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ISSN: 1657-1215
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RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO
POR EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA, EN
MATERIA CONTRACTUAL
CONTENIDO:
Origen de la institución
Alcance de la expresión “hecho cumplido” y supuestos bajo los cuales
se identifican ciertos hechos
Supuestos de responsabilidad patrimonial del enriquecido
sin causa justificada
Acción judicial procedente para reclamar el pago a cargo del
enriquecido sin causa justa
La condena en favor del empobrecido sin causa adecuada 11
1. Origen de la institución
Uno de los problemas clásicos de la contratación estatal -y también del derecho
civil-, cuyo análisis realizaremos en este lugar, tiene que ver con los denominados
“hechos cumplidos”, que generan el “enriquecimiento sin causa”. Alrededor de estos
temas ha discurrido mucho la jurisprudencia del Consejo de Estado, creando una
figura bastante definida desde el punto de vista de sus elementos y requisitos, pero
también contradictoria, a la hora de precisar los supuestos a los cuales aplica.
Sin embargo, se debe tener presente que no se trata de una institución creada por
el derecho público, sino al interior del derecho privado, que desde hace siglos formu-
ló el principio según el cual: “a nadie le está permitido enriquecerse sin causa justa”.
No obstante, es bueno concretar varias nociones que caracterizan el origen de
la figura, así como su evolución normativa y jurisprudencial.
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO POR EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA...
En primer lugar, el enriquecimiento sin causa y la actio in rem verso son dos
instituciones distintas, cuya diferencia se concreta en la idea de que el enrique-
cimiento sin causa es un principio general de derecho, que prohíbe incrementar
el patrimonio sin razón justificada; mientras que la actio in rem verso es la figura
procesal a través de la cual se maneja la pretensión que reclama los efectos de la
vulneración de dicho principio general.
La prohibición del enriquecimiento ilícito tiene soporte en el artículo 8 de la
ley 153 de 1887, en virtud del cual:
“Cuando no haya ley exactamente aplicable al caso controvertido, se aplicarán las leyes
que regulan casos o materias semejantes, y en su defecto la doctrina constitucional, y las
reglas generales del derecho”.1
De esta manera, el origen de la figura ha sido doctrinario y jurisprudencial,
pues, como puede verse, la norma no contempla de manera expresa la institu-
ción, pero han sido estas otras fuentes del derecho quienes han formulado la
regla, tal como se conoce hoy en día. Sin embargo, con el paso del tiempo, el
derecho comercial positivizó la figura en el artículo 831, de la siguiente manera:
“Nadie podrá enriquecerse sin justa causa a expensas de otro”.
No obstante, ni el derecho civil ni el derecho administrativo han consagrado
12 normas similares, lo cual no ha constituido un obstáculo para que éste último la
utilice: i) en unos casos por analogía, ii) en otros por aplicación directa del art.
831 –como en materia contractual, pues la ley 80 de 1993 remite expresamente
al derecho privado para su complementación-, iii) en otros de forma directa de
los principios generales del derecho y, finalmente, iv) en virtud de la jurispruden-
cia, que es fuente del derecho –art. 230 CP. -.
Como se advierte, se tiene claridad con respecto a la aplicación de este princi-
pio general del derecho, pero las razones que a lo largo de los años han decidido
las cosas así varían sustancialmente. Sin embargo, hasta ahora no se ha consi-
derado la razón por la cual existe la figura que prohíbe el enriquecimiento sin
causa. Al respecto se puede decir que se dan varias justificaciones:
De un lado, la equidad, pues esta manda que los derechos y las obligaciones
entre las personas, en sus relaciones, se desarrollen de manera armónica, y ajus-
tando las cargas entre estos de forma proporcionada. Pues bien, para la equidad
1 Colombia. Esta norma fue demandada ante la Corte Constitucional, quien la declaró exequible mediante
el fallo No. D-665, del 1o. de marzo de 1995, con Ponencia del Magistrado Carlos Gaviria Díaz
Enrique Gil Botero
resulta inadmisible que una persona se empobrezca a causa de otra, sin que esta
esté dotada de un título suficiente que justifique su enriquecimiento.
De otro lado, y recientemente, el art. 95 CP., se formuló como un derecho
constitucional sobre el cual puede descansar este principio general del derecho.
En virtud de esta norma, que consagra los deberes y las obligaciones de las per-
sonas, los colombianos deben respetar los derechos ajenos y no abusar de los
propios –numeral 1-.
Pues bien, lo cierto en todo esto es que se puede constatar que tanto la jus-
ticia civil como la administrativa se han servido de este principio general del
derecho para resolver supuestos en los cuales una persona se enriquece a costa
de otra, sin causa justificada para ello. Esta situación, sin embargo, no ha tenido
desarrollos uniformes en una y otra jurisdicción, desde el punto de vista de los
elementos y requisitos de la figura, conforme lo analizaremos más adelante.
Pese a lo anterior, sí es bueno precisar, en este momento, que en materia con-
tractual, o por lo menos en relación con hechos que afectan la normatividad que
rige los contratos estatales, han existido normas que inciden sobre la figura del
enriquecimiento sin causa y la actio in rem verso. Se trata de disposiciones que han
prohibido ejecutar contratos estatales sin el cumplimiento de ciertos requisitos
esenciales, o de normas que prohíben el pago de hechos cumplidos, es decir, de 13
situaciones que ocurren de facto, o sea sin la observancia de los preceptos que
regulan la materia. Tal es el caso del art. 202 del decreto 150 de 1976, que prohi-
bía ejecutar contratos no perfeccionados:
“Art. 202.- De la prohibición de ejecutar contratos no perfeccionados. Solo podrá iniciar-
se la ejecución de los contratos que estuvieren debidamente perfeccionados. En consecuen-
cia, con cargo a los convenios a que se refiere el presente decreto no podrá pagarse suma
alguna de dinero ni el contratista iniciar labores, mientras no se haya dado cumplimiento
a los requisitos y formalidades que en este estatuto se establecen”.
La misma norma se contempló el art. 299 del Decreto 222 de 1983:
“Sólo podrá iniciarse la ejecución de los contratos que estuvieron debidamente perfec-
cionados. En consecuencia, con cargo a los convenios a que se refiere el presente estatuto
no podrá pagarse o desembolsarse suma alguna de dinero ni el contratista iniciar labores,
mientras no se haya dado cumplimiento a los requisitos y formalidades que en este estatuto
se establecen”.
Por su parte, menos exigente que las dos normas anteriores, porque no impu-
so el castigo de que no se pudieran pagar los trabajos ejecutados sin contrato, no
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“Igualmente, estos compromisos deberán contar con registro presupuestal para que los
recursos con él financiados no sean desviados a ningún otro fin.
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“En este registro se deberá indicar claramente el valor y el plazo de las prestaciones a
las que haya lugar. Esta operación es un requisito de perfeccionamiento de estos actos
administrativos.
“Cualquier compromiso que se adquiera con violación de estos preceptos creará res-
ponsabilidad personal y pecuniaria a cargo de quien asuma estas obligaciones (Ley
38/89, artículo 86, Ley 179/94, artículo 49).” (Negrillas fuera de texto)
Esta norma es, hoy en día, la fuente de la interpretación del tema de los he-
chos cumplidos, es decir, de la discusión acerca de si la administración debe pa-
Enrique Gil Botero
También ha dicho la Sala Civil de la Corte que la acción in rem verso no procede
si existe otro medio de defensa, es decir que tiene carácter subsidiario –senten-
cia de casación de octubre 6 de 1937-
ción del demandante. La acción utilizada no es la que afirma el demandante, por su deno-
minación, sino la que se deduce de los hechos y de las pretensiones, en forma concurrente.
“Por consiguiente: unos hechos de eminente contenido contractual y unas invocaciones
de derecho, dadas por el propio demandante, conducen a la Sala a interpretar la deman-
da, para efecto de determinar cuál es el término legal para demandar.
“Si el actor alude a que no ha recibido pago de unas prestaciones contractuales satis-
fechas por él, emanadas de unas órdenes de trabajo y que tal conducta, omisiva de pago,
da lugar a la acción prevista en la ley 80 de 1993, artículos 50 y 55, no existe espacio
para dudar, por esas características que él destaca, que la acción que promovió sí fue la
contractual”.
En otro caso se abordó el mismo problema, es decir, el de la acción procesal a
que da lugar un negocio suscrito pero no perfeccionado. En esta ocasión lo que
ocurrió fue que se suscribió un contrato, pero no se cumplieron los requisitos
de perfeccionamiento –faltó la aprobación del mismo por parte de la Superin-
tendencia, exigencia establecida en su momento para ciertos contratos-. Ante la
duda acerca de la acción procedente dispuso la Sección Tercera que:
“En este orden de ideas, el criterio que ha orientado la calificación de la acción es la
existencia de un contrato, así se haya frustrado su perfeccionamiento para ejecutarlo vá-
lidamente. De tal manera que aquellas actividades que realizan los particulares para la
administración pública y que debieron enmarcarse en una relación contractual pero que
18 no se hicieron, pueden orientarse por la vía de la reparación directa siempre y cuando se
den los presupuestos de la teoría del enriquecimiento sin causa: un enriquecimiento de la
parte beneficiada; un correlativo empobrecimiento de la parte afectada; una relación de
causalidad y la ausencia de causa jurídica. En tanto que cuando el contrato existió
así no se haya perfeccionado, ese acuerdo de voluntades como convenio jurídico
celebrado, puede derivar responsabilidad de la administración por la vía de la
acción de controversias contractuales, la cual como se sabe puede dirigirse a que se
declare la existencia, nulidad o incumplimiento de un contrato, las declaraciones, conde-
nas o restituciones consecuenciales, su revisión y al pago de perjuicios y condenas de todo
orden derivadas de la ejecución de un contrato estatal (art. 87 c.c.a).” (Negrillas fuera de
texto) -sentencia de 6 de abril de 2000. Exp. 12.775. CP. Ricardo Hoyos Duque-
“d) Ausencia de causa, es decir, que ese enriquecimiento no tenga justificación de ningu-
na naturaleza, porque si la tiene, no se podría estructurar la figura;
“e) Que el demandante no pueda ejercer otra acción diferente.” (Sentencia de septiembre
6 de 1991. Exp. 6306. CP. Daniel Suárez Hernández).4
Atendiendo a estos requisitos, es necesario, en primer lugar, que exista un
enriquecimiento a favor de una parte de la relación, lo cual se representa en que
se aumente su patrimonio, como consecuencia de la actividad realizada por otra
persona a favor suyo. Ese enriquecimiento no significa, necesariamente, que
efectivamente se vuelva rico, sino, sencillamente, en que se incrementen sus bie-
nes sin razón alguna.
En segundo lugar, se ha debido empobrecer la otra persona, es decir, que se vea
disminuido su patrimonio, como consecuencia de desprenderse, en favor de otro,
de bienes, esfuerzos o servicios que no le son recompensados, con el valor que
el mercado tiene de ellos. Y de la misma manera que se señaló frente al requisito
anterior, el empobrecimiento no significa que la persona se desplome económi-
camente; tan sólo requiere que vea disminuido su patrimonio, injustificadamen-
4 Por su parte, la doctrina señala que el enriquecimiento sin causa “Se presenta en
todas aquellas hipótesis de acrecentamiento del patrimonio de una persona a expen-
sas del patrimonio de otra, sin que este desplazamiento de valores obedezca a una
20 causa jurídica justificativa. Claro es que tal situación está condenada por el derecho
y la equidad; pero esta circunstancia no autoriza, en manera alguna, la confusión del
enriquecimiento sin justa causa con el delito o cuasidelito. Baste tener en cuenta que
el enriquecimiento sin causa puede provenir de un hecho lícito para comprender que
esta figura o situación es diferente de las que se origina en un hecho delictuoso o
culposo que causa perjuicio a otra persona. Por ejemplo, en la accesión de una cosa
mueble a otra por adjunción o por mezcla del dueño de la cosa principal se hace due-
ño de la accesoria, con la obligación de pagar el valor de esta a su antiguo propietario,
y es posible que la accesión se haya verificado a consecuencia de un hecho físico o de
un hecho voluntario ejecutado sin culpa ni dolo algunos. Tampoco hay hecho ilícito
en la agencia oficiosa, ni de parte del gestor ni de parte del dueño del negocio, y,
sin embargo, este puede resultar obligado a indemnizar a aquel por la aplicación del
principio del enriquecimiento sin justa causa.
“Lo que sí se puede afirmar es que el enriquecimiento sin causa entra en la categoría del hecho jurídico, por
cuanto la obligación a cargo que se ha enriquecido proviene de acto ejecutado por este con la intención
directa y reflexiva de obligarse, pues, aun en el caso de que el enriquecimiento provenga de un hecho
voluntario suyo, como el de recibir el pago de lo no debido, mal puede decirse que al hacerlo haya tenido
la intención de obligarse a restituir. De suerte que el acto en cuestión es un hecho jurídico respecto de
la obligación que genera.” (subrayas fuera de texto) - OSPINA Fernández, Guillermo. Régimen General de
las Obligaciones. Ed. Temis, Bogotá, págs. 42 a 43-
Enrique Gil Botero
Desde la década de los años 80 hasta 2006, la Sección Tercera del Consejo de
Estado reconoció, invariablemente, la obligación del Estado de indemnizar a los
particulares que prestaban servicios a favor de las entidades estatales, sin que
mediara contrato que regulara dicha relación, pero que, al fin y al cabo, habían
trabajado en favor suyo.
La discusión que se planteaba ante la jurisprudencia, reiteradamente, era la
ejecución de actividades sin contrato, en cuyo evento la constante fue hacer res-
ponsable al Estado por el daño causado. Tal fue la situación analizada en un
caso en que una empresa de vigilancia privada prestó sus servicios a una entidad
estatal, toda vez que había vencido el plazo del contrato de la anterior empresa
y era necesario custodiar los bienes de la misma, ante el peligro que corrían de
no contar con vigilancia –sentencia de 11 de diciembre de 1984. Exp. 4070. CP.
Carlos Betancur Jaramillo-. 6
Fue así como, la entidad se negó a pagar el valor del servicio, razón por la cual
la empresa de vigilancia demandó alegando el enriquecimiento sin causa, y la
Sección Tercera consideró que:
“Para la Sala el asunto es claro. Todo da a entender que la actora prestó el servicio en el
período cuestionado por el llamado de la entidad demandada del 13 de mayo de 1982. Su
acatamiento obedeció a la situación de emergencia que vivía en el momento ADPOSTAL.
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“Por lo demás, el problema de fondo tampoco es nuevo para esta Sala. Efectivamente
como lo sostiene la demandante, en sentencia de marzo 9 del presente año se decidió asun-
to similar con fundamento en la institución jurídica del enriquecimiento sin causa.
“Y como en el caso decidido, en el presente se dan todos los elementos tipificantes de la
actio in rem verso. Se produjo un enriquecimiento de ADPOSTAL, ya que recibió un servi-
6 La sentencia sintetizó los hechos del caso concreto de la siguiente manera: “a) Que
acatando la solicitud de AD - POSTAL el 13 de mayo de 1982, la demandante inició el
servicio de vigilancia en las oficinas del Instituto que funcionan en Bogotá, Barran-
quilla, Bucaramanga, Cali y Manizales.
“b) Que la administración lo hizo movida por la situación de emergencia que se le había
creado a raíz de la terminación del contrato de vigilancia celebrado entre ADPOSTAL
y ASOSECOL y que dejó los bienes estatales en total desprotección a partir del 15 de
mayo de 1982.
“c) Que el servicio fue prestado desde el 16 de mayo hasta el 25 de agosto de ese año, tal como se desprende
de las constancias y los reconocimientos hechos por ADPOSTAL, sin observación y a satisfacción. Prueba
de ello es que la misma firma prestó el servicio de vigilancia a partir de esta última fecha, pero ya con
contrato debidamente celebrado”.
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do, según la cual no procede la actio in rem verso si quien la alega ha contravenido
normas imperativas -en este caso, las del decreto 150 de 1976, que indican que
para ejecutar un contrato se debe celebrar previo proceso de selección y perfec-
cionar debidamente-.
La Sección Tercera lo que analizó y halló probado fue que se enriqueció el
Estado, que se empobreció la empresa y que existió una relación de causalidad
entre los dos elementos. Además, destacó que el Estado fue quien propició la
situación, pidiéndole al particular que prestara el servicio. En este sentido, ex-
puso que “La situación de hecho, como se explicó, la creó la demandada, la que en todo
momento fue consciente de que sólo así podía sortear la falta de vigilancia”-, lo cual le
impide negar luego el pago correspondiente.
Incluso, la Sección Tercera destacó, como justificando administrativamente
a la entidad estatal, que si no actuaba así se desprotegían bienes valiosos del
Estado. Fue así como señaló que la entidad “… no tenía otra alternativa de servicio
que evitara los daños irreparables que su conducta pasiva de seguro hubiera producido en
los bienes sometidos a su custodia. Trató por ese medio de salvar una situación de emer-
gencia, con la persona más indicada para el efecto y que estaba más a la mano, cual era
Madriñán, Micolta y Compañía Ltda. -PATROL-…”
A la misma conclusión llegó posteriormente la Sección Tercera –en la sen- 25
tencia de 3 de julio de 1990, exp. 5.579. CP. Carlos Betancur Jaramillo-, cuando
conoció de un caso donde la entidad estatal no celebró un contrato adicional
para complementar unas obras que se requerían para que el contratista pudiera
ejecutar adecuada y oportunamente los trabajos contratados.
En esa ocasión, según lo demostrado, la entidad también fue quien le pidió al
contratista que ejecutara los trabajos, pero luego se abstuvo de pagarlos. Señaló
la Sala, reiterando la tesis antes expuesta, que si la administración no pagaba se
configuraba un enriquecimiento sin causa, por las siguientes razones:
“Lo precedente pone en evidencia que los funcionarios aludidos comprometieron la res-
ponsabilidad directa del ente demandado. No sería justo que con el argumento de la fis-
calía (la incompetencia de los funcionarios que ordenaron la adecuación del terreno para
celebrar contratos) nada pudiera reclamar la contratista, la que no actuó motu proprio o
por su propia iniciativa, sino por orden del ente demandado, a instancias de los funciona-
rios competentes para manejar la ejecución del contrato a nombre del municipio; reclamo
que sin esfuerzo alguno encuentra su justificación en la equidad y su respaldo en la tesis del
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enriquecimiento sin causa. Tesis que en subsidio y a falta de una acción de tipo contractual
específica respalda con creces la pretensión de la demandante.
“La Sala estima que la vía utilizada en el presente asunto para solucionar la adecuación
del terreno, si bien no fue muy ortodoxa ya que debió celebrarse otro contrato directamen-
te con la entidad pública, en la realidad resultó ser la salida más adecuada desde el punto
de vista de una sana administración; la que requería, con urgencia, la estación escuela de
bomberos del sector sur de Medellín, uno de los más densamente poblados en el área me-
tropolitana. De no haberse buscado esa solución el problema hubiera sido peor, no sólo;
porque el Municipio habría entrado en incumplimiento desde la iniciación del contrato 127
de 1.981 y comprometido su responsabilidad contractual por un mayor valor, sino porque
no habría podido ejecutarse la obra con la premura que las exigencias del buen servicio
imponía.
“Ha dicho esta misma Sala que cuando debiéndose celebrar otro contrato o uno adicional
no se celebra y pese a ello la obra se ejecuta a entera satisfacción de la entidad propietaria de
la misma, el asunto puede manejarse con la tesis del enriquecimiento sin causa, sin violentar
los principios que gobiernan las controversias contractuales, tal como lo expresó claramente la
demanda en su hecho décimo segundo”.
Esta providencia tiene unos rasgos en su análisis jurídico del caso concreto
similares a la anterior providencia citada, por los siguientes aspectos: i) destaca
que la administración fue quien le pidió al contratista que ejecutara algunas ta-
26 reas adicionales sin suscribir el contrato –incluso quien lo hizo no fue el repre-
sentante legal de la entidad-, de manera que el contratista no actuó por mera
liberalidad; ii) también justifica, por razones administrativas, el comportamiento
de la administración, al punto de indicar que fue un decisión adecuada o buena
para evitar las emergencias que tenía la ciudad. En otras palabras, la Sección in-
observó la norma contractual que prohíbe pagar un contrato no perfeccionado,
y iii) finalmente, funda en la justicia y la equidad el deber que tiene el Estado de
pagar por la ocurrencia de este tipo de hechos.
Sin embargo, esta misma providencia deja ver que la actio in rem verso procede
i) cuando no se celebra un contrato o ii) cuando no se adiciona uno celebrado.
Este interesante apunte perfecciona la distinción de los hechos cumplidos hecha
anteriormente.7
7 En otra ocasión ya había señalado la Sala que las actividades adicionales que no cons-
tan en un contrato adicional se deben reclamar a través de la actio in rem verso. En tal
ocasión se indicó:
“En suma, cuando las obras encajan dentro del objeto del contrato, las acciones derivadas de su ejecución y
cumplimiento son típicamente contractuales. En cambio, cuando ciertas obras no quedan comprendidas en
él y se ejecutan a instancia de la entidad pública y bajo su apremio, ese exceso no tiene su respaldo en un
Enrique Gil Botero
contrato y su controversia no debe ser contractual. Por lo menos este ha sido el manejo de esta Sala, mayo-
ritariamente, con la salvedad de señor Consejero Valencia Arango, quien insiste en su tesis, ha venido dando
a tales situaciones con apoyo en “la actio in rem verso.” En otras palabras, cuando debiéndose celebrar el
contrato adicional no se hace y pese a eso se ejecutan las obras, la controversia, de contenido indemnizato-
rio, encuentra su apoyo en el enriquecimiento incausado.” (Negrillas fuera de texto) –sentencia de agosto
6 del mismo año 1987, exp. 3886. Actor: Conic Ltda.-
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con las normas sobre contratación administrativa, que se les reconozca el pago de lo que
hicieron, pero que en puridad de verdad no han debido hacer. Como lo enseña el Profesor
JEAN CARBONNIER, los amigos del NO DERECHO tienen necesidad de regresar a él para
pedir que se aplique en todo su universo. Por ello el ilustre maestro recuerda:
(…)
“F) A manera de pedagogía jurídica y judicial, y para que las pautas jurisprudencia-
les puedan ser manejadas con todo su universo, la Sala desea recordar que la teoría del
enriquecimiento sin causa no puede ser invocada” (sic) como fuente de obligaciones, sin
reflexionar a fondo sobre la realidad fáctica que le sirve de apoyo. Con esto se quiere signi-
ficar que la administración y el particular no pueden poner en marcha, a cada momento,
relaciones de hecho, para eludir la normatividad sobre contratación administrativa, y con
la mira puesta en que posteriormente se impetrar de la justicia el reconocimiento econó-
mico correspondiente, gracias al ejercicio de la ACTIO IN REM VERSO…”
Según se señaló, esta tesis finalmente no se aplicó al caso concreto, de ma-
nera que sólo quedó escrita como teoría o doctrina jurídica, pues, se insiste, el
proceso se falló declarando la caducidad de la acción.
Sin embargo, lo determinante de esta postura teórica es que contempló la
posibilidad de no reconocer pago alguno al particular que se encuentre en las
hipótesis señaladas –llamadas del No derecho-, es decir, que la actitud de incurrir
en conductas de hecho, que eluden la normatividad, no merecen protección a
30 favor de quienes incurren en ella.
No obstante, se echa de menos que la sentencia no haya considerado si en
un caso como estos la respuesta es la misma cuando el particular participa de
la violación a la ley o si no participa de ella; en otras palabras, si el particular, a
sabiendas, ejecuta los actos o hechos por los que luego reclamará su pago, o si
acaso desconoce que vulnera las reglas positivas establecidas.
Téngase en cuenta que en los casos analizados hasta ahora el particular ha
sido visto por el juez como un sujeto inducido, invitado o llevado por la propia
administración a actuar del modo que le fue solicitado, de manera que no se con-
sideró que hubiera actuado con dolo o culpa.
No obstante, en otra caso fallado en el mismo año 1991 –sentencia de sep-
tiembre 6, exp. 6306. CP. Daniel Suárez Hernández-, la Sala protegió a una em-
presa privada porque le prestó a la entidad estatal un servicio, sin pagarlo. Se
trataba del mantenimiento a unas máquinas de escribir, para lo cual la entidad
había solicitado la oferta respectiva, pero luego no tramitó el contrato corres-
Enrique Gil Botero
8 Colombia. En este sentido puede consultarse también la sentencia de 8 de mayo de 1995 –exp. 8118. CP.
Juan de Dios Montes-, la cual hace alusión a estos elementos: “La Sala, de tiempo atrás, ha utilizado el
principio del no enriquecimiento sin causa como fundamento de la responsabilidad patrimonial del Esta-
do en casos como el que aquí se juzga, siempre y cuando se reúnan exigencias tales como la existencia de
un enriquecimiento de la entidad pública y un correlativo empobrecimiento del demandante que carez-
can de causa jurídica, la buena fe en la actuación y la inexistencia de otra acción que permita reclamar la
indemnización por el menoscabo patrimonial sufrido. Sobre estas bases se ha edificado la procedencia
de la actio in rem verso”.
9 De igual manera, también la Corte Constitucional –apoyada en la Corte Suprema de Justicia- ha señalado
que los requisitos son 3: “La Corte Suprema de Justicia determinó que para que haya enriquecimiento
sin causa se requiere que un patrimonio reciba un aumento a expensas de otro, sin una causa que lo
justifique. Son tres, entonces, los requisitos que a su juicio deben probarse para que se declare la exis-
tencia de un enriquecimiento de esta índole y se ordene la devolución de los bienes correspondientes:
1) un enriquecimiento o aumento de un patrimonio; 2) un empobrecimiento correlativo de otro, y 3) que
el enriquecimiento se haya producido sin causa, es decir, sin fundamento jurídico”. –sentencia T-219 de
1995-
Enrique Gil Botero
“En esas condiciones es claro que las obras ejecutadas eran a todas luces necesarias para
la preservación de la obra pública. Los trabajos que fueron ordenados por el Director del
Distrito No. 13 de Carreteras del Ministerio de Obras Públicas y Transporte; se ejecuta-
ron siguiendo las directrices y bajo la directa supervisión y control de dicho Ministerio y
continúan beneficiando y prestando servicio; una vez entregadas y la entidad las recibió a
entera satisfacción mediante las actas Nos. 1 de mayo y 2 de junio ambas por valor de $
5.404.147,95 y $3.066.075,11, en su orden (fl s. 155 y 156).
“El daño que afectaba al puente representaba una verdadera emergencia que era ne-
cesario superar en tiempo de verano sin que hubiese lugar a posponerla por el fuerte y
prolongado invierno que sobrevenía en la región. La totalidad de las labores y los costos
que ellas representaron, fueron acometidos con recursos propios del actor, que por
carencia de respaldo, contractual no le pudieron ser reconocidos por el ministerio.
“Es claro, entonces, que la entidad pública que ordenó la ejecución de los trabajos y
recibió, a satisfacción, la obra, final, y que, por lo mismo, acreció con ella su patrimonio
y evitó problemas mayores al servicio público, fue la Nación por intermedio del entonces
denominado Ministerio de Obras Públicas entidad que, por lo tanto deberá correr con los
costos de la condena que se hará en este fallo”.
Un caso relativamente parecido se decidió en 1995 -sentencia de 8 de mayo.
Exp. 8118. CP. Juan de Dios Montes-, cuando el actor discutió que había celebrado
un contrato, y que durante su ejecución se presentaron dificultades en la cons-
36 trucción imputables a la entidad que hacía necesaria la ejecución de otras obras,
solicitadas por la misma administración, pero que luego de construidas, y mien-
tras se trataba de perfeccionar el contrato adicional correspondiente, finalmente
se negó el pago.
En este caso consideró la Sección Tercera que el enriquecimiento del Estado
carecía de justificación, pues atentaba contra la justicia -como valor supremo del
ordenamiento jurídico- soportar que el Estado ordene ejecutar obras o trabajos,
y luego niegue su pago.10
10 Por ello se indicó que: “Los hechos descritos muestran con claridad que existió un
desplazamiento patrimonial de la sociedad actora hacia el SENA, consistente en la
construcción de unas obras adicionales, cuyo pago no fue posible por la no suscrip-
ción del contrato adicional correspondiente y la no previsión del contrato original
sobre el particular; tal fenómeno generó, por acrecimiento, un incremento en el pa-
trimonio de la entidad pública y un empobrecimiento correlativo de la sociedad acto-
ra.
“La misma relación indica que la conducta de la demandante al realizar la aludida cons-
trucción adicional estuvo asistida de la más absoluta buena fe y con el exclusivo pro-
Enrique Gil Botero
“Si bien se demostró en el proceso que la recepción de los servicios de aseo y jardinería
realizados en las sedes de CAPRECOM, no estuvo precedida de una causa jurídica eficiente
(contrato estatal),12 dicha ausencia partió de un desconocimiento deliberado por las partes
de normas de derecho público, como las que hacen del contrato estatal un acto solemne. Se
debe recordar que si bien la Ley 80 de 1993 permite la realización de contratos sin formali-
dades plenas (Art. 39), dicha posibilidad se encuentra sujeta a la ocurrencia de condiciones
referentes al valor contratado y a que el representante legal de la entidad contratante así
lo requiera, situaciones que no fueron demostradas en el proceso.
“Además de que la ignorancia de la ley no justifica su incumplimiento, la sociedad INTE-
RASED Ltda. ya había celebrado un contrato con la demandada, en el cual se reconocieron
muchas de las normas inherentes a la contratación administrativa, que fueron obviadas al
momento de aceptar prestar un servicio sin que existiera un contrato administrativo de por
medio, o aunque sea, que se hubiera configurado algunas de las causales para realizar un
contrato sin el lleno de las formalidades ordinarias.
“En este orden de ideas se observa que la causa del empobrecimiento de la demandante
si existió, y fue la falta de cumplimiento de los requisitos establecidos en la ley 80 de 1993
para contratar con la administración pública, ya que con esta omisión, el prestador del
servicio no accedió a las garantías con que el ordenamiento jurídico protege la contrapres-
tación económica que aspiraba recibir por su labor. En este punto se recuerda que la ley no
solo esta instituida para ser cumplida, sino que también, para que en caso de su descono-
cimiento, se apliquen y asuman las consecuencias de dicho comportamiento antijurídico.
38 (…)
“Sin embargo, del estudio de los fundamentos de la figura, la Sala señala un elemento
adicional, como lo es que la falta de una causa para el empobrecimiento, no haya sido
provocada por el mismo empobrecido, toda vez que en dicho evento no se estaría ante un
“enriquecimiento sin justa causa”, sino ante la tentativa del afectado de sacar provecho de
su propia culpa.
“En el evento de que en el derecho colombiano la contratación administrativa fuese una
situación sin regulación alguna, cuyas relaciones negociales no estuvieran debidamente
garantizadas, se podría hablar de un enriquecimiento injustificado cuando se preste un
servicio a la administración sin que exista un contrato de por medio, pues se debería
remediar una situación abiertamente injusta, donde la administración se aprovecharía
12 Colombia. La Corte Suprema de Justicia ha aclarado que cuando se habla de la falta de causa en la actio
rem in verso, se refiere a: “Por causa no debe entenderse aquí el motivo a que se hace referencia en el
art. 1524 del Código Civil, sino la preexistencia de una relación o vínculo jurídico entre el enriquecido y
el empobrecido que justifique el desplazamiento patrimonial que ha tenido lugar.
Cuando media entre los interesados una obligación previa, como la que contrae el vendedor de hacer tradi-
ción de la cosa o cosas vendidas, el cumplimiento parcial de ella jamás puede generar un enriquecimiento
sin causa del comprador. La causa es en este caso el contrato de compraventa”. (CSJ, Cas. Civil, Sent. jun.
9/71).
Enrique Gil Botero
de una laguna jurídica. Pero en el caso de autos, la demandante, en una expresión libre
de su voluntad, se situó a sí misma en una situación injusta, en la cual su trabajo quedo
desamparado, por no hacer uso de las herramientas ofrecidas por la ley para garantizar
la retribución económica de su labor. Por lo tanto, en el caso de autos resulta inconcebible
admitir un “enriquecimiento sin causa”, cuando la perjudicada con el desequilibrio patri-
monial consistente en prestar un servicio sin recibir ninguna retribución, tuvo la oportu-
nidad de decidir realizar dicha labor, sin que la contraprestación de la misma estuviera
garantizada mediante los procedimientos e instituciones creadas para el desarrollo de la
contratación estatal.
(…)
“Sin embargo, la Sala se remite a las consideraciones expuestas en la presente providen-
cia, para replantear su posición en este tipo de casos, para afirmar que cuando el contra-
tista de la administración acepte prestar un servicio, con pleno conocimiento de que está
actuando sin la protección que el ordenamiento jurídico ofrece a los colaboradores de la
administración, no puede aprovecharse posteriormente de su propia culpa, para pedir que
le sea reintegrado lo que ha perdido como causa de la violación de la Ley”.
Esta providencia ha sido reiterada, con algunas variantes, pero esencialmente
en los términos aquí indicados, en la sentencia de 3 de diciembre de 2007 -exp.
14.460. CP. Ramiro Saavedra-, sentencia marzo 27 de 2008 –exp. 15.116. CP. Ra-
miro Saavedra-, y auto de mayo 21 de 2008 –exp. 33.584. CP. Miriam Guerrero-.
No obstante, y por fortuna, esta tesis se matizó en términos prácticos, no así 39
en los teóricos, en providencias posteriores, pues sigue compartiendo la Sección
Tercera la decisión que ha servido de punto de partida a todas las demás. Tal es
el caso de la siguiente providencia al disponer que:
“Sucede que en el caso sub lite, las obras adicionales que fueron autorizadas por la
Administración, construidas y entregadas por el contratista a satisfacción de la entidad
contratante, presentan especiales características, en la medida que resultan esenciales e
inherentes a la infraestructura misma que fue construida, es decir, son de su naturaleza,
toda vez que para acometer la obra principal resultaba indispensable realizarlas de ma-
nera previa o concomitante o de lo contrario resultaría imposible cumplir con la ejecución
de la obra contratada.
(…)
“Cabe resaltar que en este caso especial y concreto resulta procedente el reconocimiento
y pago de las obras adicionales con fundamento en el principio de la buena fe y la equiva-
lencia de las prestaciones mutuas, que deben orientar la relación contractual, toda vez que,
en esta situación excepcional y única, la ausencia de la formalidad del contrato escrito
no puede constituirse en pretexto, para que la Administración desconozca
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO POR EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA...
tración y que ésta haya recibido un provecho. Esta, es, se verá luego, la misma teoría que
se aplica y a las mismas condiciones que se exigen en la hipótesis en donde el contrato fue
celebrado pero no aprobado. La fórmula generalmente empleada por el Consejo de Esta-
do y que resume las dos condiciones anteriores es que el requirente tiene un “DERECHO
EVENTUAL” de obtener el reembolso de los trabajos ejecutados con el consentimiento de
la Administración” (20 de febrero de 1935 Barnere, p 217; 15 Diciembre 1.936, Raymond,
pág. 111...)’ -sentencia de 8 de mayo de 1995 –exp. 8118. CP. Juan de Dios Montes-“
En efecto, casos como estos no admiten posturas legalistas a ultranza, que
sólo consultan un lado de la realidad, y que si bien tienen respaldo normativo
para justificar su criterio –pues no puedo negar cierta coherencia positivista en
la solución injusta que ofrecen-, carecen de sensibilidad ante la realidad y la equi-
dad con que deben analizarse los hechos, lo que debilita esa aparente coherencia
y da al traste con su posibilidad de acierto para resolver el caso concreto, pues
mantiene vivo el problema.
En segundo lugar, e incluso frente a esa aparente lógica interna normativa que
subyace a la postura defendida actualmente por la Sección Tercera, creo que el
apoyo legal al que apelan no es tan fuerte como lo exponen.
Por tanto, hoy es posible, incluso más que en el pasado –me refiero a las dé-
cadas de los años ‘80 y ’90- sostener que el Estado debe pagar al particular que
ejecuta tareas para su beneficio sin contrato o con uno sin perfeccionar, pues la 43
actual ley de contratación no establece que no se deba pagar por las prestaciones
recibidas de esta manera, como sí lo decían, expresamente, los dos estatutos
contractuales anteriores.
En efecto, el actual art. 40 de la ley 80 establece que los contratos estatales
deben constar por escrito y el art. 41 señala las condiciones en que se debe eje-
cutar; pero ninguno prescribe, como los estatutos anteriores, que no se pueda
pagar un contrato que no cumpla con esos requisitos.
Es más, ni siquiera la ley presupuestal dice tal cosa. A lo sumo se ocupa de un
solo aspecto del contrato: la falta de reserva o compromiso presupuestal -inciso
final del art. 71-, para decir de el que “Cualquier compromiso que se adquiera
con violación de estos preceptos creará responsabilidad personal y pecuniaria a
cargo de quien asuma estas obligaciones…”. De esta norma se infiere que si este
requisito de ejecución del contrato no se cumple, quien debe responder es el
funcionario que lo omitió, no el contratista.
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO POR EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA...
No hay razón para interpretar este precepto de manera distinta a esta: las
partes, durante la ejecución del contrato, han podido actuar violando o alteran-
do sus cláusulas, sus normas, sus obligaciones, y por eso se deben “reconocer”
los efectos patrimoniales de dichos actos y comportamientos. De manera que la
misma ley 80 contempla herramientas para solucionar los problemas de adiciones
de cantidades de trabajo no contenidas en contratados adicionales –entre otros
reconocimientos posibles-, pues ¿qué mejor entendimiento se le puede dar a la
expresión “reconocimientos a que haya lugar” sino es uno que permita solucionar la
conflictividad contractual, espíritu que se recoge en la ley 80 de 1993?
En cuarto lugar, también reprocho de la postura jurisprudencial vigente que
radica en el particular el deber –la carga- de vigilar la legalidad de los actos de la
administración, cuando de eso se debe cuidar cada cual, y sobre todo el Estado,
que está más vinculado que los particulares al derecho, motivo por el cual tiene
funcionarios formados en ello.
En efecto, esa tarea no se la ha asignado el ordenamiento jurídico, ni expresa
ni tácitamente; cosa diferente –y nada despreciable- es que su conducta también
se debe adecuar a la legalidad, como deber de todo ciudadano.
Si se analiza este aspecto con detenimiento, se arriba a la conclusión de que
todo particular debe respetar las normas –de orden público– consagradas por el 45
ordenamiento jurídico, pero dicho imperativo de conducta no asigna en cabeza de
los particulares el deber de ser garantes de la legalidad en la observancia de los
procedimientos que deben acatar las autoridades y entidades públicas al momento
de celebrar contratos. Lo anterior, por cuanto, si bien el particular debe someterse
a los preceptos de naturaleza obligatoria –que no admiten convención en contra-
rio–, lo cierto es que la ley no le atribuyó el deber de velar porque la entidad pública
contratante cumpla con todos y cada uno de los presupuestos fijados por la ley,
dirigidos al perfeccionamiento y ejecución del respectivo contrato estatal.
En síntesis, el particular tiene asignada una obligación genérica de respeto
por los principios y reglas de derecho de carácter imperativo -vgr. el orden públi-
co, los parámetros de buena fe, la reparación del ilícito civil, la responsabilidad
frente al cuasidelito, etc.-, es decir, existe un deber general de respeto por el
ordenamiento jurídico. No obstante, dicho compromiso no se puede extender
a tal nivel que se imponga en cabeza de aquél la obligación de ser garante total
de la legalidad del contrato. No resulta aceptable, por consiguiente, que sobre él
recaiga una censura por la falta de acatamiento a los procedimientos de selección
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL ESTADO POR EL ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA...
15 “Las actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la
buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que aquéllos adelanten ante éstas”.
Enrique Gil Botero
de pago carece de respaldo en los comportamientos del Estado, pues este no pidió
que hicieran la obra, bien o servicio, de modo que no hay manera de imputarle res-
ponsabilidad alguna. Es el caso del ciudadano que repare una vía en mal estado, sin
conocimiento de la entidad estatal, y luego le pase una cuenta de cobro.
En definitiva, desde mi punto de vista, los comportamientos contrarios a los
señalados, es decir, cuando el Estado propicia, invita y motiva la ejecución de
una tarea o trabajo, no puede negarse a pagarlo, y el juez tiene la obligación de
ponderar esta situación y ordenar que se cancele el trabajo ejecutado.
Por esta razón el juez debe analizar cada situación, para establecer si bajo
esta condición hay lugar al reconocimiento del enriquecimiento sin causa, o si,
por el contrario, la conducta del particular fue la desencadenante del traslado pa-
trimonial, situación en la cual el detrimento estaría justificado, dada la conducta
del sujeto de derecho privado.
16 Incluso, la acción de tutela ha sido intentada por los ciudadanos -se trata de un
caso civil-, pero la Corte Constitucional señaló que era improcedente porque “En
principio, la vía judicial a disposición del afectado para evitar la consumación de un
enriquecimiento injustificado es el proceso civil ordinario. Sin embargo, podría en
ciertos eventos pensarse que este medio de defensa no es idóneo y que, obligar al
afectado a acudir a él, resulta contrario a los principios de efectividad de los dere-
chos fundamentales y de economía, eficacia y celeridad de la administración, cuando
Enrique Gil Botero
“En suma, cuando las obras encajan dentro del objeto del contrato, las acciones derivadas
de su ejecución y cumplimiento son típicamente contractuales. En cambio, cuando ciertas
obras no quedan comprendidas en él y se ejecutan a instancia de la entidad pública y bajo
su apremio, ese exceso no tiene su respaldo en un contrato y su controversia no debe ser con-
tractual. Por lo menos este ha sido el manejo de esta Sala, mayoritariamente, con la salvedad
de señor Consejero Valencia Arango, quien insiste en su tesis, ha venido dando a tales situa-
ciones con apoyo en “la actio in rem verso.” En otras palabras, cuando debiéndose celebrar el
contrato adicional no se hace y pese a eso se ejecutan las obras, la controversia, de contenido
indemnizatorio, encuentra su apoyo en el enriquecimiento incausado.”
Luego, en la sentencia de febrero 22 de 1991 –exp. 5.618- puntualizó la misma
Sección que:
“Si se adopta la solución propuesta por el tribunal, ello obedece a que ante la ausencia
del contrato adicional que debió celebrarse, es más justa para la persona que ejecutó la
obra, pese a ese vacío, subsumir la acción en los supuestos de la actio in rem verso, que obli-
garla a demandar contractualmente apoyada en un contrato que no llegó a perfeccionarse.
“Y la justicia está en esta forma de parte de la demandante, no sólo porque se produjo el
enriquecimiento para el Fondo y el empobrecimiento consecuencial para Ingecos Ltda., en
cuanto al valor de lo ejecutado y no pagado, sino porque tanto ese enriquecimiento como
el empobrecimiento no tuvieron una causa (el adicional 378 / 78 no logró perfeccionarse,
aunque si ejecutarse); y porque la demandante no tenía, en las circunstancias anotadas,
una acción contractual específica que le permitiera el reconocimiento de la labor ejecuta-
da”.
En el caso tratado en el proceso No. 5686, de octubre 11 de 1991 –CP. Julio
César Uribe-, se concluyó así:
“Lo expuesto muestra, asimismo, que la nota de subsidiaridad que se le imputa a la actio
in rem verso se da en el presente caso. En tal sentido y a falta de una acción específica no
cabía otra que la escogida por la demandante. Además, dado el carácter de comerciante
que ostenta la actora, el artículo 831 del C. de Co. viene a reforzar aún más la acción
intentada, al disponer que ‘nadie podrá enriquecerse sin justa causa a expensas de otro’.
Debe, entonces, como se expuso atrás, enfocarse la conducta de la administración como
un hecho; perjudicial para la sociedad que prestó un servicio de suyo oneroso sin percibir
contraprestación alguna y favorable para la entidad pública que se lucró de dicho servicio”.
En sentencia de octubre 25 de 1991 –exp. 6103. CP. Daniel Suárez Hernández-
se dispuso que:
“Huelga precisar, a través de cuál de las diversas acciones procesales establecidas por el
Código Contencioso Administrativo, debe manejarse la precitada pretensión por enrique-
cimiento sin causa. Ya quedó consignado que no puede ser con base en las “controversias
50 contractuales” del art. 87 ibídem; tampoco podrá serlo con fundamento en la “acción de
nulidad y restablecimiento del derecho” (art. 85 C.C.A.), ni mucho menos, con apoyo en la
simple “acción de nulidad” (art. 84 C.C.A.), dado que éstas últimas requieren de la existen-
cia de acto administrativo cuya ilegalidad constituye la pretensión básica del demandante.
Entonces, por exclusión, la llamada pretensión in rem verso por enriquecimiento ilícito,
deber hacerse valer a través de la “acción de reparación directa” prevista por el art. 16 del
Decreto 2304 de 1989, modificatoria del art. 86 del C.C.A.
“La anterior conclusión se encuentra implícita en varios fallos de esta sección, entre
los cuales baste con mencionar los contenidos en sentencia de 11 de diciembre de 1984,
Expediente No. 4070, Actor: Madriñán Micolta y Cía. Ltda., Consejero Ponente: Dr. Carlos
Betancur Jaramillo, y sentencia de 11 de octubre de 1991, Expediente No. 5686, Actor:
Hennio Publicidad Ltda.; Consejero Ponente: Dr. Julio César Uribe Acosta, a más de la ya
citada de 6 de septiembre del corriente año; Expediente No. 6306; Actor: Sociedad Olivetti
Colombiana S.A., con ponencia de quien proyecta esta decisión. En todos estos casos, la
Sala ha entendido que se encuentra frente a una SITUACIÓN DE HECHO, que fluye directa-
mente de la conducta o hechos llevados a cabo por las partes, que es lo que precisamente
constituyen el apoyo para pedir el restablecimiento del derecho demandado.”
Enrique Gil Botero
CP. Julio César Uribe Acosta-,19 sentencia de abril 16 de 1993 –exp. 7356. CP. Juan
de Dios Montes-,20 sentencia de 8 de mayo de 1995 –exp. 8118. CP. Juan de Dios
Montes-, entre muchísimas otras.
No obstante lo anterior, en mi criterio -expresado en salvamentos de voto
recientes-, la acción procedente no debe ser la de reparación directa, sino la actio
in rem verso, que es autónoma y procede cuando no exista otro mecanismo de
defensa procesal.
Y así como he expuesto en esas ocasiones que el medio idóneo, aceptado
doctrinal y jurisprudencialmente, para invocar la ocurrencia del fenómeno del en-
riquecimiento sin causa es la acción de in rem verso21 –cuyos orígenes se hallan en
el derecho romano-, la cual es de naturaleza subsidiaria, establecida y estatuida
para garantizar el acceso efectivo a la administración de justicia con miras a que
se restablezca el equilibrio patrimonial entre dos sujetos de derecho, a causa de
la ocurrencia de un enriquecimiento injustificado a favor de uno de ellos. Esta
acción tiene las características que a continuación se mencionan.
a) Es de naturaleza subsidiaria, porque sólo procedente si el demandante no
cuenta con otra acción para pretender el restablecimiento patrimonial. Sobre
este elemento definitorio, la doctrina ha precisado:
52
de 1989, cuyo artículo 17 reemplazó el 87 del Decreto Extraordinario No. 01 de 1984.
“En síntesis -para el caso concreto- no era procedente la acción contractual pues la demandante fundó su
pretensión en el hecho de la inexistencia del contrato de arrendamiento, y, por lo tanto, no le quedaba
camino distinto que demandar la reparación del daño a través de la acción de reparación directa, tal y
como efectivamente lo hizo”.
19 Colombia. Dispuso la Sala que: “… encuentra que el demandante ejercitó la acción que correspondía.
En puridad de verdad no podía poner en marcha la contractual, por sustracción de materia. Por ello la
Corporación patrocina la perspectiva jurídica que el apoderado de la carta actora manejó a lo largo del
proceso, y, particularmente en sus alegatos, cuando discurre dentro del siguiente perfil:…”
20 Colombia. En esta ocasión se dijo que “2. La realidad que emerge del proceso de-
muestra que el actor carecía de acción para reclamar su derecho; no podía incoar
la acción prevista en el artículo 87 del C.C.A. pues el contrato se celebró con pos-
terioridad a la ejecución de los trabajos precisamente con el objeto de pagarlos; en
esas condiciones, ningún resultado patrimonial resarcitorio podía obtener con la
declaración relativa a la existencia del contrato o a su nulidad, ni resultaba proce-
dente que se ordenara su revisión o se declarara su incumplimiento.”
21 “Loc. Lat. Acción para la devolución de la cosa. “La misma tiene por objeto no permitir a una persona en-
riquecerse sin causa legítima, a costa de otra.” CABANELLAS, Guillermo “Diccionario de Derecho Usual”,
Tomo I, Pág. 122.
Enrique Gil Botero
24 Colombia. Dispone el art. 206 C.C.A.: “Los procesos relativos a nulidad de actos administrativos y cartas
de naturaleza, nulidad y restablecimiento del derecho, reparación directa, a controversias sobre contra-
tos administrativos y privados con cláusulas de caducidad y a nulidad de laudos arbitrales proferidos en
conflictos originados en los contratos mencionados, se tramitarán por el procedimiento ordinario. Este
procedimiento también debe observarse para adelantar y decidir todos los litigios para los cuales la ley
no señale un trámite especial.” (negrillas adicionales).
Enrique Gil Botero
56
HISTORIA DEL TEXTO LEGAL SOBRE
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN EL
CÓDIGO CIVIL
CONTENIDO:
Introducción
Los textos del Código Civil y sus antecedentes Romanos
El Código Civil Chileno y colombiano
Conclusiones
Introducción
El propósito de este artículo es presentar los resultados de una investigación so-
bre los antecedentes del articulado del código civil colombiano sobre la responsabi- 57
lidad por los delitos y las culpas. El estudio intenta presentar el origen de los textos
actuales del código civil colombiano en sus fuentes romanas, chilenas, francesas y
españolas. El estudio permite concluir como la influencia francesa del Code Napoleon,
en lo que se refiere a los artículos 2341 al 2360 del C.C. a lo sumo fue solo de inspi-
ración hermenéutica, pero muy poca o casi nula en el texto del articulado.
Andrés Bello si bien cotejó el texto francés en cuanto a la responsabilidad
por los delitos y los cuasidelitos se inspiró más en los antecedentes españoles de
las Siete Partidas de Alfonso X el sabio y del derecho romano para la redacción
definitiva de los textos que se refieren a la responsabilidad civil. El sentimiento
anti-español (todas las leyes españolas están abolidas reza el art. 15 de la ley
153 de 1887) llevó a que nuestros juristas miraran a Francia y a su Corte de Ca-
sación, donde se formó la elite intelectual de abogados colombianos del siglo
XIX y dos tercios del Siglo XX. Esto hizo que los avances de interpretación de los
cinco artículos franceses buscaran acomodo en los 19 artículos del código civil
colombiano que en poco tienen correlación. Esta lectura de textos mayoritaria-
mente no originarios del Code Napoleon a la luz de la jurisprudencia de la Corte
de Casación francesa pueden explicar que nuestra jurisprudencia en materia de
responsabilidad civil al nacionalizar las tesis Galas debió hacer ingentes esfuerzos
para acomodarlos, lo que en ocasiones ha llevado a largos debates sobre teorías
jurídicas incompatibles con los textos de nuestro código civil, como por ejemplo
las cosas peligrosas francesas y las actividades peligrosas, entre otras.
En este artículo se emprende en primer lugar un recuento de los anteceden-
tes romanos de los textos de los cuasidelitos romanos y los tres capítulos de
la Lex Aquilia, piedra angular de la responsabilidad civil. Luego se desarrolla en
detalle el análisis comparativo de los textos chileno y colombiano por cada una
de las especies de responsabilidad extracontractual, para finalmente presentar
las conclusiones de estudio de la historia del texto legal sobre la responsabilidad
extracontractual en el código civil.
58
I. Los Textos Del Código Civil y Sus Antecedentes Romanos
El conocimiento de los textos romanos nos llega principalmente por Los Di-
gesta, corrientemente en singular, Digesto o Pandectas, del griego Pandektai, que
es la recopilación jurisprudencial que Justiniano ordena y se publica el 16 de
diciembre de año 533 D.C. por medio de la constitución Tanta”, que junto con
las Institutiones y el Codex forman el Corpus iuris civilis. En estas fuentes se recogen
buena parte de las obras de los juristas de la segunda y última etapa clásica, a
modo de antología por materias, con indicación del autor y libro de procedencia
de cada fragmento.2
La comisión redactora instituida por el emperador Justiniano procuró en su
recopilación, según sus palabras: “reducir a una sola concordancia toda la legislación
Romana desde la fundación de Roma has los días de nuestro imperio”.3 Esta recopilación
nos dice el mismo Justiniano, resumió más de dos mil libros que abarcaban más
2 D´ORS, Álvaro. Derecho privado romano, Ed. Eunsa, Pamplona, 1981, p. 67.
3 JUSTINIANO en la Constitución Tanta, por medio de la cual hace la confirmación del Digesto explica los
motivos y criterios para la recopilación. Justiniano. Constitución Tanta, 1.
Obdulio Velásquez Posada
14 J. HEINECIO. Elementos de derecho romano. Traducida por J.A.S. Madrid, ed. Aguado, de 1836, p. 283 citado
por ROSSI MASELLA, Blase. Ob. Cit. p. 68.
15 Citado por ROSSI MASELLA, Blase. Ob. Cit. p. 68.
16 Citado por ROSSI MASELLA, Blase. Ob. Cit. P. 68-69.
17 ORTIZ MÁRQUEZ, Julio. Ob. Cit. p. 440.
18 A mediados del siglo V a.C. Tiene lugar una codificación de preceptos jurídicos, también funerarios, que
se llama Ley de las Doce Tablas. Esta ley fue dada por un colegio de magistrados pre republicanos con
cargo legislativo: los decembiri legibus scribundis (451-449 a.C. y por eso se conoce también a la Ley de las
Doce Tablas como la Ley Decemviral
Obdulio Velásquez Posada
aquel año.19 La Lex Aquilia entonces además de incluir el número de casos para
la acción de reparación por delitos, reforzó, además las sanciones en los casos
previstos al establecer modos de actualización y prever la reparación en el caso
del capítulo tercero aunque no hubiese dolo, es decir
bastaba la culpa.20 Este punto tiene un particular interés, pues en nuestro
derecho civil el delito es el daño causado con dolo, mientras el cuasidelito, es el
daño causado con culpa. Pero como lo hemos advertido en el Datum inuria Datum
se trata de un delito privado que admite la modalidad de culposo.
El Datum iniuria Datum se diferencia de delito de iniuria porque la iniuria es
considerada siempre como una lesión directa a la persona, mientras el Datum
iniuria Datum el daño es causado a la cosa, esclavo, ganado o animal, es decir al
patrimonio. Se diferencia del furtum, pues en éste se busca siempre el ánimo de
lucro, que no existen en el Datum Iniuria Datum.21
19 D.9,2,2, pr.
20 Para algunos romanistas resulta extraño que en la recopilación de Justiniano de los delitos privados haya
incluido el Datum iniuria Datum que tipificó la Lex Aquilia pues este es el único delito que no requiere dolo
como elemento constitutivo. ROSSI MASELLA, Blase. Ob. Cit. p. 74.
21 Ibídem. p. 77.
22 Ibídem. p 86.
HISTORIA DEL TEXTO LEGAL SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN...
nista Petit que en la Lex Aquilia no se sancione la omisión que cause daño como
los sostienen muchos autores.27
En las Institutas de Gayo se lee en este mismo sentido “Se entiende que se mata
injustamente cuando eso ocurre, no en virtud de una ley, sino por dolo o culpa. Así
el que comete daño sin dolo ni culpa, sino por accidente, queda impune.31
Sobre el sentido de la palabra iniuria del Digesto algunos autores han señalado
que es una tergiversación de la baja edad media que la identificó con la culpa:
Desde antiguo se ha acusado de manipular las fuentes romanas, con el propósito
probar que desde los comienzos de ese derecho se consagraba el aforismo pas de
responsabilité sans faute. Pero tal acusación, por lo que hemos dicho al examinar
las fuentes no es verdadera, pues la intención de Justiniano al recopilar el Digesto
era adaptar el viejo derecho a las nuevas circunstancias culturales y política de su
tiempo y no el propósito académico de legar a las futuras generaciones los textos
primitivos del extinto imperio romano. 32
34 Infantes, de in fari (no hablar), eran propiamente aquellos que no podían hablar razonablemente, y confor-
me a un criterio que prevaleció con Justiniano se tenía por tales a los menores de 7 años Infantia maiores:
comprendía los impúberes entre los 7 y 12 ó 14 (según fuera varón o mujer). La distinción tenía conse-
cuencias jurídicas importantes en cuanto a la capacidad: los infantes no eran responsables penalmente,
y no podían intervenir en modo alguno en la realización de negocios jurídicos, pero los infantia maiores
respondían por sus delitos, pues eran doli capaces, y podían actuar en negocios jurídicos aunque siempre
con la autorización de sus tutores presentes al acto (auctoritas tutoris). GUTIÉRREZ, Faustino y ALVIZ y
ARMARIO. Diccionario de derecho romano, 2ª ed., Instituto ed. Reus, S.A., Madrid, 1976.
HISTORIA DEL TEXTO LEGAL SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN...
Algunos apartes de los textos del Digesto son elocuentes: “Respecto a los que
hubieren arrojado o vertido algo, dice el Pretor: “daré acción, por el doble del daño
que se haya causado o hecho, contra el que habitase el inmueble desde el cual se hubiera
arrojado o vertido algo en un lugar de tránsito o estacionamiento ordinario… Y más
adelante señala que “si varios habitaron en la misma habitación de donde se arrojó
algo, se dará acción contra cualquiera de ellos (Ulpiano. 23. Ed.) dado que realmente
es imposible saber quién la haya arrojado o vertido. (Gayo, 6 ed. Prov.)
La Actio Positis Et Suspensis era una acción cuasidelictual concedida contra el
propietario o inquilino de un edificio que hubiere colocado o suspendido algún
objeto sobre la vía pública y que pudiera causar daño. Era una acción popular
(Digesto 9, 3, 5, 6)
El desarrollo posterior suprimió la categoría de delitos privados, sin embargo
en la tradición del derecho francés y español se mantuvieron y de allí hasta nues-
tro código civil con la denominación “delitos civiles” y cuasidelitos. El Effussum y la
Actio Positis et Suspensis se recoge en nuestro código civil en los casos de responsa-
bilidad por ruina de edificios y objetos que caen de ellos (Arts 2350 y 2355 C.C.).
Conviene recordar que nuestro código civil siguiendo la tradición francesa y es-
pañola regula en el mismo título XXXIV de libro IV del Código Civil los delitos y
cuasidelitos, es decir los daños causados con dolo y con culpa, respectivamente.
68
El redescubrimiento del Digesto llevó en la edad media al entusiasmo por su
estudio y cambió la forma de enseñar el derecho. Con el auge de la escuela Na-
tural el texto romano se usaba para demostrar que ese derecho era expresión de
la razón y el derecho natural. Así, COCCEIO, afirmó que en la Lex Aquilia la sola
culpa era suficiente para satisfacer la exigencia del elemento subjetivo, mientras
que para los otros delitos se exigía el dolo. 35
La corriente no defensora del derecho romano es encabezada por TOMASIO
quien argumenta que para el derecho Germano la acción de reparación de per-
juicios no es una acción por el delito - ex delicto-, sino por equidad -ex aequitate.
El verdadero fundamento no serían entonces la culpa sino el derecho de propie-
dad. 36 Se traba así desde entonces la ardua batalla doctrinal sobre si el verdadero
fundamento de la responsabilidad civil es o no la culpa.
En los intentos por demostrar que no es la Lex Aquilia la fuente de la obligación
de reparar los daños el derecho vigente en su tiempo, sino las exigencias del de-
35 GUTIÉRREZ, Faustino y ALVIZ y ARMARIO Ob. Cit. p 376.
36 Ibídem. p. 378.
Obdulio Velásquez Posada
recho natural el famoso jurista HEINECCIO siguiendo a Tomasio hace una reflexión
para demostrarlo de la siguiente manera:
Pero, en verdad ¿diferenciamos hoy nosotros a los esclavos y a los animales cuadrúpedos
de las otras cosas? ¿O estimamos el mayor valor de la cosa dentro de los treinta días? ‘¿O,
se pregunta sutilmente, si el daño se ha causado con el cuerpo al cuerpo, o en el cuerpo
pero no al cuerpo o ni con el cuerpo ni al cuerpo? O finalmente, en la actualidad ¿el pleito
se acrecienta al doble por la negación? Ninguno diría hoy esto, por cierto, Y quien puede
decir entonces que ha sido “recibida la acción de la Ley Aquilia? La actual acción por daño
tiene su origen, entonces, verdaderamente, en el derecho natural, no en la Ley Aquilia.37
Una cosa si tienen en común las dos corrientes del derecho natural y es que
admiten el principio general de responsabilidad por culpa sea que provenga del de-
recho romano a través de interpretaciones dudosas o de la aplicación del derecho
natural. Y ese es precisamente el gran aporte al derecho de la responsabilidad civil,
el haber dado justificación autónoma, convirtiendo los antecedentes romanos
justinianeos en una adecuada formulación general de responsabilidad por culpa.38
A partir de los aportes de la escuela del derecho natural es que los dos princi-
pios fuentes de las obligaciones, los contratos y por el hecho ilícito, pasan a los
códigos civiles modernos. 39
69
II. El Código Civil Chileno Y El Colombiano
La expansión de Código de Napoleón fue por tres vías: Por conquista de terri-
torios: por directa persuasión a los juristas por los reyes o por el mismo Napoleón
y en tercer lugar por inspiración.40 En esta última categoría está el Código civil
chileno de 1855 redactado por Andrés Bello,41 que fue sin duda la más influyente
codificación en los países de América Latina después de la independencia de la
Corona Española.
37 HEINECCIO. Recitaciones in elem. Iuris civiles, comentario al título IV, 3 de las Instituciones, citado por ROSSI
MASELLA, Blase. Ob. Cit. p. 377.
38 Ibídem. p 378.
39 . Ibídem.
40 LIMPNES, Jean. ‘Territorial expansion of the code’ in the Code Napoleon and the common law world’ Bernard
Schwartz ed. (1975) chapter 6, p. 92
41 BELLO, Andrés, nació en Venezuela (1781- 1865). Cuando Colombia, Venezuela y Ecuador eran Capitanías
de la Nueva Granada, entre 1810 y 1829 Bello viajó a Londres donde sirvió como Secretario de la Emba-
jada de Colombia y Chile.
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A pesar de que el código Chileno tuvo en general una fuerte influencia por el
Código de Napoleón, Andrés Bello usó otras fuentes en su elaboración. El mismo
Bello explica que su trabajo de redacción del código no fue una labor puramente
mecánica, diciendo: “Nosotros no quisimos hacer una simple copia de ninguna porción
de otros modernos códigos. Nosotros hemos hecho uso de ellos sin perder de vista las pe-
culiares circunstancias de nuestro país“.42 Esto es especialmente notorio en el tema
de la responsabilidad civil donde el Código de Bello se aparta del francés mucho
más del texto y de la extensión que en otros temas del derecho civil.
La legislación española no jugó un papel significativo por la natural reacción
post independentista de cortar lazos con el imperio dominante anterior. No obs-
tante algunas instituciones españolas mantuvieron su influencia como por ejem-
plo, las Siete Partidas del rey Alfonso X el sabio.43
En cuanto a la responsabilidad civil Bello claramente se inspiró en el antiguo
derecho Romano, en particular la Lex Aquilia y la parte pertinente de las Siete
Partidas de Alfonso X el Sabio; la Novísima recopilación de Carlos IV, y en menor
medida en los artículos 1382 a 1386 del Código Civil de Napoleón.
Para obtener el texto definitivo Don Andrés Bello redactó dos proyectos: el
primero de 1847 en el que intentó conservar la tradición del derecho español y
70 otro en 1853 que se inspiraba más en el Código Civil Francés.
El texto definitivo del Código Chileno fue prácticamente el mismo sancionado
por el Estado de Cundinamarca el 8 de mayo de 1859, sucesivamente, los demás es-
tados soberanos (Cauca en 1859; Antioquia 1864, etc.) aprobaron como ley general
este código civil de la unión con el cual quedó definitivamente derogada la antigua
legislación. A raíz de la reconstitución de la república de Colombia en 1886, se san-
cionó por la ley 57 de 1887el texto de nuestro Código Civil.44 Enseña Don Fernando
Vélez que “en 1873 se resolvió el Gobierno Nacional a hacer lo que desde algunos años
42 MERRYMAN and Clarck M.C. Mirow. Borrowing private law in Latin America: Andres
Bello’s use of the code Napoleon in drafting the Chilean civil code. (2001) 61 Louisiana
Law Review, 291,302.
43 MALAVET, Pedro A. Critical Encounters With Culture, In North-South Frameworks’ (2003)
1 Florida Law Review, 55, 55.
44 El Código de BELLO fue adoptado en Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras, Nica-
ragua. Igualmente su Código fue la fuente principal de inspiración de los Códigos de
Uruguay, México, Guatemala, Costa Rica and Paraguay. MERRYMAN And CLARCK M. C.
MIROW. Op. Cit. p. 291,291
Obdulio Velásquez Posada
antes se había verificado en los Estados: a sustituir el Derecho Civil español con otro cuya
fuente principal estaba en el derecho francés… El Código Civil de los Estados Unidos de
Colombia (ley 84 de 26 de mayo) fue adoptado en 1887 para toda la república, y emplazó
a todos los de los antiguos Estados”.45
45 VÉLEZ, Fernando. Datos para la historia del derecho nacional. Imprenta del Departamento, Medellín. 1891,
p. 79.
46 Para un conocimiento más detallado puede consultarse BELLO, Andrés. Código Civil de la República de
Chile, tomo III, con introducción y notas de Pedro Lira Urquieta, Caracas. Año Bicentenario de Andrés
Bello.1981, pp 908 y ss.
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3. En Cuanto a la Solidaridad
La solidaridad Bello la toma de las Siete Partidas (Inciso 1º en L 15, tit, 15,
Partida 7ª que señala en español arcaico:
“Acertándose muchos homes en matar algunt siervo o a alguna bestia de guisa que la
fieran todos, et non sepan ciertamente de quál ferida murió, estonce pueden demandar a
todos ó á cada uno dellos qual más quisiere, que fagan emienda pechando la estimacion de
aquella cosa que mataron, pero si emienda recibere del uno, donde adelante non la puede
demandar á los otros. Mas si sopieren ciertamente de quál ferida murió et quién fue aquel
gela dio, estonce puede demandar a aquel que lo mató quel faga la emienda de la muerte
él solo, et todos los otros deben facer emienda de las feridas”.
Para el inciso 2º del artículo 2344 se inspira Bello en L 3, tit, 16, Partida 7ª que
prescribe: “Decimos que si muchos se acertasen de so uno á facer algunt engaño, que
a cada uno dellos puede demandar el que lo recibió quel faga emienda dél; pero desque
hobiese recibido enteramente emienda de alguno de los engañadores, dende adelante non
puede demandar mas a ninguno de los otros”.
Por lo demás los textos chileno y colombiano son iguales, con la excepción de
la coherencia en el uso del término cuasidelito que se mantiene en el texto chile-
no. El Código Napoleónico no hace mención alguna del régimen de la solidaridad
El texto colombiano:
Art. 2344.- Si de un delito o culpa ha sido cometido por dos o más personas, cada una
de ellas será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
culpa, salvas las excepciones de los artículos 2350 y 2355.
Todo fraude o dolo cometido por dos o más personas produce la acción solidaria del
precedente inciso.
El texto Chileno:
Art. 2317. Si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una
de ellas será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o
cuasidelito, salvas las excepciones de los artículos 2323 y 2328.
Todo fraude o dolo cometido por dos o más personas produce la acción solidaria del 75
precedente inciso.
4. En cuanto a la capacidad
Bello introduce una novedad en cuanto a la capacidad aquiliana. El Ebrio no
es responsable, ni el menor de siete años. Este es un tema que requiere una ex-
plicación más detenida. El artículo correspondiente del Código civil del Estado
de Cundinamarca (art.2422) tenía una atenuante para el ebrio involuntario. El
texto dice así: “El ebrio es responsable del daño causado por su delito o culpa, salvo que
la embriaguez hubiere sido involuntaria”. Aquí se aprecia también que al adoptar el
Código de Cundinamarca de 1859 como el Código Civil actual, se hicieron algu-
nos ajustes en el texto.
En la adaptación del texto Chileno de Bello para Colombia se modificó el sis-
tema de edades del código de siete (7) años, y se tomó el antecedente romano
de edad intermedia entre infante menor y púber al modo como las Siete Partidas
habían incorporado el precedente romano. En las siete Partidas (Partida 7, Ley 3
inciso 1°, Ley 5 inciso 2°) se consagraba la capacidad para cometer delito o culpa
HISTORIA DEL TEXTO LEGAL SOBRE RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL EN...
la edad de diez años y medio del siguiente modo: “Cuando el daño lo ocasiona un
loco, desmemoriado o menor de diez años y medio, en este caso no puede ser demandada
la enmienda del daño.” El texto colombiano suprimió los seis meses adicionales y
lo fijó arbitrariamente en diez años de edad. El “desmemoriado” a que se refiere
el texto de las Siete Partidas que se asimilaba al loco, desapareció de los códigos
chileno y colombiano.48
Este punto presenta interesantes curiosidades el texto del Código de Cundi-
namarca de 1859, pues su en su redacción adopta la versión citada de Andrés Be-
llo (menores de siete años) pero con una mezcla con las Siete Partidas (la edad de
diez años y medio) lo que seguramente llevó a corregir la contradicción del inciso
primero con el segundo. El texto del art. 2423 señalaba textualmente:
“los menores de siete años i los dementes no son capaces de cometer delito o culpa, pero
de los daños por ellos causados serán responsables las personas a cuyo cargo estén dichos
menores o dementes si a tales personas pudiere imputárseles negligencia”.
Los menores de diez años i medio no son punibles, i respecto del daño por ellos causado
se seguirán también la regla del precedente inciso.”
Esto prueba que la adopción de la edad de diez años como límite para la ca-
pacidad en responsabilidad civil se da en el tránsito del código de Cundinamarca
al actual Código civil.
76
En los casos demencia, se define que el demente es incapaz de cometer delito
o culpa y por los mismo él no está obligado a reparar, pero las personas que lo
tiene bajo su cuidado deben asumir la reparación de los perjuicios causados por
ellos de modo directo, si pudiere probárseles culpa o dolo en su obligación de
cuidado del demente.
Introduce el texto de Bello una cierta incapacidad por declaración judicial de
los menores de diez y seis años al señalar en el inciso 2º del art. 2319 que: “Queda
a la prudencia del juez determinar si el menor de dieciséis años ha cometido el delito o
cuasidelito sin discernimiento; y en este caso se seguirá la regla del inciso anterior.” Este
inciso no pasa al Código Colombiano. En ambos códigos en cambio se mantiene
la responsabilidad del ebrio por los delitos o cuasidelitos y la redacción inicial
ofrece una variación pequeña en cuanto al art. 2346 que inicia con el sujeto,
los menores y los dementes, mientras que el correspondiente chileno empieza
48 Partida 7, Ley 3 inciso 1°, dice en español de la época textualmente: “Enmendar et pechar debe el daño aquel
que lo fizo al que lo recibió; et esto le puede ser demandado, quier lo hobiese fecho por sus manos, ó aviniese por su
culpa, ó fuese fecho por su mandado ó por su consejo, fueras ende si aquel que fizo el daño fuese loco, ó desmemo-
riado ó menor de diez años et medio, o si alguno lo hobiese fecho amparando a sí mismo ó a sus cosas”.
Obdulio Velásquez Posada
la frase con el predicado, es decir, que no son capaces de cometer delito o cua-
sidelito; pero como en otras ocasiones la alteración es puramente literaria y sin
consecuencias jurídicas. El proyecto de código de 1847, no incluía la expresión
“causados por ellos” que se incorporó luego para precisar la redacción. El código
francés no tiene regulación entorno a la capacidad y a la solidaridad.
Los textos colombianos:
Art. 2345.- El ebrio es responsable del daño causado por su delito o culpa.
Art. 2346.- Los menores de diez años y los dementes no son capaces de cometer delito o
culpa; pero de los daños por ellos causados serán responsables las personas a cuyo cargo
estén dichos menores o dementes, si a tales personas pudieren imputárseles negligencia.
Los textos chilenos:
Art. 2318. El ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito.
Art. 2319. No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los de-
mentes; pero serán responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo
estén, si pudiere imputárseles negligencia.
Queda a la prudencia del juez determinar si el menor de dieciséis años ha cometido el
delito o cuasidelito sin discernimiento; y en este caso se seguirá la regla del inciso anterior.
Inc. 2o.- Modificado. Decreto 2820 de 1974, Art. 65. Así, los padres son responsables
solidariamente del hecho de los hijos menores que habiten en la misma casa.
Así, el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su depen-
dencia y cuidado.
Inc. 4o.- Derogado. Decreto 2820 de 1974, Art. 70.
Así, los directores de colegios y escuelas responden del hecho de los discípulos mientras
están bajo su cuidado, y los artesanos y empresarios del hecho de sus aprendices, o depen-
dientes, en el mismo caso.
Pero cesará la responsabilidad de tales personas, si con la autoridad y el cuidado que su
respectiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho.
Texto chileno:
Art. 2320. Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho
de aquellos que estuvieren a su cuidado.
Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores que
habiten en la misma casa.
Así el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su depen-
dencia y cuidado.
Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los discípulos, mientras están
bajo su cuidado; y los artesanos y empresarios del hecho de sus aprendices o dependientes,
78 en el mismo caso.
Pero cesará la obligación de esas personas si con la autoridad y el cuidado que su respec-
tiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho.
En el proyecto de 1847 Bello en el inciso 2º finalizaba “habiten con ellos”, en vez
la redacción definitiva de “habiten la misma casa”. El inciso 4º no decía en el pro-
yecto de 1847 “empresarios ni “o dependientes”. En 1853 en el inciso final utilizaba
la expresión “cualidad” en vez de la definitiva “calidad”.
En cuanto a la responsabilidad de los padres por daños causados por la mala
educación de sus hijos menores los textos comparados son esencialmente idén-
ticos con la única diferencia del empleo de la expresión cuasidelitos en el texto
chileno frente al de culpa del colombiano.
Texto colombiano
Art. 2348.- Los padres serán siempre responsables del daño causado por las culpas o los
delitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala educa-
ción o de hábitos viciosos que les han dejado adquirir.
Texto chileno
Obdulio Velásquez Posada
Art. 2321. Los padres serán siempre responsables de los delitos o cuasidelitos cometidos
por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala educación, o de los hábitos
viciosos que les han dejado adquirir.
En el proyecto de 1847 art. 673, inciso 6 decía además al principio “Así”, y no
decía “conocidamente. En el Proyecto de 1853 decía “delitos y cuasidelitos, en vez de
“delitos o cuasidelitos”.
En la responsabilidad de los amos por la conducta de sus criados o sirvientes
los textos comparados conservan las expresiones arcaicas de amos, criados y sir-
vientes, Aunque conservando la misma estructura difieren en algunos aspectos
de redacción. El texto chileno agrega la explicación de que la responsabilidad de
los amos no se exime “aunque el hecho de que se trate no se haya ejecutado a su vista,”
que fue omitido en el colombiano. El giro del texto colombiano de establecer res-
ponsabilidad de los amos por los daños causados por los criados o sirvientes, con
ocasión de servicio prestado” difiere al original chileno que utiliza la expresión
“en el ejercicio de sus respectivas funciones” que puede sin duda tener conse-
cuencias jurídicas diferentes.
El texto colombiano
Art. 2349.- Los amos responderán del daño causado por sus criados o sirvientes, con
ocasión del servicio prestado por éstos a aquéllos; pero no responderán si se probare o
apareciere que en tal ocasión los criados o sirvientes se han comportado de un modo im-
79
propio, que los amos no tenían medio de prever o impedir empleando el cuidado ordinario
y la autoridad competente; en este caso recaerá toda responsabilidad del daño sobre dichos
criados o sirvientes.
El texto chileno:
Art. 2322. Los amos responderán de la conducta de sus criados o sirvientes, en el ejer-
cicio de sus respectivas funciones; y esto aunque el hecho de que se trate no se haya
ejecutado a su vista.
Pero no responderán de lo que hayan hecho sus criados o sirvientes en el ejercicio de
sus respectivas funciones, si se probare que las han ejercido de un modo impropio que los
amos no tenían medio de prever o impedir, empleando el cuidado ordinario, y la autoridad
competente. En este caso toda la responsabilidad recaerá sobre dichos criados o sirvientes.
El proyecto de 1847, inciso 1º comenzaba: “Así también los amos” y el segundo decía
además “aún” antes de “en el ejercicio”, dichos criados o sirvientes han ejercido sus funcio-
nes” en vez de “las han ejercido”, no decía “prever o” y decía “la autoridad competente y el
cuidado ordinario” en vez de “el cuidado ordinario y la autoridad competente”.
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49 El texto en español antiguo de la Ley 5 del título XV de la Partida 7, dice: “ Fijo que estudiese en poder de su
padre, ó vasallo ó siervo que estudiese en poder de su señor, ó el que fuese menor de veinte et cinco años que hobiese
guardador, ó el frayle, ó el monge ó otro religioso que estudiese so obediencia de su mayoral, cada uno de estos que
ficiese daño en cosas de otro por mandado de aquel en cuyo poder estudiese, non serie él tenudo de facer emienda del
daño que asi hobiese fecho,mas aquel lo debe pechar por cuyo mandado lo fizo. Pero si alguno de estos deshonrase,
ó firiese ó matase á ó otro por mandado de aquel en cuyo poder estudiese, non se podrie excusar de la pena, porque
non es tenudo de obedescer su mandado en tales cosas como estas: et si lo obedesciere, et matare ó ficiere alguno
de los otros yerros sobredichos, debe por ende haber pena también como el otro que lo mandó facer. Otrosi decimos
que si algunt home faciere daño ó tuerto á otro por mandado del judgador del lugar, que el judgador que lo mandó
facer es tenudo de facer emienda dello, et nono aquel que lo fizo. Mas si otro home qualquier ficiere daño ó tuerto
á otro por mandado de alguno que non hobiese poder nin jurisdicción sobrel, estonce también el que lo fizo como el
que lo mandó facer serien tenudos de facer emienda del daño. Pero si alguno destos sobredichos que estan en poder
dotri, ficiese tuerto ó daño á alguno sin mandado de aquel en cuyo poder estudiese, estonce cada uno de los que lo
ficiesen serien tenudos de facer la emienda, et non aquel en cuyo poder estudiese, fueras ende el señor que estenudo
de facer emienda por su siervo, ó de desampararlo en lugar de la emienda á aquel que recibió el daño”.
Obdulio Velásquez Posada
Texto chileno
ART. 2325 Las personas obligadas a la reparación de los daños causados por las que de
ellas dependen, tendrán derecho para ser indemnizadas sobre los bienes de éstas, si los hu-
biere, y si el que perpetró el daño lo hizo sin orden de la persona a quien debía obediencia,
y era capaz de delito o cuasidelito. Según el art. 2319.
El Proyecto de 1853, art. 2489, decía “sus respectivos dependientes” en lugar de
“las que de ellas dependen”, “estos” por “estas” y “mandato” en vez de “orden”.
a. Ruina de edificios
En cuanto al régimen de responsabilidad por los daños causados con la ruina
de un edificio por no haber hecho las reparaciones necesarias, ambos códigos
comparados tienen la misma redacción sustancial, con ligeras alteraciones en la
redacción. El colombiano, además incluye un inciso exclusivo en el que establece
la fuerza mayor o el caso fortuito como eximente de responsabilidad
Texto colombiano
Art. 2350.- El dueño de un edificio es responsable de los daños que ocasione su ruina,
acaecida por haber omitido las reparaciones necesarias, o por haber faltado de otra mane-
81
ra al cuidado de un buen padre de familia.
No habrá responsabilidad si la ruina acaeciere por caso fortuito, como avenida, rayo o
terremoto.
Si el edificio perteneciere a dos o más personas pro indiviso, se dividirá entre ellas la
indemnización, a prorrata de sus cuotas de dominio
Texto chileno
Art. 2323. El dueño de un edificio es responsable a terceros (que no se hallen en el
caso del artículo 934), de los daños que ocasione su ruina acaecida por haber omitido las
necesarias reparaciones, o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre
de familia.
