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Criterio Social – Moral o religioso: Se llama conducta anormal por que no se acomoda
(Ajusta) a las normas o costumbres socialmente aceptadas por una comunidad
molestando a los demás miembros de esa comunidad. El problema de este criterio es
que no se sabe quien establece estas normas.
Es un modelo explicativo es un método teórico que almacena una serie de datos que se
dirigen a intentar establecer los fenómenos de la naturaleza y del hombre:
Modelo conductual: La conducta anormal es igual a la normal, pues aquella está regida
igualmente por leyes del aprendizaje que rigen la normalidad. Una conducta se aprende
por: Condicionamiento Clásico, Operante y aprendizaje observacional.
Existen tres entidades nosológica importantes para el análisis legal, estas son:
El perfil no incluye todo y todos los perfiles no ofrecen la misma información. El perfil se
basa en lo que se dejó o no se dejó en la escena del crimen. Dado que la cantidad de
pruebas Psicológicas varía, como la de pruebas físicas, el perfil también puede variar. La
información del perfil puede incluir:
Raza
Sexo
Edad aproximada
Estado civil
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Ocupación
Reacción ante el Interrogatorio policial
Grado de Madurez sexual
Si el individuo sería capaz de cometer otro crimen
La posibilidad que haya cometido una ofensa en el pasado
Antecedentes judiciales
La base de un buen perfil es la buena observación del lugar de los hechos y realizar
entrevistas adecuadas con víctimas y testigos. Los elementos necesarios para un perfil
psicológico son:
* FACTIBILIDAD
Es la conducta del criminal, tal como aparece en la escena del crimen, y no el crimen en si,
lo que determina el grado de factibilidad de perfilar el caso.
Terrorismo
Delitos sexuales
Piromanía
Crímenes seriales
Delitos Rituales (Sectas)
Toma de rehenes
Homicidio Múltiple
Masacres
4. Que criterios de definición de normalidad son los que usted cree se podría acomodar a
un posible análisis de la escena de un crimen.
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CASUISTICA APLICADA
Una agradable tarde de domingo del mes de mayo de 1914, H.D. Landrú, hombrecillo
de muchos secretos, paseaba por una calle de París, cuando vio una dama de mediana
edad, elegantemente vestida, que venía en dirección contraria. Al llegar a la altura de la
dama, Landrú caballero de 45 años, vestido impecablemente, de bigote, barbita y
sombrero, pestañeó con sus ojos pequeños. Poco después, Landrú y madame Georges
Cuchet, una viuda, tomaban juntos el aperitivo en un café.
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Landrú una vez terminada su bebida, tranquilamente, con actitud carismática comenzó a
sonsacarle información a la viuda. Esta tenía un hijo de 17 años, vivía en un
apartamento pequeño y trabajaba de costurera. Su esposo muerto cinco años antes, le
había legado unos muebles de gran valor y unos modestos ahorros.
Landrú se presentó con un nombre falso, dijo que era ingeniero y le contó a la viuda con
voz fingida que expresaba emoción y ternura, que él nunca se había casado, puesto que
había dedicado toda su vida a cuidar a su inválida madre, fallecida muy recientemente.
Sacó un pañuelo de bolsillo, y se enjugó las lagrimas y le confesó que ahora si estaba
dispuesto a desposarse. La viuda Cuchet, completamente fascinada por el hombrecillo,
sugirió que la visitaría la noche siguiente.
Cuando se despidió de la viuda aquel domingo, Landrú encaminó sus pasos a una
pequeña casa en Clichy, un barrio industrial, para compartir allí la cena con su esposa,
dos hijos mayores y dos hijas de menor edad. Después de la cena, Landru, que era
conocido por sus vecinos con el nombre de Francois Petit, recitó las oraciones con la
familia, ayudó a sus hijas a resolver sus problemas escolares, escuchó unos discos en la
gramola y se retiró pronto a su habitación.
Aquella noche, Henri Desiré Landru, abandonando sus nombres supuestos de Petit y
Fremyet, encarnó de nuevo el papel de Diard, Ingeniero, y se presentó en el pequeño
apartamento de la señora Cuchet mirando cariñosamente a la dama a través de un
grandiosos ramo de rosas.
