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Título: El Orden Público en el Derecho Societario argentino.

Vigencia y embates de la posmodernidad


Autor: Martorell, Ernesto E.
Publicado en: LA LEY 05/11/2018, 05/11/2018, 1
Cita Online: AR/DOC/2323/2018

Sumario: I. Introducción.— II. El asedio al orden público en materia societaria.— III. Sobre la vigencia
del "orden público" en materia societaria y la necesidad de la interpretación republicana de las leyes.—
IV. Conclusiones.

La ofensiva "posmoderna" en contra de la vigencia del Orden Público en materia societaria, se da en un momento
en el cual la redefinición del concepto de "persona jurídica" por parte del legislador del 2015 y las significativas
reformas introducidas en la llamada "Teoría de la Responsabilidad Civil" acaban de abrir un amplio panorama que
podría terminar con el amplísimo "bolsón de impunidad".
(*)
I. Introducción
Puede sostenerse, como lo hiciera en algunos trabajos anteriores, que hasta hace no hace muchos años, y más
allá de las dificultades que todo lo vinculado con el tema suele exhibir, existía consenso en que el Orden Público
es la situación de normal funcionamiento de las instituciones públicas y privadas, en que las autoridades ejercen
sus atribuciones propias y las personas hacen uso pacífico de sus derechos y libertades (1).
Y, aun cuando el "Orden Público" está representado en el Derecho Público por la tranquilidad y la paz social
que proviene del respeto generalizado al ordenamiento jurídico, y se reconoce que en el ámbito de los particulares
no es una pertenencia del Derecho Civil, nuestros "hermanos cultos" —los civilistas— suelen asimilarlo al
conjunto de principios jurídicos, políticos, morales y económicos obligatorios para consolidar el orden social de
una comunidad en una época determinada (2).
¿Por qué la necesidad recurrente de volver sobre este tema? Pues, por dos motivos:
El primero, compartiendo la opinión de Esparza de que estamos ante "Un tema que excede lo jurídico y hace a
la esencia de nuestra comunidad, y además incita a pensar la Patria. Nuestra pobre patria cautiva, tan huérfana de
caballeros andantes que la defiendan..." (3).
El segundo, por el persistente asedio que exhibe en nuestra comunidad jurídica —en estas épocas de
posmodernidad— la noción de Orden Público, probablemente fruto del hartazgo que motivara el autoritarismo, la
intromisión pública y el enorme retroceso que, cuando menos en materia jurídica, representara nuestro pasado
reciente, y sus "Leyes de Medios" e intentos de "Democratización de la Justicia", con elaboraciones jurídicas
deficientes concebidas taylor made para ponerlas al servicio del Príncipe de turno.
Todos sabemos que en el Derecho Privado el Orden Público actúa como límite a la autonomía de la voluntad,
resultando nulos los actos o contratos cuyo contenido sea contrario a los intereses colectivos de una comunidad
plasmados en principios y reglas de derecho (4).
Nadie ignora, es más, resulta un verdadero "lugar común" del Derecho, prácticamente, "desde siempre": esto
es, aun con anterioridad a la sanción de las leyes 19.550 y 19.551, han existido quienes —en aras de no entorpecer
el dinamismo de los negocios y favorecer las necesidades de libertad de la actividad mercantil— vienen
insistiendo por la morigeración de la incidencia del Orden Público (5).
Sin embargo para Enrique Zaldívar, que fuera uno "de los Padres Fundadores" de la ley 19.550, el amparo del
Orden Público constituía uno de los criterios generales que inspirara el régimen de la entonces Ley de Sociedades
Comerciales (6) ((hoy Ley General de Sociedades [LGS]) y ello porque, en palabras de Isaac Halperin que
siempre traigo a colación, todo lo vinculado con la vida y la salud de nuestras sociedades reviste interés nacional
(7).
Es por eso, precisamente, que la disciplina de las sociedades mercantiles en nuestro país, desde la perspectiva
de lo técnico, y fundamentalmente el régimen tutelar del socio, pasa como mínimo por dos meridianos:

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El primero tiene que ver con la defensa del accionista desde su faz o aspecto individual, al cual el derecho
continental europeo, en el que abreva la doctrina y la jurisprudencia nacional, considera necesario brindarle un
amparo à outrance, por estar vinculado específicamente su situación con el derecho de propiedad (8).
Esta visión ha sido reconocida en la República Argentina por el Organismo Administrativo de Contralor
Societario (IGJ) el cual, en un leading-case en su momento muy comentado —me refiero a "Viejo Cimarrón
SA"— sostuvo que "El derecho de los accionistas a la proporcionalidad se relaciona con la integridad de la
propiedad accionaria; y esta viene involucrada en las garantías de su uso y disposición, amparadas
constitucionalmente, lo que impone interpretar el plexo de las disposiciones legales, de manera compatible con la
efectividad de las prescripciones constitucionales" (9).
Dicho "amparo constitucional" tendría que ver, por ejemplo, con la imposibilidad de suprimir o condicionar
derechos como el de suscripción preferente o el de acrecer (arg., art. 194, in fine, LGS), custodiando de ese modo
los derechos económicos (léase, al dividendo, a la cuota liquidatoria, etc., etc.) y políticos (o sea, a elegir y ser
elegidos), conservando el socio no sólo sus derechos de información sino, en lo principal, los de voto, en torno a
los cuales habrá de quedar condicionado el ejercicio de aquellos (10).
El segundo meridiano pasa por la perspectiva de "los accionistas" entendidos "como colectivo" integrado por
los titulares del capital social del ente; o sea, por su médula.
Y, desde este ángulo, es de toda evidencia que son aquéllos —en tanto constituyentes y/o, en su caso,
aportantes del capital que le permitiera a la sociedad conformarse como sujeto de derecho independiente—,
quienes tendrán el derecho prioritario, como afirma el recordado maestro boloñés, de decidir su suerte.
¿Y qué implica decidir acerca del futuro y/o la suerte de una compañía mercantil?
Pues, en la práctica, ello reside en la posibilidad de fijar las políticas empresariales en la asamblea y, de creerlo
conveniente, determinar la eventual apertura del ente al ingreso de otros capitales. Esto último, como nadie
ignora, habrá de significar un cambio en la estructura personal primaria de aquellos que constituyeron y/o
engrandecieron la compañía (11).
Tenemos entonces que la normativa que regula a las sociedades —y fundamentalmente a las SA— ha sido
modelada sobre la garantización por parte del legislador de un equilibrio en la tutela de los intereses de los socios,
los acreedores, los inversores u ahorristas y los terceros (12), en la cual el Orden Público posee y debe seguir
poseyendo un rol fundamental.
No se me escapa que hay quienes, como Julio César Rivera, entienden que su importancia viene declinando
(13); y que para algunos, se trata de una noción de características "vaporosas" (14).
Empero, como veremos luego, y aun cuando varios de los partidarios de estas posturas de "apertura" —por
llamarlas de alguna manera— que cuestionan a quienes piensan diferente (ora por defender intereses que
consideran encontrados con los propios, como, por ejemplo, el del capital nacional, o el de los accionistas
minoritarios) de mantener posturas "sesgadas", olvidan la prevención efectuada en su momento por Guillermo
Borda.
Es que, como se recordará, hace más de medio siglo el querido maestro destacaba que hay quienes acomodan
las definiciones —fundamentalmente la de "Orden Público"— a las consecuencias que pretenden extraer, sin
limitarse a la consideración del concepto en sí (15), lo cual considero necesario revincular con las ideas de Duncan
Kennedy (16), quien suele poner de relieve que en no pocas ocasiones lo que se afirma tiene que ver con la
influencia de la ideología en el derecho y en sus operadores.
En lo personal entiendo que no es casual que todos los embates contra el Orden Público que me preocupan,
fundamentalmente en materia societaria, y que comienzan a multiplicarse, hayan fructificado en estos tiempos de
crowfunding, en los cuales, "so capa" de darle un cierre a una etapa oscurantista del derecho caracterizada en
nuestro país por las posiciones binarias, contra las que siempre he combatido en soledad y por lo cual tan elevado
costo pagara, se comiencen a desmantelar todos los controles sin efectuar previamente un análisis cuidado acerca
de las gravísimas consecuencias futuras que ello puede llegar a aparejar.

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II. El asedio al orden público en materia societaria
No me cabe ninguna duda que, a esta altura de mi discurso, hasta el lector menos avisado debe tener en claro a
qué atiendo; pues, a llamar a la reflexión, como vengo haciendo desde hace ya varios años, sobre la creciente
tendencia —que en su momento califiqué de verdadera "cabecera de puente" doctrinaria— que pretende que se
acepte que en materia societaria nada es de Orden Público, que este ni impera ni debe imperar como límite a las
decisiones corporativas, por lesivas que fueren para los valores comunitarios fundamentales, y que las mayorías
de capital que controlan a las grandes sociedades —siempre circunstanciales, al igual que las mayorías políticas—
están facultadas para hacer lo que quieran, aunque se trate de violar la ley, el estatuto y el reglamento.
Y finalmente que la asamblea, obviamente controlada por las mayorías, todo lo podrá disculpar, a través de
una especie de "absolución" sacerdotal que liberará a los réprobos de todos los pecados cometidos por ellos, por
mortales o sacrílegos que fueran.
En lo personal, y más allá de que tal resulta claramente encontrada con esquemas de pensamiento como el de
la Doctrina Social de la Iglesia, que siempre ha buscado poner límites al desenfreno y a los abusos del capital, veo
además a lo anterior sumamente grave fundamentalmente en países como el nuestro. Y ello porque ese vale todo
que se pretende, al cual el Orden Público siempre coloca en su justo límite, indefectiblemente habría de ser
invocado, si el esquema normativo y/o interpretativo libertario que se pretende entronizar fracasa, para denostar y
en lo posible demoler el sistema capitalista liberal en que se inserta la República Argentina.
