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Teogonía: Relato que explica el nacimiento y las relaciones de parentesco entre los
dioses en las religiones politeístas. Es una obra poética escrita por Hesíodo. Contiene
una de las más antiguas versiones del origen del cosmos y el linaje de los dioses de la
mitología griega.
Objetivos:
Definir que es la fenomenología de la religión o estudio del fenómeno religioso.
Establecer cuáles fueron los excesivos sesgos racionalistas que caracterizaron los
tipos estudios de la religión en la época moderna.
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Identificar los avances positivos del primer periodo de estudio de las religiones que
facilitarán el posterior desarrollo de las diferentes ciencias de la religión y en especial
el estudio de la Religión como “Fenómeno”.
Resumen:
La Fenomenología o estudio del fenómeno religioso, es una de las más recientes
ciencias de la religión, caracterizada por un abordaje de estudio diferente, en el cuál la
perspectiva está centrada en identificar las características globales y estructurales de
un fenómeno en este caso el religioso.
Pero esta nueva ciencia, no surge sola, sino que obviamente es consecuencia de un
desarrollo evolutivo histórico del conocimiento en cuanto a lo religioso se refiere. De tal
forma podríamos hablar de un primer periodo muy pujante que inicia con los griegos,
seguido por un período de muy poca actividad en la edad media el cuál solo se
reanuda de manera importante con el impacto del descubrimiento de nuevas tierras y
culturas; y es precisamente en el marco del período siguiente conocido como
“renacimiento” que las diferentes corrientes de pensamiento de la época, van a
marcar de manera muy profunda todo el ámbito del conocimiento.
Desarrollo temático:
CONFERENCIA DE
FENOMENOLOGÍA DE LA RELIGIÓN
1. Introducción
“en la tolerancia religiosa no todos... han avanzado tanto... el doctor Abdelfattah Amor,
Relator Especial de la Comisión de Derechos del Hombre de las Naciones Unidas
sobre Intolerancia Religiosa, expresó algunas inquietudes de actualidad:
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Las grandes religiones y las menos grandes, antiguas o recientes, monoteístas o no,
están expuestas a los ataques y a los ultrajes. No parece que la libertad religiosa haya
conquistado, en todas partes, los espíritus. Cada religión tiene la tendencia a
considerar que ella es la única detentadora de la Verdad y que es su deber conducir a
todo el mundo a la Verdad. Eso no favorece, en todo caso, la tolerancia inter-
religiosa...
Al margen de lo anterior, podría afirmarse que en nuestro ámbito, se han cumplido con
siglos de retraso, los ideales de la Carta de Tolerancia de John Locke... resultan
significativos fenómenos tales como el de Fidel Castro en la Plaza de la Revolución de
La Habana al lado del Papa, y también, durante un mitin gigantesco de evangélicos de
diversa denominación; y el del triétnico -es decir, amerindio- presidente venezolano
Hugo Chávez, invocando en sus arengas el nombre de Jesucristo. Estas expresiones
eran impensables hace muy pocos años.”.
Pastor Darío Silva-Silva
1.1.1. El sesgo de los teólogos. Entre los teólogos este sesgo tiene lugar a
causa del hecho de que éstos son por principio confesionales. Es decir que se
ocupan de la propia religión como si fuera la única. En el cristianismo esta
actitud está sintetizada en la frase del teólogo alemán liberal Adolf Von
Harnack, quien declara, no sin cierta presunción no muy favorable al diálogo
interreligioso, que “quien conoce el cristianismo, conoce todas las religiones”.
1.1.2. El sesgo de los filósofos. Los filósofos por su parte suelen centrar su
estudio del fenómeno religioso en la pregunta por la existencia del “objeto” del
acto religioso, es decir que tratan de establecer por medio de razonamientos si
en verdad existe esa realidad independiente del sujeto religioso, −usualmente
designada como Dios−, que justifique su actitud religiosa, y en esta dirección,
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tarde o temprano terminan por reducir su estudio de la religión a la teología
natural, teología filosófica o teodiceas (sistemas de pensamiento que justifican
la existencia de Dios como algo lógico y razonable), que no son más que
aquellas que se basan en la “revelación general”, por contraste con los
teólogos que parten de documentos sagrados divinamente inspirados.
Y la teología natural o filosófica no deja de ser teología por el hecho de que no
acuda a la revelación sino a la razón. Así, en último término, los filósofos
terminan siendo teólogos y adolecen de sesgos similares a los de los teólogos,
como lo es el no admitir aspectos de la religión que no puedan ser abarcados
por la razón.