Durante las semanas que siguieron , la señora Cuchet, novia feliz, no prestó la menor
atención a las protestas de su hijo, y de su inquietud de que esi hombre le generaba
desconfianza. Landru se presentó como un entendido en cuestiones de bolsa, y pronto
convenció a la viuda de sacar sus ahorros del banco y entregarle el dinero para que él lo
invirtiera. Cuando estalló la I Guerra Mundial, Landru despidió a sus hijos que
marchaban para la guerra y luego se llevó los muebles de la señora Cuchet para, según
él, “ponerlos a salvo”. Acto seguido invitó a la mujer y a su hijo a vivir en un hotelito
que había alquilado en Vermoulliet, un pueblo rural a orillas del Sena, a una hora en
tren de parís.
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En enero de 1915, ocho meses después de su primer encuentro, los vecinos del
pueblecito observaron que cierta noche estaba muy atareado encendiendo unas hogueras
en el patio de su casa y entrando y saliendo continuamente.
Alguien del pueblo comentó lo extraño que era Monsieur Dupont, prendiendo y
apagando fuegos. Cuando finalmente apagó el último fuego, los vecinos dejaron de ver
a la señora Cuchet y a su hijo. Los vientos de invierno comenzaron a soplar y el hotelito
quedó oscuro y abandonado.
Landru estuvo igualmente atareado en París durante aquel invierno de 1915: ocupado en
su negocio de coches robados, ocupado en comprar para su familia el asado de los
domingos, ocupado en rezar con los suyos todas las noches, ocupado en escribir cartas a
sus hijos en el frente de guerra y ocupado en dar con una nueva habitante para el
hotelito de Vermoulliet. Alquiló un apartamento cerca de la Torre Eiffel, donde recibía
a las mujeres que respondían a un anuncio que publicaba en los periódicos solicitando
una institutriz.
Aquí es cuando comenzamos a entender la táctica que usaba Landru con las mujeres.
Madame Laborde- Line, lo mismo que madame Cuchet y otras mujeres, confió los
detalles de su nueva felicidad a sus parientes y amigos, quienes, a su debido tiempo,
habían de ponerlos en conocimiento del Comisario Jean Belin, de la Policía Francesa.
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Los archivos oficiales de la policía revelarían mas tarde que un día entre los años de
1914 y 1919, Henri Desiré landru intimó con por lo menos 284 mujeres. Landru, afirmó
el comisario Belin en sus memorias, debía de ser un “hombre sorprendentemente viril
para relacionarse íntimamente con tantas mujeres”. Sorprendentemente viril, es cierto,
no era ya un joven, sino un hombre maduro, pero al parecer para él siempre era
primavera.
Landru le había dicho a la argentina que era miembro del servicio secreto Farncés.
Tramó a los amigos confiándoles en secreto, claro está, que acababa de regresar a
Francia. Detrás de las líneas enemigas había perdido sus papeles de identidad, lo que le
obligaba a aplazar, de momento, la boda. Y así llegó el día, un bonito sábado de Junio,
en que se llevó a la mujer al hotelito de Vermoulliet.
Un mes mas tarde Landru reapareció con una mujer sorprendentemente sencilla. Esta
tercera mujer salió un día al jardín con una bonita bata color azul, la misma que usara la
Dama argentina.
Y de nuevo encendió Landru una fogata, ahora durante la última semana del mes de
agosto. El último día del mes llamó al propietario. Había terminado el plazo del alquiler
estipulado y debía devolver las llaves. El propietario, un hombre curioso, le preguntó
por las tres mujeres y las hogueras. Landru se le quedó mirando a los ojos: No tengo
mas remedio que decírselo a usted. Metió la mana al bolsillo de su chaqueta y sacó sus
credenciales, o lo que parecían ser credenciales, de la Policía secreta Francesa.
Las tres mujeres y el muchacho, dijo, eran misiones secretas confiadas a él. Los fuegos,
explicó, eran documentos que habían sido quemados para que no cayeran en manos del
enemigo. Luego Landru, se despidió del propietario y regresó a París.
A su regreso a París, dominado por la sensación que era infalible y que no podía ser
descubierto, Landru, decidió entregarse de lleno a la actividad de Barbazul (Esto es
timador de viudas y señoras desprotegidas). Vendió su garaje de autos robados y alquiló
una pequeña oficina en el centro de la ciudad. Allí con el nombre de Francois Dupont,
emprendió su negocio.