Veamos:
II.1. El asedio al Orden Público Societario desde un marco general
He dicho ya en trabajos anteriores, que inclusive entre los societaristas más jóvenes, hay quienes como Balbín
han sostenido que —aun aceptándose que derechos del accionista como el de voto acumulativo y de receso "son
indisponibles y por ello indisputadamente de interés público"— debe destacarse que resultan "...ajenos al orden
público, por lo que podría tolerarse la afectación de sus derechos sin violentar garantías constitucionales".
La realidad es que dichos derechos, como el de suscripción preferente o el de acrecer, tienen una liaison
incuestionable con la propiedad de las tenencias accionarias de un socio, lo que para algunos —en posición
discutible— quizás merezcan menos protección que la casa-habitación del hombre común, aunque en los hechos
se trate de lo mismo.
Empero, y como lo recordaba hace cerca de medio siglo el insigne Sebastián Soler, "... la propiedad es, por
excelencia, del dominio de las relaciones privadas, pero la negación de la posibilidad de ese derecho dentro de las
relaciones privadas afecta el orden público, porque la propiedad, como principio, arraiga en la Constitución" (17)
.
Dado por válido lo anterior, y remitiéndonos al ámbito del derecho societario, vemos que Balbín sostiene que
"La detección de normas de orden público en el régimen societario es una tarea improbable" (18), siendo dable
colegir que, si no las detecta, es porque para él no existen, para culminar afirmando que "...se ha llegado a afirmar
la imposibilidad sin más de que una decisión societaria lesione el orden público", y que "...una resolución social
no podría alterar el orden público ni atentar contra normas de ese carácter" (19) .
En lo personal he controvertido directamente lo anterior mediante un lamentable ejemplo de la realidad
argentina reciente por todos conocido:
Como se sabe, y de atenernos a las declaraciones del titular —por lo menos "formal"— de uno de los
Conglomerados Societarios, actualmente sometido a numerosas causas judiciales, solamente a través de una de las
Sociedades Petroleras que integran su Grupo "...evitó pagarle a la AFIP el dinero recaudado de todos nosotros por
el Impuesto a la Transferencia de los Combustibles" (ITC) durante 4 años por más de $7.600 millones" (20), en
una época en que la cotización del dólar fluctuaba entre $4 y $10 la unidad, para tomar conciencia de la
envergadura real de lo evadido (circa de u$s 1500 millones).
Pero además, y como también fuera objeto de reconocimiento, ese descomunal perjuicio comunitario, fruto de
las decisiones societarias correspondientes, fue causado mientras la sociedad de marras —por sí y/o a través de
otra compañía del conglomerado empresario— compraba títulos públicos en dólares por centenares de millones
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durante el año 2015 "para 'cubrirse' de la devaluación" (21) .
Las conductas anteriormente mencionadas, consistentes en prevalerse de beneficios exclusivos de la AFIP a
los que no pudieron recurrir otras grandes firmas de hidrocarburos que operan en el país, motivaron en contra de
sus númenes dos causas penales por "...defraudación contra las arcas del Estado... por más de $8.000 millones
mediante la retención del ITC y su uso posterior para financiar la expansión del Grupo..." (22), las que habrían
sido promovidas por la Auditoría General de la Nación y por un Fiscal Federal respectivamente (23).
De este modo, y en claro desmentido a lo afirmado por el autor al que me he venido refiriendo, nos
encontramos con que —en casos lamentables tramitados por ante la propia Justicia argentina— mediante
decisiones societarias adoptadas mientras se encontraba vigente el llamado "cepo cambiario", evasores de miles
de millones concretaban durante el año 2015 compras cuantiosas de BODEN 2015 y BONAR 2017 "en dólares"
"...por cuenta y orden de otras empresas del Grupo" (24), amén de adquisiciones y apuestas "al dólar futuro",
mediante lo que corporativamente calificaban de "...flujo sobrante" (25), causándole gravísimo perjuicio al erario
público y a la República.
¿Puede sostenerse entonces que "...una resolución social no podría alterar el orden público ni atentar contra
normas de ese character" (26)?
Se comprueba con lo expuesto, el altísimo grado de lesividad al interés general, al orden social, colectivo o
público y, finalmente, el daño que generan al haz de principios fundamentales de orden, filosófico, económico,
moral y hasta político de esencial salvaguarda para el mantenimiento de la organización social argentina las
decisiones societarias supuestamente "tolerables" o "convalidables" según algunos autores.
La postura anterior (Balbín) encuentra amparo en la posición mantenida por Rovira el cual, en consonancia
con la visión crítica poseída por él acerca de la regulación de la "persona jurídica" por parte del legislador del
2015, considera necesario "...mejorar la técnica del Código Civil y Comercial estableciendo en forma expresa que
en el derecho societario no existen normas de orden público" (27).
Me remito, al respecto, a lo que acabo de destacar, y al enorme daño comunitario que tal tipo de postulaciones
puede llegar a generar.
Finalmente Manóvil llega a afirmar: "...me parece criticable que la asamblea no tenga facultad de extinguir la
responsabilidad en ciertos supuestos de violación de la ley, del estatuto o reglamento" (28), bien que con las
cortapisas que acto seguido indica, lo que implica —lisa y llanamente— hacer "tabla rasa" con las mandas del art.
275 de la ley 19.550 (29), por cierto que de Orden Público.
II.2. Un caso emblemático
El asedio al Orden Público obstaculizando la aplicación de la "teoría del desconocimiento de la personalidad
societaria".
"Pero los jueces siempre, tanto cuando han aplicado la teoría como cuando la desestiman, afirman que dicha
teoría es de excepción. Por nuestra parte entendemos que debe ser a la inversa, por cuanto si se ha violado la ley,
si es un simple recurso para afectar a terceros, etc., no puede ser que su aplicación sea en forma excepcional, por el
contrario lo que sí debe ser excepcional es que encontrándose acreditado el hecho pueda ser confirmado por la
autoridad judicial" (30).
Siendo estéril, además de interminable, adentrarse en el análisis acerca de por qué los seres humanos
constituyen sociedades, lo cierto es que lo hacen desde tiempos inveterados y que entre sus variantes, tanto aquí
como en el resto del mundo, siempre prefieren aquellas cuyo "tipo" legal les permite limitar su responsabilidad.
Y, permitiendo la "personalidad jurídica"— en palabras de Francesco Galgano— a los socios además actuar
con autonomía patrimonial e imputabilidad diferenciada, en lo que hace a la barrera protectora creada sobre los
bienes aportados por aquellos al Ente que integran, es de toda evidencia que "la barrera" existente sobre el
patrimonio social como consecuencia de la personería jurídica en ciertos "tipos" societarios (SA, SRL, SCA, etc.)
(31), tal como ocurre con las facultades o derechos que otorga cualquier instituto jurídico, podrá ser bien o mal
utilizada, siendo precisamente para este último supuesto que fue desarrollada en el derecho corporativo la llamada
"teoría de la inoponibilidad".
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En los hechos, su aplicación implica la virtual "desaparición" —al ser tenida por inoponible— de la
impermeabilidad patrimonial del ente, permitiendo la persecución directa de quienes actuaron de modo
reprochable (32), tanto con motivo del ejercicio de su poder en la toma de decisiones como en la ejecución
correspondiente por la sociedad de que se trate.
Con respecto a la teoría que estamos analizando, todo lo demás es historia conocida, bastando destacar que,
como todos sabemos, mientras que en el derecho anglosajón las relaciones de control intersocietario y de abuso
entre parent y subsidiary corporations vienen siendo analizadas desde antiguo, y la actuación con reproche legal
en el seno corporativo permite desde tiempos inveterados el corrimiento del velo societario de modo aceptado
(33), en el Derecho continental europeo la doctrina en cuestión, también llamada por los anglosajones del
clean-hands, piercing the veil o del disregard of legal entity, por el contrario, tuvo una recepción sensiblemente
tardía.
En el sentido precedentemente expuesto, la mayor parte de los autores admiten su difusión allí a partir de una
obra de Rolf Serik permanentemente citada (34), de la cual existe una edición española del año 1959, con su
célebre "Prólogo" de Antonio Polo Diez y los "Comentarios..." de José Puig Brutau, y su desembarco en Italia en
1964, fundamentalmente a raíz de los trabajos de Piero Verrucoli (35).
En lo que hace a nuestro país, podemos decir que fue acogida "a la Argentina", esto es, en el marco de las
profundas contradicciones que "desde siempre" han caracterizado a nuestra comunidad jurídica que, mientras por
una parte acepta y a veces hasta anticipa la modernidad, en otras sus miembros rápidamente estructuran
"ideas-fuerza" para intentar neutralizar todo aquello que piensan puede llegar a perjudicar sus intereses, o la de
aquellos a los que representan o patrocinan.
Así, y tras su recepción por nuestra Corte en numerosos fallos de gran difusión a comienzos de los '70
—principalmente, los más que conocidos "Swift-Deltec", "Mellor Goodwin" y "Parke-Davis"— y cuando todavía
la doctrina en cuestión no había tenido siquiera consagración legislativa en la República, vinieron las primeras
reacciones, vaya a saber inspiradas en qué —como ser la invocación y la convocatoria "a la prudencia de los
jueces"—, lo que suele ser un llamador a la generación de males mayores que aquellos que se dice querer evitar
cuando no han ocurrido abusos o afectaciones constatables a la seguridad jurídica, lo que terminó siendo un
presagio de los graves errores futuros en que incurrirían luego parte de los tribunales y no pocos autores.
