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GREGORIO BER/AANN

PSICOGÉNESIS
DE LA

"Locura Moral"
DISERTACIÓN
EN EL
INSTITUTO POPULAR DE CONFERENCIAS

PALABRAS PRELIMINARES
DE
GREGORIO ARAOZ ALFARO

SEGUNDA EDICIÓN

1934
EDITOR: " E L ATENEO'
SUEÑOS AtRES 'CÓHDOa*
GREGORIO BERMANN

PSICOGÉNESIS
DE LA

"Locura Moral"
DISERTACIÓN
EN EL
INSTITUTO POPULAR DE CONFERENCIAS

PALABRAS PRELIMINARES
DE

GREGORIO ARAOZ ALFARO

SEGUNDA EDICIÓN

1S34
EDITOR: "EL ATENEO"
• U E N O i AIRES'CERDOSA
PRESENTACIÓN
DEL

Frof Gregorio Aráoz Alfaro

Señoras: Señores:
Los médicos, en general, como que cultivan una disciplina cien-
tífica especial y objetiva, tienden a encerrarse definitivamente en
ese campo, a restringir así sus horizontes intelectuales, desintere -
sándose de las ideas genei'ales y desentendiéndose de las otras ra-
mas del saber, de las letras y de ías artes.
Siempre lie creído que era este un grave mal para ellos y para
la colectividad. Para ellos porque los disminuye mental y moral -
mente y porque se privan innecesariamente de los más nobles goces
intelectuales. Para la colectividad, porque siendo la medicina cada
día más una ciencia social útil, y debiendo para mucha gente asu-
mir el médico el papel de consejero y director espiritual, esa in-
fluencia benéfica se pierde o se dificulta por falta de conceptos ge-
nerales, de conocimientos del mundo y del alma humana y tam -
bien por deficiencia en los medios de expresión. Es común, en erec-
to, que los médicos, —aún los profesores— hablen y escriban mal
y lo peor es que del público hay tendencia a creer que así debe ser
y que hay que desconfiar del médico que ame la literatura o el
arte, que ese hablar o escribir sobre otra cosa que especialidad pro-
fesional.
Entre nosotros, este mal se agrava aún con lo deficiente y pre-
cario de la instrucción secundaria, estrechamente utilitaria, lamen-
tablemente pobre en humanidades y letras clásicas.
Por fortuna, ha habido siempre excepciones, honrosas excep-
ciones para usar la expresión corriente. Módicos que han hecho ho-
nor al país como estadistas, como letrados, como publicistas, como
propagandistas de ideas, han sido Rawsonj Wilde, Ingenieros, Ra-
mos Mejía, Juan B. Justo, Juan tt. Fernández, Antonio Pinero,
para no nombrar sino algunos do loa ya desapareeidos.
A esc pequeño grupo de excepción pertenece Gregorio Ber -
mann, médico y profesor sobresaliente, es también hombre de pen-
samiento, de cultura general, de amplios horizontes intelectuales,
bombre que sabe hablar bien y escribir galanamente al mismo tiem-
po que profundizar las cuestiones, que penetrar «sn la médula de
las cosas para desentrañar enseñanzas útiles a la sociedad y a sus
discípulos.
Ya desde estudiante mostró esas cualidades poco comunes y
más de una vez sus profesores debimos sentir en nosotros mismos
la punta acerada de su. pluma, incisiva, irónica, impregnada de gra-
cia mordaz, nunca grosera ni vulgar.
No hace muchos aiios que dejó las aulas universitarias dando
buena prueba de sus aptitudes filosóficas en su tesis sobre "El de-
terainismo en la ciencia y en la vida?', trabajo de médico y de pen-
sador, y ya le vemos hoy profesor titular en la Universidad de Cór-
doba, colaborador frecuente de revistas científicas nacionales y ex-
tranjeras, habiendo publicado además entre tanto varios libros y
monografías importantes como "Conceptos en la psiquiatría foren-
se", "Toxicomanías", "La teoría del conocimiento en el relativis-
mo contemporáneo", oto.
Es pues un hombre joven, talentoso y erudito, un alma inquie-
ta, ansiosa de saber y de escudriñar, un espíritu ávido de progreso
y de acción social, el conferenciante a quien vais a escuchar hoy.
Y ya veréis como, tratando \ina cuestión que a primera vista apa-
rece abstrusa y desprovista de interés para un público profano, se
sirve de ella hábilmente para llevaros al amplio de la sociología j
df las ideas generales en que se deleita su espíritu investigador, pe-
netrante y ágil.
GÉNESIS
DE LA

"LocuraM o r a l " ( 1 )

"Il est dangereux de trop faire voir a


l'homme combien il est égal aux bêtes,
sans lui mortstrer sa grandeur. Il est
encore dangereux de lui trop faire voir
sa grandeur sans sa basesse. Il est en-
core plus dangereux de lui laisser igno-
rer l'un et l'autre. Mail il est très .avan-
tageux de lui représenter l'un et l'autre.
Il ne faut pas que l'bomme croie qu'il
est égal aux bêtes ni aux anges, ni qu'il
ignore l'un et l'autre, mais qu'il sache
l'un et l'autre".
Pascal. — Pensées.

UNA PATOLOGÍA DE LA MORALIDAD

Rosta aún mucho por explorar y delimitar en los dominios de


la patología de los sentimientos anti-sociales.
Los sentimientos morales no son ingénitos. No se viene al mun-
do con el instinto natural y universal de que nos hablan Voltaire, y
los filósofos del siglo XVIII determinante del sentimiento de jus-
ticia o con el tacto para distinguir el bien del mal. Ron un producto
de la humana actividad anímica, —-aunque condicionada por la fi-
logenia— y como tal sujetos a las correspondientes contingencias.
Esta misma fluidez y subjetividad del juicio moral, éste su

í1) Materiales de una disertación en el Instituto Popular de Confe-


rencias de Buenos Aires, pronunciada en Agosto de 1928.
constante variar, impiden una severa demarcación científica. Las
deformidades de los sentimientos, las actividades antisociales, toda
la gama del crimen, del vicio, de- la maldad, de la fantasía morbo-
sa, ías formas incompletas en el niño, y los conflictos en el neuró-
pata, las pasiones y sentimientos más inferiores en la jerarquía mo-
ral, engendran con desecho lina patología de la moralidad. Fuera
del inmenso valor de conocimiento, puede contribuir a una funda-
mentación de la ética, dar elementos a la sociología, ayudar a la
reforma educativa. La psicología ha progresado notablemente, en
esta dirección, en los últimos años.
Fuertemente sugestivo para mí, he querido traer al Instituto
los primeros resultados de mis .estudios sobre la patología de la mo-
ralidad, no desglosada de la realidad clínica y social, en su aspecto
mas impresionante y discutido. Harto complejo y erizado de obs -
táculos marchando a veces entre dudas, sólo podrán apuntarse al-
gunas direcciones.

I.
LA DISCUSIÓN SOBRE LA LOCURA MORAL

Antiguo es el conocimiento de i as fallas en el sentido ético, que


llevo a constituir la locura moral :i mediados del siglo pasado. Data
del siglo XVI la calificación de tigridomaaía qno empleó Regio -
monta ñus.
Fueron sobw todo los psiquiatras ingleses, desde Abercromby
y Prichard hasta Maudsley, quienes fijaron el concepto de la per-
turbación afectiva: una depravación ¡de los sentimientos, de las in-
clinaciones y de la actividad, coincidiendo con un estado más o mj>
nos normal de las facultades intelectuales. Antes que Prichaiicl, re-
conocía Georget en 1826 que hay en algunos individuos inclinacio-
nes atroces que son la fuente, rio crímenes inauditos. Estos seres,
tan desgraciadamente nacidos, no pueden ser puestos en el núme-
ro de los alienados propiamente bichos, ni merecen ser castigados
según todo el rigor de las leyes "porque son casi irresistiblemente
llevados ÍI realizarlos'".
Posteriormente innumerables autores reconocieron y comenta-
ron su existencia, sobre todo desde que Lombroso la identificó con
U delincuencia nata. En el ordfn psiquiátrico se estableció como
una nueva entidad clínica, y en el de la antropología criminal, eo.
mo un grupo con caracteres específicos.
En los últimos años, coincidiendo con un* revisión general de
los datos de la psicopatología y la criminología, se ha planteado una
Q