Si el edificio perteneciere a dos o más personas proindiviso, se dividirá entre ellas la
indemnización a prorrata de sus cuotas de dominio
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50 La Partida 7, título XV, Ley 25 señala textualmente: “Echan los hombres a veces de las casas donde moran de
fuera en la calle agua o huesos u otras cosas semejantes, y aunque aquellos que lo echan no lo hiciesen con intención
de hacer mal, pues si acaeciese que aquello que así echasen hiciese daño en paños o en ropa de otros, obligados son
de pagarlo doblado los que en aquella casa moran”.
Obdulio Velásquez Posada
Su inciso 2, decía “sobrevino” en vez de “ha sobrevenido”, “que dicha persona” por
“que el dueño”. “no pudo” por “debió” finalizaba en “prever”.
El proyecto de 1853, art. 2490, inciso 1o, decía: “El dueño de un animal es respon
sable de los daños causados por el mismo animal, aun después que se le haya soltado o que
se haya extraviado; a menos que el daño haya sido en consecuencia de un hecho cometido
por otra persona que no sea dependiente del dueño, o a menos que la soltura, extravío
o daño no haya podido absolutamente precaverse por el dueño o por el dependiente en
cargado de la guarda o servicio del animal”. Su inciso 2º decía “sobrevino”, en lugar
de “ha sobrevenido”. La Partida 7, Ley 24 tít. 15 señala “cómo el dueño del ganado es
tenudo de pechar el daño que ficiese en heredad agena”.
51 El texto completo de la Partida 7, Titulo XV, ley 23 dice: León y oso u onza o leopardo o lobo cerval o jineta
o serpiente u otras bestias que son bravas por naturaleza, teniendo algún hombre en casa, débela guardar y tener
presa de manera que no haga daño a ninguno; y si por ventura no la guardase así, e hiciese daño en alguna cosa de
otro, débelo pagar doblado el señor de la bestia a aquel que lo recibió. Y si alguna de estas bestias hiciere daño en
persona de algún hombre, de manera que lo hiriese, débelo hacer curar el señor de la bestia, comprando las medici-
nas y pagando el maestro que lo hiciese de lo suyo, y debe cuidar del herido hasta que sea curado, y además de esto
débele pagar las obras que perdió desde el día que recibió el daño hasta el día que guareció y aun los menoscabos
que hizo en otra manera por razón de aquel daño que recibió de la bestia. Y si aquel que las heridas recibió muriere,
debe pagar por ello aquel cuya era la bestia doscientos maravedís de oro, la mitad a los herederos del muerto y la
otra mitad a la cámara del rey. Y si por ventura no muriese, mas quedase lisiado de algún miembro, débele hacer
enmienda de la lesión, según albedrío del juez del lugar, considerando quién es aquel que recibió el mal y en cual
miembro.
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52 Extractos relevantes de la Partida 7, Titulo XV, Ley 6 dicen. “Eso mismo decimos que debe ser guardado de los
que tiran con ballesta por aquellos lugares por do pasan los homes, si ficiesen daño á alguno. Es decir, “et es tenudo
de facerle emienda, porque semeja que á sabiendas le fizo el daño.”
Obdulio Velásquez Posada
Artículo 2329. Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia
de otra persona, debe ser reparado por ésta.
Son especialmente obligados a esta reparación:
1° El que dispara imprudentemente un arma de fuego;
2° El que remueve las losas de una acequia o cañería en calle o camino, sin las precaucio-
nes necesarias para que no caigan los que por allí transitan de día o de noche;
3° El que, obligado a la construcción o reparación de un acueducto o puente que atravie-
sa un camino lo tiene en estado de causar daño a los que transitan por él.
El proyecto de 1853, art. 2493, en su inciso 3º decía además “público”, des-
pués de “camino” y “peligro” en lugar de “daño”.
53 La ley 21, título IX, partida 7 señala que: “cualquier hombre que reciba injusticia o deshonra, que pueda deman-
dar enmienda de ella en una de estas dos maneras, cual más quisiere: la primera es que le haga el que le deshonró
enmienda de pago de dinero; la otra es en manera de acusación, pidiendo que el que hizo mala acción sea escarmen-
tado por ello según albedrío del juez”.
Obdulio Velásquez Posada
El proyecto de 1853, art. 2496, decía: “Las acciones que concede este título por
daño o dolo, prescriben en dos años contados desde el día en que la persona a quien com-
peten tuvo conocimiento del” daño o dolo; pero en todo caso podrá oponerse a ellas
una prescripción de cinco años.
El proyecto de 1847, art. 672, tenía una redacción igual hasta la palabra “ella” y
luego agregaba “inclusa la recompensa que le corresponde al” en vez de “y se le pagará
lo que valgan el tiempo y diligencia empleados en ella…”. Luego en el proyecto de
1853, art. 2498, decía aún “inclusa la recompensa que le corresponde al…” y decía “o
la remuneración” en vez de “sin perjuicio de la remuneración”.
Ambos artículos regulan de manera idéntica el tratamiento en cuanto a las
acciones populares, en los cuales se establece que si la acción es fundada se le
paga al actor todos los gastos o costas que esta acción le ocasionó
III. CONCLUSIONES
La lectura comparada de los textos chileno y colombiano sobre el régimen de
responsabilidad civil y una mirada a los textos romanos nos permite hacer las
siguientes conclusiones:
El código civil chileno no sigue como fuente al código civil francés. Es notoria
la diferencia en estructura, redacción, extensión e instituciones. El texto francés
es de cinco artículos, mientras que el chileno es de veinte. Bello trae instituciones
que no están el homólogo Francés, por ejemplo, la solidaridad de los coautores del
delito o cuasidelito, la responsabilidad del ebrio, la compensación de culpas que
permite la reducción de la indemnización; la negación del daño moral propio en
90
caso de injuria y calumnia, pero si el reconocimiento de daños materiales cuando
son falsas las difamaciones. Bello no trae la llamada responsabilidad general por
todas las cosas que están bajo la guarda o cuidado que trae el código de Napoleón
Entre el código francés y el de Bello hay sí una armonía conceptual en cuanto
se establecen en ambos una responsabilidad fundamentada en la culpa; una res-
ponsabilidad por el hecho propio y por el de las personas que están bajo la guar-
da o cuidado. Igualmente hay en común una regulación por daños causados por
ruina de edificios y de animales, aunque con notorias diferencias en redacción y
alcance jurídico.
La fuente principal de inspiración para Bello fueron en primer lugar las Siete
Partidas de Alfonso décimo el Sabio y en segundo la fuentes romanas. El análisis
interno de los textos muestra el paralelismo, que no quita los aportes propios del
gran jurista Don Andrés Bello, que sin duda no fue simplemente un compilador
de normas de fuentes heterogéneas, sino que dio a todo el conjunto armonía y
originalidad propios
Obdulio Velásquez Posada
En la responsabilidad por el hecho ajeno los dos códigos conservan los mismos
textos en líneas generales, con pequeñas modificaciones. No obstante en tratán-
dose de la responsabilidad de los amos por el hecho de sus criados o sirvientes, el
texto colombiano cambia una expresión del chileno con consecuencias jurídicas
significativas. Dice el texto de Bello que los amos responderán de la conducta de
sus criados o sirvientes, en ejercicio de sus funciones, mientras que el texto colom-
biano se refiere es a daños causados con ocasión del servicio prestado, Lo que a
nuestro juicio hace más amplio el texto colombiano que el chileno al comprender
situaciones no solo en ejercicio directo, sino también conexas o con ocasión.
En la responsabilidad por las cosas ambos códices siguen un texto bastante
similar. Es de resaltar que el texto colombiano agrega la exclusión de responsa-
bilidad del dueño del edificio arruinado que causó daños, cuando ha mediado la
fuerza mayor en la caída de la edificación.
En cuanto a daños causados por vicios de la construcción y por objetos que
caen de ellos o son arrojados desde allí al igual que la responsabilidad por anima-
les, todos los textos son absolutamente idénticos.
La reducción de la indemnización por haber expuesto al daño la víctima se
regula de modo idéntico en ambos códigos
92 El código chileno es el único que tiene un régimen para el daño causado por
difamación que no se incorporó en el texto colombiano
La prescripción de las acciones en ambos códigos tiene asimetría total. Los
textos regulan el tema totalmente diferente
Se puede afirmar que en cuanto al régimen de responsabilidad delictual y
cuasidelictual Bello no siguió el texto francés y por lo mismo no se puede hacer
un análisis comparativo de textos. La fuente principal del articulado está en los
preceptos de la legislación española. Esto explica en buena parte las dificultades
de nuestra jurisprudencia que con Magistrados educados en Francia, hicieron la
lectura de los textos de origen español a la luz de los desarrollos de la Corte
de Casación francesa que hizo hermenéutica de los texto Napoleónicos en muy
poco coincidentes con los nuestros. Un típico caso es la llamada responsabilidad
por el ejercicio de actividades peligrosas que en Francia parte del principio gene-
ral de responsabilidad por las cosas bajo la guarda, expresión y concepto jurídico
inexistente en nuestro código civil.
Obdulio Velásquez Posada
Los ajustes al texto hechos en los proyectos de Bello buscan la perfección del
idioma y la exactitud, más que cambios de opinión jurídica u oscilaciones en te-
mas jurídicos de fondo. Los cambios en principio son de forma y no sustanciales,
lo que muestra que no hubo evolución conceptual entre el proyecto de 1847 al
texto definitivo de 1853.
Los textos romanos del delito datum iniuria datum de la Lex Aquilia no tuvieron
evolución en los antecedentes del código chileno, ni francés ni colombiano. En
cambio los textos de los cuasidelitos effusum y la actio positis et suspensis Digesto
9, 3, 5, 6) inequívocamente evocan los textos de nuestro código aunque con va-
riaciones significativas de estilo y contenido
Finalmente hemos de concluir que lo que arroja la investigación hasta ahora
deja algunos interrogantes por resolver como por ejemplo: ¿Cómo, por qué y
quién hizo los cambios del texto chileno al colombiano relativos a la capacidad
aquiliana y a la exclusión del artículo sobre responsabilidad por injurias?; ¿por
qué Bello se apartó tanto de la redacción de los textos franceses en materia de
responsabilidad civil y privilegió los antecedentes españoles romanos?
93
LA TEORÍA DE LOS ACTOS PROPIOS Y SU
INAPLICABILIDAD EN EL CONTRATO DE SEGURO
El abordaje de este tema tiene una primera afirmación con carga editorial que
aspiramos no desvirtúe el rigor jurídico que la publicación merece, nos referimos
a que como lo afirma Norberto Bobbio1 los intelectuales y consideramos dentro de
ellos claramente a los abogados, debemos en todos nuestros actos ceñirnos a dos
premisas 1. No abordar tema alguno si nos falta información, “el prestigio del que
pide una respuesta queda deteriorado siempre que se pueda sospechar que ha sido mal
informado o ha aceptado pasivamente las noticias....” 2. Permitir que se sospeche en
él falta de imparcialidad, “El intelectual que firma un manifiesto asume el papel y la
función de Juez”.
El presente escrito tiene por objeto entonces abordar la teoría de los actos
propios y su insipiente aparición en el discurrir jurídico del País, para mostrar su
impertinencia en materia de seguros y precisar el verdadero alcance de la teoría,
entender la estructura en su sentido teórico, pero fundamentalmente analizar su 95
dinámica en las instituciones del derecho de seguros en Colombia.
La teoría de los actos propios puede ser definida de manera simple, la propia
expresión de los actos propios envuelve un contenido pleno de sentido común
para entenderla y consiste en que quien esté obligado mediante un negocio ju-
rídico deberá comportarse durante la ejecución del mismo, de manera tal, que
sus actos no cambien súbitamente la expectativa que tiene la otra en el futuro,
dicho de otra forma la teoría de los actos propios se asocia entre partes como el
conocimiento claro de la no existencia de efectos jurídicos sorpresivos diferentes
a los que la conducta activa de la contraparte le permite presuponer y en todo
caso de manera injustificada o contraria a derecho.
sentido que la Ley les otorgue esa fuerza sin violentar las instituciones jurídicas
tales como las normas de orden público Esos requisitos, o si se quiere elementos
que son necesarios para sustentar la teoría de los actos propios los podemos
resumir en dos a nuestro juicio:
Que las conductas activas o pasivas no violenten norma imperativa, distinto
será cuando estemos hablando de otro tipo de norma jurídica, o de la costum-
bre según la Ley. Este punto es de la mayor importancia en la medida que tanto
doctrina como jurisprudencia en materia de actos propios exigen como prerre-
quisito para la existencia de la teoría que el cambio de posición de la parte sea
injustificado, esto es que contraríe no solo sus actos anteriores sino que violente
una norma, la cual claro está deberá ser imperativa, toda vez que son estas las
que como sabemos no pueden ser objeto de pacto en contrario, la Corte Suprema
de Justicia ha venido sobre el tema de manera más que insular en materia de pres-
cripción, planteando de manera un tanto confusa la teoría,5 en principio la Corte
manifiesta que no sólo el paso del tiempo podría dar origen a la prescripción
sino que además presupone que no haya inercia del acreedor, planteamiento que
resulta bastante seductor pero peligroso mirado de manera superficial, en tanto
debemos entender ¿que será inercia del acreedor? Será que el reclamar un dere-
cho o no hacerlo, así como el hecho de que el deudor acepte conversar sobre un
derecho, explorar sobre la existencia del mismo, su cuantía, incluso debatir la for- 97
ma de cómo extinguir la obligación serán todas ellas conductas que presupongan
que se está en presencia de la teoría de los actos propios y que con posterioridad
no se pudiera alegar la prescripción si no se ejerció la acción judicial en tiempo
y todo que hubiera quedado en meras tratativas. De aquí derivamos lo que con-
sideramos es el segundo requisito para plantear la teoría de los actos propios.
Que las conductas previas no impliquen renuncia expresa o tácita a derechos,
esto es, que durante la ejecución del negocio jurídico las partes hayan tenido
actos de tal naturaleza que inequívocamente permitan concluir que hayan renun-
ciado a ejercer una acción, vale decir por ejemplo ejercer la prescripción. Bien
distinto es pactar en contra de una norma de orden público, algo que claro está
no puede producir efecto jurídico alguno, a decir que estamos en presencia de
la renuncia de un derecho como lo sería el hecho de manifestar mediante alguna
comunicación que no se ejercerá la prescripción o también dejar de hacerlo al
5 Colombia. CSJ enero 11de 2000 exp. 5208 MP. Manuel Ardila V. “Mucho se ha debatido sobre el funda-
mentos moral y jurídico de la prescripción; sobre todo cuando se ha tomado en su sentido más extendido
y definido como el hallar una razón de que antes se carecía, no más que por el simple ir y venir de los
días”.
LA TEORÍA DE LOS ACTOS PROPIOS Y SU INAPLICABILIDAD EN EL CONTRATO DE SEGURO...
6 Colombia. CSJ del 8 de noviembre de 1999 Exp. 6185 MP. Jorge Santos B. “El fin de la prescripción es
tener extinguido un derecho que, por no haberse ejercitado, se puede presumir que el titular lo ha aban-
donado”.
Luis Alberto Botero Gutiérrez
conclusión fuera que la teoría de los actos propios pudiera ser aplicable a la pres-
cripción, algo que desde ya rechazamos de manera vehemente, veamos porque:
Establece el artículo 2535 del código civil,7 que solamente se necesita el paso
del tiempo para que opere la prescripción, es un hecho completamente objetivo
donde poco o nada importan las actividades de las partes tendientes a que ello
no suceda y no es posible crear el artificio de actividades o conductas de carác-
ter subjetivo para pretender dar un alcance a la prescripción que no tiene, entre
otras razones porque la propia ley reguló de manera clara cuando ante la presen-
cia de la prescripción como un hecho cumplido ella no operaría y ello en nuestro
ordenamiento jurídico no obedece sino a dos supuestos absolutamente claros:
Uno el relativo a las obligaciones que estando extinguidas por causa de la pres-
cripción son cumplidas por el deudor,8 revistiéndose estas de plena validez legal,
es decir que son obligaciones naturales que por causa de una actividad del deudor
posterior a la prescripción, recobran su capacidad para producir efectos jurídicos.
El segundo supuesto se refiere a aquellas obligaciones que estando prescritas
por el paso del tiempo son demandas por el deudor y el acreedor alega la pres-
cripción al contestar la demanda,9 allí operará el fenómeno de la prescripción
inexorablemente, así aparezca de bulto que el deudor estaba asistido de un dere-
cho y así también aparezcan en el proceso hechos o circunstancias que denoten 99
que el acreedor era el obligado civilmente.
El último supuesto planteado, es decir aquel mediante el cual la parte deman-
dada llámese el deudor no alega la prescripción extintiva, en la etapa procesal de
la contestación de la demanda, es al que tenemos que ponerle mayor atención,
toda vez que es el caso que podría ser susceptible de aplicación de la teoría de los
actos propios, en virtud a que pueden aparecer múltiples actos del acreedor que
den pie a la existencia del derecho, o que peor aún den clara identidad al derecho
del mismo y que así las cosas el Juez, aplique la teoría de los actos propios para
derivar de allí el derecho, sin importar o no obstante que en el tiempo procesal
respectivo la prescripción hubiese sido alegada, aceptar aquello sería la más clara
muestra de inseguridad jurídica que alguien pudiera imaginar.
7 “La prescripción que extingue las acciones y derechos ajenos exige solamente cierto lapso de tiempo
durante el cual no se hayan ejercido dichas acciones”.
8 Colombia. Artículo 1527 del Código Civil Colombiano.
9 Colombia. Sentencia de 23 de agosto de 2005 expediente 23718. MP Sigifredo Espinosa.
LA TEORÍA DE LOS ACTOS PROPIOS Y SU INAPLICABILIDAD EN EL CONTRATO DE SEGURO...
11 Colombia. CSJ sentencia de febrero 19 de 2002 expediente 6011. MP. Nicolás Bechara Simancas.
12 Alstom Brasil contra Compañía Suramericana de Seguros S.A. Laudo de septiembre 14 de 2006.
13 Opinión que compromete sólo a quien estas notas escribe. No siendo posición oficial de la Aseguradora.
LA TEORÍA DE LOS ACTOS PROPIOS Y SU INAPLICABILIDAD EN EL CONTRATO DE SEGURO...
14 JARAMILLO SCHOLOSS, Carlos Esteban; PABÓN SANTANDER, Antonio y VENEGAS FRANCO, VENEGAS
FRANCO, Alejandro.
Luis Alberto Botero Gutiérrez
105
EL DAÑO INDEMNIZABLE EN EL CONSENTIMIENTO
INFORMADO DEL PACIENTE
Introducción
La evolución en el derecho francés
Prueba de la obtención del consentimiento
La sentencia del consejo de estado:
¿hacia un nuevo concepto de perjuicio extrapatrimonial?
Aspectos procesales
Conclusiones
Bibliografía
107
I. INTRODUCCIÓN
El incremento de los procesos de responsabilidad civil y de reparación directa
por la prestación de servicios de salud es constante, y la mayoría de ellos involucra
de alguna manera el complejo tema del consentimiento informado del paciente.
La jurisprudencia de la Corte Constitucional, Consejo de Estado, Corte Su-
prema de Justicia y de los mismos Tribunales Superiores, ha abordado diferentes
aspectos sobre dicho tópico, lo propio ha hecho la doctrina nacional.
Sin embargo, existe un aspecto puntual y de fundamental importancia prác-
tica al que no se le ha prestado mucha atención: ¿Cuál debe ser el perjuicio a
indemnizar en aquellos eventos en los que la sentencia condenatoria surge por la
violación del consentimiento informado?
Lo que hemos observado es que en casi todas las sentencias se ha venido
condenando a los demandados a pagar los daños patrimoniales y extra-patri-
moniales en su totalidad desconociéndose los criterios que se han adoptado en
el Derecho Comparado.
EL DAÑO INDEMNIZABLE EN EL CONSENTIMIENTO INFORMADO DEL PACIENTE...
informado del riesgo grave inherente al acto médico, el paciente no se hubiera rehusado
ni a la investigación ni a los cuidados, de suerte que no está justificado ningún perjuicio
indemnizable”. La misma Corte señaló la irrelevancia de la opción en los eventos de
intervenciones quirúrgicas necesarias. Sin embargo el 18 de julio del mismo año
señaló que el médico conservaba su obligación de informar así el tratamiento fue-
ra necesario para el paciente. El Consejo de Estado por su parte se apartó de la
posición anterior indicando en un pronunciamiento del 5 de enero del 2001 que
si no había otras alternativas posibles de tratamiento no surgía responsabilidad
administrativa por parte del hospital público. La Corte de Casación compartió
dicha posición al señalar en sentencia del 4 de febrero del 2003 que no existía
“pérdida de oportunidad de escapar al riesgo materializado en la medida en que aquel era
inherente al acto médico cuya necesidad fue indicada por los peritos”.
Ahora bien, en lo que tiene que ver con la cuantía del perjuicio el Consejo de
Estado indicó el 5 de enero del 2000 que el monto indemnizable debía calcularse
en una fracción de los diferentes tipos de perjuicios, considerando “de una parte
los riesgos inherentes a la intervención y, de otra parte aquellos que se hubieren corrido en
caso de rechazo a ese tratamiento” y planteando el siguiente método para calcular
el perjuicio: evaluar el monto total del daño sufrido y luego fijar la indemniza-
ción en una fracción del daño total en función de la probabilidad que el paciente
110 hubiese tenido de rehusarse a la cirugía si se le hubiese informado el riesgo. Sin
embargo la teoría se cuestionó por la doctrina debido a que las “oportunidades”
deben ser elementos objetivos e independientes de la voluntad de la víctima,
aspecto que la misma Corte de Casación ya tenía decantado tiempo atrás en sen-
tencia del 2 de octubre de 1984 en la que señalara que “la pérdida de un chance no
puede depender de que un evento futuro e incierto cuya realización resulte de la actitud
de la víctima”. Además se planteó la dificultad para el juez de evaluar el comporta-
miento medio de un individuo en una situación similar y debidamente informado,
y se consideró arbitrario el porcentaje aplicado por el juez administrativo de un
20% de todos los perjuicios solicitados en la demanda.
También la Corte de Casación adoptó la indemnización porcentual de los di-
ferentes perjuicios indicando en sentencia del 7 de diciembre del 2004 que “la
violación de una obligación de información no puede ser sancionada sino a título de la
pérdida del chance sufrida por el paciente de evitar mediante un decisión tal vez más jui-
ciosa, el riesgo que finalmente se realiza y el daño corresponde entonces a una fracción de
los diferentes tipos de perjuicios sufridos la cual es determinada midiendo la oportunidad
pérdida que no puede ser igual a los atentados corporales resultantes del acto médico”.
Sergio Yepes Restrepo
Por esa razón estimamos que tanto el médico como la Institución prestadora de
servicios de salud podrán valerse de diversos medios probatorios para demostrar
que el paciente autorizó el acto médico o fue advertido de los riesgos previstos.
Es de suponer que el Consejo de Estado al establecer que el consentimiento
puede ser tácito, no significa abrir la compuerta para que simplemente en casos
concretos se afirme que el mismo se presentó, sino que necesariamente deben
indicarse las pruebas que le sirven de base al juez para dar por acreditado que
efectivamente el paciente consintió tácitamente, puesto que frente a la prueba
del consentimiento expreso o tácito, no tiene por qué existir diferencia alguna,
sino únicamente las que por su propia naturaleza en la forma de expresarse el
consentimiento brotan.
por la falta de consentimiento del paciente. Considera la Sala que el daño que se causa a
una persona cuando se le aplica un tratamiento o se le somete a una intervención médica
que no consintió libremente y que empeora sus condiciones de salud, como consecuencia
de la materialización de los riesgos que no le fueron informados, es la vulneración de los
derechos fundamentales a su Dignidad, a su Autonomía, a su Libertad, para disponer de su
propio cuerpo, para decidir si opta por una intervención necesaria, conveniente, o simple-
mente estética, aún a costa de los riesgos de esa intervención, o si rehúsa el tratamiento,
por ser opuesto a sus convicciones, o a su proyecto de vida o simplemente por considerar
preferible mantener su estado físico o psíquico, o que la enfermedad siga su curso antes que
tratar de obtener el restablecimiento o mejoramiento de salud, pero expuesto al riesgo de
quedar en peores circunstancias o perder su vida”. (Consejo de Estado, Sala de lo conten-
cioso administrativo, Sección Tercera, Consejera Ponente: Ruth Stella Correa Palacio, 23
de abril de 2008, Radicación número: 63001-23-31-000-1997-04547-01 (15737), Actor:
Carlos Alfredo Muñoz Ospina).
El término “opción” al que se refiere el fallo tiene relación con la teoría de la
pérdida de oportunidad que el mismo Consejo de Estado en materia de consenti-
miento ya había planteado en pronunciamiento anterior así: “habrá de CONDENAR-
SE a la demandada por falla en la administración del servicio, que se repite, no consiste en
falencia en la atención diligente y científica, sino por la omisión en el deber de información
al paciente, hecho que le impidió optar por someterse o rehusar la intervención médica
y con ello perdió la oportunidad de no resultar afectado por una intervención que podía
114
aceptar o no.” (Consejo de Estado, Sala de lo contencioso administrativo, Sección
Tercera, Consejero Ponente: Jesús María Carrillo Ballesteros, 24 de enero 2002,
Radicación número: 25000-23-26-000-1994-9875-01(12706), Actor: Luis Alfredo
Sánchez y otros).
Sin embargo, tal como sucedió en Francia lo que debe definirse es si la indem-
nización debe consistir en un porcentaje de todos los perjuicios solicitados en la
pretensión de la demanda, o si se trata de indemnizar únicamente un perjuicio
moral, aspecto que analizaremos adelante.
Por ahora digamos al menos que el mismo Consejo de Estado nuestro ya había
establecido los requisitos para la aplicación de la teoría de la pérdida de la opor-
tunidad en la prestación de servicios médicos señalando que los perjuicios no
se indemnizan en su totalidad sino en una fracción porcentual: “(i) Que la entidad
obligada a brindar el servicio médico requerido incurrió en una falla del servicio por haber
omitido el cumplimiento de su obligación o haber brindado el servicio de manera tardía o
inadecuada. Debe destacarse que, conforme a lo sostenido por la Sala, la responsabilidad
patrimonial por la falla médica involucra no sólo el acto médico propiamente dicho, que
Sergio Yepes Restrepo
V. ASPECTOS PROCESALES
En la práctica judicial observamos que en muchos procesos el demandante
invoca como base de su acción indemnizatoria el consentimiento informado del
paciente. En ocasiones lo hace oportunamente y en otras de manera tardía, lo
cual plantea problemas en torno al debido proceso y el principio de congruencia.
Para que la pretensión sea favorable consideramos necesario que en la deman-
da se narre como hecho fundante la omisión en la obtención del consentimiento
o su obtención incompleta o inadecuada. Bastaría efectuar una negación indefini-
da para que la prueba recaiga sobre el demandado, pero debe incluirse al menos
en un hecho de la demanda tal aspecto fáctico. Ello significa que su invocación
tardía en los alegatos de conclusión, en la sustentación de la apelación o en el
traslado de segunda instancia implicaría una violación al derecho de defensa del
demandado quien por ejemplo no tendría la oportunidad de solicitar pruebas
sobre dicho tópico. 117
Sobre este aspecto el Tribunal Superior de Medellín se pronunció de manera
acertada de la siguiente forma “En cuanto a la falta del consentimiento informado de la
madre del occiso, también alegada en la alzada, es claro que no le está dado al impugnante
esgrimir nuevos hechos y asuntos que no fueron propuestos en oportunidad, como quiera que
si ello se permitiera se caminaría por el sendero de la violación a los derechos del demanda-
do, en tanto se le llamaría a responder con fundamento en un determinado conjunto fáctico,
para luego condenarlo con asiento en otro bien diverso, del que, como brota con claridad,
no tuvo ocasión de defenderse, luego tal aspecto no ha de revisarse” (Tribunal Superior de
Medellín, Sala de Decisión Civil, 13 de febrero de 2007, Magistrado Ponente: Octa-
vio Augusto Tejeiro Duque, Radicado: 05001 31 03 001 2001 0117 01).
No solamente se requiere que los hechos de la demanda comprendan la no obten-
ción del consentimiento, sino también el daño moral por el atentado a la autonomía e
igualmente el nexo causal entre la falta de información y la no posibilidad del pacien-
te de haberse rehusado al acto médico evitando la presentación del riesgo.
EL DAÑO INDEMNIZABLE EN EL CONSENTIMIENTO INFORMADO DEL PACIENTE...
VI. CONCLUSIONES
Vemos con preocupación una utilización excesiva del consentimiento informado
en los procesos de responsabilidad civil médica que los ha llevado de un terreno en
el cual se hacía un análisis de la práctica médica y su adecuación a la Lex artis ad hoc,
hasta la resolución de un conflicto por la simple existencia o no de un documento.
Lo delicado del asunto es que algunas sentencias condenatorias fundamentadas
en el consentimiento han obligado a los demandados a pagar la totalidad de los
perjuicios patrimoniales y extra-patrimoniales de manera similar a aquellos eventos
en los que de verdad si existió una mala práctica médica. En cada proceso debería
analizarse con profundidad la manera como se obtuvo o no el consentimiento in-
formado del paciente, y en especial la personalidad de este, su nivel cultural, sus
antecedentes médicos personales, la conversación previa con otros profesionales,
la privacidad del consultorio médico por el sigilo profesional, y en general las con-
diciones de tiempo, modo y lugar en que se verificaron los hechos.
Finalmente si se admite la existencia de un perjuicio moral por el atentado a
la autonomía del paciente, como único perjuicio indemnizable, se debería esta-
blecer jurisprudencialmente un parámetro fundamentado en la equidad que sea
aplicado por los jueces. La medida de dicho perjuicio podrá calcularse con los
parámetros señalados por el Consejo de Estado en los eventos en que no se advir-
tió al paciente sobre algún riesgo que se materializó y deberá ser mayor cuando 119
se efectúa un acto médico sin haberle pedido siquiera autorización al paciente.
EL DAÑO INDEMNIZABLE EN EL CONSENTIMIENTO INFORMADO DEL PACIENTE...
VII. BIBLIOGRAFÍA
CHABAS, François., L´obligation médicale d´information en danger, Revue Contrats
– Concurrence – Consommation, Editions du Juris – Classeur, No. 5, mai 2000.
CORGAS-BERNARD, Cristina. Nouvelle approche de l´obligation d´information du
médecin. Revue Droit Civil, Collection Lamy Droit Civil, juin 2008.
COUR DE CASSATION, La santé dans la jurisprudence de la cour de cassation,
Rapport annuel 2007.
GUETTIER, Christophe., L´obligation d´information des patients par le médecin,
Revue Responsabilité civile et assurances, Jurisclasseur, No. 7-8 juillet-août 2002.
LAMBERT-FAIVRE, Yvonne., Droit du dommage corporel: systèmes d´indemnisa-
tion, Dalloz, 5e éd., 2004, No. 591.
LE TOURNEAU, Philippe et CADIET Loïc, Droit de la responsabilité, Dalloz.
RADÉ, Christophe., L´obligation d´information en matière médicale et l´office du
juge. Revue Responsabilité civile et assurances, Jurisclasseur, No. 3 – mars 2003.
SARGOS, Pierre., Le devoir d´information des médecins dans la jurisprudence de la
cour de cassation, conference du 29 mars 1999.
120 VINEY, Geneviève et JOURDAIN, Patrice, Traité de Droit Civil, Les conditions de la
responsabilité, L.G.D.J.
OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD
INSTITUCIONAL DERIVADA DEL ASEGURAMIENTO
Y PRESTACIÓN DE SERVICIOS EN EL SISTEMA
GENERAL DE SEGURIDAD SOCIAL EN SALUD
ASEGURAMIENTO EN SALUD
La Ley 1122 de 2007, llamada REFORMA A LA SALUD, estableció los presupues-
tos esenciales del aseguramiento, a través de su definición en su artículo 14, así:
Entiéndase por aseguramiento en salud: 123
- La administración del riesgo financiero,
- La gestión del riesgo en salud,
- La articulación de los servicios que garanticen el acceso efectivo,
- La garantía de la calidad en la prestación de los servicios de salud y
- La representación del afiliado ante el prestador y los demás actores sin per-
juicio de la autonomía del usuario.
Y como si fuera poco, la reforma a la salud estableció que las Entidades Pro-
motoras de Salud en cada régimen - Contributivo y Subsidiado -, son las respon-
sables de cumplir con las funciones indelegables del aseguramiento en salud.
Lo anterior, exige que el asegurador, en este caso las EMPRESAS PROMOTO-
RAS DE SALUD, E.P.S., deben asumir el riesgo transferido por el usuario, que se
precisa de manera indelegable, y que cumplan con las obligaciones establecidas
en los Planes Obligatorios de Salud.
OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD INSTITUCIONAL DERIVADA DEL ASEGURAMIENTO...
Como para darle credibilidad a la frase “Es más fácil cambiar las leyes que cam-
biar las mentes y las inercias”, no fue suficiente la normatividad de la Ley 100 de
1.993, para que se entendiera que las funciones del aseguramiento en salud eran
indelegables, pues fue necesaria la reforma a la salud a través de la Ley 1122 de
2007, para indicarle a las E.P.S., que su función en el Sistema de Seguridad Social
en Salud está más allá de la simple afiliación al Sistema; que además de adminis-
trar el riesgo financiero, es la de gestionar el riesgo en salud y la de articular los
servicios que garantice, con calidad, el acceso efectivo de la prestación de los
servicios en salud.
Indicó textualmente la Ley 1122 de 2007, en su artículo 23, que las Empresas
Promotoras de Salud, E.P.S., tanto del régimen contributivo como del subsidia-
do, deberán atender la prestación de los servicios de salud, con la celeridad y la
frecuencia que requiera la complejidad de las patologías de los usuarios de los
mismos; que las citas médicas deberán ser fijadas con la rapidez que requiere un
tratamiento oportuno, en aplicación de los principios de accesibilidad y calidad
correspondientes.
Con la importancia fundamental, la reforma a la salud estableció que se garantiza-
rá a todos los colombianos la atención inicial de urgencias en cualquier I.P.S del país.
124 Como consecuencia de dicho precepto, las E.P.S o las entidades territoriales
responsables de la atención a la población pobre, no cubierta por los subsidios a
la demanda, no podrán negar la prestación o el pago de los servicios prestados
por parte de las Instituciones Prestadoras del Servicio de Salud, I.P.S. que atien-
dan sus afiliados, cuando estén causados por la atención inicial de urgencias, aún
sin que medie convenio o contrato.
Los preceptos que señala la Ley 1122 de 2007, no son nada nuevos, puesto que
tanto el artículo 168 de la Ley 100/93 y el 26 del Decreto 1938/94 (hoy 806 de 1998)
establece que en casos de urgencia, se obliga a todas las entidades de salud de ca-
rácter público o privado, a prestar los servicios médicos correspondientes en forma
inmediata a todas las personas, independientemente de su capacidad de pago y sin
someterlo a períodos de espera en razón de las semanas mínimas cotizadas.
Como es sabido por la práctica ordinaria en Colombia, las entidades de salud
que prestan servicios médicos de urgencia, tanto de carácter público como pri-
vado, se han involucrado en una conducta extraña que no está establecida en el
ordenamiento jurídico interno, norma que sí llegare a existir, por lógica no sería
Alberto León Duque Osorio*
consecuente con las condiciones individuales de los pacientes que requieren una
atención médica inmediata de urgencia de mayor complejidad.
Esta conducta extraña consiste en que, los servicios de urgencias de menor
complejidad deben solicitar previamente permiso a los servicios de urgencias de
mayor complejidad para remitir sus pacientes urgentes. Sí no existe dicho permi-
so, es decir, sí el paciente no ha sido previamente aceptado por el servicio de ur-
gencia de mayor complejidad, éste no es remitido de manera inmediata, lo que se
traduce en que, el paciente es sometido a largos periodos de espera hasta tanto
se consiga dicho permiso. El lapso de tiempo que transcurre mientras se adquiere
el permiso, conlleva a la no prestación de los servicios médicos de urgencia en
forma inmediata, que en muchas ocasiones, se convierte en la asistencia pasiva
a la muerte de los mismos por parte de los servicios de salud de menor comple-
jidad, servicios estos que no tienen los medios correspondientes para resolver la
situación patológica efectiva de aquellos pacientes.
SERVICIOS DE SALUD
De acuerdo al Sistema General de Seguridad Social en Salud, el acceso a los
servicios de salud siempre será por el primer nivel de atención o por el servicio
de urgencias.
125
Se entiende por nivel de atención la responsabilidad del ente territorial en la
organización de los servicios de salud, a través de una o varias entidades para sa-
tisfacer las necesidades de salud de su población (Artículo 1º del Decreto 1760/90).
Los servicios se clasificarán en grados de complejidad con el objeto de raciona-
lizar los recursos disponibles, lograr una mejor distribución de los mismos y man-
tener la calidad en la prestación de servicios (Artículo 3º del Decreto 1760/90).
En el primer nivel de atención se lleva a cabo la prestación de los servicios
de medicina general y a la vez, las actividades de regulación en la remisión del
paciente para los servicios correspondientes a los niveles superiores de compleji-
dad, de acuerdo a la especialidad médica que requiera el mismo y la urgencia que
amerite, sea de segundo, tercero o cuarto nivel de atención.
OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD INSTITUCIONAL DERIVADA DEL ASEGURAMIENTO...
Entre tanto, el artículo 3º del Decreto 412 de 1992 define la URGENCIA en los
siguientes términos:
“Es la alteración de la integridad física y/o mental de una persona, causada por un trau-
ma o por una enfermedad de cualquier origen que genere una demanda de atención médica
inmediata y efectiva tendiente a disminuir los riesgos de invalidez y muerte”.
Precisa la norma, que la ATENCIÓN DE URGENCIA es la atención médica, inme-
diata y efectiva del paciente urgente tendiente a disminuir riesgos de invalidez y
muerte. Resalta, de manera categórica, que en el escenario de la ATENCIÓN DE
URGENCIA, esta debe ser efectiva, es decir, tendiente a lograr el efecto de reso-
lución de la patología de urgencia que aqueja el paciente.
Es fácil concluir que, si el paciente es atendido de urgencia, la institución
prestadora del servicio de salud está en la obligación de proporcionarle la ATEN-
CIÓN INICIAL DE URGENCIA, es decir, estabilizar sus signos vitales, realizarle un
diagnóstico de impresión y definirle el destino inmediato, bien sea seguir con la
atención de URGENCIA para resolverle la patología que aqueja al paciente de ma-
nera inmediata y efectiva, o remitirlo de manera inmediata a un nivel de atención
y grado de complejidad superior, según lo requiera el caso. Quiere decir lo an-
terior, que en la ATENCIÓN INICIAL DE URGENCIA no se ha resuelto la patología
que presenta el paciente, puesto que sólo se le proporcionó acciones tendientes
a estabilizarlo en sus signos vitales y a emitir un diagnóstico de impresión. 127
Por simple lógica, se deduce que la institución prestadora de servicios de
salud de urgencia, receptora del paciente que fue remitido, le asiste de nuevo
la obligación de prestarle a éste la ATENCIÓN INICIAL DE URGENCIA para seguir
con el segundo escenario de atención, la ATENCIÓN DE URGENCIA, que resuelve
de manera efectiva la situación patológica, siempre y cuando sea está la indicada
para asistirlo de dicha manera.
Así lo señaló la Circular externa Nº 014 de 1995 de la SUPERINTENDENCIA
NACIONAL DE SALUD:
“Si la entidad que recibe en primera instancia al paciente, no cuenta con la capacidad
técnico científica para atenderlo, y debe remitirlo, la entidad receptora también está
obligada a prestar la atención inicial de urgencias hasta alcanzar la estabilización del
paciente en sus signos vitales” (Lo resaltado es fuera de texto)
Cuando el artículo 2º de la Ley 10 de 1.990 habla que todas las entidades de
salud están obligadas a “…prestar la atención inicial de urgencias con independencia
de la capacidad socioeconómica de los demandantes de estos servicios…”, se concluye fá-
OBLIGACIÓN Y RESPONSABILIDAD INSTITUCIONAL DERIVADA DEL ASEGURAMIENTO...
CONTENIDO:
De la acción de nulidad y restablecimiento del derecho y
el principio de justicia rogada
Consideraciones previas sobre el principio del iura novit curia
De la acción de reparación directa y el principio del iura novit curia
como excepción al postulado de justicia rogada.
Debe destacarse en principio, que el contencioso objetivo que se surte ante
la jurisdicción contencioso administrativa, tiene como fin no sólo la preservación
del principio de legalidad de la actuación de la administración; sino también el
importantísimo objetivo de propender por el mantenimiento del orden constitu-
cional. Por lo tanto, el contencioso objetivo, bien el de nulidad por inconstitucio- 131
nalidad, bien el de simple nulidad (que será del cual se hablará en este artículo)
se encuentran inspirados por la confrontación con el orden constitucional y legal
que debe hacer el juez administrativo. Lo anterior, se hace necesario anotarlo,
toda vez que el juez de lo contencioso administrativo, no sólo es juez de la lega-
lidad, sino también juez de constitucionalidad de los actos administrativos que
ante él se demandan.
La acción de simple nulidad o contencioso objetivo de anulación, como tam-
bién se le conoce, se encuentra prescrita en el artículo 84 del Código Conten-
cioso Administrativo1 y básicamente se busca con ésta que se restablezca “[…]
1 La acción de nulidad simple está consagrada en el artículo 84 del Código Contencioso Administrativo en
los siguientes términos:
Colombia. “Artículo 84. Acción de nulidad. Toda persona podrá solicitar por sí o por medio de representante,
que se declare la nulidad de los actos administrativos.
Procederá no sólo cuando los actos administrativos infrinjan las normas en que deberían fundarse, sino tam-
bién cuando hayan sido expedidos por funcionarios u organismos incompetentes, o en forma irregular, o
con desconocimiento del derecho de audiencias y defensa, o mediante falsa motivación, o con desviación
de las atribuciones propias del funcionario o corporación que los profirió.
También puede pedirse que se declare la nulidad de las circulares de servicio y de los actos de certificación
DE LA ACCIÓN DE NULIDAD Y EL PRINCIPIO DE JUSTICIA ROGADA...
7 Ibídem. p, 137.
8 Colombia. Corte Constitucional. Sentencia C-131 de 1993. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
DE LA ACCIÓN DE NULIDAD Y EL PRINCIPIO DE JUSTICIA ROGADA...
La norma acusada debe ser entendida en armonía con los incisos 1° y 2° del
artículo 175 del C.C.A., conforme a los cuales la sentencia que declare la nulidad
de un acto administrativo tendrá fuerza de cosa juzgada erga omnes, pero la que
la niegue sólo produce efectos en relación con la causa petendi juzgada.
La relatividad de la cosa juzgada cuando se niega la nulidad, permite que un
acto administrativo se pueda demandar en acción de nulidad varias veces invo-
cando como violadas nuevas normas jurídicas y conceptos de violación distintos.
Por lo tanto, ningún perjuicio se causa a quien instaura una acción pública de
nulidad que es desestimada en la sentencia por el juez administrativo, debido
a que puede posteriormente demandar la norma invocando una nueva causa pe-
tendi, esto es, con fundamento en otras disposiciones que se estimen violadas y
diferente concepto de violación.9
Se observa entonces como la Corte Constitucional, ha encontrado un sustento
lógico y coherente para la existencia del principio de justicia rogada, en el enten-
dido de que se podrá demandar nuevamente un acto administrativo aduciendo
otras normas violadas y un concepto de violación diferente, ya que el concepto de
cosa juzgada cuando se niega la nulidad es relativo. Quiso con esto la Corte preci-
sar que la carga de exigir la descripción de las normas que se consideran violadas
y el concepto de violación en caso de que se deniegue la nulidad, no cierra la
134 puerta para que nuevamente pueda ser demandado un acto administrativo, si en
la nueva demanda se aducen otras normas presuntamente violadas o las mismas
pero precisando con nuevos argumentos el concepto de violación para el caso
concreto; más aún cuando señaló que no se viola el principio de igualdad, porque
dicha exigencia no se estatuyó para un determinado grupo de personas, sino
para todo aquel que pretenda enervar la presunción de legalidad de que gozan
los actos administrativos. De igual modo, sostuvo la Corte Constitucional que
tampoco se desconoce el derecho político a que hace referencia el artículo 40-6
de la Carta Magna Colombiana, ni el derecho de libre acceso a la administración
de justicia, toda vez que la carga procesal establecida en el numeral 4 del artículo
137 del Código Contencioso Administrativo es mínima, racional, proporcionada
y necesaria.
Se hace necesario precisar lo dicho por el Consejo de Estado, en sentencia del
24 de enero de 2002, respecto de la carga de referir con exactitud las normas
9 Colombia. Corte Constitucional. Sentencia C-197 de 1999. M.P. Antonio Barrera Carbonell.
Oscar Alejandro Castaño López
asuntos que no han sido planteados o sustentados por el actor y que actuar de
modo contrario se estaría contrariando la preceptiva contenida en el artículo 170
del Código Contencioso Administrativo según el cual la sentencia tiene que ser
motivada y debe analizar los hechos en que se funda la controversia.14
Como se puede ver, tanto la acción de simple nulidad, como la acción de nuli-
dad y restablecimiento del derecho se encuentran cobijadas por la exigencia hecha
por el legislador cuando se pretenda demandar un acto administrativo. Se debe
entonces precisar claramente en el ejercicio de ambas acciones, qué normas del or-
denamiento jurídico resultan violadas o menoscabadas con la expedición del acto
administrativo demandado, y se debe establecer clara y justificadamente con la
demanda el concepto de violación para cada caso. Sin embargo, la exigencia hecha
por el legislador para este tipo de acciones contenciosas, no se limita en este pun-
to, en tratándose de la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, ya que
el actor en estos casos debe precisar también como pretende le sea resarcido el
derecho presuntamente vulnerado con la expedición del acto administrativo de-
mandado, y de no hacerlo el juez en desarrollo del carácter rogado de la justicia
administrativa, entenderá que se ha impetrado la acción de simple nulidad.
Se puede observar que el principio de justicia rogada, cuando de acciones de
simple nulidad y de nulidad y restablecimiento se trata, impone unas cargas más
138 fuertes al actor, ya que se debe cumplir con lo normado por el artículo 137 numeral
4° del Código Contencioso Administrativo y se deben cumplir también las exigen-
cias establecidas por el artículo 138 inciso segundo del Código en cita. Tal situación
se constituye en una mayor exigencia que el principio de justicia rogada impone al
demandante de un acto administrativo que lo ha afectado particularmente y que
consecuencialmente busca un restablecimiento del derecho violado. Acá se puede
entonces evidenciar que el principio de justicia rogada no es más que el culto al
principio de legalidad de que están investidos los actos administrativos.
para el caso concreto. Bajo el imperio del iura novit curia tienen plena cabida,
expresiones como “dadme los hechos que yo os daré el derecho” para así colocar al
ciudadano en un plano real de acceso a una eficaz justicia reparadora en los tér-
minos de los artículos 2, 90 y 91 del Estatuto Superior.
En contraposición a la acción de plena jurisdicción, en donde el principio de
rogación procesal es el que gobierna el desarrollo de la misma; en la acción de
reparación directa el principio que rige el análisis jurídico es el del iura novit curia,
según el cual el accionante no tendrá que exponer el régimen de responsabilidad
aplicable al caso, o entrar a explicar el concepto de violación de las normas, sino
las situaciones de hecho, omisiones, operaciones u ocupaciones, que puedan ser
atribuibles a las autoridades públicas, para que el juez decida sobre la base del
derecho aplicable al caso concreto. Acá no se trata de soportar jurídicamente
porqué se ha conculcado una norma, se busca es demostrar la ocurrencia de los
hechos indicados y los daños ocasionados por tales sucesos, para que el juez
deduzca la indemnización de los perjuicios materiales (daño emergente y lucro
cesante), morales, fisiológicos, a la vida de relación y a las condiciones de exis-
tencia que se hayan causado. Es ésta la acepción básica y correcta del principio
antedicho que orienta la acción de reparación directa.
Hecha esta precisión, se pasará en el acápite siguiente a realizar unos breves
comentarios sobre la acción de reparación directa a la luz del principio del iura 139
novit curia, concluyendo finalmente que la aplicación de éste principio es una clara
excepción al carácter rogado de la jurisdicción de lo contencioso administrativo.
15 La acción de reparación directa está consagrada en el artículo 86 del Código Contencioso Administrativo
en los siguientes términos:
Colombia. “Artículo 86. Acción de reparación directa. La persona interesada podrá demandar directamente
la reparación del daño cuando la causa sea un hecho, una omisión, una operación administrativa o la
ocupación temporal o permanente de inmueble por causa de trabajos públicos o por cualquier otra causa.
Las entidades públicas deberán promover la misma acción cuando resulten condenadas o hubieren conciliado
por una actuación administrativa originada en culpa grave o dolo de un servidor o ex servidor público
que no estuvo vinculado al proceso respectivo, o cuando resulten perjudicadas por la actuación de un
particular o de otra entidad pública”.
Oscar Alejandro Castaño López
16 YOUNES MORENO, Diego. Curso elemental de Derecho Administrativo. Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez.
Bogotá: 1994. p. 156.
17 SANTOFIMIO GAMBOA. Ob. Cit. P. 211-212.
18 Ibídem. p. 213.
19 Colombia. El artículo 90 de la Constitución Política reza lo siguiente:
“El estado responderá patrimonialmente por los daños antijurídicos que le sean imputables, causados por la
acción o la omisión de las autoridades públicas.
En el evento de ser condenado el Estado a la reparación patrimonial de uno de tales daños, que haya sido
consecuencia de la conducta dolosa o gravemente culposa de un agente suyo, aquél deberá repetir contra
éste”.
DE LA ACCIÓN DE NULIDAD Y EL PRINCIPIO DE JUSTICIA ROGADA...
Ahora bien, resulta pertinente precisar la posición que sobre el particular tie-
ne el Consejo de Estado, quien ha sostenido que el principio que rige el análisis
jurídico en las acciones de reparación directa es del iura novit curia, en contrapo-
sición al clásico principio de rogación procesal.
En sentencia de agosto 8 de 2002, el Consejo de Estado indicó lo siguiente:
[…] en el evento de que la demanda se hubiera fundamentado exclusivamente
en la falla del servicio, en la decisión bien puede examinarse la responsabilidad
patrimonial de la administración pública desde una perspectiva o régimen di-
ferente, en aplicación del principio iura novit curia, toda vez que frente a los
hechos alegados y probados por la parte demandante, corresponde al juez de-
finir la norma o el régimen de responsabilidad que resulta aplicable al caso.20
(Negrillas fuera del texto original).
La fundamentación y el sustento constitucional que encuentra el principio del
iura novit curia, plasmada en el artículo 90 superior, encuentra asidero en el postula-
do según el cual, el Estado tendrá que reparar los daños antijurídicos que ocasione
a sus asociados y semejante premisa justifica la no aplicación del principio de jus-
ticia rogada para el caso de las acciones de reparación directa que se interpongan
ante la jurisdicción administrativa y en su defecto, la aplicación del iura novit curia,
142 por medio del cual el juez valorará los supuestos fácticos de la demanda y determi-
nará el régimen de responsabilidad aplicable al Estado al caso concreto.
Se puede afirmar entonces que la jurisprudencia del Consejo de Estado ha
sido respetuosa de la responsabilidad que debe asumir el Estado en caso de que
causa un perjuicio injustificado a un ciudadano y que no resulta violatorio del
derecho fundamental de acceso a la administración de justicia, el hecho de que
en las acciones de simple nulidad y de nulidad y restablecimiento del derecho, se
deban exponer las normas que se consideren violadas, así como el concepto de
violación; porque lo que se pretende salvaguardar en este caso es la presunción
de legalidad del acto administrativo.
Así las cosas se tiene de un lado la presunción de legalidad de los actos de la
administración como fuente de la aplicación del principio de rogación procesal y
del otro la obligación resarcitoria en cabeza del Estado en caso de daños antijurí-
dicos como sustrato filosófico de la aplicación del iura novit curia.
20 Colombia. Consejo de Estado. Sala de lo contencioso administrativo. Sección Tercera. Sentencia de agos-
to 8 de 2002. C.P. Ricardo Hoyos Duque.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN
LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO
1. GENERALIDADES 143
El Estado debe responder patrimonialmente por los daños que les cause a los
particulares. Esa fue la proposición que le dio origen al Derecho administrativo, y
actualmente es uno de los pilares del Derecho público universal. En Francia se re-
conoció por primera vez la obligación resarcitoria del Estado, en el histórico fallo
blanco de 1873, en el que un padre reclamó de la justicia el resarcimiento de los
daños padecidos por su hija como consecuencia del atropellamiento propinado
por un vehículo de una empresa tabacalera del Estado.
En contraste con la respetada opinión de algunos expertos en Derecho admi-
nistrativo que consideran que la responsabilidad del Estado es un tema propio de
su área de conocimiento,1 y que los principios fundamentales de esa responsabi-
lidad son distintos de los que rigen la de los particulares, considero que no hay
1 Entre otros RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Libardo, Derecho administrativo general y colombiano, Temis, Bo-
gotá, 2005; SAAVEDRA BECERRA, Ramiro, La responsabilidad extracontractual de la administración pública,
Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, Bogotá, 2003; MOLINA BETANCUR, Carlos Mario. “El derecho admi-
nistrativo y la responsabilidad patrimonial del estado”, en Temas de derecho administrativo contemporáneo,
Universidad del Rosario, Bogotá, 2006.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO...
lugar a tal diferenciación, pues los elementos que componen ambas responsabili-
dades son los mismos en lo esencial.
No desconozco que hay aspectos muy puntuales en los que puede haber algún
grado de diferenciación, como las acciones conducentes a reclamar el resarcimiento
o incluso los denominados títulos de imputación, que en todo caso son la aplicación
en lo público de los canónicos conceptos de responsabilidad subjetiva y objetiva.
Pero no son suficientes esas mínimas diferencias para predicar la aludida
pertenencia del tema como activo propio del Derecho administrativo, ni mucho
menos para hablar de un sistema de responsabilidad basado en principios de
Derecho público.2
El Derecho de daños es la ciencia jurídica que se ocupa de estudiar el daño,
sus elementos estructurales y sus materias aledañas, sin diferenciar la naturaleza
pública o privada del agente generador del daño, lo cual sí debe tenerse en cuen-
ta, pero para aspectos muy excepcionales de diferenciación, que no permiten
predicar dos regímenes con principios propios.
2 De la misma opinión son TAMAYO JARAMILLO, Javier, La responsabilidad del Estado, Temis, Bogotá, 2000 y
BOTERO ARISTIZÁBAL, Luis Felipe, La responsabilidad patrimonial del legislador, Legis, Bogotá, 2007.
3 Cuyo fundamento fue la culpa in eligendo e in vigilando, por elegir mal a los funcionarios y no vigilar
adecuadamente su gestión, tesis rápidamente abandonada, porque el Estado no siempre elige a sus fun-
cionarios, como en los casos de cargos de elección popular, y mucho menos podría vigilar el desempeño
de cada funcionario, dada la magnitud del aparato estatal.
Diego Fernando García Vásquez
especiales, por lo que aplicó la noción de falla del servicio, la cual, sin embargo,
sustentó en la responsabilidad directa con culpa probada del Código Civil.4
En 1964, mediante el Decreto 528, se atribuyó la competencia para conocer de
los negocios de responsabilidad del Estado a la jurisdicción de lo contencioso-ad-
ministrativo, la cual elaboró la teoría de los títulos de imputación, que fueron los
distintos fundamentos que según los hechos particulares hacían responsable al
Estado en atención a la conducta de la entidad o a la naturaleza de la actividad
en cuyo ejercicio se causaran los daños.
Los títulos de imputación son la falla del servicio, el riesgo excepcional y el
daño especial, cuyo contenido se explicará más adelante.
4 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Negocios Generales, sentencia del 30 de junio de 1941.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO...
teriales […] En cambio, las imputaciones jurídicas aluden a la fuente normativa de deberes
y de obligaciones […] en las cuales se plasma el derecho de reclamación”.9
Rodrigo Escobar Gil apoyó la misma tesis, denominando las imputaciones fác-
ticas como imputatio facti y las jurídicas como imputatio juris, y definió esta última
como “… una razón de derecho que justifique que la disminución patrimonial sufrida por
la víctima se desplace al patrimonio del ofensor”.10
5. TÍTULOS DE IMPUTACIÓN
Los títulos de imputación son los fundamentos subjetivos y objetivos que per-
mitían imputar responsabilidad al Estado antes de la Constitución de 1991. Los
principales son la falla del servicio, el riesgo excepcional y el daño especial.
La falla del servicio es “…una responsabilidad directa, consistente en que se produce
un daño debido a que una persona pública no ha actuado cuando debía hacerlo, ha actua-
do mal o ha actuado tardíamente…”11. El riesgo excepcional se configura cuando el
Estado desarrolla actividades peligrosas, como el manejo de armamento.12
El daño especial se configura cuando el Estado, en desarrollo de actividades
lícitas y en cumplimiento de deberes legales, genera daños que desbordan el
equilibrio ante las cargas públicas que deben soportar los particulares.
La falla del servicio se rige por la responsabilidad con falla probada, el riesgo 147
excepcional establece una presunción de responsabilidad contra el Estado y el
daño especial constituye una responsabilidad objetiva.
En la responsabilidad médica del Estado, se estableció inicialmente el sistema
de falla probada, pero desde el año 1992, con fundamento en el principio de la
carga dinámica de las pruebas,13 se estableció una presunción de falla del servicio.14
9 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso-administrativo, Sección Tercera, sentencia del 25
de julio de 2002.
10 ESCOBAR GIL, Rodrigo. Teoría general de los contratos de la administración pública, Legis, Bogotá, 2000, p.
259.
11 RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ, Libardo. Ob. Cit. p. 466.
12 La forma como el Consejo de Estado planteó la teoría del riesgo excepcional es confusa, porque aunque
centra su estudio en las actividades peligrosas a cargo del Estado, termina por decir que la responsabili-
dad de la administración se concreta por la causación de un daño que rompe el equilibrio en la asunción
de las cargas públicas, que es el fundamento del daño especial.
13 Cuya filosofía consiste en “…radicar la carga probatoria en aquella de las partes que esté en posibilidad
de mostrar la real verdad de las cosas”. TAMAYO JARAMILLO, Javier. Sobre la prueba de la culpa médica en
derecho civil y administrativo, Diké, Medellín, 1995, p. 92.
14 Colombia. Ver Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso-administrativo, Sección Tercera, sentencias del
24 de agosto de 1992, 30 de julio de 1992 y 13 de agosto de 1992.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO...
6. CRÍTICA A LA JURISPRUDENCIA
Me permito discrepar de la posición del Consejo de Estado, porque creo que
desconoce un texto legal cuyo tenor literal no ofrece oscuridades15 y porque des-
obedece el objetivo señalado por el constructor de la norma, así como por impo-
ner un sistema que facilita la impunidad.
Pienso que la valoración de los títulos de imputación es innecesaria, porque
siempre que se llegue a la conclusión de que se concretó cualquiera de ellos, tam-
bién se llegará a la conclusión de que el Estado es responsable por la ocurrencia
de un daño que el particular no está obligado a soportar.
Ello ocurre, por ejemplo, cuando la fuerza pública, en ejercicio de sus funcio-
nes de defensa militar, arremete imprudentemente contra una persona o pobla-
ción, pensando que se trata de delincuentes o de territorios de grupos ilegales.
En un caso como el del ejemplo, no habrá que indagar sobre la falla del ser-
vicio o la imputación de un daño especial, pues es obvio que los particulares
no tenemos la carga de soportar los desmanes dañinos en que pueda incurrir la
fuerza pública en perjuicio de la población civil. Bastará con demostrar el hecho
administrativo,16 el daño antijurídico y la relación de causalidad, para predicar la
responsabilidad del Estado.
148
La valoración de la conducta del Estado con los títulos de imputación ha con-
ducido a que los particulares vean frustrado su derecho natural a ser resarcidos
por los daños que el Estado les causa, porque, en criterio de los jueces, el Estado
no ha incurrido en fallas que permitan deducir su responsabilidad.
Ello no sólo conculca el deber constitucional de los jueces de apegarse sólo al im-
perio de la ley -la norma Constitucional en este caso- sino el otro deber superior que
tiene todo servidor público de proteger la vida, honra y bienes de los particulares.
Y es que si se analiza la situación desprevenidamente y sin sesgos teóricos, se
llega fácilmente a la conclusión de que si para determinar la responsabilidad estatal
se debe establecer el desvalor de la conducta estatal, nada nuevo se habría introdu-
cido con el artículo 90 y con la radicación de la antijuridicidad en el daño, porque la
15 Incluso si fuera dudoso, lo que debió hacer el intérprete fue indagar sobre su intención, contenida en la
exposición de motivos, no entenderla según sus propios criterios, pues la ley manda, en caso de duda,
“…recurrir a su intención o espíritu - de la norma oscura- claramente manifestados en ella o en la historia
fidedigna de su establecimiento” (Código Civil art. 27).
16 Hecho administrativo es un acontecimiento o situación en la que no media la voluntad del Estado, pero
que produce efectos respecto de éste.
Diego Fernando García Vásquez
17 ESGUERRA PORTOCARRERO, Juan Carlos. La protección constitucional del ciudadano, Legis, Bogotá, 2004,
p. 301.
18 Ibídem. p. 302.
19 ESGUERRA, Ob. Cit., p. 302.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO...
20 Ibídem. p. 302.
21 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso-administrativo, Sección Tercera, sentencia del 27
de enero de 2000.
Diego Fernando García Vásquez
Los hechos, operaciones y omisiones son las formas que tiene el Estado para
actuar. Todas sus gestiones se desarrollan con alguno de estos actos jurídicos, a
los que hay que sumar la celebración de contratos. Me parece obvio que cualquier
persona que padezca un daño por la ejecución de cualquiera de estos mecanismos
de actuación pública está exenta del deber jurídico de soportarlos, además de que
sería abiertamente ilegal e inconstitucional establecer una obligación semejante.
En consecuencia, la concreción de cualquier daño antijurídico hace responsa-
ble a su agente generador, independientemente de la causa del daño.
8. CONCLUSIÓN
La introducción del elemento de la antijuridicidad del daño en la Constitución
de 1991 buscó radicar la responsabilidad del Estado en consideración de la natu-
raleza del daño. El resultado dañoso sería desde entonces el factor determinable
para endilgar responsabilidad.
Si se estableció este elemento como un aporte novedoso que facilitara la si-
tuación procesal de las víctimas, ningún sentido tendría que para que ellas reci-
30 Si la entidad que emite el acto general y abstracto no es la contratante sino otra, el resarcimiento se
causa con base en la teoría de la imprevisión, por concurrir los caracteres de exterioridad, inevitabilidad
e imprevisibilidad.
Diego Fernando García Vásquez
bieran su resarcimiento debieran probar, como venía sucediendo hasta el año 91,
la antijuridicidad de la conducta dañosa del Estado.
Y esta afirmación no se sustenta únicamente en el sentido lógico de las cosas,
sino en el propio contenido del texto constitucional y en la historia fidedigna de
su creación, en la que se puso de manifiesto que lo relevante para la determina-
ción de la responsabilidad del Estado sería la antijuridicidad del daño.
Finalmente, si la constituyente adoptó el concepto de antijuridicidad a partir
de la concepción que del mismo concepto establece la Constitución española de
1978, mentora intelectual de la Constitución colombiana, ¿por qué el juez admi-
nistrativo entiende que la importación del concepto no fue pura y simple, sino
sujeta a modalidades hermenéuticas en relación con una supuesta imputación de
tipo jurídico que ni la Constitución española ni la Asamblea Nacional Constitu-
yente local elaboraron?
Creo que se debe a la tendencia permanente y no siempre conveniente que
tienen los jueces de mantener las tradiciones jurídicas, y a cierto temor o pre-
vención de acoger sin condiciones lo novedoso. Y no estoy sugiriendo que la res-
ponsabilidad objetiva sea novedosa, pues es tan vetusta como la responsabilidad
misma, pero sí ha sido una institución reconocida por su especialidad respecto
de la interminable y no siempre justa institución de la culpa. 157
Dejo como colofón las palabras del filósofo Epícteto, en una referencia que hizo
sobre la abolición de la culpa como signo de progreso moral: “Quienes se consagran
a una vida de sabiduría comprenden que el impulso de culpar a algo o a alguien es una
necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo”.
En el ámbito jurídico, llegó la hora de avanzar hacia el reconocimiento del ries-
go implícito que acompaña la actividad estatal. El Estado cada vez funciona con
más similitud a una verdadera empresa, y sus actividades desencadenan riesgos
que a la par que lo benefician a él y a los administrados, causan también daños
resarcibles que no pueden quedar bajo el amparo de una impunidad propiciada
por la búsqueda de las culpas administrativas.
LA FALACIA DE LOS TÍTULOS DE IMPUTACIÓN EN LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO...
BIBLIOGRAFÍA
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bilidad estatal”, en Temas de derecho administrativo contemporáneo, obra colec-
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BOTERO ARISTIZÁBAL, Luis Felipe, La responsabilidad patrimonial del legisla-
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ciudadano, Legis, Bogotá, 2004
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pública, Temis, Bogotá, 1984.
SAAVEDRA BECERRA, Ramiro, La responsabilidad extracontractual de la admi-
nistración pública, Grupo Editorial Ibáñez, Bogotá, 2002
TAMAYO JARAMILLO, Javier, La responsabilidad del estado, Temis, Bogotá,
1997
158
LA ALTERACIÓN DE LAS CONDICIONES DE
EXISTENCIA EN COLOMBIA
1. Introducción 159
El tema de los perjuicios en materia de responsabilidad, ha tenido una evolu-
ción constante, pues siempre prevalece la tendencia a lograr una indemnización
integral de la víctima. De acuerdo a lo anterior, dicha evolución ha sido más mar-
cada en tratándose de perjuicios extrapatrimoniales, por cuanto se ha concluido
que el perjuicio moral no es el único perjuicio susceptible de indemnización y que
en cambio existen otros perjuicios, con características muy precisas, que cuando
se configuran, también deben ser indemnizados, por lo que conforman otras
categorías diferentes al perjuicio moral.
Así las cosas, encontramos un perjuicio, hasta ahora relativamente descono-
cido en la jurisprudencia colombiana, y que hasta hace muy poco el Consejo de
Estado se atrevió a considerar y en consecuencia, imponer una condena por tal
concepto. Hablamos entonces del perjuicio por Alteración de las condiciones de
existencia.
*
1 Abogada de la Universidad de Antioquia, Especialista en Derecho Privado de la Universidad Pontificia
Bolivariana. Miembro del Instituto Antioqueño de Responsabilidad Civil y del Estado. Docente Universi-
tario
LA ALTERACIÓN DE LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA EN COLOMBIA...
2 HENAO, Juan Carlos, El Daño, análisis comparativo de la responsabilidad extracontractual del Estado en Derecho
colombiano y francés, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, p. 252.
3 Ibídem. p. 253
Elizabeth Villa Mesa
indirectas, en caso de lesiones; o incluso puede ser sufrido por los familiares o
personas cercanas a la persona que fallece.
Así las cosas, el Consejo de Estado realiza un análisis de los elementos facti-
cos del caso, para concluir que: “…sí se encuentra debidamente acreditado que dicha
incursión no fue sorpresiva; por el contrario, estaba anunciada y, en consecuencia, el cono-
cimiento previo por parte de las autoridades permitía y exigía haber tomado las medidas
correspondientes; pese a lo anterior, las autoridades militares no adoptaron medida algu-
na suficientemente eficaz para impedir que se produjeran los sucesos anunciados; no fue
un evento instantáneo, sino que se prolongó en el tiempo y durante varios días; no se trató
de un asunto imperceptible y de poca monta, sino de una macabra incursión perpetrada
por un numerosísimo grupo…” Por lo anterior, declara al Ejército Nacional adminis-
trativa y patrimonialmente responsable por los daños y perjuicios ocasionados,
en razón de su omisión.
Posteriormente, inicia el análisis tendiente a definir la indemnización para
las víctimas. Por perjuicio moral, condena a pagar la suma equivalente a 4.100
salarios mínimos, asignando a cada miembro del grupo la suma equivalente a 50
salarios mínimos. Adicional a la anterior condena, el Consejo de Estado, condenó
al demandado a pagar la suma equivalente a 2.050 salarios mínimos por concepto
de “Alteración grave de las condiciones de existencia”, asignando la suma equivalen-
te a 25 salarios mínimos a cada miembro del grupo.
Para proferir una condena respecto de este último perjuicio, el Consejo de Es-
tado, realizó en primer lugar, un análisis del perjuicio denominado daño a la vida 163
de relación, recordando anteriores pronunciamientos sobre el mismo, incluyendo
la sentencia en la cual se concluyó que el uso de la expresión perjuicio fisiológico,
era inadecuado.
“Respecto del daño a la vida de relación, la Sala ha precisado su autonomía, identidad
y estructura en un trascendental fallo5 que a continuación se transcribe in extenso:
“(…) el daño extrapatrimonial denominado en los fallos mencionados “daño a la vida
de relación”, corresponde a un concepto mucho más comprensivo, por lo cual resulta
ciertamente inadecuado el uso de la expresión perjuicio fisiológico, que, en realidad, no
podría ser sinónima de aquélla, ni siquiera en los casos en que este daño extrapatrimonial
–distinto del moral– es consecuencia de una lesión física o corporal. Por esta razón, debe
la Sala desechar definitivamente su utilización. En efecto, el perjuicio aludido no consiste
en la lesión en sí misma, sino en las consecuencias que, en razón de ella, se producen en la
vida de relación de quien la sufre.
5 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, Sentencia del 19 de julio de 2000, Radicación número:
11.842, Actor: José Manuel Gutiérrez Sepúlveda y otros.
LA ALTERACIÓN DE LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA EN COLOMBIA...
De otra parte, se precisa que una afectación de tal naturaleza puede surgir de dife-
rentes hechos, y no exclusivamente como consecuencia de una lesión corporal. De otra
manera, el concepto resultaría limitado y, por lo tanto, insuficiente, dado que… únicamen-
te permitiría considerar el perjuicio sufrido por la lesión a uno solo de los derechos de la
personalidad, la integridad física. Así, aquella afectación puede tener causa en cualquier
hecho con virtualidad para provocar una alteración a la vida de relación de las personas,
como una acusación calumniosa o injuriosa, la discusión del derecho al uso del propio nom-
bre o la utilización de éste por otra persona (situaciones a las que alude, expresamente, el
artículo 4º del Decreto 1260 de 1970), o un sufrimiento muy intenso (daño moral), que,
dada su gravedad, modifique el comportamiento social de quien lo padece, como podría
suceder en aquellos casos en que la muerte de un ser querido afecta profundamente la
vida familiar y social de una persona. Y no se descarta, por lo demás, la posibilidad de que
el perjuicio a la vida de relación provenga de una afectación al patrimonio, como podría
ocurrir en aquellos eventos en que la pérdida económica es tan grande que – al margen
del perjuicio material que en sí misma implica – produce una alteración importante de las
posibilidades vitales de las personas.
Debe decirse, además, que este perjuicio extrapatrimonial puede ser sufrido por la
víctima directa del daño o por otras personas cercanas a ella, por razones de parentesco
o amistad, entre otras.
(…)
En este sentido, son afortunadas las precisiones efectuadas por esta Sala en sentencia
164 del 2 de octubre de 1997, donde se expresó, en relación con el concepto aludido, que no
se trata de indemnizar la tristeza o el dolor experimentado por la víctima – daño moral
-, y tampoco de resarcir las consecuencias patrimoniales que para la víctima siguen por
causa de la lesión – daño material –, “sino más bien de compensar, en procura de otorgar
al damnificado una indemnización integral... la mengua de las posibilidades de realizar
actividades que la víctima bien podría haber realizado o realizar, de no mediar la conducta
dañina que se manifestó en su integridad corporal”.6
De acuerdo a lo anterior, es claro que el perjuicio extrapatrimonial, al que
se venía haciendo mención, es de una entidad diferente al perjuicio moral. Pos-
teriormente, el Consejo de Estado se pone en la tarea de precisar el alcance del
perjuicio objeto de análisis y expone los siguientes argumentos:
“En esta oportunidad la Sala aprovecha para, en aras de precisión y rigor en la nomen-
clatura, dejar de lado el nomen7 que hasta ahora se ha venido utilizando -en ocasiones de
manera inadecuada o excesiva- para acudir al concepto de daño por alteración grave de las
6 Colombia. Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, expediente 11.652. Actor: Francisco Javier Naranjo
Peláez y otros. M. P. Daniel Suárez Hernández.
7 Se refiere al Daño a la vida de relación
Elizabeth Villa Mesa
condiciones de existencia, el cual ofrece mayor amplitud que el anterior y abarca no sólo
la relación de la víctima con el mundo exterior, sino, de manera más general, esos cambios
bruscos y relevantes a las condiciones de una persona en cuanto tal y como expresión de
la libertad y el albedrío atributos esenciales a la dignidad humana principio fundante del
Estado Social de Derecho colombiano y de su ordenamiento jurídico, según consagra el
artículo 1° de la Constitución Política”.
(…)
El reconocimiento de indemnización por concepto del daño por alteración grave de las
condiciones de existencia es un rubro del daño inmaterial -que resulta ser plenamente com-
patible con el reconocimiento del daño moral-, que, desde luego, debe acreditarse en el curso
del proceso por quien lo alega y que no se produce por cualquier variación menor, natural
o normal de las condiciones de existencia, sino que, por el contrario, solamente se verifica
cuando se presenta una alteración anormal y, por supuesto, negativa de tales condiciones.
En otras palabras, para que sea jurídicamente relevante en materia de responsabilidad
estatal, el impacto respecto de las condiciones de existencia previas ha de ser grave, drás-
tico, evidentemente extraordinario.
(…)
Atendiendo al caso concreto considera la Sala que para los eventos de desplazamiento for-
zado, tal como se ha sostenido respecto del daño moral, resulta ser un hecho notorio que cuan- 165
do una persona contra su voluntad se ve impelida a abandonar sorpresivamente el lugar en el
cual había decidido realizar su proyecto de vida, sea cual fuere, resulta ostensible que quien en
esa situación se encuentra, por la misma migración, por las nuevas condiciones deplorables,
por el desarraigo y el miedo, sufre grave alteración de sus condiciones de existencia.
Es relevante señalar el análisis que, de la situación a la que se ve sometida la
población desplazada, realiza El Consejo de Estado en esta sentencia, pues es a
partir del mismo, que establece la configuración del perjuicio de Alteración de
las condiciones de existencia. Sin duda alguna, una población que se vea obligada
a dejar su lugar de vivienda, sus costumbres y en general su forma de vida, ante
la acción violenta de terceros, sufre un sinnúmero de daños de gran entidad,
pues difícilmente su forma de vida, tal y como era conocida con antelación a los
hechos, volverá a ser la misma.
Así mismo, se desprende de los argumentos expuestos en esta importante
sentencia, que el Consejo de Estado, reemplaza el perjuicio denominado Daño
a la Vida de Relación (El cual, con antelación había reemplazado el denominado
LA ALTERACIÓN DE LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA EN COLOMBIA...
Vale la pena, sin embargo, resaltar, que de la argumentación elaborada por el a quo,
así como del uso de la prueba que este hizo, se puede deducir el reconocimiento de una
alteración de las condiciones de existencia de los propietarios de la Urbanización Santa
Rosa, antes que de un daño moral. Como se pasará a explicar, la situación vivida por los
propietarios afectados, constituye una clara manifestación de esta hipótesis, y por consi-
guiente, esta Sala considera, que existió tan solo una equivocación conceptual por parte
del juez de primera instancia.
(…) Un daño puede entonces producir perjuicios, que desbordan la lógica de aquellos
materiales, e incluso de los morales, cuando logra alterar el devenir cotidiano del compor-
tamiento humano, no por comprometer su integridad física, ni sus sentimientos, sino por
alterar sus condiciones de existencia, que no son otra cosa, que sus costumbres relaciona-
das con su proyección de vida.
En el caso objeto de análisis, tal y como lo indica el Tribunal de Cundinamarca, los
propietarios de las viviendas de la Urbanización Santa Rosa, debieron cambiar los hábitos
relacionados con su proyección de vida, toda vez que su aspiración de mejorar la calidad
de ella, con ocasión de la adquisición de sus casas y apartamentos, se vio troncada con el
deterioro de los mismos.
(…) El daño indiscutible sufrido por los actores, da lugar a una alteración, de nada
más y nada menos, que de las condiciones del sitio donde estaban forzados a vivir; la vi- 167
vienda debe comprenderse en este caso, como algo más que una cosa, como algo más que
lo físico, debe concebirse además, como el lugar por excelencia, donde se desenvuelve la
cotidianeidad de la vida misma.
El reconocimiento de esta situación por parte del a quo, se insiste, se hizo sin embar-
go, desde una perspectiva conceptual, de manera equivocada. En la sentencia de primera
instancia, se confundió el perjuicio moral con aquél propio de la alteración de las condicio-
nes de existencia; como se observa de lo antes indicado, estos son esencialmente distintos;
una cosa es el dolor, el sufrimiento, la congoja y otra muy distinta, el cambio anormal de
los hábitos en función de la proyección vida.”(Subrayas propias)
De acuerdo a lo expuesto, el Consejo de Estado consideró que el Tribunal Ad-
ministrativo de Cundinamarca, en primera instancia apreció de forma incorrecta
los perjuicios sufridos por el grupo demandante, en el sentido de considerar que
estos no podían ser calificados como perjuicios morales, por cuanto lo que se ha-
bía visto afectado era precisamente la forma de vida de las personas que habían
adquirido una vivienda en la Urbanización, sus expectativas y deseos, entendien-
LA ALTERACIÓN DE LAS CONDICIONES DE EXISTENCIA EN COLOMBIA...
do que la casa de habitación de las personas, es más que un lugar físico, pues es
en donde se consolidan las costumbres relacionadas con la proyección de vida.
Es claro entonces, que el perjuicio moral es diferente del perjuicio por la Al-
teración de las Condiciones de Existencia, cada uno tiene su naturaleza propia,
la cual no debe ser confundida. Sin embargo, en mi concepto, no es tan claro
que únicamente se presentara el perjuicio por Alteración de las condiciones de
existencia, pues dadas las características del caso analizado, era posible una con-
dena que contemplara además, los perjuicios morales, toda vez que los perjuicios
mencionados no se contraponen, pues precisamente con ellos se pretende una
indemnización integral de las víctimas.
Además, de las anteriores sentencias, de las cuales se ha hecho una sucinta
referencia, existe una jurisprudencia más reciente que se encarga de consolidar
la posición del Consejo de Estado en materia de perjuicios extrapatrimoniales.
diferentes. Sobre el tema que nos interesa y nos convoca, la Corporación señalo
lo siguiente:
“4.3. Perjuicio fisiológico (Daño a la vida de relación-alteración a las condiciones de
existencia)
Solicita el recurrente, que se incremente la condena por concepto de perjuicio fisiológico
o daño a la vida de relación, en cuanto, en su criterio, la Sala ha reconocido en este tipo
de eventos, sumas superiores a la fijada por el tribunal de primera instancia y, de otra
parte, se debe tener en cuenta las condiciones físicas y mentales en que quedó la niña Ana
Caterine Ceballos Salazar, al haber padecido hipoxia cerebral.
Valorada la dimensión del daño, a partir del análisis de las pruebas que integran el
acervo probatorio, se tiene que le asiste razón al recurrente, motivo por el cual en el caso
sub examine, se modificará la sentencia apelada, para reconocer a favor de la niña Ana
Caterine Ceballos Salazar, un perjuicio a la alteración a las condiciones de existencia, de-
nominación ésta adoptada de manera reciente por la Sala para redefinir el perjuicio fisio-
lógico o daño a la vida de relación y, por lo tanto, se condenará a pagar a las instituciones
demandadas, por el citado concepto, una suma de 400 SMMLV según los criterios fijados
por la jurisprudencia de esta Sala en casos similares. (Subrayas propias)
Es claro entonces, que con esta sentencia, se concreta la posición del Consejo de
Estado en cuanto a que el perjuicio denominado Alteración de las condiciones de
existencia, sustituye el perjuicio de daño a la vida de relación o fisiológico. Vale la
pena anotar, que además de condenar a este perjuicio, se condenó por el perjuicio 169
moral, confirmando también la posición tendiente a que este último, tiene una natu-
raleza y entidad diferente al perjuicio de alteración a las condiciones de existencia.