Así, alguien tan serio como Sergio Le Pera escribió un artículo que denominó: "La doctrina del abuso de la
personalidad. El abuso de una doctrina" (36) siendo que, en los hechos, allá por el año 1974 nadie estaba abusando
de ella en nuestro país.
Muy poco tiempo después Jaime Anaya sostuvo en un célebre "Prólogo" que los argentinos, lejos de adherir
pensadamente a ciertas teorías, solemos apasionarnos con ellas. Y mencionó entre dichos objetos de
apasionamiento a la Teoría de la Imprevisión, a la del Abuso del Derecho y, finalmente, a la de "la Inoponibilidad
de la Personalidad Jurídica" (37).
Lo curioso es que su prologado —me refiero al insigne maestro Julio César Otaegui, de tan afable recuerdo—
muy pocos años después (tan sólo cinco), se referiría a la reforma de la ley 19.550 llevada a cabo a través de la ley
22.903 en el año 1983 —que fue precisamente la que introdujera la doctrina del disregard... en el último párrafo
del art. 54 del texto legal (38)— destacando que nos colocaba a la vanguardia del mundo, porque sólo un par de
cuerpos legislativos podían exhibir algo análogo en el Derecho comparado (39).
La realidad es que, como pusiera de relieve en anterior oportunidad (40), tanto los especialistas como los
tribunales parecieran haber "hibernado" a la "Teoría del disregard...", cuando menos en el ámbito del Derecho
Mercantil en que sólo se la aplicó poco y mal, hasta que llegada la década del '90 los jueces del trabajo, tras
enfrentar verdaderas "miríadas" de juicios en que a Sociedades Anónimas constituidas con sólo $12.000 de capital
(41), se le probaba la existencia de fraudes laborales y previsionales en ocasiones de centenares de miles o aún por
millones de dólares, comenzaron a extenderle la condena solidariamente a directores y controlantes con sustento
en el art. 54 de la ley 19.550.
Lo que siguió fue una verdadera debacle en la materia, porque los laboralistas que defendían a la parte actora
se consideraron obligados a efectuar una interpretación laxa del precepto legal referido, optando sus congéneres
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"de la patronal" por sostener que se estaba incurriendo en abusos de toda índole, que la ley 19.550 no decía lo que
en rigor decía, y que no había por qué remitirse a otros cuerpos normativos, como la hoy Ley General de
Sociedades, para buscar tutelas injustificadas para los obreros y empleados al existir la Ley de Contrato de
Trabajo.
Los comercialistas, a su vez, salvo Ricardo Augusto Nissen (42) y el autor de este trabajo (43), consideraron
una verdadera herejía el proceder de los especialistas en Derecho del Trabajo por inmiscuirse en áreas del derecho
que se pensaba desconocían y les eran ajenas.
Analizadas, ahora, a la luz de la nueva normativa societaria del Código Civil y Comercial de la Nación (ley
26.994) vigente desde el 1 de agosto de 2015, muchas de las afirmaciones que se llegaron a sostener para abortar
la aplicación del remedio del art. 54 de la ley 19.550 en casos que claramente lo ameritaban, por hallarse
involucrado en la especie el Orden Público parecen inconcebibles.
Empero, tanto por la necesidad de que no vuelva a ocurrir con otros institutos lo que sucediera con este, como
para poner de manifiesto que no hay nada que ponga más en evidencia lo equivocado de algunos argumentos que
la atalaya histórica que brinda el paso del tiempo, creo imprescindible referirme muy someramente a las posturas
sostenidas al respecto por los corifeos del "no". Máxime, cuando es de toda evidencia que empiezan a arreciar los
embates en contra del Orden Público en materia societaria, que es uno de los factores —sino el principal— cuya
vigencia el art. 54 de la ley 19.550 pretende preserver.
Y así, se llegó a decir:
a. Que la consagración de la desestimación de la personalidad jurídica materializada con la reforma de la ley
19.559 en el año 1983 es una innovación novedosa no exenta de críticas y que genera dudas (44).
Ahora bien, cabe preguntarse al respecto dos cosas:
Dicha innovación normativa data del año 1983. Ponderando que han transcurrido 35 (treinta y cinco) años:
¿Hasta cuándo algo sigue siendo "novedoso"?
Por otra parte, si hasta cuando el Santo Padre no habla ex cathedra, puede ser cuestionado: ¿Qué acto humano
—y una creación legislativa siempre lo es— no puede resultar cuestionable?
¿Acaso ello vuelve inaplicable la norma?
b. Que la inoponibilidad de la personalidad jurídica es un instituto "de interpretación restrictiva".
Sobre lo expuesto, cabe acotar como mínimo tres cosas:
La primera, como destacara Horacio Fargosi, con cita del leading-case "Sasetru SA" de nuestro máximo
Tribunal (45), que —atento al mandato constitucional— frente a los casos de duda no hay que buscar la norma que
permita, sino la que proscriba. ¡Y aquí no la hay!
Segundo: Que la ley 19.550 contiene un solo precepto referido a la eventual "restrictividad".
En efecto, baste con remitirnos al art. 114 de su texto para constatar que allí establece que "El juez apreciará la
procedencia de la intervención (de sociedades) con criterio restrictivo".
¿De dónde sacaron aquello del "criterio restrictivo"?
Finalmente, y como pusiera de relieve Laura Filippi en un trabajo premiado por su excelente calidad técnica, si
en el Derecho Civil —en el cual "La buena fe se presume"— hay institutos como "El abuso del Derecho", "La
lesión enorme" o "La excesiva onerosidad sobreviniente" y nadie ha tachado jamás su aplicación de "restrictiva",
ni requerido tal cosa, ¿por qué motivo en el Derecho Mercantil se habría de proceder en este último sentido con la
aplicación de la teoría del disregard?, máxime cuando las magnitudes patrimoniales en juego suelen ser mucho
mayores que en aquel y donde el daño comunitario generable si no se la aplica habrá de poseer una mayor
lesividad en consecuencia (46).
c. Cuestionar la limitación de la responsabilidad en la Sociedad Anónima es equivalente a cuestionar todo el
sistema de responsabilidad propio de este "tipo jurídico"
Ningún precepto de la lógica, y mucho menos ningún principio jurídico, impone mantener la diversidad entre

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la persona jurídica y sus miembros, si ese "recurso técnico" que es la sociedad, es utilizado para violar el Orden
Público y los demás parámetros establecidos por el legislador del '83 en el párrafo final del art. 54 de la LGS.
d. La Sociedad "en sí" debe ser un "mero" recurso para "la consecución de fines extrasocietarios, constituir un
mero recurso para violar la ley, el orden público o la buena fe o para frustrar derechos de terceros".
En ese sentido, y con hipotético apoyo en Fallos poco felices de la Corte como "Palomeque" (47), Carcavallo
y otros pretendieron que la extensión de una condena a socios y administradores sólo puede concretarse, si se
acredita "...que se trata de una sociedad ficticia y fraudulenta... constituida en abuso de derecho y con el propósito
de violar la ley" (48):
Tal postura pretende sustentarse en el hecho de que el art. 54 habla de "mero recurso para violar la ley...".
Más allá de que resulta inconcebible que durante casi cuatro décadas se haya recurrido a una palabreja para
castrar la aplicación al caso concreto de una herramienta jurídica tan valiosa como el art. 54, pretendiendo que
"toda la sociedad" —esto es, la persona moral en sí— debe de haber sido constituida ex profeso para cometer las
conductas reprochables previstas por el texto legal, puesto que un Estatuto que así lo dijera jamás lograría ser
inscripto en ningún Registro Público por inmoral, y no habría ningún operador jurídico tan poco profesional como
para redactarlo en tal sentido, lo cierto es que la redacción del nuevo art. 144 del Cód. Civ. y Com., que elimina
expresamente tal calamidad, vuelve a mi juicio insostenible para lo futuro una argumentación supuestamente
exculpatoria tan atrabilaria.
Ello, salvo que alguien se anime a sostener que el nuevo precepto legal (o sea, el art. 144), ha sido concebido
para juzgar con mayor severidad a las "sociedades civiles" —que ya no existen más— que a sociedades
comerciales como los Bancos, cuya caída dolosa puede llegar a causar gravísimos perjuicios comunitarios, a las
que, de estar a lo que dicen los que sostienen tal cosa, se les aplicarían parámetros de responsabilidad mucho
menos severos que a las simples asociaciones o fundaciones, como el del viejo art. 54 de la LGS así entendido.
O sea, lo que Sergio Le Pera denominaría "¡Un Nonsense!" (Sinsentido).
e. La aplicación del art. 54 efectuada por la Justicia del Trabajo "es una simplificación", y "una generalización
insostenible":
En esta línea de pensamiento, Lino Palacio afirma que, sin defecto que "sus amigos Nissen y Martorell" se
alineen con lo resuelto en el leading-case "Duquelsy", los jueces del Trabajo, al extender en forma ilimitada y
solidaria la responsabilidad laboral a directores y socios por Fraude Laboral y Previsional, "exceden la previsión
normativa" (¡) (49).
Reconozco que esta postura me desconcierta.
¿Cuál es "la previsión normativa", sino la de responsabilizar de tal manera a los que utilizan las Sociedades
Mercantiles para violar los parámetros legales establecidos por el precepto que estoy analizando?
