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SERIE:MOMENTOS DE FUEGO

EL CIELO ESTÁ EN

CAMINO
El Cielo te escuchó, Dios no llega tarde.
Cómo obtener ayuda de Dios cuando no sé
que más hacer y fortaleza mientras espero
la respuesta.

JAVI MARTÍNEZ
UNAS PALABRAS AL COMIENZO

EL INTERRUPTOR DE LA ORACIÓN
EL OÍDO DE DIOS ESCUCHA EL SUSURRO
DE NUESTRO DOLOR

RESUMEN

ACTIVIDADES

UNAS PALABRAS AL FINAL

OTROS LIBROS DE LA SERIE

OTROS LIBROS DEL AUTOR

ACERCA DEL AUTOR

VÍAS DE COMUNICACIÓN

NOTAS
UNAS PALABRAS AL COMIENZO
Quisiera compartirles estas palabras de apertura que
he escrito especialmente para esta serie de libros
titulada Momentos de fuego. Si ya has adquirido otro
libro de esta serie y las has leído, puedes saltar
directamente a la siguiente sección.
En este último año he estado inmerso en investigar y
resumir las bendiciones escondidas detrás del dolor.
Hablar de bendiciones y dolor parece una
contradicción, un oxímoron, dos cosas que no pueden
que ir juntas y que no tienen un punto de convergencia.
Para explicar el dolor no tengo que hacer un gran
esfuerzo. Porque todos hemos recibido los rasguños de
la vida, conocemos las heridas del alma, y portamos
cicatrices en el corazón. Pero, relacionar la bendición
con el dolor es una tarea más compleja que me tomará
el resto de las páginas de este libro.
Por eso es que este libro es una ayuda en el medio
del dolor y consuelo la desesperanza. En él encontrarás
historias inspiradoras de gente que se sobrepuso a la
adversidad. Contiene una perspectiva única respecto de
los demás libros que abordan la temática del dolor,
porque explora cómo los eventos dolorosos pueden
fortalecer nuestra relación con Dios y son un acelerador
para que en nosotros se plasme su diseño. Este libro es
un recorrido, un viaje que no se puede cotizar en valor
monetario, porque las enseñanzas que posee están
inspiradas en la mente de Dios.
Agotarás rápidamente las páginas de este libro,
porque su escritura permite una lectura fluida. Pero, a
su vez, encontrarás lecciones que recordarás con el
paso del tiempo.
Con cada nueva lectura descubrirás enseñanzas que
no sabías que estaban en estas páginas, porque cada
vez te encontrarás en un momento distinto de tu
proceso. Al leer este libro te estarás entrenando para
enfrentar las batallas de la vida, ser cada vez más
capaz de sobreponerte y salir victorioso ante cada reto.
Su temática, el dolor, es tan universal que puede
ayudar a cualquier persona en la Tierra. Pero, a su vez,
apunta a un Dios que nos trata de una forma tan
personal que este libro será apto para cualquier
circunstancia que estés viviendo. Prometer que
«cualquier persona en la Tierra», resolverá sus
problemas, saldrá de angustias, calmará su ansiedad y
superará cualquier proceso que esté viviendo, resulta
no solo ambicioso sino imposible para un libro. Pero es
posible para el Dios que respalda las palabras
contenidas aquí.
Lo importante en un libro no es solo su contenido,
sino lo que este forma en el lector. Este libro no solo te
formará para enfrentar la adversidad, sino que te
ayudará a encontrar en ella una oportunidad de vivir en
la compañía de un Dios amoroso que no se mantiene
indiferente ante nuestro dolor, nos ama y desea
demostrarlo.
Con amor,
Javi Martínez
EL INTERRUPTOR DE LA ORACIÓN
EL OÍDO DE DIOS ESCUCHA EL
SUSURRO DE NUESTRO DOLOR

«Señor, me arrastré hacia ti a través de mi


infecundidad y con la copa vacía, de haberlo sabido
mejor, habría venido corriendo con un gran
recipiente».
Nancy Spiegelberg

Samuel se puede mostrar en tu vida, hoy mismo.