Este fallo, como otros en igual sentido, ha sido objeto de aclaración de voto
por parte del Consejero Enrique Gil Botero. Para el estudio que se está realizan-
do, la importancia de dicha aclaración de voto es indiscutible, y por ello, en líneas
siguientes, se hará mención a la misma.
4. Conclusiones
De acuerdo a lo expuesto, se deduce sin ningún tipo de discusión, que el perjuicio
de Alteración a las condiciones de existencia, es diferente al perjuicio moral. La dis-
cusión se presenta respecto del perjuicio a la vida de relación o perjuicio fisiológico.
Así, en concepto del Consejero Gil, existe una falta de precisión conceptual en
torno a la definición de los perjuicios extrapatrimoniales diferentes al moral, por
cuanto, para Él, el perjuicio de daño a la vida de relación “pertenece al campo del
daño corporal, al daño biológico (fisiológico)”
Pues además, se pueden producir perjuicios diferentes, como “la afectación al
honor”; “el daño sexual”; “la alteración a las condiciones de existencia por circunstancias
que generan modificaciones en el entorno social o económico de la persona”; “el perjuicio
estético”; “el dolor físico, en tanto no refleja la congoja o aflicción moral sino el padeci-
miento de intensos sufrimientos corporales”; “el daño psicológico, entendido como “la
perturbación transitoria o permanente del equilibrio espiritual preexistente, de carácter
patológico, producida por un hecho ilícito, que genera en quien la padece la posibilidad de
reclamar una indemnización por tal concepto a quien la haya ocasionado o deba respon-
der por ella” 8 y “el daño existencial” de origen italiano y relacionado con la tranqui-
lidad y la serenidad.
Sobre el tema de la Alteración de las condiciones de existencia, el doctrinante 171
Juan Carlos Henao, expone que una interesante visión, que se considera impor-
tante, para efectos de mirar con todos los matices posibles este tema:
“La alteración en la condición de existencia en caso de muerte es similar al daño fisioló-
gico o a la vida de relación, porque en ambos casos la víctima queda “privada de la alegría
de vivir en igualdad de oportunidad que sus semejantes”, pues la muerte de un ser próximo
puede “cerrar muchas posibilidades futuras truncadas prematuramente”, (…) a pesar de
que en los casos de lesión se indemnizan dos rubros del daño inmaterial - daño moral y
daño fisiológico o a la vida de relación-, en los casos de muerte sólo se indemniza uno
–daño moral-, partiendo del equívoco de que en caso de muerte no puede haber daño a la
vida de relación, lo cual no es cierto, porque por ejemplo, la persona próxima a la fallecida
puede sufrir un trastorno sicológico que la encerró de por vida, o no volvió a realizar una
determinada actividad que realizaba en compañía de quien falleció”.
“Aún más, en los eventos de lesiones, como ya se ha visto, sólo se reconoce el perjuicio
fisiológico al directamente lesionado pero no a otras personas, y no se reconoce otro rubro
del daño inmaterial a los directamente afectados por dicha lesión, quienes tan sólo son
indemnizados mediante el daño moral”(…) “Si se causa la muerte por el hecho del otro, es
claro que el daño moral se produce, lo cual no significa que tiene que darse la alteración
familiar en los hábitos, costumbres o proyectos de vida”.9
De acuerdo a lo anterior, considero que se analiza el perjuicio desde dos esferas:
Desde una esfera que se podría llamar interna, en relación con el perjuicio que su-
fre directamente la víctima (lesionado), la cual se denominaría daño fisiológico o a
la vida de relación; y otra esfera, que podríamos llamar externa, desde el punto de
vista de la alteración en las condiciones de existencia que sufren los familiares de la
víctima (en caso de muerte o lesiones), diferente del perjuicio moral.
Sin embargo, independientemente de las posiciones doctrinales y entre ellas
se rescata la del Doctor Enrique Gil y la señalada por el Doctor Juan Carlos Henao,
es claro que en la jurisprudencia del Consejo de Estado, se presenta una muta-
ción del perjuicio fisiológico o daño a la vida de relación al perjuicio denominado
Alteración de las Condiciones de Existencia. Aunque esta concepción no es acer-
tada para algunos sectores de la doctrina, como se ha dicho, dada las especiales
características del perjuicio y su diferencia con los demás perjuicios extrapatri-
moniales, podría concluirse que el hecho de alegar una situación que se ubique
dentro de sus diversas hipótesis, de acuerdo a la jurisprudencia analizada, podría
contribuir a la elevación del monto de la indemnización.
172 Si bien, se presenta una “avance” en el sentido de observar que la Jurisdicción
de lo contencioso Administrativo, se refiere o hace mención al perjuicio objeto
del presente análisis, es absolutamente necesario evolucionar hacía una claridad
conceptual, como se había anotado inicialmente, que permita diferenciar las cla-
ses de perjuicios que componen la categoría de perjuicios extrapatrimoniales,
logrando uniformidad y lo más importante, una indemnización integral de las
víctimas.
9 HENAO, Juan Carlos, El Daño, análisis comparativo de la responsabilidad extracontractual del Estado en Derecho
colombiano y francés, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2007, p. 279 y 280.
Elizabeth Villa Mesa
5. Bibliografía
GIL BOTERO, Enrique. Temas de Responsabilidad Extracontractual de Estado. Librería
Jurídica Sánchez R. Ltda. 1999.
HENAO, Juan Carlos. El daño. Análisis comparativo de la responsabilidad extracon-
tractual del Estado en Derecho colombiano y francés. Universidad Externado de Colom-
bia, Bogotá. Julio de 2007.
IARCE. Revista Responsabilidad Civil y del Estado No. 16. Febrero de 2004. Editorial
Librería Jurídica Sánchez R. Ltda. Medellín
---------- Revista Responsabilidad Civil y del Estado No. 20. Octubre de 2006. Editorial
Librería Jurídica Sánchez R. Ltda. Medellín
Sentencia del 15 de agosto de 2007 / Radicado: 190012331000200300385-01 / An-
tonio María Ordóñez Sandoval Vs. La Nación – Ministerio de Defensa Nacional - Ejercito
Nacional / Magistrado Ponente Dr. Mauricio Fajardo Gómez
Sentencia del 18 de octubre de 2007/ Radicado: 25000-23-27-000-2001-00029-01 /
Gloria Patricia Segura Quintero y otros Vs. Distrito Capital de Bogotá y otros / Magistra-
do Ponente: Enrique Gil Botero
Sentencia del 1º de octubre de 2008 / Radicado: 25000-23-26-000-1999-01145-01
(27268) / Leonel Ceballos Gallo Vs. Instituto de Seguros Sociales / Magistrado Ponente:
Enrique Gil Botero
Sentencia del 27 de septiembre de 1998 / María Elena Loayza Tamayo Vs. Perú. Corte 173
interamericana de Derechos Humanos
TAMAYO JARAMILLO, Javier. Tratado de Responsabilidad Civil, Tomo II. Segunda Edi-
ción. Editorial Legis. Bogotá. 2007
EL DERECHO DE FAMILIA Y LA
RESPONSABILIDAD CIVIL
CONTENIDO:
Introducción
Antecedentes
Marco legislativo
Conclusión
INTRODUCCIÓN
Históricamente hemos recibido por tradición diferentes significados del concepto
de FAMILIA, entre otros desde el punto de vista antropológico, social y económico. 175
Inicialmente nuestra legislación se inclinó más hacia el concepto en sentido
restringido según el cual la familia comprende solo el núcleo paterno filial, deno-
minándolo familia conyugal o pequeña familia, o sea la agrupación formada por
el padre, la madre y los hijos que viven con ellos o están bajo su subordinación,
toda vez que se apoyó principalmente los lazos de consanguinidad y afinidad.
Pero a partir de la Constitución Política de 1.991, el concepto se amplió y se
liberaron los lazos exclusivos de sangre para combinarlos a su vez con los jurídi-
cos, dándole lugar a los LAZOS SOCIALES. Ya en ese orden de ideas, se la define
como un sistema complejo con múltiples relaciones y funciones tanto internas
como externas, afirmando así el espacio por excelencia de humanización, de so-
cialización y de solidaridad (María Jesús Martínez Rupérez, España 1995).
El ser humano nace sin sentimientos. Es en el hogar donde aprende tanto a
amar como a odiar, porque en su nacimiento presenta una inmadurez biopsicoso-
cial que luego se llena con el núcleo familiar, único espacio para adquirir valores
básicos, actitudes, creencias, ideas, normas, hábitos y destrezas elementales que
EL DERECHO DE FAMILIA Y LA RESPONSABILIDAD CIVIL...
1. ANTECEDENTES
En reciente estudio adelantado por la Secretaría de Bienestar Social del mu-
nicipio de Medellín, en convenio con la Universidad CES, sobre Violencia intrafa-
miliar, bajo el nombre PROYECTO BUEN VIVIR EN FAMILIA, se pudo detectar que
“Los motivos de consulta más frecuentes en los centros de atención para la atención de
casos de violencia intrafamiliar, se centran en 3 grandes ejes que son: Dificultades en la
relación de pareja, dificultad en la relación padres e hijos y dificultades individuales, ejes
que terminan cruzados y afectados en un entramado que tiene como producto la violencia
intrafamiliar y conyugal que no es más que la manifestación fenomenológica de un asunto
latente y que no se manifiesta desde el inicio, en el motivo de consulta, sino en términos de
queja, crisis o exceso y descompensación psíquica. Ejes que tienen raíces multicausales, las
cuales van apareciendo como focos durante el proceso psicoterapéutico”.
EL DERECHO DE FAMILIA Y LA RESPONSABILIDAD CIVIL...
2. MARCO LEGISLATIVO
2.1 En Colombia
Por su misma naturaleza, esta ley no cambia, pero está sometida a lo gnoseo-
lógico, pues ha sido transformada por la comunidad, en su desacertada preten-
sión de reformular la definición de la dignidad humana.
El valor del ser humano es intrínseco, ontológico y que no es sustituible, tal
como lo definió Spaeman en su artículo “sobre concepto de dignidad humana”, cuan-
do dijo “(…) encuentra su fundamentación teórica y su inviolabilidad en una ontología,
es decir una filosofía del absoluto”.
La dignidad humana como Principio fundamentalísimo o sumo de derecho
positivo: Si entendemos el derecho como la positivización de una determinada
moralidad, tendremos que aceptar que el principio de la dignidad humana es fun-
damentalísimo, es decir, no fue creado por la comunidad, no deviene de ninguna
otra fuente, la comunidad solo se limita a darle significado y a desarrollarlo. Se
entenderá que es fundamentalísimo por la misma naturaleza humana que tiene un
valor supremo, que a la vez lo hace “prius” del orden jurídico en cualquier estado.
Como Principio Constitucional: Preámbulo de la Carta Política: “(…) y asegu-
rar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conoci-
miento, la libertad y la paz …” Desde él, el constituyente señaló la motivación de
todo el ordenamiento jurídico, indicando al mismo tiempo que la dignidad de la
180 persona no solo tiene íntima relación con la vida, sino con el criterio cualitativo
de la misma, es decir, con las condiciones materiales y espirituales que le permi-
tan una existencia con dignidad.
Artículo 1 de la Constitución Nacional: “Colombia es un Estado social de derecho,
organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus en-
tidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la
dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la
prevalencia del interés general”.
La jerarquización de lo anterior en la interpretación jurisprudencial en Co-
lombia: como principio supremo, está llamada a fundamentar las normas consti-
tucionales, poniendo límites a aspectos judiciales como:
Los jueces no pueden tomar decisiones centrando sus decisiones en el textua-
lismo de la norma transcrita, sino que deben centrarse en el entendimiento de
que él se inspira en la primacía del principio de la dignidad humana.
Como consecuencia de lo anterior, los jueces constitucionales están llamados
a jerarquizar la concepción de dignidad y a aplicarla de manera preferente respec-
Mary Luz Hincapié Gómez
2.1.2.1 Artículo 154 modificado por la Ley 1ª. De 1976, artículo 4º.,
modificado por la Ley 25 de 1992
El incumplimiento de los deberes entre los cónyuges, constituyen causales de
divorcio, tal como lo establece la ley 25 de 1992, y en razón del carácter especialí-
simo de las relaciones familiares, se debe dar una lectura diferente a dicho incum-
plimiento, pues no es posible verlo como una falta mas a un contrato cualquiera.
Cuando se estableció la sanción de los alimentos para un cónyuge, en contra
del aquel que haya dado lugar al divorcio, no puede ser la única manera de repro-
char la falta cometida, pues con ella se estará supliendo solo a título de perjuicio
Mary Luz Hincapié Gómez
mismo, que como ya se observó es la parte que mayor dificultad ofrece para las
víctimas directas y de rebote. Es imperativo para nuestra sociedad enferma, que
se prevengan conductas tan reprochables mediante la intimidación que el orde-
namiento ejerza sobre los posibles agresores, permitiendo que se fijen indemni-
zaciones o fórmulas para calcularlas, sin que sea necesario probar la afectación
patrimonial en el acreedor; por el contrario, que quien tenga dentro de su estilo
de vida el abuso, el desconocimiento de los lazos de familiar o su inclinación a
la violación a derechos tan especiales como los de los miembros del grupo fami-
liar, sepa con anticipación que su nefasto proceder tiene consecuencias no solo
morales, sociales, penales, sino también de orden patrimonial. Será la ley enton-
ces la encargada de determinar los montos y los mecanismos que garanticen su
efectividad.
3. CONCLUSIÓN
Con la exposición aquí planteada se pretende que todo atentado contra la es-
tabilidad física y emocional de los miembros de la familia, sea sancionado no solo
con las consecuencias civiles, penales, sociales, sino que se establezcan mecanis-
mos indemnizatorios que permitan cumplir con el sentido de la indemnización:
crear condiciones para la víctima que le permitan sufrir el perjuicio en mejores
condiciones y sobre todo que sea asumido por la comunidad como advertencia
y se abstenga de en lo sucesivo de crear situaciones tan adversas para toda la
sociedad, dadas las repercusiones que su proceder puede tener para las familias
futuras.
LA VÍA EJECUTIVA EN EL SEGURO DE
RESPONSABILIDAD CIVIL
CONTENIDO:
Planteamiento del problema
Póliza de seguros como título ejecutivo
Efectos de la vía ejecutiva. Ventajas y desventajas
Acción directa en el proceso ejecutivo
Como puede el asegurador desvirtuar el título ejecutivo
i. Procesos en seguros
Antes de iniciar el estudio de este tema es importante hacer la siguiente dis-
tinción en la clasificación de los procesos judiciales que origina la relación asegu-
raticia según su naturaleza:
Para hacer efectivos ante la jurisdicción los derechos que surgen del con-
trato de seguro o de cualquier tipo de responsabilidad jurídica, encontramos
como escenario natural los procesos de conocimiento contenciosos, en los que
se parte de la incertidumbre del derecho material, luego, es necesario un debate
probatorio que acredite jurídicamente las pretensiones o los medios exceptivos
Andrés Felipe Villegas García & Sergio Alejandro Villegas Agudelo
iii. Requisitos del título ejecutivo del numeral 3 del artículo 1053
Para efectos de este estudio abordaremos únicamente la posibilidad de vía
ejecutiva que se desprende del artículo 1053 numeral 3 del Código de Comercio,
dejando a un lado la vía ejecutiva en los seguros dotales, en los seguros de vida
respecto de los valores de cesión y recate. Tampoco haremos referencia a la vía
ejecutiva para el cobro de la prima por parte del asegurador o las que se despren-
den de las pólizas de caución judicial.
Conforme a la norma anterior, la póliza de seguro podrá prestar mérito ejecu-
tivo contra el asegurador cuando éste no haya objetado de forma sería o fundada
la reclamación hecha por el asegurado o beneficiario, dentro del mes siguiente
a la presentación de dicha reclamación, la cual debe ir acompañada de todas las
pruebas que permitan acreditar la existencia y cuantía del siniestro.
Así las cosas, se permite demandar ejecutivamente al asegurador, cuando
éste omite su deber de contestar adecuada y oportunamente la reclamación pre-
sentada por el beneficiario de un seguro de responsabilidad civil (damnificado
o víctima de la acción lesiva). Esta posibilidad subyace como una sanción a la
aseguradora por no cumplir con sus deberes legales y contractuales frente a la
reclamación idónea del beneficiario.
192 Para la doctrina más autorizada, el fundamento jurídico que permite la posi-
bilidad de demandar ejecutivamente el cobro de una indemnización que no ha
sido “declarada por el juez”, es de naturaleza sancionatoria. En efecto, “la sanción
jurídica, a nuestro juicio, se concibe como una sanción a la indiferencia del asegurador,
a la apatía de que da muestra-con su silencio o falta de fundamento en su objeción- para
hacer honor a su compromiso contractual”.3
Es más, dicha sanción se estructura no solamente desde una óptica formal o
de trámite, sino en una cuestión de fondo, pues establece una presunción legal
frente a la ocurrencia del siniestro y la cuantía del perjuicio, invirtiéndose la car-
ga de la prueba establecida en el artículo 1077 del estatuto mercantil, teniendo
el asegurador que desvirtuar la misma independiente del régimen de responsa-
bilidad aplicable a cada caso concreto.
Los presupuesto para hablar de acción ejecutiva en contra del asegurador son:
La presentación de la reclamación al asegurador por parte de la víctima, la au-
Cuando se hace uso de la vía ejecutiva para demandar al asegurador que am-
para la responsabilidad civil del presunto causante del daño, se deja a un lado el
establecimiento de esas pautas probatorias tradicionales para darle paso a un
sistema diferente de prueba donde se da por sentado todos los elementos de la
estructura típica de la responsabilidad civil.
En los procesos ordinarios de responsabilidad por más presunciones que exis-
tan a favor del demandante, siempre habrá lugar a demostrar los elementos fal-
tantes de la responsabilidad que no se benefician con la presunción. En efecto, la
presunción de culpa no me exonera de demostrar cómo demandante, la relación
de causalidad y el daño; en tanto que la presunción de responsabilidad o de
causalidad no me libera de acreditar el daño y la realización de la conducta en el
ámbito de protección de la norma, como sería por ejemplo la prueba del ejercicio
de la actividad peligrosa o el incumplimiento de una obligación de resultado.
En cambio, en la vía ejecutiva en contra de la aseguradora, encuentro satisfe-
chos todos los elementos que estructuran la pretensión de responsabilidad civil
siempre y cuando acredite el título ejecutivo en debida forma, teniendo que salir
el asegurador a desvirtuar la responsabilidad por completo con el descrédito de
cada uno de los elementos que la componen.
a. Excepción de prescripción
Al respecto queremos pronunciarnos especialmente sobre la excepción de
prescripción que pudiera generar conflicto en su interpretación, pues para nues-
tro Código Civil la acción ejecutiva prescribe a los cinco años, teniendo la po-
sibilidad de continuar como ordinaria por otros cinco años más, mientras que
nuestro Código de Comercio consagra específicamente unos términos de pres-
cripción para todas las acciones que se deriven del contrato de seguro en (2) dos
o (5) cinco años, dependiendo de si la misma sea ordinaria o extraordinaria, sin
pronunciarse sobre la procedencia de la acción ordinaria luego de la prescripción
de la acción ejecutiva.
Al respecto consideramos que las normas del Código de Comercio son las que
permiten el cobro ejecutivo del seguro y por tanto son sus mismas normas las
que deban regular lo relativo a la prescripción.
Con todo, se deben diferenciar dos actuaciones distintas que pudieran con-
fundirse para efectos del cómputo del término de prescripción. Por una parte,
tenemos el término para que la víctima beneficiaria presente la reclamación al
asegurador. Por otra, tenemos el término para que la víctima demande ejecutiva-
mente a la aseguradora en caso de silencio real o virtual de la misma.
198 Para nuestra Corte Suprema de Justicia, a la víctima beneficiaria de un seguro de
responsabilidad civil se le aplica los términos de prescripción extraordinaria de (5)
cinco años del artículo 1081 del Código de Comercio. Así las cosas, la víctima ten-
drá desde la ocurrencia del daño, (5) cinco años para presentar su demanda, bien
sea ordinaria o ejecutiva, pero no podrá pasar de ese tiempo para hacerlo.
Aunque no es objeto de este estudio, es necesario precisar que no comparti-
mos los argumentos establecidos en la sentencia de Junio 29 de 2007, expediente
11001-31-03-009-1998-04690-01, magistrado ponente Carlos Ignacio Jaramillo,
que concluye que el término de prescripción aplicable a los beneficiarios del
seguro de responsabilidad civil es de (5) cinco años, es decir, la extraordinaria.
Consideramos que el sólo hecho de la reclamación no interrumpe el término
de prescripción, pues la interrupción implica o el reconocimiento de la deuda
(interrupción natural) o la presentación de la demanda (interrupción civil), 4 y con
la reclamación no se da ninguno de estos dos fenómenos.
4 Téngase en cuenta las normas de interrupción de la prescripción de la ley 640 de 2001 sobre conciliación
prejudicial para efectos de la acción ordinaria y no de la ejecutiva pues no se exige el requisito de proce-
dibilidad para estos procesos.
Andrés Felipe Villegas García & Sergio Alejandro Villegas Agudelo
204 Ahora, el juicio de responsabilidad civil que debe hacer el juez para efectos de
librar mandamiento de pago tiene unas características propias que se despren-
den de la misma condición sui generis de la norma que permite la vía ejecutiva
en el contrato de seguro.
El juez para librar mandamiento ejecutivo no tiene que hacer el juicio de respon-
sabilidad jurídica. Solo tiene que verificar que exista una reclamación formal, es decir,
la existencia del contrato y la acreditación de la ocurrencia del siniestro y su cuantía.
Frente a la ocurrencia del siniestro lo primero que tiene que advertirse es que
nuestro sistema legal en el seguro de responsabilidad civil define siniestro como
el acaecimiento del hecho externo imputable al asegurado (teoría del hecho
dañoso) o siniestro como la reclamación (teoría de claims made) en cualquiera
de sus modalidades, por ejemplo: claims made puro sin periodo de retroactivi-
dad, claims made puro con periodo de retroactividad, claims made con reporte
durante el periodo de vigencia, claims made con cobertura especial a futuro para
hechos notificados, claims made con periodo especial para notificaciones, siste-
ma mixto entre ocurrencia y claims made, entre otras.
Andrés Felipe Villegas García & Sergio Alejandro Villegas Agudelo
Así las cosas, luego de verificar la existencia del contrato de seguro, el primer
ejercicio que debe realizar el juez es identificar el concepto de siniestro que con-
tiene la póliza contratada por el asegurado causante del daño.
Si el contrato establece como siniestro el hecho dañoso, basta que el juez
verifique la existencia de un hecho externo imputable materialmente al asegura-
do, solo se requiere un nexo físico sin que implique un juicio de responsabilidad.
A su turno, si el contrato establece como siniestro la reclamación, en cual-
quiera de sus variables, el juez deberá corroborar que la reclamación se presentó
de acuerdo al sistema pactado en la póliza, y siempre acreditando los requisitos
que la ley exige conforme al artículo 1077 del Código de Comercio.
El segundo análisis a cargo del fallador es la constatación de la cuantía de la per-
dida, que no es otra cosa que la liquidación del perjuicio acompañada de los medios
de prueba que acrediten todos los elementos necesarios para establecer el perjui-
cio patrimonial en su modalidad de daño emergente y lucro cesante consolidado y
futuro, y el perjuicio extrapatrimonial – moral, vida de relación, estético, etc.
Por último, si el operador jurídico encuentra demostrada la reclamación for-
mal, entra a verificar si en la demanda se afirma que no hubo objeción, o que se
hizo por fuera del término legal, o que siendo oportuna no fue seria y fundada.
De esta manera se abre paso la vía ejecutiva y debe el juez proferir providencia 205
que contenga el mandamiento de pago.
Es pertinente precisar cuáles son los parámetros que debe tener el juez para
establecer la seriedad de la objeción a la reclamación:
Al respecto la doctrina a sostenido: “Se debe descartar que el análisis que se reali-
za para predicar la falta de fundamentación implica, al romper la carencia de argumentos
en orden a sustentar la razón de la negativa, pero no obliga a entrar a un estudio de fondo
acerca de si la razón jurídica, en ultimas, está o no de parte de la empresa objetante,
porque lo que enerva la vía ejecutiva no es que el asegurador tenga necesariamente la
razón, sino que su decisión de no pagar se cimente en argumentos serios; será cada caso
concreto el que permitirá el análisis pertinente, porque en esta materia no son posible las
generalizaciones.
En suma, la objeción cumple con el efecto de enervar la vía ejecutiva si encuentra
fundamentos que den visos de credibilidad, seriedad y razonabilidad a la conducta de la
LA VÍA EJECUTIVA EN EL SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL...
aseguradora, sin perjuicio que dentro del proceso ordinario se pueda demostrar que aque-
lla carece de asidero legal”.5
asegurador; y desde las pruebas que presente dicho asegurador para desvirtuar la
orden de pago dada por el juez al momento de proferir mandamiento de pago.
El primer escenario lo analizamos en sede de reclamación, donde la víctima
debe acreditar suficientemente la existencia de su perjuicio patrimonial y los
soportes que permitan la cuantificación del mismo.
Por ello deberá acompañar a la reclamación pruebas tales como la constancia
de ingresos, declaraciones de renta, declaración del IVA, extractos bancarios,
libros de contabilidad formales o informales, registro de ventas o compras, inven-
tarios, facturas, cotizaciones, avalúos, recibos de pago entre otras.
Igualmente se deberá aportar prueba sobre el periodo indemnizable, como
certificados de incapacidades temporales o definitivas, registro civil de naci-
miento y de supervivencia probable entre otros. Esta prueba, aunque sumaria, es
suficiente para librar la orden de pago.
El segundo escenario es en sede de excepción durante el trámite del proceso
ejecutivo. Aquí el asegurador tratará de demostrar que el daño no existió o que
su cuantificación es inferior a la que sirve de base para el mandamiento de pago.
Para tales efectos podrá valerse de todos los medios probatorios, incluso
pudiendo desvirtuar aquellos presentados por la demandante como parte del
207
título ejecutivo.
Así las cosas, debemos partir de la acreditación que hiciera la víctima en la
presentación de su reclamación ante la aseguradora, y desde allí fundamentar las
excepciones respectivas.
Los medios de prueba estarán encaminados a desvirtuar los perjuicios aduci-
dos por la víctima, cuyo contenido varía según el tipo de daño y su origen. Puede
provenir de un seguro de responsabilidad contractual - seguro de transporte-,
seguro de responsabilidad administradores, seguro de responsabilidad extracon-
tractual, seguro de responsabilidad clínica y hospitales, etc. El análisis varía de
acuerdo al tipo de seguro y de daño.
Es preciso abordar cada tipo de daño patrimonial para establecer cuál es la
prueba idónea que se exige.
El daño emergente consolidado y futuro debe estar soportado normalmente
con la prueba documental de las sumas que efectivamente han salido o van a salir
del patrimonio de la víctima.
LA VÍA EJECUTIVA EN EL SEGURO DE RESPONSABILIDAD CIVIL...
rador demostrar que lo hizo dentro del término legal con la constancia de entre-
ga, y finalmente si lo que se argumenta es que la objeción no es seria y fundada,
el asegurador sustentara el recurso aportando elementos al fallador para esta-
blecer la seriedad de su objeción.
Es importante detenernos nuevamente en el análisis que debe hacer el juez
cuando lo que se discute es la seriedad de la objeción. En cada caso concreto y
dependiendo del tipo de seguro, el juez acudiendo a los criterios de la sana crítica
establecerá si la objeción es seria y fundada. Análisis que no implica prejuzgamien-
to y que no es el mismo que debe realizar para estimar las peticiones o establecer
la prosperidad de las excepciones de fondo, precisando además que en el proceso
el asegurador puede proponer defesas diferentes a las planteadas en la objeción.
Si el juez revoca el mandamiento de pago es apelable por el pretensor en el
efecto diferido, salvo en el caso de haberse declarado la excepción de falta de
competencia que no es apelable.
Si el juez no repone el auto revocando el mandamiento de pago, no podrá
el asegurador recurrir en apelación la providencia pues el estatuto procesal no
consagro este recurso para la providencia que deja en firme el mandamiento de
pago, así como tampoco lo estableció para la que libra mandamiento ejecutivo.
Es importante destacar que seguir un procedimiento distinto al que legalmente 211
corresponde tipifica una causal de nulidad del proceso, pues el numeral 4 del art.
140 del C. de P.C. en su numeral 4 expresamente establece:
“Cuando la demanda se tramite por proceso diferente al que corresponde”. Causal que
además es insaneable y que conforme al artículo 145 de la misma normatividad “En
cualquier estado del proceso antes de dicta sentencia, el juez deberá declárala de oficio”.
Así las cosas, si no prospera la reposición frente al mandamiento de pago, o si el
asegurador omite recurrir en reposición esta providencia, tiene la posibilidad de pro-
mover hasta antes de la sentencia de primera instancia incidente de nulidad para que
se declare la nulidad de todo lo actuado. Además con la ventaja que la providencia
que establezca la no procedencia de la nulidad si tiene recurso de apelación.
Sugerimos a los demandantes en seguros verificar la solidez del título ejecu-
tivo, pues todo el trámite del recurso de reposición y del incidente de nulidad
puede superar el término de prescripción. Aunque se revoque el mandamiento
de pago el demandante tendrá la posibilidad de acudir al proceso ordinario, pero
seguramente se habrá estructurado la prescripción extintiva de sus derechos, y
en la contestación de la demanda el asegurador alegara este medio exceptivo que
enervara necesariamente sus pretensiones.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL
CONTRATO DE SEGURO EN EL DERECHO
COLOMBIANO ASEGURADOR, TOMADOR,
ASEGURADO Y BENEFICIARIO
CONTENIDO:
Introducción.
Sujetos contratantes y sujetos no contratantes.
Sujetos contratantes.
Sujetos no contratantes.
Seguro por cuenta propia y seguro por cuenta ajena.
213
INTRODUCCIÓN
El objetivo principal de este trabajo monográfico consiste en recopilar y es-
tudiar del estado actual de la legislación, doctrina y jurisprudencia nacional so-
bre los sujetos jurídicos frente al contrato de seguro, pero no bajo una óptica
restrictiva de partes, entendiendo por tal quienes comparecen con su voluntad
a celebrar el contrato de seguro, esto es, tomador y asegurador, sino bajo una
óptica más amplia para analizar las figuras del asegurado y del beneficiario del
contrato, acogiendo así los conceptos de “parte asegurada” o “parte interesada” que
se utilizan en algún sector de nuestra doctrina nacional.
*
1 El autor es abogado de la Universidad Pontificia Bolivariana. Especialista en responsabilidad civil y se-
guros de la Universidad Eafit. Especialista en arbitraje de la misma Universidad. Profesor de Derecho de
Seguros en pregrado de la Universidad Pontificia Bolivariana. Profesor de temas de responsabilidad civil
y seguros en posgrados. Abogado consultor y litigante. Socio de Suma Legal S.A. Este artículo se dividirá
en dos entregas de la revista del IARCE. En la primera parte se tratará del numeral 1 al 4 incluidos ambos,
del contenido. En la segunda entrega el numeral 5 del contenido
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
Se aclara lo anterior, toda vez que no se puede tener una concepción me-
dianamente aceptable del contrato de seguro, si no se tiene claridad sobre los
conceptos indicados de aseguradora, tomador, asegurado y beneficiario. Por la
especial configuración y funcionamiento del contrato de seguro y de la actividad
aseguradora, tienen tanta importancia y trascendencia, quienes intervienen en
su celebración como quienes obtienen beneficios del mismo.
Así mismo, se ha pretendido determinar los conceptos de aseguradora y toma-
dor y el papel que ellos juegan en el contrato de seguro, no sólo en su celebración
sino también en su ejecución.
También se ha fijado el concepto de asegurado tanto en los seguros de daños
como en los seguros de personas, precisando los aspectos que permiten identi-
ficar la condición de tal en ambas clases de seguro, como son la titularidad del
interés asegurable, en los primeros, y la condición de ser la persona sobre la cual
recaen los riesgos físicos, en los segundos.
En la misma línea se ha estudiado el papel del beneficiario tanto en el seguro
de daños como en el seguro de personas y su carácter oneroso o gratuito en uno
u otro, pasando por otros aspectos tales como su designación, el surgimiento de
su derecho o revocación, entre otros. Con respecto al beneficiario, su análisis ha
214 sido más extenso en el seguro de personas que en el de daños, pues la misma
naturaleza del tema en aquel da para tal extensión, no tanto así en el segundo.
Especial atención se ha prestado a las figuras del seguro por cuenta propia y
del seguro por cuenta ajena, y del seguro celebrado por un mandatario sin repre-
sentación, siendo esta última una figura diferente a la del seguro por cuenta ajena.
Sujetos contratantes y sujetos no contratantes
El Código de Comercio, en materia de seguros, circunscribe el concepto de
parte exclusivamente a los sujetos que celebran el contrato de seguro. En tal
sentido establece en el artículo 1037 del Código de Comercio que son partes
quienes manifiestan su voluntad, esto es, el asegurador y el tomador.2
2 ZORNOSA PRIETO, Hilda Esperanza, “Las partes en el contrato de seguros”, en “Evolución y perspectivas
del contrato de seguro en Colombia” (1971-2001). Memorias del cuadragésimo aniversario de Acoldese y
del trigésimo aniversario del Código de Comercio. JARAMILLO, Carlos Ignacio, “Lineamientos generales
del contrato de seguro en la legislación Colombiana: Visión retrospectiva y comparada”. Revista Ibe-
ro-Latinoamericana de Seguros. Vol. I, Núm. 1, Mayo 1992. Pontificia Universidad Javeriana. Facultad de
Ciencias Jurídicas y Socioeconómicas Instituto de Investigaciones y Estudios Jurídicos. Editorial Temis.
Bogotá, 1992. páginas 36 y 37.
Mateo Peláez García
Sujetos Contratantes
El asegurador 215
Es la persona jurídica que debidamente autorizada por la ley asume los ries-
gos, tal como lo establece el artículo 1037 del Código de Comercio.
En Colombia, por disposición de la ley 45 de 1990 sólo pueden ser asegurado-
ras las sociedades anónimas y las cooperativas de seguros, tal como lo disponen
los artículos 36 de la ley 45 de 1990 y 38 numeral 5; y 53 del decreto 663 de 1993.
Además, es factible que la ley faculte expresamente a ciertas personas jurídicas
públicas que no sean en principio aseguradoras para actuar como tales dentro de
ciertos ramos.
Respecto de las cooperativas que presten servicios de seguros, el numeral
5 del artículo 38 estableció que deben ser especializadas en este tema y deben
cumplir la actividad aseguradora principalmente en interés de sus propios asocia-
dos y de la comunidad vinculada a ellos. En todo caso, esta norma no conlleva una
3 ZORNOSA PRIETO, Hilda Esperanza. Ob. Cit.
4 ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés E. Lecciones de derecho de seguros. No. 2. Elementos esenciales, partes
y carácter indemnizatorio del contrato. Universidad Externado de Colombia. Primera Ed., noviembre de
2002. página 54.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
5 Téngase presente que con la expedición. del decreto 1065 de 1999 se ordenó liquidar la Caja de Crédito
Agrario, Industrial y Minero, incluyendo su actividad aseguradora.
Mateo Peláez García
forma general para todos los ramos de seguros sino para los que expresamente
se señalen en el certificado, de tal manera que si la compañía desea ejercer su
actividad en ramos adicionales debe presentar la solicitud respectiva a la Super-
intendencia Financiera.
Es importante tener presente que la suspensión o revocación del certificado de
autorización conlleva la inmediata interrupción de actividades de la entidad y, en
último caso, la liquidación de los ramos de seguros afectados o de la empresa asegu-
radora si fuere el caso y, por ende, la imposibilidad de celebrar contratos de seguro a
partir del momento de la suspensión o revocación (Articulo 59 ley 45 de 1990).
Ahora bien, los contratos y operaciones de seguros celebrados por personas in-
dividuales o estatutarias que no cuenten con la autorización de la Superintendencia
Financiera, para actuar como aseguradores o para ejercer en un determinado ramo
“no producirán efecto legal”, de acuerdo con lo expresamente establecido por el artí-
culo 30 de la ley 45 de 1990 y 108, numeral tercero, del decreto 663 de 1993, por lo
cual la connotación de esta expresión es que dicho “contrato de seguro” es ineficaz.
A pesar de la ineficacia del contrato, existe responsabilidad de la persona
individual o estatutaria que sin ser aseguradora celebra un supuesto contrato de
seguro. En tal sentido los artículos citados establecen que el supuesto contra-
tante o asegurado podrá solicitar el reintegro de la suma pagada y establecer la 217
responsabilidad en que incurra la persona que funja de aseguradora.
También es oportuno señalar que los modelos de pólizas y las tarifas no re-
quieren autorización previa de la Superintendencia Financiera, tal como lo con-
templan el artículo 43 ley 45 de 1990 y el 184 del decreto 663 de 1993. No
obstante deben ponerse a disposición de este organismo con anticipación a su
utilización y el incumplimiento de tal obligación puede conllevar incluso a que
la Superintendencia prohíba la utilización de la póliza o tarifa correspondiente,
sin que esto pueda perjudicar al tomador que ha contratado un seguro relativo
a una póliza no depositada previamente en la Superintendencia Financiera, pues
tal requisito no dice relación al cumplimiento de una condición de existencia o
validez de la póliza, sino a un control administrativo por parte del Estado con el
fin de determinar que dichas pólizas sí cumplan con los requisitos señalados en
la ley 45 de 1990 en cuanto a condiciones contractuales y tarifas.
No obstante, de acuerdo con el artículo 47 de la ley señalada y el 184 del de-
creto, sí será necesaria la autorización previa de la Superintendencia Financiera
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
El tomador
Es la persona individual o estatutaria que obrando por cuenta propia o ajena
traslada los riesgos. Es la persona que celebra el contrato de seguro con el ase-
gurador,6 esto es, la persona que manifiesta su voluntad de celebrar el contrato y
de obligarse para con el asegurador.
Como persona que celebra el contrato, se deben cumplir, respecto del mismo,
los requisitos de existencia y validez de todo negocio jurídico. La capacidad del
tomador y la conducta que observe antes y durante la celebración del contrato
determinan la validez del mismo, toda vez que será respecto de dicho tomador
que se determinará el cumplimiento o no de los requisitos de existencia y validez
para celebrar negocios jurídicos, así como consideraciones especiales en materia
de seguros en la celebración del contrato, toda vez que es él quien debe observar
una conducta ausente de reticencias o inexactitudes al celebrar el contrato.
Es el tomador, además, la persona a cuyo cargo corren, al menos en forma
prioritaria, las obligaciones y cargas señaladas en el Código de Comercio. Es el
obligado a pagar la prima (Artículo 1066).7
218
El tomador es parte en todos los contratos de seguros, sean de daños o de
personas y bien sea un seguro por cuenta propia o por cuenta ajena.
Sujetos no contratantes
El asegurado
Conceptualmente es diferente el asegurado del tomador, aunque en muchos
casos pueden coincidir en una misma persona individual o estatutaria. El asegu-
rado no es definido por el Código de Comercio.
6 En tal sentido véase a: ZORNOSA PRIETO, Hilda Esperanza, “Las partes en el contrato de seguros”, Ob.
citada. OSSA G., J. Efrén, Teoría general del seguro. El contrato”, Editorial Temis. Segunda Ed., actuali-
zada. 1991. Bogotá, DC., Colombia. Pág. 5 y ss. BUSTAMANTE FERRER, Jaime y URIBE OSORIO, Ana Inés,
Principios jurídico del seguro. Colombo Editores. Segunda Ed., 1994. Bogotá, DC., Colombia. Página. 59
y ss. LÓPEZ BLANCO, Hernán Fabio, Comentarios al contrato de seguro, Colombia, Editorial Dupre Edito-
res, Bogotá, 1999, tercera Ed., Bogotá, DC., Colombia. Págs. 89 y ss. ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés, Obra
y Ed. citada, página 60. Jaramillo, Carlos Ignacio “Lineamientos generales del contrato de seguro en la
legislación Colombiana: Visión retrospectiva y comparada”. Ob. Cit. Páginas 36 y 37.
7 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Pág. 5.
Mateo Peláez García
8 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Pág. 9. JARAMILLO, Carlos Ignacio. “Aspectos medulares del seguro sobre la
vida en el derecho colombiano: Visión comparada”. XVII Encuentro Nacional de Acoldese. Paipa, octubre
1992.
9 ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés, Ob. Cit. página 60. JARAMILLO, Carlos Ignacio. Ob. Cit. Páginas 36 y 37.
10 Colombia. Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia del 31 de julio de 1997. Expediente: 10262.
Consejero ponente: Doctor Ricardo Hoyos Duque. SociEd.ad Seguros Universal S.A., contra Instituto de
Fomento Industrial.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
nizarle los perjuicios que experimentara con motivo de determinada responsabilidad y que
sólo se liberara de tal compromiso pagándole al asegurado la indemnización estipulada,
por ser éste el acreedor de la referida prestación -artículo 1127-(…).
(…)Acorde con la función que legalmente se le asignaba, que estaba circunscrita, como
se anotó, al favorecimiento de los intereses del asegurado, el artículo 1133 del mismo cuer-
po normativo preceptuaba que no se trataba de un seguro a favor de terceros, excluyendo
todo vínculo directo de la víctima con el asegurador del responsable del daño(…).
(…)Con la reforma introducida por la ley 45 de 1990, cuya ratio legis, como ab-initio se
expuso, reside primordialmente en la defensa del interés de los damnificados con el hecho
dañoso del asegurado, a la función primitivamente asignada al seguro de responsabilidad
civil se aunó, delantera y directamente, la de resarcir a la víctima del hecho dañoso, objeti-
vo por razón del cual se le instituyó como beneficiaria de la indemnización y en tal calidad,
como titular del derecho que surge por la realización del riesgo asegurado, o sea que se
radicó en el damnificado el crédito de indemnización que pesa sobre el asegurador, con-
firiéndole el derecho de reclamarle directamente la indemnización del daño sufrido como
consecuencia de la culpa del asegurado, por ser el acreedor de la susodicha prestación, e
imponiendo correlativamente al asegurador la obligación de abonársela, al concretarse el
riesgo previsto en el contrato –artículo 84-, previsión con la cual se consagró una excep-
ción al principio del efecto relativo de los contratos -res inter alios acta-, que como se sabe,
se traduce en que éstos no crean derechos u obligaciones a favor o a cargo de personas
distintas de quienes concurrieron a su formación, o mejor, no perjudican ni aprovechan a
222 terceros(…).
(…)El propósito que la nueva reglamentación le introdujo, desde luego, no es, per se,
sucedáneo del anterior, sino complementario, “lato sensu”, porque el seguro referenciado,
además de procurar la reparación del daño padecido por la víctima, concediéndole los
beneficios derivados del contrato, igualmente protege, así sea refleja o indirectamente,
la indemnidad patrimonial del asegurado responsable, en cuanto el asegurador asume el
compromiso de indemnizar los daños provocados por éste, al incurrir en responsabilidad,
dejando ilesa su integridad patrimonial, cuya preservación, en estrictez, es la que anima
al eventual responsable a contratar voluntariamente un seguro de esta modalidad(…).
(…)Por supuesto que el derecho que la ley ahora le otorga al damnificado no está desli-
gado del contrato de seguro celebrado por el tomador-asegurado, al margen del cual no se
autoriza su ejercicio, pues las estipulaciones eficaces de dicho pacto lo delimitan y enmar-
can de tal modo que no podría obtener sino lo que correspondería al mismo asegurado(…).
(…)Ahora bien, corroborando el propósito legislativo y acorde con la teleología del
artículo 1127, el artículo 85 de la misma ley 45 modificó el artículo 1133 del estatuto
comercial, legitimando al tercero damnificado para accionar directamente contra el
asegurador del responsable, con el fin de
Mateo Peláez García
15 NÚÑEZ VILLALBA, Cesar Augusto. El seguro de cumplimiento. En “Evolución y perspectivas del contrato
de seguro en Colombia”. Memorias del cuadragésimo aniversario de Acoldese y del trigésimo aniversario
del Código de Comercio. Acoldese. Bogotá, D.C., septiembre de 2001.
Mateo Peláez García
Se puede dar el caso, por ejemplo, de que el tomador obrando por cuenta
propia celebre el contrato de seguro sobre la vida de un tercero y en tales casos
el asegurado será ese tercero18 mientras que el tomador será el titular del interés
asegurable, de conformidad con los parámetros señalados en los numerales 2 y 3
del artículo 1137.19
Otro ejemplo sería el seguro sobre la vida en la modalidad de seguro de muer-
te contratado por un empleador (tomador) sobre la vida de un empleado (ase-
gurado), en cuya capacitación se han invertido importantes sumas de dinero y
que, además, su muerte causaría un perjuicio económico al empleador, así no sea
susceptible de estimación económica. El interés asegurable sería exclusivo del
empleador y no del empleado.
En consecuencia, sobre este punto vale la pena resaltar
las siguientes conclusiones:
En los seguros sobre la vida de un tercero, éste es el asegurado. Así se des-
prende, entre otros, del artículo 1137 del Código de Comercio al establecer que
el asegurado es el tercero sobre cuya vida se contrata el seguro. En tales circuns-
tancias no coincide el tomador con el asegurado.20 En este sentido se expresan
los profesores Efrén Ossa, Carlos Ignacio Jaramillo y Andrés Ordóñez.21
En los seguros sobre la vida de un tercero si bien éste es el asegurado, el interés 227
asegurable puede estar en cabeza del tomador22 y no necesariamente del asegurado.
Así las cosas, se puede afirmar que en los seguros de personas no necesaria-
mente el asegurado es el titular del interés asegurable; por el contrario, en los
seguros de daños siempre el asegurado es el titular del interés asegurable, sin
perjuicio de que el tomador también pueda tener un interés asegurable.
18 Ibídem. Pág. 6.
19 ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés, Ob. Cit. páginas 60 y 61.
20 JARAMILLO, Carlos Ignacio. “Aspectos medulares del seguro sobre la vida en el derecho colombiano:
Visión comparada”. Ob. Cit. Págs. 128 y 129.
21 No se hace una diferenciación como la anotada en las obras de los profesores LÓPEZ BLANCO, Hernán
Fabio y BUSTAMANTE FERRER, Jaime, arriba citadas. En tal sentido, ambos autores circunscriben el
concepto de asegurado a la persona que tiene interés asegurable en el riesgo que se traslada y, en conse-
cuencia, no hacen salvedad respecto del concepto de asegurado en los seguros de personas sobre la vida
de un tercero. Véase páginas 89 y 61 de las obras citadas de cada autor, respectivamente.
22 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Págs. 6 y 7.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
designados por Juan tendrán derecho al pago del saldo, esto es, a la suma de
dos millones de pesos ($2’000.000). Obviamente en caso de que Juan no hubiera
designado beneficiarios tendrá aplicación el artículo 1142 del mismo estatuto.
Este ejemplo difiere del relativo al banco hipotecario en el que sólo se protege
el interés del banco en tanto el valor asegurado está definido en este caso, sólo
y exclusivamente en función del valor de la deuda. En otras palabras, la suma
asegurada es variable, y su variación está determinada por el valor de la deuda.
En este caso, sólo se busca proteger los intereses económicos del banco, más no
los del deudor.
No obstante lo anterior, se debe referir aquí una reciente sentencia de la Corte
Suprema de Justicia, respecto de un seguro de vida grupo deudores en el cual la
suma asegurada está atada al monto de la deuda, por virtud de la cual se acepta
por esta corporación la legitimación en la causa por activa o el interés de la cón-
yuge sobreviviente para demandar a la aseguradora, no para sí, esto es, no para
que le paguen a ella el valor del seguro sino para que la aseguradora cumpla con
su obligación para con el Banco, así:
“(…) las consecuencias directas del contrato, las soportan o usufructúan exclusivamente
los contratantes; evidentemente, la condición de acreedor o de deudor sólo se concibe
respecto de quienes consintieron en el vínculo jurídico. Pero las secuelas indirectas que de
230 ello se derivan, las soportan o aprovechan ciertos terceros; por cierto, si alguien paga lo
que debe por virtud de un negocio, ese pago puede beneficiar a los acreedores de quien lo
recibe (…).
(…) Cierto que el deudor fallecido no es el beneficiario del seguro contratado; que su
vida se aseguró para bien del acreedor, en este caso el banco. ¿Quién podría negarlo ante
la letra clarísima del artículo 1144 del Código de Comercio? De modo que sólo el banco es
titular de las consecuencias directas del seguro contratado. Pero a más de él también está
indiscutiblemente interesada la viuda y los herederos, dado que las secuelas indirectas del
contrato, señaladamente el no pago del seguro, le perjudica (…).
(…) Lógicamente que la viuda ni nadie distinto al beneficiario del seguro podría deman-
dar la prestación del seguro para sí. Bien es verdad que el contrato no puede convertir a un
tercero en acreedor; ni tampoco, agregase, en deudor. Cosa que no está haciéndose aquí:
no se remite a duda que esto concierne exclusivamente al beneficiario. Simplemente está
exigiendo que la aseguradora pague lo que debe; y hay que entender en sano discernimien-
to que la súplica es que pague a quien debe pagar (…).25
25 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 28 de julio de 2005. Expedien-
te 1999-00449-01. Magistrado ponente: Manuel Isidro Ardila Velásquez. Proceso ordinario de Patricia
Elena Tobón López contra la Compañía Agrícola de Seguros de Vida S.A. y la Caja de Crédito Agrario
Mateo Peláez García
Por otra parte, se debe referir al beneficiario de este seguro, entendiendo por
tal la persona que ha de percibir el valor del seguro, en caso de siniestro (muerte
del asegurado).
En los seguros de personas se puede encontrar el beneficiario a título gratuito,
que tiene por causa la mera liberalidad del tomador (1141) que no es el caso de este
seguro y el beneficiario a título oneroso quien tiene un verdadero interés patrimonial y cuya
nominación se suele exigir por el acreedor al deudor en garantía de su crédito.
En el caso indicado en la sentencia, se está frente a un beneficiario a título
oneroso, como es el acreedor hipotecario, donde solamente éste tendría derecho
a pretender el pago de la obligación surgida del contrato de seguro, que sería
equivalente a la obligación del deudor asegurado para con el acreedor y no la
actora quien no ostenta la calidad de beneficiaria del seguro.
Es importante anotar que en este caso no es procedente la parte final del
artículo 1144 del Código de Comercio, pues este seguro fue contratado por el
acreedor hipotecario para protegerse contra el perjuicio económico resultante
de la muerte del asegurado. 30
Además contractualmente, de acuerdo con las condiciones de la póliza, el be-
neficiario es el acreedor a título oneroso por el saldo de la deuda.
232
Asegurado en los seguros de accidentes personales
Es asegurado la persona misma sobre cuya vida o integridad personal se con-
trata el seguro. Lo anterior se concluye del artículo 1137 del Código de Comercio,
entre otras normas. 31
que ella contraría toda la construcción teórica pues el asegurado será la persona
sobre cuya vida o integridad se contrata el seguro, y el tomador será el titular
del interés asegurable sin que se tenga que afirmar que él es asegurado. Sobre
este punto afirma el profesor Andrés Ordoñez que “((...)) el asegurado en este tipo
de seguros (seguros de personas) no es necesariamente el titular del interés asegurado,
sino aquella persona cuya vida o cuya integridad personal o cuya salud se asegura ((...))”.
32
(El resaltado es nuestro).
El beneficiario
Es la persona que ha de percibir la prestación asegurada en caso de siniestro.
De acuerdo con el profesor Efrén Ossa los beneficiarios pueden ser contractua-
les o legales. Los primeros son los que provienen de estipulación expresa en el con-
trato de seguro. Los segundos son los que derivan su derecho de la ley una vez ocu-
rrido el siniestro. Para el profesor citado no pueden existir beneficiarios legales en
los seguros de daños. No obstante, hoy en día esto no es así toda vez que la ley 45
de 1990 estableció como beneficiario de los seguros de responsabilidad civil a las
víctimas, de manera que en estos casos estaríamos frente a un beneficiario legal.
nizatorio sólo puede figurar como beneficiario, distinto del asegurado, un sujeto
que tenga interés asegurable. 35
En el seguro de daños por cuenta propia y en beneficio propio el tomador es ase-
gurado y beneficiario. No obstante siendo un seguro por cuenta propia en el cual, en
consecuencia, coincidirán el tomador y el asegurado, se puede designar como benefi-
ciario a un tercero siempre y cuando dicho tercero tenga un interés que se pretenda
proteger a través de tal designación. Ejemplo de tal situación es aquella en la cual
una persona toma un crédito con una entidad financiera para adquirir un vehículo. En
tal sentido, el nuevo propietario toma por su cuenta un seguro, de manera que sería
tomador y asegurado, pero se señala como beneficiario a la entidad financiera quien
ostenta, frente al propietario, la calidad de acreedor prendario.
En el seguro por cuenta de tercero, quien es asegurado será a la vez beneficia-
rio, pudiéndose decir en este aparte lo mismo que antes se señaló en el sentido
de que se podría designar como beneficiario a un tercero diferente del asegura-
do y del tomador siempre que dicho tercero tenga un interés que se pretenda
proteger a través de tal designación. Como ejemplo de tal situación, similar a la
anterior, sería el caso en el cual el tomador del seguro es el empleador del pro-
pietario del vehículo quien a su vez es el asegurado y procediéndose a designar
como beneficiario a la entidad financiera, la cual ostenta, como se dijo, la calidad
234 de acreedor prendario.
En el seguro de responsabilidad civil, la víctima es el beneficiario (Artículo
1127 modificado por el artículo 84 de la ley 45 de 1990).
Sobre este particular, la Corte Suprema de Justicia ha indicado lo siguiente:
“(…)Con la reforma introducida por la ley 45 de 1990, cuya ratio legis, como ab-initio se
expuso, reside primordialmente en la defensa del interés de los damnificados con el hecho
dañoso del asegurado, a la función primitivamente asignada al seguro de responsabilidad
civil se aunó, delantera y directamente, la de resarcir a la víctima del hecho dañoso, objeti-
vo por razón del cual se le instituyó como beneficiaria de la indemnización y en tal calidad,
como titular del derecho que surge por la realización del riesgo asegurado, o sea que se
radicó en el damnificado el crédito de indemnización que pesa sobre el asegurador, con-
firiéndole el derecho de reclamarle directamente la indemnización del daño sufrido como
consecuencia de la culpa del asegurado, por ser el acreedor de la susodicha prestación, e
imponiendo correlativamente al asegurador la obligación de abonársela, al concretarse el
riesgo previsto en el contrato –artículo 84-, previsión con la cual se consagró una excep-
35 ZORNOSA PRIETO, Hilda Esperanza. Ob. Cit. Pág. 15.
Mateo Peláez García
ción al principio del efecto relativo de los contratos -res inter alios acta-, que como se sabe,
se traduce en que éstos no crean derechos u obligaciones a favor o a cargo de personas
distintas de quienes concurrieron a su formación, o mejor, no perjudican ni aprovechan a
terceros(…)”.
Indicando al respecto, en la misma sentencia que:
“(…)con la orientación legislativa vigente en materia del seguro de responsabilidad civil,
ocurrido el siniestro, es decir, acaecido el hecho del cual emerge una deuda de responsa-
bilidad a cargo del asegurado, causante del daño irrogado a la víctima -artículo 1131 del
Código de Comercio-, surge para el perjudicado el derecho de reclamarle al asegurador de
la responsabilidad civil de aquél, la indemnización de los perjuicios patrimoniales experi-
mentados, derecho que en Colombia deriva directamente de la ley, en cuanto lo instituye
como beneficiario del seguro -artículo 1127 ibídem - y que está delimitado por los términos
del contrato y de la propia ley, más allá de los cuales no está llamado a operar, derecho
para cuya efectividad se le otorga acción directa contra el asegurador -artículo 1133 ejús-
dem- la que constituye entonces una herramienta de la cual se le dota para hacer valer la
prestación cuya titularidad se le reconoce por ministerio de la ley(…)”.36
37 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Pág. 14. ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés, Ob. Cit. página 61.
38 JARAMILLO, Carlos Ignacio. Ob. Cit. Pág. 138.
39 Ibídem. Pág. 138.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
previo del tomador para con el beneficiario; en este caso se entenderá que el
mismo es a título oneroso.
La designación puede ser mixta, esto es, parte a título oneroso y parte a título
gratuito, situación que no fue expresamente contemplada en el Código de Co-
mercio como lo indica el profesor Carlos Ignacio Jaramillo, pero tal forma puede
darse porque así se desprende del artículo 1144,40 que dispone: “En los seguros
sobre la vida del deudor, el acreedor sólo recibirá una parte del seguro igual al
monto no pagado de la deuda. El saldo será entregado a los demás beneficiarios”.
Es de anotar, además, que la designación del beneficiario se presume a título
gratuito, tal como lo establece el último inciso del artículo 1141, de manera que la
designación a título oneroso no se presume y en consecuencia debe ser expresa.41
El beneficiario a título oneroso se da especialmente en los casos de acreedo-
res que exigen a su deudor la suscripción de un seguro en garantía de su cré-
dito donde se le señala como beneficiarios a título oneroso. En tal evento estos
tendrán derecho al monto no pagado de la deuda y el saldo correspondiente se
destinará a los beneficiarios a título gratuito que hayan sido especificados (artí-
culo 1144 del Código de Comercio). Para el evento en que no se designen dichos
beneficiarios a título gratuito, se tendrán por tales el cónyuge (o compañero
238 permanente, se agrega) del asegurado en la mitad del seguro y los herederos de
este, en la otra mitad.
42 BUSTAMANTE FERRER, Jaime y URIBE OSORIO, Ana Inés, Ob. Cit. Pág. 63.
43 JARAMILLO, Carlos Ignacio. Ob. Cit. Pág.140.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
Ignacio Jaramillo, razón por la cual es enteramente lógico entender que sea a él a
quien corresponde dicha facultad. Así será en la mayoría de las situaciones esta-
blecidas en el artículo 1137 cuando el tomador es el titular del interés asegurable
y o bien toma el seguro sobre su propia vida, caso en el cual no existe dificultad
porque a la vez es el asegurado, o bien toma el seguro sobre la vida de terceros,
pero buscando proteger su propio interés.
De manera que en casos excepcionales, tales como los seguros colectivos de
vida, tomados por ejemplo por un empleador sin ningún interés asegurable en
la vida de sus empleados, siendo estos los asegurados y los titulares del interés
asegurable. En tal caso sí corresponde al asegurado designar al beneficiario en la
medida en que el tomador no tiene ninguna injerencia sobre el interés asegura-
ble. Pero en tales casos, como bien expresa el profesor Jaramillo Jaramillo se está
frente a una situación excepcional.
Ahora bien, se debe tener presente que no en todos los seguros de vida de
grupo o colectivos le corresponde al asegurado o asegurados la designación del
beneficiario. Ejemplo de ello sería el seguro de vida de grupo tomado por los ban-
cos hipotecarios, en los cuales sólo se busca proteger su interés asegurable, siendo
la designación del beneficiario de exclusiva competencia de la entidad (tomadora),
pues en tal caso sólo se cuenta con beneficiario a título oneroso que es la entidad
240 financiera pero no con beneficiarios a título gratuito toda vez que, como antes se
explicó, la suma asegurada está determinada en función solamente del monto no
pagado de la deuda, constituyéndose en una suma asegurada variable.
Por lo demás, se debe acotar que la designación del beneficiario por el toma-
dor no requiere el asentimiento de la aseguradora y menos del beneficiario.44
Por lo dicho, la designación verbal no tiene valor alguno, como bien lo anota el
jurista Carlos Ignacio Jaramillo, así sea oportunamente informada al asegurador,
incluso por el tomador o asegurado. De lo anterior se colige que la aseguradora se
libera de responsabilidad pagando la prestación asegurada a quien aparezca como
beneficiario designado en la póliza o contrato de seguro, o en comunicación poste-
rior, así haya recibido noticia verbal del tomador sobre un cambio de beneficiario.50
Respecto de la receptividad de la designación del beneficiario ella dice relación
a que esa declaración unilateral del tomador de designar al beneficiario debe
ser comunicada por el tomador a la aseguradora, para efectos de producir plenos
efectos jurídicos.51
La legislación colombiana se ocupa del tema, importante es anotarlo; en ella
se exige que el cambio del beneficiario sea oportunamente informado a la ase-
guradora, esto es, antes del pago de la prestación asegurada, lo cual implica que
la información a la aseguradora puede ser dada con posterioridad al siniestro,
en caso de muerte en los seguros de muerte o de accidentes personales, inter-
pretación que hace el profesor Carlos Ignacio Jaramillo y la cual se comparte. 52
El profesor anota que la notificación no tiene que ser efectuada por el tomador,
porque ella puede ser dada por terceros, tales como la cónyuge sobreviviente, los
herederos o el mismo beneficiario designado, toda vez que la norma no exige que
dicha notificación sea efectuada por el tomador. En consecuencia, una cosa es la 243
designación escrita del beneficiario que sólo compete al tomador o asegurado,
según corresponda, y otra, la notificación de esa manifestación formal de volun-
tad a la aseguradora que puede ser efectuada por terceros.
forma de identificarlo, con lo cual se está señalando que el beneficiario puede ser
determinado, si con exactitud se señala en la póliza o contrato de seguro quien
es la persona del beneficiario; o bien puede ser determinable, en la medida en
que en la póliza no se indique con exactitud la persona del beneficiario pero sí los
criterios para identificarlo o individualizarlo, al menos al momento del siniestro.
En tal sentido, el ordenamiento comercial le otorga al tomador un amplio
radio de acción al poder designar como beneficiario a quien quiera y en los tér-
minos que a bien lo tenga, por ejemplo, a un primo X en un 30% y a un amigo Y
en el 70%, restante, entre otros e, incluso, a una persona con la cual no se tenga
vínculo alguno, bien sea éste patrimonial, de amistad o de familia.
Ahora bien, si no se designa en forma específica al beneficiario, la situación
se puede tornar un poco más complicada. No obstante, el profesor Carlos Ignacio
Jaramillo, ensaya algunos criterios casuísticos que se podrían presentar en el or-
denamiento y que se sintetizan así:53
La designación genérica de los hijos nacidos o por nacer:
Entendiendo por hijos todos los sujetos que ostenten dicha calidad, al mo-
mento del siniestro, esto es, de la muerte del asegurado, sean matrimoniales,
extramatrimoniales o adoptivos. De manera que lo importante para efectos del
244 seguro es que el hijo exista al momento del siniestro o que esté por nacer (pro-
tección al naciturus). No se requiere pues de la existencia del hijo al momento de
la designación. 54
La designación genérica de los herederos:
En este punto se debe tener presente el artículo 1142 del Código de Comercio,
el cual establece que cuando se designen genéricamente como beneficiarios a los
herederos del asegurado se deberá entender por tales el cónyuge del asegurado
en la mitad del seguro y los herederos de éste en la otra mitad, definición o con-
cepción de los herederos que es contraria a la ley sucesoral, pues, como de todos
es sabido, en el primer orden de sucesión la cónyuge no hereda.
“Artículo 1142. Cuando no se designe beneficiario, o la designación se haga ineficaz o
quede sin efecto por cualquier causa, tendrán la calidad de tales el cónyuge del asegurado
en la mitad del seguro, y los herederos de éste en la otra mitad.
voluntad de rechazar su derecho. Es una declaración unilateral por la que el llamado mani-
fiesta, en la forma dispuesta por la ley, su voluntad de no ser heredero ((...))”.58
“(…) No puede ser obligado al pago de ninguna deuda hereditaria o testamentaria, lo
cual es obvio por cuanto mientras no ejerza el derecho de opción su situación jurídica no
se ha definido; si acepta retrotrae sus efectos a la delación de la herencia; si repudia se
entiende que no ha sido heredero jamás(…)”.59 (El resaltado es fuera de texto).
También es importante hacer referencia a la situación del heredero que es
declarado judicialmente indigno pues en esta hipótesis, también se pierde la calidad
de heredero y, en consecuencia, se considera que se tendrá que desechar la po-
sibilidad de ser beneficiario, siempre y cuando, ello es fundamental, se trate de
una designación genérica de los herederos.
En tal sentido, uno de los requisitos para suceder a una persona es que quien
sucede no sea indigno (artículo 1025 y ss. del Código Civil).
“((...)) La indignidad acarrea una pena o sanción de carácter civil, como que por causa de
ello un asignatario puede ser totalmente excluido de la sucesión de una persona a quien
estaría legal o testamentariamente llamado a suceder ((...))”
“((...)) No se configura mientras no sea declarada por sentencia que cause ejecutoria,
según lo estatuye el artículo 1031 del Código Civil. Una vez pronunciada, se extingue en el
asignatario la aptitud legal para recibir toda herencia o legado, como si no hubiese tenido
246 jamás((...).)”.60
“((...)) La sentencia que declara la indignidad impone al culpable la obligación de resti-
tuir los bienes con sus accesorios y sus frutos como poseedor de mala fe. Se estima que el
indigno no ha sido heredero ((...))”.61 (Subrayas fuera de texto).
Punto diferente es que el tomador o asegurado, según corresponda, designe
específicamente como beneficiario a X persona quien a su vez tiene vocación
hereditaria y con posterioridad a la designación se presente una de tres situacio-
nes: dicha persona puede ser desheredada, o bien repudia la herencia o es de-
clarado judicialmente indigno, pues en cualquiera de estos casos X sigue siendo
beneficiario del seguro pero no por ser heredero, calidad que, o no adquirió, o
que perdió, sino por haber sido específicamente determinado por el tomador o
asegurado como beneficiario del seguro.
58 Ibídem. Página 78
59 Ibídem. Página 60
60 JARAMILLO, Carlos Ignacio. Ob. Cit. Páginas 104, 105
61 SUÁREZ FRANCO, Roberto. “Sucesiones”. Editorial Temis, Bogotá, 1999. Quinta Ed., Pág. 38
Mateo Peláez García
En esta hipótesis es claro que la persona con derecho a cobrar la suma ase-
gurada, ocurrido el siniestro es el cónyuge y no la compañera o compañero, por
más tiempo que hubiera durado la convivencia entre estos, pues aquella es la que
ostenta la calidad señalada, por más que no exista vida en común. En esta hipóte-
sis la única manera en que los compañeros permanentes pueden reclamar la suma
asegurada es con una designación específica por parte del tomador.
partes o cuotas en que el testador haya dividido el objeto asignado: cada parte u cuota se
considerara en tal caso como un objeto separado; y no habrá derecho de acrecer sino entre
los coasignatarios de una misma parte o cuota.
Si se asigna un objeto a dos o más personas por iguales partes, habrá derecho de acrecer”.
Por tratarse de un beneficiario a título gratuito que fallece con anterioridad
al asegurado y que, por ende, no adquiere ningún derecho sobre la prestación
asegurada, además de que por ello nada transmite a sus herederos, su parte o
cuota acrecerá a la de los demás beneficiarios conjuntos.
Respecto del supuesto que se comenta, esto es, la muerte de un beneficiario a
título gratuito antes de la del asegurado e incluido (tal beneficiario) en una desig-
nación conjunta, el profesor Carlos Ignacio Jaramillo, señala que no es aplicable el
artículo 1142 del Código de Comercio, pues en tal caso la designación no se hace
ineficaz ni queda sin efecto, en la medida en que “((...)) para elucidar la problemática
derivada de la “falta” –en sentido amplio– de uno de los beneficiarios designados conjun-
tamente por el tomador (designación plural) sin indicación de cuota (mis hijos, mis nietos,
mis hermanos o mis socios, por ejemplo), puesto que en tales circunstancias debe primar
la voluntad –no por tácita menos eficaz– de favorecer exclusivamente a los comprendidos
en el respectivo rango (hijos, nietos, hermanos o socios), probablemente diversa a la resul-
250 tante de aplicar el contenido del artículo 1142 del Código de Comercio, norma de mayor
espectro. No en balde existe la figura del acrecimiento (...) la cual permite arribar según
el caso, a una conclusión diferente, en apoyo de los dictados tanto de la legislación como
de la doctrina comparada (…)”.67
Ejemplos de acrecimiento podrían ser los siguientes:
Diana designa como beneficiarios de un seguro de vida para el caso de muerte
a su cónyuge Andrés en el cincuenta por ciento; y a María y Carlos, sus hijos, en el
otro cincuenta por ciento. En caso de fallecer uno de los hijos, con anterioridad a
la muerte de Diana, el porcentaje de ese hijo fallecido acrece al hijo sobrevivien-
te, por tratarse de una designación plural y conjunta.
Por el contrario, si quien fallece es Andrés, su cónyuge, no habrá acrecimiento
pues este fue designado en forma individual respecto de un porcentaje deter-
minado, razón por la cual se hará necesario acudir al artículo 1142 del Código
de Comercio en cuanto establece que quedando sin efecto la designación por
cualquier causa, tendrán la calidad de tales, esto es, de beneficiarios del segu-
ro, el cónyuge del asegurado en la mitad del seguro y los herederos, en la otra
mitad. En este caso si bien los únicos beneficiarios de la prestación asegurada
serán finalmente María y Carlos, por partes iguales, no lo serán, respecto de la
suma inicialmente asignada al cónyuge, por acrecimiento sino por aplicación del
artículo 1142 comentado.
Se corrobora lo anterior, con la siguiente variación del ejemplo: Diana designa
como beneficiarios a su cónyuge Andrés en el cincuenta por ciento y a María y Carlos,
dos de sus tres hijos, en el otro cincuenta por ciento. En caso de fallecer María, el
porcentaje de ella acrece a Carlos, por tratarse de una designación plural y conjunta.
Ahora bien, si quien fallece, antes de Diana es Andrés, la suma en que, éste fue
designado no acrece a la suma de María y Carlos, pues aquel fue designado en for-
ma individual respecto de un porcentaje determinado, razón por la cual debemos
acudir nuevamente al artículo 1142 comentado y, en consecuencia, ese cincuenta
por ciento que queda vacante se dividirá por partes iguales entre los tres hijos.
No obstante, es importante aclarar que si se designa genéricamente como bene-
ficiarios a los herederos se aplica el 1142 en cuanto establece que el cincuenta por
ciento será para el cónyuge y el cincuenta por ciento para los herederos. En tal caso,
si alguno de esos herederos falta antes del asegurado se aplicaría, en principio, la
representación si ese que faltó tiene descendientes que puedan representarlo en la 251
sucesión del asegurado; de lo contrario, se aplicaría el acrecimiento respecto de los
herederos restantes, pero no habría acrecimiento a favor del cónyuge.
Se estima que es necesario precisar que se acude en primer lugar a la repre-
sentación, en esta última hipótesis, siempre y cuando se cumplan sus presupues-
tos, pues de acuerdo con el artículo 1142 del Código de Comercio, es necesario
determinar quienes tienen la calidad de herederos y, en tal caso, también sería here-
dero quien sucede por representación.
Si no se dan los presupuestos de la representación operará el acrecimiento
entre los herederos, pues para ellos la designación sería plural y conjunta (50%
para los herederos).
Lo anterior es diferente al hecho de designar como beneficiarios, por ejemplo,
a mis hijos, a mis nietos, entre otros, pues en tal caso sí hay acrecimiento en la
medida en que se da una designación plural y conjunta y no habrá lugar a consi-
derar la representación toda vez que nadie puede ocupar la calidad de hijo, nieto,
entre otros, por representación.
DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL ...
Derecho del beneficiario a título oneroso que no puede ser revocado ni desme-
jorado por el tomador, sin el consentimiento del beneficiario en la revocación o
desmejora, como a bien tiene en señalarlo el artículo 1146 del estatuto mercantil.
Consecuente con todo lo anterior, como bien lo explica el profesor Jaramillo J.,
el derecho del beneficiario a título oneroso “(...) es susceptible, entre otras operacio-
nes de índole jurídica (“ex contractu” o “ex lege”, respectivamente), de ser cedido por acto
entre vivos, de ser transmitido a sus herederos en caso de premoriencia del beneficiario
o en caso de conmuriencia (sic) de éste y el asegurado”,74 lo cual no debe generar el
equívoco, se reitera acorde con el profesor citado, que no puede pensarse que el
beneficiario pueda pretender del asegurador el pago de la prestación asegurada
con anterioridad a la materialización del riesgo asegurado a través del siniestro,
esto es, no puede el beneficiario pretender el pago de la suma asegurada antes
de la muerte del asegurado.75
vez era beneficiario y, respecto del saldo restante tendrán derecho la cónyuge y
los herederos del asegurado, si es que tanto el asegurado como todos los bene-
ficiarios (gratuitos y onerosos), murieron bajo las circunstancias anotadas en el
artículo 1143.
Si, por el contrario, sólo murieron el asegurado y el beneficiario a título one-
roso, pero el beneficiario a título gratuito no murió, éste tendrá derecho a su
cuota en la suma asegurada.
También es importante anotar que cuando el beneficiario a título gratuito
fallece antes que el asegurado, los herederos de aquel, no tiene ningún derecho
sobre la suma asegurada pues el derecho del causante sólo nacería con la muerte
del asegurado.
este caso, por ser por cuenta propia, es el tomador el dueño del negocio y por
ende el competente para efectuar la designación.
En los seguros por cuenta ajena y sobre la vida de un tercero, serán benefi-
ciarios los asegurados mismos si sobreviven al evento, caso de seguro de vida
propiamente dicho o de accidentes personales, o los terceros que designe el
asegurado si no sobreviven al siniestro. En este caso, es al asegurado a quien
corresponde designar al beneficiario pues al ser un seguro por cuenta de tercero
y sobre la vida de ese tercero, es a ésta a quien le corresponde determinar el
nombre del beneficiario, por ser, en éste caso, el asegurado el “dueño del negocio”.
CONTENIDO
Introducción
Nuevo régimen disciplinario. Ley 1123 de 2007
Vínculo contractual
Naturaleza de las obligaciones
1 *
Abogado Universidad de Medellín, Especialista en Derecho Público Universidad Ex-
ternado de Colombia, docente Universidad de La Sabana, Presidente del Instituto
Antioqueño de Responsabilidad Civil y del Estado, Director de la Revista “Responsa-
bilidad Civil y del Estado”.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
I. INTRODUCCIÓN
Consideramos con este pequeño e introductorio ensayo sobre el tema, que
es hora de iniciar un debate serio en Colombia, más aun al interior de organiza-
ciones académicas con trayectoria, como la del Instituto Antioqueño de Respon-
sabilidad Civil y del Estado, para entrar en un tema poco explorado, con esca-
sa doctrina y jurisprudencia nacional al respecto, cuando está suficientemente
decantada la doctrina y la jurisprudencia sobre responsabilidades especiales,
tales como la médica, del constructor, del intermediario de seguros, del comu-
nicador social, del Estado por diversas formas de imputación, del administrador,
del servidor público, del empleador, en fin, un sinnúmero de responsabilidades
especiales que han sido suficientemente analizadas y en algunos casos, ya muy
estructuradas y con algunos planteamientos uniformes y pacíficos, sin que hasta
ahora abordáramos el tema de los profesionales del derecho, entendidos para el
objeto del presente escrito, como los abogados en su desempeño profesional de
260 litigantes o de asesores, dejando de lado el tema de los abogados funcionarios
públicos, jueces, o notarios entre otros.
Abordaremos sucintamente el análisis del nuevo régimen disciplinario, que no
se reformaba desde 1971,2 y nos referiremos específicamente a la novedad frente
a la exigencia de la idoneidad y formación profesional, destacando la intención
del legislador de modernizar algunos conceptos que se hacían inoperantes bajo
el régimen anterior, y sobre todo, armonizándolo con el nuevo régimen constitu-
cional del país, aunque dieciséis años después de expedida la Constitución.
Acerca de la naturaleza de la obligación, nos centraremos frente a la obliga-
ción derivada del contrato de mandato y por tanto frente al régimen y elementos
de la responsabilidad civil contractual, sin desconocer que en el ejercicio profe-
sional del litigante o consultor, también pueden causarse daños a terceros, caso
en el cual nos ubicaríamos frente a un evento de responsabilidad extracontrac-
tual, del cual no nos ocuparemos, por tanto y sin desconocer la importancia del
debate, tampoco abordaremos otras tesis sobre la naturaleza del vínculo aboga-
2 Decreto 196 de 1971, Estatuto del abogado.
Andrés Orión Álvarez Pérez
Art. 2142. El mandato es un contrato en que una persona confía la gestión de uno
o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.
La persona que concede el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta
apoderado, procurador, y en general, mandatario.
Art. 2144. Los servicios de las profesiones y carreras que suponen largos estudios, o a
que está unida la facultad de representar y obligar a otra persona, respecto de terceros, se
sujetan a las reglas del mandato.
Artículo 2155. El mandatario responde hasta de la culpa leve en el cumplimiento de
su encargo.
Esta responsabilidad recae más estrictamente sobre el mandatario remunerado.
Por el contrario, si el mandatario ha manifestado repugnancia al encargo, y se ha
visto en cierto modo forzado a aceptarlo, cediendo a las instancias del mandante,
será menos estricta la responsabilidad que sobre él recaiga.
Definido el marco normativo sobre el cual se centra el debate, debemos preci-
sar para el objeto de estudio propuesto, que abogado-mandatario y contratante de
sus servicios-mandante, celebran un contrato bilateral, por regla general oneroso.
Las partes están pues unidas por el contrato y las obligaciones que de él se deri-
van, de cuya inejecución se deriva la responsabilidad contractual, entonces, como 265
principio básico y general para la configuración de la responsabilidad profesional
del abogado, tenemos: La celebración de un contrato de prestación de servicios
profesionales, típicamente denominado contrato de mandato, la inejecución o
ejecución tardía de las obligaciones pactadas o que emanan de su naturaleza, un
daño a raíz de dicho incumplimiento y la relación causal entre el incumplimiento
o el cumplimiento defectuoso (hecho) y el daño.
El análisis de la relación de causalidad entre el hecho y el daño, es asunto de
gran relevancia, dado que como se analizará en el capítulo de la cuantificación del
daño, podría abrirse interpretaciones en el sentido de que el daño indemnizable
lo constituye el mayor o menor grado de exposición a la pérdida, causada por la
conducta negligente del profesional, tema que no ofrece luz clara, ni posición uná-
nime o pacífica, como ocurre en general con la responsabilidad civil, pero que será
necesario abordar, para ir tomando por lo menos la posición más razonable, frente
a la culpa del profesional, a la teoría general de la responsabilidad civil y al daño
indemnizable, naturalmente pasando por el estricto análisis de la relación causal.5
5 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo, La responsabilidad civil del abogado, INDRET, 2008
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
9 Colombia. Ley 1194 de 2008, por medio de la cual se reforma el Código de Procedimien-
to Civil y se dictan otras disposiciones. Artículo 346. Desistimiento Tácito. Cuando para
continuar el trámite de la demanda, de la denuncia del pleito, del llamamiento en garantía, del
incidente, o de cualquiera otra actuación promovida a instancia de parte, se requiera el cumpli-
miento de una carga procesal o de un acto de la parte que haya formulado aquella o promovido
estos, el juez le ordenará cumplirlo dentro de los treinta días siguientes, término en el cual, el
expediente deberá permanecer en Secretaría. Vencido dicho término sin que el demandante o quien
promovió el trámite respectivo haya cumplido la carga o realizado el acto ordenado, quedará sin
efectos la demanda o la solicitud y el juez dispondrá la terminación del proceso o de la actuación
correspondiente, condenará en costas y perjuicios siempre que como consecuencia de la aplicación
de esta disposición haya lugar al levantamiento de medidas cautelares.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
10 PALACIO BARRIENTOS, Juan David, La Responsabilidad de los profesionales, Revista No. 23, Responsabi-
lidad Civil y del Estado. “Sin perjuicio de lo anterior, el abogado en cumplimiento de cualquier encargo, tiene en
cabeza suya una serie de obligaciones que siempre serán de resultado, sin importar si la principal es o no de medios.
