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SITUACIÓN PROBLEMÁTICA

En este trabajo práctico tomaremos dos materiales de lectura.

En primer lugar, se ha seleccionado un artículo en el cual una persona refuta


las críticas que ha recibido de otra acusando el uso de falacias para sostener la
discusión.

En segundo lugar tomaremos una entrevista realizada a un filósofo que nos


permite dar cuenta de los usos de las falacias y los efectos de este tipo de
argumentaciones en la vida social.

Las Tramposas Falacias Lógicas

1986 - Opinión

MIÉRCOLES, 10 DE ABRIL DE 2013 00:00

ESCRITO POR RAÚL COSTALES DOMÍNGUEZ

La lógica es esencial para poder conocer la verdad. Pero las falacias lógicas,
que parecen ser parte razonable de una discusión, ocultan alguna maniobra
tramposa y son el refugio de quien no tiene argumentos. Un profesor de
filosofía debería ser experto en lógica, no en usar falacias. Pero  el señor Jorge
Prendas Solano usa cinco falacias en  dos escritos (Semanario UNIVERSIDAD,
5/12/12 y 27/2/13), en los que ilusamente cree haber refutado mi argumento de
que Platón  fue un totalitario (y hasta fantasea que intenté “enmendar (mis)
desaciertos”).

Empecemos por lo básico: una célebre falacia,  el argumento ad hominem, es


la de atacar a la persona en vez de refutar su argumento. El mencionado
escritor usa afirmaciones ad hominem masivamente. Me acusa de escribir
textos muy malos y descontextualizados, de deshonestidad intelectual, de ser 
temerario, malintencionado, cínico, visceral, desacertado, desconocedor,
arbitrario, superfluo, ignorante y ambiguo. La descalificación y la calumnia son
formas de evadir el asunto de fondo, una táctica común de quien no tiene
argumentos.

Otra célebre falacia que usa este señor, el argumento ad verecundiam o de


autoridad, busca que se acepte una conclusión apelando a alguien famoso. Es
así como dice que  Alfred N. Whitehead admiraba a Platón. Pero esto no tiene
nada que ver con si Platón es totalitario o no. 
La tercera falacia de este escritor es la del cambio de tema, de razón
irrelevante o non sequitur. En vez de refutar escrupulosamente mis citas del
pensamiento totalitario de Platón, él desea discutir sobre si la filosofía es una
ciencia o si el mercado es totalitario. Estos temas tampoco son el asunto de
fondo.

Otra falacia de este señor es la del hombre de paja. En dos ocasiones


distorsiona mi posición para atacarla más fácilmente. Por última vez: ¡no ponga
palabras en mi boca! Nunca dije que la filosofía inspiró la Inquisición ni que
todos los filósofos son megalómanos. Lo que sí digo es que Platón inspiró la
Inquisición y que él era un megalómano. Por ejemplo, al afirmar que solo un
filósofo –un “guía sabio y divino”- debe gobernar; y que el plan de gobierno de
Platón imita “lo más bello y excelente que tiene la vida”.

Una quinta falacia de este escritor es la del énfasis, una inferencia falaz que se
produce al destacar algún comentario de Platón más que sus dos obras de
filosofía política, que sin duda lo incriminan. Al alegar que Platón se opone al
supuesto de los sofistas de que la justicia se relaciona con la fuerza, y que por
lo tanto no era totalitario, le da énfasis a algo aislado e indirecto, ignorando la
cuantiosa evidencia del pensamiento totalitario de Platón. 

En mi artículo (Semanario UNIVERSIDAD, 16/1/13), dije que en sus dos obras


primordiales de filosofía política, La República y Las Leyes, Platón presentó
detalladamente su Estado ideal, (y no fue “mi” Platón, sino el único que existió
y las escribió). También dije que la Real Academia Española define el
totalitarismo como la intervención en todos los órdenes de la vida humana; e 
hice diecinueve referencias a las citadas obras para fundamentar mi
argumento. El lector puede referirse a dichas obras –que leí total y
cuidadosamente y que pueden obtenerse en la librería Lehmann, por ejemplo−
y juzgar si mis citas son pruebas contundentes y contextualizadas, como afirmo
yo, o si no lo son, como dice este señor sin referirse a ninguna de ellas –porque
no le conviene-; tampoco aporta una sola evidencia clara de que Platón se
haya retractado de lo que escribió y que yo cito.

