El Santo Padre Juan Pablo II nos dijo: „Construid un mundo nuevo, preparad el futuro de la Cristiandad” Confiaba en que crearíamos la civilización del amor…
La familia es el corazón y el núcleo de la civilización del amor. No es pues de extrañar que
se haya convertido en el objetivo de los ataques de los partidarios de la civilización de la muerte, que en más de una ocasión utilizan los medios de comunicación para mentir sobre la verdad de la persona. Por eso tampoco la Iglesia puede dejar de levantar la voz y quedarse indiferente cuando a las personas se las convierte en objetos de consumo: cuando la mujer no es más que un objeto para el hombre, los niños se convierten en “un obstáculo” para sus padres, cuando la familia se convierte en una institución “que limita” a sus miembros; cuando detrás del concepto del “derecho a elegir” se oculta la tendencia pro-abortista; cuando la civilización tecnificada propaga el denominado sexo seguro que destruye irremisiblemente el amor… A la vista de tanto caos, el Santo Padre Juan Pablo II –en nombre de la Iglesia– solía redescubrir la dignidad de cada persona humana, su gran e irrepetible vocación, que es el amor. Recordaba que nadie puede encontrarse a sí mismo si no es mediante la autoentrega. Precisamente esa lógica de la entrega debería ser el fundamento de todos los logros y relaciones humanas. El amor que nace entre una pareja de jóvenes es fruto del Espíritu Santo, Él es quien les capacita para ese amor, de forma que son capaces de entregarse mutuamente en el sacramento del matrimonio. Una entrega que por su propia naturaleza es duradera e inapelable. Al pronunciar los votos matrimoniales, ambos se ofrecen mutuamente del todo y para siempre. No obstante sólo una persona de corazón limpio “puede llevar a cabo la gran obra del amor que es el matrimonio, pues tan sólo una persona de corazón limpio puede servir a otro completamente” –recordó Juan Pablo II. Dijo una vez: „Intentad prepararos fundamentalmente para la vida en familia: se trata de la cuna del futuro. (...) No es sencillo amar. Exige madurez en los sentimientos, abnegación, autocontrol, disposición a respaldar y al sacrificio. Hay que aprender amar. Ese aprendizaje dura mucho tiempo, exige años”. Sólo una persona de corazón limpio puede amar de verdad con un amor que no caduca, que no se echa atrás, que perdona, no recuerda lo malo, no se deja llevar por la soberbia, no busca su propio interés, sino que lo resiste todo. „Sólo ese amor que crece sobre la base del autocontrol, es capaz de enfrentarse a todas las vicisitudes de la vida futura. No malgastéis esos valiosos años, cediendo a las ilusorias tentaciones del consumismo. (…) No confundáis las experiencias sentimentales prematuras con la alegría de la entrega total en el contexto del amor capaz de adoptar sin reservas la responsabilidad por el bien de la otra parte” – nos apeló. La vida en la pureza no es para nada sencilla, no es fácil no ceder a las tentaciones del deseo que hace que “que la persona se apodera del otro, que no es suyo, sino que le pertenece a Dios”. “El amor –escribió el Papa– no se limita a lo que sentimos. Antes bien, tiene unas raíces aún más profundas en la persona, que arraigan en su «yo» espiritual, en su voluntad y en su mente. Debemos ahondar hasta encontrar esas profundas raíces. Por eso es posible que el amor devenga “más difícil”, pero a la vez deviene en “más grande”. No nos guiamos tan sólo por las reacciones emocionales, sino que nuestra referencia es el auténtico bien. Así, apren- demos a conducir nuestros sentimientos, los educamos. Exige paciencia y perseverancia. Jesús dijo en una ocasión: «con vuestra perseverancia ganaréis vuestras almas» (Lc 21,19). He aquí que sólo aquél capaz de „ser dueño” su alma, de poseerse a sí mismo, es capaz de amar de forma íntegra y verdadera. Se trata de ser dueños de ella para convertirnos en un “regalo para los demás”. Todo ello nos lo enseña Cristo”. Él es quien purifica y permite empezar de cero ya que perdona todos los pecados confesados con sinceridad en el sacramento de la penitencia. Es Él quien, mediante la Eucaristía, capacita para la vida en el amor y la verdad. „Por medio de la oración – dijo San Juan Pablo II – recibís la fuerza para enfrentaros a los espíritus del mundo. (...) La oración aporta calidad a vuestra vida y os ayudará a superar los obstáculos en la vida del cristiano. (...) Orando al Espíritu Santo se transforma nuestra vida”. Con el poder de este Espíritu es posible conservar la castidad prematrimonial, y con el poder de este mismo Espíritu, al que los cónyuges invitan especialmente a su vida en común durante el sacramento del matrimonio, es posible entregarse al cónyuge sin cesar. „Él les ayuda en su aspiración a superar las carencias personales y el egoísmo, a alcanzar una comunión con Cristo cada vez más plena con Cristo”. Él amplía también esta comunión a través del don de la paternidad, „una fuente de renovación del amor”. Ser padre „constituye en la vida de todos tal „novedad” y tal riqueza, que uno sólo se puede aproximar a ello „de rodillas” Dios “quiere a la persona en cada concepción y nacimiento humano”. Ya en el momento de su concepción le llama a la eternidad y simultáneamente „le otorga al hombre la familia y la sociedad”. Todo futuro „niño es un regalo para la familia. Es un regalo para los hermanos y para los padres”. El matrimonio es un gran misterio, un