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No se puede concebir la vida social humana sin las creencias y valores íntimos que, por lo
menos a corto plazo, impulsan nuestras relaciones con otros hombres y con la naturaleza. Permítanme,
por lo tanto, interrumpir la historia de la evolución política y económica para abordar determinadas
cuestiones relativas a nuestras creencias y a nuestros comportamientos religiosos.
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fuerzas asociadas a efectos susceptibles de observación. Si bien es verdad que los físicos saben mucho
más de gravedad que de mana, no pueden pretender que conocen perfectamente cómo la gravedad
opera sus efectos. Y, además, ¿no se podría argumentar que las supersticiones, el mana, la suerte y el
carisma no son sino teorías de causalidad en las que intervienen fuerzas y poderes físicos de los cuales
seguimos teniendo un conocimiento incompleto?
Cierto, los científicos han analizado más a fondo la gravedad que el mana, pero la diferencia
entre una creencia religiosa y una creencia científica no viene marcada por el grado de verificación
científica a que se somete una teoría. Si así fuera, cualquier teoría científica verificada
insuficientemente o no verificada en absoluto constituiría una creencia religiosa (al igual que toda
teoría científica que hubiera resultado ser falsa cuando los científicos la creían cierta). Algunos
astrónomos sostienen que en el centro de cada galaxia existe un agujero negro. ¿Podemos decir que se
trata de una creencia religiosa porque otros astrónomos rechazan esta teoría o consideran que no ha
sido verificada suficientemente?
Dondequiera que la gente crea en la existencia de uno o más de estos seres, habrá religión.
Según Tylor, las creencias animistas están generalizadas en todas las sociedades; después de un siglo
de investigación etnológica, está todavía por descubrir una sola excepción a esta teoría. El caso más
problemático es el del budismo, que los críticos de Tylor describían como una religión que no creía en
dioses ni en almas. Pero fuera de los monasterios budistas el creyente ordinario nunca aceptó las
implicaciones ateas de las enseñanzas de Gautama. La corriente principal del budismo, incluso en los
monasterios, no tardó en considerar a Buda como deidad suprema que había atravesado
reencarnaciones sucesivas y era señor de un panteón de dioses menores y demonios. Y fueron
creencias plenamente animistas las diferentes variantes del budismo que se extendieron desde la India
hasta el Tibet, el sudeste asiático, la China y el Japón.
¿Por qué es universal el animismo? Tylor estudió la cuestión con detenimiento y pensaba que
una creencia que volvía a aparecer una y otra vez en momentos y lugares diferentes no podía ser el
producto de una mera fantasía. Por el contrario, debía fundamentarse en hechos y experiencias de
carácter igualmente recurrente y universal. ¿Cuáles eran dichas experiencias? Tylor señalaba los
sueños y trances, las visiones y sombras, los reflejos y la muerte. Durante los sueños el cuerpo
permanece en la cama y, sin embargo, otra parte de nosotros se levanta, habla con la gente y viaja a
tierras lejanas. Los trances y las visiones provocados por las drogas constituyen, asimismo, una prueba
clara de la existencia de otro yo, distinto y separado del cuerpo. Las sombras y las imágenes reflejadas
en el agua tranquila apuntan a la misma conclusión, incluso en plena vigilia. La idea de un ser interior,
un alma, da sentido a todo lo anterior. Es el alma la que se aleja mientras dormimos, permanece en las
sombras y nos devuelve la mirada desde el fondo del estanque. Y, sobre todo, el alma explica el
misterio de la muerte: un cuerpo sin vida es un cuerpo privado de su alma para siempre.
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Señalaré, de paso, que no hay nada en el concepto del alma que nos obligue a creer que cada
persona tiene sólo una. Los antiguos egipcios poseían dos, como muchas sociedades del Africa
occidental, donde la identidad del individuo viene determinada tanto por los antepasados paternos
como por los maternos. Los jíbaros del Ecuador tienen tres almas. La primera, mekas, da vida al
cuerpo. La segunda, arutam, sólo puede percibirse en una visión provocada por las drogas en una
catarata sagrada y confiere a su poseedor bravura e inmunidad en la batalla. La tercera, musiak, toma
forma en el interior de un guerrero agonizante e intenta vengar su muerte. Los habitantes de Dahomey
dicen que las mujeres tienen tres almas y los hombres cuatro. Ambos sexos tienen un alma de los
antepasados, un alma personal y un alma «mawn ». El alma de los antepasados protege su vida, el
alma «mawn» es una porción del dios creador, Mawn, y proporciona guía divina. La cuarta,
exclusivamente masculina, conduce a los varones a posiciones de mando en sus hogares y linajes. Pero
los que parecen llevarse la palma de la pluralidad de almas son los fang de Gabón. Tienen siete: la del
cerebro, la del corazón, la del nombre, la de la fuerza vital, la del cuerpo, la de las sombras y la del
espíritu.
¿Por qué los occidentales tienen una sola alma? No conozco la respuesta; quizá no exista
respuesta a esta pregunta. Acaso muchos aspectos de las creencias y prácticas religiosas sean
consecuencia de hechos históricos específicos y de decisiones individuales tomadas una sola vez y en
una sola cultura, sin que ofrezcan ventajas o inconvenientes apreciables en cuanto a su rentabilidad.
Mientras que la creencia en el alma se inscribe en los principios generales de la selección cultural, la
creencia en una sola alma y no en dos o más no obedece necesariamente a esos principios. Pero no nos
precipitemos en encasillar cualquier rasgo insólito de la vida humana como algo ajeno a la razón
práctica. ¿No nos ha enseñado la experiencia que seguir investigando puede proporcionarnos a menudo
respuestas que antaño parecían inalcanzables?
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