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2.3 horizonte sociológico: la inflexión decolonial.

Para iniciar este título será necesario situar brevemente en el lugar correcto el
marco macro-sociológico al que apela la investigación (desde un horizonte demostrativo
fundado, no mostrativo fundante, ana-dialéctico, dimensión de la filosofía de la liberación).
Es decir, el terreno de donde nace la visión general, la descripción comprensiva de la
sociedad como un todo articulado en el que este trabajo se fundamenta (Aguado, 2004).
Esto como paso necesario de la exposición, en tanto delimitación del contexto del marco
macro-sociológico, debido a que este actúa, junto con los postulados de la filosofía de la
liberación, como matriz de la concurrencia teórico-metodológica del trabajo de
investigación. Desde esta perspectiva es como se entiende la comprensión del marco de
referencia, el cauce académico crítico por el cual la investigación discurre. No es una
búsqueda de identidad, sino una localización necesaria.

Cuando se habla de los estudios de la inflexión decolonial o estudios decoloniales,


es habitual situarlos en el mismo lugar definido por los estudios poscoloniales
__
anglosajones. Aquí se hace referencia principalmente__ a los trabajos de E. Said, G.
Spivak y H. Bhabha., (Said es palestino, de Egipto; Spivak es bengalesa, de la India; y
Babba también es de la India) quienes estudiaron el proceso y los efectos del colonialismo
británico en la India, y el colonialismo francés en África y Asia. En este sentido John
Beverley en La persistencia del Subalterno (2003), introduce los estudios decoloniales en
el interior del proyecto de los estudios poscoloniales. De esta manera la taxonomía de los
cuatro proyectos de estudios culturales en Latinoamérica según Beverly serian: los estudios
de prácticas y políticas culturales, tendencia representada por trabajos como los de Martin-
Barbero (comunicación-mediaciones) y García Canclini (antropología-hibridación), los
estudios de crítica cultural (desconstructivista o neofrankfurtiana), los estudios subalternos,
y finalmente, los estudios poscoloniales. Desde una línea próxima, Castro-Gómez (2005a)
incluye también los estudios decoloniales dentro de la «teoría poscolonial», aunque
reconoce la especificidad del debate de la inflexión decolonial, y afirma que son a su vez
la consecuencia de la teoría social crítica latinoamericana, cuya genealogía reciente (siglo
XX) está marcada por los trabajos de José Carlos Mariátegui, la teoría de la dependencia,
el sistema-mundo de E. Wallerstein y la filosofía de la liberación (Castro-Gómez, 2007a).
Por su parte Arturo Escobar desliga definitivamente los estudios de la inflexión decolonial
de los estudios poscoloniales en el sentido genealógico, y reconoce la línea de continuidad
de la teoría crítica latinoamericana.
Si se puede decir que la teoría de la dependencia, la teología de la liberación
y la investigación acción participativa han sido las contribuciones más originales de
Latinoamérica al pensamiento crítico en el siglo XX (…) el programa de
investigación MC (modernidad/colonialidad) emerge como el heredero de esta
tradición. (Escobar, 2003)

Escobar nombra los estudios decoloniales como el «programa de investigación


de modernidad/colonialidad» (MC). Así mismo Restrepo y Rojas (2010) también
reconocen la continuidad del trayecto del pensamiento crítico latinoamericano, pero
señalan a su vez la influencia decisiva de los trabajos de los martinicos Franz Fanon y
Aimé Cesaire acerca del racismo colonial, y la pedagogía del oprimido del brasileño
Paulo Freire. Ahora bien será interesante y esclarecedor indagar un poco la tensión entre
algunos de los aspectos de mayor debate entre los estudios poscoloniales y los de la
inflexión decolonial.