Ello, salvo que se crea, como sostuve alguna vez, que los fallos de la Justicia del Trabajo son humildes
precedentes "de menor cuantía" dictados en autos como "Aybar, Rubén c. Pizzería Grill Viturro SRL", mientras
que los mercantiles se pronuncian en causas como "Swift Deltec", de Bahamas que (50) dirimen conflictos entre
Gentes e Instituciones más expectables que los simples trabajadores.
f. La corriente jurisprudencial de los tribunales de Trabajo aplicada en el caso "Duquelsy", limita la
responsabilidad en la Sociedad Anónima sólo si ésta "anda bien":
Esta postura, probablemente la más precaria de todas, omite tener en cuenta que lo que es punible —en el
sentido del "descorrimiento" de la barrera protectora que brinda la personalidad jurídica en materia de limitación
de responsabilidad— no es "el mal fin" de la Compañía, sino la utilización de la personería que brinda el Ente
como "patente de corso".
g. La búsqueda de fines extrasocietarios por falta de vocación de titularidad de una hacienda comercial a
través de una Sociedad Anónima es una simulación lícita que no permite redhibir la personalidad societaria.
Más allá de lo que luego diré, trayendo a colación los nuevos paradigmas inaugurados por el legislador civil y
comercial del 2015 en materia de personas jurídicas, lo cierto es que en ninguno de los supuestos previstos por el
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art. 54 de la LGS nos encontramos frente a "una simulación lícita", sino ante la utilización de una Persona moral
en forma encontrada con las finalidades para las cuales el ordenamiento jurídico le otorga a los socios la
posibilidad de constituir un nuevo sujeto de derecho y, a través de él, actuar con autonomía patrimonial e
imputabilidad diferenciada.
II.3. El asedio al Orden Público sosteniendo la inaplicabilidad a las sociedades mercantiles de los nuevos
paradigmas del Código Civil y Comercial de la Nación
Hemos visto ya la "toma de partido" férrea, aunque genérica, de un sector de la doctrina que brega por abrogar
la noción de "Orden Público" y su vigencia del ámbito societario.
Pero no todo queda allí, puesto que el recorte de facultades impugnatorias de los socios (obviamente
minoritarios) y de la Justicia en los casos en que claramente se pretende emplear a las sociedades mercantiles con
tal finalidad, tiene que ver expresamente con cuestiones puntuales.
De las mismas, obviamente, sólo he seleccionado algunas, por considerarlas las de mayor significación, a
saber:
a. La pretensión de poder constituir y emplear sociedades "ad gustum", en forma encontrada con el mandato
legal y pese a su reconocida inviabilidad.
Si volvemos al pensamiento de Rovira veremos que, por su parte, haciendo una síntesis, impropia como todas,
y con la intención de revitalizar viejos planteos que siguen larvados en cierto sector de la doctrina, sostiene que
habiendo evidenciado el paso del tiempo nuevas circunstancias derivadas de cambios en el modo de hacer
negocios, sería conveniente "...eliminar el condicionamiento de la viabilidad económico social de la empresa para
postular su validez y continuidad".
O sea, aunque seamos conscientes ab initio de que la Compañía que estamos constituyendo o cuyo capital
accionario o cuotas poseemos es "inviable", ello —siempre para Rovira— no sería objetable y nada tiene que
hacer la Justicia con la misma, porque "...Este es un aspecto privativo de los socios y ajeno a posicionamientos
políticos que la determinación de tal viabilidad lleva implícita" (51) .
Dejando de lado la mención a los denominados "posicionamientos políticos" porque, como todos sabemos,
puede haber pillos y bandidos de cualquier orientación política, siendo la Argentina la mejor muestra de ello, lo
cierto es que la "idea-fuerza" precedentemente transcripta es contraria al propio concepto de "sociedad" brindado
tanto por el legislador mercantil del '72 (en el art. 1º de la ley de 1972), como por su par civil y comercial del 2015
(en el art. 141, del Cód. Civ. y Com.).
Si nos remitimos a la nueva normativa que nos rige desde hace tres años, tenemos que las denominadas
"personas jurídicas privadas", son —a tenor del art. 141 del Cód. Civ. y Com.— "...todos los entes a los cuales el
ordenamiento les confiere aptitud para adquirir derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su
objeto y los fines de su creación".
Más allá del hecho de que la definición de la persona jurídica recibe ahora un tratamiento más preciso que el
que tenía en el Código Civil de Vélez, que la caracterizaba en su art. 32 por oposición a las personas de existencia
visible (52), ahora contamos con una definición puntual y específica de la misma. Y en esta es un dato destacable
el que los redactores del entonces "Proyecto...". y hoy nuevo "Código..." hayan adoptado, entre los nuevos
paradigmas recogidos por ellos, las teorías normativistas que la conciben como un recurso técnico, con el cual el
ordenamiento jurídico inviste a cierto grupo de personas o establecimientos que deseen participar en el tráfico
jurídico (53).
Entonces, en el caso de "la personalidad jurídica" no nos encontramos más ante a un atributo que el legislador
argentino reconozca como inherente y necesario a ciertos entes, como sostenían las teorías realistas, sino frente a
un "quid" —Francesco Galgano lo llamaba "franquicia"— que permite al "sujeto- sociedad" así creado, actuar con
autonomía patrimonial con respecto a sus integrantes y con imputabilidad diferenciada, lo que el ordenamiento
específicamente confiere a determinados sujetos colectivos (54) cuando entiende en la existencia de los mismos
cierta utilidad social.
Esto se desprende específicamente de los "Fundamentos..." del "Proyecto.", ya que allí se pone de relieve que
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"...la personalidad es conferida por el legislador como un recurso técnico según variables circunstancias de
conveniencia o necesidad que inspiran la política legislativa...".
Este criterio "plástico" de sociedad que he venido destacando desde hace años en todos mis trabajos —ya
fuere individuales (55) o conjuntos (56)— motivando siempre profundas críticas del medio, pero que aúna la
necesaria aceptación de la mera instrumentalidad del instituto societario, con la imperatividad de desterrar su
utilización para cualquier cosa o, como suele calificarlo, "por las dudas", ahora deviene incontestable, y de allí el
temor de ver esta postura como algo sumamente peligroso.
Es que, como vengo sosteniendo desde la reforma, la recurrencia a la nueva normativa permite "penalizar"
fraudes, dolos y/o "pillerías" cometidos a través de sociedades, por afectar importantes valores comunitarios que
resulta imprescindible preservar, evitando así que se perjudique a quienes se vinculan con sociedades, dado que
jamás ha estado en la mente del legislador otorgar la "franquicia" societaria —Galgano dixit— que permite a los
socios apartarse del régimen de responsabilidad del derecho común, para causarle daño a terceros.
¿Qué posibilidad habría en los hechos de aplicar la sociedad al fin comunitariamente útil de "...producción de
bienes y servicios", si quienes la están constituyendo son conscientes, como diría Rovira, de su "inviabilidad"?
¿No afecta al Orden Público impedirle al Estado que juzgue y sancione institutos que, por lo inviables, sólo
podrán ser aplicados a fines ilegales?
b. La cuestionabilidad judicial de las Sociedades constituidas en forma repugnante al imperativo legal que las
define:
Amén de lo precedentemente expuesto, debemos tener presente que, mientras el Código de Vélez le dedicaba
a las personas jurídicas sólo 20 artículos (del 30 al 50), con el breve agregado de 1972 (ley 19.836) sobre las
fundaciones, el Cód. Civ. y Com. les asigna a las mismas desde el art. 141 al 226, brindándole a la regulación
"...un espacio de notable amplitud" (57).
Piénsese, por ejemplo, que el nuevo art. 141, que define a las personas jurídicas, permitirá plantear la
inoponibilidad de la personalidad de las que he dado en llamar "sociedades por las dudas" (58), mediante las
cuales —a tenor de lo que enseña la experiencia argentina— se constituía estructuras "no operativas", para "poner
a salvo" de los acreedores residencias lujosas, mansiones de fin de semana en country clubs de élite y un vasto
etcétera de activos (yates, vehículos de alta gama y cosas por el estilo) (59), repugnando el propio concepto de
sociedad que establece el art. 1º de la ley 19.550. O sea, su creación para "...aplicarlas a la producción de bienes y
servicios".
Este requisito, que ahora podría ser exigido también a las sociedades que Vítolo llama "libres, simples o
residuales" de la Sección IV, y hasta a las mismísimas ex "sociedades civiles", si se las tuviera por subsistentes
tras la incorporación al Cód. Civ. y Com. de dicho recaudo otrora inexistente en el viejo art. 1648 del Código de
Vélez (60), prácticamente elimina la posibilidad de constituir sociedades inactivas de a centenares —piénsese que
así se las anunciaba en los Diarios de Finanzas a los potenciales adquirentes— para que las utilicen vaya a saber
con qué fin.
En ese sentido, se ha dicho con buen criterio que ya no será suficiente con que haya aportes para aplicarlos a
un negocio del que deriven resultados a repartir, sino que es imprescindible que la sociedad sea titular de una
"Empresa"; o sea, de una actividad económica organizada para la producción o intercambio de bienes y servicios,
resultando ello tanto de la derogación de las "sociedades civiles" como del traslado de los "contratos asociativos"
desde la ley societaria al Código Civil y Comercial.
Consecuentemente, y desde el pensamiento de Favier Dubois (h), de no haber "Empresa" no habrá sociedad
aunque se cumplan las formalidades societarias y corresponderá desestimar la personalidad jurídica (art. 54, LGS,
y art. 144, Cód. Civ. y Com.) (61).
c. La tutela del socio —por parte del Orden Público— de las consecuencias de los abusos de Derecho
intrasocietarios. Impropiedad de intentar neutralizar la defensa del capital nacional y/o de las minorías con
"tachas" ideológicas:
También es un fenómeno claramente perceptible hoy en el ámbito del conflicto societario el que, cuando algún
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socio harto de los abusos de la mayoría (sea esta de origen foráneo o vernáculo) enancada o no con un Directorio
o Gerencia mendaz elegido por ella, opta por demandar a la Sociedad que integra y requiere medidas cautelares
intervencionales, se sostenga que no ha existido fraude, abuso y/o violación del Orden Público alguno que
justifique tal cosa. Y que, acto seguido, "se redoble la apuesta" invocando "abusos de minoría" o ánimo
especulador en los accionistas perjudicados.