seria y prolongada polémica sobre la independencia de esta enti-


dad, acusándose la tendencia a negarle fisonomía propia y original.
De ella se ha hecho eco francamente el relator Oficial en el Segun-
do Congreso Nacional de Medicina {Octubre de 1922), Dr. Helvio
Fernández; cree que debe borrársele de la taxonomía psiquiátrica.
Parte principalmente de la unidad de la vida psíquica, que se pue-
do escindir en inteligencia y sensibilidad. Por lo tanto no es posible
aceptar teóricamente, que los elementos afectivos puedan separarse
de los intelectuales, hasta conferir a la afección un carácter peculiar.
Tal concepto unitario de la personalidad psíquica no es sólo
el producto de un razonamiento, sino de una prolongada observación
clínica y psicológica. En efecto, con frecuencia excesiva se abusó de
la " locura moral " sobre todo en la época lombroslana sin estu-
diar bien las otras partes de la mentalidad anormal que se exami-
naba. La repulsa de esta visión incompleta partió de los mismos
psiquiatras, al comprobar que la mayor parte de los locos morales
eran imbéciles, débiles mentales, alcohoüstas, epilépticos, histéricos
o simplemente alienados. De ahí que se haya ido despojando a la
locura moral de casi toctos los atributos inherentes a «na modalidad
clínica autónoma, y que la hayan ido empujando cada vez más ha-
cia las zonas fronterizas de la psiquiatría, en el cuadro de las anor-
malidades o desequilibrios. Por lo tanto, agrega el doctor Fernán-
dez, no puedí oousidorársele definible con un diagnóstico propio,
sino que es más bien Ja manifestación de una anomalía del carácter
genernlmente unida a un déficit intelectual, cuando no es un sín-
drome premonitor, inicial o componente del cuadro clínico de der-
las formas bien determinadlas de alienación mental.
Las dificultades se acumulan y se multiplican cuando se trata
de la locura moral. Escritores y estudiosos apasionados suponen
afectados a los que militan cu tendencias opuestas. Ejemplo, fptre
mil, es el del intelectual Lothoop Stoddancli qiiien en su libro crítico
de las izquierdas "La rebeldía contra la civilización", se coloca a
la altura de alguna ingenua g^nte de pueblo que supone a los bur-
gueses movidos por los peores instintos, y atribuyen a las izquier-
das las mas perversas intenciones, las actividades más siniestras,
calificando a los que militan en ellas de infra-hombres. Max Nor-
dau reincide en su grotesca actitud primitiva al calificar en el Hi-
bert Journal de 1912 a Nietzche de degenerado por su teoría del
superhombre. A los motivos de descrédito se suma la obscuridad de'
una patología del carácter, y una razón de orden filosófico: ía esti-
mo de! mismo como ''el arca santa de libre arbitrio". Cuando se
trata sólo de alteraciones del carácter que dan lugar a actos inmo-
rales, hasta la misma ciencia suele resistirse a aceptar su naturale-
— 10-
za morbosa. Continúa siendo común creer que un malvado lo es por
maldad voluntaria. No es. piles, la menor de las dificultades, se
trate de fenómenos de orden moral en cuya apreciación aún el es-
tudioso que se precia ele imparcial y objetivo, debe poner en juego
su sensibilidad y criterio de hombre de un determinado tipo de ci-
vilización y de ética.

AMBIENTE Y DOMINIO

En el mismo orden de cosas debe destacarse que los locos mo-


rales no se concentran en determinado lugar o momento a la vista
del estudioso y se prestan rara vez a la investigación. En la cárcel
son a menudo presos de conducta ejemplar. Ya lo observaba el aba-
te Crozes cuando decía, de manera harto general, hace muchos de-
cenios, que ''estos incorregibles son detenidos ordinariamente in-
ofensivos y a menuicto útiles, no tienen sino buenas relaciones con los
guardianes y directores que dicen de ellos: buen detenido que com-
prende la razón y no haría mal a una mosca." Conocen mejor el
régimen carcelario que los delincuentes ocasionales, y saben adap-
tarse y aprovechar mejor sus condiciones. Tales sujetos van, rara-
mente, a los hospicios de alienados, y sólo euanldo simulan, a un
manicomio criminal, porque no son considerados como "locos" en el
sentido corriente. Hay, por otra parte, que seguir a tales enfermos
durante años, a veces a través de toda la existencia y con frecuen-
cia se obtiene más d<; la anamnesis, que del interrogatorio y examen.
En la sociedad, tampoco puejdie alcanzarles fácilmente el diag-
nóstico, sobre todo a aquellos inmorales fríos, tranquilos, hasta
amantes de la legalidad, nada impetuosos o apasionados, al contrario
de. los inmorales por impulsividad. Dicen bien Tanzi y Lugaro que
la inmoralidad que es un motivo de debilidad para los impulsivos,
vuélvese fuerza para los malvados a sangro fría, para los egoístas
refinados y sin escrúpulos, entre los cuales incluyen a los envene-
nadores, a los homicidas que descuartizan o destruyen con medias
químicos los cadáveres do sus víctimas, los calumniadores, los gran-
des tabulantes, los aventureros impiadosos, los que aprovechan de
la ignorancia y de la superstición, de la debilidad física, los trafi-
cantes de carne blanca, los malvivientes políticos. Estos son poco
sensibles al afecto: la mujer no es más que un medio de placer, la
familia una razón del dominio, el prójimo un instrumento de sus
íkeseos, la vida pública una platafonna de ambiciones personales, el
arte y la ciencia un oficio, y podría agregarse que las leyes y los
códigos un velo de su vileza y maldad.
Novicios del delito, son veteranos de la inmoralidad. ¿Quién
— l i -
no recuerda aquel especulador kie los Rougon Jlacquart que para
amasar su fortuna salta por encima de toda norma de justicia y de
bondadí Fray Mocho describe en el "Viaje al país de los matreros'7
un tipo de bandido do ios pajonales entrerrianos, el Aguará, que se
revelaba en la embriaguez de una manera feroz. Hombre elegante
y de buenas maneras, en aquellas soledades no podía pasarse sin
bañarse en perftimes y leer autores selectos, pero de cuya vida ha-
bíanse, referido horrores ;i en todos los ranchos que se extienden des-
tic e] Ylíicuy hasta el Diamante." Y así mil casos, en la literatura.
Los inmorales suscitan el penetrante interés de la gente de le-
tras, de los observadores de costumbres y de los eticistas, más que
de la clínica, pues se hallan y circulan en sociedad antes de ofrecer-
se a la visión de los psiquiatras. Si se trata, por ejemplo, de los ca-
lumniadores o de los malvivientes políticos qiu1, prosperan y gozan
de prestigios, con más fortuna que los médicos los han tratado un
Juvenal o un La Roehefoucauld.
Por otra parte, apenas podría darse idea de cuanto puede in-
fluir la condición económica y el medio social de que proceden so-
lí re su conducta, su manera, y eóirio desorienta la atención del clí-
nico. Lo mismo se ha comprobado de ciertos esquizotí micos de ten-
dencia autista, que ¡rustan alejarse cVJ resto de los hombres y ad-
quiei^n por diversos motivos una fisonomía original. Vagabundos
y parásitos permanentes cuando pertenecen a una clase social hu-
milde, excéntricos, originales, delicados, cuando proceden del me-
dio pudiente o culto.
Donde mejor puddie estudiar el psiquiatra la locura moral, es
en los asilos de menores y en ciertos neurópatas precoces.

