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Características del

derecho de
integración regional

Derecho de
Integración
Regional

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Modelos y procesos de
integración regional
En la presente lectura, que corresponde a la última unidad del Programa, nos
enfocaremos en el estudio de la rama del derecho que regula la vida de los
bloques regionales supranacionales y que hemos denominado derecho de la
integración regional.

En primer lugar, analizaremos las características novedosas que este derecho


presenta en relación con las tradicionales especialidades jurídicas, derivadas
del hecho de que la situación que debe reglar también ofrece perfiles sin
precedentes. Tales características son la primacía, el efecto directo y la
aplicabilidad directa, que impactan a su vez en las relaciones que este derecho
mantiene con los ordenamientos jurídicos nacionales.

En segundo lugar, se distinguirán las características e importancia de las


diferentes fuentes normativas del derecho de la integración regional, es decir,
el derecho primario, el derecho secundario, el derecho complementario y
otras fuentes normativas subordinadas, tales como la costumbre, los
principios generales del derecho, la doctrina y la jurisprudencia.

Finalmente, se identificarán respecto a cada tipo de fuente normativa los


instrumentos normativos principales que comprenden en los dos esquemas de
integración más importantes para nuestra asignatura: la Unión Europea y el
Mercosur, destacando sus similitudes y divergencias, en función de los
diferentes grados de institucionalidad alcanzados.

Características generales del derecho de la integración


regional
El derecho de la integración regional no es un derecho extranjero ni exterior,
es un derecho propio de los Estados miembros del bloque regional, tanto
como su derecho nacional, con la característica distintiva de coronar la
jerarquía normativa en todos ellos (Ekmekdjian, 1996).

El ordenamiento jurídico de la integración regional se configura como un plexo


de normas cuyos sujetos activos y pasivos son los Estados miembros y sus

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ciudadanos. Dotado de órganos propios, tiene poderes soberanos en ciertas
materias específicas, y, en la misma medida, los Estados miembros han
perdido la soberanía en tales ámbitos reservados a la comunidad o bloque en
cuestión. Sin embargo, como señala Ekmekdjian (1996), entre ellos, los países
conservan competencias residuales, las que deben ejercer conforme a la
política legislativa comunitaria.

Para entender estas relaciones de derecho, resulta imprescindible abandonar


el concepto tradicional de soberanía indivisible, sustituyéndolo por otro
nuevo, el de la soberanía divisible, esto es, para cada materia, el cual se ajusta
más al concepto de los bloques de integración.

En efecto, el presupuesto principal del derecho de la integración regional está


dado por la creación de nuevas entidades, de composición
intergubernamental, pero de tipo supranacional, que son distintas de los
Estados nacionales y también se diferencian de los clásicos organismos
internacionales.

Señala Ekmekdjian (1996) que uno de los rasgos que caracteriza especialmente
a las entidades supranacionales gestadas por medio de este nuevo derecho de
integración –a diferencia de lo que sucede con los organismos internacionales
típicos– es que los órganos de estas tienen poderes directos y coercitivos, no
solo sobre los Estados miembros, sino y fundamentalmente sobre los
habitantes de estos. Ello implica que hay una suerte de transferencia (parcial)
de ciertos atributos emanados de la soberanía de los Estados miembros hacia
la entidad supranacional que los agrupa.

El grado de integración más perfecto que se ha logrado hasta el día de la fecha


se encuentra, sin duda, en el ámbito de la Unión Europea (UE), la cual se ha
consolidado como una organización autónoma que ejerce los poderes que los
Estados miembros le han cedido expresamente desde el momento de su
integración. En el ámbito de las competencias así atribuidas, la Unión Europea
ejerce poderes normativos propios, que no requieren necesariamente
intervención de los Estados miembros para producir sus naturales efectos y
que, en todo caso, gozan de primacía sobre las normas nacionales a las cuales
desplazan.