En este punto hay que decir que los anteriores sesgos reduccionistas no
impiden que los aportes a la comprensión del fenómeno religioso provistos por
la teología y la filosofía sean de cualquier modo valiosos e importantes,
justificando de sobra la vigencia de estas disciplinas intelectuales en el estudio
del hecho religioso. Pero estas observaciones si deben hacernos conscientes de
que, realizados de forma exclusiva, el tratamiento tanto teológico como
filosófico de la religión, −sin mencionar el meramente histórico, sociológico o
psicológico−, se condena a ignorar algunos de sus rasgos más esenciales y
distintivos (reduccionismo).
Esto aún sin tomar en cuenta el hecho de que muchos de los datos sobre los
cuales elaboran los filósofos de la religión y los teólogos, son considerados a
priori como “evidencias” dentro de la tradición religiosa y cultural a la cual
pertenecen, sin que en realidad pasen de ser más que prejuicios culturales o
religiosos. Y es justamente en el encuentro entre culturas cuando se adquiere
consciencia de ello, al comprobar que lo que es un hecho que se da por
sentado dentro de una cultura determinada sin siquiera discutirlo, no lo es del
mismo modo en otras culturas diferentes.
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la religión. De no aceptar este aporte, teólogos y filósofos están en el peligro de
caer, o peor aún, de continuar en el anacrónico “provincianismo” de quien se
encierra en su propia cultura y cree que más allá de ella no hay nada, al mejor
estilo del descrito por Goethe en el campo lingüístico cuando decía que “quien
no conoce más que una lengua no conoce ninguna” y que fue adaptado al tema
de la religión por Max Müller quien, en claro contraste con Harnack, repetía que
“quien solo conoce una religión, no conoce ninguna”.
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irreversible que se impone en todo el mundo.
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religiosas nos lleve a relativizar nuestra propia tradición como si no existieran
diferencias de fondo entre ellas que favorezcan la que hemos suscrito, puesto
que, por el contrario, el paso por el otro es el mejor camino para el
descubrimiento de las propias riquezas. No en vano Natan Söderblom, obispo
luterano de Upsala y reconocido historiador de las religiones, proclamaba en su
lecho de muerte citando un versículo del libro de Job: “Yo sé que mi redentor
vive…”, pero acto seguido lo complementaba diciendo: “… me lo ha enseñado la
historia de las religiones”.
Decíamos al principio a este respecto que las ciencias de las religión son
ciertamente recientes, siendo la más reciente de ellas la fenomenología como
tal. El nombre parece proceder de Max Müller, a quien se considera
generalmente como su fundador. En un sentido estricto, las ciencias de la
religión como tales se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Pero el hecho
es que ya desde muy antiguo existen consideraciones de la religión que
podemos caracterizar como precedentes más o menos remotos de la ciencia
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moderna de las religiones. Era de esperarse que así fuera, teniendo en cuenta
que la religión es un hecho tan antiguo como el hombre, como parece
deducirse, precisamente, de las conclusiones derivadas de la actual historia de
las religiones.
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de la religión, elaboradas desde los presupuestos del positivismo.
Se observa, por contraste, que a pesar del gran desarrollo que la literatura religiosa
oriental poseía ya para esta época, no se produce en Oriente un estudio objetivo del
fenómeno religioso, sino, a lo sumo, una especulación metafísica surgida de la propia
literatura religiosa (v.g. las Upanishads). La razón para esta situación parece
obedecer a que apenas en la época clásica de la filosofía griega se produce por
primera vez en Occidente el distanciamiento de la religión que se requiere de parte
del estudioso para emprender un estudio objetivo de la misma, hecho que no tiene
paralelo en la tradición de Oriente.
Tal vez por esta misma razón la época patrística y medieval del pensamiento cristiano
no conoce el estudio positivo o científico del hecho religioso, a pesar de los contactos
que se dieron entre el medio helenístico-romano y el cristiano durante la patrística, y
también del cristianismo, el judaísmo y el islamismo durante el medioevo. Porque la
irrupción del cristianismo con su reclamo de exclusividad, −ya presente en el
judaísmo−, unido a su gran celo misionero y la hostilidad que suscitó por parte de las
tradiciones religiosas dominantes, dio pie a consideraciones eminentemente
apologéticas motivadas por el deseo de supervivencia o de hegemonía por parte de
las tradiciones religiosas enfrentadas, llevando a cada uno de sus cultivadores y
abanderados a sumergirse tan de lleno y de una manera tan apasionada y
comprometida dentro de su propia tradición religiosa que se perdió ese elemento de
distanciamiento sobrio y ese análisis con cabeza fría del hecho religioso que había
tenido lugar en la cultura griega y que es crucial para una aproximación científica al
fenómeno religioso.
