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Palahniuk y el minimalismo

Pasaron seis años después de la caída de las torres gemelas para que Samuel abriera un blog.
Ahora pasaron más de seis meses para que pegara su primera entrada… ¡Esto así no funciona!
Pero no pierdan la fe. El tipo está dispuesto a rehabilitarse y pegar una entrada al menos cada
semana.

El libro Error humano de Chuck Palahniuk tiene un buen ensayo llamado No perseguir a Amy (1).
Este, como otros textos que pegaré luego, tiene perlitas, consejitos, algunos útiles, otros no tanto,
sobre el proceso de creación literaria. Que a quienes andan, como Samuel, con la pretensión de
escribir, les pueden ayudar a tomar algunas decisiones… a veces.

Sin más, ahí “os” van algunos fragmentos arbitrariamente seleccionados por Samuel conservando
algunos detalles espantosos de la traducción española:

Cuando se estudia el minimalismo en el seminario de Tom Spanbauer, el primer relato que se lee
es «La cosecha» de Amy Hempel. Luego «Callejeros» de Mark Richard. Y después de eso, ya estás
perdido.

Si os encantan los libros, si os encanta leer, está es una línea que tal vez no queraís cruzar.

No estoy de broma. Si pasaís de este punto, casi todos los libros que leaís en adelante os
parecerán una mierda. ¿Todos esos libros en tercera persona donde lo que importa es seguir la
trama y están sacados de las páginas del periódico de hoy? Pues bueno, después de Amy Hempel
os vais a ahorrar un montón de tiempo y dinero.

(…)

Al principio «La cosecha» parece una lista de compra llena de detalles. Y al final de las siete
páginas uno no tiene ni idea de por qué está llorando. Uno se siente un poco confuso y
desorientado. No es más que una simple lista de hechos presentados en primera persona, pero de
alguna forma esa lista consigue componer algo más que la suma de sus partes. La mayoría de los
hechos son hilarantes, pero en el último momento cuando la risa te ha desarmado, va y te rompe
el corazón.

Ella te rompe el corazón. La perversa Amy Hempel. Eso es lo primero que Tom te enseña. Que un
buen relato tiene que hacerte reír y un momento después romperte el corazón. Y lo siguiente es
que nunca vas a escribir tan bien. Esa parte no la aprendes hasta que has hechado a perder un
montón de papel y has desperdiciado tu tiempo libre con un bolígrafo en la mano durante años y
años. En cualquier horrible momento puedes coger un ejemplar de Amy Hempel y descubrir que
tu mejor obra no es más que una imitación barata de la peor de ella.
Para demostrar el minimalismo, los estudiantes se sientan alrededor de la cocina de Spanbauer
durante diez semanas y diseccionan «La cosecha».

El primer aspecto que se estudia es el que Tom llama los «caballos». La metáfora es la siguiente: si
vas en carromato de Utah a California, usas los mismos caballos para todo el camino. Si en lugar de
caballos poneís «motivos recurrentes» o «ideas repetidas», os haréis a la idea. En el minimalismo,
un relato es una sinfonía que crece y crece, pero nunca crece la línea melódica original. Todos los
personajes y las escenas, las cosas que parecen distintas, todas ilustran algún aspecto del tema de
la historia.

(…)

El siguiente aspecto es lo que Tom llama la «lengua quemada». Es una forma de decir algo pero
diciéndolo mal, retorciéndolo para hacer que el lector tenga que ir más despacio. Obligando al
lector a leer con mayor atención y no solamente ojear una superficie de imágenes abstractas,
adverbios que sirven de atajo y clichés.

(…)

Otra cosa que se estudia en el minimalismo es el «registro del angel». Esto quiere decir escribir sin
hacer juicios. Al lector no se le describe nada como «gordo» o «feliz». Solamente se pueden
describir acciones y apariencias de una forma que haga que el juicio aparezca en la mente del
lector. Sea lo que sea, uno lo disgrega en forma de detalles que se vuelvan a reunir en la mente del
lector.

(…)

Así que hemos hablado de los «caballos», de la «lengua quemada» y del «registro de ángel».
Ahora nos referimos a escribir «en el cuerpo».

Hempel enseña que una historia no tiene que ser un flujo constante de bla, bla, bla que intimide al
lector para obligarlo a prestar atención. No hay que agarrar al lector de las orejas y hacerle tragar
todos y cada uno de los momentos. En cambio, la historia puede ser una sucesión de detalles
sabrosos, olorosos y táctiles. Lo que Tom Spanbauer y Gordon Lish llaman «ir por el cuerpo», darle
al lector una reacción física simpática, involucra al lector a un nivel visceral.

El único problema del palacio de fragmentos de Hempel es lo difícil que difícil que resulta citarlo.
Sacad cualquier parte del contexto y perderá su poder. El filósofo francés Jacques Derrida compara
escribir ficción con un código de software que opera en el hardware de la mente. Con engarzar
macros individuales que, combinadas, crean una reacción. Ninguna ficción consigue esto tan bien
como la de Hempel, pero todas sus historias son tan tensas, y están tan despojadas de todo lo que
no son datos desnudos, que lo único que uno puede hacer es tumbarse en el suelo boca abajo y
elogiarla.

Cuatro consejos para la escritura peligrosa


Posted on 21 septiembre, 2015
Hoy hablaremos de Tom Spanbauer, y del estilo de escritura peligrosa que inventó en los
años ochenta.

Podríamos considerar la escritura peligrosa como una vertiente del minimalismo, o mejor
dicho, como una serie de técnicas literarias que el escritor minimalista puede aplicar
en sus trabajos. Con minimalismo me refiero al estilo de escritura cultivado por Gordon
Lish, Raymond Carver, Chuck Palahniuk, Richard Ford y otros cuantos sospechosos
habituales de mis estanterías.

“Escribir peligrosamente”, dice Spanbauer, “es ir a ese lugar secreto y oculto en nuestro
interior. Hay algo allí triste y doloroso, pero es preciso ir, investigarlo y escribir sobre ello”.
[1]

Tom Spanbauer tiene un taller activo en Portland, donde lleva a cabo reuniones semanales.
Los alumnos avanzados se sientan en la mesa, y el resto se colocan a su alrededor, y
conforman lo que llaman Pond Scum, algo así como las «algas del estanque». Estos se
callan, escuchan y toman notas, mientras los primeros discuten. Después tienen de cinco a
diez minutos de tutorías privadas con Tom, donde analizan sus propias historias.[2]

Al empezar el taller de Spanbauer se suelen llevar a cabo dos ejercicios. En el primero, el


alumno debe escribir sobre algo que le ocurrió y que lo ha cambiado. En el segundo,
debe escribir sobre algo que no recuerde del todo:

“Ambos ejercicios fuerzan al escritor a buscar su propia


experiencia, y a empezar a construir la historia a
partir de ahí. Me gusta sugerirles que trabajen sobre
experiencias personales, porque la tendencia en estos
tiempos es escribir historias de vampiros, o de
fantasía, o historias que los estudiantes piensan que
Hollywood podría comprarles en el futuro. Pero más
importante que eso, creo que la mayor parte de los
estudiantes suelen pensar que la historia es algo que se
encuentrafuera de ellos, no en su interior.”[3]

Creo que Tom Spanbauer se equivoca al considerar que las historias de temática fantástica
no son susceptibles de un tratamiento minimalista, o que no reflejan experiencias
personales. En algunos casos esto puede ser cierto, pero en otros muchos no, pues la
fantasía es un nivel de abstracción que en algunas ocasiones enmascara (y en
otras precisamente ayuda a poner de relieve) temas o experiencias vitales.

En cualquier caso, también creo que da igual lo que escribas y cómo lo escribas, porque lo
que defiende Spanbauer también puede ser interesante para ti, como lo ha sido para mí. 

 
Aparte de los escritores mencionados arriba (algunos mentores, como Lish, algunos
discípulos directos, como Palahniuk), una de las autoras más relevantes de la escritura
peligrosa es Amy Hempel, también alumna de Lish, y cuyo relato The harvest es
considerado la obra de referencia de este estilo. Como tal, se analiza minuciosamente
durante los talleres de Spanbauer. 

Traduzco aquí los primeros párrafos:

“El año en el que empecé a decir «copa» en lugar de


«vaso», un hombre al que apenas conocía estuvo a punto
de matarme por accidente.

El hombre no estaba herido cuando el otro coche nos


golpeó. Lo había conocido hacía una semana, y en la
calle me sostuvo de forma que no pudiera ver mis propias
piernas. Recuerdo que sabía que no debía mirar, pero al
mismo tiempo sabía que lo hubiera hecho de haber podido.

La parte delantera de la ropa de aquel hombre estaba


cubierta con mi sangre.

Él dijo: «Te pondrás bien, pero este jersey se ha echado


a perder».”

 
Puedes terminar de leer The harvest  aquí (en inglés). Es necesario leerlo completo para
entenderlo, porque la historia se cuenta en dos partes. Primero te habla de todo eso del
accidente y de la rehabilitación, y luego exclama: Bien, y ahora que hemos terminado con
esto, te voy a contar todo lo que he dejado fuera de la historia. Es un ejemplo de narrador
no confiable, del que ya traté por encima en el artículo sobre la elección del punto de vista
de una novela.