Por mi parte, en el futuro me negaré a cansar al lector con esta polémica. Pero,
si como  dice Platón, se le debe “prescribir a todos los ciudadanos, para
mientras vivan, un orden de acciones desde que sale el sol hasta el día
siguiente de madrugada”; y si su Estado “no pretende dejarles (a los
ciudadanos) libertad para que hagan el uso que les plazca de sus facultades”,
¿no es este un régimen totalitario según la anterior definición? Y si se inventa,
como hizo Platón, un tribunal que mata a las personas por razones de fe, ¿no
es esta una inspiración para la Inquisición? ¿Qué parte de “condenado a
muerte” no entenderá este escritor?  
De todos modos, aunque el señor Jorge Prendas Solano usa otras falacias
imposibles de ubicar, que excluyo aquí, es necesario agradecerle por las cinco
que nos proporcionó para ilustrar este artículo.

En Semanario Universidad Recuperado de


http://www.semanariouniversidad.ucr.cr/component/content/article/2072-Opini
%C3%B3n/9395-las-tramposas-falacias-logicas.html

Entrevista a Manuel Atienza

Para la nueva entrada he realizado una entrevista al señor Manuel Atienza,


catedrático de Filosofía del Derecho en la Universidad de Alicante.

Entre sus muchas otras obras, publicó “La Guerra de las Falacias” (…)

Y por ello me ha parecido interesante y enriquecedor poderle entrevistar,


porque en “La Guerra de las Falacias” lleva a cabo lo que a mí me gustaría
hacer: analizar el panorama actual desde el punto de vista de la validez de las
argumentaciones utilizadas. Pero, por supuesto, no soy tan pretenciosa y mis
aspiraciones son menores.

Antes de comenzar con la entrevista, me gustaría citar algo que en dicha obra
menciona sobre las falacias y me parece relevante para la temática del blog:
“no creo que sea exagerado decir que, de alguna forma, ese es el tema –o la
tarea- central de la filosofía: la lucha contra el engaño”.

¿Cree que se le da la suficiente importancia en ámbitos como la educación a


la lógica informal?

Seguramente no, pero antes conviene aclarar un poco qué es eso de la lógica
informal.

Normalmente se entiende que esa disciplina arranca de la obra de Stephen


Toulmin, un filósofo anglo-americano que, a finales de los años 50 del siglo XX,
escribió un libro en el que se proponía
estudiar los argumentos teniendo en cuenta la manera como la gente
argumenta en diversos contextos (no sólo en el de la matemática): en el
Derecho, en la moral, en los negocios, en la ciencia, en la política, etc. Su
propuesta (que tampoco era estrictamente nueva: entroncaba con toda la
tradición dialéctica) consistía en ver los argumentos como interacciones
sociales, en las que alguien –un proponente- plantea una tesis y otro -el
oponente- le va planteando objeciones. De lo que se trata entonces es de
estudiar cómo se resuelven conflictos, conflictos de opinión, mediante el
intercambio de razones, de argumentos.

Y con ello se aclara, me parece, la respuesta a la pregunta: si queremos


educar a la gente para que sea capaz de argumentar en los muchos contextos
en los que uno tiene que hacerlo, entonces puede venirle muy bien haber
tenido un curso de lógica informal, pensamiento crítico o argumentación (son
términos que suelen usarse más o menos como sinónimos).

¿Opina que, en general, las falacias son muy recurrentes como argumentos


válidos? Me refiero en ámbitos como la política o el periodismo.

