzas federales en Yucatán reprimieran
al Partido Socialista, lo que dio como resultado el desmantelamiento de la
infraestructura del Partido y el encarcelamiento de sus líderes. Para escapar

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

del “zamarripazo”, Carrillo Puerto huyó a la ciudad de México para unirse al


levantamiento de Obregón contra Carranza.
En su ausencia, las fuerzas federales ayudaron a los liberales a organi-
zar grupos paramilitares, quienes disolvieron las ligas socialistas y arrestaron
o asesinaron a sus líderes. En represalia, los socialistas asaltaron el pueblo
de Muna la noche del 27 de junio de 1919, saquearon tiendas y mataron a
algunos liberales. Los comerciantes liberales y los terratenientes huyeron y
acusaron a Carrillo Puerto de incitar una bárbara guerra racial. El levanta-
miento de Muna produjo un recrudecimiento de la campaña represiva contra
el Partido Socialista por bandas militares y liberales, lo que le facilitó el ca-
mino al Partido Liberal Yucateco para arrasar en las elecciones municipales
y legislativas estatales de noviembre de 1919. Cuando a principios de 1920
la Legislatura estatal del Partido Liberal Yucateco tomó posesión, obligó a
Castro Morales a renunciar. En el ámbito nacional, Obregón había escapado
de su captura y probable ejecución por parte de Carranza, y llamó al levan-
tamiento armado con el Plan de Agua Prieta, el 20 de abril de 1920. La ma-
yoría de los generales claves se adhirieron rápidamente o, bien, se negaron a
defender a Carranza.
Sin embargo, el triunfo de Álvaro Obregón no significó para Ca-
rrillo Puerto un mandato claro para recuperar el poder, y su disputa con
Alvarado dividió todavía más al Partido Socialista del Sureste. El presiden-
te interino, Adolfo de la Huerta (1 de junio a 1 de diciembre de 1920),
apoyó a Alvarado; y el presidente Obregón (1 de diciembre de 1920 a
1 de diciembre de 1924) lo consideró demasiado radical, un obstáculo para
reconciliarse con la Iglesia, Estados Unidos y los hacendados de Yucatán
por su radicalismo; y con el fin de bloquearlo apoyó una serie de goberna-
dores interinos y provisionales débiles para concluir el periodo de Castro
Morales: Tomás Garrido Canabal (del 13 de mayo al 19 de junio de 1920),
Enrique Recio (del 20 de junio al 25 de julio de 1920), Antonio Ancona
Albertos (del 26 de julio al 26 de noviembre de 1920), Hircano Ayuso (del
27 de noviembre de 1920 al 2 de febrero de 1921) y Eladio Domínguez
(del 3 al 6 de febrero de 1921). Aunque apoyados nominalmente por el

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 33


Ben Fallaw

Partido, muchos coquetearon con las organizaciones obreras independien-


tes, como la Federación Obrera de Progreso, y con los liberales ahora
afiliados al Partido Liberal Constitucional.
A finales de julio de 1920, el conflicto entre el Partido Socialista del
Sureste y el Partido Liberal Constitucional estalló durante las elecciones para
diputados federales y senadores, y continuó durante las elecciones municipa-
les y por la gubernatura, en el otoño de 1920. Carrillo Puerto y el ala radical
dominante del Partido Socialista solo recuperaron el firme control político
de Yucatán y sojuzgaron a sus enemigos políticos con la elección del gober-
nador interino Manuel Berzunza (del 8 de febrero de 1921 al 31 de enero
de 1922). En el sureste, donde los socialistas, bajo el liderazgo de Santiago
Beana y José María Iturralde, luchaban contra los liberales dirigidos por To-
más Rodríguez Castillo, el derramamiento de sangre se aproximaba al de
una verdadera guerra civil. A fin de cuentas, entre 1917 y 1924 la violencia
política cobró probablemente las vidas de entre 1 000 y 2 000 yucatecos;
y el período más sangriento fue el de los cuatro días previos a la elección
gubernamental del 7 de noviembre de 1920, en la que contendieron Ma-
nuel Berzunza, candidato de Carrillo Puerto, y el opositor Partido Liberal
Constitucional, encabezado por el diputado federal Miguel Alonso Romero.
Como en 1917, los socialistas ganaron las elecciones gracias al apoyo ma-
yoritario de campesinos y peones de la zona henequenera y trabajadores de
Mérida. Pero sus enemigos invocaron la figura de la competencia racial para
desacreditar al Partido Socialista. El 5 de noviembre, El Universal escribía
que otra Guerra de Castas estaba próxima a estallar en Yucatán.
Con la victoria decisiva en la elección gubernamental de noviembre
de 1920, Carrillo Puerto se alzó como el líder indiscutible de la revolución
en Yucatán con lo que desplazaba tanto a Alvarado en el Partido Socialista
como a los liberales de la oposición, por dos razones. La primera, porque
en las áreas rurales había construido una formidable red de intermediarios
socialistas, una cohorte de caciques. La segunda, porque como diputado
federal de 1920 a 1922 cultivó el apoyo del secretario de Gobernación,
Plutarco Elías Calles. Ambos sellaron su fuerte relación personal cuando

34 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

este visitó Yucatán en febrero de 1921. En compensación, Carrillo Puerto


contribuyó para su campaña presidencial con 100 000 pesos, provenientes
de los ingresos del henequén. Con el apoyo de Calles y la benévola admi-
nistración del gobernador Manuel Berzunza y Carrillo Puerto aseguró su
elección como gobernador.
A los largo de la administración de Berzunza, Carrillo Puerto y otros
intelectuales radicales del Partido Socialista del Sureste trabajaron para lo-
grar una transformación social completa. Durante el segundo congreso del
Partido se propuso un proyecto que reflejaba las demandas populares y las
aspiraciones revolucionarias de Carrillo Puerto. Este se jactó de que “pue-
blitos de trabajadores indios”, como Muxupip, Opichén y Tinum, fuesen
de hecho utopías revolucionarias rurales y declaró que esperaba durante su
gobierno verlos imitados por todo Yucatán. En esos pueblos los campesinos
trabajaban en ejidos colectivos y compraban en tiendas organizadas en coo-
perativas. Los niños y los adultos iban a la escuela. Los domingos, en lugar
de ir a la cantina o a la iglesia, jugaban béisbol. Pero en pueblos más grandes,
especialmente en el sur y en el oriente, caciques poco populares mantenían
su control escudados en el socialismo revolucionario.
Poco se sabe del impacto que tuvieron en la vida diaria de los yuca-
tecos los cambios sociales, económicos y culturales iniciados por Salvador
Alvarado e intensificados por las reformas radicales de Carrillo Puerto. La
supresión del peonaje por Alvarado desencadenó que unos 50 000 peones
huyeran de las haciendas henequeneras a los atestados barrios mayas de la
ciudad de Mérida, a los pueblos del estado y a las rancherías de las zonas
maiceras del sur y del oriente. Muchas familias blancas de comerciantes y
hacendados ricos abandonaron para siempre las villas y pueblos debido a la
violencia política. Estas familias fueron reemplazadas en el nivel superior
del orden social de esos poblados por familias de mestizos pequeños pro-
pietarios y comerciantes. A pesar del aumento del número de no católicos
—protestantes, libres pensadores, espiritistas—, las regulaciones anticle-
ricales, combinadas con la drástica reducción del número de curas y de su
status social, permitieron el florecimiento de un catolicismo sincrético.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 35


Ben Fallaw

La hispanización y la aculturación se aceleraron entre la gente maya, aun-


que el pueblo sobrevivió fuera de la zona henequenera.
El sello de la transformación revolucionaria de Carrillo Puerto tuvo
un impacto ambiguo en los pueblos de Yucatán. En general, se beneficia-
ron de sus reformas estructurales radicales, sobre todo en cuanto al reparto
agrario, pero al mismo tiempo las reformas políticas y culturales del Partido
Socialista les causaron desavenencias sociales y culturales. Como gobernador
llevó a cabo el reparto agrario más ambicioso de todo México durante la
presidencia de Obregón. Aunque las haciendas henequeneras más grandes
perdieron principalmente sus tierras ociosas, conservaron lo más valioso,
que eran sus planteles de henequén y sus apreciados equipos para desfibrar
las hojas de henequén. Los montes de gran parte de las nuevas tierras ejidales
fueron talados para producir leña o, bien, no descansaron lo suficiente, lo
que condujo a la pérdida de la fertilidad del suelo. Debido al declive de la
demanda de mano de obra en las haciendas, causado por la disminución del
precio del henequén en el mercado internacional, Carrillo Puerto alentó a
los peones y campesinos a abandonar la zona henequenera y establecerse en
las regiones maiceras del sur y del oriente del estado.
Felipe Carrillo Puerto trató de crear una sociedad más igualitaria con
el reparto agrario y con la reactivación del plan de Alvarado de crear coope-
rativas de producción y consumo. Las cooperativas organizadas por el Par-
tido Socialista ayudaron a aumentar los salarios y a bajar los precios, pero
también alentaron la creación de pequeñas empresas. Lo más importante fue
que Carrillo Puerto estableció la Liga de Medianos y Pequeños Productores
de Henequén, una cooperativa que agrupaba a miles de productores parce-
larios que cultivaban henequén en pequeñas superficies. Resucitó la coope-
rativa exportadora de henequén con el nombre de Comisión Exportadora
de Henequén y planeó usar los impuestos del henequén para subsidiar los
costos de procesamiento y transporte de la fibra de henequén de la Liga de
Medianos y Pequeños Productores y pagarles un dividendo a sus miembros.
Gracias a esta los pequeños productores fueron capaces de competir con los
grandes hacendados; sin embargo, su muerte prematura truncó sus planes.

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Las cooperativas socialistas también ayudaron a los pobres de la clase obrera


a comprar ganado propio y a llevar a cabo un manejo colectivo de las pastu-
ras, con lo que aumentaron sus ingresos y su consumo de carne y leche.
El socialismo de Carrillo Puerto creó una economía mixta para fini-
quitar con las injusticias de la época porfiriana y proteger a los más débiles y
vulnerables de la sociedad. Las reformas legales impidieron a los acreedores
apoderarse de las propiedades de los deudores y mejoraron el sistema penal
para darles a los prisioneros un trato digno y promesa de una rehabilitación.
Pero la principal preocupación de Carrillo Puerto fueron los mayas. Él tenía
una fuerte afinidad con el lenguaje y la cultura maya, y su primer discur-
so como gobernador lo hizo en maya. Su administración publicó el Chilam
Balam y el Popol Vuh, para recordarles tanto a los yucatecos como a los ex-
tranjeros las glorias de los mayas prehispánicos. Como gobernador alentó
a los arqueólogos de la Carnegie Institution of Washington para restaurar
Chichén Itzá y Uxmal y exhortó a los profesores a llevar a sus alumnos mayas
en excursiones a esos sitios. Sin embargo, su aprecio por el pasado maya no
cambió su convicción de que los indígenas contemporáneos debían integrar-
se a la sociedad por medio del aprendizaje del español y la adopción de una
forma de vida occidental.
Este proceso aculturador se llevaría a cabo a través del sistema de
educación pública. Como gobernador, Carrillo Puerto fue partidario de la
educación racionalista, con la esperanza de revivir la promesa emancipa-
dora de la escolaridad revolucionaria. La educación racionalista, defendida
durante largo tiempo por su cercano aliado José de la Luz Mena, rechazaba
la pedagogía positivista y autoritaria, y en su lugar enfatizaba el aprendizaje
activo, alentaba la experimentación práctica centrada en los niños, elimi-
naba la segregación de niños y niñas e instaba a una visión racionalista y
escéptica del mundo. Sin embargo, su intento de implementar este tipo de
educación se frustró por la resistencia de los católicos, los profesores del
estado y por José Vasconcelos, secretario de Educación. Aunque la educa-
ción pública era gratuita para algunos de los pobres del medio rural, uno
de los objetivos del Partido Socialista del Sureste, la reducción gradual de

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 37


Ben Fallaw

recursos y las divisiones en torno a las políticas educativas condujeron a la


larga a un declive de la educación revolucionaria.
En la educación y en muchos aspectos sociales, Carrillo Puerto era
mucho más radical que Alvarado, particularmente en relación con los dere-
chos de la mujer. A pesar de la fuerte oposición interna en el Partido Socia-
lista del Sureste, fomentó la organización de ligas de resistencia y sindicatos
de mujeres. En el Congreso estatal, elegido en otoño de 1923, había tres
mujeres, entre ellas su hermana Elvia. Pero no mantuvo una posición consis-
tente en cuanto a su política de género ni en su vida personal ni en su legis-
lación ni tampoco actuó de acuerdo con las iniciativas de su hermana Elvia y
de su liga feminista “Rita Cetina Gutiérrez”, para reemplazar el matrimonio
patriarcal por la verdadera unión libre basada en la igualdad de género. Aún
así, ningún otro gobernador contemporáneo de México fue tan lejos como
lo hizo él en cuanto a las demandas feministas.
Aspectos claves del proyecto cultural de Carrillo Puerto —la educa-
ción racionalista, el control de la natalidad y la promoción de los derechos de
la mujer— fueron cuestionados duramente por las organizaciones católicas
laicas, y sirvieron para afirmarle su creencia de que el fanatismo religioso era
un enemigo implacable del cambio revolucionario. Si Obregón no lo hubiera
frenado, habría impuesto duras restricciones a la Iglesia. La esperanza que
abrigaba el líder yucateco era que, a largo plazo, la educación racionalista y
el activismo del Partido Socialista del Sureste condujeran a la declinación del
catolicismo, y por eso este exhortaba a sus miembros a “huir de la religión
como de la peste”.
Como gobernador, Carrillo Puerto se vio obligado no solo a enfren-
tarse con la resistencia de carácter religioso, sino también con la oposición
de un sector clave de la sociedad que le había dado la bienvenida a Alvarado
y a la revolución: los obreros organizados. Él redujo los salarios de los es-
tibadores y de los trabajadores ferrocarrileros debido a la disminución de
los precios del henequén y, descontentos con esta medida, en julio de 1922
los trabajadores de Mérida y Progreso se fueron a la huelga. Era sin duda
un caso de enfrentamiento entre obreros y socialismo. Los choques entre

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

el Partido Socialista del Sureste y los obreros independientes continuarían


durante los años siguientes.
La oposición conservadora trató de explotar las contradicciones inter-
nas de la coalición prorevolucionaria al aprovechar la tolerancia que Carrillo
Puerto tuvo para que la prensa libre publicara los escándalos que ocurrían en
los niveles superiores del Partido Socialista del Sureste. Durante su adminis-
tración, la Tesorería estatal y la Comisión Exportadora sufrieron varios bo-
chornosos desvíos de dinero que fueron relacionados con socios y miembros
de su familia. Sus enemigos acusaron a su hermano Wilfrido, director de una
sección especial de la policía, de perseguir y asesinar a enemigos políticos y
testigos potenciales.
A mediados de 1923 estos escándalos habían socavado la reputación de
la administración de Carrillo Puerto ante la clase media de Yucatán y las altas
autoridades en la ciudad de México. Al mismo tiempo, la inminente elección
presidencial amenazaba su futuro, pero él apoyaba decididamente la campaña
presidencial de Plutarco Elías Calles, quien tenía el respaldo del presidente
Álvaro Obregón. En marzo de 1923, si es que no antes, Salvador Alvarado
y el político opositor Víctor J. Manzanilla se unieron para llevar a cabo un
golpe de Estado militar a favor de Adolfo de la Huerta y eliminar a Obregón
y a Calles. Como parte de la revuelta nacional, planeaban regresar a Yucatán
para eliminar del poder a Carrillo Puerto. En la convención para nominar
a De la Huerta, efectuada del 23 al 24 noviembre, la delegación yucateca,
encabezada por Gustavo Arce, acusó a Felipe Carrillo Puerto y a su hermano
Wilfrido de realizar asesinatos políticos, mantener una corrupción rampante
y de traicionar al socialismo. Los oficiales militares cercanos a la conspiración
delahuertista convencieron al coronel Juan Ricárdez Broca, comandante de la
unidad principal del ejército federal en Yucatán, de unirse a la conspiración.
Temiendo lo peor, Carrillo Puerto le pidió a Calles 1 000 rifles para
armar a la policía municipal y del estado; y con el fin de mantener la leal-
tad de la guarnición local del ejército, también le solicitó infructuosamente
impedir la transferencia fuera de Yucatán del general Alejandro Mange,
superior de Ricárdez Broca, pues le afirmó a Calles: “sería para nosotros un

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 39


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verdadero golpe de muerte”. Los rifles nunca llegaron y Mange partió de


Yucatán en agosto de 1923.
Mientras tanto, las tensiones aumentaban entre sectores claves de la
oligarquía henequenera y Carrillo Puerto. En septiembre de 1923 se prepa-
ró para iniciar una nueva etapa del reparto agrario con el fin de reactivar el
apoyo popular y ampliar el sector público de la economía. Dado que mu-
chos hacendados habían reducido drásticamente la siembra de henequén, en
respuesta a la caída internacional de los precios de la fibra, Carrillo Puerto
pretendía comprar, a la mitad de su valor, las propiedades abandonadas para
ponerlas bajo la administración de cooperativas de campesinos y peones. El
6 de diciembre de 1923 promulgó la Ley de revocación del mandato público
que permitía a los ciudadanos revocar los nombramientos de diputados loca-
les y miembros de los ayuntamientos y magistrados del Tribunal Superior de
Justicia del estado.
A principios de diciembre de 1923, el general Guadalupe Sánchez,
el poderoso caudillo de Veracruz y uno de los conspiradores claves contra
Obregón, le pidió a los gobernadores apoyar la revuelta contra Álvaro Obre-
gón, favorable, desde luego, a Adolfo de la Huerta. Dada la inquebrantable
lealtad de Carrillo Puerto hacia Obregón, se negó. Los rebeldes se movili-
zaron rápidamente para apoderarse de los ingresos del henequén de Yucatán
y abrir un corredor estratégico desde Veracruz a otros bastiones rebeldes en
Oaxaca. El 12 de diciembre, Ricárdez Broca y sus tropas rebeldes ocuparon
Mérida y trataron de arrestar a Carrillo Puerto.
Con solo unas horas de ventaja sobre sus perseguidores, Carrillo Puer-
to se dirigió apresuradamente hacia la costa, aparentemente con la intención
de escapar y regresar con armas compradas en Estados Unidos. El mal tiem-
po lo mantuvo varado en la costa, lo que les permitió a las tropas rebeldes
capturarlo, junto con sus hermanos Wilfrido y Benjamín y otras 10 personas.
Después de que algunos pueblos del oriente, partidarios de los socialistas,
hicieran una atrevida incursión en Valladolid, el 30 de diciembre, Ricárdez
Broca y sus tropas tomaron por asalto Kanxoc y mataron a 40 personas, sin
tomar prisioneros. Con el temor de producir una insurgencia más amplia, y

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

supuestamente después de haber aceptado el pago de una suma importante


de algunos hacendados para eliminar a Carrillo Puerto de una vez por todas,
Ricárdez Broca dispuso precipitadamente una corte marcial. Sentenciado a
muerte junto con otros 11 cautivos, fue fusilado en el cementerio de Mérida
la mañana del 3 de enero de 1924.
Las ejecuciones debilitaron aún más los intentos de Ricárdez Broca
de lograr apoyo en Yucatán para el golpe delahuertista. Muchos integran-
tes de las clases media, alta y partidarios de Alvarado, principalmente los
trabajadores ferrocarrileros despedidos durante la huelga de junio de 1922,
le dieron la bienvenida. Pero cuando el militar estableció impuestos de gue-
rra a los ricos y se negó a abolir la Comisión Exportadora y a restaurar un
libre mercado del henequén, las camarillas de Gerardo y Lorenzo Manzani-
lla Montore y de Olegario Molina le retiraron su apoyo. Ni las súplicas de
Carlos R. Menéndez, editor de La Revista de Yucatán, pudieron persuadirlo.
Otros hacendados, encabezados por Felipe Solís y Felipe G. Cantón, siguie-
ron colaborando, quizá con la esperanza de controlar la Comisión Exporta-
dora. Sin embargo, la falta de un apoyo ciudadano amplio fue un problema
político y militar importante para Ricárdez Broca. Para ocupar todo el esta-
do, el militar rebelde necesitó reclutar cuatro batallones irregulares a fin de
disponer de exploradores, guías y tropas para las guarniciones. Pero única-
mente encontró voluntarios en los departamentos de Ticul y de Sotuta. El
cacique exsocialista José Loreto Baak y el temible guerrillero liberal Tomás
Rodríguez Castillo nada más reclutaron 300 hombres en el sur y el oriente; y
en la mayor parte del estado los enemigos liberales del Partido Socialista del
Sureste permanecieron neutrales. Por ejemplo, en Espita las familias princi-
pales le dieron inicialmente la bienvenida al golpe delahuertista, pero le pro-
porcionaron refugio a Carrillo Puerto durante su huida. Muchos socialistas
lograron escapar de la persecución, pero los de Kanasín, Progreso, Muna y
Umán fueron severamente reprimidos.
A pesar de la debilidad militar de los delahuertistas —reclutaron ape-
nas 1 000 efectivos durante su breve apogeo—, los socialistas no ofrecieron
mucha resistencia, pues la mayoría de sus caciques decidieron no tomar las

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Ben Fallaw

armas, porque, según ellos, habían sido órdenes que Carrillo Puerto había
dado durante su huida. Algunos líderes socialistas incluso aceptaron a los
rebeldes. En gran medida, los miembros de la policía del estado, que eran
casi todos miembros del Partido Socialista del Sureste, continuaron en su
trabajo. Solo tres líderes importantes del Partido Socialista del Sureste se
involucraron en una guerra de guerrillas contra los golpistas: Braulio Euán,
cuyo grupo operaba en los alrededores de Opichén; Santiago Beana, con
partidarios en los alrededores del departamento de Sotuta y en los límites
occidentales del departamento de Valladolid; y José María Iturralde, en ese
entonces federal, que levantó un grupo de combatientes mayas que vagaban
por los montes del sur y oriente de Valladolid.
El 18 de abril de 1924 las fuerzas leales a Álvaro Obregón desembar-
caron en el puerto de Sisal bajo el mando del general Eugenio Martínez y
dispersaron rápidamente a los últimos delahuertistas. Sin embargo encon-
traron un Partido Socialista del Sureste dividido, desmoralizado y privado
de su gran líder. Sin la presencia carismática y la visión radical de Felipe
Carrillo Puerto, el Partido quedó ahora en manos de una serie de políticos
de segundo nivel, pragmática y moderada, mucho más dispuesta a establecer
compromisos con los enemigos locales y las autoridades nacionales.

3. LOS GOBERNADORES CALLISTAS: ITURRALDE, TORRE DÍAZ


Y GARCÍA CORREA

Los eventos nacionales desempeñaron un papel decisivo para determinar el


futuro político del Partido Socialista del Sureste y de Yucatán. A principios
de febrero de 1924, Obregón y Calles aplastaron la rebelión en la batalla de-
cisiva de Ocotlán, Jalisco. Salvador Alvarado, quien comandaba a las fuerzas
delahuertistas en Ocotlán, con la ayuda de unos cuantos trabajadores ferro-
carrileros de Mérida, intentó desesperadamente recuperar Yucatán, pero a
principios de junio de 1924 las tropas federales lo capturaron cerca de la
frontera guatemalteca y lo ejecutaron.

42 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Sin embargo, con la muerte de Carrillo Puerto, seguía sin resolverse


la cuestión de quién dirigiría el Partido Socialista del Sureste y quién con-
cluiría su periodo de gobierno. Finalmente, el presidente Obregón le ofre-
ció el gobierno interino de Yucatán al diputado federal José María Iturralde.
Aunque había permanecido en la ciudad de México durante la rebelión, sus
milicias mayas, levantadas en poblados de los alrededores de Valladolid,
combatieron a los delahuertistas, lo que lo puso en mejor posición ante
Obregón. El conocimiento de Iturralde sobre la ideología revolucionaria
era insuficiente y, excepto el departamento de Valladolid y los pueblos cir-
cunvecinos, no tenía apoyo el Partido Socialista y dependía de una camarilla
que Luis Amendolla calificaba como “los señores socialistas”. Este grupo
incluía a los diputados y exdiputados federales Antonio Mediz Bolio, José
Castillo Torre y Arturo Cisneros Canto y otros abogados y escritores yu-
catecos que vivían en el Distrito Federal. Los “señores socialistas” tenían
muchos amigos en el gobierno nacional y un conocimiento práctico del
mercado del henequén, y ahora se declaraban guardianes del legado sagrado
de Carrillo Puerto. Mediz Bolio convenció a Obregón y al secretario de
Industria y Comercio, Manuel Pérez Treviño, de nombrar a Iturralde. Para
sellar el acuerdo, Mediz Bolio prometió que el gobernador interino man-
tendría intacta a la Comisión Exportadora, lo que garantizaba al gobierno
federal el flujo de ingresos fiscales procedentes de Yucatán y cierto control
sobre las exportaciones de henequén. En compensación, Obregón prome-
tió devolverle a Yucatán una parte del territorio federal de Quintana Roo
—concesión importante para los intereses comerciales de Valladolid, que
eran cercanos a Iturralde—.
Antes de que Iturralde pudiera regresar a Yucatán para tomar posesión
del gobierno, el diputado federal Miguel Cantón, operador político y conse-
jero intelectual clave de Carrillo Puerto, trató de derrotarlo con el recurso
de una disposición legal. Aunque el presidente Obregón esperaba que se
obedecieran sus deseos, en términos técnicos solo el Congreso del Estado
tenía el poder constitucional para nombrar un gobernador interino que con-
cluyera el periodo de Carrillo Puerto. La XXVII Legislatura del estado debió

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 43


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terminar sus funciones a fines de 1923, y la XXVIII debía entrar en funciones


el 1 de enero de 1924. Pero Cantón argumentó que el nuevo Congreso era
anticonstitucional porque las mujeres habían votado en el proceso electoral
del cual surgió, así que el 18 de abril sus aliados persuadieron a la XXVII
Legislatura de proponer para la gubernatura a Cantón. El general Martínez
desafió las órdenes de Obregón, lo apoyó supuestamente después de aceptar
un importante soborno.
Miguel Cantón confiaba en que Álvaro Obregón lo reconociera como
gobernador en lugar de Iturralde, dada su influencia política en Yucatán y
su militancia en el Partido Socialista del Sureste. Además él era por mucho
el líder sobreviviente más fuerte del Partido y contaba con el apoyo de in-
telectuales radicales, como José de la Luz Mena, de la mayoría de las Ligas
de resistencia de la zona henequenera y del sur, incluyendo a muchos caci-
ques veteranos. Pero cometió el grave error de hacer un trato con algunos
miembros de la oligarquía henequenera: a cambio de su apoyo les prometió
abolir la Comisión Exportadora y restaurar el libre mercado de exportación.
Supuestamente, por estas ofertas, los hacendados financiaron a Cantón para
sobornar al general Martínez. Los aliados de Iturralde aprovecharon estos
rumores y Obregón, indignado, envió a Francisco Serrano, de la Secretaría
de Guerra y Marina, para destituir a Martínez y asegurar que la XXVIII
Legislatura estatal nombrara a Iturralde.
Cantón se negó a dejar el puesto durante algunos días, con lo que
obligó a Iturralde a gobernar desde el hotel El Colonial, perteneciente a su
tío. La última esperanza de Cantón era que Calles, secretario de Gober-
nación y próximo presidente, se pusiera de su lado, pues en un principio
sospechaba que Iturralde había protegido a los delahuertistas responsables
del asesinato de Carrillo Puerto. Sin embargo, los asesores de Iturralde
enviaron apresuradamente ante Calles a Elvia Carrillo Puerto con eviden-
cias que lo exoneraban y desacreditaban a Cantón. En compensación por
el respaldo dado a Carrillo Puerto, le pidió a Iturralde “salvar a las masas
populares que organizó Felipe y desatenderse por completo de las camari-
llas de políticos”; en otras palabras, reconstruir la base popular del Partido

44 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Socialista del Sureste y mantener la distancia de la oligarquía henequenera y


de elementos del Partido sospechosos de corrupción y violencia política.
Para inaugurar el mandato de Iturralde, sus colaboradores cercanos
organizaron y fotografiaron una cuidadosamente planeada manifestación de
apoyo de miles de campesinos y peones para demostrarle a Calles que Itu-
rralde contaba con gran apoyo del Partido Socialista del Sureste. Pero en los
hechos este era solo un cascarón. El golpe delahuertista y la defenestración
de Cantón y sus seguidores fragmentaron al Partido. Para compensar, el
gobernador Iturralde hizo la paz con algunos antiguos opositores políticos,
especialmente con Bernardino Mena Brito, quien contendió contra Castro
Morales en 1919, y con los líderes liberales del oriente. También trató de
apropiarse del legado de Felipe Carrillo Puerto al convertirlo en un mártir
revolucionario. Para reforzar su posición, nombró alcalde de Mérida a Javier
M. Erosa, un yerno de Carrillo Puerto involucrado en el asalto y destrucción
de los talleres de La Revista de Yucatán, disolvió en el interior del estado mu-
chos concejos municipales elegidos a fines de 1923, durante el gobierno de
Carrillo Puerto, para el periodo 1924-1925, y designó otros.
Durante 1924 Iturralde nombró 24 de estos concejos en mayo, 13 en
junio, 11 en julio, 14 en agosto, 6 en septiembre, 12 en octubre y 3 en no-
viembre. En la periferia de la zona henequenera, el gobernador Iturralde se
apoyó en caciques socialistas, la mayoría de ellos diputados estatales: Elías
Rivero, de Peto; Demetrio Yamá, de Sotuta; Braulio Euán, de Opichén; y
Pedro Crespo, de Temax. A cambio les dio derecho de ocupar puestos de
elección. También utilizó el apoyo de veteranos de la Liga Central del Partido
Socialista del Sureste, como Antonio Gual García, Felipe Valencia López, Ra-
fael Cebada Tenreiro y José María Rejón, para nombrar concejos municipales
en la zona henequenera, integrados por lo general con profesores estatales o
policías. En los lugares en los que Cantón tenía fuerte apoyo, Iturralde toma-
ba el poder por la fuerza y gobernaba coercitivamente. Para controlar Ticul,
envió a su temido guardaespaldas, Nicanor Mendicuti Cicero, como alcalde
designado. En Izamal, ciudad natal de Cantón, las autoridades impuestas ame-
nazaban físicamente a los seguidores de Cantón y les confiscaban su maíz.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 45


Ben Fallaw

En el aspecto táctico, Iturralde combinó el apoyo de los agentes ve-


teranos políticos del Partido Socialista del Sureste con la centralización po-
lítica y la esperanza de restablecer la paz social y lograr el apoyo popular.
Pero resultó una tarea intimidante. La policía del estado estaba prácticamen-
te desintegrada desde la revuelta delahuertista. En las zonas rurales acecha-
ban abigeos, bandidos y partidarios recalcitrantes de De la Huerta. Desde
la revolución, los gobiernos municipales dejaron de contar con la “guardia”
—el servicio de trabajo sin paga que prestaban únicamente los ciudadanos
indígenas— para patrullar los pueblos y dar mantenimiento a los caminos.
Para restaurar la seguridad pública, el gobernador Iturralde reconstruyó la
diezmada policía estatal con miembros de su milicia personal integrada por
300 campesinos indígenas procedentes de Kanxoc y otros pueblos cercanos a
Valladolid, su ciudad natal. Él enviaba columnas móviles de estos voluntarios
mayas, desde sus cuarteles en Mérida, Chemax, Sotuta y Peto, a la caza de
presuntos malhechores y la persecución de enemigos políticos. Estos vo-
luntarios lograron eliminar a José Loreto Baak, un cacique que aterrorizaba
Muna y había traicionado al Partido Socialista del Sureste cuando apoyó el
golpe delahuertista.
Los voluntarios mayas se desempeñaban bien sobre el terreno, pero su
indisciplina en Mérida abochornaba a Iturralde. Además, resultaron incapa-
ces de prevenir y de investigar un sangriento asalto ocurrido en la hacienda
Cacao, el 2 de agosto de 1924, que dejó un saldo de 13 empleados muertos.
El propietario de la hacienda, Arturo Ponce Cámara, era un antiguo enemi-
go del Partido Socialista del Sureste, y supuestamente era favorable al golpe
delahuertista. Debido a su fama de empresario progresista tenía muchos
amigos en la ciudad de México. Supuestamente, Iturralde había bloqueado
la investigación para evitar que el diputado local Braulio Euán fuera in-
volucrado en el ataque. El periódico El Universal culpó de la violencia al
presunto salvajismo inherente de los indígenas yucatecos y los denunció
como “una terrible tribu feroz irreconciliable con los blancos”. Para la an-
tigua oligarquía yucateca, la decisión del gobernador de utilizar a su milicia
maya como policía implicaba el riesgo de sumir al estado en la barbarie. Los

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

conservadores utilizaban de manera persistente su racismo para intentar


deslegitimar al Partido Socialista del Sureste y a la revolución.
Mirar a los mayas armados patrullando las calles de Mérida y la incapa-
cidad de Iturralde para resolver los crímenes de la hacienda Cacao, irritaban
al general sonorense Francisco Urbalejo, comandante de las fuerzas milita-
res federales en Yucatán. Sus relaciones eran tan malas que, supuestamente,
Iturralde los había retado a un duelo en el cementerio general para resolver
definitivamente sus diferencias. Cuando Calles relevó del mando a Francisco
Urbalejo, el general descontento regresó a la ciudad de México y acusó a
Iturralde de haber armado a sus “kanxoques” para preparar una revuelta se-
paratista. La prensa de la ciudad de México difundió rápidamente la historia.
Los enemigos del gobernador explotaron este conflicto para convencer a
Calles de bloquear las aspiraciones del beligerante gobernador de postularse
para el periodo de 1926 a 1930.
La decisión de Calles debilitó al gobernador Iturralde en su larga lu-
cha contra la oligarquía henequenera. Los “barones yucatecos” del henequén
todavía planteaban la abolición de la Comisión Exportadora, pero el gober-
nador se oponía resueltamente a la medida por considerarla contrarrevo-
lucionaria. Al principio, Iturralde estaba en mejor posición porque Calles
consideraba responsables de la muerte de Carrillo Puerto a los hacendados
yucatecos, pero entre agosto y septiembre de 1924 cabildearon exitosamen-
te ante el presidente Obregón y el secretario de Industria y Comercio Ma-
nuel Pérez Treviño para reemplazar a la endeudada Comisión Exportadora
por la Cooperativa de Productores de Henequén, controlada por los produc-
tores, en cuya administración ayudarían los hacendados. A cambio hicieron
dos concesiones importantes. La primera fue reconocer tardíamente el de-
recho del gobierno federal de establecer un impuesto a las exportaciones
de henequén y de regularlas en beneficio del interés público. La segunda
fue compartir la administración de la Cooperativa de Productores de He-
nequén con los gobiernos estatal y federal y con la Liga de Medianos y Pe-
queños Productores de Henequén, afiliada al Partido Socialista del Sureste.
Obregón, en el nombre de la “armonía con los intereses económicos del

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 47


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estado y la Federación”, le ordenó a Iturralde brindar su apoyo y coopera-


ción. La antigua oligarquía había triunfado.
En lugar de obedecer cabalmente el dictado presidencial, Iturralde es-
peró que concluyera el periodo de Obregón y que en diciembre de 1924
Calles tomara posesión como presidente con el fin de sabotear a la joven Coo-
perativa mediante una maniobra política. Convenció a la Liga de Medianos y
Pequeños Productores de Henequén de abandonar a la Cooperativa, lo que
condujo, de acuerdo con los estatutos, a su disolución legal, y acusó a algu-
nos hacendados de conspirar en una revuelta. En abril de 1925, con el apoyo
de Calles, Iturralde refundó la Cooperativa de Productores de Henequén en
términos mucho más favorables para el Partido Socialista del Sureste y el go-
bierno del estado. Bajo los estatutos de la nueva cooperativa de productores,
conocida definitivamente como Henequeneros de Yucatán, la influencia de
la Unión de Productores Henequeneros de los grandes hacendados fue res-
tringida mediante la inclusión de representantes de la Liga de Medianos y
Pequeños Productores de Henequén y de los ferrocarriles administrados por
el Estado; entidades alineadas estrechamente al Partido Socialista del Sureste
y al gobierno del estado. Sin embargo, ahora la clase alta tenía más voz en el
sector henequenero que la que había tenido desde la revolución. La decisión
de Obregón y Calles de acceder a demandas claves de los hacendados refle-
jaba el deseo que tenían de que la economía henequenera se recuperara para
mejorar el balance comercial de México y alentar la inversión.
Pero para los pobres del medio rural, el precio que debían pagar para
alcanzar la estabilidad económica lograda mediante la creación de Heneque-
neros de Yucatán fue alto, pues durante más de una década se detuvo el re-
parto agrario en la zona henequenera. Aunque Iturralde dotó de casi 74 000
hectáreas de tierra a 4 447 vecinos de 25 pueblos, poca era de las haciendas
henequeneras. Al mismo tiempo, la imposibilidad de restaurar el libre mer-
cado del henequén y la incapacidad de Henequeneros de Yucatán para lograr
un aumento en sus precios, llevaron a los hacendados a la descapitalización
de sus propiedades, lo que deprimió todavía más los salarios y el empleo.
Como una respuesta al estancamiento del reparto agrario y con el fin de

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

castigar a los hacendados por sus intentos de debilitar su régimen, Iturralde


obligó el cumplimiento del salario mínimo a los trabajadores. Los grandes
hacendados productores se quejaban de que el pago mínimo era “ruinoso y
anticonstitucional”, y como represalia encarceló a Humberto Peón y Jorge
Palomeque, poderosos hacendados
Iturralde esperaba que esta táctica agresiva disuadiera a los hacenda-
dos y convenciera al presidente Calles de su fe revolucionaria. Aunque este
bloqueaba sus planes para continuar en el poder, tenía la esperanza de con-
vencerlo para que apoyara a Antonio Gual García, quien era su secretario de
Gobierno y consejero. Sin embargo, como en 1924 los “señores socialistas”
tuvieron la última palabra sobre la elección gubernamental, enviaron a José
Castillo Torre para presentarle a Calles una lista de candidatos. El presidente
vetó a Mediz Bolio por “demasiado poeta” y designó al doctor Álvaro Torre
Díaz, embajador en Brasil, pues creía que ayudaría a tranquilizar al estado
después de los conflictos del impulsivo Iturralde con los militares federales
y los hacendados. La decisión también le permitía a Calles separar al Partido
Socialista del Sureste, todavía bajo el control de Iturralde, del gobierno del
estado y de la administración de Henequeneros de Yucatán.
Aunque Torre Díaz estaba bien relacionado en la ciudad de México,
era un absoluto desconocido en la política yucateca. Había servido a Salva-
dor Alvarado en puestos estratégicos, pero Carrillo Puerto lo había obliga-
do a abandonar Yucatán como parte de su purga de conservadores. Desde
luego, Estados Unidos y muchos miembros de la clase alta aplaudieron su
designación. Cuando prometió “un gobierno de orden”, los agradecidos
hacendados, comerciantes e industriales supuestamente donaron 200 000
pesos para su campaña. Esta decisión de Calles tranquilizó a la oligarquía
yucateca sobre su compromiso de reconstruir la economía yucateca en tér-
minos más agradables.
Si el nombramiento de Torre Díaz suavizó a los conservadores yuca-
tecos, también volvió a abrir antiguas divisiones en el Partido Socialista del
Sureste. Miguel Cantón se opuso y convenció al senador Antonio Ancona
Albertos, un antiguo maderista, escritor notable y exgobernador interino,

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de lanzar su propia candidatura. Con este fin, Cantón creó su propio “Gran”
o “Legítimo” Partido Socialista del Sureste, resultado del sisma, con antiguos
miembros leales a él y sindicatos obreros independientes. Con el temor de
que Cantón pudiera adueñarse efectivamente del Partido Socialista del Su-
reste, en abril de 1925 Iturralde abandonó la presidencia del Partido oficial
para poner en su lugar a alguien capaz de enfrentarse al nuevo Partido. Él
fue personalmente a Umán a ofrecerle el puesto a Bartolomé García Correa,
joven profesor de apenas 30 años y antiguo protegido de Carrillo Puerto.
Había servido a Alvarado y a Carrillo Puerto en el Congreso del estado y en
la Liga Central del Partido, y tenía muchos contactos entre las Ligas socialis-
tas de Mérida y en las zonas más occidentales de Yucatán. Aunque sus ene-
migos murmuraban que estaba involucrado en la venta clandestina de alcohol
y que había sobrevivido al golpe delahuertista porque llegó a acuerdos con
los rebeldes, estaba en gran medida limpio de estos cargos. De hecho, era
respetado como un hombre honesto, enérgico y educado, de origen modes-
to —un hecho subrayado por su piel morena y su origen humilde—. Él se
había retirado de la vida pública después de apoyar a Cantón en su fracasado
intento por suceder a Carrillo Puerto.
García Correa era hijo de mestizos de la clase media en Umán. Su
apodo de “Box Pato” o “Pato negro”, —combinación de maya box, negro, y
español, pato—, indicaba su ubicación fronteriza entre la cultura hispana y la
maya. Después de obtener su título de profesor normalista en el prestigioso
Instituto Literario y de estudiar contabilidad en Mérida, regresó a su pueblo
natal para trabajar como profesor y ayudar en el negocio familiar de venta
de mercancías en las haciendas de los alrededores de Umán. Inició su carre-
ra política con la fundación de una Unión Mutualista de Trabajadores, que
alentaba a los mayas pobres a mejorar su nivel de vida mediante la sobriedad,
el ahorro, la educación y la integración. Entre 1911 y 1915 pasó hábilmente
de una facción a otra y logró sobrevivir a los levantamientos nacionales y
regionales. En el último momento desertó del ejército de Ortiz Argumedo
para apoyar al ejército invasor de Salvador Alvarado y obtuvo los puestos de
alcalde de Umán y diputado local. Cuando se fundó el Partido Socialista del

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Sureste, rebautizó su Unión Mutualista como Liga Socialista. Sus enemigos


lo acusaban de beneficiarse de su cargo público y de proteger del reparto
agrario a algunos hacendados de Umán. Su rápido ascenso, interrumpido por
el conflicto entre Cantón e Iturralde, estaba otra vez en marcha.
“Box Pato” asumió de inmediato la difícil tarea de ganar la elección
de Torre Díaz como gobernador. Preparó rápidamente una convención del
Partido Socialista del Sureste para el 24 de mayo 1925 y se aseguró de que
los 400 delegados aclamaran unánimemente a Torre Díaz como su candi-
dato, en nombre de 80 000 miembros del Partido. Aunque el candidato
no apareció sino hasta agosto, García Correa coordinó las tareas electorales
mediante “líderes socialistas” locales, con frecuencia poco confiables, para
lograr el triunfo electoral de Torre Díaz y debilitar la campaña cantonista
por Ancona Albertos. En un brillante golpe táctico, “Box Pato” convenció a
caciques claves alineados con Cantón, como Santiago Beana, veterano líder
socialista de Pisté y Tinum, y los hermanos Manuel y Sóstenes Carrillo Ro-
dríguez, jefes liberales de Muna, de unirse a su campaña. Bajo su liderazgo,
el Partido Socialista del Sureste finalmente comenzó a abrirse paso en Méri-
da, donde fundó nuevas Ligas para integrar a muchos miembros de la clase
media, así como a obreros y jóvenes. Cuando se acercó el día de la elección,
García Correa tomó personalmente el control del tránsito ferroviario en
Yucatán para asegurar que solo los partidarios de Torre Díaz pudieran viajar
a las manifestaciones de campaña en Mérida. Los trabajadores ferrocarrileros
afiliados al Partido Socialista del Sureste servían como grupos de choque para
disolver las manifestaciones cantonistas. Miembros del Partido Socialista re-
corrieron el estado para distribuir aguardiente con el fin de atraer votos.
Para movilizar a los campesinos, la propaganda del Partido afirmaba que el
patricio Torre Díaz continuaría con el legado de Felipe Carrillo Puerto.
Mientras García Correa lubricaba la oxidada maquinaria electoral
del Partido Socialista del Sureste, Iturralde recurría a los tribunales e ins-
tancias encargadas de hacer cumplir la ley en el estado para impedir la
campaña de Cantón. La Secretaría de Gobernación y las agencias judiciales
federales en Yucatán pusieron oídos sordos a las quejas por violencia y

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encarcelamientos. Plutarco Elías Calles se aseguró de que el destacamento


local del ejército federal hiciera lo mismo. La policía del estado y los volun-
tarios mayas portaban ostentosamente pistolas calibre 44 y machetes para
intimidar a los cantonistas. Durante la campaña, funcionarios del Partido
reunían a la gente en donde la encontraran e incluso, en una ocasión, obli-
garon a unos peones a abandonar su trabajo en una hacienda para hacerlos
participar en Tekax en una manifestación por Torre Díaz.
El temor del Partido Socialista del Sureste de que la campaña de la
oposición estuviera cobrando fuerza parecía crecer a medida que se acercaba
el día de la elección. A principios de octubre de 1925 García Correa castigó
a los ayuntamientos que permitieron a los cantonistas hacer una campaña
abierta reemplazándolos por concejos municipales. El día de la elección mu-
chos funcionarios locales rehusaron aceptar las boletas del “gran” o “legíti-
mo” Partido Socialista del Sureste de la oposición, con el argumento de que
su nombre era demasiado parecido al del Partido “real” encabezado por Gar-
cía Correa. En Acanceh, antiguo baluarte cantonista, malhechores dirigidos
por el alcalde José I. Villafaña golpearon hasta matar al candidato cantonista
para diputado local Ignacio Solís, veterano cacique socialista que se había
vuelto contra Iturralde. Después, Villafaña exhibió la cabeza de Solís en un
palo. Estos actos de violencia revelaban las profundas fisuras en la estructura
del Partido Socialista del Sureste y a muchos les causaban repugnancia.
Pero a pesar de estas tácticas, los candidatos cantonistas recibieron un
fuerte apoyo en Mérida, Progreso y algunos pueblos. La elección demostró
una vez más la capacidad del Estado nacional para imponer su voluntad en
la sucesión gubernamental, asimismo evidenció que la ciudad de México,
Iturralde y Torre Díaz dependieron de García Correa para controlar el resul-
tado de la elección por medio del Partido Socialista del Sureste. La muerte
de Iturralde el 16 de junio de 1926, en un accidente automovilístico, dejó a
Torre Díaz y a García Correa como cogobernadores de facto.
Durante la gubernatura de Torre Díaz (1 de febrero de 1926 a 1 de
febrero de 1930) y García Correa, como presidente en funciones del Partido
Socialista del Sureste, compartieron con dificultad poder y responsabilidades.

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Este dirigía al Partido, supervisaba elecciones, administraba las relaciones la-


borales y se ocupaba de las demandas populares. Por su parte, el gobernador
gestionaba los asuntos henequeneros y la administración pública y trataba
directamente con los intermediarios de los conservadores. Aunque le cons-
truyó un monumental cuartel general al Partido —la Casa del Pueblo—,
le negó el monopolio acostumbrado de todos los cargos de elección, los
puestos burocráticos y los contratos gubernamentales. Esta separación entre
el Partido y la administración estatal excluyó puntualmente a los seguidores
de Cantón con años de servicio en el Partido, mientras que muchas perso-
nas neutrales, e incluso algunos antiguos enemigos del Partido Socialista del
Sureste, fueron elegidos para integrar los ayuntamientos y los Congresos
estatal y federal.
El gobernador Torre Díaz acalló a los disidentes con un marcado de-
sarrollo y prosperidad logrados mediante mejoras materiales. Sus pródigos
gastos en educación pública, construcción de caminos y otros proyectos de
infraestructura eran una promesa de modernidad y sirvieron como fuentes
importantes de patrocinio político. Para mejorar la imagen de su adminis-
tración y suavizar sus relaciones con los hacendados, nombró director de
la cooperativa Henequeneros de Yucatán a Arturo Ponce Cámara. Este, un
hacendado progresista, industrial y banquero, demostró que era un adminis-
trador competente. Además, su presencia le aseguró a Torre Díaz el apoyo
de muchos de los principales hacendados y hombres de negocios, aunque
los clanes de Molina y de Manzanilla se mantuvieron notablemente distantes
de él. Ponce Cámara también mantenía estrechas relaciones con la Iglesia
yucateca, y era uno de los principales accionistas del Diario de Yucatán, el
periódico más influyente del estado. El gobernador buscó un acercamiento
con su editor, Carlos R. Menéndez, con el nombramiento del sobrino del
periodista como un colaborador clave, e incluso con el apoyo a la elección
de sus amigos para cargos públicos. En compensación, el Diario de Yucatán le
daba al nuevo gobernador una brillante cobertura de prensa.
Al principio, Torre Díaz mantenía relaciones cordiales con muchos
miembros de la clase alta. La oligarquía yucateca apreciaba el hecho de que

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Ben Fallaw

redujera a su mínimo el reparto agrario e ignorara con frecuencia las viola-


ciones de las leyes laborales en sus propiedades, como por ejemplo restau-
rar la fajina o la obligación de trabajar sin paga y dejar de exigir el pago del
salario mínimo. Sin embargo, cuando el precio internacional del henequén
disminuyó, los hacendados volvieron a pedir la abolición de Henequeneros
de Yucatán y la restauración total de la política del laissez faire. Pero Torre
Díaz recurrió a la intervención del Estado para aumentar el precio y con-
venció a Plutarco Elías Calles para extender a Henequeneros de Yucatán
una línea de crédito de dos millones de pesos del Banco de México, que sus
dividendos se destinaran a la compra y almacenamiento de los excedentes
de producción, en lugar de pagarles a productores y trabajadores, y que le
dispensara el pago de los impuestos federales. Al mismo tiempo, Heneque-
neros de Yucatán impuso una reducción de la producción con la esperanza
de aumentar los precios, pero esta medida redujo todavía más los salarios en
la zona henequenera. A fines de 1928, los precios del henequén comenzaron
a subir, pero ahora los hacendados eran responsables de la deuda acumulada
por Henequeneros de Yucatán, y la disolución de la cooperativa sería prácti-
camente imposible.
En lo político, la respuesta intervencionista de Torre Díaz y de Ponce
Cámara a la crisis del henequén de mediados de la década de 1920 le dio
al gobierno estatal y a la administración de Henequeneros de Yucatán una
importante ventaja en sus tratos con la oligarquía yucateca. Los hacenda-
dos cercanos al clan de Molina acusaron al gobernador y al presidente de
la república de violar los estatutos de Henequeneros de Yucatán, cuando
en realidad el primero había redactado uno nuevo. Los críticos de la coo-
perativa alegaron que “coyotes” con vínculos políticos habían hecho ventas
extralegales a compradores foráneos con las reservas de Henequeneros de
Yucatán. Otros lanzaron la acusación de que Álvaro Obregón había solicita-
do y recibido contribuciones de los hacendados para su campaña de reelec-
ción. Con la promesa de mantener los precios del henequén, Torre Díaz
y Ponce Cámara lograron involucrar a líderes cruciales de la clase alta en
estos cuestionables asuntos, y aseguraron de esta manera que la oligarquía

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

permaneciera, en las palabras de Manuel Escoffié, “sorda y muda”. Esto tam-


bién dividió efectivamente a la clase alta, pues los sectores cercanos a Torre
Díaz y a Ponce Cámara defendían generalmente el status quo para proteger
sus ventajas económicas y políticas, mientras que otros clanes redoblaban su
oposición al régimen revolucionario con la esperanza de lograr la abolición
de Henequeneros de Yucatán o de capturarla para sus intereses.
A fin de cuentas, las políticas de Torre Díaz beneficiaron a la clase alta
mucho más que las de cualquier otro gobernador revolucionario. Durante
su administración, el Partido Socialista del Sureste le dio más importancia
a la armonía social que a la justicia social, y rara vez mencionó la creciente
desigualdad social. Esto no fue un simple caso de corrupción o traición. La
situación política nacional y regional evitó una transformación estructural a
través de una reforma agraria o de una legislación a favor de los obreros; y
explica en parte el declive del apoyo popular al Partido durante la segunda
mitad de la década de 1920. Resulta indudable que el conflicto iniciado en
el seno del Partido a raíz del asesinato de Carrillo Puerto contribuyó a su
declive durante la administración de Torre Díaz. El sistema educativo estatal
cada vez más ineficaz fue algo menos obvio, pero igual de importante.
Con Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto la educación escolari-
zada había sido un medio decisivo para promover una sociedad más igualita-
ria. A fines de la segunda década del siglo XX, el acceso a la escuela primaria
aumentó los niveles de alfabetización entre los mayas pobres de las zonas
rurales, y confirió poder político a los campesinos y peones que asistían a las
escuelas nocturnas. Sin embargo, a partir de 1924, aunque el gasto en educa-
ción siguió siendo relativamente importante, las escuelas fueron excluyendo
cada vez más a los niños pobres y hablantes de lengua maya. Por ejemplo,
entre 1916 y 1921 el pueblo de Kanasín anualmente proporcionaba escuela a
más de 300 niños, contaba con un pequeño gimnasio, un teatro infantil y una
banda de guerra. Para 1930, se había reducido a 26 el número de estudian-
tes, quienes eran, en palabras de un antiguo profesor, “los hijos de los llama-
dos blancos o del centro del pueblo y casi ninguno de nuestros compañeros
campesinos”. En Temax, los hijos de hablantes de lengua maya se sentaban

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 55


Ben Fallaw

en las últimas filas del salón y rara vez concluían la enseñanza primaria por-
que no podían entender al profesor, quien solo hablaba en español. Muchos
de los profesores e inspectores más radicales y enérgicos abandonaron los
pueblos con la derrota de los cantonistas en 1925. El nuevo superintendente
de educación pública de Torre Díaz, Artemio Alpizar Ruz, dio marcha atrás
en la enseñanza mixta en la mayoría de las escuelas al separar a los niños de
las niñas. A principios de la década de 1930, muchos pueblos y haciendas no
contaban con escuelas.
Debido a todas estas desalentadoras limitaciones estructurales, Bar-
tolomé García Correa carecía, como líder del Partido Socialista del Sures-
te, del impresionante apoyo de campesinos y peones que tenía el Partido
durante la era de Alvarado y de Carrillo Puerto. Para hacer frente a estas
dificultades, siguió una estrategia con los objetivos de aumentar su propio
poder político como líder populista y ganar apoyo para el Partido Socialista
entre la clase media rural y urbana por medio de la reactivación del coo-
perativismo. También tenía la esperanza de forjar nexos más estrechos con
Obregón y Calles para lograr en el futuro aislar a Torre Díaz y a los ele-
mentos conservadores. Con este propósito fue útil para Obregón cuando,
en 1928, reprimió a los opositores yucatecos a su reelección presidencial.
Durante el maximato, García Correa realizó en repetidas ocasiones impor-
tantes misiones políticas para Calles. Ayudó al jefe máximo a fundar el Par-
tido Nacional Revolucionario después del asesinato de Obregón en 1928
y afilió al Partido Socialista del Sureste a este nuevo instituto político. En
la convención presidencial del Partido Nacional, la delegación del Partido
Socialista del Sureste ejecutó al pie de la letra la voluntad de Calles al brin-
darle inicialmente su apoyo a Aarón Sáenz y luego retirárselo para respaldar
a Pascual Ortiz Rubio. En 1929, García Correa fusionó su propia campa-
ña por el gobierno del estado con la de Ortiz Rubio por la presidencia, y
neutralizó a la oposición vasconcelista ese mismo 1929, sin derramamiento
de sangre. Para Mérida y la ciudad de México, “Box Pato” era “el hombre
necesario” en las elecciones yucatecas.

