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DIRECCION DE TURISMO

MUNICIPALIDAD DE PATAGONES

LA CORONA ESPAÑOLA MIRA HACIA EL SUR


En el año 1759 el Rey Carlos III ascendió al trono en España. Dos
años después firmó con el rey de Francia un "pacto" para defenderse del
enemigo común de entonces: Inglaterra. Estas, en busca de extender sus
dominios, ponía en peligro los dominios y la soberana de España y Francia
en América.
Enterado Carlos III de la publicación del libro del padre
Falkner, comprendió de inmediato que debía poner a salvo los extensos
territorios sureños que hasta el momento había tenido totalmente
abandonados.
En mayo de 1778, ordenó el establecimiento de dos fuertes y
poblaciones principales en la costa patagónica: uno en San Julián y el otro
en la zona del río Negro, además de dos grupos subsidiarios que se erigieron
en San José (Chubut) y en Deseado. De estos cuatro establecimientos
subsistió el fundado en las costas rionegrinas o sea el Fuerte del Carmen
a quien le correspondió salvar, para España primero y para la Patria
después, la extensa y solitaria Patagonia.

LA EXPEDICION

Poco después de aquella orden del mes de mayo de 1778, se cursaba


nota del virrey de Vértiz enterándolo del proyecto de la corona e instándolo
a que se realizaran aquellas fundaciones. Se designaba jefe de la expedición
a don Juan de la Piedra. Este sería, además, comisionado superintendente
de San Julián mientras don FRANCISCO DE VIEDMA Y NARVAEZ, integrante de la
expedición, lo sería del fuerte a fundarse en el río Negro.
Llegado Juan de la Piedra a Buenos Aires, comenzó los
preparativos para concretar tan importante proyecto. El virrey de Vértiz
puso a su disposición cuatro embarcaciones bien armadas destinando, además,
1 oficial de artillería y 20 hombres de ese cuerpo, capellanes, 2 empleados
administrativos, 3 lenguaraces, 3 cirujanos, 4 sangradores, carpinteros,
albañiles, herreros, maestros para hacer ladrillos y tejas, panaderos,
faroleros, toneleros, 4 pilotos de altura, prácticos, marineros,
carpinteros de ribera, etc.
Un documento de la época dice que formaban parte de la expedición
232 personas de las cuales 50 eran desterrados y 16 eran negros
presidiarios.
Los primeros eran presos condenados a no más de diez años de
prisión, gente robusta y capaz de servir en los trabajos de las nuevas
poblaciones.
Por otro documento se menciona que los negros serían embarcados
con su esposa e hijos aunque nada autoriza a pensar que así sucedió
efectivamente por lo que hasta el momento se puede asegurar que en la
expedición fundadora no viajaban mujeres.
Otro dato importante es que llevaban víveres para un año, tiempo
necesario para esperar que la tierra, labrada por las familias que más
tarde se enviarían al Sur, comenzara a dar sus primeras cosechas.
El 16 de diciembre de 1778 salía la escuadra española del puerto
de Montevideo en busca de la Patagonia.
La corona comenzaba a vigilar su patrimonio territorial sureño.
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SE FUNDA SAN JOSE


El 6 de enero de 1779 las naves se encontraban frente al Golfo San
Matías (o Bahía Sin Fondo). De la Piedra ordenó reconocerlo pero una
corriente marina llevó a los veleros hacia un golfo no señalado en ningún
mapa de la época. Los españoles lo llamaron San José (en la Península
Valdés - Chubut).
El día 7 los expedicionarios bajaron a la playa. Los impresionó
la aridez del lugar. Buscando agua dulce, abrieron pozos donde surgió un
agua tan salada como la del mar. Felizmente hallaron algunas lagunas y
manantiales a pocas leguas del paraje donde se comenzó a levantar el fuerte.
Además de mucha sal, había abundancia de gamas, ñandúes, guanacos y
perdices.
Hondos sinsabores pasaron los expedicionarios en zona tan
inhóspita hasta que Juan de la Piedra resolvió postergar la fundación de
San Julián y, dejando San José bajo las órdenes de don Francisco de Viedma,
regresó a Buenos Aires en marzo de 1779. Esta actitud, considerada como un
abandono de la comisión que le confiara la Corona Española, le valió la
suspensión de su empleo.

EL DESCUBRIMIENTO DEL RIO NEGRO

Antes de alejarse de San José, Juan de la Piedra ordenó al piloto


Manuel Bruñel y al oficial de infantería Pedro García, el reconocimiento
de las costas próximas al fuerte. Llegaron hasta la boca del río Colorado
pero no pudieron entrar en él. También avistaron la boca del rio Negro. El
enorme oleaje los impresionó vivamente por lo que no se atrevieron a forzar
la barra.
Entonces de la Piedra ordenó al piloto de la Real Armada, don
Basilio Villarino y Bermúdez, la exploración del roo Colorado. El mencionado
piloto, desobedeciendo estas órdenes -y según su libro de navegación- se
propuso descubrir el "río de los Sauces", como denominaban los españoles
al río Negro.
Villarino se hizo a la vela el 11 de febrero de 1779 y pocos días
después avistaba la boca. El 22 de febrero su bergantín de Nuestra Señora
del Carmen y Animas navegaba el río Negro al que los indígenas denominaban
CURRU LEUVU (negro río).
Inmediatamente los indios se acercaron a la nave en son de paz.
Algunos trajeron como obsequios frutos de chañar. Villarino les regaló
tabaco, aguardiente, tocino y pan, pero los aborígenes no se cansaban de
pedir. El piloto tuvo que darles sus pañuelos, la colcha de su lecho, su
cortaplumas y hasta sus ligas.
De regreso a San José, Villarino encontró a don Francisco de
Viedma al frente del fuerte y le informó sobre la grandiosidad del río
descubierto, la fertilidad del valle, la benignidad del clima y la
abundancia de caza, pesca, sal y sauceras. Estos datos tan halagüeños
hicieron pensar a don Francisco de Viedma que la región explorada era un
verdadero paraíso terrenal comparada con el desolador paisaje de San José.
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FUNDACION DE CARMEN DE PATAGONES

Francisco de Viedma se preparó para fundar el establecimiento


para el cual había sido designado superintendente. Dejó San José en manos
de su hermano Antonio y partió. Dos naves integraban esta expedición: el
bergantín de Villarino y la sumaca San Antonio da Oliveyra con su piloto
Bruñel.
El 18 de abril de 1779 entraron al río Negro "con el mejor
tiempo y la mayor felicidad que pudiera apetecerse". El 19 navegaron 9
leguas aguas arriba. El día 20 descubrieron algunas tolderías. Viedma y
Villarino las visitaron siendo recibidos cordial y obsequiosamente por los
indígenas. El día 21 navegaron sin novedad aguas abajo. Así apunta Villarino
en su diario de navegación donde también señala que el 22 llegaron unos 500
indios hasta el sitio donde estaban las naves.
Fue ese mismo día, 22 de abril de 1779, cuando a Don Francisco
de Viedma le pareció haber hallado el lugar ideal para realizar la
fundación. El sitio estaba a unas seis o siete leguas de la desembocadura
y a una cuadra de la margen derecha, en el ángulo que forman el río y el
zanjón llamado del Sur.
Frente al hermoso valle, Viedma, excelente agricultor andaluz,
no dudó en la elección de la margen que debía ser asiento de la
futura población: sería la orilla derecha, baja y fértil, fácil de regar y
de trabajar.
El día 22, al parecer en horas de la mañana, señaló el terreno
para levantar el fuerte y población y en la tarde comenzó a abrir el foso,
ocupando en esos trabajos a la marinería. El día mencionado es el día de
la fundación del FUERTE DEL CARMEN SOBRE EL RIO NEGRO.
Los días 23, 24 y 25 se alistaron las herramientas y se dio
comienzo al corte de madera de sauce, árbol que crecía abundante en las
orillas del río e islas cercanas.
Los indígenas colaboraron conduciendo con sus caballos las
maderas a cambio de chucherías, pan y yerba. De sol a sol trabajaron los
españoles. Para el 4 de junio de 1779 el fuerte ya estaba casi concluido,
hecho de cajonería y palo a pique, panes de tierra y paja.
No obstante había asomado un peligro. Los indios habían
comenzado a insolentarse tanto que los hombres que trabajaban debían estar
armados. Los caciques, sin embargo, tenían una actitud conciliadora. El
cacique Chanel, alias el Negro, bajó del río Colorado para saludar a Viedma
y se ofreció para llevar correspondencia desde el fuerte hasta Buenos Aires,
no sin antes entregar una carta del virrey de Vértiz al fundador.