Una frase extraña para comenzar. ¿Por qué Samuel?
Samuel significa oído por Dios.
En estos instantes seremos escuchados por el
mismo Cielo y será abierto el canal de comunicación
que puede cambiar nuestra realidad. Si sentís que
algún aspecto de tu vida está infértil, sin fruto, eso
puede cambiar en un abrir y cerrar de boca.
Quienes están pasando momentos tristes y están
conviviendo con la amargura deben saber que Dios
quiere intervenir en su vida para cambiar su situación.
Dios está allí en los cielos mirando su teléfono,
esperando a que suene.
¿Qué es lo que hay que hacer? Jesús dijo pidan y
recibirán (Mateo 7:7). Y, Ustedes pueden orar por
cualquier cosa y si tienen fe la recibirán (Mateo
21:22).
La respuesta es presionar el interruptor de la oración
para poder hablar con Dios y que tu situación pueda
cambiar por haberlo buscado. Porque lo importante no
es controlarlo todo, sino conocer a Quién sí puede. No
nos detengamos más en la introducción y comencemos
este capítulo.
El libro de Samuel comienza contando la historia de
Ana. Ella es una mujer que tiene gran parte de la vida
resuelta. Tiene un marido, un hogar y el dinero
suficiente como para darse ciertos lujos y caprichos.
En su cultura los hombres tenían varias mujeres, su
esposo Elcana tenía otra mujer llamada Penina, ella
tenía hijos, pero Ana no (1 Samuel 1:2). Pero, ella suele
detener la mirada en algo. Sus pupilas se posan en una
familia que sale a pasear. Más bien, en un niño que le
tira el vestido a la mamá y le dice: «Mami, quiero ir al
baño». Y, mientras la mamá se sofoca diciendo: «¿por
qué no te acordaste antes?», Ana siente en su interior
lo mucho que gustosamente ocuparía el lugar de ella.
En las vacaciones cuando los niños están detrás del
vehículo repitiendo, «¿vamos a llegar?», y los papas
por un segundo piensan en orar por un milagro de
«mudes» para sus hijos, Ana quisiera ocupar el lugar de
esos padres siquiera unos minutos.
Cuando ve a aquella mujer que tiene un hijo con
discapacidad que no puede valerse por sí mismo, al
cual deben arropar, darle de comer, esperar a que
termine de comer, llevarlo al baño y ocuparse de él todo
el tiempo, Ana elegiría, si pudiera, estar en el lugar de
esa madre. Y, si no quedara otra opción, ella sería
aunque sea esa mamá que se desvela al lado de su
niño enfermo. No pide tardes de parques de diversión,
no pide viernes de cine familiar con palomitas de maíz y
helado, no pide fines de semanas en la playa o en la
montaña con su familia. Si le tocara ser la madre de ese
chico con cáncer o leucemia que debe despedirlo a la
eternidad en su primera década de vida, a pesar de
todo, Ana estaría agradecida por esos hermosos
quince, doce, ocho... O cinco años que pudo compartir
con su hijo en esta tierra.
Si pudiéramos entrevistarla y preguntarle por su
esposo ella diría: «Yo amo a mi esposo. Él me ama, me
cuida, me da algunos gustos, pero hay un lugar en el
corazón que solo puede ser ocupado por un hijo. Y, ese
es un lugar que él no puede ocupar, aunque si pudiera
lo haría». Solo un hijo puede ocupar el lugar de un hijo.
Todo le impide olvidar su situación, en su casa hay
un biberón a estrenar y pañales que aún no han sido
cambiados.
Cuando se pone su ropa de cama antes de ir a
dormir, ella roza sus pechos que aún no han
amamantado y al tocar su abdomen pone su mano
sobre él, llora y acaricia su vientre que está a la espera
y que se siente inútil.
Nunca ha escuchado que la llamen mamá. Y, si
alguna vez pensó que era así, fue tan solo por error,
mientras en su interior resonó una voz con la palabra:
infértil... Infértil... Infértil.
Esta palabra que no leemos en gafete, placas de
puertas ni en letreros de oficina. No las asociamos a
chóferes ni a niños de escuela ni a jardineros, pero
todos conocen esa realidad.
Todos tenemos que ver con esa palabra, infértil. Si
miramos con cuidado podemos ver a esa palabra volar
y posarse sobre muchos, incluyéndome.
Solo si contamos el día de hoy podemos juntar
innumerables litros de lágrimas dejados por muchos
anónimos lloran la infertilidad de su vida.
Infertilidad es un área de la vida sin fruto, algo que
no mejora y no hay expectativas de que lo haga. Quiero
decir, ellos están preparados para que su vida cambie,
pero por alguna razón todo sigue igual, siendo la
soledad el testigo que no brinda consuelo.
Tal como le ocurre a una chica que mira su mano
izquierda y siente un vacío en su dedo anular. Ella hace
tiempo que está buscando pareja, ella ya ha madurado.
No es como aquellas que esperan el príncipe azul, o
como aquellos que esperan la princesa Disney. Pero,
por alguna razón ella tiene una vacante crónica en su
corazón, el reloj de su biología amenaza con ponerla en
la misma situación, literalmente hablando, en la que se
encuentra Ana.
Hay un joven anónimo que no tiene trabajo, hace
tiempo él escuchaba la voz de sus padres que le
decían: «termina de estudiar, porque cuando vos
termines de estudiar vas a conseguir un trabajo». Pero,
el reloj del tiempo está acumulando arena, por dentro la
presión le gana y ya es edad de tener su dinero propio,
siente la presión de querer independizarse, pero su vida
está atorada.
Otro muchacho anónimo ha venido a las orillas del
campo de la infertilidad traído por su salud. Él escucha
la voz del médico que le dice en forma inequívoca y
determinante el diagnóstico: «Querido, se trata de una
enfermedad crónica. Nosotros sabemos cuál es la
enfermedad, pero la medicina no sabe cuál es la cura».
Sin mencionar a aquel joven que espera que su
relación con sus padres y sus hermanos mejore. Él ha
hecho lo que podía. Sabe que la gente cambiará
cuando quiera. Lo que se pregunta es: «¿Cuándo
querrán hacerlo?».
¿Quiénes no han pasado por estas situaciones que
nos hacen pasar del plan A, al plan B, y dar la vuelta a
abecedario pensando que ya no hay más planes?
La Biblia describe esa situación con estas palabras:
«¡Qué tristeza da que los deseos no se cumplan! ¡Y
cómo nos llena de alegría ver cumplidos nuestros
deseos!» (Proverbios 13:12, TLA). Cuando estás triste,
frustrado y sin opciones todo puede ponerse peor, tu
esposo puede tener otra mujer que sí tenga hijos y te
haga la vida más difícil de llevar. Así es cuando una
historia se pone peor. La tristeza aumenta cada año
cuando Elcana subía a ofrecer sacrificios.
Estos eran hechos por Penina y todos los hijos y
como amaba a Ana, a ella le daba una parte especial,
pero esto no era suficiente porque: «su rival la irritaba,
enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le
había concedido tener hijos. Así hacía cada año;
cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo
cual Ana lloraba, y no comía» (v.6 y 7).
Esta es la historia de una mujer que quiere tener
hijos pero no puede, y que además su marido tiene otra
esposa que sabe esto y actúa como «su rival». Y, sus
acciones son acordes a esto, hacerla enojar, buscar
entristecerla, irritarla, (¿qué tipo de engaños le haría?).
No nos gusta estar en los zapatos de Ana, dolor
sumado a tu acosadora personal, con esa sensación de
que todo lo que podíamos hacer ya lo hicimos y que las
opciones se redujeron a solo orar. Y, su marido la
alienta en eso: «Elcana le dijo: Ana, ¿por qué lloras?
¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu
corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? Y Ana se
levantó» (v.8).
La infertilidad de Ana la lleva al templo a orar,
hablando en su corazón, moviendo solamente sus
labios, pero su voz no se oye (1 Samuel 1:9-12).
Imaginemos que estamos todos juntos en un salón
para este ejercicio: levantar la mano por turnos para
intentar rellenar los labios de Ana y reconstruir su
oración que la Biblia registra en modo silencioso.
Alguien levantaría la mano y diría que ella dijo
«¡Dios, yo estoy en un callejón sin salida!»
Otro diría, «¡Dios, no sé cuál fue la puerta de entrada
para llegar al hoy en el cual me encuentro, pero tan solo
quiero saber la puerta de salida! Conozco dónde está el