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Bartolomé García Correa recibió muchas recompensas por servir a


Obregón y luego a Calles. Las autoridades toleraron su comercio clandesti-
no de aguardiente, el cual operaba con el gobernador de Campeche y con
Enrique Zapata, director del Departamento de Alcohol estatal. Entre los
tres importaban miles de litros de ron cubano, disimulados como sacos de
cemento, y los vendían en todo el estado, que supuestamente estaba bajo la
ley seca. En 1928, Calles apoyó la elección de “Box Pato” al Senado y un año
más tarde su nominación como candidato a gobernador del Partido Socialista
del Sureste. “Box Pato” realizó gastos extravagantes en su campaña, aunque
no tuvo opositor, y ofreció pródigos banquetes a periodistas y a la clase polí-
tica de la ciudad de México e involucró a los votantes yucatecos en manifes-
taciones espectaculares. Estos esfuerzos lo ayudaron a convencer a Plutraco
Elías Calles y a sus oponentes potenciales en Yucatán de que contaba con un
indiscutible apoyo popular, y le hicieron ganar muchos amigos en el entorno
cercano del presidente de la república.
El gobierno de Bartolomé García Correa (1930-1933) sigue siendo
uno de los más controvertidos periodos de la historia de Yucatán. Algunos
detractores lo desestiman y lo consideran como un jefe callista que traicionó
el legado revolucionario de Alvarado y de Carrillo Puerto. Pero sus enemi-
gos contemporáneos como Antonio Mediz Bolio y Manuel Escoffié admitían
que durante su gobierno trató de limitar la influencia del gobierno nacional
en Yucatán, e inicialmente contaba con un apoyo considerable de la socie-
dad. Es verdad que adoptó medidas autoritarias para controlar la creciente
disidencia contra su régimen, entre ellos la censura y la coerción, usó grupos
paramilitares del Partido y organizó movilizaciones masivas controladas de
manera vertical. Sin embargo, también trató de reconstruir una base popular
para el Partido Socialista del Sureste por medio del populismo, el corpora-
tivismo y el cooperativismo. Como el primero de ascendencia maya que go-
bernaba Yucatán desde la Conquista española, su proyecto, conocido como
“bartolismo”, reflejaba las aspiraciones de una clase ascendente de empleados
gubernamentales y pequeños propietarios. Era significativo que muchos fue-
ran mestizos de origen maya como el propio García Correa. Sus planes de

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Ben Fallaw

fundar cooperativas de producción y consumo afiliadas al Partido Socialista


tenían como fin permitir a los parcelarios, pequeños agricultores, pequeños
empresarios, baratilleros y propietarios de autobuses y camiones lograr una
movilidad socioeconómica ascendente y una mayor influencia política. De
este modo, las cooperativas ayudarían a la formación de una clase media más
amplia y garantizarían su lealtad al Partido Socialista del Sureste bartolista.
Al mismo tiempo, las cooperativas del Partido Socialista del Sureste,
junto con otras reformas económicas, finalmente prometían ayudar al capi-
talismo a sobrevivir a la Gran Depresión de 1929, favorecer a los hombres
de negocios conectados políticamente y a su círculo cercano, y excluían las
reformas estructurales radicales. Lo más importante era que el proyecto de
García Correa evitaba cualquier discusión sobre la reforma agraria y ofrecía
a los peones y campesinos tierras no henequeneras y la promesa de obtener
beneficios de Henequeneros de Yucatán y de otras cooperativas cuando la
economía mejorara. Pero a pesar de sus políticas económicas moderadas,
tuvo violentos choques con la antigua oligarquía.
La guerra de “Box Pato” con los patricios yucatecos comenzó cuando
les negó patrocinio político y puestos claves en el gobierno que habían ocu-
pado durante el gobierno de Torre Díaz. Mas bien los desestimó a cambio
de una nueva coalición de miembros de las clases media y alta. La nueva éli-
te bartolista incluía a varios miembros de la comunidad libanesa-mexicana,
entre ellos, el más notable era Cabalán Macari, quien hizo su fortuna por su
notable talento empresarial y porque García Correa le arrendó en términos
favorables una cordelería administrada por el gobierno estatal.
La política henequenera fue otra fuente de discordia entre el gober-
nador callista y la antigua élite. La administración de Henequeneros de Yu-
catán, en una época en la que el sector henequenero estaba devastado por la
Gran Depresión, resultó ser el principal problema. Durante el gobierno de
Torre Díaz, García Correa había desviado las demandas populares de mayo-
res salarios con la promesa a los obreros y los campesinos de que cuando él
gobernara les satisfaría sus necesidades, pues tenía la esperanza de usar los in-
gresos fiscales del henequén para financiar ambiciosos proyectos sociales. Ya

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

como gobernador, le confió la administración de Henequeneros de Yucatán


a Alberto Montes Molina, presidente de la Cámara de Comercio de Mérida,
uno de los principales contribuyentes de su campaña política y nieto de Ole-
gario Molina. También consideró darles a los hacendados más control sobre
las operaciones de Henequeneros de Yucatán, pero la Gran Depresión de
1929, la competencia internacional y el descenso de la producción de trigo
de Estados Unidos hicieron fracasar los intentos de Montes Molina de firmar
nuevos contratos con los compradores estadounidenses. En esta ocasión, la
restricción de la producción y el almacenamiento, que habían funcionado en
1927 y 1928, pudieron hacer poco frente al colapso económico internacio-
nal de 1929. Cuando en mayo de 1930 Montes Molina fue relevado de la
administración de Henequeneros, la deuda de esta institución había crecido,
según estimaciones, hasta unos 11 millones de dólares, y los precios del he-
nequén seguían declinando.
Con su gobierno en juego, García Correa convenció a Plutarco Elías
Calles de que el Banco de México ampliara la línea de crédito de Hene-
queneros de Yucatán para que continuara financiando la estrategia de res-
tringir la producción y almacenar el henequén. Para evitar el colapso total
de la producción de henequén, el 1 de julio de 1930 los gobiernos federal
y estatal le redujeron el crédito a esa institución hasta que finalmente,
en 1932, el presidente Abelardo Rodríguez le suspendió por completo el
pago de gravámenes.
En compensación por este rescate federal, en mayo de 1930, el go-
bernador García Correa, a regañadientes, volvió a designar a Arturo Ponce
Cámara, amigo del presidente del Banco de México, Alberto Mascareñas,
como director de Henequeneros de Yucatán, y prometió mantenerse al
margen de su administración. Bajo la presión de Mascareñas, el gobernador
adoptó un plan de austeridad que limitó drásticamente los gastos guberna-
mentales, realizó recortes importantes en los programas sociales y restrin-
gió el patrocinio político. Ponce Cámara, en la dirección de Henequeneros
de Yucatán, ayudó a estabilizar la administración gubernamental y no solo
evitó el rápido colapso de los precios del henequén y dejó sin argumentos a

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 59


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muchos de sus más acérrimos críticos entre los hacendados, como Enrique
Aznar Mendoza y el clan Manzanilla, sino incluso los aisló. A fines de 1930,
“Box Pato” instaló a sus aliados como representantes de la Liga de Media-
nos y Pequeños Productores de Henequén y de la Unión de Productores
Henequeneros, por los productores más pequeños y por los más grandes,
respectivamente, en Henequeneros de Yucatán, con lo que logró otra vic-
toria sobre sus enemigos entre los hacendados. Las autoridades en la ciu-
dad de México también lo presionaron para que acallara a Mario Escoffié,
editor de El Yucatanista, y a Enrique Aznar Mendoza, brillante intelectual
conservador y crítico cruel del Partido Socialista del Sureste, de las medidas
adoptadas por el Banco de México.
A principios de 1931, los hacendados que se opusieron al rescate de
Henequeneros de Yucatán por parte de Calles y el Banco de México, se en-
contraban en una posición difícil. Resentían el control creciente de la ciudad
de México sobre la economía henequenera, pues ya se les había excluido
efectivamente de la administración de Henequeneros de Yucatán y temían
criticar directamente al jefe máximo. Sin embargo, tenían la esperanza de
explotar las debilidades de García Correa. Algunos sectores de la clase alta,
encabezados por Enrique Aznar, el clan Molina y la familia Manzanilla, espe-
raban poder convencer a Plutarco Elías Calles de que lo relevara del cargo.
Con esta intención, Gustavo Molina Font, el principal portavoz del grupo,
cabildeó con la prensa nacional y con políticos influyentes en la ciudad de
México para culpar de las dificultades de Henequeneros de Yucatán a los
errores y la corrupción del gobernador, sin mencionar los efectos de la Gran
Depresión de 1929 y la descapitalización de las propiedades de los hacenda-
dos. En marzo de 1931, agentes de este grupo de hacendados inconformes
organizaron con miles de peones y campesinos desempleados las “caravanas
del hambre”, que marcharon de los poblados a Mérida. Mujeres demacra-
das llevaban en los brazos a sus hijos desnutridos, para demostrar su difícil
situación. Al mismo tiempo, Arturo Ponce Cámara acusaba en audiencias
públicas a García Correa por los problemas de la cooperativa y en privado lo
calificaba de déspota; y con Carlos R. Menéndez, su aliado, cabildeaban ante

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Mascareñas para que pidiera la renuncia del gobernador. Entonces comen-


zaron a circular rumores de que Ponce Cámara sería nombrado gobernador
interino una vez que “Box Pato” aceptara un puesto en el gabinete de Pascual
Ortiz Rubio.
Para mantenerse en el gobierno, tan solo en 1930 García Correa viajó
a la ciudad de México, en su nuevo avión Sikorsky, en 16 ocasiones, y pasó
128 días de ese año en el Distrito Federal para atender pródigamente a po-
líticos y formadores de opinión en varias de las casas que tenía en la capital,
incluyendo una ubicada a la vuelta de la esquina de la casa de Calles. Pero su
presencia en la capital de la república resultaba caro —solo el avión costó
supuestamente 75 000 pesos—, y requirió desviar fondos del presupuesto y
las cooperativas del Partido Socialista del Sureste.
García Correa necesitaba mantener la buena disposición de Calles y
tenía que recuperar un mínimo de apoyo popular en un momento en el que
la Gran Depresión de 1929 amenazaba con empujar todavía más hacia la
pobreza a los peones y campesinos de Yucatán. Durante su campaña por la
gubernatura había prometido modernizar la economía yucateca por medio
de la urbanización, la industrialización y la diversificación, pero también
había ofrecido distribuir de manera equitativa la riqueza mediante la con-
versión de las Ligas del Partido Socialista del Sureste en una federación
de cooperativas de producción y consumo. Publicó en tres congresos del
Partido Socialista del Sureste (1930, 1931 y 1932) los beneficios de las
cooperativas, con rasgos colectivistas y capitalistas, administradas por el
Partido. Por fin, las cooperativas bartolistas prometían lograr algo parecido
a la utopía socialista de Carrillo Puerto sin desafiar al desarrollismo callista
ni amenazar al capitalismo. Él argumentaba que el cooperativismo bajaría
el alto costo de los productos básicos en la zona henequenera, reduciría el
desempleo, alentaría la industrialización y financiaría el acceso de las masas
a la educación y a la salud.
Pero eso no iba a ocurrir. La gran Depresión de 1929, combinada
con el programa de austeridad impuesto por el Banco de México, obligó a
García Correa a suspender sus planes de establecer cientos de cooperativas

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 61


Ben Fallaw

rurales. Las cooperativas bartolistas de parcelarios henequeneros y ganade-


ros ayudaron a algunos miles de mayas de bajos recursos del medio rural,
pero beneficiaron más a los mestizos y los pequeños propietarios mayas ri-
cos. En Mérida tuvieron un impacto desigual. Las cooperativas del Partido
Socialista del Sureste para propietarios de autobuses de pasajeros de la Alian-
za y de la Unión de Camioneros y para baratilleros fueron todo un éxito.
Los ingresos de sus miembros se elevaron, en el caso de los camioneros, les
permitieron adquirir autobuses conjuntamente. También proporcionaron
a sus miembros importantes servicios sociales (cuidados médicos, escuelas
de calidad y centros culturales donde se podía practicar deportes). Pero en
otros sectores, como el de la gasolina, la leña, la carne, el tabaco, el carbón,
el hielo, el agua potable, la electricidad y la molienda y venta de maíz, los
cooperativistas se quejaban de líderes abusivos, bajos salarios y desvío de
beneficios. Irónicamente, algunos empresarios de las clases media y alta se
apoderaron de varias cooperativas del Partido Socialista del Sureste y las usa-
ron para lograr altos beneficios y evitar el pago de impuestos. En Mérida las
cooperativas generaron resentimiento social. Empresarios de la clase alta las
acusaron de competencia desleal y las amas de casa de la clase media se que-
jaban de tener que pagar altos precios por artículos de primera necesidad.
Los productores rurales de leña y de maíz, con frecuencia los yucatecos más
pobres, tenían que aceptar los precios bajos establecidos por las cooperativas
socialistas, las que después vendían sus productos a precios mucho más altos.
Supuestamente el propio padre de García Correa se benefició de este proce-
dimiento, es decir, compraba barato para vender caro.
Para tratar de reducir el creciente resentimiento en el campo, García
Correa dependió inicialmente de una coalición inestable de caciques locales
que había reunido cuando se hizo cargo del Partido Socialista del Sureste en
abril de 1925. Él tenía la esperanza de subordinarlos bajo una fuerte estruc-
tura corporativista partidaria basada en nexos horizontales de clase, pero
controlada verticalmente por él a través de la Liga Central del Partido. “Box
Pato” ignoró los límites constitucionales y las sutilezas democráticas. Depo-
nía a los ayuntamientos de los pueblos para reprimir sus protestas, y cuando

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

alguno renunciaba designaba un concejo municipal. Durante su adminis-


tración se deponían al año, en promedio, 30 ayuntamientos integrados por
elección. En algunos casos, los concejos municipales que designaba estaban
bajo la influencia de un cacique local, mientras que en otros nombraba a los
alcaldes de entre un grupo de burócratas, profesores y policías estatales.
El Partido Socialista del Sureste bartolista también enviaba delegados
itinerantes a los pueblos para supervisar e influir en las elecciones y para
mediar en los conflictos políticos y laborales. Sin embargo, muchas veces es-
tas intervenciones propiciaron que las facciones perdedoras acusaran a “Box
Pato” de fomentar el caciquismo. Por ejemplo, los ciudadanos de Homún se
quejaron de que delegados del Partido enviados para supervisar elecciones
no habían hecho nada para impedir que los hermanos Ortiz gobernaran el
pueblo “como si fuera su propio reino”.
Cuando los caciques locales y los concejos municipales ya no pudie-
ron contener a los disidentes, García Correa creó un grupo paramilitar del
Partido Socialista del Sureste conocido como Defensa Revolucionaria. Las
camisetas rojas y la disciplina que mostraban en público sus miembros se-
guían el modelo del Bloque Juvenil Revolucionario, creado por Tomás Ga-
rrido Canabal, en el vecino estado de Tabasco. García Correa esperaba que
la Defensa también recuperara la identidad partidista del Partido Socialista
del Sureste y aumentara la lealtad hacia el gobernador. En algunos lugares,
la Defensa Revolucionaria causaba sin intención la indignación de muchos
veteranos miembros del Partido, porque fortalecía a los caciques. El cacique
de Tixméhuac se sirvió de su pelotón de Defensa Revolucionaria para mo-
vilizar a sus seguidores e intimidar a sus enemigos electorales. En ese lugar,
los “pobres indios”, leales al Partido Socialista del Sureste desde la época de
Carrillo Puerto, se quejaron de que el hombre fuerte bartolista de Tixméuac
violaba la doctrina de paz y trabajo de García Correa. En otras partes la
Defensa contaba con un mínimo de apoyo porque integraba a los jóvenes de
mayas y campesinos en una organización del Partido Socialista del Sureste
que les daba estatus y prestigio.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 63


Ben Fallaw

En Mérida, el numeroso contingente de la Defensa Revolucionaria


se convirtió en un elemento básico del ritual del partido bartolista y en un
medio para disciplinar a los obreros, empleados del gobierno y miembros de
las cooperativas. Era encabezada por dos exactivistas obreros comunistas que
eran una parte clave del engranaje de la máquina política bartolista: Feliciano
Leal, carnicero de Acanceh, y Ernesto Cervera, panadero de Mérida. Ambos
fungían al mismo tiempo como diputados locales y dirigían grandes coopera-
tivas socialistas en sus respectivos distritos electorales. Los obreros urbanos
de Mérida y Progreso debían cumplir el requisito de alistarse en la Defensa al
momento de unirse a una cooperativa socialista. Los críticos del bartolismo
señalaban a la Defensa como prueba de que García Correa buscaba establecer
una dictadura. García Correa tenía la esperanza de que, por encima de toda
otra actividad urbana, la Defensa incorporara, como lo hacían las coopera-
tivas del Partido Socialista del Sureste, a los sectores que se habían alejado
poco a poco del Partido desde la época de Carrillo Puerto.
El bartolismo se apoyaba en el corporativismo, la coerción y el caci-
quismo, tanto en Mérida como en las zonas rurales, pero su régimen nunca
fue simplemente autoritario, sino que siempre tuvo un fuerte componente
populista. La Gran Depresión de 1929 fue el abono que hizo germinar al po-
pulismo como una forma de persuasión política que movilizaba a una coali-
ción de múltiples clases sociales urbanas mediante la organización masiva y el
apoyo de los medios de información. El populismo mezclaba el nacionalismo
económico y cultural con diversas influencias ideológicas —desde el comu-
nismo y el fascismo hasta el Nuevo Trato de Roosevelt—, lo que resultó
ser una combinación política poderosa y permitía a los líderes carismáticos,
como García Correa, acusar a los “reaccionarios” de los problemas econó-
micos estructurales. En su primer discurso como gobernador en la Casa del
Pueblo tuvo el atrevimiento de proclamar: “A los hacendados reaccionarios,
camaradas, hay que decirles solo unas cuantas palabras: o se enfilan o los
enfilamos”. Su retórica populista acusaba a los hacendados de tendencia de-
rechista de ser los culpables de la pobreza en toda la zona henequenera.

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

La alianza de Bartolomé García Correa con la sección yucateca del


Partido Comunista Mexicano fortaleció su mensaje populista y le dio un
perfil ideológico más agudo. En una época en la que ese Partido era obje-
to de persecución en otras partes de México, el gobernador lo protegía en
compensación por su apoyo político. El líder comunista yucateco Antonio
Betancourt Pérez fundó el Centro de Orientación Marxista para renovar el
socialismo yucateco. Su encendido discurso identificaba al régimen de Gar-
cía Correa con las causas del sandinismo en Nicaragua y de José Stalin en la
Unión Soviética; y responsabilizaba del declive del henequén a la descompo-
sición del capitalismo.
Esta retórica populista ayudó a lograr cierto grado de apoyo para el
bartolismo, tanto en Yucatán como en la ciudad de México. En la propa-
ganda de García Correa, Wall Street no era sino una cabeza de la hidra reac-
cionaria que amenazaba a la revolución en Yucatán, y Carlos R. Menéndez,
editor del Diario de Yucatán, era otra que había emergido como la voz de
facto de muchos de la clase alta al criticar a todos los gobernadores socialis-
tas, excepto a Álvaro Torre Díaz. Su profesionalismo como periodista y la
agudeza para realizar negocios le ganaron una excelente reputación nacional
e internacional. Aunque en la década de 1920 Menéndez había estado en
buenos términos con García Correa, este nunca le perdonó el haber ayudado
a Ponce Cámara a tratar de derrocarlo en 1930. Y en octubre de 1931 tomó
medidas para silenciar la voz editorial de Menéndez de una vez por todas.
García Correa adoptó una táctica favorita de los líderes populistas para
oponerse a Menéndez que consistía en identificar a la prensa conservadora
como parte de una conspiración reaccionaria contra el pueblo. En un prin-
cipio contaba con el apoyo tácito de Calles, de Tomás Garrido Canabal y
Lázaro Cárdenas, entre otros brillantes revolucionarios del ámbito nacional.
Esperaba poner fuera de combate al Diario de Yucatán mediante un boicot
organizado por los miembros del Partido Socialista del Sureste. Aunque
Carlos R. Menéndez no se doblegó, finalmente las demostraciones oposi-
toras obligaron al periódico a cerrar sus puertas el 31 de octubre de 1931.
Sin embargo, la violencia contra los empleados le permitió a Menéndez

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Ben Fallaw

presentarse a sí mismo como un mártir de la democracia. Al final, Calles


cedió a la presión regional, nacional e internacional y le ordenó a García
Correa que permitiera al periódico reabrir el 20 de febrero de 1933.
Durante el tiempo en el que el Diario de Yucatán estuvo silenciado,
comenzó a circular el Diario del Sureste, órgano del Partido Socialista del Su-
reste. Por primera vez, Carlos R, Menéndez se enfrentaba a la competencia
de un periódico que imitaba su atractiva combinación de cobertura local,
noticias internacionales, fotos atractivas, tiras cómicas e información gráfi-
ca. Ahora los empresarios, incluyendo a las agencias gubernamentales, y los
lectores, tenían otra opción. Por supuesto, su propósito principal era servir
como plataforma para el populismo bartolista. Sus columnas servían de foro
para que las ligas socialistas fortalecieran su identidad institucional y alardea-
ran sus logros revolucionarios. El periódico también le permitió a García
Correa realzar su imagen de líder carismático.
Desde luego, las políticas populistas también necesitaban mantener el
contacto personal con sus componentes. Cuando marcharon las “caravanas
del hambre”, García Correa visitó los pueblos de la zona henequenera para
hablar con los desempleados y distribuir gratuitamente boletos de tren en-
tre los campesinos y los peones. Además, usó la coerción para obligar a los
comerciantes a bajar los precios de los artículos básicos y les ordenó a los
hacendados darles tres días de trabajo por semana a los peones y rentarles
la tierra a bajo precio. “Box Pato” creía que su intervención personal y su
toque populista crearían “una verdadera unión con todos los trabajadores”.
Pero cuando continuaron las marchas, recurrió a la policía del estado y a la
Defensa Revolucionaria para detenerlas fuera de Mérida.
García Correa tenía la esperanza de que a largo plazo las cooperativas
administradas por el Partido Socialista del Sureste ayudaran a corregir la
desesperada situación socioeconómica de los trabajadores pobres de la zona
henequenera como consecuencia de la Gran Depresión de 1929. Desafor-
tunadamente, el plan de austeridad del Banco de México obligó a cancelar
la mayoría de las cooperativas rurales planeadas, lo que dejó a los campe-
sinos y a los peones sumidos en la pobreza. En vista de la difícil situación

66 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

del cooperativismo, “Box Pato” dependió especialmente del indigenismo


revolucionario para llegar a los pobres del medio rural. En cuanto a esto,
la ambigüedad de su propio origen étnico era tanto una ventaja como una
responsabilidad. Aunque se le identificaba como mestizo en lugar de indí-
gena, García Correa hablaba fluidamente la lengua maya y se presentaba a sí
mismo en los círculos políticos nacionales y regionales como un experto so-
bre los mayas. Durante su campaña por la gubernatura en 1929, “Box Pato”
prometió “impulsar a los indígenas a buscar una vida mejor”, definida por el
aprendizaje del idioma español o “castellanización”, la adopción de modelos
occidentales de vivienda y vestido, la asimilación de nociones modernas de
trabajo y recreación y el reemplazo de la bebida y de los festivales religiosos
sincréticos por “diversiones honestas”. Sin embargo, como gobernador, no
tenía los recursos para organizar a los agentes culturales para “recorrer el
interior del estado enseñando en los pueblos música, poesía, cantos, obras
educativas para hacer conciencia entre nuestros agremiados”. En lugar de
eso, dependió del aparato cultural del Partido Socialista del Sureste, más
bien ineficaz, para tratar de transformar a los pueblos mayas.
Las Ligas del Partido Socialista del Sureste instauraron los Lunes
Rojos y espectáculos masivos (juegos, partidos de béisbol y los concursos
de la “india bonita” y del “indio robusto”). El Partido desarrolló nuevas
iniciativas en los medios de información masiva, programas radiofónicos,
cine, artículos en el Diario del Sureste y otras publicaciones. La propaganda
bartolista presentaba estos esfuerzos como actividades para la creación de
una verdadera sociedad revolucionaria: los indios, sobrios y con educación
formal, ya no serían leales al hacendado y al cura, sino al Partido. En la
práctica, sin embargo, la cruzada revolucionaria contra los festivales de
un catolicismo sincrético, considerados “fanáticos” y promotores de la be-
bida, resultó extremadamente impopular. Irónicamente, aunque algunos
funcionarios del Partido promovían la sobriedad, otros vendían ron como
parte del circuito ilegal de aguardiente administrado por García Correa.
Al final, algunas fiestas en honor de los santos patronos recibieron un nue-
vo nombre secular —Festival del Maíz o Festival del Día del Trabajo—,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 67


Ben Fallaw

como en Tabasco. Pero, en la mayoría de los casos, hablar de la redención


de los mayas era más retórico que real.
Los líderes socialistas habían conmemorado durante mucho tiempo
a Carrillo Puerto como un mártir revolucionario, pero García Correa in-
tensificó los rituales institucionalizados que se representaban en honor del
líder caído. Según la letanía del culto, Carrillo Puerto había muerto por los
indígenas yucatecos y el Partido Socialista del Sureste los redimiría mediante
proyectos revolucionarios, como la educación masiva y la reforma agraria.
Las escuelas estatales usaban un programa de lecciones para difundir el culto
al héroe. García Correa intentaba combinar su propia imagen populista con
la del gobernador mártir y la revista del Partido Socialista del Sureste afir-
maba que el espíritu de Carrillo Puerto se mantenía vivo en “el modesto y
fuerte” “Box Pato”.
En un intento por restaurar su menguante popularidad en medio de la
Gran Depresión de 1929 y las continuas dificultades políticas, García Correa
llevó el culto a Felipe Carrillo Puerto a otros niveles. Manuel Cirerol Sanso-
res lo convenció de construir un gigantesco mausoleo para guardar sus restos
mortales. La pirámide de estilo maya habría costado 300 000 pesos y habría
cubierto cuatro manzanas y hubiera empequeñecido al edificio más grande de
Mérida, la Catedral. Al final, el gobernador tuvo que abandonar el proyecto
por la falta de fondos y por defectos de ingeniería. Actualmente, el Parque de
las Américas ocupa el espacio que se había previsto para el monumento.
Como la malograda pirámide de Cirerol Sansores, gran parte del
proyecto populista de García Correa resultó desequilibrado y efímero. La
Gran Depresión y el cuasi colapso de Henequeneros de Yucatán obligaron
a reducir drásticamente los gastos previstos para las cooperativas e institu-
ciones de bienestar social. Sin los programas sociales de redistribución de
largo alcance o reformas estructurales integrales, el socialismo bartolista
hizo relativamente poco para mejorar las desesperadas condiciones de los
pobres del medio rural. Y más bien benefició a políticos en ascenso y a
pequeños propietarios rurales. En las zonas urbanas, algunos sectores de
las clases media y obrera también resultaron beneficiados, en especial los

68 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

miembros de las cooperativas de camioneros y baratilleros. Debido a que


el gobernador García Correa evitó una mayor fragmentación del Partido
Socialista del Sureste y logró minimizar la participación de los sectores más
conservadores de la oligarquía yucateca en la política estatal, su régimen
protegió, al menos, algunos de los logros de Carrillo Puerto. Pero dado
que tuvo un éxito parcial en lograr el apoyo popular se enfrentó a muchas
dificultades para imponer a un sucesor leal, enmedio de una oposición al
final de su mandato en 1933. La crisis del bartolismo coincidió con un hito
posrevolucionario nacional: el principio del fin del maximato de Calles y
el ascenso de Lázaro Cárdenas para convertirse en el líder indiscutido del
régimen revolucionario nacional.

4. DEL CALLISMO AL CARDENISMO: ALAYOLA BARRERA


Y LÓPEZ CÁRDENAS, 1934-1935

El 16 de julio de 1933 el electorado yucateco manifestó un sorprendente


repudio hacia el socialismo bartolista en la votación preliminar para nom-
brar al candidato a gobernador por el Partido Nacional Revolucionario y el
Partido Socialista del Sureste. A pesar de la amplia intimidación contra la
oposición y de muchas irregularidades electorales, un conteo confidencial
mostró que el candidato bartolista César Alayola Barrera acumulaba solo
27 745 votos, Gualberto Carrillo Puerto, 8 310 y José Castillo Torre, 28 175.
Muchos observadores creían que este había logrado todavía más votos. Aun-
que al final García Correa nulificó esta victoria, después de largas y costosas
negociaciones en la ciudad de México, la debacle indicaba el aparente fin
del bartolismo.
Los intentos de García Correa por imponer a César Alayola Barrera
como gobernador habían fracasado rotundamente desde el principio, a pesar
de ser admirado en los círculos políticos y financieros de Mérida por su inte-
gridad personal y sus logros profesionales —era abogado, profesor y juez—.
Era un antiguo miembro del Partido Socialista del Sureste y había ocupado

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 69


Ben Fallaw

una variedad de puestos importantes en la burocracia estatal, y había sido


elegido senador. Pero como candidato tenía pocos seguidores en la base ru-
ral del Partido. En marzo de 1933, en una dividida convención del Partido,
Alayola Barrera no logró la aclamación unánime como candidato debido a
las fuertes simpatías por Castillo Torre y Gualberto Carrillo. Para empeorar
las cosas, “Box Pato” tenía poca capacidad de patrocinio político para lograr
más votos para Alayola Barrera, pues desde abril de 1933 el Banco de Mé-
xico, al negarle extender la línea de crédito a Henequeneros de Yucatán,
lo obligó a realizar más recortes presupuestarios en el sector estatal, el que
generalmente era una fuente confiable de votos del Partido. Y por si fuera
poco, el 15 de abril de 1933 miembros de la Defensa Revolucionaria, de la
policía del estado y del ejército fueron emboscados en Opichén cuando al
intentar desarmar a seguidores de Gualberto Carrillo Puerto tres soldados
resultaron muertos. En represalia, la fuerza de asalto mató a por lo menos 23
vecinos del pueblo. Los enemigos de García Correa usaron la investigación
para presentarlo como un tirano sangriento. Desacreditado públicamente,
pidió licencia.
Sin embargo, Plutarco Elías Calles le otorgó a García Correa impor-
tantes concesiones. La primera fue que le permitió nombrar a Rafael Cebada
Tenreiro, un subordinado leal, como gobernador interino; designó nuevos
concejos municipales y los armó para romper el creciente y rápido apoyo a
Castillo Torre y a Gualberto Carrillo Puerto. También le concedió mante-
ner el control sobre los grupos paramilitares de la Defensa Revolucionaria,
la cual no había sido desmantelada a pesar de las demandas de la oposición.
Asimismo desvió cerca de medio millón de pesos del presupuesto del go-
bierno para financiar la maltrecha campaña de Alayola Barrera y, supuesta-
mente, sobornó a funcionarios importantes de la ciudad de México. Por su
parte, Alayola Barrera, aparentemente, logró el apoyo del administrador de
Henequeneros de Yucatán, Arturo Ponce Cámara, quien se había unido a
17 hombres de negocios influyentes de todo México para respaldar a Lázaro
Cárdenas para la presidencia, lo que implicó que podía esperar el favor del
próximo presidente en su camino hacia la gubernatura.

70 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

La maquinaria política de García Correa al servicio de Alayola Barrera


fue decisiva para enfrentar a dos oponentes que tenían fuerte apoyo dentro
del Partido Socialista del Sureste. Gualberto Carrillo Puerto, hermano menor
de Felipe, prometía resucitar el legado agrario de su hermano mártir con la
bendición de su amigo y próximo presidente Lázaro Cárdenas, quien idola-
traba a Felipe. En lugar de desmantelar el Partido bartolista, para Gualberto
lo importante era rescatarlo. Aunque criticaba a “Box Pato” por la masacre de
sus partidarios en Opichén y por su caciquismo, muchos líderes gualbertistas
eran también antiguos caciques. Al final, el exgobernador logró mantener
suficiente apoyo dentro del Partido para contrarrestar la fuerza de los gual-
bertistas en toda la zona henequenera que abarcaba de Motul a Maxcanú.
José Castillo Torre resultó un oponente mucho más peligroso para
Alayola Barrera porque contaba con apoyo tanto dentro como fuera del Par-
tido Socialista del Sureste. Miembro prominente de los llamados “señores
socialistas”, era un escritor y orador talentoso con muchos amigos y admira-
dores en la capital del país. Siempre había afirmado que hablaba por la “hono-
rable mayoría” de los miembros del Partido y tenía cierto apoyo de las Ligas
en Mérida y en el oriente. Él atrajo el apoyo de los enemigos conservadores
del Partido por haber escrito con Antonio Mediz Bolio una dura acusación
del régimen de García Correa titulada La agonía de Yucatán. El folleto lo
culpaba de corrupción, tiranía e incompetencia; y sutilmente recordaba a
los lectores blancos de clase alta la herencia maya de “Box Pato”, ya que lo
acusaba de alcoholismo y falta de autocontrol, figuras usadas frecuentemente
para denigrar a la gente de ascendencia indígena.
La campaña de Castillo Torre obtuvo importante apoyo de grupos con-
servadores que buscaban no solo desacreditar a García Correa, sino desemba-
razarse por completo del Partido Socialista del Sureste. Entre los castillistas
claves se encontraban Carlos R. Menéndez, sus sobrinos Gabriel Antonio y
Miguel Ángel Menéndez, Leopoldo Tommasi López, Ignacio Magaloni Ibarra
y Fernando Vales García, entre otros intelectuales conservadores cercanos a
sectores de la antigua oligarquía. También estuvo presente la cuestión del “fa-
natismo”. Algunos de sus enemigos lo acusaron de haber ayudado a organizar

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 71


Ben Fallaw

el Partido Nacional Católico en la segunda década del siglo XX. Aunque el


arzobispo Martín Tritschler y Córdoba prudentemente evitó involucrarse en
cualquier cuestión electoral y había firmado un pacto secreto con García Co-
rrea para permitir la amplia evasión de la legislación anticlerical, algunos curas
y varios líderes católicos laicos apoyaron a Castillo Torre. El discurso castillis-
ta reproducía la idea católica de la acción cívica: la creación de instituciones
honestas, mejor educación, confianza en una administración competente y
llamados sutiles a la jerarquía social. Aunque abogaba por la clase media y
estigmatizaba al porfiriato en sus escritos, logró el apoyo de cierto número
de familias de hacendados muy importantes, entre las cuales se encontraban
la Manzanilla, Molina y Palomeque. Su campaña no era contrarrevolucionaria
por sí misma, pero incluyó a católicos, hacendados y liberales clásicos, perso-
najes de grupos históricamente opuestos a la revolución en Yucatán.
A pesar de estos nexos comprometedores con grupos que se oponían
desde hacía tiempo a la revolución, Castillo Torre contaba con un amplio
apoyo de la clase trabajadora en Mérida y Progreso, lo que hacía problemá-
tico rechazar su campaña como si fuera un frente reaccionario. Él se apoyaba
en algunos veteranos operadores políticos del Partido Socialista del Sureste
en Yucatán, pero su sustento más fuerte entre los obreros provenía de ac-
tivistas anarco-sindicalistas independientes que habían estado durante largo
tiempo en conflicto con ese Partido. Aunque las juntas estatales de arbitraje
laboral controladas por el Partido Socialista habían prohibido desde hacía
mucho los sindicatos “independientes”, es decir, no afiliados al Partido So-
cialista, muchos trabajadores del sector cordelero y del transporte se habían
resistido a unirse a las Ligas. Varios participantes en la campaña castillista en
Mérida eran anarquistas organizadores de los obreros, quienes consideraban
que su victoria facilitaría la creación de sindicatos libres al quedar derrotado
y, posiblemente, desmantelado el Partido. Ellos y sus seguidores apoyaron
decididamente a Castillo Torre en Mérida y el puerto de Progreso era otro
semillero de castillistas.
En el puerto de Progreso, la alianza de Guillermo Romero con Gar-
cía Correa le permitió atraer a la fuerte y radicalmente independiente

72 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Federación Obrera de Progreso. Los enemigos de Romero lo acusaron de


aceptar recortes en los salarios y hacer concesiones políticas a “Box Pato” a
cambio del control del transporte público y de las cantinas. Muchos trabaja-
dores descontentos apoyaron a Castillo Torre en protesta contra el caciquis-
mo de Romero y para recuperar la autonomía de sus sindicatos.
Con una coalición tan amplia y variada, Castillo Torre parecía bien
posicionado para reclamar la gubernatura. El día de la elección, la maqui-
naria bartolista recurrió a todas las vías posibles para multiplicar los votos
en favor de Alayola Barrera y reducir el apoyo a Castillo Torre y, en menor
medida, a Carrillo Puerto. La Defensa Revolucionaria hostigó a los votantes
de la oposición. Los funcionarios bartolistas distribuyeron litros de licor para
atraer la simpatía hacia César Alayola Barrera. Para contrarrestar a Castillo
Torre en Mérida, García Correa envió autobuses, camiones y tranvías para
traer campesinos —algunos de lugares tan lejanos como Campeche— a los
puntos de votación en la capital del estado. Supuestamente, los enfermos
del hospital estatal, los prisioneros de la cárcel estatal y los internos del asilo
del estado votaron por el candidato oficial. En todas partes surgieron acusa-
ciones de fraude y nunca se publicó el resultado del conteo oficial. Tanto la
prensa como los reportes internos del gobierno sugieren que el vencedor fue
Castillo Torre. Al final surgieron tantas dudas sobre la votación y de las cre-
denciales revolucionarias que el resultado de la elección tuvo que definirse
en la ciudad de México.
Entonces siguieron las negociaciones bizantinas entre los representan-
tes de los candidatos rivales y varios actores nacionales —Calles, funciona-
rios del Partido Nacional Revolucionario, de la Secretaría de Gobernación,
del candidato presidencial Lázaro Cárdenas y su rival derrotado Manuel
Pérez Treviño—. Finalmente, García Correa indujo a miembros cercanos
a Calles a respaldar a Alayola Barrera y a destacar los dudosos nexos de
Castillo Torre que Calles consideraba reaccionarios, principalmente su
vínculo con los hacendados. Además, la decisión de Castillo Torre de apo-
yar a Pérez Treviño contra Cárdenas en la competencia por la candidatura
presidencial, también lo afectó. En todo caso, el Jefe Máximo se decidió a

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 73


Ben Fallaw

favor de Alayola Barrera. Así terminó una campaña electoral marcada por
altos niveles de participación popular, pero cuyo resultado, a fin de cuentas,
fue decidido por Plutarco Elías Calles.
César Alayola Barrera tomó posesión el 1 de febrero de 1934 con una
tesorería estatal vacía, con Henequeneros de Yucatán profundamente en-
deudado y un Partido Socialista del Sureste dividido. Manuel Escoffié, sagaz
editor de El Yucatanista, hizo notar irónicamente que en realidad Yucatán te-
nía cuatro gobernadores: Alayola Barrera, su mentor García Correa, Arturo
Ponce Cámara, administrador de Henequeneros de Yucatán, y Plutraco Elías
Calles. Sin embargo, el panorama político regional estaba cambiando rápi-
damente. A fines de 1933 Calles había perdido la fe en “Box Pato”; y Láza-
ro Cárdenas, quien tomó posesión como presidente en diciembre de 1933,
dejó claro que ya lo no consideraba como “el hombre necesario” en Yucatán.
El secretario personal de Cárdenas, Luis I. Rodríguez, denunció a los “ falsos
líderes motivados por la avaricia que se disfrazan como revolucionarios”,
clara amonestación a los jefes callistas como García Correa.
Para cumplir el mandato cardenista de desmantelar las maquinarias
políticas regionales corruptas y atender los continuos llamados de austeridad
del Banco de México, Alayola Barrera rompió con García Correa, y solu-
cionó el problema de raíz al despedir a los burócratas estatales, incluyendo
a muchos veteranos operadores bartolistas. Se acercó a los castillistas y gual-
bertistas, con la esperanza de incorporarlos a la Asociación Revolucionaria
Pro Yucatán, su nueva organización que, con la sección estatal del Parti-
do Nacional Revolucionario, reemplazaría al Partido Socialista del Sureste
como el brazo electoral en Yucatán, lo que le permitiría controlar al estado
sin García Correa. En otras palabras, su intención era desmantelar al Partido
Socialista en nombre de la responsabilidad financiera y de la reforma políti-
ca. Pero esta propuesta creó un conflicto regional.
Después de romper con el “Box Pato”, el gobernador Alayola Barrera
quitó a los caciques bartolistas de los cargos locales y apoyó a los gualbertistas
y castillistas en las elecciones municipales, pero desafortunadamente Gual-
berto Carrillo Puerto y José Castillo Torre todavía pensaban en eliminarlo de

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

la gubernatura. Sin la maquinaria electoral del Partido Socialista del Sureste,


ni poderosos iconos como el culto de héroe a Felipe Carrillo Puerto y el
triángulo rojo del Partido, los operadores de Alayola Barrera tenían poco
poder de atracción sobre los votantes rurales. Antiguos bartolistas se infil-
traron y se apoderaron de los comités locales de la Asociación Revoluciona-
ria, del Partido Nacional Revolucionario estatal e incluso de la Liga Central
del Partido Socialista del Sureste. En las elecciones municipales del otoño
de 1934, los bartolistas ganaron en ciudades grandes como Tizimín, Espita
y Progreso, entre otras. Alayola Barrera respaldó a las élites provinciales
conservadoras en Tizimín, Sotuta y Motul. En Progreso e Izamal, católicos
vinculados con el grupo de Castillo Torre y hostiles al Partido Socialista del
Sureste dominaron en las elecciones locales con la bendición de Alayola Ba-
rrera. Y solo uno de los nueve diputados locales elegidos al mismo tiempo
era leal al gobernador. Entre tanto, elegido senador en 1934 García Correa
mantenía una fachada pública de cooperación con Alayola Berrera, mientras
conspiraba para deponerlo y recuperar el control de la política yucateca.
En la lucha contra César Alayola Barrera, Bartolomé García Correa se
apoyó en su conocimiento de la política regional y nacional y en la vasta red
de amigos y clientes, construida durante la década de 1920. En la ciudad de
México sus agentes hicieron publicar en la prensa nacional artículos en los
que se trataba al gobernador de antiobrero y proeclesiástico, y para minar
su poder puso a gente leal en puestos de la burocracia federal en Yucatán.
El nuevo director de Educación Federal en Yucatán, Antonio Betancourt
Pérez, usó a la burocracia educativa federal para desacreditar a Alayola Ba-
rrera con el estigma de reaccionario. Irónicamente, la ruptura del presidente
Lázaro Cárdenas con Plutarco Elías Calles, a mediados de 1935, le dio a
García Correa una ventaja fundamental, a pesar de que desde 1928 era cer-
cano a Calles. La caída de Alayola Barrera fue consecuencia de los profundos
cambios que ocurrieron en la ciudad de México cuando en junio de 1935 el
presidente Lázaro Cárdenas expulsó del país a Plutarco Elías Calles.
Más que cualquier otro presidente de la era revolucionaria, Lázaro
Cárdenas (1935-1940) se percató de la promesa radical de la revolución.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 75


Ben Fallaw

Después de que le puso fin al maximato, usó el populismo, la reforma es-


tructural progresiva y una coalición de frente popular con el Partido Comu-
nista Mexicano para estabilizar al Estado posrevolucionario, profundamente
sacudido por la Gran Depresión de 1929. Igualmente importante fue que el
presidente de la república convirtió a los pobres de las zonas rurales y a los
obreros urbanos en destinatarios de los programas sociales gubernamenta-
les. En el ámbito fiscal, Cárdenas revirtió la fallida política de austeridad de
Calles, enfocada a equilibrar el presupuesto, y buscó promover la industria
nacional y aumentar los ingresos mediante el déficit presupuestario y el na-
cionalismo económico. En lo social, aceleró la reforma agraria y amplió la
educación rural. En el aspecto político, su ruptura con Calles le permitió
movilizar a obreros y campesinos para socavar las maquinarias políticas re-
gionales alineadas con el Jefe Máximo. A medida que giraba hacia la izquier-
da, Cárdenas marcó como callistas reaccionarios a los grandes terratenientes
y políticos regionales identificados con el maximato, lo que hacía política-
mente vulnerable a Alayola Barrera.
Cárdenas hizo de la zona henequenera de Yucatán y de la Comarca La-
gunera de Coahuila-Durango sus dos laboratorios nacionales para la reforma
agraria. Él tenía la esperanza de que el ejido modernizara económicamente el
México rural al servir como canal para el crédito, la tecnología y otros insu-
mos dirigidos, bajo la supervisión de una amplia burocracia agraria federal, a
los campesinos y los antiguos peones. En el aspecto social, la reforma agraria
cardenista liberaría a los peones de la influencia de los hacendados y creía que
esta transformación estructural cambiaría el tejido mismo de la vida rural,
pues los campesinos abandonarían el catolicismo sincrético y el alcoholismo,
sus pasatiempos seculares, a favor de la escuela y de la sobriedad, respecti-
vamente. Políticamente, la reforma agraria tenía claros fines corporativistas:
los nuevos ejidatarios serían en las décadas venideras la reserva electoral del
Partido que gobernaba el país, el “voto verde”.
Para los admiradores de Cárdenas, esta reforma agraria daba poder
político a campesinos y peones y creaba una economía rural más equitati-
va y productiva y destruía un orden social feudal. Pero para sus críticos la

76 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

intervención federal era un desastre, arruinaba la industria henequenera y


subyugaba a Yucatán a los caprichos burocráticos de la ciudad de México.
La reforma agraria cardenista únicamente aceleró el inevitable declive de la
industria henequenera causado por dos cambios irreversibles en el mercado
mundial de las fibras duras: la aparición de la competencia asiática y africana y
la descapitalización del sector henequenero, que había comenzado hacía más
de una década. En lo material, los campesinos y los peones ganaron poco con
el cardenismo y los planes utópicos para lograr una modernización radical de
la cultura rural nunca se hicieron realidad en el ejido henequenero, pues las
élites económicas y políticas yucatecas la socavaron lentamente, y al final
revirtieron, muchos de los intentos de la ciudad de México por ejercer un
mayor control sobre los asuntos de Yucatán y transformar a la península.
Sin embargo, a corto plazo, Cárdenas amplió la presencia, los gastos y
el poder del gobierno federal en Yucatán. Desde 1934, aproximadamente,
hasta mediados de 1937 el gobierno nacional dependió de cuatro principa-
les intermediarios institucionales para convertir a Yucatán en un laborato-
rio revolucionario: la burocracia agraria nacional estacionada en Yucatán
—Departamento Agrario, Banco Nacional de Crédito Ejidal, instituciones
encabezadas por Candelario Reyes—, las unidades del ejército federal des-
tacadas en el estado bajo el mando de los generales Francisco Mújica, Rafael
Cházaro Pérez e Ignacio Otero Pablos; los inspectores laborales federales y,
finalmente, los representantes del Partido Nacional Revolucionario y de la
Secretaría de Gobernación, que vigilaban las elecciones y supuestamente su-
pervisaban al Partido Socialista del Sureste y a otras organizaciones laborales
afiliadas al partido gobernante.
Al mismo tiempo, varios grupos que representaban a obreros, campe-
sinos, peones, profesores, jóvenes e incluso mujeres pidieron la intervención
federal a su favor y desafiaron al régimen conservador de Alayola Barrera. De
1934 a 1935 compitieron por el apoyo popular y la influencia política grupos
comunistas encabezados por Antonio Betancourt Pérez, y que representa-
ban a profesores, campesinos, peones, jóvenes y mujeres organizados en un
frente popular por asociación, la Federación Sindical Independiente; sectores

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Ben Fallaw

más antiguos del Partido Socialista del Sureste con cierto grado de apoyo de
campesinos y peones, la facción de Gualberto Carrillo Puerto, y organiza-
ciones obreras independientes (anti-Partido Socialista del Sureste) de varias
corrientes ideológicas —la Federación Regional de Obreros y Campesinos,
afiliada a Vicente Lombardo Toledano, la anarco-sindicalista Confederación
General de Trabajadores y grupos obreros urbanos de ideología similar de
Mérida y Progreso—. Aunque la antigua oligarquía henequenera y vetera-
nos operadores del Partido Socialista del Sureste, cercanos a García Correa,
fueron denunciados como reaccionarios callistas, estas dos facciones se mos-
traron proclives a cooptar a los grupos populares cardenistas y a imitar la
retórica radical del presidente.
La reforma agraria fue el punto de apoyo del proyecto cardenista en
Yucatán, y el presidente Cárdenas le confió al director del Departamento
Agrario en el estado, Candelario Reyes, la función de supervisar la reparti-
ción, atrasada durante mucho tiempo, de muchas haciendas henequeneras.
Reyes demostró que era un líder notablemente honesto y persistente. Aun-
que logró establecer muchos nuevos ejidos en la zona henequenera, estos
sufrían problemas serios. En primer lugar, solo los campesinos residentes
en los pueblos eran elegibles para formar parte del ejido, lo que significaba
que los peones que trabajaban en las haciendas se quedaron sin empleo y sin
acceso al trabajo en el ejido. En segundo, los créditos que se les entregaba
a los nuevos ejidatarios como anticipo eran inferiores, y en ocasiones resul-
taron inferiores a los miserables salarios que les pagaban en las haciendas,
aparte de que algunos únicamente recibían el pago de algunos días de trabajo
por semana. En tercer lugar, como no eran empresas no tenían la obligación
de proporcionar a sus socios educación y salud. Y cuarto, a pesar de que los
ejidos eran administrados por comisarios elegidos democráticamente, final-
mente los que terminaron administrándolos fueron los ingenieros federales
y otros empleados, aparte de que se entremetían en las elecciones ejidales y
utilizaban los recursos federales como una forma de patrocinio.
De 1934 a 1935 los hacendados trataron de empeorar la mala situa-
ción de los ejidos henequeneros y desmantelaron las máquinas raspadoras

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

cuando vieron próxima su expropiación en beneficio del henequén ejidal.


Cuando se les requirió ceder a los ejidatarios los planteles de henequén,
ofrecieron los de menor calidad y trataron de aprovechar las imperfeccio-
nes del reparto y, aliados con el Partido Socialista del Sureste y el gober-
nador Alayola Barrera, intentaron convencer a los funcionarios federales
de adoptar un plan agrario alternativo que dejara intactas la mayoría de las
haciendas y limitara, en su caso, la presencia del gobierno federal en Yuca-
tán. Los hacendados alentaron y patrocinaron protestas de los sindicatos de
la Confederación General de Trabajadores y de peones y campesinos contra
Candelario Reyes. El mensaje por toda la zona henequenera era rechazar la
“esclavitud” de los ingenieros federales y exhortaba a peones y campesinos a
defender su estatus de “hombres libres”. En lo económico, enfatizaba el he-
cho de que generalmente los peones ganaban más que los ejidatarios. Desde
luego, los hacendados hicieron mayor la diferencia entre haciendas y ejidos
por medio de la distribución gratuita de alcohol, comida y otros incenti-
vos para que los campesinos rechazaran la reforma agraria. En Muxupip,
Tixkokob y otros poblados, el respaldo de los hacendados ayudó a la Con-
federación General de Trabajadores a lograr un amplio apoyo popular.
En respuesta, Candelario Reyes invocó la herencia agraria de Felipe
Carrillo Puerto y el mensaje populista de Lázaro Cárdenas con el fin de ins-
tar un sentimiento prorrevolucionario entre los desanimados ejidatarios,
aunque, a veces, recurría a tácticas controvertidas: armar a los ejidatarios
leales, enviar tropas federales para arrestar a líderes de la Confederación
General de Trabajadores, reducir el aprovisionamiento de maíz subsidiado
a los ejidatarios rebeldes y apoyar a los caciques agrarios que dominaban los
comisariados ejidales. Algunos ejidatarios llegaron a percibir la actitud de los
ingenieros federales de Reyes, similar a la de los capataces de las haciendas o
de los caciques. El paternalismo de muchos funcionarios federales que veían
a los mayas como incompetentes reforzó esta percepción negativa.
Los enemigos de la reforma agraria en Yucatán exageraban y distor-
sionaban los problemas en artículos de prensa y en quejas que enviaban a
la ciudad de México. Sin embargo, en los hechos, en algunos pueblos el

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 79


Ben Fallaw

ejido tuvo cierto apoyo popular. Pero, de 1934 a 1935, el financiamiento


insuficiente y las constantes escaramuzas políticas mantuvieron en jaque a la
reforma agraria en la zona henequenera. Aunque Alayola Barrera, junto a
la Confederación General de Trabajadores, y los agentes de los hacendados
cabildearon para los planes de Candelario Reyes, Cárdenas mantuvo firme
su apoyo y prefirió pagar un alto costo económico y político con la esperanza
de una transformación futura.
El ejido no era el único motor del cambio social cardenista. Para el
presidente Cárdenas, las escuelas federales debían hacer mucho más que
educar a los niños. Como parte de la doctrina de educación socialista, los
profesores federales organizaron sindicatos de peones, tramitaron solicitu-
des de reparto agrario y promovieron la conciencia de clase. En enero de
1935, Antonio Betancourt Pérez, antiguo protegido de García Correa, quien
había viajado en secreto a Moscú para entrenarse en el Instituto Lenin, se
hizo cargo de las escuelas federales yucatecas. Como superintendente fede-
ral, defendió enérgicamente las reformas cardenistas y de manera encubierta
ayudó a organizar células comunistas de profesores y obreros urbanos. A su
vez, estas células organizaron a 2 500 peones en sindicatos de la Federación
Sindical Independiente y movilizaron a jóvenes y mujeres por medio de los
comités de las Juventudes Socialistas Unidas de México y del Frente Único
Pro Derechos de las Mujeres, respectivamente.
Antonio Betancourt Pérez despidió a los profesores de mayor edad
y más conservadores y los reemplazó por otros más jóvenes y entusiastas,
sin preparación normalista, muchos de ellos comunistas. Se enfocó casi ex-
clusivamente en las 150 escuelas recién federalizadas en las haciendas hene-
queneras —exactamente los lugares en donde Reyes estaba llevando a cabo
la reforma agraria con mucha energía—, e ignoró, en gran medida, a las
escuelas federales del sur y del oriente del estado, que desde principios de la
década habían recibido apoyo de la Secretaría de Educación Pública. Bajo su
dirección, las escuelas federales realizaban festivales en los que se enaltecía
la conciencia de clase (como el del cumpleaños de Carlos Marx), alentaban a
los estudiantes a expresar solidaridad con la Unión de Repúblicas Soviéticas

80 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Socialistas y enseñaban que la Guerra de Castas de 1847 había sido una lucha
de clases del campesinado. En las escuelas se cantaba La Internacional y los
estudiantes se vestían como los Jóvenes Pioneros Soviéticos y desfilaban con
el puño izquierdo levantado.
El celo izquierdista de Betancourt Pérez indignó a los profesores de
mayor edad y enfureció a muchos. Con demasiada frecuencia los jóvenes
reclutas resultaban incompetentes o simplemente abandonaban el trabajo.
En otros casos, los jóvenes maestros eran eficaces como instructores y orga-
nizadores. Por ejemplo, en Kinchil, el maestro Bartolomé Cervera Alcocer
convirtió al pueblo en un baluarte del cardenismo. Estableció un programa
de clases activo para los niños durante el día y de clases nocturnas para los
adultos, y organizó una cooperativa y un sindicato para los mayas pobres que
producían carbón. Las mujeres tuvieron un papel clave bajo el liderazgo de
Felipa Poot.
Pero tanto en Kinchil como en otros pueblos los hacendados y mu-
chos líderes locales del Partido Socialista del Sureste se oponían a la es-
trategia de frente popular de Betancourt Pérez; y en muchos lugares los
funcionarios cerraron las escuelas federales y expulsaron o encarcelaron a
los profesores. Sus enemigos lo acusaron de violar las regulaciones sobre
la promoción y la supervisión de profesores establecidos por la Secretaría
de Educación Pública. En respuesta, el 25 de febrero de 1935 estudiantes
izquierdistas encabezados por su lugarteniente, Hernán Escalante, saquea-
ron y quemaron los archivos del Departamento de Educación del estado.
Betancourt Pérez se vio obligado a renunciar cuando la prensa nacional
reveló que, obedeciendo a una directiva de la Secretaría de Educación Pú-
blica, les había ordenado a los profesores firmar juramentos secretos en
los que se comprometían a abstenerse de realizar actividades religiosas.
Sin embargo, a pesar de su renuncia, muchos profesores, definitivamente
izquierdistas, permanecieron todavía en las escuelas de todo Yucatán y la
Federación Sindical Independiente seguía ganando fuerza, especialmente
entre los campesinos y los peones de los límites sureños y occidentales de
la zona henequenera.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 81


Ben Fallaw

Pero el ascenso de la izquierda cardenista y los conflictos locales laten-


tes generados a raíz de la reforma agraria eran solo dos de los problemas que
minaban poco a poco las fuerzas políticas de César Alayola Barrera. El Ban-
co de México presionaba al gobernador y a Henequeneros de Yucatán para
que continuaran con la controvertida política de restringir la producción
para tratar de aumentar el precio del henequén en el mercado internacional,
lo que condujo a un mayor desempleo en la zona henequenera. Además,
el Banco se negó a otorgar más concesiones tributarias, lo que obligó a la
Henequeneros de Yucatán a suspender los préstamos de emergencia a los
productores grandes y pequeños; al mismo tiempo, el gobierno de Cárdenas
rechazaba los argumentos de los hacendados para reducir el salario mínimo.
Alayola Barrera tenía pocas opciones para enfrentarse a la creciente re-
sistencia política y al descontento social de la zona henequenera. A mediados
de 1935, importantes actores políticos se estaban alineando contra él. Can-
delario Reyes lo acusó de ser culpable del fracaso de la reforma agraria. Los
profesores federales le reprocharon amargamente su oposición a la educación
socialista. Muchos sospechaban que Betancourt Pérez incitaba a los enemigos
de Alayola. En el gabinete presidencial, el general Francisco Mújica, enton-
ces Secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, le aconsejó a Cárdenas
presionar todavía más al gobernador. El nuevo comandante del ejército fe-
deral en Yucatán, el general Rafael Cházaro Pérez, yucateco de nacimiento,
demostró que tampoco era su amigo. El presidente Cárdenas le pidió a Ala-
yola Barrera que hiciera más para apoyar el proyecto de reforma agraria de
Candelario Reyes y a las escuelas federales. Pero los aliados del gobernador se
negaban a ambas cosas y los pusieron en una posición insostenible.
Los enemigos de Alayola Barrera habían aconsejado a Cárdenas su
destitución por su vínculo con el callismo; y en septiembre de 1935 apro-
vecharon el conflicto social creciente que amenazaba con paralizar la eco-
nomía yucateca. Las organizaciones obreras de Yucatán resentidas con el
gobernador organizaron una manifestación popular con el fin de obligarlo
a dimitir. El 30 de septiembre, dos federaciones laborales claves: la Fede-
ración Regional de Obreros y Campesinos, alineada entonces con Vicente

82 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Lombardo Toledano, y la comunista Federación Sindical Independiente co-


menzaron en el centro de Mérida una huelga en contra del gobernador, lo
acusaban de estar contra los trabajadores y contra Lázaro Cárdenas. Días
después se unieron a la protesta grupos de trabajadores independientes
anarco-sindicalistas: los peones y trabajadores de la Confederación General
de Trabajadores, la Federación Obrera de Progreso, el recién formado Sin-
dicato de Cordeleros de Yucatán y el Sindicato Ferrocarrilero Peninsular.
El paro ferrocarrilero paralizó la economía del henequén, a pesar de que el
general Mújica, el secretario de Comunicaciones y Transportes, exhortó a
los trabajadores de Mérida y Progreso a regresar a sus puestos de trabajo y le
pidió a Cárdenas que los nacionalizara.
El gobernador Alayola Barrera trataba desesperadamente de resolver
las demandas de los trabajadores y aunque designó a su secretario de gobier-
no, Fernando López Cárdenas, para negociar con los huelguistas no logró
una solución rápida, cuestión que lo debilitó todavía más. Mientras tanto,
el general Cházaro Pérez, comandante de las fuerzas federales en Yucatán,
le negó permiso para desalojarlos con la fuerza armada. La prolongación del
paro lo obligó, el 5 de octubre de 1935, a pedir licencia e ir a la ciudad de
México en un último y desesperado intento de obtener el apoyo de Cárde-
nas para solucionar las huelgas. Mientras, el Congreso del estado nombró a
Fernando López Cárdenas gobernador interino. Sin embargo, los trabajado-
res estaban indignados y querían continuar la huelga hasta que se atendieran
sus demandas, y no confiaban en López Cárdenas debido a sus nexos con el
Partido Socialista del Sureste bartolista. El presidente Cárdenas autorizó al
general Cházaro Pérez a resolver el conflicto como mejor le pareciera y no
movió un dedo cuando los seguidores de López Cárdenas en el Partido So-
cialista del Sureste rompieron violentamente la huelga.
Fernando López Cárdenas llegó al interinato con un mandato cuestio-
nado. No contaba con el apoyo de los grupos populares cardenistas en Yuca-
tán ni con el respaldo directo del presidente de la república. Sus vínculos con
García Correa reforzaron la percepción de que era solamente otro gober-
nador callista. Para empeorar, el general Cházaro Pérez, su gran protector

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 83


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y vía de acceso a Cárdenas, murió en un trágico accidente de aviación el 26


de junio de 1936, por lo que trató de ganar la confianza del presidente me-
diante su apoyo a la izquierda cardenista en Yucatán y de la aceleración de la
reforma agraria.
Para consolidar su alianza con la izquierda, el gobernador López Cár-
denas nombró al controvertido líder comunista Antonio Betancourt Pérez
para dirigir el sistema de educación estatal. Como lo había hecho con las
escuelas federales, adoptó un currículum marxista y contrató inspectores y
profesores comunistas para las escuelas estatales. Aunque permaneció bre-
vemente en el puesto, y no todos sus profesores estaban preparados para
dirigir una escuela, su nueva legión de profesores estatales izquierdistas,
apoyados por trabajadores comunistas de la cervecería yucateca y de los
establos, organizaron a los peones, a los jóvenes y a las mujeres. Durante
los días festivos de fines de 1935 y principios de 1936, los cardenistas ga-
naron apoyo en muchos pueblos. Sus logros sociales se evaporaban con el
tiempo, pero en esta coyuntura histórica decisiva sirvieron para estimular
la visión presidencial de un cambio revolucionario en contra de una fuerte
resistencia conservadora.
El regreso del polémico Betancourt Pérez a la vida pública le dio al
gobernador López Cárdenas un intermediario clave para acercarse a la iz-
quierda, pero también polarizó más a la sociedad y a la política yucateca. La
representación en Mérida de la Avanzada Cívica, una organización fascista
nacional, puso en la mira al autoproclamado “maestro del marxismo” por
considerarlo un peligroso agente soviético. Durante los choques callejeros
de verano de 1936 entre los miembros del Partido Comunista Mexicano y la
Avanzada, se hizo famosa la amenaza de Betancourt: “Bajaré de los montes
de Hunucmá 5 000 indios para acabar con todos los miembros de la Avan-
zada Cívica”. Cuando el gobernador impidió la persecución de Betancourt
Pérez por su participación en la trifulca, la Cámara Nacional de Comercio se
unió a las protestas. Ahora Yucatán era un campo de batalla ideológico, en
donde los intereses nacionales de la izquierda y la derecha buscaban agentes
y se confrontaban.