PORQUE NOS LLAMAMOS COMO NOS LLAMAMOS

El primer nombre con el que se designó a la población fue el


geográfico, circunstancia natural para una población aún no bautizada.
Como el fuerte estaba junto al río Negro, se llamó FUERTE DEL
RIO NEGRO.
Pronto se pensó levantar una capilla y con ello comenzó también
la tarea de elegir la Virgen que se pondría en su altar. Dicha Virgen daría
origen al nombre bautismal de la fundación.
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El 4 de junio de 1779 el propio fundador, don Francisco de Viedma,


escribiéndole al Virrey de Vértiz dice: " a este fuerte y población se la
denomina de vuestra señora del Carmen por haberla elegido de patrona.
Sírvase Vuestra Excelencia dar disposición para que se haga una efigie de
esta Señora y se la remita con la mayor brevedad para colocarla en la
capilla."

También se llamó PATAGONES por los indígenas pobladores de la


región. Es decir que fueron tres los nombres con los cuales se reconoció
al establecimiento.

LA INUNDACION

Antes de fundar el fuerte, Viedma consultó a los aborígenes


sobre las crecientes del río. De la información recogida surgió, a su
entender, que las aguas jamás llegarían al paraje elegido por lo que no
previó un solo instante la catástrofe que se avecindaba.
El 9 de junio de 1779 comenzó a soplar un fuerte viento que
embraveció las olas provocadas por la marea. El día 13, a las 21, el agua
contenida por el viento Sur salió de madre y loa inunda todo. Felizmente
el centinela dio la alarma y la gente se salvó en el techo del almacén. Del
suceso se salvaron los víveres pues no se habían desembarcado. Se perdieron
sin embargo 200 panes y 2 quintales de galletas que estaban en el horno.
Si bien la inundación duró nada más que media hora, Viedma
comprendió que el río sería su constante enemigo. Por eso, con dolor, "
determino mudar la población a la parte Norte en cuya margen solamente se
encuentran sitios donde con seguridad se puede estar sin inundación alguna"
y señala el propio fundador "aunque carece de aquella tan dilatada, llana
y fértil situación de la otra banda".

EL CAMBIO DE ORILLA

Viedma encargó al comandante de la tropa, oficial de infantería


José Martí, que inspeccionara la banda Norte a fin de proceder al traslado
de fuerte y población. El día 15 de junio, acompañado por el piloto Bruñel,
el sargento José Michán, y un conocedor de la zona llamado José Puche,
buscó un lugar apropiado para levantar definitivamente el establecimiento.
Ese mismo día 15, en horas de la tarde, se inició el trabajo
de echarse abajo las estacadas de la fortificación del Sur y el 16 se
construyeron balsas de madera. El día 19 se empezó el traslado de los
materiales de una a otra orilla. El día 20 ya se estaba en condiciones de
iniciar la tarea de levantar el fuerte en la banda Norte y tanto se trabaja
en ‚l que a principios de agosto "toda la gente estaba cubierta en ranchos
provisorios de palo a pique, juncos y techo de paja".
La soledad y el peligro aconsejaron a Viedma la construcción de
un fuerte más sólido aprovechando la piedra hallada en una cantera situada
a pocas cuadras del lugar elegido. El ingeniero José Pérez Brito fue el
encargado de la obra. Una muralla en cuadro de 66.80 mts. De lado por 3.675
mts. De alto y 0.835 de ancho limitaba el recinto fortificado.
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El almacén para la custodia de los víveres, la capilla, otras


dependencias y la hermosa torre atalaya se hicieron también de piedra
(arenisca o tosca mora como se le llamaba comúnmente).
Al parecer, la banda Sur no fue abandonada totalmente sino que
fue utilizada para resguardo de las caballadas.

