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NOMBRE: JHONATAN MAMANI FECHA: 23 junio 2020

SUBRAYA, RESUME, SINTETIZA Y ELABORA UN ORGANIZADOR VISUAL DEL TEMA:

Hogares sin Dios

No llego discernir si es por causa de los cambios tecnológicos tan rápidos, o por la crisis
de valores morales que vive nuestra sociedad --o por ambas causas--, que el número de
familias divididas, de suicidios y violaciones se hayan incrementado de manera
geométrica en nuestra sociedad. Intuyo, que nos hemos olvidado de Dios, de quien nos
viene los principios morales. Estamos constatando este triste hecho cada vez más:
“hogares sin Dios”. Ante esta innegable realidad, los invito a caer en la cuenta del terrible
alcance de este hecho: hogares sin Dios.

Dios: el gran ausente


Me refiero al hogar moderno de hoy: hogares donde está todo presente, menos Dios.
Hogares cómodos, con todos los requerimientos que ofrece hoy en día la sociedad de
consumo: comida buena y abundante; armarios atiborrados de buena ropa y zapatos.
Buena biblioteca, computador, enciclopedias en CD-ROM, Internet. Ciencia, inglés,
libros, revistas, TV, cable, VHS, DVD, equipos de sonido y hasta una buena colección de
música selecta. Los mejores colegios y universidades para los hijos –que se merecen lo
mejor–. Vienen luego los deportes y el esparcimiento, que no pueden faltar en una
“buena” familia.
Pero, al mismo tiempo, hay una ausencia impresionante de todo lo religioso, sin que
parecieran darse cuenta el padre y la madre. Ya no cuelgan imágenes religiosas de las
paredes, ni del pecho de sus hijos. Las medallas cristianas se reemplazaron por signos del
zodiaco, cuarzos, figuras egipcias u otros amuletos. No aparecen libros espirituales por
ninguna parte; escasamente una Biblia de lujo. No se va a Misa desde hace ya varios años.
Los pretextos son infinitos. No se reza ni a la mañana ni al atardecer. No se habla de Dios
ni con Dios.

La consecuencia es el fracaso
¿Huyó Dios de nuestros hogares? o, más exactamente, ¿lo hicieron desaparecer todos esos
aparatos, intereses y preocupaciones? Si se les pregunta si creen en Dios, por supuesto que
la respuesta es afirmativa. Si son católicos, dirán «por supuesto que sí», añadiendo que son
“apostólicos y romanos”. Pero ahí va el pero que no suele faltar: «no somos rezanderos, ni
somos fanáticos, ni vamos a Misa porque...» y se toma cualquier disculpa –como por
ejemplo que los sermones son muy largos y aburridos, que no tienen tiempo, etc. etc. Y
ya hace 15 ó 20 años que no pisan una iglesia; éste es un hecho cierto, generalizado y
lamentable. ¡Hogares sin Dios!
-1-

Estos hogares ya no forman grandes personas, políticos notables, ciudadanos


comprometidos. No pasan de producir gente mediocre, profesionales egoístas que no
piensan más que en su bolsillo. Crean hijos incapaces de amar, de sacrificarse por la
persona amada, entonces, crece el número de matrimonios jóvenes fracasados.

La causa del problema


Cuando me buscan parejas sobre un conflicto agudo que surgió entre los dos o en la
familia, o sobre un hijo drogadicto o ladrón, o una hija adolescente embarazada, mi
pregunta es siempre la misma y lamentablemente la respuesta que obtengo también es la
misma y que no deseo escuchar: Y, ¿cómo anda la vida de fe en la familia? Algunas
parejas hasta se sienten ofendidas por la pregunta y hasta piensan que no tiene nada que
ver con el desmoronamiento familiar que están viviendo. Piensan que estoy cambiando el
tema o desviándolo a asuntos secundarios: En el colegio de monjas o curas –que tanto nos
cuesta pagar–, les hablan de Dios. Nosotros no tenemos tiempo. Y lamentablemente, lo
quieran reconocer o no, allí se encuentra la causa original del problema. Gastamos para
que nuestros hijos tengan la mejor alimentación, ropa y educación, pero descuidamos de lo
que se nutre su alma. Desinfectamos vasos y cubiertos para que nada contaminado entre
en su aparato digestivo, pero no hacemos lo mismo con los programas de televisión o
páginas de Internet que visitan y que entran a su corazón y espíritu.

La decisión es tuya
Queridos padres, de nada sirve una educación de “ISO 9002”, de la que salen nuestros
hijos muy bien informados pero en realidad, poco formados. El colegio y la universidad
les darán la información que necesitan para triunfar en el mundo laboral. Lástima que sea
corta para impedir sus fracasos en el campo sentimental, afectivo y familiar.
Decía nuestro Señor Jesucristo, con fuerte voz profética: “¿De qué le sirve al hombre
ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mc 8,36). Hoy podemos parafrasear ese texto y
decir: “¿De qué le sirve a una persona triunfar en su profesión, si fracasa en su hogar, con
su propia familia?”.

Queridos hermanos, no busquen causas exógenas para tratar de explicar el


desmoronamiento de nuestras familias, y menos aún le echemos la culpa a Dios. Él fue el
gran ausente, no porque Él lo haya querido, sino porque nosotros lo expulsamos de
nuestra familia. “Mira, yo estoy a llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la
puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Apc 3,20).

Ahora, la decisión es tuya. ¿Le abrirás la puerta? o ¿le seguirás culpando por los fracasos
en tu familia sin darle la oportunidad de entrar?

Tienes que escoger: si sigues teniendo un hogar sin Dios, o lo invitas a tu casa.
-2
Padre Carlos García Llerena

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