Se suele señalar a Edward Said como el iniciador formal (main stream) de los
estudios poscoloniales, su libro Orientalismo (1978) es un referente indiscutible a este
respecto. El libro de Said indaga desde la literatura y el análisis de los discursos, los
procesos de dominación subjetiva e intersubjetiva entre Europa (Occidente), y sus
colonias en África y Asia (Oriente). Said piensa que fue el discurso de lo “oriental”,
discurso construido por Occidente y no por Oriente, lo que permitió definirse a Europa
como uno, y a los pueblos de Oriente como otro. Es decir, que Occidente en el tiempo
de la modernidad construyó la identidad de Oriente a partir del discurso que Said llamó
el “orientalismo”, atribuyéndole así, características culturales ontológicas que
posibilitaban y validaban los procesos de dominación. Oriente ha servido para que
Europa (Occidente) se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y
su experiencia (Said, 2008).

Según Said una de las características del poder imperial en la


modernidad es que el dominio (Herrschaft) no se consigue tan solo matando y
sometiendo al otro por la fuerza sino que requiere de un elemento ideológico o
«representacional»; es decir, sin la construcción de un discurso sobre el «otro» y
sin la incorporación de ese discurso en el habitus de dominadores y dominados
el poder económico y político de Europa sobre sus colonias hubiera resultado
imposible. (Castro Gómez, 2005a)

Se puede ilustrar de manera didáctica este discurso haciendo referencia a lo que


Occidente dice de sí mismo, cómo define su modernidad ilustrada (ejercicio simple de
asociación libre): “pueblo fundado por la razón”, “encarnación del conocimiento
universal”, “sede de la ciencia y tecnología”, “modelo de progreso” etc., y
enfrentándolo con aquello que dice de Oriente:

Desde la perspectiva ilustrada las demás voces culturales de la


humanidad son vistas como «tradicionales», «primitivas» o «pre-modernas» y se
encuentran, por ello, fuera dela Weltgeschichte. En el imaginario orientalista el
mundo oriental —Egipto es, quizás, el mejor ejemplo— es asociado
directamente con lo exótico, lo misterioso, lo mágico, lo esotérico y lo originario
(es decir, con manifestaciones culturales «pre-racionales»). (Castro Gómez,
2005a)

Entonces, Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había
sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y paisajes inolvidables y
experiencias extraordinarias (Said, 2008).

Ahora bien, a partir del libro de Said es importante destacar dos aspectos. El
primero: fue Said uno de los pioneros en situar en la centralidad de su investigación
elementos como el saber (influenciado por Foucault), la subjetividad e intersubjetividad.
Esto es, explorar la dinámica saber/poder en los procesos de dominación. Y segundo:
Said escribió desde la posición del dominado, es decir, desde el lugar de las víctimas de
los procesos de colonización, un impulso que intentaba conciliar los intereses
académicos con objetivos políticos. De esta manera Said fue uno de los precursores de
este proyecto teórico que con el tiempo llevaría el nombre de “estudios poscoloniales”,
haciendo alusión a los trabajos que como los suyos, investigaban la mecánica
saber/poder en los territorios coloniales en Oriente, pero también las estructuras de
dominación que perduraron después del periodo colonial, es decir, el tiempo
“poscolonial”.

Por su parte, y desde los años setenta, y a partir de posiciones políticas similares
a las de Said, Dussel, desde la filosofía de la liberación, indaga y profundiza en los
mecanismos de dominación colonial, y de modo particular en los procesos de
subjetivación y operacionalización del conocimiento. En primer lugar, desde una crítica
a Heidegger desde Levinas, asumiendo así una postura “meta-histórica” “ontológica” y
meta-física” (trans-antológica), enfocándose principalmente en las “estructuras de
pensamiento”, pero luego, y superando de esta manera a Said, a partir de un análisis
histórico del colonialismo. Es de este modo que Dussel llega a la conclusión que el
discurso de la modernidad, el discurso que identifica a Occidente, y lo define como el
escenario del nacimiento de la ilustración, la ciencia positiva, y consecuentemente, a
asignarle la “misión” de pueblo destinado a imponer la modernidad a costa de cualquier
precio sobre los demás territorios “pre-modernos” y “primitivos”, nace
constitutivamente con el mismo colonialismo, es decir, en su relación con América, esto
es, a finales del siglo XV e inicio del siglo XVI. Por lo tanto, la modernidad fue
inicialmente española, portuguesa e italiana, vivificada por un ethos cristiano,
humanista y renacentista (Castro Gómez, 2005a), y posteriormente ilustrada, con
Inglaterra, Francia y Alemania como ejes geopolíticos. Este es el tiempo del nacimiento
del eurocentrismo (actitud colonial frente al conocimiento), el cual supone entender a
Europa como el centro, portador absoluto del conocimiento y de su desarrollo, así
como portador del “derecho absoluto” de imponerlo a otros pueblos, pueblos sin
derechos. A este respecto es interesante citar a Hegel, quien escribiría en su filosofía de
la historia: “El principio del Espíritu libre se ha hecho aquí (Europa) bandera del
mundo, y desde él se desarrollan los principios universales de la razón”. Dussel lo
plantea así:

Pero, al mismo tiempo, por su contenido secundario y negativo mítico, la


“Modemidad" es justificación de una praxis irracional de violencia. El mito
podría describirse así: a) la civilización moderna se autocomprende como más
desarrollada, superior (lo que significará sostener sin conciencia una posición
ideológicamente eurocéntrica). b) La superioridad obliga a desarrollar a los más
primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral. c) El camino de dicho
proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa (es, de hecho, un
desarrollo unilineal y a la europea, lo que determina, nuevamente sin conciencia
alguna, la "falacia desarrollista"). d) Como el bárbaro se opone al proceso
civilizador; la praxis moderna debe ejercer en último caso la violencia si fuera
necesario, para destruir los obstáculos de la tal modernización (la guerra justa
colonial). e) Esta dominación produce víctimas (de muy variadas maneras),
sacrificio que es interpretado como un acto inevitable, y con el sentido cuasi-
ritual de sacrificio; el héroe civilizador inviste a sus mismas víctimas del
carácter de ser holocaustos de un sacrificio salvador (del colonizado, esclavo
africano, de la mujer, de la destrucción ecológica de la tierra, etcétera). f) Para el
moderno, el bárbaro tiene una "culpa" (el oponerse al proceso civilizador) que
permite a la "Modernidad" presentarse no sólo como inocente sino como
"emancipadora" de esa "culpa" de sus propias víctimas. g) Por último, y por el
carácter "civilizatorio" de la "Modernidad", se interpretan como inevitables los
sufrimientos o sacrificios (los costos) de la "modernización" de los otros pueblos
"atrasados" (inmaduros), de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil,
etcétera. (Dussel, 1994).

En resumen: Europa es superior y desarrollada, y los otros pueblos son


primitivos. Por esto Europa está destinada a desarrollarlos, a que los otros sigan su
camino. A usar la violencia si es necesario, asumiendo que las víctimas de esta violencia
son inevitables. Finalmente, el primitivo tiene la culpa; por ser bárbaro sus sufrimientos
son inexorables.

Entonces, Said fue uno de los primeros en profundizar los mecanismos de


saber/poder como diseños de dominación colonial y poscolonial, esto es, operar en la
subjetividad e intersubjetividad de los dominados y dominadores a partir de
determinados saberes, conocimientos, discursos. Para Said esta dinámica tuvo su
genealogía a través de la relación histórica entre Occidente y Oriente, pero no pudo
definir cuándo se constituyó en mecanismo de dominación real. Dussel paralelamente
intentó explicar también los dispositivos saber/poder pero desde el colonialismo en
América, no obstante, a diferencia de Said, estableció que el nacimiento del paradigma
de dominación subjetivo e intersubjetivo nació con la fundación de las colonias
americanas. Los dos autores escrutaron el origen del discurso de la modernidad y su
médula eurocéntrica, pero a diferencia de Said, Dussel logró proporcionarle a su teoría
una fijación histórica, un marco histórico. Posteriormente la propuesta de Dussel
dialogará de manera fecunda con los aportes de Aníbal Quijano y Walter Mignolo, así
se articulará el programa modernidad/colonialidad y se fundarán los estudios de la
inflexión decolonial. La categoría elemental de esta propuesta será la Colonialidad. La
Colonialidad es un término acuñado por Quijano, y hace referencia a esa estructura de
dominación que perdura en la actualidad (periodo poscolonial) y que Dussel señaló
como constitutivo al nacimiento del colonialismo y la modernidad.

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