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costumbres de los pueblos colonizados, en los que se contienen numerosos datos
sobre sus creencias religiosas. Con ella se inicia una nueva etapa del estudio del
hecho religioso que se extiende prácticamente hasta el nacimiento en el siglo XIX, de
la moderna ciencia de las religiones. Estos materiales pueden agruparse a grandes
rasgos en aquellos que tratan sobre la religión de las culturas precolombinas de
América, los que lo hacen sobre las grandes culturas y religiones de la India, China y
Japón, y finalmente, los de las poblaciones primitivas de África.
Las primeras obras basadas en estos datos son fundamentalmente descriptivas, pero
pronto surgen las que se ocupan de interpretar el material ofrecido por las primeras.
Esta interpretación se sitúa en dos niveles diferentes: El primero es un intento de
comparación de las religiones paganas con el judaísmo, el cristianismo o con la que
se comienza a conceptuar y designar como “religión de los primeros tiempos de la
humanidad”. El segundo intento de interpretación se enmarca decididamente en el
nivel filosófico y está determinado por los principios del racionalismo y la Ilustración
imperantes en Europa durante los siglos XVII y XVIII. La obra de Kant “La religión
dentro de los límites de la razón”, por una parte, y la de Hegel, por otra, son las que
resumen y culminan todas estas interpretaciones.
No obstante, ante el punto muerto al que condujo esta consideración del hecho
religioso, dentro de la misma Ilustración alemana va a iniciarse una nueva forma de
consideración de la religión que culminará en la época del romanticismo (Lessing,
Herder, Schelling y Schleiermacher), que si bien no supera enteramente el principio
racionalista básico según el cual el hombre debe ser considerado como medida del
hecho religioso, si presta decidida atención a los elementos no racionales contenidos
en el hecho religioso y se preocupan más de la individualidad histórica religiosa y de
la evolución de sus formas, abriendo el camino a la convicción claramente expresada
por Schleiermacher de que la religión es un dominio específico de la conciencia y de
que, por lo tanto, no puede ser comprendida más que por sí misma, enfatizando
sobre la importancia que en ella tiene el sentimiento.
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fenomenológico; es necesario decir que el término de ciencia que se aplica desde
ahora al estudio del hecho religioso expresa la prevalencia que en él va a tener la
descripción de los hechos positivos abordados de manera metódica y sistemática, así
como también la tendencia de la mayor parte de sus representantes a explicarlo
como un fenómeno cultural más; tendencia que es un legado del racionalismo y la
Ilustración. Precisamente, éste es uno de los postulados o presupuestos comunes a
las primeras elaboraciones de la ciencia de las religiones que pasaremos a describir a
continuación.
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En otras palabras, estos primeros científicos de la religión reclaman para la ciencia
el derecho de pronunciar la última y definitiva palabra en el tema de la religión,
relegando a la teología y a la filosofía a un secundario e intrascendente papel, en el
mejor de los casos, pues en el peor ambas estarían mandadas a recoger.
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En el propósito de conocer mejor los antecedentes que prepararon el advenimiento
de la fenomenología de la religión es importante relacionar los diversos
planteamientos para el estudio científico del hecho religioso de modo que podamos
apreciar la progresión y las diferencias entre uno y otro, de una manera similar al
ejercicio emprendido en un sentido similar en la materia La religión y la razón del
semestre anterior. Procedamos, entonces.
El lenguaje lleva a cabo un proceso por el cual los atributos con que se designó en un
principio a las realidades superiores, da paso con el tiempo a entidades personales,
como consecuencia de haber olvidado su primitivo carácter de atributos. En esta
línea las religiones son consideradas como “enfermedades del lenguaje”. No sobra
decir que en este calificativo ya subyace una valoración negativa y hasta peyorativa
de la religión. Por lo menos de las que tienen carácter mitológico.
Valga decir que Müller no aplicó su crítica a todas las religiones y consideraba que el
cristianismo era moralmente superior a las culturas indostánicas que estudiaba. Sin
embargo, sus teorías sobre las culturas arias originales no se acompañaron de tesis
racistas. Con todo, aunque se considera que Müller fue un gran defensor y valedor de
la filosofía y religión hindúes, su Epistolario demuestra que fue un cristiano fervoroso
y convencido que despreciaba profundamente la cultura indostánica, considerándola
primitiva, superada, degenerada, errónea, aburrida e infantil; y que esperaba que la
India podría convertirse al cristianismo.