Ya en trabajos anteriores destaqué que hace más de diez años se llegó a sostener que debía admitirse como
causal de disolución automática de la sociedad la voluntad de los accionistas que representen no menos del 10%
del capital social (62), manifestándose enojo contra la resolución judicial que fulminara tal planteo, a sabiendas
que aceptar lo pretendido por parte de la Justicia —amén de oponerse puntualmente a una disposición legal—
hubiera significado vulnerar una de las características del tipo social escogido (63); en el caso, la reunión de una
mayoría calificada para decidir la disolución anticipada del ente (64).
Soy consciente de que el debate actual se ha dado en un ámbito caldeado por la llamada "Gestión Nissen" en el
Organismo Administrativo Superintendencial Societario (2003/2005) y su impronta (65), que culminaría, años
después, con una Inspección General de Justicia absolutamente politizada que, en el bienio 2013-2015, se negó
inclusive a suministrarle a nuestros tribunales información sobre sociedades del Registro Público a su cargo, con
el argumento de "la necesidad de reserva" y del "secreto empresario", probablemente por comprometer la misma
la situación de encumbrados personajes públicos agazapados detrás de aquellas.
Sin embargo los ecos de esas ahora antiguas batallas no justifican en modo alguno ciertas posiciones
doctrinarias actuales, que juzgo preocupantes, por la gravedad institucional que representaría para nuestro país
—siempre a mi juicio y desde mi óptica— aceptar tales criterios o, simplemente, "dejarlos pasar".
Pareciera querer plantearse un divortium acquarum entre quienes denuncian situaciones de abuso, fraude y
violación al Orden Público societario, a los que se cuestiona identificándolos con la defensa de intereses
minoritarios o, en ocasiones, nacionales, sosteniendo que "...una parte numerosa de la literatura jurídica se
regodea a menudo en la búsqueda y en lo que se creen hallazgos de formas novedosas y cada vez más agravadas
de hacer responder a los administradores sociales, en particular cuando se trata de directores de sociedades
anónimas" (66).
Adjudico al desconcierto provocado por manifestaciones como la anterior, el que se haya respondido que "A
la par de ello, sucede que alguna doctrina se erige en una defensa a ultranza de los intereses mayoritarios,
sosteniendo un discurso desmedido, inmoderado e insostenible, pretendiendo que situaciones decididamente
abusivas pasen a través de un tamiz de legalidad o legitimidad que no tienen" (67) .
En defensa de la postura que ve con malos ojos el agudizamiento normativo y/o jurisprudencial de la
responsabilidad de "controlantes" y directores abusadores se ha recurrido a múltiples argumentos de mayor o
menor entidad científica.
Así se ha dicho que detrás de estos reclamos suele haber "...un accionista 'hostil' que sólo busca apreciar
ficticiamente el valor de su acción" (68), y también que quien efectúa tal tipo de planteos societarios —léase,
impugnaciones asamblearias, acciones de responsabilidad, pedidos de remoción de los directores, etc.— suele
hacerlo "...a partir de una visión fuertemente ideologizada y, por tanto, unilateral" (69). Tan "unilateral", he
acotado en anterior oportunidad, como la de quienes construyen sus argumentos desde la perspectiva de los
controlantes y/o de los administradores sociales, como si se tratara de dirimir salomónicamente una puja en la
cual, como todos sabemos, suelen existir justos y réprobos en ambos bandos, pero con olvido de que existe una
posibilidad mucho mayor de abusar de los otros cuando se administra y no cuando se es administrado, y cuando se
es poderoso más que cuando se es débil.
Finalmente, la última defensa de estas posiciones se sitúa en la tesis de considerar que en el universo societario
prácticamente "todo" es materia disponible, derrumbando los límites impuestos por el texto legal (ley 19.550 y
Cód. Civ. y Com.) a la violación del Orden Público, el fraude y el abuso.
III. Sobre la vigencia del "orden público" en materia societaria y la necesidad de la interpretación
republicana de las leyes
Tal como veo las cosas, a esta altura de la evolución de nuestra cultura jurídica, y aceptándose en la persona de
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los Redactores del Código Civil y Comercial de la Nación —en los "Fundamentos" del entonces "Proyecto"— que
"...la regulación de las personas jurídicas en la Parte General de un Código Civil y Comercial unificado se
circunscribe a la finalidad de establecer un sistema también general aplicable a TODAS las personas jurídicas", si
se le reconoce al lenguaje el valor simbólico y la precisión que posee (70), no cabe sino concluir, aunque parezca
tautológico, que "todas" las personas jurídicas significa —precisamente—"TODAS", incluso "...las que no se
hallan incluidas en dicho cuerpo, sino que están regidas por leyes especiales, como es el caso de las sociedades
(ley 19.550)..." (71).
Siendo "...el Código quien define los grandes paradigmas del derecho privado a través de principios que van
estructurando el resto del ordenamiento" (72) uno de cuyos "microsistemas" es el de la Ley General de Sociedades
(19.550), y habiendo aclarado expresamente el Presidente de la Comisión Redactora del Código y de la Corte que
la reformulación de la interpretación de todos ellos "...incumbe a la doctrina y a la jurisprudencia" (73), debemos
estar a la altura de la circunstancias y no pretender nosotros, los autores, hacerle decir a las normas lo que no dicen
ni interpretarlas en función de nuestras conveniencias.
Siendo un fait accompli, como solía decir Charles De Gaulle, que "Hay importantes avances en la regulación
de la persona jurídica", teniendo Lorenzetti por fundamentales en la materia el "...consagrar como principios
generales la inoponibilidad..." (de la personalidad jurídica), y "...los deberes de los administradores..." (74), y
admitiendo con Vítolo que, aunque la tendencia actual apunta hacia la reducción de los preceptos imperativos,
"...lo cierto es que aún hoy se reconoce la necesidad de mantener ciertas normas de orden público para regir las
relaciones entre accionistas administradores y terceros" (75).
Es por eso, que me parece absolutamente descaminado colocarse "a contramano de la historia" y sostener que
en la ley 19.550 sólo hay disposiciones "imperativas" y que, a raíz de ello, la mayoría puede dejarlas de lado o
desconocerlas sin sufrir ningún tipo de sanción puesto que, en última instancia, "todo" —en este campo— sería
materia disponible.
Ya hace cerca de tres décadas Ricardo Nissen, en obra que ha resistido prácticamente incólume el paso del
tiempo, destacaba que, sin pretender polemizar en torno a la noción de Orden Público, que pareciera ser un
concepto todavía inacabado, y ya fuere que tomemos la definición de Planiol (76), del recordado Guillermo Borda
(77) o de Salvat (78), que lo ligaban al interés general, a las cuestiones de orden social, colectivo o público, o
—finalmente— a un haz de principios fundamentales de orden filosófico, económico, moral y hasta político de
esencial salvaguarda para el mantenimiento de la organización social establecida, es de toda evidencia que si las
sociedades anónimas revisten una importancia liminar para nuestro país y para el ordenamiento jurídico
capitalista, parte significativa de las normas que regulan su funcionamiento deberán ser consideradas de Orden
Público (79).
Cuando se analiza en profundidad las posturas negadoras del peso que reviste el Orden Público en materia
corporativa, se descubre que quienes niegan que las normas previstas por la ley 19.550 en defensa de los derechos
esenciales del socio están fundadas en el mismo no alcanzan a explicar en forma satisfactoria cuál es el
fundamento de la imperatividad o interés público de aquellas; carácter éste que sí les reconocen, y de la distinción
efectuada a tal fin (80).
En lo personal coincido con el recordado Guillermo Borda (P.) y con Ricardo Nissen, quienes entienden que
existe una plena identificación entre ley imperativa y Orden Público, lo que los lleva a concluir que toda ley
imperativa es de Orden Público, porque cada vez que el legislador impone una norma con carácter obligatorio y
prohíbe a los interesados apartarse de sus prescripciones es porque entiende que existe un interés social
comprometido en su cumplimiento. O, resumiendo, porque se trata de una Ley de Orden Público (81), concluye
que "...leyes imperativas y leyes de orden público son conceptos sinónimos" (82) .
Nuestro Máximo Tribunal tiene dicho que "...los jueces deben interpretar las leyes de manera que concuerden
con los principios y garantías constitucionales" (83) y lo cierto es que el legislador del 2015, amén de incorporar
nuevos "Paradigmas" a nuestro Derecho, como ser la consagración de la "Inoponibilidad de la Personalidad
Jurídica" como "Principio General del Derecho" (Lorenzetti dixit: textual), y un régimen mucho más gravoso de
responsabilidad de los administradores sociales —vid. arts. 1724, 1725 y ss., y su ampliación del concepto de

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"culpa" y de "dolo"—, ha introducido en el Cód. Civ. y Com. el nuevo art. 144, que no sólo recoge "La Teoría del
disregard", sino que ratifica la violación del "Orden Público", como factor de reproche que dispara su
aplicabilidad.
