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BONANZA HENEQUENERA DE YUCATAN

ORÍGENES

Las haciendas henequeneras yucatecas surgieron en la


segunda mitad del siglo XIX por impulso de las antiguas
familias que desde la época colonial poseían grandes
propiedades territoriales, por la participación de sus
herederos y por los nuevos grupos ricos que se habían
desarrollado en el comercio.

Estas haciendas fueron el resultado de la transformación de las haciendas maicero-ganaderas


establecidas por los españoles durante el tiempo de la colonia. Las grandes haciendas henequeneras
representaron durante 100 años la base de la economía de Yucatán. La increíble acumulación de
riquezas de las familias que poseían las haciendas se basó en la más aguda explotación del trabajo
humano, así como en la gran habilidad de los hacendados para controlar las diversas situaciones
económicas y sociales que se presentaban en sus propiedades.

El auge del cultivo del henequén en el siglo XIX, el declive de la cría del ganado y el cultivo de la caña
de azúcar como productos de exportación, se han atribuido especialmente a tres acontecimientos:

1) La llamada Guerra de Castas, iniciada en 1847, que destruyó la industria del azúcar y otros cultivos
del oriente y sur del actual estado de Yucatán.

2) El invento de la raspadora mecánica para desfibrar, hecho por José Esteban Solís en 1852, quien
pudo desfibrar 6,300 pencas en 21 horas.

3) La gran demanda de cordel, derivada de la invención de la cosechadora de trigo McCormick en


Estados Unidos, en 1878.

Durante la época porfiriana (1876 - 1911), Yucatán tuvo un formidable progreso que se manifestó
en las transformaciones de la ciudad de Mérida: avenidas, paseos, edificios públicos, residencias
privadas, servicios de agua, luz, etc.; todo tuvo importante presencia por las riquezas creadas,
teniendo como base la producción henequenera que se comercializaba en el mercado
norteamericano. Más de un millar de haciendas laboraban a principios de siglo, y Yucatán vendía
anualmente en el extranjero henequén por valor de unos 20 millones de pesos.

No obstante, los hacendados yucatecos no conformaban un grupo homogéneo económica e


ideológicamente, existían serias diferencias entre ellos por orígenes e intereses que representaban.
LA ZONA HENEQUENERA YUCATECA

La zona henequenera comprende el noroeste del actual


estado de Yucatán. El contenido histórico y
arquitectónico de la región está definido por la
presencia de las ruinas mayas, la arquitectura de la
colonia y, la de la nueva nación independiente. Fue un
lugar lleno de dramatismos y contrastes (y lo continúa
siendo, solo que en otro contexto social), escenario de
luchas y memorias, evidencias de distintas épocas de la
historia del poder y de la resistencia.

Los hacendados se vieron en la necesidad de trasladarse continuamente entre sus propiedades y


Mérida por motivos de negocios y por formar parte de una clase social que se fortalecía entre sí con
un gran número de actividades como las efectuadas en los clubes, en paseos como el carnaval,
culturales como el teatro, y en general una vida urbana cuyas exigencias transformaron el mundo
del hacendado. La mayoría de los hacendados vivía prácticamente en Mérida y se trasladaban por
temporadas con su familia a sus propiedades que funcionaban como casas de campo.

El henequén creo un escenario completamente nuevo que abarcaba el paisaje y los edificios de la
hacienda, incluyendo las viviendas de los trabajadores. Fue un mundo de imágenes moderno,
contradictorio y vasto. La casa principal expresaba la presencia del hacendado; la casa de máquinas,
concebida muchas veces como un verdadero templo o palacio del trabajo; la iglesia o capilla como
parte de la casa principal o ligada a esta, simbolizando a la religión como propiedad del hacendado,
que paternalmente la pretendía compartir con los acasillados y sirvientes; las casas de estos,
modernas también, de mampostería y teja, ubicaban al peón el nuevo mundo, apropiado por el
hacendado que abarcaba todo el territorio visible de los henequenales, los edificios y los espacios
abiertos del interminable paisaje, del cual solo escapaba el cielo.

Los hacendados viajaban frecuentemente a Europa y la mayoría de sus hijos estudiaba en el


extranjero. Esta segunda generación de hacendados con grandes pretensiones y posibilidades
entendió su "misión de civilizar" a la europea su tierra, que cincuenta años atrás estuvo amenazada
por los mayas sublevados durante la Guerra de Castas. La cultura y el mundo de ideas adoptados
por los hacendados fueron la de la civilización europea, y en especial, la francesa.
LAS HACIENDAS COMO CENTROS DE POBLACIÓN

Las haciendas henequeneras necesitaron de una gran población permanente en ellas, para hacerse
cargo de las tareas cotidianas.