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Por otro lado, en relación con la primera forma de religión, Max Müller defendió el
henoteísmo, entendido en principio como “un concepto vago de la divinidad que no
implica todavía ni unidad ni pluralidad”. La importancia de la interpretación de la
religión de Max Müller radica en que ésta caracteriza toda una etapa de la ciencia
moderna de las religiones y en ella encuentran respaldo por igual toda una serie de
intentos por explicar la misma a partir del método filológico, como también
numerosos esfuerzos por explicarla a partir de la mitología.
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propuesta de Frazer se ha criticado y superado igualmente su explicación del origen
de la religión.
1.5.4. R. R. Marett
Este etnólogo británico toma el relevo de las explicaciones de la religión propuestas
por los etnólogos anteriores a él (en particular las del antropólogo y etnólogo
británico E. B. Tylor ya reseñado arriba) con su teoría del “dinamismo preanimista”
que consiste en que, anteriormente al animismo, existe un estadio “mágico-religioso”
determinado por la creencia en el mana, poder impersonal que determina, según él,
la aparición de lo sagrado y que da lugar a los innumerables tabúes que lo separan
de la profano.
Dios y la sociedad son lo mismo para Durkheim pues ésta “tiene todo lo necesario
para despertar en los espíritus, por la simple acción que ejerce sobre ellos, la
sensación de lo divino”. Así, Durkheim cree poder concluir que la experiencia
religiosa es realmente específica, pero que el Dios que el creyente interpreta como
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personalidad mística no es otra cosa que la sociedad en la que nace.
Las críticas a la obra de Durkheim han sido numerosas y pueden ser agrupadas en
dos grandes categorías. Algunas se refieren a la reducción del fenómeno religioso a
sus componentes sociales, mientras que otras se basan en la refutación de las tesis
del totemismo y en la crítica del material etnológico en que se fundan. En el primer
sentido, a pesar del reconocimiento general del orden de lo sagrado y el de lo
profano, se hace difícil la interpretación de la heterogeneidad entre los mismos en
los términos rígidos planteados por Durkheim. En el segundo sentido los argumentos
críticos giran alrededor del hecho de que el clan no es la unidad primaria de
agrupación, sino que éste sucede a la horda; y de que el fenómeno totémico no
presenta en todas las culturas los rasgos que Durkheim le atribuye.
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que acumuló en su monumental obra, El origen de la idea de Dios, a favor de la tesis
sobre la figura del ser supremo entre las poblaciones más primitivas conocidas. En
ella confirma, con materiales tomados prácticamente de todas las áreas culturales,
que en todos los círculos de cultura más primitiva aparece la figura del ser supremo,
aun cuando no en todos aparezca con la misma fuerza, mientras que esta figura se
difumina en los círculos culturales posteriores.
Finalmente el padre Schmidt interpreta estos datos aplicando a esta figura los rasgos
del monoteísmo cristiano, ofreciendo a partir de ellos una explicación del origen de la
religión según la cual ese monoteísmo constituiría la forma primitiva de religión
explicable a partir de una revelación primitiva de la que se derivarían las demás
formas religiosas por una evolución regresiva (involución).
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innumerables formas del hecho religioso en todas las áreas y en todos los estratos
culturales de la historia humana. En este período se ha asistido, además, a una
creciente multiplicación de los puntos de vista para el estudio científico del hecho
religioso, dando así lugar al nacimiento de las diferentes ciencias de la religión. De la
historia de las religiones, −considerada inicialmente como un apartado de la
antropología y la etnología−, ha surgido la historia de las religiones como disciplina
independiente y, a partir de ella, la psicología y sociología de la religión.
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de las religiones.
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abstiene de formular juicios de cualquier clase que conciernan a la realidad objetiva y
que rebasen los límites de la experiencia pura y subjetiva del sujeto que conoce; y la
“reducción trascendental” que consiste en ver al sujeto del conocimiento, −es decir,
verse a sí mismo−, no como un ser real, problemático y profundamente complejo en
quien convergen un muy disímil cúmulo de experiencias y determinaciones físicas y
psicológicas tanto individuales como comunitarias, sino haciendo abstracción de
todas ellas para simplificar la manera de concebir al sujeto cognoscente y verlo como
una conciencia “pura”, trascendental.
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pueda sistematizar los datos de la historia de las religiones sin imponerles otro orden
que el que se destaca de los datos mismos. Toma como objeto de estudio las
religiones de la tierra vistas cada una de ellas como concreciones históricas de una
religión presente subyacente a todas ellas. Establece una clara clasificación de las
manifestaciones religiosas en torno a tres apartados principales: el culto, la doctrina y
las costumbres, a través de los cuales puede abarcar la casi totalidad de los aspectos
del fenómeno religioso.
Al mismo tiempo, Chantepie se mantiene cuidadosamente en el plano descriptivo,
evitando, con una actitud de gran reserva, los juicios de valor. El aporte de Chantepie
significó una renovación de la ciencia de las religiones y constituye el umbral de una
nueva fase o una nueva forma dentro de las mismas. Pero pasaría tiempo todavía
antes de que la fenomenología de la religión se convirtiera en parte autónoma del
estudio de la ciencia de las religiones. Además, a partir de la introducción de
Chantepie al tema, la fenomenología de la religión se va a desarrollar en dos
direcciones principales: La primera y más importante se sitúa en continuidad con la
ciencia de las religiones del periodo anterior, ya reseñadas en la introducción, y más
concretamente con la historia de las religiones. La segunda comprende una serie de
autores procedentes del campo de la filosofía o de la teología que tratarán de aplicar
al estudio de la religión el método fenomenológico elaborado por Husserl y su
escuela, cuyo representante más destacado es Max Scheler. No nos ocuparemos de
esta última línea de desarrollo de la fenomenología de la religión debido a que se
inscribe más en el campo de la filosofía de la religión que en el de las ciencias de la
religión, que es el que nos interesa. Por eso, continuaremos por el primer camino
relacionado haciendo caso omiso del segundo de ellos.
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“ciencia sistemática de las religiones”. Sin embargo, es él quien llega por primera vez
a la elaboración de un método enteramente semejante al de la fenomenología
actual.
En su obra es evidente el cuidado que presta al principio metodológico de mantener
siempre el carácter descriptivo en su estudio de la religión, pero, al mismo tiempo, no
priva a la ciencia de las religiones de toda capacidad de justificación de lo religioso
puesto que cree que la recta comprensión del hecho lleva consigo una “justificación
externa” del mismo que no se identifica con la justificación normativa propia de la
filosofía y la teología.
Estas precisiones metodológicas nos introducen de lleno en la descripción
sistemática del método fenomenológico. Pero antes de entrar en esta descripción,
que es el objeto de este capítulo, resta por referirnos a los autores que, finalmente,
han dado carta de ciudadanía a esta rama reciente de la ciencia de las religiones.
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de las religiones a través de la sistematización de algunas de sus manifestaciones.
El defecto más criticado de esta fenomenología de la religión es la presencia en ella
de resabios evolucionistas procedentes de la época anterior de la ciencia de las
religiones. En efecto, a un lector actual de esta obra no puede dejar de extrañarle la
prevalencia de materiales tomados de las “religiones primitivas” –expresión que no
obstante ser recurrente en esta obra, parece tener tintes menospreciativos en la
misma−, y la menor atención a las manifestaciones presentes en las grandes
religiones.
Por otra parte, el esquema seguido por este autor es tan simple que resulta incapaz
para organizar el cúmulo de materiales que contiene y termina produciendo la
impresión de simple colección de datos, de los que no resulta fácil obtener la
estructura, la esencia o la significación del hecho religioso, como cabría esperar de
una fenomenología. Sin embargo, la amplia utilización que se hará aquí de este
fundamental libro muestra que, a pesar de estas limitaciones, la obra de van del
Leeuw sigue constituyendo una fuente indispensable para la elaboración de una
fenomenología de la religión.
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de manera precisa la estructura del fenómeno religioso, aunque no le falten tampoco
críticas desde la perspectiva actual de la fenomenología de la religión. K Goldammer
critica el aspecto abigarrado y poco elaborado que presentan los datos en los
ensayos anteriores al suyo, pero aunque intenta escapar a este peligro insistiendo en
el suyo en las conexiones que presentan los materiales mismos de la historia de las
religiones sobre los que trabaja la fenomenología, la lectura de su valiosa obra
permite dudar que él mismo haya superado la crítica que dirige contra sus
predecesores.
2.3.8. C. J. Bleeker.
No puede dejar de mencionarse, entre los fenomenólogos de la religión actuales, a C.
J. Bleeker, cuyos estudios contienen observaciones valiosísimas, principalmente
desde el punto de vista metodológico.
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fenomenología, aunque ciertamente parcial, de la religión.
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romano de la antigüedad que obedecía a motivaciones políticas y no religiosas
(algunos incluyen en esta categoría la presunta conversión de Constantino al
cristianismo), o el celo aparentemente religioso de Demetrio y el gremio de plateros
artesanos de Efeso ante la predicación de Pablo que, si bien obedecía formalmente
al celo por la diosa Artemisa de los efesios, en el fondo tenía motivaciones
mayoritariamente económicas (ver Hc. 19:23-41). Así, pues, la selección de las
manifestaciones del hecho religioso debe partir de una definición aproximada,
elástica y dinámica de lo religioso, suficientemente amplia para abarcar las
manifestaciones más diversas, pero bastante precisa para delimitar el campo
específico, el ámbito de realidad, el mundo humano característico en el que todas
ellas se inscriben.
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que impidan que se convierta en simple comparativismo para no incurrir de nuevo en
los presupuestos equivocados y ya superados de los inicios de las ciencias modernas
de la religión.
Estos criterios comprenden, por una parte, el no desdeñar ninguna manifestación del
hecho religioso al discriminar algún área cultural o algún estrato histórico, sino más
bien considerándolos a todos y cada uno de ellos sin excepción; situando al mismo
tiempo todos los aspectos de una manifestación religiosa, −vistos tanto
individualmente como en su unidad de conjunto−, dentro del contexto histórico-
cultural del cual forman parte.
De este modo podrá evitar los sesgos propios del comparativismo como son el de
identificar apresuradamente formas religiosas aparentemente idénticas, pero que en
el contexto al que pertenecen poseen significaciones distinta, o por el contrario,
contraponer aspectos que bajo una apariencia diferente realizan la misma función en
sus respectivos conjuntos y contienen, por lo tanto, una significación semejante o
idéntica.
Por otra parte, la comparación no debe ser puramente descriptiva, como se verá en
el siguiente de los pasos del método fenomenológico. Ahora bien, al referir las
diferentes manifestaciones religiosas al conjunto al que pertenecen, el
fenomenólogo se ve obligado a tener en cuenta los resultados de otros posibles
abordamientos a este hecho llevados a cabo desde el horizonte propio de ciencias
como la paleontología, la arqueología, la etnología y la filología (sin mencionar las
ciencias de la religión), abordamientos que sitúan al hecho religioso estudiado en el
conjunto del fenómeno humano.
Al hacerlo así obtendrá una gran ganancia procedente del aporte ofrecido por todos
estos puntos de vista con su explicación de aspectos parciales del hecho religioso.
Pero esto no quita que el método fenomenológico tiene de cualquier modo una
especificidad que lo justifica plenamente en relación con esas otras consideraciones
científicas del hecho estudiado. Esta especificidad radica en lo ya dicho en el sentido
que su primera característica es la atención a la totalidad del hecho religioso y la
segunda su pretensión de ofrecer una comprensión que abarca todos los aspectos
del mismo.
Pero a esto hay que añadir ahora en tercer lugar la importancia que tiene para la
fenomenología prestar atención a la intención religiosa del sujeto, −algo a lo que ya
hemos hecho suficiente alusión−, de tal modo que la fenomenología de la religión se
desenvuelve siempre teniendo como meta el triangulo constituido por totalidad,
comprensión e intención, tres objetivos distintos que la fenomenología de la religión
persigue en relación con el hecho religioso, pero que están ligados entre sí de
manera indisoluble al punto que los tres son prioritarios y no se puede enfatizar uno
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en detrimento de los otros, pues al hacerlo se pierde el norte o la dirección que la
fenomenología se ha trazado para su quehacer específico.
Así, una misma realidad material puede dar lugar a diferentes fenómenos de acuerdo
con la intención humana que la descubra. Es precisamente la atención a la
dimensión intencional del hecho lo que convierte la descripción fenomenológica en
verdadera comprensión del mismo. La comprensión del hecho religioso exige una
capacidad de comunión del intérprete con la intención religiosa determinante del
mundo específico en el que se inscriben todas sus manifestaciones. Dicho de modo
más simple, sólo puede escribir fielmente sobre religión, desde una perspectiva
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fenomenológica, el hombre que tiene una religión.
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Pero cuando se compara su tratamiento del hecho religioso con el propio de las
ciencias de la religión, hay que reconocer que sólo en un sentido amplio se le puede
aplicar el nombre de ciencia, ya que, estrictamente hablando, no lo es. Por lo tanto,
una vez marcadas las distancias con la filosofía y la teología es necesario precisar su
relación con las ciencias particulares de la religión.
Pero esta precisión no nos permite separar totalmente, sino a lo sumo distinguir, la
fenomenología de la religión de las consideraciones científicas de la misma ya que el
hecho religioso nunca se da en estado puro, sino siempre como hecho religioso
histórico, psíquico y social y a su vez lo religioso influye tan poderosamente sobre lo
histórico, social y psíquico que los transforma radicalmente. Esta imposibilidad de
separación entre fenomenología y ciencias de la religión es la que hace que, en la
práctica, ambas puedan ser realizadas en concreto de formas diferentes que las
aproximan o las distancian entre sí.
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interpretación de la última, como en el caso de la sociología con Max Weber; pero de
todos modos parece indudable que caben distintos niveles en la comprensión de un
hecho humano tan complejo como el religioso y que es precisamente la
fenomenología la que más fuerza a una profundización de la actitud comprensiva.
Por lo demás, la filosofía de la religión y la teología pueden elaborarse, al menos
parcialmente, con un método fenomenológico, pero llegará un momento en que
deberán pronunciarse sobre la verdad del fenómeno religioso y abandonar la mera
comprensión del mismo. A la vista de lo anterior, la fenomenología de la religión
constituye una consideración del hecho religioso que se sitúa entre las ciencias de la
religión, por una parte, y la filosofía de la religión y la teología, por otra. Pero esto no
debe dar lugar a la idea de que existe, espacialmente hablando, una “zona
intemedia” entre ambas consideraciones del hecho religioso: la filosófico-teológica y
la científica, que vendría a ser ocupada por la fenomenología, de tal modo que ésta
viniera a continuación de las ciencias y supusiera, en consecuencia, que el camino
de las mismas ya se ha recorrido.
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los esquemas simbólicos religiosos del hombre de todos los tiempos. Es decir que el
intento por desterrar del todo a la religión del campo de la actividad humana lo único
que logra es que reaparezca deficientemente disfrazada y desdibujada y nada más.
Todo esto surge del descubrimiento de que el hecho religioso posee una verdad
propia, una forma específica de racionalidad, una capacidad propia de iluminación
de la realidad que la comprensión del hecho descubre y que, una vez descubierta, se
muestra raíz y fuente de comprensión para la razón humana en otros niveles.
Sin embargo, no podemos perder de vista que ninguna de ellas puede resultar
completamente adecuada ya que no existe un criterio suficientemente comprensivo
para la clasificación de todas las formas religiosas que incluya y agote en un tipo
todos los rasgos propios de una forma religiosa particular o, por el contrario, que una
forma religiosa determinada contenga de forma exclusiva todos los rasgos del tipo a
que pertenece.
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dioses son dioses de la nación. Como consecuencia, en estas religiones no se
produce de ordinario el espíritu misionero (p.e la religión judía). Históricamente
puede observarse una tendencia hacia la universalización, aun cuando el paso de las
religiones nacionales a las universales se haya producido de formas diferentes. Sin
embargo, es preciso observar que algunas religiones han alcanzado determinados
rasgos de la religiosidad universal tales como la representación del propio Dios como
Dios universal y un determinado “proselitismo” sin dejar por ello de ser religiones
nacionales.
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Hemos visto hasta ahora que existen dos formas de acceder al estudio del fenómeno
religioso: una histórica, y otra sistemática. La primera consiste en seguir el proceso
de formación de los distintos saberes sobre la religión y mostrar la forma en que
cada uno de ellos ha surgido como consecuencia de los anteriores o como reacción a
sus resultados. La segunda consiste en describir el estado actual del estudio del
fenómeno religioso y los métodos propios de cada una de las formas de ese estudio,
así como los resultados a que llegan. La forma histórica es la que ha determinado el
orden general que hemos seguido en nuestro programa de estudio, tomando en
consideración en primer lugar a la filosofía de la religión (semestre anterior, materia
La religión y la razón), que históricamente hace aparición primero; y no a la
fenomenología de la religión, que debería ser primera desde el punto de vista
sistemático.
Del mismo modo, una vez ubicados en el marco de la fenomenología, se han hecho
inicialmente referencias a la historia que son necesarias e inevitables, para lograr
situar el problema. Pero a partir de ahora vamos a optar por la forma sistemática de
abordarlo. Al escoger esta opción se explica también el por qué de la elección de la
fenomenología de la religión como punto de referencia por encima de las
consideraciones estrictamente científicas o filosófico-teológicas de la misma, con
arreglo al siguiente esquema.
