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Para iniciar este título será necesario situar brevemente en el lugar correcto el
marco macro-sociológico al que apela la investigación (desde un horizonte demostrativo
fundado, no mostrativo fundante, ana-dialéctico, dimensión de la filosofía de la liberación).
Es decir, el terreno de donde nace la visión general, la descripción comprensiva de la
sociedad como un todo articulado en el que este trabajo se fundamenta (Aguado, 2004).
Esto como paso necesario de la exposición, en tanto delimitación del contexto del marco
macro-sociológico, debido a que este actúa, junto con los postulados de la filosofía de la
liberación, como matriz de la concurrencia teórico-metodológica del trabajo de
investigación. Desde esta perspectiva es como se entiende la comprensión del marco de
referencia, el cauce académico crítico por el cual la investigación discurre. No es una
búsqueda de identidad, sino una localización necesaria.
Se suele señalar a Edward Said como el iniciador formal (main stream) de los
estudios poscoloniales, su libro Orientalismo (1978) es un referente indiscutible a este
respecto. El libro de Said indaga desde la literatura y el análisis de los discursos, los
procesos de dominación subjetiva e intersubjetiva entre Europa (Occidente), y sus
colonias en África y Asia (Oriente). Said piensa que fue el discurso de lo “oriental”,
discurso construido por Occidente y no por Oriente, lo que permitió definirse a Europa
como uno, y a los pueblos de Oriente como otro. Es decir, que Occidente en el tiempo
de la modernidad construyó la identidad de Oriente a partir del discurso que Said llamó
el “orientalismo”, atribuyéndole así, características culturales ontológicas que
posibilitaban y validaban los procesos de dominación. Oriente ha servido para que
Europa (Occidente) se defina en contraposición a su imagen, su idea, su personalidad y
su experiencia (Said, 2008).
Entonces, Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había
sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y paisajes inolvidables y
experiencias extraordinarias (Said, 2008).
Ahora bien, a partir del libro de Said es importante destacar dos aspectos. El
primero: fue Said uno de los pioneros en situar en la centralidad de su investigación
elementos como el saber (influenciado por Foucault), la subjetividad e intersubjetividad.
Esto es, explorar la dinámica saber/poder en los procesos de dominación. Y segundo:
Said escribió desde la posición del dominado, es decir, desde el lugar de las víctimas de
los procesos de colonización, un impulso que intentaba conciliar los intereses
académicos con objetivos políticos. De esta manera Said fue uno de los precursores de
este proyecto teórico que con el tiempo llevaría el nombre de “estudios poscoloniales”,
haciendo alusión a los trabajos que como los suyos, investigaban la mecánica
saber/poder en los territorios coloniales en Oriente, pero también las estructuras de
dominación que perduraron después del periodo colonial, es decir, el tiempo
“poscolonial”.
Por su parte, y desde los años setenta, y a partir de posiciones políticas similares
a las de Said, Dussel, desde la filosofía de la liberación, indaga y profundiza en los
mecanismos de dominación colonial, y de modo particular en los procesos de
subjetivación y operacionalización del conocimiento. En primer lugar, desde una crítica
a Heidegger desde Levinas, asumiendo así una postura “meta-histórica” “ontológica” y
meta-física” (trans-antológica), enfocándose principalmente en las “estructuras de
pensamiento”, pero luego, y superando de esta manera a Said, a partir de un análisis
histórico del colonialismo. Es de este modo que Dussel llega a la conclusión que el
discurso de la modernidad, el discurso que identifica a Occidente, y lo define como el
escenario del nacimiento de la ilustración, la ciencia positiva, y consecuentemente, a
asignarle la “misión” de pueblo destinado a imponer la modernidad a costa de cualquier
precio sobre los demás territorios “pre-modernos” y “primitivos”, nace
constitutivamente con el mismo colonialismo, es decir, en su relación con América, esto
es, a finales del siglo XV e inicio del siglo XVI. Por lo tanto, la modernidad fue
inicialmente española, portuguesa e italiana, vivificada por un ethos cristiano,
humanista y renacentista (Castro Gómez, 2005a), y posteriormente ilustrada, con
Inglaterra, Francia y Alemania como ejes geopolíticos. Este es el tiempo del nacimiento
del eurocentrismo (actitud colonial frente al conocimiento), el cual supone entender a
Europa como el centro, portador absoluto del conocimiento y de su desarrollo, así
como portador del “derecho absoluto” de imponerlo a otros pueblos, pueblos sin
derechos. A este respecto es interesante citar a Hegel, quien escribiría en su filosofía de
la historia: “El principio del Espíritu libre se ha hecho aquí (Europa) bandera del
mundo, y desde él se desarrollan los principios universales de la razón”. Dussel lo
plantea así: