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ABRAHAM

Génesis 18, 1-5


Este texto del libro del Génesis narra el episodio de Abraham y de los tres misteriosos huéspedes en
la encina de Mambré. Dios sale a nuestro encuentro, bajo la apariencia de los tres extranjeros de
paso. Ante esas tres personas, Abraham, nuestro padre en la fe, experimentó de modo profundo la
presencia del Dios único. La hospitalidad encuentra su plenitud en Cristo, que acogió en su persona
divina nuestra humanidad, convirtiéndose, como se expresa la liturgia, en «huésped y peregrino en
medio de nosotros» (Misal romano, prefacio común, VII).

Abraham: el hombre al que Dios quiere encontrar

Cuando Dios lo llama, Abraham se pone en camino “como se lo había dicho el


Señor”: todo su corazón “se somete a la Palabra” y obedece. La escucha del
corazón a Dios que llama es esencial a la oración, las palabras tienen un valor
relativo. Por eso, la oración de Abraham se expresa primeramente con hechos:
hombre de silencio, en cada etapa construye un altar al Señor. Solamente más
tarde aparece su primera oración con palabras: una queja velada recordando a Dios
sus promesas que no parecen cumplirse. De este modo surge desde los comienzos
uno de los aspectos de la tensión dramática de la oración: la prueba de la fe en
Dios que es fiel.

Habiendo creído en Dios, marchando en su presencia y en alianza con él, el


patriarca está dispuesto a acoger en su tienda al Huésped misterioso: es la
admirable hospitalidad de Mambré, preludio a la anunciación del verdadero Hijo de
la promesa. Desde entonces, habiéndole confiado Dios su plan, el corazón de
Abraham está en consonancia con la compasión de su Señor hacia los hombres y
se atreve a interceder por ellos con una audaz confianza.

(Catecismo de la Iglesia Católica 2570-2571)

Si Dios está pasando es para que lo acojamos: "No pases, te ruego, sin detenerte"

El episodio de la hospitalidad concedida por Abraham a los tres misteriosos personajes enviados
por el Señor, los cuales, según una antigua interpretación, son incluso una imagen de la Santa
Trinidad, nos enseña que también con nuestros trabajos diarios más pequeños podemos
servir al Señor y estar en contacto con El. Recordamos la célebre máxima de San Benito:
"Reza y trabaja", Ora et labora! Estas palabras contienen un programa entero: no de oposición,
sino de síntesis; no de contraste, sino de fusión entre dos elementos igualmente importantes (cf.
Juan Pablo II, 20-VII-80).

El fruto del paso de Dios: la Promesa

Acogiendo al Señor, acogemos la promesa de que tendremos un verdadero heredero.

"El relato subraya el efecto de la visita divina, que hace fecunda una unión
conyugal, hasta ese momento estéril. Creyendo en la promesa, Abraham llega a ser
padre contra toda esperanza, y padre en la fe porque de su fe desciende la del
pueblo elegido."
(cf. Juan Pablo II, 6-III-96).

Podríamos preguntarnos, ¿acaso es necesaria una promesa? ¿qué promete Dios?

En sentido místico, la incapacidad de Abraham de tener un hijo puede equipararse a la esterilidad


causada por el pecado:

Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo "a imagen
de Dios", a imagen del Hijo, pero "privado de la Gloria de Dios", privado de la
"semejanza". La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación,

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al final de la cual el Hijo mismo asumirá "la imagen" y la restaurará en "la
semejanza" con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu "que da la Vida"

(Catecismo de la Iglesia Católica 705).

Sin embargo, Dios no nos deja en el pecado y en la muerte, la Promesa es Cristo:

Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abraham una descendencia, como
fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo. En ella serán bendecidas todas las
naciones de la tierra. Esta descendencia será Cristo en quien la efusión del
Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios dispersos".
Comprometiéndose con juramento, Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado y al
don del "Espíritu Santo de la Promesa, que es prenda ... para redención del Pueblo
de su posesión".

(Catecismo de la Iglesia Católica 706).

No por casualidad...

Abraham sabe leer los acontecimientos de la historia desde la fe, y sabe que ese encuentro no es
casual. Todo lo que nos sucede está inscrito en un plan de salvación de Dios, lo cual no significa
que seamos como máquinas teledirigidas. Dios tiene un plan de salvación para cada uno, pero el
dejar que ese plan se cumpla, o rechazarlo, depende de nuestra libertad.

"Dios nos ama. Ésta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo
demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el
origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios. Permanecer en
su amor significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple
aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que
nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas
que se saben amadas por Dios".
(Benedicto XVI, 20-VIII-2011).

“Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la
convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad;
toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la
Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta
una coherencia perfectamente ensamblada”

(Santa Teresa Benedicta de la Cruz - Edit Stein).

Iconografía

La iconografía de la tradición cristiana ortodoxa ha visto aquí el misterio de la Trinidad, e incluso


de la Eucaristía, ante los dones que ofrece Abrahán. Todo ello se ha reproducido en el
incomparable icono de Andrei Rublev, culmen de la pintura rusa. Rublev fue uno de los santos
artistas cuya creatividad era fruto de profunda contemplación, de oración y de ayuno. A través de
su obra se manifestaba la gratitud del alma al Dios invisible que concede al hombre representarlo
de modo visible.

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Nota a los salmistas: El objetivo de estos documentos es ayudar al salmista a profundizar en el


canto. Os rogamos no usarlo para dar una larga catequesis sobre el canto a la asamblea.
Estos escritos podrían no obstante darnos alguna idea clave para transmitirla a la asamblea,
según el contexto de la celebración litúrgica, con la intención que ésta sea un verdadero
encuentro con Cristo resucitado.

Este y otros comentarios en: http://www.cruzgloriosa.org/cantos/comentarios


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