Aquí es importante echar una mirada retrospectiva a su vida para comprender mejor la
trayectoria recorrida por aquel hombrecillo tan acucioso. Henri nació en París en 1868,
en un barrio burgués de París, hijo único de un obrero metalúrgico y de una costurera.
Fue un niño pequeño y delicado que no jugaba con los otros chicos de su edad. Muy
reservado, era excelente estudiante.
De joven fue un apasionado lector, sobre todo de obras poéticas. Amaba especialmente
todo lo dramático y colorista. A veces se disfrazaba de caballero y con una espada de
juguete en la mano corría el vecindario aniquilando a supuestos enemigos. A la edad de
catorce años poseía una voz muy melodiosa, lo que conjuntamente con una inclinación
piadosa le llevó a ser uno de los miembros del coro de la iglesia de St. Louis – en –
Ille, cerca de Notre Dame.
El padre de Landru, que debió ser un hombre inteligente, puso el mayor empeño en que
el pequeño Henri no tuviera que sufrir aquel ambiente de humo y vida sordida en la que
trabajaba él. Estimuló al muchacho para que adquiriera una educación superior. Henri
aprobó fácilmente los cursos de la Escuela de artes y oficios y comenzó la carrera de
Ingeniero Mecánico.
Apenas hacía un año que había empezado sus estudios cuando, practicamente de la
noche a la mañana se le quebró la voz. Desde entonces hablaba en un tono profundo y
grave. Una muchacha de su misma edad, Marie remy, locuaz hija de un hombre que
regentaba una lavandería, oyó la voz de Henri y se enamoró de él.
Por lo que pudo establecer la policía, La señorita Remy fue la primera mujer en la vida
de Landru, pero las relaciones no duraron mucho tiempo.. Cuando a las seis semana de
conocerse Marie le informó que estaba embarazada, Lnadru la dejó plantada, y cuando
este se enteró que el padre lo buscaba para ajustarle cuentas, abandonó los estudios y se
alistó en el ejército.
Después de prestar servicio durante tres años, Henri, que había cumplido ya los
veinticuatro años, sintió el deseo de licenciarse. Comunicó al padre de Marie que estaba
dispuesto a casarse con su hija si el viejo, que todavía le amenazaba le ayudaba a
abandonar el ejército. El padre de Marie se mostró entusiasmado con esta solución. Su
hija había dado a luz una niña que ahora tenía dos años de edad y la boda serviría para
legalizar la situación de la pequeña y hacer de la madre una mujer honrada.
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Un año después de haber contraído matrimonio, la esposa dio a luz un segundo hijo, y
un año mas tarde el tercero. Henri, a la edad de 26 años, se veía obligado a trabajar por
poco dinero, a lavar los platos por las noches y a pasear los Domingos por la mañana a
sus dos hijos en el coche en tanto que la hijita caminaba a su lado. No era la existencia
con que había soñado antes de dejar embarazada a Marie. Esta que hablaba masa y mas
con el correr del tiempo, vivía haciendo honor al proverbio Chino de que la lengua de
una mujer es una espada que jamás enmohece.
Pasaron los años. Henri vio aumentar su calvicie, y a los 30 años quebró la empresa
donde trabajaba. Comenzó a trabajar en el invento de una motocicleta y le pidió
prestado a su suegro el dinero suficiente para abrir un pequeño taller. Pero antes de que
pudiera obtener un resultado positivo se incendió el taller con todo lo que había dentro.
Por el año de 1914, poseía la policía material suficiente para condenarle In absentia y
desterrarle a la isla del diablo. El hombre se encontraba en un callejón sin salida. Era
difícil ganar dinero de un modo honrado. Tenía cuarenta y cinco años de edad, y los
trabajos ilegales a los que se dedicaba solo le servían para no morirse de hambre.
Cambió en consecuencia su nombre por el de Francois Petit, se dejó crecer el bigote,
patillas y una barbita; y fue entonces cuando mandó al mas allá a tres mujeres y a un
muchacho en el hotelito.