Quien esto escribe es consciente de que en estos tiempos de crowfounders no sería raro de que algunos
empiecen hablar aquí —como en los EE.UU.— del american way of life y del manifest destiny, pero mientras la
Justicia argentina imponga, como dice Díaz Araujo, "...que juzgará un juez bajo ley codificada y no un juzgado de
legos bajo la teoría del precedente" (84), el Orden Público deberá ser respetado en materia societaria. Máxime
cuando, como destaca Melchor Figuerola en la obra más moderna concebida sobre la materia, "...de la lectura de
los arts. 12 y 1743 del Cód. Civ. y Com. surge una identificación por parte del Código entre norma imperativa y de
orden público" (85), del que no deberán ni podrán apartarse.
Finalmente, y aunque no se coincidiera con lo anterior, creo que el temperamento aquí propuesto, consistente
en considerar vigente al orden Público en la normativa societaria y requerir que los jueces procedan en
consecuencia es el que más se compadece con lo que vengo llamando desde antiguo "La interpretación
Republicana de las Leyes" que, para volver al pensamiento de Esparza que sigue en esto al recordado Leonardo
Castellani, impone "Pensar la Patria".
Es que si negamos la existencia de normativa de Orden Público en la Ley General de Sociedades y
pretendemos que así se lo reconozca expresamente por la vía de sostener que las disposiciones de la ley 19.550
son sólo "imperativas" o "de interés público" (86) y, en cuanto tales, pasibles de ser dejadas de lado por las partes,
estaremos consagrando en los hechos una verdadera dictadura de las mayorías, con grave riesgo de la afectación
de los valores comunitarios y del interés nacional.
Es que estas últimas, precisamente por poder conformar per se la voluntad social del ente de que se trate de
inclinar a su favor todo lo que se decida en las asambleas, podrán exculpar indefectiblemente las felonías que
pudieren haber cometido los administradores sociales y los síndicos designados por ellas, y lo que así resuelvan,
por lesivo que fuere, al no existir en el proceder y las decisiones asamblearias indicadas violación de normas de
Orden Público por no haberlas (87), no podrá ser objeto de revisión judicial.
IV. Conclusiones
1. Durante muchos años, en rigor de verdad "décadas" (1983-2018), y pese a que el art. 54 de la ley permitía
redhibir la personalidad societaria cuando, entre otras cosas, se violara el Orden Público a través de una utilización
disfuncional de la figura societaria, parte significativa de nuestra comunidad jurídica se opuso a su aplicación,
recurriendo para ello desde sostener que la inoponibilidad es un "Insólito instituto jurídico... que nunca tuvo real
cabida en nuestra ley" (88), hasta escudarse en la palabreja "mero" contenida en su texto para castrar la aplicación
del precepto (89), olvidando que la propia Corte entendió, con buen criterio, que "...si bien no cabe prescindir de
las palabras, tampoco resulta adecuado ceñirse rigurosamente a ellas cuando así lo requiera una interpretación
razonable y sistemática" (90) .
2. Superada a mi juicio tal situación mediante la incorporación en el 2015 de "La teoría de la inoponibilidad"
como "Un principio general del derecho"; receptada y ampliada su mecánica de aplicación con el nuevo art. 144
del Cód. Civ. y Com. y agravada la responsabilidad de los administradores sociales, estamos viendo "reciclarse" la
postura que niega la vigencia del Orden Público en materia societaria, enancada en la corriente "modernizadora"
que, tras introducir normativa de deficiente construcción técnica y de peligrosas derivaciones —como la de las
SAS—, está llevando a algunos a avanzar en la demolición de barreras normativas e interpretativas cuyo
derrumbe indefectiblemente, por lo menos a juicio de quien esto escribe, permitirá la severa afectación del interés
nacional, mediante la grave lesión de intereses comunitarios fundamentales.
3. La ofensiva "posmoderna" en contra de la vigencia del Orden Público en materia societaria se da en un
momento en el cual, como hemos visto en este trabajo, la redefinición del concepto de "persona jurídica" por parte
del legislador del 2015 y las significativas reformas introducidas en la llamada "Teoría de la Responsabilidad
Civil" —inveteradamente aplicada en nuestro país cuando de analizar y sancionar funcionarios societarios infieles
se trata— acaban de abrir un amplio panorama que, desde permitir desarticular a las llamadas "Sociedades por las
dudas", "Sociedades escudo" o "Sociedades sin empresa", hasta castigar severamente a los administradores
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infieles, podría implicar terminar con el amplísimo "bolsón de impunidad" que ha venido exhibiendo la Argentina
de las últimas décadas en materia societaria.
4. Para concluir, no me cabe aquí sino traer a colación el pensamiento de Raúl Scalabrini Ortiz, y destacar que
así como él nos decía: "No olvidemos que aquello que no se legisla explícita y taxativamente a favor del débil,
queda legislado implícitamente a favor del poderoso" (91), el justice Marshall, en sus épocas de titularidad de la
Suprema Corte de Justicia de los EE.UU., destacaba que la principal función de la Justicia es "Ponerle límite a los
poderosos".
Y abjurar del Orden Público es la manera más directa de violar ese mandato.
(*) Doctor en Derecho. Profesor Titular en Maestrías y Doctorados en distintas Universidades Argentinas y
extranjeras. Tratadista. Integrante de la Comisión Redactora de la "Ley de Sociedades Anónimas Deportivas"
(1998/1999). Miembro de la Sub-comisión Redactora del Código Civil y Comercial de la Nación y de la Comisión
de Reforma de la Ley de Concursos y Quiebras (Justicia 2020). Consultor de Empresas. Socio de "Ernesto
Martorell Abogados: Kabas & Martorell".
(1) "Orden público": Real Academia Española - Asociación de Academias de la Lengua Española,
"Diccionario de la lengua española", Ed. Espasa, Madrid, 2014, 23ª ed.
(2) BERCOVITZ RODRÍGUEZ CANO, Rodrigo, "Manual de Derecho Civil: Derechos Privados y Derechos
de la Persona", Ed. BERCAL, Madrid, 2011, 5ª ed.
(3) ESPARZA, Gustavo A. - FIGUEROLA, Melchor - MONTENEGRO, Gustavo, Ed. Martín, Mar del Plata,
2018, "Palabras Preliminares", p. 7; y presentación de la obra por el suscrito.
(4) Recordemos que el sabio art. 21 del viejo Código de Vélez, reproducido parcialmente en el actual art. 12
del Cód. Civ. y Com., sostenía que: "Las convenciones particulares no pueden dejar sin efecto las leyes en cuya
observancia esté interesado el orden público y las buenas costumbres".
(5) COLOMBRES, Gervasio, "El Orden Público en el Código Comercial", JA 1964-21 y ss.
(6) ZALDÍVAR, Enrique, "Filosofía y principios de nuestra Ley de Sociedades Comerciales", LA LEY
1975-D, 556.
(7) HALPERIN, Isaac, "Sociedades anónimas", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1973, 1ª ed., p. 9.
(8) GALGANO, Francesco, "Trattato di diritto commerciale e diritto pubblico dell'economia", CEDAM,
Padova, XXIX, p. 387.
(9) Res. gral. IGJ 000574: 12/12/2000, "Viejo Cimarrón SA", RSyC, julio/agosto 2001, p. 299.
(10) Res. gral. IGJ 001.388, 12/12/2000: "Frivac SA", RSyC, nro. 7, nov.-dic. 2000, p. 250.
(11) GALGANO, Francesco, "Trattato di diritto commerciale e diritto pubblico dell'economia", CEDAM,
Padova, XXIX, p. 387.
(12) FRIDMAN, Susana A., "Hacia un nuevo Orden Público Societario", Universidad Nacional del Nordeste
(Comunicación Científica y Tecnológica 2006), resumen S-46, ps. 1 y 2.
(13) En particular —y siempre según aquel— por la derogación del art. 5º del Cód. Civil. RIVERA, Julio
César, "Instituciones de derecho Civil. Parte General", t. I, p. 106, elaborada bajo el "Ancien Regime".
(14) FERNÁNDEZ GIANOTTI, Enrique, "Orden Público Laboral. Fraude en Derecho Laboral", en Temas
jurídicos, nro. 5, 1963, p. 5.
(15) BORDA, Guillermo A., "La Ley de Orden Público", LA LEY 58-1950, 997.
(16) KENNEDY, Duncan, "Libertad y restricción en la decisión judicial", Ed. Uniandes, Bogotá, 1999.
(17) SOLER, Sebastián, "Derecho Penal argentino", Ed. TEA, Buenos Aires, 1975, t. IV, ps. 589-591.
(18) BALBÍN, Sebastián, "Nulidad en materia societaria", LA LEY, 2016-C, 737.
(19) BALBÍN, Sebastián, "Nulidad en materia societaria", ob. cit., con cita de una ponencia de J. Bazán
presentada a las "VI Jornadas Nacionales de Institutos de Derecho Comercial", Buenos Aires, 1998.
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(20) Fuente: ALCONADA MON, Hugo, "Negocios y poder: un empresario emblemático...", La Nación,
22/05/2016, p. 19.
(21) Fuente: Artículo mencionado en la Nota anterior, p. 19: textual.
(22) Ibidem, p. 19: textual.
(23) Passim, p. 19.