EVOCACIÓN DE CASOS

Debería detenerme aquí, evocar mi experiencia clínica de aque-


llos que he seguido ie.n las cárceles y en especial en el Asilo del Buen
Pastor y Cárcel de Menores de Córdoba, mientras desempeñaba la
misión de estudio que me encomendó el Superior Gobierno de la
Provincia y desde la cátedra de Medicina Legal en la Universidad.
Debería recordar los casos de locura moral sintomáticos, preanun-
ciadores de otras alteraciones mentales o que han coexistido con las
últimas. Y sin olvidar la enfermedad fundamental que siempre or-
dena el diagnóstico. Debería evocar aquella María Elena, en los lí-
mites de la imbecilidad y debilidad mental, que ofrecía un verda-
dero desierto moral, a quien he descripto en mi trabajo sobre una
nueva familia psicopatológica de envenenadores; aquel otro mucha-
cho de 17 años, uno de los casos más típicos Ide los por mí observa-
— 12 —
dos que había recorrido casi todos los reformatorios del país, y que
interrumpió el examen afectuoso, exclamando con reconcentrado
rencor, como JPJ protagonista de la célebre tragedia: '' pues así quie-
ro ser, un malvado"; aquei Santos Barrara, débil mental que inter-
vino en la sublevación idel Hospicio de las Mercedes, por la noticia
de cuya muerte, la familia compuesta de buenas personas, había
prometido un premio de algunos cientos de pesos, tanto la había
aterrorizado; rae otro padre doblemente incestuoso; aquel hijo úni-
co de una honrada familia, verdadero impulsivo, que había hecho
seis muertes; en fin, la de tantos viejos reincidentes, definitiva -
mente pendidos para la libertad y la vida normal.
Exacto es que se atribuya en tantísimos casos el síndrome a la
debilidad mental o a otra forma de alteración psíquica. Pero hay
casos de jóvenes de 14 y más años cuya edad mental pasa de los
10, clasificados por lo tanto entre las personas que han franqueado
los límites asignados a los deficientes. Tienen ciertamente alteracio-
nes en los diversos órdenes: afectivo, volitivo, intelectual, pero no
por ello entran en los cuadros habituales de los retardados. Muchos
forman entre los "pesados'', " torp.es ", o "tontos", pero de éstos
hay millares y millares con quienes nos codeamos a diario y no son
retardados para la psiquiatría. Por otra parte, las pruebas para
'determinar la edad mental tío reflejan fielmente la personalidad.
Precisamente en los afectados en la esfera de los sentimientos, las
alteraciones ejercen una inhibición sobre la inteligencia y el racio-
cinio, que impide o desmerece la respuesta adecuada. Lo comprobé
claramente en varias ocasión®.
Muy instructivo para mí ha sido el estudio de los niños que
empiezan a cometer faltas de algún valor a una edad temprana. Son
con frecuencia neurópatas. La observación principal, una de las
que han determinado más decididamente la teoría q\ie sustento en
este trabajo, es la de un niño de 12 años a quien seguí muy dete-
nidamente por largo tiempo. Se trataba de un neurópata que- de
pronto puso de relieve en el hogar, en la escuela, en la calle, toda
la sintomatología que los autores clásicos señalan en la locura moral
precoz. Una reeducación enérgica y finamente llevada lo volvió a
una vida aproximadamente normal, de la que parecía definitivamen-
te apartado.
La vida prueba a cada paso estos niños y jóvenes ¡i difíciles",
que por causas que luego veremos se muestran inaptos para cumplir
sus deberes y fd«sempeñar sus trabajos y responsabilidades. Confor-
me enseña Dupré se muestran incapaces de realizar los tres fines
esenciales de la actividad humana: vivir, perpetuarse y asociarse.
Su incapacidad de adaptación, su espíritu anárquico, su déficit
— 18 —

en el instinto de simpatía, la indiferencia, la instabilidad y la vio-


lencia, han llevado a Regís a valorarlos en esta fórmula: amorales,
inadaptables, inafectivos, impulsivos.

LA TRAGEDIA DE RICARDO II!

La descripción de casos prolongaría excesivamente esta diser-


tación. Permítanme en cambio que evoque una figura de Shakes-
peare,
La intuición artística, como en tantos otros casos, se lia adelan-
tado aquí también a la observación científica, para el conocimiento
de la obscura metafísica del alma. Del munido de la historia o de la
ficción, recortado alguno sobre la gradería del anfiteatro y ceñida
la corona del emperador romano, o surgiendo como Ricardo III
más real a la trama do. la tragedia, recrea'do por el genio, podría
extraer abundantes ejemplos de depravados morales a los que no
es posible incluir entro, los débiles de espíritu. Me referiré a la obra
en que el genio de Shakespeare ha dejado trazada de manera eterna
y completísima la pavorosa naüiraleza de uno de sus protagonistas,
el más puro caso de locura moral, acusado en la codicia del poder.
En cuanto el futuro Ricardo III aparece en escena se mani-
fiesta por sus propios labios la naturaleza perversa kte su corazón:...
"yo que soy corto de genio y a quien la Naturaleza ha desprovisto
de toda belleza, yo, deforme, incomjpleto, nacido antes de tiempo
entre íj mundo que se agita, a medias terminado; yo, que soy tan
imperfecto, tan poco a la moda que los perros me ladran al pasar,
mi único placer en esta época ¡de paz muelle es el de espiar mi som-
bra al sol y de comentar mi propia inutilidad!", y declárase dis-
puesto a portarse como un villano sutil, falso y pérfido para con-
seguir su inicua ambición al trono mediante complots, insinuacio-
nes y tembibles profecías de hombre ebrio.
l'jxcita con falsas razones la cólera de su hermano contra el
otro hermano hasta el fratricidio, y revocada la real orden lele muar-
te, lo asesina por su euenta entre protestas de cariño. Vence con
mentidos juramentos de amor a la que era al mismo tiempo la hija
y fsposa, de los príncipes que ha asesinado con sus propias manos,
y ante el cuerpo aún caliente de su esposo, convence de que seh
suya a la mujer en el momento culminante de su odio, en una es-
cena (te lucha, de pasiones tremendas en que Shakespeare no ha
sido igualado. Mientras lloraba sobre las mejillas de sus sobrinos,
declarándoles su deseo de convertirse en su padre, ordenaba el ase-
sinato do las dulces y tiernas criatnrnK. entre las que estaba el prín-
— 14 —
eipe heredero. Y ya soberano, envenenaba la reciente esposa para
casarse con la hija de su hermano, después de convie;rtir en su alia-
da a la infeliz madre que en el mismo momento lo maldecía por los
hijos cuyo asesinato acababa de ordenar.
Se muestra siempre el más piadoso, humilde y religioso: '' ador-
no la desnudez de mis malos, instintos, eon bellas frases robadas a
los textos sagrados, y dice,.. . me toman por un santo, cuando re-
presento el papel de diablo!'' Corruptor de conciencias, calumnia-
dor de la memoria de su hermano recién muerto, verdugo de sus
amigos, vencedor de pobres mujeres, apenas hay crimen que no
hubiere meditado ni realizado. La madre que lo dio a luz se revuel-
ve contra el vientre que lo engendró: "Maldita sea, matriz lecho
de muerte, que lanzaste al mundo un basilisco de mortífera mira-
da!" Y lo maldice, deseándole odioso fin en manos de sus adversa-
rios por cuyo triunfo ora.
El mismo se reconoce exactamente 'después de aquella pesadilla
alucinatoria en la formidable escena de la víspera de su muerte en
que lo inculpan los espíritus de sus innumerables víctimas; "¡Soy
un miserable! ¡ Loco, habla bien de tí! ¡ Loco no te adules! i Mi con-
eiencia tiene millares de lenguas, cada lengua cuenta una historia,
y cada historia me condena como un miserable! ¡El perjurio, ei
perjurio en grado sumo; el crimen, el horrible crimen hasta el más
feroz extremo; todos los crímenes eometildtos en todos los grados
acuden a acusarme, gritándome: culpable ,culpable! ¡Oh, desespe-
ración ! i No hay criatura humana que me ame! ¡ Si muero ni un al-
ma tendrá piedad ¿LQ mí!"
Y se hunde en aquel combate en que grita su inmensa cobar-
día, presto para la fuga: "¡Un caballo! ¡mi reino por un caballo!",
ese ser 'disforme, infame jorobado, calumniador de la matriz de su
madre, lobo malvado, harapo del honor, señalado por el pecado, la
muerte y el infierno, como lo llama una de sus víctimas.
Tal es el ejemplo más perfecto de la trayectoria de un loco
moTal señalado en cuerpo y alma.