punto marcado en el GPS que dice «Usted está aquí»,
pero necesito que me descargues el mapa para poder
llegar al punto de salida». Alguien más levantaría la
mano para desahogarse y diría, «yo estuve en esa
prisión, pero es peor que cualquier cárcel, porque no
tiene barrotes que te permitan ver del otro lado qué hay
algo más allá del aquí y ahora».
Otro levantaría la mano y diría, «¡Oh, sí sé de lo que
estás hablando, en algún punto de mi vida el barco se
encontró con el iceberg y me dejó como un náufrago en
el mar. Yo no veía ninguna isla alrededor, y lo que era
peor, solo veía el océano y en cada momento tenía la
sensación de que no había ningún lugar en el cual
pudiera hacer pie!».
Entusiasmado por poner palabras a la oración de
Ana, alguien diría ella pidió un cambio en su vida, «¡Oh
Dios quiero saber si existe alguna realidad paralela,
algún universo alternativo, una realidad distinta a esta,
algo más allá de aquella película del ahora que es un
film de suspenso que se pregunta por el final!».
Y no faltaría alguien que levante la mano para elogiar
la fe con la que oró Ana: «Ella levantó las velas de su
navío esperando que los vientos de Dios la llevaran a
tierras mejores».
La oración de Ana, es nuestra oración. Su oración es
la que hacemos cuando el corazón se conecta con el
Cielo y nuestras palabras no alcanzan la potencia de un
susurro.
En la oración de Ana lo terrenal y lo celestial se
tocan en un mover de labios y oídos que escuchan
palabras mudas. Pero ¿qué es lo que ocurre en el Cielo
cuando las palabras son escuchadas por el Dios
supremo? ¿Cómo se percibirán en el Cielo nuestras
oraciones? La otra cara de la moneda, el punto de
conexión del hombre con la deidad, el Cielo
reflejándose en el mar de la necesidad humana.
Hay dos perspectivas al respecto: En la primera Dios
hará todo aquello que quiera hacer, lo que significa que
la oración no puede cambiar nada, y en el mejor de los
casos lo único que puede hacer es cambiar el corazón
del que ora. ¿Qué lugar ocupamos en esta perspectiva?
Una ficha en un tablero de ajedrez celestial.
La segunda, y nos quedaremos con esta, Dios dejó
unas tareas en lista de espera que empezará a llevar a
cabo en el momento en que se las pidamos. Jesús dijo:
ustedes pidan y van a recibir (pueden orar por cualquier
cosa y si tienen fe la van a recibir).
Para graficar la oración con fe, podemos
trasladarnos al campo de batalla en el que tenemos un
radio para comunicarnos con la base central para recibir
nuevas instrucciones y pedir refuerzos. En caso de
estar en problemas necesitamos apretar el interruptor y
recibiremos una respuesta. Pero, necesitamos que la
batería esté cargada, o sea, que esté llena de fe.
Conozco a algunos que nunca lo han apretado y
otros lo mantienen apretado constantemente — están
tan concentrados en hablar que no pueden escuchar la
respuesta — pero hay otros que han sido víctimas de la
frustración y que no aprietan el botón porque ha perdido
la fe en ser escuchados.
No te frustres si la infertilidad se ha posado sobre un
área de tu vida y te ha llenado de amargura, porque esa
misma amargura puede llevarte hasta el templo de Dios
a orar así como lo hizo Ana, apretando bien fuerte el
interruptor de la oración. La llamada a lo alto lleva
palabras desde la tierra, pero vuelve en acciones desde
el Cielo.
Cuando estamos en el campo de batalla y el
enemigo abre fuego con su lluvia de balas, podemos
apretar el interruptor de la oración para pedir ayuda y el
Cielo enviará refuerzos.
Si hay un área de tu vida que está interrumpida,
puede que Dios esté detrás de esto. Porque puede que
Él haya apretado pausa con el objetivo de que lo
busques y así acompañarte. Dios ha dejado muchas
cosas para hacer en su agenda, pero las hará cuando
nosotros se lo pidamos.
Podemos tener certeza de que Jesús nos alienta a
esto, en el verso de Mateo Él dijo: «pidan». ¿Qué
tenemos qué hacer? Pedir. ¿Qué le pasa al que pide?
El que pide, recibe (7:7).
No me mal entiendan, no estoy diciendo que «el