Sí, casi me atrevería a decir que vivimos rodeados de falacias. Como sabes,
las falacias son los malos argumentos que parecen buenos, y de ahí que
puedan engañarnos. Pues bien, dentro de la categoría general de las falacias
se suelen distinguir los sofismas (cuando alguien usa un argumento falaz
sabiendo que lo es) y los paralogismos (el que usa la falacia no es consciente
de ello, de manera que el engaño le afecta también a él).

Pues bien, yo me propuse escribir (y lo hice) durante más de un año un artículo


semanal buscando
identificar y desenmascarar alguna falacia que hubiese jugado un papel
relevante en la discusión (básicamente de carácter político) en los medios de
comunicación (sobre todo, periódicos) y te puedo asegurar que nunca estuve
en una situación de falta de material. Se argumenta muy mal en casi todos los
ámbitos, pero seguramente sea a los políticos y a los clérigos a quien más
agradecido tiene que estar un combatiente de las falacias como yo lo he sido (y
lo soy: sigo publicando de vez en cuando un nuevo episodio de mi “Guerra de
las falacias”). Y lo peor, claro, no es que el discurso público esté trufado de
falacias, sino que ellas suelen ser muy eficaces.

El mejor ejemplo, en los tiempos en que vivimos, son las falacias económicas.
Ahora estoy leyendo el libro de Krugman, cuyo título me parece que es
“¡Acabad ya con esta crisis!”  y que, en realidad, está dedicado a combatir las
falacias de tipo económico que casi todos nuestros “líderes”, como
ahora se dice, parecen haber aceptado. Pues bien, aunque yo no tenga una
formación económica, me parece que cualquier lector del libro puede darse
cuenta de en qué consiste la “falacia de la austeridad” (creo que el propio
Krugman la llama así) que tanto daño está causando tanto en Europa (no
digamos en España) como en los Estados Unidos. Sin duda, una parte de los
argumentos construidos a partir de esa falacia de la austeridad constituyen
engaños de los que sus autores son conscientes, y de ahí precisamente el uso
orwelliano del lenguaje; un ejemplo esperpéntico es el del ministro Montoro
que, para evitar hablar de aumento del IVA, introdujo (la semana pasada) lo de
la “ponderación impositiva”. Pero hay otra gente que probablemente actúa
de buena fe: está convencida de que debemos pagar por nuestros pecados
(económicos cometidos en la época anterior).

De manera que sí, las falacias son el pan nuestro de cada día y aprender a
detectarlas y a
luchar contra ellas son tareas fundamentales a las que, por cierto, deberían
aplicarse los periodistas. Los que realmente quieran hacer un periodismo serio,
crítico y útil para la gente.

¿Cree que son más abundantes los paralogismos que los sofismas? Es decir,
¿opina que las falacias son más utilizadas de forma inconsciente por el propio
autor que con intención de engañar al interlocutor?

Es difícil contestar a esa pregunta. Creo que habría que decir que depende del
contexto. Visto desde cierto ángulo, equivaldría a preguntarse si abundan más
los ignorantes, los estúpidos, o bien los cínicos, los malvados. Un tipo de
pregunta bastante deprimente y que casi es mejor no hacerse. De todas
formas, desde el punto de vista del destinatario de los discursos,
probablemente no haya mucha diferencia en cuanto a si se trata de sofismas o
de paralogismos. Ambas cosas
generan engaño, y los instrumentos para darse cuenta de ese engaño, para
desmontar las falacias, son probablemente muy similares.

¿Cree que las falacias utilizadas como argumentos  en textos periodísticos


deberían estar más sometidas a críticas? Es decir, que debería haber más
gente (como usted en “La Guerra de las Falacias”) que se dedicase a analizar
los periódicos para vigilar que los argumentos sean válidos y a hacer públicos
aquellos que no lo sean para que su autor perdiera credibilidad.

