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La arena que cubría más de la mitad el vetusto muelle de puerto Colombia, otrora el tercero más largo

del mundo, primero en américa latina y único en su época de albergar cinco buques en operaciones de
cargue y descargue a la vez, parecía brazas de candela en los pies de más de veinte muchachos que
promediábamos los 15 o 16 años de vida y que dos o tres veces a la semana teníamos que soportar
para ir al encuentro de un partido de futbol a orillas del mar, bajo un inclemente sol, propio de este
pueblo, a más de un kilómetro, apartado de toda contaminación y con otro objetivo de la mayoría de
nosotros que era gastar el tiempo que nos sobraba cada día.

Puerto Colombia, un pueblo a orilla del mar caribe a 30 minutos de la capital del atlántico, con una
comunidad sin educación por esas épocas, a causa de la construcción del muelle y sus barcos, que a la
postre sería la única aspiración laboral de los jóvenes porteños de entonces, motivo principal por el
cual ante la mirada triste y las lágrimas de muchos porteños, impotentes frente aquella dura realidad,
trasladaron a Barranquilla el Terminal Marítimo

¿No tienes tareas, me decía mama? ¡No estudiaste ni sábado ni domingo ¡

Era una pregunta retórica, no había en ella tono de respeto u orden para que yo cambiara lo que ya ella
sabía, a donde me dirigía y a qué.

Mis padres; no tuvieron la oportunidad de ir al colegio, se casaron muy jóvenes, mi mama tenía 15
años y mi papa tenía 18, y su única aspiración era trabajar en el terminal marítimo, cosa que para
cualquier nativo de este pueblo no era difícil, como quiera que puerto Colombia con su muelle
marítimo, como lo dice su nombre fue el primer puerto de Colombia y por este motivo sus hombres
nativos, tuvieron la dicha de contar con esta gran empresa de los años 60 y 70.

Regresaba poco antes del mediodía, hambriento, con la piel renegrida producto del inclemente sol con
que jugábamos más de dos horas.

Vas a llegar tarde al colegio, me decía mi mama.

Era solo un comentario gritado, algunas veces hasta me decía; después de manifestar algo de enojo,
más bien por asolearme de tal forma que por que fuera a fallar al colegio ese día, que no me bañara
sofocado para no coger un resfriado y entonces de esta forma tampoco iba al colegio.

Así crecí, con la misma mentalidad y con los mismos objetivos que mi padre tenía a mi edad, ir al
colegio no era la aspiración de los jóvenes de mi pueblo, también me incluyo, cosa que con seguridad
repercutiría en demasía en el desarrollo del pueblo y el nuestro propio.

En casa nada faltaba, mi papa era winchero del terminal marítimo, era de los cargos mejores pagos, su
único jobi era tomar ron blanco cada que no tenía turno de trabajo.

éramos seis hermanos, tres hombres y tres mujeres, yo era el menor, mi mama se encargaba de los
quehaceres de la casa y de malcriarnos a todos incluidas las mujeres de mis otros dos hermanos, mis
hermanas y sus maridos que también se fugaron con el primer novio que tuvieron y no llegaron
siquiera a graduarse de bachiller.

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