orar» convierte a Dios en nuestro sirviente o un robot
que sigue nuestras órdenes, sino que deja ver a un
padre que se ocupa de las necesidades de sus hijos.
La oración con fe transforma nuestra predisposición
hacia nuestro Padre. Cuando oramos creyendo que
recibiremos, nuestra expectativa crece, al igual que
nuestra dependencia de Él, aumentando la búsqueda
de nuestro Padre.
Así le ocurrió a Ana, porque «Jehová se acordó de
ella. Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de
haber concebido Ana, dio a luz un hijo, y le puso por
nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová»
(1 Samuel 1:19-20). Porque lo pidió al Señor, Ana
concibió y lo llamó Samuel. Esta es una lección para
nosotros, porque Samuel significa «oído por Dios». Dios
no nos escuchará si nosotros no oramos.
Algunas verdades respecto a la oración son:
La fe es indispensable. Jesús dijo «ustedes pueden
pedir cualquier cosa y si tienen fe la recibirán», esto es
en Mateo 21:22.
No solo importa nuestra voluntad, sino la de
Dios. El apóstol Juan dijo si piden alguna cosa
conforme a su voluntad él nos oye (1 Juan 5:14).
Si lo necesitamos no nos faltará. El apóstol Pablo
cuando escribe «Dios suplirá todo lo que les falte».
Nos cambia. El rey Salomón recibe su destacable
sabiduría para gobernar luego de orar.
Provoca cosas impensadas. Cuando Elías ora, el
cielo se cierra y se abre, dando su lluvia. Cuando Jesús
da gracias, los panes se multiplican.
Afecta la vida de otros. Pedro es liberado de su
encarcelamiento, injusto por cierto, mientras la iglesia
estaba orando.
A veces necesitamos un compañero de oración.
Moisés se encontraba en medio de la batalla y solo
cuando levantaba las manos su ejército era el que
vencía. Por cierto, cuando estas manos de oración le
comenzaron a flaquear, él llamó a algunos para que lo
ayudaran.
Dios nos responde cambiando nuestra realidad.
El rey David escribió en el Salmo 120, «A Jehová clamé
estando en angustias» y «y él me respondió».
Muchos de los de que están en esta galería se
encontraban en la situación de que «solo resta orar»,
otros descubrieron que la vida es mejor con oración.
Pero, todos recibieron una respuesta del Cielo. Samuel
se hizo presente en sus vidas, todos ellos fueron «oídos
por Dios».
La Biblia dice que Ana oró con amargura, lloró
abundantemente, pero también dice que Dios le
respondió. Luego de eso ella no estuvo más triste,
Samuel había aparecido, ella había sido oída por Dios.
Y, la respuesta fue mucho más abundante de lo que
esperaba, porque Dios le concedió tener hijos, a
Samuel y a cinco hijos más (tres varones y dos
mujeres). Samuel fue el último Juez de Israel y autor del
libro de la Biblia en el que incluye su historia,
comenzando por la de su madre.
Si hoy hay un área infértil en tu vida, tu vida puede
cambiar a través de Dios. Hoy puedes orar a Dios para
pedirle que cambie tu realidad. Y, si ya no lo haces,
puedes volver a hacerlo. Me gustaría animarte con este
testimonio que recibí estos días. Lilibet nos escribe
desde Ecuador y nos dice:
Quería compartirles este gran milagro que
Dios hizo en mi vida. Yo era estéril por doce
años, no podía quedar embarazada, hoy
gracias al amor de Dios y su misericordia, la
que tuvo conmigo, tengo una bebé de cuatro
meses. Gloria sea a Dios, no hay nada que
sea imposible para él. Dios es un Dios de
poder.
No puedo ni siquiera pensar lo que será anhelar la
maternidad por doce años. Pero, saber de Lilibet, esta
Ana contemporánea, me llena de fe para afirmar que
Dios es un Dios que escucha las oraciones.
Hoy esto se puede hacer realidad en tu vida.
Comienza a llamar hasta que encuentres a Dios.
Samuel, «oído por Dios», puede aparecerse en tu vida y
encarnes las palabras de David que dijo «a Jehová
clamé estando en angustias y él me respondió».
Que hoy la fe sea aquella que cambie tu mala realidad
al haber utilizado el interruptor de la oración, porque el
oído de Dios escucha el susurro de nuestro dolor.
RESUMEN

● Sus oídos nunca han escuchado que la llamen


«mamá». Y, si alguna vez esto ha ocurrido, tan
solo ha sido por error, recordándole las
palabras: «infértil»... «infértil»... «infértil».

● Hoy muchos viven la infertilidad en sus vidas,


están preparados para que su vida cambie, pero
por alguna razón todo sigue igual.

● Dios dejó ciertas cosas por hacer, pero él las


hará cuando nosotros se lo pidamos.

● Que hoy puedas presionar el interruptor de la


oración. Que hoy puedas ser «oído por Dios».
ACTIVIDADES

● Querido Padre, me acerco a ti

(rellena estos «susurros»).

● Cree que Dios puede actuar en tu vida.


● Vuelve a confiar en Dios.
● Responde:
○ ¿Cuáles son las áreas infértiles en tu
vida? ¿En qué aspectos de tu vida estás
detenido/a?
○ ¿Cómo podrías convertir esto en una
oración?
UNAS PALABRAS AL FINAL

Si has llegado hasta estas páginas finales, eres un


valiente. Porque te has animado a mirar al dolor a la
cara, pero también a mirar al cielo en busca de Dios. Te
has atrevido a aceptar el desafío de ser renovado por
Dios y volver al diseño que Él pensó para vos. En el
horno el fuego calienta al metal y lo ablanda, de esa
manera el herrero puede darle la forma que desea. Eres
un valiente por atreverte a involucrarte en este proceso.
Solo los valientes se reconocen insuficientes en el
momento de la prueba y por eso buscan a Dios. Su
perspectiva nos muestra de forma clara el «porqué» y el
«para qué» de la adversidad.
En este libro, hemos descubierto juntos una pequeña
parte de esa perspectiva. Hemos visto con los ojos
espirituales y nos resta un último desafío. Algunos han
realizado las actividades propuestas en cada capítulo,
pero el verdadero reto es poder utilizar lo aprendido de
forma permanente en nuestra vida. De la misma forma
que no se ejercita el cuerpo leyendo una revista de
deporte, no aprendemos ni mantenemos las habilidades
espirituales si no las ponemos en práctica.
Quiero agradecerte, en nombre de todos los que
trabajaron en este libro, por adquirirlo y por leerlo.
Ahora, te desafío en estos momentos a que pienses en
alguien que esté pasando por alguna adversidad,
alguna prueba, esté triste o esté enfrentando el dolor, y
le hagas llegar este ejemplar o una copia del mismo,
para que sea bendecido de la misma forma en que vos
lo has sido.
También es posible que este sea el primer libro
cristiano que has leído o que nunca hayas considerado
a Jesús como tu Salvador. Ahora, te invito a que al
cerrar este
libro, ores a Él y le puedas entregar toda tu vida,
sabiendo que Él te dará la vida eterna. En la cruz Él
murió para perdonar tus pecados y, así como Él
resucitó, un día vas a resucitar para estar siempre con
Él.
Mientras tanto Él será el Dios que no dejará cuando
pases por los momentos de fuego y te ayudará a
descubrir las bendiciones escondidas detrás del dolor,
forjándote según Él te diseñó.
«Contar tu historia con Dios
es prestar tu fe a los demás».

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ACERCA DEL AUTOR
Javi Martínez es un joven escritor emergente, un
instrumento que el Padre está levantando para animar y
ser de bendición a esta generación.
Es una persona polifacética, es profesor de lengua y
literatura y no solo sirve al Señor en su faceta de
escritor, sino que lo hace también a través del ministerio
«Conectate con lo Alto» del cual es fundador, ministerio
encargado de llegar a la juventud con un mensaje
diferente a través de programas de radio, televisión y
redes sociales.
Ha servido al Señor activamente en la obra bíblica,
en la cual desempeñó la tarea de llevar la Palabra a
distintas provincias de nuestro país.
No solamente se limita a eso, sino que actualmente
es un emprendedor activo.
Casado con su mejor amiga Flor, con quién está
iniciando un nuevo hogar en las manos del Señor.
Su material libro será de bendición para tu vida, y en
muchos marcará un antes y después. Desatará una
mayor fe y será un sostén en medio del proceso.
VÍAS DE COMUNICACIÓN

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