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¿Qué son?
Las capacidades prácticas de los padres y/o cuidadores principales para cuidar, proteger y
educar a sus hijos o niños a cargo, asegurándoles un desarrollo sano.
Desarrollo cerebral
Un óptimo funcionamiento del cerebro, por ende, de la mente depende en gran parte de
la calidad de las relaciones interpersonales ofrecidas por las madres, padres u otros
cuidadores a los niños y niñas, especialmente en la infancia temprana (estudios del apego,
estrés infantil, etc.)
Las bases fundamentales de los comportamientos constructivos de los niños y niñas y más
tarde de los adolescentes y adultos, consigo mismos y con los demás, incluidos la
conyugalidad y la parentalidad, se adquieren también a través de las relaciones con los
agentes socializadores primarios
Y la historia se repite…
Los padres y/o cuidadores tendrán muy probablemente habilidades parentales acordes a
las que desarrollaron sus propios cuidadores (historia personal especialmente en la
infancia) ya sea por resiliencia (todo lo contrario) o por validación (“así me criaron a mi y
miren que bien salí”). Sus competencias o incompetencias son el resultado de relaciones
con las personas significativas de su propia vida, que han modelado sus formas de ser
padres.
¿Se puede trabajar en esto?
Las mismas investigaciones sobre el desarrollo del cerebro han mostrado que a pesar del
daño provocado en los hijos por las incompetencias de sus progenitores o “traumas”, el
cerebro infantil tiene una plasticidad estructural, por lo que nuevas experiencias de
cuidado, protección y educación, pueden estimular la emergencia de nuevos circuitos
cerebrales y recuperar así funciones dañadas o perdidas.
Resiliencia
En definitiva…
Trabajar la parentalidad evaluando sus cualidades y las consecuencias sobre los hijos,
implica ser conscientes que, como toda actividad humana, en esta función contribuyen
significativamente los factores genéticos y constitucionales de los padres, pero también y
de una manera fundamental, sus experiencias de vida que han modelado el desarrollo de
su cerebro y de su mente. Esta visión, lejos de culpabilizar a los padres, les hacen
responsables de lo que son, pero se les reconoce así mismo, que hacen lo que hacen
porque están modelados por sus propias historias infantiles. Evaluar sus competencias es
una manera de establecer de qué manera la forma que tratan a sus hijos está modelando
el desarrollo cerebral y consecuentemente la mente de éstos, con el objetivo de organizar
la ayuda a sus hijos y también a ellos mismos para que tengan la posibilidad de adquirir
y/o perfeccionar las competencias y habilidades que sus experiencias anteriores no
permitieron.
Analicemos nuestra historia como “hijos”
Valores que quiero que mi hijo o hija aprenda y “sea” en orden de importancia
“mi hijo o hija será feliz solo si……”
Cada valor se traduce en actitudes (pensamiento-emoción-cuerpo-conducta)
“Mi hijo o hija como adulto será…” (mi sueño para el/ella)
Comparemos…
¿quién más participa?
Interferencias, potenciadores
Desautorizaciones entre nosotros
Desautorizaciones desde otros