 Yo creo que es muy importante que la gente tenga una actitud crítica,
despierta, en relación con la discusión que tiene lugar en los foros de
comunicación sobre las cuestiones públicas, las que nos
interesan a todos. En eso tendría que consistir la educación para la ciudadanía:
en aprender a presentar adecuadamente, razonadamente, un punto de vista
sobre una determinada cuestión, a reconocer los errores o las trampas que
puede haber en una discusión, etcétera. En
definitiva, si no se forma  a ciudadanos capaces de participar críticamente en la
vida pública, lo que tendremos (me temo: lo que tenemos) es un sistema
político bastante miserable, que llamamos
“democrático”, pero que sólo lo es en un sentido muy rebajado de la expresión.
La capacidad argumentativa (para construir argumentos propios y para analizar
los ajenos y, llegado el caso, mostrar que son malos argumentos, argumentos
falaces) es un ingrediente básico para que pueda existir lo que ahora se suele
llamar “democracia deliberativa”. Y los medios de comunicación tendrían
realmente que desempeñar un papel crucial en todo esto. Pero hay enormes
dificultades para ello.

Para empezar, la gente no está mínimamente informada con respecto a lo que


está pasando, de manera que ni siquiera tiene sentido, en esas condiciones,
plantearse que asuma un punto de vista crítico. La crítica presupone
conocimiento, información. Es desmoralizador comprobar (yo lo compruebo
cada año) que los estudiantes universitarios no leen los periódicos más que en
un porcentaje mínimo.

Recuerdo haberle oído decir, a propósito de esto, a Joaquín Estefanía, que ni


siquiera los estudiantes de periodismo leen mucho los periódicos, de manera
que el panorama parece realmente sombrío. No soy una persona dada
especialmente a la depresión, pero ¿qué pensar de una comunidad autónoma
como la valenciana -en la que vivo- que una y otra vez muestra su apoyo
-mediante el voto- a una formación política que ha contribuido de manera
decisiva a que estemos a la cabeza de los índices de corrupción o de
desempleo, y a la cola en cuanto a la
educación y a la sanidad? ¿Cómo es posible que haya podido prevalecer -que
esté prevaleciendo- un discurso público que hasta sería difícil calificar de falaz,
puesto que ni siquiera parece existir un propósito de argumentar: lo que hay es
pura y simple propaganda? Naturalmente, podemos echar la culpa de ello a los
políticos (a los del PP, y a los del PSOE -o de algún partido de izquierda o que
represente simplemente los intereses generales de la gente-, incapaces de
construir un discurso alternativo), pero si la situación existe es porque los
ciudadanos no tienen la capacidad de obligar a los políticos (y, en general, a
quienes conforman la opinión pública) a construir discursos que sean algo más
que propaganda; a que eleven el nivel de la discusión pública.
De manera que sí, analizar críticamente los argumentos que aparecen cada día
en los medios de comunicación (en los periódicos) me parece una actividad
(cívica) sumamente saludable.

Y aquí termina la entrevista. Para mí, ha sido lo más enriquecedor e interesante


que he hecho desde que he comenzado a profundizar en el tema de la
argumentación, y solo por ello ha merecido la pena escribir este blog.

Hasta la próxima.
Sobre una guerra inciden muchas reglas. Unas (las de estrategia) señalan qué
ha de hacerse para vencer. Otras (las de carácter moral) limitan los medios
utilizables para ello. Parece claro que las segundas son más importantes
cuanto más larga y más difícil de resolver sea una contienda. Manuel Atienza:
La Guerra de las Falacias.

http://falaciasenelperiodismo.wordpress.com/author/falaciasenelperiodismo/

PREGUNTAS

1. A partir del primer artículo. “Las tramposas falacias lógicas”:

Trata de recuperar las falacias que aquí se nombran. Recupera las definiciones
y clasificaciones de la lectura y elabora ejemplos semejantes que permitan
ordenar los tipos de falacias estudiadas. Distingue Lógica informal y Lógica
formal. Repasa los central de cada una. Identifica los usos del lenguaje en este
artículo. Subraya el texto ubicando los enunciados y los usos específicos del
lenguaje.