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Además de la agitación y la propaganda, las movilizaciones organiza-


das por Betancourt Pérez obligaron hasta cierto punto al renuente gober-
nador López Cárdenas a llevar a cabo la reforma agraria y darle prioridad
a los derechos de los trabajadores. Sin embargo, con el fin de organizarse
en las zonas rurales, muchas veces los profesores izquierdistas y los activis-
tas tenían que aliarse con oscuros intermediarios incrustados en camarillas
políticas locales. Por ejemplo, para levantar una larga huelga de los peones
de la hacienda Temozón, en Abalá, la Federación Sindical Independiente se
apoyó en el inspector laboral estatal José María Bolio Méndez, un exhacen-
dado, y en el poderoso cacique de Muna Sóstenes Carrillo Rodríguez. En
Motul, la izquierda cardenista logró un gran éxito al ganar apoyo popular sin
comprometerse en alianzas cuestionables. El catalizador de este logro fue el
carismático joven conductor de camiones Rogerio Chalé, quien sacudió a las
Ligas de resistencia de campesinos y peones del Partido Socialista del Sureste
cuando hizo cumplir el pago del salario mínimo y desafiar constantemente a
los hacendados. Sus esfuerzos y ejemplo superaron a la sólida red de sindi-
catos de peones de la Confederación General de Trabajadores alineados con
los hacendados y posicionados radicalmente en contra de la reforma agraria.
En agradecimiento, López Cárdenas promovió a Chalé para la presidencia
del Partido Socialista del Sureste con la esperanza de fusionar al Partido con
la izquierda y recuperar terreno contra la coalición de trabajadores indepen-
dientes y hacendados que se le oponía.
Sin embargo, el destino del gobernador López Cárdenas dependía del
resultado de la reforma agraria. El presidente Cárdenas no iba aceptar nada
que no fuera la creación exitosa de docenas de ejidos en la zona heneque-
nera, pero los conflictos sociales seguían desestabilizando políticamente a
Yucatán. Cuando tomó posesión como gobernador interino, López Cárde-
nas prometió trabajar duro para transferir los planteles de henequén a los
ejidos. Sin embargo, Candelario Reyes todavía se quejaba en la ciudad de
México de falta de apoyo por parte del gobernador, pues había interveni-
do para evitar que el Banco Nacional de Crédito Ejidal se apoderara de las
máquinas raspadoras de las haciendas para usarlas en los ejidos y que esta

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 85


Ben Fallaw

acción lo hacía sospechar de que estaba coludido con los hacendados para
detener la reforma agraria.
Reyes responsabilizaba a los hacendados y a los políticos yucatecos de
la situación difícil de los ejidos. Pero ellos no tenían la culpa de los serios
problemas que aquejaban a la reforma agraria: falta de financiamiento, pla-
neación deficiente y resistencia de los peones, quienes perderían su medio
de subsistencia si la reforma agraria afectaba sus haciendas. Entre septiembre
de 1935 y mayo de 1936 se produjeron choques entre agraristas respaldados
por la burocracia agraria federal y los peones de Xcanatún, Motul, Acanceh,
Chapab, Conkal y Dzidzantún, todos afiliados a la Conferación General de
Trabajadores y financiados por los hacendados, por lo que varios incidentes
derivaron en violencia.
A mediados de 1936 los conflictos generados por la reforma agraria
en la zona henequenera condujeron a Candelario Reyes a unirse a la lista
de intereses poderosos que pedían un nuevo gobernador para Yucatán. Los
católicos y otros grupos sociales conservadores no toleraban el crecimiento
de la izquierda cardenista y la controvertida presencia de Betancourt Pérez.
Los activistas obreros independientes de tendencia anarco-sindicalista se sin-
tieron traicionados por López Cárdenas, en particular los ambiciosos líderes
del Sindicato Ferrocarrilero Peninsular, y los hermanos González Inurre-
ta —Mamerto, Carlos y César— lo acusaban de responder con evasivas al
compromiso de los trabajadores de sectores económicos fundamentales.
Enrique Aznar Mendoza formó hábilmente una coalición variopinta
para derrocar al asediado gobernador López Cárdenas. Con un amplio fi-
nanciamiento de sectores decisivos de la antigua oligarquía, preparó otra
huelga general para obligar a dimitir a un gobernador “callista” en nom-
bre del obrerismo cardenista. En primer lugar, Aznar Mendoza realizó
una contribución sustancial al nuevo comandante de las fuerzas federales
en Yucatán: general Ignacio Otero Pablos, quien estaba reuniendo fondos
para su campaña por el gobierno de Sonora, para que filtrara información a
Los Pinos en contra de López Cárdenas. En segundo lugar, Aznar Mendo-
za alentó la formación de un frente laboral anticomunista independiente;

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

y como asesor jurídico del Sindicato de Ferrocarrileros Peninsulares se


opuso al gobierno del estado por el control de los ferrocarriles estatales
ganó el apoyo del zar laborista de Lázaro Cárdenas, Vicente Lombardo
Toledano, y de su Confederación de Trabajadores de México, y se negó a
registrar a los choferes de taxis independientes bajo el nombre de Frente
Único de Trabajadores del Volante; quienes se declararon en huelga contra
López Cárdenas supuestamente para romper el “monopolio callista” de las
cooperativas de camioneros del Partido Socialista del Sureste. En tercer
lugar, Aznar respaldó la campaña de Gualberto Carrillo Puerto para sena-
dor, quien reactivó su red estatal probada por primera vez en la campaña
por la gubernatura de 1933 y conectada con la resistencia a la reforma
agraria cardenista.
Enrique Aznar Mendoza encontró muchos aliados contra el goberna-
dor López Cárdenas en la ciudad de México. Las críticas de Candelario Re-
yes al gobernador convencieron a burócratas federales agrarios de que era
un obstáculo para la reforma agraria. Emilio Portes Gil, entonces presiden-
te nacional del Partido Nacional Revolucionario, favoreció en la elección
a senador a Gualberto Carrillo Puerto frente a Gonzalo López Manzanero
con el fin de bloquear la expansión del Partido Comunista Mexicano. Iró-
nicamente, los enemigos de López Cárdenas lo presentaban como callista
debido a su oposición a los obreros independientes y a Reyes, y a su des-
acuerdo por denunciar los nexos de Aznar Mendoza con sectores claves de
la antigua oligarquía yucateca.
El 25 de mayo de 1936 comenzó una huelga general de obreros,
peones y campesinos en apoyo al Frente Único de Trabajadores del Volan-
te. Mientras coreaban “viva Cárdenas”, los manifestantes se aglomeraron
frente al palacio de gobierno para pedir la renuncia del gobernador López
Cárdenas. Después de que la policía estatal disparó con subametralladoras
contra los manifestantes, el 1 de julio de 1936 López Cárdenas, en desgra-
cia, renunció. En este momento los planes de Aznar Mendoza se salieron
de cauce debido a que Florencio Palomo Valencia, un funcionario federal
agrario, dio un atrevido pronunciamiento por su propio nombramiento.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 87


Ben Fallaw

El diputado Pedro Castro Aguilar lo propuso para gobernador interino, lo


que fue aprobado por el Congreso estatal y con lo que Cárdenas estuvo de
acuerdo. Durante este breve segundo interinato —de julio de 1936 a ene-
ro de 1938—, el proceso de reforma agraria cardenista fue manipulado y
finalmente cooptado por el bloque de burócratas del gobernador interino,
los líderes populares domesticados y los hacendados. Esta camarilla frustró
los planes ambiciosos de transformación revolucionaria de Lázaro Cárdenas
y reafirmó su fuerte influencia sobre la política yucateca.

5. EL CARDENISMO COMPROMETIDO: PALOMO VALENCIA


Y CANTO ECHEVERRÍA

Durante la conspiración de Aznar Mendoza contra López Cárdenas, Palomo


Valencia jugó magistralmente ajedrez político. Primero ayudó a derrocar al
gobernador interino, y luego reclamó la gubernatura para sí mismo. Aunque
era yucateco de nacimiento, había pasado la mayor parte de su carrera profe-
sional en la ciudad de México, donde había ganado reputación como técnico
experto en henequén, en la Universidad Nacional Autónoma de México, y
como un consultor clave de varias agencias agrarias federales. No era sor-
prendente entonces que contara con el apoyo de Gabino Vázquez, el general
Francisco Mújica y otros importantes cardenistas en el ámbito nacional para
que encabezara desde 1936 el Departamento Agrario en Yucatán y fungiera
como el representante federal en Henequeneros de Yucatán. Aunque Palo-
mo Valencia balanceó con destreza a los grupos de intereses más importantes
de Yucatán —los militares federales, el Partido Comunista Mexicano, la
antigua clase política del Partido Socialista del Sureste y los hacendados—,
mientras, limitaba sutilmente a la burocracia agraria federal que alguna
vez lo empleó.
Para mantener el apoyo del general Ignacio Otero Pablos, coman-
dante de las fuerzas federales en Yucatán, y evitar la repetición de las huel-
gas que hicieron caer a sus dos predecesores, Palomo Valencia nombró a

88 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

militares para ocupar puestos en el área de vigilancia y seguridad pública


del estado. Esto le permitió enfocarse en la cuestión agraria. Al igual que
Alayola Barrera y López Cárdenas, Palomo Valencia tuvo que enfrentar la
demanda inflexible de Cárdenas de ejecutar la reforma agraria. Sin embar-
go, estaba decidido a debilitar la influencia de la burocracia agraria federal
en Yucatán. Finalmente logró ambas cosas por medio de la cooptación de
la izquierda yucateca. Con el apoyo del jefe nacional del Partido Comunista
Mexicano Hernán Laborde, de quien Palomo Valencia se hizo amigo en la
ciudad de México, este partido purgó a Betancourt Pérez y puso a Hernán
Escalante. En compensación, Palomo Valencia subsidió al Partido Comu-
nista en Yucatán, a su frente popular, la Federación Sindical Independiente
y dio a los miembros del Partido muchos puestos gubernamentales, plazas
de profesor, contratos del gobierno, presencia en el Partido Nacional Re-
volucionario estatal e incluso puestos en algunos concejos municipales. En
consecuencia, la Federación Sindical, las Juventudes Socialistas Unidas de
México y el Frente Único Pro-Derechos de las Mujeres se convirtieron en
parte de su maquinaria política. Cuando los seguidores de Gualberto Carri-
llo Puerto asesinaron a Rogerio Chalé, en septiembre de 1936, la izquierda
perdió a su líder más importante e independiente y quedó supeditada al
gobierno del estado.
Para neutralizar políticamente a la oligarquía yucateca, Palomo Va-
lencia siguió la estrategia de dividir para vencer. Nombró a Hernán Ancona,
hijo de una poderosa familia de hacendados, para encargarse de Henequene-
ros de Yucatán, a otros hacendados les otorgó la suspensión del pago de im-
puestos para que establecieran cordelerías, ayudó al clan Manzanilla y a otros
hacendados a minimizar las pérdidas de sus planteles por la reforma agraria.
Por otra parte, permitió que se prolongara todavía más una larga huelga de
peones en la hacienda de Humberto Peón, en Temozón, con el fin de que
su mensaje quedara claro: los hacendados que se opusieran a él tendrían que
pagar y los que apoyaran podían ganar mucho.
Lo más importante era que Palomo Valencia atrajo el apoyo de los ha-
cendados con las promesas de debilitar a la burocracia federal de Candelario

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 89


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Reyes y reducir los riesgos de la expropiación de las haciendas. Para contra-


rrestar a Reyes propuso el Plan del Ejido Independiente, que dejaba intactas
muchas haciendas al crear nuevos planteles de henequén para los ejidos e
introducir mejoras técnicas para aumentar su productividad. Lo más signi-
ficativo del Plan era evitar afectar la parte más valiosa de las haciendas: las
maquinarias raspadoras del henequén. Como una concesión a la ideología
cardenista, el Plan iba a realizar asignaciones colectivas de tierra en lugar de
otorgar parcelas individuales. Además, prometía resolver una importante
contradicción de la legislación agraria vigente al permitirles a los peones, y
no solamente a los campesinos, el derecho de pertenecer a los ejidos. Como
lo sugería su nombre, el Plan del Ejido Independiente les permitiría a los
ejidos administrarse por sí solos sin la supervisión de la burocracia federal.
La Federación de Sindicatos Independientes, el Partido Socialista del
Sureste y las federaciones obreras de la Confederación General de Traba-
jadores se alinearon a favor del Plan del Ejido Independiente, pues no solo
agrupaban a muchos peones afiliados, sino sus líderes también eran parte del
régimen de Palomo Valencia. Poco antes de su muerte, el presidente del
Partido Socialista del Sureste, Rogerio Chalé había roto con Reyes porque
“el campesino maya vivía en un estado de desesperación y de miseria porque
Banco Nacional de Crédito Ejidal no comprendía el problema”. Durante la
primera mitad de 1937 la oleada de apoyo al Plan del Ejido Independiente
subrayaba el fracaso de la burocracia agraria federal en su intención de trans-
ferir las tierras a los ejidatarios. En julio de ese año, solo cerca de la mitad
de los solicitantes de ejidos lo habían recibido. De modo que cuando Palomo
Valencia implementó su Plan del Ejido Independiente con gran fanfarria,
el Banco Nacional de Crédito Ejidal se encontraba vulnerable. Los nuevos
ejidos “independientes”, en el centro de la zona henequenera, recibieron la
donación de medio millón de plantas de henequén y dos haciendas equipadas
con toda la maquinaria para el raspado.
El Plan del Ejido Independiente fue nada más una forma de frustrar los
intentos de organizar a los campesinos y a los obreros como brazo corporati-
vo del Partido Nacional Revolucionario. En otras palabras, Palomo Valencia

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De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

organizó grupos populares afiliados al gobierno estatal en lugar del nacional.


El diputado estatal Pedro Castro fue su aliado, quien se sirvió de clientes
afiliados al Partido Comunista Mexicano para ayudar a organizar la Alianza
Popular Yucateca con el fin de mantener a los grupos de campesinos y obre-
ros bajo el control del gobernador interino. La muerte de Rogerio Chalé le
facilitó a la Alianza Popular la absorción del Partido Socialista del Sureste,
de la izquierda, e incluso de las supuestamente independientes organizacio-
nes obreras Federación Regional de Obreros y Campesinos y Confederación
General de Trabajadores, históricamente hostiles al Partido Socialista del
Sureste y al gobierno del estado.
En las elecciones municipales del otoño de 1936 y en las legislativas
estatales del otoño de 1937, la Alianza Popular Yucateca de Palomo Valencia
derrotó a sus enemigos, respaldados por una inverosímil alianza entre Gual-
berto Carrillo Puerto y Candelario Reyes. El gobernador interino enfocó su
estrategia contra-corporativista en el suroeste de la zona henequenera, en
términos generales los departamentos de Ticul y Acanceh. El asesor jurídico
en asuntos laborales del estado, José María Bolio Méndez, proporcionó el
apoyo legal y la cobertura periodística favorable en la revista Menyah, que
era editada para los peones de los sindicatos de la Federación de Sindicatos
Independientes por Diego M. Rosado, un panadero comunista de la Alianza
Popular Yucateca, recién elegido diputado estatal. Con el apoyo de Palomo
Valencia, Diego M. Rosado impulsó la Ley federal del trabajo para mejorar
las condiciones laborales en las propiedades rurales y para solicitar tierras
por medio del Plan del Ejido Independiente. Irónicamente, el gobernador
Palomo Valencia estaba usando la reforma agraria y la legislación laboral para
crear una base política que se oponía al proyecto nacional cardenista.
A mediados de 1937, la visión cardenista original de Yucatán parecía
dirigirse al colapso. Los ejidos de Candelario Reyes estaban fracasando y su
influencia estaba menguando. Se habían frenado los planes para transferir
miles de hectáreas de tierras henequeneras; las organizaciones corporativas
nacionales vinculadas al gobernante Partido Nacional Revolucionario no
podían atraer el apoyo popular. Después de la salida de López Cárdenas,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 91


Ben Fallaw

Palomo Valencia había logrado crear una coalición heterogénea capaz de blo-
quear el plan de reforma agraria de Reyes en su beneficio político.
Lázaro Cárdenas actuó decisivamente para evitar que la reforma agra-
ria en la zona henequenera continuara atrasándose. El presidente decidió
venir a Yucatán a resolver personalmente los cientos de asignaciones de tie-
rras pendientes. Durante su presidencia creó su propio poder y se impuso
a los intereses conservadores regionales por medio de visitas a los estados
para responder a las demandas populares. En su más dramática acción, en el
verano de 1936, fue a la Comarca Lagunera después de una ola de huelgas y
ejecutó la reforma agraria. Pero en la zona henequenera no había una fuerte
organización popular cardenista clamando por la reforma agraria y la inter-
vención federal. Lo que había era una confusa mezcolanza de federaciones
obreras y campesinas rivales, cada vez más enredadas en la coalición política
regional de Palomo Valencia. En una convención agraria favorable a Cár-
denas, llevada a cabo del 16 al 17 de agosto, los delegados campesinos, sin
entusiasmo, leían declaraciones redactadas especialmente para ellos, y lo que
complicaba más la situación era que durante la primera mitad de su presiden-
cia ya había hecho costosos compromisos en otras partes de México, lo que
significaba que sus recursos eran relativamente limitados para destinarlos a
los ejidos de Yucatán.
Sin embargo, a primera vista, la “solución salvadora” de Cárdenas
para la zona henequenera, anunciada el 3 de agosto de 1937, parecía ser una
acción monumental. Su plan creaba 56 nuevos ejidos, elevaba el número
total de asignaciones de tierras a 272 y transfería 56 000 hectáreas, casi la
mitad de ellas plantadas con henequén. Algo muy importante era que había
prometido autorizar suficiente crédito y nacionalizar las máquinas raspa-
doras, suficientes para que los ejidatarios pudieran finalmente sostenerse
por sí mismos a largo plazo. Aún así, cuando Cárdenas abandonó Yucatán,
el 23 agosto, cerca de 13 000 de los 60 000 campesinos y peones de la zona
henequenera todavía estaban esperando que se les otorgara tierra. Muchos
de los nuevos ejidos recibieron tierras sin la proporción necesaria de su-
perficies plantadas y no plantadas, mientras otros no tenían acceso a las

92 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

máquinas raspadoras. Innumerables ejidos estaban todavía bajo la supervi-


sión de empleados federales, de los cuales, un sinnúmero eran sospechosos
de corrupción y habían causado resentimiento por su autoritarismo. En va-
rias ocasiones los nuevos inspectores del Banco Nacional de Crédito Ejidal
habían sido mayordomos de las haciendas. Hacia fines de 1937, el gobierno
federal tuvo que reducir los “anticipos” que se les pagaban a los ejidatarios
por sus futuras ganancias.
Tras bambalinas, Palomo Valencia había explotado astutamente la re-
lativa debilidad política y económica de Cárdenas en Yucatán, y lo había
convencido de hacer dos concesiones primordiales. En primer lugar, y en
gran medida para la consternación de Reyes, concedió a los peones el de-
recho de unirse a los ejidos, con lo que diluía los recursos de la burocracia
agraria federal y cuestionaba su autoridad política. El segundo fue hacer del
ejido de Temozón un bastión de la Federación de Sindicatos Independientes
y sede de un ejido independiente, un lugar lleno de simbolismo por haberse
llevado a cabo ahí el reparto personalmente por el presidente. Durante su
permanencia en Yucatán, Cárdenas llegó a transferirles tierras a unos 8 000
campesinos y peones, aproximadamente la mitad de los que estaban en el
distrito del diputado Diego M. Rosado, en el suroeste de la zona henequene-
ra. Esta era una región en donde la presencia de la burocracia agraria federal
era débil y florecía la Alianza Popular Yucateca de Palomo Valencia. Por su
parte, a fines de 1937 Candelario Reyes renunció al percibir la ruina final de
tres años de generosa labor.
A fin de cuentas, la reforma agraria de Cárdenas, considerada duran-
te mucho tiempo como un triunfo revolucionario por los admiradores del
presidente o lamentada como el final de la industria henequenera por los crí-
ticos conservadores y regionalistas, no fue, de hecho, ni una cosa ni la otra.
Aunque la cruzada de Cárdenas en el Mayab creó muchos nuevos ejidos y
arruinó a algunos hacendados, poco hizo para resolver las dificultades estruc-
turales de largo plazo de la reforma agraria. Los conflictos continuaron en la
zona henequenera, ya que agraristas apoyados por Reyes y el Banco Nacional
de Crédito Ejidal entraron en una confrontación con peones ligados con la

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 93


Ben Fallaw

Alianza Popular Yucateca del gobierno estatal. Además, las guardias blancas
de los hacendados y los partidarios de Gualberto Carrillo Puerto mantuvie-
ron una considerable influencia en algunas zonas.
El fracaso del presidente Cárdenas por transformar definitivamente
la política regional o resolver la crisis agraria tuvo un efecto manifiesto en
la elección gubernativa de 1937, pues ajustó el momento de su visita para
preparar el triunfo de un candidato comprometido personalmente con sus
aspiraciones. Con ese propósito, el Partido Nacional Revolucionario anun-
ció que el aspirante sería escogido por votación de las organizaciones corpo-
rativas certificadas que representaban a los campesinos, a los obreros y a los
grupos “populares”. A todos los miembros del Partido se les pidió apoyar a
quien resultara nombrado.
De hecho, el Partido Nacional Revolucionario llevaba a cabo este
proceso, supuestamente democrático, para legitimar al candidato designa-
do en la ciudad de México. Con la anuencia de Cárdenas, más de una docena
de aspirantes compitieron. Gualberto Carrillo Puerto contaba con el apoyo
de personajes notables como Graciano Sánchez y Maximino Ávila Cama-
cho, y el propio presidente de la república lo había tenido como traductor
de la lengua maya durante su visita. Sin embargo, Palomo Valencia logró
imponer a Humberto Canto Echeverría, un burócrata estatal y tecnócrata
agrícola poco conocido. Para la campaña el gobernador desvió 300 000
pesos de la Tesorería estatal y de Henequeneros de Yucatán para comprar
cobertura periodística favorable, alcohol y anuncios luminosos. La Alianza
Popular Yucateca funcionó como la máquina electoral del gobernador y
permitió a la Federación de Sindicatos Independientes, al Partido Socialista
del Sureste, a la Confederación General de Trabajadores, a la Federación
Regional de Obreros y Campesinos y a los sindicatos independientes reunir
votantes favorables en las elecciones gubernativas internas del Partido Na-
cional Revolucionario. Las asambleas de puertas abiertas programadas para
que las organizaciones corporativas votaran por los candidatos contaron con
poca asistencia y escaso entusiasmo. Muchas veces los agentes del goberna-
dor lograron levantar el suficiente ánimo para apoyar a Canto Echeverría

94 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

simplemente mediante la coerción de los desganados participantes, entre


quienes había gente desamparada y miembros de organizaciones religiosas.
Además de eso, supuestamente el gobernador Palomo Valencia viajó a la
ciudad de México para sobornar personalmente a funcionarios importantes.
Los supervisores electorales en la ciudad de México certificaron debida-
mente el cuestionable resultado como el verdadero reflejo de la voluntad
democrática cardenista de la mayoría.
Al final, probablemente por pragmatismo, Cárdenas aceptó la victoria
de Canto Echeverría. Los intentos de los burócratas agrarios federales para
ganar votos para Gualberto Carrillo Puerto fracasaron. Lo más importante
era que Canto Echeverría era un ingeniero versado en la industria heneque-
nera y que se sentía cómodo con la planeación centralizada y desarrollista.
Es probable que el presidente Cárdenas también tuviera la esperanza de que
el sucesor asumiera parte de los gastos para mantener a la burocracia agraria
federal en la zona henequenera. El presidente nunca habría podido finan-
ciar muchos de los ambiciosos proyectos que prometió durante su visita a
Yucatán, y además muchos de los nuevos ejidos henequeneros sufrían de
una crónica falta de crédito; estaba cada vez más preocupado por las tensio-
nes que crecían dentro del Partido Nacional en relación con la inminente
elección presidencial de 1939-1940, y necesitaría el apoyo del gobernador
para poder imponer como presidente a su propio sucesor. En todo caso,
el respaldo de Cárdenas a Canto Echeverría privilegió efectivamente las
consideraciones socioeconómicas estructurales en detrimento de la demo-
cratización en Yucatán, y marcó una silenciosa retirada del gobierno federal
de los asuntos regionales.
Como gobernador, Canto Echeverría explotó el deseo de Cárdenas de
limitar sus propios compromisos con la reforma agraria en Yucatán y creó
el Plan del Gran Ejido para devolver efectivamente al gobierno del estado
el control de casi 300 ejidos henequeneros con el argumento de que la pla-
neación centralizada crearía economías de escala para disminuir los gastos,
además de que impondría una dirección única y racional desde arriba. El
lema del gobernador: “Orden, Organización y Trabajo”, resumía la esencia

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 95


Ben Fallaw

del plan. Paralelamente, le presentó a Cárdenas el Plan del Gran Ejido como
una forma de “emancipación económica” de los mayas; y prometía establecer
escuelas para entrenar a los ejidatarios para que al final se hicieran cargo de
la administración cotidiana del Gran Ejido. Cárdenas aprobó con serenidad
el plan en medio de la incertidumbre económica y política generada por la
nacionalización del petróleo en marzo de 1938.
El Gran Ejido nunca cumplió las promesas de éxito económico ni me-
joría social, sino que gente con conexiones políticas se aprovechó del plan.
Algunos hacendados se beneficiaron de rentar a precios exorbitantes su ma-
quinaria raspadora al Gran Ejido. Los puestos importantes en la floreciente
burocracia del Gran Ejido no quedaron en manos de los campesinos sino
que fueron ocupados por antiguos operadores políticos del Partido Socialista
del Sureste, exsupervisores de haciendas, e incluso algunos hacendados, que
ahora se presentaban como “pequeños propietarios”.
Aunque aparentemente Canto Echeverría había logrado una victoria
decisiva sobre la burocracia agraria federal por medio del Plan del Gran Eji-
do, este no resolvió el problema crónico de la deuda de los ejidos heneque-
neros ni pacificó políticamente al estado. Hacia mediados de 1939, casi 200
de los 272 ejidos henequeneros de Yucatán tenían pérdidas económicas y 65
estaban en una situación crítica. A pesar de sus deficiencias, el cardenismo
había logrado crear un proceso político nuevo y más amplio, en el que los
grupos que afirmaban hablar en nombre del pueblo podían invocar la inter-
vención presidencial y desafiar a los funcionarios locales y estatales. Mientras
tanto, el resentimiento popular que había en toda la zona henequenera hacia
la burocracia agraria federal de Candelario Reyes ahora se dirigía contra el
Gran Ejido de Canto Echeverría. Los grupos disgustados y en desacuerdo
con el gobernador se unieron en el Comité Pro Defensa Ejidal que decía
representar a los ejidatarios de la zona henequenera, aunque su liderazgo
incluía a muchos veteranos políticos relacionados con enemigos de Canto
Echeverría, muchos obreros urbanos molestos también con el apoyo de la
Confederación de Trabajadores de México a dirigentes sindicales corruptos,
se unieron al Comité Pro Defensa Ejidal, como lo hicieron asimismo algunos

96 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

cardenistas izquierdistas disgustados por la alianza del Partido Comunista


Mexicano con el gobernador.
Pero la base popular del Comité Pro Defensa Ejidal siempre estuvo
formada por ejidatarios, especialmente de la zona de Tixkokob, en don-
de los ejidos henequeneros fueron relativamente exitosos y tuvieron cierta
autonomía entre 1934 y 1937, pues resentían amargamente la estructura
centralizada del Gran Ejido. En poco tiempo, el líder de los ejidatarios di-
sidentes de Tixkokob, Arsenio Lara Puerto, llegó a dirigir todo el Comité
Pro Defensa Ejidal. Sin embargo, sus antecedentes condujeron a muchos
a cuestionar sus credenciales cardenistas. El veterano operador socialista
tenía nexos estrechos con Antonio Gual García, antiguo traficante de in-
fluencias del Partido Socialista del Sureste, de quien algunos sospechaban
que representaba a García Correa. Sea como fuese, Lara movilizó un apoyo
masivo en Tixkokob y en toda la zona henequenera, con el lenguaje carde-
nista del empoderamiento popular, para criticar la estructura vertical y las
deficiencias económicas del Gran Ejido.
Cuando Cárdenas aprobó el Plan del Gran Ejido le pidió al goberna-
dor Canto Echeverría que efectuara asambleas periódicas de ejidatarios que
ratificaran su gestión. En dos asambleas, en abril y agosto de 1939, el Co-
mité Pro Defensa Ejidal trató de desalojar a los aliados del gobernador de la
dirección del Gran Ejido. En represalia, ordenó a empleados del Gran Ejido
y a caciques, como Antonio Aranda, de Cansahcab, y Sóstenes Carrillo, de
Muna, que reprimieran a los disidentes. Cuando los sindicatos aliados con el
Comité Pro Defensa Ejidal amenazaron con una huelga general para paralizar
la economía henequenera, el gobernador intervino a través de una sección
de la policía estatal que vestía de civil, conocida como la “Cheka”, la cual
rompió la oposición con el uso de la censura y la tortura. Pero estas medidas
resultaron contraproducentes porque irritaron todavía más a la opinión pú-
blica. Canto Echeverría tuvo más éxito cuando sus aliados usaron el discurso
cardenista del poder popular e igualdad para movilizar a los ejidatarios que
en el sur y el oeste de la zona henequenera estaban afiliados al Comité Pro
Equidad Ejidal, que se manifestaba en contra de los ejidatarios “ricos” del

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 97


Ben Fallaw

área de Tixkokob y señalaba los nexos del Comité Pro Defensa con los im-
populares exgobernadores García Correa y Fernando López Cárdenas.
Sin intimidarse, el Comité Pro Defensa Ejidal y sus aliados obreros e
izquierdistas recurrieron a las manifestaciones públicas y a acusaciones perio-
dísticas de corrupción en El Gran Ejido con el fin de obligar a Canto Eche-
verría a solicitar licencia temporal. En septiembre de 1939, el emisario de
Cárdenas, Ramón Beteta, medió un acuerdo según el cual Canto Echeverría
se retiraba de las operaciones del Gran Ejido y consentía en democratizar
sus procedimientos de toma de decisiones. Se acordó una nueva asamblea
en Tixkokob, bastión de Lara Puerto, en la que ganó fácilmente la elección
para encabezar la directiva del Gran Ejido. Con este triunfo, el Comité Pro
Defensa Ejidal lanzó inmediatamente otra huelga, del 27 al 29 de septiembre
de 1939, para obligar a renunciar al gobernador, quien parecía al borde de
la dimisión por no haber resuelto el problema de la reforma agraria y acabar
con el descontento obrero.
El presidente Cárdenas regresó a Yucatán el 21 de noviembre de
1939 para lograr una solución definitiva al conflicto entre el gobernador
Canto Echeverría y el Comité Pro Defensa Ejidal y acordó realizar una
asamblea pública de delegados campesinos. Él se conmovió al escuchar
las numerosas quejas los ejidatarios henequeneros y con la finalidad de
reformar El Gran Ejido nombró a su viejo amigo —y acerbo enemigo de
Canto Echeverría— Gualberto Carrillo Puerto como representante del
gobierno federal en su directiva. Pero le permitió al gobernador mante-
nerse en el cargo.
Por fin, Canto Echeverría logró aventajar a sus enemigos del Comi-
té Pro Defensa Ejidal en las elecciones municipales del otoño de 1939. Él
logró cooptar a muchos seguidores del Comité Pro Defensa Ejidal, y con
los que se opusieron utilizó la coerción. Los candidatos del Comité Pro
Defensa Ejidal fueron hostigados despiadadamente por la “Cheka”, milicias
campesinas armadas y caciques, y varios de sus líderes campesinos murieron
en circunstancias misteriosas. Mientras el gobernador seguía controlando
el sistema político regional, el Comité Pro Defensa Ejidal se encontraba

98 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

atrincherado en el Gran Ejido. Ni el fallido secuestro de Arsenio Lara logró


hacer claudicar al Comité, y Canto Echeverría nada más pudo recuperar el
control del Gran Ejido con la táctica de acusar a sus enemigos de ser seguido-
res de Juan Andreu Almazán, el candidato presidencial de la oposición. Sin
embargo, sus contrincantes no estaban totalmente vencidos. El 13 de mayo
de 1940, un día antes de la elección presidencial, Manuel Ávila Camacho,
candidato de Cárdenas para la presidencia, le pidió a Canto Echeverría que
renunciara a favor de Laureano Cardós Ruz.
El breve periodo gubernamental de Cardós Ruz —julio al 4 de agos-
to de 1940— fue otro embarazoso fracaso institucional en Yucatán de la
presidencia de Cárdenas. El gobernador interino era un socialista veterano
cercano a Gualberto Carrillo Puerto. Con el fin de evitar la remoción de al-
caldes leales a Canto Echeverría, este logró impedir que se efectuaran nue-
vas elecciones bajo el liderazgo del Partido Socialista del Sureste. En otro
giro notable de los eventos, la camarilla del exgobernador Canto Echeve-
rría aprovechó un conflicto entre Cardós Ruz y los líderes del Comité Pro
Defensa Ejidal, sus aliados. Ante un panorama desolador a fines de agosto
de 1940, Cárdenas optó por reinstalar a Canto Echeverría. En octubre, la
camarilla oficial usó la misma táctica que le sirvió al Comité Pro Defensa
Ejidal para recuperar el control del Gran Ejido: huelgas esporádicas, mani-
festaciones públicas y acusaciones de corrupción bien publicadas.
A fines de su periodo presidencial en 1940, la fuerza política de Lá-
zaro Cárdenas en Yucatán estaba agotada. A mediados de ese año, el candi-
dato de la oposición, Juan Andreu Almazán, había ganado un fuerte apoyo
en Mérida y entre los ejidatarios, y únicamente el fraude generalizado logró
disimular el amplio repudio al cardenismo. En las elecciones municipales y
legislativas estatales de noviembre de 1940, el Partido que gobernaba al país
—rebautizado Partido de la Revolución Mexicana— y su brazo corporativo
campesino, la Confederación Nacional Campesina, respaldaron a los candi-
datos de oposición del Frente Democrático Independiente, una coalición de
grupos opositores que incluía al Comité Pro Defensa Ejidal y a elementos
de la antigua izquierda.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 99


Ben Fallaw

Canto Echeverría desafió al Partido de la Revolución Mexicana y for-


mó su propio frente político, la Confederación Revolucionaria de Yucatán
que, de manera notable, manifestaba estar directamente bajo la autoridad
de Cárdenas, pero denunciaba que el Partido gobernante estaba infiltrado
por el almazanismo. Además usó antiguos símbolos y rituales del Partido
Socialista del Sureste —triángulos rojos, comparaciones de Canto Eche-
verría con Carrillo Puerto— y se apoyó en una retórica regionalista que
reclamaba la defensa de la soberanía del estado contra la tiranía. La maqui-
naria política del gobernador utilizó prácticas electorales ampliamente co-
nocidas: el acarreo, el carrusel y el soborno a los supervisores electorales.
Una vez más la “Cheka” persiguió a los candidatos de la oposición. Debido
al fraude y la coerción el Frente Democrático Independiente solo ganó
algunos ayuntamientos y dos escaños en el Congreso local. Aunque una
delegación del Congreso federal documentó todas estas anomalías, Cár-
denas no hizo nada en absoluto. El discurso y las instituciones cardenistas
persistieron durante décadas en Yucatán, pero la fuerza que los animaba
y el impulso para el cambio revolucionario se había disipado a fines del
sexenio de Lázaro Cárdenas.
El proceso del cambio revolucionario llegó a Yucatán como un león
con la invasión militar de Salvador Alvarado en marzo de 1915 y se fue
como un cordero en 1940, con otro cambio más de gobernadores digno de
una farsa y otra ronda más de elecciones plagada de irregularidades. Entre
1915 y 1940 la Revolución destruyó las más opresivas formas externas de
coerción y las más grandes inequidades sociales del Yucatán porfirista, y
creó un nuevo proceso político que exaltaba el igualitarismo, la democra-
cia y la inclusión. Pero la Revolución fracasó en crear un nuevo Estado
hegemónico capaz de lograr objetivos ambiciosos. A lo largo de las décadas
posteriores a 1940, la larga lista de triunfos electorales logrados en Yuca-
tán por el Partido gobernante se debió más a la persistencia de las institu-
ciones y prácticas del Partido Socialista del Sureste desarrolladas durante
el régimen de García Correa que a la reforma agraria de Cárdenas.

100 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


De la Revolución al cardenismo , 1915-1940

Si bien el cambio revolucionario vino del exterior con Alvarado en


1915 y de nuevo con Cárdenas en 1937, también es cierto que la política
radical de Felipe Carrillo Puerto entre 1919 y 1923, y el efímero periodo
de izquierda cardenista de mediados de 1930, sacudieron la estructura po-
lítica y económica de Yucatán y dejaron como resultado un legado radical,
pero incompleto. La mayor parte del orden posrevolucionario que quedó
en Yucatán fue, en gran medida, resultado de los intereses regionales con
aspiraciones nada revolucionarias.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 101


Inés Ortiz Yam

El reparto agrario en Yucatán, 1915-1937

E l movimiento político y social de 1910 evidenció el deterioro de las


estructuras políticas y sociales que sustentaban a la sociedad mexicana, por
lo que el gobierno constitucionalista, encabezado por Venustiano Carranza,
consideró la necesidad de una política agraria capaz de resarcir las condi-
ciones de los trabajadores del campo y la falta de espacios agrícolas para la
población rural. En este contexto, el 6 de enero de 1915 Carranza emitió un
decreto que derogó la Ley Lerdo de 1856 y toda la legislación del siglo XIX
que impulsaba el fraccionamiento y la privatización de los terrenos comu-
nales y ordenaba su devolución a quienes habían sido despojados “como un
acto de elemental justicia y como la única forma efectiva de asegurar la paz”.
Con la expedición del decreto de 6 de enero de 1915, el gobierno
mexicano puso en marcha un política agraria de gran alcance social, econó-
mico y político para todo el país. Sin embargo, en Yucatán sus características
geográficas, demográficas, su desarrollo económico y los intereses políticos
fueron factores que incidieron en los tiempos y en la forma de llevarla a
cabo. Así, se distinguen claramente dos momentos: el primero en la década
de 1920 y el segundo en la década de 1930. La autoridad responsable del
primer reparto fue el gobernador del estado, quien autorizó el reparto de
los ejidos provisionales. En el segundo, la responsabilidad fue del gobierno
federal, encabezado por el presidente Lázaro Cárdenas, quien, conforme al
Código Agrario de 1934, procedió a la transformación radical de la estructu-
ra agraria de Yucatán.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 103


Inés Ortiz Yam

1. LA POBLACIÓN DE YUCATÁN EN LOS ALBORES DEL SIGLO XX

Al principiar el siglo XX el estado de Yucatán contaba con un total de


309 652 habitantes. De este número, la mayoría —200 923 personas— re-
sidía en los partidos del noroeste del estado: Acanceh, Mérida, Hunucmá,
Izamal, Motul, Tixkokob y Maxcanú, que se habían convertido en la zona
más dinámica de la entidad por la presencia de cerca de 800 haciendas de-
dicadas al cultivo del henequén y por la extensa red de ferrocarriles que
los atravesaba y conectaba. Su población se encontraba vinculada a la pro-
ducción henequenera, espina dorsal de la economía yucateca, al trabajar de
manera permanente o eventual en las haciendas. En 1914, Esteban Flores,
funcionario del Departamento del Trabajo, visitó Yucatán para realizar una
investigación sobre las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores de
las fincas henequeneras, y clasificó dos tipos de trabajadores de las haciendas:
la servidumbre adeudada y la servidumbre libre. Tanto unos como otros
subsistían con el salario que recibían como trabajadores y con los productos
que cosechaban en sus milpas para su autoconsumo.
Entre los rasgos que distinguían a la servidumbre adeudada, además
de los pagos adelantados y los créditos que recibían, era su residencia en
la hacienda y la relación paternalista que mantenían con los dueños de las
haciendas. Esteban Flores observó que sus casas eran de “ripio” o material
de desecho, de mampostería y teja francesa y de azotea. Aunque sus sueldos
eran bajos, estos trabajadores gozaban de la asistencia médica, de precios es-
peciales en las tiendas de raya, especialmente de maíz, y en algunas haciendas
les daban café caliente y pan por las mañanas, antes de iniciar los trabajos.
Una de las prerrogativas más importantes que recibían los peones acasillados
era la concesión de montes de las haciendas para el cultivo de sus semente-
ras. Los administradores o propietarios les designaban los montes que po-
dían cultivar y les concedían permisos especiales para rozarlos, tumbarlos,
quemarlos y sembrarlos, y los domingos solían acudir a sus milpas.
La servidumbre libre eran todos aquellos sirvientes que se desplaza-
ban “diariamente de los lugares en que habitan a trabajar a las haciendas, y

104 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

concluida su tarea, regresan a sus hogares”. Su incorporación a las fincas


dependía de la demanda y las necesidades de la producción. El exhacendado
Alberto García Cantón escribió “que gente de los pueblos trabajaba en las
haciendas, aumentando o bajando el número de acuerdo con el ciclo de tra-
bajo”. De este modo, eran contratados en los meses de abril, mayo y junio
para la siembra y de septiembre a diciembre para el chapeo y la tumba.
Las evidencias sobre las condiciones en las que laboraban los trabaja-
dores de los pueblos son escasas. Pero existe información que coincide en
señalar que sus sueldos eran superiores a los que recibían los peones que
residían en las fincas. En 1914 Esteban Flores notó que recibían sueldos li-
geramente más altos que los adeudados. Por ejemplo, por el millar de pencas
cortadas los jornaleros de los pueblos recibían entre 75 centavos y un peso con
18 centavos, en tanto los peones residentes en las fincas percibían de 37 cen-
tavos a un peso con 25 centavos. En la hacienda Nohuayán, explicó Flores,
los peones libres recibían 70 centavos por el millar de pencas y los adeudados
60 centavos. En cambio, la servidumbre libre no gozaba de las prestaciones
económicas ni de la asistencia médica, tampoco de los precios especiales en
las tiendas de raya y mucho menos recibían la ración de maíz, pero sí obte-
nían permisos para cultivar sus milpas en los montes de las haciendas que les
designaban los administradores. Cabe apuntar que el cultivo en los montes
privados era prerrogativa exclusiva de los trabajadores adeudados y libres
de las haciendas; sin embargo, los milperos de los pueblos podían acceder a
ellos por la vía del arrendamiento. En estas circunstancias, los hacendados
designaban los montes a utilizar, fijaban los precios del arrendamiento e im-
ponía severas restricciones en el uso y explotación de los recursos forestales.
En ese mismo año de 1914, el primer gobernador provisional y co-
mandante militar de Yucatán Eleuterio Ávila abolió las deudas de los peones
acasillados para su conversión en trabajadores libres con derecho a recibir
una justa remuneración. La orden fue ratificada por los generales Toribio
V. de los Santos, gobernador provisional y comandante militar, durante su
breve estancia en Yucatán, en 1915, y por Salvador Alvarado, gobernador
y comandante militar, en 1915. Con esta medida, el sistema largamente

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 105


Inés Ortiz Yam

utilizado por los hacendados, como los anticipos y los créditos para la adqui-
sición de mercancías, entre otros mecanismos para retener e inmovilizar a
los trabajadores, llegó a su fin. No obstante, esta medida no significó el aban-
dono masivo de las haciendas. Al menos no existen evidencias suficientes
que lo demuestren. Por el contrario, entre 1915 y 1918, la población rural
continuó ligada a la industria agrícola, en las intensas jornadas laborales para
producir la gran cantidad de fibra que demandaba el mercado internacional.

2. DOTACIÓN DE TIERRAS OCIOSAS: EL REPARTO


DE LOS MONTES

De conformidad con el decreto del 6 de enero de 1915 de Venustiano Ca-


rranza, el 3 de diciembre de ese mismo año el general Salvador Alvarado,
gobernador y comandante militar de Yucatán, expidió el “Reglamento de la
ley agraria”. Este reglamento ordenaba que los vecinos mayores de 17 años,
nacionales o extranjeros, tenían derecho a poseer un lote de 20 a 25 hectá-
reas si se encontraba dentro de un radio de ocho kilómetros por viento del
pueblo o 2 000 hectáreas si el terreno se encontraba apartado de los ocho
kilómetros. Sin embargo, entre 1915 y 1918 el gobierno local únicamente
entregó ejidos a 12 pueblos, porque no deseaba alterar ni transformar la
estructura agraria preexistente, en virtud de la creciente demanda interna-
cional de la fibra ocasionada por la Primera Guerra Mundial. En 1914 se ex-
portaron 169 000 toneladas del sisal yucateco, y dos años después, en 1916,
los envíos fueron de 201 000 toneladas. Dicho de otra manera, las haciendas
henequeneras permanecieron intactas y aun cuando en 1914 se abolieron
las cartas cuentas de los peones acasillados, la población rural del noroeste
continuó vinculada a las haciendas, inmersa en los cultivos de henequén y
en la producción de fibra para abastecer el creciente mercado internacional.
Cuando en 1917 la Constitución dispuso que cada estado y territorio
fijara sus leyes para fraccionar el excedente de las propiedades privadas,
el gobierno yucateco procedió cautelosamente, es decir, no se apresuró

106 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

a dictar una ley para evitar daños a la pujante producción de fibra de hene-
quén, aunque emitió dos circulares para que la población rural tuviera acceso
a los recursos agrarios mediante un sistema de arrendamiento que no mo-
dificaba la estructura agraria vigente. La primera circular, emitida el 26 de
agosto de 1917 por el gobernador Álvaro Torres Díaz, estableció la entrega
provisional de “tierras para cultivar a todos los ciudadanos que las soliciten”
y responsabilizó a las autoridades municipales de “distribuir de acuerdo con
todos” el terreno que cada agricultor necesitara. Los arrendatarios podían
extraer de dichos terrenos cantidades moderadas de leña y debían pagar 5 por
ciento de la cosecha anual al dueño de la hacienda por concepto de renta,
aunque no se especificaba si el pago sería en dinero o en especie. Por su par-
te, el propietario tenía la obligación de entregar terrenos “buenos para las la-
bores agrícolas”. Concluido el trámite de arrendamiento, los ayuntamientos
debían informar a la Comisión Local Agraria sobre los términos acordados.
La segunda circular, emitida por el gobernador Carlos Castro Morales,
el 10 de enero de 1919, estipuló que los ayuntamientos eran las únicas instan-
cias con facultades para solicitar y negociar con los dueños y administradores
de las fincas la concesión de las extensiones requeridas para los cultivos, así
como de entregarlas a los solicitantes; y los comisarios municipales única-
mente podían recibir las solicitudes y enviarlas al ayuntamiento. Los milperos
tenían derecho a una extensión máxima de dos hectáreas durante dos años
consecutivos y debían pagar a los hacendados 5 por ciento del maíz cosecha-
do, en cuanto a la leña, los propietarios tenían “derecho de preferencia” para
adquirirla al precio habitual de la localidad. Las “tierras incultas” referidas en
ambas circulares eran los terrenos improductivos de las haciendas, es decir,
eran los montes, el principal recurso agrícola para el cultivo de las milpas.
En realidad, las circulares de 1917 y 1919 no hacían más que otorgarle
un marco jurídico a la antigua costumbre de arrendamiento practicada entre
los propietarios de las fincas y la población rural. Los milperos de los pue-
blos no desaprovecharon la oportunidad de acceder a los montes privados.
En 1917, por ejemplo, el Ayuntamiento de Izamal recibió 280 solicitudes
por parte de otro tanto de milperos. Las autoridades elaboraron una lista,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 107


Inés Ortiz Yam

asignaron una extensión para cada uno y calcularon que necesitaban cerca de
256 hectáreas de montes para otorgar en arrendamiento.
El 1 de febrero de 1922, Felipe Carrillo Puerto al ocupar la gubernatu-
ra de Yucatán, como parte de su estrategia política, impulsó el reparto ejidal a
los pueblos, pero sin afectar la integridad de las haciendas henequeneras, pues
para 1922 la fibra de henequén todavía era el segundo producto de las expor-
taciones nacionales y abastecía 73 por ciento de la demanda internacional.
En cada pueblo se fundó un comité particular ejecutivo, integrado por
tres personas, conforme disponía el decreto del 6 de enero de 1915. Dichos
comités eran las únicas instancias encargadas de tramitar las solicitudes de
los ejidos ante la Comisión Local Agraria, pero en la práctica fue imposi-
ble evitar la intervención de los ayuntamientos y de las Ligas de resistencia
que a menudo aparecían como representantes de los vecinos de los pueblos,
unas veces iniciando los trámites de solicitud, otras veces defendiendo los
intereses de los milperos. Las Ligas de resistencia surgieron en 1917 con el
impulso del Partido Socialista de Yucatán a lo largo y ancho del estado; agru-
paron a amplios sectores sociales urbanos y rurales (mujeres, profesionales,
comerciantes, trabajadores de los pueblos y agricultores) y eran coordinadas
por una Liga Central, con sede en la ciudad de Mérida. Si bien esta organiza-
ción estaba asociada al Partido Socialista de Yucatán y a su líder más emble-
mático, Felipe Carrillo Puerto, sus acciones no se limitaron al proselitismo
político, pues se convirtieron en los espacios más efectivos de socialización y
promoción de campañas educativas, higiénicas y de diversos eventos depor-
tivos y culturales.
El decreto carrancista del 6 de enero de 1916 contempló dos vías para
el reparto agrario: la restitución y la dotación. En la primera se requería que
los pueblos demostraran, con arreglo a la ley, que en verdad habían poseído
los recursos perdidos. La segunda vía se emplearía si los interesados hubieran
extraviado los títulos o en caso de que los tuvieran en su poder fuesen defi-
cientes para identificar los terrenos o fijar su extensión precisa. En Yucatán,
los solicitantes usaron la dotación. Sin embargo, como la Ley agraria del 10
de abril de 1922, ordenaba que únicamente las localidades con la categoría

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El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

de pueblo, ranchería, congregación, condueñazgo y comunidad tenían de-


recho al reparto, entre diciembre de 1922 y 1923, Felipe Carrillos Puerto
emitió una serie de decretos que ordenaban la conversión en pueblos a las
villas —como Motul, Temax, Ticul, Tekax, Tizimín, entre otros—, y a los
poblados pequeños denominados rancherías, con la finalidad de incluirlos en
el reparto agrario.
Para dotar de ejidos provisionales a los pueblos del noroeste heneque-
nero, el gobierno local expropió parte de los terrenos incultos que poseían
las propiedades privadas. Por ejemplo, en 1922, el pueblo de Sitilpech reci-
bió 2 928 hectáreas de montes, que se tomaron de las haciendas Sacnité, Ka-
nán, Cuiché Kancabchén, Balantún y Checanul. El pueblo de Abalá, rodeado
por las haciendas henequeneras más grandes e importantes de Yucatán, re-
cibió 3 040 hectáreas de los montes de las fincas Temozón, Yunkú y Hucuy-
ché. En algunos casos, la dotación ejidal incluyó, además de los montes, los
ejidos porfirianos, es decir, lotes que habían sido medidos a partir de 1870 y
que nunca fueron repartidos a los padres de familia. Así, en 1922, al pueblo
de Temax se le dotó con 13 683 hectáreas de las haciendas Chucmichén, San
Antonio, San Dimas, Dzitox y se incluyeron 3 600 hectáreas de los 265 lotes
antiguos que se encontraban en la hacienda Dzitox.
Para determinar la extensión de los ejidos, el agrimensor debía con-
siderar el sistema agrícola itinerante de la milpa que requería dejar descan-
sar el monte después dos años de cultivado. El encargado de la medición
debía estimar que cada agricultor necesitaba dos hectáreas para cultivar
cada año, las cuales se dejarían descansar 12 años para que pudiesen re-
cuperar las sustancias fertilizantes necesarias para cultivarlas nuevamente.
Con este criterio se consideró que cada milpero requería de 24 hectáreas
en promedio. Sin embargo, en los hechos, la extensión de los ejidos estuvo
sujeta a la superficie disponible. Por ejemplo, en 1923, cuando se dotó al
pueblo de Acanceh, las haciendas circunvecinas ya habían sido afectadas,
es decir, se les había expropiado parte de sus terrenos, para dotar a otros
pueblos, de modo que el ejido se formó con 6 382 hectáreas de montes,
estimando 12 hectáreas por individuo.

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Inés Ortiz Yam

De acuerdo con las cifras oficiales, entre 1919 y 1928 los gobiernos
locales entregaron ejidos a 115 pueblos yucatecos; 73 del noroeste hene-
quenero y 42 del sur y oriente del estado. La mayor parte de las dotaciones
provisionales se llevó a cabo entre 1919 y 1924, cuando se dotó a 22 124
vecinos de los pueblos del noroeste con 394 416 hectáreas. En los pueblos
del sur se repartieron 103 554 hectáreas a 5 669 ejidatarios y en el oriente
117 239 hectáreas a 6 045 ejidatarios. Este reparto de los gobernadores
tenía un carácter provisional, pues el expediente agrario se remitía a la Co-
misión Nacional Agraria para su aprobación, rectificación o modificación.
Una vez aprobado, el presidente de la república emitía su resolución con
la que los pueblos obtenían su dotación de manera definitiva. En 1925, la
mayoría de los pueblos yucatecos recibieron su dotación definitiva y los
restantes en 1930.
Los hacendados nunca estuvieron de acuerdo con el arrendamiento
de sus montes, mucho menos con su afectación, pues los recursos foresta-
les eran necesarios para el funcionamiento de su industria henequenera. En
1923 el hacendado Álvaro Millet Heredia se opuso a la afectación de 223
hectáreas de montes de su hacienda Muchelchén para la dotación del pueblo
de Kanasín, porque de ellos obtenían la madera que servía de combustible
de las máquinas desfibradoras. En agosto de 1922, a la hacienda Oncán se le
expropiaron 1 826 hectáreas de montes para dotar al pueblo de Tixpéhual.
Su propietaria, Concepción Rodríguez, explicó las condiciones en la que
se encontraba su finca a cuatro meses después de la expropiación: “Me he
quedado sin el combustible necesario para mover mis máquinas desfibra-
doras; como resultado, los trabajos de mis fincas están suspendidos desde
hace quince días con graves perjuicios para los intereses generales del país,
para los habitantes de las fincas y para los numerosos vecinos del pueblo de
Tixpéual que trabajan en mis fincas”. En efecto, el monte de las haciendas
formaba parte del cultivo del henequén, el abogado y representante de los
hacendados, Gustavo Molina Font, calificó de “absurda” la distribución de
los “terrenos de descanso” porque imposibilitaba a muchas haciendas “la con-
tinuación de las siembras anuales indispensables” de las milpas, para después

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El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

utilizar el terreno para cultivar henequén y de este modo “aumentar progre-


sivamente el área de explotación de las plantaciones”.
Como en todo el país, los hacendados emprendieron diversas estra-
tegias para evitar la afectación. La vía legal fue una. Muchos hacendados
emprendieron juicios de amparo contra los actos de la Comisión Local
Agraria; sin embargo, las resoluciones no los favorecieron, lo que propició
que promovieran el recurso de revisión ante la Suprema Corte de Justicia.
Otros hacendados utilizaron las excepciones que la propia legislación agraria
contempló para no afectar determinadas propiedades. Unos argumentaron
ante la Comisión Local Agraria que sus haciendas eran “unidades agrícolas
industriales en explotación”; otros, que tenían una extensión menor a 500
hectáreas, otros más prefirieron ocultar la extensión de sus terrenos incultos
y declarar la posesión de un número mayor de hectáreas cultivadas de hene-
quén. El uso de estos argumentos no les garantizaba detener el proceso agra-
rio. Tomás Martín León, propietario de la hacienda Reguera, informó a la
Comisión Local Agraria que las 72 hectáreas afectadas de su propiedad eran
cultivos de henequén para evitar la afectación, pero como no pudo demos-
trarlo, dichas hectáreas pasaron a formar los ejidos del pueblo de Tixkokob.
Otra estrategia legal empleada por los hacendados fue su propuesta,
aunque no siempre aceptada, de permutar los montes elegidos por la Comi-
sión Local Agraria por otros terrenos seleccionados por el propietario. Al
mismo tiempo, los hacendados constantemente pretendían dejar sin efecto
las expropiaciones mediante la denuncia y los señalamientos de los errores
cometidos en los procedimientos para la dotación. Por ejemplo, acusaban
que los datos vertidos en el censo agrario eran falsos, revelaban no haber
recibido de la Comisión Local Agraria la notificación correspondiente a su
afectación, y denunciaban la ausencia de las autoridades municipales al mo-
mento de las mediciones.
Pero mientras la oposición de los hacendados se resolvía por la vía
legal, en el ámbito cotidiano, los dueños de las haciendas no dudaron en
impedir u obstaculizar la ocupación de sus montes. Un caso extremo por
su violencia fue el del propietario de la hacienda Texán. En 1924 se negó

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 111


Inés Ortiz Yam

a entregar sus montes afectados para la dotación del pueblo de Samahil y


contrató a “15 hombres del interior del estado”, armados con “rifles 30-30”,
para vigilar y evitar la ocupación de sus montes. La medida fue eficaz, pues,
al decir de las autoridades municipales, ni la Liga de resistencia ni el comité
particular de Samahil habían “conseguido introducirse hasta ellos”.
Muchos propietarios, al comprender que la afectación de sus montes
era inevitable, procedieron a explotarlos intensivamente. En 1925, el due-
ño de la finca Cholul Bolio comenzó a sembrar “hijos de henequén” en los
montes que servirían para dotar de ejidos al pueblo de Cacalchén. Con esta
acción pretendían impedir la expropiación, pues las plantaciones de cultivos
agroindustriales estaban exentas. En el mismo año, el dueño de San Antonio
de Padua, afectada para la dotación del mismo pueblo Cacalchén, cortó toda
la leña y la madera que le fue posible, ante el enojo y la indignación de los
milperos y funcionarios del comité particular ejecutivo del pueblo.
Al gobernador del estado, Felipe Carrillo Puerto, le llegaban innumera-
bles quejas de los presidentes municipales, los comités particulares ejecutivos
y las Ligas de resistencia que denunciaban las acciones de los propietarios.
En 1922, el presidente municipal de Hunucmá acusó a Augusto Peón, dueño
de la hacienda Chac, de talar los montes, incluso los de la dotación del pue-
blo. De continuar, advirtió el presidente municipal, “entre algunos meses,
no quedará un solo árbol de pie y esos campos quedarían con condiciones pé-
simas para que nuestros modestos agricultores puedan hacer sus sementeras
en condiciones ventajosas, burlándose de esta manera la idea de favorecer a
los trabajadores, pues esos campos ya no serían tocados para nada”. Augus-
to Peón no fue el único en resistir de ese modo. Los hacendados de Chac
y Chel, afectados para la dotación del pueblo de Hunucmá, “haciendo uso
de la fuerza sacaron en repetidas ocasiones de sus milpas a trabajadores de
Hunucmá, quienes optaron en abandonar aquellos lugares”. El propietario
de Texán, por su parte, tomó toda la madera que los milperos de Hunucmá
habían cortado “sin pagarles el precio a que pagaría dicha madera”. En 1924,
el comité particular ejecutivo del pueblo de Conkal informó a la Comisión
Local Agraria que el encargado de la finca Tecat, afectada con 292 hectáreas

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El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

de terreno, mandó a talar “casi 1 000 mecates de dichos montes” y envió


los oficios correspondientes a la propietaria y al encargado de la finca advir-
tiéndoles que no debían tocar dichos montes porque eran ejidales. Ambos
hicieron caso omiso de la advertencia y extendieron la tala a mayor cantidad
de terrenos.
Para 1926, la convicción política con la que habían actuado las autori-
dades para dotar de ejidos a los pueblos ya había desatado la oposición de la
Unión de Productores Henequeneros, organización que agrupaba a los gran-
des productores de henequén que, sin éxito, intentó anular las resoluciones
presidenciales. Como era de esperarse, los dueños de grandes propiedades
sortearon de mejor manera la pérdida de sus terrenos incultos frente a los
medianos y pequeños productores. La capacidad económica de los primeros
les permitió adquirir “tierras incultas” de los medianos y pequeños, ya sea
para reponer sus propiedades u otorgarlas a las autoridades agrarias en vez
de sus extensiones de su propiedad.
Los hacendados no fueron los únicos en oponerse a la expropiación de
los montes, a sus esfuerzos se sumaron los peones acasillados, los trabajado-
res de los pueblos y los arrendatarios de los montes privados. Con la anuen-
cia del propietario, emprendieron diversas acciones que se caracterizaron
por proceder contra quienes directamente los agraviaban, es decir, los nue-
vos ejidatarios de los pueblos. La oposición de los peones acasillados tiene su
origen en la misma relación patronal de tipo paternalista que habían estable-
cido con el hacendado. Sin embargo, más allá de esta relación, ellos vieron
en la afectación de los terrenos incultos la pérdida de sus espacios agrarios,
pues para la década de 1920, la legislación agraria aún no les concedía per-
sonalidad jurídica para obtener ejidos. De modo que no poseían más recurso
que el monte de las haciendas para cultivar, por lo que su subsistencia estaba
unida a la hacienda.
Algunos ejemplos de esta confrontación entre ejidatarios y peones son
ilustrativos. En 1924, el comité ejecutivo y la Liga de resistencia del pueblo
de Samahil se quejaron ante la Comisión Local Agraria de que los trabaja-
dores de la hacienda Texán sacaban leña, carbón y palizadas de los montes

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 113


Inés Ortiz Yam

que les habían otorgado en dotación. Un funcionario de la Comisión Local


Agraria se trasladó al lugar y constató que los peones diariamente extraían
“60 y 80 tareas de leña”, carbón y otras maderas.
En realidad, los peones de las haciendas usufructuaban los montes bajo
la anuencia y protección de su patrón, pues este había contratado a 15 per-
sonas originarias del “interior de la república, bien armados de rifles 30-30”
para vigilar e impedir la presencia de personas extrañas en la hacienda. Por
su parte, los ejidatarios del pueblo de Samahil no habían podido acceder a las
240 hectáreas que se les había dotado. Cansados de esta situación, el comité
particular ejecutivo, los milperos beneficiados y las autoridades municipales
acordaron “incautar toda la madera que se encuentra en aquellos terrenos y
que legítimamente nos corresponde”. Las autoridades municipales notifica-
ron su decisión a la Comisión Local Agraria y a Miguel Cantón, gobernador
del estado. A este último le solicitaron “un piquete de fuerzas” que los escol-
tara hasta Texán. Él turnó el caso a la Comisión y ésta aconsejó a las autori-
dades municipales consignar el caso al juez de paz de Samahil.
En otros lugares, la división entre peones y los nuevos ejidatarios de
los pueblos llegó a la violencia. En 1927 los ejidatarios de Cansahcab esta-
ban “cercando unos terrenos” en montes de la hacienda Cauacá para cultivar
sus milpas cuando fueron interrumpidos por un grupo de 100 trabajadores
de la hacienda. Estaban armados con rifles y, liderados por Pantaleón Díaz,
amenazaron a los ejidatarios para que abandonaran el terreno, pues a su
decir tales terrenos no pertenecían al fundo legal del municipio. Los ejida-
tarios abandonaron los montes, y los trabajadores de las fincas, por órde-
nes de Pantaleón Díaz, comenzaron a cultivarlos. Díaz los alentaba cuando
afirmaba “que los terrenos correspondían a los vecinos de la finca”. Ante la
queja de los ejidatarios de Cansahcab, la Comisión Local Agraria empren-
dió una investigación junto con el ingeniero encargado de medir los ejidos.
Ambos recorrieron los montes y certificaron que, en efecto, habían sido
afectados para la dotación de Cansahcab, por lo que ordenó al encargado
de la finca desalojar el monte y no volver a interrumpir los trabajos de los
milperos del pueblo.