Cuando regresó a París para dedicarse de lleno a su negocio de barba Azul, Landru se
instaló en su pequeña oficina cerca de la Torre Eiffel. Leía y escribía. Lo que leía eran
los anuncios de mujeres que buscaban empleo como institutrices o niñeras, o que
andaban a la caza de un marido. Durante esta fase de su carrera criminal, Landru
comenzó a llevar una pequeña agenda en la cual anotaba cuidadosamente la fecha, los
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datos físicos y otros detalles relacionados con las mujeres con las cuales estaba en
correspondencia.
Con el nombre de Dupont, Landru alquiló una casa de cuatro habitaciones, casi en las
afueras del pueblo. Detrás de la casa había un pequeño jardín rodeado de un muro, y a
un lado de ese jardín un viejo cementerio; no lejos de allí, el frondoso bosque de
Ramboulliet.
La vivienda era húmeda y sombría. En la bodega había una gran losa de piedra que
entusiasmo a Landru. La primera vez que la vió se la quedó mirando como en éxtasis,
estudiándola desde todos los ángulos con el mentón apoyado en la mano.
Le dijo al propietario que era un inventor que trabajaba en el proyecto bélico para el
Gobierno y que deseaba sustituir el Horno de la cocina, a expensas del Gobierno, claro
está, por una nuevo y más grande. Pero en lugar de un nuevo horno lo que instaló allí
fue una caldera con una inmensa chimenea que sobresalía del tejado de la casa.
Cuando regresaba a Gambais de sus viajes a París, el señor Dupont llegaba siempre en
compañía de alguna mujer. La estación de ferrocarril mas cercana era la de Houdan, a
seis kilómetros de distancia, y Dupont alquilaba siempre un taxi de la localidad para
que le llevara a su pequeña casa de piedra.
Una noche, en la primavera de 1916, unos cuatro meses después de haber salido el
primer humo por la chimenea, el taxista entro en la taberna de Gambais, después de
haber dejado a Dupont y a su última acompañante en la casa de piedra.
El chofer contestó que Dupont había llegado a Houdan con un promedio de tres
compañeras femeninas por mes. El tabernero preguntó también si aquellas mujeres eran las
amantes del señor Dupont.
Pero lo que deseaba saber el tabernero era donde se habían ido todas aquellas mujeres.
Dupont le había dicho al chofer que las había conducido a la estación de ferrocarril de
Versalles, a unos cuarenta kilómetros de Gambais.
Cuando llegó el verano, el humo que salía de la chimenea de la casa de piedra comenzó a
convertirse en un problema regional. La mezcla de humo y de calor era capaz de marear a
cualquiera.
Pero los habitantes de la localidad eran reacios a quejarse. ¿Quién podría acusar a un
hombre como aquel, que se sacrificaba de semejante manera por el bien de la patria?.
Incluso cuando el calor era tan intenso que los perros buscaban la sombra, Dupont
continuaba con su tarea sin perturbarse.
Landru, invariablemente aparecía en el pueblito cada diez días con otra mujer, y entonces
comenzaba a salir el humo nauseabundo por la chimenea, ello continuó hasta enero de
1919... mas de tres años después de que el hombrecito hiciera su aparición en Gambais.
Landru comprendió que sin el pretexto de la guerra., sería correr un grave riesgo prolongar
sus actividades y, en consecuencia, se retiró de todo el asunto.
Tiempo a estos asuntos. Lo que más le llamó la atención fueron los casos de personas
desaparecidas, en especial señoras que coincidían en sus características (perfil) – Viudas,
Ricas, solas, etc.- casos que se acumularon en su despacho por culpa de la guerra.
Belin describió el hombrecillo a sus agentes, última persona que familiares y amigos
afirmaban había estado con las desaparecidas. Entrevistó e esos amigos y parientes para que
le hicieran una reseña cuidadosa de este sujeto.
Un día de abril de 1919, la hermana de una viuda de apellido Marchadier, la cual, después
de un apasionado romance con un hombre llamado Dupont, se había esfumado llevándose
consigo sus tres perritos falderos, vio a Landru efectuando unas compras en una tienda de
porcelanas de la Rue de Rivoli y lo denunció a los gendarmes. El comisario Belin se enteró
en la tienda de que el calvo cliente, que se hacía llamar Dupont, vivía en un apartamento de
la Rue de Rochechouart.
Aquella noche mientras Dupont estaba fuera de casa, Belin registró el piso. En un baúl
encontró gran cantidad de dientes postizos, pelo falso y polizones. Bajo un colchón
encontró un agenda que identificaba a Dupont con Landru, un hombre fichado por la
Policía. Los nombres de las mujeres que habían desaparecido y que constataban en el
fichero de Belin, también aparecían en la agenda encontrada.
Henri Desiré Landru se encontró con la inesperada visita del Comisario Belin a su regreso
al apartamento, aquella misma tarde.
Sospecho que ha asesinado usted a varias mujeres, le dijo Belin sin andarse con rodeos.
“Usted puede sospechar lo que quiera, está en su derecho; pero le advierto que no cuente
con ninguna clase de colaboración de mi parte”.
Landru fue arrestado, mientras que el comisario y sus agentes seguían con las pesquisas que
les facilitaba la agenda. Fueron a Vermoulliet y excavaron los alrededores del hotelito,
buscando las pruebas que revelaran el asesinato de tres mujeres y un muchacho. Pero nada
hallaron, excepto los relatos de los vecinos, que ahora advertían de lo macabro y siniestro
ddel hombrecillo calvo que los visitó.
Los agentes de belin obtuvieron mayor éxito en Gambais. En el jardín de la casa de piedra
encontraron huesos, aunque tan pequeños, que non podía asegurarse que hubieran
pertenecido a un ser humano. Hallaron también los restos de tres perros, los cuales
presentaban un alambre alrededor del cuello. Belin sospecho que el criminal había usado
igualmente un alambre para matar a la dueña de los perros la viuda Marchader.
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Aparecieron manchas de sangre en la losa de los sótanos... aquella losa que tanto había
fascinado a Landru cuando la vio por primera vez. La policía creía que Landru, después de
haber matado a sus víctimas, las había descuartizado sobre la loza en cuestión y arrojado
luego las partes a la caldera, arrojando luego las cenizas en el bosques de Ramboulliet.
En relato de la caldera de Gambais fue publicado con todos sus siniestros detalles, y los
fragmentos de hueso encontrados en el jardín fueron presentados bajo la afirmación que
eran los restos de las mujeres. Los habitantes de Gambais declararon que el hedor del humo
que salía por la chimenea de la casa de piedra había sido irresistible.
Landru realizó una defensa magnífica. Confesó haber conocido a las diez mujeres que el
fiscal le acusaba de haber asesinado. Y confesó también que había pretendido estafarlas.
¿Pero asesinarlas?. Provocó la risa general cuando, después de haber admitido haber
sostenido relaciones íntimas con trescientas mujeres, fijó la mirada en el techo de la sala, se
humedeció los labios y exclamó: ¡Que diría a esto mi esposa!.
Si, Landru realizó una brillante defensa... Pero no fue lo bastante convincente. El jurado
opinó que el hombrecillo no había experimentado mas emoción al matar a una mujer que la
que podría sentir el matarife profesional. Lo declaró culpable. En febrero de 1922, fue
llevado a la guillotina en el antiguo patio de la corte de Versalle... casi siete años después
de haber saludado tan cortésmente a la señora Cuchet en el Boulevar.
Mas tarde escribiría el comisario Belin en sus memorias: “Recurso que en cierta ocasión
firme con el nombre de Landru, en lugar del mio propio, en el registro de un hotel donde
pasé un fin de semana con una amiga mía. Con frecuencia he pensado en las
complicaciones que esto me hubiese podido ocasionar, o la inversa, en las que hubiera
podido ocasionarle a Landru...”.
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1. Clasifique usted la personalidad de Landru, dentro de los tres cuadros clínicos descritos
como importantes para el Derecho: Neurosis, Psicosis y Psicopatías.
2. Identifique en este caso conductas de Modus operandi (Descríbalas detalladamente).
3. Identifique en este caso conductas de huella psicológica (Descríbalas detalladamente).
4. Considera usted este caso como de asesinato serial. Sí – no ¿Por qué?.
5. Dentro de los cuatros criterios establecidos para el análisis psicológico de la escena del
crimen, cual cree usted que se presenta visiblemente para este caso. Describa y sustente
su respuesta.
6. Haga un análisis victimológico forense.
7. Se trata de Una Personalidad Organizada o desorganizada.
8. Qué relación existe entre tipo de personalidad (trastorno) con el tipo de arma,
dispositivo de escena criminal y manera de deshacerse de los cadáveres.