EL SÍNDROME PERVERSIDAD COMO PSICOSIS DE REACCIÓN

Tampoco puede negarse la posibilidad teórica de que un pro-


eeso morboso orgánico y funcional perturbe los sentimientos mo-
rales, sin afectar mayormente al intelecto. Aún en la observación
diaria se comprueba con la existencia de bobos que están adorna-
dos de simpáticas dotes de bondad y trabajo, y que no sólo permiten
la convivencia con los demás, sino que son verdaderamente útiles. A
simples de esta clase prometía Cristo el mino de los cielos. Y sabe-
— 15 —
mos cómo el conocimiento no es siempre la llave de una noble per-
sonalidad. La experiencia niega teorías más seductoras, como la so-
crática d# la directa relación de la sabiduría con la ética. La posi-
bilidad teórica de la locura moral ha recibido umi sorprendente con-
firmación por el estudio küle numerosos casos de encefalitis epidémi-
ca —sobre todo en niños impúberes*— en los que aparecieron algún
tiempo después de la faz aguda, alteraciones del carácter, del sen-
tido moral, del humor y do la conickteta, que pueden crear un es-
tado de verdadera invalidez moral adquirida, en muchos casos con-
funidáda con las perversidades instintivas. Así lo han comprobado
Kostick, Courbon y Bauer, entre otros muchos clínicos Roubino -
vitch, Abramson, Heuyer, etc., y muy recientemente Fribourg-Blane
i:n el informe al XIII Congreso de Medicina Legal Francés, a ce-
lebrarse en octubre del presente año.
Este; último profesor al referirse a dichas consecuencias de la
encefalitis sostiene lo mismo que podría expresar de la clásica lo-
cura moral; dice: "Se trata entonces ante todo de alteraciones de)
carácter y del humor con agitación psicomotriz y perversiones di-
versas, no refrenadas por una deficiencia de la voluntad, sin ver-
dadera alteración de las facultades intelectuales".
Los psiquiatras y criminólogos que la niegan, acostumbran in-
cluirla en el capítulo enorme, heterogéneo, desigual, de la degene-
ración o disgenesias. Pero ¡ logran con ello suprimir la dificultad
que provoca a los clínicos la existencia de tales estados morbosos?.
"En manera alguna. Con suprimir el nombre o diluirlo en una catego-
ría clínica más general y vaga la dificultad no desaparee, sólo se
disimula. De ello dan prueba las 33 sinonimias —¡nada menos que
33 !— que he encontrado de la locura moral. Bajo el nombre de in-
moralidad constitucional tu Italia, de perversiones instintivas en
P>ancía., de "moral insanity" en Inglaterra y de degeneración,
oligofrenia moral, enemigos :c]io la sociedad, disgenesia y locura mo-
ral en todas partes ,s.e- le trata todos los días. No ignoro que abar-
co un tema impugnado por muchos motivos. Es precisamente en do-
minios discutidos, en los que reina ía discordancia que las investi-
gaciones pueden ser más fructíferas. Hay en todos estos temas tan
debatidos ,en los que se penetra con excesiva duda, algunos puntos
obscuros, de los que a ratos surgen llamaradas que iluminan cam-
pos aún inexplorados.
Se han deseripto tantas modalidades,, se han hecho tantas di-
visiones de la locura moral, según esté afectado principalmente el
carácter, los diversos instintos, ,el temperamento, la eonJducta, o se-
gún sea el tipo de actividad antisocial, que temería introducir, si
lns comentáramos, una nueva fuente de duda. Cada sujeto aparece
— 18 —
como un complejo individual, cuya fórmula escapa a la estrecha*
de una 'denominación exclusiva y se hurta, lo mismo que la perso-
nalidad normal, al rigor de una definición y al cuadro esquemático
de uno clasificación (Dupré). Ninguna perversión instintiva existe
aislada, cada una debe desprenderse del complejo psieopatológieo de
que forma parte de una manera artificial para el estudio. De la aso
ciación y del conflicto de los apetitos e instintos desviados, exage-
rados o insuficientes, resulta, para caída enfermo una orientación
dominante en el sentido de la vanidad, cupidez o malignidad, y en
sus reacciones, otros impulsos conjugados en el determinismo de la
con>d¡ucta dan su nota particular en cada sujeto. En general se adop-
ta un método sintético de descripción, para exponer en un cuadro
único, el conjunto do rasgos característicos de toda locura moral.
Tal método tiene serios inconvenientes pues aproxima rasgos los
más diversos y aiín opuestos, y coloca «n el mismo plan descriptivo
elementos de naturaleza diferente y de importancia desigual. Dada
la índole de esta disertación no me es posible entrar en distinciones
sutiles, pero baste decir que me adhiero a los dos grupos ya clási-
cos, al de la locura moral impulsiva o activa, y el de la autista sen-
sitiva o pasiva.
Creo que. debe reivindicarse el concepto de locura moral. Po-
cas cosas extravían tanto a ciertos psiquiatras como tomar el término
en su sentido absoluto. Decir locura o idiocia o agenesia moral, en
manera alguna signica abolición completa de todo sentimiento so-
cial. IJO mismo que decimos disgregación, o discordancia, o escisión
mental en la esquizofrenia, e indiferencia con conservación de las
facultades intelectuales en rlúcha enfermedad, sin que por eso su-
pongamos en ella una división absoluta de las facultades y una per-
fecta conservación de la inteligencia, en la locura moral más com-
pleta suele haber una luz afectiva, por débil que sea. o bien oculta
y poderosa que escapa a la visión inexperta. Véasft que hemos ha-
blado de concepto de locura moral, y no de ésta como entida¡d¡ psi-
quiátrica. Por mi parte, la incluiría entre- las formas de reacción
psicopática, como grupo especial.
De cualquier manera, la existencia de la canalla no puede ne-
garse, y para nuestro objeto es lo mismo. Admitida su realidad, co-
rresponda su estudio al psicopatólogo y ai psiquiatra, pues el mal
moral no es más que una especie de anomalía psíquica ,tan rea¡l
eomo las otras, imponiéndose de tal manera una teoría científica dp
la anomalía moral, que es tan enfermedad o síndrome mental como
cualquier otr«.
— 17 —

CARÁCTER INNATO O ADQUIRIDO DE LA LOCURA MORAL

Siguiendo a cuantos lo han precedido y reflejando a los que la


consideran en el presente, Dupré que la, acepta bajo el nombre in-
equívoco de perversiones instintivas, en la mejor monografía publi-
cada sobre el tópico en lo que va del siglo, señala que una de sais
características fundamentales, es la existencia de anomalías innatas
de las tendencias morales y sociales. Las llama instintivas, precisa-
mente porque las considera, —como los instintos— primitivos, es-
pontáneos y anteriores a la aparición de la conciencia y de la inte-
ligencia. Acepta así la firmje teoría lombrosiana de su innatez. In-
clusive Dupré .áísimés de tantos otros, habla de una agenesia de
los sentimientos morales ,es decir, de sentimientos que no existen,
no han existido, ni pueden crearse. Allí donde está, el perverso ins-
tinto es una plaga, desde el hogar y escuela, hasta el cuartel y ta-
ller. Es una plaga que consideran no enmendable, definitivamente
incorregible —y esta es otra de sus características— lo que se tra-
duce por incesante recidiva, por permanente conducta antisocial.
Los instintos constituyen una modalidad constante de la ener-
gía biológica y se hallan en el límite de lo psíquico y lo somático.
Son, se dice, centros fijos e invariables, no influeneiables, de vita-
les intereses. Es así como hablando de un perverso instintivo o loco
moral, todo parece dicho y el mal es considerado irremediable.

II.

DESARROLLO DE LOS SENTIMIENTOS MORALES

Tal es la experiencia de la locura moral de los adultos hasta el


presente. Nos hemos encontrado en último término ante esta valla
al parecer insalvable. El loco moral está ya maldito en las entrañas
de la madre! Vamos a intentar forzar esta valla.
En primer lugar se tropieza con una palabra: lo instintivo, lo
innato, la degeneración. Palabras terribles que inflingen derrota an-
tes de toda lucha. Y, sin embargo es de advertir efue IOK instintos
moraUs son los menos eongénitos, no sólo por su formación más re-
ciente, como es sabido, sino por su extraordinaria variabilidad. No
es posible hablar de los instintos morales como de algunos instintos
animales, rígidos e implacable en la realización de sus propósitos
biológicos.
Debemos conocer la vida afectiva y moral para comprender su
perversión. Aquí está el núeleo d¡el problema. ¿Cómo estudiarla*
Precisamente ung de, los caracteres de la locura moral es su preeo-
— 18 —

