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Ciudad techada

Es viernes, una tarde fría, el cielo va del gris más claro al más oscuro, paisaje en
tinta china, y yo, aquí, desde mi ventana lanzando miradas curiosas.

En la calle pocos transeúntes, niños, jóvenes y ancianos cada uno con un lugar
aparente a donde ir, con sus pensamientos atropellados en la cabeza sin saber que
les observo.

De repente escucho un trueno, se estremecen los vidrios que me sirven de lente, y


empiezan a caer finas gotas de lluvia que dibujan figuras en el pavimento seco. Un
espectáculo de paraguas se abre ante mis ojos, y ahora la ciudad tiene un techo
de colores que se desplaza con rapidez de una acera a otra.

La lluvia arrecia, lo fino se hace grueso y el sonido de las gotas contra el suelo
compone una melodía de nostalgia. Muevo mis pupilas, descubro como se forman
charcos, como las ruedas de los carros hacen olas al pasar, como sopla una brisa
intensa que produce escalofríos.

De nuevo alzo mi mirada al cielo, ya todo es más oscuro, el sol fue envuelto por
las nubes que ya no le permiten asomarse, y en la distancia la montaña parece
sostener aquel peso intangible.

Mi ciudad se ha mojado por completo y la calle va quedando vacía, algunas


centellas, ese retumbe al que tanto temo, que me habla de furias implacables, de
deseos contenidos, me quedo inmovilizada.

Mi mente divaga en medio de aquella tormenta, mi alma es salpicada y me


pregunto ¿por qué llora el cielo?... quizás se siente solo o está demasiado
acompañado, quizás también tiene miedo de ser olvidado o está agobiado de
tantas miradas que lo invaden.

Si pudieran hablar los paraguas ¿qué dirían?, a lo mejor en este momento


conversan entre sí y chocando unos contra otros se dan las buenas tardes, tal vez
a través de ellos se puede descubrir la esencia de quienes los sujetan.

Vuelvo a colar mis ojos en aquel contenedor de sintéticos abiertos y empiezo un


ejercicio absurdo para entretenerme, imagino y me dejo guiar por los colores,
buscando definir lo que se oculta tras esos pequeños techos, juego a ir más allá de
lo que puedo ver.

Encuentro paraguas negros, quizás de quienes prefieren lo sobrio, lo lógico, lo


prudente, lo neutro, que no se permiten una sonrisa desparpajada, ni una
expresión que los delate, reservados, analíticos, algo conservadores,
perfeccionistas.

Paraguas rojos, tal vez de quienes gustan de lo excéntrico y gozan de las


combinaciones, que buscan fijar las miradas en ellos, con vidas intensas, carácter
impulsivo, extrovertidos, ambiciones muy altas, dominantes, precisos y directos,
alegres y divertidos.

Paraguas amarillos y verdes, de quienes gustan de lo esotérico, de regalar flores y


leer poemas, de inspirar ideas, creativos, aquellos que revisan su horóscopo cada
mañana y aman pensar en la suerte, soñadores, religiosos, idealistas.

Paraguas azules, de los que van rememorando instantes y riéndose de ellos, que
se debaten entre la casualidad y la causalidad, románticos, tímidos, perseverantes,
cautelosos, discretos, tercos, sensitivos, nostálgicos, leales, individualistas y
solitarios.

Paraguas estampados, de seres prácticos, descomplicados, enérgicos, detallistas,


amantes de la naturaleza, con ritmos de vida acelerados, que gustan de los retos,
amistosos, abiertos, sencillos y agudos de pensamiento.

A alguien no le debe gustar mi atrevimiento y por eso lanza un trueno que


interrumpe mi travesura, la tormenta no cesa, mi espíritu se estremece y he
perdido la noción del tiempo que llevo allí, en esa ventana, disfrutando del
fenómeno climático y de las personas que tratan de esquivarlo siendo víctimas
inocentes de mi delirio, de mi deseo de querer develarles partiendo de un simple
objeto.

Voy por una taza de café, busco calentar mi cuerpo y retomar la cordura, a cada
sorbo veo que la tempestad allá afuera va menguando, que el cielo se despeja... y,
curiosamente, ahora noto que empieza a llover dentro de mí... tendré que abrir mi
paraguas... y de seguro se preguntan ¿de qué color es?...

Les haré la tarea fácil... usaré mi paraguas transparente... así podrán ver, a través
de él, como lloro o sonrío...

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