(24) Estas decisiones societarias, que implicaban una maniobra tan cuestionable mediante la cual, en lugar de
intentar reducir la cuantiosa deuda que seguían acumulando con la AFIP por el Impuesto a la Transferencia de
Combustibles, significó que solamente entre febrero y diciembre de 2015, las sociedades adquirieran con el dinero
del impuesto retenido y no ingresado $838 millones en títulos públicos dolarizados, recurriendo a un Banco del
propio Grupo como operador, "...lo que quedó asentado en los registros de la Caja de Valores". En el caso que
estamos analizando sorprende —como mínimo— la desmesura y audacia de sus ejecutores los que, estando
plenamente al tanto del origen ilegal de los cuantiosos fondos con los que operaban y la reprochabilidad de lo que
pusieron en juego, se limitaron a manifestar que "Lo hicimos para atesoramiento, porque teníamos un excedente y
para mantener el valor de la compañía, ante el riesgo de una devaluación del peso", agregando luego que lo
comprado "...con un flujo sobrante estacional... nos permitió mejorar el valor patrimonial proporcional de la
petrolera". Fuente: ALCONADA MON, Hugo, en "Negocios y poder: un empresario emblemático...", La Nación
del 22/05/2016, p. 19.
(25) Ídem.
(26) BALBÍN, Sebastián, "Nulidad en materia societaria", ob. cit., con cita de una ponencia de J. Bazán
presentada a las "VI Jornadas Nacionales de Institutos de Derecho Comercial", Buenos Aires, 1998.
(27) ROVIRA, Alfredo, "Necesaria reforma integral de la Ley General de Sociedades...", LA LEY del
17/10/2016, p. 4.
(28) MANÓVIL, Rafael M., "Responsabilidad civil de los administradores societarios", en Responsabilidad
de los profesionales, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2016-3, p. 243, modificando su propia opinión anterior— como
con honorabilidad el mismo autor se encarga de destacar en la nota [66] del op. cit.— vertida en ZALDÍVAR,
Enrique (dir.), "Cuadernos de Derecho Societario", Buenos Aires, 1973, t. III, p. 663.
(29) Recordemos que el art. 275 de la ley 19.550, dispone expresamente: "(Extinción de responsabilidad). La
responsabilidad de los directores, y gerentes respecto de la sociedad se extingue por aprobación de su gestión o
por renuncia expresa o transacción, resuelta por la asamblea, si esa responsabilidad no es por violación de la ley,
del estatuto o reglamento, y si no media oposición del cinco por ciento —5%— del capital social, por lo menos.
La extinción es ineficaz en caso de liquidación coactiva o concursal".
(30) BORDA, Guillermo J., "La persona jurídica y el corrimiento del velo societario", Ed. Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 2000, 1ª ed., p. 84.
(31) Recordemos una vez más que, según el pensamiento del profesor boloñés (Galgano), dos de las
consecuencias más significativas del régimen societario, es permitirle al Ente creado por el acto fundacional de los
socios actuar con autonomía patrimonial e imputabilidad diferenciada.
(32) GARCÍA VILLALONGA, Julio C., "Inoponibilidad de la personalidad jurídica en el nuevo Código
Civil y Comercial. Sujetos comprendidos",
https://dpicuantico.com/sitio/wp-content/uploads/.../Civil-Doctrina-2015-05-04.
(33) POWELL, Fredericq J., "Parent and subsidiary corporations. Liabilities of a parent corporation for the
obligations of its subsidiaries", Callaghan and Co., Chicago, 1931.
(34) Vid.: SERIK, Rolf, "Apariencia y realidad en las sociedades mercantiles", Ed. Ariel, Barcelona, 1959.
(35) VERRUCOLI, Piero, "Il superamento della personalitá giuridica delle società di capital", Giuffrè,
Milano, 1964.
(36) LE PERA, Sergio, "La doctrina del abuso de la personalidad. El abuso de una doctrina", DT 1974-530.
(37) ANAYA, Jaime L., "Prólogo" a la obra del recordado OTAEGUI, Julio César, "Transformación y fusión
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de sociedades", Ed. Ábaco, Buenos Aires, 1979, ps. 9 y ss.
(38) Recordemos que el texto legal, dispone: "(Inoponibilidad de la personalidad jurídica). La actuación de la
sociedad que encubra la consecución de fines extrasocietarios o constituya un mero recurso para violar la ley, el
orden público o la buena fe o para frustrar derechos de terceros, se imputará directamente a los socios o a los
controlantes que la hicieron posible, quienes responderán solidaria e ilimitadamente por los perjuicios causados".
(39) Vid. OTAEGUI, Julio César, "Concentración societaria", Ed. Ábaco, Buenos Aires, 1984, 1ª ed., ps. 296
y ss.
(40) MARTORELL, Ernesto E., "La 'teoría de la inoponibilidad de la personalidad jurídica' permite
responsabilizar a quienes se escudan en un fideicomiso para estafar", en www.abogados.com, 21/12/2016, y
también en "La inoponibilidad de la personalidad jurídica al fiduciario que actúa de manera ilícita o
antifuncional", LA LEY 2017-B, 612 ; "Las personas jurídicas hoy: ¿será tan fácil como antes utilizarlas para
cometer fraude? ¿Seguirán brindando impunidad a sus administradores, fiscalizadores y controlantes infieles?",
ED del 01/08/2017, ps. 1 y ss.
(41) Por ese entonces, equivalentes a doce mil dólares.
(42) NISSEN, Ricardo A., "Un magnífico fallo en materia de inoponibilidad de la personalidad jurídica", LA
LEY, 1999-B, 1.
(43) MARTORELL, Ernesto E., "Nuevos Estudios societarios: responsabilidad solidaria de directores y
socios de sociedades anónimas por fraude laboral", LA LEY, 1999-F, 831, y también en "Prólogo" al libro de
CAÑAL, Diana R., "Responsabilidad ilimitada y solidaria de directores y socios por fraude laboral y previsional",
Buenos Aires, 1999, ps. 3 y ss. y en "Tratado de las sociedades comerciales y de los grupos económicos", Ed.
Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2008, 1ª ed., t. I, "Panorama societario en la República Argentina del Tercer
Milenio", ps. 13 y ss.
(44) FERRER, Germán, "La responsabilidad de los directores de sociedades anónimas y la inoponibilidad de
la personalidad jurídica en la relación de empleo 'En negro' (A propósito del caso 'Duquelsy' y sus comentarios)",
DPyC, "Sociedades anónimas", 2000-I, 2016.
(45) Véase su relevante "Prólogo" a "Sistemas de Distribución Comercial: Agencia - Distribución -
Concesión - franquicia Comercial", Astrea, Buenos Aires, 1990, 1ª ed.
(46) FILIPPI, Laura, "Presupuestos de la aplicación de la inoponibilidad de la personalidad. La sociedad sin
empresa", trabajo premiado por el Colegio Público de Abogados de la CABA, publicado en la revista del mismo
Revista de Doctrina, nro. 5, Colegio Público e Abogados, 2001, p. 210, siendo recomendables también de la
misma autora por la seriedad de su elaboración, "Un polo de influencia negativa" en "La protección de los terceros
en las sociedades y en los concursos", obra colectiva dirigida por VÍTOLO, Daniel R., Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires,
2000 y, en el mismo libro "Hacia una correcta interpretación de la LS: art. 54, párr. 3º".
(47) CS, "Palomeque c. Benemeth", LA LEY, 2003-F, 731.
(48) CARCAVALLO, Esteban, "Inoponibilidad de la personalidad jurídica y extensión de la responsabilidad
societaria en el marco del Código Civil y Comercial", RCCyC, 2015 (agosto), ps. 225 y ss.
(49) PALACIO, Lino E., "La responsabilidad de los socios por multas laborales a la sociedad: una peligrosa
generalización", LA LEY, 2002-C, 1191.
(50) Véase el comentario en MARTORELL, Ernesto E., "Los Grupos Económicos y de Sociedades", Ed.
Ad-Hoc, Buenos Aires, 1991, 1ª ed., ps. 126 ss.
(51) ROVIRA, Alfredo, "Necesaria reforma integral de la Ley General de Sociedades...", LA LEY, 2016-A,
563.
(52) ALONSO, Juan Ignacio - GIATTI, Gustavo J., "Título II Persona Jurídica Capítulo 1: Parte General", en
RIVERA, Julio César - MEDINA, Graciela, "Código Civil y Comercial de la Nación comentado", Ed. La Ley,
Buenos Aires, 2015, t. I, ps. 397 y ss.
(53) ALONSO, Juan Ignacio - GIATTI, Gustavo J., "Título II Persona Jurídica Capítulo 1: Parte General", en
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RIVERA, Julio César - MEDINA, Graciela, "Código Civil y Comercial de la Nación comentado", cit., ps. 397 y
ss.
(54) Recordemos, sin embargo, que desde el 01/08/2015 puede haber compañías —las "SAU" o "Sociedades
Anónimas Unipersonales"—. Conf. art. 1º y 163, ley 19.550, según ref. de la ley 26.994.
(55) Véase: MARTORELL, Ernesto E., "Sociedades anónimas", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1988, 1ª ed.;
"Los grupos económicos y de sociedades. Responsabilidad laboral, societaria y concursal", Ed. Ad-Hoc., Buenos
Aires, 1991, 1ª ed.; "Tratado de las sociedades comerciales y de los grupos económicos", Ed. Abeledo Perrot,
Buenos Aires, 2008, 1ª ed., t. I, cap. III "De la sociedad comercial. Desmitificación y concepto", p. 137 y en el
"Tratado de Derecho Comercial", Ed. La ley, 2010, Buenos Aires, 1ª ed., t. XII, capítulo referido a "La extensión
de la quiebra", a cargo de Melchor Figuerola, ps. 667 y ss., en donde destaco el poco beneficio social que ha
obtenido la comunidad argentina de la aplicación de estos "criterios restrictivos", tanto en la intervención judicial
de sociedades, como en la extensión de la responsabilidad y la quiebra a los autores reales de las "trapisondas",
quienes —habitualmente— suelen enmascararse detrás del escudo protector de la personalidad jurídica de la
sociedad que integran o dirigen para limitar su responsabilidad, por citar sólo algunas obras.