Son obligaciones que están relacionadas más con la forma de cumplir el encargo que con la profesión propiamente
dicha. Son aquellas obligaciones accesorias que permiten el cabal cumplimiento del encargo, como es por ejemplo:
el cumplimiento de términos judiciales, la interposición de recursos, las notificaciones, la presentación oportuna de
conceptos, la actualización de información, el envío de informes, etc. Todas estas obligaciones, aunque accesorias,
hacen que el cumplimiento del contrato sea total, y en el evento que su incumplimiento genere la no obtención del
resultado, la exoneración de la responsabilidad será solamente mediante la prueba de una causa extraña”.
Andrés Orión Álvarez Pérez
11 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad por Daños, Responsabilidad de los profesionales, Tomo
VIII, Editores Rubinzal, 2001
12 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo, La responsabilidad civil del abogado, INDRET, 2008
13 Ibídem. Pág. 39
Andrés Orión Álvarez Pérez
causado, y a este elemento, (daño) finalmente imponerle todos los filtros y ca-
racterísticas para que sea indemnizable, de tal manera que no podemos afirmar
en forma general e imprecisa, que estas conductas descriptivas necesariamente
conducen a la declaratoria de responsabilidad del abogado, sólo constituirán en
cada caso específico, eventualmente causas generadoras de responsabilidad pro-
fesional del abogado.
En la revista No. 26, que estará circulando en el mes de octubre de 2009,
continuaremos con la segunda entrega del presente artículo, desarrollando los
siguientes temas de acuerdo con el plan propuesto: Las formas de cuantificar el
daño causado por el profesional del derecho y el aseguramiento de la responsa-
bilidad profesional del abogado.
BIBLIOGRAFÍA
CÓDIGO CIVIL
CÓDIGO DE PROCEDIMIENTO CIVIL
DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo. La Responsabilidad Civil del Abogado. INDRET, Revista
para el análisis del Derecho, 2008.
LE TOURNEAU, Philippe. La Responsabilidad Civil Profesional, Editorial Económica.
Paris. 1995. Traducción realizada por el Doctor Javier Tamayo Jaramillo.
280
MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad por daños, Tomo VIII, Responsabilidad
de los Profesionales, Rubinzal Editores, 2001
PALACIO BARRIENTOS, Juan David, artículo La Responsabilidad de los Profesionales,
Revista “Responsabilidad Civil y del Estado No. 23”
TAMAYO JARAMILLO, Javier. Tratado de Responsabilidad Civil, Editorial Legis. 2007.
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Editorial Universidad del Rosario, Facultad de Jurisprudencia Pontificia Universidad Jave-
riana, Librería Jurídica DIKE, 2006
281
282
Responsabilidad Civil y del Estado Nº 26
283
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EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL
EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA
INTERAMERICANO DE DERECHOS HUMANOS
1 Corte Interamericana. Caso de la Masacre de Ituango. Párr 238, Caso Baldeón García,
párr. 174; Caso Comunidad Indígena Sawhoyamaxa, párr. 195; y Caso Acevedo Jarami-
llo y otros, párr. 294.
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tes de que ocurriera la vulneración. No debe perderse de vista que, tal y como lo
señala la doctrina en cabeza de Andrés Pizarro y Fernando Méndez Powell,
“la reparación del daño causado por la infracción de una obligación internacional re-
quiere, siempre que sea factible, la plena restitución (restitutio in integrum), que consiste
en el restablecimiento de la situación anterior a la violación”.2
Así las cosas, en la sentencia del 19 de octubre de 2007, exp. 29273, el Con-
sejo de Estado Colombiano, aparte de reconocer la existencia de la cosa juzgada
internacional en relación con la sentencia proferida el 1º de julio de 2006, por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso denominado como las
Masacres de Ituango vs. Colombia, hizo extensiva la aplicación de las modalida-
des de reparación pecuniaria y no pecuniaria en el sistema interamericano. En esa
oportunidad se precisó:
“En cuanto a las modalidades de reparacion en el sistema interamericano, como se men-
cionó, las mismas pueden ser pecuniarias y no pecuniarias e incluyen:
a) La restitución o restitutio in integrum, que es el restablecimiento de las cosas a su
estado normal o anterior a la violacion, producto del ilícito internacional, es la forma per-
fecta de reparación, y que sólo en la medida en que dicha restitución no resulte accesible
procede acordar otras medidas reparatorias.3
b) La indemnización por los perjuicios materiales sufridos por las víctimas de un caso
288 en particular, comprende el daño material (daño emergente, lucro cesante) y el daño in-
material.4
c) Rehabilitación, comprende la financiación de la atención médica y psicológica o siquia-
trica o de los servicios sociales, juridicos o de otra indole.5
d) Satisfacción, son medidas morales de carácter simbolico y colectivo, que comprende
los perjuicios no materiales, como por ejempo, el reconocimiento público del Estado de su
responsabilidad, actos conmemorativos, bautizos de vías públicas, monumentos, etc.6
e) Garantias de no repetición, son aquellas medidas idóneas, de carácter administrativo
legislativo o judicial, tendientes a que las víctimas no vuelvan a ser objeto de violaciones a
2 PIZARRO Sotomayor, Andrés y MÉNDEZ Powell, Fernando “Manual de Derecho Internacional de los De-
rechos Humanos – Aspectos Sustantivos”, pág. 48.
3 Corte Interamericana. Voto Razonado del Juez Sergio García Ramírez en la sentencia
de reparaciones del Caso Bámaca Velásquez. Sentencia de 22 de febrero de 2002.
4 Corte Interamericana. Caso Aloeboetoe y otros, Sentencia de Reparaciones, párr. 50.
5 Corte Interamericana. Caso masacre de pueblo Bello. Párr. 273.
6 Corte Interamericana. Caso Las Palmeras. Vs. Colombia. Sentencia del 6 de diciembre
de 2001. párr. 68.
Enrique Gil Botero
su dignidad, entre las cuales cabe mencionar aquellas encaminadas a disolver los grupos
armados al margen de la ley, y la derogación de leyes, entre otras.7
“(…) Como corolario de lo anterior, para la Sala, la reparación integral propende por el
restablecimiento efectivo de un daño a un determinado derecho, bien o interés jurídico y,
por lo tanto, en cada caso concreto, el operador judicial de la órbita nacional deberá verifi-
car con qué potestades y facultades cuenta para obtener el resarcimiento del perjuicio, bien
a través de medidas netamente indemnizatorias o, si los supuestos fácticos lo permiten
(trasgresión de derechos humanos en sus diversas categorías), a través de la adopción de
diferentes medidas o disposiciones”.
Entonces, a partir de la citada decisión, el Consejo de Estado reconoció la
fuerza vinculante a nivel interno de las decisiones proferidas por la Corte Inte-
ramericana de Derechos Humanos, al señalar que gozan del atributo de la cosa
juzgada material y formal por lo que tienen plenos efectos a nivel interno y los
órganos jurisdiccionales nacionales se encuentran sometidos a lo allí dispuesto
y, de otra parte, aplicó los parámetros desarrollados por la misma a efectos de
garantizar una reparación integral del perjuicio.
En efecto, en la sentencia del 20 de febrero de 2008, exp. 16996, con ocasión
del juzgamiento de la responsabilidad extracontractual del Estado, concretamen-
te de la Policía Nacional y del municipio de Tuluá, en un caso en el cual fueron
desaparecidos y luego asesinados cuatro hermanos que previamente habían sido 289
detenidos por la fuerza pública, el máximo tribunal de lo contencioso adminis-
trativo precisó:
“(…) el juez de lo contencioso administrativo no debe estar limitado por su función prin-
cipal, es decir, la de establecer y decretar el resarcimiento económico de un perjuicio cuya
valoración económica y técnica es posible en términos actuariales, sino que debe ir mucho
más allá, con el fin de que el principio de reparación integral se vea claramente materiali-
zado, para lo cual debe aplicar el conjunto de normas que le brindan suficientes instrumen-
tos dirigidos a que se pueda materializar un efectivo restablecimiento integral del daño.
“(…) Debe colegirse, por lo tanto, que el principio de reparación integral, entendido éste
como aquel precepto que orienta el resarcimiento de un daño, con el fin de que la persona
que lo padezca sea llevada, al menos, a un punto cercano al que se encontraba antes de la
ocurrencia del mismo, debe ser interpretado y aplicado de conformidad con el tipo de daño
producido, es decir, bien que se trate de uno derivado de la violación a un derecho humano,
según el reconocimiento positivo del orden nacional e internacional o que se refiera a la
lesión de un bien o interés jurídico que no se relaciona con el sistema de derechos humanos
(DDHH).
7 Ibídem.
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“En esa perspectiva, la reparación integral en el ámbito de los derechos humanos supo-
ne, no sólo el resarcimiento de los daños y perjuicios que se derivan, naturalmente, de una
violación a las garantías de la persona, reconocidas nacional e internacionalmente, sino
que también implica la búsqueda del restablecimiento del statu quo, motivo por el cual se
adoptan una serie de medidas simbólicas y conmemorativas, que propenden por la resti-
tución del núcleo esencial del derecho o derechos infringidos, máxime si se tiene en cuenta
que tales vulneraciones, tienen origen en delitos o crímenes que son tipificados como de
lesa humanidad.8
“La anterior conclusión se impone, a todas luces, como quiera que, en estos eventos, el
reconocimiento de una indemnización económica con miras al cubrimiento de un determi-
nado perjuicio o detrimento, en modo alguno puede catalogarse como suficiente, toda vez
que la persona o conglomerado social ven afectado un derecho que, en la mayoría de los
casos, es de aquellos que pertenecen a la primera generación de derechos humanos y, por
lo tanto, por regla general, se ven cercenadas garantías de naturaleza fundamental, sin las
cuales la existencia del ser humano no es plena.
“En esa dirección, el juez de lo contencioso administrativo debe asumir una posición
dinámica frente a las nuevas exigencias que le traza el ordenamiento jurídico interno, así
como el internacional, toda vez que, la protección de los derechos humanos se ha conver-
tido en un aspecto de regulación positiva que ha desbordado las barreras que, tradicional-
mente habían sido fijadas por los Estados en su defensa acérrima del principio de soberanía
nacional...” (Negrillas adicionales).
290 A partir de los planteamientos transcritos, y con base en el precedente judicial
contenido en la sentencia del 19 de octubre de 2007, exp. 29273, el Consejo de
Estado en el caso que se viene de reseñar, no sólo se limitó a decretar la condena
económica deprecada en la demanda, sino que ordenó las siguientes medidas
simbólicas y conmemorativas:
“1) El señor Director General de la Policía Nacional presentará públicamente, en una
ceremonia en la cual estén presentes los familiares de los hermanos Cardona -demandantes
en este proceso–, excusas por los hechos acaecidos entre el 27 y 31 de enero de 1995, en
la población de Tuluá, relacionados con la desaparición forzada y posterior muerte de los
mismos.
“2) En similar sentido, el Comando de Policía de Tuluá (Valle del Cauca), a través de su
personal asignado en dichas instalaciones, diseñará e implementará un sistema de pro-
moción y respeto por los derechos de las personas, mediante charlas en diversos barrios y
centros educativos de dicha ciudad, y con entrega, de ser posible, de material didáctico,
8 Sobre el particular, se puede consultar: Estatuto de Roma (Por medio del cual se establece la Corte Penal
Internacional), ratificado por Colombia, mediante la ley 742 de 2002, la cual fue objeto de revisión auto-
mática de constitucionalidad por parte de la Corte Constitucional, a través de la sentencia C-578 de 2002.
Enrique Gil Botero
en el cual la población tenga conciencia de los derechos humanos de los cuales es titular
cada individuo.
“3) La parte resolutiva de la presente sentencia, será publicada, en un lugar visible, en el
Comando de Policía de Tuluá, por el término de seis (6) meses, de tal forma que toda per-
sona que visite dicha estación, tenga la posibilidad de acceder al contenido de la misma”.
De igual manera, en el referido pronunciamiento se desarrollaron, los criterios
o parámetros en los que se fundamenta el principio de reparación integral, en
los términos trazados por la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
Colombiana, así:
“a. Que la definición de la medidas concretas de reparación se haga en estrecha consulta
con los beneficiarios de las mismas dado que el efecto reparador de ellas sólo se obtiene
cuando se toman en consideración las aspiraciones, intereses y necesidades de las víctimas,
sobre todo en el caso de las reparaciones simbólicas y colectivas.
“b. Que las reparaciones sean coherentes y complementarias con las medidas de justicia
transicional, es decir, con el esclarecimiento de la verdad, y la reconstrucción de la memo-
ria histórica.
“c. Que las reparaciones mantengan la integralidad, es decir, que logren un adecuado
balance entre medidas individuales y colectivas, así como entre medidas materiales y sim-
bólicas. El concepto de reparación integral implica que las medidas de reparación contem-
plen la restitución, la indemnización, la rehabilitación, la satisfacción y las garantías de
no repetición. 291
“d. Que la reparación sea adecuada, en el sentido que debe ser acorde y proporcional con
los tipos de daño cometidos.
“e. Que las reparaciones sean efectivas, es decir, que se cumplan en los términos decre-
tados.
“f. Que la reparación sea rápida, lo cual implica que los plazos en los cuales se ejecuten
sean razonables.
“g. Que la reparación sea proporcional al daño cometido y que esté acorde con los per-
juicios causados.
“h. Que la reparación incluya el enfoque de equidad de género.
“i. Que la reparación tenga en cuenta las diferencias de edad y condición social de los
beneficiarios, así como los grupos especialmente vulnerables tales como las comunidades y
pueblos indígenas, las comunidades afro descendientes”.9
toda vez que frente a graves violaciones de derechos humanos (v.gr. crímenes de lesa hu-
manidad), el ordenamiento jurídico interno debe ceder frente al internacional, en tanto
este último impone la obligación a los Estados, a los diferentes órganos que los integran
–incluida la Rama Judicial del Poder Público–, de adoptar todas las medidas tendientes a
la protección y reparación de esas garantías del individuo.
“Por ende, el principio de reparación integral cobra mayor fuerza en aquellos eventos en
los cuales el juez de lo contencioso administrativo, debe decidir asuntos relacionados con
presuntos desconocimientos de las garantías fundamentales del ser humano, por cuanto
en tales supuestos el ordenamiento jurídico interno e internacional, lo dota de una serie de
herramientas e instrumentos para procurar el restablecimiento de los derechos.
“La anterior óptica no implica, en ningún sentido, el desconocimiento de los postulados
de índole procesal trazados por el legislador, sino que, por el contrario, representa la
correcta y adecuada armonización de las reglas jurídicas del sistema interno, con los prin-
cipios y normas que protegen al ser humano a nivel internacional, la mayoría de las cuales,
han sido suscritas y ratificadas por Colombia.
“De otra parte, las medidas que puede adoptar el juez, dirigidas a la reivindicación de
los derechos humanos transgredidos en un determinado caso, no desconocen la garantía
fundamental de la no reformatio in pejus (relacionado íntimamente con el de congruencia),
en tanto no suponen la modificación o el desconocimiento de los límites trazados por la
causa petendi de la demanda, sino que dichas medidas conmemorativas, simbólicas, o de
no repetición de la conducta, suponen una labor pedagógica e instructiva encaminada a
sensibilizar a las entidades públicas y a toda la población, acerca de la importancia del 293
respeto de las garantías fundamentales del individuo”.
Del anterior planteamiento se pueden extraer algunas conclusiones a saber
en torno a los alcances del principio de reparación integral en su aplicación judi-
cial: i) prevalece sobre otros principios, específicamente sobre aquellos de tipo
procesal como el de congruencia, sin que ello suponga una alteración al principio
constitucional al debido proceso; ii) si se trata de apelante único, el principio de
la no reformatio in pejus debe ceder ante la reparación integral, pero sólo en cuan-
to se refiere a las condenas de tipo no pecuniarias. En otros términos, el juez de
segunda instancia puede hacer más gravosa la situación del apelante único con-
denado en la primera instancia, en los procesos de violación a derechos humanos,
pero en aquellos aspectos relacionados con medidas de justicia restaurativa, sin
que se pueda agravar la condena económica o pecuniaria del apelante; no obs-
tante, se podrán decretar todo tipo de medidas de satisfacción, rehabilitación, o
garantías de no repetición, así no estuvieren contenidas en el escrito de demanda
o no hagan parte de la apelación; iii) el fundamento de esta serie de conclusiones
se encuentra en el artículo 93 de la Carta Política Colombiana que establece la
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gal, al afirmar que por ser normas injustas no constituyen derecho, con el propó-
sito de obtener el efectivo resarcimiento del perjuicio.
El Tribunal Supremo Alemán, ha reconocido la necesidad de que, en deter-
minados supuestos, el derecho nacional interno tenga que ceder ante la fuerza
vinculante de los postulados de justicia y del núcleo esencial de los derechos hu-
manos. Sobre el particular, revisten especial importancia los pronunciamientos
proferidos en relación con los casos conocidos como “los centinelas del muro”, en
los que se juzgó la responsabilidad penal de los militares y autoridades políticas
que ordenaron la muerte de las personas que intentaban cruzar el Muro de Ber-
lín, antes de que se produjera su caída. En relación con la pugna entre las normas
internas y el derecho internacional, el mencionado tribunal sostuvo:
“[ante la] agresión abierta e insoportable contra mandatos elementales de la justicia y
contra los derechos humanos protegidos por el Derecho Internacional, el derecho positivo
ha de ceder ante la justicia”.14
d. Se estableció el deber de prevenir una violación a los derechos humanos,
en los términos señalados en el artículo 1º de la Convención Americana de los
Derechos Humanos “Pacto de San José de Costa Rica”. Al respecto, el Consejo
de Estado, reiteró los argumentos contenidos en uno de los pronunciamientos
primigenios de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, concretamente, la
296 sentencia de 29 de julio de 1988, en el caso Velásquez Rodríguez (vs) Honduras,
oportunidad en la que se puntualizó lo siguiente:
““(…) 172. Es, pues, claro que, en principio, es imputable al Estado toda violación a
los derechos reconocidos por la Convención cumplida por un acto del poder público o de
personas que actúan prevalidas de los poderes que ostentan por su carácter oficial. No
obstante, no se agotan allí las situaciones en las cuales un Estado está obligado
a prevenir, investigar y sancionar las violaciones a los derechos humanos, ni los
supuestos en que su responsabilidad puede verse comprometida por efecto de
una lesión a esos derechos. En efecto, un hecho ilícito violatorio de los derechos
humanos que inicialmente no resulte imputable directamente a un Estado, por
ejemplo, por ser obra de un particular o por no haberse identificado al autor de
la trasgresión, puede acarrear la responsabilidad internacional del Estado, no
por ese hecho en sí mismo, sino por falta de la debida diligencia para prevenir la
violación o para tratarla en los términos requeridos por la Convención”.
e. Se dispuso, como medida de satisfacción en el asunto concreto, que la Fis-
calía General de la Nación, sin perjuicio de su independencia institucional, abriera
14 Ver: BGHSt 39, 1 (16); 39, 168 (184). Sentencias proferidas en el año 1992 y 1994, en causas penales.
Enrique Gil Botero
15 Al respecto ver: CIDH. Caso Heliodoro Portugal vs. Panamá, sentencia de 12 de agosto de 2008. Así mis-
mo, se pueden consultar los siguientes casos: Caso Myrna Mack Chang, supra nota 37, párr. 156; Caso La
Cantuta, supra nota 16, párr. 115, y Caso Goiburú y otros, supra nota 23, párr. 89.
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16 Colombia. En ese sentido ver: salvamento de voto frente al auto proferido por la Sección Tercera del
Consejo de Estado el 15 de diciembre de 2008, expediente 34.831, con ponencia del Consejero Enrique
Gil Botero.
Enrique Gil Botero
por la cual constituye uno de los grandes retos que deben seguir siendo someti-
dos al análisis de la jurisprudencia y doctrina colombianas.
De mi parte, debo señalar que defiendo el criterio según el cual las acciones
de reparación del daño, en tratándose de violaciones a derechos humanos, no
pueden ser sometidas a un término o plazo de caducidad.
Lo anterior, como quiera que los parámetros del derecho de los derechos hu-
manos (DDHH), parten del supuesto de la imprescriptibilidad de las acciones que
se relacionen con la persecución, sanción, y reparación de los responsables y de
las conductas atentatorias de los mismos.
En efecto, el preámbulo del Pacto de San José de Costa Rica (Convención Ame-
ricana de Derechos Humanos), reconoce la importancia y relevancia de los dere-
chos humanos, al margen del Estado o Nación del que haga parte el ser humano,
en los siguientes términos:
“Reconociendo que los derechos esenciales del hombre no nacen del hecho de ser nacio-
nal de determinado Estado, sino que tienen como fundamento los atributos de la persona
humana, razón por la cual justifican una protección internacional, de naturaleza
convencional coadyuvante o complementaria de la que ofrece el derecho interno
de los Estados americanos;
“Considerando que estos principios han sido consagrados en la Carta de la Organización 299
de los Estados Americanos, en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que han sido reafirmados
y desarrollados en otros instrumentos internacionales, tanto de ámbito universal como
regional;
“Reiterando que, con arreglo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, sólo
puede realizarse el ideal del ser humano libre, exento del temor y de la miseria,
si se crean condiciones que permitan a cada persona gozar de sus derechos
económicos, sociales y culturales, tanto como de sus derechos civiles y políti-
cos…”.17 (Se resalta).
además, se integran con el tratamiento que el derecho internacional brinda y que integran el
bloque de constitucionalidad con el “Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de
agosto de 1949, relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter
internacional (Protocolo II). De acuerdo con tales normas, el Estado debe brindar a la pobla-
ción desplazada el trato preferencial que les permita gozar de la dignidad humana y de la
plenitud de sus derechos fundamentales.” (Destaca la Sala) Consejo de Estado, Sección
Tercera, sentencia de 15 de agosto de 2007, exp. AG 2002-0004.
Enrique Gil Botero
vulneraciones a los derechos humanos, sin que ello implique limitar la competen-
cia con que cuenta el funcionario judicial al momento de proferir la sentencia,
para efectuar un análisis detallado y ponderado sobre los hechos de la demanda.
Lo anterior tiene su logos, en tanto las violaciones de derechos humanos están
dotadas de la condición de imprescriptibilidad, de allí que la reparación integral
que de la conducta violatoria se deriva, no puede hacerse depender del oportuno
ejercicio de la acción respectiva, dentro de los términos legales establecidos en
el derecho interno.
En efecto, una posición contraria, conllevaría a que la persona se viera compe-
lida a acudir, de manera automática, al Sistema Interamericano, con el fin de que
una Corte Internacional restableciera el derecho vulnerado, y reparara el perjui-
cio padecido. Esa óptica, a todas luces, desconocería los principios – derecho de
acceso efectivo y material a la administración de justicia (art. 229 C.P.), así como
el de la prevalencia del derecho sustancial sobre el formal (art. 228 C.P.).
Dentro del modelo del Estado Social de Derecho, en el que el eje central del
poder político y público es el ser humano y, por consiguiente, la materialización
de sus derechos y la satisfacción de sus necesidades, no hay lugar a una aplicación
e interpretación normativa que no tenga en cuenta los principios de reparación
integral (art. 16 ley 446 de 1998) y de justicia material. En consecuencia, el Estado 301
no debe limitarse a exigir el cumplimiento de términos y oportunidades de índole
procesal, cuando la persona es víctima de un desconocimiento de sus derechos
humanos, toda vez que, en la mayoría de los casos, la persona afectada –dadas
las circunstancias–, se encuentra en imposibilidad real de acudir al aparato ju-
risdiccional para deprecar la reparación del daño antijurídico padecido, lo que
supondría desconocer, de otra parte, el postulado de la prevalencia del derecho
sustancial sobre el formal (art. 228 C.P.).
En ese orden, el juez de lo contencioso administrativo requiere emplear ins-
trumentos y mecanismos como el principio de proporcionalidad, para aliviar la
tensión que se genera entre el principio de la seguridad jurídica –en el que se
fundamentan las normas de caducidad–, frente al principio de la reparación in-
tegral derivado de violaciones o trasgresiones de derechos humanos. Si se parte
del supuesto que el principio procesal, en estos eventos, debe ceder frente al
principio sustancial de la reparación integral y el derecho a la verdad, se requiere
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concreto los Jueces Nacionales o las Cortes Internacionales deberán verificar qué
bienes jurídicos, intereses legítimos o derechos fueron lesionados a efectos de
resarcir eficazmente todos y cada uno de ellos.
Sobre el particular, debe precisarse que la jurisprudencia de la Sección Tercera
del Consejo de Estado, a partir de varias providencias que han sido proferidas
desde el año 2007,20 ha reconocido que el perjuicio fisiológico, hoy daño a la vida
de relación, se encuentra inmerso dentro de lo que se denomina perjuicio a las
alteraciones a las condiciones de existencia.
En efecto, el citado criterio parte de la interpretación de dos providencias
proferidas en el año 2007,21 en las cuales la Sala se refirió a la alteración a las
condiciones de existencia como un perjuicio autónomo e independiente al daño a
la vida de relación, para dar a entender ahora que simplemente operó un cambio
en la denominación del perjuicio, sin que puedan existir de manera distinta. En
otros términos, pareciera que el criterio fijado en la jurisprudencia es a que el
daño a la vida de relación adopte un nuevo nombre, bajo el epígrafe de alteración a
las condiciones de existencia, circunstancia que es a todas luces incorrecta.
Como se viene de explicar, el principio de reparación integral en Colombia (ar-
tículo 16 ley 446 de 1998) impone la obligación de que el juez, con apoyo en los
cánones y principios constitucionales, establezca una “justa y correcta” medición 303
del daño ocasionado, de tal forma que opere su resarcimiento pleno, sin que ello
suponga, de otro lado, un enriquecimiento injustificado para la víctima. En con-
secuencia, el juez en el derecho de daños debe valorar en detalle los elementos
que integran el acervo probatorio para que el perjuicio irrogado sea resarcido.
Por consiguiente, no debe perderse de vista que el derecho constitucional
fluye a lo largo de todo el ordenamiento jurídico, situación que hace aún más
compleja la valoración del daño, toda vez que la persona adquiere la condición
de eje central del poder público y, por consiguiente, las constituciones políticas
adquieren la connotación de antropocéntricas, en donde el sujeto es titular de un
universo de derechos e intereses legítimos que deben ser protegidos, garantiza-
20 Colombia. Sobre la referida problemática, se pueden consultar los siguientes documentos: aclaración de
voto a la sentencia del 4 de junio de 2008, exp. 15.657, M.P. Myriam Guerrero de Escobar, aclaración de
voto a la sentencia del 15 de agosto de 2007, exp. AG 2003 – 385 M.P. Mauricio Fajardo Gómez, y aclara-
ción de voto a la sentencia de 1º de diciembre de 2008, exp. 17.744, M.P. Enrique Gil Botero.
21 Colombia. Sentencia del 15 de agosto de 2007, exp. AG 2003 – 385 M.P. Mauricio Fajardo Gómez y sen-
tencia del 18 de octubre de 2007, exp. AG-029.
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22 Colombia. Corte Suprema de Justicia, sentencia del 21 de febrero de 1938, G.J. No.1932, pág. 58.
Enrique Gil Botero
25 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, exp. 10.421, M.P. Ricardo Hoyos Duque.
Enrique Gil Botero
26 Algunos autores han sugerido llamar a este perjuicio préjudice de désagrément, perjuicio por desagrado.
Cfr. Yvez Chartier, citado por TAMAYO JARAMILLO, Javier, De la responsabilidad civil, T. II, de los perjui-
cios y su indemnización. Bogotá, Ed. Temis, 1986, pág. 147.
27 MAX Le Roy. L´évaluation du préjudice corporel. Paris, Libraire de la Cour de Cassation, 1989. p. 66.
28 Ibídem, p. 67.
29 MAX Le Roy. Ob. Cit.
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Arroyo, únicamente permitiría considerar el perjuicio sufrido por la lesión a uno solo
de los derechos de la personalidad, la integridad física.31 Así, aquella afectación puede
tener causa en cualquier hecho con virtualidad para provocar una alteración a la vida
308 de relación de las personas, como una acusación calumniosa o injuriosa, la discusión del
derecho al uso del propio nombre o la utilización de éste por otra persona (situaciones a
las que alude, expresamente, el artículo 4º del Decreto 1260 de 1970), o un sufrimiento
muy intenso (daño moral), que, dada su gravedad, modifique el comportamiento social de
quien lo padece, como podría suceder en aquellos casos en que la muerte de un ser querido
afecta profundamente la vida familiar y social de una persona. Y no se descarta, por lo
demás, la posibilidad de que el perjuicio a la vida de relación provenga de una afectación
al patrimonio, como podría ocurrir en aquellos eventos en que la pérdida económica es
30 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 19 de julio de 2000, exp. 11842, M.P. Alier
E. Hernández Enríquez.
31 NAVIA ARROYO, Felipe. Ensayo sobre la evolución del daño moral al daño fisiológico, próximo a publi-
carse. El doctor Navia Arroyo precisa, además, que el concepto de daño fisiológico – de acuerdo con el
alcance que, hasta ahora, le ha dado esta Corporación – corresponde al de perjuicio de agrado, elaborado
por la doctrina civilista francesa, y explica que la expresión daño fisiológico, en realidad, corresponde a
una noción más amplia, también de creación francesa y aparentemente abandonada, que hace referencia
a las repercusiones que puede tener una lesión permanente no sólo en la capacidad de gozar la vida de
una persona, sino, en general, en sus condiciones de existencia, al margen de cualquier consecuencia
patrimonial, por lo cual resultaría más cercana al concepto de daño a la vida de relación, elaborado por
la doctrina italiana.
Enrique Gil Botero
tan grande que – al margen del perjuicio material que en sí misma implica – produce una
alteración importante de las posibilidades vitales de las personas.
“Debe decirse, además, que este perjuicio extrapatrimonial puede ser sufrido por la
víctima directa del daño o por otras personas cercanas a ella, por razones de parentesco o
amistad, entre otras. Así, en muchos casos, parecerá indudable la afectación que – además
del perjuicio patrimonial y moral – puedan sufrir la esposa y los hijos de una persona, en su
vida de relación, cuando ésta muere. Así sucederá, por ejemplo, cuando aquéllos pierden
la oportunidad de continuar gozando de la protección, el apoyo o las enseñanzas ofrecidas
por su padre y compañero, o cuando su cercanía a éste les facilitaba, dadas sus especiales
condiciones profesionales o de otra índole, el acceso a ciertos círculos sociales y el estable-
cimiento de determinadas relaciones provechosas, que, en su ausencia, resultan imposibles.
“Debe advertirse, adicionalmente, que el perjuicio al que se viene haciendo
referencia no alude, exclusivamente, a la imposibilidad de gozar de los placeres
de la vida, como parece desprenderse de la expresión préjudice d´agrement (per-
juicio de agrado), utilizada por la doctrina civilista francesa. No todas las actividades
que, como consecuencia del daño causado, se hacen difíciles o imposibles, tendrían que ser
calificadas de placenteras. Puede tratarse de simples actividades rutinarias, que ya no
pueden realizarse, o requieren de un esfuerzo excesivo. Es por esto que, como se anota en
el fallo del 25 de septiembre de 1997, algunos autores prefieren no hablar de un perjuicio
de agrado, sino de desagrado. Lo anterior resulta claro si se piensa en la incomodidad que
representa, para una persona parapléjica, la realización de cualquier desplazamiento, que,
para una persona normal, resulta muy fácil de lograr, al punto que puede constituir, en 309
muchos eventos, un acto reflejo o prácticamente inconsciente.
“En este sentido, son afortunadas las precisiones efectuadas por esta Sala en sentencia
del 2 de octubre de 1997, donde se expresó, en relación con el concepto aludido, que no
se trata de indemnizar la tristeza o el dolor experimentado por la víctima – daño moral
-, y tampoco de resarcir las consecuencias patrimoniales que para la víctima siguen por
causa de la lesión – daño material –, “sino más bien de compensar, en procura de otorgar
al damnificado una indemnización integral... la mengua de las posibilidades de realizar
actividades que la víctima bien podría haber realizado o realizar, de no mediar la conducta
dañina que se manifestó en su integridad corporal”.32
“Para designar este tipo de perjuicio, ha acudido la jurisprudencia adminis-
trativa francesa a la expresión alteración de las condiciones de existencia, que,
en principio y por lo expresado anteriormente, parecería más afortunada. No
obstante, considera la Sala que su utilización puede ser equívoca, en la medida
en que, en estricto sentido, cualquier perjuicio implica, en sí mismo, alteraciones
en las condiciones de existencia de una persona, ya sea que éstas se ubiquen en su
32 Colombia. Consejo de Estado, S.C.A., Sección Tercera, expediente 11.652. Actor: Francisco Javier Naranjo
Peláez y otros. M.P. Daniel Suárez Hernández.
EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA...
patrimonio económico o por fuera de él. Tal vez por esta razón se explica la confusión que
se ha presentado en el derecho francés, en algunos eventos, entre este tipo de perjuicio y
el perjuicio material, tema al que se refiere ampliamente el profesor Henao Pérez, en el
texto citado.33
“De acuerdo con lo anterior, resulta, sin duda, más adecuada la expresión daño a la vida
de relación, utilizada por la doctrina italiana, la cual acoge plenamente esta Corporación.
Se advierte, sin embargo, que, en opinión de la Sala, no se trata simplemente de la afecta-
ción sufrida por la persona en su relación con los seres que la rodean. Este perjuicio extra-
patrimonial puede afectar muchos otros actos de su vida, aun los de carácter individual,
pero externos, y su relación, en general, con las cosas del mundo. En efecto, se trata, en
realidad, de un daño extrapatrimonial a la vida exterior; aquél que afecta directamente la
vida interior sería siempre un daño moral.
“Por último, debe precisarse que, como en todos los casos, la existencia e intensidad de
este tipo de perjuicio deberá ser demostrada, dentro del proceso, por la parte demandante,
y a diferencia de lo que sucede, en algunos eventos, con el perjuicio moral, la prueba puede
resultar relativamente fácil, en la medida en que, sin duda, se trata de un perjuicio que,
como se acaba de explicar, se realiza siempre en la vida exterior de los afectados y es, por
lo tanto, fácilmente perceptible. Podrá recurrirse, entonces, a la práctica de testimonios o
dictámenes periciales, entre otros medios posibles”. (Negrillas adicionales).
Por último, en recientes pronunciamientos34 del máximo tribunal de lo con-
tencioso administrativo se adoptó la denominación de “alteración a las condicio-
310
nes de existencia”, para designar ese “específico” perjuicio que desde el año 1993
fue avalado por la jurisprudencia contencioso administrativa, para indemnizar
no sólo las lesiones a la integridad psicofísica sino cualquier lesión de bienes,
derechos o intereses legítimos diversos a la unidad corporal del sujeto, como la
honra, el buen nombre, el daño al proyecto de vida, etc., como se hizo a partir de
la sentencia de 19 de julio de 2000, exp. 11842, ya trascrita.
En efecto, en sentencia del 15 de agosto de 2007, exp. AG 2003-385, se sos-
tuvo:
“A partir del fallo anterior, la jurisprudencia ha entendido el daño a la vida de
relación, como aquel que “rebasa la parte individual o íntima de la persona y
además le afecta el área social, es decir su relación con el mundo exterior; por ello se
califica en razón al plano afectado: la vida de relación”.35
“En esta oportunidad la Sala aprovecha para, en aras de precisión y rigor en la nomen-
clatura, dejar de lado el nomen que hasta ahora se ha venido utilizando -en ocasiones de
manera inadecuada o excesiva- para acudir al concepto de daño por alteración grave de
las condiciones de existencia, el cual ofrece mayor amplitud que el anterior y abarca no
sólo la relación de la víctima con el mundo exterior, sino, de manera más general, esos cam-
bios bruscos y relevantes a las condiciones de una persona en cuanto tal y como expresión
de la libertad y el albedrío atributos esenciales a la dignidad humana principio fundante
del Estado Social de Derecho colombiano y de su ordenamiento jurídico, según consagra el
artículo 1° de la Constitución Política.
“En la citada sentencia del 19 de julio de 2000 se dijo, refiriéndose al daño a la vida de
relación social que “para designar este tipo de perjuicio, ha acudido la jurisprudencia ad-
ministrativa francesa a la expresión alteración de las condiciones de existencia, que,
en principio y por lo expresado anteriormente, parecería más afortunada. No obstante,
considera la Sala que su utilización puede ser equívoca, en la medida en que, en estricto
sentido, cualquier perjuicio implica, en sí mismo, alteraciones en las condiciones
de existencia de una persona, ya sea que éstas se ubiquen en su patrimonio económico o
por fuera de él”.
“Resulta ahora pertinente recoger estos planteamientos para señalar que si bien es cierto
que la expresión relativa a la alteración de las condiciones de existencia resulta ser más
compresiva y adecuada, mal podría pensarse, desde la perspectiva de la responsabilidad 311
del Estado, que todo perjuicio, de cualquier carácter y magnitud, comporte necesaria y
automáticamente una alteración a las condiciones de existencia jurídicamente relevante.
“Sobre el particular la doctrina ha señalado, precisamente, que “para que se estructure
en forma autónoma el perjuicio de alteración de las condiciones de existencia, se
requerirá de una connotación calificada en la vida del sujeto, que en verdad modi-
fique en modo superlativo sus condiciones habituales, en aspectos significativos
de la normalidad que el individuo llevaba y que evidencien efectivamente un trastoca-
miento de los roles cotidianos, a efectos de que la alteración sea entitativa de un perjuicio
autónomo, pues no cualquier modificación o incomodidad sin solución de con-
tinuidad podría llegar a configurar este perjuicio, se requiere que el mismos tenga
significado, sentido y afectación en la vida de quien lo padece”.36
35 Colombia. Sección Tercera, Sentencia del 10 de julio de 2003, Radicación número: 76001-23-31-000-
1994-9874-01(14083), Actor: Jorge Enrique Rengifo Lozano y otros, Demandado: Departamento del Valle
del Cauca.
36 GIL BOTERO, Enrique. Temas de responsabilidad extracontractual del Estado, Ed. Comlibros, Tercera Edición,
2006, p. 98.
EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA...
“Por su parte, en la doctrina francesa se ha considerado que los llamados troubles dans
les conditions d’éxistence37 pueden entenderse como “una modificación anormal del curso
de la existencia del demandante, en sus ocupaciones, en sus hábitos o en sus proyectos”38
o “las modificaciones aportadas al modo de vida de los demandantes por fuera del mismo
daño material y del dolor moral”.39
“El reconocimiento de indemnización por concepto del daño por alteración grave de
las condiciones de existencia es un rubro del daño inmaterial -que resulta ser plena-
mente compatible con el reconocimiento del daño moral-, que, desde luego, debe acreditar-
se en el curso del proceso por quien lo alega y que no se produce por cualquier variación
menor, natural o normal de las condiciones de existencia, sino que, por el contrario, sola-
mente se verifica cuando se presenta una alteración anormal y, por supuesto, negativa de
tales condiciones.
“En otras palabras, para que sea jurídicamente relevante en materia de responsabili-
dad estatal, el impacto respecto de las condiciones de existencia previas ha de ser grave,
drástico, evidentemente extraordinario”.40 (Negrillas y cursivas del original – subrayado
adicional).
Como se desprende de los anteriores pronunciamientos, la línea jurispruden-
cial que se ha trazado en torno a la tipología del perjuicio inmaterial, diferente
al moral, ha supuesto una naturaleza dual, consistente en que se indemniza la
lesión a la integridad corporal del sujeto –daño evento– (artículo 49 C.P. derecho
312 a la salud), así como las consecuencias que el daño produce tanto a nivel interno
(alteración a las condiciones de existencia) como externo o relacional (daño a la
vida de relación).
Esa doble connotación del daño fisiológico, a la vida de relación o alteración
a las condiciones de existencia –entendiéndolos como perjuicios de índole idén-
tica o similar, tal y como lo ha venido haciendo la jurisprudencia vernácula–, ha
limitado la posibilidad de valorar el daño en términos de objetividad material –es
decir, a partir de criterios reales, uniformes y verificables–. En consecuencia, esa
naturaleza bifronte, ha desencadenado que, teóricamente, se haya aceptado esos
37 NAVIA ARROYO, Felipe. Del daño moral al daño fisiológico, Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
2000, p. 78.
38 CHAPUS, René. Responsabilité publique et responsabilité privée. Les influences réciproques des jurisprudences
administrative et judicial, citado por HENAO, Juan Carlos, El Daño, análisis comparativo de la responsabilidad
extracontractual del Estado en Derecho colombiano y francés, Universidad Externado de Colombia, Bogotá,
1998, p. 252.
39 PAILLET, Michel. La Responsabilidad Administrativa, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2001, o.
278.
40 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 15 de agosto de 2007, exp. AG 2003-385,
M.P. Mauricio Fajardo Gómez.
Enrique Gil Botero
41 “Se ve cómo se introduce una nueva categoría de daño que llama perjuicio fisiológico o perjuicio a la
vida de relación, que trata como sinónimos, desconociendo el significado que tales categorías tiene en
los sistemas de origen. Y al momento de liquidar el daño, al que le reconoce un carácter satisfactorio,
vuelve en confusión al decir que, “habida consideración de la gravedad que tuvieron las lesiones, que
determinaron la amputación bilateral de las piernas por encima de las rodillas, la edad del lesionado y
su actividad profesional como chofer, la cual no podrá ejercer en el futuro por el estado corporal en que
EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA...
teza y la depresión que producen la muerte o las lesiones de un padre, un hijo, un hermano,
etc., b.- El material, se encamina a mantener los ingresos que, por ejemplo, percibían en
lesionado y la esposa y los hijos del padre fallecido., c.- El fisiológico, que pretende darle
oportunidad a una persona como… que ha sido privado de llevar a cabo los “placeres de
la vida”, de reemplazar, o mejor, de tratar de reemplazar lo que en adelante no le será
dado hacer…
“(…) La parálisis de los miembros inferiores (paraplejia) que padece el actor lo priva de
los placeres cotidianos de la vida, tales como los de caminar, trotar, montar en bicicleta,
bailar, trepar a un árbol, nadar, desplazarse cómodamente de una ciudad a otra y otras
actividades similares. La fijación de la indemnización de este rubro depende mucho del
criterio prudente del juez, quien debe tener también en cuenta para el efecto la profesión
y la edad del lesionado, las privaciones que sufre a raíz de la lesión, etc. Se condenará, en
consecuencia, a la demandada, a cubrir al demandante, una suma equivalente a 2.000
gramos de oro fino”.
Como se aprecia, el equívoco en la determinación del contenido y alcance del
perjuicio a la salud (fisiológico o biológico), operó en una traspolación jurídica
del derecho francés e italiano al ámbito nacional, pero se dejó de lado que en
el primero de los países mencionados se ha reconocido, dependiendo el caso
concreto, de una multiplicidad de daños que pretenden cubrir las esferas del
individuo afectadas con el mismo (v.gr. daño estético, daño sexual, alteración a
las condiciones de existencia, perjuicio de agrado, entre otro), mientras que en el 315
segundo, dada la redacción rígida del artículo 2059 del Código Civil de ese país,45
el propósito de la doctrina y jurisprudencia recayó en la forma de abrir nuevas
perspectivas y hermenéuticas que permitieran ir más allá del simple reconoci-
miento del daño moral en cuanto se refiere al resarcimiento del daño no patrimo-
nial. Como se aprecia, los conceptos de perjuicio de agrado (préjudice d´agrément),
frente al perjuicio corporal (dommage corporel) si bien parecieran tener puntos
de encuentro y semejanzas, lo cierto es que el primero cubre una esfera interna
del individuo, mientras que el segundo está estructurado sobre la necesidad de
resarcir la órbita de la salud del ser humano, entendida esta última, según la de-
finición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “el estado completo
de bienestar físico, psíquico, y social, no circunscrito a la ausencia de afecciones
y enfermedades”.46
Así se desprende de la misma jurisprudencia Italiana –supuestamente a partir
de la cual se adoptó el concepto de daño a la vida de relación–, en la que se hace
45 “El daño no patrimonial debe ser resarcido sólo en los casos determinados por la ley”.
46 www.who.int/en/
EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA...
47 Italia. Cf. Corte de Casación Italiana, sentencia del 19 de diciembre de 2007, No. 4712. (Traducción libre).
Ver igualmente, las sentencias de 31 de mayo de 2003, números 8827 y 8828 de la Sala Civil de la Corte
de Casación Italiana, así como las sentencias Nos. 184 de 1986 y 233 de 2003, proferidas por la Corte
Constitucional de ese mismo país.
48 “El daño subjetivo o daño a la persona es aquél cuyos efectos recaen en el ser humano, considerado en
sí mismo, en cuanto sujeto de derecho, desde la concepción hasta el final de la vida. Por la complejidad
del ser humano, los daños pueden efectuar alguna o algunas de sus múltiples manifestaciones o “maneras
de ser””. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos “El daño a la persona”, Revista de la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, pág. 71 y s.s.
Enrique Gil Botero
no sólo la modificación de la unidad corporal sino las consecuencias que las mis-
mas genera, razón por la que, sería comprensivo de otros daños como el estético,
el sexual, el psicológico, entre otros, sin que existiera la necesidad de ampliar en
demasía la gama o haz de daños indemnizables, con lo que se conseguiría una
sistematización del daño no patrimonial. 52
En ese orden de ideas, el concepto de salud comprende diversas esferas de la
persona, razón por la que no sólo está circunscrito a la interna, sino que com-
prende aspectos físicos y psíquicos, por lo que su evaluación será mucho más
sencilla puesto que ante lesiones iguales corresponderá una indemnización idén-
tica. 53
Así las cosas, resulta pertinente que la Sección Tercera delimite y sistematice
los distintos perjuicios inmateriales distintos al moral, con miras a dotar de se-
guridad jurídica a la comunidad y, principalmente, para estructurar criterios de
resarcimiento fundamentados en bases de igualdad y objetividad, de tal forma
que se satisfaga la máxima “a igual daño, igual indemnización”. 54
En consecuencia, se debería adoptar el concepto de daño a la salud, como
perjuicio inmaterial diferente al moral que puede ser solicitado y decretado en
los casos en que el daño provenga de una lesión corporal, puesto que el mismo no
318 está encaminado al restablecimiento de la pérdida patrimonial, ni a la compen-
sación por la aflicción o el padecimiento que se genera con aquél, sino que está
dirigido a resarcir económicamente –como quiera que empíricamente es imposi-
ble– una lesión o alteración a la unidad corporal de la persona, esto es, el trastro-
camiento del derecho a la salud del individuo. Por lo tanto, cuando el daño tenga
52 Fruto del trabajo jurisprudencial en Italia, se llegó a establecer dentro de este orden que el concepto
daño biológico agrupa entre otros: el daño a la vida de relación, el daño estético, el daño a la esfera se-
xual y el daño a la incapacidad laboral genérica, todo lo cual ha sido recogido y reconocido por la Corte
Suprema de Casación de ese país. Ver entre otras, las sentencias: No. 2761 de 1990, 1341 de 1991, 11133
de 1990, 9170 de 1994, y 7262 de 1991.
53 “Este estado de cosas no sólo deja la sensación de desorden, sino que también crea desigualdades en-
tre víctimas, cuyos intereses aparecen, en igual medida, dignos de protección; así pues, el problema de
fondo es el de establecer los límites, que deben ser “límites razonables”, determinados sí, en términos
jurídicos.” CORTÉS, Edgar Ob. Cit. Pág. 57.
54 “En el histórico fallo 184 de 1986 la Corte Constitucional italiana afirmó que el criterio de liquidación
que debe adoptarse para el resarcimiento del daño biológico “debe, de un lado, responder a una unifor-
midad pecuniaria de base (el mismo tipo de lesión no puede valorarse de manera diferente para cada su-
jeto) y, de otro, debe ser suficientemente elástico y flexible para adecuar la liquidación del caso concreto
a la incidencia efectiva de la lesión sobre las actividades de la vida cotidiana, por medio de las cuales se
manifiesta concretamente la eficiencia sicofísica del sujeto perjudicado.” ROZO SORDINI, Paolo “El daño
biológico”, Ed. Universidad Externado de Colombia, Bogotá, pág. 209 y 210.
Enrique Gil Botero
origen en una lesión corporal (daño corporal), se podrán reclamar los siguientes
tipos de perjuicios –siempre que estén acreditados en el proceso –: i) los mate-
riales o patrimoniales de daño emergente y lucro cesante, y los inmateriales o
no patrimoniales, correspondientes al moral y a la salud o fisiológico, el primero
tendiente a compensar la aflicción o padecimiento desencadenado por el daño,
mientras que el último encaminado a resarcir la pérdida o alteración anatómica o
funcional del derecho a la salud y a la integridad corporal.55 No resulta pertinente
suprimir la categoría del daño moral, a pesar de lo anfibiológico de su nomina-
ción, puesto que está encaminado, se insiste, a compensar económicamente la
aflicción espiritual que se origina con un daño, mientras que el daño a la salud va
dirigido a resarcir la modificación de la armonía psicofísica de la persona, como
presupuesto básico para el ejercicio de otros derechos e intereses legítimos.
Ahora bien, en aquellos eventos en los cuales el daño no provenga de la lesión
psicofísica del sujeto (casos minoritarios), sería oportuno que la jurisprudencia
contencioso administrativa avanzara hacia una indemnización de los bienes, de-
rechos o intereses legítimos que tengan un reconocimiento y protección consti-
tucional, de manera autónoma e independiente, sin arribar el extremo de recon-
ducirlos a su unificación en una única categoría (v.gr. como la de daño existencial
o daño a la vida de relación), sino que sean analizados, valorados y cuantificados
en cuanto a su dimensión (v.gr. el daño al buen nombre, a la honra o al honor), 319
por cuanto constituyen daños indemnizables en sí mismos. Lo anterior, máxi-
me si los conceptos de daño a la vida de relación o alteración a las condiciones
de existencia, dada su ambivalencia, ambigüedad y conceptualización equívoca,
generan varios problemas en la definición y tasación de los perjuicios que dicen
comprender o abarcar.
En efecto, una criterio diferente permitiría afirmar que el desplazamiento for-
zado, por sí mismo, no genera indemnización y reparación integral del daño,
salvo que la persona demandante logre acreditar de manera plena, que pade-
ció una consecuencia económica o material a causa esa diáspora a la que se vio
conminada por grupos al margen de la ley o por el Estado. En consecuencia,
55 “Se está en presencia de un nuevo sistema clasificatorio del daño que acepta la existencia de tres moda-
lidades del mismo: los patrimoniales, los morales y el biológico. Diferenciándose el biológico en cuanto
al moral en la medida en que el primero es la lesión en sí misma considerada, y otra diferente, son los
sufrimientos, el dolor y los afectos que de dicha lesión se pueden derivar, lo que constituiría el efecto o
daño moral; sin embargo, ambos hacen parte del daño no patrimonial, esto es, no susceptible de conte-
nido económico.” GIL BOTERO, Enrique “Daño Corporal – Daño Biológico – Daño a la vida de relación”,
pág. 10.
EL PRINCIPIO DE REPARACIÓN INTEGRAL EN COLOMBIA A LA LUZ DEL SISTEMA...
desde este supuesto, y en esa lógica que no comparto, si el individuo víctima del
desplazamiento no se viera afectado económicamente por las consecuencias del
mismo, no sería beneficiario de la indemnización, conclusión que desde mi punto
de vista es inaceptable.
El anterior ejemplo extraído de la experiencia, sirve de apoyo para reflejar
lo que se pretende poner a consideración a través de la presente aclaración de
voto, esto es, la necesidad de que se repare el perjuicio en atención a la lesión de
bienes jurídicos, más no a la consecuencia externa, física, o material que acarrea
el daño. En otros términos, el juez debe indemnizar a través de un criterio que
permita reparar todas aquellas lesiones o trasgresiones con que se vea afectada
la persona o el sujeto, de manera autónoma e independiente, sin que sea válido
exigir, previa la reparación del daño, la verificación consecuencial de los efectos
que produce el mismo en el mundo exterior (que puede ser un perjuicio interior
pero que se traduzca o refleje exteriormente), para luego ser indemnizado me-
diante la aplicación de un concepto genérico que pretende englobar todos los
bienes jurídicos de los cuales es titular la persona humana.
Desde esa perspectiva, se itera, el daño a la salud comprendería toda la órbita
psicofísica del sujeto (daño corporal, daño sexual, daño psicológico, alteración
o pérdidas anatómicas o funcionales, etc.), mientras que los demás derechos o
320 bienes jurídicos en un criterio dinámico del daño adquirirían un escenario autó-
nomo en donde el juez en cada caso concreto deberá valorar si el perjuicio está
acreditado y si reviste la suficiente entidad para su reparación y resarcimiento,
es decir, que no constituya un daño bagatelar. En consecuencia, la tipología del
perjuicio inmaterial se puede sistematizar de la siguiente manera:
i) perjuicio moral;
ii) daño a la salud (perjuicio fisiológico o biológico);
iii) cualquier otro bien, derecho o interés legítimo constitucional, jurídica-
mente tutelado que no esté comprendido dentro del concepto de “daño corporal
o afectación a la integridad psicofísica” y que merezca una valoración e indem-
nización individual y autónoma (v.gr. el derecho al buen nombre, al honor o a la
honra; el derecho a tener una familia, entre otros).
Ahora bien, el hecho de sistematizar el daño a la salud (integridad corpo-
ral, psicológica, sexual, estética), mientras que dejar abierta la estructura de los
demás bienes o derechos jurídicos, garantiza un esquema coherente con los li-
Enrique Gil Botero
56 Vale la pena destacar la respuesta de Unamuno al inalbergable discurso de su opositor en el aula máxima,
puesto que sin aminorarse proclamó: “Este es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis
profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer
hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha…”
57 COETZEE, J.M. “La edad de hierro”, Ed. Random House Mondadori, Debolsillo.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL
EN COLOMBIA
CONTENIDO
I. Introducción
II. Precedentes de la reparación del daño moral
III. Itinerario del daño moral en la Corte Suprema
IV. El daño moral en el Consejo de Estado
V. Conclusiones sobre el daño moral en la jurisprudencia
I. INTRODUCCIÓN
Después de 87 años desde que la Corte Suprema de Justicia reconociera por 323
primera vez la resarcibilidad del daño moral en el famoso caso Villaveces, los
límites y naturaleza del daño moral continúan desafiando los principios de la
reparación del daño y presentado vaguedad y falta de claridad en muchos de sus
aspectos. Ciertamente algunos aspectos de la reparación del daño moral pue-
den considerarse estables en nuestra jurisprudencia, pero muchos otros tardaron
tiempo en dilucidarse, y aún hoy presentan dudas y suscitan perplejidades. La ba-
talla que se dio para reconocer la resarcibilidad del daño moral ahora se traslada
al reconocimiento de otros daños extrapatrimoniales, alegadamente autónomos
e independientes del daño moral.
Hay un consenso en la jurisprudencia y la doctrina nacional sobre la resarcibi-
lidad del daño desde el caso Villaveces. No obstante a partir del momento de su
1 Obdulio Velásquez Posada. Abogado, Master of Laws. Miembro del IARCE; profesor de responsabilidad
civil. Dirige la línea de investigación de responsabilidad civil y del Estado del Grupo de Investigación de
derecho privado de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Sabana clasificado B por Colciencias.
Rector de la Universidad de La Sabana. Correo: obdulio.velasquez@unisabana.edu.co
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
aceptación, múltiples preguntas y dudas plantea el daño moral en todos los nive-
les del conocimiento jurídico: el filosófico, el científico, el técnico y el prudencial.
Desde el conocimiento filosófico del derecho, del daño moral resarcible emer-
gen preguntas como: ¿qué es el daño moral y si es posible su resarcibilidad?
¿Qué diferencia existe entre el daño moral y otros daños extrapatrimoniales?
¿Hay verdadera distinción entre uno y otro? ¿Se puede clasificar a su vez el daño
moral en varias especies, como el pretium doloris y el pretium afectitatis?, ¿el daño
moral objetivo y el daño moral subjetivo?
El conocimiento científico del derecho nos aboca a problemas como: ¿cuál es
el fundamento de derecho para el reconocimiento de la resarcibilidad del daño
moral? Es decir, ¿cuáles son los títulos jurídicos o las fuentes del derecho y su
interpretación?
El derecho como arte, nos lleva a preguntarnos: ¿cómo reparar?; ¿quiénes
están legitimados?; ¿cómo enfrentar los topes máximos fijados por la jurispru-
dencia, cuando son unos al momento de la demanda y quizás otros, varios años
después, al momento de la sentencia de última instancia?; ¿constituye esto fallo
ultrapetita?; ¿Cómo lograr pues, una reparación integral cuando la condena en
daño moral es compensatoria?
324 El cuarto nivel del conocimiento jurídico, el prudencial, demanda al intérprete
del derecho y muy particularmente a quien tiene la potestad de decir el derecho
con carácter vinculante - el juez- y así realizar el ideal de justicia del derecho: dar
a cada uno lo suyo.
Pero para que el juez pueda dar a cada uno lo suyo, lo que el derecho le ha
otorgado en la reparación del daño moral, el juez debe resolver varias pregun-
tas. Así por ejemplo: ¿cómo ejercitar el arbitrium iudicis en la cuantificación del
monto a compensar por el daño moral?; ¿quiénes están legitimados para solicitar
la reparación del daño moral?, ¿únicamente la victima directa o también sus pa-
rientes?; ¿Parientes próximos o también lejanos?; ¿hijos póstumos o hermanos
nacidos con posterioridad a la muerte de un hermano? ¿Puede extenderse esa
reparación a toda persona más allá de los vínculos de la sangre?; ¿cómo se prue-
ba ese daño moral?; ¿se puede presumir?; en caso afirmativo, ¿en qué casos y
límites?; ¿qué criterios se han de fijar para reparar el daño moral?; ¿debe ser la
reparación de modo simbólico o dinerario o ambas?; ¿cómo han de operar los to-
pes en la cuantía señaladas por la jurisprudencia?; ¿conviene mantenerlos?; ¿son
obligatorios?; ¿deben intervenir peritos en auxilio de los jueces para determinar
Obdulio Velásquez Posada
2 VELÁSQUEZ POSADA, Obdulio. Responsabilidad civil extracontractual, Bogotá, ed. Universidad de la Sabana
y ed. Temis, 2009.
3 El texto original del Digesto 9, 3, 7 dice: “Cicatricium autem aut deformitatis nulla fit aestimatio, quia liberum
corpus nullam recipit aestimationem”.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
Es Jorge PEIRANO FACIO quien relata que autores como CINO DE PISTOIA y
BALDO que si bien negaban la resarcibilidad del daño moral, habían aceptado una
acción civil de reparación por los daños patrimoniales derivados de la producción
de un daño moral. Es lo que posteriormente se ha llamado daño moral objetivado.
Las razones para negar la resarcibilidad del daño moral, no su existencia, que
siempre ha sido clara, tuvo unas consideraciones de tipo ético y jurídico ya esbo-
zadas en el pasaje del Digesto antes citado.
Las razones morales y éticas se basan en que la dignidad de una persona no
permite que su daño pueda ser equiparado al dinero. En este sentido es ejemplar
la cita de RIPERT para quien “sería profundamente inmoral afirmar que quien
ha sido afectado en sus sentimientos, haya de consolarse de golpe a merced
de la indemnización que habrá de recibir”. Esta postura de la doctrina francesa
tenía como fundamento el aforismo acuñado por el Consejo de Estado francés:
“las lágrimas no se pagan” (“les larmes ne se monnayent point” (las lágrimas nunca se
amonedan).4
En igual sentido en Alemania HANS A FISCHER en los albores del siglo XX nie-
ga la resarcibilidad del daño moral cuando afirma:
¿Cómo es que el honor y el sentimiento del Derecho y la Justicia son valores comerciales,
326 tasables en dinero cuya violación pueda convertirse en fuente de lucro? No puede negarse
que esta ideología ha penetrado hondamente en la conciencia jurídica actual; y no parece
que fuese otro, tampoco el criterio de los romanos. Las fuentes romanas, que conceden in-
demnizaciones en metálico siempre que se trata de lesiones y abusos de esclavos, las niegan
tratándose de personas libres. El Hombre libre y su integridad física están muy por encima
de semejante tasación pecuniaria”.5
Las razones jurídicas para negar el resarcimiento del daño moral tuvieron mu-
chas fuentes: En primer lugar la noción de daño resarcible del derecho romano
en la Lex Aquilia se encontraba con que daño era equivalente a disminución de un
patrimonio, como parece desprenderse de la sentencia del Digesto libro 32, titu-
lo 2,ley 3ª . Los daños morales, entonces, si bien fueron considerados una ofensa
para la víctima, en su esencia no eran un atentado a un patrimonio que tuviera
derecho a ser reparado.
4 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sentencia de la Sala de Negocios Generales de la Corte Suprema de
Justicia del 20 de mayo de 1952.
5 FISCHER, Hans A. Los daños civiles y su reparación. Trad. Roces W, Biblioteca de la Revista de Derecho Pri-
vado. Serie B. Vol. V. Madrid 1928 p. 227.
Obdulio Velásquez Posada
A. El Caso Villaveces
Por ser este el caso germinal del reconocimiento de la resarcibilidad del daño
moral vemos conveniente exponerlo de modo más detallado para facilitar el aná-
lisis posterior de los desarrollos jurisprudenciales. En síntesis puede decirse que
en el caso VILLAVECES el señor León Villaveces demandó al Municipio de Bogotá
para que se le indemnizara los daños materiales y morales que le causaron con la
destrucción de un mausoleo de su propiedad y la desaparición de los restos mor-
tales depositados allí de su difunta esposa Emilia Santamaría. Los empleados del
cementerio, por descuido, exhumaron los restos de la señora Emilia Santamaría
y los depositaron en una fosa común.
1. Hechos
1. El señor LEÓN F. VILLAVECES, había sepultado el 14 de Noviembre de 1893
a su esposa, la señora EMILIA SANTAMARÍA de VILLAVECES en el cementerio
Nuevo Oriental de la ciudad de Bogotá, en el barrio de las Nieves, en la bóveda
número 102.
2. En el mes de Marzo de este mismo año, fueron exhumados y colocados
en una fosa común los restos de la señora de Villaveces por los empleados del
cementerio, sin consultarlo con el esposo.
3. El señor Villaveces demandó al Municipio de Bogotá para que se le entre-
gase la bóveda 102, los restos de su esposa, la lápida de mármol y el ataúd, y que
se le pagara todos los daños materiales y morales que había sufrido por haber
extraído indebidamente de la bóveda los restos de su esposa.
4. El juez de primera instancia condenó al Municipio de Bogotá a entregar al
señor León Villaveces, la bóveda número 102 del cementerio Nuevo Oriental y los
frutos civiles de ésta bóveda percibido desde el 15 de Marzo de 1914, hasta el
día de la restitución, a razón de tres pesos oro anuales, y los restos que la misma
bóveda contenía de la señora Emilia Santamaría de Villaveces. Apelado este fallo
por ambas partes, fue confirmado por el Tribunal Superior de Bogotá.
329
5. El caso llega a la Corte Suprema por el recurso extraordinario de casación.
En sentencia del 21 de julio de 1922 la Corte resuelve casar la sentencia ya que
violó el derecho sustancial al no reconocer los daños morales solicitados. En con-
secuencia la Corte Suprema profiere sentencia sustitutiva (1924) condenando al
municipio de Bogotá a pagar al señor León Villaveces los perjuicios materiales y
los morales sufridos por la indebida extracción de los restos de la señora Emilia
Santamaría.
2. Fundamentos de derecho:
Los argumentos de derecho invocados por la Corte para reconocer los per-
juicios morales se centran en la interpretación de los artículos 2341 y 2356 del
Código Civil en los siguientes términos:
La Corte manifiesta que el artículo 2356 del Código civil extiende la reparación a todo
daño inferido a una persona por malicia o negligencia de otra, de manera que no puede
limitarse su ordenamiento únicamente al daño patrimonial, o sea en lo que mira al derecho
de propiedad respecto de los bienes pecuniarios, ya que ese derecho es sólo una parte del
conjunto de los elementos que integran la persona humana como sujeto de derecho. Tanto
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
10 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Bogotá. 21 de Julio de 1922, M.P. Tancredo
Nannetti, Gaceta Judicial, Tomo XXIX No. 1515. p. 220.
11 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de casación civil. Bogotá. 22 de agosto de 1924. M.P. Tancredo
Nannetti. Gaceta judicial T XXI. p. 82.
12 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Ob. Cit.
13 Ibídem.
14 Ibídem.
Obdulio Velásquez Posada
15 Ibídem.
16 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Ob. Cit.
17 Ibídem.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
Luego la Corte pasa a examinar el papel del dinero cita al profesor Nicolesco, para
quien “el dinero constituye casi el único medio de reparación.” La Corte dice que el dinero
cumple una doble función. Una de equivalencia, cuando se trata de restituir un patrimonio
menoscabado, y una función, puramente “satisfactoria, cuando se trata de un perjuicio no
patrimonial”.18
Se pregunta la Corte, ¿cómo llenará esa función satisfactoria? Y concluye que
obviamente no “será reemplazando el dolor experimentado, los afectos perdidos,
pero sí haciéndolos menos sensibles, borrando si ello es posible, las consecuen-
cias de esas sensaciones; no colocando al damnificado en condiciones de reha-
cerse de los bienes que ha perdido, pero sí, abriéndole una nueva fuente de alivio
y de bienestar.
18 Ibídem
19 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Ob. Cit. p 83
20 TAMAYO JARAMILLO, Javier. Ob. Cit. p 486.
21 Ibídem. Tomo II p 125. En el año 2003 publicamos un artículo en que analizamos la expansión de los
daños extrapatrimoniales, sus límites y criticas cfr. VELÁSQUEZ POSADA, Obdulio. Del daño moral y el
perjuicio a la vida de relación hacia una teoría general de daños extrapatrimoniales. Revista del Instituto Antio-
queño de Responsabilidad civil y del Estado No 16, 2003, pp. 63 y ss.
Obdulio Velásquez Posada
los criterios de la reparación del daño moral. Con el fin ir señalando la evolución
jurisprudencial sobre el daño moral tomaremos los temas nucleares del daño
moral y su reparación a medida que van surgiendo en el proceso histórico a fin
de mostrar, en la medida de lo posible, un marco cronológico.
1. El concepto de daño moral
Como ha sido ampliamente expuesto en el caso Villaveces se dijo que el daño
era el pretium doloris que podía darse cuando a una persona se le causaba una
“ofensa en su honra o en su dignidad personal o causándole dolor o molestia por
obra de malicia o negligencia en el agente.22
A partir de esta primera definición, la Corte a lo largo de su jurisprudencia
ha empleado variedad de descripciones y definiciones del daño moral. Así por
ejemplo en 1991 lo definió como el “deterioro en patrimonio moral por el daño
ocasionado en los derechos como el de la personalidad, derecho a la vida, cuerpo,
salud, etc., de sí mismo o de un familiar”.23 En otra ocasión la Corte lo describe
como la “consecuencia de un dolor psíquico o físico”.24
En ocasiones las definiciones son más descriptivas y se dice que el perjuicio
moral es una especie de daño que incide en el ámbito particular de la persona-
lidad humana en cuanto toca sentimientos íntimos tales como la pesadumbre,
la aflicción, la soledad, la sensación de abandono o de impotencia que el evento 333
dañoso le hubiese ocasionado a quien lo padece”.25
En ocasiones se le define como vulneración a “intereses legítimos o bienes no
económicos de los que integran el patrimonio moral de una persona, en su parte
social y en su parte afectiva, en su honor, por ejemplo, o en el sentimiento”.26 “La
injuria al honor o al sentimiento del amor filial puede ocasionar perjuicios
morales inestimables por su naturaleza”,27 se afirmó en otra ocasión.
22 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Bogotá. 21 de Julio de 1922, M.P. Tancredo
Nannetti, Gaceta Judicial, Tomo XXIX No. 1515. p. 220.
23 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1991 septiembre 09.G.J.T.
CCXII, No. 2451, págs. 78-88.
24 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 2001 agosto 17 Expediente
6492 Ponente Jorge Santos Ballesteros.
25 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1999 mayo 05 Expediente 4978
Ponente Castillo Rugeles, Jorge Antonio.
26 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1941 junio 20 G.J.T. LI, Nos.
1971-1972.
27 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1941 junio 20 G.J.T. LI, Nos.
1971-1972. El Consejo de Estado, en sentencia del 31 de enero de 1989, expediente 5284, reconoció per-
juicios morales a los autores de un diseño que fue reproducido sin su autorización en la emisión de una
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
estampilla por la administración postal, que además omitió el nombre de sus creadores en la misma.” Cfr.
Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia abril 13 de 2000,
Expediente 11892.
28 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de negocios generales. Bogotá. 20 de noviembre de 1933. M.P.
Enrique Becerra. Gaceta judicial T. XXXIX. p. 197.
29 Ibídem.
30 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de negocios generales. Sentencia del 20 de noviembre de
1933. M.P. Enrique Becerra. Gaceta judicial T. XXXIX. p. 201.
31 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de negocios generales. Sentencia del 20 de noviembre de
Obdulio Velásquez Posada
misma época se establece la presunción judicial para apreciar el daño moral por
el solo hecho del parentesco. Dijo así la Corte: “cabe reconocer la causación de
un perjuicio moral meramente subjetivo, que no hay necesidad de acreditar, por-
que es forzoso presumir que entre personas normales la pérdida de una persona
ligada por los vínculos de la sangre produce un sufrimiento del ánimo, tanto más
hondo cuanto más cercano sea el parentesco”.40
b. La presunción judicial basada de su exigencia en los vínculos familiares, puede
ser desvirtuada.
En algunas ocasiones la presunción de la existencia del perjuicio moral por el
grado de parentesco en los casos de fallecimiento de la víctima produjo discusio-
nes si cabía probar en contrario de esa presunción. En sentencia de 1990 se lee:
“En esta clase de perjuicio al igual que en los demás, es indispensable distinguir entre la
legitimación para solicitar la indemnización, la prueba de los mismos y la cuantificación
del resarcimiento. La presunción judicial basada de su exigencia en los vínculos familiares,
puede ser desvirtuada. La legitimación no puede limitarse a los legitimarios, ni respecto de
los que no lo son, variar el medio de prueba de su existencia”.41
En otra ocasión reiterando la posición dijo la Corte Suprema. “lo perjuicios
morales subjetivos están sujetos a prueba, prueba que, cuando la indemnización
es reclamada por los parientes cercanos del muerto, las más de las veces, puede
residir en una presunción judicial. Y nada obsta para que esta se desvirtué por el
337
llamado a indemnizar poniéndole de presente al fallador datos que , en su sentir
, evidencia una falta o una menor inclinación entre los parientes “(Sentencia del
28 de febrero de 1990)”.42
Y la pregunta que surgió luego fue ¿entonces qué tipo de presunción es esta?
La respuesta fue dada con claridad cuando en un fallo de 1990, 43 evocado en 1992
se dijo que: “hace poco menos de tres años, al proclamar sin rodeos y con el fin
de darle al tema la claridad indispensable, que cuando en el campo de la prue-
ba del daño no patrimonial la jurisprudencia civil ha hablado de presunción “ha
40 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala de negocios generales. Bogotá, 04 de noviembre de 1942. M.P:
Agustín Gómez Prada. Gaceta judicial T LXXIII. p. 899.
41 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 28 de febrero de 1990. M.P.
Héctor Marín Naranjo. Gaceta judicial T. CC. p. 79.
42 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Bogotá. 05 de mayo de 1993. M.P. Nicolás
Becharas Simancas. Expediente No. 4978.
43 Colombia. Corte Suprema De Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 28 de febrero de 1990.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
querido decir que esta es judicial o de hombre. O sea que la prueba dimana del
razonamiento o inferencia que el juez lleva a cabo”.44
Para su cuantificación sigue imperando el prudente arbitrio judicial, que no
es lo mismo que veleidad o capricho. Los topes numéricos que periódicamente
viene indicando la Corte, no son de obligatorio cumplimiento para los juzgadores
de instancia, pero sí representa una guía.45
c. La intensidad del perjuicio moral es proporcional al grado de parentesco
Tenemos hasta aquí pues que el perjuicio moral por la muerte de un pariente
próximo se presume y que tal presunción judicial admite prueba en contrario. En
1993 se adicionó un elemento nuevo y es que el grado de parentesco indicaba o
servía para presumir una intensidad diferente en el daño moral. A menor grado
de parentesco, dice la Corte, menor el daño moral en su intensidad, y en conse-
cuencia su reparación económica:
“Los jueces al regular los perjuicios deben tener presente, que cuando el perjuicio pueda
ser de grado inferior por cualquier causa, como cuando es menos estrecho el vínculo de
parentesco que liga a los protagonistas, la suma que ha de fijarse para la satisfacción de
ese daño debe ser prudencialmente menor”.46
Nos dice el fallo citado que tal apreciación ha de hacerse en cada caso con-
338 creto y admite lógicamente disparidad de realidades. Puede darse el caso que
un sobrino sufra tanto como un hermano o unos padres por la muerte de quien
fuera su tío, hermano o hijo. Todo es cuestión de prueba y del sano ejercicio en
la valoración de la intensidad del daño causado. Hay un caso de 1955 en el que el
hermano y una sobrina del pasajero fallecido en accidente aéreo recibieron igual
indemnización por daño moral que les causó la muerte del hermano y la sobrina.
Dijo en ese caso la Corte: “basta el vínculo de consanguinidad con el hermano y
con la sobrina fallecida, para que se presuma el perjuicio, vinculo que aparece de-
mostrado en las actas. De acuerdo con el artículo 95 de Código Penal se le señala
a cada uno de los nombrados actores el máximo señalado por esta disposición,
44 Colombia. Corte Suprema De Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de noviembre 25 de 1992, expe-
diente 3382, M.P. Carlos Esteban Jaramillo S.
45 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 28 de febrero de 1990. M.P.
Héctor Marín Naranjo. Gaceta judicial T. CC. p. 79
a título de reparación con el daño moral subjetivo, por la muerte del hermano y
la sobrina”.47
Daño moral para parientes o amigos por lesiones a víctima que no fallece
La posición inicial de la jurisprudencia fue negar la reparación por daño mo-
ral a parientes o amigos de las víctimas que no fallecen. Así en 1956 la Corte
no reconoció perjuicios morales a los padres de una mujer herida con arma de
fuego. Para la Corte en aquella ocasión sólo la víctima del delito podía reclamar
perjuicios morales.
“En los casos de indemnización del daño moral subjetivo los debe recibir directamente
la victima de él, no puede decretarse una nueva indemnización por el mismo concepto a
los parientes y amigos, porque basándose la reparación en el dolor que el daño ocasiona
se hace necesario señalar la órbita precisa de éste, a fin de evitar que, alegando la misma
causa, los parientes y aún los amigos del ofendido que también han experimentado un
intenso dolor se presentaren ante la justicia en demanda de nueva indemnización, lo cual
daría lugar a una cadena interminable de acciones”.48
No obstante esta tesis fue cambiada a partir de 1967 cuando la Corte ya acep-
ta que en caso de invalidez los parientes más cercanos sí puedan reclamar los
perjuicios morales y es hoy una doctrina constante de la jurisprudencia. El fallo
de 1967 que corrige la postura inicial señaló que por invalidez otras personas sí
podían reclamar perjuicio moral, pero lo limitó a parientes muy cercanos: 339
“Por el aspecto de los perjuicios morales es obvio que la muerte o la invalidez accidenta-
les de una persona pueda herir los sentimientos de afección de muchas otras y causarles su-
frimientos, más o menos intensos y profundos. En principio, todos estos ofendidos estarían
legitimados por el daño moral que cada uno de ellos recibe para demandar la reparación
correspondiente; pero como el reconocimiento indeterminado de este derecho, podría dar
lugar a una ilimitada multiplicidad de acciones de resarcimiento, la doctrina y la jurispru-
dencia han considerado necesario reservar ese derecho a aquellas personas que, por sus
estrechas vinculaciones de familia con la víctima del accidente, se hallan en situación que
por lo regular permite presumir, con la certeza que requiere todo daño resarcible, la inten-
sa aflicción que les causa la pérdida del cónyuge o de un pariente próximo.49
47 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Bogotá, 27 de septiembre de 1955. M.P. José
J. Gomez R. Gaceta judicial T. LXXXI. p. 162.
48 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala de negocios generales. Bogotá, 19 de diciembre de 1956. M.P.
José Jaramillo Giraldo. Gaceta judicial T. LXXXIII. p. 1270.
49 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala de casación civil. Bogotá, 18 de octubre de 1967. M.P. Enrique
López de la pava. Gaceta judicial T. CXIX. p. 256.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
50 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Bogotá, 05 de marzo de 1991. M.P. Eduardo
García Sarmiento. Gaceta judicial T. CCVIII. p. 168.
Obdulio Velásquez Posada
pero aun admitiendo ese supuesto, este terminara cuando se supere este umbral en materia
de edad y entonces ciertamente sentirá la pena causada por la muerte de la madre”.51
Luego la Corte Suprema de Justicia en 1971 aplicando los principios generales
de la reparación del daño concedió indemnización por daño moral futuro cierto a
una infante de 10 meses de edad. La menor había perdido a su padre en un acci-
dente y la Corte accedió a la reparación de daño moral futuro con los siguientes
considerandos:
“La Corte surtiendo los trámites de segunda instancia considera que la cónyuge de la
víctima sufrió un gran dolor por su desaparición, pero que la menor ya que solo contaba
con 10 meses de edad, no experimento un dolor análogo, pero no deja de ser verdad que
más tarde tendría que sentir una cierta pena por la falta de un padre. Debe admitirse que
la menor también sufrió un perjuicio moral subjetivo por la trágica muerte de su progeni-
tor, perjuicio que si bien es futuro, tiene la misma categoría de certeza que el material, el
perjuicio futuro pero cierto es indemnizable”.52
C. Arbitrium iudicis
A partir de 1941 la Corte considera que el “justiprecio del dolor ajeno no es
materia de ninguna de las ciencias ni artes que pueden ser objeto de la especiali-
zación intelectual de los hombres” y decide abandonar el dictamen pericial para
la valoración del daño moral estableciendo como criterio el arbitrio judicial para
cuantificar la compensación económica por el daño moral. 53 Ha sostenido la Cor- 341
te que “la reparación del daño moral y el modo de satisfacerlo, atendiendo a que
carece de materialidad no es posible ni jurídicamente ni racionalmente su avalúo
por peritos”. 54 No obstante la prueba pericial puede aportar elementos de juicio
valiosos para determinar la existencia y la intensidad del daño moral dejando al
juez el quantum. En este sentido la Corte en un caso de responsabilidad médica
señaló que: “en ciertos casos resulta menester el auxilio de la prueba pericial
para la valoración del daño moral y el daño material”. 55
52 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de negocios generales. Bogotá, 30 de agosto de 1971. M.P.
Ramiro Araujo. Gaceta judicial T. XCVI. p. 337.
53 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de negocios generales. Bogotá. 20 de junio de 1941. M.P. Her-
nán Salamanca. Gaceta judicial T. XLI. P. 293.
54 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Negocios Generales, Sentencia del 3 de noviembre de 1942,
GJ T LIV p. 393. En el mismo sentido Corte Suprema de Justicia. Sala de Negocios Generales, Sentencia del
26 de noviembre de 1942, GJ 421, n 1981.
55 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de casación civil. Bogotá, 26 de septiembre de 2002. M.P.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
56 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del. 28 de febrero de 1990. M.P.
Héctor Marín Naranjo. Gaceta judicial T. CC. p. 79.
57 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala de Casación Civil, Sentencia de noviembre 25 de 1992, expe-
diente 3382, M.P. Carlos Esteban Jaramillo S.
Obdulio Velásquez Posada
58 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala De Casación Civil, Sentencia del 18 de octubre de 2000, expe-
diente No. 5347, M.P. Jorge Antonio Castillo Rugeles
59 Colombia. Corte Suprema De Justicia. Sala de casación civil. Bogotá. 22 de agosto de 1924. M.P. Tancredo
Nannetti. Gaceta judicial T XXI. p. 82.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
por debajo del caso Villaveces. Criterio legal que la Corte hizo luego extensivo
a todos los casos de responsabilidad civil extracontractual por cerca de 40 años.
El tope de $ 2000 sufrió un giro Jurisprudencial en 1974 cuando la Corte de-
cidió abandonar el límite en la indemnización por el delito consagrado en el artí-
culo 95 del Código Penal de 1936. 60
A partir de este momento se fijó como tope máximo a pagar por daño moral
en la suma de $30.000 al menos para los casos de responsabilidad civil ex-
tracontractual que no tenían fuente en el delito penal y de tiempo en tiempo son
revisados por la Corte. 61
60 Los aparte relevantes de este fallo que cambia la jurisprudencia señalan. “El artículo 95 del código
Penal, es norma excepcional que restringe el poder del juez penal, pues limita su facultad de regular el
monto del daño moral más allá de la cifra de $ 2.000.00 para cada lesionado con la comisión de un delito.