114 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

Los vecinos de los pueblos y rancherías que acostumbraban a utilizar


los montes de las haciendas también se opusieron a las afectaciones. Con
frecuencia, los comités particulares, presidentes municipales y ejidatarios
denunciaban la presencia de este tipo de milperos en los ejidos recién dota-
dos. Por ejemplo, en 1923, arrendatarios de Mesatunich aún cultivaban sus
milpas en los montes de la hacienda que habían sido otorgados al pueblo de
Suma. En 1925, vecinos de la ranchería de Kopté ocupaban los montes de las
fincas Ayin y Silil los cuales formaban parte de los terrenos expropiados para
dotar al pueblo de Cacalchén.
Con la dotación provisional de los ejidos, los comités particulares
agrarios de cada población se convirtieron en las únicas instancias facultadas
“para administrar las tierras y productos ejidales”, de otorgar permisos para
las siembras, dar las órdenes relativas a la administración, comunicar a los
propietarios que no invadiesen los terrenos expropiados ya haciendo milpas
o cortando leña, y resolver todos los conflictos en torno a los ejidos. En
términos legales, la facultad de los ayuntamientos para distribuir tierras in-
cultas entre los milperos, dispuestas en las circulares para el arrendamiento
de tierras incultas de 1917 y 1919, quedó derogada. De igual modo, que-
daron desplazadas de los asuntos agrarios las Ligas de resistencias, que tanta
presencia tenían en el ámbito rural; sin embargo en el terreno de los hechos
lograban inmiscuirse.
Los comités particulares ejecutivos eran las únicas instancias faculta-
das para intervenir y resolver los conflictos relacionados con los ejidos. Por
ejemplo, las pugna entre ejidatarios y hacendados, peones y arrendatarios
en cuanto a la ocupación, saqueo o acciones que dificultaban el acceso a los
montes otorgados en calidad de ejidos debían ser resueltos por los comités.
Sin embargo, las autoridades municipales y las Ligas de resistencia, aunque
no tenían competencia en materia ejidal, con frecuencia denunciaban ante el
gobernador las anomalías, dificultades y problemas que se suscitaban alrede-
dor de la posesión y ocupación del ejido. Posteriormente, el Ejecutivo estatal
turnaba el caso a la Comisión Local Agraria para que los comités particula-
res correspondientes resolvieran el diferendo. En otras palabras, autoridades

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 115


Inés Ortiz Yam

municipales, Ligas de resistencia y gobierno local había conformado una es-


pecie de alianza política que si bien no era legal, en el terreno de los hechos
intervenían en el reparto agrario y los conflictos suscitados en torno a él.
La forma en que la población del noroeste de Yucatán participó y res-
pondió al reparto agrario se explica a partir de su situación como trabajadores
eventuales de las fincas, peones de las haciendas, arrendatarios y milperos.
Los peones de las fincas no recibieron con beneplácito la expropiación de las
denominadas tierras incultas, porque en cierto modo los despojaban de los
montes en donde siempre habían cultivado, además de que estaban margina-
dos del reparto. Para los vecinos de los pueblos, el reparto de los montes en
calidad de ejidos era un paliativo importante, pues les permitía acceder a los
montes privados sin tener que pagar una renta ni enfrentarse a las restriccio-
nes impuestas por los propietarios. Por ejemplo, con la dotación de tierras
incultas en calidad de ejidos, los pobladores de Maxcanú dejaron de pagar
10 por ciento y 20 por ciento de las cosechas exigidas por los hacendados por
el uso de los montes.
Atraídos por el recurso forestal, los ejidatarios de los pueblos ocu-
paron sus nuevos ejidos, muchas veces de un modo desordenado, como se
aprecia en el siguiente caso. En 1922, los vecinos de Maxcanú, al tener noti-
cia de que los montes de la hacienda Calcehtok formaban parte de sus ejidos,
de inmediato se trasladaron a ellos para hacer sus sementeras. Las autorida-
des agrarias de Maxcanú recibieron la queja de los propietarios de la finca
porque los milperos habían invadido los montes incorrectos. La Comisión
Local Agraria envió al topógrafo Alfredo Tappan para realizar las averigua-
ciones y en su informe confirmó que los agricultores habían cultivado en
terrenos no afectados, pero “que esto lo hicieron por no conocer la situación
de la parte afectada”. Una vez aclarado el asunto, Tappan entregó al comité
particular agrario de Maxcanú el plano de la dotación para que “procurara
que los agricultores hagan sus labranzas en los lotes indicados”.
Otra ventaja que obtuvieron los vecinos de los pueblos con la do-
tación fue que los montes ejidales estaban situados cerca de sus pueblos y
de las haciendas. De este modo podían usufructuar sus ejidos y al mismo

116 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

tiempo trabajar en las fincas aledañas. En realidad, el reparto de los montes


no transformó la estructura agraria ni las condiciones de vida de la población
rural, toda vez que la fibra de henequén continuaba desempeñando un papel
de primer orden en la economía local. A lo largo de la década de 1920, a
pesar de sus afectaciones, las haciendas henequeneras dominaban el paisaje
del noroeste yucateco y la subsistencia de la población rural continuaba de-
pendiendo del trabajo en las haciendas y, en menor medida, de las milpas
que podían cultivar en los montes de las fincas o en los montes ejidales. En
1926 el ingeniero Luis C. Rodríguez presentó un informe sobre la situación
agraria de los pueblos de Yucatán en el que señalaba: “Los pueblos se en-
cuentra casi en idénticas condiciones a como estaban antes del reparto agra-
rio, ya que los vecinos de los pueblos siguen prestando sus servicios en las
fincas cercanas, puesto que el cultivo del maíz en la zona henequenera es de
tan escaso rendimiento, que más lo hacen por costumbre, pero nunca puede
decirse que de él obtengan lo suficiente para poder vivir”.

3. REFORMA AGRARIA: LOS EJIDOS HENEQUENEROS

El Código Agrario de 1934 convertía al ejido en pieza central de la organi-


zación económica del país al considerarla la unidad principal de la estruc-
tura agrícola. Lo primero fue desmantelar la estructura agraria conformada
por las grandes propiedades. Así, las dedicadas a las plantaciones de café,
cacao y demás cultivos industriales que en el reglamento agrario de 1922 las
exentaba de cualquier afectación, perdieron esa inmunidad. Por el contra-
rio, el proyecto agrarista arrancó con las zonas más productivas del país y
únicamente fueron respetadas aquellas propiedades cuyas superficies no ex-
cedieran las 150 hectáreas de riego, 300 hectáreas de temporal, y 300 hec-
táreas las ocupadas con plantaciones ordenadas como plátano, café, cacao,
y árboles frutales. En el caso de las tierras ocupadas con alfalfa, henequén,
maguey y otros agaves industriales podían excluirse de la dotación siempre
que las plantaciones tuvieran una existencia de seis meses anteriores a la

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 117


Inés Ortiz Yam

fecha que se realizara la solicitud ejidal o que los afectados se comprome-


tieran a proporcionar otras tierras dentro del radio de siete kilómetros del
poblado solicitante. La demarcación de dicho terreno se debía realizar en un
plazo de treinta días contados a partir de la fecha en que el Departamento
Agrario, la nueva máxima autoridad agraria, comunicara a los propietarios
de la aceptación de la permuta.
Las responsables de efectuar el trámite, la resolución y ejecución del
reparto serían las nuevas autoridades agrarias instauradas por el mismo Códi-
go Agrario de 1934. La autoridad máxima era el Departamento Agrario, con
sede en la ciudad de México; cada estado crearía su Comisión Agraria Mixta
y se instaurarían comités ejecutivos agrarios para que representaran a los soli-
citantes de un reparto, ejecutaran los mandamientos de posesión y entregaran
al comisario ejidal la documentación. Concluida su labor, los comités cesarían
automáticamente y, finalmente, se nombrarían comisarios ejidales.
El Código Agrario de 1934 ampliaba o extendía los derechos agrarios
a entidades e individuos antes no contemplados. El Artículo 20 disponía que
cualquier “núcleo de población” tenía la capacidad de recibir ejidos sin im-
portar su categoría política —pueblos, rancherías, congregaciones, condue-
ñazgo y comunidades—, y el Artículo 45 incluyó por fin a los peones de las
haciendas en el reparto, con la pretensión de desaparecer al trabajador deno-
minado acasillado o peón, como efecto colateral del desvanecimiento de las
haciendas como unidades agrarias de producción y la consolidación del ejido
en el campo mexicano. Los poblados de las haciendas no fueron reconocidos
como “núcleo de población”, por lo que no recibieron ejidos y tampoco pu-
dieron constituirse en poblados ejidales. Los peones debían anexarse a algún
“núcleo de población” para convertirse en ejidatarios.
En tal sentido, el agrarismo de la década de los treintas se caracteri-
zó por transformar la estructura agraria vigente. Con su implantación, el
Estado se convirtió en la única entidad facultada para efectuar el reparto
agrario y decidir sobre los procesos agroindustriales del país; concretamen-
te: determinar los tipos de cultivos, la expansión de las áreas agrícolas, el
monto de las inversiones, la realización de las obras de irrigación y demás

118 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

estrategias de planeación agrícola. Este nuevo proyecto agrario, impulsado


por el presidente Lázaro Cárdenas, buscaba consolidar una estructura agraria
homogénea que sustituyera a los hacendados en los procesos productivos y
a los caciques regionales en el reparto agrario. Estos últimos habían utiliza-
do la entrega de ejidos como instrumento político para congraciarse, ya sea
retrasando o agilizando su ejecución, con los diferentes grupos sociales y
económicos con los que estaban vinculados o asociados.
En Yucatán, el reparto agrario buscaba transformar la industria agrícola
henequenera: desde el sistema de tenencia de los terrenos donde se cultiva-
ban los planteles hasta el proceso mismo de producción, ámbito en donde el
Estado asumiría el control de la producción de la fibra, pues repartir el he-
nequén era con el fin de afrontar el problema donde se encontraba el meollo
de la economía y el corazón de la sociedad. Las zonas del sur y oriente del es-
tado no tenían la misma importancia económica por dedicarse a la siembras
tradicional de maíz, calabaza, frijol y chile y porque sus recursos se limitaban
a los montes intricados y desolados.
La noticia de una reforma agraria no fue bien recibida por los hacenda-
dos, quienes de inmediato se opusieron a la expropiación de sus propiedades
y a ser excluidos de la producción agraria. Por todos los medios a su alcance
trataron de evitar la pérdida de su monopolio: la ruta legal, la vía política
—emprender alianzas y realizar componendas con la clase política local y fe-
deral, y con los sindicatos, federaciones, partidos políticos, entre otros— y
las distintas acciones extralegales para retrasar e impedir el reparto agrario.
La reacción de la población de los pueblos y de las haciendas que traba-
jaban en las propiedades fue compleja. En la transición de un régimen agra-
rio a otro, las distintas organizaciones políticas y obreras que existían desde
la década de 1920 y las de reciente creación en la de 1930 tuvieron un papel
determinante al influir e incitar a la población rural, pues el reparto agrario
se convirtió en un medio de negociación en las coyunturas electorales y de
conflictos políticos. Con este tenor, las ligas de resistencias, los partidos po-
líticos y los sindicatos obreros movilizaron a la población rural e incidieron
en su percepción y actuación respecto a la política agraria.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 119


Inés Ortiz Yam

Sin embargo, la participación de la población rural frente al reparto


agrario debe comprenderse en el contexto de la crisis económica mundial
que había afectado las exportaciones y los precios de la fibra de henequén.
Al principiar la década de 1930 los trabajadores del henequén sorteaban los
efectos de la Gran Depresión de 1929: escasez de trabajo, bajos salarios y re-
trasos en su pago, efectos que influyeron de manera directa en su percepción
sobre los cambios agrarios. En las solicitudes enviadas a la Comisión Agraria
Mixta se advierten, grosso modo, dos actitudes diferentes entre los trabajado-
res del henequén. Los que residían en los pueblos percibieron en el reparto
de las tierras cultivadas de henequén la posibilidad de crecer o de mejorar
sus expectativas laborales a corto plazo. De manera que los comités ejidales
y vecinos en general elaboraron sus solicitudes de ejidos por la vía de la am-
pliación, porque en la década de 1920 habían recibido sus ejidos formados
con los montes de las haciendas.
En esas solicitudes manifestaban la necesidad de obtener planteles para
remediar su situación crítica ante la escasez o la falta de empleo. Al respec-
to, los solicitantes de la comisaría de Kopté explicaron que preferían recibir
planteles de henequén, porque “con los montes que tenemos en la actualidad
no nos es posible vivir, toda vez que los hacendados se niegan a darnos trabajo
y el número de socios que tenemos no está en proporción con los terrenos
afectados”. El argumento del comisario ejidal del pueblo Cuzamá fue con el
mismo tenor. Él destacaba la necesidad de trabajar en el cultivo de henequén,
pues con el de maíz no era posible la supervivencia. Al gobernador, Fernando
López Cárdenas, se dirigió de la siguiente manera: “Solicitamos la ampliación
de nuestros ejidos con terrenos sembrados con henequén en virtud que la
mayor extensión de los terrenos de pastos con que fuimos dotados en defi-
nitiva en la década de 1920, son terrenos ya talados y de un rendimiento de
14 almudes cuando se logran las cosechas y por lo tanto insuficientes para
podernos proporcionar los medios necesarios para nuestro sustento”.
Algunas solicitudes especificaban el nombre de las fincas cuyos plante-
les deseaban recibir. Solían escoger las cercanas a sus pueblos o bien donde
laboraban como jornaleros. En 1937, por ejemplo, 24 vecinos de Motul

120 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

solicitaron al jefe del Departamento Agrario la entrega de henequenales de la


hacienda Ticopó, con el siguiente argumento: “Nosotros prestamos nuestros
servicios en esta finca, por lo que nos consideramos con absoluto derecho
a ser dotado en esta finca”, en su opinión, “recibiendo la dotación a donde
por muchos años tienen por costumbre trabajar, ya lo consideran como cosa
propia”. Los del pueblo de Cuzamá suplicaron ser dotados con henequén de
las fincas Chunkanán, Noh Chakán y Yaxkukuk, cuya distancia no rebasaba
los tres kilómetros de distancia del pueblo. La comisaría de Kopté del muni-
cipio de Motul pidió planteles de las fincas Hutzil y San Pedro de esta com-
prensión municipal. También solicitaban planteles en producción, es decir,
listos para el corte de sus hojas, pues dada su necesidad de trabajo no podían
esperar siete años, tiempo que tarda una planta de henequén para comenzar
a producir. En 1936 los agricultores y vecinos de Abalá solicitaron heneque-
nales en producción de las seis fincas de su municipio.
Por su parte, los trabajadores que residían en las fincas no recibieron
con el mismo entusiasmo la noticia del nuevo reparto aun cuando los incluía.
De modo que se negaron rotundamente a participar y ser convertidos en
ejidatarios. No obstante, eran considerados en las solicitudes elaboradas por
los comités ejidales y sus nombres aparecieron en los censos agrarios. Todo
parece indicar que su presencia en las solicitudes era una estrategia legal de
los comités ejidales, pues de acuerdo con el Código Agrario de 1934, para
recibir la ampliación debían demostrar tener sobrepoblación y requerir de
más extensiones. Sin embargo, los peones de las haciendas, al tener conoci-
miento de que sus nombres estaban en los censos, solicitaron a la Comisión
Agraria Mixta ser excluidos. Así lo hicieron los peones de la finca de Ek-
nakán, del municipio de Cuzamá, quienes acusaron al ingeniero encargado
de la ampliación al pueblo de Cuzamá, porque “sin pedirnos nuestros pare-
ceres, nos puso en una lista para la ampliación referida”. Muchos más supli-
caron no ser incluidos desde mucho antes de levantar los censos agrarios y
expresaron su firme deseo de continuar como peones.
Los hacendados influyeron en la decisión de sus trabajadores, pues en
el interior de la finca el dueño, el encargado o los mayocoles (los encargados

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 121


Inés Ortiz Yam

de inspeccionar los trabajos agrícolas de los peones) desacreditaban la refor-


ma agraria al advertirles de las consecuencias negativas que traerían consigo
la fragmentación de la propiedad y la presencia de un mayor número de tra-
bajadores. En otras fincas se amenazaba a los trabajadores con echarlos si se
unían a la causa agrarista. Otros propietarios elaboraron oficios dirigidos a la
Comisión Agraria Mixta en nombre de sus trabajadores. Su poder de conven-
cimiento y demás estrategias no pudieron ser más eficaces en el contexto de
crisis económica originada por la Gran Depresión de 1929. Los peones, al
igual que los demás trabajadores henequeneros, sufrían los embates de la crisis
económica, y muchos guardaron una posición hasta cierto punto privilegiada
por el hecho de tener trabajo en las haciendas, en comparación con los trabaja-
dores de los pueblos, a quienes no se les empleaba en tiempos de escasez.
Los peones se negaban a participar en el reparto porque temían perder
su trabajo y sus antiguas prerrogativas, en otras palabras, no deseaban renun-
ciar a su forma de vida. Al mismo tiempo, sentían temor por los cambios
que experimentarían al tener que sujetarse a las autoridades agrarias de los
pueblos, encargadas de organizar y distribuir el trabajo en el ejido.
Esta actitud defensiva y evasiva de los peones fue atenuándose con-
forme avanzó el reparto agrario y perdieron el apoyo de sus patrones. En
efecto, tras la expropiación de los planteles, iniciada en 1934, muchos ha-
cendados se quedaron sin posibilidades de ofrecer trabajo y sustento a sus
antiguos trabajadores y comenzaron, poco a poco, a solicitar su conversión
en ejidatarios. Un extrabajador de la finca de San Francisco, del municipio
de Dzidzantún, relató que el hacendado dejó de apoyarlos y hasta les acon-
sejó volverse ejidatarios diciéndoles: “Ustedes tienen derecho al ejido del
pueblo de Dzidzantún que vayan a ingresar allá, aquí no tengo manera de
darles trabajo, porque no tengo planteles. Todos ya me los quitaron, así es
que no tengo trabajo para ustedes”. En 1936, los trabajadores de la hacienda
San Antonio Chun, del municipio de Umán, se quedaron sin trabajo después
que la hacienda fue afectada. Por tal motivo solicitaron su inclusión al censo
ejidal del pueblo de Bolón. En 1937, cerca de medio centenar de peones de
la finca Ticimul, del municipio de Umán, manifestaron a Francisco Palomo

122 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

Valencia, gobernador, su deseo de organizar un “centro ejidal” para “solicitar


la ayuda económica” que necesitaban para cultivar y explotar sus henequena-
les. Paulatinamente los trabajadores residentes en las fincas se convirtieron
en ejidatarios. Tal es el caso de los vecinos de la finca San Antonio Xiat. En
1935, cuando se llevó a cabo la afectación de la hacienda, permanecieron
indiferentes y señalaron no interesarles el reparto agrario. Dos años después,
en 1937, enviaron una solicitud al Departamento Agrario para que les fueran
entregadas las 150 hectáreas que aún conservaba la hacienda. Este cambio
de parecer, según explicaron, fue motivado “por los atropellos de que son
víctimas de parte del encargado de la misma, señor Francisco Carrillo”.
Para 1935, el reparto era un proceso en marcha que transformaba
paulatinamente la estructura agraria de Yucatán al disolver las fincas y crear
los ejidos. El gobierno federal expropiaba los planteles de henequén al tiem-
po que los repartía en ejidos, en medio de las oposiciones, movilizaciones
políticas y agitación social que buscaban impedirlo. En 1935, en el noroeste
henequenero 76 pueblos habían recibido cerca de 40 mil hectáreas de hene-
quén en calidad de ejidos, de las 160 000 mil que existían. En otras palabras,
habían recibido 25 por ciento de los planteles cultivados, por lo que las
haciendas henequeneras aún mantenían la supremacía de la producción con
85 por ciento de la fibra maquilada.
Para mediados del 1936 el gobierno federal había repartido en el no-
roeste del estado de Yucatán —área integrada por los partidos de Acanceh,
Hunucmá, Izamal, Maxcanú, Mérida, Motul, Progreso, Temax y Tixkokob—
473 508 hectáreas entre 109 pueblos. De esta cantidad, 442 713 hectáreas
(93 por ciento) eran monte o terrenos sin cultivar y 30 315 (7 por ciento)
eran planteles de henequén. De acuerdo con los registros en la región exis-
tían 27 623 ejidatarios. En la región conocida como oriente —partidos de
Espita, Tizimín y Valladolid—, 236 468 hectáreas de terreno a 9 486 ejida-
tarios de 77 pueblos. Todos los ejidos entregados eran de terrenos incultos,
es decir, eran montes. Finalmente en el sur —partidos de Peto, Tekax,
Sotuta y Ticul—, de los 66 pueblos que la componían, sus 14 698 ejidata-
rios recibieron 277 884 hectáreas prácticamente incultas. De esta manera

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 123


Inés Ortiz Yam

a mediados de 1936 se había otorgado 987 861 hectáreas de tierra en toda


la entidad, de las cuales 946 901 (97 por ciento) eran monte o terrenos sin
cultivar y 31 939.7 (3 por ciento) eran tierras cultivadas. Para esas fechas
existían en Yucatán 51 807 ejidatarios.

4. LOS PRIMEROS AÑOS DEL EJIDO HENEQUENERO

A partir de 1935 los pueblos del noroeste yucateco comenzaron a recibir


sus ejidos formados con los planteles de henequén de las distintas hacien-
das circunvecinas. En la designación de estos ejidos, los funcionarios agra-
rios estuvieron lejos de considerar las antiguas relaciones laborales que por
décadas habían mantenido los vecinos de los pueblos con las fincas, pues
actuaron con apego a la vecindad, distancia y extensión formulados en el
Código Agrario de 1934. Por tanto, los núcleos de población recibieron
extensiones de las propiedades más próximas a ellos en un radio máximo
de siete kilómetros y la superficie de sus ejidos se calculaba con base en el
número de ejidatarios y las cuatro hectáreas que a cada uno le correspon-
dería. La aplicación de este criterio trajo consigo de manera irremediable
el resquebrajamiento de los antiguos vínculos y dinámicas laborales que los
vecinos de los pueblos habían establecido con una o más fincas heneque-
neras. Por ejemplo, en 1935, el pueblo de Tepakán recibió en calidad de
ejidos los planteles de las haciendas Kuncheilá y Chenché de las Torres. De
inmediato los vecinos de los pueblos de Tekal y Temax se opusieron a la
expropiación de los planteles de las haciendas. Los tekaleños manifestaron
a la Comisión Agraria Mixta que con la afectación de la hacienda Kuncheilá
se quedarían sin trabajo pues era “el único centro que tenemos para trabajar
porque las otras fincas están casi abandonadas”. En Chenché de las Torres,
explicaron los vecinos de Tekal, se “nos proporciona trabajo y siempre nos
lo han proporcionado hasta en las épocas más difíciles de paros y restriccio-
nes y es la única en la que podemos ganarnos la vida”. Con argumentos simi-
lares, los vecinos de Temax trataron de evitar la afectación de los planteles

124 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

de Chenché de las Torres, pues temían, a su decir, quedar “desprovistos de


los medios de subsistencia que contamos para sostenernos”.
Los vecinos de Tekal y Temax eran trabajadores permanentes o re-
gulares de Kuncheilá y Chenché, respectivamente, y consideraban “injusto”
que le fueran concedidos al pueblo de Tepakán los planteles que por años
cultivaron y cuidaron. Los vecinos de Tekal argumentaron que no era justo
que los vecinos del pueblo de Tepakán se quedaran con los planteles, porque
nunca habían trabajado en la finca Kuncheilá. De manera similar, los vecinos
de Temax opinaron, por favorecer al pueblo de Tepakán, que se les dejaba
sin medios de subsistir, porque la hacienda Chenché de las Torres era “cen-
tro de sus trabajos agrarios”.
El testimonio de los vecinos de Cacalchén es por demás revelador.
Ellos se quejaban de haber recibido ejidos alejados de las fincas donde tra-
bajaban por lo que su desplazamiento a los nuevos ejidos les impedía asistir
y cumplir con las haciendas en donde laboraban cuatro veces a la semana.
Los peones no estuvieron exentos de ser desplazados de las fincas donde
vivían y laboraban durante el reparto. En 1935, cerca de 61 trabajadores de
la finca Dziná, municipio de Motul, enviaron a Lázaro Cárdenas, presidente
de la república, una queja por no haber sido incluidos en el reparto cuando
se dividió la hacienda. En su carta, los quejosos dejaron entrever que por
diferencias políticas fueron ignorados en el reparto, pero externaron “que
como trabajadores de la citada finca henequenera tenemos más derecho que
a ellos a quienes se les ha entregado” los planteles. El temor de los antiguos
peones a perder su trabajo no era infundado, pues una vez que los planteles
se convertían en ejidos, perdían su trabajo. Así lo describen los trabajadores
de Dziná: “Automáticamente hemos sido cesados por haberse distribuidos
aquellas parcelas”. Agregaron que perdieron “el trabajo que aunque era de
tres días a la semana, con un salario mínimo de un peso con 50 centavos,
podíamos escasamente aunque sea llevar el pan ganado honradamente”. En
suma, en la transición de la hacienda al ejido se transformaron las condicio-
nes laborales, dinámicas espaciales y relaciones sociales tejidas, reguladas y

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 125


Inés Ortiz Yam

sostenidas por varias generaciones entre propietarios y peones y vecinos de


los pueblos que trabajaban en las haciendas.
Los ejidatarios del noroeste no tardaron en percatarse de las dificulta-
des que enfrentarían cuando recibieron, de distintas haciendas, extensiones
de variada calidad de henequén. Muchos obtuvieron planteles explotados,
abandonados, o bien en etapa de crecimiento. Es decir, matas de henequén
en condiciones físicas imposibles de aprovechar. Por ejemplo, el pueblo de
Abalá, pese a estar rodeado de las haciendas más productivas de Yucatán, fue
dotado con planteles “de más de media de explotación”, esto es, con plan-
teles ya cortados. Los vecinos manifestaron a las autoridades agrarias que el
plantel de San Isidro de la hacienda Peba, que habían recibido como ejidos,
“estaba ya abandonado por viejo e improductible”. En una situación similar
se encontraban los vecinos del pueblo de Dzidzantún. En 1937, el delegado
de la sociedad local de dicho pueblo expuso en la convención de sociedades
locales de crédito ejidal, efectuada en Mérida, que habían sido dotados con
“50 000 mecates (2 000 hectáreas) de terrenos sembrados con henequén”,
pero en realidad eran menos de la mitad, pues en su mayor parte eran plan-
teles acabados. En otros casos, las sociedades locales recibieron planteles en
buen estado, pero en extensiones insuficientes. Así ocurrió con los vecinos
de Izamal, población grande y urbana ubicada al noreste de Mérida, quienes
recibieron 508 hectáreas de henequén en explotación, pero dicha extensión
resultó insuficiente para satisfacer las necesidades de los 1 000 ejidatarios
existentes. En otros casos recibieron montes de las fincas. En 1936, los ve-
cinos del pueblo de Molas se quejaban de haber recibido poca extensión de
ejido, que era, en su mayoría, terreno inculto.
Las autoridades agrarias, sin considerar el sistema escalonado anual
de las siembras —que le permitía a las fincas tener un número propor-
cionado de planteles en cultivo, producción y producción decadente—,
repartieron los planteles o los terrenos de las fincas entre los ejidatarios
de los pueblos, sin más criterio que el de la extensión que, de acuerdo con
el censo agrario, les correspondía. El resultado fue un reparto desigual y
heterogéneo: algunos recibieron henequenales en explotación, otros con

126 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

producción decadente lo que repercutió en la situación laboral de los nue-


vos ejidatarios. Sirve de ejemplo el testimonio de los vecinos del pueblo de
Nolo, del municipio de Tixkokob, quienes manifestaron que sus ejidos no se
encontraban en “buena producción, pues los henequenales existentes son re-
lativamente en pequeña cantidad de los llamados xpaches”, o sea, las matas de
henequén que se encontraban en los bordes de los planteles. En consecuen-
cia, los ejidatarios decían: “Ganamos solamente un peso con veinticinco cen-
tavos y sólo trabajamos cuatro días, lo cual no satisface nuestras necesidades
más urgentes”. Otros menos afortunados no tenían “pencas que desfibrar”.
Este era el caso de los vecinos del pueblo de Ucú, quienes consideraron que
a falta de plantíos de henequén la organización ejidal no progresaba.
Los expeones de la finca San Pedro Chacabal, luego de recibir terre-
nos incultos como ejidos y no tener trabajo en la finca porque sus planteles
eran “muy viejos”, solicitaron la expropiación de los planteles de la finca
Xiat para satisfacer las necesidades laborales de sus 36 miembros. Los del
pueblo de Nolo, luego de recibir sus ejidos en condiciones poco favorables,
suplicaban que se resolviera “la falta de henequenales en producción”. Asi-
mismo solicitaban al gobernador Francisco Palomo Valencia su intervención
ante el Banco Nacional de Crédito Agrícola para que les concediera “mayor
refacción al ejido”. A modo de garantía, los ejidatarios afirmaron contar “con
la fuerza de nuestra organización y además con el respaldo de otras agrupa-
ciones obreras”.
Los ejidatarios se enfrentaron con la dificultad de procesar las hojas de
henequén, pues el reparto dejó pendiente la cuestión de las desfibradoras de
pencas de henequén, situación que no tardó en convertirse en tema de con-
flicto y discusión. Muchos ejidatarios se apresuraron a anexar a su solicitud
de ampliación de ejidos la petición de las máquinas raspadoras de las fincas
aledañas. De este modo, los ejidatarios del pueblo de Mocochá pidieron la
entrega de los predios de las fincas Carolina y Too, porque ambas tenían
máquinas desfibradoras de henequén. En otro caso, los vecinos del pueblo
de Acanceh solicitaron los henequenales y las plantas desfibradoras de las
haciendas Tekik, Pelé, Tzu, Yabucú, Sac-chich, Canicab, Ticipó y Cib-ceh,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 127


Inés Ortiz Yam

porque “estando bajo el control de dichos hacendados ponen obstáculos y


dificultades a nuestros trabajos”.
En ese momento, las peticiones de máquinas desfibradoras no fueron
atendidas porque imperaba un vacío jurídico para expropiar o forzar a los
propietarios a prestar, arrendar o ceder los equipos industriales a los ejida-
tarios. Esta situación fue aprovechada por los exhacendados para negarse a
la concesión de sus equipos industriales. En un informe elaborado por un
agente del Departamento Agrario se describieron los esfuerzos inútiles por
lograr un acuerdo con los hacendados. A la letra decía: “Todo el mes de abril
y la mitad del mes de mayo de 1935, dedicamos nuestros esfuerzos a obtener
un arreglo que permitiese a los ejidatarios hacer una explotación completa”.
Los resultados de sus gestiones no fueron los esperados porque “los dueños
de los equipos industriales pensaban obligar a los ejidatarios a venderles la
penca, seguros de que con tal procedimiento conservarían la preponderancia
económica”, especuló el funcionario.
Sin embargo, en el mismo mes de mayo de 1935 tuvo lugar otra reu-
nión con “las partes interesadas” y en ella se acordó que la Legislatura local
emitiría una ley para la ocupación de los equipos industriales. En marzo
de 1935 el gobernador César Alayola Barrera había enviado al Congreso
del estado un proyecto de ley que declaraba de utilidad pública el arrenda-
miento de las máquinas desfibradoras y demás equipos industriales nece-
sarios para la extracción de la fibra. Dicho proyecto pretendía regular las
condiciones y los arreglos entre comisarios ejidales, en representación de
los ejidatarios y parcelarios henequeneros, y los propietarios de los equipos
industriales. Sin embargo, el proyecto no fue aprobado y en su lugar, el 27
de mayo de 1935 la Legislatura local decretó una ley que declaró la utilidad
pública de la explotación del henequén, esto significó, la extracción de la
fibra contenida en las hojas del agave por los pequeños agricultores. De
este modo quedaban incluidos los ejidatarios y toda persona que cultivara y
produjese menos de diez mil kilogramos de fibra anuales. Con esta ley, los
propietarios no perdían sus derechos de propiedad, pero Alayola Barrera,
después de escuchar a las partes interesadas, era el único que podía realizar

128 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

una “declaración de ocupación” y establecer el tiempo y las condiciones en


que serían entregados y utilizados los medios de producción.
La “declaración de ocupación” contemplaba dos vías. La primera era
que los propietarios recibirían una determinada cantidad de dinero por cada
100 000 hojas desfibradas en jornadas de ocho horas, además de proporcio-
nar todos los trabajadores necesarios y los elementos indispensables —trin-
cas, combustibles, aparte de las maquinarias, útiles implementos y demás
accesorios—. En caso de que los dueños no cumplieran con el trato, entraba
en vigor la segunda vía que consistía en que los ejidatarios desfibrarían las
pencas personalmente mediante el pago único de 25 pesos por la misma can-
tidad de hojas y horas de trabajo; y en caso de descomponerse las máquinas,
los gastos de reparación correrían por cuenta de los ejidatarios. En ambas
situaciones, el pago se haría efectivo cuando el henequén se encontrara en la
bodega de la finca.
Para ocupar las desfibradoras, los nuevos ejidatarios tenían que com-
partir y establecer acuerdos de manera cotidiana con los trabajadores de las
fincas y los ejidatarios de otros pueblos. Por ejemplo, la máquina desfibrado-
ra de la finca de Xcanatún era utilizada por los trabajadores de la finca y tam-
bién por los ejidatarios de Komchén, Chuburná, Dzityá y Chablekal, pueblos
ubicados al norte de Mérida, luego de que su propietaria perdiera el amparo
para impedir la ocupación de planta desfibradora. En una situación similar se
encontraban, en 1935, los habitantes de la hacienda Xcumpich, al tener que
compartir la máquina con los de la finca Chenkú y del ejido de Chuburná.
Para los hacendados dicha ley significó otro golpe, pues las desfi-
bradoras si bien no les fueron expropiadas, fueron desplazados en la toma
de decisiones sobre su arrendamientos. Así pues, los propietarios a través de
amparos no cesaron en sus esfuerzos por evitar la intromisión de los ejidata-
rios y presentaron a Lázaro Cárdenas, presidente de la república, informes
de los primeros resultados de la producción de fibra ejidal y propuestas con-
cretas sobre cómo debía llevarse a efecto y administrarse la agroindustria
ejidal. En la vida diaria obstaculizaban e interrumpían la ocupación de sus
máquinas mediante la sustracción de piezas para inmovilizar el tren de raspa

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 129


Inés Ortiz Yam

y la desaparición de una o más partes de la infraestructura industrial como


bestias, vehículos para el traslado de las hojas y las fibras, y las rieles Decau-
ville. Al mismo tiempo, los antiguos peones de la finca también trataron de
impedir que los vecinos de los pueblos usaran la raspadora tal y como hacían
los trabajadores de la hacienda San Juan Koop, quienes compartían con los
pobladores del pueblo de Muxupip la máquina de la mencionada exhacienda.
Cada uno la utilizaba tres días a la semana. Pero al tener noticia de que los
ejidatarios de Cacalchén solicitaban ocupar las máquinas de San Juan Koop,
los trabajadores se opusieron rotundamente ante el temor de quedarse “to-
talmente sin trabajo”.
En 1935 el gobernador Fernando López Cárdenas, con el fin de ga-
rantizar el acceso a las maquinarias a los ejidatarios, envió a todos los presi-
dentes municipales una circular en que les mandaba ejercer “la más rigurosa
vigilancia en el municipio de su jurisdicción impidiendo que, sin el permiso
del ejecutivo, se modifiquen las instalaciones o sistemas industriales o se dis-
ponga del equipo respectivo”. De detectar alguna anomalía, los presidentes
municipales debían denunciar para imponer multas de 5 000 pesos y seis me-
ses de cárcel a los dueños que fueran sorprendidos escondiendo o sustrayen-
do cualquier pieza indispensable para la maquila de las pencas de henequén.
Los problemas en torno a los equipos industriales no cesaron. De
acuerdo con el reglamento sobre la ocupación, los dueños tenían la obliga-
ción de prestarlos en buen estado y los ejidatarios de cuidarlos. Sin embargo,
unos y otros se acusaban de deteriorar y abandonar los equipos. Los costos de
la desfibración, impuestos por el gobierno estatal, también fueron motivo de
constantes conflictos. Los propietarios pretendieron incrementar el pago es-
tipulado en la Ley de arrendamiento al considerarlo “irrisorio” e insuficiente
“para su mera conservación”. En 1937, la propietaria de la finca Xcehús, del
municipio de Seyé, solicitó reconsiderar el importe de la indemnización que
recibiría y los ejidatarios y el Banco Nacional de Crédito Ejidal acordaron
pagarle 200 pesos por cada jornada de desfibración de 100 000 hojas, en el
caso de que hiciera el trabajo, y 30 pesos en caso contrario. Pero el proceso
legal podía ser largo y quedar sin efecto, como sucedió con la propietaria

130 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

de Xcehús, quien varios meses después aún no cobraba lo acordado. Para


1936, los ejidatarios, asociados por el Banco, pagaron a los propietarios de
las desfibradoras más de medio millón de pesos por concepto de maquila y
cerca de 65 000 pesos por alquiler.
El primer eslabón de la nueva estructura agraria era la formación de
los ejidos henequeneros y el segundo la organización de las sociedades
de crédito o sociedades agrícolas, las cuales quedaron integradas por grupos
de ejidos con el objetivo de facilitar la explotación cooperativa de grandes
extensiones agrícolas. Organizados en sociedades, los ejidatarios recibirían
los créditos necesarios de una institución bancaria. A mediados de 1935, se
estableció en Mérida una agencia del Banco Nacional de Crédito Agrario que
comenzó a financiar a los productores ejidales. Para 1936, dicha institución
bancaria fue desplazada por una agencia del Banco Nacional de Crédito Eji-
dal; sin embargo, la fecha formal de inicio de esta última fue el 18 de agosto
de 1937. El Banco Nacional de Crédito Ejidal se encargó de los créditos para
el cultivo de henequén, la utilización de los equipos industriales, el pago
de los salarios a los ejidatarios y demás gastos relacionados con la produc-
ción y tareas administrativas. Tal y como se tenía proyectado, la institución
bancaria administraba el trabajo de los ejidatarios, vigilaba la calidad de la
producción, se hacía cargo del almacenamiento y venta de los cosechas, y
de la reparación de los medios de producción, en otras palabras, el Banco se
convirtió en guardián de la agricultura cooperativa mexicana.
La formación de las sociedades de crédito estuvo politizada como el
reparto agrario. Los ejidatarios recibieron propaganda a favor o en contra
de las organizaciones a las que estaban afiliadas. La Federación Regional de
Obreros y Campesinos y la Federación Sindical Independiente se oponían
a la intervención de la institución bancaria y pugnaba por el ejido indepen-
diente, es decir, sin recibir créditos bancarios. Los exhacendados también
dejaron correr comentarios negativos para desanimar a sus antiguos traba-
jadores a participar en el reparto agrario; y aunque no lograron su cometi-
do del todo, sí influyeron en el ánimo de los nuevos ejidatarios. Eliodoro
Ché, del pueblo de Xanabá, recordó que “el temor de los campesinos ante

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 131


Inés Ortiz Yam

la represalia de los hacendados hizo que muchos campesinos de Xanabá no


quisieran integrarse a la sociedad ejidal desde que comenzó a gestionar su
formación legal”.

5. CONVENIOS PARA TRABAJAR Y RASPAR HENEQUÉN

Los conflictos y problemas relacionados con la labor administrativa de los


comités ejidales y autoridades agrarias no tardaron en aparecer. No obstan-
te, en el ámbito cotidiano los dueños de las fincas y los ejidatarios, vecinos de
los pueblos y las fincas, celebraron convenios para resolver los dos grandes
problemas que enfrentaban los ejidatarios de los pueblos y de las haciendas
del noroeste: “el problema de la falta de trabajo” y la producción heneque-
nera. En julio de 1936, después de largas sesiones en las que intervinieron
los vecinos del pueblo de Dzidzantún, el dueño de la finca San Francisco, su
representante legal, el agente del Banco ejidal, el representante del Departa-
mento Agrario, el presidente municipal de Dzidzantún, el jefe de la zona de
Motul, vecinos de la mencionada finca, y el propio gobernador del estado,
ingeniero Florencio Palomo Valencia, los ejidatarios del pueblo de Dzidzan-
tún y los pobladores de San Francisco firmaron un acuerdo para solucionar
de manera provisional el conflicto de falta de trabajo entre los “acasillados de
la finca San Francisco”.
Tras el reparto, los planteles de la finca San Francisco habían pasado
a formar los ejidos del pueblo de Dzidzantún, y sus antiguos trabajadores
se habían quedado sin trabajo. El acuerdo tenía dos propósitos: incorporar
a los vecinos de la finca a los trabajos del ejido y establecer los términos de
la relación entre el ejido y la planta industrial de San Francisco. En dicho
acuerdo, los 200 ejidatarios de Dzidzantún y 100 vecinos de la finca se divi-
dirían proporcionalmente, a partir de noviembre de 1936, el corte de hojas,
chapeos, corte de varejones, marcadura de pencas, apertura de guardarrayas
y siembra de henequén”. Para el raspado de las pencas el hacendado utilizaría
a sus trabajadores.

132 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

Las hojas de henequén serían vendidas y entregadas al dueño de San


Francisco. El comisario ejidal debía vigilar que las pencas se colocaran al
borde de los planteles para su trasladado en plataformas o trucks a la máquina
industrial. El acarreo, la desfribración, el secado, el empaque y demás labo-
res quedaban a cuenta del exhacendado, y la fibra obtenida en propiedad. El
convenio estipulaba el cuidado de los planteles para garantizar hojas de buena
calidad. También calculaba una desfibración diaria máxima de 300 000 hojas,
cantidad que representaba la capacidad máxima de la maquinaria y, como
mínima, 100 000 hojas. Cuando por fuerza mayor el dueño de San Francisco
no pudiera raspar el henequén, los ejidatarios podrían vender las hojas hene-
quén a otras personas, pero solo durante el tiempo que persistiera la “fuerza
mayor” o los contratiempos del exhacendado.
El exhacendado se comprometió a pagar al comisario ejidal, a más
tardar los días sábados, la cantidad de tres pesos por cada millar de ho-
jas. De ese dinero saldrían los sueldos de los pobladores de la hacienda, a
quienes se les pagaría igual que a los ejidatarios de los pueblos. Un repre-
sentante de los vecinos de la hacienda tendría derecho a asistir a las juntas
del comisario ejidal para acordar el monto de los anticipos. El convenio se
ajustó a las nuevas condiciones laborales estipuladas en la Ley Federal del
Trabajo de 1931 y, por tanto, contempló el pago del séptimo día y los días
de descanso.
El acuerdo firmado por los ejidatarios y el propietario de la finca San
Francisco constituyó la vía más rápida que encontraron los ejidatarios para
solventar el problema del acceso a los equipos industriales. Por su parte, el
propietario de San Francisco mantuvo su participación en la producción de
la fibra, y más importante aún, con el acuerdo se solucionó el descontento
social propiciado por el desequilibrio laboral tras el reparto ejidal. Dicho
convenio ejemplifica la forma en que transitó un régimen agrario a otro.
Si bien la creación del ejido como eje articulador de la producción agrícola
desplazaba a las haciendas, no propició su automática desaparición, sino que
al ser un proceso simultáneo, ambas estructuras pervivieron y, en ocasiones,
se complementaron.

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Inés Ortiz Yam

En este nuevo contexto, las exhaciendas se convirtieron en centros


desfibradores dedicados a raspar el henequén de los ejidos. Para 1937 exis-
tían cerca de 84 plantas desfibradoras que maquilaban el henequén ejidal,
previamente acordado con los ejidatarios, representados por sus autoridades
ejidales y acreditados por el Banco Nacional de Crédito Ejidal. El siguiente
caso nos muestra claramente el tenor de los acuerdos a los que llegaron los
pobladores de la antigua hacienda Chenché de las Torres, es decir, expeones
de la mencionada finca, y los ejidatarios de Temax y Tepakán con el propie-
tario de dicha hacienda para el uso de los equipos industriales.
Los planteles de la hacienda henequenera Chenché de las Torres fue-
ron repartidos como ejidos de los pueblos de Temax y Tepakán, y de los
expeones. Tras la afectación, la antigua hacienda se transformó en la Indus-
trializadora de Henequén, Sociedad Anónima, empresa dedicada a maquilar
fibra de henequén de La industrializadora y los ejidos. Su propietario, don
Lorenzo Manzanilla, se convirtió en el “gerente”. En septiembre de 1937 los
antiguos trabajadores que aún residían en la finca celebraron con el gerente
un convenio para desfibrar las hojas de henequén que les había otorgado el
ingeniero responsable de medir y repartir los planteles. El empresario acce-
dió a arrendarles la máquina raspadora por el pago de un peso con cuarenta
centavos el millar de pencas desfibradas, cuarenta centavos por el aceite y
grasa y otro pago que fluctuaba entre tres y cinco pesos por cada tarea de
leña utilizada. La fibra sería despachada y otorgada en consignación a He-
nequeneros de Yucatán por el gerente. Del total del importe producido, se
deducían los gastos señalados en el contrato y el saldo se entregaba a la per-
sona designada por los ejidatarios. En el contrato también se estipuló que los
antiguos peones podían adquirir el maíz que existiera en la finca a un costo
de nueve pesos la carga. Los comisionados del comisario ejidal y el consejo
de vigilancia de los “acasillados de las Torres” firmaron el acuerdo y no deja-
ron de manifestar que agradecían las facilidades y estaban de acuerdo con las
concesiones de Lorenzo Manzanilla.
Los ejidatarios de Temax y Tepakán también acordaron con el gerente
de la Industrializadora el uso de la desfibradora. Sin embargo, a diferencia

134 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

de los expeones de la antigua finca, tardaron más tiempo en negociar los


términos del contrato. En septiembre de 1937 desfibraron sus hojas de hene-
quén en las máquinas de La Industrializadora en circunstancias desconocidas,
pero al mes siguiente el presidente del comisariado ejidal de Temax, Alberto
Chin, le comunicó a Manzanilla que no les era “posible continuar trabajando
de acuerdo con dicho contrato, por no convenirle a los intereses del ejido”,
y le solicitaba renegociar los costos del arrendamiento. El gerente accedió y
propuso a los ejidatarios firmar otro contrato a razón de dos pesos y sesenta
centavos por el millar de hojas raspadas y mantener las “mismas condiciones
que acostumbramos”. Esta propuesta no convenció a los ejidatarios, quienes
le hicieron la oferta de pagar la cantidad de dos pesos y veinticinco centavos
por cada cien mil hojas de henequén que desfibraran o bien la cantidad de
40 pesos por el alquiler de la maquinaria y demás implementos por la misma
cantidad de hojas.
El gerente de la Industrializadora propuso entonces comprar todas las
pencas que produjera el ejido de Temax. También pidió al jefe de zona de
Dzitás, Carlos Góngora, que lo ayudase a convencer a su homónimo de Iza-
mal para que los vecinos de Tepakán le vendieran también sus pencas, por-
que “los ejidatarios no podrán caminar diariamente las cinco o seis leguas que
necesitarían andar para ir a hacer ese trabajo y seguramente preferirían reci-
bir su dinero sin ese esfuerzo”. Esta propuesta, agregó el gerente, convenía a
los vecinos de Temax, porque realizarían todo el trabajo de corte de pencas
correspondientes a los ejidos de Tepakán y también de los henequenales que
le habían quedado a la pequeña propiedad. Sin embargo, el jefe de la zona de
Dzitás no aceptó la propuesta y únicamente dijo que estaría interesando en
pagar dos pesos y veinticinco centavos por cada cien mil hojas de henequén
raspadas o 40 pesos por el alquiler de la maquinaria.
Finalmente, en noviembre de 1937, los ejidatarios de los pueblos de
Temax y Tepakán y la Industrializadora firmaron un contrato anual para la
raspa de henequén, que estipulaba que la empresa se encargaría de la raspa
de henequén. Los ejidatarios se comprometieron a dejar las pencas debida-
mente cortadas y atadas en paquetes de cincuenta hojas en el borde, las vías

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 135


Inés Ortiz Yam

de comunicación o tranvías para que los trabajadores de la Industrializadora


trasladaran, rasparan, desfibraran, secaran y prensaran las pacas de aproxi-
madamente doscientos kilogramos, las cuales depositarían en las bodegas de
la estación de Las Torres de Peón.
Los ejidatarios también se comprometieron a vender a la Industriali-
zadora toda la leña posible recolectada, sin fijar un precio por ella. Los ejida-
tarios podían guardar las pacas de henequén en los almacenes de Chenché
por una semana, pasado este término, los derechos de almacén quedaban
a favor de la Industrializadora, conforme a la tarifa acordada con los ejida-
tarios, y se deslindaba de toda responsabilidad derivada de la venta, corte
o explotación de las pencas toda vez que no intervenían en trabajos de
explotación de los planteles de henequén de los ejidatarios. Por último, se
acordó que los precios fijados podrían variar según los jornales de los tra-
bajadores que se emplearían. Finalmente, el convenio fue firmado por las
autoridades ejidales de los pueblos de Tepakán y Temax, las autoridades
agrarias, y los gerentes del Banco Nacional de Crédito Ejidal y la exhacien-
da Chenché de las Torres, respectivamente.
Los acuerdos de este tipo permitieron a los ejidatarios y exhacendados
resolver el ámbito más adverso que enfrentaba la población rural y la agroin-
dustria desde el inició de la década de 1930: la falta de trabajo por la caída
de las exportaciones como consecuencia de la Gran Depresión de 1929 y la
desestructuración de las antiguas haciendas henequeneras. Con dichos acuer-
dos —ya sea para utilizar las máquinas o distribuir el trabajo—, los vecinos
de los pueblos, los antiguos trabajadores que residían en las exhaciendas y
los propietarios de las fincas lograron diseñar lógicas productivas emergentes
durante los delicados años en que se transitó de un régimen agrario a otro.
Dicho de otro modo, la negociación entre la población rural y los dueños
de las fincas fue fundamental para enfrentar los problemas o dificultades no
previstas por la ley o bien que se encontraba en vías de solucionarse.
El 3 de agosto de 1937 el presidente Lázaro Cárdenas llegó a Yucatán
para la entrega formal de los ejidos henequeneros y anunciar la forma en que
funcionaría la nueva estructura. Cárdenas expidió dos acuerdos, el primero

136 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


El reparto agrario en Y ucatán , 1915-1937

el 8 de agosto, en el que explicó el método del reparto, en el que destaca: la


forma colectiva de explotación de los ejidos y la conservación de la unidad
agrícola e industrial; también se refirió a las acciones coordinadas a las que
quedarían sujetos los gobiernos federal y estatal tanto en la fase productiva
como en la comercialización de la fibra; y anunció la forma en que las distin-
tas Secretarías de Estado apoyarían a la agroindustria: a saber, la Secretaría
de Agricultura y Fomento, la Secretaría de Comunicaciones, la Secretaría de
Educación Pública y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; así como el
Departamento Agrario, encargado de cubrir las necesidades sociales de los
campesinos, y el Departamento de Salubridad Pública.
Diez días después, el 18 de agosto, el presidente Cárdenas dictó el
segundo acuerdo en el que especificó la forma en que operaría la Agencia
del Banco Nacional de Crédito Ejidal y la sociedad cooperativa Heneque-
neros de Yucatán, responsables del funcionamiento y comercialización del
agave, respectivamente. En ese año de 1937 se habían formado 277 ejidos
con 95 569 hectáreas de henequén, de las cuales aproximadamente 80 000
estaban en explotación; y la agencia del Banco Nacional de Crédito Ejidal
se encargó de la organización de unas 247 sociedades de crédito ejidal. De
este modo, el ejido se consolidó como espacio productivo henequenero.
Siempre en 1937, los ejidos produjeron 64 por ciento de la fibra, frente
al 36 por ciento facturado en las exhaciendas henequeneras. Los vecinos
de los pueblos y las fincas continuaron vinculados al cultivo e industria del
henequén, pero no como jornaleros eventuales o fijos ni peones, sino como
ejidatarios asociados a la estructura agraria nacional, e integrados a la diná-
mica política del Estado mexicano.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 137


Sterling Evans

Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá,


1915-1950

E l periodo que transcurrió entre 1915 y 1950 fue una etapa de grandes
cambios para Yucatán, en especial en lo que respecta a la industria hene-
quenera. Fueron años en los que esta industria pasó del auge a la ruina, y
también fue un periodo que refleja hasta qué punto Yucatán se vinculó con
sus vecinos de Norteamérica por medio de la industria henequenera. El hene-
quén (Agave fourcroydes ) y el sisal (Agave sisalana), agaves nativos de Yucatán,
resultaron ser las fibras más fuertes y resistentes a los insectos y para la ma-
nufactura de hilo gavillador, componente esencial para la cosecha de trigo
y otros granos con una máquina cosechadora conocida como la gavilladora.
La máquina gavilladora, con un dispositivo mecánico para anudar, fue
desarrollada en la década de 1870 como un implemento de cosecha para aho-
rrar tiempo y mano de obra. Ataba los tallos de trigo ya cortados para formar
con ellos gavillas o haces que los granjeros podían apilar en posición vertical,
unos contra otros, para dejarlos secar antes de la trilla o separación del grano.
Las máquinas gavilladoras pronto se convirtieron en las cosechadoras prefe-
ridas de los granjeros dedicados al cultivo de cereales de las grandes planicies
estadounidenses y de las provincias de Alberta, Saskatchewan, y Manitoba en
las praderas canadienses. La fabricación del hilo gavillador se convirtió en un
gran negocio para el sector privado y para las penitenciarías, que usaban la
mano de obra de los convictos para elaborarlo. Posteriormente se lograron
avances con una nueva y más cara cosechadora, capaz de cortar y trillar a la
vez, lo que abatió la demanda de máquinas gavilladoras y, por lo tanto, del

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 139


Sterling Evans

hilo gavillador. Para la década de 1940 la mayoría de los granjeros de Estados


Unidos y Canadá podía comprar estas nuevas trilladoras, y la industria he-
nequenera de Yucatán entró en un serio declive del cual nunca se recuperó.
Este declive ilustra el grado en el que Yucatán dependía del henequén y de su
mercado internacional. (Mapa 1)

Mapa 1
El binomio trigo-henequén

140 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

1. LA DIPLOMACIA DEL HILO Y LA “SITUACIÓN DEL SISAL”

El año de 1915 marcó un punto de referencia en el binomio henequén-trigo.


El presidente Woodrow Wilson, de Estados Unidos, y el primer ministro
Robert Laird Borden, de Canadá, tuvieron que afrontar la posibilidad de que
la revolución en México amenazara el aprovisionamiento de fibra de hene-
quén para la cosecha de trigo de ese año. La cosecha de 1915, en las grandes
planicies estadounidenses y en las provincias de las praderas canadienses ha-
bía sido excepcional, la mejor desde que se comenzó a llevar un registro de
la producción, y se mantuvo como la mejor hasta la década de 1950. Estas
circunstancias ilustran hasta qué grado Estados Unidos y Canadá dependie-
ron del henequén yucateco.
Venustiano Carranza, quien encabezaba las fuerzas constitucionalis-
tas, reconoció el valor de la industria henequenera de Yucatán y que esta
podría ayudarlo a financiar sus objetivos revolucionarios. Carranza com-
prendió claramente que para 1915 cerca del 90 por ciento del hilo gavi-
llador que se usaba en Estados Unidos (unos 100 millones de kilogramos
anuales) se fabricaba con fibra yucateca —comercio que convirtió a Yuca-
tán en el estado más rico de México—. Sin embargo, hasta ese momento,
el estado y su riqueza henequenera no habían sido afectados por la lucha
revolucionaria debido al control que ejercían los poderosos hacendados
henequeneros sobre sus trabajadores.
La decisión de Venustiano Carranza de enviar al general Salvador Al-
varado a Yucatán tenía como objetivo romper la hegemonía de los hacenda-
dos en el estado. Su plan era que las tropas de Salvador Alvarado avanzaran
sostenidamente desde el sur, desde Campeche, y se dirigieran a Mérida para
asegurar el control de la industria del henequén y, finalmente, de todo Yu-
catán. Carranza le prometió a Alvarado un refuerzo de 1 500 hombres y
artillería vía marítima con destino al puerto de Progreso. Pero por este mis-
mo puerto los rebeldes de Ortiz Argumedo recibirían de fabricantes esta-
dounidenses armas y pertrechos, hecho que no pasó desapercibido para los
constitucionalistas. El 13 de febrero de 1915 Alvarado informó a Carranza

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 141


Sterling Evans

que el vapor Honduras se preparaba para partir de Galveston, Texas, con los
pertrechos para los rebeldes yucatecos, y le advirtió que debía evitarse la
llegada del navío “por todos los medios posibles” y que las costas deberían
asegurarse para garantizar que ni el buque Honduras ni cualquier otro barco
pudieran pasar, y le solicitó enviara un buque cañonero a la costa yucateca.
A principios de marzo de 1915 Carranza ordenó que cuatro cañoneras blo-
quearan las costas yucatecas para evitar la llegada de dinero y armas a manos
de los argumedistas.
Pero este bloqueo también favoreció a la Comisión Reguladora del
Mercado del Henequén. Dado que Abel Ortiz Argumedo y sus milicias ha-
bían puesto en riesgo el aprovisionamiento de fibra, el bloqueo logró evitar
cualquier trato ilegal entre los henequeneros rebeldes y la International Har-
vester o cualquier otro comprador en Estados Unidos. Sin embargo, tam-
bién significó que mercancías contratadas y listas para su exportación desde
Progreso quedaran varadas, lo que afectó especialmente a fabricantes de hilo
gavillador para la cosecha de 1915. Funcionarios de la industria señalaban que
de las 200 000 pacas de fibra de henequén contratadas, 119 000 pertenecían a
la International Harvester, estaban retenidas por el bloqueo. Las compañías
cordeleras, los comerciantes de implementos agrícolas y los granjeros veían
el asedio carrancista como un desastre inminente en un momento en el que los
granjeros de Estados Unidos y Canadá habían aumentado significativamente
sus plantaciones de granos.
El problema residía en que las provisiones de fibra habían sido com-
pletamente absorbidas por la excelente cosecha de 1914, y la demanda del
hilo iba en aumento para cubrir las necesidades de una mayor producción
de granos que demandaba la Primera Guerra Mundial. Con el aumento en
la siembra de granos y las excelentes condiciones climáticas, los granjeros,
desde Texas, en Estados Unidos, hasta Alberta, en Canadá, esperaban una
cosecha récord de trigo ese año. Por eso, cuando el periódico New York Times
informó que el bloqueo de Carranza al puerto de Progreso amenazaba con
causar una escasez de hilo gavillador para la extraordinaria cosecha de cerea-
les, se hablaba de algo serio.

