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Por:
ROJAS ALVARADO, Adriana Alessandra
22 de Julio de 2020
ANÁLISIS DEL DAÑO MORAL
Así mismo en la CAS. N° 1070-95 nos dice que,” Si bien no existe un concepto
unívoco de daño moral, es menester considerar que éste es el daño no
patrimonial inferido en derechos de la personalidad o en valores que
pertenecen más al campo de la afectividad que al de la realidad económica; en
cuanto a sus efectos, es susceptible de producir una pérdida pecuniaria y una
afectación espiritual”. Igualmente, la CAS.N° 1125-95 señala “La impugnada
emite una errada apreciación conceptual del daño moral al señalar que éste no
teniendo contenido patrimonial, no puede ser expresado en términos
económicos, toda vez que el daño material no ha sido probado; por lo que, de
esta manera, se desconoce la autonomía del daño moral como auténtico
instrumento reparador del perjuicio ocasionado en la víctima cuando dicho
daño efectivamente se ha irrogado”. Por ultimo en este análisis de las
definiciones dadas por la Corte, la CAS. N° 231-98 menciona que el daño moral
es un daño extrapatrimonial que afecta a los derechos de la persona, el cual
puede ser indemnizado atendiendo a su magnitud y al menoscabo producido a
la víctima y a su familia. Para interponer demanda sobre indemnización de
daño moral, la norma procesal no exige vía previa.
El profesor Mosset Iturraspe reiteró en aquella ocasión que «hay que dejar de
lado la categoría del daño moral, hay que omitirla de los códigos para sustituirla
por la de daño a la persona». La afirmación del profesor santafecino se
sustenta en varias contundentes razones como son, entre otras, que «el daño
moral, en primer lugar, es absolutamente impreciso desde sus orígenes, desde
su denominación, desde su comprensión». Al inquirir por lo que significa
realmente el daño moral se respondía, con realismo, «que el llamado daño
moral no es otra cosa que un simple daño jurídico, un daño a la vida de
relación que otro me causa». Por tanto, no hay que olvidar que la persona es
un ente ontológicamente libre, temporal y coexistencial. Afirma, además que el
daño puede ser apreciado desde dos distintos planos: uno en función de la
calidad ontológica del ente dañado, es decir en atención a su naturaleza, y el
otro en función de las consecuencias que dicho daño ha ocasionado al ente.
Asimismo, expresa que en atención a la calidad ontológica del ente pueden
diferenciarse dos tipos de daños: el daño a la persona (o daño subjetivo) y el
daño a las cosas (o daño objetivo).
Por todo esto, para el profesor peruano Sessarego, “la noción de daño a la
persona comprende todos los daños que inciden o lesionan el ente ser
humano, entendido como estructura psicosomática, constituida y sustentada en
su libertad”.
Por otro lado, para el profesor Leysser el daño moral debería prevalecer sobre
el daño a la persona al que califica de inútil, define al daño moral como el
menoscabo del estado de ánimo que subsigue a la comisión de un hecho
antijurídico generador de responsabilidad civil. Así mismo en palabras de
SCOGNAMIGLIO, “deben considerarse daños morales [...] aquellos que se
concretan [...] en la lesión de los sentimientos, de los afectos de la víctima, y
por lo tanto, en el sufrimiento moral, en el dolor que la persona tiene que
soportar por cierto evento dañoso”.
El profesor Leysser nos dice que, hay que expresar que, históricamente, el
daño moral ha abarcado siempre dos significados: “En sentido estricto y propio,
daño moral es un daño que no recae sobre ninguna cosa materia perteneciente
al perjudicado, que no se advierte con los sentidos externos, sino que se siente
interiormente, ya consista en una disminución de algo no material, ya consista
en impedir la adquisición de bienes de índole moral, ya en la ofensa de afectos
del alma internos, naturales y lícitos. Por donde es, v. gr., daño moral el rebajar
la reputación personal; la falta de educación paternal a los hijos cuyos padres
faltan; un padecimiento o aflicción causado a uno, obrando directamente contra
él o contra otro, de un modo ilícito y contra derecho.
Para el profesor Osterling, quien también considera que el daño moral también
abarca el daño a la persona, el daño moral surge cuando el acto ilícito no
comporta necesariamente por sí ningún menoscabo para el patrimonio, en su
contenido actual o en sus posibilidades futuras, pero hace sufrir a la persona,
molestándola en su seguridad personal, o en el goce de sus bienes, o
hiriéndola en sus afecciones legítimas. Para un mejor entendimiento debemos
apreciar qué es lo que se daña con el acto ilícito. En ese sentido, no se daña el
derecho que protege el objeto, debido a que este se viola o contradice.
Tampoco se daña el poder de actuar hacia el objeto mismo o hacia la
expectativa de satisfacción, ya que éste se neutraliza o paraliza. Lo que se
daña es el objeto mismo sobre el cual recae la acción. De manera tal que
cuando la acción recae sobre uno de los modos de ser espirituales, esto es
sobre manifestaciones personalísimas, es daño moral.
Con respecto al daño moral de las personas jurídicas, el profesor sostiene que
también son susceptibles de la lesión de bienes no patrimoniales. Tal como
afirma Brebbia, el daño moral es toda lesión, conculcación o menoscabo de un
derecho subjetivo o interés legítimo, de carácter extrapatrimonial, sufrido por un
sujeto de derecho como resultado de la acción ilícita de otra persona.
Siguiendo esta línea de pensamiento, sería inaceptable dejar desprotegidos
estos derechos de una persona jurídica y se debe tomar en cuenta que toda
persona titular de derechos subjetivos extrapatrimoniales o de intereses
legítimos que revistan el mismo carácter puede ser sujeto pasivo de daño
moral. Negar la tutela a los derechos extrapatrimoniales de las personas
jurídicas o de existencia ideal demuestra una visión restringida del daño moral,
y se estaría dejando desamparado a un sujeto de derecho digno de tal
protección.
Así mismo la propia Corte Suprema ha reconocido que estamos ante un tema
complejo y de difícil probanza, es así que la Casación N° 1594-2014 –
LAMBAYEQUE, la cual en su quinto considerando también señala que el daño
moral es particularmente difícil de acreditar (el resaltado es nuestro) debido a
que las personas no expresan sus sentimientos o emociones del mismo modo.
Además, en algunos casos, ocurre que los sufrimientos severos son resistidos
con fortaleza sin ninguna alteración en la salud o aspecto físico del sujeto.
Sobre la indemnización del daño moral, el profesor Osterling sostiene que “se
estima que la evaluación del daño debe llevarse a cabo en concreto, teniendo
en cuenta la mayor o menor sensibilidad de la víctima, adecuándose a datos
reales e individuales que el juzgador debe tratar de aprehender, rechazando lo
genérico o ficticio”. De nada basta sostener que debe resarcirse a la víctima por
daño moral, para luego, al tiempo de determinar el monto de la indemnización,
hacerlo con una suma puramente simbólica, que nada compensa; o bien,
hacerlo arbitraria o caprichosamente. “Ni indemnizaciones simbólicas o
insignificantes; ni indemnizaciones enriquecedoras; ni indemnizaciones
arbitrarias. Nada de eso hace bien a la idea de justicia y equidad que se busca
consagrar.