cidad. Ningún medio mejor que investigarla en el niño en el mo-


mento mismo en que nace en él y cómo se desarrolla hasta la pu,-
bertad. Sabemos que las concepciones éticas se constituyen en la in-
fancia, de la misma manera que van integrando y contribuyen al
desarrollo 'del cuerpo infantil el alimento que ingiere y el aire que
respira. En un principio frágiles y sujj-wficiales, terminan por fi-
jarse con más o menos intensidad en el adulto y formar parte de
su temperamento y carácter. Por eso ya a priori podemos concebirlas
como no innatas. Antes de considerarlas como tal, veamos cuál ha
sido la contribución de la psicología experimental al conocimiento
de las emociones, afectos y sentido moral de los niños. En lo que se
refiere a las emociones debe recordarse el método seguido por Bi,-
net para la fidelidad de los testimonios; luego las pruebas emocio-
nales mediante ios elementos fármaco - dinámicos, el reflejo psico-
galvánico o las reacciones do asociación mediante las palabras estí-
mulos que SP utilizan para golpear una determinada emoción. Se
las ha querido medir mediante las alteraciones del pulso, ,de la ten-
sión arterial, de la respiración, producidos por estímulos emoeiona-
les,y a sí mismo en los cambios verificados bajo su influencia en los
movimientos .voz y escritura. Más nos interesa en lo qué se refiere
a los sentimientos morales. Para medirlos se han propuestos decenas
'dte dibujos o problemas de faltas y delitos, cuyo orden de prefe-
rencia se conoce por las pruebas standarizadas de numerosos pro,-
blemas morales ,a la manara de Einet-Simón y las muchas que las
subsiguieron. Las preguntas que se utilizan para clasificar el tem-
peramento de los menores se han empleado también para fijar las
ciudades éticas. Pero eomo bien dice Tcrmann, ni uso de estas prue-
bas para los rasgos morales ha probado que valían bastante menos
de lo que se esperaba, pero así mismo han 'dado un resultado seme-
jante a las pruebas de la inteligencia de hace unos 20 años.
Con toda evidencia, se ha mostrado en este sentido la impoten-
cia creadora de la psicología experimental. Poco nos revela hoy
acerca de la vida moral misma de las criaturas. Perfeccionados los
métodos, servirán sin duda cuando se hayan descubierto para co-
nocer aproximadamente el nivel de la vida afectiva y moral. Esto
es para la psiquiatría, de un gran valor .pues ya se sabe cuanto la
ha beneficiado e,n este sentido la modesta escala de Binet-Sim<ín.

INOCENCIA O PERVERSIDAD ORIGINAL

Debemos emplear otros medios para conocer la vida afectiva y


moral: la observación y \a intuición. Dos hipótesis se abren al tra-
tarse de la naturaleza moral de los niños. Sabido es que Rousseau
— 19 —

sostenía que, no hay perversidad original en el corazón humano, no


hay un solo vicio del que pudiera decirse cómo y por dónde ha en-
trabo. El niño, un ser angelical, en el cual sólo la vida y las rela-
ciones con los hombres sembraban los vicios que lo hacían malo y
perverso.
En cambio, Lombroso, consideraba al niño como un ser dotado
de perversidad original. "Los gérmenes de la locura moral y de la
delincuencia, se hallan —cito textualmente— no por excepción, sino
normalmente fin la primera edad del hombre, como se encuentra cons-
tantemente en el feto ciertas formas q\ie en el adulto son mons-
truosas; de manera que el niño puede, representarse como un hombre
privado del sentido moral, lo que es llamado por los psiquiatras un
loco moral, por nosotros un delincuente nato". Y menciona caso»
de cólera, venganza, cel^s. mentira, y otros graves defectos en cria-
turas de la más tierna edad. Pero hay excepciones, agrega, y en ple-
na demostración de la perversión innata del niño en "L'uomo de-
íinquísnte" estalla en sollozos el dolorido corazón paterno: "e tu
eri fra quellí, angiolo mió, i snoi occhí dolci, vivaei, mi splendono
ancora dal sepolero, e che non sembravi godere che del compiaeer
altrui".
En el mismo sentido ISinile Laurent considera al niño inferior
al animal joven, por sus caprichos, suciedad, insubordinación y va-
nidad. Nace, perverso, dice, prefiere el mal al bien, y repite la afir-
mación el doctor Eassier; "que una inclinación natural lo lleva al
mjal, y que si nada lo reprime, es accesible a todas las pasiones que
atormentan al adulto17. Colocado el niño como Hércules, en el ca-
mino del vicio y de la virtud, sus instintos naturales lo llevarían
ni vicio.

ENSEÑANZA DEL PSICANALIStS

E] psieanálísis ha llegado por otro camino a un conocimiento


de la naturaleza moral de la infancia que me parece tan superior
a los hasta ahora conocidos que no vacilo en seguirlo. No es del
caso describir ni los principios en que se funda, ni su técnica, ni
loa resultados sobre todo obtenidos por ese genial explorador de las
obscuras vías del alma que es Freud. Lo principal para el caso es
saber que, dejando de lado las nuevas y viejas maneras de la psi-
cología, ha alcanzado sus brillantes resultados partiendo del estu-
dio de las neurosis. Gracias a los riquísimos elementos de conoci-
miento que ofrece la viaa anímica de los neurópatas pudo salvar
la doble dificultad hasta ahora desconocida, y penetrar hondamente
— 20 —

ú espíritu del niño: la primera consiste en que el niño aprende a


disimular muy tempranamente sus pensamientos más íntimos; no se
lo confiesa a él mismo, y es casi siempre incapaz de formularlos, tan-
to más cuanto más compleja es su trama; en segundo lugar, la resis-
tencia inconsciente de los adultos, tan grande a la penetración de
su vida infantil, y que les impide revelarla, pues no se evoca a la
conciencia x>or un esfuerzo voluntario.
Me ocuparé de su vida afectiva y moral —debo acentuarlo—
sólo para el fin que me interesa, dejando todos sus demás aspectos
anímicos de lado.

EL. MUNDO AFECTIVO Y MORAL DEL NIÑO

Una sola ley rige para el niño en su primera época: el placer.


El placer constituye la causa primera de toda actividad y de toda
conciencia en la criatura. De él deriva una manera que inspira sus
actos y se manifiesta por el instinto de poder. Trido el mundo es
suyo, pues no alcanza a distinguir entre lo tuyo y lo mío. Todo le
pertenece, el mundo entero es su dominio. La voluntad de poder
es la de convertir en propio, inclusive lo que es de los 'demás, y así
el egoísmo se convierte en norma. El niño es el verdadero "único"
en el sentido de Max Stirner, es el señor del mundo, el dueño de la
vida y bienes ajenos, a los que sacrifica para lograr su gusto y ca-
pricho. ¡Como no lo puede hacer materialmente, lo realiza por sus
fantasías en las que suele reconcentrarse. Subordina con seductora
y alegre risa todos los fines sociales superiores a sus deseos y gus-
tos. Y si la educación en sus diversas formas y los instintos grega-
rios desarrollados a través de milenios no se lo impidieron, se en-
señorearía del mundo conforme a su poder.
Si en el orden moral se caracteriza la criatura por ser egoísta,
autoritaria y anárquica, es en el sexual, según Freud, "polimórfi-
camente perversa". En "Una teoría sexual" demuestra cómo el ni-
ño pasa del difuso interés libidinoso por ías propias zonas erógenas
a convertir las personas que lo cuidan tiernamente — padres, pa-
rientes, personas del servicio —• en el objeto de sus intenciones se-
xuales, con sentimientos de celos e impulsos, los que son reempla-
zados después o coexisten con sentimientos tiernos. Pero de esto
no podremos ocuparnos con la detención que merece, no poT esca-
broso, sino porque nos llevaría lejos.
Al cabo, estas queridas personas egoístas, autoritarias y anár-
quicas, que son nuestros hijos, deben ceder ante la acción del hogar
y del ambiente. Así, la noción de justicia y propiedad se forman
después de sufrir el dolor de ser expropiado, sufrimiento que iden-
— 21 —

tinca con el calificativo malo tantas veces repetido con ese motivo.
En un principio las nociones éticas se nos imponen obligatoriamen-
te, para ser luego aceptadas como deberes qiwj emanan de la con-
ciencia. La colectividad aspira a socializar y a encauzar las tenden-
cias vitales de sus individuos. Por la fuerza del interés, de la sim-
patía, de la imitación, de la represión y de la inteligencia, del mie-
do y del hábito, se va precisando la distinción d^l bien y del mal,
base del sentido moral, desde sus formas elementales hasta el impe-
rativo categórico y la estima de sí mismo.
.lista represión de los instintos de dominio y del erotismo no
se realiza sin dificultad. Y si la existencia de tales instintos en el
niño sorprenden al desprevenido, más debe admirar que sentimien-
tos agresivos dotados de tal poder se encaucen tan presto por las
vías de la cultura o del bien, o simulen estaros subordinados. Y
esto se debe a que los instintos altruistas elaborados por la convi-
vencia social a través kSe largos milenios han llegado a ser tan po-
derosos como los de agresión. Ya lo sostuvo Kropotkine al comple-
mentar la teoría darwiniana. Gracias en parte a un proceso de trans-
formación natura^ la instintiva energía de dominación y la sexual, se
desplaza a fines sociales, cada vez mas elevados. Porque hay que
decir lo que es: el hombre no es únicamente el lobo de Ifi teoría.
Pascal lo decía tan bien. 1LI1 est dangercux de trop fair voire á
Phomnve combi^n il est eg;U aux bétes, sans luí monstrer sa gran-
deur. Yl est enconre dnngereux de luí írop faire voir sa grandeur
sans sa basesse. Yl est enconre plus dangereux de lui laisser signorer
Fun ftt l'autre. Mail il est tros avantageux de lui representer l'un
et l'autre. Yl no faut pas que l'homme croie qu'il est egal aux bétes
ni aux anges, ni qu'il ignore Tun et l'autre. mais qu'il sache l'un
ot l'autre".
Pero lo más extraordinario de la investigación psieoanalítico
ha sido la revelación del poder y significado del inconsciente, en el
que viven, reprimidos, los primitivos instintos, cuya fuerza se man-
tiene firme desde la niñez. Lo inconsciente es el signe- del psiquis-
mo infantil; se caracteriza, como se ha visto, por su contenido prin-
cipalmente Sflxual y por su egocentrismo cruel y absoluto. Lo in-
consciente ignora los códigos morales, y como si no existieran, las
consideraciones lógicas y altruistas. Lo contrario, precisamente, de lo
consciente y de ahí que están en perpetuo conflicto. En manera al-
guna los niños son originalmente "inocentes", pero tampoco inmo-
rales, como afirmaba la escuela lombrosiana. Son amorales, pues
no tienen la conciencia de. la culpa y su actividad antisocial es sobre
todo imaginaria.
Precisamente lo instintivo es el núcleo de lo inconsciente, con
_ 22

lo que volvemos al punto de partida. Vamos a analizar ahora algu-


nas de los manifestaciones tíie este psiqnismo inconsciente en cuanto
origina las llamadas perversiones de los instintos.

GÉNESIS DE LA "LOCURA MORAL"

frente al concepto de innato e incorregible, en muchísimos ca-


sos debe reconocerse que el mecanismo psieógono de la locura moral
se efectúa después del nacimiento por causas propias del ambiente,
por errores de .educación, por faltas en el desarrollo 'del instinto
sexual, es decir, por causas múltiples que la brevedad de la diserta-
ción nos obliga a poner en el mismo plano.
Prescindamos por ahora de las afecciones orgánicas y de toda
otra causa epgen*5tradora o predisponente del mal que nos preocu-
pa, y limitémonos a su mecanismo psicopatológieo. En la imposibi-
lidad de penetrar hoy los diversos aspectos, complejísimos, de la gé-
nesis 'de la locura moral debo sólo dar un esquema, señalando única-
mente algunos rasg-ofi. desprovisto todo de la experiencia de los ea-
sos que he observado y que tanto vivifican, una teoría. La mayor
parte de los afectados provienen de familias desgraciadas, son niños
abandonados, hijos :Jo bebedores o de padres imposibilitados por
diversos motivos para el trabajo y dirección del hogar. Los menos
provienen de hogares acomodados y sufrieron fallas graves en su
educación, Hablo, como «:L comprenderá, de los casos considerados
innatos y no de los adquiridos por la influencia de infecciones, pro-
'•eso?, tóxicos o traumatismos.
En los llamados congénitos lie notado —como queda dicho—
que falta el pa.'re o la autoridad paternal, es decir, la dirección de
!;i casa y la fuerza, aquel que impone respeto y obediencia. Se ha
dicho nijucho con levantadas palabras del rol del cariño maternal
en la formación de los hijos, pero se. ha olvidado en las disertacio-
nes del muy importante que tiene el padre. Es el que no sólo da la
viía, sino también el que trae el sustento; no sólo el que ha dado
la vida uní1, vez por todas, sino el que continúa alimentándola día
a día, y la fuerza que' la orienta y la impone sin perder autoridad
como la madre, por causa del contacto permanente. Si atendemos
8 la concepción freudiana 'iol origen de las religiones, ía imagen
de Dios se forma ¡i semejanza del padre carnal, jefe y señor, y la
actitud personal del hombro con respecto a Dios, depende de su re-
laciÓn cor la persona del padre. Es decir, que Dios, a quien los
fieles llaman p¡i-hv celestial, no sería miás que una sublimación
del padre.
El hijo que se siente abandonado, sin que nada sustituya a la
— 23 —

autoridad del jefe, se haee precozmente independiente,, pero a me-


nudo sin la suficiente aptitiíÜ para enfrentarse al mundo y conquis-
tar IÍI parte de dicha a que se cree con derecho. Esto despierta odio
contra los 'demás que se oponen a sus deseos y lo dota de un sen-
timiento de inferioridad, de un amargo sentimiento de impotencia,
largo tiempo cultivado, y constantemente torturado por el temor a
que, se descubra su incapacidad. Es más visible en los débiles que
tienen un obscuro sentimiento ¡de su inferioridad —por el que su-
fren incesantemente— fuente de odio y rencor contra los deníás,
más afortunados. Es realísimo que sw-an los débiles los más llenos
de odio. Y si el infeliz niño sufre por causa de otros hombres, o aún
cuando le atribuya la eausa sin justificarla, se torna cruel y hay
en él su secreto deseo que los demás sufran como él. Acompaña en-
tonces a toda manifestación de su voluntad de poder, con actos por
los que hace padecer a los demás. A veces es cruel sin necesidad
aparente; entonces es cuando llega d acmé de la crueldad. Después
del placer inicial, el deseo de ln sangre o del sufrimiento ajeno pue-
de convertirse en obsesión. El dolor de los otros es su placer y ale-
gría. El análisis psicológico ha demostrado acabadamente euán uni-
wa va esta crueldad a. perturbaciones del instinto sexual; los casos
de sadismo y masoquismo son formas del infantilismo psicosexual, y
en último término, una fuga por víns morbosas ante relaciones se-
xuales normales.
En otras ocasiones, cuando la educación es mal conducida, la
criatura reacciona agresivamente contra el ambiente al cual no lo-
gra imponer su voluntad. Si el niño no consigue la satisfacción o al
menos la satisfacción sustitutiva de sus deseos, comienza la lucha con-
1 ra la armonía familiar, niega la obediencia y signe su propio ca-
mino. A «ste respecto, como lo ha demostrado sobre todo Adler y
su escuela de la Psicología Individual, deben juzgarse como condicio-
nadas por el ambiente estas diversas manifestaciones que alteran la
armonía dol niño con su hogar al principio, después con la escuela
y el ambiente social, entre las que debemos mencionar la ira y la
envidia, el carácter cruel y la precocidad, la timidez y la cortedad,
la cobardía y la mentira. Lo mismo se comprueba cuando hay un
exceso de represión, o de desarrollo supernormal —como lo ha de-
mostrado Cyril Burt con hermosos ejemplos,-— o cuando el niño ha
perdido la estimación por su hogar al ver a sus ascendientes caer
repetidamente en el error, la mentira o en el misoneísmo. En vez
del abierto enímigo que el hogar se crea, en vez de acentuar sus ca-
prichos hasta la mala fe y la inquina, el niño busca en ocasiones la
satisfacción de sus instintos mediante la pasividad; entonces pasa
ante todos por un niño excelente, sin pensar que en tantos casos
— 24 —

la vida oon sus azares, el amor, el trabajo, los arrojan al costado


del camino hundidos en la nerviosidad o el fracaso. Estos niños tem-
pranamente nerviosos, en quienes es notoria la instabilidad emocional,
son el punto de iniciación de los fracasados, pero también pue-
den serlo de los genios. En est<\ sentido el estudio psicológico de!
genio "ieberá nutrirse también en la fina observación infantil.