142 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

En la cobertura periodística del incidente, el New York Times, en su


primera plana, se refería al bloqueo como “la situación del sisal”. De igual
manera escribían otros diarios estadounidenses, los industriales cordeleros
y el Departamento de Estado de Estados Unidos. Aunque estas fuentes (y
los historiadores desde entonces) han tergiversado las razones de Carranza
para ordenar el bloqueo —los constitucionalistas necesitaban detener el
flujo de armas y dinero hacia los rebeldes argumedistas de Yucatán—, sí
buscaron informar a las partes interesadas acerca de la situación, y alentar-
las a buscar una solución. Los periódicos de las planicies estadounidenses
y canadienses, así como los relacionados con la agricultura y el comercio
de implementos agrícolas, mantuvieron alerta a sus lectores acerca de la
cuestión y de la forma en que potencialmente los afectaría. Por ejemplo, el
Topeka Daily Capital, de Kansas —el segundo estado con mayor producción
de trigo en el país en 1914—, les informaba a sus lectores que el bloqueo
había causado “una suspensión inmediata” de las actividades en algunas de
las grandes cordelerías. A su vez, el Grand Forks Weekly Times Herald, de
Dakota del Norte —estado con la mayor producción en 1914—, publicó
tantas noticias como editoriales sobre el bloqueo de la fibra que uno de sus
editoriales sugería que “podía llegar el momento en que Estados Unidos
tomase medidas para poner orden en México” con el fin de asegurar el flujo
de la fibra de henequén.
Sin embargo, con respecto a las operaciones comerciales con el hene-
quén había menos desorden. Los agentes comerciales de la fibra reportaban
que la paz y el orden prevalecía en Yucatán. No obstante, a la International
Harvester se le dificultaba entablar tratos con los gobiernos revolucionarios.
Pero el bloqueo de Progreso causaba preocupación a la industria
cordelera. El 6 de marzo de 1915 la Plymouth Cordage Company, de
Massachusetts, se dirigió a la embajada mexicana en Washington en busca
de un permiso para enviar un barco que transportara una carga de fibra de
henequén sin violar ninguna de las restricciones impuestas a la exporta-
ción (en referencia a los cargamentos de armas). Pero Venustiano Carran-
za permaneció impasible y le respondió al embajador que sería imposible

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 143


Sterling Evans

permitir cualquier importación o exportación desde Yucatán y sugería a los


industriales de la fibra no preocuparse demasiado por la situación, pues el
bloqueo era constitucional y la situación en Yucatán pronto quedaría resuelta.
El mensaje de Carranza no atenuó los temores de los representantes
de la industria y de los agricultores, quienes, temiendo por sus negocios, se
dirigieron al Departamento de Estado, a cargo de William Jennings Bryan
durante la primera administración de Woodrow Wilson (1913-1917).
Bryan, originario de Nebraska, estado rico en cereales, era propietario de
una gran extensión de tierra productora de trigo en ese estado, recibió cartas
y telegramas en los que se urgía a Estados Unidos a entrar en acción contra el
bloqueo naval de Progreso, que detenía el flujo de fibra necesario para ela-
borar el hilo gavillador. Representantes de la industria cordelera de Estados
Unidos y de las fábricas penitenciarias de hilo viajaron a Washington para
apresurar a la administración del presidente Wilson a tomar medidas contra
las autoridades mexicanas. En especial, argumentaban, que ya se había con-
tratado el transporte de la fibra varada en el puerto de Progreso. El goberna-
dor de Kansas, Arthur Capper, quien había hecho de la agricultura una de sus
principales preocupaciones —especialmente para proveer de granos a Gran
Bretaña, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Imperio Ruso, Canadá, Terrano-
va, que integraban las fuerzas aliadas durante la Primera Guerra Mundial—
telegrafió a Bryan para informarle que el bloqueo impedía a las penitenciarías
de Kansas obtener la fibra necesaria para sus cordelerías y que esperaba que
se hiciese todo el esfuerzo necesario para levantar el bloqueo con el fin de
asegurar la provisión del sisal para los granjeros de Kansas. Bryan respondió
que ya había enviado mensajes en este sentido a México, pero que Venustia-
no Carranza había respondido que el puerto “permanecería cerrado como un
medio de subyugar a Yucatán”.
Ante la presión de este cabildeo, la administración del presidente
Wilson tuvo que involucrarse en la situación del sisal, y el 12 de marzo de
1915 discutió la cuestión con su gabinete. El secretario de agricultura, David
Houston, informó que anualmente se usaban en Estados Unidos 100 millo-
nes de kilos de hilo gavillador para las cosechas de grano, y que 90 por ciento

144 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

de este hilo se fabricaban con la fibra de henequén yucateco embarcado en


el puerto de Progreso. Wilson discutió con William J. Bryan sobre la acción
que podían tomar e hizo notar que Estados Unidos no podía reconocer el de-
recho de Carranza a bloquear ese puerto “para excluir nuestro comercio” y
que debían hacerle un llamado para que diera marcha atrás. Además, le seña-
ló que “en caso de que considerara que no podía hacerlo”, entonces instruiría
a los oficiales navales para evitar cualquier interferencia al comercio hacia y
desde el puerto en nombre de “la paz y la amistad entre los dos países y sin el
deseo o la intención de interferir con los asuntos internos de México”. Bryan
hizo notar a Wilson que este ultimátum a Carranza era amable y que Estados
Unidos debía informar sus propósitos a Francisco Villa y Emiliano Zapata
garantizándoles que “no habría razón para desembarcar una fuerza o tomar el
control del puerto de Progreso”.
Bryan encargó a su enviado especial en Veracruz, donde se encontraba
el cuartel general del gobierno provisional de Carranza, notificar al primer
jefe constitucionalista de la posición de Estados Unidos. El presidente Wil-
son informó la decisión al secretario de la Marina, Josephus Daniels, quien
ordenó que el crucero naval Des Moines, anclado frente a las costas de Vera-
cruz, se dirigiera a Progreso para respaldar el ultimátum.
No se tienen evidencias de la respuesta de Carranza al presidente
Wilson o al secretario de Estado Bryan sobre esta cuestión, aunque había
mantenido un estrecho contacto con ellos a propósito de otros asuntos.
Sin embargo, el 13 de marzo de 1915 Venustiano Carranza ordenó la re-
apertura del puerto de Progreso, casi un mes después de haberlo cerra-
do. Según algunas fuentes, Carranza levantó el bloqueo antes de recibir
el ultimátum de Wilson. De hecho, los medios citaban al representante
de Carranza en Washington, Juan Amador, diciendo que Carranza había
reabierto el puerto sin amenaza alguna de Estados Unidos y sin presión
de ningún tipo, pues los mexicanos no estaban buscando ningún conflicto
internacional sino tan solo una oportunidad de cambiar las condiciones
sociales del país. Como las fuerzas constitucionalistas estaban ganando la
batalla en Yucatán, se había hecho innecesario el bloqueo naval para evitar

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 145


Sterling Evans

que los argumedistas adquirieran pertrechos. El mismo Abel Ortiz Argu-


medo había partido a Nueva York llevándose consigo buena parte de los
dineros de la Hacienda pública de Yucatán, y muchos de sus seguidores
ya habían huido a Cuba. La oportuna decisión de Carranza de levantar el
bloqueo, fuese antes o después de recibir el mensaje de Wilson, se basó en
la convicción de que lo último que necesitaban los constitucionalistas era
un ataque naval de Estados Unidos.
Sin embargo, los medios informativos percibieron el levantamiento
del bloqueo como una victoria del presidente Woodsow Wilson y de los
intereses de los cordeleros y los productores de cereales. Los grandes perió-
dicos, como el New York Times y el Toronto Globe, y los periódicos regionales
de Dakota del Norte y Dakota del Sur, Nebraska, Kansas, Missouri, y de las
provincias de las praderas canadienses, anunciaron la noticia, muchas veces
en primera plana y con lenguaje triunfal celebrando la victoria de Estados
Unidos sobre México. Algunos citaban la declaración que hizo el presidente
Wilson al día siguiente de que Carranza ordenara el levantamiento del blo-
queo, cuando afirmó que “las representaciones y las notas de Estados Uni-
dos habían sido efectivas”. Un periódico de Dakota del Norte elogió estas
acciones y asentó que México necesitaba “que lo obligaran a respetar las
vidas y propiedades de los extranjeros”. Los periódicos de Kansas elogiaron
los esfuerzos de cabildeo del gobernador Capper y los de la delegación del
Congreso del estado por presionar al gobierno del presidente Wilson para
encontrar una solución al problema.
Quizá el análisis mejor elaborado sobre la importancia que tenía la
fibra de henequén en la economía de Estados Unidos fue el del Nebraska Far-
mer. En un artículo que publicó el 24 de marzo de 1915, con el título, simple
pero agudo, de “Entrelazado”, el periódico explicaba la fuerte dependencia
que tenía la agricultura estadounidense con el henequén. El texto argumen-
taba que el bloqueo constituía “otro ejemplo que mostraba cuán estrecha-
mente está ligado comercialmente el mundo; pues hasta la cosecha eficiente
de nuestros cultivos puede depender a veces de la diplomacia”.

146 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

Sin embargo, la situación del sisal estaba lejos de haberse resuelto. A


pesar de la reapertura del puerto, a mediados de marzo de 1915 surgieron
rumores de que los revolucionarios estaban destruyendo los planteles de
henequén o que los hacendados los destruían para evitar que los carran-
cistas se beneficiaran. Estas murmuraciones alimentaron las preocupacio-
nes de los representantes de la industria cordelera sobre la situación de
Yucatán, y las compañías Peabody Cordage y la International Harvester
alentaron a sus clientes a protestar directamente ante el Departamento de
Estado. El secretario de Estado William J. Bryan recibió un gran número
de mensajes entre el 19 y el 20 de marzo de 1915. Un funcionario de la
industria cordelera de Illinois, basado en esta información errónea, tele-
grafió a Bryan con el mensaje, de que el ejército de Carranza en Yucatán
representaba “una seria amenaza para el suministro de fibra de sisal y en
consecuencia de hilo gavillador”. El funcionario urgía al gobierno de Es-
tados Unidos a ejercer “toda la presión posible para mantener al ejército
constitucionalista fuera de Yucatán, pues su llegada significará la destruc-
ción de la fibra y, por lo tanto, la reducción del aprovisionamiento de
hilo”. Alguien más, de Ohio, escribió que existía el temor de que las fuer-
zas de Carranza quemaran todas las plantaciones, lo que haría “imposible
abastecer de hilo gavillador a los granjeros estadounidenses”. Y todavía al-
guien más, de Wisconsin, premiaba a Bryan “a tomar acciones para detener
tal destrucción”. Otro, de Nueva York, quizá el más dramático, solicitaba
la protección de Estados Unidos para los planteles de henequén con el fin
de “salvaguardar los intereses de los cordeleros, los agricultores del país,
y la humanidad entera”. Los funcionarios de las penitenciarías temían que
las cordelerías de las prisiones se quedaran sin la fibra para elaborar el hilo
gavillador para la gran cosecha de 1915, especialmente porque la sequía
en Filipinas había afectado la producción de manila que, aunque competía
con la fibra de henequén, era más cara. El director de la prisión estatal de
Kansas exhortaba a “actuar para detener la destrucción del sisal, pues su
falta causará enormes pérdidas a nuestros agricultores”.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 147


Sterling Evans

El secretario Bryan respondió a los funcionarios cordeleros y a los


responsables de las prisiones informando que la cuestión del sisal yucateco
estaba recibiendo la máxima atención del Departamento de Estado y que se
enviaban “instrucciones diarias” a Yucatán. Incluso Bryan escribió a su enviado
en Veracruz para señalarle que si la destrucción de los planteles de henequén
era verdadera, se necesitarían seis años de recuperación antes de que las ho-
jas de henequén pudieran cosecharse (en realidad el proceso dura siete años).
El agente estadounidense respondió, pocos días después, que Carranza le
había asegurado que no existía la amenaza de quemar los henequenales y que
los rumores carecían de fundamento.
Sin embargo, surgió otro rumor. Este era que se estaban saboteando
las vías férreas de Yucatán para que la fibra no pudiera llegar al puerto de
Progreso. Bryan se reunió con el presidente Wilson para tratar esta acusa-
ción y escribió a los funcionarios cordeleros que trabajaría “con toda su ca-
pacidad” para mantener en operación las vías férreas yucatecas de modo que
las pacas de fibra pudiesen llegar a Progreso. El presidente Wilson cedió a la
presión de la supuesta amenaza y ordenó a la Marina estadounidense apostar
por unos días otro navío de guerra frente a las costas yucatecas, como refuer-
zo del crucero Des Moines para “la protección de los intereses extranjeros”. La
Marina envió el buque carbonero Brutus para crear un “efecto moral... sobre
las autoridades de Yucatán... que proporcionarán vías férreas adecuadas para
todos los comerciantes estadounidenses”. Después de consultarlo con el ge-
neral Salvador Alvarado, Venustiano Carranza cumplió la petición del presi-
dente Wilson y ordenó que estuvieran disponibles los carros de ferrocarril
para el transporte de henequén para las compañías International Harvester,
Peabody y otras. Para contrarrestar posibles obstáculos, Bryan incluso auto-
rizó a agentes a bordo del Des Moines a usar “grandes sumas de dinero”, si era
necesario, para proteger el contrato de la International Harvester, de mane-
ra que las pacas de fibra pudiesen llegar al puerto de Progreso. Esta fibra salió
del puerto el 25 de marzo de 1915.
La administración del presidente Wilson fue todavía más lejos en su
apoyo a la industria agrícola estadounidense, cuando ante la petición del

148 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

representante de la industria cordelera, Josephus Daniels, secretario de la


Marina, el 24 de marzo de 1915 envió un barco de guerra para transportar
desde bóvedas situadas en Galveston, Texas, 625 000 dólares en lingotes de
oro como un adelanto a los hacendados henequeneros por la fibra (aunque
este dinero se entregó a los agentes de Carranza en Yucatán). El navío re-
gresó con 20 000 pacas de fibra a Nueva Orleáns. Poco después, otros vapo-
res mercantes comenzaron a transportar fibra. Daniels, supuestamente para
proteger estos envíos, pero también para hacer una demostración de fuerza,
asignó un buque de guerra a Progreso para vigilar las rutas de transporte.
La importancia de estos envíos y la protección que daba el presidente
Wilson no pasó desapercibida para la prensa en Estados Unidos. Un editorial
del Bismarck Daily Tribune, de Dakota del Norte, fue quizá el mejor ejemplo
de la visión de los agricultores de ese estado. El editor escribía: “que Estados
Unidos haya intervenido para proteger el aprovisionamiento de sisal es una
buena noticia para los agricultores de Dakota del Norte. Una décima parte
del trigo que se produce en Estados Unidos se cultiva en este estado, de
modo que es el más interesado en el mercado del sisal. La decisión del go-
bierno federal de enviar un barco de guerra con oro suficiente para facilitar
el movimiento de 20 000 pacas de henequén es probablemente excepcional,
pero las condiciones en México requieren acciones excepcionales... los in-
tereses de los agricultores estadounidenses están íntimamente ligados con el
mercado del sisal”. El New York Herald Tribune fue más sucinto, pero igual-
mente claro, cuando afirmaba que: “a menos que Estados Unidos muestre los
dientes, la fibra de sisal que se necesita con tanta urgencia para la fabricación
de hilo para las cosechas de este año en este país y en Canadá no se desplazará
hacia el norte como han prometido las autoridades mexicanas”. Y su artículo
les recordaba a los lectores que “los agricultores canadienses estaban exacta-
mente preocupados de no poder engavillar sus cosechas”.
Canadá no emitió ninguna declaración formal sobre el bloqueo de Ca-
rranza ni de la reacción de Estados Unidos. La atención del primer ministro
canadiense Robert Laird Borden se orientaba sobre todo a la Primera Gue-
rra Mundial, en donde en 1915 Canadá había enviado 50 000 soldados para

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 149


Sterling Evans

apoyar a las fuerzas británicas. Sin embargo, ante los renovados rumores y
amenazas, Borden comenzó a seguir de cerca la situación de Yucatán a través
del embajador británico en Estados Unidos; Canadá no envió un emisario
especial a Estados Unidos o a México ni tampoco recurrió al ministerio de
Relaciones Exteriores canadiense. Este proceder no fue extraño, pues Lon-
dres controló la política exterior canadiense hasta 1931.
Durante estos acontecimientos, el embajador británico en Washing-
ton, Sir Cecil Spring-Rice, se reunía diariamente con el secretario de Estado
estadounidense Bryan y mantenía un estrecho contacto con el primer mi-
nistro Borden y el gobernador general de Canadá (representante de la reina
en este país), Sir Edward Grey, en cuanto a lo que él llamaba “la deplorable
situación en México”. El 24 de marzo de 1915, Spring-Rice le señaló al go-
bernador general Grey que “el único poder capaz de hacer algo para reme-
diar la situación es el gobierno de Estados Unidos y no se debe olvidar que
ellos tienen una gran fuerza a la distancia apropiada para golpear”. Después,
Spring-Rice le escribió a Bryan para decirle que estaba contento porque Es-
tados Unidos había tomado “medidas serias para asegurar la exportación del
pasto de sisal [sic] para hilo Canadá está muy interesado en la exportación
para el uso de los agricultores canadienses, y muchas casas británicas han
invertido grandes sumas”. Y continuaba con su explicación, “por eso, confío
en que su gobierno, en nombre del interés común de la población agrícola de
este continente, estará listo para cooperar en la preservación de esta indus-
tria de máxima importancia. Su destrucción implicará una escasez de la que
sufrirá cada granjero de este continente”.
A pesar de todas estas medidas, los rumores sobre el incendio de
plantaciones de henequén y la destrucción de almacenes de fibra en Yuca-
tán persistieron y fueron alimentados por los periódicos en todo Estados
Unidos y Canadá. Un encabezado del Bismarck Daily Tribune de Dakota del
Norte anunciaba con estridencia: “El abastecimiento de sisal en peligro” y
afirmaba que los constitucionalistas estaban quemando pacas de henequén
y amenazando a los hacendados y a los transportistas con “sanciones y pesa-
dos impuestos”. Un artículo del Toronto Globe titulado “El abastecimiento de

150 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

cáñamo de Canadá, en peligro en Yucatán” aseguraba a los lectores que el


embajador Spring-Rice estaba conferenciando con funcionarios estadouni-
denses sobre el asunto, en nombre de los intereses de los granjeros canadien-
ses. El artículo enfatizaba que “se tomarían las medidas para evitar cualquier
interferencia con el transporte del muy necesitado producto” y que Estados
Unidos “hizo notar” que “si era necesario” utilizaría sus barcos de guerra.
En este sentido, Spring-Rice mantuvo al tanto de los acontecimientos
a los funcionarios canadienses. Le escribió a Sir Edward Grey, gobernador
general, que en Yucatán los hacendados demostraban “ansiedad sobre la po-
sibilidad de realizar exportaciones por el puerto de Progreso” y que Estados
Unidos estaba “consciente de la importancia de mantener abierta la fuente de
abastecimiento de hilo”. En un informe anexo a su carta, Spring-Rice deli-
neaba las implicaciones de una posible escasez de fibra, especialmente bajo la
consideración de que el comercio combinado de otros productores de fibra
(Filipinas, este de África y Nueva Zelanda) no rebasaba las 30 000 toneladas
anuales, en comparación con las 160 000 toneladas anuales de Yucatán. Ade-
más, escribió que el abastecimiento del este de África (principalmente de
Tangañica, hoy Tanzania, entonces bajo dominio alemán) no estaba disponi-
ble debido a la Primera Guerra Mundial. Se necesitaba la fibra con urgencia,
“porque cualquier retraso podría ocasionar fácilmente un desastre mundial,
pues era imposible cosechar las plantaciones a mano”, porque los granjeros
habían plantado “una enorme superficie de granos” por el esfuerzo bélico en
Europa y estaban aprovechando “los altos precios, de manera que se necesi-
taría más hilo este año de 1915 que en el pasado”.
El secretario de Estado Bryan recibió más mensajes acerca de que los
constituyentes habían quemado bodegas de sisal empacado. Compañías de
implementos agrícolas de Oklahoma y Dakota del Norte enviaron mensajes
frenéticos en relación con estos rumores. Los políticos, especialmente de los
estados productores de trigo, actuaron en representación de las preocupa-
ciones de los agricultores, las empresas de implementos agrícolas y las fábri-
cas de cuerdas de las penitenciarías de sus respectivos estados. Bryan recibió
cartas, por Dakota del Norte, del senador Asle Gronna, del diputado Patrick

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 151


Sterling Evans

Norton y del secretario de gobierno de ese estado, Thomas Hall, así como
de los senadores por Kansas William Thompson y Joseph Bristow. Bryan
también recibió correspondencia del embajador británico Sir Cecil Spring-
Rice, en nombre de los cultivadores de trigo canadienses, y del secretario
de Comercio de Estados Unidos, William Redfield, quien había estado re-
cibiendo peticiones de la compañía Peoria Cordage, de Illinois, en las que la
empresa solicitaba que se le enviara una “actualización diaria” sobre la situa-
ción del sisal. Bryan respondió la mayoría de los mensajes informando que su
Departamento estaba “haciendo esfuerzos vigorosos para aliviar la situación
de la fibra de sisal”. La oficina de Bryan recibía informes diarios del barco
Des Moines desde su posición frente a las costas de Progreso. Por medio de
este buque se mantenía en contacto con más de treinta diferentes fabricantes
de cuerdas, y para el 27 de marzo de 1915 recibió la información de que los
cargueros no habían tenido problemas para llegar al puerto y embarcar las
pacas de henequén.
Bryan transmitió las noticias al embajador británico Sir Cecil Spring-
Rice, y este informó que el transporte regular se había restablecido y que no
debería haber más preocupaciones acerca de la exportación de sisal a Canadá.
En cierto momento escribió que, a pesar de los rumores, no había ocurrido
ninguna “destrucción caprichosa” de los planteles de henequén ni se había
destruido ninguna cosecha y, sin incidentes, la fibra se estaba cargando en los
navíos. Como Canadá era un dominio dentro de la Mancomunidad Británica,
su postura oficial sería la que Gran Bretaña Decidiera. A principios de abril,
Spring-Rice delineó cuál sería esa política. Con un tono casi tan ambivalente
como el de Wilson y su enfoque de la “espera vigilante”, Spring-Rice expli-
có a los funcionarios canadienses que “no tendremos candidato ni política,
excepto y únicamente la política de amistad hacia el poder que sea capaz de
mantener el orden... en los lugares en donde el orden se mantenga”.
Sir Cecil Spring-Rice también aclaró que Gran Bretaña había trabaja-
do para demostrarle a todas las facciones revolucionarias de México que “no
tenía en absoluto ambiciones políticas ni deseo alguno de ventajas comer-
ciales exclusivas” en el país. Los británicos y los canadienses se mantendrían

152 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

congruentes con su anterior política exterior y continuarían mostrando


deferencia hacia los estadounidenses en relación con cualquier decisión de
amenazar nuevamente con el uso de la fuerza militar en caso de una interrup-
ción de las exportaciones de fibra. Spring-Rice se refirió a esta política como
el plan de intervención parcial de Wilson.
Este escenario plagado de rumores y de información errónea debió
de haber sido extremadamente frustrante para Carranza y otros funciona-
rios mexicanos. El embajador carrancista en Washington, Eliseo Arredondo,
había dejado claro que sus compatriotas sabían que privar a los norteame-
ricanos del henequén implicaba el riesgo de una pérdida sustancial de in-
gresos tanto para los yucatecos como para el país, y aunque Carranza había
pensado bombardear el puerto de Progreso por el levantamiento de Ortiz
Argumedo, su buen juicio había frenado el plan cuando se dio cuenta de que
esta acción hubiese destruido muchas pacas de henequén en espera de ser
embarcadas. Arredondo enfatizó al gobierno estadounidense que después de
que el ejército del general Salvador Alvarado había derrotado a los rebeldes
yucatecos, México estaba dispuesto a enviar toda la cosecha de henequén a
Estados Unidos “sin ningún impedimento”.
En cuanto a Bryan y los funcionarios del Departamento de Estado
estadounidense, seguramente sintieron algún grado de frustración, porque
toda la información que recibían tanto de mexicanos como de estadouniden-
ses que se encontraban en la región contradecía los rumores. Aún así, Bryan
no estuvo exento de la influencia de los rumores acerca del sisal quemado y
se esforzó por evitar ese tipo de desastre. A mediados de marzo recurrió a
una nueva táctica: respondió a un ofrecimiento de un tercer país, Cuba, de
presionar a Carranza para evitar que alguno de sus seguidores destruyera los
planteles de henequén y telegrafió a la delegación estadounidense en La Ha-
bana para pedirle que aceptara el ofrecimiento del presidente cubano, Mario
Menocal, de “ayudar de la manera en que pudiera hacerlo”, especialmente
en vista de la “necesidad” de hilo gavillador, del aumento de la demanda de
grano por la Primera Guerra Mundial y la sequía en Filipinas que reducía
los cargamentos de cáñamo. También enfatizaba que no había otro material

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 153


Sterling Evans

disponible para hacer la cuerda, y que, si los yucatecos tenían que resembrar
henequén debido a la destrucción de los planteles, se necesitarían siete años
para que maduraran las nuevas plantas. “Por favor, díganle al presidente Me-
nocal que tanto la cosecha como el transporte de sisal de Progreso está ame-
nazando con una gran pérdida a los granjeros cerealeros de Estados Unidos
y otros países”, imploraba Bryan, “y pregúntenle si está en posición de urgir
a Carranza para que actúe como sea necesario para solucionar la situación de
una vez”. La respuesta de La Habana reiteraba que Carranza negaba que se
estuvieran destruyendo los planteles u obstaculizando su transporte. A fines
de marzo de 1915, el primer jefe constitucionalista declaraba que todo esta-
ba “pacificado” en el estado de Yucatán.
Bryan telegrafió estas noticias a los políticos y a los productores de
la zona cerealera. Al secretario de Comercio William Redfield le escribió
que “la situación del sisal se había resuelto a tal grado [que] era innecesario
continuar haciendo presión”. Cyrus McCormick Jr., presidente de la Inter-
national Harvester en Chicago, estaba particularmente contento de escuchar
estas noticias. Él y otros funcionarios de la International Harvester llamaron
a Bryan el 8 de abril “para agradecerle al Departamento de Estado los servi-
cios prestados para asegurar el sisal”, según le informó Bryan al presidente
Wilson, y añadió que McCormick le había dicho que los fabricantes del cor-
del gavillador “agradecerían mucho la ayuda”. Wilson contestó que le daba
gusto que su amigo McCormick (quien había donado miles de dólares para
su campaña por la presidencia) “reconociera lo que habían hecho”.
Pero aun con todas estas garantías, la crisis parecía empeorar en algu-
nos sectores de la industria cordelera. Algunas compañías reclamaban que
la International Harvester acaparaba los cargamentos del sisal recién llegado
y no respetaba sus contratos de abastecer de fibra a otras compañías. Desde
luego McCormick negó los cargos. Por otra parte, para asegurar que el
henequén siguiera fluyendo de Progreso hacia los puertos estadounidenses,
y en vista de un nuevo temor acerca de la quema de los planteles, el pre-
sidente Wilson cedió a la renovada presión y, otra vez, ahora por tercera
ocasión, ordenó a la Marina que enviara un buque de guerra al área como

154 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

una advertencia a los mexicanos para que mantuvieran el orden. Sin em-
bargo, como en los casos anteriores, los servicios de este buque no fueron
necesarios a fin de cuentas.
En el verano de 1915 todo indicaba que se había recuperado la calma.
En el mes de julio de ese año los periódicos anunciaban que: “el comercio
con Yucatán era completamente libre” y que “todo el sisal que los fabricantes
de cordeles pudieran necesitar podía obtenerse”. Carranza aseguró que los
hacendados yucatecos podían satisfacer cualquier pedido de fibra que necesi-
taran las cordelerías estadounidenses. El Departamento de Estado confirmó
esta declaración con base en informes que recibió de la Marina —que aún
vigilaba el comercio entre Yucatán y Estados Unidos— y según los cuales se
había registrado un aumento significativo de la exportación de fibra: 22 000
pacas en febrero antes del bloqueo, 55 000 en marzo después de levantar el
bloqueo y 97 000 pacas en abril. De estas 174 000 pacas, 122 000, es decir,
70 por ciento, eran para cumplir un contrato con la International Harvester.
Todo esto era de vital importancia, pues según las previsiones, la co-
secha de ese año de 1915 establecería un récord. Como las lluvias de prima-
vera fueron excelentes, los granjeros estadounidenses cosecharon más de
mil millones de bushels (medida de 27 kilogramos) de trigo, única ocasión
que la producción llegó a la marca de mil millones de bushels entre 1866
(cuando el Departamento de Agricultura comenzó a llevar registros) y la
década de 1950. Los granjeros de Dakota del Norte encabezaron la lista con
una cosecha de casi 160 millones de bushels de trigo, 50 millones más que
su más cercano competidor, Kansas. En Canadá los rendimientos fueron
similares. El país llegó al récord de 400 millones de bushels de trigo, pro-
ducidos en su vasta mayoría por Alberta, Manitoba y Saskatchewan, las tres
provincias de las praderas. Este total era casi el doble de la cosecha anterior
canadiense. De manera que fue por una de esas caprichosas coincidencias
que ese año de 1915 la Revolución Mexicana golpeara Yucatán, Carranza
impusiera el bloqueo que originó los temores de una escasez de cuerda y
los agricultores estadounidenses y canadienses levantaran la que fue hasta
entonces su mejor cosecha. (Mapa 2)

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 155


Sterling Evans

Mapa 2
La producción de trigo en las grandes llanuras de Norteamérica

Durante el transcurso de 1915 los fabricantes de cuerdas se esforza-


ron por satisfacer la demanda generada durante la época de la cosecha. Las
compañías cordeleras y los agricultores continuaron muy disgustados con los
abastecedores de fibra de Yucatán. La International Harvester quiso asegu-
rarles a los agricultores que cubriría su demanda de cordel para la excepcio-
nal cosecha, y solicitó nuevamente que un barco de guerra estadounidense
patrullara las costas de Progreso para asegurar el transporte ininterrumpido
de fibra de henequén. Además sostuvo que sin la “influencia moral” de un
buque de la Marina estadounidense los intereses de los cordeleros de Estados
Unidos no estarían a salvo. No obstante en esta ocasión, Daniels, el secre-
tario de la Marina, se negó a la petición con el argumento de que los navíos
estadounidenses eran necesarios en otra parte; así que durante el verano de
1915 no se envió ningún buque. Posteriormente, en ese mismo año, cuando

156 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

el gobierno revolucionario de Salvador Alvarado reorganizó la Comisión Re-


guladora del Mercado del Henequén y aumentó significativamente el precio
del sisal en el mercado mundial, la International Harvester y toda la industria
cordelera solicitó al gobierno estadounidense, una vez más, su intervención.
Pero con la intención de imponer sanciones legales y económicas, no para el
uso de la fuerza militar.
En esta lucha por garantizar el comercio del sisal, aunque hubo tensio-
nes no se experimentaron pérdidas humanas. Fue un proceso poco conocido
en las relaciones de Mexico con Estados Unidos. Pero existieron informes
periodísticos sobre la situación, y con frecuencia estaban en las primeras pá-
ginas de los diarios. La cobertura noticiosa de la crisis del henequén muestra
claramente que los esfuerzos del gobierno estadounidense por proteger la
libre circulación de un producto comercial para el beneficio de los negocios
y los intereses agrícolas norteamericanos, era importante para el público es-
tadounidense y canadiense. La opinión pública reflejada en los medios estaba
a favor del uso de la fuerza para persuadir a Carranza de levantar el bloqueo,
garantizar la seguridad de los planteles de henequén y asegurar el transporte
de la fibra desde el puerto de Progreso.
Es interesante destacar que en medio del tema sobre el sisal —el 29
de marzo de 1915—, el presidente Wilson, en un almuerzo a bordo del
barco de guerra argentino Moreno, atracado en Annapolis, Maryland, dio
una conferencia que la prensa resumió de la siguiente manera: “Wilson
predice que los países americanos estarán unidos por estrechos nexos”.
Según las notas periodísticas, el presidente habría dicho que: “nos esta-
mos acercando rápidamente al día en el que los países de América avan-
zarán juntos como nunca antes, y no serán unidos por nexos políticos
sino por un entendimiento de ayuda mutua”. Desde luego no se refería a
los nexos comerciales entre la zona productora de granos de Norteaméri-
ca y la península de Yucatán, pero su idea sobre la “ayuda mutua” resulta
familiar en la historia del hilo gavillador. Dos regiones del continente ame-
ricano, las grandes planicies transfronterizas y Yucatán, en México, estu-
vieron unidas por estrechos nexos entre la década de 1880 y la de 1940,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 157


Sterling Evans

cuando la demanda de fibra y la demanda de trigo y otros granos generó


una dependencia mutua.
La interdependencia de estas regiones fue tal que la situación del
sisal demandó la atención absoluta de muchos sectores del gobierno es-
tadounidense —Departamentos de Estado, de Comercio, de Marina, de
Agricultura, y la Presidencia—, además de la participación de funciona-
rios canadienses y británicos. Eran tan interdependientes que el gobierno
estadounidense autorizó que buques de la Marina transportaran fondos
para el pago de fibra, e incluso la misma fibra, en nombre de intereses
industriales privados. Eran tan interdependientes que Estados Unidos es-
tuvo dispuesto, más de una vez, a recurrir a la acción militar para salva-
guardar el flujo de fibra en 1915. Y eran tan interdependientes que la
prensa, desde Nueva York hasta Dakota del Norte, y desde Saskatchewan
hasta Kansas, le daba cobertura de primera plana a los eventos relacio-
nados con la amenaza al abastecimiento de hilo gavillador. El embajador
británico, Sir Cecil Spring Rice, capturó la esencia de esa dependencia
mutua cuando le dijo al secretario de Estado Bryan, no una sino dos veces
en la misma carta, que las preocupación por el sisal era de interés común
para Estados Unidos y Canadá.
Lo mismo era cierto para México. Wilson, a pesar de su pomposa
retórica, no incluyó su idea de “ayuda mutua” en la política exterior estadou-
nidense durante la Revolución Mexicana. No hubo muestras de solidaridad
contra los monopolios y el control corporativo de las haciendas yucatecas.
No hubo apoyo al pueblo yucateco que clamaba por una reforma agraria y
por que más ingresos procedentes del henequén se dirigieran hacia la edu-
cación y los servicios sociales que reclamaba el estado después del rígido
control de la oligarquía henequenera. No hubo un llamado para una “nueva
libertad” wilsoneana para esos yucatecos. Más bien, el asunto del sisal refleja
exactamente qué tan lejos estaba dispuesto a ir Estados Unidos para “evi-
tar cualquier interferencia con nuestro comercio”. Ultimátums y el antiguo
recurso de la diplomacia del buque de guerra, todo por la aparentemente
simple mercancía que era el hilo gavillador.

158 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

2. PENITENCIARÍAS ESTADOUNIDENSES Y CANADIENSES


Y CORDELERÍAS

Uno de los aspectos menos conocidos de la historia del binomio henequén-


trigo es el papel que tuvieron las penitenciarías estadounidenses en la fabri-
cación de hilo gavillador. La literatura sobre el henequén, la industria de la
fibra en general y la agricultura estadounidense y canadiense han ignorado
por completo este aspecto, o bien solo lo han mencionado marginalmente.
Sin embargo, la industria cordelera en las prisiones es una parte integral de
la más amplia historia de la elaboración de cuerdas, y representa claramente
lo que los gobiernos están dispuestos a hacer para obtener una mercancía tan
necesaria para la agricultura: subsidiar la fabricación de cuerda mediante el
uso de la mano de obra de reclusos.
La historia de la utilización de la fuerza de trabajo de los reos en Es-
tados Unidos y Canadá se remonta a fines del siglo XVIII, cuando los fun-
cionarios de las prisiones necesitaban evitar la ociosidad de los reclusos y, al
mismo tiempo, producir algo útil para la sociedad o el mercado. Para fines
del siglo XIX y principios del XX los reclusos producían muchos y variados
productos en sus talleres y fábricas: ropa (especialmente para los propios
reclusos), colchones, bloques de cemento, láminas metálicas, muebles, es-
cobas y cepillos, zapatos y botas, alfombras, artículos de lana y de algodón,
productos para lavado, utensilios de cocina, juguetes para niños, así como
muchos otros artículos. Muchas prisiones tenían sus propios huertos, gran-
jas, ganado, aves, minas de carbón y herrerías; y 11 prisiones (nueve en Es-
tados Unidos y dos en Canadá) establecieron sus propias fábricas del cordel
gavillador.
La idea de crear fábricas de cuerdas en las prisiones surgió como res-
puesta directa del monopolio que la McCormick Harvesting Company, de
Chicago, llegó a ejercer en el negocio del comercio de la fibra y las cuerdas
a finales del siglo XIX. El control que la McCormick ejercía en la adqui-
sición de la fibra y en la producción del cordel gavillador también le dio
la posibilidad de intervenir en los precio de las cuerdas. El trust condujo a

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 159


Sterling Evans

los diseñadores de políticas públicas de los estados agrícolas y de Canadá


a pensar que las prisiones podrían añadir la manufactura de cuerdas para
ayudar a los agricultores, al tiempo que se creaba un trabajo útil para los
prisioneros. Las autoridades de Minnesota fueron las pioneras de la idea
en la década de 1880 y establecieron la primera planta penitenciaria de
manufactura de cuerdas en 1890.
La fábrica de cuerdas de la prisión estatal de Stillwater, en Minnesota,
experimentó primero con cáñamo industrial para fabricar el cordel gavilla-
dor, pero pronto cambió al sisal y henequén de México y al manila de Fili-
pinas. La prisión enfatizaba que únicamente usaba sisal de excelente calidad
que adquiría de comerciantes de fibra y a veces directamente de los hacenda-
dos yucatecos. Incluso exhibía en las paredes de sus oficinas varias pencas (las
hojas largas y espinosas) de henequén procedentes de la compañía de Avelino
Montes, de Mérida. Lo más importante fue que la fábrica de la prisión gene-
ró beneficios casi inmediatamente. Los granjeros de Minnesota estaban muy
contentos de obtener una cuerda de buena calidad a costos inferiores a los de
la McCormick (que más tarde se convirtió en la International Harvester).
Las noticias del éxito en la cordelería de la prisión de Minnesota
llegaron a Yucatán, en donde fueron bienvenidas ya que representaban
la apertura de otro buen mercado para el henequén. Incluso en 1916 el
periódico El Henequén reimprimió el informe bianual de la industria de
la prisión de Stillwater, que mostraba incremento en la producción del
cordel y aumentos de los beneficios. Por supuesto, el margen de ganancias
fue particularmente alentador para los políticos estatales de Minnesota. El
gobernador, Theodore Christianson, llegó a proclamar que la fábrica de la
prisión era la mejor empresa de su estado. Y al hablar en una conferencia
ante un grupo de otros gobernadores, les describió cómo producir el cor-
del gavillador masivamente y con poco esfuerzo, para ayudarlos a adminis-
trar sus penitenciarías sin tener déficit.
El primero en seguir los pasos de Minnesota fue la provincia cana-
diense de Ontario. Los administradores de la Prisión Central de Ontario,
en Toronto, habían experimentado con muchas y variadas industrias y a

160 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

mediados de la década de 1890 instalaron una fábrica de cordel gavillador


para beneficiar a los agricultores de Ontario. Usaba una maquinaria sofisti-
cada con procedimientos mecánicos avanzados, y su cordelería era exitosa
pues generaba ingresos. Pero la reputación de que en la prisión había castigos
y malos manejos financieros llevó a las autoridades provinciales a clausurarla
en 1915, precisamente en medio de los años del auge en la agricultura, lo
que significó que esta fábrica tuvo poco impacto en la agricultura canadiense.
Para los canadienses fue más importante establecer, en 1894, una cor-
delería en la penitenciaría Kingston, correccional federal situada en Ontario.
En esta prisión muchos reclusos por muchos años habían trabajado en las
vastas canteras de la región, pero los funcionarios penitenciarios, en bus-
ca de otras fuentes de trabajo productivo, fundaron una cordelería un año
después de que la prisión de Stillwater en el estado de Minnesota abriera su
fábrica. De hecho, los guardias de esta prisión asesoraron a los de la prisión
de Kingston; y cuando su cordelería comenzó a operar causó gran sensación
en todo Canadá. Los granjeros de Manitoba, Saskatchewan, y Alberta otras
partes del país comenzaron a demandar el cordel, en especial porque les
costaba un poco menos que el de las marcas industriales. La cuerda produci-
da en Kingston se transportaba a estas provincias de las praderas por medio
del Ferrocarril del Pacífico Canadiense, el cual llegó con la primera carga a
Winnipeg, Manitoba (provincia rica en trigo), a tiempo para la cosecha en el
verano de 1894.
A fines del siglo XIX las penitenciarías de los estados de Dakota del
Norte y Kansas ya tenían sus cordelerías, y una década más tarde las peni-
tenciarías de Indiana, Michigan, Missouri, Dakota del Sur y Wisconsin, en
este orden, inauguraron sus propias sus fábricas. En 1916, en Oklahoma se
estableció la última de las fábricas cordeleras en una prisión. En términos
de tamaño y producción, el estado de Minnesota siempre tuvo la delantera,
y por mucho, a los otros estados. Por lo general su producción era cuatro
veces mayor que la de las otras prisiones estatales y empleaba a más del do-
ble de reclusos que las otras. Michigan y Wisconsin ocuparon el segundo y
tercer lugar respectivamente. (Mapa 3)

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 161


Sterling Evans

Mapa 3
Cordelerías penitenciarias en Estados Unidos y Canadá

Las razones por las que se establecieron cordelerías en las prisiones fue-
ron variadas. En su mayoría fue con el objetivo de generar ingresos propios que
destinaban a solventar los gastos de la penitenciaría para no tener que recurrir
a los escasos fondos estatales. También la idea de reducir la ociosidad de los
reclusos estuvo en la mente de los funcionarios penitenciarios. Por ejemplo, la
fábrica de la prisión de Dakota del Norte ocupaba a más de 80 reclusos, quie-
nes, sin este trabajo, habrían permanecido confinados en sus celdas sin contar,
incluso, con algo de ingresos. Pero una de las razones más importantes fue
que los agricultores podían reducir sus costos, pues generalmente las corde-
lerías de las penitenciarías vendían el rollo de cuerda en un centavo menos
por libra que el de la International Harvester y otras compañías cordeleras.
En 1907, los funcionarios de la prisión de Minnesota calcularon que su cordel
había permitido a los granjeros reducir costos en unos 750 000 dólares desde
que la prisión comenzó a operar su fábrica. Entre 1909 y 1913 en Dakota

162 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

del Sur su cordelería posibilitó a los granjeros ahorrar 200 000 dólares. Los
funcionarios de la penitenciaría de Dakota del Norte, incluso, sugirieron que
su fábrica funcionaba como un “regulador de precios en el mercado del hilo
gavillador” y les permitía ahorros de cientos de miles de dólares a los granje-
ros. Por su parte, los de Kansas explicaban que su fábrica no era para generar
beneficios sino que se había construido, y operaba “para los intereses de los
agricultores de Kansas y proporcionarles cordel al costo a los granjeros”.
Es interesante que estos informes se hayan reproducido en los periódi-
cos de Yucatán para mantener al tanto a los hacendados acerca de su mercado
norteamericano. Por ejemplo, en 1907 El Agricultor hacía notar que las cor-
delerías de las prisiones estaban rindiendo beneficios a los gobiernos estatales
de Estados Unidos, a los reclusos y a los granjeros; y le daban “cierto golpe a
las grandes corporaciones”. En ese mismo año, el periódico informó acerca
de los precios específicos de la cuerda fabricada en las prisiones de pueblos
como Bismarck en Dakota del Norte; Jefferson City en Missouri; Michigan
City, Indiana, y Lansing, Kansas, pueblos de los cuales la mayoría de los
yucatecos, incluso las familias henequeneras ricas, nunca habrían tenido
noticias si no hubiesen tenido que enviar cargamentos de henequén hacia
ellos. A fines de 1916, por ejemplo, El Henequén reprodujo el informe anual
que el alcaide de la prisión de Minnesota rindió sobre la cordelería.
Una de las razones por las que los precios de la cuerda podían mante-
nerse tan bajos, especialmente durante los primeros años de las cordelerías
penitenciarias, fue que los alcaides se involucraban estrechamente en la ad-
quisición de sisal. El ejemplo más emblemático de esta administración perso-
nalizada fue el viaje de los alcaides de las prisiones de Minnesota, Dakota del
Norte y Kansas a Yucatán en diciembre de 1901. Los funcionarios diseñaron el
viaje para comprar la materia prima en el lugar donde se producía, “ donde se
cultiva prácticamente toda la fibra de sisal que se produce en el mundo”, como
escribió el alcaide de Dakota del Norte. Los funcionarios compraron 500 pa-
cas de henequén a tres octavos de centavo por libra por debajo del precio del
mercado de Nueva York e hicieron arreglos para futuros contratos. Más tarde,
la mayoría de las penitenciarías contrataba cargamentos de sisal por medio de

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 163


Sterling Evans

una compañía de corretaje (usualmente la Peabody Company, de Boston), o


de la Comisión Reguladora, especialmente después de la Revolución.
Competir contra gigantes de la industria como la International Har-
vester y la Plymouth Cordage no era tarea fácil para las cordelerías peniten-
ciaras. Ya desde 1904 la McCormick decidió competir contra el hilo más
barato de las prisiones con la fabricación de un producto genérico “menos
caro” conocido como “cordel de etiqueta simple”, que salía al mercado sin la
marca de la McCormick, y más tarde de la International Harvester. Pero a
diferencia del cordel de las prisiones, el de etiqueta simple de la Internatio-
nal Harvester era de menor calidad porque era una mezcla de henequén, lino
y otras fibras. Lógicamente, la industria cordelera estaba alarmada de que las
prisiones vendieran a precios menores que los de los fabricantes comerciales
y garantizaran precios más bajos que los de la cuerda comercial.
La industria privada también consideraba injusto que se usaran los im-
puestos públicos para subsidiar a la agricultura, la cual, según los industria-
les, en realidad les retribuía poco, en términos financieros, a los residentes
del estado, debido a que el bajo precio del hilo se compensaba con el pago
de impuestos más altos para solventar los gastos relacionados con la fabrica-
ción de cuerda subsidiada. En consecuencia, la International Harvester, la
Plymouth y otras compañías mantenían una estrecha vigilancia sobre lo que
producían sus competidores financiados por el estado, los lugares en los
que vendían la cuerda y el tipo de beneficios que estaban obteniendo. La In-
ternational Harvester, de inmediato, advirtió a los granjeros de la compra de
hilo más barato fabricado en las prisiones. La compañía señalaba en un folleto
que “cuando usted tiene la posibilidad de comprar a precios más bajos... no
tiene la seguridad de que lo que ahorra no sea más que compensado por un
menor peso, menor longitud o pérdida de tiempo causada por rupturas del
hilo”. También los sindicatos de trabajadores se quejaron, y alegaban que
la industria estatal estaba siendo injusta dado que el pago de los prisioneros
que trabajaban en las fábricas era inferior al que recibían los obreros de las
fábricas privadas, lo que representaba un robo de trabajo a la industria que
era dañino para los obreros.

164 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

En Canadá, especialmente durante la Primera Guerra Mundial, la es-


casez de hilo condujo a muchos granjeros a importarlo de Estados Unidos
—en particular el más barato, fabricado en las prisiones—, por la vía legal
o ilegal. Las prisiones estatales de Michigan y Wisconsin vendían frecuen-
temente su cordel a través de la frontera internacional, pero lo más común
era que los propios granjeros lo llevaran de contrabando para pagar precios
menores que los de la cuerda comercial canadiense. Algunas fabricas, como
la Brantford Cordage, de Ontario, trataron de frenar el problema con el
argumento de que la cuerda fabricada en las prisiones estadounidenses era de
menor calidad (“irregular y no confiable”) debido a la “clase de trabajo” en las
penitenciarías. Incluso la compañía afirmaba que las etiquetas que llevaban
estas cuerdas tenían el objetivo de confundir al público sobre su origen, lo
cual les causaría serios problemas a los agricultores canadienses. En conse-
cuencia, los industriales canadienses cabildearon intensamente por un incre-
mento de las inspecciones fronterizas para evitar el paso del hilo fabricado
en las prisiones estadounidenses. Además, la asociación United Farmers of
Manitoba (Granjeros Unidos de Manitoba) aprobó en 1928 una resolución
para solicitar al gobierno continuar con sus inspecciones para eliminar del
mercado el cordel defectuoso.
Aunque el contrabando del cordel nunca se convirtió en un gran pro-
blema entre Estados Unidos y Canadá, durante las décadas de 1920 y 1930
los funcionarios de las prisiones estatales comenzaron a competir agresiva-
mente entre sí. El problema se originó porque algunos estados impedían
vender el cordel fuera de sus límites territoriales. Las legislaturas de Dakota
del Norte, Dakota del Sur y Kansas ordenaron cumplir esta prohibición.
Pero esta decisión no fue bien recibida cuando en 1915 Salvador Alvarado,
a través de la Comisión Reguladora del Mercado del Henequén, aumentó
drásticamente los precios de la fibra.
A raíz del incremento de los precios de la fibra en Yucatán, el cordel
de menor precio fabricado en Kansas comenzó a ser solicitado por otros esta-
dos, pero todas estas peticiones fueron rechazadas. En realidad, para Kansas
y Dakota del Norte mantener satisfecha la demanda estatal interna de cordel

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 165


Sterling Evans

era un problema constante, pues eran los dos principales estados producto-
res de trigo; y en los años de buena cosecha tenían incluso dificultades para
fabricar la cantidad suficiente de cordel, como ocurrió en 1922 cuando los
funcionarios de la penitenciaría de Dakota del Norte tuvieron que admitir su
“incapacidad para satisfacer las peticiones que recibían” y aconsejaron a sus
clientes comprar en otra parte. También hubo una fuerte competencia en los
estados del norte en relación con cordelerías de las prisiones de Wisconsin y
Michigan, que no prohibían la venta de cordel fuera de sus territorios esta-
tales. Muchas veces los funcionarios de las dos Dakotas se enojaban cuando
descubrían en las demarcaciones de su entidad cordel procedente de Michi-
gan y Wisconsin a un precio menor que el suyo.
La situación para las cordelerías de las prisiones se agravó aún más. En
abril de 1932 estalló una guerra de precios cuando la International Harvester
y la Plymouth Cordage redujeron sus precios en tres cuartos de centavo.
Ante esta situación, Minnesota bajó sus precios en un centavo por libra,
cantidad que las cordelerías de las penitenciarías de Dakota del Norte y del
Sur no podían igualar. Los funcionarios de Dakota del Sur exploraron la
posibilidad de importar henequén de Java, que para la década de 1930 se
vendía a menor precio que el de Yucatán.
Esta competencia entre las cordelerías de las penitenciarías estadou-
nidenses no pasó desapercibida en Yucatán. En marzo de 1935, el periódico
comercial El Sisal Mexicano publicó un artículo titulado “La competencia de
las prisiones en Estados Unidos”, en el que enlistaba a los estados que no
prohibían la venta libre de los productos elaborados en sus prisiones. Pero
también durante este periodo algunos estados, incluyendo a Michigan, ini-
ciaron con la política de “sistema de uso estatal”, la cual estipulaba que los
artículos elaborados por los prisioneros fueron únicamente para el consu-
mo de las instituciones de los estados. Y en 1935 entró en vigor el Acta
Hawes-Cooper, que prohibía el comercio interestatal de artículos fabrica-
dos en las prisiones, con lo que finalizó efectivamente la preocupación de la
industria privada acerca de la competencia desleal de las prisiones y también
la preocupación de varias prisiones estatales acerca de la competencia de

166 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

otros estados. Los periódicos yucatecos informaban de estas cuestiones, más


bien recónditas, y les daban un seguimiento minucioso.
La década de 1930 también estuvo marcada por una sequía de varios
años en las planicies estadounidenses y canadienses que trajo como conse-
cuencia la pérdida de las cosechas de trigo y otros granos. La sequía y, por
lo tanto, las malas cosechas tuvieron un efecto negativo sobre la industria
cordelera de las prisiones, pues durante esos años la demanda disminuyó
drásticamente y, por lo tanto, la producción de cordel gavillador. Este fe-
nómeno marcó el principio del fin de la producción cordelera penitenciaria,
aunque también intervinieron otros factores que contribuyeron a la virtual
desaparición de la industria cordelera. Para las prisiones que vendían cordel
fuera de sus estados el Acta Hawes-Cooper restringió todavía más sus merca-
dos. Para entonces, las industrias de las prisiones estaban en franco declive.
A raíz de que la legislación limitó la manufactura de artículos comerciales en
las penitenciarías, los reclusos tuvieron menos oportunidades de participar
en la industria y las prisiones, en su mayoría, solo conservaron talleres de
carpintería, fabricación de muebles y otras pequeñas empresas.
Sin embargo, la razón principal de la desaparición de las cordelerías de
las prisiones está relacionada con el ocaso de las gavilladoras, del hilo gavillador
y del henequén, originada por el creciente empleo de las máquinas cosechado-
ras que segaban y, al mismo tiempo, trillaban el grano sin necesidad de enga-
villarlo. Esta moderna trilladora disminuyó a tal grado la necesidad del cordel
que a partir de 1940 las penitenciarías comenzaron a reducir gradualmente su
producción (incluso antes en Kansas, en donde los granjeros habían adoptado
la trilladora más tempranamente) de tal manera que a mediados de la década
de 1950 la mayoría de las fábricas de las prisiones ya estaban cerradas.
Algunas de las prisiones transformaron sus fábricas de cordel gavilla-
dor en productoras de cuerda para embalar heno. La primera en hacerlo fue
la prisión de Wisconsin en 1944, la siguió la de Dakota del Sur en 1949 y
la de Dakota del Norte a principios de la década de 1950. La fabricación de
estas cuerdas ayudó a las prisiones a recuperar parte de los empleos perdidos
por la desaparición de la producción de hilo gavillador y también ayudó a la

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 167


Sterling Evans

industria del henequén yucateco. Al principio, la cuerda para embalar se fa-


bricaba con henequén procedente, en gran parte, de Cuba, del este de África
y de Java, pero hacia mediados de las décadas de 1950 y 1960 la industria
cordelera comenzó a usar polietileno sintético para su elaboración. El re-
sultado fue que una por una, las principales cordelerías de las penitenciarías
comenzaron a cerrar. En 1947 la de Kansas, en 1950 la de Dakota del Sur, en
1954 la de Wisconsin y en 1957 la de Minnesota. En Dakota del Norte, en
donde los granjeros siguieron usando las máquinas gavilladoras durante más
tiempo que en cualquier otro lugar de Estados Unidos (como sucedió tam-
bién en las provincias de las praderas canadienses), la producción limitada de
hilo gavillador continuó hasta 1964.
De la experiencia de las cordelería en las penitenciarías se pueden ex-
traer varias conclusiones. La más importante es, por una parte, que demues-
tra hasta qué punto las regiones productoras de cereales dependieron de una
mercancía extranjera, y, por el otro, el grado de globalización que tuvo la
industria agrícola y la economía a fines del siglo XIX y durante las primeras
décadas del XX. También muestra con claridad que la fibra de henequén
procedente de Yucatán, en 90 por ciento, era de suma importancia para los
gobiernos de varios estados estadounidenses y de Canadá, al grado de estar
de acuerdo en subsidiar su importación y manufactura en beneficio de sus
agricultores. Sin embargo, solo la penitenciaría de Minnesota llegó a abas-
tecer más del 20 por ciento de las necesidades estatales de hilo gavillador;
en los otros estados la mayoría generaba entre el 12 y el 15 por ciento de
la venta total de hilo de cada estado. Este dato es sorprendentemente bajo
en comparación con el grado de esfuerzo dedicado a la producción de la
cuerda: alcaides convertidos en expertos en fibras y en compradores de si-
sal, gobernadores y legisladores que intervinieron en nombre de sus fábricas
penitenciarias de cuerdas para argumentar ampliamente sobre sus beneficios
para los granjeros, aunque es de llamar la atención de que por lo común no
financiaran instalaciones más amplias para la fabricación de cuerdas, lo
que podrían haber beneficiado fuertemente a sus agricultores y hubiera
dado ocupación a más prisioneros “ociosos”. Más bien, los gobiernos y los

168 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

habitantes de algunos estados se concentraron únicamente en la importancia


de sus instalaciones cordeleras. Sin embargo, en el ámbito nacional las fá-
bricas penitenciarias fueron un motivo de preocupación para las compañías
cordeleras privadas. Entre 1914 y 1935 la producción de todas las prisiones
era en promedio del 25 por ciento del total de cuerda fabricada en Estados
Unidos. Su participación más alta fue en 1935 cuando llegó al 32 por ciento.

3. LA GRAN DEPRESIÓN Y EL CUENCO DE POLVO

Durante el transcurso de las décadas de 1920 y 1930 un conjunto de cambios


económicos y ambientales en Estados Unidos y Canadá precipitaron el prin-
cipio del ocaso de la industria henequenera de Yucatán. En la década de 1920
la depresión económica originada después de la Primera Guerra Mundial
causó el declive de los granjeros cerealeros y de los fabricantes de cuerdas
y, consecuentemente, de los henequeneros. Esa década fue un periodo de
cambios económicos y políticos en Yucatán, con el asesinato del gobernador
Felipe Carrillo Puerto, en 1924, y los cambios estructurales de la Comisión
Reguladora del Mercado del Henequén. El declive se aceleró por la Gran
Depresión de 1929 y la sequía de la década de 1930. Tanto los políticos yu-
catecos como los de otras partes de México tuvieron sus propias versiones
de los cambios que condujeron a la declinación de la industria de la fibra de
henequén. Para unos y otros, durante los años de bonanza, los hacendados
yucatecos habían sido renuentes a invertir sus ganancias y habían actuado con
lentitud para modernizar el cultivo, la cosecha y el procesamiento del hene-
quén, lo que trajo consigo una industria menos competitiva en el contexto
del mercado mundial. El gobernador de Yucatán Bartolomé García Correa
(1930-1934) y sus seguidores señalaron estos problemas, que coincidieron
con la Gran Depresión de 1929 como telón de fondo, como los responsables
del declive del henequén.
El impacto de la Gran Depresión de 1929 en la declinación de la pro-
ducción del henequén no se puede subestimar porque Yucatán estaba tan

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 169


Sterling Evans

estrechamente entrelazado económicamente con sus vecinos norteamerica-


nos que la era de la estabilidad yucateca terminó abruptamente cuando dicha
crisis económica devastó la industria del henequén de Yucatán. Fue entonces
cuando los grandes hacendados exigieron el fin de la Cooperativa Heneque-
neros de Yucatán y cuando García Correa comenzó su mandato como gober-
nador, después de una resonante victoria electoral contó con el apoyo de los
ricos henequeneros. Los hacendados trataron de responder a los efectos de la
Gran Depresión mediante un llamado al gobierno para que interviniera con
el control del precio de la fibra y de las tarifas ferroviarias y para que diera
su apoyo a la Cooperativa Henequeneros de Yucatán. Pero como no había
fondos suficientes para ayudar a la cooperativa, esta también declinó. Para
entonces la economía de Yucatán ya estaba prácticamente colapsada.
Además de la crisis económica durante la década de 1930, Estados
Unidos y Canadá experimentaron condiciones climáticas. Entre 1931 y 1937,
toda Norteamérica sufrió veranos más secos y cálidos e inviernos más fríos
en toda su historia. Un científico del Departamento del Clima de Estados
Unidos definió las condiciones como “las peores en la historia climato-
lógica del país”. Lo mismo aconteció en Canadá. Las peores condiciones se
registraron en las grandes planicies (Alberta, Saskatchewan, y Manitoba).
Según un estudio, la década de 1930 “fue la peor en la historia de las prade-
ras canadienses, y a la depresión económica se sumaron la sequía, el viento
y las tormentas de polvo, así como las plagas de langosta, en la región de las
praderas”. Los veranos de 1936 y 1937 fueron especialmente difíciles por el
calor, el viento, la sequía y los torbellinos de polvo. Durante esos años fue-
ron comunes las tormentas de polvo, los lagos se secaron y los agricultores
no lograban sus cosechas o estas eran muy pobres. Incluso hubo plagas de
moscas, gusano cogollero, gusanos cortadores, de tuzas y del hongo de la
roya, que devastaron los cultivos.
En las planicies del norte de Estados Unidos la sequía fue tan fuerte
que gran parte del oriente de Montana y las Dakotas del Norte y del Sur
mostraban una aridez similar a la del desierto de Sonora, en el norte de
México. Funcionarios de la administración del presidente Franklin D.

