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NUESTRO SI AL SEÑOR.
Hechos 7, 20-42.45
20 En ese tiempo nació Moisés, que era muy hermoso delante de Dios. Durante
tres meses fue criado en la casa de su padre, 21 y al ser abandonado, la hija del
Faraón lo recogió y lo crió como a su propio hijo. 22 Así Moisés fue iniciado en
toda la sabiduría de los egipcios y llegó a ser poderoso en palabras y obras.
23 Al cumplir cuarenta años, sintió un vivo deseo de visitar a sus hermanos, los
israelitas. 24 Y como vio que maltrataban a uno de ellos salió en su defensa, y
vengó al oprimido matando al egipcio. 25 Moisés pensaba que sus hermanos iban
a comprender que Dios, por su intermedio, les daría la salvación. Pero ellos no lo
entendieron así. 26 Al día siguiente sorprendió a dos israelitas que se estaban
peleando y trató de reconciliarlos, diciéndoles: «Ustedes son hermanos, ¿por qué
se hacen daño?». 27 Pero el que maltrataba a su compañero rechazó a Moisés y
le dijo: «¿Quién te ha nombrado jefe o árbitro nuestro? 28 ¿Acaso piensas
matarme como mataste ayer al egipcio?».
29 Al oír esto, Moisés huyó y fue a vivir al país de Madián, donde tuvo dos hijos.
31 Moisés quedó maravillado ante tal aparición y, al acercarse para ver mejor, oyó
la voy del Señor que le decía: 32 «Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob». Moisés atemorizado, no se atrevió a mirar.
33 Entonces el Señor le dijo: «Quítate las sandalias porque estás pisando un lugar
sagrado. 34 Yo he visto la opresión de mi Pueblo que está en Egipto, he oído sus
gritos de dolor, y por eso he venido a librarlos. Ahora prepárate, porque he
decidido enviarte a Egipto».
35 Y a este Moisés, a quien ellos rechazaron diciendo: ¿Quién te ha nombrado
jefe o árbitro nuestro?, Dios lo envió como jefe y libertador con la ayuda del ángel
que se apareció en la zarza. 36 El los liberó, obrando milagros y signos en Egipto,
en el Mar Rojo y en el desierto, durante cuarenta años.
37 Y este mismo Moisés dijo a los israelitas: Dios suscitará de entre ustedes un
profeta semejante a mí. 38 Y cuando el pueblo estaba congregado en el desierto,
él hizo de intermediario en el monte Sinaí, entre el ángel que le habló y nuestros
padres, y recibió las palabras de vida que luego nos comunicó.
Palabra de Dios
Cuántas veces hemos estado en ese punto, en medio de una crisis de identidad,
hemos buscado pertenecer a algo incluso a costa de los demás. O hemos
experimentado la frustración de hacer mucho por las demás personas, y ver que
nuestro trabajo no es valorado, o es insuficiente. Cuantas veces esas cosas
adversas han sido más fuertes que nosotros mismos que incluso nos llevan a
olvidar lo que Dios ha hecho por nosotros desde niños.
Pero allí se hace presente Dios, que se complace en llegar como sorpresa a la
vida de las personas, justo cuando menos lo esperan. Leemos el llamado de Dios
que hace a Moisés, le invita a descalzarse, a despojarse de su comodidad, y
establece un diálogo con él. Recordemos que él buscaba su propia identidad, y
Dios se la revela, “Soy el Dios de tus Padres” y le da una nueva Misión; ve y libera
a mi Pueblo, que curioso, la misión que él quería hacer pero 40 años atrás y por
sus solas fuerzas.
Muchas veces nosotros también nos hemos conformado con algo que dista mucho
del proyecto de Dios sobre ti, también hemos huido de lo que somos, de las
consecuencias de nuestras decisiones y hemos buscado un lugar oculto, un nuevo
comienzo, lejos de Dios, lejos de todos… pues allí Dios llega, con la novedad que
nos arranca de nuestra antigua manera de vivir, porque Dios cuando se revela,
siempre nos deja una misión, desbordante.
En los últimos 40 años de su vida, Moisés descubre que su vida es un vivir para
los demás. Los encuentros de Dios con él se intensifican, guía a todo un pueblo
que le es rebelde, que se queja, que no ama a Dios que los liberó. En varios
momentos tendrá que hacer de intermediario entre Dios y el Pueblo.
Aprenderá a soportar con paciencia los tropiezos del mismo pueblo, experimentará
el dolor de ser rechazado e ignorado, tendrá un largo caminar de 40 años en esa
situación, todo para llevar al Pueblo de Dios a la tierra de promisión.
Justo cuando la contempla a lo lejos Dios le dice que él no entrará, será Josué
quien lleve al Pueblo a la posesión de la tierra prometida. Tanto caminar y
soportar, con la promesa de llegar a la tierra y Dios decide que no entrará…
Moisés no dice nada, ¿por qué ese silencio? Ha descubierto que él es tierra
prometida, después de todo el proceso que Dios llevó con él, y no necesita de un
espacio geográfico para saberse propiedad de Dios.
Nosotros también hemos tenido esos momentos de lucidez, donde nos hemos
vuelto aliados de Dios, intercesores de nuestros hermanos, hemos soportado
varias adversidades y la recompensa no nos ha tocado disfrutarla… pero qué
importa, si nos hemos convertido en tierra santa.