Cuando no fuere fácil o posible evaluar pecuniariamente el daño moral ocasionado por el delito - dice
el precepto citado -, podrá fijar el juez prudencialmente la indemnización que corresponde al ofendido,
hasta la suma de dos mil pesos”.
Como bien fluye de la simple lectura del texto, esta limitación solo tiene cabida en los precisos eventos de
regulación del “daño moral ocasionado por el delito”. Además, el precepto está dirigido a los jueces pe-
nales y no a los de otras jurisdicciones. Esta norma, entonces, debe aplicarse únicamente por los jueces
del crimen cuando deban fijar indemnización por daño moral, siempre que se den las circunstancias de
hecho contempladas en el canon que se comenta.
Despréndase de lo anterior que por cuanto las normas que establecen restricciones o son exceptivas, sola-
mente pueden aplicarse a los casos precisos para los cuales fueron dictados, pues por su propia natu-
344 raleza son de interpretación restrictiva, en artículo 95 del Código Penal, ni siquiera por analogía puede
hacerse actuar por los jueces civiles y menos tratándose de responsabilidad extracontractual en que es
demandada una persona jurídica, de suyo incapaz de ser sujeto pasivo de una acción penal. Motivo por el
cual es necesario concluir, acordemente con el sentido de la censura, que el tal articulo 95 fue aplicado
indebidamente por el ad quem, por lo cual la sentencia recurrida deberá modificarse en ese determinado
punto. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 27 de septiembre de 1974. M.P.
Germán Giraldo Zuluaga. Gaceta judicial T. CXLVIII. p. 248.
61 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación, Sentencia del 27 de septiembre de 1974 M.P.
Eleuterio Serna. Gaceta judicial T. LXI. p. 570. Así argumentó para fijar en $ 30.000 el tope: “Ahora bien,
¿cuál debe ser la suma a que ha de condenarse por el aspecto tratado? Considera la corte que si el más
alto dolor por la muerte de una persona querida, es el que hiere a los progenitores por la de su hijo o a los
hijos por la desaparición de aquellos, necesario es concluir que, en el caso que se estudia, ha de fijarse
el máximo de la suma que sirva para satisfacer el daño moral padecido por el demandante. Esa cantidad
será la de $30.000.00, que, teniendo de presente la desvalorización de la moneda y el fin perseguido con
una condena de satisfacción y no de compensación, es por ahora la indicada para mitigar o satisfacer un
perjuicio de aquella naturaleza padecido en su mayor intensidad”.
Hasta hoy, la Corte Suprema de Justicia se ha mantenido en su postura, limitándose a modificar, periódica-
mente, el valor del tope establecido, a fin de garantizar la imposición de condenas que reconozcan la pér-
dida del poder adquisitivo del dinero Así lo ha hecho, por ejemplo, en sentencias del 4 de agosto de 1981,
en la que fijó como suma máxima $100.000.oo, del 2 de julio de 1987, en la que la fijó en $500.000.oo,
del 25 de noviembre de 1992, en la que condenó por $1.000.000.oo, y de 30 de mayo de 1994 y 5 de mayo
de 1999, en las que se tasaron los perjuicios en $4.000.000.oo y $10.000.000.oo, respectivamente. Corte
Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia del 27 de septiembre de 1974. M.P. Germán Giraldo
Obdulio Velásquez Posada
Zuluaga. Gaceta judicial T. CXLVIII. p. 248. En enero de 2009 se elevó a $ 40 millones (Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, sentencia del 20 de enero de 2009, Expediente No.170013103005 1993
00215 01).
62 Colombia.Corte Suprema De Justicia, Sala de Casación Civil, 20 de Noviembre de
1942, Bogotá. Gaceta Judicial, Tomo LIV.
63 Colombia. Corte Constitucional Bogotá Sentencia C-916/02. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
1800 gramos oro, debido a las incidencias traumáticas que el daño ocasionó en el
campo emocional de la víctima. 66 En otro caso se señaló una indemnización por
perjuicios morales de 2.000 gramos oro67 y en sentencia del 19 de julio de 2000,
fijó una indemnización por perjuicios morales de 4.000 gramos oro. 68 En el año
2008 la Sección Tercera del Consejo de estado en un caso en el que condenó al
estado por violación de derechos humanos señalo una reparación de doscientos
(200) salarios mínimos legales vigentes. 69 Algunos consideran que el Consejo de
Estado ha elevado a doscientos (200) salarios mínimos legales vigentes el monto
máximo por daños morales en la condena que hizo al estado por la masacre del
Aro y en la que adicionalmente estableció medidas simbólicas como modo de
reparación.70
2. El daño moral no es fuente de enriquecimiento ni venganza contra el res-
ponsable
Así lo determinó la Corte Suprema en 1993 por lo que se estima que es el
juez en forma prudente y según su libre juicio, con base en las circunstancias del
caso y la equidad, a quien corresponde regular el quantum que en dinero se ha
de señalar para la indemnización del daño moral, para que esta sea una forma de
resarcimiento” sin que constituya una fuente de enriquecimiento para el indem-
nizado ni desventaja ridícula o mediocre para el responsable”.71
347
Mucho se ha escrito sobre el carácter punitivo del daño moral. Javier Tamayo
es uno de los autores que proclama el carácter vindicativo de la condena por
daño moral. No obstante pensamos que una cosa es el deseo de lo que deben
ser la reparación por daño morales y otra, la naturaleza que ellos tienen en la
interpretación de nuestro derecho, en sus fuentes legales y jurisprudenciales.
66 Colombia. Consejo de Estado. Sección Tercera, Sentencia de Febrero 14 de 1992, expediente 6477, Con-
sejero Ponente: Carlos Betancur Jaramillo.
67 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, Sentencia del 25 de septiembre de 1997, Expediente
10.421, CP: Ricardo Hoyos Duque.
68 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, Sentencia del 19 de julio de 2000, Expediente 11.842, CP:
Alier Eduardo Hernández Enríquez.
69 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, sentencia del 6 de septiembre de 2001, expediente
13.232-15.646. CP Enrique Gil Botero.
70 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia del
19 de Octubre de 2007, Consejero Ponente: Enrique Gil Botero, Radicado 29.273, Actor: Roberto Zuleta
Arango y otros, Demandado: Nación - Ministerio de Defensa, Ejército Nacional- Proceso: Acción de repa-
ración directa.
71 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Bogotá, 09 de agosto de 1993. M.P. Carlos
Esteban Jaramillo S. Expediente No 3750.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
Para nosotros es claro que la jurisprudencia ni la ley le han dado carácter de daño
punitivo.
Son varias las razones: La existencia de topes de modo constante en la juris-
prudencia desde 1940; la existencia de topes legales en todos los códigos penales
desde 1936; la exigencia del principio de la reparación integral (art. 16 de la ley
446 de 1997) que exige que la medida de la indemnización está determinada por
la naturaleza e intensidad del daño y no por la conducta del responsable.
Al ser reiterativa la jurisprudencia tanto de la Corte como del Consejo de
Estado en fijar topes máximos por reparaciones de daño extrapatrimonial, está
marcando un criterio para evitar que las condenas se vuelvan en un castigo al
demandado. Ni siquiera la ley penal ha dejado ilimitada la reparación por daño
moral por el delito y ha fijado siempre unos límites.
El carácter vindicativo de la condena por daños morales ha sido rechazada en
una sentencia de la Corte que señaló: “Esos imponderables tienen un límite en
cuanto se traducen en una cuantía y dentro de aquel, y en cada caso particular,
el juez la determina. La fijación de una indemnización no está limitada sino por
la conciencia y la prudencia de los magistrados. No se debe exagerar la cuantía
porque la indemnización puede constituir en esos casos una manifestación de
348 venganza”.72
Además debemos agregar, que en los sistemas en que existe un daño punitivo,
como en el common law, éstos se dan cuando efectivamente el juez encuentra
en la conducta del causante del daño un comportamiento doloso o culpa grave.
Nunca en casos de simple negligencia o responsabilidades objetivas. En Colombia
nunca la jurisprudencia ha mirado la conducta de causante del daño para deter-
minar la cuantía. Se mira la intensidad del daño moral sufrido por la víctima.
73 Colombia. Corte Suprema De Justicia, Sala de Casación Laboral, Sentencia de diciembre 12 de 1996,
Expediente No. 8533. M P Rafael Méndez Arango.
74 Ibídem.
75 Ibídem.
76 Ibídem.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
80 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1941 junio 20 G.J.T. LI, Nos.
1971-1972.
Obdulio Velásquez Posada
83 Colombia. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Bogotá, 21 de febrero de 2002. M.P. José
Fernando Ramírez Gómez. Expediente No. 6063.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
H. El daño moral resarcible debe cumplir con todas las nota esenciales de
todo daño: debe ser cierto, personal y antijurídico.
Los tres clásicos requisitos del daño indemnizable se aplican también al daño
moral y son el mejor criterio para dilucidar casos difíciles que evitan la casuística
propia de muchos fallos. El daño moral resarcible es aquel que es cierto, perso-
nal y antijurídico. Ahora bien, en el daño moral se deben distinguir la existencia
de la intensidad y la cuantificación. En una sentencia que recoge esto de modo
irrefutable, se lee:
“a) En primer lugar, el que del daño moral se afirme que debe ser “personal”
trae consigo que por norma y en tanto por definición hiere derechos de la personalidad,
pueda reclamar su reparación tan solo la víctima directa a título propio, entendiéndose
que cuando ella no sobrevive al suceso, su muerte envuelve una legítima aflicción que
generalmente experimentan aquellos con quienes estaba ligada por vínculos de parentesco
cercano o de alianza, vínculos que en esencia son los que les permiten a los últimos ejer-
citar la acción indemnizatoria correspondiente ya que, en atención a esa “... urdimbre de
las relaciones que se entretejen con ocasión de los vínculos propios de la familia ...” (C. S.
J., casación civil de 28 de febrero de 1990 sin publicar), es de suponer que el fallecimiento
del damnificado directo trae para sus allegados pesares, sensaciones dolorosas de entidad
más o menos apreciable que el derecho no puede, sin caer en notoria injusticia, dejar de
contemplar bajo el argumento, tantas veces repetido por quienes se declaran enemigos
352 de admitir la modalidad resarcitoria de la cual viene hablándose, de que por este camino
podría llegar a abrirse paso una cascada indefinida de demandas por pretendidos daños
morales contra el responsable”.
b) En segundo lugar es del caso hacer ver que cuando se predica del daño mo-
ral que debe ser cierto para que haya lugar a su reparación, se alude sin duda a
la necesidad de que obre la prueba, tanto de su existencia como de la intensidad
que lo resalta, prueba que en la mayor parte de los supuestos depende en últi-
mas de la correcta aplicación, no de presunciones legales que en este ámbito la
verdad sea dicha el ordenamiento positivo no consagra en parte alguna, sino de
simples presunciones de hombre cuyo papel es aquí de grande importancia, toda
vez que quien pretenda ser compensado por el dolor sufrido a raíz de la muerte
de un ser querido, tendrá que poner en evidencia —según se lee en brillantes
páginas que forman parte de los anales de jurisprudencia administrativa nacio-
nal— no sólo el quebranto que constituye factor atributivo de la responsabilidad
ajena “... sino su vinculación con el occiso (...) su intimidad con él, el grado de su
solidaridad y, por lo mismo, la realidad de su afectación singular y la medida de
esta ...”, añadiéndose que a tal propósito “... por sentido común y experiencia se
Obdulio Velásquez Posada
84 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia del 6
de septiembre de 2001, Radicación: 13.232-15.646, Consejero Ponente: Alier Eduardo Hernández Enrí-
quez. En este fallo se señaló “Considerando que el salario mínimo mensual en Colombia se fija aten-
diendo fundamentalmente la variación del índice de precios al consumidor, se considera que el valor del
perjuicio moral, en los casos en que éste cobre su mayor intensidad, puede fijarse en la suma equivalente
a cien (100) salarios mínimos legales mensuales”.
85 Colombia. Art. 16.- Valoración de los Daños. Dentro de cualquier proceso que se surta ante la Adminis-
tración de Justicia, la valoración de daños irrogados a las personas y a las cosas, atenderá los principios
de reparación integral y equidad y observará los criterios técnicos actuariales.
86 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del
seis (6) de septiembre del 2001 Consejero Ponente Alier Eduardo Hernández Enríquez. Expediente13
232-15646, Actores: Belén González y otros, William Alberto González y otra. Demandados: Nación,
Ministerio de transporte, Instituto Nacional de INVÍAS.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
solo la existencia del perjuicio moral, sino su intensidad y solo debe imponer
las máximas condenas: “únicamente en aquellos eventos en que, de las pruebas
practicadas, resulte claramente establecido un sufrimiento de gran profundidad
e intensidad, superior a muchos de los pesares imaginables”. 87
B- El fallo ultra petita y los topes máximos del daño
La concordancia de la sentencia con la demanda avoca al problema de los
fallos ultra y extra petita. Particular interés presentan los casos de sentencias
dictadas muchos años después de iniciado el proceso cuando en la demanda se
solicitaba como perjuicio moral el máximo que la jurisprudencia señalaba como
tope y a la hora del fallo ese tope ha sido elevado. La experiencia y práctica pro-
fesional recomiendan que para evitar estas eventuales dificultades conviene a
la hora de la demanda señalar en las pretensiones expresiones que digan más o
menos que se condene a cien salarios mínimos legales vigentes o al tope máximo
que la jurisprudencia reconozca al momento de dictar sentencia.
Con la correcta formulación de la pretensión en que quede claro que se soli-
cita el máximo que la jurisprudencia acepte al momento del fallo, se facilita que
el juez pueda acceder a las pretensiones. Un caso que muestra esta problemática
fue el que el Consejo de Estado revocó la sentencia de un tribunal que otorgó
356 1000 gramos oro por daño moral cuando en la demanda expresamente había pe-
dido solo 800 gramos oro. Dice así la parte relevante del caso:
“Se modificará en cambio en cuanto a la indemnización por perjuicios morales que el
Tribunal reconoció en favor de la demandante en cuantía del equivalente en pesos a 1.000
gramos de oro fino, dado que en este aspecto la sentencia es extra petita, como quiera que
en la demanda se reclamó por ese concepto una indemnización del equivalente en pesos a
800 gramos de oro fino.
La indemnización por los perjuicios morales sufridos por Rubiela Montoya con todo ese
padecimiento a que se vio sometida, se pidió así en la demanda: “que como consecuencia de
la anterior declaración, se condene al ISS a pagar por el concepto de daño moral en favor
de Rubiela Montoya de Arenas, la suma de 800 gramos de oro o la que considere, subsidia-
riamente el señor juez, previo análisis razonado”. (Sin subrayar el original).88
C. Presunción de daño moral en los hermanos de víctima fallecida
87 Ibídem.
88 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección tercera Sentencia de octu-
bre 30 de 1997. expediente 11.809, Consejero Ponente: Daniel Suárez Hernández Actor: Rubiela Montoya
de Arenas, Demandada: Instituto de Seguros Sociales.
Obdulio Velásquez Posada
89 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia del 17
de julio de 1992.Radicado 6750, actor: Luis María Calderón Sánchez y otros
90 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia del
sentencia e 30 de agosto de 2007. Expediente 15.724, actor: Oswaldo Pérez Barrios. Consejero Ponente
Ramiro Saavedra Becerra.
91 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia del 17
de julio de 1992.Radicado 6750, actor: Luis María Calderón Sánchez y otros. Ésta posición ha sido reite-
rada por la Sala Plena de lo Contencioso Administrativo. Cfr. Consejo de Estado, Sala plena, sentencia
de 30 de marzo de 2004. S 736 Actor: Nelly Tejada. Consejero Ponente Camilo Arciniegas Andrade. “Del
parentesco cercano con la víctima se infiere el padecimiento moral que su muerte inflige a los suyos. El
parentesco es indicio vehemente del daño moral.” Recientemente la misma posición ha sido reiterada
por la Sección Tercera. Cfr. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera,
Sentencia del sentencia e 30 de agosto de 2007. Expediente 15.724, actor: Oswaldo Pérez Barrios. Con-
sejero Ponente Ramiro Saavedra Becerra.
92 Ibídem.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
2. para las víctimas indirectas —como en este caso padres, hermanos, cónyuge e hijos— es
necesario demostrar a más de la lesión leve, el parentesco, que aquella lesión les produjo dolor
moral; en esta lesión leve, la jurisprudencia no infiere padecimiento moral de los dos primeros
hechos”.99 (sin subrayar el original).
I. No parientes de la víctima pueden sufrir daño moral
Como hemos señalado antes, la existencia del daño moral es finalmente un
problema fáctico, más que un juego de presunciones de parentescos. En corres-
pondencia a este principio toda persona pariente o no tiene derecho a la indem-
nización de daño moral si prueba haberlo sufrido. El Consejo de Estado colombia-
no ha afirmado que todo daño debe ser reparado, sea quien sea el que lo sufra,
incluidos amigos, con el único requisito de que sea cierto. El texto que recoge
esta línea jurisprudencia señala:
“Por consiguiente, no hay que plantear más que una cuestión: ¿experimenta el deman-
dante, sí o no, un verdadero pesar? En la afirmativa, ese pesar debe ser reparado, sea quien
sea el que lo sufra, pariente cercano, pariente lejano o, incluso, sencillamente un amigo. En
la negativa, no se debe ninguna reparación.
No cabe entonces sino rechazar las teorías restrictivas; todas ellas proceden
de una confusión entre el perjuicio material y el daño moral. Así como no cabe
reservarle la acción de indemnización tan sólo a los parientes consanguíneos y
afines que sean acreedores de alimentos, no se podría reservarla para los pa- 361
rientes consanguíneos y por afinidad muy próximos (cónyuge, ascendientes, des-
cendientes, hermanos y hermanas, suegros y suegras, yernos y nueras, cuñados
y cuñadas), a los parientes en grado de suceder, o también a los que tengan un
vínculo de parentesco consanguíneo o por afinidad reconocido por la ley. El pe-
sar experimentado, cuya reparación se asegura, no se limita a unas u otras de
esas categorías, rebasa el círculo mismo de la familia, y es susceptible de afectar
a cualquier persona (...).
El único límite a la multiplicación de las acciones debe buscarse, por lo tanto,
en la exigencia de un pesar real y suficientemente profundo. Corresponderá a
los tribunales, en cada caso, averiguar si se ha cumplido con ese requisito” (sin
subrayar el original).100
99 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia de
octubre 28 de 1999, Expediente 12384 En igual sentido Sentencia de octubre 28 de 1999. Expediente
12.384. Consejera Ponente: Dra. María Elena Giraldo Gómez.
100 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia de julio
6 de 1998, expediente 10916.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
101 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia de julio
6 de 1998, expediente 10916. Ob. Cit.
102 Ibídem.
Obdulio Velásquez Posada
“La realidad continúa siendo la misma: de esa persona jurídica no puede predicarse el
daño moral por cuanto carece de la capacidad afectiva y sentimental sobre la cual recaiga
el perjuicio moral, sin que en estos casos haya lugar a identificar la situación de la persona
jurídica con la de sus integrantes, pues para todos los efectos son diferentes. Estos, bien
pudieron ser víctimas, individualmente considerados, del perjuicio moral narrado, pero así
no se demandó”.103 (Sin subrayar el original)
K. En el daño moral puede existir el elemento corporal
El criterio para distinguir el daño extrapatrimonial y el patrimonial no está
en el carácter material o inmaterial del bien o interés lesionado. Peirano Facio
rechaza la idea vulgar que identifica el daño moral por oposición a la idea de
daño corporal o material. De acuerdo con esa concepción el daño material sería
el que es perceptible por los sentidos, en tanto que daño moral o inmaterial sería
aquel perjuicio de carácter incorporal, que no cae bajo los sentidos.104 No com-
partimos la opinión del jurista Uruguayo. El carácter extrapatrimonial del daño
moral no implica como pudiera pensarse que solo se refiere a aquellos aspectos
del espíritu humano o aspectos puramente psicológicos, inmateriales. Además el
más estricto daño moral también es perceptible por los sentidos, tanto el dolor
físico como el dolor moral o interior que tiene sus manifestaciones en el mundo
exterior de la víctima y sus allegados.
En tal sentido ya nuestra Corte Suprema desde 1929 había advertido el punto. 363
El daño corporal de la persona que en su naturaleza es eminentemente material
tiene naturaleza de daño moral. “Se sabe que en materia de responsabilidad el
daño material no es sólo el corporal susceptible de apreciarse por los sentidos.
En el daño moral puede existir igualmente el elemento corporal; v. gr., la herida
que desfigura”.105 (sin subrayar el original). En otra ocasión la Corte había ex-
presado: “Es la calidad de los bienes o intereses afectados lo que le comunica
su naturaleza propia al daño, y no la circunstancia de que éste pueda tener una
manifestación externa o material. Si se lesionan bienes del patrimonio moral hay
daño moral. Si los del patrimonio material, existe el daño de esta clase”.106
L. Distinción del daño moral con el daño a la vida de relación
103 Ibídem.
104 PEIRANO FACIO, Jorge. Ob. Cit. p. 383.
105 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1937 septiembre 28 G.J.T. XLV, No. 1929,
págs. 758-763.
106 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 1941 junio 20 G.J.T. LI, Nos. 1971-1972.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
llos diferentes entre una y otra jurisdicción, tales como el criterio de equi-
valencia para valorar el daño moral (salarios mínimos legales en Consejo de
Estado y cifra única en la Corte Suprema de Justicia). El tope máximo señala-
do por cada corporación y algunos criterios de presunciones de la existencia
del daño moral son más explícitos en el Consejo de Estado
-- La casuística no es el mejor modo de abordar el tema del daño moral y su re-
paración. Los principios de la reparación del daño, de que este debe ser cier-
to, personal y antijurídico deberían ser el criterio orientador utilizado. Esto
permite saber si la legitimación por activa es adecuada sin tener que caer en
reflexiones sobre los parentescos y sus grados, si los hijos son de crianza o si
son póstumos, etc.
-- En el daño moral hay que distinguir también la existencia, la intensidad y la
cuantificación.
-- Como regla general no se requiere de peritos para su determinación y cuanti-
ficación. La determinación de la cuantía se hace directamente por el juez en
ejercicio de su facultad discrecional –arbitrium iudicis- que está enmarcado
dentro de las circunstancias del caso, la intensidad del daño moral causado
y dentro de los topes sugeridos por las altas cortes. Los topes señalados
son guía jurisprudencial, pero no obligan. Para apartase de ellos, el juez ha
de fundamentar razonablemente los motivos que le llevan a separarse de la 365
doctrina probable.
-- El tope máximo es por cada uno de los perjudicados. No se divide entre to-
dos. Ni se disminuye porque sean varios los dolientes.
-- El daño moral de modo constante en nuestra jurisprudencia es el dolor sufri-
do por la lesión a un bien patrimonial o extrapatrimonial.
-- El quantum asignado por el daño moral tiene un carácter compensatorio.
No es indemnizatorio y tampoco se equipara al daño punitivo que mira más
la conducta dolosa o gravemente negligente del causante del daño, que la
intensidad del daño.
-- El daño moral es una especie de un género más amplio. Existen desarrollos
jurisprudenciales reconociendo otras formas de daños extrapatrimoniales
autónomas como el daño a la vida de relación o alteración de las condiciones
de existencia.
-- Se puede pronosticar que en el futuro cercano la jurisprudencia ampliará el
número de daños extrapatrimoniales.
ITINERARIO JURISPRUDENCIAL DEL DAÑO MORAL EN COLOMBIA ...
366
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A
LA SALUD1
CONTENIDO:
1. Concepto de daño
2. Antecedente inadvertido en Colombia
3. Perjuicio fisiológico o daño a la vida de relación
4. Paseando (proyección) hacía un alinderamiento y autonomía de dos
daños claramente autónomos
Resumen
Desde una perspectiva antropocéntrica y ontológica se presenta la existencia
de un daño actualmente no indemnizado, el cual debe ser reparado de manera 367
autónoma a los otros daños materiales e inmateriales (económico o extraeconó-
mico), especialmente diferente del daño moral o a la vida de relación o alteración
de las condiciones de existencia. Planteamos y sustentamos que el daño corporal,
biológico, fisiológico o a la salud debe ser reconocido como un daño jurídico
indemnizable con autonomía e independencia de otros rubros indemnizatorios
(daño emergente, lucro cesante, daño moral, daño a la vida de relación); abordan-
do la problemática de la tasación de su reparación, proponiendo finalmente el
recurso a la facultad del arbitrio judicial.
Palabras claves
Reparación integral, daños: materiales e inmateriales, daños económicos y ex-
traeconómicos, daño moral, daño a la vida de relación, alteración de las condicio-
nes de existencia, autonomía del daño corporal, biológico o a la salud; cuantías
indemnizatorias, arbitrio judicial.
Abstract
From an anthropocentric perspective and presents the ontological existence
of damage is not currently compensated, which should be serviced independent-
ly of the other tangible and intangible damages (financial or extra), notably differ-
ent from life or damage or alteration of relationship the conditions of existence.
Raise and sustain the injury, biological, physiological or health must be recog-
nized as a compensable injury legal autonomy and independence of other types
of compensation (damages, lost profits, damage, harm to the life of relationship);
addressing problems of taxation of repair, ultimately proposing the use of judicial
power.
Key words
368 Integral Repair damage: material and immaterial, and extra-economic damag-
es, emotional harm, damage to the relationship of life, altered the conditions of
existence of self-injury, biological or health; amounts of compensation, judicial
discretion.
Résumé
D’un point de vue anthropocentrique et présente l’existence ontologique de
dommages ne sont pas indemnisés, ce qui devrait être assuré de façon indépen-
dante des autres actifs corporels et incorporels des dommages-intérêts (finan-
ciers ou extra), notamment différents de la vie ou de dommage ou de la modifica-
tion de la relation les conditions d’existence. Soulever et maintenir le préjudice,
biologiques, physiologiques ou de la santé doit être reconnu comme un droit à
indemnisation du préjudice de l’autonomie et l’indépendance d’autres types de
compensation (dommages et intérêts, perte de profits, de dommages, les dom-
mages à la vie de relation); traiter problèmes de la fiscalité de la réparation, en fin
de compte de proposer l’utilisation du pouvoir judiciaire.
Jesús Alberto Buitrago Duque
Mots clés:
Réparation intégrale des dommages: matériels et immatériels, et extra-écono-
miques des dommages-intérêts, émotionnel, les dommages causés à la relation de
la vie, de modifier les conditions de l’existence du préjudice de l’auto, biologique
ou la santé, les montants de l’indemnisation, le pouvoir judiciaire discrétionnaire.
Problemática jurídica:
La pérdida de una función, de un órgano vital, la lesión a la salud o la gene-
ración de una enfermedad, por si misma, es decir independiente de que dicha
lesión genere afectaciones de orden afectivo o a la vida de relación o pérdidas
económicas (daño emergente o lucro cesante) o generar condenas por punitive da-
mages (haber causado el daño con dolo o culpa grave) amerita una indemnización
autónoma que compense o indemnice la pérdida del órgano, la función vital o la
alteración de la integridad psicofísica?
En caso afirmativo ¿qué método o mecanismo debe operar para tasar la in-
demnización?
1. CONCEPTO DE DAÑO:
No podemos abordar la descripción conceptual de un específico daño, sin te-
369
ner como antecedente y guía el concepto genérico de daño y para ello volveremos
sobre lo dicho al respecto en anterior trabajo. 3 Decía en aquella oportunidad:
Para establecer esos puntos de contacto y retroalimentación, retomaré las
definiciones que en torno al daño ofrecen los profesores De Cupis y Juan Carlos
Henao: “Daño no significa más que nocimiento o perjuicio, es decir, aminoración
o alteración de una situación favorable”.4 Asimismo “daño es la aminoración patri-
monial sufrida por la víctima”, 5 partiendo del presupuesto de que para el profesor
Henao el patrimonio está integrado por bienes materiales e inmateriales.
Si el “concepto de daño se presenta bajo este aspecto sumamente amplio, ya
que de hecho, ninguna limitación ofrece el lenguaje ordinario en cuanto al núme-
ro de lesiones o perjuicios a los que pueda aplicarse la denominación de ¨daños”,6
la discusión se centra en establecer cuáles daños ontológicamente considerados
3 BUITRAGO, Jesús. El daño punitivo en la responsabilidad civil, Pereira, 2007; 262 y ss.
4 DE CUPIS, Adriano. El daño. Teoría general de la responsabilidad civil. p. 81.
5 HENAO, Juan Carlos. El daño. Bogotá, Universidad Externado de Colombia, p.84.
6 DE CUPIS, Adriano, Ob. Cit. p. 81.
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A LA SALUD...
10 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad por daños, T I, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, reimpresión
2004; 314
11 MOSSET ITURRASPE, Jorge. Ob. Cit. p. 314.
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A LA SALUD...
PATRIMONIO:
Conjunto de elementos activos y pasivo, económicamente evaluables, que integran una
universalidad radicada en cierta persona.
Según la doctrina, el patrimonio constituye una unidad cuyo fundamento es el hecho de
que todos los derechos subjetivos susceptibles de evaluación en dinero – sean ellos persona-
les, reales, inmateriales o hereditarios- hacen relación a un mismo sujeto.
…
La doctrina moderna combate la identificación que en otros tiempos se hizo entre la
universalidad del patrimonio y la personalidad, pues mientras ésta es indivisible aquélla
puede partirse materialmente. Se afirma por varios autores que la unidad del patrimonio
está dada por la destinación común de los derechos de naturaleza patrimonial a ciertos
fines especiales.14
372
Consideramos que con retornar a los conceptos básicos, basta para diagnosti-
car que no es correcto seguir hablando de una categoría de daños extrapatrimo-
niales dando la idea de estar por fuera del patrimonio, por el contrario si la nueva
condición que contempla el ser humano adquiere la categoría de daño resarcible,
es precisamente por haber afectado su patrimonio, de lo contrario – si está por
fuera de su patrimonio – no adquiere la calidad de daño jurídico reparable.
Es por ello que con acierto que el profesor HENAO prefiere realizar la división
a partir de las nociones de perjuicios materiales y daños inmateriales al afirmar
categóricamente, que:
Hechas las anotaciones anteriores, se estima oportuno aclarar que en este escrito se
considera, de todas formas, que la clasificación de perjuicio patrimonial y extrapatrimo-
nial carece de sentido. En efecto, es imposible concebir un daño que afecte un bien que se
encuentre fuera del patrimonio, es decir, que sea “extrapatrimonial”. Si patrimonio es el
“conjunto de bienes y de obligaciones de una persona”, y si bien es, al decir de los mismos
12 GHERSI, Carlos. Valuación económica del daño moral y psicológico, Buenos Aires, Astrea, 2000; 61.
13 Hoy magistrado de la Corte Constitucional Colombiana.
14 MADRID-MALO, Mario. Diccionario básico de términos jurídicos, Bogotá, Legis, 1990; 386
Jesús Alberto Buitrago Duque
autores “todo derecho subjetivo patrimonial”, los daños solo pueden afectar el patrimo-
nio.15
Y agrega con su sorprendente lucidez que fue el advenimiento del daño mo-
ral y otros rubros inmateriales lo que impuso a los juristas la terminología de
daños extrapatrimoniales incididos por la tradicional concepción de reparación
económica lo que los llevó a clasificarlos en un estanco diferente, por creer que
se encontraban por fuera del patrimonio, que era lo que impedía que se aceptará
su reparabilidad jurídica, idea superada en el fondo, pero no en la forma; por lo
cual aconseja:
Es así como se propone borrar del lenguaje doctrinario y jurisprudencial la clasificación
entre daños patrimoniales y extrapatrimoniales, y conservar la misma idea, enunciada de
manera diferente: daños materiales y daños no materiales, o si se quiere, daños materia-
les y daños inmateriales. Sólo de esta forma se garantiza que uno de los extremos de la
clasificación tradicional, la de daños patrimoniales, no exprese la totalidad de los rubros
del daño.16
Dicho lo anterior, no existen daños extrapatrimoniales, ello es contradictorio
en sí mismo; todos son patrimoniales, ya sean materiales o inmateriales, o si se
quiere económicos y extraeconómicos, pero no extrapatrimoniales.
Queremos poner de presente, como lo hiciéramos anteriormente que: Nues-
tro legislador optó por una cláusula abierta que permite que dicha consideración 373
y valoración sea realizada por el poder judicial siguiendo los lineamientos bási-
cos, sin olvidar que debe existir una indemnización integral. De manera expresa
no se prohíbe la indemnización de ningún daño. Nos parece que el legislador se
inclinó por la tesis de equiparación del daño ontológico como categoría indemni-
zable. No otra conclusión puede extraerse del contenido del artículo 16 de la ley
446 de 1998, que dispone lo siguiente: “Valoración de daños. Dentro de cualquier
proceso que se surta ante la Administración de Justicia, la valoración de daños
irrogados a las personas y a las cosas, atenderá los principios de reparación inte-
gral y equidad y observará los criterios técnicos actuariales”. Cuando dispone que
la reparación sea integral se está oponiendo lógicamente a la reparación parcial,
nos conduce directamente a un concepto holista del patrimonio de las personas.
De tal modo que ningún daño puede dejar de ser indemnizado e incluso como
factor amplificador se ordena recurrir a la equidad como factor de tasación del
daño. La cláusula abierta permite concluir que el legislador renunció a definir o
calificar el daño, difiriendo dicha valoración a los jueces, según las realidades so-
ciológicas y antropológicas que prevalezcan al momento de generarse la respon-
sabilidad. Pero el contenido y valoración fueron establecidos por la ley de manera
integral y para su valoración se puede recurrir a la equidad respetando criterios
técnicos actuariales.17
Por tanto, nuestro ordenamiento jurídico no limita el derecho indemnizatorio
a los rubros de daño emergente y lucro cesante; por el contrario dicho abanico
se ha ido ampliando a la verdadera identidad ontológica de las consecuencias
del daño en el patrimonio de la víctima, por vía del reconocimiento judicial de
nuevos daños, sin que la labor de construcción se haya concluido, pues pese a
haberse reconocido ya de manera pacífica la reparabilidad de los llamados daños
morales y del daño a la vida de relación, ella no ha concluido; pues vemos como
en la actualidad se sigue dejando a las víctimas con parte del daño al no recono-
cerse su reparabilidad de manera expresa o tácita, como evidentemente ocurre
con el daño corporal, biológico, fisiológico o a la salud.
Aquí retomamos las enriquecedoras páginas de novísima jurisprudencia de
nuestra Corte Suprema de Justicia en el caso Carvajal Gómez vs GDS Ingenieros
Ltda. que reconoce y llama la atención sobre la misión sociológica y renovadora
que compete a los jueces, entre otras por el carácter general y abstracto del
374 derecho de daños, lo que exige que el operador jurídico siempre ausculte el cal-
do sociológico que pide su intervención, a través del reconocimiento de nuevos
daños resarcibles en procura de cumplir con el mandato de reparación integral a
que tienen derecho las víctimas, pronunciamiento en el cual define y caracteriza
el daño a la vida de relación – lo cual ya es importante – no bastándose con ello,
pues de paso deja sentada la autonomía y diferencia con el daño biológico o a la
salud, veamos:
Adicionalmente, ha de notarse que el carácter general de las disposiciones
relacionadas con el derecho de daños le concede al juzgador la posibilidad de
reconocer, desde luego, en forma prudente y razonada, nuevas clases de perjui-
cios resarcibles, encaminados a desarrollar el mentado principio de reparación
integral y a salvaguardar los derechos de las víctimas, como ahincadamente lo
impone el derecho contemporáneo; por tanto, con independencia de los cuestiona-
mientos o polémicas de que pueda ser objeto el daño a la vida de relación en el país donde
tuvo origen, muchas de ellas motivadas por el diverso tratamiento que se ofrece a los
perjuicios patrimoniales y a los extrapatrimoniales, o por el surgimiento de novedosas
categorías, tales como el daño biológico, el daño a la salud y el daño existencial, entre
otros, lo cierto es que esta figura - el daño a la vida de relación - acompasa con los fines
que en este campo persigue el sistema positivo colombiano, a la par que encaja dentro de
una evolución institucional propia y auténtica, por lo que sigue mostrando considerable
utilidad a fin de extender y profundizar las garantías efectivas con que cuentan las perso-
nas que acuden a la administración de justicia.
Por último, en el marco de la labor unificadora de la jurisprudencia que le ha sido
atribuida a la Corte Suprema de Justicia de acuerdo con los artículos 234 y 235 de la
Constitución Política y 365 del Código de Procedimiento Civil, es preciso manifestar que el
reconocimiento por parte de la Sala de la noción que se viene comentando, ha de ser apre-
ciado como un eslabón dentro del proceso de transformación de las instituciones jurídicas
de una sociedad, que en esta ocasión, tras capitalizar las diversas experiencias acopiadas,
viene a determinar la recepción de algunos conceptos existentes encaminados a formular
un planteamiento que atienda las necesidades de la época y las circunstancias propias del
país, claro está, bajo el entendimiento consistente en que su aplicación práctica, los pro-
nunciamientos judiciales que en lo sucesivo se profieran y los cambios de una comunidad
en desarrollo ameritarán que esta Corporación, como Corte de Casación, se encargue de
elaborar e implementar los ajustes, las modificaciones y las adecuaciones que permitan que
esta institución adquiera solidez y estabilidad, pues, como lo pregona uno de los autores
citados, “… en todas las experiencias consideradas puede encontrarse esa característica
común, de donde la temática del daño a la persona se caracteriza por ser un ‘derecho juris-
prudencial’, aún si en determinadas fases de su evolución, para lograr una respuesta más 375
completa, se precisó de la intervención del legislador” (Comandé Giovanni, Resarcimiento
del daño a la persona y respuestas institucionales - La perspectiva europea, Bogotá, 2006,
pág. 101, se subraya).18
En las siguientes líneas dejamos sentada nuestra propuesta de autonomía e
independencia del daño corporal o biológico o en palabras de un sector de la
doctrina italiana daño a la integridad psicofísica o la salud.
18 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, en el caso Carvajal Gó-
mez vs GDS Ingenieros Ltda., 13 de mayo de 2008, Exp. 11001-3103-006-1997-09327-
01, M. P. Dr. César Julio Valencia Copete.
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A LA SALUD...
20 Colombia. Consejo de Estado Colombiano, Sección Tercera, radicación 11519, 10 de agosto de 2000, C.
P. Dra. María Elena Giraldo Gómez.
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A LA SALUD...
lo cual el ISS no estaba obligado a reparar dicho daño por haberse extinguido
la obligación, pese a ser responsable de dicho daño por inadecuada atención
médica, procediendo la indemnización de los daños morales de los familiares del
paciente, más no al lesionado que había transado con su empleador, pues el acci-
dente ocurrió por culpa patronal, aunque la solución del Consejo de Estado no es
muy clara respecto al afecto de la extinción de la obligación por tratarse de dos
centros de imputación diferente – pérdida de la visión causada por el accidente
de trabajo y perdida del globo ocular por deficiente atención médica – permi-
tiendo que la transacción del empleador beneficiara al causante de otro daño, lo
importante para este escrito es que el Consejo de Estado da a entender que al
trabajador se le indemnizó la pérdida del ojo.
El caso puede resumirse en que un trabajador sufrió un accidente de traba-
jo que le causó la pérdida de la visión y la pérdida del órgano físico o pérdida
anatómica tuvo su causa directa en la irregular atención médica brindada por el
ISS al no haber atendido al paciente un especialista, quedando probado que si
al paciente se le hubieran extraído a tiempo las esquirlas alojadas en el ojo, no
habría perdido anatómicamente todo el cuerpo del órgano, pudiendo conservar
la esclerótica y tal vez la córnea, proporcionando un mejor aspecto estético en
la persona del trabajador; en consecuencia el Consejo de Estado analizaba las
378 consecuencias no de la pérdida de la visión, sino el de la pérdida anatómica o del
cuerpo del órgano, evidente daño corporal o alteración de la integridad psicofí-
sica, pues se probó que el sólo hecho de penetrar un cuerpo extraño, no quiere
decir que inevitablemente todo el cuerpo anatómico del ojo se tenga que perder.
Afirmando los Consejeros de Estado: La conducta tardía del I.S.S le impidió al pa-
ciente tener la oportunidad - daño antijurídico - de salvar por lo menos parte anatómica
del cuerpo del ojo que fue lesionado antes, en un accidente laboral, y por penetración de
esquirlas.
El demandante y sus familiares reclamaron la indemnización de perjuicios mo-
rales, fisiológicos y materiales por la pérdida del ojo izquierdo. El problema que
impidió, según el juez administrativo, se le reconociera la indemnización por la
pérdida anatómica a cargo del ISS, consistió en que el trabajador en el proceso
laboral que instauró contra su empleador, en procura de una responsabilidad
plena u ordinaria por culpa patronal, transó con su patrono todos los perjuicios
ocasionados a consecuencia de la extracción del ojo.
Textualmente el acuerdo transaccional señalaba que:
Jesús Alberto Buitrago Duque
Consideramos pues, que además ser desacertada la solución, por no poder ex-
tinguir el patrono una obligación que no había asumido, pues no causó la pérdida
orgánica del ojo y no haber operado la subrogación en el crédito, el trabajador
podía solicitar válidamente del ISS la reparación del daño causado por la entidad
a lo sumo por poder acumular dichas indemnizaciones por tener causa jurídica
diferente; pero especialmente por ser la pérdida del órgano un daño autónomo
independiente de la incidencia económica que hubiera tenido dicho evento; as-
pecto que aprueba el Tribunal al aceptar que el empleador indemnizó la pérdida
anatómica, sin que hubiera afirmado que dicho daño no era indemnizable, como
debió decirlo si esa hubiera sido su posición, pues de no ser un daño autónomo,
ello directamente le hubiera permitido negar la pretensión por inexistencia del
daño y no tener que recurrir a toda la elucubración de la extinción de la obli-
gación, pues aceptar que el patrono extinguió la obligación es aceptar que ella
surgió, es decir, la reparabilidad del daño corporal o fisiológico.
21 Colombia. H. Consejo de Estado del 19 de julio de 2000, Sección Tercera, M. P. Alier Eduardo Hernández
Enríquez, radicación # 11.842, Caso Gutiérrez Sepúlveda y O. Vs. Policía Nacional.
22 Presidente del Consejo de Estado Colombiano.
23 GIL BOTERO, Enrique. Temas de responsabilidad extracontractual del Estado, Medellín, Comlibros, 2006; 110.
Jesús Alberto Buitrago Duque
e) Ser un derecho que tiene como objeto la plenitud del ser, de las facultades físicas,
mentales y espirituales del hombre. Plenitud que está ordenada a la realización de sus
fines propios. Plenitud física, o normalidad en el desempeño de las facultades físicas de la
persona”.28
No sólo es pasible de lesionarse el “bolsillo” de la víctima, por el contrario,
existen otros derechos de mayor jerarquía, como los de la personalidad, el es-
píritu y la integridad sicofísica que de ser agredidos deben ser indemnizados,
desconocer tal posibilidad significaría neutralizar su relevancia socio jurídica.
Desde el punto de vista personal las incapacidades no sólo son laborales, por
el contrario, pueden ser legales o fisiológicas; como lo comenta el profesor C am-
bas Zuluaga, diciendo:
28 HOYOS CASTAÑEDA Ilva M. La persona y de sus derechos. Consideraciones Bioéticas-Jurídicas, Bogotá, Temis,
2000, Págs. 191 a 193
29 CAMBAS ZULUAGA Luis Armando. Determinación del origen y valoración del Daño Corporal, Medellín, Comli-
bros, 2004, p. 25.
30 BUITRAGO DUQUE Jesús Alberto. Ob. Cit. p. 246.
Jesús Alberto Buitrago Duque
37 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, en el caso Carvajal Gómez vs GDS Ingenieros
Ltda., 13 de mayo de 2008, Exp. 11001-3103-006-1997-09327-01, M. P. Dr. César Julio Valencia Copete.
DAÑO CORPORAL, BIOLÓGICO, FISIOLÓGICO O A LA SALUD...
38 VICENTE DOMINGO Elena. La valoración del daño corporal, en Del daño. Bogotá: Editora Jurídica de Colom-
bia, 2001, págs. 115 y 116
Jesús Alberto Buitrago Duque
bien advierte los Mazeaud, su tarea es solamente la de fijar una reparación en la medida
de los posible, y no la de imponer una pena.39
Sobre la evolución que ha sufrido el concepto de daño desde el giro egocéntri-
co o individualista hasta llegar al social y la fórmula abierta adoptada por nuestro
legislador en el artículo 16 de la ley 446 de 1998, puede consultarse lo comen-
tado en El Daño Punitivo en la Responsabilidad Civil, publicado recientemente por
el suscrito, capítulo VI, Recepción del daño punitivo o sanción civil en nuestro
derecho, sección 1. Presentación (concepto de daño) especialmente a partir de
las páginas 263 y siguientes.
4.4 Resplandores.
Para seguir evidenciando la validez de la tesis propuesta, permítanme foto-
grafiar el camino que va despejando la jurisprudencia foránea, con el siguiente
extracto:
3) DAÑO BIOLÓGICO:
1. Debe considerarse daño a todo lo que altera la integridad física, y por más que la cura-
ción y readaptación sea más o menos completa, no podrá devolverse al organismo alterado
la situación de incolumidad anterior al accidente, lo que constituye el perjuicio reparable.
Se entiende por daño biológico al que parte de la base de una integridad corporal que
no ha quedado intacta y se proyecta sobre las esferas no laborales (del fallo de primera
391
instancia).
El daño biológico es autónomamente resarcible, cualesquiera fueran las consecuencias
patrimoniales (lucro cesante y daño emergente) o no patrimoniales (sufrimientos) de la
lesión sufrida (del fallo de primera instancia).
El concepto de daño biológico, comprensivo de cada disminución de la integridad psi-
cofísica de la persona, considerada en sí por sí, en cuanto incide sobre el “valor hombre”,
en toda su concreta dimensión, no se agota en la actitud de producir riqueza, sino que
reúne la suma de las funciones naturales referidas al sujeto en el ambiente en que su vida
se desarrolla, y tiene relevancia no sólo económica sino también biológica, cultural, social
y estética.
Independiente de cuál es la naturaleza jurídica del concepto de daño biológico, es decir,
si se repara como daño material, como daño moral, o como un tercer género autónomo,
existe consenso en que el ataque o daño a la integridad física es indemnizable (del fallo de
primera instancia).
CNCiv, Sala B, 11/2/93, “García, Gustavo A. y otro c/ Dos Santos Goncalves, María A. s/
sumario”, ED, 152-491.40
Así lo aprecia la Corte Suprema de Justicia en el ya mencionado caso Carvajal Gómez vs
GDS Ingenieros Ltda., al describir el estado de la doctrina italiana:
El daño a la vida de relación es conceptualmente distinguible del patrimonial
y del daño a la salud, y puede coincidir con uno u otro, o presentarse cuando
ambos están ausentes. (…) En suma, no se puede negar que la pérdida de la posibilidad
de relacionarse en la vida social constituye un daño que es autónomo de los sufrimientos
morales que eventualmente pueden presentarse, como de los daños patrimoniales y de
aquellos a la salud” (Cricenti Giuseppe, Il danno non patrimoniale, Cedam, Padova, 1999,
pág. 124).
En similar dirección, el citado autor C.M. Bianca afirma: “… admitiéndose que
el daño a la integridad psicofísica y a la salud debe ser resarcido con prescinden-
cia de sus consecuencias patrimoniales, se presenta la exigencia de concebir el
daño a la vida de relación como una figura autónoma de daño…” (Ob. Cit., pág.
185).41
Dicha autonomía y diferenciación entre el daño corporal o a la salud y el daño
a la vida de relación es evidente.
4.5 Propósito.
392 Se pretende seguir estudiando el tema y liderar o apoyar todo proyecto que
propenda por la reivindicación del ser humano desde el derecho de daños, lo cual
significa apoyar a los caminantes que han forjado los senderos que hoy empeza-
mos a descubrir en procura de conquistar el reconocimiento de nuevos daños
que aunque ontológicos no son hoy reparados y por la vigencia del principio del
daño como la fuente de la obligación reparadora y no la culpa. Que en el corazón
de los hombres se anide la idea pétrea de no dañar antes que la de reparar y para
ello no escatimaremos esfuerzos hasta lograr nuestro cometido y cada rechazo
legislativo o jurisprudencial serán el oxígeno que alimentará el nuevo y rejuvene-
cido aliento.
CONTENIDO:
-- Problema jurídico
-- Generalidades
-- Las dificultades diagnósticas
-- El concepto de enfermedad profesional
-- Las aseguradoras y la enfermedad profesional 393
-- Solución propuesta a la desventajosa posición probatoria de la persona
afectada por una enfermedad profesional
-- Conclusión
-- Bibliografía
RESUMEN
La probabilidad de obtener el reconocimiento del origen ocupacional de una
patología es baja. Existe una presunción de origen común de las patologías excep-
to para las reconocidas en listado oficial de enfermedades profesionales, no obs-
tante, es posible obtener el reconocimiento del origen ocupacional de cualquier
patología demostrando la relación de causalidad entre los factores de riesgo ocu-
pacionales a los que el trabajador se ha expuesto y la enfermedad diagnosticada,
pero la dificultad probatoria en este sentido ubica al principal interesado en una
PALABRAS CLAVES
Enfermedad Profesional, Enfermedad común, Factor de riesgo ocupacional,
Nexo de causalidad, Presunción de causalidad, Inversión de la carga de la prueba,
394 Administradora de Riesgos Profesionales.
PROBLEMA JURÍDICO
Es muy difícil para el afiliado al Sistema General de Riesgos Profesionales sus-
tentar el origen profesional de una determinada patología. El absoluto desconoci-
miento del tema lo ubica en una situación de manifiesta debilidad desde el punto
de vista técnico y probatorio y por tanto muy vulnerable a la hora de defender sus
derechos y controvertir las decisiones de las Administradoras de Riesgos Profe-
sionales expertas en el tema. Son muchos los trabajadores que ven desconocidos
sus derechos por esta situación y no tienen la capacidad científica ni económica
para trabar disputas probatorias con su ARP.
HIPÓTESIS DE SOLUCIÓN: Conocido que el principio general en materia de
Seguridad Social en Riesgos Profesionales establece que toda enfermedad es co-
mún hasta que no se demuestre su origen profesional (artículo 12 del Decreto
1295 de 1994), dada la enorme distancia técnica y económica entre el afiliado y
la Administradora de Riesgos Profesionales, una vez alguna de las entidades del
Víctor Hugo Trujillo Hurtado
Sistema General de Seguridad Social en Salud (EPS, ARS, IPS) determine que una
enfermedad es de origen profesional, se invierte la carga de la prueba en materia
causal y en consecuencia corresponde a la ARP, en caso de no estar de acuerdo
con la calificación de dicho origen, desvirtuarlo demostrando su origen común.
GENERALIDADES
Las enfermedades relacionadas con las actividades laborales tienen impor-
tantes referencias históricas que datan de tiempo de Hipócrates, este por ejem-
plo habló de los efectos tóxicos del plomo y de las consecuencias para la salud,
muchos otros en su época señalaron que ciertas patologías se relacionan con
determinados trabajos como los joyeros y artesanos. Con el advenimiento de la
revolución industrial y el fenómeno del maquinismo se hizo más evidente que
ciertos trabajos ofrecían mayores riesgos para la salud e incluso mayor riesgo de
morir como consecuencia de una enfermedad o un accidente. La consagración de
la medicina del trabajo en el mundo se atribuye a Bernardino Ramazzini en el año
1700. La legislación sobre la protección de las enfermedades laborales se inicia al
final del siglo XIX especialmente en países europeos.2
Desde entonces el desarrollo científico, doctrinal y estadístico acerca de la en-
fermedad profesional ha sido vertiginoso y la cifra de personas afectadas en todo
el mundo alarmante. Se calcula que alrededor de 160 millones de personas cada 395
año padecen de enfermedades profesionales. En Colombia un informe reciente
del Ministerio de Protección Social señala que el número de diagnósticos reali-
zados por las empresas promotoras de salud se incrementó en un 110%, al pasar
de 1187 diagnósticos en el año 2001 a 2.497 en el año 2004; mientras la tasa de
enfermedad profesional se incrementó en un 105% al pasar de 22 por cien mil en
el año 2001 a 45 por cien mil en el año 2004. A pesar del incremento notable en el
número de diagnósticos se reconoce que, según estimativos de la Organización
Mundial de la Salud, la incidencia de la enfermedad profesional en el mundo se
ubica entre 300 y 500 casos por cada cien mil trabajadores, esto quiere decir que
para los afiliados cotizantes al régimen contributivo de nuestro país se debieron
esperar para el año 2004 entre 16 mil y 27 mil casos de enfermedades profesio-
nales pero solo se diagnosticaron 2500. El fenómeno anterior es multifactorial
pero con mucho, la desprotección social, el
2 AYALA CÁCERES, Carlos L. Legislación en salud ocupacional y riesgos profesionales. P. 161. Ediciones
Salud Laboral. Bogotá. 2004
INVERSIÓN DE LA CARGA PROBATORIA DE LA CAUSALIDAD EN EL ...
3 CORRIE, Charles. Actualización de la norma OSAS 18001. Versión 2007. P. 3. 40 Congreso de seguridad,
salud y ambiente. Bogotá. Junio de 2007
4 Protección y seguridad. Revista del Consejo Colombiano de Seguridad. Año 53 No
314 julio – agosto de 2007. P. 2
Víctor Hugo Trujillo Hurtado
nado. En vía judicial el panorama es aún peor, pues prácticamente se toma como
doctrina inamovible lo que dispongan las Juntas de Calificación y el esfuerzo pro-
batorio para desvirtuarlas es una tarea muy costosa técnica y económicamente.
CONCLUSIÓN
Es posible sustentar una inversión de la carga de la prueba en materia causal
para las ARP, una vez las entidades del SGSSS (EPS, ARS, IPS) han calificado el
evento como profesional, no solo basado en razones de equilibrio probatorio
(carga dinámica de la prueba), sino en razones normativas contenidas en las regu-
laciones citadas. Es urgente la inversión de la carga probatoria en materia de cau-
salidad ocupacional una vez la Empresa Promotora de Salud realice el diagnóstico
de enfermedad profesional. En virtud de ello correspondería a la ARP desvirtuar
la presunción de legalidad que nace a favor del trabajador en materia causal entre
el factor de riesgo a que se ha visto expuesto y la enfermedad que padece.
BIBLIOGRAFÍA
AYALA CÁCERES, Carlos L. Legislación en salud ocupacional y riesgos profesio- 401
nales. P. 161. Ediciones Salud Laboral. Bogotá. 2004
CORRIE, Charles. Actualización de la norma OSAS 18001. Versión 2007. P. 3. 40
Congreso de seguridad, salud y ambiente. Bogotá. Junio de 2007.
Icontec. Sistema de Gestión en Seguridad y Salud Ocupacional y otros docu-
mentos complementarios. Bogotá. 2006.
Protección y seguridad. Revista del Consejo Colombiano de Seguridad. Año 53
No 314 julio – agosto de 2007. P. 2
Sociedad Colombiana de Medicina del Trabajo. Prevención y diagnóstico de las
enfermedades profesionales. Primera edición. 2007
www.minproteccionsocial.gov.co
www.paho.org
402
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE
LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DEL
LEGISLADOR EN COLOMBIA
CONTENIDO:
I. Introducción
II. Descripción jurisprudencial de la responsabilidad patrimonial del
Estado-Legislador en Colombia
III. El título jurídico de imputación de la responsabilidad patrimonial
del Estado-Legislador a partir de la sentencia de 25 de agosto de
1998 de la Sala Plena del Consejo de Estado
IV. La vía procesal idónea para reclamar perjuicios derivados de leyes 403
exequibles a la luz de la sentencia c- 038 de 2006 de la Corte Cons-
titucional
V. La extensión del concepto a la responsabilidad del estado por actos
administrativos regulares y la definición adecuada de las acciones
contencioso-administrativas según el fin perseguido por el actor a
partir de la sentencia de 8 de marzo de 2007 de la Sección Tercera
del Consejo de Estado
VI. Conclusiones
INTRODUCCIÓN
Si bien el reconocimiento de la responsabilidad patrimonial del Estado fue un
logro tardío para los sistemas jurídicos continentales de tradición romano-ger-
mánica, la aceptación de un régimen de responsabilidad en cabeza del Estado,
pero en su faceta legislativa fue una novedad solamente reconocida a partir del
siglo XX.
Mucho tardaron las cortes y en especial las francesas, para abortar la idea de
la existencia de un principio general de irresponsabilidad del Estado, “porque
ocurre que solo a partir de la segunda mitad del siglo XIX vino a reconocerse
en el mundo que, a pesar de los poderes y preeminencias que evidentemente lo
definen y caracterizan, el Estado, como sujeto de derecho que es, está obligado a
responder por los perjuicios que con sus actos pueda causarle a los ciudadanos”.2
Dicho reconocimiento, se ha sostenido históricamente, surgió el 8 de febrero
de 1873, cuando el Tribunal de Conflictos francés emitió el célebre fallo Blanco,
con ocasión del litigio entrabado por el padre de una menor a la cual una vagone-
ta de propiedad de una compañía tabacalera estatal le ocasionó severas lesiones
corporales.
El fallo Blanco, en el cual el Tribunal de Conflictos francés simplemente bus-
404 caba desatar un conflicto negativo de competencias, por haber sido interpuesta
la demanda ante los tribunales ordinarios mediante una acción civil de indemni-
zación de perjuicios, aportó las siguientes 4 conclusiones jurídicas que fueron
definitivas en la historia de la responsabilidad estatal: (i) puso fin al principio de
irresponsabilidad del Estado; (ii) estableció como principio, que la responsabili-
dad administrativa no se regía por las normas del Código Civil, sino que estaba
sujeta a reglas especiales, que deberían atender a los imperativos propios de los
servicios públicos; (iii) reconoció que la problemática propia de la responsabili-
dad administrativa era de competencia de la jurisdicción administrativa; y (iv) le
atribuyó a un establecimiento industrial del Estado la calidad de servicio público,
criterio funcional finalístico que en aquel entonces permitía determinar el con-
cepto de administración pública.
Luego, más de medio siglo tardó la jurisprudencia francesa, para que, en 1938,
se reconociera la existencia de la responsabilidad patrimonial del Estado–legisla-
dor con la expedición del famoso arrêt La Fleurette. Las particulares circunstancias
2 ESGUERRA PORTOCARRERO, Juan Carlos. La Protección Constitucional del Ciudadano, primera edición,
Legis, p. 258.
Daniel Arango Perfetti
4 BOTERO ARISTIZÁBAL, Luis Felipe, La Responsabilidad Patrimonial del Legislador, Legis, p. 17.
5 Ibídem. p. 19.
Daniel Arango Perfetti
6 Colombia. Corte Constitucional. Sentencia C – 038 de 2006, M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL...
Stella Correa Palacio y que resolvió el litigio que se entrabó entre Carlos Sammy
López Mustafá en contra del Municipio de la Virginia (Risaralda) y su alcalde.
A partir de estas tres decisiones y en especial de las dos primeras, es que
se puede afirmar que en Colombia, más allá de posiciones doctrinales aisladas,
existe un diáfano reconocimiento jurisprudencial de la responsabilidad del Esta-
do-legislador por leyes constitucionales.
11 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, mayo 8 de 1995, expediente 1818, C.P. Juan de Dios Mon-
tes Hernández.
12 SAAVEDRA BECERRA, Ramiro. La Responsabilidad Extracontractual de la Administración Pública, prime-
ra edición, Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, p. 430.
13 SAAVEDRA BECERRA, Ramiro. Ob. Cit., p. 433.
14 Ibídem, p. 434.
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL...
15 Colombia. Consejo de Estado, Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, 25 de agosto de 1998, radi-
cado IJ-001, C.P. Jesús María Carrillo Ballesteros.
Daniel Arango Perfetti
“En síntesis debe tenerse presente que mientras en el fallido proceso ordinario el de-
mandado era Edmund Scott y el daño, la muerte de Cesar Julio Cuervo, en este proceso,
el demandado es el Estado Colombiano y el fundamento es el desequilibrio de las cargas
públicas ante la ley. Aquí, la muerte de Cuervo solo se tendrá en cuenta como factor ob-
jetivo para el cálculo de la indemnización a la que haya lugar y no es materia de juicio la
conducta de Scott”.
Al analizar el régimen jurídico aplicable y por ende el título jurídico de impu-
tación, el Consejo de Estado señaló lo siguiente:
“Si del cumplimiento del Tratado, que como en el caso particular que nos ocupa de-
viene para los actores un perjuicio cuya autoría material radica en cabeza de un agente
diplomático, la Nación Colombiana debe asumir las consecuencias patrimoniales derivadas
del cumplimiento de sus obligaciones y respecto de las relaciones diplomáticas entre los
Estados. Entonces, se encuentra claramente establecido por el factor de imputación de la
responsabilidad impetrada respecto del ente demandado por su titularidad jurídica exclu-
siva y excluyente para el manejo de las relaciones internacionales que constitucionalmente
implican una operación compleja con participación de las tres ramas del poder público,
a saber, el ejecutivo encabezado por el Presidente de la República a quien corresponde
la dirección de las relaciones internacionales y por ende la negociación de los tratados;
el legislativo que incorpora los tratados internacionales como texto de derecho interno
mediante leyes y el judicial representado en el caso por la Corte Constitucional mediante el
control automático que ejerce sobre dichas leyes.
413
(…)
“En el sub-judice, estima la Sala, que es pertinente aplicar el régimen de la responsabili-
dad por daño especial, que es el que corresponde aplicar cuando por la actividad legítima
del Estado se causa un daño. En el caso presente la incorporación a la legislación nacional
del texto de la convención de Viena de fecha 18 de abril de 1961, en desarrollo de una
operación compleja de naturaleza pública consistente en la negociación y firma del dicho
tratado, su incorporación como ley nacional y la sujeción a los controles jurisdiccionales de
conformidad con la constitución y su aplicación produjo un daño consistente en el desequi-
librio de las cargas públicas que los actores no deben soportar.
(…)
“La aplicación del texto normativo en el sentido de conferir la inmunidad conduce a
un enfrentamiento de derechos reconocidos por el ordenamiento colombiano; de un lado
la condición del diplomático que goza de la inmunidad para ante los jueces colombianos
y de otro lado el derecho que tienen todos los residentes de Colombia para accionar ante
sus jueces naturales para que se respeten sus derechos, se les proteja o se les garantice
conforme al derecho positivo vigente, y demandar y ser demandados. Si excepcionalmente
como en este caso y por un tratamiento de privilegio conferido por el Estado a una perso-
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL...
na, atendida sus calidades, se produce un desequilibrio en su favor y en contra de otro que
resulta damnificado y sin la posibilidad de demandar con fundamento en el hecho dañino
ante su juez natural, es claro que hay un desequilibrio de las cargas públicas y que por ello
el particular está habilitado para demandar al Estado en reparación con fundamento en su
actuar complejo como ya se dijo.
En síntesis, puede afirmarse que el título de imputación jurídica sobre el cual se edifica el
juicio de responsabilidad para el Estado, lo constituye el rompimiento del equilibrio de las
cargas públicas, ocasionado por la actividad legítima de autoridades estatales (Congreso y
Presidente de la República), que causa daño antijurídico, respecto del cual, el administrado
no está en el deber de soportar, pues la carga pública debe ser colectiva, no debe correr
a cargo de una persona en particular. De ahí que sea equitativo, imponer al Estado en
representación de la sociedad, la obligación de reparar el perjuicio irrogado a los actores.
Esta solución no es cosa distinta que el cabal desarrollo y ejecución lógica del principio de
la igualdad ante la ley, previsto en el artículo 13 de la C.P”.
Esta decisión asumida por la sala plena del Consejo de Estado y en la que se
aplicó un régimen de responsabilidad objetivo, ha sido fruto de críticas no solo
doctrinarias sino también en el seno mismo del Consejo de Estado, en donde va-
rios de sus Consejeros formularon diversas aclaraciones de voto a la sentencia de
mayoría. Al interior de dichas aclaraciones de voto cabe destacar, las siguientes:
“Considero que ha debido reafirmarse que en el presente caso el fundamento de la res-
414 ponsabilidad estatal no puede ser otro que el daño antijurídico causado por las autoridades
públicas (art. 90 Constitución Política), que han privado del derecho de acceso a la justicia
a quienes han padecido la lesión de uno de sus derechos. El título de imputación aquí se-
ría el daño especial que la actividad legítima del Estado de acatar las reglas y pactos del
derecho internacional puede causarle a los asociados al imponerles la carga de demandar
en el territorio del estado causante del daño y consecuentemente, impedirles el acceso al
aparato judicial internacional”.16
“La fuente de la responsabilidad estatal por las actuaciones de los agentes diplomáticos
extranjeros que gozan de inmunidad, no se encuentra en la existencia de la ley aprobatoria
del tratado ni en las actuaciones de las personas públicas que la hacen posible. Mal puede
invocarse, entonces, que estas actuaciones originan una desigualdad en las personas ante
las cargas públicas. Es principio general que tanto el tratado como la ley que lo aprueba
producen efectos erga omnes, es decir, sus efectos son de carácter general, impersonal y
abstracto, en otros términos, vincula a todos los habitantes del territorio nacional”.17
16 Colombia. Consejo de Estado, aclaración de voto, 25 de agosto de 1998, radicado IJ-001, Ricardo Hoyos
Duque.
17 Colombia. Consejo de Estado, aclaración de voto, 25 de agosto de 1998, radicado IJ-001, Juan de Dios
Montes Hernández.
Daniel Arango Perfetti
Pese a las aclaraciones de voto y tal como lo señala el doctor Luis Felipe Bote-
ro Aristizábal, en su texto de la Responsabilidad Patrimonial del Legislador, exis-
ten en la historia jurídica colombiana dos sentencias adicionales, proferidas por
el Consejo de Estado18 en las que se reconoce con claridad que el título jurídico
de imputación en los casos en que se requiera indemnizar perjuicios ocasionados
por leyes exequibles corresponde con el daño especial que encuentra soporte en
nuestro país, en el principio de igualdad ante la Ley establecido en el artículo 13
de la Constitución Política.
Por último, el reconocimiento de este esquema objetivo de responsabilidad,
fue reconocido recientemente y sin generar mayor discusión cuando el Consejo
de Estado, en sentencia del 8 de marzo de 2007,19 al analizar la responsabilidad
del Estado por actos administrativos regulares hizo un recuento del estado de
cosas en la jurisprudencia colombiana, en lo que tiene que ver con la ley en sen-
tido amplio, es decir, inclusiva de leyes expedidas a través del procedimiento
legislativo y de actos administrativos de carácter general.
20 Colombia. Corte Constitucional, sentencia C – 038 de 2006, M.P. Humberto Antonio Sierra Porto.
Daniel Arango Perfetti
21 Ibídem.
22 Colombia. Corte Constitucional, sentencia C – 038 de 2006, M.P. Humberto Antonio Sierra Porto. Ob. Cit.
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL...
23 Colombia. Corte Constitucional, sentencia C – 038 de 2006, M.P. Humberto Antonio Sierra Porto. Ob. Cit.
Daniel Arango Perfetti
(…)
Por manera que, vista la evolución jurisprudencial en punto de responsabilidad por el
Estado-Regulador, sea este constitucional, legal o administrativo, la jurisprudencia vigente
de esta Corporación se inclina decididamente por admitir la procedencia de la acción de
reparación directa cuando quiera que no se cuestiona la “legitimidad” del acto normativo
causante del desequilibrio ante las cargas públicas”.25
Como requisitos para la procedencia de la acción de reparación directa en
contra de actos administrativos, el Consejo de Estado señala, como necesaria la
reunión de las siguientes condiciones: “i) Que se trate de un acto administrativo
legal, esto es, que se trate de una actuación legítima de la administración; ii)
Que se acredite que la carga impuesta al administrado sea anormal o desmesura-
da (rompimiento de la igualdad ante las cargas públicas o violación de la justicia
distributiva)”.26
En este aspecto es importante diferenciar, tal como lo hace el Consejo de
Estado que si el acto administrativo tiene algún vicio de legalidad y se busca la
indemnización de los perjuicios ocasionados con su aplicación, será entonces la
acción de nulidad y restablecimiento del derecho y no la de reparación directa
la que deba ser incoada por el afectado para lograr la finalidad resarcitoria. Al
respecto, señala el Consejo de Estado:
“La procedencia de la acción no depende de que el actor escoja cuestionar o no la le- 421
galidad del acto administrativo, tal elección depende directamente de la presencia o no
de causal de ilegalidad en el mismo, si ella se presenta entonces el perjuicio por el cual se
reclama indemnización deviene de una actuación irregular de la administración, esto es,
del acto administrativo afectado de ilegalidad, evento en el cual para que el daño causado
con aquel adquiera la connotación de antijurídico, es menester lograr su anulación en sede
de revisión de legalidad, mediante la acción de nulidad y restablecimiento del derecho que
es la que corresponde.
En cambio, cuando el acto administrativo se ajusta al ordenamiento jurídico, no obs-
tante lo cual causa un daño, ese daño sólo comprometerá la responsabilidad patrimonial
del Estado, cuando de él pueda predicarse el carácter antijurídico, el cual resulta de la
demostración del rompimiento de la igualdad frente a las cargas públicas, que el acto ha
causado a alguno o algunos de los administrados, demostración que debe tener lugar en
el ámbito de una acción de reparación directa.
25 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, 8 de marzo de 2007, radicado 16.421, C.P. Ruth Stella
Correa Palacio Ob. Cit.
26 Ibídem.
EL RECONOCIMIENTO JURISPRUDENCIAL DE LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL...
VI. CONCLUSIONES
A manera de conclusión y como síntesis de las sentencias analizadas, es im-
portante señalar lo siguiente:
1. En Colombia, actualmente es indiscutible la existencia de la responsabilidad
patrimonial del legislador y de la administración por leyes constitucionales y ac-
tos administrativos regulares.
2. El fundamento de dicha responsabilidad es de carácter objetivo y tiene
422 asiento en la teoría del daño especial como título jurídico de imputación, la cual
requiere a su vez, para su materialización, que existan circunstancias especiales
y anormales en la causación del daño al particular afectado.
3. La vía procesal adecuada para el ejercicio de pretensiones resarcitorias en
esta materia es la acción de reparación directa contenida en el artículo 86 del
Código Contencioso Administrativo.
4. En materia de actos administrativos de carácter regular, no existe opción
en materia de la acción contencioso administrativa a interponerse por el actor.
Si el acto administrativo cuenta con algún vicio de legalidad, la única posibilidad
existente para reclamar los perjuicios ocasionados será la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho y si dicho acto causa un perjuicio pero es perfecta-
mente legal, la vía procesal adecuada será la acción de reparación directa.
27 Colombia. Consejo de Estado, Sección Tercera, 8 de marzo de 2007, radicado 16.421, C.P. Ruth Stella
Correa Palacio. Ob. Cit.
Daniel Arango Perfetti
En lo que tiene que ver con la acción de nulidad y restablecimiento del dere-
cho es importante señalar que ésta procede tanto contra actos administrativos
de carácter general como particulares conforme con la teoría de los motivos o
móviles y finalidades que ha sido recurrentemente esbozada por parte del Con-
sejo de Estado.
423
424
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C.
PARA SER FUENTE NORMATIVA DE LA
RESPONSABILIDAD POR EL HECHO DE LAS COSAS
O ACTIVIDADES PELIGROSAS
CONTENIDO:
1. Justificación del presente ensayo.
2. Precisión inicial. El artículo 2356 del C. C. como punto de partida
de la responsabilidad por el hecho de las cosas o actividades peli-
grosas
3. Eduardo Zuleta Ángel, verdadero gestor de la doctrina de la res-
ponsabilidad por el hecho de las cosas o actividades peligrosas en 425
Colombia
4. Breve alusión al artículo 2354 del C. C. como norma con mayor
vocación quizás que la del artículo 2356 para ser fuente formal de la
responsabilidad por el hecho de las cosas o actividades peligrosas
5. Texto del artículo 2356 del C. C.
6. Daños imputables a malicia o negligencia de una persona, no cierta-
mente imputables al hecho de las cosas o actividades peligrosas
7. La responsabilidad por el hecho de las cosas o actividades peligro-
sas tiene similar tratamiento al de las obligaciones de resultado
8. A la responsabilidad por el hecho de las cosas o actividades peligro-
1 Abogado litigante, especialista en Derecho Comercial de la Universidad Externado de Colombia y De-
recho Procesal de la Universidad del Rosario, Arbitro, Conciliador y Conjuez del Tribunal Superior de
Armenia, Sala Civil-Familia-Laboral.
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
actividad e impedir que ella, por su propio dinamismo o debido a circunstancias anormales
que la rodearon en un momento dado, escape al control de quien de la aludida actividad
se sirve o reporta beneficio»…’ (Sent. Cas. Civ. de 5 de mayo de 1999, Exp. No. 4978)”.
La teoría del riesgo, según la cual al que lo crea se le tiene por responsable, mira prin-
cipalmente a ciertas actividades por los peligros que implican, inevitablemente anexos a
ellas y miran la dificultad, que suele llegar a imposibilidad, de levantar las respectivas
probanzas los damnificados por hechos ocurridos en razón o con motivo o con ocasión
de ejercicio de esas actividades. Un depósito de sustancias inflamables, una fábrica de
explosivos, así como un ferrocarril o un automóvil, llevan consigo o tienen de suyo extraor-
dinaria peligrosidad de que generalmente los particulares no pueden escapar con su sola
prudencia. De ahí que los daños de esa clase se presuman, en esa teoría causados por el
agente respectivo, como sería en estos ejemplos el autista (del texto completo de la senten-
cia se infiere que la Corte quiso referirse aquí al conductor del automóvil), el maquinista,
la empresa ferroviaria, etc. Y de ahí también que tal agente o autor no se exonere de la
indemnización, sea en parte en algunas ocasiones, sea en las todas otras veces, sino en
cuanto demuestre caso fortuito, fuerza mayor o intervención de elemento extraño.
(...)
La máquina, en el estado actual de la civilización, es algo que sencillamente supera al
hombre, lo que vale como decir que él debe estar prevenido a este respecto, entre otros fi-
nes con el de no perder el control indispensable sobre ella. Por él comienza la peligrosidad,
quien la usa y maneja es el primer candidato como víctima”.3
bre las llamadas ‘actividades peligrosas’, las que dedujo de los ejemplos del artículo citado
‘todos los cuales implican una peligrosidad que fundamenta la presunción de culpabilidad
o responsabilidad contra el autor del daño’
(...)
Y si bien el insigne jurista no alcanzó a plasmar la tesis en sus famosos fallos dictados en
su paso por la Sala Civil de la Corte Suprema es lo cierto que dicha corporación la acogió
en tres importantes sentencias del 14 de marzo de 1938 (conocida como el ‘caso del joven
Arnulfo’) y del 18 y 31 de mayo del mismo año (...)”. 5
En el mismo sentido lo registra Javier Tamayo Jaramillo, en su obra Tratado de
Responsabilidad Civil, t. I., Legis S. A., Bogotá, D. C., Segunda Edición, corregida y
aumentada, año 2007, pág. 863, en la cual comenta:
“De todos modos, autores colombianos (en pie de página cita a Álvaro Pérez Vives) y
chilenos (en pie de página cita a Carlos Ducci Claro y Arturo Alessandri Rodríguez) están de
acuerdo en que el mérito del descubrimiento de esta fórmula es atribuible a Eduardo Zuleta
Ángel, quien mediante sus ponencias en la Corte Suprema de Justicia logró introducir el
renovador criterio”.
El reconocimiento que los tratadistas chilenos citados (Carlos Ducci Claro y
Arturo Alessandri Rodríguez) le hacen al jurista colombiano (Eduardo Zuleta Án-
gel) sobre la autoría de la doctrina sobre responsabilidad por el hecho de las cosas o
430 actividades peligrosas, explica que el profesor Alessandri Rodríguez haya adaptado
la misma doctrina al artículo 2329 del Código Civil Chileno, que es el equivalente
al artículo 2356 del Código Civil Colombiano. 6
Es de observar que el jurista Eduardo Zuleta Ángel, si bien fue el gestor de
la doctrina de la responsabilidad por actividades peligrosas, no alcanzó a ser
el ponente en la primera sentencia (fechada el 14 de marzo de 1938) en que se
acogió la misma en el seno de la Corte, mérito que le correspondió al magistrado
Ricardo Hinestrosa Daza según ha quedado reseñado.
Cabe observar también que la sentencia de 14 de marzo de 1938 ya citada, no
estaba destinada a ser la primera que acogiera la doctrina de la responsabilidad
por el hecho de las cosas o actividades peligrosas, toda vez que hubo un proyecto
inicial -que fue derrotado-, con ponencia del magistrado Hernán Salamanca, en
el cual se había estimado que carecía de interés y no era la oportunidad para el
sados por agente respectivo, como sería en estos ejemplos el autista (del texto completo
de la sentencia se infiere que la Corte quiso referirse aquí al conductor del automóvil), el
maquinista, la empresa ferroviaria, etc. Y de ahí también que tal agente o autor no se
exonere de la indemnización, sea en parte en algunas ocasiones, sea en el todo otras veces,
sino en cuanto demuestre caso fortuito, fuerza mayor o intervención de elemento extraño.
(...)
(...) La máquina (léase el animal fiero para los fines aquí previstos) en el estado actual
de la civilización, es algo que sencillamente supera al hombre, lo que vale como decir que él
debe estar prevenido a este respecto, entre otros fines con el de no perder el control indis-
pensable sobre ella (léase él para los fines aquí previstos). Por el comienza la peligrosidad,
quien la (léase lo para los fines aquí previstos) usa y maneja es el primer candidato como
víctima.
(...)
Entendido de la manera aquí expuesta nuestro art. 2356 (léase 2354 para los fines
aquí previstos) tantas veces citado, se tiene que al autor de un hecho no le basta alegar
que no tuvo culpa ni puede con esta alegación ponerse a esperar que el damnificado se la
compruebe, sino que para excepcionar eficazmente ha de destruir la referida presunción
demostrando uno al menos de estos tres factores: caso fortuito, fuerza mayor, intervención
de elemento extraño.8
En el anterior sentido lo entendió la Sala Plena de la Corte Suprema de Justi-
436 cia, en sentencia de 6 de abril de 1989, proferida en una época en que tenía a su
cargo el control constitucional de las normas legales, mediante la cual declaró
exequibles las expresiones “y si alegare que no le fue posible evitar el daño no será
oído”, que hacen parte del artículo 2354 del Código Civil.
En la aludida sentencia la Corte puntualizó: “La prohibición de oír la alegación
del tenedor del animal sobre la inevitabilidad del daño, se circunscribe a la mera culpa
por incurrir en ella automáticamente. Al demandado le es permitido por tanto, alegar la
ausencia del daño o la causa extraña”. 9 (M. P. Dr. Jairo E. Duque Pérez).
9 Sentencia publicada en Jurisprudencia y Doctrina, Legis, t. XVIII, N° 211, julio de 1989, pág. 466.
Diego Buitrago Flórez
12 La sentencia de 6 de abril de 1989 fue publicada en Jurisprudencia y Doctrina, Legis, t. XVIII, N° 211, julio
de 1989, pág. 466.
Diego Buitrago Flórez
15 Jurisprudencia y Doctrina, Legis, t. XVIII, N° 211, julio de 1989, pág. 466. Ob. Cit. pág. 468.
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
del riesgo a rechazar la aplicación de la noción de culpa; es el mismo argumento que sirve
a estos autores para fundamentar la responsabilidad por el hecho de las cosas, del artículo
1384 del Código de Napoleón, en la‘ teoría del riesgo’, pues en la aplicación de esta norma
no se le permite al demandado alegar la ausencia de culpa y solo lo libera la prueba de una
causa extraña”.16
Las anteriores anotaciones armonizan con el siguiente párrafo consignado en
la parte considerativa de la sentencia de 24 de agosto de 2009, citada al comien-
zo del presente ensayo:
“En todas estas hipótesis, es decir, presunción de responsabilidad, presunción de pe-
ligrosidad y presunción de culpa, la Corte, sin embargo, ha sido reiterada, uniforme y
convergente, en cuanto a que la exoneración sólo puede obtenerse con prueba del elemento
extraño, esto es, la fuerza mayor, el caso fortuito, la intervención exclusiva de un tercero o
de la víctima, más no con la demostración de la diligencia exigible, o sea, con la ausencia
de culpa”.