El Tribunal Europeo de Luxemburgo manifestó en oportunidad de resolver el


célebre caso M. Flaminio Costa c/ ENEL, del 15 de julio de 1964, que la
Comunidad Económica Europea estaba dotada de instituciones y de
personalidad propias, como de la consecuente capacidad jurídica y
representación internacional:

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Al constituirse una Comunidad de duración ilimitada dotada de
instituciones propias, de personalidad, de capacidad jurídica, de
capacidad de representación internacional, y más
particularmente de poderes reales nacidos de una limitación de
competencias o de una transferencia de atribuciones de los
Estados a la Comunidad, éstos han limitado, aunque en ámbitos
restringidos, sus derechos soberanos y han creado así un
cuerpo de derecho aplicable a sus súbditos y a ellos mismos.

Esta doctrina fue completada por el Tribunal europeo en el fallo Cilfit, del 6 de
octubre de 1982, cuando dijo:

Ese cuerpo de derecho, surgido de una fuente autónoma,


constituye una fuente de derecho en sentido propio, dotado de
sus propias fuentes, capaz de generar sus propios principios y
sus propias categorías conceptuales, no siempre coincidentes
con el Derecho Nacional.

Estas normas, en suma, tienen como objetivo inmediato la integración


económica mediante la formación de un mercado común sin barreras
aduaneras internas, pero van avanzando hacia una integración política,
fundamentalmente por la dependencia recíproca y por la actividad de los
poderes supranacionales, que van creando un derecho distinto y superior a los
derechos nacionales.

Ocurre que todo proceso de integración trae como consecuencia la creación


de órganos y autoridades comunes a los Estados parte, cuya misión será la de
dictar normas de convivencia tendientes a la consecución de los objetivos
perseguidos con la unión. Para que la integración sea viable, es necesario que
las normas dictadas por los órganos comunitarios, llamadas derecho de la
integración regional, tengan recepción inmediata en el derecho interno de
cada uno de los Estados miembros. La efectiva vigencia de estas normas
exigirá que ellas tengan carácter “supralegal”, es decir, cuenten con jerarquía
superior a las leyes internas dictadas por cada uno de los Estados.

En función de lo dicho, resulta evidente que el derecho de la integración


Regional presenta varias características propias que lo distinguen de otras
ramas del derecho. A continuación, se analizarán las más importantes,

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distinguiendo por su parte las especificidades que tales características
presentan en el caso del Mercosur, en virtud de su menor grado de desarrollo.

La primacía
Las normas comunitarias tienen jerarquía superior a las normas del derecho
interno de los Estados miembros.

Esta primacía es incondicional y absoluta, ya que si los Estados miembros –


mediante medidas unilaterales posteriores– pudieran poner en tela de juicio
una norma comunitaria, se pondría en peligro la existencia misma del bloque
regional, menoscabando la confianza mutua (Ekmekdjian, 1996).

El carácter que analizamos se fundamenta en la cesión de soberanía que los


Estados miembros realizan en favor de las instituciones regionales. Tal cesión
solo es posible dotando de superioridad jerárquica a la norma comunitaria en
materias de su competencia.

En la Unión Europea

El principio de primacía del ordenamiento de la Unión fue instaurado por el


Tribunal de Justicia de la UE tras la sentencia de 15 de julio de 1964 en la que
se enfrentaba Flaminio Costa contra E. N. E. L. Con dicha sentencia, el Tribunal
de Justicia consideró que “la primacía del Derecho comunitario limita el
margen de maniobra a los Estados Miembros impidiendo que prevalezca un
derecho opuesto al de las instituciones europeas”. El Tribunal de Justicia
declaraba también en esta sentencia que “los Estados Miembros no podían
alegar la norma de reciprocidad, por lo que existía así, la imposibilidad de que
hicieran prevalecer, contra un ordenamiento jurídico por ellos aceptado sobre
una base de reciprocidad, una medida unilateral”.

Es importante destacar que la supremacía del derecho de la Unión se da


inclusive sobre las normas nacionales de jerarquía constitucional; ello ha
creado innumerables problemas de hermenéutica jurídica, lo que demuestra
que este derecho es un nuevo género de orden jurídico que ha tenido y aún
tiene numerosos conflictos que resolver a medida que avanza en su
consolidación (Ekmekdjián).