170 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

Roosevelt declararon que algunos de los condados en los estados de Dakota


del Norte y Dakota del Sur estaban en una situación desesperada, y por la in-
tensas sequías ya se encontraban entre los más pobres del país. Los granjeros
de las planicies del sur estaban todavía peor, pues en esta región las sequías
periódicas era una característica y se presentaban aproximadamente cada 20
años, pero la de la década de 1930 fue tan severa y tuvo tales consecuencias
que un periodista acuñó el término “cuenco de polvo” (“Dust Bowl”, como
los estadounidenses habían llamado a la condición ecológica de la región)
al ver las montañas de polvo —suciedad tan fina como la pólvora—, los
campos destruidos y la devastación general en la región. El cuenco de polvo
abarcaba las zonas limítrofes entre Texas y Oklahoma, la parte oriental de
Nuevo México y Colorado y la mayor parte del oeste de Kansas, el estado
más seriamente afectado. Se caracterizó por enormes tormentas de polvo,
muchas de las cuales eran diarias durante la primavera y el verano de me-
diados de la década de 1930, particularmente en los años de 1936 y 1937,
cuando ocurrieron las peores tormentas. Las tormentas levantaban millones
de toneladas polvo de los campos arados, y se depositaba en forma de du-
nas en las granjas, campos, casas y pueblos de toda el área. Para 1935 unas
13 millones de hectáreas de las planicies del sur, equivalentes a una tercera
parte del área del cuenco de polvo, se habían convertido en terreno estéril
y sin cubierta vegetal, este hecho no solo fue “el momento más oscuro del
siglo XX en la vida de las planicies sureñas”, sino también “la catástrofe
ambiental más severa de toda la historia de este continente”. Muchos han
llamado esta década la de los “Dirty Thirties” (los “sucios treintas”).
La causa de tal trastorno ecológico y social en las planicies estadouni-
denses y canadienses fue la intensa explotación agrícola de las décadas de 1910
y 1920. Durante y después de la Primera Guerra Mundial los precios del trigo
eran altos e impulsaron a los agricultores a cultivar la mayor superficie de
tierra “virgen” posible para aumentar la producción. Estos cultivos se llevaron
a cabo bajo una política económica del laissez faire, con una creciente mecani-
zación y prácticas agrícolas poco adecuadas, lo que aceleró la transformación
de millones de hectáreas de praderas vírgenes en campos de cultivo de trigo.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 171


Sterling Evans

En realidad, durante la Primera Guerra Mundial los granjeros del oeste cana-
dienses se encontraban en pleno auge del trigo, descuidaron el uso de técnicas
agrícolas apropiadas y pagaron rápidamente el precio. En otras palabras, ha-
bían realizado una labranza insuficiente, omitido el barbecho de verano por el
afán desmedido de explotar el mercado de exportación de trigo. De manera
parecida, en Estados Unidos la rápida mecanización de la agricultura de las
planicies, junto con métodos de un capitalismo industrial, crearon un nexo
con la tierra estrictamente comercial. Así pues, aunque el ciclo de sequía de la
década de 1930 en las planicies pudo haber coincidido con la Gran Depresión,
la devastación inusual que produjo fue propiciada por las mismas condiciones
que crearon el desastre económico.
La mecanización como factor del cambio ambiental en las planicies
debe considerarse para el estudio de las máquinas gavilladoras. ¿Fueron las
gavilladoras las culpables del cuenco de polvo? Ciertamente, las vías férreas,
que permitieron la rápida distribución de implementos agrícolas a través de
grandes distancias, y los arados movidos por tractores tuvieron una mayor
responsabilidad en la “intensa explotación agrícola” que las gavilladoras. El
arado tirado por un tractor fue parte de una agricultura industrial mecaniza-
da en las grandes planicies como lo fueron también las gavilladoras y después
las trilladoras. Pero el cultivo de mayores extensiones de tierra no hubiera
servido de nada a los granjeros cerealeros de no haber contado con medios
mecanizados más rápidos para cosechar. De manera que fue la mecanización
en su conjunto —desde la preparación del terreno hasta la cosecha—, la que
tuvo un papel importante en el deterioro ecológico.
A fines de la década de 1920, antes de la caída de Wall Street en
1929, los productores de henequén ya se habían percatado de la volatilidad
del mercado. El auge de la demanda de trigo posterior a la Primera Guerra
Mundial estaba dando paso a un mercado inestable: los países exportadores
tenían excesos de producción, y Francia, Alemania e Italia estaban com-
prando menos grano del extranjero a medida que sus propias granjas se re-
integraban a la producción, muchas veces con cuotas y tarifas preferenciales
que estimulaban su producción nacional. Este crecimiento de la producción

172 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

europea golpeó especialmente a los granjeros de las praderas canadienses


que imprudentemente habían destinado 60 por ciento de todos los campos
de cultivo a la producción de trigo, y de este porcentaje 70 por ciento era para
la exportación. Estos agricultores sintieron un fuerte golpe cuando los precios
del trigo cayeron a niveles sin precedente, ya que pasaron de más de dos
dólares por bushel en la década de 1920 a 34 centavos por bushel en 1932.
Posteriormente llegó la sequía. La producción de trigo en las praderas
canadienses cayó de un promedio de 350 millones de bushels anuales en la
década de 1920 (aproximadamente 42 bushels por hectárea), a 230 millones
de bushels anuales a mediados de la década de 1930 (unos 23 bushels por
hectárea). Una de las regiones en peores condiciones fue la de Saskatchewan,
donde en 1936 se informó que casi todas las cosechas se habían perdido.
Las tasas de producción en las planicies estadounidenses fueron igualmente
sombrías. En Dakota del Norte la producción se desplomó de 110 millones
de bushels en 1932 a poco más de 19 millones de bushels en 1936 (solo unos
13 bushels por hectárea). La cosecha de 54.6 millones de bushels del estado
de Montana en 1932 se redujo a casi 12 millones en 1936 (unos 13 bushels
por hectárea), y los casi 52 millones de bushels de Dakota del Sur en 1932
se convirtieron en solo una fracción en 1935 al llegar a los 732 000 bushels
(unos 11 bushels por hectárea). Las cosechas del rey del trigo, el estado de
Kansas, se redujeron casi a la mitad, de 120 millones de bushels en 1932 a
64.5 millones en 1935 (unos 23 bushels por hectárea).
No es difícil imaginar las implicaciones que tuvo este descenso de la
producción cerealera en el uso del cordel gavillador y, desde luego, en el
cultivo del henequén. Tanto las empresas cordeleras norteamericanas como
la industria yucateca productora de la fibra de henequén se mantenían infor-
madas de las condiciones económicas y climáticas que afectaban tan profunda
y negativamente la demanda de sus productos. Antes de que comenzaran a
golpear las tormentas de polvo, los industriales de la fibra estaban discutien-
do las condiciones del mercado de la posguerra que originaron la espiral des-
cendente de la demanda de cuerda. Pero ahora, con la depresión económica
y la sequía de la década de 1930, los periódicos relacionados con el henequén

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 173


Sterling Evans

seguían de cerca el sombrío panorama de la fibra e informaban que en 1934


el consumo de hilo había sido inferior al de cualquier otro año.
Los productores de fibra también vigilaban las alarmantes condiciones
climáticas. En 1931 El Sisal Mexicano informó detalladamente de la “ situación
crítica” en los campos de trigo canadiense. El periódico indicaba en su reporte
que ninguna de las provincias de las praderas había recibido “suficiente lluvia”,
y que el sur de Saskatchewan estaba particularmente seco, además predecía
que las cosechas de trigo se reducirían 3 por ciento en Manitoba, 5 por ciento
en Saskatchewan y hasta 7 por ciento en Alberta. Al año siguiente, el periódi-
co informó de una situación similar en las planicies estadounidenses. Advertía
“cosechas disminuidas en cinco estados”, daba datos de la precipitación pluvial
en Kansas, Nebraska, Oklahoma, Texas y Colorado, y predecía una cosecha
inferior en 250 millones de bushels en comparación a la de 1931. Las noticias
no eran buenas para los yucatecos, a principios del verano de 1932, con base
en la información de la industria de implementos agrícolas El Sisal Mexicano
informó que en el oeste de Kansas, el noroeste de Oklahoma y el oriente de
Colorado innumerables granjeros habían comenzado a abandonar sus campos
de trigo, y reportó que en el oeste de Canadá la lluvia había llegado a niveles
mínimos sin precedente. También el Diario de Yucatán seguía muy de cerca
las condiciones climatológicas, especialmente durante el apogeo de la sequía
de 1936. Escribía el rotativo que era una “sequía tenaz” que estaba generando
una “situación altamente crítica” para los granjeros de las planicies, especial-
mente en las zonas de cultivo de trigo de primavera de Dakota del Norte, que
recibió únicamente la tercera parte de su precipitación pluvial normal. Otro
artículo discutía la situación en Dakota del Sur, donde el monto de las pér-
didas de cultivos de trigo se estimaban en 140 millones de dólares, lo que
representaba casi la mitad de las pérdidas totales del país (300 millones
de dólares). El periódico también mantuvo informados a sus lectores acerca de
las condiciones en Canadá y de la situación en el mercado mundial de trigo.
Sin embargo, en 1935 el clima en la región de las planicies mejoró
lo suficiente para dar un destello de esperanza a los productores de fibra y
de cordeles de henequén. Con un aire optimista, El Sisal Mexicano informó

174 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

que aunque las planicies todavía estaban en el cuenco de polvo (“la zona del
polvo”, decía el periódico), los cultivos se veían mejor que en 1934. Un
yucateco escribió que “las hojas de henequén sostendrán nueva vida”. En la
ciudad de México, el periódico Excélsior incluso reportó que 1936 traería
“perspectivas brillantes para Yucatán”. Pero a veces los periódicos perdían la
mesura por su optimismo. El artículo en el número de diciembre de 1935 de
El Sisal Mexicano, en el que se declaraba que había buenas expectativas para
1936 y que los fabricantes de cuerda se debían preparar para mejores años
que lo regular, resultó falso para las dos Dakotas y el oeste de Canadá, pues
1936 fue el año más desastroso. Sin embargo, las perspectivas para el trigo
de invierno en Kansas eran favorables, y en dicho año, en otros campos de
las planicies del sur hubo mejores cosechas. Además, la compra de 200 000
pacas de henequén por la International Harvester produjo “un buen presenti-
miento para 1936”. De hecho, las ventas de henequén mejoraron a mediados
de la década de 1930. En 1931 alcanzaron su récord mínimo con apenas
400 000 pacas para luego promediar las 500 000 pacas anuales durante el
resto de la década; lejos de los casi 1. 2 millones de pacas vendidas en 1915
o de las 900 000 vendidas en 1920. En 1938 la participación yucateca en el
mercado mundial de las fibras duras había descendido al 23 por ciento.
Los henequeneros también comenzaron a promover su fibra más acti-
vamente en Europa. Durante mediados de la década de 1930, Francia, Sue-
cia, Alemania, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Bélgica y España compraron
cantidades variables de henequén a Yucatán para la fabricación de cordel ga-
villador. En 1936, uno de los peores años para las cosechas en Norteamérica
debido a la sequía (especialmente en las planicies del norte), los yucatecos
impulsaron la exportación de henequén a Europa con una exitosa campaña
de mercadotecnia que resultó en la venta de más de 95 000 pacas. Francia,
que fue siempre el principal cliente europeo en esa época, compró 37 000
pacas, y Alemania duplicó sus compras a Yucatán entre 1930 y 1936.
En 1937 parecía que finalmente las cosas mejorarían. El periódico Cor-
dage Trade Journal anunció en el mes de julio que las perspectivas de la produc-
ción de granos en Estados Unidos eran “excelentes”, las mejores de los últimos

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 175


Sterling Evans

cinco años, y que todo indicaba que prácticamente todo el cordel gavillador
disponible sería necesario para la cosecha de ese año. Pero este optimismo
no se extendió a Canadá, donde en 1937 las condiciones continuaban siendo
de sequía acompañada de tormentas de polvo. En las praderas canadienses las
cosechas fueron “mucho menos satisfactorias”, y las tres principales provincias
productoras de trigo no necesitaron tanto cordel gavillador como en años
normales. Y peor aún, el artículo del Cordage explicaba que la sequía en el
sur y centro de Saskatchewan, y en el sureste de Alberta —normalmente una
de las regiones canadienses con mayor producción de trigo— había causado
“prácticamente la pérdida total” de las cosechas. Sin embargo, en Manitoba las
recolecciones estaban resultando un poco mejores ese año.
A fines de la década —la polvorienta, sucia y aparentemente intermi-
nable década de 1930— la producción de trigo, henequén y cuerda comenzó
a recuperarse. En marzo de 1939 los cargamentos de fibra de henequén fluían
libremente a Nueva Orleáns y los cargamentos hacia Nueva York habían au-
mentado rápidamente en un 41 por ciento en relación con los años prece-
dentes. Para entonces la producción de trigo se acercaba a los rendimientos
previos al cuenco de polvo. Las cosas parecían regularizarse en el binomio
henequén-trigo, al menos en Estados Unidos y Canadá. Pero en Yucatán no
ocurría lo mismo. A fines de la década de 1910 comenzó el declive de la indus-
tria henequenera, se incrementó en la década de 1920, y en la década de 1930
se intensificó durante la Gran Depresión, la sequía y una plaga de moscas que
golpeó a la península y dañó los debilitados planteles de henequén. Las mos-
cas absorbían el jugo de las hojas del agave y dejaban inservible la fibra de las
plantas infestadas. Pero quizá los insectos fueron solo un presagio de los peores
males que pronto se abatirían sobre la industria henequenera. Finalmente, para
1950 la industria de la fibra cayó, luego de experimentar un aumento temporal
de la producción durante la Segunda Guerra Mundial. El declive continuó de-
bido a la competencia del exterior —tanto de la fibra de otras regiones como
de las cuerdas sintéticas—, y especialmente la adopción de la trilladora para
cosechar el trigo en las planicies estadounidenses y canadienses la que extrajo
las últimas fibras de vida de la industria henequenera en la década de 1940.

176 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

4. COMPETENCIA Y TRILLADORAS

La Gran Depresión de 1929 desempeñó un papel importante en el declive de


la industria del henequén y del hilo, pero también la competencia de otras
regiones productoras de fibra y más tarde con las fibras sintéticas. Sin em-
bargo, el descenso de la agroindustria henequenera y las cordelerías se debió
al desarrollo y adopción de una máquina que permitía segar y trillar el trigo
al mismo tiempo, y que se conoció en Norteamérica con el simple nombre
de “combine” (“combinar”).
Los cultivadores del Caribe vieron la posibilidad de beneficiarse con
el mercado norteamericano de la fibra y comenzaron a plantar sisal. Desde
1890 algunos extranjeros tomaron semillas de henequén de Yucatán, quizá
clandestinamente para iniciar nuevas plantaciones en Florida, en varias islas
caribeñas y en África oriental. Aunque la planta no se desarrolló en Florida,
sí prosperó en Cuba, Puerto Rico, Haití, las Antillas Británicas y las Antillas
Holandesas, todas con clima y condiciones similares a los de Yucatán. En
1910 los cultivadores plantaron henequén en estas islas y después de los siete
años necesarios para la maduración de las pencas, la fibra caribeña comenzó
a comercializarse. Los grandes compradores como la Peabody y la Interna-
tional Harvester estaban interesados por explotar las cosechas caribeñas de
manera que pudieran vender la fibra a las compañías cordeleras y penitencia-
rias de toda Norteamérica.
Brasil, Jamaica, Hawaii y Mozambique también habían comenzado a
producir sisal y a competir fuertemente en el mercado mundial de la fibras
duras; y Nueva Zelanda, Isla Mauricio, El Salvador y Costa Rica iniciaron el
cultivo de otras plantas fibrosas como el formio y la cabuya (llamada a veces
el sisal de Centroamérica) para su exportación. No obstante, la competencia
más fuerte para los yucatecos provino de las colonias británicas del África
oriental, que incluían a Kenia, Uganda y Tangañica (hoy Tanzania) y la isla
de Java en las Indias Orientales (hoy Indonesia). Un hecho que seguramente
preocupó a los yucatecos fue que algunos hacendados vendieron a esas regio-
nes vástagos o bulbos de henequén con el fin de obtener ganancias extras.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 177


Sterling Evans

La producción de henequén de África oriental se cuadruplicó en solo ocho


años, y pasó de 20 000 toneladas en 1923 a 83 000 toneladas en 1931.
Desde luego, los europeos estaban particularmente interesados en la
fibra africana debido a su relativa cercanía, y los norteamericanos descubrie-
ron que los precios de Tangañica y Asia eran más bajos que los de Yucatán,
debido principalmente a una mano de obra más barata y a la inexistencia de
mecanismos de control estatal como la Comisión Reguladora del Mercado
del Henequén en Yucatán. Esta competencia desleal significó un ultraje para
los yucatecos, quienes aducían que los compradores norteamericanos debían
estar dispuestos a pagar un poco más por su fibra, pues habían dependido de
ella desde hacía muchos años.
En el año de 1929 los productores de henequén de África oriental, Java
y Cuba produjeron más fibra que los de Yucatán (125 000 toneladas contra
101 000). Estos productores siguieron aumentando rápidamente su produc-
ción y para 1934 aportaron 230 000 toneladas, mientras que los yucatecos tan
solo 108 000 toneladas, un año después su producción fue de más del doble.
Para 1960, el 50 por ciento de la producción mundial de henequén procedía
de Tangañica, Kenia y Uganda.
Aunque la competencia de los productores de África oriental, el Ca-
ribe y Asia, los efectos de la Gran Depresión y de la sequía en las grandes
planicies tuvieron un fuerte impacto sobre la industria henequenera yucate-
ca, dichos fenómenos palidecen frente a los efectos que causó el uso de la
trilladora. La cosechadora combinada no era realmente una novedad cuando
la adoptaron los agricultores de la franja norteamericana de trigo, a media-
dos de 1920 y 1940. De hecho, casi 100 años antes, en 1834, un inventor
de Michigan había perfeccionado una máquina que no solo podía cortar el
trigo sino también trillarlo (separar el grano de la paja), limpiarlo e, incluso,
embolsarlo. Curiosamente, el implemento llegó casi al mismo tiempo que
la segadora de Cyrus McCormick, mucho más simple y que transformó la
agricultura para los granjeros en pequeña escala. La trilladora o cosechadora
combinada era una enorme máquina movida por un equipo de 20 caballos,
que requería de seis trabajadores para su operación y de otros para recuperar

178 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

el trigo embolsado. Solo se hizo popular en los ranchos productores de trigo


en gran escala del Valle Central de California y en la región de Palouse, en el
este de Washington, donde existía un clima más seco (ya que no había nece-
sidad de apilar las gavillas de trigo para secarlo). Aunque desde la década de
1880 ya había unas 500 de estas voluminosas cosechadoras en California y en
las tierras interiores del noroeste, muchas impulsadas por enormes motores
de vapor en lugar de caballos.
Las características de estas enormes cosechadoras impidieron su
adopción por los cultivadores de trigo de las grandes planicies. Con un costo
aproximado de 500 dólares a mediados del siglo XIX, y de 2 000 a 3 000 dó-
lares hacia la década de 1920, la inversión era demasiado alta para muchos
pequeños agricultores, sin hablar de los salarios de los trabajadores y del
cuidado de los caballos que implicaba su uso. La mayoría de los granjeros
no tenía a su disposición 20 o más caballos de tiro. Además, las voluminosas
trilladoras, con segadoras de hasta seis metros, no eran adecuadas para las
granjas más pequeñas ni para los campos del medio oeste y de las planicies
orientales. Tampoco eran apropiadas para cosechar en las regiones más hú-
medas, en donde era necesario secar el grano cortado antes de trillarlo,
especialmente en las áreas de trigo de primavera de las planicies del norte y
de las provincias de las praderas canadienses, en donde los campos de trigo
tenían con frecuencia mucha maleza. Los canadienses eran especialmente
renuentes a adoptar la trilladora, pues su trigo de primavera no maduraba
de manera uniforme. La gavilladora, operada por dos hombres y cuatro ca-
ballos, funcionaba muy bien para los granjeros de esas regiones desde fines
del siglo XIX y principios del XX hasta la llegada del auge de la producción
de trigo por la Primera Guerra Mundial, todo lo cual impulsó la demanda
de cordel gavillador y mantuvo ocupados a los henequeneros yucatecos du-
rante esas décadas.
El declive de la agricultura de la posguerra, en la década de 1920
y, por supuesto, la Gran Depresión y las sequías de la década de 1930,
también evitaron que muchos agricultores adoptaran la trilladora. Aunque
durante ese tiempo se redujo la demanda de fibra de henequén para fabricar

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 179


Sterling Evans

cordel gavillador, su uso no llegó a desaparecer, y los hacendados yucatecos


ajustaron su producción y sus estrategias de mercado a las condiciones preva-
lecientes. Pero fue también a fines de la década de 1910 y durante la de 1920
que muchos productores de trigo invernal de las áreas sureñas y centrales
de las grandes planicies —de Texas a Nebraska— y de Montana oriental,
fortalecidos por los beneficios de la Primera Guerra Mundial comenzaron
a mecanizar sus operaciones con un uso mayor de tractores impulsados por
motores de gasolina y a reemplazar las gavilladoras por trilladoras. En el es-
tado de Kansas el uso de las trilladoras aumentó dramáticamente, y pasó de
4 700 en 1920 a más de 32 000 en 1926 y en 1943 había 43 000 trilladoras.
Un crecimiento parecido ocurrió también en los estados de Oklahoma y
Texas. Los granjeros canadienses adoptaron las trilladoras más lenta y tar-
díamente que los de Estados Unidos, pero hacia la década de 1940 muchos
ya habían iniciado su uso. En 1946 existían cerca de 37 000 trilladoras traba-
jando en las provincias de las praderas canadienses y dos tercios de ellas en
Saskatchewan, la región más rica en cereales.
Uno de los principales atractivos de las trilladoras era el ahorro de
mano de obra. Efectuar la cosecha con gavilladoras requería que los granjeros
contrataran trabajadores locales o itinerantes, además de los miembros de su
propia familia, para garantizar que los cultivos fueran cortados y trillados en
el tiempo adecuado. La operación de la gavilladora requería de una persona
para los caballos o el tractor, otra para apilar las gavillas y, posteriormente,
personas que recogían las gavillas y para formar equipos de trilladores. Estos
hombres trabajaban por 3 a 5 dólares diarios (hasta 8 dólares diarios hacia la
década de 1940) y requerían copiosa comida preparada generalmente por
la esposa del granjero. Muchas veces los salarios se elevaban por la escasez
de mano de obra en las áreas rurales menos pobladas, lo que aumentaba
los costos de producción del granjero y lo ponía en riesgo de no cosechar a
tiempo. La cosecha de trigo en los estados de Texas, Oklahoma, Kansas y
Colorado requería anualmente de 100 000 trabajadores agrícolas adiciona-
les, y otras decenas de miles más para las cosechas en las planicies del norte
y en las praderas canadienses.

180 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

Cosechar con las trilladoras no requería de personal para recoger las


gavillas ni equipos de trilladores. Nada más se necesitaba una persona para
conducir el tractor que arrastraba la trilladora, otra para operar la trilladora
y una más para llevar el grano trillado a un contenedor de almacenamiento
o elevador de grano. De modo que el ahorro era sustancial. Además, como
insistían los entusiastas partidarios de la trilladora, el número reducido de
cosechadores evitaba a las mujeres de la granja tener que cocinar aquellas
abundantes comidas para los trabajadores. Evidentemente, el ahorro de
mano de obra se traducía en ahorro financiero. Para 1926 los agricultores
que usaban trilladoras estimaron que sus costos en mano de obra e imple-
mentos eran de alrededor de cinco centavos de dólar por bushel cosechado,
en comparación, los equipos de trilladores cobraban 18 centavos por bushel.
En otras palabras, el costo de cosechar una hectárea con una trilladora era
de aproximadamente 3.70 dólares, contra los cerca de 9.90 dólares que
costaba hacerlo con la gavilladora. Las trilladoras también eran una buena in-
versión en cuanto a la eficiencia de la cosecha, ya que se perdía menos grano.
Según los reportes, cosechar con trilladora se perdía solo aproximadamente
1.6 por ciento del grano, mientras que con la gavilladora la pérdida era de
más de 3.5 por ciento.
Con una trilladora los agricultores podían cosechar entre 14 y 16
hectáreas de trigo por día, mientras que con una gavilladora entre seis y
ocho hectáreas por día. Para los grandes cultivadores, que tenían vastas
extensiones de trigo que maduraban al mismo tiempo, cosechar tan rá-
pido como fuera posible tenía la máxima importancia. Por ejemplo, en
1929, un prominente agricultor de Alberta logró cosechar, con una trilla-
dora gigante de estilo californiano que segaba franjas de un poco más de
10 metros de ancho, casi media hectárea cada siete minutos y medio. Por
la misma época, cosechadores por contrato (equipos de cosechadores que
poseían sus propias trilladoras y cosechaban el grano bajo contrato de los
agricultores) de Kansas, con cilindros segadores de seis metros de largo
podían cosechar, en buenas condiciones, un promedio de 32 hectáreas
por día por trilladora.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 181


Sterling Evans

Aunque estos ejemplos difícilmente se pueden considerar como la


norma, levantar la cosecha con trilladoras de menor escala representaba un
considerable ahorro de tiempo. El uso de la trilladora redujo el riesgo de
perder una cosecha debido al mal tiempo, y también permitió a los gran-
jeros expandir sus cultivos de modo que pudieran obtener más beneficios.
Algunos afirmaban que de este modo habían podido pagar sus trilladoras
en uno o dos años. Un estudio canadiense llegó a la conclusión de que los
ahorros de los agricultores podían llegar a ser hasta del 50 por ciento al
usar la trilladora, en comparación con el uso de la gavilladora. La publici-
dad de la trilladora de la McCormick-Deering resumía todas sus bondades
con la afirmación de que era una “máquina de un solo hombre” que hacía
de la cosecha “un asunto familiar, que segaba y trillaba de seis a ocho hec-
táreas al día”. También enlistaba otras virtudes: “no hay que comprar hilo
gavillador ni hacer gavillas ni empilarlas ni esperar turno en el círculo de
trilla ni pagar salarios a los trilladores ni alimentar equipos de trabajo ni
trabajo extra para su esposa”.
Estas noticias causaban temor y alarma a los yucatecos. Entre me-
diados y fines de la década de 1920 los representantes comerciales de los
hacendados comenzaron a preocuparse por los inminentes cambios eco-
nómicos que ocasionaban las trilladoras, según se enteraban a través de la
prensa. Por ejemplo, El Sisal Mexicano, editado por la Cooperativa Yucateca
de Henequeneros, durante 1927 publicó prácticamente cada mes artículos
de primera plana en los que advertía a sus lectores de los riesgos que repre-
sentaban las trilladoras. En su primer número de ese año su artículo prin-
cipal discutía sobre la influencia que tendrían las trilladoras en la industria
cordelera, y señalaba que los hacendados debían estar listos para algunos
cambios o cualquier emergencia. En su edición del mes de marzo de ese
mismo año de 1927, El Sisal Mexicano publicó un artículo en el que afirmaba
que la trilladora eliminaría el uso del cordel gavillador. El periódico infor-
maba que las trilladoras ya existían en México y Estados Unidos a un índice
que preocupaba a los fabricantes de cordel y que cada vez más granjeros las
estaban adoptando en los estados del medio oeste y de las planicies centrales

182 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

de Estados Unidos. También señalaba que la trilladora era algo de lo que


había que preocuparse en el futuro y que era necesario seguirla vigilando.
Algunos artículos en los periódicos relacionados con el henequén de-
tallaban con exactitud las características y capacidades de la trilladora. Ex-
plicaban que ahorraba tiempo y dinero a los agricultores y en qué regiones
su uso era más adecuado. Incluso afirmaban que era más benéfica para la
tierra que la gavilladora, pues la cascarilla y la paja que se expulsaban del se-
parador de la trilladora caían al suelo y actuaban como un estrato fertilizante.
Sin embargo, en un artículo se informaba que los agricultores de Dakota del
Norte, con condiciones más húmedas, eran renuentes a adoptar la trilladora,
y también se enlistaban las desventajas de la máquina (fallas mecánicas difí-
ciles de reparar, las múltiples partes móviles que finalmente podían causar
problemas durante la cosecha si dejaban de funcionar, la falta de experiencia
de los granjeros que no habían usado las trilladoras, etcétera). No obstante,
el mismo artículo advertía que las trilladoras se estaban popularizando rápi-
damente en todo Estados Unidos y que los cultivadores de trigo del oeste de
Canadá también estaban comenzando a reconocer sus numerosas ventajas.
Cada edición de El Sisal Mexicano añadía más información y generaba
mayores temores acerca de las trilladoras en las grandes planicies. Un nú-
mero de 1927 reportaba que más de 8 000 trilladoras estaban en uso y cau-
saban una “revolución en el trigo”. El periódico citaba que los funcionarios
de agricultura de Kansas elogiaban a la máquina por ser capaz de cosechar
1 538 bushels de trigo por día y porque les permitía a los agricultores de-
positar más rápidamente el grano en los elevadores. El costo de alrededor
de un centavo de dólar por cosechar un bushel con la trilladora, en compa-
ración con los 15 a 25 centavos que costaba cosecharlo con la gavilladora,
demostró que las trilladoras ahorraban mucho dinero. Pero el artículo tam-
bién citaba que en ese momento las trilladoras prácticamente eran utilizadas
solo en esa parte del país y en las granjas con cultivos realmente grandes de
trigo del oeste de Kansas, el oriente de Colorado y de algunas franjas limí-
trofes de Oklahoma, lo que les daba un poco de esperanza a los hacendados
henequeneros porque los pequeños granjeros continuaban cosechando con

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 183


Sterling Evans

gavilladoras. Sin embargo, a mediados de la década de 1920 el uso de las


trilladoras se iba extendiendo rápidamente, lo que implicaba una drástica
reducción de la demanda del cordel gavillador.
Pero en el verano de 1927 las noticias mejoraron un poco para los
hacendados. Ciertamente era de primera plana la noticia de que durante
la cosecha de ese año los elevadores de trigo y los molinos de harina de
algunos estados no estaban procesando mucho del trigo cosechado con las
trilladoras. El Sisal Mexicano afirmó que fue un “mal año para las trilladoras”,
y añadió que el trigo cosechado con las trilladoras estaba demasiado húme-
do para ser procesado por los elevadores de almacenamiento, o bien llegó
arruinado por el tizón del trigo, una enfermedad micótica. También fue
bien recibida la noticia del elevado uso de cordel gavillador de henequén en
la cosecha de 1927 en el oeste de Estados Unidos y Canadá. Posteriormen-
te, el periódico publicó un artículo sobre la importancia económica del he-
nequén en el que explicaba que las exportaciones de la fibra yucateca habían
aumentado de 113 000 pacas en 1880 a 5 555 000 pacas en 1926, y que en
los seis meses precedentes a la redacción del artículo Estados Unidos había
importado de Yucatán más de 275 000 pacas. Las ventas a Canadá, Francia
y otras partes de México también se mantenían estables. El periódico añadía
a estas buenas noticias la información de que la fibra seguía siendo la mejor
por su resistencia a los insectos.
Sin embargo, las buenas noticias duraron poco, ya que en 1928 la po-
pularidad de las trilladoras continuó en aumento. En el verano de 1928 los
periódicos mercantiles seguían alertando a sus lectores sobre cualquier noticia
importante relacionada con el uso de las trilladoras en las grandes planicies.
Así ocurrió en el mes de julio, cuando El Sisal Mexicano publicó un artículo
en donde informaba de que los agricultores del oeste canadiense estaban
cada vez más convencidos de los beneficios de las trilladoras. El artículo
citaba entrevistas con agentes de ventas de la International Harvester en
Saskatchewan y Alberta, quienes describían las asombrosas cualidades de las
trilladoras. El agente de Alberta afirmaba que la trilladora era “absolutamen-
te ventajosa” para los granjeros de dicha provincia y predecía que el total de

184 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

ventas al final del año mostraría un gran aumento en comparación con el año
precedente. Los agentes señalaban que las trilladoras eran una gran ventaja
para la pradera canadiense dadas las condiciones climáticas impredecibles de
la región, ya que permitían cosechar más rápidamente, antes de las prime-
ras heladas. De manera que, como proclamaba el agente de Saskatchewan
—para tristeza de los lectores yucatecos—, las trilladoras “pronto serán tan
populares como lo son ahora las gavilladoras”. Sin embargo, las previsiones
del agente fueron un poco prematuras, pues para 1928 las ventas del cordel
gavillador estaban aumentando en las provincias de las praderas, incluso en
Alberta y Saskatchewan, en donde los cultivos se habían dañado por el grani-
zo. El Sisal Mexicano difundió noticias sobre las “magníficas cosechas” en toda
Norteamérica ese otoño y sobre el escaso uso de las trilladoras.
Sin embargo, para 1930 la producción de trilladoras llegó a su punto
máximo en todo el mundo. A principios de 1932 El Sisal Mexicano reportó
que entre 1926 y 1930 se habían vendido en Estados Unidos cerca de 117 000
de esas máquinas lo que había ocasionado una reducción constante de la de-
manda del cordel gavillador de alrededor del 5 por ciento anual. Además,
los canadienses estaban utilizando más de 5 000 trilladoras para sus cosechas
y se estaban popularizando rápidamente en Argentina y Australia. Además,
para 1930 ya se usaban, aunque en baja escala, en Gran Bretaña. En la ex-
tinta Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas —que rara vez compraba
fibra yucateca— ya habían fabricado el enorme número de 55 000 trilla-
doras para la cosecha en las enormes granjas colectivas de las estepas rusas.
Lo que era todavía peor para los hacendados yucatecos era que desde 1926
los agricultores de trigo del norte de México también habían comenzado a
usar trilladoras.
Los hacendados henequeneros estaban tan alarmados por estas noti-
cias que incluso enviaron a un representante a los estados fronterizos del
norte del país para investigar el asunto. Sus observaciones, publicadas en el
periódico El Henequenero, mostraban que en 1928 agricultores de trigo de
la región de La Laguna, en Coahuila, solo iban a comprar la mitad de hilo
gavillador que habían adquirido un año antes. En Chihuahua las trilladoras

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 185


Sterling Evans

se introdujeron en 1927, por lo que los hacendados también esperaban una


reducción en la demanda de hilo en ese estado. En cuanto a Sonora, el
representante informó que las trilladoras ya se estaban usando, pero que
probablemente eso no tendría efectos sobre el uso del cordel gavillador. El
representante señaló que había observado que en una granja la cosecha no se
había podido llevar a cabo satisfactoriamente debido a problemas mecánicos
de la trilladora. Sin embargo, en el Valle del Yaqui, en el sur de Sonora, los
agricultores usaban cada vez menos hilo gavillador, mientras que en la parte
norteña de ese estado el uso del cordel había desaparecido por completo.
Diez años más tarde, cuando la reforma agraria cardenista ya estaba en mar-
cha, los yucatecos enviaron a Estados Unidos una comisión para visitar a
banqueros y representantes de la industria de implementos agrícolas con el
fin de conocer la “verdadera situación” de las trilladoras. La comisión reci-
bió información sobre hasta qué punto esta máquina estaba “disminuyendo
el consumo del cordel gavillador”.
Los datos causaron preocupación, no solo a los henequeneros sino
también a los banqueros y a los inversionistas mexicanos. En 1937 un re-
presentante del Banco Nacional de México escribió a funcionarios de las
oficinas de la International Harvester en Chicago para pedirles información
detallada sobre el impacto de la trilladora y las perspectivas de esta máquina
para el futuro de la industria henequenera. La respuesta del funcionario de
la International Harvester fue que, ciertamente, las ventas de las trilladoras
avanzaban y las de las gavilladoras se mantenían a buen ritmo, pues entre
1929 y 1936 la compañía había vendido 30 000 de estas máquinas. Aunque
esta información solo servía para retrasar lo inevitable, muchos granjeros
estadounidenses y canadienses se percataron de las ventajas de las trilladoras
cuando a raíz de la Segunda Guerra Mundial hubo una seria escasez de mano
de obra para las cosechas. Para entonces, las compañías de implementos
agrícolas ya producían trilladoras más eficientes, pues ya no eran tiradas
por un tractor y podían ser operadas por una sola persona. De manera que
muchos agricultores de las grandes planicies comenzaron a comprar esta
moderna trilladora, ya que reducían sus necesidades de mano de obra para

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Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

la cosecha y preocupaciones por la posibilidad de perder cultivos maduros


por el granizo o los vientos de tormenta. Estos efectos benéficos se palpa-
ron en el oeste de Canadá, en donde la trilladora no solo ayudó a reducir
las necesidades de mano de obra, sino que también permitió a los granjeros
recuperar su poder adquisitivo, a tal punto que, de hecho, se produjo una
demanda tan alta de trilladoras —especialmente en Saskatchewan— que
los fabricantes no pudieron satisfacerla en su totalidad.
Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impulsó la producción de
henequén en Yucatán. En 1943 las ventas llegaron a más de 600 000 pacas,
las más altas registradas en 20 años, como resultado del incremento de la
demanda de cordel en áreas en las que todavía se usaban las gavilladoras
y por la necesidad de producir más alimento para las tropas de las fuerzas
aliadas de Gran Bretaña, Francia, Unión de Repúblicas Soviéticas Socialis-
tas, Estados Unidos y China. También contribuyó a aumentar las ventas de
henequén el hecho de que importar el cáñamo de Manila (o abacá) de las
Filipinas, a través del Océano Pacífico, fue demasiado riesgoso durante la
guerra. Por esta razón, en julio de 1942 la Corporación de Abastecimiento
de la Defensa de Estados Unidos firmó un contrato de tres años para im-
portar henequén de Yucatán, y en septiembre de ese año la Oficina de Pro-
ducción de Guerra de Estados Unidos ordenó que todo esa fibra fuera usada
para fabricar productos cordeleros esenciales. Estados Unidos había contra-
tado casi toda la producción estimada de Yucatán de 1941 a 1945, aunque
este era el tipo de impulso que Yucatán realmente necesitaba, desafortuna-
damente ocurría frente a una guerra mundial y por un periodo corto. Un
importante periódico mexicano de economía elogió la reorganización, en
tiempos de guerra, de la economía del henequén yucateco y predijo que la
demanda “iría siempre en aumento”.
Concluida la Segunda Guerra Mundial, las trilladoras se hicieron más
accesibles y populares. En 1950 podían observarse en todos los campos de
las planicies estadounidenses y canadienses. Pocos granjeros continuaron con
sus gavilladoras que, en su mayoría, fueron vendidas como chatarra durante
la Segunda Guerra Mundial, especialmente en Canadá, o simplemente las

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 187


Sterling Evans

relegaban, junto con otros implementos desechados y oxidados en las es-


quinas de los terrenos de las granjas.
La debacle de la gavilladoras aceleró la caída de la que había sido la
gran industria henequenera de Yucatán. A fines de la década de 1920, los
yucatecos hicieron lo que habría hecho cualquier empresario para tratar de
salvar su industria: diversificar su mercado e industrializar su propia materia
prima. Tan como mencionó tempranamente en 1917, el periódico El Hene-
quén distinguía 30 usos diferentes que se le podían dar a la fibra de henequén,
“el gran tesoro yucateco”, además de la fabricación de cuerda. El listado in-
cluía alfombras, cortinas, tapetes, hamacas, albardas, correas, sogas y cables,
catres, canastas, látigos y una amplia variedad de costales, entre otras cosas.
En cuanto al mercado, los yucatecos buscaban venderle más henequén direc-
tamente a Canadá, de manera que las cordelerías de este país no tuvieran que
tratar con los intermediarios en Nueva York. En 1927, el consulado mexica-
no en Toronto aseguró la venta directa, y todo parece indicar que Canadá de
no comprar nada en 1930, para 1936 adquirió 75 450 pacas.
Los yucatecos también intentaron vender fibra a Europa, que había
sido un buen consumidor cuando los alemanes bloquearon el henequén de
Tangañica. De modo que para 1931, después de Estados Unidos, Francia y
Suecia, ocuparon el segundo y tercer lugar, respectivamente, entre los ma-
yores clientes de Yucatán. A mediados de la década de 1930, cuando la se-
quía arruinó tantos cultivos en las grandes planicies norteamericanas algunos
hacendados aprovecharon la oportunidad para comercializar intensamente
su fibra a países europeos. Además, en 1941 la antigua Unión Soviética,
que había comenzado a comprar henequén yucateco en 1930, aumentó sus
pedidos para las cosechas a gran escala en las estepas rusas. Sin embargo
las ventas a Europa declinaron durante la Segunda Guerra Mundial, cuando
prácticamente toda la fibra yucateca se vendía a Estados Unidos.
El declive generalizado de la demanda de henequén después de la Se-
gunda Guerra Mundial urgió a los yucatecos a buscar la industrialización de
su fibra —lo que condujo al establecimiento de las cordelerías yucatecas—
como un medio para salvar la economía de la región. Ya desde 1916 el

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Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

gobernador revolucionario Salvador Alvarado había pugnado por organizar


fábricas de cordel en Yucatán, bajo la divisa de que “el henequén se debe in-
dustrializar en nuestra propia tierra”. Pero en esos años, la vasta mayoría de
los henequeneros se contentaba con mantener el statu quo de sus relaciones
de exportación con los compradores de fibra de Norteamérica. De modo
que, exceptuando a las pequeñas cordelerías que fabricaban productos de
henequén para el consumo local, hasta la década de 1930 los esfuerzos para
industrializar la fibra en Yucatán estuvieron bloqueados. Varios informes
locales y nacionales indicaron la necesidad de industrializar la fibra y de
incrementar la mercadotecnia para aumentar el uso local de productos de
henequén, como los costales, por ejemplo. Funcionarios estatales y de la
industria, como Humberto Canto Echeverría, gobernador de Yucatán de
1938 a 1940, se reunieron con el presidente Lázaro Cárdenas para discutir
el establecimiento de cordelerías y su “vital importancia para la industria
henequenera”. También buscaban descubrir o crear nuevos usos para la fi-
bra, aunque el cordel gavillador parecía seguir siendo el principal artículo
fabricado por las cordelerías mexicanas.
Los henequeneros sabían que muchos agricultores todavía usaban las
gavilladoras y que necesitaban obtener cordel para sus actividades. Una vez
establecidas, las cordelerías encontraron el mejor mercado para su pro-
ducto en Argentina, en donde, entre 1928 y 1933, vendieron un promedio
de 268 000 libras anuales. En 1934 las fábricas expandieron su producción
y vendieron el hilo principalmente a naciones europeas. En esa época las
cordelerías yucatecas consumían el 10 por ciento de toda su producción
y fabricaban una amplia gama de cuerdas y de bolsas para los mercados
local y nacional. También trataron de vender su producto en el merca-
do estadounidense, que para esos años no tenía un arancel sobre los pro-
ductos cordeleros de importación. Pero más tarde, cuando las compañías
estadounidenses se quejaron de que el cordel de México era más barato,
el gobierno de Estados Unidos estableció aranceles para proteger a sus
compañías. Era predecible que los yucatecos reaccionaran a esta decisión.
Hastiados por los años que fueron explotados por los intereses cordeleros

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 189


Sterling Evans

estadounidenses, respondieron de manera áspera por las tasas impuestas a


la importación de su cordel gavillador.
Para intentar resolver este diferendo, en 1937 y 1938 los estadouni-
denses organizaron conferencias internacionales sobre el cordel gavillador.
Se acordó que la ciudad de México fuese la sede para discutir las preocu-
paciones y las cuestiones de interés para ambos países. En realidad, la idea
fue concebida por representantes de compañías cordeleras estadounidenses
—International Harvester, Plymouth, Columbian Rope, Peoria Cordage y
Hooven & Allison Company—, que en la ciudad de Chicago discutieron
el problema de la competencia mexicana y planearon su encuentro con los
representantes de los henequeneros yucatecos y los fabricantes de hilo esta-
dounidenses. El objetivo principal de las reuniones fue discutir el aumento
de las importaciones de hilo mexicano a Estados Unidos. El gobernador de
Yucatán, Florencio Palomo Valencia, presidió las reuniones, cuyos delega-
dos incluían al secretario de economía mexicano, a miembros de la Coopera-
tiva de Henequeneros, representantes de firmas cordeleras estadounidenses
y mexicanas y de bancos, y de la embajada de Estados Unidos. Hubo muchas
discursos elogiando la amistad internacional, los intereses mutuos y el man-
tenimiento de la competitividad en el mercado mundial. Entre los temas de
discusión se incluyó el de la “desastrosa” situación de los cordeles extranjeros
y de las fibras importadas no yucatecas, así como la posibilidad de estandari-
zar los precios del cordel.
Puesto que la conferencia se efectuó a fines de la década de 1930, era,
quizá, demasiado tarde para salvar a las industrias de la fibra y del cordel,
aunque era lógico reunirse para pensar en una forma de competir contra
el henequén del África oriental y el cordel europeo. Como se señaló, la
Segunda Guerra Mundial les dio a los henequeneros un impulso temporal,
pero incluso este llegó demasiado tarde para contener el declive general del
mercado debido al rápido reemplazo de las gavilladoras por las trilladoras
en toda Norteamérica. El reemplazo de la maquinaria no significó que no
existiera la necesidad de fabricar hilos para cocina y empacar y, ciertamente,
había muchos otros tipos de cordeles y de productos de fibra para mantener a

190 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

la industria cordelera en una forma muy reducida. Pero todos estos produc-
tos no se acercaban siquiera a igualar los cientos de millones de libras de hilo
que consumían cada año los agricultores productores de granos de Estados
Unidos y Canadá. A fines de la década de 1940 y durante la de 1950, la de-
manda de fibra cayó tan rápidamente que obligó a las compañías cordeleras
y a los fabricantes de implementos agrícolas, como a sus equivalentes en la
industria yucateca del henequén, a buscar usos y mercados alternativos. Las
cordelerías de las prisiones dejaron de funcionar por completo. La Interna-
tional Harvester, por mucho, la principal fabricante de cordel gavillador, se
vio forzada a reducir significativamente su producción en sus cuatro grandes
cordelerías de Norteamérica. Funcionarios de esta empresa admitieron que
el consumo total de hilo había estado disminuyendo rápidamente debido a la
adopción de la trilladora.
Sin embargo, la International Harvester hizo algunos intentos deses-
perados para sostener un mercado de cordel gavillador que hubiese tenido
un impacto muy valioso en Yucatán. En 1949 lanzó una campaña publicitaria
para sus distribuidores y para adaptarse a la cultura popular de la época, rea-
lizó un programa promocional basado en los personajes de caricatura Homer
Hemp (“Homero cáñamo”) y Sallie Sisal, de cuyo matrimonio nació la “súper
niña”, Tillie Twine (“Tillie hilo”). Esta propaganda decía a los distribuidores
que como todavía había miles de gavilladoras en todo el país deberían pro-
mocionar la calidad del cordel de la International Harvester. Ciertamente, a
fines de los años cuarentas y principios de los cincuentas todavía había muchas
granjas que usaban gavilladoras, especialmente en las planicies del norte. En
1952 Saskatchewan tuvo una cosecha de trigo que marcó un récord histórico
—se cosecharon casi 400 millones de bushels— y requirió grandes cantidades
de hilo de henequén.
Lo curioso de esta campaña es que competía directamente contra otra
área de la misma International Harvester, la división que fabricaba trilladoras.
Sin embargo, la promoción también se orientaba hacia la venta de cordel para
embalar el heno y la alfalfa de las praderas. Según la International Harvester,
en 1949 había entre 50 000 y 60 000 embaladoras en Estados Unidos, cada

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 191


Sterling Evans

una de las cuales usaba alrededor de 50 paquetes de cordel al año. Elaborado


también con fibra de henequén, muchas veces mezclada con otras fibras, la
demanda de este cordel produjo durante un tiempo un segundo auge para las
exportaciones de fibra de Yucatán y de otras regiones. Ciertamente este hilo
tenía el potencial para reemplazar al mercado del hilo gavillador, que estaba
desapareciendo rápidamente, y los henequeneros lo sabían; la cuestión que
se mencionó con frecuencia en sus periódicos comerciales de las décadas de
1950 y 1960. Como se ha mencionado, algunas prisiones lo fabricaron duran-
te unos años, como la penitenciaría estatal del Dakota del Norte. De manera
que un diminuto auge del hilo para embalar causó una recuperación de la
industria del henequén hacia fines de la década de 1940, y condujo a la expor-
tación de 408 000 pacas de henequén en 1950 y de 750 000 pacas en 1960.
Pero la adopción de la trilladora como la máquina cosechadora preferida por
la mayoría de los agricultores de las grandes planicies ya había plantado tan
profundamente la semilla de la destrucción para 1950, que incluso el destello
de esperanza que representó el mercado mucho más pequeño del cordel para
embalar no podía salvar al henequén yucateco.
Además, en la década de 1950 la floreciente industria del plástico de-
sarrolló las fibras sintéticas de polietileno y polipropileno, que comenzaron
a reemplazar a las fibras naturales en la fabricación de hilo para embalar.
Los hilos de fibra sintética eran durables, relativamente baratos, funcionaban
bien en las embaladoras y eran resistentes al ataque de la langosta. Era tam-
bién más barato que la del henequén y no estaba a merced de las condiciones
climáticas o de las fluctuaciones del precio. A mediados de los años sesentas
el hilo sintético ya casi había sacado del mercado al hilo de fibra natural. Su
impacto en Yucatán era innegable. De hecho, el periódico El Nacional, de la
ciudad de México, llegó a declarar que “el declive del uso del henequén era
paradójicamente el resultado de los grandes avances científicos que crean y
devoran, construyen y destruyen con la imperturbabilidad de la fatalidad”.
El periódico citaba cómo la otrora gran industria henequenera que había
convertido a Yucatán en “uno de los estados más prósperos” de México,
ahora estaba en “la peor crisis de su historia debido a las fibras sintéticas” y

192 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Henequén: Yucatán, Estados Unidos y Canadá, 1915-1950

que el henequén estaba “a punto de ser completamente reemplazado”. La


fibra sintética fue el coup de grace del henequén. A pesar de las maravillas del
polipropileno, la industria del hilo para embalar en general comenzó a apa-
garse hacia 1970, cuando muchos granjeros recurrieron al uso de las pacas
cilíndricas gigantes que requerían menos hilo. Además, muchos cultivadores
de heno regresaron al antiguo y confiable método de formar pilas, que no
requería en absoluto el uso de hilo.
Como reemplazo de la gavilladora, la trilladora fue el centro de muchos
cambios sociales, económicos y transnacionales. Sin embargo, su más fuerte
impacto se produjo sobre la industria de la fibra yucateca, cuya debacle acele-
ró. A pesar del interés con que Yucatán diversificó su línea de productos y ex-
pandió los mercados de sus versátiles fibras, nada de lo que hicieron se acercó
siquiera a los éxitos obtenidos durante el reinado de la gavilladora, con su
insaciable demanda de cordel. Con la adopción de la trilladora, Yucatán pasó
de ser uno de los estados más ricos de México a principios del siglo XX, a ser
uno de los más pobres a fines del mismo siglo. Nadie en la industria cordelera
norteamericana pareció notarlo o darle importancia y, ciertamente ninguna
de esas industrias mencionó algún tipo de mercado alternativo, seguro, de
reubicación de trabajadores o remuneración a la industria y la mano de obra
de Yucatán, de las cuales habían sido tan dependientes y de las que habían
sacado tanto provecho por tantos años. Refiriéndose a los yucatecos, en
agosto de 1938, Henry J. Allen, editor y crítico observador estadounidense
de Kansas, escribió en el New York Herald Tribune: “Una población confun-
dida y sin dinero realiza todavía su marcha de hambre, mientras, un mundo
indiferente pasa, busca y encuentra sustitutos para el henequén”. En julio de
1937, el Diario Yucateco, de Mérida, señaló que fueron “los intereses estadou-
nidenses los que con sus ‘combines’ trajeron el hambre a Yucatán”.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 193


Franco Savarino Roggero

La Iglesia católica en Yucatán, 1910-1942

INTRODUCCIÓN

A l finalizar la primera década del siglo XX, la Iglesia católica en Yuca-


tán había renacido y se había consolidado tras las dificultades sufridas en el
siglo XIX. Bajo el impulso de dos obispos clarividentes y dinámicos, Cres-
cencio Carrillo y Ancona y Martín Tritschler y Córdova, el obispado había
establecido una excelente relación con el poder político, impulsado las acti-
vidades pastorales y sociales y extendido su influencia en la sociedad, tanto
en el mundo rural como entre la élite urbana.
Parecía que, finalmente, la Iglesia católica yucateca había logrado sol-
ventar completamente sus diferencias con las élites liberales anticlericales,
protagonistas de las luchas políticas del XIX, concluir el proceso de evan-
gelización iniciado en la época de la conquista e impulsar el programa de
acción social enunciado en la Encíclica Rerum Novarum de León XIII. Bajo
estas nuevas condiciones, a la Iglesia se le facilitaba, entre otras cosas, detener
la expansión de las iglesias protestantes y restar influencia a las ideolo-
gías seculares como el anarquismo y el socialismo. La población yucateca, en
efecto, desde 1900 estaba experimentando un catolicismo social muy activo.
Se habían formado organizaciones juveniles y profesionales, centros de en-
señanza, publicaciones periódicas, y se notaba un gran fervor social, espe-
cialmente en los centros urbanos. El gobierno de Olegario Molina primero,
y de Enrique Muñoz Aristegui después, toleraban y apoyaban las actividades

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 195


Franco Savarino Roggero

eclesiásticas y católicas, en una forma que rebasaba incluso los parámetros de


la “política de conciliación” de Porfirio Díaz con la Iglesia.
Sin embargo, también se percibían tensiones y señales de desgaste.
Entre la élite no faltaba quien viera con preocupación la intensa actividad de
la Iglesia en el campo social, y no eran pocos los que rechazaban las presiones
a pagar diezmos y contribuciones. Los viejos “jacobinos” rumiaban su disgus-
to por la catolización de la sociedad y resentían la competencia que hacían
las cofradías a las logias masónicas entre las élites. Los activistas obreros,
influenciados por el anarquismo o el socialismo, veían con recelo la actividad
católica de fundar asociaciones laborales que competían y rivalizaban con el
sindicalismo no confesional. Entre los líderes y activistas radicales circulaba
un discurso crítico hacia la Iglesia por haberse convertido en columna de un
sistema político y social injusto, contradictorio, incluso, con el mensaje reden-
tor de Jesús, considerando el trato duro y explotador que sufrían los trabaja-
dores del campo. Un espacio de expresión para estas tendencias anticlericales
fue el periódico satírico El Padre Clarencio, publicado en Mérida entre 1903
y 1909.

1. CAMINO A LA REVOLUCIÓN: TENSIONES Y DIFICULTADES

Entre las élites, los intelectuales y los trabajadores, finalmente, se vio con
recelo que se formara en 1912 el Partido Católico Nacional, una agrupación
política declaradamente confesional, que anunciaba el ingreso abierto de los
católicos —y detrás de ellos, de la Iglesia— a la política, con una agenda
inspirada en la doctrina social católica. En Yucatán este partido se estableció
a mediados de 1913, con el Centro Yucateco. De aquí la reacción y rápida
radicalización de los ambientes anticlericales que se experimentó durante la
presidencia de Francisco I. Madero y la posterior dictadura de Victoriano
Huerta. En los hechos, la oposición a la Iglesia que provenía del siglo XIX no
había desaparecido, solo se estaba reorganizando con el relevo generacional
y una nueva agenda anticlerical.

196 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

El ámbito rural sufría el doble impacto de la centralización cultural y


administrativa del Estado, y de la racionalización y centralización religiosa de
la Iglesia, que provocaba un choque simbólico entre niveles y espacios de re-
ligiosidad que se manifestaba a través de la acción agresiva de los sacerdotes
españoles. Poco sensibles a la religiosidad popular, estos clérigos denuncia-
ban la “frialdad religiosa” de los feligreses, que no asistían a los sacramentos,
y condenaban la “multitud de concubinarios” que se rehusaban a casarse por
la Iglesia. Al no comprender o rechazar la religiosidad popular, comenzaron
a eliminar imágenes sagradas de los templos, a denunciar con vehemencia las
“herejías” y a querer coordinar las ceremonias del culto parroquial. Confor-
me a su educación y a las instrucciones recibidas, rechazaban el culto de los
santos en favor del culto mariano, cristológico y eucarístico. Organizaron,
en poco tiempo, gremios de jóvenes y de mujeres, abrieron células de apos-
tolado, solicitaron limosnas, impuestos parroquiales y diezmos. Durante las
misas condenaban la deserción de los sacramentos e incitaban a un estilo de
vida más austero y ortodoxo.
La presión creciente de las dos instituciones centrales de la sociedad, la
Iglesia y el Estado, provocó una resistencia y un rechazo inicialmente indirec-
to y sucesivamente más activo desde los sectores populares. Un indicador de
esta oposición son las estadísticas registradas por la diócesis a partir de 1909,
referentes a la frecuencia con que acudían sus fieles a recibir los sacramentos
de la confesión y de la comunión. Según las cifras disponibles, fuera de Mérida
y de las principales villas y pueblos de la zona noroccidental del estado, la po-
blación asistía poco a tomar lo sacramentos. Para 1913, el porcentaje oscilaba
entre 60 por ciento y 80 por ciento de la población adulta en Mérida y Max-
canú, pero se reducía de manera considerable hacia el sur y el oriente. En ese
año, en Oxkutzcab comulgó 4.6 por ciento y en Sotuta 5.4 por ciento de los
feligreses. Además, la frecuencia con que se acudía a recibir los sacramentos
en muchas parroquias iba en disminución. Por ejemplo, en Peto, el porcenta-
je de comulgantes bajó de 59.3 por ciento en 1910 a 31.9 por ciento en 1913
y 6.8 por ciento en 1921. Las haciendas presentaban un fenómeno similar.
En Chenché de las Torres, parroquia de Temax, los comulgantes bajaron de

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 197


Franco Savarino Roggero

99.9 por ciento en 1909 a 85.5 por ciento en 1913 y 44.4 por ciento en 1921,
pese a que el hacendado era un ferviente católico. En las haciendas cuyos pro-
pietarios eran anticlericales “jacobinos”, ni siquiera había visita del sacerdote,
y los peones vivían casi completamente apartados de la religión institucional.
A partir de 1908, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia y del apoyo del
Estado, hubo, en muchos ámbitos un deterioro progresivo de las relacio-
nes entre la institución eclesiástica y la población rural. En 1907, Martín
Tritschler lamentó haber hallado en sus visitas a las parroquias “un gran nú-
mero de personas de toda edad, que de cristiano no tenían sino el bautismo,
pues ignoraban las verdades más fundamentales de nuestra santa fe y sus
prácticas religiosas, si algunas conservaban, distaban mucho de lo que pres-
cribe una sólida e ilustrada piedad cristiana”. En marzo de 1909, el arzobispo
denunció que los pobladores de las parroquias rurales “yacen en la más funes-
ta ignorancia y en un total abandono de las prácticas religiosas”. Cuatro años
después, en febrero de 1913, lamentaba “el decaimiento de la fe religiosa
entre los jornaleros de las fincas de campo”.
Los roces entre la religiosidad popular y la jerarquía también se mani-
fiestan, en menor medida, como una disidencia religiosa abierta. Si el censo
de 1900 registraba 99.7 por ciento de católicos, diez años más tarde este por-
centaje había disminuido a 98.2 por ciento, con el aumento correspondiente
de los protestantes, de practicantes de “otras religiones” y, sobre todo, de las
personas sin religión. Con la llegada de la revolución constitucionalista en
1914-1915, se dio una radicalización de todas estas tendencias. Para 1921
los católicos habían disminuido a 92.1 por ciento y los índices de frecuencia
con que los fieles acudían a tomar los sacramentos se habían desplomado en
todo Yucatán.

2. EL ANTICLERICALISMO REVOLUCIONARIO

La revolución permitió, finalmente, la expresión de una inconformidad la-


tente entre la Iglesia y la población indígena y campesina, el resentimiento

198 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

y recelo de los grupos obreros y la oposición persistente de los viejos “jaco-


binos” de tendencias liberales y masónicas. Lo que más destaca en Yucatán
es la ausencia de una resistencia católica al anticlericalismo revolucionario.
Los sacerdotes españoles serán expulsados sin que la medida suscite ninguna
oposición significativa, y lo mismo sucedió con algunas medidas anticleri-
cales restrictivas. La violencia iconoclasta, profanadora y blasfema, aunque
despertó un rechazo generalizado, especialmente en los pueblos, no se en-
frentó de manera organizada y efectiva.
Las manifestaciones extremas y sistemáticas de anticlericalismo que se
observaron en Yucatán a partir de 1915, expresaban el fracaso y abandono
de un experimento católico-positivista orientado al desarrollo. Fue el coro-
lario del proceso de separación del campo político de su andamiaje religioso,
que culmina con la difusión de las ideologías seculares y la estabilización de
un nuevo modelo político y social. En la época posrevolucionaria, durante el
régimen de Obregón, el maximato y el inicio del cardenismo, el anticlerica-
lismo tuvo tendencias totalitarias al formar parte de un programa de ingenie-
ría social que apuntaba a forjar un mexicano nuevo, con rasgos psicológicos,
raciales y culturales distintos. En esta perspectiva, lo que ocurrió en Yucatán
y, en tiempos distintos, en Veracruz y Tabasco, no fue extraño a los procesos
vertebrales de la revolución nacional.
Desde una perspectiva más amplia, el anticlericalismo es una forma re-
currente de expresión cultural y política propia de las sociedades católicas. En
cada época se manifiesta en formas y con agendas diferentes. En el siglo XIX
apuntaba principalmente a secularizar el Estado y la cultura, en el XX extende-
rá su radio a la educación y la organización social. En ambos siglos se suceden
fases radicales y periodos de acomodamiento, con el ajuste de un nuevo equi-
librio y distribución de ámbitos de competencia entre el Estado y la Iglesia.
Las armas de los anticlericales eran numerosas. Algunas venían de épo-
cas pasadas, como denunciar la incoherencia o inmoralidad del clero —con
respecto al espíritu evangélico—, señalar los daños provocados por la predi-
cación eclesiástica al mantener sumisos, incultos y atrasados a los feligreses,
atribuir al clero de un carácter “extranjero” —ser dependiente de Roma y

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 199


Franco Savarino Roggero

portador de una tradición hispánica—. También los anticlericales exaltan a


los pensadores ilustrados del siglo XVIII, rescataban las supuestas virtudes de
los indígenas prehispánicos víctimas de los evangelizadores y de los conquis-
tadores, magnificaban las realizaciones de los protestantes del norte del país
—vistos como más “modernos” en sus prácticas religiosas— o apuntaban a re-
saltar que el “progreso” llevaba necesariamente a la desaparición de la religión.
En la cultura anticlerical de comienzos del siglo XX, uno de los temas
más recurrentes fue el del atraso supuestamente causado por el clero al predi-
car al pueblo los preceptos cristianos y favorecer el mantenimiento de viejas
tradiciones. Un ejemplo eran las fiestas católicas tradicionales. Estas comen-
zaban a ser criticadas y atacadas, como sucedió, por ejemplo, en septiembre
de 1912 en las columnas La Revista de Yucatán, con referencia a la fiesta de San
Diego en Tekax, donde se le acusaba de ser meras “orgías que preparan unos
cuantos que son los que medran”, y de llevar el pueblo al “vicio” y a la “ruina”.
Eran críticas utilitaristas y moralistas que denunciaban el derroche de recur-
sos y de tiempo, el abuso de alcohol y la explosión de pasiones violentas. De
aquí se desprende un reproche implícito al clero, que permite se perpetúen
eventos tradicionales. De hecho, con el tiempo, la recriminación al clero pasó
a ser una acusación directa a la Iglesia, por su acción perniciosa y maligna. En
un folleto titulado Criterio revolucionario. Desfanatización, publicado en 1916,
se encuentra escrito que: “Las fiestas eclesiásticas, de que tanto ha abusado el
clero, teniéndolas organizadas todo el año con frívolos pretextos, como el de
adorar a los santos y a las vírgenes —nunca al verdadero Dios—, en una pa-
labra, tenemos que sustituirlas con las fiestas patrióticas, con las conferencias
científicas, con el apoteosis de la razón y del progreso, que son las solas fiestas
dignas del hombre civilizado de nuestra época”.
Las acusaciones a la Iglesia implicaban atacar a la cultura popular, con-
siderada por las minorías “progresistas” como arcaica, inculta e inmoral, por
ello la necesidad de impulsar el “progreso”, la educación y la moralidad pú-
blica mediante la acción del Estado y de las organizaciones laicas no católicas,
como los partidos políticos y los sindicatos. O, incluso, apelando a las iglesias
protestantes, más “austeras” y rigorosas en sus prácticas y sus preceptos

200 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

morales. Durante el periodo revolucionario se observa, en efecto, un progre-


sivo endurecimiento de las críticas a la cultura popular de inspiración religiosa
y al clero católico, aunque el lenguaje utilizado es, a menudo, el mismo del
siglo XIX. Reaparece, por ejemplo, el viejo tópico del “fanatismo” y la “reac-
ción”, supuestos atributos intrínsecos de la Iglesia y de los católicos. Por “fa-
natismo” los anticlericales entendían toda expresión de la cultura religiosa que
no encajara en una definición mínima, austera y racionalista de esta. Por esto,
la obsesión revolucionaria para “desfanatizar” a las masas se tradujo, en cierto
momento, en una verdadera campaña de represión y persecución religiosa,
frecuentemente llevada a cabo con un celo fanático.
Este desarrollo del anticlericalismo, aunque una de las tendencias de la
Revolución de 1910, fue propio de Yucatán y no importado desde el norte.
Las condiciones para el nacimiento del fenómeno anticlerical estaban dadas
antes del arribo de los militares constitucionalistas en 1914 y 1915. Lo que
ocurrió en esos años fue la fusión de diversas tradiciones anticlericales, viejas
y nuevas, que dio vida a un proyecto y una práctica política y cultural. Las se-
ñales anticlericales anteriores a 1914 son evidentes. En 1912, por ejemplo,
se desató un incidente en Mérida al discutirse en el Congreso la pertinencia
de que Carlos de Jesús Mejía siguiera al frente del Colegio Católico de San
Ildefonso. La nueva Ley de Enseñanza, promulgada en enero de ese año,
en efecto, le impedía dirigir el instituto al carecer de un título profesional.
En un primer momento, una comisión formada para discutir el problema
avaló la permanencia del prelado. Sin embargo, el diputado Calixto Maldo-
nado impugnó el resultado con argumentos abiertamente anticlericales. Le
siguieron varios diputados que alzaron el tono con acusaciones a la Iglesia,
improperios anticatólicos e insultos al arzobispo. Como resultado, el Con-
greso rechazó la permanencia de Carlos de Jesús Mejía como director del
Colegio. Este fue el primer episodio de anticlericalismo abierto y “oficial”,
que anticipaba lo que iba a ocurrir a partir de 1914.
Otra fuente del anticlericalismo provino de los mismos medios cató-
licos. Era el descontento de los viejos conservadores “cantonistas”, es de-
cir, los partidarios de Francisco Cantón, que fueron marginados durante

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 201


Franco Savarino Roggero

la colaboración Tritschler-Molina, pero era, sobre todo, el resentimiento


contra el clero de los líderes y militantes que se habían opuesto a la dictadura
porfirista en su variante yucateca. En estos ambientes influidos por la doc-
trina social católica, sensibles a los temas de la justicia social, se formó toda
una generación de futuros políticos que emergerá durante la Revolución.
Muchos de ellos militaron en el Centro Electoral Independiente, un partido
precursor que participó en las elecciones de 1909 y 1911 y que suscitó una
enorme movilización popular alrededor de una agenda social y democrática,
y que tenía como líder más destacado a Delio Moreno Cantón, director de La
Revista de Mérida. De las filas morenistas saldrán posteriormente militantes,
funcionarios y líderes socialistas.