3) En estricto rigor -lógico además- el artículo 2356 del Código Civil se re-
fiere al daño imputable a malicia o negligencia de una persona. Y la malicia o negli-
gencia requiere ser deducida, o bien probada, por cuanto en principio no se pre-
sume. El artículo 2354, en cambio, se refiere, según la Corte Suprema de Justicia
en sentencia de constitucionalidad de 6 de abril de 1989, proferida por la Sala
Plena, al daño por culpa presunta, que no requiere ser deducida o probada (aunque
440 del contexto de la precitada sentencia se desprende que la responsabilidad de
que trata el artículo 2354 citado es de carácter objetivo).
4) Cualquier referencia o imputación de responsabilidad por actividad peli-
grosa, entendida en los términos en que lo ha venido entendiendo la jurispruden-
cia tradicional interna, elaborada a partir de las distintas interpretaciones que
le ha venido dando al artículo 2356 del Código Civil desde la sentencia de 14 de
marzo de 1938 (G. J. t. XLVI, págs. 219 y 220), se ve forzada a desconocer y sacri-
ficar de entrada el tenor literal del mismo, y concretamente a desconocer la regla
según la cual hay lugar a responder por el daño imputable a malicia o negligencia de
quien lo causa.
Lo anterior, al punto que muy a pesar de que el artículo 2356 del Código
Civil se refiere a la responsabilidad por daño imputable a malicia, negligencia, o
culpa, la jurisprudencia no admite como causal de exoneración la prueba de la
diligencia y cuidado, ni de la ausencia de culpa, malicia o negligencia, prueba que
“(...) toda actividad que una vez desplegada, su estructura o comportamiento generan
más probabilidades de daño, de las que normalmente está en capacidad de soportar, por
sí solo, un hombre común y corriente. Esta peligrosidad surge porque los efectos de la
actividad se vuelven incontrolables o imprevisibles debido a la multiplicación de energía y
movimiento, a la incertidumbre de los efectos del fenómeno o a la capacidad de destrozo
que tienen sus elementos” ,17 o
Como lo sostiene Gilberto Martínez Rave:
“Son aquellas actividades que se desarrollan a través de cosas que previsiblemente pue-
den ocasionar mayor oportunidad de daños a las personas, es decir que son potencialmente
dañinas. Los parámetros para calificar una actividad como peligrosa son la potencialidad
o posibilidad de ocasionar un daño, lo cual exige mucha prudencia”.18
6) El artículo 2354 de Código Civil se fundamenta en la teoría de la responsa-
bilidad objetiva, en la cual, precisamente, se ha venido fundamentando en Colom-
bia la doctrina de la responsabilidad por actividades peligrosas, teoría que dicho
sea de paso nada tiene que ver con la teoría de la culpa en que se fundamenta el
artículo 2356 varias veces mencionado.19
7) El propio profesor Tamayo Jaramillo, en su Tratado de la Responsabilidad Civil
comenta:
“El hecho de que el artículo 2354 del Código Civil manifieste expresamente que el de-
442 mandado no será oído si alegare no haber podido impedir el hecho ha llevado a los parti-
darios del riesgo a rechazar la aplicación de la noción culpa; es el mismo argumento que
sirve a estos autores para fundamentar la responsabilidad por el hecho de las cosas, del
artículo 1384 del Código de Napoleón, en la ‘teoría del riesgo’, pues en la aplicación de
esta norma no se le permite al demandado alegar la ausencia de culpa y solo lo libera la
prueba de una causa extraña” .20
8) Entretanto la doctrina sobre responsabilidad por el hecho de las cosas o
actividades peligrosas se siga fundamentando en el artículo 2356 de Código Civil,
muy seguramente y salvo una reforma legislativa que regule la materia, se conti-
nuará suscitando de cuando en cuando la variación de la jurisprudencia en torno
a si el artículo 2356 citado se refiere a la presunción de culpa (aunque sin admitir
la prueba de la diligencia y cuidado), o a la presunción de responsabilidad salvo que se
17 TAMAYO JARAMILLO, Javier. Ob. Cit., pág. 935.
18 MARTÍNEZ RAVE, Gilberto. Tomado de Módulo V, Responsabilidad Civil por culpa, delito y actividades
peligrosas (MARTÍNEZ TAMAYO, María Catalina), pág. 30.
19 TAMAYO JARAMILLO, Javier comenta: “En efecto, el artículo 2356 del Código Civil habla de daños imputables a
‘malicia o negligencia’, lo que no deja opción distinta de la de la culpa como fundamento de dicha responsabilidad”,
Ob. Cit., pág. 935.
20 Ibídem. pág. 1409.
Diego Buitrago Flórez
21 TAMAYO JARAMILLO, Javier. Ob. Cit. Sostiene que el dueño del animal “puede demostrar que otra persona
es la que se sirve del animal y, en esta forma, desplazar la presunción (de responsabilidad)”. pág. 1402.
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
animal al que le corresponde aducir que dicho animal, aun siendo feroz era útil para el
predio, y que, por eso, su responsabilidad en este caso no se rige por el art. 1329 (2354 del
C. C. colombiano) sino por el art. 1328 (2353 del C. C. colombiano)”.22
Tamayo Jaramillo, refiriéndose al artículo 2353 del Código Civil, comenta:
“Desde luego, que no es la víctima la que debe demostrar la falta del demandado; por el
contrario, a este se le presume culpable, presunción que puede ser desvirtuada mediante la
prueba de diligencia y cuidado, factor este último que se demuestra por hechos positivos
de buena vigilancia (…).
Decimos que hay una presunción de culpa, ya que esta puede ser desvirtuada; si esta
responsabilidad fuese objetiva o estuviese basada en la teoría del riesgo, al demandado
no le bastaría demostrar la adecuada diligencia y cuidado. Solo una causa extraña lo
liberaría”.23
El mismo autor, líneas más adelante sostiene:
(…) mientras el artículo 2353 del Código Civil se refiere a cualquier animal y la presun-
ción de culpa puede desvirtuarse, en el artículo 2354, la fiereza de la bestia no permite al
que la tenga demostrar su ausencia de culpa”.24
Se tiene entonces que, si conforme al artículo 2353 se es responsable por los
daños causados por animales, con mayor razón se es responsable de los daños
causados por animales fieros, y con mayor razón aún se es responsable de los
444 daños causados por animales fieros de los que no se reporta utilidad, caso en el cual
se aplica una regla de mayor severidad cual es la contenida en el artículo 2354.
22 PEIRANO FACIO, Jorge. Responsabilidad Civil Extracontractual, Temis, 1979, segunda edición, pág. 642
23 TAMAYO JARAMILLO, Javier. Ob. Cit. pág. 1405.
24 Ibídem. pág. 1406.
Diego Buitrago Flórez
25 El inciso 2º del artículo 2353 advierte: “Lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva de un
animal ajeno (…)”.
26 Y aun para hoy y para siempre.
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
Pero cuando la Corte concibió la presunción de responsabilidad del artículo 2356 (para
los fines aquí previstos léase presunción de responsabilidad por actividades peligrosas) del
C. C. lo que quiso significar fue que quien disparaba un arma causándole daños a terce-
ros, era responsable, aunque no hubiese imprudencia de su parte; igualmente, que quien
removiera las losas de una cañería era responsable por actividades peligrosas, aunque
hubiese tomado medidas de precaución para evitar daños. Es decir, la responsabilidad
estaba condicionada a la peligrosidad de la actividad y no a la imprudencia u omisión de
quien la ejercía. Así las cosas, si se dispara imprudentemente un arma o no se toman las
medidas al remover las losas, lo aplicable es el artículo 2341 del C. C., todo ello a partir
de la interpretación que a la responsabilidad por actividades peligrosas le han dado en las
últimas décadas la doctrina y la jurisprudencia colombianas (…).
Lo que pensamos es que cuando se dispara imprudentemente un arma, lo aplicable es la
responsabilidad con culpa probada del artículo 2341, mientras que si no hay imprudencia
en ello, lo aplicable es la responsabilidad por actividades peligrosas en cuyo caso el agente
sólo se liberaría mediante la prueba de la causa extraña (…).
Así las cosas, forzoso es concluir que cuando al ejercer una actividad peligrosa, no se
logra establecer la culpa del agente, de todas maneras hay una presunción en contra del
causante del daño. En cambio, cuando una actividad no crea una responsabilidad a me-
nos que haya imprudencia demostrada del agente, entonces es porque la actividad no es
peligrosa y lo aplicable es la responsabilidad por el hecho propio del artículo 2341. De allí
que podamos afirmar que una cosa inerte que no es peligrosa en sí misma, no genera la
446 responsabilidad por actividades peligrosas, por la sencilla razón de que no estamos en pre-
sencia de una actividad peligrosa. Por lo tanto, como en el asunto a estudio, lo que vuelve
peligrosa la caseta de peaje es la imprudencia por falta de alumbrado, y no su misma
naturaleza, imperativo es aplicar el artículo 2341 y no la responsabilidad por actividades
peligrosas del artículo 2356 del C. C”.27
En igual forma, cobran mayor fuerza si se los lee en armonía con el espíritu
del artículo 2354 del Código Civil, los siguientes otros apartes de la sentencia
proferida el 24 de agosto de 2009, con ponencia del magistrado William Namen
Vargas, citada en la parte inicial del presente ensayo y que como se dijo allí con-
densa un amplio recuento de la evolución jurisprudencial sobre la materia:
“La responsabilidad ‘objetiva’ (Responsabilité Oggetiva, Responsabilité objective, Strict
labilité, Objektive Haftung, Gefährdunggshaftungg), por oposición a la “subjetiva” descri-
be hipótesis de imputabilidad sin culpa, donde la culpabilidad carece de relevancia para
estructurarla remitiéndose a factores objetivos como el riesgo o el peligro, la capacidad de
asumir los costos de evitación o de reparar la lesión, fundándose en la situación del sujeto
27 Sentencia publicada en Jurisprudencia y Doctrina, Legis, t. XXIV, N° 284, agosto de 1995, págs. 892 y 893.
Diego Buitrago Flórez
respecto de las cosas, su posición o relación con sus congéneres o el ejercicio de una activi-
dad riesgosa o peligrosa permitida por su utilidad social, verbi gratia, la custodia de una
cosa, la propiedad sobre ésta, el uso de un animal o el riesgo.
(…)
(...) para algunos comentaristas, entendidas las expresiones ‘malicia o negligencia’ como
sinónimas de dolo o culpa, el artículo 2356 del Código Civil, dispone ‘por regla general’
la reparación del daño ‘que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona’, y
por excepción, la del daño que no ‘pueda imputarse a malicia o negligencia’, bastando su
imputación a la conducta de quien ejerce la actividad peligrosa y el nexo de causalidad.
Tal sería, en dicha orientación, el sentido genuino, racional y lógico del artículo 2356
del Código Civil en armonía con el artículo 2341 ibídem, donde el legislador patrio quiso
consagrar un régimen jurídico singular de responsabilidad por los daños causados en el
ejercicio de una actividad peligrosa.
(...)
Una presunción de malicia o negligencia que no admite prueba en contrario, carece de
todo sentido, máxime cuando solo la causa extraña exonera de responsabilidad, todo lo
cual impone concluir que en esta especie singular de responsabilidad civil el debate se sitúa
en el terreno de la causalidad y más allá de la culpa.
La culpa no es elemento necesario para estructurar la responsabilidad por actividades
peligrosas ni para su exoneración; no es menester su demostración, ni tampoco se presume;
el damnificado tiene la carga probatoria exclusivamente de la actividad peligrosa, el daño 447
y la relación de causalidad; y, el autor de la lesión, la del elemento extraño, o sea, la fuerza
mayor o caso fortuito, la participación de un tercero o de la víctima que al actuar como
causa única o exclusiva del quebranto, desde luego, rompe el nexo causal y determina que
no le es causalmente atribuible, esto es, que no es autor (…). Desde este punto de vista, tal
especie de responsabilidad, por regla general, admite la causa extraña, esto la probanza
de un hecho causal ajeno como la fuerza mayor o el caso fortuito, la intervención exclusiva
de un tercero o de la víctima, sin perjuicio de las previsiones normativas; por ejemplo, en el
transporte aéreo, la fuerza mayor no es susceptible de desvanecerla (art. 1880 del Código
de Comercio), más si el hecho exclusivo de un tercero o de la víctima (cas.civ. de 14 de abril
de 2008, radicación 2300131030022001-00082-01).
(…)
La ‘presunción de culpa’, como se dijo, cae en el vacío, de un lado por no avenirse a la ló-
gica, al sentido común y a elementales reglas de experiencia, sentarla per se, de suyo, ante
sí por el solo ejercicio de una actividad peligrosa, de ordinario lícita y permitida por el or-
denamiento y, de otro lado, porque presumida, la prueba de su ausencia o de la diligencia y
cuidado, impediría constituir la responsabilidad o bastaría cuando menos para exonerarse.
(…)
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
será responsable quien la ejerza, de hecho o de derecho, o esté bajo su dirección, manejo
o control.
d) En este sistema, por lo general, exonera solo el elemento extraño, esto es, la fuerza
mayor o el caso fortuito, la intervención de la víctima o de un tercero, cuando actúa como
causa única y exclusiva o, mejor la causa extraña impide la imputación causal del daño a
la conducta del supuesto autor
15. Resumen
En el anterior orden de ideas, al paso que el artículo 2341 del Código Civil
consagra la regla general de que quien comete un delito o culpa que ha inferido daño
a otro es obligado a indemnizarlo, el artículo 2356 ibídem consagra la subregla (que
se subsume en la citada regla) indicativa de que los daños culposos debidos a ma-
licia o negligencia de una persona deben ser reparados por ésta. De modo que,
en tanto que el artículo 2341 se refiere de manera general a los casos de delito
(hecho ilícito cometido con intención de dañar -artículo 2302, inciso 3°-), o culpa
(falta de diligencia y cuidado susceptible de tres grados distintos descritos en el
artículo 63, una de cuyas formas es el cuasidelito -hecho culpable, pero cometido
sin intención de dañar, artículo 2302, inciso 4°-), el 2356 se refiere de manera
especial a los casos de culpa por malicia o negligencia de una persona, y podría
decirse que se refiere de manera más especial todavía a los casos de culpa por
malicia o negligencia en el manejo de las cosas. 449
Precisamente, en el salvamento de voto (que como se dijo antes no fue en
realidad un salvamento de voto sino una aclaración de voto) a la sentencia de 14
de marzo de 1938, los magistrados disidentes, Hernán Salamanca y Arturo Tapias
Pilonieta, dejaron consignado:
“La sistematización técnica de la responsabilidad está estructurada en nuestro Código
Civil sobre el principio tradicional de que la culpa es su fundamento y fuente. Esta teoría
de la responsabilidad subjetiva está consagrada en los arts. 2341 y 2356 del C. C. que
contienen la norma universal de conducta de no inferir daño a otro, pero condicionando la
obligación de reparar el daño con la existencia y demostración de la culpa.28
Podría concluirse entonces que el artículo 2356 es una reiteración -de alguna
manera innecesaria, pero específica-, de la regla según la cual el que cause un
daño está obligado a indemnizarlo, circunscrita dicha regla, en el caso del artí-
culo 2356 citado, a la culpa por malicia o negligencia en el manejo de cosas, manejo
de cosas que de por sí entraña ya una responsabilidad objetiva y que se hace más
grave cuando las cosas se manejan con malicia o negligencia (actividades peligrosas
culposas), lo que explica que la prueba de la diligencia y cuidado no exonere de
responsabilidad, no porque no desvirtúe la supuesta presunción de culpa, sino
porque en tratándose de actividades peligrosas solo exime de responsabilidad la
prueba de una causa extraña.
Podría concluirse también que la regla de la responsabilidad mayor por daños
por culpa en el manejo de cosas de que trata el artículo 2356, obedece al hecho
de ser dicho artículo una norma posterior a la del artículo 2354, que se refiere a
la responsabilidad por daños causados con o por un animal fiero (o cosa peligrosa
según el presente análisis) y que no se ocupa del elemento culpa.
En la anterior forma, armonizados los artículos 2354 y 2356, resultaría cohe-
rente concluir que el 2356 se refiere a la responsabilidad por culpa en el manejo de
cosas o actividades peligrosas, solución que presenta la ventaja de no sacrificar su
tenor literal, que se entendería, como realmente debe entenderse, de la siguiente
manera:
Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra per-
sona, debe ser reparado por ésta.
450 Son especialmente obligados a esta reparación:
1. El que ejerce la actividad peligrosa de disparar un arma de fuego imprudentemente.
2. El que ejerce la actividad peligrosa de remover las losas de una acequia o cañería,
o de descubrirlas en calle o camino, sin las precauciones necesarias para que no caigan los
que por allí transiten de día o de noche.
3. El que obligado a la actividad peligrosa de construcción o reparación de un acue-
ducto o fuente, que atraviesa un camino, lo tiene en estado de causar daño a los que
transitan por el camino.
La solución aquí propuesta tiene la ventaja que facilitaría el manejo de fenó-
menos tales como el de la concurrencia de actividades peligrosas, ya que en este caso
no sería necesario enfrentar obstáculos como el de la culpabilidad, sino resolver
básicamente el problema de la causalidad, salvo que se tratare de actividades peli-
grosas culposas en los términos que ha quedado reseñado, evento en el cual sería
aplicable con menor dificultad la regla del artículo 2357 (“La apreciación del daño
está sujeta a reducción, si el que lo ha sufrido se expuso a él imprudentemente”), particu-
Diego Buitrago Flórez
16. Conclusiones
1) En Colombia la doctrina de la responsabilidad por actividades peligro-
sas, que se inspiró, en parte, en el artículo 1384 del Código Civil Francés (sobre
responsabilidad por el hecho de las cosas), que en lo pertinente establece: “Se es
responsable (…) por el hecho de las cosas que se tienen en custodia”, se desarrolló con
base en el artículo 2356 del Código Civil (colombiano), que señala “Por regla gene-
ral todo daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser repa-
rado por ésta”, pero bien podría (la doctrina de la responsabilidad por actividades
peligrosas) haberse desarrollado con fundamento en el artículo 2354, que en lo
también pertinente y sin ocuparse del elemente malicia o negligencia dispone: “El
daño causado por un animal fiero (…), será siempre imputable al que lo tenga”.
IDONEIDAD DEL ARTÍCULO 2354 DEL C.C. PARA SER FUENTE NORMATIVA DE...
29 Sentencia publicada en Jurisprudencia y Doctrina, Legis, t. XVIII, N° 211, julio de 1989, pág. 466.
Diego Buitrago Flórez
dueño o la persona que se sirva del animal es responsable del daño causado por
aquél, aún después de que se haya soltado o extraviado, salvo que la soltura, ex-
travío o daño no puedan imputarse a culpa del dueño o persona que se sirve del
animal, o del dependiente encargado de la guarda o servicio del animal.
7) El que el animal fiero reporte utilidad o no, tiene importancia para esta-
blecer si se le imputa o no responsabilidad a su tenedor, y para determinar si le
es aplicable el artículo 2353 o el 2354, no ciertamente para establecer la respon-
sabilidad del dueño.
8) La responsabilidad de que trata el artículo 2354 se fundamenta en la te-
nencia del animal (en el terreno de las actividades peligrosas: tenencia de la cosa
o guarda de la actividad), más que en la condición de dueño del animal (dueño de
la cosa o guardián jurídico de la actividad en el terreno de las actividades peligro-
sas).
9) Mutatis mutandis, el que la cosa o actividad peligrosa reporte utilidad o
no, tiene importancia para establecer si se le imputa responsabilidad a su tene-
dor o guardián, más que para establecer la responsabilidad del dueño, lo que
armoniza con la responsabilidad de que trata el artículo 2354.
“Y es que una cosa es que nadie puede prever con absoluta seguridad que aquella recla-
mación podía ser obtenida ante los Tribunales, y otra distinta que no se obtenga porque
no fue planteada, al no haberla incluido en la demanda, teniendo en cuenta que se trataba
de una pretensión asociada a unos criterios lógicos y razonables de actuación profesional.
La reclamación de daños y perjuicios, a cuya indemnización obliga todo incumplimiento
contractual culpable, comprende no solamente los materiales o económicos, en su doble
modalidad de daño emergente y lucro cesante, sino también los daños morales que directa-
mente se deriven de aquel, siempre que unos y otros, aparezcan debidamente probados….
No se trata, por tanto, de que no hubiera obtenido un resultado favorable a los intereses de
su cliente, sino de una actuación profesional errónea o negligente por parte del abogado
que asumió el encargo y no lo cumplió en los términos exigidos por la lex artis, al no haber
acomodado su actuación a simples criterios de racionalidad y lógica en la formulación de 455
las pretensiones más favorables al mismo, lo que fundamenta un criterio de imputación
derivado de las normas que se citan…”
Sentencia Tribunal Supremo Español, 1ª, 30.3.2006, RJ 2129, citada por Ricardo de
Ángel Yagüez, en su artículo “La Responsabilidad Civil del Abogado, Barcelona enero de
2008”
Continuando con la segunda parte del trabajo propuesto, cuyo inicio se publi-
có en la Revista No. 25 de julio de 2009, en la cual se incluyeron temas como el
nuevo régimen disciplinario del abogado, el vínculo contractual entre mandante
y mandatario (profesional), la naturaleza de las obligaciones, de medio o de re-
sultado, donde adicionalmente se citaron algunos casos específicos de responsa-
bilidad del abogado, debemos entrar ahora en los capítulos reservados para esta
1 Abogado Universidad de Medellín, Especialista en Derecho Público Universidad Ex-
ternado de Colombia, docente Universidad de La Sabana, Presidente del Instituto
Antioqueño de Responsabilidad Civil y del Estado, Director de la Revista “Responsa-
bilidad Civil y del Estado”.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
segunda parte, esto es, la formas de cuantificar el daño causado por el profesio-
nal y el aseguramiento de la responsabilidad civil del abogado.
CONTENIDO:
I. FORMAS DE CUANTIFICAR EL DAÑO
II. ASEGURAMIENTO DE LA RESPONSABILIDAD DEL ABOGADO
que en un asunto judicial específico tendría el actor, lo cual sin duda nos ubica en
el campo de las especulaciones, proyecciones, anhelos, aspiraciones, que como
lo referencia el autor Francés, “nunca escaparán a cierto grado de arbitrariedad”. Así
es, dado que siempre existirá un aleas indeterminable, algo de azar si se quiere,
lo que demandará una ecuación que aproxime al máximo posible al coeficiente
de oportunidades que tenía el actor o mandante, elementos todos que conducen
a cierta duda sobre el carácter adecuado de la relación causal entre la conducta
contractualmente reprochable del profesional y la pérdida o el daño causado.
Esbozada rápidamente la teoría de la pérdida de la oportunidad, es impor-
tante precisar que ella tiene plena aplicación en nuestra jurisprudencia, vemos
por tanto pronunciamientos de la Sección Tercera del Consejo de Estado y de la
Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia, haciendo referencia a dicha teoría, y en
algunos casos tomando sus elementos para cuantificar el daño en menor grado,
es decir, del ejercicio del mayor o menor grado de probabilidades en el caso con-
creto, se deriva el porcentaje o monto indemnizable.
Para el caso que nos ocupa, ¿cómo podría aplicarse la teoría de la pérdida de
la oportunidad, de cara a obtener una indemnización por la falla, negligencia o
incumplimiento contractual del profesional? Se trata de una operación compleja,
pero que al tiempo se constituye en una valiosa herramienta para llegar de la
manera más acertada y objetiva posible al monto indemnizable por la negligencia 457
o desconocimiento de la lex artis del profesional. Así entonces en los episodios
narrados a título enunciativo en la primera parte de este trabajo (Revista No.
25), nos tendríamos que ubicar frente a cada uno de ellos y con la especialísima
particularidad de cada proceso, para desentrañar la injerencia o la relación causal
que tenga con el daño causado, actos o hechos como el vencimiento de términos,
la falta de apelación, la ausencia de pretensión, la inasistencia a la audiencia de
conciliación, la falta de solicitud de pruebas conducentes, entre otros. Todo ello
nos conduce a otro mecanismo establecido por la jurisprudencia Española para
la cuantificación del daño causado al mandante por el profesional del derecho
en el desarrollo del contrato de prestación de servicios profesionales, cual es el
juicio de prosperabilidad o juicio del juicio, que ya analizaremos, pero que desde
ahora nos permite afirmar que los mecanismos aquí propuestos para la tasación
del daño o la cuantificación de la pérdida, no son excluyentes o aislados, y más
bien, digámoslo desde ya, se apoyan el uno del otro, se complementan entre sí,
para llegar a la forma más cercana y objetiva posible a la certeza del daño y el
correspondiente monto indemnizable.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
4 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo La Responsabilidad Civil del Abogado, en: Revista para el análisis del dere-
cho, Barcelona, 2008.
5 España. Sentencia del Tribunal Supremo Español, diciembre 16 de 1996
Andrés Orión Álvarez Pérez
D. Daño moral
Finalmente se esboza la cuarta teoría tendiente a sustentar el monto indemni-
zable frente a la negligencia del abogado. Se trata de indemnizar al perjudicado,
a la víctima del descuido del abogado con topes relativos a la tasación del daño
moral. Se plantea que el mandante por lo menos ha sufrido un daño moral, una
tristeza, angustia o depresión por el hecho de habérsele negado una importante
oportunidad procesal, como cuando no se apela la sentencia que le fue desfavo-
rable, por la terminación anticipada de su causa a raíz de una perención, desisti-
miento tácito, una sanción por inasistencia a la audiencia de conciliación, etc. Es
decir, esta teoría plantea que ante la dificultad probatoria de la relación causal
entre el incumplimiento del profesional y el daño, es procedente afirmar que este
mandante por lo menos estará afectado personal e íntimamente en su estado de
ánimo por la negligencia del profesional, sin entrar a analizar las posibilidades o
no que tendría la acción con las teorías de la pérdida de la oportunidad o con el
análisis del juicio de prosperabilidad.
Ese daño originado por la frustración de acciones judiciales, en palabras de
Ricardo de Ángel Yagüez, “puede calificarse como daño moral, en cuanto está relacio-
nado con la privación de un derecho fundamental…”.
462 En el mismo sentido el Tribunal Supremo Español9 expresó: “Por regla general
, la jurisprudencia ha reconocido la indemnización del daño moral (sentencia de mayo 20
de 1996), por privación del derecho al recurso que tenía a su favor la parte demandante,
por verse privado del derecho a que las demandas fueran estudiadas por el Tribunal de
Apelación, así como a la del daño material, permitiendo tener en cuenta para su fijación,
la doctrina de la posibilidad de éxito del recurso frustrado”.
Hasta aquí, se puede precisar, que en la jurisprudencia Española, el deman-
dante, mandante o víctima de la negligencia, desconocimiento o descuido del
abogado, tiene derecho no sólo al reconocimiento del daño material, calculado
como lo sugerimos en los anteriores literales, sino que además es viable el reco-
nocimiento del daño moral por el sólo hecho de privársele del recurso, esto es,
de la oportunidad de ser revisado su caso en una instancia superior, sin hacer
referencia a la probabilidad o posibilidad de éxito, como lo hemos dicho, más del
resorte del daño material.
A. Coberturas
La cobertura está definida de la siguiente manera en el caso de Ace Seguros:11
“Por la presente póliza, el asegurador pagará en exceso del deducible, los daños y/o cos-
tos a cargo del asegurado, provenientes de una reclamación presentada por primera vez
en contra del asegurado, durante el período contractual y/o durante el período de reporte
extendido, en caso en que este último sea contratado, por causa de un acto erróneo en
la prestación de sus servicios profesionales. (Negrilla fuera de texto).
Los actos erróneos deben haber sido cometidos con posterioridad al inicio de la fecha
de retroactividad especificada en las condiciones particulares y durante el período contrac-
tual”.
10 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo. Ob. Cit.
11 Ace Elite Abogados, Seguro de Responsabilidad Civil Profesional para Abogados, Condiciones Generales.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
C. Declaración de asegurabilidad
Establece el artículo 1058 al respecto:
Art. 1058. El tomador está obligado a declarar sinceramente los hechos o circunstancias
465
que determinan el estado del riesgo, según el cuestionario que le sea propuesto por el ase-
gurador. La reticencia o la inexactitud sobre hechos o circunstancias que, conocidos por el
asegurador, lo hubieren retraído de celebrar el contrato, o inducido a estipular condiciones
más onerosas, producen la nulidad relativa del seguro.
Si la declaración no se hace con sujeción a un cuestionario determinado, la reticencia o
la inexactitud producen igual efecto si el tomador ha encubierto por culpa, hechos o cir-
cunstancias que impliquen agravación objetiva del estado del riesgo.
Pues bien, esta norma general del contrato de seguro, habrá de aplicarse,
como en cualquier otro contrato de seguro, pero es importante hacer el análisis
para el caso específico, es decir, aterrizar a la particularidad del riesgo trasladado
por el abogado a la aseguradora en el ejercicio del mandato conferido o lo que es
lo mismo, del contrato de prestación de servicios profesionales.
13 MONTERROSO CASADO, Esther. La responsabilidad civil del abogado, criterios, supuestos y efectos.,
España.
LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL ABOGADO Y SU ASEGURAMIENTO...
Así las cosas, “los hechos o circunstancias que determinan el estado del riesgo”, será
la relación de los procesos que atiende el despacho, oficina, bufete o firma de
abogados, se desconoce si deben presentarse la relación exacta de cada uno con
identificación de las partes, despacho judicial donde cursan, estado del proceso
para el momento del aseguramiento, causa u objeto del proceso, pretensiones o
derechos en disputa, posición del apoderado en cada caso, (apoderado del de-
mandante, del demandado, del llamado en garantía etc.), medios tecnológicos
para recordación de compromisos judiciales, número de asistentes o dependien-
tes judiciales, forma de controlar el avance y trámite de los procesos, en fin,
todos y cada uno de los elementos que puedan identificar con claridad y preci-
sión el verdadero estado del riesgo, o si por el contrario, sin atentar contra esta
exigencia sustancial, bastaría con una relación general del número de procesos
y de clientes que habitualmente se atiende. Sea cual fuere la posición particular
de cada aseguradora, lo cierto es que dentro de las exclusiones se determina que
“cualquier reclamo que se origine en actos, errores u omisiones que ocurran con anterio-
ridad a la fecha efectiva de la primera póliza emitida al Tomador o a cualquier Firma
antecesora de esta, así haya sido continuamente renovada y mantenida en vigor a la fecha
de inicio de la vigencia de la presente póliza, si el Tomador, cualquier socio, accionista o el
comité administrativo del Tomador o cualquier miembro del mismo en tal tiempo, sabía o
podría razonablemente pronosticar que dichos actos, errores u omisiones podían esperar-
466 se, constituyeran la base de un reclamo o demanda”.14 Se cita por efectos académicos,
con la salvedad que se trataba del clausulado de la anterior AIG Colombia Seguros
Generales S.A.
Si bien, hay una referencia a la temporalidad de la cobertura, lo que se pre-
tende destacar dentro de esta especial exclusión, es la circunstancia de que el
Tomador, un socio, miembro de la firma, o accionista “sabía o podía razonablemente
pronosticar” que de la existencia de un error, podría derivarse la base de un recla-
mo o demanda, con lo cual se pone al profesional en el deber de relacionar los
vencimientos de términos, los casos en los cuales no alegó de conclusión, la falta
de interposición de recursos, la inasistencia a audiencia de conciliación o práctica
de pruebas, en fin, en el deber de relacionar una serie de actos procesales por
cuya falta o ausencia, en un momento determinado podría derivarse razonable-
mente una reclamación, so pena de aplicase la referida exclusión. Asunto de gran
complejidad y marcada filigrana, pero que sin duda atiende al principio de la bue-
na fe y a la obligación de la precisa declaración del estado del riesgo.
14 Póliza Responsabilidad Profesional para Abogados, Reg. Superfinanciera 01012004-1322-P-06-RCP, AIG,
Condición Segunda: Exclusiones, literal G.
Andrés Orión Álvarez Pérez
D. Exclusiones
Aparte de la exclusión referida anteriormente, los clausulados generales de
las pólizas de responsabilidad civil profesional para abogados, establecen las si-
guientes:
Conducta delictiva, acto fraudulento, deshonesto o malintencionado, dolo, o
intención de causar daño del asegurado o de cualquier otra persona por cuyos
actos, errores u omisiones deba responder el asegurado, tales como asistentes,
dependientes, empleados, socios, etc. No se amparan las actividades del abogado
funcionario público electo o como empleado de un organismo gubernamental o
administrador de cualquier fideicomiso de empleados, organización de caridad,
corporación o compañía de negocios diferente a la del asegurado nombrado, es
decir, a la de su bufete, oficina o firma, reclamaciones por litigios o circunstancias
anteriores, excepto el período de reporte extendido, así como reclamaciones por
daño punitivo o ejemplarizante, multas, sanciones o penalidades, reintegro de
honorarios y costas del proceso. Se aclara frente a los cargos públicos, que si
ampara al abogado externo o contratista que presta sus servicios profesionales a
entidades del orden gubernamental, nacional, departamental o municipal, siem-
pre que no exista vinculación laboral.
Así las cosas, es importante, como decía ahora, destacar esta condición, dado
que en el escenario de conciliación o transacción, extrajudicial o judicial, si la ase-
guradora recomienda el acuerdo porque lo considera objetivo, serio y fundado, y
el reclamante está de acuerdo con la cifra propuesta, pero el abogado insiste en
su ausencia de responsabilidad o simplemente en el interés de llevar el proceso
hasta su culminación mediante sentencia, de cierto modo se expone a una dismi-
nución de su cobertura, al establecerse que la aseguradora no extenderá su res-
ponsabilidad hasta la cobertura inicial otorgada en el contrato de seguro, dado
que esta cobertura inicial, en esta especialísima hipótesis, queda modificada por
la renuencia del profesional a conciliar, pues al final la aseguradora sólo respon-
derá por el valor con el cual hubieren podido transar o conciliar las partes en
aquella época; lo anterior lo ilustramos con un sencillo ejemplo: En principio en
el contrato de seguros de acordó una cobertura por responsabilidad civil de cien
millones de pesos, ($100.000.000), posteriormente se presenta un evento que
genera la reclamación del mandante o contratante de los servicios del abogado,
en cuyo caso en escenario de conciliación o transacción, se ponen de acuerdo en
la cifra estimada del daño causado por el abogado, así, tanto reclamante como
aseguradora, establecen el valor de la indemnización en la suma de $20.000.000,
transacción que no se concreta ante la persistencia o renuencia del profesional
asegurado. Posteriormente se dicta sentencia, declarando la responsabilidad del
468 abogado, condenándolo al pago de $50.000.000, allí, no obstante la cobertura de
$100.000.000, la aseguradora sólo reembolsará a favor del asegurado la suma de
$20.000.000, dado que esta fue la cifra en la cual reclamante y aseguradora se
habían puesto de acuerdo para sellar la conciliación o transacción, y la condena
por valor superior, será de responsabilidad del profesional asegurado, lo que sin
duda modifica la cobertura pactada en el contrato y le impone cargas adicionales
al asegurado por desatender oportunamente los beneficios del fallido acuerdo.
Importante figura desde luego, la cual restringe de cierto modo la defensa
del asegurado y adicionalmente disminuye la cobertura contratada inicialmente,
pero de otro lado, incentiva la participación activa y oportuna de la Compañía y
motiva un acuerdo objetivo y pronto, con el cual se benefician la aseguradora, el
asegurado y la administración de justicia.
BIBLIOGRAFÍA
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471
472
Responsabilidad Civil y del Estado Nº 27
473
474
CIRCULACIÓN Y RESPONSABILIDAD: ENTRE LA
CRIMINALIDAD Y EL RIESGO
CONTENIDO:
III. Introducción
IV. Panorama general del problema y punto de partida de la discusión
V. Ejes de discusión
VI. Líneas para una reconstrucción
VII. A manera de conclusiones
INTRODUCCIÓN
Es casi unánime la opinión según la cual las normas sobre responsabilidad civil 475
en los códigos penales son de naturaleza civil pues regulan el nacimiento, modi-
ficación y extinción de una obligación civil. Esa opinión generalizada reconoce
que el delito, en algunos casos, lesiona tanto los bienes jurídicos en su dimen-
sión de bienes protegidos penalmente, como los bienes y derechos individuales,
de personas naturales o jurídicas, cuyo patrimonio –entendiendo patrimonio en
un sentido amplísimo - sufre menoscabo con esa afectación. Una consecuencia
de ese reconocimiento es que el Derecho garantice el restablecimiento patri-
monial de la víctima a través de diferentes mecanismos que la propia ley penal
explicita. No obstante, las obligaciones de la responsabilidad civil no son las úni-
cas consecuencias patrimoniales que comporta el delito. La política criminal y
la protección a las víctimas echan mano de distintos instrumentos que afectan
patrimonialmente al responsable y buscan compensar las pérdidas de la víctima,
sin que en todos los casos se haga mención expresa del fin perseguido, como en
el caso de las acciones en responsabilidad civil incoadas en los delitos fiscales,
simultáneamente con el cobro coactivo de las sumas adeudadas; o en el caso de
2 Es el caso, por ejemplo, de los delitos informáticos previstos en la ley 1273 de 2009 en Colombia, en los
que las penas de multa pueden llegar hasta los 1000 salarios mínimos legales mensuales vigentes.
3 Cfr., a manera de ejemplo, en Colombia, la ley 793 de 2002.
4 Un corolario casi necesario de este escrito, sería la elaboración de una propuesta completa de recons-
trucción de los derechos de las víctimas de accidentes de circulación. Esa propuesta excede los límites
del formato correspondiente a estas Jornadas y por ello apenas apunto algunas líneas en el acápite 4.
Maximiliano A. Aramburo Calle
accidentalidad que son esgrimidas como bandera de lucha por las asociaciones
de víctimas de accidentes de tráfico cada año en países como España. 8
Hasta dónde puede llegar el Estado a este respecto, cuál es el fundamento
jurídico y moral de esas pretensiones, y cuál es la justificación del Derecho de
daños actual con respecto a la supuesta necesidad de reforma, son asuntos que
merecen profunda reflexión por parte de los juristas.
cimiento que éstas tienen de los sistemas y límites indemnizatorios. En ese país,
por ejemplo, muchas de las infracciones de tráfico van a juicios de faltas (por
no dársele a ciertas conductas el calificativo de imprudencia grave), en los que
es posible la inhibición de la acción penal previo acuerdo indemnizatorio con la
víctima. El acuerdo indemnizatorio minimizaría el papel del perjudicado en el
proceso, quien además se volvería vulnerable al obtener indemnizaciones inferio-
res a las que le corresponderían según el baremo previsto en la ley 30 de 1995.
Por lo tanto, el reconocimiento de este derecho permitiría mayor visibilidad a las
víctimas.
El segundo mecanismo de visibilización sería el derecho de las víctimas a par-
ticipar en el proceso, como traducción concreta del derecho de tutela judicial
efectiva, amparada por la Decisión Marco del 15 de marzo de 2001 (normativa
que consagra el Estatuto de la Víctima en el proceso penal)10 y por la Recomenda-
ción del Consejo de Europa del 14 de junio de 2006 sobre asistencia a víctimas de
delitos. En consonancia con ese derecho, la Fiscalía General del Estado en España
ha impartido la Instrucción 8/2005, que busca dar efectividad a los derechos, y
otros mecanismos que sean tuitivos de las víctimas más graves, es decir, aquellas
que sufren lesiones medulares y cerebrales y que ni siquiera con la aplicación
rigurosa de los baremos logran recuperar un estatus de vida similar al que tenían
480 antes del accidente.
11 Una referencia a ello en ARAMBURO, M.: «Responsabilidad civil y riesgo en Colombia: apuntes para el
desarrollo de la teoría del riesgo en el siglo XXI», en Revista Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, No. 108,
Medellín: UPB, pp. 13-55. De manera especial, véanse las condiciones ideales bajo las cuales es preferible
como mecanismo de protección un sistema de responsabilidad civil, desde el punto de vista económico,
en PINTOS AGER, cit., 56 y ss.
12 Chile. Sobre todo, a partir de la interpretación del artículo 2329 del Código Civil de ese país.
13 Colombia. A partir del desarrollo del artículo 2356 del Código Civil, de texto idéntico al chileno.
14 México. Artículo 1913 del Código Civil mexicano.
15 Perú. Artículo 1970 del Código Civil peruano.
CIRCULACIÓN Y RESPONSABILIDAD: ENTRE LA CRIMINALIDAD Y EL RIESGO...
20 No pretendo sugerir que la circulación de automotores deba escapar a la protección penal. Me interesa
resaltar que las consecuencias penales y las civiles de un accidente de circulación son ontológicamente
independientes y que, por lo tanto, no hay obstáculo alguno para que sean también jurídicamente inde-
pendientes. Otra cosa es el adelantamiento de las barreras de punición, como en el caso –precisamente–
español, donde la conducción bajo los efectos del alcohol es en sí misma una conducta delictiva, aunque
no se provoque accidente alguno.
CIRCULACIÓN Y RESPONSABILIDAD: ENTRE LA CRIMINALIDAD Y EL RIESGO...
perjuicios morales; o en los que los límites de cobertura son tan bajos que pocas veces se llega a un
acuerdo sin que sea la víctima quien renuncie a una buena parte de la indemnización; o en los que las
aseguradoras, por tener el control del proceso penal, impiden que el conductor procesado acepte su
responsabilidad para beneficiarse de rebajas de pena. Con todo, una interesante perspectiva sobre uno
de esos aspectos se abre por el análisis económico del derecho de daños, según la cual una de las con-
secuencias (cuasinecesarias) de los sistemas de indemnización sin culpa, es la exclusión del daño moral,
conclusión que se apoya en argumentos como la reducción de la litigiosidad o la supuesta demostración
de que la víctima no desea en realidad cobertura de su daño moral, entre otros. Cfr. PINTOS AGER, cit.,
pp. 312-325.
25 Sobre la justicia correctiva, véase COLEMAN, J.: Risks and Wrongs, Cambridge University Press, passim;
recientemente, COLEMAN, J. y MENDLOW, G.: «Las teorías del derecho de daños», en Responsabilidad civil
y del Estado, No. 27, IARCE, Medellín (en prensa).
26 REGLERO CAMPOS, «Culpa y riesgo…», cit.
27 Sobre todos estos sistemas, véase PINTOS AGER, cit., p. 259 y ss.
28 De notable importancia en este punto, es la reciente sentencia de la Corte Suprema de Justicia de agosto
de 2009, que abiertamente rechazó el sistema culpabilista como fundamento de la tradicional interpreta-
ción del mencionado artículo, y adoptó una interpretación basada en riesgo. Un análisis de esta sentencia
lo realiza BAENA, F., Objetivación de la responsabilidad civil extracontractual en Colombia: Tendencias, influencias
CIRCULACIÓN Y RESPONSABILIDAD: ENTRE LA CRIMINALIDAD Y EL RIESGO...
cia al que nos hemos referido antes. Todavía más, si aceptamos mecanismos de
imputación objetiva, la tecnología da lugar a una cierta confianza legítima que
inhibe, por ejemplo, la reacción del conductor ante eventos de peligro. Por esta
razón, el avance tecnológico –si efectivamente reduce dramática y considerable-
mente la accidentalidad– debería ir acompañado de medidas de socialización y
distribución del riesgo, a través de –nuevamente – mecanismos de reparación sin
culpa que, por lo tanto, prescindan de las medidas complementarias a la pena a
las que se refiere la propuesta resumida en la primera parte de este escrito, ya
que esas medidas alternativas, esas penas accesorias, se centran en la justicia
personalizada del reproche realizado a partir de la evitabilidad del accidente.
Esto tal vez suponga trasladar la esfera de atribución de responsabilidades a los
fabricantes de la tecnología, pero resulta dudoso que a ello pueda llamársele crimi-
nalidad vial. Si aceptamos que el papel del Derecho de daños consiste en escoger,
con arreglo a determinados criterios, a quién debe atribuírsele la obligación de
reparar a una víctima (o, en términos de Coleman y Mendlow, a quién se trasladan
los costos de la desgracia31 por razones de justicia), ¿qué justificaría atribuirle res-
ponsabilidad civil a los fabricantes por la tecnología que fue diseñada para evitar
accidentes? El galimatías no resulta fácil de desentrañar desde la culpa si se tiene
en cuenta que en ese caso tampoco el fabricante la ha cometido. Conviene pensar
también en que los esquemas de responsabilidad sin culpa en el Derecho com- 487
parado sólo funcionan realmente mediante sistemas que, al contrario de lo que
pretenden las asociaciones de víctimas de la accidentalidad vial, suelen limitar las
indemnizaciones a través, por ejemplo, de la exclusión del daño moral.32
V. A MANERA DE CONCLUSIONES
Todo lo anterior supone distinguir dos problemas diferentes: una cosa es la 491
responsabilidad civil derivada del delito, y otra es la conveniencia o inconvenien-
cia de su juzgamiento dentro del proceso penal.
Quienes defienden la necesidad de incluir disposiciones civiles en la legis-
lación penal, suelen también defender la extensión de la competencia del juez
penal para la solución de la controversia civil. Para sustentarlo, se suele recurrir
a cuerpos normativos internacionales, entre los cuales cabe destacar la Resolu-
ción 40/34 de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre los Principios
39 Cfr. CADAVID A.: «Dogmática penal y víctima del delito. A propósito de la sentencia del 20 de mayo de
2003 de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia», en VELÁSQUEZ, F. (Coord.): Derecho penal liberal y
dignidad humana. Libro homenaje al Dr. Hernando Londoño Jiménez, Bogotá: Temis, 2005, pp. 174 y ss.
40 En Francia, el sistema de dualidad de culpas en materia de delitos imprudentes fue establecido por la ley
de 10 de julio de 2000, introdujo al Código de Procedimiento Penal el artículo 4-1, que permite concluir
la separación tajante entre la culpa penal y la culpa civil. Por todos, véase LE TOURNEAU, P.: Droit de la
responsabilité et des contrats. París: Dalloz, 2004, n. 582.
41 Al respecto, ALASTUEY, M: La reparación de la víctima en el marco de las sanciones penales. Valencia: Tirant lo
Blanch, 2000, p. 50.
42 Cfr. VISINTINI, G.: Tratado de la responsabilidad civil, t. I (trad. Kemelmajer, Aída), Buenos Aires, Astrea,
1999, p. 83.
CIRCULACIÓN Y RESPONSABILIDAD: ENTRE LA CRIMINALIDAD Y EL RIESGO...
Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y del Abuso del Poder, que
enuncia los principios rectores de la victimología y las declaraciones de diversos
encuentros académicos, que propugnan por un renacimiento del rol de la víctima
en el proceso penal, particularmente a partir de su identidad como protagonista,
en cierta forma, del delito. Hacer lo propio en el caso de la accidentalidad vial no
resulta muy convincente, sobre todo porque se trata esencialmente de delitos
imprudentes y no parece ser el ámbito de destino de la mencionada resolución.
Pese a ello, un sistema en el que el juez penal decide también la cuestión civil y se
ocupa más de la reparación del daño privado que de la conducta del procesado,
se promueve como modelo de política criminal aun desde instancias interna-
cionales43 y, en algunos casos, desde la jurisprudencia que reclama un Derecho
penal cuya misión se extiende «al restablecimiento del orden jurídico conculcado
restaurándolo en todos los puntos y esferas a donde la violación llegó». 44 Ese
parece ser el modelo que subyace al reclamo de mayor criminalización de la acci-
dentalidad vial, por encima de soluciones basadas en la responsabilidad civil o en
los sistemas de reparación sin culpa.
Al estar desligadas la responsabilidad civil de la penal, es más conveniente
adoptar en segmentos como el de la accidentalidad vial, sistemas de respon-
sabilidad por riesgo –o segmentos en los que se pueda integrar un sistema de
492 reparación sin culpa– como los que podrían desprenderse de los Principles of
European Tort Law que, en general, creemos acertados. Este documento, que
probablemente será referencia para la reforma de los ordenamientos de Derecho
continental y es una buena base para iniciativas de unificación legislativa en esta
materia en la Unión Europea, consagra una estructura de la responsabilidad que
resulta plausible como respuesta jurídica frente a la accidentalidad vial, pues
consagra en su artículo 4:101 la culpa como principio general de la responsabili-
dad civil45 pero limita a criterios objetivos las posibilidades de interpretación de
lo que debe entenderse por «conducta exigible», criterios casi todos normativos.
Si ello fuera poco, incluye el riesgo en forma expresa en el capítulo 5 («activida-
des anormalmente peligrosas», artículo 5:101) y otras formas de responsabilidad
43 SILVA SÁNCHEZ, J: «¿Ex delicto? Aspectos de la llamada responsabilidad civil en el proceso penal», en Indret
[http://www.indret.com/pdf/055_es.pdf], (visita de junio 22 de 2008)
44 Sentencia española de febrero 5 de 1980, citada por YZQUIERDO TOLSADA, M.: «Alcance real de la
competencia del juez penal para conocer de cuestiones civiles: responsabilidad civil y más cosas. En
particular, la tutela civil del crédito en el proceso penal», en MORENO MARTÍNEZ, J. (Coord.): Perfiles de la
responsabilidad civil en el nuevo milenio, Madrid, Dykinson, 2000, p. 610.
45 «Una persona responde con base en la culpa por la violación intencional o negligente del estándar de
conducta exigible».
Maximiliano A. Aramburo Calle
493
494
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS
CONTENIDO:
I. Introducción
II. La diferencia entre responsabilidad por culpa y responsabilidad
objetiva
III. Teorías del derecho de daños: el análisis económico
IV. Teorías del derecho de daños: la justicia correctiva
V. Bibliografía
I. Introducción
El derecho de daños2* es una de las ramas del derecho civil; otras áreas son el
derecho de contratos, el de bienes y el enriquecimiento injusto (con frecuencia
llamado equivocadamente derecho de la «restitución»). 3 Es importante distinguir 495
1 Jules Coleman es Wesley Newcomb Hohfeld Professor de teoría del derecho en Yale Law School, y profe-
sor de filosofía de Yale University. Gabe Mendlow es Rebhausen Postdoctoral Fellow en derecho y filoso-
fía, de Yale Law School y Yale University. Las primeras versiones en inglés de este artículo aparecieron
en la Stanford Encyclopaedia of Philosophy. Traducción –con expresa autorización de los autores– de
Maximiliano Aramburo Calle [Universidad Eafit].
2 N. del t.: la expresión tort law no tiene una traducción literal y unívoca al español. Es el derecho de los torts,
es decir, de los hechos ilícitos extracontractuales. Los diccionarios más utilizados traen una diversidad
de posibles traducciones que, para especialistas hispanoparlantes en la materia, pueden no ser satis-
factorias en contexto de ciertos escritos. Me refiero a posibles traducciones como «agravio», «lesión
jurídica» o «culpa», que –salta a la vista– no son sinónimas en español. Para esta traducción he empleado
de manera indistinta las expresiones «derecho de la responsabilidad civil extracontractual» y «derecho
de daños», como traducciones de tort law, si bien en español «derecho de daños» es mucho más amplia,
ya que incluiría también la responsabilidad contractual (que en inglés, por el contrario, no hace parte del
tort law sino del contract law). Así mismo, para la voz tort he empleado de manera indiferenciada las ex-
presiones «ilícito extracontractual», «hecho dañoso» y «delito civil», con la esperanza de que contribuyan
a una mejor comprensión del texto anglosajón por parte de un lector hispanoparlante.
3 N. del t.: el law of restitution se opone, en inglés, de manera general al law of compensation. El primero es
el sector del ordenamiento en el que las obligaciones se basan en el enriquecimiento injusto del deman-
dado, y no en un hecho ilícito extracontractual (tort) ni en el incumplimiento de un contrato (breach of
contract). Por eso se dice que se basa en las «ganancias» (gain-based). Aunque el law of compensation no
es en estricto sentido un sector del ordenamiento, la compensation es un remedio legal que equivale al
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
dos aspectos del derecho de daños: (i) las normas sustantivas de conducta que
impone, y (ii) los mecanismos procesales mediante los cuales permite a los liti-
gantes ejecutar esas normas. Muchas teorías de la responsabilidad civil se han
concentrado en los mecanismos procesales, hasta el punto de excluir sus normas
sustantivas.
El propósito primordial del derecho de daños es regular el comportamiento.
Y lo hace imponiendo y haciendo cumplir normas de conducta. Estas normas son
deberes que tienen los implicados en distintas actividades, frente a aquellos a
quienes ponen en riesgo. Muchos comentaristas creen que estos deberes son un
subconjunto de los «deberes de cuidado». Cometen un error. No lograr el cuidado
adecuado o apropiado, no hace por ese solo hecho que alguien se quede sujeto a
responsabilidad extracontractual. Esa circunstancia somete a alguien a responsa-
bilidad, sólo cuando causa ciertos tipos de daño. La mejor forma de verlo, consis-
te en que los deberes u obligaciones que impone el derecho de la responsabilidad
civil, son deberes de no causar daño.
Podemos distinguir, en general, dos clases de esos deberes: deberes absolutos
de no causar daños, y deberes de no causar daños mediante negligencia, impru-
dencia o conducta intencional. Quienes se involucran en lo que la responsabili-
dad civil llama actividades ultra riesgosas, por ejemplo realizar explosiones con
496 dinamita, se encuentran bajo deberes del primer tipo –deberes absolutos de no
dañar–, mientras que quienes se involucran en actividades riesgosas ordinarias,
como la conducción de automotores, están típicamente sujetos a deberes de no
dañar del segundo tipo –deberes de no dañar mediante negligencia, impudencia
o conducta intencional–. Una conducta se encuentra sometida a «responsabili-
dad por culpa» cuando desobedece un deber de no causar daños, a través del
descuido, la imprudencia o la conducta intencional. Una conducta se encuentra
sometida a «responsabilidad objetiva» cuando desobedece un deber absoluto de
no dañar.
El derecho de la responsabilidad civil se diferencia del derecho penal en mu-
chos aspectos importantes. Por un lado, los casos penales se inician y se ad-
ministran por el Estado, mientras que las acciones en responsabilidad civil se
promueven directamente por las víctimas. Además, un sindicado penal al que se
sentido amplísimo en el que se utiliza a veces la palabra «indemnización», en español, y abarca de manera
general tanto los pagos (restituciones, reparaciones, indemnizaciones en sentido estricto, etc.) por res-
ponsabilidad contractual, como por responsabilidad extracontractual. Por eso se dice que se basa en la
recuperación de los daños o, de manera general, en las «pérdidas» (loss-based).
Jules Coleman & Gabe Mendlow
El Derecho no acepta todos los daños como fundamento para una demanda de
responsabilidad civil. Si usted me derrota en el tenis o en una competencia por
el cariño de otra persona, puede que yo resulte dañado y que usted sea la causa
de ello, pero yo no tendré una acción en responsabilidad civil para reparar mi
corazón roto o mi ego maltrecho. El Derecho protege sólo algunos intereses. No
es suficiente que alguien sufra un daño: debe sufrirse un daño protegido por el
Derecho. Pero ni siquiera eso es suficiente para que alguien sea víctima de un ilí-
cito extracontractual. Parte de la razón por la que no puedo reclamar en respon-
sabilidad civil cuando otros me sacan del negocio mediante la competencia, o se
interponen entre mí y el objeto de mi cariño, es que ellos no tienen la obligación
de no hacer tales cosas. No existiendo un deber de no dañarme en los negocios, o
en la búsqueda del amor de otra persona, los demás no me causan daños cuando
tienen éxito a expensas mías. El daño debe ser ilícito. Para ser responsable ante
otros, debe existir una responsabilidad previa frente a ellos, una responsabilidad
constituida por la obligación de no dañarles.
Además, nadie será responsable ante otros, a menos que el daño sufrido pro-
venga o de la propia responsabilidad de evitación, o que se trate de un daño
que la propia acción haya traído aparejado de manera adecuada. El daño debe
estar conectado a la conducta del demandado o agente, de manera que lo haga
responsable, de manera que se convierta en algo de lo que sea obvio que debería 501
responder. De esta forma, la noción de responsabilidad aparece en dos sentidos
en el derecho de daños: como las responsabilidades, o lo que el Derecho entiende
como deberes u obligaciones; y como el tipo exacto de relación entre su quebran-
tamiento y el daño, una relación adecuada para hacer del daño algo por lo cual
el demandado es responsable. Nuestro énfasis en esta sección es en la noción de
responsabilidad en la frase «tener responsabilidades», o de manera general, «res-
ponsabilidad» como una obligación o deber impuesto por el derecho de daños y
que se hace efectivo mediante la responsabilidad civil. La distinción clave es la
que se establece entre «daño» y «comportamiento ilícito». Queremos distinguir
entre estas dos ideas, especialmente en relación con cómo deberíamos entender
la diferencia entre responsabilidad por culpa y responsabilidad subjetiva.
Actuar ilícitamente es actuar sin justificación o excusa. El comportamiento
ilícito marca negativamente al agente por sus acciones. De otro lado, producir un
daño es quebrantar un deber, invadir el derecho de terceros. Puede quebrantarse
un deber por una buena razón, con justificación adecuada, o bajo circunstancias
exculpantes. Es decir, se puede invadir derechos de forma inocente (o justifica-
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
da), por una parte, o ilícitamente (o injustificadamente), por la otra. Esta distin-
ción se expresa a veces en términos de la diferencia entre infracción de derechos
y violación de derechos. Que mi acción invada un derecho suyo, es una cosa; que,
al hacerlo, esa acción me genere consecuencias negativas, es otra.
¿Cómo ayuda esta distinción entre causar daños y actuar ilícitamente, a en-
tender la distinción entre responsabilidad objetiva y responsabilidad por culpa?
La forma convencional de comprender la responsabilidad objetiva en el derecho
de daños, se deriva del concepto de responsabilidad objetiva en el derecho penal.
Ser objetivamente responsable de un delito penal es ser llamado a responder
por él aunque uno no sea culpable;4* aunque uno tenga una excusa por lo que ha
hecho. La responsabilidad objetiva es una forma de responsabilidad sin culpabili-
dad. La forma estándar de expresarlo es decir que la responsabilidad objetiva no
es derrotable por una excusa. Es responsabilidad sin actuar ilícitamente. Si así es
como entendemos la responsabilidad objetiva en el derecho de daños, entonces
la responsabilidad por culpa se entiende como una responsabilidad derrotable
por las excusas. Quien esté sometido a responsabilidad por culpa puede ser lla-
mado a responder por su conducta sólo si no tiene excusa frente a ella; en otras
palabras, sólo si su acción es algo que deba reprochársele. La responsabilidad por
culpa exige actuar un actuar ilícito culpable. En pocas palabras, la visión conven-
502 cional (tomada a préstamo del derecho penal) consiste en que alguien someti-
do a responsabilidad por culpa debe responder sólo por aquellas consecuencias
desafortunadas de las acciones que le sean reprochables, o de aquellas que sean
el resultado de sus conductas dolosas; por el contrario, una persona sometida a
responsabilidad objetiva puede ser llamada a responder por las consecuencias
desafortunadas de acciones que no son reprochables: acciones que no evidencian
un vicio subjetivo o en los motivos de su autor.
Esta importación de la distinción entre responsabilidad objetiva y con culpa,
del derecho penal a la responsabilidad civil, está completamente equivocada o,
peor aún, es terriblemente desorientadora. El problema es que una persona pue-
de verse sometida a responsabilidad por culpa en responsabilidad civil, aunque
*
4 N. del t.: La palabra culpa, en español, es ambigua; también lo es la palabra culpable. Las veces que se
ha empleado la palabra culpa hasta este punto, corresponden a fault, en un sentido similar a la conocida
expresión de origen francés de la responsabilité avec faut, es decir, fault como falta, simplemente. Sin em-
bargo, en este punto culpable corresponde a una expresión inglesa diferente –blame– (y en otros apartes
corresponderá a culpability), que se traduce también como «culpa» en general, pero fundamentalmente
en el sentido de reproche, o censura. En lo sucesivo, como el texto original emplean las tres expresiones
( fault, blame y culpability), se intentará distinguir claramente entre uno y otro sentido de la expresión.
Jules Coleman & Gabe Mendlow
por culpa. Si asumimos que el demandado es racional, podemos inferir que bajo
responsabilidad por culpa él tomará las precauciones que lo liberarán de la carga
de la obligación. En ese caso, la pérdida recaerá en la víctima. La víctima lo sabe.
Podemos caracterizar a la víctima como si estuviera afrontando una responsabi-
lidad objetiva por sus daños. No los puede trasladar al demandado porque éste
se ha aislado de la responsabilidad, tomando las precauciones justificadas por los
costos. La víctima racional se preguntará lo mismo que se preguntaba el deman-
dado cuya conducta se rige por la responsabilidad objetiva: ¿qué costo es menor:
el de las precauciones o el del daño? Tomará precauciones cuando hacerlo impli-
que el menor costo, no al contrario.
Tanto la responsabilidad objetiva como la responsabilidad por culpa pueden
inducir a los agentes a tomar las precauciones óptimas. Este hecho hace surgir
algo obvio: si la responsabilidad objetiva puede inducir inversiones eficientes en
seguridad, ¿por qué tener una regla de responsabilidad por culpa? Si la respon-
sabilidad por culpa es capaz de inducir a los individuos a tomar precauciones
óptimas, ¿por qué imponer responsabilidad objetiva? Podemos identificar al me-
nos tres razones para tener ambas reglas y usarlas diferenciadamente. Primero,
la responsabilidad objetiva y la responsabilidad por culpa tienen consecuencias
distributivas diferentes. Una regla de responsabilidad objetiva hace que los cos-
tos de la conducta del demandado sean mayores a lo que serían con una regla de 511
responsabilidad por culpa. En cambio, una regla de responsabilidad por culpa es
más costosa para los demandantes que la regla correspondiente de responsabi-
lidad objetiva. Si hay razones independientes para favorecer las actividades del
demandado o del demandante, entonces esa preferencia puede verse reflejada en
diferentes reglas de responsabilidad.
Segundo, la responsabilidad objetiva y la responsabilidad por culpa tienen
impactos diferenciales sobre los niveles de actividad. Una regla de responsabili-
dad objetiva hace más costosa la actividad del demandado de lo que la haría una
regla de responsabilidad por culpa. Y esto tendrá un impacto en la medida en que
los demandados (y los demandantes) se comprometan en sus respectivas activi-
dades. A menor costo, podríamos esperar encontrar más actividad. Es probable
que la responsabilidad por culpa incremente el nivel de la actividad del deman-
dado; es probable que la responsabilidad objetiva lo reduzca. Ambos impactos
presuponen que alguna de las reglas sería eficiente para un nivel dado de cada
actividad. Sin embargo, en la realidad las reglas de la responsabilidad objetiva o
responsabilidad por culpa pueden no ser igualmente eficientes. Para verlo, de-
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
los daños que recaigan sobe ellas, a menos que puedan establecer la culpa del
causante. Lo que llamamos responsabilidad por culpa puede ser justa y fácilmen-
te caracterizado como responsabilidad objetiva de las víctimas, quienes tienen
como defensa la culpa del causante del daño. Pero si esta regla es eficiente, en-
tonces también lo es la de la responsabilidad objetiva (del causante), teniendo
como defensa la culpa de la víctima. Hablando estructuralmente, son la misma
regla. Simplemente sustitúyase «víctima» por «causante» en la regla de la res-
ponsabilidad objetiva con la defensa de la culpa del demandante, y se obtendrá
la regla de la responsabilidad por culpa, y viceversa. Una regla será eficiente si y
sólo si la otra lo es. La regla de la responsabilidad por culpa es eficiente, y por lo
tanto la regla de la responsabilidad objetiva con culpa del demandante debe serlo
igualmente. En esos casos en los que ambas reglas son eficientes, la elección en-
tre ambas depende de otras características de las reglas: en particular, los costos
asociados a su administración.
La discusión en este punto demuestra cómo conciben las reglas de la respon-
sabilidad objetiva y la responsabilidad por culpa quienes defienden un análisis
económico del derecho de daños. Comienzan atribuyéndole al derecho de daños
el objetivo de la disuasión óptima, lo cual entienden como la reducción de la
suma de los costos de los accidentes y los costos de su evitación. Trabajando den-
tro de una concepción del derecho de daños que se sustenta en los conceptos de 513
accidentes, costos y responsabilidad como modo de distribución, luego exploran
la medida en la que pueden ser eficientes las reglas básicas de la responsabilidad
objetiva y por culpa, y las condiciones bajo las cuales lo son.
No hay duda de que el análisis económico del derecho de daños ofrece valio-
sas aproximaciones a las funciones que juega el derecho de daños en el incremen-
to global de la seguridad y en la reducción de los costos de la desgracia o la mala
suerte. Sin embargo, sería desafortunado no tener en cuenta esta característica
del derecho. Nadie, creo, recibiría de buena gana un sistema de responsabilidad
civil que incrementase el número de accidentes o elevase los niveles de insegu-
ridad sobre las personas o los bienes. Con todo, por toda esta concepción, el
análisis económico del derecho de daños ha estado sometido a varias objeciones
poderosas sobre las que nos detendremos ahora.
Comencemos con dos preocupaciones obvias y relacionadas entre sí. La prime-
ra es que al caracterizar la negligencia como la no adopción de las precauciones
justificadas por los costos, el análisis económico del derecho identifica la acepta-
ción racional de riesgos con la aceptación de riesgos racionales. En relación con
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
ello, trata todos los costos y beneficios como si fuesen igualmente importantes,
sin reparar en su distribución. Si queremos entender en qué consiste la negligen-
cia en un caso en el que la conducta del demandado lesiona la actividad del de-
mandante, estamos invitados a imaginar qué riesgos sería racional que aceptara
el demandado, suponiendo que fuese el dueño de ambas actividades. Esta forma
de articular la negligencia o la culpa estándar, trata lo razonable como idéntico a
lo racional, y trata los costos y los beneficios de las actividades como si tuvieran
la misma importancia, sin tener en cuenta su incidencia. Ambos aspectos del aná-
lisis económico están errados. El cuidado que yo le debo a usted –la obligación
de no dañarle– no debe ser el mismo que yo me debo a mí. De manera similar, las
precauciones que para mí es razonable tomar para evitar causarme daños a mí
mismo, pueden ser exactamente las que, al tomarlas, estén en dentro de mi inte-
rés racional, pero eso no significa que las precauciones que para mí es razonable
tomar con el fin de evitar causarle daños a usted, sean aquellas cuya adopción
haría parte de mi interés racional, si yo fuese el dueño de ambas actividades.
Miremos ahora las otras objeciones. El concepto de deber es crucial para el
derecho de daños, pero no aparece en el análisis económico. Las normas del
derecho de daños imponen (de una u otra manera) deberes de no dañar. Hay al
menos dos preguntas que podemos formularnos acerca de estos deberes: frente
514 a quién tenemos esos deberes y cuál es su contenido. Según la exposición que se
ha hecho aquí y en otras partes, lo que llamamos reglas de la responsabilidad por
culpa y responsabilidad objetiva se entienden mejor como concreciones del con-
tenido de los deberes de no dañar, a los cuales están sometidos los individuos.
Un aspecto crucial en el derecho de daños es identificar frente a quién tenemos
deberes particulares de no causar daños. Una vez identificamos los individuos
frente a quienes tenemos deberes de no dañar, nos podemos preguntar la natu-
raleza exacta de ese deber. Podemos plantear este punto ligeramente diferente
diciendo, primero, que es necesario identificar cuáles intereses en la seguridad
debemos tener en cuenta cuando nos comprometemos en tareas diversas y, se-
gundo, que una vez lo hemos hecho, necesitamos determinar cómo debemos
tomar esos intereses en cuenta.
Podríamos plantear este punto en términos de una distinción entre el objetivo
y el contenido de nuestros deberes de no causar daño. Esta es una distinción en
la que hizo mucho énfasis el Juez Cardozo en el caso Palsgraf vs. Long Island R.R.
Según Cardozo, debo evitar lesionar a quienes están dentro de la zona de peligro
asociada a mi conducta. Otros pueden resultar lesionados por lo que hago y lo
Jules Coleman & Gabe Mendlow
que hago puede haber sido lamentable o dañino, pero quienes están por fuera
del ámbito del riesgo previsible, carecen de acción en responsabilidad civil en
mi contra. Que no puedan reclamarme, no es porque yo no haya actuado mal
o descuidadamente. Ex hypotesi, sí lo he hecho. Ni es porque mi conducta des-
cuidada no les haya causado daños. Los causó. Carecen de acción en mi contra
porque no los causé ilícitamente. No los causé ilícitamente porque no tenía el
deber de tomar sus intereses en cuenta al regular mi conducta. Este punto nunca
será enfatizado lo suficiente. Los únicos que tienen acción en responsabilidad
civil en mi contra son aquellos frente a quienes tengo un deber primario. Es sólo
con respecto a ellos que debo ejercer un cuidado razonable. Nótese que no es-
tamos necesariamente de acuerdo con el particular punto de vista de Cardozo
en relación con cómo debemos determinar el conjunto de individuos frente a
quienes tenemos un deber de cuidado. Simplemente estamos de acuerdo con él
en que necesitamos identificar ese conjunto de personas; sólo aquellos frente a
quienes tengo un deber, pueden pretender haber sido ilícitamente dañados por
mi incumplimiento; y sólo ellos pueden alegar que tienen, contra mí, un derecho
a la reparación.
El problema para el análisis económico del derecho es que la restricción del
deber de responsabilidad es incompatible con la meta de inducir a los individuos
a que tomen las precauciones adecuadas. Para estimular a los causantes de daños 515
a que tomen las precauciones adecuadas, cada uno debe enfrentar la totalidad
de los costos de su actividad. Pero la exigencia de obligaciones les permite a los
causantes desplazar al menos algunos de los costos de su conducta, costos que
la eficiencia les exige internalizar. Puede verse esto en el caso de la pobre seño-
ra Palsgraf. Los agentes del ferrocarril actuaron descuidadamente y su falta de
cuidado la lesionó, y sin embargo, como no había un deber frente a ella, no pudo
recuperar los perjuicios sufridos. Esto significa que el ferrocarril puede desplazar
algunos de los costos de su conducta dañina hacia la señora Palsgraf, lo cual es
simplemente otra forma de decir que al ferrocarril no se le exige afrontar la tota-
lidad de los costos de su comportamiento injustificadamente riesgoso. Y eso no
contribuye a que invierta en las precauciones justificadas por los costos.
Podemos plantear el problema que crea la exigencia de un deber para el aná-
lisis económico, de una manera más general. La eficiencia se relaciona con los
costos que afronta una persona por imponer a otros riesgos injustificados. En
contraste, el requisito de un deber previo se relaciona con la muy diferente cues-
tión de si un demandante en concreto o un conjunto de demandantes tiene dere-
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
capacidad de unos u otros para reducir los costos de los accidentes. Dado que
el objetivo del derecho de los accidentes es reducir óptimamente los costos de
los accidentes, las pérdidas deberían imponerse a quien esté en la mejor posi-
ción para reducir los costos, al menor costo. Esto significa que desde un punto
de vista económico, no hay razón por la cual la víctima deba demandar a quien
se alegue que ha causado el daño. Debería, en cambio, buscar a quien evite los
costos de manera más económica. Además, en lugar de ofrecer pruebas de que
el demandante le causó ilícitamente el daño, deberá aportar pruebas dirigidas a
sustentar la pretensión de que el demandado está en mejor posición de lo que
está él mismo para reducir el riesgo a un menor costo. Finalmente, el juicio prác-
tico alcanzado como conclusión, debería reflejar una distribución de los costos
entre las partes, que contribuya a que cada uno tome las precauciones que está
en mejor posición para tomar. Pero, por supuesto, esta no es la deducción que el
derecho de daños les permite adoptar a los jurados. Por el contrario, los juicios
sustentados en la prueba se limitan a determinar si el demandado es o no respon-
sable de los costos del demandante. Cualesquiera sean sus precomprensiones,
el análisis económico del derecho de daños no logra aprehender su estructura
normativa característica. Y de esa forma llegamos a su principal alternativa: la
teoría de la justicia correctiva.
que no dé cuenta de por qué es esto así, no sirve –al menos en tanto explicación
de la justicia correctiva–.
Quienes encontraron convincente esta objeción –incluyéndome (al menos
hasta hace poco) – ofrecieron una formulación diferente del principio de justicia
correctiva. Según esta concepción, quienes sean responsables de los perjuicios
contrarios a Derecho que su conducta impone a otros, tienen la obligación de
reparar esos perjuicios. Esta formulación de la demanda de justicia correctiva es
la que domina la literatura hasta ahora, y por ello en lo que sigue nos concentra-
remos primordialmente en ella. Al hacerlo, consideraremos en qué medida esta
concepción de la justicia correctiva explica elementos cruciales de nuestra prác-
tica de la responsabilidad civil y hace surgir importantes objeciones contra ella.9
Al explorar la relación entre el derecho de daños y la justicia correctiva, es
necesario situarlos a ambos entre el derecho penal, por un lado y, por el otro,
una concepción del derecho de daños como, primordialmente, una modalidad
de distribución de costos. La forma de hacerlo es anotando que los conceptos
principales del derecho de daños difieren de los que funcionan en el derecho
penal y se encuentran representados o comprendidos pobremente por el análisis
económico. Comencemos anotando que la noción de responsabilidad en el dere-
cho de daños es la de responsabilidad-resultado, no la de responsabilidad-acción.
El derecho de daños se pregunta si un perjuicio es algo que pueda atribuirse al 519
demandado como algo de lo que deba responder. No se pregunta si la acción del
demandado es algo por lo que éste pueda ser reprochado o censurado. El princi-
pio de la justicia retributiva bien puede servir para explicar aspectos de nuestro
derecho penal, pero no sirve para explicar el derecho de daños. El concepto de
responsabilidad implicado en el derecho de daños es el de «responsabilidad por
los resultados», donde la cuestión central es si el estado de cosas (los perjuicios)
de los que el demandante pretende reparación, es algo que puede atribuírsele
como obra suya; y de esa manera, algo de lo que deba responder. La pregunta
no es si es culpable por ello y por lo tanto si debe ser adecuadamente penado o
sancionado por ello.
9 En versiones posteriores de este artículo, nos ocuparemos de nuestras razones para pensar que nuestra
idea original de que la tesis de la anulación es la concepción adecuada de la justicia correctiva, puede ser
correcta; que las objeciones que se le hacen no son persuasivas; y que me apresuré a abandonarla. Todos
esos argumentos los estamos desarrollando en nuestra investigación actual y en un artículo diseñado
para reflejar el estado actual del pensamiento sobre este tema. Dado que la segunda concepción de la
justicia correctiva es la que domina, no hay duda de que nuestra responsabilidad es explicar la fuente de
ese dominio.
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
do, y que la diferencia entre ellas tiene que ver con el contenido del deber rele-
vante, pero no ofrece orientación alguna acerca de por qué algunas actividades
demandan el tipo de deber de cuidado tipificado en la responsabilidad objetiva,
mientras que otras demandan un deber de cuidado del tipo asociado a la respon-
sabilidad por culpa. Por lo menos el análisis económico, como vimos antes, da
una orientación muy clara en este punto.
De una u otra forma, la primera objeción es, de lejos, la más penetrante que
se le hace a las explicaciones del derecho de daños que se hacen desde la justicia
correctiva. Si fuese una objeción sólida, sería devastadora. En efecto, no es una
objeción seria y se apoya en un malentendido importante. En la moral, como en
todo, hay una división del trabajo significativa, aunque limitada. No le correspon-
de a la justicia correctiva explicar el contenido de los deberes de no dañar que
tenemos frente a otros, ni determinar su objetivo. Por el contrario, es un princi-
pio que fundamenta algunas de las obligaciones que contraemos en caso de que
no logremos cumplir con los deberes de no causar daño a terceros. Tenemos, en
general, una responsabilidad de mitigar nuestra conducta por el impacto proba-
ble que pueda tener en los intereses de otros. Es cuestión de moral, de sentido
común y de simple equidad. Este deber general que tenemos frente a otros no es
en sí mismo un asunto de justicia correctiva. Ni es asunto de justicia correctiva
524 decir qué deberes tenemos, frente a personas en concreto, de tomar en cuenta el
impacto de nuestra conducta en sus intereses. Una buena pregunta de moralidad
es qué es lo que debemos a otros, concretamente, para liberarnos de nuestros
deberes generales de equidad frente a terceros. ¿Cómo debo mitigar mi conducta
a la luz de sus (presumiblemente legítimos) intereses? ¿Y cuáles de esos intereses
debo tomar en cuenta? Puede sostenerse que la elaboración de una lista de esos
deberes concretos es la tarea de la filosofía moral. Otros pueden sostener que
la filosofía moral probablemente no es capaz de suministrar una lista definitiva,
que al menos parte de los deberes que tenemos frente a terceros dependen de
las prácticas que lleguemos a tener. En cualquier caso, esos deberes subyacentes
no son en sí mismos obligaciones de reparación, sino deberes de cuidado. No le
corresponde a la justicia correctiva identificarlos ni fundamentarlos.
De hecho, es todo lo contrario. Una vez tenemos exigencias concretas de
tomar en cuenta los intereses de otros de una u otra manera en la regulación
de nuestros propios asuntos, encaramos al mismo tiempo la pregunta diferen-
te acerca de si, y en qué formas, el quebrantamiento de esos deberes impac-
ta las relaciones normativas entre las partes. En otras palabras, ¿cuáles son las
Jules Coleman & Gabe Mendlow
Sin duda, hay diferencias entre estos casos. En el primero, nadie puede ser res-
ponsable por las desgracias que uno sufre; en el segundo, alguien lo es. La justicia
correctiva encarna importantes valores morales por los cuales enfatiza no sólo
las nociones de desgracia y de perjuicio, sino también la idea de que tenemos de-
beres de cuidado frente a otros, y el hecho de que algunas de las desgracias que
otros sufren son obra nuestra. La justicia correctiva nos conecta con nuestras ac-
ciones y con el impacto que nuestras acciones tienen en otros, en una forma que
no lo hacen otros principios de justicia, por ejemplo el de la justicia distributiva.
Al sostener que la justicia correctiva no ordena un sistema de responsabilidad
civil, no estamos afirmando que no se pierde nada desde un punto de vista moral.
Que algo se pierda, depende de si expresamos en alguna otra parte de nuestra
vida institucional y nuestras prácticas, los valores morales incorporados en el
principio de justicia correctiva. Esos valores pueden expresarse adecuadamente
en un rango de prácticas formales e informales. No necesitan expresarse median-
te el derecho de daños. Porque lo que hace el derecho de daños es expresar esos
valores de una manera particular. Ata los deberes de tomar en cuenta el impacto
de la propia conducta sobre terceros, con la responsabilidad por lo que suceda a
otros en caso de que uno no logre hacerlo de cierta manera, es decir, imponiendo
la obligación de restablecer los perjuicios. Sin embargo, podríamos separar lo pri-
mero de lo segundo, Podríamos tener prácticas de presentación formal de excu-
526 sas, de ofrecimiento de servicios u otras formas de ayuda o restitución, mientras
que al mismo tiempo distribuimos los costos de las desgracias de manera más
eficiente a través de un fondo de impuestos generales. Si tenemos un sistema
de responsabilidad civil, no es porque así lo ordene la justicia correctiva. Si ese
sistema es defendible es porque, a fin de cuentas, una práctica así es una forma
defendible de expresión de los valores incorporados en la justicia correctiva, y
una forma de hacerlo de modo tal que sea efectiva en sus costos y en los costos
de evitación de los accidentes, entre otros.
La segunda objeción consistía en que si el principio de justicia correctiva es
compatible con una teoría económica de los actos ilícitos o los deberes de cui-
dado subyacentes que tenemos frente a terceros, entonces la justicia correctiva
se reduce al análisis económico. Mientras ningún conjunto de los deberes subya-
centes quede por fuera del principio de justicia correctiva, el principio restringe
el conjunto de deberes que pueden ser protegidos o asegurados por él mismo. La
forma general de esa restricción puede ser formulada abstractamente. Las ideas
de derecho y deber que subyacen y se sustentan en el principio de justicia correc-
Jules Coleman & Gabe Mendlow
tiva, deben ser tales que la imposición de una obligación de reparación generada
en un quebrantamiento de deber, sea una exigencia de justicia y no simplemente
algo de lo cual podamos suministrar buenas razones instrumentales.