Lo que hacen los estudiantes en los talleres de Spanbauer, según Palahniuk, es sentarse
alrededor de una mesa durante diez semanas y analizar The harvest, y de él extraen estas
cuatro enseñanzas:

1# Caballos
La idea es la siguiente: Cuando tú conduces una caravana de un punto al otro del país,
siempre utilizas los mismos caballos. Lo mismo debería pasar con una historia,
sustituyendo los caballos, en la metáfora anterior, por «el tema» o «los temas».

En el minimalismo de Spanbauer, cualquier historia, ya sea un relato de un centenar de


líneas o una novela de más de mil páginas, tiene un tema central, y todos los personajes
y escenas que aparezcan deben servir para ilustrar o demostrar un aspecto del mismo.

Llevado al extremo, podemos decir que si tú has querido vertebrar tu obra en torno al tema
de la «libertad», cualquier fragmento que se desvíe de ese tema deberá ser eliminado. Nada
de digresiones, de sub-argumentos, o de intentar tratar más de un tema, a no ser que estén
íntimamente relacionados.

Expresado de un modo bastante menos radical: Sé que la mayoría de los escritores no


reflexionan sobre un tema cuando se ponen a escribir su obra. Sin embargo, creo que si la
obra es buena, el tema emerge por sí mismo. En ese momento el escritor ha de
identificarlo y escribir —o reescribir—, la historia en consecuencia.

Todas las buenas historias deberían tratar sobre algo, ¿verdad? Y si te paras a pensarlo,
todas las buenashistorias lo hacen.

2# Lengua quemada
Consiste en ofrecer información relevante al lector, pero de forma equivocada, para
dar lugar a confusión y a falsas interpretaciones. En estos casos, el lector tendrá que
volver sobre la frase y leerla dos veces, prestando más atención.

Esta forma confusa de escribir implica también que hay que huir de los clichés, de los
adverbios que tratan de “trampear” o forzar las emociones en el lector (cosas como
«tristemente», por ejemplo) y de las imágenes abstractas.

Por alguna razón, para Spanbauer también es importante no incluir unidades de medida:


metros, kilos, grados, u otras por el estilo. Tampoco la edad, insiste Palahniuk «¿Dieciocho
años? ¿Qué significa eso?».

Aunque es una norma un tanto absurda y excesiva, y muy probablemente esconda un


intento de provocación, tiene un cierto sentido. No cabe duda de que este tipo de
expresiones también son atajos cómodos para el escritor, como los adverbios o los clichés.

3# Ángel observador
El novelista que aspira a producir escritura peligrosa ha de limitarse a describir la
apariencia de los personajes y sus acciones, sin emitir juicios de valor. El escritor debe
descomponer lo que quiere decir en una serie de detalles que tomen forma en la cabeza del
lector para que este extraiga sus propias conclusiones.

¿Es Tom un tipo gordo? ¿Y Samantha? ¿Es una mujer feliz? Términos como «gordo» o
«feliz» están prácticamente prohibidos en el minimalismo, según Spanbauer. Son los
hechos o las descripciones de los personajes los que deben sugerirnos estos conceptos.

4# Meterse en el cuerpo
Esto es algo que propugnan Lish y Spanbauer, algo así como experimentar la historia
describiendo lo que el protagonista percibe a través de los cinco sentidos. Una narración
debería de ser una sucesión de sensaciones corporales (vista, olfato, sonido, gusto y
tacto).

He visto esto en otra parte, y no recuerdo dónde, pero venía  a decir que si querías describir
bien una escena, buscaras al menos una sensación recibida por cada uno de los cinco
sentidos. Algo visual, algo acústico, un olor, etcétera.

Conclusiones
Las cuatro reglas de Palahniuk son reduccionistas, y en realidad hacen más mal que bien al
minimalismo, o a la prosa del propio Spanbauer. Son un punto de partida interesante para
explorar otras formas narrativas, pero eso es todo. De hecho, el propio Spanbauer no
defiende que nadie tenga que escribir así, solo que así es como él escribe y enseña a
escribir.

 
Si hay que quedarse con algo de todo esto de la escritura peligrosa es con lo que me quedé
yo: Escribe sobre ti mismo, y a través de ti, podrás escribir sobre todo lo demás.

Cada día hay más personas que desprecian la experiencia personal, y se limitan a reproducir
emociones recibidas de fuentes de segunda mano, a través del cine o de los libros de otros.
Eso no es suficiente, o al menos no lo es para mí, y creo que para ti tampoco debería serlo.

Esa historia única, diferente a las demás, está dentro de ti. Así que saca fuerzas de donde
puedas y ve allí a buscarla.

Solo hay que leer “El hombre que se enamoró de la Luna” de Spanbauer para comprobar
que a él, al menos, le ha funcionado maravillosamente.

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