(56) Véase: MARTORELL, Ernesto E. - DELELLIS, Marisa S., "Breves estudios de derecho Laboral
societario (I). La quiebra de la sociedad empleadora: Responsabilidad del 'socio oculto' frente al trabajador que no
cobró", ED, fasc. del 06/02/2014, p. 1, y también en "Breves estudios de derecho Laboral societario (II). El
'trasvasamiento' fraudulento de una sociedad a otra: acciones posibles por el trabajador perjudicado", ED del
27-2-2014, p. 1; "Breves estudios de derecho Laboral societario (III). Legitimación de los trabajadores para
demandar a los Bancos que concedieron créditos abusivos a su empleador quebrado", ED del 03/04/2014, p. 1, y
"Breves estudios de derecho laboral societario (IV). Administradores 'de hecho' de sociedades y grupos: daño al
Estado y responsabilidad frente a los trabajadores perjudicados", ED del 02/09/2014, p. 1.
(57) CRACOGNA, Dante, ob. cit., p. 1.
(58) MARTORELL, Ernesto E., "La inoponibilidad de la persona jurídica en el Código Civil y comercial:
responsabilidad por uso disfuncional de la sociedad", LA LEY 2014-F, 993; "El Código Civil y Comercial ante las
sociedades 'por las dudas'", LA LEY, 2016-A, 563; "Las sociedades no operativas no limitarán más la
responsabilidad de sus integrantes", en www.abogados.com, 09/05/2016, y también en "Tratado de las sociedades
comerciales y de los grupos económicos", Ed. Abeledo Perrot, Buenos Aires, 2016, 2ª ed., t. V, cap. "VI La
impugnabilidad de la sociedad constituida 'por las dudas': ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por quién?", ps. 209 y ss.
(59) Técnicamente, estos Entes que también han sido calificados en su momento de "sociedades pantalla" o
"escudo", no son otros que aquellos que, no habiendo poseído jamás actividad operativa real o habiéndola
abandonado en su momento, son conservados por sus socios fundadores (o por quienes adquirieran sus cuotas o
acciones luego de su constitución), como mera "barrera protectora" para escabullir los activos registrados a su
nombre de lo que el vulgo denomina con impropiedad "la prenda común de los acreedores" de sus integrantes.
(60) BARREIRO, Rafael, "Reformas incorporadas a la Ley General de Sociedades (Sociedades atípicas,
informales y otros supuestos)", LA LEY, 2016-F, 641; in re, VÍTOLO, Daniel R., "La Sociedad Anónima
Simplificada (SAS)", LA LEY, 2016-E, 1134, donde —además— en su nota 16 cita numeroso material de su
autoría que también se puede consultar.
(61) FAVIER DUBOIS (h), Eduardo M., "Prólogo" a PERCIAVALLE, Marcelo L., "Ley General de
Sociedades comentada", Erreius - Errepar, Buenos Aires, 2015, 1ª ed., p. IX.; in re MARTORELL, Ernesto E.,
"La inoponibilidad de la persona jurídica en el Código Civil y comercial: responsabilidad por uso disfuncional de
la sociedad", ob. cit.; "El Código Civil y Comercial ante las sociedades 'por las dudas'", ob. cit.; "Las sociedades
no operativas no limitarán más la responsabilidad de sus integrantes", www.abogados.com, 09/05/2016, y
también en "Tratado de las sociedades comerciales y de los grupos económicos", Ed. Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2016, 2ª ed., t. V, capítulo "VI La impugnabilidad de la sociedad constituida 'por las dudas': ¿Cómo?
¿Cuándo? ¿Por quién?", ps. 209 y ss.
(62) ODRIOZOLA, Carlos S., "Limitación de la voluntad social expresada en el estatuto social: ¿Por qué
no?", LA LEY, 2006-D, 1305.
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(63) Recordemos que lo propuesto repugna expresamente lo dispuesto por el art. 244 de la ley 19.550, que
exige un quórum harto agravado —60%— para tomar tal decisión.
(64) CNCom., sala E, 27/04/1999, LA LEY, 2000-C-467/69.
(65) Recordemos que la misma se vio caracterizada, entre otras cosas, por el rechazo a las llamadas
"sociedades de cómodo", con un socio titular del 99,9999 del capital social y el otro con el 0,0001% del mismo,
los cuestionamientos a la "infracapitalización" societaria o la sanción de inoponibilidad a las compañías "no
operativas", entendiéndolas ora como una simulación ilícita, ora como un negocio indirecto que no merece el
reconocimiento y la tutela del ordenamiento jurídico, y otros avances.
(66) MANÓVIL, Rafael M., "Responsabilidad de los administradores societarios", en "Responsabilidad de
los profesionales", Revista de Derecho de Daños, Rubinzal-Culzoni, 20/01/2017, 2016-3-216: textual.
(67) SCHNEIDER, Lorena, "El control societario y los abusos de mayoría, de minoría y de socios en posición
equivalente", LA LEY, 2017-A, 919. Vid. también su obra "Ejercicio abusivo de los derechos societarios", Ed.
Astrea, Buenos Aires, 2017.
(68) CRACOGNA, Dante, "Aspectos de la regulación de las personas jurídicas en el Código Civil y
Comercial", LA LEY, 2016-C, 605.
(69) MANÓVIL, Rafael M., en su valioso "Prólogo" al libro SCHNEIDER, Lorena, "Ejercicio abusivo de los
derechos societarios", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2017, p. VII.
(70) BARREIRO, Rafael, "Reformas incorporadas a la Ley General de Sociedades...", ob. cit.
(71) CRACOGNA, Dante, "Aspectos de la regulación de las personas jurídicas en el Código Civil y
Comercial", ob. cit.
(72) LORENZETTI, Ricardo L., "Presentación del proyecto", en "Código Civil y Comercial de la Nación",
Ed. La Ley, Buenos Aires, junio de 2012, p. IIII: textual.
(73) Passim.
(74) LORENZETTI, ob. cit., p. VI.
(75) VÍTOLO, Daniel R., "La Sociedad Anónima Simplificada (SAS)", LA LEY, ob. cit.
(76) PLANIOL, Marcel, "Traité élémentaire de droit civil", 10ª ed., Paris, t. I, p. 291; NISSEN, Ricardo A.,
"Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1989, 1ª ed., ps. 89 y ss.
(77) BORDA, Guillermo, "Retroactividad de la ley y derechos adquiridos", Buenos Aires, 1960, p. 55 y ss.;
NISSEN, Ricardo A., "Impugnación Judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos Aires,
1989, 1ª ed., ps. 89 y ss.
(78) SALVAT, Raymundo M., "Tratado de Derecho Civil argentino", Buenos Aires, t. I, p. 168; NISSEN,
Ricardo A., "Impugnación Judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1989, 1ª ed.,
p. 89.
(79) NISSEN, Ricardo A., "Impugnación Judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos
Aires, 1989, 1ª ed., ps. 72 y ss.
(80) BUDANO ROIG, Antonio, "Imperatividad y orden público", ED 117-869 y ss. por NISSEN,
"Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1989, 1ª ed., p. 80, nota
"135".
(81) NISSEN, Ricardo A., "Impugnación Judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos
Aires, 1989, 1ª ed., ps. 79 y 80.
(82) NISSEN, Ricardo A., "Impugnación Judicial de actos y decisiones asamblearias", Ed. Depalma, Buenos
Aires, 1989, 1ª ed., p. 80.
(83) Fs. CS 242:128; 246:162; 248:91; 254:483; 262:41; 267:478.
(84) DÍAZ ARAUJO, Enrique, "Años del cuarenta: la Argentina en la hora norteamericana (el sino de

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Chapultepec)", Ed. Ketejon, ts. 1 y 2, cap. 29, ps. 420-422.
(85) FIGUEROLA, Melchor, en cita del mismo que efectúa MONTENEGRO, Gustavo, en ESPARZA,
Gustavo A. - FIGUEROLA, Melchor - MONTENEGRO, Gustavo, "El Orden Público en el Derecho Privado",
Ed. Martín, Mar del Plata, 2018, 1ª ed., p. 323, nota 221.
(86) He rebatido la pretensión de diferenciar las normas "imperativa" de las de "orden público" trayendo a
colación las palabras de una entrañable amiga —la Juez de Cámara Diana Cañal— que suele decir "Si la cosa
camina como un pato, tiene plumas como un pato, tiene patas palmípedas como los patos y habla como pato...
entonces es un pato". CAÑAL, Diana R., tesis doctoral denominada "La teoría de la penetración societaria desde
los distintos sistemas jurídicos y su aplicabilidad al Derecho del Trabajo en un mundo globalizado", presentada a
la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Escuela de Estudios
de Posgrado, y aprobada cum laude, ps. 18 y ss.
(87) Siempre según esta corriente de pensamiento.
(88) RUBÍN, Miguel, "Inoponibilidad en la Ley de Sociedades Comerciales y en el Código Civil y Comercial
de la Nación...", ED del 18/06/2015, ps. 1 y ss.
(89) Afirmando que toda la sociedad involucrada en el entuerto, debía ser un "mero" recurso —esto es, una
institución constituida ex profeso y pura exclusivamente— para violar la ley.
(90) Del dictamen del procurador al que remitiera nuestro Máximo Tribunal, CS, 03/07/2007, XLI,
"Corporación Financiera Internacional c. Aragón, Luis F.", Fs. CS 330-2892.
(91) SCALABRINI ORTIZ, Raúl, "El capital, el hombre y la propiedad en la vieja y en la nueva
constitución", Ed. Reconquista, Buenos Aires, 1948, p. 5.

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