Puede ser útil ilustrar el punto general considerando un ejemplo diferente
y menos controversial (al menos desde este punto de vista): la relación entre el
castigo penal y el retribucionismo. El retribucionismo sólo puede ser convincente
como explicación de la sanción penal, si los delitos identificados por el Derecho
son del tipo que hace claro, en general, por qué sería merecido castigar alguien
por cometerlos. Si, por ejemplo, no hubiese excusas en el derecho penal –si toda
la responsabilidad penal fuese objetiva en ese sentido– y si sólo los ilícitos más
triviales fuesen delitos, el retribucionismo sería una explicación poco convin-
cente de nuestras prácticas penales. La plausibilidad del retribucionismo como
explicación de la sanción penal depende de la conducta que el Derecho conside-
re criminal, y de que las condiciones de responsabilidad para esos delitos sean
apropiadas para una atribución de culpabilidad o reproche. Este ejemplo ilustra
dos puntos importantes. Primero, nadie critica que el retribucionismo sea vacío
por el hecho de que no suministre una explicación de cuáles ilícitos merecerían
pena. Segundo, aunque no suministre una explicación de los ilícitos subyacentes
en los que sería adecuado imponer una pena, no restringe la pertenencia a ese
conjunto. 527
Lo mismo puede decirse de la justicia correctiva. Dado que la justicia correc-
tiva no es una teoría de los ilícitos que corrige, sólo puede darle un sentido al de-
recho de daños si, en general, el tipo de ilícitos que identifica son de aquellos que
deben ser reparados por razones de justicia. Otra forma de plantear este punto es
decir que aun cuando la justicia correctiva no debe ni tiene que suministrar una
teoría de los ilícitos que el derecho de daños identifica, de hecho establece cuá-
les son los casos claros o paradigmáticos de esos ilícitos. Cumple con esa exigen-
cia claramente, para los ilícitos que elige como paradigmáticos –intromisiones
en la propiedad, agresiones y asaltos intencionales, desinterés negligente por los
intereses de terceros, etcétera–, que son el pan de cada día del derecho de daños.
Podemos plantear tres conclusiones de este análisis. Primero, la justicia co-
rrectiva no está vacía. Se apoya en la noción básica de la división del trabajo de
la teoría moral. Dentro de su ámbito, es un principio sustantivo en sí mismo.
Segundo, no es compatible con todas las teorías del derecho de daños. De hecho,
impone límites significativos a lo que puede caber dentro del conjunto de ilícitos
cuya reparación puede ser una exigencia de justicia. Finalmente, no exige otra
LAS TEORÍAS DEL DERECHO DE DAÑOS...
los intereses que los individuos tienen en sus bienes y asegurar sus expectativas
en forma consecuente.
Otra cuestión es cuál es el parámetro de legitimidad. ¿Qué debe cumplirse en
una distribución de recursos antes de protegerla o asegurarla mediante prácticas
rectificatorias coercitivas para que sea admisible como cuestión de justicia? Es
un tema demasiado grande para abordarlo aquí. Podemos decir, no obstante, que
la noción de legitimidad que tengo en mente es la misma que justifica de manera
general la coerción –p. ej. en el derecho penal– en Estados legítimos pero no
completamente justos. Si esas condiciones no se cumplen, podríamos sin embar-
go abogar por prácticas de reparación que protejan distribuciones de recursos,
pero no como una cuestión de justicia. En lugar de hacer eso, podría ser deseable
incrementar la seguridad, avanzar hacia instituciones que ofrezcan una promesa
legítima de prosperidad e igualdad, o similares. Las obligaciones de reparación
son siempre cuestión de «corrección», pero no son cuestión de justicia correctiva,
a menos que se satisfagan las condiciones de legitimidad en las instituciones de
distribución de recursos.13
Permítannos cerrar planteando dos objeciones a la idea de que la justicia co-
rrectiva explica mejor el derecho de daños. Ambas son objeciones muy serias y
demandan mucha más atención de la que somos capaces de dar a cada una de
530 ellas en este punto. En efecto, la apreciación completa de aspectos de ambas ob-
jeciones nos ha llevado a revisar la concepción inicial de la justicia correctiva en
términos de la tesis de la anulación. La primera objeción es que mientras que en
la formulación de la justicia correctiva que hemos articulado el derecho de daños
impone una obligación de reparación, el hecho es que el derecho de daños no im-
pone tal obligación. Más bien, el quebrantamiento del deber de no causar daños
fundamenta un derecho a recurrir que tiene la víctima: un derecho a buscar re-
cuperación contra el demandado (Zipursky, 1988). Más aun, el derecho de daños
crea una facultad en la víctima de un hecho ilícito para crear e imponer el deber
de reparar en el causante. El deber no surge del quebrantamiento. El quebranta-
miento fundamenta el derecho de crear e imponer ese deber en el causante. Es
el derecho a imponer la obligación de reparar –no la obligación de reparar en sí
misma– lo que es crucial para el derecho de daños.
La segunda objeción es igualmente poderosa. De acuerdo con esta objeción, la
justicia correctiva no realiza trabajo normativo alguno.14 Tengo una buena razón
13 Véase J. Coleman, 1992a; S. Perry, 2000.
14 John Gardner hace esta objeción en un trabajo no publicado aún.
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538
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL
CONTRATO DE SEGURO EN EL DERECHO
COLOMBIANO” “ASEGURADOR, TOMADOR,
ASEGURADO Y BENEFICIARIO”
exprese que es por cuenta de un tercero”, no consagra una “presunción de derecho”, pues
para que lo fuera, el legislador debió decir expresamente que “se presume de derecho” que
el “seguro corresponde al que lo ha contratado(...)”.3
Lo normal, como lo señala el profesor Efrén Ossa, es que el seguro sea por
cuenta propia, esto es, por cuenta del tomador, quien en ese caso revestirá ade-
más la calidad de asegurado, es decir, de titular del interés asegurable que se
busca proteger de los riesgos que lo amenazan a través del seguro.4
En los seguros de daños buscará proteger su propio patrimonio, bien en sen-
tido general como sería el caso de un seguro de responsabilidad civil, bien sea
vinculado a una cosa concreta como en un seguro de automóviles. En los seguros
de personas, el tomador revestirá la calidad de asegurado cuando toma el seguro
sobre su propia vida5 (Artículo 1137 No.1), bien para protegerse a sí mismo (en el
seguro de vida propiamente dicho, seguro de supervivencia o de sobrevivencia),
bien para proteger a sus beneficiarios (seguro de muerte).
Al decir de Bustamante Ferrer la “(...) situación perfecta en el contrato de se-
guro, en cuanto al equilibrio en la actualización y el cumplimiento de las obliga-
ciones de las partes, se presenta cuando las condiciones de tomador y asegurado
se confunden, porque el contrato se celebra en interés de este último y es a él
a quien le corresponde verdaderamente el cumplimiento de la obligación que a
540 esta parte del contrato le compete”. 6
No obstante, no habrá coincidencia entre tomador y asegurado en dos hipó-
tesis:
- Cuando el tomador obra por cuenta ajena, pues el titular del interés asegurable y por
ende asegurado es ese tercero por cuenta de quien obra el tomador (Artículo1039 del Có-
digo de Comercio);
- Cuando, incluso obrando por cuenta propia, celebra el contrato de seguro sobre la vida
de un tercero, pues en tales casos el asegurado será ese tercero.7
3 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 12 de diciembre de 2002.
Expediente C-6754. Magistrado ponente: Doctor José Fernando Ramírez Gómez. Proceso ordinario de
Oscar Patiño Franco contra Seguros del Estado S.A.
4 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Pág. 6.
5 JARAMILLO, Carlos Ignacio. “Aspectos medulares del seguro sobre la vida en el derecho colombiano:
Visión comparada”. XVII Encuentro Nacional de Acoldese. Paipa, octubre 1992. Pág. 128
6 BUSTAMANTE FERRER, Jaime y URIBE OSORIO, Ana Inés, Ob. Cit. par.61.
7 OSSA G., J. Efrén, Ob. Cit. Pág. 6.
Mateo Peláez García
de tomador y asegurado
Como se indicó, en el caso de que el contrato sea celebrado por un mandata-
rio con representación, el tomador y asegurado es el mismo mandante, razón por
la cual no se está frente a un seguro por cuenta ajena, sino frente a un seguro por
cuenta propia donde tomador y asegurado son la misma persona y cuyo patrimo-
nio es el que se busca proteger con dicho seguro.
3. El contrato por cuenta de quien corresponda porque se desconoce quien pueda ser el
titular del interés en el momento del siniestro, y el mismo tomador puede llegar a ser un
beneficiario potencial”.9
El seguro por cuenta de tercero no es lo mismo que un mandato con repre-
sentación, pues el tomador celebra el contrato en su propio nombre y represen-
tación y no como representante del asegurado. Además, si fuera un mandato con
representación, el tomador sería el tercero y no habría diferencia entre tomador
y asegurado.10 No obstante, es importante anotar que en el seguro por cuenta de
tercero se puede englobar tanto un mandato sin representación como la ausencia
total de mandato.
simplemente tomar un seguro de responsabilidad civil por virtud del cual la ase-
guradora sólo respondería en caso de pérdida de la cosa sobre la cual recae el
contrato de arrendamiento en caso de que, efectivamente, el arrendatario tenga
una responsabilidad civil frente a su respectivo contratante de manera que si el
arrendatario no es civilmente responsable de la pérdida del bien arrendado sobre
el cual recae el respectivo contrato no habría cobertura por parte del contrato
de seguro.
En ese mismo orden de ideas, también podría un transportador (y esto sería
aplicable a una infinidad de sujetos pasivos de relaciones jurídicas, tales como
usufructuario, depositario, el arrendatario leasing, entre otros) tomar un seguro
de responsabilidad civil en virtud del cual la aseguradora sólo respondería en
caso de pérdida de las cosas transportadas cuando efectivamente el transporta-
dor incurra en una responsabilidad civil bien frente al destinatario de las mercan-
cías o bien, frente a su remitente, de manera que, en forma similar a la anotada
en el ejemplo anterior, si el transportador no es civilmente responsable de la
pérdidas de los bienes transportados no habría cobertura por parte del contrato
de seguro.
Ahora bien, arrendatario y transportador, respectivamente, pueden decidir
contratar sendos seguros por cuenta de terceros, esto es, por cuenta de los pro-
pietarios de los bienes sobre los cuales recaen sus respectivos contratos y se 543
tendría lo siguiente: por una parte, y en relación con el contrato tomado por el
arrendatario, el asegurado “principal” sería el dueño del bien sobre el cual recae
el contrato de arrendamiento. De manera que el interés que primordialmente se
está buscando proteger es el derivado del derecho de dominio. Así las cosas, en
caso de pérdida del respectivo bien, por “cualquier causa”, la aseguradora tendría
que responder del pago de la prestación asegurada, con independencia de que
exista o no responsabilidad civil del respectivo tomador pues el seguro primor-
dialmente está dando cobertura al interés del propietario.
Así mismo, respecto del contrato tomado por el transportador, el asegurado
“principal” sería el dueño de las mercancías transportadas, de manera que el inte-
rés que primordialmente se está buscando proteger es el derivado del derecho de
dominio o, si se quiere, el derivado de la condición de remitente o destinatario
de las mercancías. Así las cosas, en caso de pérdida de las mercancías transpor-
tadas por “cualquier causa”, la aseguradora tendría que responder del pago de la
prestación asegurada, con independencia de que exista o no responsabilidad civil
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL...
11 No obstante lo indicado en el párrafo, se debe tener presente en cada caso las exclusiones correspon-
dientes al respectivo contrato, pero ellas no dirían relación al hecho de que no exista responsabilidad
civil del tomador sino a otras situaciones, tales como el vicio propio de las cosas la cual si bien es una
eximente de responsabilidad del transportador también es excluida en general en los seguros de daños,
como el de incendio. Si fuera un seguro de responsabilidad civil bastaría con anotar que sólo respondería
en caso de responsabilidad civil del tomador asegurado, esto es, el arrendatario o el transportador, para
seguir con los ejemplos indicados.
Mateo Peláez García
12 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 19 de mayo de 1999. Magistra-
do ponente: Doctor José Fernando Ramírez. Proceso ordinario de la Corporación Financiera de Santander
S.A. Confinsa contra Seguros La Unión S.A.
Mateo Peláez García
interés, por cuenta propia entonces, de manera que son una misma persona to-
mador y asegurado; pero también acontece que el seguro se contrate pero por
cuenta de un tercero determinado o determinable, de suerte que básicamente es
el interés asegurable de ese tercero el que constituye el objeto de la convención,
lo que implica, como es obvio, que uno sea el tomador y otro - el tercero - el
asegurado, a quien corresponde, según el texto citado, el derecho a la prestación
asegurada.
Por ser el más común, se menciona por la doctrina como ejemplo de esta
última clase de seguros el tomado por el acreedor hipotecario o prendario por
cuenta del dueño de la cosa gravada; ejemplo este que por cierto trae a cuento
otro rasgo característico de estas estipulaciones, a saber, el de que por lo gene-
ral -no necesariamente-, si bien es el tercero el titular del interés asegurable, el
tomador tiene a su turno un interés propio en el contrato; así para continuar con
aquel ejemplo, el interés del acreedor hipotecario radica en la conservación de la
cosa -o su valor- que constituye su garantía; naturalmente, desde esta perspec-
tiva del interés del tomador, las posibilidades fácticas son innumerables, siendo
posible incluso que, llegado el caso, la prestación económica de éste sobrepase
la del asegurado(...)”.13
En la misma sentencia, al desarrollar el cargo de casación, la Corte expresa lo
siguiente: 547
“(...) pasando pues al punto materia de debate, resulta que, contra lo afirmado por el
censor, no más mirar los documentos enunciados -folios 2 a 5- se observa cómo no es cier-
to que tomador y asegurado hayan sido una misma persona; allí se lee, en efecto, que es
“Procartículoon Ltda.” el tomador, pero como asegurados figuran “Procartículoon Ltda.
y/o Banco Popular sucursal Usaquén”, texto indicativo de que se estipuló que el seguro
contemplase todas y cada una de las modalidades cubierta por el uso simultáneo de esas
conjunciones disyuntiva y copulativa, lo que naturalmente da pie para afirmar que “Pro-
cartículoon”, como tomador aseguró, de un lado, su propio interés, de otro conjuntamente
el suyo propio y el del Banco Popular y además, el interés de esa entidad bancaria, de
suerte que en algunas de esas relaciones surgidas a consecuencia del uso de la expresión
“y/o”, tomador es Procartículoon Ltda. Y asegurado el Banco Popular, personas diferentes
naturalmente (...)
(...) De esta suerte, si la póliza reza que “Procartículoon” asegura sus propios bienes
-la fábrica de cartículoon- contra incendio, pero también que asegura el interés que en
13 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 24 de mayo de 2000. Magistra-
do ponente: Doctor Manuel Ardila Velásquez. Proceso ordinario de Seguros de Procarton Limitada contra
Seguros Tequendama.
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL...
esos bienes tiene el Banco Popular, no otra cabe decir sino que obviamente no incurrió
el tribunal en el evidente error que se le achaca por entender que tomador y asegurado
eran personas diferentes y por ahí mismo concluir que lo estipulado en dicha póliza fue un
seguro por cuenta (...)
(...) Y es bueno acotar respecto del interés asegurable del Banco Popular -interés sin el
cual el seguro por cuenta hubiera sido un imposible- que la demandada admite que dicha
entidad bancaria era acreedora de “Procartículoon”. Así mismo se anota que nada obsta,
dentro de la concepción del seguro por cuenta, para que a instancia del acreedor o por
cualquier otra causa, el deudor relativamente a sus propios bienes, tome el seguro por
cuenta de dicho acreedor para proteger el interés que éste como tal, en virtud de la prenda
general, tiene en ellos, seguro por cuenta que, de paso, conforme al transcrito artículo
1042, podría amparar su propio interés (...)”.
También en la sentencia que se comentará en los sub numerales posteriores,
la Corte se refiere al seguro por cuenta ajena. No obstante, hemos querido citar
aquí a pesar de su extensión lo que en forma general ella plantea sobre el seguro
por cuenta ajena, así:
“(...) 4. EL SEGURO POR CUENTA AJENA Y ALGUNOS DE SUS RASGOS FUNDAMEN-
TALES (...)
(...) a) El apellidado seguro por cuenta ajena, existente en contraposición al llamado se-
guro por cuenta propia, es una socorrida institución planetaria que, al margen de figuras
548 conectadas con la representación; el apoderamiento, el mandato, la gestión de negocios,
etc., propende por facultar a una persona que, recta vía, no es titular del interés que se
pretende asegurar (interés asegurable), para que pueda contratar el seguro, no empiece
esa particular circunstancia que, en consecuencia, no inviste carácter impeditivo y, por
tanto, no inhibe la celebración eficaz del negocio jurídico que, ab origine, se entiende bien
trabado (...).
(...) De allí que el contratante, privativamente, revista la calidad de tomador -o sea de la
“(...)persona que, obrando por cuenta(...)ajena, traslada los riesgos”, artículo 1037, Código
de Comercio- pero no la de asegurado, la que estará reservada al real titular de dicho in-
terés que, por fuerza de la mecánica originaria e históricamente asignada a este instituto,
avalada por un apreciable número de legislaciones y doctrinantes -pero no por todas y
todos-, no le incumbe directamente a aquel, por manera que el contratante ‘gestiona’ -en
sentido lato- o se ocupa de un interés que le pertenece a otro (laborío tuitivo), pues si a él le
perteneciere –únicamente- es natural, el seguro no sería por cuenta ajena, sino por cuenta
propia, todo sin perjuicio de posterior salvedad, particularmente en el campo del derecho
vernáculo, permeado por una concepción -algo- diferente (...)
(...) Por ello es por lo que aludiendo a una vinculación de carácter triangular (asegura-
dor; tomador y asegurado), se suele decir que en el seguro por cuenta ajena, en línea de
Mateo Peláez García
principio, no hay concordancia entre la persona del tomador y el asegurado -por lo menos
al momento de la celebración del negocio jurídico-. El asegurador, es el cocontratante del
tomador y, en particular, su acreedor, respecto de la prima o precio del seguro, ya que le
corresponden las obligaciones. Y el asegurado, sin ser parte en el contrato (Artículo 1037,
Código de Comercio), es el acreedor -en potencia- de la entidad aseguradora (Artículo
1039, Código de Comercio) (...)
(...) Como lo puso de presente en reciente fallo la Corte, en esta modalidad negocial, “(...)
es obvio, que uno sea el tomador y otro -el tercero-, el asegurado, a quien corresponde (...)
el derecho a la prestación asegurada” (sentencia del 24 de mayo, 2000, Exp. No 5349) (...)
(...) b) En lo que concierne a la finalidad del seguro por cuenta ajena, sin duda uno de los
tópicos más polémicos y controvertidos en la doctrina y en la jurisprudencia comparada,
debe anotarse -en obsequio a la brevedad- que hay dos tendencias sobre el particular. Una,
más ceñida a la teleología consustancial a la institución en comentario, llamada a abrirle
paso, única y exclusivamente, al aseguramiento de un interés ajeno, por oposición a uno
-propio- radicado en cabeza del tomador. Y otra, ciertamente más amplia, encaminada a
posibilitar -en principio- la convergencia de los dos intereses, de tal suerte que, ambos, en
efecto, se tornarían asegurados, en virtud de la figura del seguro por cuenta, así conserve
el epígrafe de ‘ajena’ (seguro por cuenta ajena), postura esta última ahijada por el legis-
lador nacional (...)
(...) De acuerdo con la primera de las anunciadas posturas, mediante el seguro por cuen-
ta ajena, está proscrita toda posibilidad de que el tomador, en forma concurrente con el
tercero, invista la calidad de asegurado, toda vez que la filosofía que inveteradamente le 549
asiste a esta forma de contratación, precisamente, estriba en la protección o salvaguarda
de intereses ajenos, por manera que proteger los propios, por plausible que resulte, no es
tarea encomendada al seguro por cuenta, por lo menos en la dimensión o faz contemplada
(ajena). Para ello, se afirma, existe el seguro tomado en nombre y por cuenta propia (...)
(...) Quienes así razonan, claramante (sic) rechazan la ampliación del espectro del ‘segu-
ro por cuenta’, en consideración a que “(...) si el contratante asegurara su propio interés,
no puede hablarse de un seguro por cuenta de otro”, de lo que coligen que, “(...) la validez
del seguro por cuenta de otro presupone la carencia de un interés propio del contratante”
(tomador).14 No en balde “El seguro por cuenta ajena -se anuncia- es el reverso del seguro
por cuenta propia (...)”.15
14 VENDITTI, Antonio. L’assicurazione di interessi altrui, Nápoles, 1.961, p.p.67 y 68. Cfme: Mario Claudio
Capone. Il Contratto di Assicurazione per Conto di chi Spetta (con particolare riferimento all’assicurazione
di merci viaggianti), en Giustizia Civile, Roma, 1.990, p.p. 161 y 162. Nota aclaratoria: Esta cita es de la Corte
Suprema de Justicia.
15 HALPERIN, Isaac, El contrato de Seguro, Depalma, Buenos Aires, 1946, pg. 468. Nota aclaratoria: Esta cita
es de la Corte Suprema de Justicia.
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL...
(...) De conformidad con la segunda postura –que permeó el derecho nacional-, por
el contrario, es enteramente posible -amén que lícito- que, con estribo en un seguro por
cuenta ajena, se protejan, simultáneamente, el interés del tomador en el contrato, y el del
tercero, sin que para ello exista incompatibilidad -insalvable- alguna. Por consiguiente, si
el contratante tiene un interés lícito, el recipiente reservado al seguro por cuenta ajena, le
servirá para tutelarlo, sin perjuicio de la protección negocial (ex contractu) dispensada al
tercero. En este caso, con diferente abolengo, tomador y tercero, serán asegurados, pues si
bien es cierto la ratio de esta forma de contratación finca en la salvaguarda de intereses
ajenos, ello no se opone, según el caso, a que los del tomador corran idéntica suerte, aun
cuando respetando la principalidad del tercero (...)
Los que así discurren, a su turno, concluyen aseverando que, “(...) todas las veces que el
contratante tenga un interés asegurable, se debe presumir que el seguro por cuenta eng-
loba este interés”.16 Por eso es por lo que en el terreno del seguro de transporte, concreta-
mente en la esfera del seguro por cuenta, se estima que éste “(...) contiene dos seguros: un
seguro de cosas para su propietario y un seguro de responsabilidad para su suscriptor” (17).
(...) Como tangencialmente se anticipó, el derecho de seguros colombiano, siguiendo las
directrices trazadas por la legislación francesa, concretamente por la Ley de Seguros de
1930 -que, en lo pertinente, tanta influencia tuvo en la redacción del Código de Comercio-,
se enroló en la segunda de las esbozadas posturas, respaldando, de paso, la hermenéutica
asignada a la preceptiva gala por parte de la jurisprudencia y la comunnis opinio, según
dan cumplida cuenta los antecedentes de la reforma colombiana (acta No. 86 del Subco-
550 mité de Seguros). Ello explica, en este puntual tema, el prohijamiento del artículo 1042
del Código de Comercio, dueño de una concepción divergente a la adoptada por otros
ordenamientos continentales, de indiscutida trascendencia para la fijación del alcance y el
entendimiento del artículo 1124 del Código de Comercio, objeto -entre otros a él ligados-
de la censura sometida al conocimiento de la Corte (...)
(...) Dicho precepto patrio, aún incólume, textualmente reza: “Salvo estipulación en con-
trario, el seguro por cuenta valdrá como seguro a favor del tomador hasta concurrencia
del interés que tenga en el contrato y, en lo demás, con la misma limitación, como estipu-
lación en provecho de tercero” (...)
(...) Es, entonces, enteramente inteligible, que el legislador nacional, ex profeso, validó
el aseguramiento del interés que le incumba al tomador o contratante, con total indepen-
dencia del que gravita alrededor del tercero-asegurado. Tanto es así que la declaración
preceptiva en referencia, tendrá ineluctable aplicación, “Salvo estipulación en contrario”,
16 M. PICARD y A. BESSON. Les Assurances Terrestres. Le Contrat D’Assurance, L.G.D.J, París, 1.982. P.416. Nota
aclaratoria: Esta cita es de la Corte Suprema de Justicia.
17 RODIERE, René. Traité Général de Droit Maritime. Assurances Maritimes, París, p. 535. Nota aclaratoria:
Esta cita es de la Corte Suprema de Justicia.
Mateo Peláez García
ya que si las partes, de alguna manera, no consideraron albergar más que a un interés -o
no dejaron diáfanas señales con vocación para que, a través de un proceso hermenéutico,
se corroborara su deseo de separarse del supraindicado derrotero legal-, la Ley parte del
supuesto de su anuencia y conformidad con lo anunciado, en el sentido de que no sólo el
interés del tercero, objetivo primordial de esta forma de contratación, queda cabalmente
protegido, sino también el del tomador (18), aun cuando la prioridad, se subraya, estribe en
el tercero-asegurado, al punto que si no se le tutela, mal podría hablarse, en estrictez, de
seguro por cuenta ajena -lato sensu- (...)
(...) Como recientemente lo puntualizó esta Sala, es enteramente posible, a la par que
jurídico, que “(...) el seguro se contrate pero por cuenta de un tercero determinado o de-
terminable, de suerte que básicamente es el interés asegurable de ese tercero el que cons-
tituye el objeto de la convención, lo que implica, como es obvio, que uno sea el tomador y
otro -el tercero-, el asegurado, a quien corresponde, según el texto citado, el derecho a la
prestación asegurada”. Ello sirve para explicar “(...) que, en principio, el seguro bajo esta
modalidad protege tanto el interés del tomador como el del asegurado” (Exp. No 5349,
Sentencia del 24 de mayo de 2000) (El subrayado es ajeno al texto original) (...)
(...) No hay, pues, en Colombia, tratándose del seguro por cuenta ajena, exclusión -radi-
cal o aún atenuada- en torno al aseguramiento del interés del tomador, el que se erigirá
en fundamento legis para entender que ostenta la calidad de asegurado, tal y como tiene
lugar de cara al interés del tercero, propiamente dicho, quien se considera como asegurado
prevalente o “principal”, conforme lo apellida un autorizado sector de la doctrina vernácu-
la, la misma que, desentrañando el alcance del artículo 1042 del ordenamiento comercial, 551
pone de manifiesto que, “En el seguro por cuenta(...)., el contrato está destinado a cubrir,
básica y, las más de las veces, prioritariamente, un interés asegurable ‘ajeno’, el interés de
un ‘tercero’ en la cosa asegurada o a la cual se hallan vinculados los ‘riesgos’ objeto del
contrato”, lo que sirve de fundamento para comprender que el “(...)tomador puede o no
tener un ‘interés asegurable’ en las cosas objeto del contrato” (...).19
18 - Cfme: ZORNOSA, Hilda E. Las partes en el contrato de seguro, en Evolución y perspectivas del contrato de
seguro en Colombia, Bogotá, 2.001, p. 19. Nota aclaratoria: Esta cita es de la Corte Suprema de Justicia.
19 OSSA G., J. Efrén. Teoría General del Seguro, Vol. II. El Contrato, Temis, Bogotá, 1.991, p.p. 7, 16 y 18.
“El interés -continúa el mismo autor- puede ser de carácter moral.... Puede o no tener interés en el contrato
mismo, aunque generalmente lo tiene en la medida en que satisface una obligación derivada de su relación
subyacente con el tercero-asegurado. Este, en cambio, debe necesariamente tener ‘interés asegurable’ en o
respecto de los bienes sobre que versa el seguro. Que estas afirmaciones responden a la realidad jurídica
lo demuestran, de una parte, el art. 1042 del Código de Comercio cuando dice que, ‘salvo estipulación en
contrario, el seguro por cuenta valdrá como seguro a favor del tomador hasta concurrencia del interés que
tenga en el contrato’, de donde se infiere, dada la forma subjuntiva del verbo, que puede no tener interés o
tener un interés limitado y que, en todo caso, las partes pueden pactar que el tomador no derive del seguro
beneficio o derecho alguno (esto en cuanto al interés del tomador), y de otra parte (en cuanto a la necesidad
de ‘interés asegurable’ del tercero), que si ‘el tercero’ carece de ‘interés asegurable’, el contrato, como tal,
deviene inexistente por falta de uno de sus elementos esenciales” Nota aclaratoria: Esta cita es de la Corte
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL...
(...) Baste, pues, reiterar que, en Colombia, en virtud del seguro por cuenta ajena, es
posible asegurar dos intereses divergentes: el del transportador, por vía de ilustración, y el
del dueño de las mercancías -ad exemplum- (...)
(...) c) Finalmente, en lo que toca con la metodología empleada para la adopción de la
figura del llamado seguro por cuenta ajena, resulta oportuno expresar que la Ley Colom-
biana, ex abundante cautela, subordinó su eficacia a la materialización de un acuerdo
interpartes, en forma tal que, in limine, desestimó cualquier presunción -globalizante- al
respecto, vale decir que se considere que todo aseguramiento, en sí, es realizado en función
o “(...) por cuenta de un tercero”. Es por ello por lo que en el artículo 1040 del Código de
Comercio, enfáticamente, advirtió que, “El seguro corresponde al que lo ha contratado,
toda vez que la póliza no exprese que es por cuenta de un tercero”, por manera que si no
media esta concreta volición, el negocio jurídico, ab origine, se entenderá celebrado al
amparo del seguro por cuenta del tomador, volición que no es necesario que aparezca a
través de la factura de fórmulas preestablecidas (ritualismo documental), o mediante el
diligenciamiento de espacios -o casillas especiales-, dado que lo relevante es que, luego de
un reflexivo y cuidadoso proceso hermenéutico, aflore que las partes, in concreto, quisie-
ron separarse del esquema trazado por el referido artículo 1040 del Código de Comercio,
con independencia de la fraseología empleada -o de la no utilizada-, como único criterio
interpretativo (...)
(...) Así deben entenderse las locuciones “(...) que la póliza no exprese que es por cuenta
de un tercero” (el subrayado no pertenece al texto transcrito), como quiera que la aludida
552 expresión -o explicitación- bien puede deducirse del clausulado, in globo. Eso es lo neurál-
gico. Por ello “No es indispensable que en la póliza se haga uso expreso de la cláusula ‘por
cuenta de (...).’, ni que se efectúe una declaración categórica del carácter ajeno que reviste
el interés para el tomador, porque puede resultar de una interpretación de las circunstan-
cias que rodean el caso y del contenido de las cláusulas del contrato en su conjunto.20
La Sala Civil de la Corte recoge a través de los planteamientos citados, todas
las posibilidades que se amparan bajo el seguro por cuenta, con el fin de cumplir
con la finalidad económica jurídica de dicho contrato.
Suprema de Justicia.
20 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 30 de septiembre de 2002.
Magistrado ponente: Doctor Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo. Proceso ordinario de Seguros de Noé
Gucovschi Miller contra Intermoving Limitada y Seguros La Andina S.A.
Mateo Peláez García
par que convergente, uno ajeno (seguro por cuenta ajena, artículo 1042 del C de Co,), tal
y como luego se aludirá, a espacio, dado que en Colombia esta modalidad de contratación,
que se opone a la que se realiza por cuenta propia (artículos 1037 y 1040 Código de Co-
mercio), tiene un radio de acción mayor, al punto que si no se estipula lo contrario, “(...)el
seguro por cuenta valdrá como seguro a favor del tomador hasta concurrencia del interés
que tenga en el contrato y, en lo demás, con las misma limitación, como estipulación en
provecho de tercero” (artículo 1042, Código de Comercio) (...)
(...) Si acaece lo segundo, vale decir que se expresó -o convino- que “(...) el interés ase-
gurado (...) es la responsabilidad por el transporte de la mercancía”, inicialmente puede
entenderse que el seguro de transportes, sin mudar de arquitectura negocial, sirve de
vehículo -o si se desea de continente- para incardinar una cobertura de responsabilidad
civil originaria (...)
(...) Así las cosas, no resulta de recibo en el derecho colombiano, por lo menos en la hora
de ahora, afirmar que el seguro de transporte posee una estructura unívoca y, por tanto
excluyente, que riñe con la asignada al seguro de responsabilidad civil (...)
(...) Lo anterior, en la medida en que, ministerio legis, hoy es viable que en la envoltura
de un seguro de transporte, según el caso, se entronice, separada o conjuntamente, dos
seguros de daños: uno que cobije la cosa transportada (seguro de facultad o de la cosa
material transportada), como tal de carácter real, y otro que concierna, únicamente, a
la responsabilidad del transportador, a su turno, de índole patrimonial -por lo menos en
forma meramente abstracta- (artículo 1082, Código de Comercio), pues no es la cosa, en
554 sí misma considerada, la que -recta vía- está expuesta, sino el patrimonio del contratante,
o sea del transportador, obligado(...) Es el tipo aseguraticio que un sector de la doctrina
patria, apellida “seguro de transporte patrimonial” (...)
(...) Expresado en forma más sucinta, se advierte que de cara a la nueva preceptiva
imperante, el transportador puede trasladar -figuradamente- riesgos ajenos, con miras a
proteger intereses de otro u otros (seguro por cuenta ajena), o también riesgos propios,
exclusivamente, emergentes del negocio jurídico celebrado entre las partes contratantes
(...)”.21
Como consecuencia de los anteriores planteamientos la Corte especifica a
renglón seguido, quienes pueden ser los titulares del interés asegurable en el
seguro de transporte, así:
“(...) De consiguiente, el contenido del actual artículo 1124 del Código de Comercio, es
novísimo, como quiera que no existía en la legislación primigenia. Fue entonces el Decreto
01 de 1.990, llamado a introducir “(...)algunas modificaciones al Código de Comercio,
21 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 30 de septiembre de 2002.
Magistrado ponente: Doctor Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo. Proceso ordinario de Seguros de Noé
Gucovschi Miller contra Intermoving Limitada y Seguros La Andina S.A.
Mateo Peláez García
conducción y entrega- que entrañan su “(...) conservación” (artículos 982 y 1124 del Có-
digo de Comercio), al punto que en el Derecho nacional y comparado, es la regla, se tiene
establecido que la obligación de entrega es de resultado. Por ello es por lo que el apartado
final del artículo en cuestión -más allá de la pertinencia de su redacción-, hoy alude a la
necesidad de establecer “(...) si el interés asegurado es la mercancía o la responsabilidad
por el transporte de mercancía”, en clara aceptación de la tesis jurídica planteada por un
sector de la doctrina comparada, en el sentido de validar -in toto- dicho aseguramiento,
así como de reconocer que el transportador, per se, tiene un interés asegurable propio, al
igual que genuino y legítimo (...)”
“(...) B) El transportador, cuando obra en calidad de tomador, a su turno, también puede
hacerlo con el fin de salvaguardar un interés asegurable puramente ajeno (segunda hipó-
tesis), por vía de ilustración del remitente -o del destinatario- de las mercancías transpor-
tadas, quien resultaría lesionado en el evento de no llegar incólumes a su destino final.
Es en este sentido, precisamente, que el numeral segundo del artículo 1037 del Código de
Comercio, estipula que el tomador es la “(...) persona que, obrando por cuenta propia o
ajena, traslada los riesgos” (El subrayado no es original) (...)”
“(...) el artículo 994 del Código de Comercio, reformado por el artículo 12 del Decreto
01/90 -Decreto que a su turno modificó el artículo 1124 del Código de Comercio-, es cate-
górico al refrendar que el instituto del seguro por cuenta ajena, in concreto, es aplicable
al seguro de transporte. Es así como dispone, ad pedem litterae, que “Cuando el gobierno
lo exija, el transportador deberá tomar por cuenta propia o por cuenta del pasajero o del
558 propietario de la carga un seguro que cubra a las personas o a las cosas transportadas
contra los riesgos inherentes al transporte” (el subrayado no es original).
Sobra puntualizar que en el caso sub examine (segunda hipótesis), el transportador, a
diferencia de lo acaecido en la primera de ellas, carece por completo de interés asegurable,
de tal forma que, en procura de salvaguardar el de un tercero, titular de las mercaderías,
es que justamente procede a la contratación del seguro de transporte, propiamente dicho
-tradicional o puro-, en el que el seguro de responsabilidad civil nada tiene que ver. De ahí
que no sea el asegurado, sino únicamente el tomador, lo que de paso, excluye la calidad de
beneficiario (...)”.
“(...) C) Por último, en cuanto atañe a la precitada trilogía fáctica, concretamente a la
tercera de las anunciadas hipótesis de contratación del seguro de transporte (enderezada
a proteger simultáneamente los intereses del tomador y de un tercero), es menester reafir-
mar que el transportador, a su turno, bien puede tomar el seguro de transporte con dos
específicas finalidades: proteger su propio interés, a la par que tutelar el del tercero-ase-
gurado (remitente, destinatario, etc.), lo cual es enteramente viable en países que, como
Colombia, optaron por ahijar una concepción amplia del seguro por cuenta ajena, según
-a espacio- se evidenciará. Tanto que si no se estipula en sentido diverso -o contrario- en
el momento de la celebración del contrato, el legislador parte del supuesto de que “(...) el
Mateo Peláez García
seguro por cuenta valdrá como seguro a favor del tomador hasta concurrencia del interés
que tenga en el contrato y, en lo demás, con la misma limitación, como estipulación en
provecho de tercero (…)”.
(…) En esta hipótesis (tercera), entonces, a diferencia de la segunda, examinada en líneas
anteriores, el transportador no obra, exclusivamente, en función de un interés ajeno, sino
también para salvaguardar uno propio: el relativo a la responsabilidad eventual derivada
del transporte, en sí mismo considerado, más específicamente que no se lesione patrimo-
nialmente con ocasión de los “…perjuicios (...) que cause (...).” (Artículo 1127, Código de
Comercio). Ello explica, como se anticipó, que converjan en esta operación negocial dos
seguros: uno de responsabilidad civil y otro de transporte de mercancías, propiamente
dicho -o puro-(...)”
Seguros la Andina (No 1124), una vez precisado el alcance del artículo 1124 del Código de
Comercio -y sus normas complementarias-, se observa del escrutinio y análisis de diferentes
estipulaciones, que el seguro en cuestión, en estrictez, se tomó con el propósito de cubrir
las mercancías transportadas, y no la responsabilidad del transportador, propiamente di-
cha, en un todo de acuerdo con lo reglado por el texto del -nuevo- artículo en comento,
vigente para la época de la celebración del prenombrado seguro (…)”
“(…) Expresado de otro modo, la Sala precisa que, en desarrollo del negocio jurídico
aseguraticio que Seguros la Andina S.A. e Intermoving Ltda. celebraron, se otorgó cober-
tura, únicamente, al tercero-asegurado, más no al tomador-transportador, sujeto que no
aseguró su responsabilidad civil, a través de la citada póliza, pudiendo haberlo hecho, al
tenor del supraindicado artículo 1124, en su versión ulterior (año 1990), así en la carátula
se le hubiere asignado la calidad -nominal- de asegurado (...)” (El resaltado y la negrilla no
es del texto original).
“(…) Corrobora el anunciado aserto, principalmente, las siguientes reflexiones, fruto de
la confrontación y hermenéutica del texto negocial, señero instrumento capaz de revelar
la genuina intentio de los extremos de la relación asegurativa, justamente materia de aus-
cultación, en orden a la consecución del anunciado cometido, ratio de toda interpretación
volitiva, como recientemente tuvo ocasión de refrendarlo la Corte, en un asunto relativo al
contrato de seguro, también (Sentencia del 1° de agosto de 2002, Exp. 6907). (…)”
“(…) En efecto: Si en puridad se tratara de un arquetípico y paladino seguro de res-
ponsabilidad civil, enderezado a “(...)indemnizar los perjuicios patrimoniales que cause el
560 asegurado con motivo de determinada responsabilidad en que incurra de acuerdo con la
ley” (Artículo 1127, Código de Comercio), no podría entenderse cómo diversas situaciones,
in casu, constitutivas de caso fortuito o fuerza mayor, susceptibles de liberar in toto al
transportador de responsabilidad -por el quiebre del elemento: relación de causalidad-, son
justamente objeto de explícita cobertura (…)”
(…) Es lo que sucede, in concreto, con el rayo, con la explosión, con el hurto y hurto ca-
lificado, etc., riesgos que, al tenor de la condición tercera de la póliza en cita, en armonía
con el principio de la universalidad, ya esbozado (Artículo 1120, Código de Comercio), se
entienden cubiertos (letras a y c.) y, por contera, parte integrante del amparo conferido.
De allí que invistan la condición de ‘riesgos excluibles’, rótulo asignado a la condición en
examen (…).
(…) Si ciertamente se entendiera como de responsabilidad civil, es claro que todo hecho
que libere al transportador, debería, correlativamente, liberar al asegurador, quien debe
la prestación asegurada, única y exclusivamente, en función de la responsabilidad -real- de
su asegurado, de suerte que si este responde, aquel responderá, en línea de principio, pero
si éste no debe, por el contrario, éste tampoco deberá. No en vano, el débito de la entidad
aseguradora, indefectiblemente, está subordinado -o si se prefiere coligado- a la existencia
de responsabilidad de su asegurado, sin la cual no se obliga la suya (dependencia jurídica
Mateo Peláez García
22 - Cfme: ANGELONI, M.. Assicurazioni Della Responsabilitá Civile, en Enciplopedia del Diritto, Giuffré, T.III,
Milán, 1.954, p. 556. Nota: Esta cita es de la Corte Suprema de Justicia.
23 Como bien lo revela el Profesor español Francisco Javier Tirado Suárez, “...el seguro de responsabilidad
civil del porteador pretende cubrir al asegurado de las acciones de los usuarios por los daños causados a las
mercancías, dentro de los límites de la suma asegurada...., pero liberándolo en las hipótesis de caso fortuito
y fuerza mayor, en cuyo caso, salvo que el titular del interés haya contratado un seguro de cosas, queda sin
indemnización”. El interés en el seguro de transportes terrestres, en Ley de contrato de seguro, Comenta-
rios, Ob. Cit. p. 886. En sentido similar, Henri Montcharmont. L’Assurance Pour Compte en Matiére Terrestre,
París, 1.930, p.p. 107, y 108. Nota: Esta cita es de la Corte Suprema de Justicia.
24 Cfme: SÁNCHEZ GAMBORINO, Francisco J. El seguro de transporte, Madrid, 2.001, p. 88. Nota: Esta cita es
de la Corte Suprema de Justicia.
“DE LOS SUJETOS JURÍDICOS FRENTE AL CONTRATO DE SEGURO EN EL...
fuerza mayor o caso fortuito, esto es, eventos que no generarían responsabilidad
civil, da para interpretar, conforme a la finalidad económico jurídica del seguro
por cuenta ajena que en primer lugar se ampararía el derecho sobre las mer-
cancías con prescindencia incluso de que existiera una responsabilidad civil del
transportador, o sea, que aún sin responsabilidad civil del mismo se ampararía el
derecho del propietario de las mercancías o de quien tuviera un derecho sobre
las mismas, como el remitente o el destinatario.
No obstante la interpretación del contrato no debe reducirse a ese punto para
interpretar que sólo ampara el derecho del propietario de las mercancías, toda
vez que, precisamente en Colombia, uno de los efectos más importantes del se-
guro por cuenta ajena es que, salvo pacto en contrario, vale como seguro a favor
del tomador para proteger el interés asegurable que éste pueda tener en juego.
Lo anterior de conformidad con el artículo 1042 del Código de Comercio.
Por tanto no se ve la razón para que la Corte efectúe una interpretación abso-
lutamente restrictiva en virtud de la cual le niega toda posibilidad de amparo al
tomador, transportador que celebró el contrato de seguro, máxime cuando en
ningún aparte del contrato se estipulo que no ampararía el interés asegurable del
tomador. Así mismo, no puede perderse de vista que, en principio, el asegurado
designado era el transportador y no el dueño de las mercancías.
562
La interpretación de la Corte, sin duda desnaturaliza la gran ventaja que revis-
te en el medio nacional el seguro por cuenta ajena, el cual siempre protegerá el
interés del tomador, salvo que se pacte en contrario; y por lo que ve en la senten-
cia, en forma alguna existía un pacto en tal sentido entre tomador y aseguradora.
Por el contrario, se había señalado como asegurado al transportador, de ma-
nera que la Corte, fundamentalmente del hecho de que se dé cobertura incluso
en eventos en que no existe responsabilidad civil del transportador pasa a in-
terpretar que en ningún caso se ampararía la responsabilidad del transportador,
olvidando que en el seguro por cuenta ajena se ampara principalmente el interés
del tercero, con prescindencia de que exista un interés que proteger del tomador,
pero en caso de que éste exista también se protege, pero sin que para amparar
el interés del asegurado se tenga que pasar por el hecho de que esté en juego,
necesariamente, el interés del tomador que es lo que interpreta la Corte cuando
entiende que si se ampara el interés del dueño de las mercancías aún en even-
tos en los que no existe responsabilidad civil alguna del tomador, entonces en
ningún otro caso el seguro puede proteger el interés del tomador en el seguro
Mateo Peláez García
26 Esta expresión o denominación es utilizada por el profesor OSSA, Efrén en la obra citada página 7. No
utilizan la expresión de “tomador provisional” los profesores LÓPEZ BLANCO, Hernán Fabio y BUSTA-
MANTE FERRER, Jaime en sus respectivos libros arriba citados. Tampoco utiliza la expresión la profesora
ZORNOSA PRIETO, Hilda Esperanza, en el artículo “Las partes en el contrato de seguros” arriba señalado.
27 En tal sentido, véase a ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés E. Ob. Cit. página 64. Así mismo a ZORNOSA PRIE-
TO, Hilda Esperanza, “Las partes en el contrato de seguros”, Ob.Cit. página 17.
28 ORDÓÑEZ ORDÓÑEZ, Andrés E. Ob. Cit. pág. 64.
Mateo Peláez García
Ahora bien, se entiende que el tomador es provisional pues ostenta esa cali-
dad de tomador, mientras el tercero en cuyo nombre se estipula el seguro define
su posición en dicho contrato de seguro, bien sea rechazando el seguro o bien
aceptándolo.
daría el contrato. Además, en tal caso, es decir, ocurrencia del siniestro y poste-
rior rechazo del “asegurado”, el tomador provisional no tiene acción alguna para
exigir de la aseguradora el pago del siniestro puesto que si bien fue parte de ese
contrato, por ser tomador, no es asegurado ni beneficiario y, en consecuencia, no
puede reclamar el pago de la prestación asegurada.
32 BUSTAMANTE FERRER, Jaime y URIBE OSORIO, Ana Inés, Ob. Cit. página 70.
33 LÓPEZ BLANCO, Hernán Fabio, Comentarios al contrato de seguro, Ob. Cit. página 91.
34 NARVÁEZ BONNET, Jorge Eduardo. “El contrato de seguro en el sector financiero”. Ediciones Librería del
Profesional. Primera Ed., 2002. Bogotá, DC., Colombia. Páginas 62 y siguientes.
Mateo Peláez García
ésta le impone a quien sin mandato administra negocios ajenos ciertas obligacio-
nes propias de los mandatarios, que no se imponen al estipulante en la primera
de las figuras analizadas, tales como “(...) la de emplear en la gestión los cuidados
de un buen padre de familia (Artículo 2306), la de encargarse de todas las depen-
dencias del negocio y continuar la gestión hasta que el dueño pueda asumirla por
sí o por mandatario (Artículo 2307), la de rendir cuenta regular de la gestión (Ar-
tículo 2312), como también puede imponerle al dueño del negocio obligaciones
en favor del gestor, como la de reembolsarle las expensas útiles (Artículo 2308)
y hasta el provecho que hubiere reportado dicho dueño (Artículo 2310). Por el
contrario, en la estipulación para otro, ni el estipulante contrae obligación algu-
na para con el beneficiario ni este para con aquel;(...) No es, por tanto, de recibo
la teoría francesa, hoy en descrédito, que pretendió explicar la naturaleza de la
estipulación para otro mediante la agencia oficiosa”.40
Las anteriores consideraciones nos llevan a concluir que la figura analizada
tiene su origen en la agencia oficiosa y no en la estipulación para otro, en la que
el tomador provisional tiene la obligación de cumplir su encargo hasta tanto se
dé la manifestación del asegurado, bien para aceptar, o bien para rechazar, pero
a su vez el asegurado, una vez acepta, tiene la obligación de reembolsarle el valor
de la prima pagada, situaciones que no tendrían cabida dentro de la estipulación
para otro. 569
40 OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo y OSPINA ACOSTA, Eduardo. Teoría General del Contrato y de los demás
actos o negocios jurídicos. Editorial Temis S.A., Bogotá, D.C. Colombia. Cuarta Ed. actualizada. 1994.
Página 377.
570
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA
RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA
Marina Gascón1
CONTENIDO:
I. La responsabilidad patrimonial de la Administración Sanitaria: carac-
terización
II. La prueba de la causalidad
III. La TOP como norma presuntiva de facilitación probatoria
IV. Tratamiento jurisprudencial de la prueba de la causalidad
V. Valoración general de la TOP
(…) siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos”), y de la Ley
30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Adminis-
trativo Común, art.139.1 (“los particulares tendrán derecho a ser indemnizados (…) siempre que la lesión
sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos”).
3 España. Así lo establece el art.144 de la Ley 30/1992.
4 Esta doctrina, de origen alemán, ha sido incorporada a nuestro país para la responsabilidad civil por
Marina Gascón
sentido se basa en distinguir entre los daños que el sujeto tiene el deber de
soportar, y que por consiguiente no generan responsabilidad, y los daños que el
sujeto no tiene el deber de soportar (de daños antijurídicos se habla entonces) y
que generan responsabilidad, considerándose además que es la infracción de la
lex artis lo que determina la antijuricidad del daño. De hecho la jurisprudencia
se ha ido decantando de forma casi unánime por exigir la quiebra de la lex artis
para reconocer la indemnización solicitada. Así lo entiende la doctrina de la Sala
Tercera del Tribunal Supremo, al sostener expresamente que “aun aceptando que
las secuelas padecidas tuvieran su causa en la intervención quirúrgica, si ésta se
realizó correctamente y de acuerdo con el estado del saber (…) se está ante una
lesión que no constituye un daño antijurídico”. 5 Y así lo entiende también ahora
el artículo 141.1 de la Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas,
que en su última gran reforma se ha hecho eco de esta doctrina.6 Dicho de otro
modo, no todo daño o lesión producida como consecuencia del funcionamiento de
los servicios sanitarios públicos es resarcible; lo será sólo cuando dicho funcio-
namiento no cumpla los estándares de seguridad (o rebase los límites de riesgo)
marcados por la lex artis.7 Por eso el Tribunal Supremo entiende que surge la
daños por F. PANTALEÓN (“Causalidad e imputación objetiva: criterios de imputación”, en Centenario del
Código Civil, II, Madrid, 1990) y desarrollada para la responsabilidad patrimonial de la Administración,
entre otros, por M. BELADÍEZ (Responsabilidad e imputación de daños por el funcionamiento de los
servicios públicos, Madrid, Tecnos, 1997) y O. Mir PUIGPELAT (La responsabilidad patrimonial de la Admi-
573
nistración sanitaria. Organización, Imputación y causalidad, Madrid, Civitas, 2000). Vid. también sobre
esta cuestión, F.J. Ahumada, La responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas, Madrid,
Thomson-Aranzadi, 2ª ed., 2004, pp.87 ss., quien se muestra crítico con la citada doctrina. A juicio de
este autor, la “única forma correcta” de interpretar el instituto de la responsabilidad patrimonial de la
Administración es entender que su objeto es “procurar la debida garantía patrimonial de los particulares
frente a las lesiones de sus derechos o bienes jurídicamente protegidos causada por la Administración”, y
no resarcir cualquier “daño”, en su simple consideración fáctico-empírica. Entendido de esta forma –dice
el autor- “el alcance de la responsabilidad patrimonial de la Administración es muy limitado, sin que
pueda imputarse a dicho sistema ningún exceso” (p.97).
5 STS de 14 de octubre de 2002. Vid. también la STS de 4 de abril de 2000, que expresa el criterio habitual
de la Sala en relación con la exigencia de antijuridicidad del daño: la antijuridicidad “debe acompañar a
cualquier daño para que su producción genere, por parte de aquel sujeto al que puede imputársele cau-
salmente, la obligación de resarcirlo”.
6 Nos referimos a la reforma realizada mediante la Ley 4/1999, tras la cual el art.141.1 de la Ley establece
implícitamente lo que es un daño antijurídico: “no serán indemnizables los daños que se deriven de he-
chos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de
la ciencia o de la técnica existentes en el momento de producción de aquellos”.
7 Este es precisamente el sentido de las siguientes palabras de J. GUERRERO ZAPLANA: “el daño producido
por el funcionamiento del servicio público debe ser antijurídico, y lo será en los casos en que el riesgo in-
herente a la utilización de dichos servicios rebase los límites impuestos por los estándares de seguridad
exigibles conforme a la conciencia social”, Las reclamaciones por la defectuosa asistencia sanitaria, Valladolid,
Lex Nova, 4ª edición, 2004, p.99 y pp.136 ss.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
8 SSTS de 9.03.1998, y de 6.06.2001. Que el criterio que permite marcar la antijuridicidad de la actuación
es la lex artis es sostenido también por el Consejo de Estado, que, por ejemplo en su Dictamen nº166/1999
de 11 de marzo, declaró que “el carácter objetivo de la responsabilidad patrimonial de la Administración
(…) no implica que todos los daños producidos por los servicios sanitarios sean indemnizables (…) para
apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es preciso acudir a parámetros como la lex artis, de
modo que tan sólo en el caso de una infracción de esta ley cabrá imputar a la Administración de la cual
dependen los servicios sanitarios la responsabilidad por los perjuicios causados”. Aplica el mismo crite-
rio la Sala de lo Contencioso-administrativo de la Audiencia Nacional.
9 Vid. J.A. SANTAMARÍA, Pastor. Principios de Derecho Administrativo, Madrid, Ceura, 1999, vol. II, p.475.
10 Ambas cuestiones, que desde luego son distintas, están conectadas, pues como afirma –a mi juicio
acertadamente- la STS de 14.10.2002, la acreditación de que la actuación del servicio médico ha sido
incorrecta constituye un indicio de que dicha actuación ha sido la causa del resultado lesivo o dañoso.
Marina Gascón
creto –por ejemplo, un daño o bien la evitación de ese daño) no es más que una
pretensión vana que en muchos casos (aquéllos en los que resulte imposible pro-
bar con la certeza aludida ese nexo causal) conducirá a la denegación de justicia.
Pero no es sólo una pretensión vana, sino también irreal. Como sucede con
la prueba de cualquier hecho en general, probar el nexo causal es cuestión de
probabilidad; y habrá casos en los que la probabilidad sea muy alta (y pueda equi-
pararse en consecuencia a la certeza absoluta) pero también habrá casos en los
que no lo sea, casos de incertidumbre, o dudosos, o con un importante margen
de error. Lo que ello significa es que los criterios de valoración de la prueba del
nexo de causalidad han de ser, necesariamente, criterios probabilísticos; es decir,
criterios que indiquen cuándo (o en qué circunstancias) el grado de probabilidad
expresado por él es suficiente para aceptarlo como verdadero.
Lo que voy a sostener aquí es que una de las tareas fundamentales que a mi
juicio tiene por delante la doctrina y la jurisprudencia en esta materia es la de
“construir” estándares de prueba objetivos que permitan determinar cuándo ha
alcanzado la prueba del nexo causal un grado de probabilidad suficiente para
darlo por probado (o verdadero, si se quiere). Lo cual requiere desde luego, como
presupuesto previo, abandonar de una vez los infundados recelos –aún muy ex-
tendidos- que suscita la concepción probabilística de la valoración de la prueba
576 en general y del nexo causal en particular. Pero pretendo sostener algo más. Pues-
to que en muchos casos la extrema dificultad de probar el nexo causal provoca
una difusa sensación de injusticia, tiene sentido preguntarse si hay algún modo
de corregir esta situación. La teoría de la oportunidad perdida sirve justamente a
este propósito de dos formas: primero como técnica probatoria que en situacio-
nes de incertidumbre sobre la existencia del nexo causal permite (sobre la base
de presumir que éste probablemente existe porque hubo oportunidad real de
haber evitado el daño) declarar la responsabilidad y en consecuencia reconocer
una indemnización; y segundo como criterio que permite cuantificar esa indem-
nización en proporción al grado de probabilidad de la existencia del nexo causal
(o lo que aquí es lo mismo, al grado de fortaleza o fundamento que se atribuya
a la oportunidad ya perdida de haber evitado el daño). A pesar de su impreci-
sa caracterización doctrinal y jurisprudencial, creo que esta técnica probatoria
puede reconstruirse sin esfuerzo como una presunción iuris tantum que goza de
un fundamento empírico sólido. Lo cual –como veremos- resulta importante no
sólo para establecer sus presupuestos y evitar un uso espurio de la misma, sino
también para conjurar los recelos que despierta entre quienes ven en ella una
Marina Gascón
11 En el derecho de daños, esta exigencia se funda en la denominada teoría de la equivalencia de las condicio-
nes, muy desarrollada en el ámbito penal, en virtud de la cual todos los eventos que fueron condiciones
(necesarias) del daño son equivalentes en cuanto condicionantes del daño, y por tanto son causas del
daño. Obviamente para que el nexo causal entre la actuación de la Administración y el daño se considere
probado, es necesario que no se acredite que alguna otra circunstancia (por ejemplo, la patología de
base) ha sido condición suficiente del daño.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
nes.12 Creo sin embargo que si cabe afirmar que <<de haberse realizado cierta
conducta (por ejemplo, la aplicación de un tratamiento al paciente) se habría
evitado la producción de un daño (por ejemplo, la muerte o el empeoramiento
de la salud)>> (Act.Corr. à no-Daño), entonces cabe decir también que la omisión
de esa conducta es condición necesaria del daño (Daño à Omisión); es decir que la
omisión ha sido la causa del daño.13
Así, por ejemplo, cuando los daños han sido producidos por la enfermedad de base
pero ha habido una falta de asistencia o ésta ha sido insuficiente o inadecuada, exis-
tirá nexo causal entre la falta de asistencia o la asistencia inadecuada y el daño
producido si puede acreditarse que con una asistencia prestada a tiempo o adecua-
da los daños se habrían evitado (A.Corr. à no-Daño). Por el contrario, no existirá
nexo causal cuando los daños hayan sido producidos por la enfermedad necesa-
riamente, es decir, con independencia de la corrección o incorrección de la actua-
ción del profesional (A.Corr. à Daño). A su vez, cuando los daños han sido producidos
por un tratamiento que es improcedente o que ha sido mal efectuado, existirá nexo
causal entre dicho tratamiento y el daño producido si puede acreditarse que con
un tratamiento procedente o bien efectuado los daños se habrían evitado (A.Corr. à
no-Daño).14
Ahora bien, el de la actuación sanitaria es típicamente un contexto de incerti-
578 dumbre, es decir un contexto regido por leyes causales que no tienen una estruc-
tura concluyente (del tipo “si A, entonces necesariamente B”) sino sólo probabi-
lística (del tipo “si A, entonces es –poco, bastante o muy- probable que B”). Dicho
de otro modo, la mayoría de los razonamientos o inferencias que podemos hacer
12 Que una omisión no puede ser causa de nada es una tesis muy recurrente. AHUMADA, F.J., por ejemplo,
aboga por una concepción alternativa (jurídica) del nexo causal entre otras razones por entender que el
nexo causal concebido en términos puramente empíricos no es aplicable a las omisiones, La responsabili-
dad patrimonial de las Administraciones públicas, cit., pp.291 ss.
13 Por lo demás, que la prueba del nexo causal en los supuestos de omisión se cifra en acreditar que “la
acción omitida hubiera evitado el daño” está presente incluso en algunos planteamientos que parten de
la tesis de que la omisión no puede ser causa de nada. Este es el caso de O. Mir PUIGPELAT, quien sos-
tiene que la omisión puede generar responsabilidad, no porque el daño haya sido causado por ella (cosa
que entiende imposible), sino porque puede serle imputado a la Administración, lo que sucederá si ésta
tenía el deber jurídico de evitar el resultado lesivo y la acción-debida-omitida capacidad para evitarlo (La
responsabilidad patrimonial de la Administración sanitaria, cit., pp.241-243). Ahora bien, la comprobación de
que la acción omitida tenía capacidad para evitar el daño es un presupuesto fáctico de dicha imputación
y equivale –me parece- a la comprobación del nexo causal tal y como aquí ha sido expuesta.
14 A efectos de ilustrar la acreditación de la existencia del nexo causal, me sirvo aquí de los dos grandes
supuestos de daños en los que –según la Sentencia del Tribunal Supremo de 5 de junio de 1991- puede
hablarse de responsabilidad por la asistencia sanitaria (y por ende de nexo de causalidad).
Marina Gascón
en este ámbito son (sólo) de tipo probabilístico, y por consiguiente lo más que
puede decirse es que si se actuara correctamente habría una cierta probabilidad
de que el daño no se produjera.
Tomemos el siguiente ejemplo: un paciente que acude a los servicios de ur-
gencia ha sufrido un daño (por ejemplo, la muerte) producido por una enferme-
dad (por ejemplo un infarto agudo de miocardio), y se da por probado que ha
habido un comportamiento incorrecto en los servicios de urgencia (los síntomas
que presentaba cuando acudió eran compatibles con el infarto de miocardio pero
no se siguió el protocolo indicado para estos casos). Pues bien, probar que con
una actuación correcta se hubiera evitado el resultado dañoso equivale a razonar
del siguiente modo:
1. Si se hubiera seguido el protocolo (A.Corr.), entonces probablemente se habría
hecho un diagnóstico correcto.
2. Si se hubiera hecho un diagnóstico correcto, entonces probablemente se le
habría aplicado un tratamiento.
3. Si se le hubiera aplicado el tratamiento, entonces probablemente se hubiera
evitado la muerte (no-Daño).
Obsérvese, pues, que este razonamiento se compone de tres inferencias de
579
tipo probabilístico. La primera inferencia es (sólo) probabilística porque, aun
cuando se hubiera seguido el protocolo, podría suceder que por la vaguedad o
la equivocidad de los síntomas que el paciente presentaba o por otros motivos
se hubiera hecho no obstante un diagnóstico incorrecto. La segunda inferencia
es también (sólo) probabilística porque, aun cuando se hubiera hecho un diag-
nóstico correcto, podría suceder que, por ejemplo por no disponer de medios
adecuados en ese centro o por otros motivos, no se le hubiera podido aplicar el
tratamiento requerido. El carácter probabilístico de la tercera inferencia, preci-
samente por la naturaleza intrínsecamente incierta de las leyes que gobiernan
la práctica médica, se muestra aún con mayor rotundidad: aunque se le hubiera
aplicado el tratamiento podría ser que, debido por ejemplo al avanzado estado
de su patología o a otras circunstancias, no se hubiera evitado la muerte. En
suma, la ley causal que conecta la actuación correcta (A.Corr.) con la evitación del
daño (no-Daño) es una mera ley probabilística, basada en inferencias meramente
probabilísticas:
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
para esperar que el resultado de una prueba rigurosa sea fidedigno. Significa tan
sólo que en sentido estricto lo más que puede decirse es que la prueba del nexo
de causalidad concluye con una hipótesis, es decir un enunciado que aceptamos
como verdadero aunque no sabemos con absoluta certeza si lo es o no, y que el
grado de probabilidad suministrará un buen criterio para su justificación.
Lo dicho hasta aquí tiene consecuencias de importancia para la valoración ra-
cional de la prueba del nexo causal, es decir una valoración que se desarrolla con-
forme al principio de libre convicción pero interpretando ésta no como convic-
ción libérrima sino guiada por reglas racionales: si valorar la prueba de un hecho
controvertido consiste en evaluar si puede aceptarse como verdadero, valorar
libre y racionalmente la prueba del nexo causal consiste, más precisamente, en
evaluar si –a la vista de las pruebas e informaciones disponibles- la hipótesis que lo descri-
be ha alcanzado un grado de probabilidad suficiente para aceptarla como verdadera. Por
eso para poder decir que la prueba del nexo causal se ha conseguido es necesario
acreditar dos extremos: 1º) que la probabilidad de que la actuación incorrecta sea
causa del daño (o de que la actuación correcta hubiera evitado el daño: A.Corr.
à no-Daño) es mayor que la probabilidad de que el daño haya sido producido por
otras causas (o de que la actuación correcta no hubiera evitado el daño: A.Corr.
à Daño); y 2º) que dicha probabilidad es suficiente para aceptar como verdadero el
nexo de causalidad. Precisamente por eso la principal tarea a la que se enfrenta 581
una valoración racional es –si puede decirse así- la de medir la probabilidad.
Nos situamos así en la cuestión de encontrar criterios para determinar cuán-
do puede decirse que el grado de probabilidad de la existencia del nexo causal
es suficiente y mayor que el grado de probabilidad de su no existencia; o sea en
la cuestión de encontrar estándares de prueba aptos para determinar cuándo
puede darse o no por probado el nexo de causalidad necesario para poder deter-
minar la responsabilidad.
te el EP, es decir formular los criterios objetivos que indican cuándo se alcanza
ese grado de probabilidad o certeza exigido.
La primera de las cuestiones implicadas en la construcción de un SP (¿qué gra-
do de probabilidad o certeza se requiere para que pueda darse por probado un hecho?) no
puede responderse de una manera concluyente, pues no depende sólo de consi-
deraciones epistemológicas sino también, y sobre todo, de cuestiones de policy.
Desde una perspectiva epistemológica cabe decir que la racionalidad exige un
grado de probabilidad mínimo del que ningún orden jurisdiccional debería abdicar,
a menos que estemos dispuestos a concebir la decisión probatoria como irracio-
nal. Ese grado mínimo lo constituye la probabilidad prevalente, que es el estándar
de probabilidad normalmente exigido en el proceso civil. Según el estándar de la
probabilidad prevalente una hipótesis sobre un hecho resultará aceptable o pro-
bada cuando sea más probable que cualquiera de las hipótesis alternativas sobre
el mismo hecho manejadas o consideradas en el proceso y siempre que dicha
hipótesis resulte “más probable que no”; es decir, más probable que su correlativa
hipótesis negativa. En consecuencia, en el caso de que sólo exista una hipótesis
sobre el hecho en cuestión, el criterio de la probabilidad prevalente se resume en
la regla “más probable que no”.17
17 Sobre las exigencias del estándar de la probabilidad prevalente, cfr. TARUFFO, M.,
“Conocimiento científico y estándares de prueba judicial”, Jueces para la Democracia,
52, marzo de 2005, pp.68-69.
Marina Gascón
más o menos tolerante con ese tipo de error, y en consecuencia más o menos
exigente. Son, pues, posibles tres situaciones.
A) Si se considera que los derechos o intereses afectados por los dos errores
posibles merecen la misma protección (es decir, si se consideran igual de tolera-
bles o asumibles ambos tipos de error), entonces el EP no será particularmente
exigente y la probabilidad prevalente puede bastar.
B) Si se considera que los intereses afectados por el Error 1 merecen mayor
protección que los afectados por el Error 2 (es decir, si se considera más tolerable
o asumible el Error 2 que el Error 1), entonces el EP será particularmente exigente.
La probabilidad prevalente no bastará y el EP exigirá una probabilidad cualifica-
da. Esta es la razón por la que en el proceso penal, donde se considera que los
derechos afectados por un eventual Error 1 (dar por verdadera o probada la hipó-
tesis acusatoria) deben ser intensamente protegidos, se es muy poco tolerante
con el Error 1 y en consecuencia se exige un EP muy cualificado, un estándar que
suele expresarse –en formulación harto imprecisa y subjetiva- como “más allá de
toda duda razonable”.
C) Si por el contrario se considera que los derechos o intereses afectados por
el Error 1 merecen menor protección que los afectados por el Error 2 (es decir,
si se considera más tolerable o asumible el Error 1 que el Error 2), entonces el EP 583
será poco exigente y podrá valer una probabilidad por debajo de la probabilidad
prevalente.
En definitiva, un EP específico se construye decidiendo cuál de los dos errores
posibles se considera preferible o más asumible (el de aceptar como verdadero
lo que es falso o el de no aceptar como verdadero lo que es verdadero) y en qué
grado estamos dispuestos a asumirlo. Y esta es, en última instancia, una elección
política o valorativa.
La segunda cuestión implicada en la construcción de un EP es la de formular
los criterios objetivos que indican cuándo puede darse por probado un hecho
(en nuestro caso, el nexo causal entre el comportamiento del agente y el daño
producido); o si se quiere, la de decidir con qué fórmulas concretas se puede
expresar el EP. En línea de principio existen dos grandes enfoques para resolver
esta cuestión. Cabe, en primer lugar, que se maneje un concepto de probabilidad
matemático o estadístico, en cuyo caso los EP se formularán simplemente cuan-
tificando el grado de probabilidad exigible para probar un hecho (por ejemplo
60%). Pero cabe también –como suele ser más frecuente- que se maneje un con-
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
18 Sobre la construcción de estándares de prueba remito a mi trabajo Sobre la posibilidad de formular están-
dares de prueba objetivos, en DOXA, 28 (2005), pp. 127 ss.
19 Así opina MEDINA, L., La teoría de la pérdida de oportunidad, Ob. Cit., p.84.
Marina Gascón
21 Para un análisis riguroso y exhaustivo de la teoría de la pérdida de oportunidad, remito al ya citado libro
de MEDINA ALCOZ, L. La teoría de la pérdida de oportunidad, que ha inspirado este trabajo y del que beben
muchas de las ideas que se exponen a continuación.
22 FERNÁNDEZ HIERRO, J.M., Sistema de responsabilidad médica, Granada, Comares, 2000, p.232.
Marina Gascón
H -> C
Siendo H: 1) existencia de una oportunidad real y seria de evitar el daño y 2)
inexistencia de prueba suficiente de que el daño se debiera a otras causas.
Y siendo C: responsabilidad del agente y en consecuencia derecho a una in-
demnización.
Es decir, se trata de una norma que, en situación de incertidumbre sobre la
existencia del nexo causal y en presencia de ciertos hechos, lleva a cabo una
imputación de responsabilidad al agente al que se atribuye el comportamiento
incorrecto. Y esta imputación, como es obvio, no deriva (o no sólo) de conside- 589
raciones epistemológicas, pues si se atendiera exclusivamente a estas últimas
habría que concluir que no hay responsabilidad, porque –según los estándares de
prueba establecidos- no está acreditada la existencia del nexo causal y por tanto
no se ha cumplido uno de los requisitos establecidos por el derecho para deter-
minar aquélla. La justificación de esa imputación (venga hecha por la ley o por la
jurisprudencia) reside –no importa insistir en ello- en consideraciones jurídicas o
valorativas; en concreto en la necesidad de hacer frente a esa comentada sensa-
ción de injusticia que se produce cuando, por la dificultad probatoria propia del
nexo causal en el ámbito sanitario y por la desigual posición de las partes impli-
cadas (víctima y Administración) a la hora de esclarecer los hechos,26 se deniega
toda indemnización.
2º. Que incide sobre la prueba del nexo causal estableciendo una presunción iuris
tantum.
26 Precisamente por ello, O. Mir PUIGPELAT entiende que “parece aconsejable admitir las presunciones en
este concreto ámbito de la responsabilidad administrativa”, La responsabilidad patrimonial de la Administra-
ción sanitaria, Ob. Cit., p.237.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
27 He desarrollado pormenorizadamente la diferencia entre las presunciones y las ficciones en Los hechos
en el derecho…, cit., pp.137 ss.
28 Aunque sin realizar la argumentación que aquí se hace, hay quien también sostiene, en este mismo senti-
do, que “parece verosímil que exista algún tipo de contribución causal [de la pérdida de oportunidad] en
la producción del daño, de ahí que se defienda la necesidad de imponer alguna clase de responsabilidad
a la parte demandada, cuando menos en los casos en que la oportunidad perdida fuera significativa”, A.
Luna, Oportunidades perdidas, Ob. Cit., pp.4-5.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
30 LUNA, A., Oportunidades perdidas, cit., p.3. También MEDINA, L., La Teoría de la pérdida de oportunidad, Ob.
Cit., pp.79 ss.
31 Vid., por ejemplo, VÁZQUEZ FERREIRA R., La pérdida de una chance como daño indemnizable en la mala praxis
médica. Derecho médico, Montevideo-Buenos Aires, Ed. BdeF, 2001, pp.536 ss.
32 De proportional compensation habla J.H. King, Reduction of Likelihood. Reformulation and other Retrofitting of
the Loss-of-a-Chance Doctrine, 28 University of Memphis Law Review (1998), pp.492-493. (citado por LUNA, A.,
Oportunidades perdidas, Ob. Cit. p.8)
33 No obstante, la jurisprudencia comparada (por ejemplo, la norteamericana) sostiene a veces el criterio
de la compensación íntegra del daño real. Así ha sido en HAMIL v. BASHLINE 392 A.2d 1280 (1978). Y así
ha sido también en España, en opinión de LUNA, A., en la STS, 1ª, 25.9.1999 (A.7275). Vid. Oportunidades
perdidas, Ob. Cit., pp.12-13.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
Precisamente por eso hay un uso espurio de la TOP cuando falta alguna de es-
tas circunstancias. En primer lugar cuando se utiliza esta técnica como alternativa
a la prueba del nexo causal, lo que a su vez puede tener lugar en dos supuestos.
Primero, cuando se recurre a la misma pese a estar suficientemente probado el
nexo causal con el único fin (aunque obviamente no se confiese) de rebajar inde-
bidamente la indemnización; en este caso se le estaría hurtando a la víctima su
derecho a la indemnización total para reconocerle sólo un resarcimiento parcial, 595
y se estaría favoreciendo indebidamente a la Administración. 37 Segundo, cuando
se recurre a la misma pese a estar suficientemente probada la inexistencia del
nexo causal con el único fin (aunque obviamente tampoco se confiese) de pro-
porcionar indebidamente alguna indemnización a quien dice haber sufrido un
daño; en este caso se estaría favoreciendo indebidamente al administrado conce-
diéndole una indemnización que no le corresponde. 38 En ambos casos estaríamos
actuando contraepistemológicamente por motivos injustificados.
Pero, en segundo lugar, también se hace un uso espurio de la TOP cuando no
se acredita que existía una posibilidad real y seria de evitar un resultado dañoso;
36 Insiste también en esta exigencia MEDINA, L., Ibídem, p.94. En la jurisprudencia comparada ha empeza-
do a plantearse qué probabilidad estadística de evitar el daño debe concurrir para que pueda aplicarse
la TOP. Así, por ejemplo, los tribunales de los EUA señalan que la probabilidad del 10% es claramente
insuficiente para generar responsabilidad (vid. Pipe v. Hamilton (2002), Tribunal Supremo de Arkansas).
37 Por ello no deben extrañar las críticas a estos usos de la TOP: si la relación de causa-
lidad está probada, no se ve por qué habría de rebajarse la indemnización.
38 En el mismo sentido L. Medina, La teoría de las oportunidades perdidas, cit., pp.90 ss.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
41 Así, por ejemplo, en SSTS de 30.9.2001, de 23.12.2002 y de 27.05.2003. Una referencia a esta apertura
a la valoración probabilística del nexo causal en la jurisprudencia comparada, puede verse en GALÁN
CORTÉS, J.C., Responsabilidad civil médica, Thomson-Civitas, 2005, pp.206 ss.
LA PRUEBA DEL NEXO CAUSAL EN LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL SANITARIA...
602
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN
CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS CAUSADOS
POR OBJETOS CAÍDOS. SU REGULACIÓN EN EL
CÓDIGO CIVIL CUBANO
CONTENIDO:
I. La Responsabilidad Aquiliana sustituta o derivada. Delimitación y
función
II. El daño causado por cosas inertes. Fundamento del título de atribu-
ción en este supuesto: ¿culpa in vigilandi vs principio pro damnato?
III. Valoración exegética del precepto 603
IV. Las causas eximentes de responsabilidad
I. La Responsabilidad Aquiliana sustituta o derivada. Delimitación
y función
En más de una ocasión repitió Díaz Pairó, insigne jurista cubano dedicado
al Derecho Civil y, en particular, al Derecho de Obligaciones y Contratos, que
el tema de la responsabilidad jurídica civil ha sido apasionante para todos los
estudiosos de la materia y que a él se llega desde cualquier arista o ladera de
discusiones. Es que la relación continúa entre los seres humanos que conviven
socialmente genera permanentes situaciones que conllevan, en muchos casos,
al establecimiento de convenciones que no se cumplen, o a la realización de
actividades que pueden producir daños generando obligaciones que se contraen
sin convenio. Así, la responsabilidad jurídica civil constituye piedra angular del
Derecho en general y puede definirse como la obligación de satisfacer por la pérdida
o daño que se hubiese causado a otro, porque así lo exige la naturaleza de la convención
*
1 Profesora Titular de Derecho Civil. Facultad de Derecho. Universidad de La Habana.
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
originaria, esté determinado por la ley, previsto en las estipulaciones del contrato, o se
deduzca de los hechos acaecidos.
De la anterior definición se derivar la clasificación doctrinal que distingue en-
tre responsabilidad contractual y responsabilidad extracontractual. La responsa-
bilidad contractual presupone una relación preexistente entre el autor del daño
y la víctima, relación que es generalmente un contrato, de lo que proviene su
denominación. La obligación convencionalmente establecida entre las partes no
se cumple o se cumple deficientemente, sin satisfacer plenamente el interés del
acreedor, y surge entonces la responsabilidad. En este caso, el deber de indem-
nizar se deriva de otro deber previo, el deber de cumplir, que ha sido infringido.
La responsabilidad extracontractual o Aquiliana2 puede exigirse como resul-
tado de un daño causado con independencia de cualquier relación jurídica pre-
cedente entre las partes, salvo el deber genérico, común a todos los hombres,
de no dañar a otro. Es decir, la responsabilidad extracontractual significa que
se ha infringido una norma general de Derecho objetivo que obliga a todos sin
necesidad de que los particulares lo hayan convenido ni aceptado. Aquí la obliga-
ción de indemnizar surge por la sola producción del evento dañoso, porque una
persona ha violado las normas generales de respeto a los demás, impuestas por
la convivencia. Se presenta, desde el Derecho romano, como una responsabilidad
604 fundada en la regla del alterum nom laedere, conjugada sabiamente con la del suum
cuique tribuere.
Desde la propia Lex Aquilia, se consideraron supuestos de daño extracontrac-
tual por los que quedaban obligadas a responder personas que no habían causado
el daño per se, ya fuera porque el acto dañoso proviniera de un sujeto agente que
le estaba subordinado por razón de relaciones familiares o laborales, de animales
de su propiedad o de los que se servía, o de cosas animadas o inanimadas por
las que debía velar. Así, se entendió que surgía una responsabilidad sustituta
o derivada, que recaía en la persona que supuestamente, atendiendo a las cir-
cunstancias del caso, podría haber evitado el daño o perjuicio sufrido por otra.
Si bien para la exigencia de responsabilidad extracontractual a una persona era
necesario que su conducta pudiera calificarse de reprobable, esto es, que hubie-
ra actuado con iniuria, entendida como comportamiento contra ius, generalmen-
te con culpa, se sancionaron también casos típicos de responsabilidad objetiva
que nacía directamente de cosas riesgosamente peligrosas, como los animales
2 Recibe esta segunda denominación por su procedencia histórica. Proviene del Derecho Romano, que
refrendó este tipo de responsabilidad en la Lex Aquilia de aproximadamente el año 286 a.n.e.
Caridad del Carmen Valdés Díaz
6 Cuba. Los Artículos 82 y 89 del Código Civil cubano rezan como sigue:
Artículo 82: El que causa ilícitamente daño o perjuicio a otro está obligado a resarcirlo.
Artículo 89: 1) Las personas naturales están obligadas a reparar los daños o perjuicios que causen
o sean causados por las personas por quienes deben responder, pero el tribunal, a su prudente
arbitrio, si el responsable es un trabajador o pensionado sin bienes propios conocidos para
satisfacer totalmente el importe del daño o perjuicio, puede adecuar la cuantía de la indem-
nización a un veinte por ciento del salario o cualquier otro ingreso periódico que perciba, sin
que pueda exceder del término de diez años. Esta limitación puede disponerse cualquiera que
sea el contenido económico de la responsabilidad. 2. Los dirigentes, funcionarios y demás
trabajadores responden materialmente de los daños que ocasionen a los recursos materiales y
financieros asignados a la entidad donde desempeñen sus funciones, en la cuantía y mediante
el procedimiento legalmente establecido. Disposiciones de este Código son supletorias respecto
a materias civiles u otras reguladas en leyes especiales.