En general, para realizar las actividades productivas había dos tipos


de trabajadores: los acasillados, que residían permanentemente en
la hacienda, y los peones, que eran contratados de acuerdo a los
requerimientos de la producción y provenían de los poblados
vecinos.

Para lograr el arraigo de los trabajadores acasillados y aislarlos de los pueblos, el dueño de la
hacienda debía proveerlos de condiciones de vida semejantes a la de los poblados. Además de
proporcionarles una vivienda, era necesario dotarlos del equipamiento comunitario
básico. Dependiendo de las dimensiones de la hacienda, los trabajadores tenían, entre otras cosas:
plazas públicas, capilla, escuela, dispensario médico, tienda de raya, cementerio, calabozos y
espacios recreativos en las plazas. Las plazas públicas cumplían una función importante en la
organización de la producción. Antes del amanecer sonaba la campana y los trabajadores acudían a
la plaza para que se les asignaran sus tareas. También ahí se ejecutaban los castigos, convirtiéndose
en espacios cargados con un gran significado. Estos espacios también eran utilizados para
actividades religiosas como las festividades del santo patrono de la hacienda, en las que se
realizaban desde bailes hasta corridas de toros. Por otra parte, a través de mecanismos compulsivos,
no exentos de violencia, como los préstamos, los trabajadores adquirían deudas que les obligaban
a permanecer en la hacienda, continuando así una disposición legalizada desde la época colonial.

CONDICIONES DE VIDA DE LOS TRABAJADORES

La población trabajadora estuvo de manera permanente al servicio de las haciendas, y se procuraba


que contrajeran deudas las cuales fueran un sacrificio de su libertad para el resto de sus días. Este
régimen de deudas y servidumbre perduro hasta 1914. Los campesinos avecindados en las
haciendas no tenían libertad de trabajo. La condición de los sirvientes acasillados en las haciendas
era muy similar a la de los campesinos de la Europa Medieval (servidumbre de gleba), no estaban
vinculados al dueño sino a la tierra. Los sirvientes no eran esclavos, conservaban ciertos derechos
civiles; tampoco eran libres, pues estaban arraigados y obligados a prestar servicio sin su voluntad.
Sus derechos políticos eran ficticios. No podían separarse de la hacienda, eran reintegrados por la
autoridad. El salario no era estipulado por ellos. A cambio de casa y parcela se les exigía una jornada
semanal de trabajo sin remuneración.

Por lo que respecta a los derechos de los trabajadores se ha señalado que muchos eran propietarios
de diversas clases de animales domésticos y algunos hasta de unas cuantas cabezas de ganado.
Tenían derecho a cultivar maíz. Sus deudas se originaban generalmente en préstamos para bodas,
bautizos, velorios, fiestas. La servidumbre gozaba de relativo bienestar, no tanto por humanidad,
sino por propio interés o egoísmo del hacendado. Había escasez de braceros, por lo que los
hacendados hicieron venir a Yucatán, a gran costo, millares de trabajadores contratados en China,
Corea y las Islas Canarias. El jornal era un poco superior al de los campesinos de otros estados. En
las haciendas el ausentismo del dueño hacía que la autoridad quedara en esas ocasiones en manos
del mayordomo. Se azotaba a los peones si salían de la propiedad sin permiso. En la tienda de raya,
era donde se endeudaban los peones. Ellos nunca recibían dinero, se encontraban medio muertos
de hambre y trabajaban casi hasta morir.

FIN DEL AUGE HENEQUENERO

A pesar de su rápido crecimiento, Yucatán -con 400 mil ha


sembradas- era el único productor de henequén y no lograba
cubrir la demanda mundial, lo que propició una vertiginosa
alza de precios que en pocos años enriqueció a los
hacendados; así, esta fibra pasó a ser conocida como “el oro
verde”.

A partir de 1920 empezó el declive de la industria henequenera mexicana, ya que en ese entonces
se comenzó a exportar fibra desde Brasil, Cuba, Haití y principalmente Kenia y Tanganica. Además,
la Revolución mexicana y la reforma agraria dividieron esas inmensas plantaciones entre los
campesinos, con lo que la producción del henequén decayó. El golpe final fue provocado, a finales
de los años sesenta, por el desplome de los precios y su desplazamiento por la industria
petroquímica.

El futuro, sin embargo, pudiera no ser tan negro para el henequén y las haciendas, pues según
recientes investigaciones se está demostrando que, frente a las fibras sintéticas, el soskil o fibra del
henequén es más resistente, soporta mayor carga durante mayor tiempo y conserva mejor los
productos que se transportan en costales hechos con esta fibra. Además, de su pulpa se extraen
esteroides para la industria farmacéutica.

REFERENCIAS:

 www.mayas.uady.mx
 “Henequén, oro verde en época prehispánica”, 05/02/18, disponible en: www.gob.mx
 “Periodo del Porfiriato”, 05/02/18, disponible en: www.merida.gob.mx

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