precioso voto lleno de responsabilidad. No podemos perder el tiempo, ni tampoco no prepararnos para el mismo: una ayuda concreta es adentrarse en la senda del crecimiento en el amor puro. Dicha senda está abierta a todos, también para aquéllos que sienten en su corazón el llamamiento de Jesús para entregarse exclusivamente a Él. San Juan Pablo II escribió: „Sois responsables del mundo del mañana. Sólo aceptado la responsabilidad total con valentía podréis superar las dificultades presentes. Así pues no debéis esperar todo de los adultos y de los cargos, sino que debéis de tomar la iniciativa. Tenéis que construir el mundo, no sólo soñar con él”. ¿Cómo construir entonces la civilización del amor, en concreto? Nos lo sigue indicando el Papa: “La juventud mundial en su conjunto está llamada a la solidaridad universal. Por ese motivo deberíais ocuparos de los pobres, necesitados, hambrientos, lisiados, enfermos y quienes sufren, de todos aquellos que viven marginados por la sociedad. Donde quiera que estén, todos ellos son vuestros hermanos y hermanas de la familia humana. (...) Hay que construir puentes, puentes de amistad y fraternidad, puentes de justicia, paz y amor (...) La satisfacción auténtica se conquista entregándose uno mismo, siempre y cuando esa entrega sea total. Tan sólo así se encuentra satisfacción y alegría de vivir. Ayudando a los demás que tienen necesidad, os convertís en una fuente y signo de esperanza. De forma análoga, la desgana, el aburrimiento o incluso la desesperación se pueden dejar atrás con la fuerza de la esperanza que a su vez se obtiene de otros. Ésa es la misión de la juventud actual: afrontar juntos los retos de la vida, sentirse mutuamente responsables y mantenerse unidos en el esfuerzo de alcanzar objetivos de la vida, con la misma impaciencia de los alpinistas cuando escalan las cumbres de las montañas. „Sed luchadores como aquéllos que dieron testimonio hasta el martirio. (...) ¡Ha llegado vuestra hora!”. El Movimiento Corazones Puros nació junto a nuestra redacción en respuesta a las enseñanzas del Santo Padre Juan Pablo II, así como a la teoría del cuerpo que enunció. Hoy más de 11000 personas que confiaron a Jesucristo el madurar hacia un amor puro y bello forman parte de él. ¡Tú también puedes hacerlo! Puede que en tu entorno encuentres voces que digan que esto no son más que ideales pero… “¿acaso podemos consentir una vida sin ideales? (...) ¿O un mundo construido únicamente a imagen y semejanza de la persona? ¿No será mejor buscar denodadamente la verdad, el bien, la justicia, trabajar por un mundo que sea el reflejo de la belleza divina, a pesar incluso de las duras pruebas que haya que afrontar?” –nos pregunta San Juan Pablo II a cada uno personalmente, mientras que nos anima simultáneamente: „No os dirijáis a nadie que no sea Jesús. No busquéis en otra parte aquello que sólo Él puede daros. (...) Nadie que no sea Cristo no será capaz de procuraros la auténtica felicidad”. Tienes tu vida en tus manos, no temas y ofrécesela a Jesús, y experimentarás cómo Él la llenará de sentido, paz y alegría, ayudándote a ofrecerte a los demás. Él nunca te abandonará y te guiará por todos los oscuros valles de tu vida. Acepta el amor que Dios te brinda antes que nada. Llévalo con la confianza de un niño. ¡A él le importas tanto! Nunca estás solo: Jesús te ofrece a su Madre María, Ella, la Maestra de la vida espiritual, siempre te conducirá a Jesús si lo deseas. Pídeselo rezando el rosario a diario. „No os avergoncéis de rezar el rosario en voz alta e individualmente, cuando vayáis al colegio, la universidad o a casa, en la calle o en los medios de comunicación; acostumbraros a rezarlo en vuestro círculo: en grupos, asociaciones y movimientos, no dudéis en casa a la hora de proponer la oración del rosario a vuestros padres e hijos porque ésta revive y refuerza los vínculos entre los familiares. Con ayuda de esa oración os convertiréis en fuertes en la fe, constantes en el amor, alegres y persistentes en la esperanza” –promete San Juan Pablo II. María nos convierte en verdaderos alumnos de Jesús. Sus auténticos testigos, que llevan Su amor a un mundo herido, y que transmiten a las siguientes generaciones motivos para la vida y la esperanza” „Anunciar la palabra de Dios no es tarea de los curas y monjas únicamente, sino también vuestra!” – nos interpela hoy San Juan Pablo II. „Tenéis que hablar con valentía sobre Cristo en vuestras familias, en vuestro lugar de estudios, trabajo y descanso. (…) Queridos míos, no podéis callaros. Hay situaciones y lugares en los que sólo vosotros podéis sembrar el grano de la palabra de Dios. No temáis proponer a Cristo a quien aún no os conoce. Cristo es la respuesta más exhaustiva a todas las preguntas referentes a la persona y su destino. (…) Sentíos responsables de evangelizar a vuestros amigos y a todos vuestros coetáneos. (...) En la realidad del día a día volveos los testigos inalterables de un amor más fuerte que la muerte. Sois vosotros los que debéis de aceptar este desafío. Entregad vuestros talentos y vuestro entusiasmo juvenil al servicio de propagar la Buena Noticia. Sed unos amigos de Jesús llenos de entusiasmo ¡Cristo cuenta con vosotros! Aceptad su llamada, llevad a cabo con responsabilidad las tareas que os corresponden. ¡Y actuad de inmediato!”
Małgorzata Radomska
Fuente: „Jesteście nadzieja Koscioła”, Jornadas Mundiales de la Juventud, Toronto, 2002