Para terminar, resta por añadir algo más a lo ya dicho acerca de la descripción de las
relaciones entre la fenomenología de la religión con otras formas de saber sobre la
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religión. Esto es que, a la vista de lo anterior, se hace inevitable una más estrecha
colaboración entre ciencias de la religión y teología. Y en este propósito, es posible que
la filosofía de la religión, rectamente entendida y apoyada en una sana fenomenología
de la religión, constituya la mejor mediación para facilitar este necesario diálogo entre
las ciencias de la religión, en sus distintos niveles, y la teología.
6. CUESTIONARIO DE REPASO
1- ¿Por qué el estudio de la religión desde una perspectiva estrictamente filosófica o
teológica incurre en inevitables y notorios sesgos subjetivos?
2- ¿Por qué es infundada, vista desde el horizonte cristiano, la creencia en que el
tratamiento de la religión desde la perspectiva fenomenológica, pueda desembocar en
un sincretismo indiferentista por el cual se concluya que todas las religiones son
iguales, puesto que ninguna es absoluta en último término?
3- ¿Qué utilidad presta la fenomenología de la religión en relación con los prejuicios
culturales y con los fenómenos sucedáneos (similares) de la religión?
4- ¿Cómo podría definirse, en una primera aproximación, la fenomenología de la
religión?
5- ¿Cuál es la razón por la cual es en Grecia donde se verifica por primera vez la
existencia de una incipiente “ciencia” de la religión, en contraste con la tradición de
Oriente que carece de ella?
6- ¿Cuáles son los rasgos característicos de la explicación racionalista de la religión?
7- ¿Cuáles son los presupuestos comunes a las primeras elaboraciones de la ciencia
de las religiones?
8- ¿Cuáles han sido los resultados positivos y el avance que todas las teorías
modernas sobre la naturaleza y el origen de la religión han aportado al conocimiento
del hecho religioso?
9- ¿Por qué la fenomenología de la religión es una disciplina muy útil para combatir el
reduccionismo en el estudio del hecho religioso?
10- ¿Cuáles son los presupuestos determinados de los que parte la fenomenología de
la religión para hacer su estudio del hecho religioso?
11- ¿Cuáles son los límites que impiden que la comparación, como paso necesario en
el método fenomenológico, se convierta en comparativismo?
12- ¿Cuáles son los sesgos en que incurre el comparativismo?
13- ¿Qué es lo que en últimas, pretende descubrir la fenomenología en relación con el
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hecho religioso al considerarlo en todas sus formas?
14- ¿Qué es lo que convierte a la descripción fenomenológica en verdadera
comprensión del hecho religioso?
15- ¿En qué consiste el último paso o momento importante en el método
fenomenológico?
16- Una vez considerado el método fenomenológico en todos sus pasos, ¿cómo podría
definirse o describirse finalmente y de forma resumida, la fenomenología de la
religión?
17- ¿Cuáles son los elementos comunes y las diferencias entre fenomenología de la
religión y las ciencias particulares de la misma?
18- Cuando decimos que la fenomenología de la religión se sitúa entre las ciencias de
la religión, por una parte, y la filosofía de la religión junto a la teología, por la otra;
¿Estamos afirmando que cada una de ellas es una etapa en el estudio de la religión?
Diga “si” o “no” y justifique su respuesta.
19- ¿Cuáles son los logros más recientes e importantes de la utilización del método
fenomenológico en el estudio de la religión?
20- ¿Cuáles son las dos clasificaciones o tipologías generalmente aceptadas por la
fenomenología de la religión, que hemos tenido en cuenta en nuestro estudio?
21- ¿Por cuál de las dos formas de acceder al estudio del fenómeno religioso opta la
fenomenología de la religión?
Recursos Adicionales:
1. Videos de clase elaborados por el profesor
Bibliografía Básica:
Rojas, Arturo. (2011). Creer y comprender. Barcelona, España: Editorial clie.
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Bibliografía complementaria:
Alonso, Felipe (2006). Sectas y sociedades secretas de la A a la Z. Madrid, España:
Editorial Espasa Calpe. S.A.
Criterios de Evaluación:
La adquisición de la terminología requerida para el módulo se comprobará
mediante preguntas de los conceptos a contestar por escrito al inicio de la
clase 2 la introducción y en la clase 3 el tema del método fenomenológico
y su aplicación.
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