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SAN JOSÉ, PADRE ADOPTIVO DE JESÚS

“Al verlo, sus padres quedaron admirados” S. Lc. 2, 48.

San Lucas parece complacerse en dar a José el nombre de padre de Jesús y unirle al de
María bajo la apelación común de “sus padres”. Sin embargo, este evangelista conocía más
que ningún otro todo lo concerniente al nacimiento del Mesías y sabía perfectamente que
José no era padre por generación carnal.
Esta expresión la encontramos también en labios de la Ssma Virgen. Cuando encuentra a
Jesús en el Templo, la oímos pronunciar estas palabras: “¿Por qué nos has hecho eso? Tu
padre y yo, llenos de angustia, te andábamos buscando...”.
Nos podemos preguntar de qué manera le corresponde este título a San José.
No es fácil desde luego, calificar la paternidad de San José de una manera precisa;
representa, si se puede decir así, un caso único en la historia de la paternidad.
Sabemos que José, no fue padre de Jesús, según el modo ordinario y natural.
El ángel en sueños le dijo: “Le pondrás por nombre Jesús”. Dicho de otra manera: “El
padre de este niño es Dios, pero El te transmite sus derechos. Eres tú el designado para
hacer de padre.
Por eso, la Iglesia a lo largo de los siglos ha reconocido o titulado a San José como
“padre adoptivo” o “padre nutricio” del Señor, haciendo referencia con estos adjetivos a
que él fue elegido por Dios Padre para que sea su sombra aquí en la tierra, el padre de su
Hijo, el encargado de custodiar al Salvador del mundo.
Para esta misión tan singular, Dios ha dado a José todo lo que pertenece a un padre, sin
detrimento de la virginidad. Su paternidad implica todos los privilegios, todos los deberes,
todos los derechos que normalmente tiene en el hogar un padre de familia, Al ocupar José
un lugar insustituible al lado de María, había sido ese instrumento considerado
indispensable por Dios para que el misterio de la Encarnación pudiese insertarse en el seno
de una familia.
Tenía el encargo divino de custodiar al Redentor y a la Corredentora, y él se encargó de
hacerlo. Tuvo la mayor solicitud para que el Niño y su Madre tuvieran siempre cuanto les
era necesario. Jesús comerá el pan que José ganará con su trabajo y gracias a él alcanzará
la talla humana que necesitaba para salvar al mundo al ser clavado en la Cruz.
Para terminar, podemos afirmar con S.S. Pío XII que “José tuvo hacia Jesús por don
especial del cielo, todo aquel amor natural, toda aquella afectuosa solicitud que el corazón
de un padre pueda conocer”. Este glorioso Patriarca se maravillaría precisamente de ver
dormir al custodio de Israel, siempre vigilante, de ver llorar al que es la alegría de los
elegidos, de ver jugar como un niño al Creador del universo.
San José ejerció los oficios de verdadero padre.
Así alimentó, nutrió su cuerpo y le defendió.
Los Padres de la Iglesia no dudan en verle junto a Jesús, como «la sombra de Dios Padre».
Y porque el verdadero Padre de Jesús, que lo engendra desde la eternidad según su
naturaleza divina, confió a José la misión de ser en la tierra su vicario de alguna manera,
tuvo, al mismo tiempo, que poner en él algo del amor infinito que tiene al Verbo.
José, se maravillaría precisamente de ver dormir al custodio de Israel, siempre vigilante, de
ver llorar al que es la alegría de los elegidos, de ver jugar como un niño al Creador del
universo.

Cuánta caridad debiia iluminar el corazón de san José después de hablar durante treinta años con
el Señor, después de oir las palabras que salían de su boca y ver los ejemplos de humildad,
paciencia y obediencia que le daba ayudándoles en todos sus trabajos y necesidades del hogar.

El amor de san José fue un amor sobrehumano que le hacia encontrar en la misma persona a un
hijo y a Dios.

Sabia que el mismo dios lo había elegido para que sea su padre en la tierra y quería ser llamado su
hijo.

Cuanto más convivia con Jesus, mas conocía su santidad. Imaginemos entonces cuánto le amaba.!
(s alfonso)

Durante treinta años Jesus le estuvo sometido en todo.

José no solamente tuvo el nombre de padre de Jesus, sino que ejerció esa misión tanto como un
hombre puede hacerlo” san juan damasceno

al cual Dios «confió la custodia de sus tesoros más preciosos»


El mensajero se dirige a José como al «esposo de María», aquel que, a su debido tiempo,
tendrá que imponer ese nombre al Hijo que nacerá de la Virgen de Nazaret, desposada con
él. El mensajero se dirige, por tanto, a José confiándole la tarea de un padre terreno
respecto al Hijo de
María.
José es con María, en la noche de Belén, testigo privilegiado de la venida del Hijo de Dios
al mundo.
Imposición del nombre. Huida a Egipto por mandato del angel.
El Catecismo de San Pio V sostiene que “el cuerpo de Cristo se formó de la purísima
sangre de la Virgen Inmaculada, sin concurso alguno de varón, únicamente por virtud del
Espíritu Santo”.
. Dicho de otra manera: José no tuvo ninguna participación en el nacimiento natural de
Jesús, pero exceptuando eso,
de tal forma que el título que le conviene mejor es el de padre virginal de Jesús.
S. Lc 2,27.

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