La primacía del ordenamiento de la Unión es de aplicación obligatoria por


parte del Poder Judicial. La característica no se garantiza a través de un

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mandato al ejecutivo o al legislativo, sino que, tal y como señaló el Tribunal de
Justicia de la UE, es el juez competente en una materia determinada quien
está obligado a "aplicar íntegramente el Derecho comunitario y proteger los
derechos que éste confiere a los particulares, dejando sin aplicación toda
disposición eventualmente contraria de la ley nacional anterior o posterior a la
regla comunitaria" (TJCE, Sentencia de 9 de marzo de 1978, asunto
"Simmenthal").

Ello supone que los Estados miembros tienen la responsabilidad de eliminar de


sus ordenamientos jurídicos las normas que contradigan o de cualquier modo
obstaculicen (traben, retrasen, etc.) la plena vigencia del derecho de la unión
europea (Freeland López Lecube, 1996).

En el Mercosur

Señala Ekmekdjian (1996) que el principio de primacía no está incorporado al


derecho comunitario del Mercosur. Por el contrario, Freeland López Lecube
(1996) sostiene que existe una primacía “parcial”, en el caso de nuestro país,
en cuanto que la Constitución Nacional reconoce expresamente en su artículo
75 inciso 24 la supremacía de las normas comunitarias sobre las leyes
nacionales (aunque no respecto a la Constitución misma). Abordaremos esta
cuestión con mayor detalle al analizar las características propias de cada
fuente normativa del Mercosur.

El efecto directo1
Las normas del derecho de integración regional tienen capacidad para generar
derechos y obligaciones para los ciudadanos de los Estados miembros.

Este principio incrementa la eficacia del derecho comunitario y la protección


de los derechos de los particulares, ya que permite que estos puedan oponer
una norma comunitaria al margen de que existan o no textos internos, lo que
rara vez ocurre en el caso del derecho internacional.

Es necesario distinguir dos tipos de efectos directos. De este modo, tenemos el


llamado efecto directo vertical, que es aquel que surge por la posibilidad del
particular de invocar, frente a los órganos jurisdiccionales de su Estado, los

1Ekmekdjian (1996) alude a esta característica del derecho de integración regional como aplicabilidad
directa, mientras que denomina aplicabilidad inmediata o automática a lo que nosotros describiremos
como aplicabilidad directa.

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efectos inmediatos que se desprenden de una obligación impuesta a los
Estados miembros por una norma comunitaria. Este se distingue del efecto
directo horizontal, que consiste en la posibilidad de que el particular pueda
invocar frente a otros particulares las normas del derecho comunitario. Como
se verá más adelante, este segundo tipo de efecto cuenta con muchísimas más
limitaciones.

En la Unión Europea

Los particulares tienen derecho a invocar ante los tribunales ordinarios las
disposiciones del derecho de la unión, e igualmente, estas les conceden de
manera directa derechos y obligaciones. Ello supone la facultad de los
particulares para exigir ante sus jueces nacionales el reconocimiento de los
derechos que les confieran los tratados, reglamentos, directivas o decisiones
comunitarias y la correlativa obligación de los jueces nacionales de aplicarlos,
cualquiera que sea la legislación del país al cual pertenezca (Ekmekdjian,
1996).

El efecto directo no ha sido reconocido expresamente en los tratados


fundacionales de la UE, sino que se trata de un principio jurisprudencial
sentado por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea a partir de la sentencia
Van Gend en Loos, de 5 de febrero de 1963.

No existe un criterio nítido para determinar si una norma del derecho de la


unión posee o no efecto directo. El Tribunal de Justicia de la UE dice al
respecto que se habrá de "considerar no sólo la forma del acto en cuestión,
sino también su contenido, así como su función dentro del sistema del
Tratado", y de ser posible, que "se preste por su naturaleza a producir efectos
directos en las relaciones jurídicas entre los Estados miembros y sus
justiciables” (TJCE, Sentencia de 3 de abril de 1968, Molkerei Zentrale, Rec.
1968).

Por otro lado, el mismo tribunal sentenció que el criterio determinante para
que una norma tenga efecto directo se fundamentará en que esta sea
obligatoria, y no discrecional, para el Estado miembro o la institución
comunitaria en cuestión.