FAMILIAS COLONIZADORAS
España había dispuesto salvar las pampas y la Patagonia de una
invasión extranjera pero no lo haría sólo con guarniciones militares sino
enviando familias al Sur para que levantaran en ‚l su hogar. Allí labrarían
la tierra, criarían el ganado e industrializarían los productos de tan
dilatadas regiones.
Para eso se contrataron familias pobres del norte de España que
eran labradoras, artesanas, sencillas y trabajadoras, capaces de enseñar a
los indígenas su oficio y, con su ejemplo, inducirlos a la vida sedentaria.
Los primeros colonos llegaron al río Negro el 2 de octubre de
1779. Todas esas familias venían por cuenta del rey con la promesa de
recibir pasaje, útiles de labranza, una o dos yuntas de bueyes, semillas,
tierra en propiedad, casa con habitaciones dignas y un año de manutención.
Sin embargo en la práctica hubo muy poco o nada de esos beneficios.
Las familias tuvieron que abrir cuevas en las barrancas de la
costa y refugiar en ella su hogar. No se les dio tierra en propiedad ni
yunta de bueyes y tuvieron que aprender a arar con caballos.
Esas familias españolas venían de Galicia, de Zamora, de
Castilla la Vieja, de León. A raíz de la presencia de algunas originarias
de la Maragatería (comarca de la provincia de León) a los nacidos en Carmen
de Patagones se les llama Maragatos.
Con esas familias llegaron a las márgenes rionegrinas las primeras
mujeres blancas. Cuenta la historia que "apenas los indios vieron mujeres
comenzaron a exasperarse porque decían que ahora caían en la cuenta de que
venían a quitarles sus tierras y sin más salieron campo afuera dando
alaridos, se llevaron seis caballos y amenazaron con volver en número para
asaltar". Felizmente don Francisco de Viedma que conocía ya muchas facetas
de los aborígenes los llenó de regalos, les envió un barril de aguardiente
y chucherías y renació la calma.
La presencia de estas familias salvó la Patagonia, para España
primero, para la Argentina después y dejó, para los maragatos de las nuevas
generaciones un irrenunciable legado de tenacidad, de constancia, de
responsabilidad y de amor a la tierra.

DOS BANDAS O BARRIOS

De inmediato, las familias agricultoras comenzaron a labrar las


tierras bajas y fácilmente regables próximas al fuerte. El primer potrero
trabajado fue el denominado El Bañado, paraje situado al pie del cerro en
donde se levantaba la fortaleza.
Pero el lugar era demasiado pequeño para tantos brazos por lo que
los labradores se dedicaron entonces al laboreo de las tierras ubicadas en
la margen Sur, donde estaba el verdadero valle. Pasaban a la mañana y
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regresaban al anochecer para ponerse al amparo de los cañones de la


fortaleza.
En 1782 se levantó el fortín San Javier que impidió la entrada de
los malones por esa zona. Esto y el haber perdido el miedo a los indígenas
hizo que algunas familias comenzaran a asentarse definitivamente en la
orilla sur o derecha.

En esa margen se asentaron, además, algunas tribus amigas, entre


ellas la del famoso cacique Churlaquín al que Viedma, más de una vez, sentó
a su mesa. A fin de satisfacer las nuevas necesidades de los indígenas
(tabaco, aguardiente, yerba, azúcar, prendas de vestir, chucherías, etc.)
también se abrieron algunas pulperías en la banda Sur.
El comercio con los indígenas en una y otra banda fue muy activo
(se cambiaban cueros, pieles, plumas y cerdas por víveres y ropa). Los
patagones o tehuelches, debido a esta circunstancia, se transformaron en
grandes amigos de los españoles y sus protectores frente a las presiones
de arrasamiento de la población por parte de los araucanos.
De lo expuesto se observa que la población fundada por don
Francisco de Viedma comenzó a extenderse en ambas márgenes del río, es
decir tenía dos barrios o bandas, como se estilaba decir en aquella ‚poca.
A esa población con dos bandas o dos barrios se la llamaba indistintamente
Río Negro, El Carmen o Patagones.
En 1856, el comandante militar de Patagones, Coronel Benito
Villar, erigió en la banda sur una capillita de palo a pique bajo la
advocación de Nuestra Señora de la Merced. De allí que esa margen comenzó
a denominarse, desde 1859, Mercedes de Patagones, aunque más comúnmente se
usaba decir Patagones al Sur.