ALGUNOS RASGOS MAS

En este primer período del desarrollo, ¡as actitudes de obstina-


ción, crueldad, timidez y otras que sólo mencionamos, asoman en-
tonces para desptós constituir verdaderos rasgos permanentes del
carácter que suele señalar el destino. El proceso, muellísimo más
complejo de lo que se enuncia, muestra que una desgraciada repre-
sión sexual puede impediv el pasaje del estadio infantil anterior a
uno ¡superior, y detener así el desarrollo moral y aún el intelectual,
engendrando neuropatías, actividades antisociales, enfermedades men-
tales y otras anormalidades. Un desarrollo sexual deficiente provo-
ca formas de infantilismo psLcosexual, con crueldad y perversión,
o trae una inhibición de la libido, convirtiendo al huérfano de ca-
riño, al abandonado, al hostigado por la fortuna, t\n un nareisista.
La ineptitud y el fracaso 'os hace qiw inconscientemente se fijen en
K'.i niile?;, el período de su vido rn que conseguían el máximun de sa-
tisfacciones con im mínimum de responsabilidad. Es común que su
maldad, aJ parecer ingénita, no sea más que una fuga a su lejana
Arcadia, donde no hay terrible lucha por la vida y el amor, en la
que tocios PUS ¿seseos se cumplían en la realidad, o imaginariamente,.
Persiste ert el deseo de hnrer su voluntad, moverse en un mundo en
que re.in'.1 el placer y el capricho: se resiste. ;i ser grande y se prende
desesperadamente a su niñez, o sea una manera dt vida egoísta y
anárquica, rjue en el adulto ya no es amoral, sino que se tra'cíuee en
netos y es inmoral. Entoncñs ya no existe la represión maternal,
siempre suave. Tina vez crecido, la sociedad, la policía, lo repara en
onda esquina. Y ,isí Hen^ oue marchar a ía fuerza, a encontrones,
n golpes. Por la fuerza adquiere los rudimentos de un sentido moral,
no como un resultado casi orgánico de su experiencia vital,! sino
por la constante coerción y el sufrimiento. No una obligación in-
terior, sino exterior, fine ha de ser más o menos permanente para
ser eficaz. Las estadísticas demuestran que la gran mayoría de !OR
reincidentes ya lo son antes de los 20 años.
Así se oriíiínnn lo<! «íntoniüR de 3a locura moral aunque no tan
simplemente: a la falta de placares propios de la edad, corresponde
el odio, el rencor, la crueldad, la venganza; a un acendrado amor
— 25 —

propio, un feroz egoísmo; a la falta de represión, el vicio y el cinis-


mo ; a la poca inteligencia e instabilidad ^¿nocional, la anarquía de
la acción, los impulsos, la violencia. Los niños formados sin padres
caen en el cinismo porque ya "lo saben todo", y en la osadía y en
la rebelión, porque desíd*1 temprano han aprendido a prescindir dít
toda autoridad. Los pudientes tienen mil recursos para ocultar estos
vicios y huir de la represión exterior, pero la gwite de pueblo, la
de los dramas vulgares, que acontecen a diario rozándonos a todos,
terminan en el arroyo o la cárcel, el hospital o el suicidio.
Es inexpresable la influencia que ejerce sobre Í>1 adulto la vida
afectiva y las experiencias infantiles, que duran para toda la exis-
tencia y que tanto contribuyen a formar e! temperamento y el ca-
rácter. Las afinidades afectivas y las antipatías, la actitud ante la
vida y el amor, toda la misteriosa trama de nuestro temperamento
obedece a estas corrientes subterráneas que provienen de las prime-
ras experiencias. Precisamente uno de los resultados más extraordi-
narios del psieanálisis, ha sido la comprobación de que el espíritu in-
fantil persiste durante toía 3a vida, y permanece en una forma casi
inalterable junto al espíritu del adulto que lo enmascara y lo igno-
ra. Los instintos animales que fueron reprimidos durante la niñez,
condenados por la cultura, y rechazados en las profundidades de lo
inconsciente, permanecen en éste latentes, y forman su núcleo y par-
te más característica. Curioso es que estos instintos y 'deseos lejos
de permanecer inactivos, continúan siendo dinámicos en alto grado,
tentando siempre romper las vallas puestas por la lógica y la moral.
Esta visión muy sumaria del desarrollo del sentido moral en el
niño y de las desviaciones que puede sufrir, nos permitirá compren-
der mejor la importancia de la educación, o mejor dicho de la for-
mación del niño en la profilaxis de la locura moral.

TIL
EL GRAN ROL PSiCAGOGICO DEL MEDICO

Entro a un campo grato a la medicina. Las ciencias y el espí-


ritu médico poseen gran poder para orientar la formación norn\al
como para corregir la patología de niños y adultos. Ya sostuvo Des-
cartes que en e? porvenir la medicina sería, entre todas, la ciencia
normativa por excelencia, y Cabanis creyó, con excesiva ambición,
<iue correspondíale buscar los medios directos y enseñorearse 1de las
•.veneraciones futuras trazando directivas al género humano.
El interesante movimiento por la renovación educacional que se
exterioriza en las múltiples corrientes de la "escuela nueva", y tie-
— 26

ne e,n el país inteligentes intérpretes en el doctor y la doctora Re-


zzano, surgió del interés médico-pedagógico por los anormales. Para
no recordar sino Europa, y sólo en parte, médicos fueron Binet y
Simón que estudiaron la inteligencia de los niños e intentaron me-
dir su nivel, médicos de anormales en Francia, Roubiuowitch y
Boncour; y lo es Montessori, euyo método se inspiró en el conoci-
miento de los retardados; también Demor, Deeroly y Vermeylen
en Bélgica, que tanto han hecho por los anormales; en Suiza el
gran Claparede, Pfister, Bovet y muchos otros están íntimamente
vinculados a los psiquiatras de su país; Freud y Adler e,n Austria
a quienes debe tan grandes servicios la psicoterapia y la educación
infantil, grandes educadores que no deben hacer olvidar, sin em-
bargo, a los esposos Bühler, a Fürtmüller, a Allers y otros. En Euro-
pa Central el movimiento por la comprensión del niño enfermo y
su correcto desarrollo cuenta con intérpretes 'de la importancia, de
Ozerny, Ziehen, Oppenheim, B^mfeld, von Feer, Finkelstein, Na-
ssau y tantos otros, sin olvidar el grandioso movimiento médico—tan
difundido también en Estados Unidos— a favor de la higiene men-
tal y de una buena educación. Es evidente cómo de la psicología y
psicopatología de la infancia ha surgido la presente reforma edu-
cativa. La. educación vuelve a hallar su centro en la psicología.

CONSECUENCIAS DE LA MEDICINA PSICOGEN ETICA EN LA EDUCA-


CION V TRATAMIENTO DE NERVIOSOS Y DELINCUENTES

El interés de médicos y pedagogos céntrase en la mejor mane-


ra de aprovechar las ricas energías psíquicas infantiles, sin menos-
cabo de su personalidad y legítimos intereses, para que hallen, en
la medida de lo posible, los valores de carácter y de la cultura
en armonía con los altos fines de a época. Se reconoce, por fin, la
importancia capital de la vida anímica dv. los primeros años.
Fuera de lo indicado para la profilaxis social de los menores
abandonados y delincuentes precoces, de los medios económico-co-
lectivos para evitar el dolor y la miseria, la consolidación de la fa-
milia sana, el tratamiento de las dolencias, la profilaxis de- las en-
fermedades hereditarias, faltan aún medidas para evitar que los
niños caigan en la maldad y la perversión,
Adler vio bien que el Estado y los filántropos llegan a menucio
tarde en auxilio de los menores abandonados —¡cuando llegan!—
pues comprobamos que muchos engrosan después las filas de la de-
lincuencia adulta, del vicio, del alcoholismo, de la neurosis o de la
psicosis. La escuela misma agota los castigos o las medidas discipli-
narias sin lograr remedio y en ella se exteriorizan las faltas que en-
-27 —