3. LA PERSECUCIÓN RELIGIOSA, 1914-1917

La radicalización del anticlericalismo durante la Revolución fue impulsada


por el avance y afirmación del bando constitucionalista. Los militares que
obedecían a la autoridad de Venustiano Carranza identificaban en la Iglesia
un enemigo, ya que supuestamente había apoyado la dictadura de Victoriano
Huerta. En consecuencia, en donde se extendía la autoridad constituciona-
lista, ocurrían agresiones, expulsiones, incautaciones y decretos restrictivos
a la práctica del culto católico.
Ante la inminente llegada de las tropas constitucionalistas a Yucatán,
Martín Tritschler decidió exiliarse. El 24 de agosto de 1914 se embarcó para
Cuba junto con algunos sacerdotes, y se unió al contingente de refugiados
yucatecos que temían sufrir agresiones en sus personas o su patrimonio. El
prelado regresaría de su exilio en mayo de 1919. Durante su ausencia la ar-
quidiócesis estuvo a cargo del vicario Celestino Álvarez Galván, pero cuando
este falleció en 1916 lo sustituyó hasta 1919 el también vicario Lorenzo Bo-
sada. La decisión del arzobispo de abandonar Yucatán recibió algunas críticas
entre el clero, pero quizá fue acertada, pues en el vecino estado de Campe-
che el obispo Vicente Castellanos, quien no había huido, fue arrestado por

202 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

el nuevo gobernador militar, Joaquín Mucel, y enviado a Mérida de donde


partió a Estados Unidos. En Yucatán el nuevo gobernador militar designado
por Carranza, Eleuterio Ávila, comenzó a hostigar a la Iglesia desde su llega-
da el 9 de septiembre de 1914. A los curas extranjeros se les dio un plazo de
ocho días para abandonar el país, algunos edificios fueron demolidos, entre
ellos, la antigua residencia de los jesuitas, contigua a la iglesia de El Jesús, fue
incautado el periódico católico La Revista de Mérida, y el 13 de noviembre se
expidió un decreto que imponía severos límites al ejercicio de las prácticas
religiosas. Al arzobispo ausente, además, se le impuso un préstamo forzoso
por 25 000 pesos para contribuir a la causa revolucionaria.
Ávila fue sustituido por breve tiempo por otro gobernador militar,
Toribio de los Santos, quien siguió con la política de hostigamiento a la Igle-
sia. Al estallar la rebelión de Abel Ortiz Argumedo, la situación de los cató-
licos no mejoró. El movimiento argumedista finalmente fracasó; y en marzo
de 1915 Yucatán fue nuevamente ocupado por un ejército constitucionalista,
al mando del general Salvador Alvarado.
Alvarado tenía la intención de consolidar el gobierno revolucionario
con un proyecto amplio de reformas y cambios en la administración civil,
la economía, la organización política y la cultura. Como sus predecesores,
esta propuesta incluía, desde luego, el anticlericalismo, pero estaba dispues-
to a profundizar aún más la intervención del Estado en ámbito religioso. El
anticlericalismo cobró fuerza y se volvió sistemático al recibir el apoyo de
los yucatecos. Líderes obreros, intelectuales “jacobinos” y hombres políti-
cos anticlericales, resentidos y amargados durante años por la colaboración
descarada del Estado con la Iglesia, vieron su oportunidad. Rodolfo Me-
néndez Mena, Florencio Ávila y Castillo y Arcadio Zentella, entre otros, se
acercaron de inmediato a Salvador Alvarado para ofrecer ideas y planes de
acción con el objetivo de disminuir la influencia de la Iglesia católica en Yu-
catán. La masonería yucateca, poco activa en la última década del siglo XIX,
apoyó resueltamente al general Alvarado en su acción anticlerical. También
algunos grupos protestantes se volvieron protagónicos, aprovecharon el
creciente clima anticatólico para extender sus actividades y vengarse de sus

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 203


Franco Savarino Roggero

rivales. En suma, hubo una convergencia de anticlericalismos distintos que


se fusionaron en el proyecto revolucionario de Alvarado.
Entre las primeras medidas autoritarias del nuevo gobierno se cuenta
la expulsión de sacerdotes, los decretos para limitar el culto y la expropiación
de inmuebles, entre estos el Palacio del Arzobispado, el Seminario y algunos
templos. La acción anticlerical impactó en la arquitectura, especialmente en
Mérida. Al Palacio del Arzobispado le fue cambiada su austera fachada colo-
nial con otra de estilo ecléctico afrancesado y también sufrió cambios mayores
en su interior para dar cabida al Ateneo Peninsular. La iglesia incautada de
Jesús María fue convertida en logia masónica, con un cambio completo en su
fachada. Otro cambio notorio fue la apertura del Pasaje de la Revolución,
un corredor peatonal techado entre el Palacio del Arzobispado y la Catedral,
obtenido demoliendo las capillas de San José y del Rosario, edificadas en el
siglo XVII. Estas demoliciones y reestructuraciones afectaron el patrimonio
arquitectónico e histórico de la ciudad.
Otras pérdidas fueron ocasionadas por los ataques iconoclastas a los
templos alentados o tolerados por el gobierno. En 1915, en efecto, se veri-
ficaron graves incidentes y atropellos que se situaron en la línea de la pro-
vocación y hostigamiento radical en contra de los símbolos del catolicismo,
diseñada por los “desfanatizadores”, quienes creían que al atacar los símbolos
se debilitaría también la fe religiosa popular. Las acciones iconoclastas en
Yucatán evocaban a otras similares ocurridas en 1908 en Cataluña, protago-
nizadas por grupos de anarquistas.
El episodio más funesto ocurrió el 24 de septiembre de 1915 cuando
se atacó a la Catedral de Mérida. En la tarde de ese día, una manifesta-
ción obrera proveniente de la Casa del Obrero Mundial, confluyó en la
plaza central de Mérida, acompañada por dos bandas de música. Las fuen-
tes reportan la presencia de trabajadores del puerto de Progreso y algunos
extranjeros, cubanos y españoles. Ya entrada la noche, los agitadores Héc-
tor Victoria, Anatolio Buenfil, Jacinto Romero y Diego Rendón, líderes
obreros, empezaron a vociferar y lanzar alaridos furibundos en contra de
la Iglesia arengando a la muchedumbre hasta que el griterío llenó toda la

204 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

plaza. Diego Rendón, que era masón, incitó a arremeter contra la Catedral,
exclamando en tono apocalíptico: “¡Si un Diego de Landa quemó los ídolos
de los indios, otro Diego quemará hoy los ídolos de los fanáticos católicos!”.
Era la señal de ataque. Inmediatamente, algunos de los presentes que se en-
contraban delante del templo sacaron sus machetes y empezaron a golpear
las puertas del edificio, hasta lograr que se abrieran. La chusma vociferante
enmudeció por un instante frente al lugar sagrado; sin embargo, enmedio
de los gritos, entraron como una avalancha de fuego, y se desató entonces la
furia iconoclasta. En la confusión más espantosa, los asaltantes —algunos de
ellos borrachos— destrozaron e incendiaron el interior de la iglesia, sacaron
las estatuas de los santos para quemarlas. Resultaron destruidas o gravemen-
te deterioradas la de la Virgen de las Mercedes, del Señor de la Conquista,
de San Ildefonso, de Nuestra Señora de las Victorias, de los Apóstoles Pedro
y Pablo y del Cristo de las Ampollas. El caos concluyó con la intervención de
la policía solo después de que concluyó la destrucción. Las investigaciones
fueron cerradas al poco tiempo, y fueron puestos en libertad los sospechosos
de haber participado en los actos vandálicos.
La profanación del interior de la Catedral, que afectó el patrimonio
histórico de la ciudad, dejó consternada a la población meridana, incluso
personas no católicas, que expresaron duras críticas al gobierno. En efecto,
era de conocimiento común que había permitido —si no organizado— el
acto sacrílego. Desde el exilio, el arzobispo lamentó también los sucesos,
según las noticias que le habían llegado a La Habana. Sin embargo, se estaban
preparando otros atentados, que se realizaron entre el invierno de 1915 y
la primavera de 1916. En la noche del 17 abril de 1916 fue atacada la iglesia
de Santiago, y el 1 de mayo de 1916, en pleno día, grupos de vándalos inva-
dieron cinco iglesias de la ciudad, devastando e incendiando sus interiores.
Estas “manifestaciones”, supuestamente espontáneas, fueron preparadas y
planeadas con anticipación y repetían patrones históricos conocidos en otros
movimientos revolucionarios. El 1 de mayo de 1916 se verificaron serios
incidentes cuando las manifestaciones del día del trabajo degeneraron en un
ataque vandálico a las iglesias de la ciudad. Según la descripción de Edmundo

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 205


Franco Savarino Roggero

Bolio: “al pasar la manifestación por frente de la iglesia de Santiago, como si


todos obedecieran a un plan sabia y cautelosamente preparado, los obreros
se dividieron en grupos que a un mismo tiempo invadieron casi todas las
iglesias, ermitas y conventos de la ciudad quemando casi totalmente ídolos,
altares, confesionarios, escritorios y cuanto había en el interior de dichos
edificios. Cuando la policía, incapaz de acudir a todas parte a la vez, puso
en fuga a los asaltantes y pretendió salvar de las llamas a los santos, muebles
y ornamentos de los templos, solo quedaban de aquellos algunos trozos a
medio quemar, cenizas, el hollín recién formado en columnas, paredes y
techo, y el humo impregnando de fuerte olor a barnices, madera y lienzos
quemados que saturaban la atmósfera en todos los ámbitos de la ciudad”.
A estas acciones irregulares se sumaba la intervención oficial, como el
cierre de las iglesias en septiembre de 1915, y las operaciones para recoger
todas las imágenes religiosas y las campanas de los templos. Algunos agentes
revolucionarios y militares demasiado diligentes organizaron espectáculos pú-
blicos con propósitos didácticos, quemaban toda imagen religiosa que cayera
en sus manos, como sucedió en Teabo, Espita, Sotuta y Peto. Quienes llegaron
a estos extremos fueron llamados popularmente “quemasantos”. Los que eran
más sensibles, en realidad, permitieron que la gente escondiera sus íconos sa-
grados, pero otros cumplieron con rigor la tarea destructiva. En varios casos el
vandalismo fue instigado por los grupos protestantes locales, que aprovecha-
ron la oportunidad para golpear a sus rivales católicos. En efecto, la tradición
oral en algunas localidades identifica a los “quemasantos” como “protestantes”.
La resistencia a estas agresiones fue generalmente pasiva y encubier-
ta. Al verse dificultado el culto católico en espacios públicos, se celebraban
los servicios religiosos en casas privadas. En algunos casos, los fieles corrían
el riesgo y volvían a abrir las iglesias desafiando las prohibiciones oficiales.
Esconder las sagradas imágenes amenazadas de ser destruidas o incautadas
se volvió una práctica común. Hubo grupos de ciudadanos que organizaron
manifestaciones para impedir que se llevaran sus íconos, o que el templo
quedara inhabilitado. El 30 de enero de 1916, en Telchac, 300 personas
se reunieron para impedir que los militares se llevaran las imágenes de la

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La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

iglesia. En otro caso, un grupo de campesinos fue llevado a Valladolid para


asistir a la destrucción de las imágenes en el convento de Sisal, pero finaliza-
do el acto se llevaron a escondidas a su pueblo la estatua de San Francisco y
la convirtieron en su nuevo santo protector.
Aunque no presentaron siempre una resistencia abierta, a menudo los
campesinos yucatecos vieron la acción iconoclasta como una catástrofe re-
ligiosa. En efecto, los pueblos que no lograron esconder sus santos, fueron
privados en un solo día de su protector espiritual que luchaba contra los malos
espíritus y las sequías. Más aún, las estatuas secuestradas que fueron recupe-
radas más tarde, “murieron”, es decir, perdieron su poder sagrado. Uno de
los motivos de esta débil resistencia —en comparación con fuerte resistencia
Cristera que se observará en otras partes de México durante los años veinte—
fue porque la campaña “desfanatizadora” arremetía en primer lugar contra el
clero, que tenía una relación conflictiva con la población rural. La expulsión
de los curas españoles fue vista posiblemente por muchos pueblos que sufrían
la política de racionalización religiosa como una liberación. Lo mismo se pue-
de decir de los templos, una vez puestos a salvo los santos.
En Mérida se generó un estado de tensión perceptible, porque existía
una población que practicaba el catolicismo y sectores sociales sensibles a la
propaganda anticlerical y anticatólica, como los obreros. Por esta razón, en
la ciudad capital era más fácil organizar conferencias “desfanatizadoras” sin
que los oradores fueran hostigados, incluso se llegó al punto de preparar
banquetes grotescos con carne para profanar la abstinencia del viernes. El
Viernes Santo de 1916, Alvarado en persona asistió a uno de estos eventos,
donde alrededor de 300 alumnos de varias escuelas fueron obligados a par-
ticipar en la profanación de objetos religiosos. El gobernador dio el ejemplo
haciendo pedazos una estatuilla, para apartar el temor sagrado a las imágenes
que tenían los presentes.
Las acciones profanadoras eran justificadas y explicadas en discursos
públicos y en folletos y panfletos redactados en español y en maya por los
“ideólogos” jacobinos de la desfanatización, especialmente Rodolfo Menén-
dez Mena y Arcadio Zentella. En estos impresos se atacaba al clero y a la

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Franco Savarino Roggero

religión católica utilizando a veces argumentos extravagantes. Por ejemplo,


un folleto de 1915 titulado Criterio revolucionario afirmaba que la Biblia era
“mentirosa” porque afirmaba que el Sol giraba alrededor de la Tierra, que el
hombre había sido creado por Dios y que María era virgen. En estos impre-
sos se hacía una mescolanza de todo argumento que pudiera desprestigiar a
la Iglesia, histórica, política, científica y religiosamente. Un tema recurrente
era el de la Iglesia “reaccionaria”, aliada del “partido conservador” del siglo
XIX. La persistencia del mito liberal, que había satanizado el bando perdedor
de la Guerra de Reforma, permitía revivir periódicamente la identificación
de algún sujeto, grupo o idea con las fuerzas “reaccionarias”, conservadoras y
antipatrióticas. La etiqueta de “reaccionario”, en efecto, era eficaz y barata,
y fue empleada en abundancia contra todo enemigo de la “Revolución”.
Los temas empleados en la propaganda, su tono beligerante y su or-
ganización revelan que entre las fuerzas que colaboraban con el régimen de
Alvarado se encontraba sin duda la masonería. Las logias se manifestaron
abiertamente a favor de la revolución y vieron aumentar sus adeptos entre
1915 y 1917, después de muchos años de marginalidad y apatía de los maso-
nes yucatecos. En un informe que Alvarado envió a Venustiano Carranza en
1917, aludió explícitamente la labor de la masonería en favor de su gobierno.
Los masones no estaban solos. Las iglesias protestantes yucatecas vie-
ron su oportunidad y se unieron al nuevo gobierno. El protestantismo en-
contraba un eco favorable entre algunos revolucionarios, al ser identificado
con una forma de religiosidad más “moderna”. Menéndez Mena incluso llegó
a exaltar la obra del “gran Martín Lutero” y escribió que “los liberales de
México verían con sumo agrado que los centros directores del protestan-
tismo americano enviasen a su país buenas y nutridas misiones, que segu-
ramente habrán de ayudar a desfanatizar al pueblo”. En 1915, el periódico
protestante de Mérida, La Luz, se expresó en el mismo sentido, anunciando
la llegada del día en que el protestantismo “hará que México entero sea, ya no
un pueblo fanático y supersticioso como lo es hoy en su inmensa mayoría por
desgracia, sino un pueblo fuerte, industrial, culto”. Para alcanzar este estatus
sería necesario “iluminar las conciencias entenebrecidas por las ideas arcaicas

208 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

y por las supersticiones religiosas, inculcadas por los falsos representantes de


Jesús”, mediante una radical regeneración moral. Para estos evangélicos, en
efecto, “la Revolución no solo es justicia, sino que es también ‘moralidad’”,
lo que significaba abstenerse de tomar bebidas alcohólicas y evitar las fiestas.
La austeridad protestante era recibida con favor en ambientes que buscaban
moralizar a las costumbres populares.
Las coincidencias entre protestantes y el gobierno de Salvador Alva-
rado permitió a los primeros un margen de acción casi ilimitado. Pudieron
fundar periódicos, abrir escuelas y centros sociales, hacer propaganda y pro-
selitismo sin trabas, acometer contra los católicos. A partir de 1915, los
protestantes participaron en la campaña desfanatizadora y estaban entre los
instigadores de las acciones iconoclastas y represivas anticatólicas. En 1916
los protestantes de Muna se apoderaron del Ayuntamiento y establecieron
un cacicazgo, ocasionando denuncias por parte de la comunidad católica
municipal. Episodios parecidos se dieron en la región del Puuc, donde los
pastores y fieles protestantes se apoderaron de los cargos municipales y uti-
lizaron el poder público para perseguir a la iglesia rival e incluso en 1917 se
infiltraron en las primeras Ligas de resistencia socialistas.
Los abusos y las arbitrariedades anticatólicas de los protestantes pro-
vocaban enfrentamientos. En 1923 el arzobispo lamentaba el clima de guerra
religiosa causado por la actividad protestante: “En las pequeñas poblaciones
donde los protestantes han llegado a formar un núcleo considerable, tanto en
las elecciones municipales como en las demás manifestaciones de la vida pú-
blica, ese núcleo, por pequeño que sea, tiende siempre a dominar, a oprimir
a los católicos, impidiéndoles el libre ejercicio de sus derechos, exacerbando
así los odios y dando ocasión no pocas veces a conflictos sangrientos”.
La hostilidad contra los protestantes se alimentó también con el sen-
timiento patriótico, atizado en 1914 por la invasión yanqui a Veracruz. En
aquella ocasión, al parecer, algunos ministros protestantes vieron con sim-
patía la llegada de sus correligionarios del norte. Viceversa, se difundieron
sentimientos a la vez antiestadounidenses y antiprotestantes, que la Igle-
sia católica supo aprovechar. Por ejemplo, ese año de 1914, el sacerdote

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 209


Franco Savarino Roggero

Ramón Verdejo pronunció un vibrante sermón en la Catedral de Mérida


invocando la intervención de Dios para salvar a México de la invasión pro-
testante, evocando la aterradora imagen de los “herejes” profanando el suelo
sagrado del Tepeyac y de la capilla del Cristo de las Ampollas. Sin embargo,
el patriotismo antiyanqui no resultó suficiente para impedir que durante la
administración de Salvador Alvarado el número de protestantes creciera,
por las facilidades que brindaba su gobierno, por los prejuicios anticatólicos
de muchos dirigentes y como manifestación extrema de las componendas
entre el Estado y la Iglesia en la época de Olegario Molina.
El anticlericalismo radical cesó en 1918 cuando Alvarado se retiró de
Yucatán. La persecución había durado menos de cuatro años. Durante este
tiempo se acercó peligrosamente a una experiencia totalitaria, sin llegar a
serlo efectivamente. En realidad era una tendencia minoritaria y extraña
para la gran mayoría de la población. La sensibilidad humanista hacia la cul-
tura popular, compartida por diversos intelectuales, aborrecía las grotescas
proezas de los desfanatizadores. Álvaro Gamboa Ricalde, por ejemplo, es-
cribió que: “aun cuando el contubernio del clero y del gobierno, que existía
en tiempos porfiristas, era el sostén de la tiranía social, rota ya esa liga, no
tenía la Iglesia poder alguno que pudiera ejercitar en contra del nuevo orden
de cosas. En lo que se refiere al pueblo católico, burlarse de sus creencias y
ultrajarlo por ellas, era un signo de incultura imperdonable”.

4. LA NORMALIZACIÓN DURANTE EL SOCIALISMO, 1918-1925

Entre 1917 y 1918 emergió una nueva configuración política y cultural


en el contexto del proceso revolucionario. Terminó la etapa del régimen
militar de Salvador Alvarado, ligada a las vicisitudes de la etapa armada de
la revolución y comenzó un periodo de gobierno civil y constitucional.
Yucatán quedó en manos de políticos yucatecos que ligaron su suerte a la
de los sucesivos hombres fuertes nacionales surgidos del proceso revolu-
cionario y a las nuevas redes de partidos políticos que, desde 1929, fueron

210 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

congregándose y confundiéndose en un único partido nacional. El partido


dominante en esta etapa fue el Partido Socialista de Yucatán —más tarde
Partido Socialista del Sureste—, una fuerza política sobresaliente en el
ámbito peninsular e incluso nacional.
Una de las primeras señales que anunciaron el advenimiento del so-
cialismo, fue el fin de la persecución anticatólica iniciada por Alvarado.
Desde la primavera de 1917 se notaban signos de apertura, como la cada
vez más frecuente concesión de permisos para ceremonias religiosas, tras
el pedido de los fieles. En ocasiones se volvieron a abrir incluso algunos
templos. El 1 de febrero de 1918, en casa de un particular se reunieron el
nuevo gobernador Carlos Castro Morales, su secretario Álvaro Torre Díaz,
el presidente del Partido Socialista Felipe Carrillo Puerto y el vicario de la
arquidiócesis Lorenzo Bosada. Allí iniciaron las pláticas y negociaciones para
restablecer el culto en las iglesias, el regreso de los sacerdotes exiliados y
la normalización de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En los me-
ses sucesivos regresaron del exilio muchos sacerdotes, quienes se dirigieron
inmediatamente a las parroquias abandonadas. Los templos se abrieron al
culto, se devolvieron los objetos sagrados incautados y muchos inmuebles
expropiados durante la persecución. Al reconocer el virtual cese de las hos-
tilidades, el 12 de mayo de 1919, Martín Tritschler regresó triunfalmente a
Yucatán. Una multitud de fieles le dio la bienvenida en la estación del tren y
los escoltaron hasta la Catedral, donde se cantó un solemne Te Deum.
El mismo Carrillo Puerto como presidente del Partido Socialista aten-
dió las solicitudes de diversos pueblos para tener curas párrocos e incluso re-
comendó personalmente a los sacerdotes amigos suyos. En agosto de 1918,
por ejemplo, escribió al alcalde del pueblo de Abalá para que aceptara la lle-
gada del presbítero Lorenzo Alcocer, solicitado por los fieles del lugar. Más
tarde, en 1922, los Ayuntamientos comenzaron a cobrar un impuesto sobre
el culto católico, y una parte le era entregada a los párrocos del pueblo. Ca-
rrillo Puerto, sin embargo, se mostró intransigente respecto a los sacerdotes
extranjeros y conservó la prohibición de que —los que quedaban o habían
regresado tras su expulsión— ejercieran el culto católico.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 211


Franco Savarino Roggero

El clima de distensión entre Estado e Iglesia llegó al punto de que, en


enero de 1918, el presidente municipal de Progreso cerró el templo evangé-
lico de la ciudad, con el pretexto de que realizaban reuniones “políticas”. Las
relaciones entre protestantes y gobierno, que habían sido cálidas y amistosas
durante el periodo de Alvarado, se enfriaron con la llegada de los socialistas.
Sólo esporádicamente, como en agosto de 1919, se autorizaron manifestacio-
nes públicas de los protestantes. Estos continuaron con su obra de proseli-
tismo y propaganda, pero sin la simpatía y el apoyo gubernamental. Al darse
cuenta de que los protestantes habían perdido el favor oficial, la Iglesia cató-
lica lanzó una cruzada antiprotestante. En su Carta pastoral del 2 de agosto
de 1923, Martín Tritshler denunció la perniciosa actividad proselitista de los
evangélicos: “A la campaña de prensa unen la acción personal. Ya no se limi-
tan a predicar en sus desnudos templos a los pocos curiosos que al principio
acudían allí, sino que se esparcen por toda la ciudad, instalan centros de pro-
paganda en casa de sus amigos, reparten tarjetas en que ofrecen sus ‘servicios’
a domicilio: y cuando han logrado seducir a cierto número de personas, los
agrupan en sociedades de temperancia, de sport, de auxilios mutuos o franca-
mente sectarias, para conservarlos uncidos al yugo de la herejía”.
En octubre de 1923, los grupos evangélicos rechazaron las acusaciones
y defendieron la legitimidad de su acción social y proselitista. El Arzobispado
de Yucatán aún recobraba sus fuerzas y sus bríos y aprovechaba las condi-
ciones más favorables por la actitud tolerante de las autoridades y el limbo
legislativo que se había creado con el cambio político. En efecto, la Ley de
Culto promovida por Alvarado a los pocos días de que dejara el gobierno
en enero de 1918, quedó inoperante al ser declarada inconstitucional por la
Secretaría de Gobernación. La Ley fue abrogada por el Congreso de Yucatán
a principios de 1922.
La situación fue propicia para restablecer el culto católico. Con ayuda
de donativos de las familias católicas fueron restaurados y redecorados los
templos dañados. Los altares destrozados fueron reconstruidos, las paredes
ennegrecidas por el hollín fueron vueltas a pintar y se reinstalaron las esta-
tuas y objetos devueltos o recuperados. En algunos casos hubo que mandar

212 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

hacer nuevas imágenes, porque las originales habían sido destruidas o habían
desaparecido. La estatua del Cristo de las Ampollas, destrozada y desapare-
cida en 1915 durante el ataque iconoclasta a la Catedral, fue esculpida nue-
vamente por artistas de Querétaro y reinstalada y consagrada en su capilla en
septiembre de 1919.
Además de restaurar sus iglesias y reintegrar a sus sacerdotes, la co-
munidad católica yucateca volvió a su actividad en el campo social y educati-
vo. En 1920, apareció en Yucatán una filial del recién fundado Secretariado
Social Mexicano, encargado por el Episcopado mexicano de promover la
acción social católica en el territorio nacional. En 1921, bajo el nombre de
Consejo Francisco de Montejo, se fundó la sección yucateca de los Caballe-
ros de Colón, que se encargó de las labores de asistencia a familias pobres.
En 1922, se fundó en Mérida la sucursal local de la Asociación Católica de
la Juventud Mexicana, con el fin de incorporar a los jóvenes yucatecos. En
el ámbito educativo, las escuelas reanudaron sus labores y se fundaron al-
gunos nuevos centros de enseñanza. En 1921, reabrió el Seminario de San
Ildefonso, clausurado en 1915 y sustituido por un centro de formación de
sacerdotes en Estados Unidos durante los años de la persecución. El Boletín
eclesiástico del arzobispado de Yucatán volvió a publicarse en 1923.
El proceso de pacificación religiosa fue obstaculizado por acciones an-
ticlericales aisladas. Los discursos oficiales no abandonaron su retórica an-
ticlerical, pero fue secundario y nunca repitió los excesos coloridos de los
“jacobinos” de la época de Alvarado. Fueron pocos los incidentes dignos de
mención. Uno fue la manifestación católica ocurrida en Mérida el 22 de mar-
zo de 1922 para protestar contra la campaña de control natal lanzada por Ca-
rrillo Puerto —inspirada en las teorías maltusianas y eugenistas de Margaret
Sanger—. La manifestación se enfrentó a una contramanifestación socialista,
en la que resultaron algunos heridos. Después de 1918, en la prensa oficial
o cercana a posiciones oficiales, los ataques anticlericales eran raros, aunque
publicaba material antirreligioso. El 30 de marzo de 1922, en el Diario Oficial
apareció un artículo de su director, Edmundo Bolio, donde se expresaba de
manera ofensiva sobre la religión católica, al punto de suscitar una vehemen-

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 213


Franco Savarino Roggero

te protesta en las páginas de La Revista de Yucatán. El 29 de julio de 1923, la


revista Tierra publicó un artículo con el título “Combatiendo al fanatismo re-
ligioso”, en donde una Liga de resistencia expresaba “la conveniencia de que
sea condición precisa para todo ciudadano y empleado público, la de estar
exento de todo fanatismo religioso”. El tema persistente de la desfanatiza-
ción estaba relacionado con el de la educación, pues se entendía que debía
“liberar” a las conciencias de las creencias religiosas tradicionales.
El mismo Carrillo Puerto no abandonó completamente el tópico an-
tirreligioso e introdujo en el “catecismo” moral socialista el criterio: “Huye
de la religión, especialmente de la católica, como de la peor plaga”. Un caso
de persistencia de motivos anticlericales en el Partido Socialista del Sureste
se registró en la Liga de resistencia “Nachi Cocom” de Motul, que envió a
Carrillo Puerto una queja por una fiesta religiosa en el pueblo por el consu-
mo de alcohol, los juegos de azar, el derroche de recursos y la extorsión de
los comerciantes hacia los pobres. En particular denunció “la apertura del
templo en el cual el vampiro eclesiástico se encarama para subyugar de nue-
vo las almas populares de acuerdo con sus secuaces los reaccionarios que no
desperdician ni un momento para la reconquista de sus antiguas prebendas”.
Esta, sin embargo, no era la actitud común entre los funcionarios del Par-
tido, y sobre este suceso, el tesorero municipal de Mérida le dijo a Carrillo
Puerto que si todas las ligas de resistencia tuvieran los arrestos de la Motul
que había rechazado la celebración de la fiesta y de la Espita a un cura católi-
co, “entonces no tendríamos temor, pero, desgraciadamente, la mayor parte
de las Ligas desean esa unión con los ensotanados”.
De hecho, mientras una parte de la alta burocracia del Partido Socia-
lista del Sureste había sido influenciada por el anticlericalismo radical, los
cuadros intermedios e inferiores mantenían una actitud más abierta y benig-
na hacia la religión tradicional y los clérigos. La religiosidad formaba parte,
al fin y al cabo, de la cultura popular ahora apreciada, y en lugar de perseguir
a la religión, muchos socialistas sentían que era prioritario eliminar el capi-
talismo explotador. Esas orientaciones se reflejaban en la práctica política
general, sin dejar de ser radical. Los dirigentes socialistas se habían formado

214 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

en una cultura católica y se encontraban en contacto directo con la religiosi-


dad popular, por lo que preferían manipularla que enfrentarse a través de un
racionalismo anónimo, frío y extraño, que estaba destinado al rechazo.
Casi podría decirse que la estructura del Partido Socialista creció imi-
tando a la diócesis, al sustituir la parroquia con la Liga de resistencia. Carri-
llo Puerto escribió que las Ligas eran “un instrumento para el crecimiento
espiritual” y la Liga Central, “más vitalmente una institución espiritual que la
Iglesia en su mejor momento”. En efecto, en las células del Partido Socialista
se difundieron rituales socialistas coloridos y extravagantes, con flores rojas
y el triángulo equilátero rojo, el símbolo socialista yucateco. El periodista
norteamericano Ernest Gruening quedó tan impresionado por estos ritos
que los describió como la manifestación de una “nueva religión”. Apareció
incluso una especie de “decálogo” socialista con “mandamientos” similares a
los cristianos. El simbolismo presente en el discurso político se refería direc-
tamente a la Biblia y fue propuesta la figura de Cristo como “primer socialis-
ta”, identificación frecuente en la tradición anarquista y socialista. Más que
un sincretismo religioso, parece una secularización y degradación de estruc-
turas del conocimiento religioso. No era una mezcla o hibridación, sino una
imitación y un crecimiento secundario de las mismas raíces, que manifestaba
una metamorfosis de la cultura popular.

5. TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE, 1926-1940

Las situación de la Iglesia católica en Yucatán mejoró hasta 1925 y no se in-


terrumpió por el dramático asesinato de Carrillo Puerto durante la rebelión
delahuertista. Las relaciones con el Estado y el dominante Partido Socialista
continuaron por buen camino durante la administración del gobernador José
María Iturralde Traconis, quien aplicó laxamente las disposiciones anticleri-
cales de la Constitución de 1917, ordenado por el presidente Elías Calles.
Sin embargo, desde comienzos de 1926, el conflicto religioso que se vivía en
todo el país se reflejó en Yucatán tras la insistencia presidencial de aplicar el

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 215


Franco Savarino Roggero

espíritu laico y anticlerical de la Constitución y al implementarse finalmente


la llamada “Ley Calles”, que reglamentaba el Artículo 130 de la Carta Mag-
na, que establecía severas restricciones al culto religioso.
El gobernador Álvaro Torre Díaz (1926-1930) se encargó de cumplir
la voluntad presidencial en Yucatán. En consecuencia, fueron expulsados
varios clérigos —los extranjeros y los que excedían el reducido número de
sacerdotes autorizados—, se clausuraron las escuelas y se cerraron las pu-
blicaciones católicas. Según la nueva Ley reglamentaria de culto, elaborada
en 1926, el número máximo de sacerdotes en Yucatán quedaba establecido
en 30, y eran asentadas varias normas restrictivas referentes a los templos y
al culto católico. Al conocerse públicamente la Ley, más de 300 católicos
protestaron y enviaron una petición al Congreso local para impedir que fuera
promulgada. El arzobispo envió un oficio en el que señalaba que la ley regla-
mentaria de culto se parecía mucho a la expedida por Alvarado en 1918, que
había sido declarada inconstitucional y derogada en 1922. Estas protestas no
lograron impedir la aprobación de la Ley, pero consiguieron que el número
de sacerdotes autorizados aumentara de 30 a cuarenta.
En protesta por las leyes anticlericales, el 1 de agosto de 1926 la Igle-
sia mexicana suspendió el culto en todo el territorio nacional, situación que
perduró hasta junio de 1929. Durante estos años no se celebraron misas ni
se impartieron los sacramentos. Los templos católicos se entregaron a juntas
de vecinos para su cuidado y algunos días después fueron cerrados por las
autoridades civiles para garantizar el orden público. La población católica
se encontró, entonces, sin ministros de culto y sin lugares de reunión para
rezar y realizar sus prácticas religiosas, excepto las casas de particulares. En
noviembre de 1926, con la autorización de Tritschler, el sacerdote Anasta-
sio Zapata entró en conversaciones con el gobernador interino Bartolomé
García Correa para que se volvieran a abrir los templos para que funcionaran
como lugares de reunión de los fieles.
Durante los años duró el conflicto religioso (1926-1929), en Yucatán
no ocurrió un levantamiento popular, como pasó con el movimiento cristero
del centro y occidente del país. Sin embargo, se reprodujo toda la secuencia

216 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

de acontecimientos que afectaban la vida religiosa en el ámbito nacional,


comenzando con la suspensión del culto católico. En Yucatán se realizó un
boicot económico promovido por la Liga Nacional Defensora de la Libertad
Religiosa, que afectó las actividades comerciales en un momento en que el
mercado del henequén descendía. También estuvieron activos los grupos ca-
tólicos como la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, para sostener
iniciativas de protesta y animar a la población católica en su resistencia a la
política anticlerical.
Álvaro Torre Díaz y Bartolomé García Correa (gobernador interino
durante las ausencias de Torre Díaz durante 1926 y1927) implementaron
puntualmente las leyes y disposiciones oficiales anticlericales en obedien-
cia al poder federal, aunque no de una manera especialmente dura, si se
compara, por ejemplo, con la de Tomás Garrido Canabal en Tabasco. En
noviembre de 1926, García Correa envió una circular a todas las depen-
dencias públicas en donde se obligaba —con plazo de 24 horas— a todos
los funcionarios y empleados públicos a declararse conformes y leales a la
legislación anticlerical o renunciar a sus puestos. Varios católicos, por ra-
zones de conciencia, resolvieron renunciar o, bien, fueron cesados por no
haber cumplido. Otra medida que afectó a los católicos fue la disuasión de
continuar el culto en casas particulares, mediante allanamientos y arresto a
los asistentes y a los sacerdotes sorprendidos en el acto. Había agentes de
policía encargados especialmente de investigar y reprimir la celebración de
las misas en lugares privados. El clima de persecución —aunque fuera menos
dramático en Yucatán que en otros estados— y la escasez de clérigos llevó a
suspender diversas actividades sociales sostenidas por la Iglesia y por grupos
católicos. En diciembre de 1926, interrumpieron sus labores los Caballeros
de Colón. Después de que fueran apresados y expulsados varios sacerdotes,
el 22 de abril de 1927, el arzobispo fue arrestado, y luego de unos días,
enviado al exilio a Cuba. En su ausencia, la arquidiócesis quedó a cargo del
vicario Enrique Pérez Capetillo.
La situación cambió a raíz de los “arreglos” que se dieron en todo
el país entre el Estado y la Iglesia, y en junio de 1929, las dos instituciones

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 217


Franco Savarino Roggero

establecieron un conjunto de acuerdos con la presencia del arzobispo Trit-


schler, quien para entonces era el decano del Episcopado mexicano. Como
consecuencia inmediata, las iglesias reabrieron sus puertas, regresaron los
sacerdotes a sus labores y se reanudó el culto católico. Sin embargo, la legis-
lación anticlerical no fue derogada y las restricciones a las prácticas religiosas
fueron aplicadas con laxitud. Martín Tritschler regresó, una vez más, de su
exilio cubano. Su llegada el 26 de junio de 1929 fue acompañada por manifes-
taciones multitudinarias de alegría de los fieles católicos, como había ocurrido
diez años antes. A principios de 1930 el culto católico había vuelto, aparente-
mente, a la normalidad.
Las restricciones legislativas continuaron creando dificultades, a pe-
sar del poco celo o tolerancia oficial hacia muchas actividades católicas. Los
problemas aumentaron cuando García Correa tomó posesión de su cargo
en 1930 y quiso demostrar a las autoridades federales que en Yucatán sí se
actuaba con mano firme contra la Iglesia católica. Entonces alzó el tono de la
polémica anticlerical en los medios oficiales, permitió la expresión de gru-
pos extremistas anticlericales, ejecutó algunas acciones simbólicas —como
el arresto de un sacerdote en Mérida por haber repicado las campanas de la
iglesia de San Cristóbal— y preparó una reforma legislativa “a modo”. En
1931, el Congreso del Estado expidió un decreto que, al reformar la Ley de
cultos de 1926, reducía de 30 a nueve el número de sacerdotes autorizados
en todo Yucatán. Las 23 000 firmas que los católicos enviaron al Congreso
no fueron suficientes para impedir este decreto. El arzobispo juzgó prudente
no escalar a un conflicto mayor y se limitó a enviar una protesta formal. Con
este decreto —junto con otro en 1932, que obligaba los nueve sacerdotes
autorizados a ejercer en un solo templo asignado a cada uno— se volvió ex-
tremadamente difícil ejercer el culto católico de manera legal. Además, los
templos que quedaron sin ministro estaba bajo amenaza de incautación. En
realidad, la implementación de estos decretos, después de un periodo inicial
riguroso, fue relajándose hasta que dejaron de tomarse en cuenta.
En 1932 y 1933, salvo incidentes esporádicos, la situación estaba enca-
minada a normalizarse una vez más. Pero las tensiones volvieron a presentarse

218 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La Iglesia católica en Y ucatán , 1910-1942

en 1934, como reflejo de un empeoramiento de las relaciones entre el Estado


y la Iglesia en todo el territorio nacional. Al seguir la tendencia federal, el
gobernador César Alayola Barrera (1934-1935) desató nuevamente una ofen-
siva anticlerical durante el primer año de su administración. Primero, envió
a la policía para vigilar los templos y luego los cerró. No fueron vueltos a
abrir sino a principios de 1935. También, como lo había hecho García Co-
rrea, Alayola Barrera permitió y alentó la expresión de grupos radicales anti-
clericales. Uno de estos, con su base en la Universidad Nacional del Sureste,
fue particularmente activo y ofensivo en sus pronunciamientos anticlericales
y anticatólicos. Las medidas persecutorias continuaron hasta 1935, cuando
fueron arrestados varios sacerdotes por violar la Ley de cultos y algunas pu-
blicaciones de carácter religioso o favorables a la Iglesia fueron suprimidas.
La situación de incertidumbre cambió paulatinamente después de 1935,
pero la normalización definitiva de las relaciones entre el poder eclesiástico
y el civil, y de la práctica religiosa católica, tuvo que esperar hasta 1938.
En ese año, como reflejo de la actitud conciliadora asumida tanto por el
gobierno de Cárdenas así como por el episcopado mexicano, cesaron los
hostigamientos y se inició un acuerdo real y pacífico que continuó durante
las siguientes décadas. La Iglesia mexicana reanudó sus labores pastorales y
de acción social sin ser reprimida y atacada. Yucatán reflejó las tendencias
nacionales y la arquidiócesis entró en un periodo de franca recuperación.
Por su lado, Martín Tritschler, cansado y enfermo, redujo cada vez
más sus actividades. Designado por Pío XI, en 1935, para desempeñar el car-
go de delegado apostólico en México —representante de la Santa Sede—,
el arzobispo de Yucatán hizo saber al papa que no aceptaba, por no sentirse
capaz de desempeñar un cargo tan difícil y por razones de salud. En diciem-
bre de 1941, el anciano arzobispo celebró sus Bodas de Oro de ordenación
sacerdotal y preparó un Congreso Eucarístico que se verificó en Mérida a
finales de 1942. Falleció el 15 de noviembre de este año, durante las labores
del Congreso. Su desaparición, después de gobernar la arquidiócesis durante
cuatro décadas, marcó el final de una época dificultosa y llena de desafíos
para la comunidad católica de Yucatán.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 219


Sarah A. Buck

La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

L as organizaciones feministas formaron parte de los nuevos sujetos socia-


les que emergieron en los primeros años posrevolucionarios. La participación
de estas en el ámbito político y social le permitió a las mujeres mexica-
nas alcanzar derechos y presencia en espacios públicos y, al mismo tiempo,
coadyuvar a la consolidación del Estado mexicano del siglo XX. Las orga-
nizaciones femenistas existían en Yucatán desde fines del siglo XIX, como
La Siempreviva, sociedad feminista fundada por la profesora y poeta Rita
Cetina Gutiérrez. Sus mujeres fueron inspiradoras de la nueva generación
del siglo XX, encabezadas por Elvia Carrillo Puerto, Gloria Mireya Rosado
y Susana Betancourt, quienes vincularon su movimiento con las ideologías
revolucionarias y fundaron nuevas organizaciones como la Liga Feminista
Rita Cetina Gutiérrez y la Liga de Resistencia Feminista Obrera.

1. DEL CONTROL NATAL A LA REIVINDICACIÓN INSTITUCIONAL


DE LA MATERNIDAD

Entre 1915 y 1924 las organizaciones femeninas proliferaron en Yucatán, en


gran medida, por el apoyo de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto,
pues como parte fundamental de sus gobiernos y consolidación política, im-
pulsaron su formación y emprendieron una serie de cambios legislativos para
transformar las condiciones de la mujer en el ámbito familiar, laboral y po-

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 221


Sarah A. Buck

lítico. En 1916 Salvador Alvarado organizó dos congresos feministas de los


que surgieron demandas como aumentar las oportunidades de educación a
las mujeres y otorgarles el derecho al voto. Alvarado impulsó importantes
reformas para otorgar a las mujeres mayor libertad y participación en las
distintas esferas públicas. De esta manera, les dio empleos en la administra-
ción pública, mejoró las condiciones laborales de las servidoras domésticas,
impulsó la educación mixta, implementó nuevas leyes sobre la familia y
el divorcio, promulgadas nacionalmente por el presidente Venustiano Ca-
rranza. Estos cambios, plasmados en la Ley Federal de Relaciones Familia-
res, aparecieron en el nuevo Código civil de Yucatán de 1918. Durante el
gobierno de Salvador Alvarado las organizaciones de mujeres se dedicaron
a combatir el alcoholismo, la drogadicción y la prostitución, establecieron
cocinas cooperativas para alimentar a mujeres trabajadoras, crearon progra-
mas de distribución de leche para niños pobres, promovieron la alfabetiza-
ción e instruyeron a las mujeres en temas relativos a la economía doméstica
y la higiene.
Cuando Felipe Carrillo Puerto llegó a la gubernatura en 1922, con-
tinuó con la política de Salvador Alvarado de apoyar y fortalecer los pro-
yectos feministas. Abogó en favor de la liberación sexual, el divorcio, la
educación sexual y la introducción de métodos anticonceptivos como parte
de su programa de transformación y desarrollo revolucionario y socialista.
En marzo de 1923 promulgó una nueva ley del divorcio que permitía la
disolución del matrimonio con tan solo la solicitud de uno de los cónyuges,
con o sin el consentimiento del otro. Esta nueva ley reflejaba las ideas de
Carrillo Puerto sobre la liberación sexual. Como aparece reflejado en va-
rios artículos publicados en el periódico El Popular, el amor era considerado
la clave del matrimonio, y el divorcio la vía posible para liberarse de un
matrimonio sin amor. Dado que el matrimonio estaba sustentado en el amor
mutuo, bastaba que uno dejara de estar enamorado para justificar el divor-
cio. Sin embargo, en el terreno de los hechos esta ley tuvo un resultado
diferente. Los hombres recurrieron a ella para finiquitar su matrimonio,
restaurar el honor ofendido o volverse a casar por amor; mientras que las

222 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

mujeres no encontraron en la legalización del divorcio un cambio positivo


para sus vidas, porque una de sus limitaciones era que se les exigía un perio-
do de 300 días para volverse a casar.
Con la ayuda de su hermana Elvia, Felipe Carrillo Puerto impulsó
en todo el estado de Yucatán el establecimiento de las Ligas feministas de
resistencia cuya función eran movilizar a las mujeres que apoyaran los distin-
tos proyectos del gobierno y asistieran a sus reuniones en donde establecían
contacto con los nuevos principios políticos y sociales revolucionarios. Elvia
Carrillo Puerto fue una de las figuras más dinámicas del feminismo en Yuca-
tán e incluso de México. Nació a finales del siglo XIX en el pequeño pueblo
de Motul, en el seno de una familia de clase media y trabajadora. Diversos
factores contribuyeron a su interés por el activismo relacionado con las mu-
jeres, como lo fue la muerte de su hermana mayor por complicaciones en el
parto, y su labor como maestra rural la puso en contacto con los problemas
de mortalidad y desnutrición infantil. Contrajo matrimonio a los 13 años y
enviudó a los 21, y a partir de ese momento se mantuvo a sí misma y a su hija
a través del ejercicio del magisterio.
Tanto su hermano Felipe como su marido influyeron en su desarro-
llo intelectual y político, pues la alentaron a leer y discutir textos feminis-
tas y socialistas, de pedagogía racionalista e historia. Su marido la acercó
al tema del control natal y la planificación familiar, gracias al obsequio de
un pesario, es decir, un dispositivo anticonceptivo que se introducía en el
cuerpo de la mujer.
Elvia Carrillo Puerto fue partidaria del movimiento antirreeleccionista
de Madero; y su papel como maestra le permitió alentar la movilización de
las mujeres durante y después de la Revolución mexicana. En 1912 fundó la
primera Liga feminista de Yucatán. En 1916 asistió al primer congreso femi-
nista convocado por Salvador Alvarado. Luchó por el sufragio femenino. En
1922 solicitó —junto a la Liga Rita Cetina Gutiérrez— al Congreso estatal
una reforma de la ley electoral que permitiera a las mujeres votar y ocupar
cargos de elección popular. Aunque esta petición no propició ninguna refor-
ma a las leyes electorales del estado, en 1922 el gobernador Carrillo Puerto,

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 223


Sarah A. Buck

en respuesta a las campañas por el sufragio de las organizaciones femeninas,


propuso a Elvia, Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce como candidatas
para diputadas estatales por el Partido Socialista del Sureste y a Rosa Torre
como regidora del Ayuntamiento de Mérida. Fue así como cuatro miembros
de la Liga Rita Cetina Gutiérrez fueron elegidas en 1922 a través de la vota-
ción popular por un electorado que era masculino.
Tras la muerte de su hermano Felipe en 1924, Elvia fue suspendida de
su cargo público, al igual que Raquel Dzib y Beatriz Peniche de Ponce, y se
trasladó a San Luis Potosí, donde se permitía la participación de las mujeres
alfabetizadas en las elecciones municipales. Con el apoyo del presidente Plu-
tarco Elías Calles y la protección del secretario de Gobernación Adalberto
Tejada, compitió por una diputación en San Luis Potosí y ganó con 4 000
votos. Sin embargo, no pudo ocupar su curul porque el gobernador Aurelio
Manrique de Lara fue reemplazado por Abel Cano, quien se opuso a recono-
cer los derechos políticos de las mujeres. Elvia no pudo competir de nuevo,
debido a que la ley que permitía votar a las mujeres fue revocada en 1926.
Desde 1921 Elvia Carrillo Puerto, Gloria Mireya Rosado y Susana
Betancourt habían fundado la Liga Feminista Rita Cetina Gutiérrez y la Liga
de Resistencia Feminista Obrera cuya participación en el Congreso Obrero
de agosto de 1921, celebrado en Izamal, las ayudó a afirmar su existencia, ob-
tener su reconocimiento como Ligas feministas de resistencia y se planteó la
necesidad de definir las funciones que debían tener estas organizaciones. Para
1923 ya existían por lo menos 49 Ligas feministas en el estado de Yucatán.
Las Ligas feministas yucatecas, aunque subordinadas a la Liga Central
de Resistencia, controlada por Felipe Carrillo Puerto, tenían su propia orga-
nización. La Liga Rita Cetina Gutiérrez, presidida por Elvia Carrillo Puerto,
era reconocida como la Liga Feminista Central de Resistencia, a la que esta-
ban afiliadas, y dependían las demás Ligas feministas. Aunque en 1923 una de
sus miembros —Aurora Abán de Segura— propuso establecer una Liga fe-
minista central que coordinara las actividades y las relaciones entre las Ligas
feministas que existían en todo el estado, la Comisión de la Liga Rita Cetina
Gutiérrez, designada para estudiar la propuesta, concluyó que la iniciativa

224 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

era innecesaria y extraña porque la Liga Rita Cetina Gutiérrez funcionaba


como una Liga feminista central.
La Comisión de la Liga Rita Cetina Gutiérrez argumentó que “la vasta
mayoría” de las otras Ligas feministas yucatecas siempre buscaban su lideraz-
go, y que otras organizaciones feministas mexicanas como el Consejo Femi-
nista, de la ciudad de México, y organizaciones feministas internacionales,
tal como la Liga de Mujeres Sufragistas de América, reconocían su papel de
“centro del feminismo en Yucatán”. Además, señaló que la Liga Rita Cetina
Gutiérrez iba a ser reconocida por la Conferencia Panamericana de la Mujer,
a efectuarse en Baltimore, en 1922, como parte de “las grandes organizacio-
nes feministas” de otros países americanos y europeos. La Comisión también
expuso que la Liga Rita Cetina Gutiérrez demostraba una capacidad supe-
rior de organización al ser la única organización feminista yucateca que había
creado un periódico titulado Rebeldía, que había organizado conferencias y
había logrado que tres de sus miembros fueran seleccionadas como regidoras
para el Ayuntamiento de Mérida, de 1923 y 1924.
Una de las actividades más visibles y controvertidas llevadas a cabo
por las Ligas feministas durante el gobierno de Felipe Carrillo Puerto fue
la campaña de promoción de planificación familiar mediante el control de
la natalidad. Las feministas yucatecas y las organizaciones socialistas, en
cooperación con el gobierno socialista del estado y el Partido Socialista del
Sureste, promovieron el control de la natalidad a través de la publicación de
artículos en los periódicos Tierra y El Popular —órganos de difusión del Par-
tido Socialista—, asambleas socialistas patrocinadas por las Ligas de resis-
tencia, y la impresión y distribución de por lo menos 5 000 ejemplares del
folleto de Margaret Sanger titulado La regulación de la natalidad o la brújula
del hogar: medios seguros y científicos para evitar la concepción. Los destinatarios
de este folleto eran las personas adultas de las Ligas de resistencia y las pa-
rejas recién casadas por el registro civil. Anne Kennedy, secretaria ejecutiva
de la Liga Americana de Control Natal, quien visitó Yucatán en 1923 como
representante de Margaret Sanger, informó que las feministas y el gobier-
no de Carrillo Puerto planeaban dar una mayor difusión a los materiales

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 225


Sarah A. Buck

relacionados con la contraconcepción, mediante el establecimiento de dos


clínicas, para ayudar a las mujeres en el uso de los métodos para el control
de la natalidad. Una ubicada en el hospital para mujeres y niños y la otra en la
zona de tolerancia. También afirmó que el doctor Eduardo Urzaiz, rector de
la Universidad Nacional del Sureste —actualmente Universidad Autónoma
de Yucatán—, ofreció organizar conferencias sobre el control de la natalidad
en sus cursos de medicina, alentando a los nuevos médicos a informar a las
mujeres acerca de los beneficios de las prácticas anticonceptivas.
El folleto de Sanger, así como la diseminación de sus ideas en Yucatán,
venía acompañado de ideas encaminadas a mejorar la especie humana, pues
su intención era ayudar a las mujeres a independizarse física, política y mo-
ralmente. Además, Sanger defendía el control de la natalidad porque tenía
la convicción de evitar que la mujer se convirtiera en “una bestia de carga,
que deje de ser una incubadora”, y procurar convertirla en una mujer que
tuviese un hijo cuando desease y encontrara las condiciones económicas para
sostenerlo y educarlo. Con el control natal se pretendía acabar la dolorosa
experiencia de las familias trabajadoras, encabezadas por mujeres enfermi-
zas, delicadas y rodeada de niños. Y cuestionaban, acaso “¿no será más moral
limitar el número y que tenga únicamente uno o dos niños sanos y robus-
tos?”. En esta preocupación por la situación de las mujeres de las familias
trabajadoras va implícita la creencia de que los niños campesinos pobres y
sucios no eran sanos ni robustos, por lo que constituían un pobre fundamen-
to para el desarrollo nacional.
La campaña yucateca en favor del control de la natalidad fue llevada
a cabo por el gobierno, las instituciones médicas y las lideresas feministas,
quienes compartían convicciones comunes en torno a los principios y la
reforma eugenésica. Como gobernador, Felipe Carrillo Puerto autorizó la
distribución de los panfletos de Sanger en el Registro Civil; como presiden-
te del Partido Socialista del Sureste, aprovechó las redes de comunicación y
el poder de organización de las Ligas socialistas de resistencia y los periódi-
cos socialistas para continuar la difusión de los escritos de Sanger, así como
otros tipos de propaganda oral y escrita en torno al control de la natalidad y

226 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

la eugenesia, y las Ligas feministas y socialistas de resistencia trabajaron muy


de cerca con el gobierno del estado.
La campaña del control de la natalidad causó polémica y dividió a la
sociedad yucateca. Entre febrero y abril de 1922, el periódico católico y
conservador La Revista de Yucatán publicó una serie de artículos que la cri-
ticaban y que en su mayoría eran reclamos de grupos cívicos opuestos a
la difusión del folleto de Sanger por considerarlo ofensivo. Por ejemplo, la
Liga de Acción Social protestó afirmando que contenía ideas que promovían
la división y estaban expuestas de manera indecente y grosera. Se pregunta-
ban: “¿Qué fin se han propuesto los autores de esta indecente propaganda?
¿Contrariar los fines legales del matrimonio? ¿Ofender el pudor de la mujer
yucateca?¿Insultar a toda una sociedad que hasta hoy ha sido considerada con
justicia como una de las más morigeradas?”.
Según sus principios fundamentales, la Liga de Acción Social era una
organización no religiosa ni política, fundada el 1 de febrero de 1909, para
“procurar el mejoramiento social” y estimular las iniciativas privadas y los
sentimientos de responsabilidad individual cuyos fundadores, hacendados en
su mayoría, compartían la “inspiración de la doctrina social de la Iglesia cató-
lica, renovada por León XIII”. Un segundo grupo opositor y autor de varios
artículos estaba constituido por algunos miembros conocidos o participantes
del régimen socialista. El profesor Augusto Molina Ramos, un colaborador
de las Ligas feministas, escribió un artículo criticando la educación racio-
nalista porque difundía la propaganda a favor del control natal. De manera
similar, el maestro, periodista, legislador socialista y cercano colaborador de
Felipe Carrillo Puerto, Edmundo Bolio, renunció a su puesto en el Consejo
de Educación del estado, como protesta. Él había ayudado a fundar el Parti-
do Socialista Obrero de Salvador Alvarado, precursor del Partido Socialista
del Sureste. Fue diputado en diversas legislaturas, entre 1918 y la rebelión
delahuertista, pero no comulgaba con las ideas del control natal. Él declaró
que “el motivo de su renuncia se originaba en diferencias con el señor León
Marvini”, quien proponía “una nueva evolución escolástica en contra de las
virtudes de la sociedad sensata y promovía la campaña en favor del control de

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 227


Sarah A. Buck

la natalidad”. A partir de su renuncia, Bolio fue sustituido rápidamente por


el profesor Agustín Franco Villanueva.
En los primeros días de marzo de 1922, profesores y miembros de
la Liga Rita Cetina Gutiérrez se presentaron a las oficinas de La Revista. Las
primeras para quejarse de los procedimientos que empleaba la Liga en sus
reuniones para defender el folleto de Sanger. Mientras la profesora Cande-
laria Ruz protestó en contra, Nelly Aznar tomó el estrado para defenderlo,
“virtiendo palabras que hirieron el decoro de las allí presentes”. Varias mu-
jeres opositoras a la campaña a favor del control de la natalidad “abandona-
ron el local y se dirigieron a nuestra Redacción, escribía La Revista,” para
hacer constar su protesta.
Un último grupo opositor al control de la natalidad fue el conformado
por grandes grupos sociales y populares. Según La Revista, más de 600 yuca-
tecos presentaron una solicitud ante la Procuraduría de Justicia del estado,
en donde argumentaban que las ideas expresadas en el folleto de Sanger vio-
laban las leyes de la Naturaleza y del Código Penal del estado. De manera
similar, cientos de mujeres firmaron otra solicitud instando a los maestros
de las escuelas públicas del estado y a las madres de los niños yucatecos a
cumplir con su tarea de defender el honor y la gloria del hogar yucateco y
mexicano: “La mujer yucateca ha sido, en todas las épocas de la historia de
nuestra querida patria, el ejemplo viviente de las más excelsas virtudes y ha
constituido la más firme garantía para el hogar honrado y respetable. En esta
era presente es indispensable que la mujer conservase en toda su pureza la
moral que es la base inmutable de la familia y la sociedad. Con toda energía,
con toda fe y con vuestra natural abnegación, arrebatadles del enemigo, se-
paradles del sendero peligroso, cumplid con vuestro deber!!!.”.
La Revista usó dos tácticas para atacar la campaña en favor del control de
la natalidad. La primera, a través de los artículos escritos por grupos cívicos
que se oponían al gobierno del estado; y la segunda, atemorizando a la socie-
dad yucateca, al plantear que la campaña de control de la natalidad, como los
programas revolucionarios, darían como resultado la pérdida de las tradicio-
nes, la estabilidad y la moralidad. La Revista criticó la educación socialista, la

228 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

difusión del folleto de Sanger y divulgó el rumor de que el gobierno dirigía


su propaganda sobre el control de la natalidad a los niños en edad escolar. En
defensa, Esperanza Velázquez Bringas escribió que los folletos habían “sido
distribuidos, sí, pero entre mujeres y adultos”. En los hechos, la campaña en
contra del control de la natalidad activó y encendió la fiebre reaccionaria.
La campaña en contra de la natalidad se dio en contexto un demográ-
fico poco favorable, pues en 1922, varios artículos publicados en La Revista
advertían de las tasas decrecientes en la natalidad, por lo tanto, sugerían
políticas que alentaran su crecimiento. El 19 de marzo, publicó un artículo
que mostraba la estrategia que seguían países europeos para aumentar la po-
blación. En Francia se otorgaron premios de 25 000 francos a los padres de
dos grandes familias, con 19 y 22 hijos, respectivamente. La publicación yu-
cateca explicó: “Esta información que tomamos del New York Times no puede
ser más sugerente, y establece un contraste con la propaganda que actual-
mente se lleva a cabo en Yucatán”. Con los mismos propósitos, en abril, la
publicación incluyó el perturbador dato de que en el mes de marzo, en
la ciudad de México, ocurrieron 609 nacimientos y 1 615 muertes. Esto era
lamentable porque “pese a ello, León Marvini acaba de salir de México,
trayendo cualquier cantidad de esos panfletos obscenos que ofrecen los
medios para restringir la natalidad”.
La retórica en favor de la natalidad había sido popular tanto en México
como en otros lugares durante el siglo XIX, y resurgió en México como con-
secuencia del declive demográfico originado por la Revolución mexicana. A
finales de la guerra, los mexicanos compartían la idea general de un legado
de destrucción y la necesidad de reconstrucción y prevalecía un sentimiento
de que la población había declinado durante la década de los años veinte, y
algunas estimaciones cautelosas sugieren que entre 1910 y 1921 la población
descendió de 15 a 14 millones de personas. Dicha pérdida tuvo un profundo
efecto en el pueblo mexicano, lo que condujo a algunas personas a responder
con llamados para incrementar la natalidad.
Las estrategias moralistas e incitadoras de miedos por parte de La Re-
vista de Yucatán pronto pasaron a las páginas del periódico nacional Excélsior.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 229


Sarah A. Buck

Este periódico se hizo eco de las protestas de La Revista al informar que mu-
chas madres yucatecas había organizado protestas en las calles e “invadido
las escuelas rogando a los maestros no distribuir el folleto de Sanger por
inmoral”. Inmediatamente, el Excélsior superó la mera crítica y lanzó una
campaña reaccionaria en respuesta a la presumta denigración de la materni-
dad, ocasionada por la campaña en favor del control de la natalidad. En sus
páginas, el Excélsior lanzó “la idea de consagrar el 10 de mayo, de una manera
especial, para rendir un homenaje de afecto y de respeto a la madre; y pide
la cooperación de sus colegas y del público para realizar este elevado propó-
sito. Hoy que en el extremo meridional del país se ha venido emprendiendo
una campaña suicida y criminal contra la maternidad. Cuando en Yucatán
elementos oficiales no han vacilado en lanzarse a una propaganda grotesca,
denigrando la más alta función de la mujer, que no solo consiste en dar a luz,
sino en educar a los hijos que forma de su carne, es preciso que la sociedad
entera manifieste que no hemos de ninguna manera llegado a esa aberración
que predican los racionalistas exaltados”.
A pesar de la fuerte ofensiva, las feministas no cejaron en sus intentos
por impulsar el proyecto del control natal. En mayo de 1923, las yucatecas
Elvia Carrillo Puerto, Gloria Mireya Rosado y Susana Betancourt asistieron a
la conferencia internacional de mujeres organizada por la Unión Panamerica-
na en la ciudad de México. La delegación yucateca se destacó por participar
activamente y abordar el tema más controvertido de la reunión: el derecho
de la mujer mexicana a controlar su reproducción con anticonceptivos. Al
discutir este tema, junto al de la educación sexual y la liberación sexual, la
delegación yucateca rebasó las precauciones tomadas por los organizadores
sobre estos asuntos por el temor de escandalizar y ofender a las delegaciones
asistentes, pues la cuestión del control natal había generado disputas, tensio-
nes y divisiones entre los participantes.
En su exposición titulada “El niño como un problema económico en
la casa”, Gloria Mireya Rosado argumentaba que la educación y el cuidado
del infante le correspondía al colectivo representado por el Estado; y sugirió
que el gobierno debía crear instituciones de bienestar social que se ocuparan

230 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

de proporcionar a las madres y niños que lo necesitasen: alimentación, edu-


cación y cuidados médicos, así como patrocinar una campaña de promoción
educativa para convencer a las familias proletarias de limitar su reproducción
al número de hijos que pudieran alimentar, cuidar y educar adecuadamente.
Su defensa del control de la natalidad generó un encendido debate entre de-
fensores y opositores de la planificación familiar.
En la sesiones del 24 y 25 de mayo la opinión de los asistentes se dividió.
Los que se pronunciaron en contra de la planificación familiar afirmaron que
iba en contra de las leyes de la Naturaleza y de la sociedad y que, por tanto,
tendría efectos biológicos y sociales dañinos, lo cual llevaría a la inmoralidad
y a una crisis. La obstetra Margarita Lozano Garza argumentó que la natalidad
era una “ineludible función orgánica” y una “ley de la Naturaleza” que “no se
puede violar”, y que “la restricción de la natalidad” significa “la destrucción
del instinto genésico y una perversión de esta función”. Por lo que, concluía,
“la restricción de la natalidad, es igual a sadismo, a bestialidad, inversión,
etcétera”. De manera similar, la señora Cámara afirmó que la planificación
familiar era un “crimen de lesa patria y de lesa humanidad”. Emilia Ávila ad-
virtió que el acceso a la anticoncepción convertiría a las mujeres mexicanas en
propagandistas de la coquetería y en libertinas. Dolores Ángeles Castillo juró
defender a la “mujer mexicana contra las tentativas de iniciarla en prácticas
que hasta ahora desconocen en su gran mayoría” en México.
Con frecuencia aparecían argumentos que invocaban la relación entre
los usos anticonceptivos y el desarrollo económico. Algunos delegados se
preguntaron si el desarrollo de México requería o no de algún control de
la natalidad. Por ejemplo, la ginecóloga Antonia Ursúa argumentó que la
“extensión, las riquezas naturales y los grandes elementos de vida de México
no solamente son razones que justifican la oposición a esas conclusiones de
la delegación yucateca, sino que convencen de que en México no hay ningún
problema de natalidad”. Rogó a los delegados ante el congreso considerar y
emular los ejemplos de Francia y Alemania, donde se premiaba a las mujeres
que tenían muchos hijos. De manera inversa, la señora Lía Jiménez de Maal
afirmó que, aun cuando México tenía una gran extensión de tierra y no tenía

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 231


Sarah A. Buck

un problema de sobrepoblación, el país podría obtener algunos beneficios


del control de natalidad. En sus palabras, “en las épocas salvajes, en que el
hombre no necesitaba sino extender la mano para coger las frutas y satisfa-
cer su hambre, era bueno que no limitara la prole, pero en estas épocas en
que la carestía de la vida es grandísima, es indispensable que se restrinja la
natalidad”. Para Mireya Rosado, como había afirmado antes, el niño era un
recurso social, y “la restricción de la natalidad significa el menoscabo del
progreso y de la fuerza y la disolución social”.
Cuando finalmente se sometió la cuestión a votación, prevalecieron
las fuerzas en contra del control de natalidad. En consecuencia, las resolu-
ciones del congreso incluyeron una declaración en contra de la restricción
a la natalidad, así como una propuesta en favor de la creación de un consejo
superior de salud que estableciera clínicas para el cuidado pre y posnatal. En
palabras de la prensa, muchos delegados expresaron sus puntos de vista con
la idea de que “mientras más hijos tenga México, más felices seremos en el
porvenir”.
Álvaro Torres Díaz, quien ocupó la gubernatura de Yucatán entre
1926 y 1930, si bien continuó con la política de impulsar la educación públi-
ca, construir caminos y mejorar la industria henequenera, su administración
tomó un curso distinto al de Felipe Carrillo Puerto. No era hablante de
maya, y como su contacto con los campesinos era endeble, durante su cam-
paña recurrió a la violencia, la coerción y la intimidación para contrarrestar
la oposición. También se opuso a la reforma agraria, retiró la intervención
del Estado para hacer cumplir el pago del salario mínimo e invitó a los hacen-
dados a formar parte de su camarilla.
Aunque Plutarco Elías Calles respaldó a Torres Díaz en su nombra-
miento como gobernador, este mostró más afinidad con las demandas de los
cristeros que con la campaña anticlerical del presidente de la república. De
hecho, el gobernador adoptó una postura moderada frente a la Iglesia cató-
lica, y sus sentimientos católicos se sobrepusieron a los logros socialistas y
definieron el estatus legal y cultural simbólico de la mujer. Torres Díaz era
miembro fundador de la Liga de Acción Social y durante su administración se

232 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

estableció el Día de la Madre, como respuesta a la campaña de control de la


natalidad de los años anteriores. En 1928 apoyó la iniciativa de la Liga sobre
la erección de un monumento a la madre cerca de la plaza central de Mérida.
Este fue el primer monumento a la madre en el país, y sirvió como ejemplo
para la construcción de monumentos similares en todo Yucatán, así como en
otros estados de la república y en la ciudad de México, en el curso de las dos
décadas siguientes. Con ambas acciones, Torre Díaz demostró su oposición a
la planificación familiar y encomió oficialmente la maternidad como el papel
ideal de la mujer. También supervisó la reforma a la ley del divorcio, con lo
que dio más solidez a la monogamia y a la institución del matrimonio.