LA ECONOMIA

Al paso de los años, el trabajo constante y sacrificado de los


colonos llenó de luz y verdor las márgenes rionegrinas. El trigo fue
preferido a otras especies de granos. Se lo molió en tahonas y así pudo
fabricarse el pan con harina maragata.
Se plantaron frutales, especialmente el guindo, el nogal, la
higuera, el duraznero, el manzano. Se cultivó la vid y se fabricó el vino.
También el guindado.
Se explotó la sal de las salinas vecinas, especialmente de la
hoy llamada La Espuma, a cinco leguas arriba de Patagones. También se
explotó la saucería con cuyas maderas se construyeron balandras necesarias,
según Viedma, para la navegación del río.
La cría de ganado fue otra de las fuentes de enriquecimiento
de la zona. Se adquirieron en un principio caballos, vacas y ovejas por
trueque con los indígenas. Sin embargo algunos animales entraron a la región
enviados por barco desde el río de La Plata. En 1782 llegaron las primeras
22 ovejas embarcadas desde Buenos Aires. La explotación ovina en gran escala
comenzó después de 1860.
Se criaron cerdos traídos desde el Plata (los jamones de
Patagones eran los más codiciados de todo el Virreinato). También, por
indicación de Viedma, se trajeron aves de corral.
Los comerciantes maragatos obtuvieron de los aborígenes los
llamados frutos del país (pieles de guanacos, zorrino, zorro, liebre, gato
montés, cuero de vaca y plumas de ñandúes a cambio de aguardiente, azúcar,
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tabaco, yerba, bayeta, abalorios, espejos, etc.) El envío por barco a Buenos
Aires de los denominados frutos del país producía a los comerciantes grandes
ganancias.

PATAGONES Y LA REVOLUCION DE MAYO

Pese a la importancia del emplazamiento de Carmen de Patagones


los virreyes poco a poco fueron desentendiéndose de su vida y sus problemas
por lo que comenzó un largo período de estancamiento para las márgenes
rionegrinas ya que los jefes militares designados para su gobierno fueron,
según el historiador José Juan Biedma, "de jerarquía subalterna y escasísima
preparación".
Así sorprendió a Patagones la Revolución de Mayo. Este hecho pasó
poco menos que inadvertido para el pueblo maragato y, cuando
llegó a su conocimiento originó en él sentimientos de rechazo por
ser Patagones un pueblo respetuoso de su origen y amante profundo de sus
tradiciones y un movimiento de esa naturaleza constituía un acto de
indisciplina hacia el rey, hacia sus costumbres y hacia su fe religiosa.
Esta actitud mental y emotiva lo llevó a apoyar la sublevación de
tres políticos deportados en la población quienes pensaron devolver a España
las regiones patagónicas gobernadas por un militar patriota desde fines del
año 1810.
El 21 de abril de 1812 tres distinguidos españoles prisioneros en
Patagones, con la complicidad de la guarnición y todo el pueblo, se
apoderaron de la fortaleza, dejaron un comandante militar que respondía a
sus aspiraciones -el sargento Domingo Fernández- y emprendieron viaje a
Montevideo.
Desde ese momento, las márgenes rionegrinas dependieron de la
capitanía de puertos de esa ciudad ya que era un apostadero naval.

A raíz de la victoria de la escuadra de Brown sobre la española


en las aguas rioplatenses (17 de mayo de 1814) y la rendición de Montevideo
(23 de junio de ese mismo año) Carmen de Patagones pasa nuevamente y para
siempre a formar parte de la argentinidad.
El 23 de diciembre de 1814, conducidas por una escuadrilla al
mando de Oliver Russell, marino escocés, las tropas nacionales desembarcan
y toman la fortaleza en forma pacífica ya que Fernández comprendió que toda
resistencia era inútil.
Así fue como en ese 23 de diciembre, la bandera azul y blanca de
Belgrano flameaba por primera vez en el mástil del fuerte maragato y los
ojos de los pobladores sureños conocían los colores que lentamente le irían
ganando el corazón. (Extraído de la publicación CARMEN DE PATAGONES; SU
HISTORIA - Publicación del Museo Histórico Regional Municipal "Francisco
de Viedma", 1975, 4ta. publicación, 6ta. edición).

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