gendró el hogar o la falta del hogar. Viven muchos bajo un exceso


de autoridad o de 'disciplina que les hace perder la confianza en sí
mismos. El retorno a Rousseau, sentidamente reclamado, es indicio
d^ que se ha comprendido al niño. No hostigándolo con una direc-
ción excesiva se evita la obstinación, la rebeldía, la agresión y el or-
gullo, la exaltación del amor propio, ni abandonándolo del todo a
su albedrío. Es necesario a veces aclararles los motivos que los
mueven, descubrir con la con siguí ente delicadeza, las causas de sus
impulsos, timidez, maldad, agresiones y malos hábitos. Especialmen-
te importante es la liberación de las inhibiciones. Así lograremos
el dominio decisivo del que puede ser enemigo interior: el incons-
ciente. Una aclaración sexual (nunca la mentira) es necesaria en
época adecuada.
La fórmula debería ser: interiormente, limpio y exteriormente
independiente, para que pueda dedicar con máximo beneficio sus
energías bajo la afectuosa mirada de padres y maestros, a un apren-
dizaje feliz, el fin biológico de su edad.
No hay que olvidar, por otra parte, que la civilización con sus
peligros, la vida familiar con sus mentiras y luchas, parecen espe-
cialmente creadas para envenenar la atmósfera del niño y del jo-
ven, y llevarlos al odio y a la agresión. Junto a las nuevas fórmulas
educativas corresponde la lucha por un tipo superior de cultura y
do civilidad.
En los niños o menores que sufrieron por causas interiores o
ambientales una detención do, su desarrollo, que se manifiesta por
una delincuencia precoz, hay que favorecer la derivación de las car-
gas afectivas.. Debe dársele ocasión para que encuentre;ti algo en la.
vida que querer y no odiarlo todo. Hay que proporcionarle placer,
satisfacer el inexhausto anhelo de bienestar que le ofrece un aumen-
tado sentimiento de vitalidad, la mejor arma contra la debilidad
moral, el escepticismo en sí mismo. Esto es lo que ha hecho de ma-
nera admirable y adelantándose con humana intuición a toda
teoría la C. Asesora en la Colonia R. Gutiérrez. No habla de Asilo,
sino de hogar, que lo es, y alegre, sano y vivo. Desvanece su odio,
su reconcentrado rencor, sus malos hábitos, sobre todo porque da
ocasión a los menores de llenar su función bio-psicológica y entrar
con alegre paso en la. vía del aprendizaje y de la cultura.
En los últimos años se han agudizado entre nosotros las polé-
micas en torno al problema de la educación y reeducación de los
menores, ahogándose; por un tipo de colonia-escuela para los aban-
donados, y otro de estricta disciplina y régimen militar para los
reineidentes. No es exacta esta división, pues hay menores reinci-
dentes a los que un régimen ntilitar y de castigo, actúa excitando-
— 28 —

los a la rebelión, como la camisa de fuerza sobre los agitados. La


experiencia del reformatorio de Olivera es a este respecto terminan-
te. Es en este sentido que von Liszt pudo decir que nuestras penas
no mejoran al delincuente, ni ejercen sobre él función preventiva,
lo que es verdad, sobre todo para los anómalos. Antes que resolver
la segregación y la dura disciplina hay que ofrecer al menor mil
ocasiones de sublimar sus tendencias convertidas en antisociales,
ayudarle a franquear las etapas que no pudo vencer, proporcionarle
los medios de desarrollo para que salve las fases en que ha quedado
detenido. Es necesario reconocer, empero, que hay menores —a los
que un cuidadoso examen miédico-psieológico puede despistar— que
ya están perdidos; para éstos no hay más remedio que la segrega-
ción, al menos por un tiempo.
Desgraciadamente, no me es posible emitir en esta conferencia
todo mi pensamiento sobre esta cuestión tan compleja e importante.
De intento he prescindido hasta ahora de los factores orgáni-
cos y otros que predisponen a la eclosión de la locura moral. Como
miédico no desconozco todo lo que un organismo o un cerebro tara-
do o enfermo puede significar en la formación de esta enfermedad
moral, y le doy toda la trascendencia que se merece. Sobre algunas
causas orgánicas heredadas o adquirkías ha tratado finamente Adler
en su difundida teoría de la Minderwertigkeit, o sea la minusvalía
física, El especialista en niños reconoce esta relación de lo físico
a lo anímico y comprueba mejor que otros esta impresionante ver-
dad: que el perverso o el malo, es tantas veces un débil, un enfermo.
Tampoco es posible desconocer que fin muchos de los anormales hay
una insuficiencia más o menos notable del instinto de simpatía, o
sea del que está en la base de los sentimientos sociales y de una vida
solicitaría. En fin, no echo en olvido ninguna de las taras físicas o
espirituales.
Pero de intento lie procedido hasta ahora como si e.l espíritu
del perverso fuera una tabla rasa. He querido remontarme con toda
decisión hasta las más profundas raíces psíquicas que han engen-
drado su maldad, Y he, comprendido que si hay locos morales por
naturaleza, los hay otros por debilidad, por oculto agravio contra el
ambiente, por inhibiciones afectivas y sexuales que impiden su des-
arrollo normal. Como se comprende, entre ambas categorías hay un
abismo que el sociólogo, el educador y el criminólogo deben contem-
plar cuidadosamente. Y todo nuestro esfuerzo se ha dirigido en tal
sentido. A veces llegamos al término de la exploración, se agota la
explicación del fenómeno morboso, sin que. podamos hacer gran cosa.
Queda, sí, el íntimo goce de comprender, y prácticamente tam-
bién puede servir para dilucidar otros misterios similares.
— 29 —

VENCER LA TRÁGICA MOIRA

Las ciencias médicas van logrando un maravilloso dominio del


cuerpo: transforma despojos en seros humanos, prolonga la vida,
restablece o mantiene funciones aparentemente muertas, resucitan
criaturas que parecen destinadas a la tumba y las transforma en
hombres aptos, ¿y nada podrá contra los males morales? No se va
a salvar al demente y al toxicómano, al suicida y ai perverso, cuan-
do ya he terminado el proceso de su perhirbación. Tampoco )o con-
sigue ningún clínico con e! cardíaco, el r^naí o el tuberculoso en
vías o al término de su mal. En su iniciación y en el desarrollo, en
cambio, ¡cuánto no se puede hacer! Es bien sabido que cuando se
trata de males morales, la cuestión es mucho más difícil que si son
físicos. Pero jqué es la ciencia? para qué el esfuerzo? ¿por qué
la inexhausta pasión por la mejor? ¿cómo se ejercita el valeroso po-
der del hombre?: aclarando el misterio, conquistando el mundo,
persiguiendo implacablemente las fatalidades, venciéndolas. Cada
vez debemos conceder menos a las fuerzas ciegas, y más al poder
humano.
Gracias a este esfuerzo ya no podremos repetir frente a todo
'' loco moral'', que había nacido con indeleble estigma, con un-sino ine-
xorable e infausto para sí y para los demás. Gracias a la labor ana-
lítica hemos logrado disociar los instintos, remontarnos a sus oríge-
nes, mostrar cómo la culpa no es siempre original, sino tantas veces
de los padres, educadores o del ambiente, y por tales medios acla-
rarlos y dirigirlos. Con ello evitamos la Moira trágica para el su-
puesto condenado y un peligro para la sociedad.
Aquel nuestro compañero de infancia y de juventud, el mejor,
más ágil y capan de nuestro grupo, el 'que parecía destinado a los
más altos fines., debió caer después inevitablemente en un alcoho-
lismo abyecto y morir degradado? ¡Pudo haberse salvado!... Con
la sentida modestia del qu<3 sabe hasta dónde llega su poder, es po-
sible negar tantas veces al Pantchalantra indio cuando afirma aban-
donándose a la fatalidad: el destino escribe sobre nuestra frente una
línea compuesta de letras; el más sabio ni con la inteligencia pue-
de borrarla.
Los hombres podemos también combinar algunas letras sobre
la frente del niño.
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Montevideo.
Wexberg Erwin. — Individual Psychologie — ffelzel ed. Leipzig 19S8.
N DiGE

PAO.

Presentación del Prof. Aráoz Alfaro 5


Psicogénesis de la "locura moral" 7
Una patología de la moralidad 7
I — La discusión sobre la "locura moral" g
Ambiente y dominio 10
Evocación de casos 11
La tragedla de Ricardo III 13
El síndrome perversidad eomo psicosis de reacción. . , 14
Carácter Innato o adquirido d e J a "locura moral" . . . 17
II — Desarrollo de los sentimientos morales 17
Inocencia o perversidad original 18
Enseñanzas del psicanálisis 19
El mundo afectivo y moral del niño 20
Génesis de la "locura moral" 22
Algunos rasgos más 24
III — El gran rol psicológico del médico 25
Consecuencias de la medicina psieogenética en la educación y
tratamiento de nerviosos y delincuentes 26
Vencer la trágica Moira 29
Bibliografía 31

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