2. LA ACCIÓN FEMINISTA Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA

La campaña presidencial de José Vasconcelos (1927-1928) tuvo repercusiones


significativas sobre el feminismo mexicano, pues las mujeres que lo apoyaron
se aseguraron que incluyera en la plataforma del Partido Antirreeleccionista
de Vasconcelos una declaración a favor del sufragio femenino. La participa-
ción de las mujeres en la campaña de José Vasconcelos ayudó a impulsar la
emergencia de un nuevo tipo de movimiento feminista en la década de 1930,
el cual planteó nuevas cuestiones y se organizó de maneras inéditas en res-
puesta a cambios en la formación del Estado y en la cultura política de Mé-
xico. Al decir de los estudiosos, el Partido Antirreeleccionista fomentó “un
movimiento feminista extraño, seductor y divertido que atrajo a católicas,
obreras, campesinas, estudiantes, mujeres intelectuales y sobrevivientes del
feminismo previo de la década de 1920. Sin embargo, después de la derrota
de Vasconcelos, muchos de sus seguidores se convirtieron en militantes del
Partido Nacional Revolucionario, mientras otros se hicieron simpatizantes o
afiliados del Partido Comunista Mexicano, la voz de oposición más importan-
te al Partido Nacional Revolucionario durante la década de 1930.
El surgimiento del Partido Nacional Revolucionario en 1929 dio lugar
al desarrollo de los derechos económicos de las mujeres trabajadoras y el

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 233


Sarah A. Buck

bienestar económico de las mujeres y las familias, propuestas que tenían


como fin hacer visible la estructura partidaria mediante la cual las mujeres
y otros activistas podían tener acceso al aparato del Estado. Se esperaba que
los grupos de mujeres, así como otros tipos de organizaciones usaran los
canales de comunicación recomendados por el Partido Nacional Revolucio-
nario, pero al mismo tiempo revelaba la reticencia de los líderes a incluir
mujeres o, cuando menos, a motivar gradualmente su acceso a las activida-
des de la vida cívica.
Así pues, las organizaciones feministas yucatecas comenzaron a rea-
parecer en concordancia con estos eventos nacionales. En junio de 1930, el
periódico Tierra, órgano del Partido Socialista del Sureste, publicó un artícu-
lo en el que anunciaba el resurgimiento de la Liga de Resistencia Feminista
Obrera con el nombre de Liga Revolucionaria Feminista Aurora Abán de
Segura, en memoria de su fundadora. Como sus predecesoras de fines de la
década de 1910 y principios de 1920, esta Liga Revolucionaria, en su “Pro-
grama de la acción femenina”, planteaba como objetivos aumentar los dere-
chos políticos de las mujeres, ejecutar proyectos de bienestar social, mejorar
la situación económica de las mujeres, y apoyar las necesidades y derechos
de las trabajadoras. En los principios, el “Programa de la acción” apuntaba
la necesidad de crear un grupo unido de mujeres sin distinción de clases,
hacía énfasisis en la adquisición de derechos civiles y políticos, destacaba la
importancia de tener oportunidades económicas para ellas y se comprometía
a obtener mejores estándares de vida. Otras declaraciones delineaban obje-
tivos para el bienestar social y programas para enseñar a mujeres y hombres
a ser buenos padres.
En 1931, la Liga Revolucionaria Feminista Aurora Abán de Segura
concretó una de sus propuestas al inaugurar la Casa de trabajo para mujeres.
Las feministas veteranas Eusebia Pérez, Elsa Abán y antiguos miembros de la
Liga Feminista Rita Cetina Gutiérrez propusieron un presupuesto y una jus-
tificación para obtener ayuda del gobierno para comprar un terreno, cons-
truir una escuela, pagar un maestro, comprar máquinas de coser, muebles,
artículos de oficina y de cocina, bastidores para fabricar hamacas, pollos,

234 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

flores y herramientas de jardinería caseras. Este equipamiento tenía como


fin capacitar a las mujeres en la crianza de aves, horticultura, envasado de
alimentos y manufactura de hamacas, ropa, perfume y jabón. Los produc-
tos elaborados durante los cursos se venderían en beneficio de las mujeres,
en forma individual, y de la Liga. El Comité de Madres de Familia fue una
organización femenina que se creó en 1930 por iniciativa del gobierno de
Bartolomé García Correa, y su sede estuvo en la Casa del Pueblo. El Co-
mité trabajó contra el alcoholismo y cooperaba con el Comité Nacional
Antialcoholismo.
El feminismo yucateco de principios de 1930 se había distanciado de
sus antiguos objetivos relacionados con los derechos políticos y de la con-
trovertida planificación familiar y le daba prioridad al papel de las mujeres
como trabajadoras y a sus funciones y necesidades económicas como ma-
dres y esposas; preocupaciones que estaban más relacionadas con las trans-
formaciones de la cultura política nacional e internacional. En este ámbito,
la competencia entre los modelos capitalista y socialista de organización
política y desarrollo económico generó la necesidad de debatir sobre las
funciones económicas que debían tener las mujeres. En particular, los ar-
gumentos socialistas se usaron para justificar la incorporación de la mujer al
proceso productivo.
Las organizaciones femeninas se caracterizaron por continuar vincu-
ladas y relacionadas con los partidos políticos. Entre 1931 y 1934 se ce-
lebraron tres congresos nacionales de obreras y campesinas en los que se
exploraron diferentes alternativas para la acción cívica de las mujeres. En
dichos congresos participaron simpatizantes del Partido Nacional Revolucio-
nario y del Partido Comunista Mexicano. En 1931, la afiliada yucateca de la
organización nacional, el Partido Feminista Revolucionario, se convirtió en
la sección femenina local del Partido Nacional Revolucionario. Para 1936 ya
se había desarrollado en Yucatán una elaborada red de organizaciones de la
sección femenina del Partido Nacional Revolución.
La tendencia de mantener vínculos con los Partidos continuó duran-
te la segunda mitad de la década de 1930. Las organizaciones femeninas

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 235


Sarah A. Buck

yucatecas compartían intereses —relacionados con eventos políticos más


amplios— con sus homólogas nacionales. En primer lugar, el Partido Co-
munista Mexicano no solo se legalizó en 1935, sino que aumentó de manera
considerable su número de afiliados y cooperaba en ciertos sectores con el
Partido Nacional Revolucionario, con lo que logró una presencia importante
dentro del aparato administrativo del Estado, especialmente en la adminis-
tración educativa y entre los profesores, pero también en las áreas de la
tesorería, comunicaciones, trabajos públicos e irrigación.
En 1935, las seguidoras del Partido Nacional Revolucionario y del
Partido Comunista Mexicano, tanto nacionales como locales, se organizaron
y formaron el Frente Único Pro Derechos de la Mujer. Un informe citado
con frecuencia, aunque quizá demasiado optimista, afirma que para 1937
contaba con unas 50 000 mujeres como miembros. Aun cuando esta cifra
no fuera exacta, evidencia el atractivo que tuvo esta organización para las
activistas, independientemente de sus diferentes ideologías y tradiciones or-
ganizativas, y tuvieron un indudable éxito con la creación de comités locales
en todo México. Tan solo en Yucatán se formaron comités en los pueblos de
Abalá, Baca, Espita, Halachó, Hunucmá y en por lo menos otros 15 con el
fin de defender el derecho de las mujeres a participar en política, protestar
contra los abusos, promover el uso de la tierra, el bienestar social y promo-
ver de manera activa el sufragio.
Otra forma en la que la organización de las mujeres yucatecas se
vinculó con las organizaciones femeninas nacionales estuvo relacionada con
la transformación de la estructura del Partido Nacional Revolucionario. En
marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) lo convirtió en
Partido de la Revolución Mexicana y, además de la Confederación de Traba-
jadores Mexicanos, que existía desde 1936, creó la Confederación Nacional
Campesina en agosto de 1938, y la Federación de Sindicatos de Trabajado-
res al Servicio del Estado, en octubre del mismo año. En sus estructuras, es-
tos tres organismos incluyeron secretarías para atender cuestiones relativas a
las mujeres e incorporaron sindicatos femeninos y programas de defensa de
las trabajadoras.

236 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

Antes de 1938 la red yucateca de la Sección Femenina del Partido


Nacional Revolucionario, al igual que la nacional, mantenía un débil equi-
librio entre dos identidades. Por una parte, se presentaba a sí misma como
la organización femenina oficial y más importante de México, con un com-
promiso ideológico con el Partido Nacional Revolucionario, y por otra parte
intentaba atraer a las activistas de diferentes tradiciones políticas y demostrar
flexibilidad popular.
Mercedes Betancourt de Albertos, entusiasta profesora anticomunis-
ta, fue presidenta del comité estatal de la Sección Femenina del Partido Na-
cional Revolucionario, y Esperanza Carrillo fue la secretaria. Las dos eran
feministas yucatecas veteranas. La primera había asistido al Congreso Fe-
minista de enero de 1916, promovido por Salvador Alvarado, había tenido
un papel activo en el Partido Socialista del Sureste y en el Departamento de
Educación. Por su parte, Carrillo había sido un miembro activo de la Liga de
Resistencia Feminista Rita Cetina Gutiérrez.
Betancourt de Albertos participó en la campaña del gobernador César
Alayola Barrera (1934-1935), y cuando este renunció, mantuvo su posición
como lideresa de la Sección Femenina del Partido Nacional Revolucionario,
aunque a principios de 1936 se vio “envuelta en conflictos con organizacio-
nes del Frente Popular y su posición en el Comité Federal de Promoción
Educativa la condujo a un enfrentamiento directo con muchos comunistas y
otros compañeros. En diciembre de 1936 fue reemplazada como presidenta
de la Sección Femenina por Francisca Rivero de Andrade.
Aunque el control de Betancourt de Albertos sobre la Sección Feme-
nina fue breve, ella y Esperanza Carrillo lo utilizaron con éxito para obtener
un espacio para las mujeres dentro de la maquinaria del Partido Nacional
Revolucionario-Partido Socialista del Sureste y hacer realidad un conjunto
de proyectos de bienestar social, como la propuesta del establecimiento de
una Casa del Niño y la organización de campañas de alfabetización, de higie-
ne y combate al alcoholismo. También supervisaron el establecimiento de
comités municipales en todo Yucatán.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 237


Sarah A. Buck

Es posible que Betancourt de Albertos antes de perder su posición


como presidenta de la Sección Femenina, observara “cómo su prestigio se
diluía entre la burocracia del Partido” a medida que el Sindicato de Obre-
ras y Campesinas de Yucatán, el Bloque Radical Revolucionario Femenino,
entre otros grupos de mujeres afiliados al Partido Nacional Revolucionario,
establecían sus oficinas al lado de la suya en la Casa del Pueblo. Estas nue-
vas organizaciones ofrecieron a las mujeres la oportunidad de maniobrar
ventajosamente por el poder en el liderazgo del Partido. Muchas mujeres
de estos grupos pertenecían simultáneamente a varias organizaciones como
Esperanza Carrillo, quien a principios de la década de 1930 era miembro
del Bloque Radical, y a fines de 1940 de la Federación de Organizaciones
Femeninas de Yucatán.
Otra lideresa feminista, Aurora Cobán de Cervantes, a mediados de
la década de 1930 encabezaba el Sindicato de Obreras y Campesinas de Yu-
catán, a fines de esa década la Central de Comunidades Agrarias y Sindicatos
Femeninos; en 1952 la Federación Socialista de Organizaciones Femeninas
y el Bloque Estatal de Mujeres Socialistas Asalariadas de Yucatán. Todas
estas organizaciones tuvieron entre sus objetivos organizar cooperativas,
defender los derechos de las mujeres trabajadoras, emprender campañas de
alfabetización, erradicar el alcoholismo y reforzar la educación socialista.
Estaban afiliadas formalmente al Partido Socialista del Sureste, al igual que
la Unión de Mujeres Socialistas en 1943, y el Bloque Feminista de dicho
Partido en 1952, organizaciones responsables de crear extensas redes de
afiliados en todo el estado.
Otras organizaciones que abrazaban la mentalidad de coalición eran
Acción Revolucionaria Femenina de Yucatán, que luchó por los derechos po-
líticos y sociales de las mujeres y llevó a cabo campañas contra el fanatismo re-
ligioso y para erradicar el alcoholismo. El Comité Femenil Pro Mejoramiento
Social Femenino, formado en el puerto de Progreso en 1937, luchó contra
los aumentos de precios de los productos de primera necesidad y de las rentas
y tenía un programa particularmente ambicioso que para su ejecución reque-
ría de una extensa red de organizaciones afiliadas. Esta organización impulsó

238 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

el establecimiento de pequeñas industrias donde pudieran trabajar hombres


y mujeres desempleados; la organización de cooperativas para lavanderías,
panaderías y talleres para la fabricación de cuerdas y para enlazar ganado.
También creó un sindicato de asalariados, lavanderas, cocineros, tortilleras
y pequeños comerciantes y proporcionaba albergue y desayunos escolares a
niños pobres, combatió el vicio y las condiciones de vida insalubres.

3. SUFRAGISTAS Y DEFENSORAS DE LAS TRABAJADORAS

A fines de 1930 y principios de 1940, las organizaciones femeninas de Yuca-


tán estaban divididas en dos grupos. Uno compuesto de profesoras preocu-
padas principalmente por asegurar los derechos políticos para las mujeres,
especialmente el del voto. En este grupo militaban Sara Buenfil, Rosa Pasos,
Soledad Rivero Andrade y Concepción Sabido. Sus organizaciones eran el
Bloque Radical Revolucionario Femenino, la Unión de Mujeres Socialistas y
la Federación de Organizaciones Femeninas de Yucatán. Algunos miembros
de este sector publicaron en 1939 el texto Mujer. Tu emancipación social y po-
lítica: el voto sin restricciones.
El otro grupo tenía como interés principal la defensa de los derechos
de las mujeres y sus oportunidades como trabajadoras. Su dirigente era Auro-
ra Cobán de Cervantes, y entre sus coorganizadoras se encontraban Balvina
“Pinita” y Consuelo O’Horán, Elvira García, Dalila Sansores y Effy Negrón.
Estas mujeres eran del Sindicato de Obreras y Campesinas de Yucatán, de la
Central de Comunidades Agrarias y Sindicatos Femeninos y de la Federación
Socialista de Organizaciones Femeninas.
Sin embargo, ambos grupos fueron parte del movimiento nacional que
luchaba por el voto femenino. El primer registro documentado de la peti-
ción del derecho al voto de las mujeres fue el de las feministas maderistas
que pedían una ciudadanía igual para hombres y mujeres. Más tarde, en el
Constituyente de Querétaro de 1916-1917 se inició una campaña sostenida
por el sufragio femenino, cuando activistas revolucionarias y la feminista

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 239


Sarah A. Buck

Hermila Galindo, con el general revolucionario Silvestre González, presio-


naron a los diputados para que otorgaran a la mujer el derecho al sufragio.
Algunos diputados simpatizaban con la petición, pero finalmente el Ártículo
constitucional que definía la ciudadanía mexicana no especificó con claridad
si los requisitos establecidos para la ciudadanía eran igual para las mujeres.
No obstante, afirmaba que eran“ciudadanos de la república los varones y las
mujeres”, por lo que podría interpretarse que estas podían ejercer el derecho
del voto. Sin embargo, el Artículo 37 de la Ley Electoral para la Elección
de Poderes Federales de julio de 1918 les negó el voto a las mujeres al esta-
blecer explícitamente que todos los hombres mexicanos de 18 años de edad
tenían derecho a sufragar.
En la década de 1920 las mujeres cuestionaron estas leyes y organiza-
ron campañas por el sufragio, con las que lograron en Yucatán, San Luis Po-
tosí, Chiapas y Tabasco adquirir ciertos derechos al voto. En este proceso se
delinearon los argumentos claves que serían esgrimidos durante los siguien-
tes 30 años en los esfuerzos estatales y nacionales para reformar las leyes
electorales. Uno enfatizaba la ambigüedad del Artículo 34 de la Constitución
que las reconocía como ciudadanas, pero el Artículo 37 de la Ley Electoral
de julio de 1918 no les permitía votar. Este argumento fue utilizado por la
Confederación Femenil Mexicana, Bloque Nacional de Mujeres Revolucio-
narias, Frente Único Pro Derechos de la Mujer y al Sector Femenino del
Partido Nacional Revolucionario, las principales coaliciones feministas para
presionar por el derecho al voto femenino.
A principios de la década de 1930, las activistas introdujeron otro
argumento crucial al debate por el sufragio femenino: la posibilidad de
incluir gradualmente a las mujeres en las actividades políticas, es decir,
primero permitir su participación en el ámbito municipal, después en el
estatal y finalmente en el nacional. Otra estrategia planteada fue conceder
el derecho de voto a las mujeres trabajadoras, afiliadas al Partido Nacional
Revolucionario por medio de sindicatos oficiales, por estar más familiari-
zadas con la esfera pública y, posiblemente, después extender el derecho a
todas las mujeres.

240 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

En 1935, el presidente del Partido Nacional Revolucionario Emilio


Portes Gil permitió, en las elecciones municipales de Veracruz, el voto de
las trabajadoras, pues “contribuían al desarrollo del país”, con lo que se in-
cluía a “amas de casa, profesoras, oficinistas y otras”. Poco después, en febre-
ro de 1936, el Partido Nacional concedió votar a sus miembros femeninos
en las elecciones internas del Partido en todo el país lo que inspiró a los go-
biernos de los estados de Veracruz, Puebla y Sinaloa otorgarles a las mujeres
el derecho a participar en las elecciones municipales y estatales. Más tarde,
Guanajuato y Querétaro anunciaron su intención de conceder también tales
derechos.
El presidente Lázaro Cárdenas siguió las líneas argumentales que en-
fatizaban la ambigüedad del Artículo 34 y la de la introducción gradual de
las mujeres al sufragio. Con el respaldo de las representantes de la Confe-
deración Femenil Mexicana del Partido Nacional Revolucionario, la Unión
de Mujeres Americanas, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer, la Liga
Nacional Femenina y otras organizaciones, la iniciativa pasó finalmente al
Senado en diciembre de 1937, y a la Cámara de Diputados en julio de 1938,
y fue ratificada por la mayoría de las legislaturas estatales. Sin embargo, el
Congreso cerró su periodo de sesiones sin publicar la reforma en el Diario
Oficial. La única explicación provino de la prensa al señalar que el ambiente
en el Congreso no era favorable a la iniciativa debido a una activa minoría
opositora al sufragio femenino.
Este sorpresivo abandono de la iniciativa ocurrió durante una etapa
difícil para el cardenismo, pues el fascismo no solo estaba delineando la po-
lítica internacional, sino que había aparecido en México bajo las formas de
sinarquismo y “camisas doradas” en el estado de Coahuila. Además, otros
rivales políticos hicieron su aparición. El Partido Acción Nacional había sido
fundado en 1939 y el Partido Revolucionario de Unificación Nacional, con
Juan Andrew Almazán como candidato, se presentaba como un fuerte com-
petidor para las elecciones presidenciales.
De cualquier modo, para mediados de la década de 1930 había surgido
un amplio movimiento estatal con el fin de crear una red nacional de Ligas

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 241


Sarah A. Buck

rurales de mujeres. Los dirigentes de las organizaciones femeninas alentaron


al presidente Lázaro Cárdenas a establecer dichas Ligas sobre la base del
Partido Nacional Revolucionario Sección Femenina con el objetivo de invo-
lucrar a las mujeres en proyectos de desarrollo educativo y rural.
Desde agosto y septiembre de 1935, las mujeres del Partido Nacio-
nal Revolucionario reconocieron la posibilidad que desde las Secretarías de
Agricultura, Educación y Asistencia Pública se movilizaran a las mujeres del
ámbito rural. Refugio Rangel y Aurora Fernández, miembros del Partido
Nacional Revolucionario Sección Femenina nacional, sugirieron que esas Se-
cretarías organizaran misiones femeninas integradas por siete miembros que
visitaran todos los pueblos y ejidos del país. Estas misiones debían permane-
cer en cada lugar un máximo de ocho días para informarse de cuáles eran las
condiciones y medios de vida de los habitantes de los ejidos, para presentar
un informe al presidente y a las dependencias gubernamentales pertinentes,
para, de esta manera, identificar las áreas en las que era necesaria una me-
jora; realizarían exposiciones sobre alcoholismo, higiene y puericultura y
fomentarían actividades deportivas, cooperativas y educativas.
En septiembre, el Comité de Acción Social y Cultural del Departa-
mento Agrario hizo un llamado a su personal femenino para desarrollar un
programa de acción para fundar bibliotecas, organizar festivales, teatros,
campañas contra el alcoholismo, centros de higiene rural y actividades de-
portivas en todo México. En junio de 1936 este comité pugnaba por la crea-
ción de “Ligas femeniles de defensa social”, conocidas posteriormente como
“Ligas femeniles de lucha social”, con la función de unir a las mujeres en
actividades que fortalecieran al país. El diario El Nacional escribió que estas
Ligas se establecerían en cada pueblo en donde hubiese un ejido.
La primera referencia de una Liga femenil de defensa social es la de
Montepiro, en Los Tuxtlas, Veracruz, en febrero de 1936. Sin embargo,
durante ese año no se crearon muchas de ellas sino hasta 1937, cuando Mer-
cedes Martínez Montes del Partido Nacional Revolucionario, y Elsa Gómez
Flores, de la Liga Nacional Femenina, y otras mujeres, viajaron por todo
México para promover la formación de las Ligas femeninas. Como resultado

242 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

de su campaña, entre 1936 y 1940 se constituyeron por lo menos 246 Ligas


y, probablemente muchas más, en todos los estados de la república. Las
Ligas se creaban con mujeres de la localidad, profesoras de las escuelas, au-
toridades gubernamentales y representantes del comisariado ejidal, del De-
partamento Agrario Nacional y de las agencias del Banco de Crédito Ejidal.
Las Ligas se constituían mediante el registro de formatos oficiales en los
que los miembros afirmaban que “conocían el impulso moral ofrecido por el
presidente Cárdenas y su esposa Amalia Solórzano de Cárdenas a las mujeres
campesinas para que puedan conocer obligaciones como mujeres del hogar
que buscan respeto y para ayudarlas en sus funciones creadoras, para servir
mejor a sus familias como dignas esposas y madres”. Estas mujeres se rehu-
saban a “aceptar o permanecer en condiciones de miseria y abandono en las
que vivían”. Se comprometían a apoyar la producción agrícola de sus maridos,
asegurar la provisión de agua potable, alojamiento y planeación del poblado
con la asistencia del presidente municipal, plantar árboles, limpiar las calles,
establecer baños públicos y lavanderías, apoyar a las escuelas de sus pueblos,
proporcionar cuidados médicos y fundar cooperativas de molienda de maíz
y talleres de costura así como realizar campañas contra el alcoholismo y el
vicio. Todas las mujeres de 14 años en adelante estaban invitadas a afiliarse
a una Liga, lo que les daba el derecho de usar los recursos de la cooperati-
va, como los molinos de maíz u otros granos, máquinas de coser, lavadoras,
planchas y el acceso a tiendas que ofrecían productos básicos a menor precio
y beneficiarse del servicio médico. A cambio, las mujeres de la Liga tenían la
obligación de asistir puntualmente a las reuniones, participar en comisiones,
asegurar que sus hijos asistieran a la escuela y recibieran sus vacunas, y parti-
cipar en los distintos proyectos para el mejoramiento de las viviendas y de sus
comunidades, así como para combatir el alcoholismo y el vicio en general.
El gran número de Ligas que se formaron sugiere que lograron tras-
cender en la vida de las mujeres del medio rural de todo México. Sin em-
bargo, su impacto a largo plazo fue variado, pues en Yucatán muestran que
su acción fue incompleta y efímera. Entre 1937 y 1950, en la entidad se
establecieron 11 Ligas femeninas, entre ellas la de Izamal, Muxupip, Telchac

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 243


Sarah A. Buck

y Temozón de Mena y Sosa y fundaron cooperativas para molinos, máqui-


nas de coser y tiendas; lucharon por cerrar bares y limitar el consumo de
alcohol, trabajaron para fortalecer las escuelas y la educación y protestaron
contra las disputas políticas municipales.

4. VOCES DE MUXUPIP Y TEMOZÓN: EL TESTIMONIO


DE LAS LIGAS FEMENILES

Muxupip está en el noroeste henequenero cerca de Motul. Desde la década


de 1920 María Elia Abán, de Motul, organizó con las mujeres de Muxupip
una Liga femenina que formó parte de la red dirigida por la Liga Rita Cetina
Gutiérrez. Pero después de la rebelión delahuertista en 1924 y el asesina-
to de Felipe Carrillo Puerto no apareció otra organización femenina hasta
1939, cuando se creó la Liga femenina de lucha social.
Entre 1922 y 1939 ocurrieron cambios significativos en Muxupip. Los
habitantes del pueblo describen como afectuosa su relación con Felipe Ca-
rrillo Puerto, antes y durante su gubernatura, y recuerdan cómo él “sacó”
a los hacendados y creó un ejido en Muxupip. Sin embargo, después de su
asesinato el reparto agrario fue lento tanto en Muxupip como en otras partes
de Yucatán.
La Liga de Lucha Social de Muxupip fue creada en diciembre de 1939
en el contexto de la reforma agraria y cooperativista del presidente Lázaro
Cárdenas. De acuerdo con Buenaventura Méndez Méndez, se creó la Liga
cuando María Luisa Velasco de Gorocica, esposa de un hacendado y refor-
mista social del cercano pueblo de Tixkokob, visitó Muxupip y les preguntó a
las mujeres si les gustaría formar una Liga femenina; les explicó ampliamente
los propósitos y beneficios de formar esa organización. Desde un principio
quedó claro que las mujeres del pueblo deseaban fundar una cooperativa
para adquirir un molino de maíz.
La Liga del pueblo de Muxupip surgió con 72 mujeres. Aunque se
comprometió a organizar campañas educativas, combatir el alcoholismo,

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La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

establecer y administrar cooperativas para molinos de maíz, talleres de cos-


tura y planchado, baños públicos y tiendas, en realidad tuvo dos propósitos:
adquirir un molino de maíz y movilizar a las mujeres para los eventos po-
líticos. Según Florentina Noh, Buenaventura Méndez, Cecilia Martín Cam
y Estebana Aké Chí, el molino de maíz de la Liga se instaló para remediar
continuos problemas con los molinos existentes. En Muxupip ya existían va-
rios molinos antes de la formación de la Liga femenina del lucha social. Pero
resultaban caros, por lo que era necesario un nuevo molino. Marta Méndez
añadió que el nuevo molino no se obtuvo únicamente por la iniciativa de la
Liga femenina. Según ella, hombres y mujeres se reunieron para solicitar
un nuevo molino al presidente municipal y al gobernador Humberto Canto
Echeverría. Como resultado, “gente rica financió e instaló el molino”. Inclu-
sive, el gobernador acudió a Muxupip para su inauguración.
Sin embargo, otras mujeres insistieron en que el nuevo molino fue
administrado principalmente por mujeres de la Liga. Buenaventura Méndez
y Cándida Cruz destacaron los conflictos existentes en torno a su administra-
ción y el liderazgo de la Liga desde el día de su creación. Méndez afirma que
ella reemplazó a la tesorera original, y que más tarde fue obligada a ceder
esta función a una tercera mujer, debido a problemas de dinero. A fin de
cuentas, sus opositores le dijeron que no era la legítima tesorera. Les res-
pondió que fue elegida en una asamblea y que existían los documentos pro-
batorios respectivos. Sin embargo, como continuó encontrando resistencia,
decidió renunciar. La nueva presidenta le pidió que entregara el dinero, pero
se negó y le dijo que entregaría el dinero en una asamblea en la casa ejidal.
Cándida Cruz añadió que había muchos chismes y que algunos afirmaban que
el dinero y el molino habían sido robados; Cruz se encogió de hombros y dijo
riendo “quién sabe”.
Posteriormente, el edificio donde se ubicaba el molino fue vendido
al comisariado ejidal. Para Marta Méndez, esta casa había pertenecido a
Olegario Sabido, quien vino de Tixkokob para venderla y para llevarse las
partes del molino que podía vender. Actualmente los restos del molino

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 245


Sarah A. Buck

abandonado permanecen todavía, oxidados y, entre hierbas, en la misma


construcción en donde alguna vez funcionó.
En enero de 1939 en el pueblo y exhacienda de Temozón, situada al
sur de Mérida, se estableció una Liga de lucha social con 107 mujeres. Las
mujeres también adquirieron un molino de maíz y establecieron una tienda
cooperativa. De acuerdo con Esperanza Chim y Teodora Domínguez, el mo-
lino se administraba de manera deficiente hasta que cayó en el olvido, pero
la tienda sobrevivió durante muchos años.
Tanto en Muxupip como en Temozón las mujeres tuvieron la oportu-
nidad de acceder a los recursos económicos, gracias a los esfuerzos de varios
actores y organizadores como el presidente Cárdenas, la Federación Sindical
Independiente y a la Confederación General del Trabajo, los cuales movi-
lizaron a las mujeres al tiempo que fortalecieron los proyectos cardenistas
de desarrollo. Para las mujeres de estos dos pueblos, el molino y la tienda
cooperativa resultaron instrumentos útiles ofrecidos por las Ligas de lucha
social, y constituyeron los únicos elementos de las actividades oficiales que
se materializaron de manera significativa. Sin embargo, en ambos casos estas
cooperativas también desaparecieron en algún momento de la primera mitad
de la década de 1940, porque las siguientes administraciones municipales no
mostraron interés. Esto ocurrió también en Izamal y Tekantó.
En marzo de 1942, la Liga de Lucha Social de Izamal le escribió al
gobernador Ernesto Novelo Torres para quejarse de que el comisario ejidal
se había apoderado del dinero perteneciente a la administración del molino.
En julio, esta Liga y el Comité de Izamal de la Central de Comunidades
Agrarias y Sindicatos Femeninos le pidieron al gobernador la restitución de
la administración de sus molinos y máquinas de coser que había caído en
manos de intereses privados. Ese mismo año de 1942, miembros de la Liga
femenina de Tekantó se quejaron ante el presidente de la república Manuel
Ávila Camacho de que su molino que les había sido entregado personalmente
por el director del Departamento Agrario, Gabino Vázquez, por orden del
presidente Cárdenas, había caído bajo el control del comisario ejidal y desde
entonces las mujeres de la Liga no sabían nada acerca de su administración.

246 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

En estos cuatro casos —Muxupip, Temozón, Izamal y Tekantó—, las Li-


gas perdieron el control de sus cooperativas, de reciente adquisición, en el
transcurso de algunos años.
A pesar de su cuestionable impacto, las Ligas femeninas desempeña-
ron un papel importante en la participación cívica de las mujeres yucatecas.
En términos numéricos las organizaciones femeninas registraron una notable
proliferación durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, pues al iniciar su
gobierno existían aproximadamente 81, y al término de su administración se
elevó a 467.
Las vastas redes de Ligas femeninas que durante la década de 1930
se establecieron por todo México con el apoyo del Departamento Agrario
sobrevivieron. Durante el régimen de Manuel Ávila Camacho (1940-1946)
existían 164 Ligas y 284 organizaciones femeninas. También continuó la dis-
tribución regional de la movilización de mujeres que se había expandido du-
rante los años de Cárdenas.
Aunque las Ligas femeninas tenían como objetivo dar a las mujeres ac-
ceso a los recursos económicos y mejorar sus condiciones económicas, tam-
bién impulsaron su participación política al convertirlas en lideresas de sus
grupos, como participantes en eventos políticos y alentando a otras mujeres
a expresar su apoyo a los candidatos a puestos de elección, a pesar de no te-
ner derecho al voto. A las mujeres de Muxupip les daban chocolate y boletos
para el cine cuando asistían a las reuniones políticas en Tixkokob. Además,
participaban con entusiasmo cuando acompañaban a sus maridos a Motul,
Tixkokob, e incluso a Mérida, en tren, en plataformas para el transporte de
henequén o hasta a pie, para irse a “manifestar”.
Obtener el derecho al sufragio pudo ser el objetivo más importante
para algunas de las mujeres ajenas al ámbito rural, quienes organizaban las
Ligas y tenían un papel más consistente en la organización política. Las Ligas
femeninas de los años treintas y cuarentas aparecieron generalmente bajo el
impulso de mujeres educadas y ajenas a los pueblos. Por ejemplo, en Muxu-
pip, María Luisa Velasco de Gorocica, profesora, espiritista y esposa de un
hacendado de Tixkokob, alentó a las mujeres a asistir a eventos políticos y

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 247


Sarah A. Buck

a formar una Liga femenina. En Tixméuac, Gumersinda Pérez de Hernán-


dez con cierto grado de educación fundó el Frente Único Pro Derechos de
la Mujer y motivó a las mujeres a participar en acciones cívicas, aunque a
su muerte desapareció la organización. En Espita, la profesora Beatriz Sosa
Heredia fue la principal impulsora de la organización femenina. Finalmente,
Felipa e Isabel Poot llegaron a Kinchil procedentes de una hacienda lejana.
Además, Felipa tenía más educación que muchas otras mujeres, debido a que
había trabajado como sirvienta doméstica en la casa del patrón de la hacienda
de donde provenía. De modo que las Ligas femeninas tenían probablemente
más repercusiones importantes para sus dirigentes, en términos de partici-
pación política y beneficios materiales, que para el resto de las mujeres.

5. SUFRAGIO FEMENINO

Después de una larga trayectoria en organizaciones políticas y demostrar su


importancia como potenciales votantes, en 1953 el sufragio de las mujeres
fue una realidad. Este derecho alcanzado ocurrió después de una larga parti-
cipación y un intenso debate. Después de las elecciones de 1939, veteranas
del Frente Único Pro Derechos de la Mujer, el Partido Comunista Mexi-
cano, la Unión de Mujeres Americanas, y el Sector Femenino del Partido
Nacional Revolucionario resucitaron los argumentos acerca de la ambigüe-
dad del Artículo 34 constitucional, pues la Carta Magna las reconocía como
ciudadanas, pero la Ley Electoral de julio de 1918 no les permitía votar.
Algunas prominentes activistas femeninas sostenían que las mujeres
necesitaban más experiencia como trabajadoras antes de que pudieran votar
efectivamente. Pero otras veteranas de los movimientos previos por el sufra-
gio y nuevas activistas comenzaron a distanciarse de esa corriente de opinión
y enfatizaban la necesidad de conciliar el papel de la mujer como madre con
el de trabajadora y actora cívica, como planteaba el proyecto del Instituto
Revolucionario Femenino en su programa de ayudar a las mujeres a partici-
par en las esferas política y económica sin afectar su maternidad.

248 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

Junto con los argumentos acerca de la ambigüedad de la ciudadanía y de


la estrategia gradual para obtener el derecho al voto femenino, las feministas y
los editoriales periodísticos a favor del sufragio femenino destacaban en la ca-
pacidad y la efectividad de las mujeres como trabajadoras y actoras políticas.
Las feministas presentaban una imagen de las mujeres que las mostraba como
igualmente capaces que los hombres, pero también como trabajadoras y acto-
ras cívicas únicas en su femineidad y maternidad. Este enfoque en la lucha por
el derecho a sufragar se hizo cada vez más importante con el paso del tiempo.
Ya desde la década de 1920, durante las campañas por el voto femeni-
no en Yucatán y en Chiapas, se habían presentado argumentos que exaltaban
las virtudes maternas de las mujeres cuando se dilucidaron sus contribuciones
positivas a la sociedad como actoras cívicas y, al mismo tiempo, resaltaban
sus capacidades en los ámbitos social, económico y político. Con tales argu-
mentos se presentaron en el terreno nacional en la década de 1930, pero no
fue sino hasta la década de 1940 cuando estos razonamientos que exaltaban la
maternidad recibieron publicidad, y ya no era tan común como el argumento
orientado a destacar la contradicción del Artículo 34 constitucional con la
Ley nacional electoral. Por ejemplo, en julio de 1945, cuando las activistas
de varios sectores del Partido de la Revolución Mexicana se reunieron con el
candidato presidencial Miguel Alemán para discutir la incorporación de las
mujeres mexicanas a la vida pública, plantearon explícitamente temas sobre
la maternidad y los problemas comunes en México, como la desnutrición,
el analfabetismo y los conflictos laborales, y plantearon que estos problemas
afectaban particularmente a la mujer, dado que la responsabilidad de los ho-
gares y los niños mexicanos recaían sobre ellas.
En 1945 Amalia Castillo Ledón presionó a los delegados varones de las
Naciones Unidas para que recordaran el trabajo abnegado de sus respectivas
madres al momento de considerar los derechos de las mujeres a participar en
política. En esta conferencia, Castillo Ledón también presidió la Comisión
Interamericana de Mujeres, quien solicitó con éxito que la frase “Los dere-
chos iguales de hombres y mujeres” fuese incluida en la carta constitutiva
de las Naciones Unidas. En 1947, Castillo demostró el papel central que

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 249


Sarah A. Buck

desempeñaba la maternidad en el feminismo al sostener que “la era del femi-


nismo asexual primitivo” había pasado y ahora “la reivindicación femenina se
basa en la elevación de la condición general de la mujer y, especialmente, de
la función de esposa y madre”.
La importancia de este discurso y de otros que abordaban asuntos en
torno a la maternidad, en la lucha por el derecho al sufragio, es evidente, pues
cuando las mujeres recibieron el derecho a votar en las elecciones municipales,
en 1946, y en las elecciones nacionales, en 1953, los presidentes mexicanos
justificaron estos derechos con argumentos en cuanto a la maternidad. Cuan-
do el presidente Miguel Alemán envió al Congreso su propuesta de modificar
el Artículo 115 constitucional, solo días después de haber tomado posesión,
expresó que las virtudes maternales de las mujeres justificaban su entrada a la
esfera cívica y que moralizarían y purificarían a la comunidad política con la
conciencia de otras tendencias políticas y económicas nacionales e internacio-
nales, con la convicción de que “la mujer mexicana aceptará conscientemente
estas condiciones, traídas por el desarrollo histórico y que la elevarán a acti-
vidades del orden público, sin que deje de ser... la incomparable madre, la
abnegada e industriosa esposa, la hermana leal y la hija prudente que siempre
ha sido”. Ruiz Cortines fue todavía más lejos con su propuesta de reformar el
Artículo 34 constitucional, la cual envió al Congreso solo nueve días después
de tomar posesión en 1952, al afirmar que eran en realidad las cualidades de
la mujer como madre las que la capacitaban para su misión cívica: “Considero
que las mujeres tienen derecho a participar en la política, no por igualdad o
un sentido de justicia, sino porque desde la casa ellas ayudarán a los hombres
y resolverán con abnegación, trabajo, fuerza espiritual y moral, problemas
como la educación y la asistencia social habitación, alimentación, ropa y me-
dicinas, todos los cuales resuelven diariamente las madres y amas de casa”.
La organización de las mujeres por el derecho al sufragio y a los recur-
sos económicos en la década de 1940 fue llevada a cabo por muchas mujeres
que habían participado activamente en organizaciones feministas en la
década anterior. Aunque desaparecieron algunas Ligas y coaliciones femeni-
nas y aparecieron nuevos grupos con las mismas o con diferentes lideresas.

250 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

Por ejemplo, en Yucatán el Bloque Radical Revolucionario Femenino, el


Sindicato de Obreros y Campesinos de Yucatán y la Central de Comunidades
Agrarias y Sindicatos Femeninos dieron lugar a nuevas coaliciones, a veces
dirigidas por las mismas mujeres. Aurora Cobán de Cervantes, lideresa de
la Central de Comunidades Agrarias y Sindicatos Femeninos y del Sindicato
de Obreras y Campesinas de Yucatán en 1930, se convirtió en la secretaria
general de la Unión de Mujeres Socialistas. En la década de 1950 Aurora
adquirió la misma posición en el Bloque Estatal de Mujeres Socialistas Asa-
lariadas de Yucatán. Esperanza Carrillo, del Bloque Radical Revolucionario
Femenino de los años treintas, en 1947 ayudó a la Federación de Organiza-
ciones Femeninas de Yucatán a establecer un centro de trabajo para mujeres.
Estas organizaciones tenían oficinas en la Casa del Pueblo, de Mérida, donde
trabajaban para defender los derechos laborales de las mujeres.
Aunque durante la década de 1940 el número de organizaciones femi-
nistas se redujo, el movimiento feminista continuó atrayendo de manera sig-
nificativa la atención de la prensa y de representantes del gobierno. Además
de una renovada atención a los discursos y proyectos sobre la maternidad,
también trajo un aumento del número de mujeres trabajadoras y de organi-
zadoras, así como su reconocimiento. A medida que las activistas creaban
redes más sofisticadas de grupos femeninos, especialmente en áreas urbanas,
y les daban a las mujeres acceso a nuevos recursos económicos productivos,
mismos que ellas podían usar como amas de casa o como madres solteras
trabajadoras, las activistas hacían destacar el papel de las mujeres como or-
ganizadoras. A lo largo de esa década las mujeres involucradas en estas redes
crearon talleres de costura, lavanderías, baños públicos, instalaciones para el
cuidado de los niños, escuelas y centros de alfabetización. También organi-
zaron brigadas sanitarias móviles y erigieron centros de maternidad, clínicas
y orfanatos. Además proporcionaron entrenamiento en puericultura, cui-
dados médicos de emergencia y administración doméstica. Así, las mujeres
se convirtieron en enfermeras, trabajadoras sociales y defensoras civiles, y
adquirieron destrezas militares, como el uso de armas y la vigilancia, y a
ejecutar funciones industriales para el país.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 251


Sarah A. Buck

6. CONCLUSIONES

En Yucatán se produjo un movimiento feminista particularmente vigoroso


y activo en los años que siguieron inmediatamente a la Revolución. Este
movimiento se basó en organizaciones del siglo XIX y se fortaleció de ma-
nera importante con el apoyo de las administraciones gubernamentales de
Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto. Las feministas yucatecas estaban
a la vanguardia de las organizaciones femeninas en México durante la década
de 1920 y formaron una amplia red de Ligas femeninas que trabajaron para
erradicar el alcoholismo, el uso de drogas y la prostitución; crearon cocinas
comunitarias, enseñaron a leer y escribir, oficios, economía familiar y prác-
ticas higiénicas. Incluso varias mujeres fueron elegidas para puestos públicos
en Yucatán, a pesar de no tener el derecho al voto. Pero sin duda alguna, la
acción más controvertida de las organizaciones femeninas fue la difusión de
la planificación familiar para el control de natal.
Durante las décadas de 1930 y 1940 las organizaciones femeninas de
Yucatán como las de corte nacional, modificaron su estilo organizativo y sus
contenidos discursivos en concordancia con las transformaciones políticas. A
principios de los años treintas, los grupos de mujeres se aliaron con el recién
formado Partido Nacional Revolucionario —el Partido oficial del Estado
mexicano— con el principal Partido opositor de México, el Partido Comu-
nista Mexicano o con ambos. Las organizaciones afiliadas a ambos Partidos
tendieron a enfatizar el papel de las mujeres como trabajadoras y adoptaron
el lenguaje internacional del comunismo y el socialismo para justificar el
acceso de las mujeres a nuevas funciones económicas y políticas. Para hacer
esto pugnaron por el establecimiento de granjas colectivas para mujeres y de
comunidades agrícolas para emplear a mujeres desempleadas, y defendieron
la Ley federal de trabajo.
En la segunda mitad de la década de 1930, a medida que las for-
maciones políticas fascistas y corporativistas cobraban fuerza, las mujeres
formaron organizaciones de tipo frente popular, como la Liga Nacional Fe-
menina, el Frente Único Pro Derechos de la Mujer y el Sector Femenino

252 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


La organización de las mujeres yucatecas, 1923-1953

del Partido Nacional Revolucionario. Las lideresas feministas urbanas or-


ganizaron a las mujeres urbanas y rurales en brigadas para cultivar la tierra;
establecieron cursos de alfabetización y costura, campañas de higiene y para
combatir el alcoholismo, asimismo protegieron los derechos de las mujeres
trabajadoras, delineados en el Código laboral de 1931. También intentaron
llevar al campo los beneficios materiales y políticos de esta forma de orga-
nización cooperativa y de frente popular, mediante la creación de afiliados
locales del Frente Único Pro Derechos de la Mujer, la Liga Nacional Feme-
nina, del Partido Nacional Revolucionario Sección Femenina y de las Ligas
agrarias femeninas.
En la década de 1940 las organizaciones de mujeres yucatecas se enfo-
caron por el derecho al sufragio y a mejorar de sus condiciones económicas
y de vida. En este contexto surgieron acciones de bienestar social que aten-
dían a las madres y al infante. La maternidad se valoró y fue promovida más
que nunca como una estrategia femenina para reclamar más derechos para
las mujeres. De hecho, los presidentes Alemán y Ruiz Cortines usaron ar-
gumentos maternalistas para justificar las reformas que daban a las mujeres
el derecho al voto. En Yucatán, como en todo el país, la presencia y el éxito
de las mujeres como organizadoras permitieron lograr el derecho al voto
femenino en 1953, pues sus acciones enfocadas a resolver las necesidades
económicas de las mujeres —como las Ligas femeninas—, contribuyeron
tanto como los argumentos de las sufragistas y las campañas de peticiones
escritas, para la adquisición del derecho al voto femenino. Todas las mu-
jeres activistas ayudaron a probar que las mujeres podían actuar responsa-
blemente y combinar de manera efectiva sus funciones de madres y como
actoras cívicas.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 253


Sobre los autores

Sarah A. Buck. Historiadora. Obtuvo su doctorado de la


Universidad Rutgers (2002) y la maestría en biblioteconomía
y ciencias de la información en la Universidad del Norte de
Texas (2006). Sus investigaciones se han encaminado a la histo-
ria de América Latina, a la historia comparativa y la historia del
género. Entre su publicaciones destacan “An Inspired Hoax:
The Antebellum Reconstruction of an Eighteenth-Century
Long Island Diary” (1995); “Response to an Uninspired Hoax:
Judith E. Greenberg and Helen Carey McKeever, Journal of a
Revolutionary War Woman” (1996); “Treinta años de debates
feministas: México 1923-1953” (2001); “El control de la nata-
lidad y el día de la madre: política feminista y reaccionaria en
México, 1922-1923” (2001); “Rosa Torre González: Soldadera
and Feminista” (2003); “New Perspectives on Female Suffra-
ge” (2005); “Women and Social Welfare in Mexico” (2005);
“The Meaning of the Women’s Vote in Mexico: 1917-1953”
(2007); “Constructing a Historiography of Mexican Women
and Gender” (2008). En la actualidad es bibliotecaria de la Uni-
versidad Estatal de Florida.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 255


Sobre los autores

Sterling Evans. Historiador. Obtuvo la maestría (1992) y


el doctorado (1997) por la Universidad de Kansas. Es especia-
lista en historia agrícola y ambiental e historia política y eco-
nómica de América del Norte, América Central y el Caribe.
Es autor de los libros The Green Republic: A Conservation History
of Costa Rica (1999); Bound in Twine: The History and Ecology of
the Henequen-Wheat Complex for Mexico and the American and Ca-
nadian Plains, 1880-1950 (2007), y redactor del volumen The
Borderlands of the American and Canadian Wests: Essays on Regional
History of the 49th Parallel (2006). Actualmente está conclu-
yendo el libro Damming Sonora: Water, Agriculture, and Environ-
mental Transformation in Northwest Mexico. Ha publicado varios
artículos y ha investigado el sistema de parques nacionales en
Cuba y la historia ecológica del norte de México y occidente
de los Estados Unidos y Canadá. Ha impartido cursos en los
Departamentos de Historia de las provincias de Alberta y Ma-
nitoba, Canadá. En la actualidad es profesor de la Universidad
de Oklahoma.

Ben Fallaw. Historiador. En 1988 obtuvo su licenciatura en


la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y en 1995
su doctorado en la Universidad de Chicago. Ha publicado in-
numerables artículos y capítulos de libros. Entre sus obras más
importantes están: Cárdenas Compromised: The Failure of Reform
in Postrevolutionary Yucatán (2001); Religion and State Formation
in Postrevolutionary Mexico, 1929-1940 (2013); Heroes y Hero
Cults in Latin American (con S. Brunk, 2006); Peripheral Visions:
Politics, Society, and the Challenges of Modernity in Yucatan (con
E. Terry, G. M. Joseph, y E. Moseley, 2010); Forced Marches:
Soldiers and Military Caciques in Modern Mexico (con T. Rugeley,
2012). Actualmente está por concluir un libro titulado Between

256 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Sobre los autores

the Maya and the Mexican Revolution: Bartolomé García Correa and
Mestizo Ethnopolitics. Es profesor e investigador de historia de
América Latina en Colby College.

Inés Ortiz Yam. Historiadora. Licenciada por la Univer-


sidad Autónoma de Yucatán (1998) y maestra (2002) y doctora
(2011) por El Colegio de México. Sus estudios se han encauza-
do a la historia social de los mayas coloniales y a los temas agra-
rios de los siglos XIX y XX. Es autora de la Visita de Diego García
de Palacio a Yucatán, 1583 (con S. Quezada, 2009); Yucatán en
la ruta del liberalismo mexicano, siglo XIX (S. Quezada, 2008);
De milperos a henequeneros en Yucatán, 1879-1937 (2013); “Los
montes yucatecos: la percepción de un espacio en las fuentes
coloniales” (2009); “Comunidad, mulmenyah y patrimonio co-
lectivo en Yucatán, siglo XVI” (2002); “Ciudadanía indígena
y propiedad individual a fines del siglo XIX” (2005); “El des-
contento de los pueblos yucatecos a finales del siglo XIX.
Una aproximación a la percepción de los milperos durante el
proceso privatizador” (2005); “Romualdo Chablé y su asenti-
miento a las caricias del peine: los indígenas en el contexto de la
nación moderna a fines del siglo XIX” (2006); “De documento
oficial a fuente histórica: las memorias de gobierno. Yucatán y
Campeche, 1826-1862” (2010); “Peones y jornaleros en el re-
parto henequenero de Yucatán, 1934-1937” (en prensa); “Exac-
ción y vigilancia. Las repúblicas indígenas del régimen liberal:
Yucatán, 1824-1868” (en prensa) y “Distribución y administra-
ción de los montes yucatecos: época colonial” (en prensa). Ac-
tualmente es investigadora de la Unidad de Ciencias Sociales del
Centro de Investigaciones Regionales, Dr. Hideyo Noguchi de
la Universidad Autónoma de Yucatán.

HISTORIA GENERAL DE YUCATÁN • 257


Sobre los autores

Franco Savarino. Historiador. Obtuvo su licenciatura en


la Universidad de Turín (1991), su primer doctorado en la
Universidad Nacional Autónoma de México (1995) y su se-
gundo doctorado en la Universidad de Génova (1996). Ha
realizado estancias posdoctorales en la Universidad de Leiden,
(1997-1998) y en la Universidad de Turín (1999-2000). Sus
investigaciones se han centrado en el estudio de Yucatán de los
siglos XIX y XX, de las relaciones entre Estado e Iglesia católi-
ca, de las relaciones entre México e Italia y del nacionalismo y
el fascismo como fenómenos políticos modernos. Ha publica-
do una extensa cantidad de artículos, capítulos y libros, entre
los que destacan: Pueblos y nacionalismo, del régimen oligárquico a
la sociedad de masas en Yucatán, 1894-1925 (1997); El cultivo de
las élites. Grupos económicos y políticos en Yucatán en los siglos XIX
y XX (con M. Pérez, 2001); México e Italia. Política y diplomacia
en la época del fascismo, 1922-1942 (2003); Los orígenes de la
Ciudad del Vaticano. Estado e Iglesia en Italia, 1913-1943 (con
A. Mutolo, 2007); Historia Universal I (con A. Mutolo, et al.,
2011) y Latinidades distantes. Miradas sobre el fascismo italiano
en América Latina (en prensa). Desde 1993 es profesor de la
Escuela Nacional de Antropología e Historia.

258 • Yucatán en el México posrevolucionario, 1915-1953


Historia General deYucatán
Dirigida por Sergio Quezada

Yucatán en el México posrevolucionario


1915-1953
5

La edición se realizó en el Departamento Editorial de la


Universidad Autónoma de Yucatán. La impresión se hizo en
Solar, Servicios Editoriales S.A. de C.V., calle 2 núm. 21,
San Pedro de los Pinos, C.P. 03800 México, D.F., con un tiraje
de 1 000 ejemplares en papel couché crema de 230 g en interiores
y cartulina couché de 150 g en forros.

Se terminó de imprimir en julio de 2014 en México, D.F.

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