2. A partir del segundo artículo: “Entrevista a Manuel Atienza”:

Identifica en el texto las siguientes ideas y elabora algunas conclusiones: ¿Cuál


es el valor que da al conocimiento de la lógica informal? ¿En la obra de qué
autor se identifica el inicio de esta disciplina? Investiga sobre el mismo. ¿Qué
diferencia hay entre sofismas y paralogismos? ¿En qué ámbitos es
rápidamente identificable el uso sistemático de falacias?

Para Atienza y para Costales Domínguez es


1.  imprescindible el desmontaje de falacias. Costales
Domínguez adjudica a esta tarea a:

Los políticos.
Los
periodistas.

Los docentes.
Los filósofos.
Los
economistas.

Según Costales Domínguez, su oponente afirma que  Alfred N. Whitehead


admiraba a Platón. Para Costales Rodríguez esto no tiene nada que ver con
2.  si Platón fuera totalitario o no; por tanto se estaría en presencia de una
falacia:

Ad baculum.
Ad midericordiam.
De causa falsa.
Ad hominen.
Ad verecundiam.

“La capacidad argumentativa (para construir argumentos propios y para


analizar los ajenos y, llegado el caso, mostrar que son malos argumentos,
argumentos falaces) es un ingrediente básico para que pueda existir lo que
3.  ahora se suele llamar “democracia deliberativa”. Y los medios de
comunicación tendrían realmente que desempeñar un papel crucial en todo
esto. Pero hay enormes dificultades para ello”. Este es un argumento
construido por:

Manuel Atienza.
Prendas Solano.
Irving Copi.
Costales Domínguez.
Stephen Toulmin.
Cuando Atienza expresa: “Como sabes, las falacias son los malos
4.  argumentos que parecen buenos, y de ahí que puedan engañarnos”; hace
un uso del lenguaje de tipo:

Dubitativo.
Emotivo.
Informativo.
Directivo.
Expresivo.

Establezcamos las relaciones entre la primera columna y los ejemplos de la


5.  segunda columna:

b 1. Lenguaje artificial
a. atleta
c 2. Lenguaje natural b. Estamos yendo a pasear
e 3. Lenguaje técnico c. Abies concolor
d 4. Lenguaje simbólico d. “M es B” a “P es Q”
a e. Lengua Esperanto
5. Enunciado atómico

6.  Se utiliza una falacia “contra el hombre” cuando un filósofo le dice al otro:

Es malintencionado.
Es cínico.
Es deshonesto intelectualmente.
Utiliza fuentes fidedignas.
Lo que dice es cierto porque ha hecho mucho esfuerzo para
publicarlo.
Cuando Costales Domínguez le dice a su oponente: “¡no ponga palabras en
7. 
mi boca!” está haciendo un uso de lenguaje de tipo:

Emotivo
Expresivo.
Disuasivo.
Directivo.
Informativo.

Raúl Costales Domínguez, en el artículo, defiende su posición diciendo que


8.  su oponente lo descalifica y lo calumnia como formas de evadir el asunto de
fondo, afirmando que comete una falacia:

De causa falsa.
De composición.
Ad baculum.
Ad misericordian.
Ad hominen.

Manuel Atienza sostiene que para construir una “democracia deliberativa”


9. 
es preciso:

Ofrecer un curso de lógica informal, pensamiento crítico o


argumentación.
Leer todas las fuentes de información.
Que se admita que los aportes del periodismo son todos falaces.

Educar a la gente para que sea capaz de argumentar en los muchos


contextos en los que tiene que hacerlo.
Incorporar la enseñanza de la filosofía desde la escuela primaria.
10.  Para Atienza, los sofismas son:

Cuando alguien usa un argumento falaz sabiendo que lo es.


Son deducciones lógicas verdaderas.
No son falacias.
Argumentos falaces que se usan a conciencia.
Es un argumento que se usa mas allá de la conciencia de quien lo
utiliza.

 
Atrá  

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