En el Mercosur

Ekmekdjian (1996) señala que si bien esta característica no está explícita en el


derecho comunitario del Mercosur, de alguna manera los habitantes de los

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Estados miembros pueden ser parte –con muchas limitaciones– en los
procedimientos de aplicación de las normas comunitarias. Esto es así tanto en
relación con la generación del derecho de la integración regional (por ejemplo,
mediante la participación de los sectores privados en los subgrupos de trabajo
y comisiones ad hoc del GMC, donde se gestan gran parte de las decisiones del
CMC y las resoluciones del GMC) como respecto a su aplicación jurisdiccional
(recordemos que los particulares pueden intervenir o iniciar una reclamación
conforme al Sistema de Solución de Controversias instituido por el PO, cuando
sus intereses se vean afectados como consecuencia de decisiones adoptadas
por los Estados partes, contrarias a normativa emanada de los órganos
Mercosur, y por medio de la respectiva sección nacional GMC). Abordaremos
esta cuestión con mayor detalle al analizar las características propias de cada
fuente normativa del Mercosur.

Freeland López Lecube (1996), por su parte, le reconoce a las normas


comunitarias del Mercosur efecto directo sin mayores ambages, en cuanto
que sostiene que tanto el derecho primario como el secundario crean
derechos y obligaciones tanto para los Estados miembros como para sus
ciudadanos, que los poderes internos del Estado tienen la obligación de
garantizar. Abordaremos esta cuestión con mayor detalle al analizar las
características propias de cada fuente normativa del Mercosur.

La aplicabilidad directa
Las normas del derecho de la integración regional se incorporan
automáticamente al orden jurídico interno de cada uno de los Estados
miembros, sin necesidad de ninguna norma de derecho interno que las
adopte.

De acuerdo con Ekmekdjian (1996), la aplicabilidad directa implica la adopción


de la teoría monista en la relación derecho externo derecho interno,
desechando el dualismo. Conforme a ello, las normas primarias y las derivadas
del derecho de la integración regional deben ser aplicadas por los poderes de
los Estados miembros, no pudiendo invocar razones de derecho constitucional
para abstenerse de hacerlo.

En la Unión Europea

El derecho de la Unión Europea se integra en los ordenamientos jurídicos de


los países miembros, de manera que no necesitan de fórmula especial alguna

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para que sea insertado y pase a formar parte de los distintos ordenamientos
jurídicos internos.

Ello implica que no se puede tratar de evitar la normativa comunitaria


basándose en un eventual incumplimiento del procedimiento de recepción del
Estado en cuestión. En el caso de las decisiones y directivas, que sencillamente
marcan unos objetivos de obligado cumplimiento dejando su ejecución en
manos de cada Estado miembro, no es que se produzca una recepción
propiamente dicha, sino que sencillamente la forma de ejecutar los objetivos
es determinada en función del libre arbitrio de cada Estado.

En el Mercosur

Ekmekdjian (1996) sostiene que si bien en el Mercosur las normas


comunitarias no tienen todavía esta característica de forma plena, en nuestro
país, a partir del fallo de la CSJN dictado en la causa Ekmekdjian c/ Sofovich
(1992), reafirmado por el dictado en la causa Fibraca c/ Comisión Técnica
Mixta de Salto Grande (1993), se puede afirmar que se ha adoptado la teoría
monista en la relación derecho externo-derecho interno. Esta teoría, que luego
fue receptada por la reforma constitucional de 1994, implicaría un primer paso
hacia la aplicabilidad directa.

Freeland López Lecube (1996), por su parte, sostiene que el derecho del
Mercosur (primario y secundario) goza de aplicabilidad directa, y que las
normas secundarias o derivadas solo requieren ser incorporadas cuando
exigen un desarrollo posterior, es decir, cuando no son claras y precisas o
están sujetas a condiciones. Abordaremos esta cuestión con mayor detalle al
analizar las características propias de cada fuente normativa del Mercosur.

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Referencias
Borchardt, K. (2002). El ABC del derecho comunitario. Luxemburgo, LU: Oficina
de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas.

Borchardt, K. (2010). The ABC of European Union Law. Luxemburgo, LU:


Oficina de Publicaciones Oficiales de la Unión Europea.

Ekmekdjian, M. A. (1996). Introducción al derecho comunitario


latinoamericano (2.da ed.). Buenos Aires, AR: Depalma.

Freeland López Lecube, A. (1996). Manual de derecho comunitario (1.a ed.).


Buenos Aires, AR: Ábaco.

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