7 SCHIPANI, S., “El sistema romano de la responsabilidad extracontractual. El principio de la culpa y el
método de la tipicidad”, en A.A. ALTERINI y R.M., LÓPEZ CABANA (directores), La responsabilidad, Abeledo
– Perrot, Buenos Aires, 1995, p. 32. Cit. post. DI PRIETO, A., El problema de la culpa y los riesgos en la respon-
sabilidad extracontractual, s.e., material fotocopiado.
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
En el precepto del Código Civil cubano que se refiere a esta particular res-
ponsabilidad, el artículo 93,12 el legislador prácticamente transcribe, con ligeros
matices, el artículo 1910 del Código Civil español, pero añade la posibilidad de
exigir reembolso al causante directo del daño, aspecto no contenido en su prede-
cesor. La base de imputación de la responsabilidad en este caso es el riesgo que
representa la caída o lanzamiento de cosas, que pueden causar daño o perjuicio.
Por tanto, si el riesgo es el título de imputación, se ha de responder de él, es de-
cir, se ha de responder de aquel daño que se produzca dentro de su lógica órbita
y por causa de él, siempre que tenga lugar aunque no haya mediado la culpa del
agente. No se trata de una responsabilidad que encierra reproche por la conduc-
ta negligente o despreocupada de quien queda obligado a indemnizar, no hay
una presunción de culpa personal o de culpa in vigilandi, que pueda ser destruida
demostrando un actuar diligente, hay una responsabilidad objetiva que persigue
el resarcimiento del dañado en cualquier caso, en franca asunción del principio
pro damnato. Nada se señala en cuanto a causas de exención de responsabilidad
específicas, de modo que, ante un caso concreto de esta naturaleza, quedaría al
tribunal sopesar si alguna de las eximentes contenidas en el artículo 9913 pudiera
ser de aplicación al supuesto.
609
12 España. Artículo 93: El jefe del grupo familiar que ocupa una vivienda es responsable de los
daños y perjuicios causados por el lanzamiento o caída de objetos desde el inmueble, pero puede
exigir del autor del hecho el reembolso de lo que hubiese pagado.
13 España. Artículo 99. 1. No generan responsabilidad civil para su autor los daños y perjuicios
que se causen:
a) en legítima defensa, en estado de necesidad, o en cumplimiento de un deber, apreciados confor-
me a las disposiciones de la legislación penal;
b) por fuerza mayor o caso fortuito, o si la conducta del autor hubiera sido provocada por la víc-
tima del daño o perjuicio; y
c) al realizar un acto lícito con la debida diligencia.
2. No excluye la responsabilidad civil la circunstancia de que el hecho que ocasionó el daño o
perjuicio fuera causado por su autor en estado de enajenación mental, trastorno mental tran-
sitorio o desarrollo mental retardado o por error o impulsado por miedo insuperable. En este
último caso responde también solidariamente quien ocasionó el miedo.
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
una vivienda o si también puede extenderse a otros inmuebles, cuál sería el caso
de un restaurante, teatro, u otra edificación de disfrute público. Si una familia
se encuentra en una cafetería, por ejemplo, ocupando en sentido material una
porción del local en cuestión, y uno de sus miembros deja caer un objeto pesado
a la calle golpeando fuertemente a una persona y destrozando las luminarias de
su moto, ¿cabría exigir responsabilidad al “principal” ex artículo 93? Aun cuando
la respuesta puede ser dubitativa, entiendo más congruente reconducir tal su-
puesto al artículo 82, o al artículo 9016 si el hecho fue realizado por un menor o
incapacitado, pues si bien el concepto de ocupación empleado por el legislador
en la disposición comentada debe desligarse de títulos dominicos, parece claro
que se vincula a la ocupación en calidad de habitar, con cierta permanencia, alu-
diendo al lugar donde se vive, a la casa de familia, dado el empleo del término
“vivienda”, que incluye también la dedicada al descanso o veraneo, pues de lo
contrario debiera haberse utilizado en el trazado del precepto un término más
amplio y genérico, como edificación o inmueble.
16 España. Artículo 90. 1. Los padres o tutores son responsables de los daños y perjuicios causa-
dos por los menores de edad o incapacitados que estén bajo su guarda y custodia.
2. No obstante, la responsabilidad a que se refiere el apartado anterior corresponde a las perso-
nas a quienes se haya confiado el cuidado de menores o incapacitados por estar sus padres o
tutores fuera de su domicilio, en cumplimiento de misiones internacionalistas u otras tareas
o deberes.
Caridad del Carmen Valdés Díaz
17 España. Artículo 97: La entidad constructora de una edificación es responsable de los daños cau-
sados por su derrumbe total o parcial, así como por el desprendimiento o por defectos de alguna
de sus partes, salvo que pruebe que ha cumplido las normas de construcción.
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
Las causas que interrumpen el nexo causal se entienden como nuevas causas
que intervienen en la producción del daño o perjuicio, que rompen la relación de
causalidad necesaria, niegan la relación causal, entre la acción u omisión ilícita y
el daño producido. Estas son, según el inciso b) del artículo 99.1, el caso fortuito,
la fuerza mayor o que la conducta del autor del daño o perjuicio hubiera sido
provocada por la víctima. La diferencia entre las dos primeras figuras no es nítida
y muchas veces carece de relevancia, pues en un sistema de responsabilidad con
base subjetiva, ambas excluyen la responsabilidad. Pero tratándose de un caso de
responsabilidad objetiva, la diferencia debe establecerse partiendo del origen y
tipicidad del suceso, atendiendo a la procedencia interna o externa del obstáculo
que impide el cumplimiento del deber genérico que impone el alterum non lædere;
aquí el caso fortuito no libera de la obligación de resarcir porque se considera
incluido dentro del riesgo que asume el responsable, supone la imputación de
responsabilidad por aquellos daños causados que deriven del riesgo que nor-
malmente puede desprenderse de la actividad peligrosa desplegada. La fuerza
mayor, por su parte, sería entendida como la causante de cualquier otro daño,
originado por un factor extraño al riesgo típicamente asociado a una determina-
da actividad y no se imputa al agente, que queda exonerado de responsabilidad.
Así, en el supuesto del artículo 93 mientras la fuerza mayor exonera al creador
del riesgo, el caso fortuito le atribuye responsabilidad.
615
El caso de que la propia víctima haya sido la causante del daño o perjuicio
sufrido, puede ser controvertido en cuanto a su aplicación exoneradora en
este supuesto. Cabría si hacemos una interpretación amplia del precepto que la
establece,19 pero si se hace una interpretación ad pidem litterae, pudiera negarse
su virtualidad, toda vez que el precepto se refiere expresamente a que el actuar de
la víctima provoca “la conducta del autor” y el artículo 93 atribuye responsabilidad
al “jefe del grupo familiar” aunque no sea el autor directo del riesgo creado o del
daño producido.
El actuar diligente en la realización de un acto lícito, causa eximente previs-
ta en el inciso c) del artículo 99.1, no tendría virtualidad respecto al supuesto
contemplado en el artículo 93, que tiene fundamento objetivo, siendo por tanto
intrascendente la diligencia desplegada por el sujeto responsable, que responde
aun cuando no haya actuado con culpa, mientras que esta eximente sólo puede
19 Piénsese, por ejemplo, en el caso de un joven que lanza piedras a un gato que dormita en un balcón y una
de ellas derriba una maceta que cae y rompe su bicicleta; ¿cabría exigir responsabilidad al jefe del grupo
familiar que ocupa la vivienda por el daño a la bicicleta?
DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
V. BIBLIOGRAFÍA
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Caridad del Carmen Valdés Díaz
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cionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, febrero de 1981.
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cionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, febrero de 1982.
Anteproyecto del Código Civil cubano, Comisión de Asuntos Jurídicos y Constitu-
cionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular, enero de 1983.
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DE LA RESPONSABILIDAD JURÍDICA CIVIL EN CASO DE DAÑOS O PERJUICIOS...
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to.
Proyecto del Código Civil cubano, Comisión de Asuntos Jurídicos y Constituciona-
les de la Asamblea Nacional del Poder Popular, mayo de 1986.
618
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD
1 La particularización de los distintos regímenes de responsabilidad lleva a concluir que ésta cumple
tantas funciones cuantos esquemas especiales de responsabilidad haya. Por ejemplo, como lo explica el
profesor CORTÉS, hoy se reconoce que un sistema de responsabilidad eficaz constituye un vehículo idó-
neo de determinación y ejecución de políticas públicas. Cfr. CORTÉS, Édgar, Responsabilidad civil y daños
a la persona, Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2009, p. 56 y ss. De acuerdo con el mismo
autor la Responsabilidad Civil es polifuncional y “(…) está condicionada por las estructuras económicas,
y además está, en definitiva, condicionada por el proceso de diversificación de la sociedad actual, que de
una parte exige solidaridad, en particular frente a los daños a la persona que se derivan de los accidentes,
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD...
tomamos como referentes tres funciones básicas que se reconocen como propias
de la responsabilidad: preventiva,2 compensatoria o resarcitoria y punitiva o san-
cionatoria. 3
Las siguientes líneas buscan proponer algunas reflexiones sobre estas funcio-
nes básicas y, a propósito de la reparación integral, argumentar que ésta es un
criterio judicial para la valoración de los daños y no ninguna otra cosa. Por último
se busca aventurar la idea según la cual resulta más eficiente, en lo humano y en
lo económico, privilegiar y fortalecer las funciones preventiva y punitiva de la
responsabilidad, con base en tres propuestas básicas.
Por mucho tiempo, el referente a partir del cual se estructuraron las distintas
formas de responsabilidad se tuvo, por vía interpretativa, en el Código Civil, fuen-
te ésta que resultó desbordada por el progresivo e irreversible ensanchamiento
de las hipótesis de daño, sumado a una creciente intolerancia ciudadana al pade-
cimiento resignado de perjuicios.4
y que de otra quiere de la responsabilidad una concreta función preventiva, que se traduzca quizá y a
la postre en una verdadera función sancionadora” (p. 75); Cfr., en sentido similar, CILURZO, María Rosa,
“Las políticas públicas y la responsabilidad del Estado”, en Responsabilidad del Estado, AA.VV., Buenos
Aires, Rubinzal-Culzoni, 2008, pp. 175 y ss. El argentino LÓPEZ HERRERA habla también de las funciones
“demarcatoria” y “distributiva”; según la primera la responsabilidad demarca el ámbito de lo permitido,
con base en el principio de Libertad; de acuerdo con la segunda, en los supuestos de responsabilidad
620 objetiva ocurre una distribución de las consecuencias negativas de los daños entre las muchas personas
vinculadas al mercado de seguros usualmente anejo a las actividades peligrosas, LÓPEZ HERRERA, Edgar-
do, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Buenos Aires, Lexis Nexis, 2006, pp. 39 y ss.
2 Cfr. VINEY, Geneviéve, Tratado de Derecho Civil, Introducción a la responsabilidad, Bogotá, Universidad
Externado de Colombia, 2007, pp.89 y ss. En Colombia, la acción de tutela y la acción popular son típicas
acciones de responsabilidad civil, que operan en el periodo previo a la consolidación del daño, el periodo
de amenaza, de forma que busca prevenir la concreción de aquél, de tal suerte que la cesación de la ame-
naza es la forma de reparar. En el Derecho Privado es posible considerar figuras como algunos derechos
auxiliares del acreedor que buscan prevenir el daño que consiste en el incumplimiento de obligaciones;
por ejemplo la Acción Pauliana (art. 2491 c.c.) o la subrogación en los derechos y bienes del deudor (art.
2489). Cfr. OSPINA FERNÁNDEZ, Guillermo, Régimen general de las obligaciones, Bogotá, Temis, 2008,
pp. 168 y ss.
3 “(…) cuando se trata de daños no patrimoniales no opera una instancia de compensación, por el carácter
inconmensurable de este tipo de daños, y por ende se da paso a una reparación al máximo proporcional
al daño, que no equivalente, pero con seguridad consoladora para la víctima, de tal forma que se trata de
una función satisfactoria que expresa una fuerte carga de solidaridad, sin desconocer que esta función
propia de los daños no patrimoniales se integra con una de tipo sancionatorio o punitivo, que viene a
complementarla, sin desplazarla” CORTÉS, Ob. Cit., p. 53
4 “En una sociedad donde la obtención de la ganancia se convierte cada vez más en el fin esencial de la ac-
tividad humana, todo atentado infligido a los intereses materiales o morales de una persona constituye
la ocasión de una demanda por daños y perjuicios”, MAZEAUD, Henry; MAZEAUD, León y TUNC, André,
Tratado Teórico y Práctico de la Responsabilidad Civil Delictual y Contractual, T. I, V. I, Buenos Aires, Ed.
Europa-América, 1977, p. XX.
Nicolás Polanía Tello
5 Cfr. ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, Ed. Planeta, 1995, pp. 127 y ss.; A propósito de las implicaciones
prácticas de la “Justicia Correctiva”, el Juez POSNER sostiene, también sobre la base de ARISTÓTELES,
que “la victima puede ser un mal hombre y el victimario uno bueno, si reparamos en el carácter de la
persona en el curso entero de su carrera, en la sumatoria de todas sus buenas y malas obras y no sólo en
el episodio particular del que resulta el daño para la víctima. Sin embargo la víctima está legitimada para
demandar. La razón de esto es corolario más de la aplicación de la Justicia Correctiva, que del principio
autónomo de Justicia, en tanto aquélla busca restablecer el equilibrio preexistente más que cambiarlo.
El juez no aprovecha la ocasión para enriquecer o empobrecer al victimario o a la víctima sobre la base de
un juicio acerca de sus merecimientos, lejos de las circunstancias del daño en sí mismo. Eso no restaura-
ría entre las partes el equilibrio preexistente, sino que crearía un nuevo equilibrio”. POSNER, Richard,
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD...
(iii) Es subjetivo porque el agente de daños debe haber obrado con dolo o cul-
pa, es decir, sólo hay responsabilidad si la conducta del agente puede ser valorada
como dolosa o culposa, a lo que se agrega que de mediar contrato, la culpa en el
incumplimiento se presume.
El marcado subjetivismo del esquema de reparación del Código Civil –trasun-
to normativo del individualismo revolucionario francés- no sólo informa el eje
normativo de los tipos de responsabilidad vistos, sino que permea incluso las
normas que sirven de fundamento a la responsabilidad por riesgo creado, consi-
derada de ordinario como objetiva.
En efecto, según el artículo 2353 c.c. “El dueño de un animal es responsable
de los daños causados por el mismo animal, aun después de que se haya soltado
o extraviado, salvo que la soltura, extravío o daño no puedan imputarse a culpa
del dueño o del dependiente, encargado de la guarda o servicio del animal” (ne-
grita añadida).
Por su parte, dispone el artículo 2356 “Por regla general todo daño que pueda
imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado por esta.
Son especialmente obligados a esta reparación 1. El que dispara imprudentemen-
te un arma de fuego. 2. El que remueve las losas de una acequia o camino, o las
622 descubre en calle o camino, sin las precauciones necesarias para que no caigan
los que por allí transiten de día o de noche. 3. El que obligado a la construcción o
reparación de un acueducto o fuente, que atraviesa un camino, lo tiene en estado
de causar daño a los que transitan por el camino” (negrita añadida).
Como se ve, la propia redacción de las normas indica la presencia de ingre-
dientes subjetivos, y esto llevó por mucho tiempo a la Corte Suprema de Justicia
a sostener, entre otras cosas, que en los casos de responsabilidad objetiva había
una presunción de culpa, y que no se trataba, como lo entendió el Consejo de
Estado, de un evento en el que la valoración de la conducta es totalmente intras-
cendente. La Corte Suprema revisó esta postura, 6 que la había llevado a sostener
sanción civil aparece mezclada o, al menos indiferenciada, con la sanción penal; las consecuencias de
los ilícitos, sean delitos –daños causados a conciencia- o cuasidelitos –daños realizados por culpa o ne-
gligencia- son el castigo del autor y el resarcimiento del daño a la víctima”. MOSSET ITURRASPE, Jorge,
Responsabilidad por daños, T. 1, Parte general, Buenos Aires, Rubinzal-Culzoni, 2004, pp. 18 y 19
9 Cfr. nota al pie 4, Supra.
10 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera, Sentencia Exp. n°
30.340 de 2009, M.P. Enrique Gil Botero (Sandra Milena García Vs. Ministerio de Defensa)
Nicolás Polanía Tello
Doctor Gil Botero sostiene “Así mismo, resulta pertinente destacar que, a dife-
rencia de lo manifestado por algún sector de la doctrina nacional y extranjera, el
principio de reparación integral no sólo se circunscribe al ámbito de determina-
ción de la extensión del perjuicio, sino que, de igual manera, se establece como
una herramienta de gran utilidad a la hora de establecer los daños resarcibles; en
otros términos, el principio no sólo debe emplearse en la verificación del quan-
tum del perjuicio, sino en la constatación de los daños que dada su magnitud se
impone su resarcimiento, ad diferencia de los denominados daños bagatelares o
insignificantes”.13 Esta es la idea que subyace a sus ponencias y así han sido aco-
gidas por el Consejo de Estado.
Consideramos, desde la orilla del más profundo respeto, que esos razona-
mientos no pueden ser ni aplicados a los eventos de graves violaciones de los
derechos humanos ni extensibles a otros escenarios de responsabilidad porque,
aunque los anima una profunda y leal motivación humanista, su acogimiento im-
plicaría la apertura de una Caja de Pandora de consecuencias previsiblemente
adversas, sobre todo en lo financiero. Las expresiones función reparadora y repa-
ración integral no son sinónimas.
No parece tan sencillo el asunto de la tensión entre la interpretación que
el Consejo de Estado ha dado a la reparación integral y el derecho al debido
proceso, no se puede agotar en que el juez de graves violaciones a los derechos 627
humanos puede interpretar la demanda y derivar condenas aunque no hayan sido
pedidas. El problema jurídico a resolver es ¿puede el juez condenar al demanda-
do a reparar perjuicios con base en cargos que éste no pudo controvertir?
Con todo, además de las anotaciones hechas, el principio de reparación inte-
gral implica que la víctima no puede derivar lucro alguno del daño –compensatio
lucri cun damno-, es decir, el daño no puede ser fuente de riqueza. El límite del
resarcimiento es la propia extensión del daño (se debe reparar el daño causado,
todo el daño causado, pero nada más que el daño causado).
Por otra parte, el citado artículo 8 de la Ley 975 de 2005 dispone que la re-
paración “comprende las acciones que propendan por la restitución, indemniza-
ción, rehabilitación, satisfacción; y las garantías de no repetición de las conduc-
tas” (subrayas añadidas); pues bien, la norma hace caber de manera antitécnica
las funciones satisfactoria –que comporta la punitiva- y preventiva -esta última
a propósito de la garantía de no repetición-, dentro del concepto de reparación.
13 Ibídem, pp. 136 y 137
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD...
Sin embargo, una cosa es reparar, otra satisfacer, que se reitera, comprende de
manera necesaria una sanción, y otra prevenir.14 No obstante, la ley agrupa todas
estas funciones como proyecciones de la reparación integral.
El entendimiento que en este sentido la jurisprudencia del Consejo de Estado
ha dado al principio de reparación integral, con el soporte de la ley 975 de 2005,
habilita al juez para que explore, indague y establezca las distintas dimensiones
o proyecciones de la personalidad de la víctima que fueron lesionadas y, en con-
secuencia determine la medida reparatoria que considere viable, aunque no haya
sido pedido así por el demandante; esta conducta, que pareciera deberse a un
exceso de celo y diligencia judicial, en realidad comporta una extensión forzada
del principio de reparación integral.
Es necesario traer la observación del profesor Cortés de acuerdo con la cual,
el principio de reparación integral sólo nos indica que los daños deben ser repara-
dos de forma integral, pero no nos dice qué daños son esos;15 la determinación de
esos daños cuya reparación debe ser integral corresponde en principio al Congre-
so y en últimas al juez, pero éste no lo hace con base en el principio de reparación
integral sino sobre la base del valor de la Justicia.
Con base en el mismo principio se suele presentar oposición a la viabilidad de
628 la admisión del daño punitivo como categoría autónoma en nuestro ordenamien-
to, diciendo que según aquél se debe reparar sólo el daño causado, de manera
integral pero nada más que ese, de modo que una condena que no busque reparar
sino sancionar resultaría inviable.
En realidad la reparación integral no es tampoco un límite normativo a la tipo-
logía de daños ni es un dispositivo amplificador de supuestos de daño resarcible,
se trata de un principio que debe ser integrado e interpretado por el juez de ma-
nera ponderada al momento de adjudicar, y con base en el cual todos los daños
deben valorados y reparados de la mejor manera posible.
14 Hay que decir que esto no excluye considerar, en un sentido más amplio, que hacer cesar la amenaza de
vulneración de un derecho o de agravamiento de la misma es, per se, una forma de reparación, como lo
entiende el profesor Juan Carlos Henao a propósito de su consideración de la amenaza como daño cierto;
Cfr. HENAO, Juan Carlos, De la importancia de concebir la amenaza y el riesgo sobre derechos ambientales como
daño cierto. Escrito a partir del derecho colombiano y del derecho francés, en Daño ambiental, T. II, AA.VV.,
Bogotá, Universidad Externado de Colombia, 2009
15 “(…) cuando se habla de reparación integral se hace referencia a la extensión del daño, es decir, a la
reparación de todo el daño que se ha causado, pero solo de aquellos daños que se consideran como re-
sarcibles y no de aquellos que aún no se consideran como tales; en otras palabras, el llamado principio de
reparación integral no es un criterio de selección para determinar qué daños son merecedores de tutela”,
CORTÉS, Ob. Cit. p. 62
Nicolás Polanía Tello
El peligro que se advierte radica en que por la vía de la interpretación del Con-
sejo de Estado, como se dijo, se puede terminar comprometiendo la viabilidad
misma del sistema de reparación; llenar de contenido la palabra “integral” es un
ejercicio que ofrece tantos resultados cuantos hagan el intento. La imaginación,
ideología o erudición del juez, los desarrollos técnicos y sociológicos y aun sico-
lógicos pueden dilatar todos los días –como ha venido ocurriendo- las fronteras
de la integralidad, de manera que el empeño será como de llenar un saco roto.
En Colombia, el ensanchamiento de los supuestos de responsabilidad extra-
contractual del Estado, el incremento en el monto de las condenas, los mayores
supuestos de daño y de responsabilidad objetiva y el eventual sometimiento a la
jurisdicción interamericana, comprometen a no dudarlo la viabilidad financiera
del sistema. Ésta casi que depende, por lo menos en el corto plazo, de la moro-
sidad de los Despachos. Serán plena y constitucionalmente reparados aquellos
para quienes alcance el dinero.
No se trata, por supuesto, de hacer un alegato para que los derechos o inte-
reses lesionados queden sin reparar o reparados a medias. Lo que se busca es
proponer una fórmula de racionalización del sistema de reparación que no com-
prometa ni los derechos de las víctimas ni la viabilidad del sistema.
El “desbordamiento del derecho de daños”16 es el verdadero enemigo, porque 629
si bien en principio algunas personas serán reparadas en todas las dimensiones
posibles de sus personalidades, los recursos económicos por definición finitos no
serían suficientes para atender los nuevos requerimientos; el sistema reventaría.
En nuestra opinión tres vías podrían explorarse para ayudar a contener el
previsible desbordamiento e hipertrofia del sistema de responsabilidad, a costos
suficientemente racionales: por un lado (i) a propósito de las funciones de la res-
ponsabilidad, asumir como política pública la prevención de daños y, en el marco
16 “Son conocidas las muchas voces que se han alzado a lo largo de estos últimos años denunciando el
ensanchamiento desmesurado de las reglas de la responsabilidad (…). Se ha extralimitado el concepto
de daño; y se ha extremado el criterio de la diligencia exigible, de tal modo que no cabe por menos que
afirmar la casi inexistencia práctica del caso fortuito. No es ya sólo que exista una automatización de la
presunción de culpa, sino que lo realmente difícil de encontrar, en los fundamentos de las sentencias, es
el fortuito mismo. Toda actividad de riesgo, aunque sea el general de la vida, que comporte la mínima
probabilidad de un daño es imputable directamente a su agente y, por regla general sin procedimiento
alguno de verificación de los presupuestos de la responsabilidad. En muchos casos se requiere la previsi-
bilidad de un hombre clarividente, la diligencia de un extraordinario padre de familia y la pericia del más
experto profesional. En definitiva, se han roto las barreras de la lógica jurídica, económica y social” Cfr.
DÍEZ-PICAZO GIMÉNEZ, Gema y ARANA DE LA FUENTE, Isabel, El desbordamiento del derecho de daños,
jurisprudencia reciente, Pamplona, Civitas, 2009, p.24
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD...
de ella difundir las acciones judiciales preventivas, facilitar a los Despachos los
insumos necesarios para tramitar de forma expedita estos procesos, en fin im-
plementar una verdadera política pública concertada entre las ramas del poder
público, en desarrollo de la cual se encaucen los esfuerzos interdisciplinarios
hacia la evitación del daño.
Privilegiar la función preventiva resulta la decisión más eficiente en varios
sentidos. En lo económico, porque los costos prohibitivos en tiempo y dinero de
los procesos ordinarios de responsabilidad, en cualquier jurisdicción, resultan ser
una restricción de hecho que no alcanza a ser sorteada con el amparo de pobre-
za ni con tímidas medidas de descongestión de despachos. Frente a la realidad
letárgica de los procesos ordinarios, en la práctica las acciones preventivas –de
tutela y popular- con sus términos expeditos, escasas formalidades y trámite pre-
ferente, han redundado no sólo en economía, sino en justicia material.
Esta experiencia exitosa –sobre todo en el caso de la tutela- bien podría extra-
polarse a otros escenarios de responsabilidad, porque queda demostrado que en
periodos no muy dilatados es posible llegar a obtener certeza probatoria –verdad
procesal- respecto de si un supuesto de hecho resulta dañoso y, en consecuencia,
adjudicar la obligación de responder.
17 “Siempre que de las aguas de que se sirve un predio, por negligencia del dueño en darles salida sin daño
de sus vecinos, se derramen sobre otro predio, el dueño de este tendrá derecho para que se le resarza el
perjuicio sufrido, y para que en caso de reincidencia se le pague el doble de lo que el perjuicio le impor-
tare” (negrita añadida). La idea principal sobre la compatibilidad del daño punitivo con nuestro sistema y
estas reflexiones normativas fueron tomadas de la clase de responsabilidad contractual del profesor Luis
Felipe Botero Aristizábal, en la Universidad del Rosario.
SOBRE LAS FUNCIONES DE LA RESPONSABILIDAD...
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634
Responsabilidad Civil y del Estado Nº 28
635
636
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE
DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS?
Ulrich Magnus1 2
CONTENIDO:
V. Introducción
VI. El derecho de daños en los Estados Unidos
VII. Rasgos característicos del derecho de daños en Estados Unidos
VIII. Comparación general y razones de las diferencias
IX. Ventajas y desventajas del Derecho de daños de Estados Unidos
X. Consecuencias
XI. Anotaciones conclusivas
637
I. Introducción
La pregunta es pretenciosa: ¿es el derecho de daños de los Estados Unidos
en verdad diferente, comparado con otros derechos de daños? ¿Comparado con
cuáles otros? Y, si fuera diferente ¿en qué aspectos lo sería? Y si lo fuera ¿por qué
motivo?
El siguiente ensayo identificará rasgos característicos del derecho de daños
de los Estados Unidos y los comparará con sus homólogos en el derecho inglés,
francés y alemán, y, en la medida en que ya existe, con la legislación europea, y
discutirán las razones de ser de esas diferencias. El derecho de daños francés y
el alemán se tratan aquí como representativos de los países europeos de civil law,
en general. El ensayo se enfoca en las diferencias más que en las semejanzas, que
también existen. Si puede decirse así, son las diferencias las que caracterizan la
«cultura» del derecho de daños a ambos lados del Atlántico.
3 El derecho de daños de Louisiana todavía está basado en el antiguo Código Civil francés.
4 ROBERTSON, D.W.: «An American Perspective on Negligence Law», en MARKESINIS y DEAKIN: Tort Law (6ª
ed.), 2008, p. 284: «Si uno busca uniformidad, claridad y predecibilidad, el derecho de daños en Estados
Unidos no es una bonita pintura».
Ulrich Magnus
5 Véase un estudio en SCHWARTZ, G.T.: «United States», en B.A. KOCH y H. KOZIOL (editores): Unification
of Tort Law. Strict Liability, 2002, p. 351 y ss.
6 Véase el condensado estudio de SCHWARTZ, «Contributory Negligence Under United States Law», en U.
MAGNUS y M. MARTÍN-CASALS (editores): Unification of Tort Law. Contributory Negligence, 2004, p. 223 y ss.
7 En cuanto a los perjuicios punitivos, véase más adelante la sección III. A.
8 Un buen ejemplo de ello es la escena continuamente cambiante de los baremos indemnizatorios. Véase
el reciente recuento de GREEN, M.D. y HANNERK, B.M.: «Aggregation and Divisibility of Damage in the
United States: Tort Law and Insurance», en K. OLIPHANT (editor): Aggregation and Divisibility of Damage,
2009, p. 379 y 384 y ss.
9 Incluso en Louisiana, la interpretación de las pocas disposiciones sobre derecho de daños del Código
Civil de Louisiana (artículos 2315-2324.2) está en manos de jueces influenciados por el common law que
les rodea.
10 Esto es particularmente cierto con respecto a la reducción de la indemnización por culpa de la víctima
(comparative negligence), la modificación de la responsabilidad solidaria ( joint and several liability) y las res-
tricciones de los perjuicios punitivos.
11 American Law Institute, Restatement (Second) of Torts (1965) y su reemplazo parcial por el Restatement
(Third) of Torts: Products Liabililty (1998), el Restatement (Third) of Torts: Apportionment of Liability
(2000) y el Restatement (Third) of Torts: Liability for Physical and Emotional Harm (2010).
12 En particular DOBBS, D.: The Law of Torts, 2001; PROSSER y KEETON, Torts (5a ed.) 1984; PROSSER, WADE
y SCHWARTZ: Torts: Cases and Materials (11a ed., 2005); SHAPO, S.: Principles of Tort Law (2a ed.), 2003.
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
sobre el derecho de daños visto como un todo.13 En lugar de ello, los estados son
competentes para regular su propio derecho de daños como deseen, y así lo han
hecho en diversos aspectos.14 El derecho de la responsabilidad civil extracontrac-
tual de los diferentes estados está, por lo tanto, lejos de ser idéntico. En el nivel
micro, hay muchas diferencias que deben tenerse en cuenta.
Es cuestión de gustos hacer énfasis en la uniformidad básica, o en la varie-
dad de detalles del derecho de responsabilidad civil extracontractual norteame-
ricano. Con respecto a su estructura básica, uno puede hablar con tranquilidad
del «derecho de daños en los EEUU», sin demasiada sobre-generalización ni so-
bre-simplificación. Hasta cierto punto, el derecho de daños norteamericano se
parece a una pintura de un artista impresionista: mientras uno mira más de cerca
los detalles, menos puede reconocer la estructura general y el contenido.
A. Perjuicios punitivos
Desde la perspectiva europea, lo más conspicuo de los rasgos característicos
del derecho de responsabilidad civil norteamericano es la capacidad de los jueces
para conceder perjuicios punitivos.15 Los causantes de los daños potenciales y
reales en Europa le temen a ello como el diablo le teme al bautismo. A las víctimas
13 Pese a ello, en temas como el derecho marítimo, el empleo federal y la regulación antimonopolio hay
legislación federal que concierne incluso a la responsabilidad civil extracontractual.
14 En particular con respecto al alcance con que se reconocen la culpa concurrente, la responsabilidad
objetiva y los perjuicios punitivos, véanse los trabajos citados en las notas 3 y 4, y la sección III. A, más
adelante.
15 Véase al respecto SEBOK, A.: «Punitive Damages in the United States», en H. KOZIOL y V. WILCOX (edi-
tores): Punitive Damages: Common Law and Civil Law Perspectives, 2009, p. 155 y ss.
Ulrich Magnus
de daños, por el contrario, les gustan mucho y, en los Estados Unidos, se utiliza
cada oportunidad para reclamar perjuicios punitivos ante los tribunales.
Los perjuicios punitivos, al igual que la indemnización compensatoria, re-
quieren generalmente que la víctima haya sufrido una lesión.16 Sin embargo, la
cuantificación no depende tanto de la extensión precisa del daño, sino de la gra-
vedad de la culpa. La conducta intencional o imprudente del demandado juega
un papel decisivo.17 Los perjuicios punitivos son una reacción (del derecho civil)
a un comportamiento socialmente inaceptable por parte del demandado y están
diseñados para enseñarle a éste que el hecho ilícito no paga.18 Hasta cierto pun-
to, el derecho de daños se hace cargo de lo que es asunto del derecho penal. Sin
embargo, a diferencia de lo que sucede en el derecho penal, el demandante parti-
cular a quien se le conceden perjuicios punitivos, se beneficia personalmente de
ello. Los perjuicios punitivos dan entonces un fuerte incentivo a los particulares,
y les motivan a actuar como acusadores privados.
No obstante, la actitud generalmente positiva hacia los perjuicios punitivos
ha cambiado significativamente en los Estados Unidos en años recientes. Hay
una creciente renuencia con respecto a los perjuicios punitivos y una tendencia
a limitar su uso y a evitar condenas excesivas o beneficios extraordinarios para
los demandantes. Algunos estados de los Estados Unidos han abolido los per-
juicios punitivos,19 algunos han introducido topes que limitan su extensión,20 e 641
incluso otros han introducido provisiones que obligan al demandante exitoso a
pagar una cierta parte del valor de la condena al Estado.21 Además, la Corte Su-
16 Ibídem. Véase el estudio sobre todos los estados de Estados p. 311 y ss.
17 MARKESINIS y DEAKIN, Ob. Ob. Cit., p. 944; SEBOK, Ob. Ob. Cit., p. 155; SHAPO, Ob. Ob. Cit., §73.01.
18 Sin embargo, debe notarse que las funciones de los perjuicios punitivos varían entre las diferentes ju-
risdicciones norteamericanas. Véanse detalles al respecto en KOZIOL, H.: «Punitve Damages; Admission
into the Seventh Legal Heaven or Eternal Damnation? Comparative Report and Conclusions», en KOZIOL
y WILCOX, Ob. Cit., 227 y ss.; y SEBOK, Ob. Cit., p. 169 y ss.
19 Por ejemplo, el §507:16 de los Revised Statutes de New Hampshire disponen que se excluyen los perjuicios
punitivos, a menos que la ley disponga otra cosa, y sólo se permiten en pocas disposiciones especiales.
Por otra parte, Louisiana ha introducido –al contrario de la tradición francesa– la posibilidad de perjui-
cios punitivos para los casos de pornografía infantil, lesiones por conducción en estado de embriaguez
y crímenes sexuales contra menores (artículos 2315.3, 2315.4, 2315.7); véase también SEBOK, Ob. Cit. p.
155.
20 Por ejemplo, en California: diversas disposiciones del Código Civil de California limitan los perjuicios
punitivos en ciertas situaciones. Así, el §56.35 (máximo US$3000 en casos de falta de consentimiento
informado en materia médica); el §1785.31 (a)(2)(B) (entre US$100 y US$5.000 por violación de disposicio-
nes sobre crédito del consumidor); y el §3333.2 (b) (US$250.000 para proveedores de servicios de salud).
21 Véase, por ejemplo §51-12-5.1 (e) (1) (2) del Código Anotado de Georgia (el 75% es para el Estado). Para
más ejemplos, véase SEBOK, Ob. Cit., p. 176 y ss.
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
39 Un ejemplo de tal promulgación es la directiva de responsabilidad por productos de 1985 (Directiva 85/
374/EEC).
40 Véase KOCH, B.A.: «Punitive Damages in European Law», en KOZIOL y WILKOX, Ob. Cit., p. 197 y ss.; OLI-
PHANT, K.., «The Nature and Assessment of Damages», en KOZIOL, H. y SCHULZE, R. (editores): Tort Law
of the European Community, 2008, pp. 241-244.
41 Véase European Group On Tort Law: Principles of European Tort Law: Text and Commentary, 2005, p. 159;
Study Group On A European Civil Code And Research Group, On EC Private Law (Acquis Group): Principles,
definitions and models Rules of European Private Law. Draft Common Frame of Reference (DCFR), 2009, Art. VI-
6:101, C.
42 Véanse las decisiones de la ECJ (Corte Europea de Justicia) C-46/93 y C-48-93, Brasserie du Pécheur SA vs
Bundesrepublik Deutschland y The Queen vs Secretary of State for Transport, Exp Factortame Ltd (1996) ECR
I-1029; casos acumulados de la ECJ C-295/04-298/04, Vincenzo Manfredi ao vs Lloyd Adriatico Assicurazzioni
SpA, 2006, ECR I-66-19.
43 Aunque no es raro que sentencias muy altas sean considerablemente reducidas en la apelación. Véase
por ejemplo el famoso caso Grimshaw vs Ford Motor Co. (1981), 119 California Apellate Reports, Third
series (Cal App 3d), 357, donde el fallo del jurado en primera instancia fue de US$125 millones y en la
apelación la condena por perjuicios punitivos fue reducida a US$35 millones (siendo los perjuicios com-
pensatorios de US$ 3 millones).
44 Véase ROBERTSON, Ob. Cit., p. 285.
Ulrich Magnus
Las personas del común que toman asiento en un tribunal de manera muy
ocasional, que no tienen educación jurídica profesional y que generalmente ca-
recen de la experiencia de haber estado sentadas ante muchos casos similares,
pueden estar más inclinadas a dejar que las emociones influyan en su juicio y a
ser generosas con las personas severamente perjudicadas que se presentan ante
el tribunal. Sin embargo, recientes estudios empíricos demuestran de manera
convincente que los jurados llegan a menudo a los mismos resultados que los
jueces profesionales y algunas veces favorecen al demandado en mayor forma en
la que un juez lo haría.45 En promedio, en casos similares, los jueces llegan apenas
a condenas modestamente más bajas de las que concederían los jurados.46 Sin
embargo, lo que puede afirmarse con cierta seguridad es que los tribunales de
los Estados Unidos –jurados y jueces– generalmente conceden indemnizaciones
generosas en casos de daños corporales. La indemnización de daños morales
(pain and suffering), en particular, es normalmente más generosa que en Europa.47
45 DOBBS, Ob. Cit., Vol. I, p. 34; GREEN, M.D.: «The Impact of the Jury on American Tort Law», en H. KOZIOL
y B.C. STEININGER (editores): European Tort Law, 2005 (2006), p. 57.
46 HELLAND., E. y TABARROK, A.: Judge and Jury: American Tort Law on trial, 2006, p. 49 y ss.
47 Por ejemplo en Alemania, la indemnización por daños morales para una persona que ha quedado tetraplé-
jica por un accidente del que el demandado es responsable, se encuentra en el rango de 500000€ (véase
el informe de WAGNER-VON PAPP, F. y FEDTKE, J.: Germany, en H. KOZIOL y B.C. STENEINGER (editores),
European Tort Law (2008) (2009), p. 313 y ss. En Estados Unidos, la compensación de daños morales para
la misma cantidad raramente sería de menos de US$1 millón.
48 Véase SHAPO, Ob. Cit., §73.01; también HAY, P.: US-Amerikanische Recht (4ª. Ed.), 2008, N. 155.
49 Véase de manera general KOZIOL, H. (editor): Unification of Tort Law. Wrongfulness, 1998; SPIER, J. (editor):
Unification of Tort Law. Causation, 2000; MAGNUS, U. (editor): Unification of Tort Law. Damages, 2001; KOCH,
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
B.A. y KOZIOL, H. (editores): Unification of Tort Law. Strict Liability, 2002; SPIER, J. (editor): Unification of Tort
Law. Liability for Damage Caused by Others, 2003; MAGNUS y MARTÍN-CASALS (editores): Unification of Tort
Law. Multiple Tortfeasors Negligence, 2004; WIDMER P. (editor): Unification of Tort Law. Fault, 2005.
*
50 Nota de los traductores: El autor se refiere a la contributory negligence y a la comparative negligence, res-
pectivamente. Se trata, tanto en el derecho continental como en el estadounidense, de conceptos muy
similares: la primera podría traducirse como la culpa de la víctima que ha contribuido a producir el daño
y la segunda como la culpa de la víctima que da lugar a la reducción de la indemnización a su favor.
51 Véase en particular MAGNUS y MARTÍN-CASALS, Ob. Cit.
52 Véase el mismo MARTÍN-CASALS (editor), Children in Tort Law. Part I: Children as Tortfeasors, 2006; el mis-
mo (ed), Children in Tort Law. Parte II: Children as Victims, 2006.
53 JHERING, R.: Der Kampf ums Recht, 1872.
54 Debe admitirse que sólo un pequeño porcentaje de todos los casos de derecho de daños terminan siendo
resueltos en los tribunales. Pero una vez situados allí, con seguridad hay un fuerte litigio.
Ulrich Magnus
en la resolución de una demanda por daños que en la mayoría de los países de civil
law, en los que el juez puede y debe perseguir activamente la verdad, aunque sin
violar el deber de la neutralidad de ninguna manera.
Un efecto de este carácter acusatorio más estricto, es que en los Estados Uni-
dos uno puede encontrarse una clase de abogados que representa sólo a deman-
dantes (plaintiff´s attorneys) y otra clase que representa sólo a los demandados
(defence attorneys). Esta especialización tiene a su vez un impacto sobre el litigio
del derecho de daños e intensifica el uso de los ya mencionados mecanismos
procesales.
2) Sistema de jurado
La influencia del jurado sobre el monto de la indemnización ya se ha mencio-
nado. El jurado decide sin embargo no sólo sobre la tasación de los daños sino
también sobre otras cuestiones en estos juicios de derecho de daños, y en par-
ticular si los hechos que se alegan han sido probados59. En casos de negligencia
(negligence cases), el jurado también decide si el autor del daño ha infringido (brea-
ched) un deber determinado.60 En el litigio del derecho de daños estadounidense,
la influencia del sistema de jurado difícilmente puede sobre-estimarse.61 Con res-
pecto a sus estrategias de procedimiento y conducta, los abogados litigantes en
648 el campo del derecho de daños deben –y así lo hacen– tomar en cuenta la pers-
pectiva lega del jurado, la cual es normalmente diferente –menos jurídica, menos
refinada, menos neutral– que la de un abogado profesional, para no mencionar la
de un juez con experiencia.
Involucrar a personas legas o del común como jueces, asegura un vínculo con
la vida real y con los valores y convicciones de la gente ordinaria. El sistema
de jurado es, por otra parte, menos apto para asegurar el desarrollo constante
y consistente de un derecho de daños que conduzca a resultados previsibles.62
Dado que el jurado no emite un juicio motivando su decisión, sus principales
consideraciones permanecen en la penumbra.
Los países europeos civil law no involucran a gente del común en litigios sobre
daños. Esta clase de litigios se deja enteramente a jueces profesionales.63 Incluso
en el Reino Unido, donde se originaron los juicios con jurado, se ha reservado la
participación de jurados en los litigios por daños a casos muy excepcionales.64 En
contraste con los juicios con jurados, los jueces europeos deben por lo general
exponer sus razones en un escrito, incluyendo las que les han llevado a tasar la
indemnización concedida.
En el nivel de la Unión Europea, no hay hasta ahora ninguna regulación acerca
de involucrar de manera necesaria a personas del común en un litigio por daños,
y es difícilmente imaginable que esto suceda alguna vez.
63 Sin embargo, en otros campos del derecho civil, la participación de jueces legos se puede encontrar in-
cluso en países de civil law: véanse, por ejemplo, las «Kammern für Handelssachen» (Cámaras para asuntos
comerciales) en las Cortes de distrito de Alemania (Gerichtsverfassungsgesetz, §105 y ss.)
64 Véase Ward vs James (1966) 1, QB, p. 273 (CA).
65 Hay una serie de excepciones a esta regla: véase Marek vs Chesny (1985) 473 US 1, 105 SCt 3012, 87 LEd
2d 1, y adicionalmente MARCUS, REDISH y SHERMAN, Ob. Cit., p. 103 y ss.
66 Desde Arcambel vs Wiseman (1796) 3 US 306, 3 Dall 306; véase también DOBBS, Ob. Cit., vol. I., p. 38 y ss.;
MARCUS, REDISH y SHERMAN, Ob. Cit., p. 102 y ss. 102; YEAZELL, S.C.: Civil Procedure (6a ed.), 2004, p.
288 y ss.
67 Nótese que en el Reino Unido, las propuestas de reforma recientes se han propuesto introducir una «re-
gla calificada de desplazamiento de los honorarios en una sola dirección», principalmente para demandas
por lesiones corporales: el demandante vencido ya no debería estar obligado a pagar al demandado (ven-
cedor) los costos del proceso, mientras que el demandante que gana debería quedar facultado para recu-
perar los costos del litigio del demandado; las cuotas de éxito adicionales y el costo del seguro posterior
a los hechos, no deberían ser recuperables. (Véase LORD JUSTICE JACKSON: Review of Civil Litigation Costs:
Final Report, 2009, p. XVI y ss. El objetivo principal del cambio propuesto es reducir los costos del litigio.
Mediante tal reforma, el derecho inglés se acercaría a la legislación americana. Luego de la reducción del
plan de asistencia jurídica legal y de la introducción ampliada de los honorarios contingentes, el Reino
Unido ha dado pasos en la dirección de la cultura norteamericana del litigio. En relación con la distribu-
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
parte que pierde el pleito o parte del pleito debe asumir también las costas de
la parte ganadora.68 Si el demandante gana su caso, esta regla lleva al resultado
de que las costas del litigio de la parte ganadora se le suman al monto total de
la condena a cargo de la parte vencida. Sin embargo, si el demandante pierde el
proceso, debe no sólo asumir sus propias costas del litigio sino también los del
demandado. Esta regla hace que los demandantes sean precavidos a la hora de
llevar casos arriesgados a ante un tribunal.
Comparada con la «regla europea», la «regla americana» da a los demandantes
mayor incentivo que la regla europea para perseguir su caso. Si los demandantes
americanos pierden, no corren con el riesgo de ser cargados («castigados») con
las costas del demandado. Esto, aunado a los honorarios contingentes, permite
a los demandantes excluir casi por completo el riesgo económico del litigio en
pleitos de responsabilidad civil ante las cortes estadounidenses. En efecto, se
aseguran en contra ese riesgo prometiéndole al abogado un mayor porcentaje
en caso de éxito, para que éste asuma el riesgo de la pérdida. De este modo, los
honorarios contingentes, significan: 1) estar representado por un abogado, 2)
riesgo de pérdida, y 3) cobertura de los costos para financiar el caso hasta que se
pague la indemnización.
Los atractivos de demandar en responsabilidad civil son entonces mucho ma-
650 yores en Estados Unidos que en Europa. A diferencia de Europa, los costas del
litigio en Estados Unidos no sirven de barrera natural para perseguir reclamos
imposibles de poco mérito.
4) Honorarios contingentes
En los litigios en responsabilidad civil ante los tribunales federales o estatales
en Estados Unidos, los demandantes pueden acordar con sus abogados, y normal-
mente lo hacen, honorarios contingentes.69 La remuneración del abogado será el
porcentaje acordado de la suma final (generalmente entre el 25% y el 50%) que el
abogado puede obtener de su cliente, bien mediante acción judicial o mediante
conciliación. Si el abogado pierde el proceso, no obtiene ninguna remuneración.
El abogado, por decirlo de alguna manera, «compra» una parte de la pretensión
del cliente, y la hace más o menos suya. Además, desde la perspectiva del aboga-
ción de los costos del litigo en derecho de daños en el Reino Unido en la actualidad, véase LUNNEY, M. y
OLIPHANT, K.: Tort Law. Text and Materials (3a ed.), 2008, p. 944 y ss.
68 Alemania. Véase por ejemplo el §91 de la ZPO (Zivilprozessordung, Código de Procedimiento Civil alemán).
69 Véase DOBBS, Ob. Cit., vol. I, p. 38 y ss.; ROBERTSON, Ob. Cit., p. 286; YEAZELL, Ob. Cit., p. 290 y ss.
Ulrich Magnus
do, las reclamaciones exitosas pueden financiar los esfuerzos realizados en las
reclamaciones no exitosas. En cierta forma, es una especie de subsidio cruzado.
Los honorarios contingentes, en conexión con la regulación americana sobre
las costas del litigio, tienen el mérito de permitir incluso a las partes pobres,
que no pueden sufragar un proceso, acceder a un abogado que lleve su caso.70
La desventaja de los honorarios contingentes es el hecho de que el abogado con
honorarios contingentes no tiene interés en perseguir un caso que no va a ser-
le rentable. Los demandantes que tienen pretensiones merecidas pero dudosas,
pueden afrontar dificultades para encontrar un abogado. Además, hay cierta ten-
tación a presentar casos que no tienen ninguna perspectiva de éxito pero tienen
un posible valor como obstáculo, de manera que el demandado prefiere conciliar
porque los costos de hacerlo son menores a los costos de continuar con el pleito.
En muchos países europeos de civil law, los honorarios contingentes no están
permitidos.71 Por el contrario, la ley prescribe las tarifas fijas permitidas y que
los abogados regularmente están obligados a cobrar. El montante de los hono-
rarios depende normalmente del valor de la pretensión y se hace exigible para
cada nueva instancia.72 Los honorarios contingentes se consideran violatorios de
políticas públicas, dado su potencial para corromper abogados que podrían, en
conjunto, rechazar la representación de clientes cuyas perspectivas en el juicio
son escasas, a menos que el abogado obtenga un alto porcentaje de la indemni- 651
zación en caso de un resultado exitoso. Adicionalmente, la competencia entre
abogados no debería depender de quién de ellos es el más barato, sino de quién
es el más capaz.
70 En los diarios y aún en televisión, puede encontrarse, por lo tanto, publicidad como la siguiente: « ¡No
vaya a juicio sin abogado! ¡Usted puede pagarlo! Llame al abogado X…».
71 Una excepción parcial es el Reino Unido. La Ley de Acceso a la Justicia de 1999, admite ahora los acuerdos
de honorarios condicionales (CFA, por Conditional Fee Agreements) de muchas maneras. Los CFA siguen la
máxima «el que no gana no cobra» (no win, no fee), pero sólo le permiten al abogado cobrar al demandante
que ha ganado un aumento de sus tarifas usuales y no (como en los acuerdos de honorarios contingentes
estadounidenses) tomar una proporción de la indemnización (quota litis); véase LUNNEY y OLIPHANT, Ob.
Cit., pp. 949 y ss. Alemania recientemente ha introducido una legislación que por primera vez permite
honorarios contingentes, aunque en unos casos muy restringidos (§ 4ª Rechtsanwaltsvergütungsgesetz –
RVG, Ley sobre la remuneración de los abogados– y §49b par 2 Bundesrechtsanwaltsordnung –Ordenanza
Federal sobre Abogados–, ambos en vigor desde el 1 de julio de 2008). El derecho alemán acepta ahora
los acuerdos de quota litis (como Estados Unidos), pero sólo para un caso específico y si el aumento de
los honorarios es justo y el demandante de otra manera no podría haber iniciado el proceso debido a
su situación financiera. Bajo ese requisito y otros requisitos formales adicionales, se admiten ahora los
acuerdos del tipo «el que no gana no cobra», así como los acuerdos en los que se reducen las tarifas de
honorarios legales en caso de perder.
72 Un ejemplo es la regulación contenida en los §§ 22 y ss. del RVG alemán.
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
Los honorarios contingentes dan tanto a los demandantes como a sus aboga-
dos un incentivo económico relativamente fuerte para instaurar procesos de res-
ponsabilidad civil cuando se ha sufrido un daño, y contribuye significativamente
al clima proclive al litigio que existe en Estados Unidos. De otro lado, no debe
menospreciarse el hecho de que los honorarios contingentes dan a los abogados
un incentivo aún mayor para descartar casos con pocos fundamentos.73
5) Asistencia jurídica
En los litigios en responsabilidad civil en Estados Unidos no existe la asisten-
cia jurídica. Sin embargo, la legislación americana sobre costas y la posibilidad
de pactar honorarios contingentes hacen que la asistencia jurídica sea, de todos
modos, notablemente superflua. Como ya se dijo, estas instituciones –en lo po-
sible combinadas con las acciones de clase –class actions– (véase más adelante)
permiten incluso a los más pobres encontrar un abogado que lleve su caso ante
los tribunales siempre que la pretensión tenga buenas o, más bien, muy buenas
perspectivas, y no se trate sólo un daño de pequeña cuantía.74 En ese tipo de liti-
gios en responsabilidad civil, la gente de escasos recursos no necesita depender
en ningún evento de recursos públicos para que sus derechos sean protegidos.
Sin embargo, en los casos en los que la indemnización esperada por los daños
652 esperados es poco cuantiosa o modesta, las víctimas –y especialmente las víc-
timas pobres– usualmente no presentan sus pretensiones porque los gastos del
proceso no lo justifican.
La situación en los países europeos de civil law es completamente diferente.75
En virtud de la regulación europea sobre costas del proceso y el rechazo a los ho-
norarios contingentes, los pobres necesitan ayuda económica para formular sus
pretensiones. Tienen derecho a esta ayuda de fondos públicos cuando un examen
sumario muestra que sus pretensiones tienen perspectivas razonables de éxito.76
Las pretensiones que sean evidentemente injustificadas e inútiles quedan por
ello excluidas de asistencia jurídica y, por lo tanto, normalmente no se presentan.
73 YEAZELL, Ob. Cit., p. 294.
74 YEAZELL, Ob. Cit., p. 296: «Los acuerdos de honorarios contingentes amparan a personas con pretensio-
nes con fundamento, por cuantías significativas».
75 Nuevamente, la situación es diferente en el Reino Unido. Allí el esquema de la asistencia jurídica ha sido
considerablemente reducido en las últimas dos décadas. La admisibilidad de tasas de éxito –permitidas
finalmente en 1999, véase nota 67) – fue diseñada para remplazar la asistencia jurídica y permitir el fi-
nanciamiento de las demandas judiciales cuyos demandantes no podrían de otra manera sufragar; véase
al respecto LUNNEY y OLIPHANT, Ob. Cit., pp. 949 y ss.
76 Véanse, por ejemplo, los §§115 y ss. de la ZPO alemana.
Ulrich Magnus
Ahora su uso es sólo ocasional. Véase al respecto SHWARTZ, E.M.: Hazardous Products Litigation (2ª ed.),
1988 (supl. 1999), §2:220.
82 Los honorarios contingentes pueden acordarse entre los demandantes y el abogado que represente a la
clase entera por un menor porcentaje, y las costas que los demandados deberán afrontar serán general-
mente menores si un solo abogado los representa a todos.
83 Véase MARCUS, REDISH y SHERMAN, Ob. Cit., p. 290.
84 Para el Reino Unido, véase MARKESINIS y DEAKIN, Ob. Cit., p. 99; MULHERON, Ob. Cit., p. 67. OLIPHANT:
«Aggregation and Divisibility of Damage in England and Wales: Tort Law», en OLIPHANT, Ob. Cit., p. 95
y ss (121 y ss.). Sin embargo, por ejemplo España y Dinamarca constituyen excepciones. Para Dinamar-
ca, véase BLOCH EHLERS, A.: «Aggregation and Divisibility of Damage in Denmark: Tort and Insurance
Law», en OLIPHANT, Ob. Cit., p 84 y ss.; para España, véase RUDA, A. y SOLÉ FELIÚ, J.: «Aggregation and
Divisibility of Damage in Spain: Tort and Insurance Law», en OLIPHANT, Ob. Cit., p 359 y ss. Desde una
perspectiva comparada, véase OLIPHANT, K. y STEININGER, M.: «Aggregation and Divisibility of Damage
in Tort and Insurance: Comparative Summary», en OLIPHANT, Ob. Cit., p 503 y ss. El interés en las formas
procesales colectivas ha crecido marcadamente en Europa en los años recientes.
Ulrich Magnus
7) Procedimientos de descubrimiento
Los mecanismos procesales de descubrimiento en Estados Unidos, especial-
mente los descubrimientos prejudiciales, también deben ser tenidos en cuenta.85
Ofrecen a los demandantes la posibilidad de reclamar información del demanda-
do en mucha mayor medida, en comparación con lo que permiten los países euro-
peos del civil law.86 En contraste con las soluciones de los países europeos de civil
law,87 el derecho procesal de Estados Unidos establece en principio el deber pro-
cesal de que una parte presente todos los documentos que la otra parte solicite,
si los considera relevantes para el caso.88 Aunque ahora están prohibidas las «fi-
shing expeditions»89* puras de Estados Unidos para sentar las bases de una eventual
reclamación, el descubrimiento en sí mismo puede expandir considerablemente
el objeto de las reclamaciones en responsabilidad civil. Confieren la oportunidad
de descubrir una conducta culposa, incluyendo los esfuerzos por ocultar informa-
ción acerca del riesgo y del azar. Por lo tanto, pertenecen a aquellas instituciones
que ayudan a los demandantes a perseguir mejor sus pretensiones.
Por otro lado, el proceso de descubrimiento puede ser una carga muy pesada
y puede también ser muy fácilmente (mal) empleado,90 tanto para forzar a un de-
mandado a una conciliación aunque la pretensión esté destinada a fracasar ante
85 Para observaciones en perspectiva comparada, véase GIESEN, I.: «The Burden of Proof and Other Proce-
dural Devices in Tort Law», en KOZIOL, H. y STEININGER, Ob. Cit., p. 49 y ss., y 58 y ss. (el descubrimiento 655
como deber de información); SCHOLZ, P.: «Die Vorlagepflichten gemäβ §§ 142 144 ZPO: ¿Ein gelungener
Beitrag zur Fortentwicklung des deutschen Zivilprozesses? », en Halûk Konuralp Anisina Armagan, vol. I,
2009, p. 891 y ss y 934 y ss.
86 Véase de manera general, en cuanto al descubrimiento, FRIEDENTHAL, KANE y MILLER, Ob. Cit., p. 378
y ss. HAYDOCK, R. y HERR, D.: Discovery Practice (2ª ed.), 1988; MARCUS, REDISH y SHERMAN, Ob. Cit., p.
332 y ss.; YEAZELL, Ob. Cit., p. 407 y ss.
87 Los países europeos de civil law, usualmente no conocen tal deber procesal general entre las partes.
Aquí es necesario normalmente que el derecho sustantivo le otorgue a las partes el derecho de pedir
la exhibición de documentos o que la otra parte se haya referido a ciertos documentos no exhibidos
(normalmente en posesión suya), o que el juzgado ordene su exhibición porque lo considera necesario.
En cuanto al derecho del juzgado a solicitar información de las partes o incluso de terceros, véanse por
ejemplo los arts. 10 y 11 del Código de Procedimiento Civil francés y los §§142-144de la ZPO alemana.
88 En cierta medida, el descubrimiento es un corolario necesario del sistema acusatorio. Dado que no es
el juez quien recolecta la información necesaria para la decisión, cada parte debe estar habilitada para
solicitare a la otra la información necesaria.
89 * Nota de los traductores: fishing expeditions o fishing trips es el nombre con el que se conocen ciertas ma-
niobras –a menudo dilatorias– de las partes que formulan solicitudes de descubrimiento de documentos
mucho más amplias de lo que la ley permite, con la esperanza de encontrar en ellas algo que pueda resul-
tar relevante.
90 Véase al respecto FRIEDHENTAL, KANE y MILLER, Ob. Cit., p. 422 y ss. YEAZELL, Ob. Cit., p. 452 y ss. Para
un estudio comparado más amplio sobre la mediación como un mecanismo para acuerdos extraprocesa-
les, véase HOPT, K. y STEFFEK, F. (editores): Mediation, 2008,
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
los tribunales91 como –por parte de demandados con poder económico– para
forzar al demandante a darse por vencido aunque su demanda tenga buenas pers-
pectivas de éxito. El descubrimiento tiene, por tanto, un considerable «potencial
destructivo».92 Además, el procedimiento de descubrimiento convierte en cierta
medida los asuntos de responsabilidad civil en asuntos acerca de qué informa-
ción debe ser revelada y, si es que hay alguna, por quién. La carga de la prueba
con respecto a la responsabilidad civil extracontractual no importa a efectos del
descubrimiento.
8) ADR
La resolución alternativa de controversias (ADR 93*) ha existido en Estados Uni-
dos desde antes y de manera más extendida que en Europa.94 Los ADR son una
alternativa real al litigio en responsabilidad civil ante los tribunales.95 En el con-
texto del derecho de daños, esto significa que mientras más fuerte sea la amena-
za y mientras más alto sea el costo probable de una reclamación judicial para los
demandados, más fácil será para ellos aceptar procedimientos alternativos como
el arbitraje, la mediación o la combinación de ellos para alcanzar una solución
informal.
Los mecanismos procesales mencionados de los que los demandantes en Es-
656 tados Unidos pueden beneficiarse (en particular en el descubrimiento prejudicial
y en las acciones de clase) contienen un cierto potencial que puede hacer que los
demandados prefieran los mecanismos de ADR, o la conciliación en general, con
el fin de evitar una sentencia judicial.96
91 Véase la discusión en McPeek vs Ashcroft (2001), 2001 Federal Rule Decisions (FRD), 31 (US Dist Ct, Dist.
Of Col.).
92 YEAZELL, Ob. Cit., p. 408.
93 * Nota de los traductores: Por su sigla en inglés, Alternative Dispute Resolution. Algunos autores han empleado
en español la sigla MASC: Métodos Alternativos de Solución de Controversias.
94 Un buen texto sobre la mediación en Estados Unidos lo proporciona KULMS, en HOPT y STEFFEK, Ob.
Cit., p. 403 y ss.
95 Véase al respecto MARCUS, REDISH y SHERMAN, Ob. Cit., p. 108 y ss.; ROGERS, N.H. y MCEWEN, C.A.:
Mediation: Law Policy, Practice, 1989.
96 Véase In the Matter of Rhone-Poulenc Rorer, Inc., 51 Federal Reporter, Third Series (F3d) 1293 (US Ct App 7th
Cir, 1995): «las acciones de clase… presionan a los demandados a conciliar. Esa presión es una realidad».
Ulrich Magnus
100 US CENSUS BUREAU: Income, Poverty and Health Insurance in the United States, 2007 (2008), p. 19 y ss. [http://
www.census.gov/prod/2008pubs/p60-235.pdf]
101 Véanse los reportes nacionales en MAGNUS, últ. Ob. Cit.
102 En cuanto a la influencia del aseguramiento privado de la responsabilidad en Estados Unidos, véase
DOBBS, Ob. Cit., p. 43 y ss.
103 Véase WAGNER, G. (editor): Tort Law and Liability Insurance, 2005.
104 Véase particularmente Sindell vs. Abbot Labboratories (1980) 26 Cal 3d 588, 607 Pacific Reporter (P), 2d
924.
105 Greenman vs Yuba Power Products Inc. (1963) 377 P 2d 897.
106 Véase, por ejemplo, Sutowski vs Eli Lilly & Co. (1998) 82 Ohio St 3d 347, 696 North Eastern Reporter (NE)
2d 187 (rechazando la teoría de la cuota de mercado para Ohio).
Ulrich Magnus
107 Véase el Restatement (Third) of Torts: Product Liability (1998) que reemplaza completamente el artículo
402A del Restatement (Second) of Torts, 1964. Véase también el voto disidente de en el caso de responsabi-
lidad por productos Meyering vs General Motors Corp. (1990), California Reporter (Cal Rptr), 346 (Cal. App.),
352.: «Estamos en tendencia a la restricción, no a la expansión de los derechos de los litigantes». Véase
adicionalmente MARKESINIS y DEAKIN, Ob. Cit., p. 721 y ss.
108 Véase como ejemplo la directiva europea sobre responsabilidad por productos, que adoptó en buena
medida la (antigua) posición estadounidense de la responsabilidad objetiva general en este campo.
109 Como se ha visto con respecto a los honorarios contingentes y el descubrimiento, el Reino Unido está
evolucionando en la dirección del derecho estadounidense.
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
110 Un buen ejemplo de este concepto de «abogado privado general» está en el 1021.5 del Código de Pro-
cedimiento Civil de California. De acuerdo con esta disposición, la legislación de Estados Unidos sobre
costas procesales puede cambiarse y los honorarios de los abogados pueden concedérsele a la parte de
cuya acción «haya resultado la protección de un derecho importante que afecte el interés público, si la
acción representó un beneficio significativo para el público en general».
Ulrich Magnus
serían tramitados a través de procesos civiles. Cuando, por ejemplo, a través del
diseño negligente de un producto un fabricante causa pequeños daños a cientos
o miles de personas, es en nombre del interés común que debe detenerse esa
práctica. Un individuo solo no iría ante un juez por sus daños. Una acción de clase
por los daños en responsabilidad civil es un instrumento efectivo para detener
esas prácticas.
Una tercera ventaja es la función de colmar lagunas que tiene el derecho de
daños, ante la ausencia de otra regulación. La regulación estatal puede ser lenta
e inflexible. Las demandas en derecho de daños presentadas por los particulares,
a veces pueden suministrar una respuesta más veloz frente a una conducta o
práctica no deseada –y dañina–.
Por otro lado, también hay desventajas. Las normas estadounidenses sobre los
litigios en responsabilidad civil ofrecen un considerable potencial de abuso. Los
demandantes pueden presentar pretensiones injustificadas, casi sin riesgo finan-
ciero. Esa norma americana, combinada con los honorarios contingentes, reduce
el riesgo a nada. Hay algunos mecanismos (el descubrimiento y la legislación ame-
ricana sobre las costas del proceso) de los que pueden abusar los demandantes
para forzar a los demandados a aceptar acuerdos desfavorables e incluso injustifi-
cados. Estos instrumentos de las acciones de clase y los honorarios contingentes
662 pueden tentar a los abogados litigantes a privilegiar sus intereses económicos
sobre los intereses de sus clientes.
Cargar al derecho de daños con la función de colmar lagunas de la regulación
puede sobrecargarlo. El efecto disuasorio de las decisiones judiciales en la res-
ponsabilidad civil, y especialmente el de las decisiones individuales, puede ser
muy limitado como para tener el efecto regulatorio deseado en la sociedad.
El derecho de daños en Estados Unidos depende en gran medida de los par-
ticulares (y sus aseguradores) usando la maquinaria de los procesos de respon-
sabilidad civil. Esto puede impedir el desarrollo consistente y sistemático del
Derecho. Y puede hacer surgir otro problema: dado que los particulares (y sus
aseguradores) no actúan primordialmente en interés público sino en su propio
interés, su uso del litigio en responsabilidad civil puede no llevar de manera nece-
saria a una red regulatoria de reglas que sirvan mejor al interés común. La idea de
Adam Smith de la mano invisible del mercado que convierte los intereses egoís-
tas de los individuos en competencia y en conflicto, en un sistema que les sirve
a todos, por atractiva que parezca, puede no ajustarse o no ajustarse del todo
Ulrich Magnus
VI. Consecuencias
Esta comparación ha mostrado que el derecho de daños de Estados Unidos es
instrumental a propósitos diferentes de la simple compensación de los perjuicios
de los que una persona es responsable. Las funciones adicionales del sistema
del derecho de daños estadounidense –su función punitiva, la motivación de los
particulares a actuar en interés común, compensar el papel excesivamente pasivo
del juez, colmar lagunas regulatorias, e incluso compensar lo inadecuado de la
seguridad social– tienen, como hemos visto, consecuencias tanto positivas como
negativas. Para todas esas tareas, el derecho de daños estadounidense ha esta-
do bien equipado durante las últimas décadas, principalmente con mecanismos
procesales puestos en las manos de los particulares que formulan reclamaciones
y sus abogados. Estos mecanismos poseen, por otra parte, un significativo «po-
tencial destructivo» que permite su abuso, a menudo con facilidad.
Cuando uno se pregunta si el futuro del derecho de daños de la Unión Europea 663
debería estructurarse en la forma en que se ha desarrollado el estadounidense, la
respuesta es probablemente ambigua. Parece que en Europa otras instituciones
cumplen las funciones adicionales que se asignan al derecho de daños en Esta-
dos Unidos. En Europa, el uso del derecho de daños para propósitos distintos
de a compensación de los perjuicios individuales es mucho menos necesario.
De allí que la idea optimista y liberal de dar a los particulares un grandioso in-
centivo (económico) para que actúen también en interés común, encuentre muy
pocos defensores en Europa. Aquí, sigue prevaleciendo el punto de vista más
pesimista y paternalista: que los individuos actuarán generalmente sólo en su
propio interés y que el Estado tiene la tarea de promover el bien común. Las
actuales propuestas de un derecho de daños europeo siguen el modelo europeo
tradicional.111 Ni los Principios del Derecho Europeo de Daños ni el Proyecto de
Marco Común de Referencia pretenden activar la aplicación del derecho privado,
por ejemplo, mediante perjuicios punitivos. Ambos conjuntos de disposiciones
111 Véase el European Group on Tort Law, Ob. Cit.; Study Group on a European Civil Code y el Research
Group on EC Private Law (Acquis Group), Ob. Cit., Libro VI.
¿POR QUÉ ES TAN DIFERENTE EL DERECHO DE DAÑOS DE ESTADOS UNIDOS...
112 Véase expresamente el European Group on Tort Law, Ob. Cit., 150. Indirectamente, véase Study Group on a
European Civil Code and Research Group on EC Private Law (Acquis Group), Ob. Cit., p. 90 y ss. y 550 (los «daños»
se definen como «compensación por un tipo específico de daño»).
ALGUNAS CUESTIONES RESPECTO DE LA
RESPONSABILIDAD POR EDIFICACIÓN EN
INMUEBLES, ARQUITECTOS E INGENIEROS
Carlos Ghersi
CONTENIDO:
I. Introducción
II. Los defectos aparentes
III. Vicios ocultos
IV. El encuadre y las acciones por los vicios ocultos
V. El daño moral: por vicios redhibitorios y cláusulas abusivas
VI. Ruina de edificios 665
VII. Los contratos y las relaciones de consumo
VIII. Los profesionales de la construcción: arquitectos e ingenieros
I. Introducción
La construcción de edificios determina la participación de distintos profesio-
nales, calculistas; ingenieros; arquitectos, etc., y en diferentes roles y funcio-
nes, tales como directores de obra; sobre -estantes; auditores; así como también
empresas constructoras, hormigoneras, sub-contratistas (electricistas; gasistas,
etc.) que convergen en que el resultado o su *finalidad* sea la total terminación
y que la misma sea segura y habitable.- (art. 740;742 Código Civil; obligación de
indemnidad o garantía, art. 1198 del C. C. y art. 5 de la Ley 24.240 en cuanto al
contenido como principio general).
ALGUNAS CUESTIONES RESPECTO DE LA RESPONSABILIDAD POR EDIFICACIÓN...
Dedicaremos los próximos párrafos a tres cuestiones que inquietan a los pro-
fesionales de la construcción: los defectos aparentes; los vicios ocultos y la ruina,
que son conceptos diferentes que dan lugar a acciones y reclamos también dis-
tintos.
Sin perjuicio de lo señalado precedentemente, hacia el final haremos una acla-
ración relativa a la aplicación de la Ley de Defensa de los Derechos del Consu-
midor, que también es un tema sensible a estos profesionales.- (además de otras
profesiones como médicos, abogados, escribanos, etc.).
exige una mayor obligación, de tal forma que no puede alegar luego un descono-
cimiento y pretender incorporarlos (a los vicios aparentes) como vicios ocultos
Así lo ha entendido la jurisprudencia: ´se trata de defectos visibles´ (4) o que
se entienden aquellos vicios que son de fácil comprobación. (5)
El art. 1647 bis establece *condicionamientos* respecto de estos defectos apa-
rentes: ´Recibida la obra, el empresario quedará libre por los vicios aparentes y
no podrá luego oponérsele la falta de conformidad del trabajo con lo estipula-
do. Este principio no regirá cuando la diferencia no pudo ser advertida en el mo-
mento de la entrega o los defectos sean ocultos. En este caso tendrá el dueño
sesenta días para denunciarlos a partir de su descubrimiento. (6)
El primer condicionamiento es que la obra tiene que ser recibida (lo cual téc-
nicamente sostenemos que el cumplimiento por parte del constructor debe con-
templar los art. 740 y 742 C.C.) sin embargo la existencia de defectos aparentes
implica, como señalamos precedentemente, un incumplimiento defectuoso o re-
lativo, de allí entonces que sea necesario aludir al segundo condicionamiento :
Este principio no regirá cuando la diferencia no pudo ser advertida en el mo-
mento de la entrega … y luego señala la operatividad de esta situación: desde el
descubrimiento de los defectos aparentes, no advertidos en la entrega, para los
cuales el receptor posee sesenta días para su denuncia (claro está él debe probar; 667
que no fue advertido en la entrega y la fecha del descubrimiento) (7) de lo contra-
rio el empresario se libera.
Entendemos que este plazo (contado en días corridos conforme al art. 23 y
ss. del C.C.) es más que razonable para que una persona lega mediante la simple
observación pueda detectar a simple vista estos defectos aparentes e incluso en
determinadas situaciones es necesaria la *habitación continua* para detectarlos.
Así lo ha establecido la jurisprudencia: “Ello torna inaplicable, en sentido es-
tricto, la liberación de la responsabilidad que el art. 1647, bis del Código Civil,
consagrada respecto del empresario por los vicios aparentes una vez recibida
la obra al ser obvio lo que esta norma alude no es otra cosa que la obra termi-
nada…y la denuncia debe ser dentro de los sesenta días de su descubrimiento
(plazo que también rige para los vicios ocultos como veremos a continuación). (8)
Esta postura tiene un segundo fundamento, la existencia de defectos aparen-
tes señalamos, hace que la obra no esté cumplida, por lo cual el incumplimiento
relativo posee un plazo de prescripción decenal (art. 4023 del C.C.), después de
ALGUNAS CUESTIONES RESPECTO DE LA RESPONSABILIDAD POR EDIFICACIÓN...
la denuncia dentro de los sesenta días del descubrimiento, para iniciar posibles
acciones conforme a lo establecido en el art. 505 del Código Civil.
El defecto aparente puede constar en el acta de recepción de la obra (lo cual
no implica recibirla) sino simplemente acceder a ella para su observación o con
posterioridad manifestada mediante un medio fehaciente (acta notarial o carta
documento con detalles de la denuncia de los defectos aparentes y la fecha de
su descubrimiento) y concederle un plazo razonable para que el constructor
pueda subsanarlos, conforme al art. 1071 del Código Civil.- (también debe existir
una conducta de colaboración del receptor en cuanto a facilitar el acceso, etc., es
decir ejercer el derecho conforme a la buena fe art. 1198 del Código Civil).
En cuanto a la calidad personal del receptor, es de suma importancia, ya que
de poseer estas calidades especiales (art. 909 del C.C.) no podrá desconocer los
defectos aparentes y pretender transformarlos en ocultos. De allí, que es impor-
tante en la parte documental de la contratación (instrumento privado o público)
hacer constar esta circunstancia, así por ejemplo: en cuanto a la profesión del
adquirente o su idoneidad en la materia.- (sin perjuicio de la aplicación de los
principios generales de la contratación: art. 1198 y 1071 del C.C.).
La evaluación en estos casos tendrá por eje esta circunstancia de profesio-
668 nalidad e idoneidad del receptor, conforme y a contrario imperó el principio de
impericia –, establecido en el art. 954 del Código. Civil (utilizando la norma como
principio general del derecho de la desigualdad en la contratación o asimetría de
conocimiento)..
Quien posee pericia tiene una *obligación* de juzgamiento más estricto que
la de un *lego* incluso por aplicación de los denominados *estándares objetivos
u objetivados*. (9)
Existe de esta forma imposibilidad legal (la ley es de orden público) de ser
trasladados al consumidor.
El art. 15 de la ley 24.240 establece lo concerniente a la posibilidad de re-
paración de bienes en garantía legal y los requisitos que la empresa prestataria
—puede ser otra distinta que el fabricante o vendedor— deberá cumplir: a) na-
turaleza de la reparación; b) piezas reemplazadas o reparadas; c) fecha en que el
consumidor hizo la entrega, y d) fecha de devolución.
Nos parece acertada la respuesta que da la ley a una importante cuestión,
relativa a la privación de uso del bien que se está reparando: debe deducirse a los
efectos del cómputo de garantía (art. 16, ley 24.240).
De no resultar satisfactoria la reparación, el consumidor, conforme al art. 17,
puede optar entre pedir la sustitución; devolver la cosa y obtener el reintegro de
las sumas abonadas al precio actual de plaza, u obtener una quinta proporcional
del precio. Esta norma nos parece sumamente acertada, pues otorga la opción al
consumidor.
Esperamos una aplicación jurisprudencial no restrictiva y, obviamente, ejerci-
da en el marco de la teleología del art. 1071 del Cód. Civil, por *similitud* para los
inmuebles nuevos o usados.- (25).
676
(Sra. Vázquez) respecto de los daños en un inmueble a estrenar (art. 1;2; 20; 40
del LDC) .-(26)
IX. Notas
1. Conslt. LOVECE, Graciela. Daños derivados de la construcción de inmue-
bles. En GHERSI (Director) WEINGARTEN. (Coordinadora).-Tratado de daños repa-
rables. Tomo IV. Pág.155. Ed. La Ley
2. CARDONE, Ricardo L c/ ROMAGNA, Emilia S.R.L. y otro y/o quien resulte
responsable
3. Diccionario de la Lengua Española Vol. I. Pág.162. Ed. Real Academia Espa-
ñola. Madrid. 1992 Vigésimo primera Edición
4. PANTIN, Daniel J. c/ INCICO S. R. L. y otros. Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Comercial Sala A.- (30/4/2009). La Ley. 28 / 1 / 2010
5. CARDONE, Ricardo L c/ ROMAGNA, Emilia S.R.L. y otro y/o quien resulte
responsable
6. GHERSI- WEINGARTEN (Directores) Código Civil Comentado y anotado con
jurisprudencia.- Vol. I. -Art. 16467. Bis. 2ª edición Ed. Nova Tesis.-
7. Sabido es también que el art. 377 CPCC pone en cabeza de los litigantes 677
el deber de probar los presupuestos que se invocan como fundamento de las
pretensiones, defensas o excepciones y ello no depende solo de la condición de
actos o demandado, sino de la situación en que cada litigante se coloque dentro
del proceso. FUSONI, Horacio G. c/ Club 52 Sociedad Civil. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Comercial, Sala A. (14/ 6/2007)
8. PANTIN, Daniel J. c/ INCICO, S.R.L. y otros. Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Comercial Sala A.- (30/4/2009). La Ley. 28 / 1 / 2010
9. GHERSI. (Director)- WEINGARTEN (Coordinadora) Tratado de daños repara-
bles. Vol. I. Pág. 430 y siguientes. (Estándares...).-- Ed. La Ley
10. Como hemos señalado en la introducción el vicio redhibitorio, supone el
cumplimiento de las obligaciones y debe reunir los siguientes elementos: obliga-
ción pre existente y exigible; persona con aptitud para pagar; persona apta para
percibir el pago; objeto; lugar y tiempo de pago, e intención de formalizar el pago
como tal. (art. 740 y 742 del Cód. Civil)
ALGUNAS CUESTIONES RESPECTO DE LA RESPONSABILIDAD POR EDIFICACIÓN...
1er. Párrafo Cód. de Comercio) CNCom Sala A 23-2-2001, Regional S.A. c/ Nestlé
Argentina S.A., DJ 2001-2-1209”.-
18. “En el caso de ejercicio de la acción quanti minoris, no corresponde dupli-
car los valores, restituyendo una parte del precio y, al mismo tiempo, asignando
un monto en función de los arreglos necesarios para subsanar los vicios ocultos.
Es evidente que, de otro modo, se estaría consagrando un enriquecimiento in-
justificado a favor del adquirente, quien manteniendo la propiedad de la cosa,
obtendría una devolución de parte del precio abonado más el importe de todas
las erogaciones derivadas de la misma causa que origina tal disminución. CNCiv.
Sala J, 11-8-2005, VILLA, Edgardo Mario c/ Díaz, Roberto s/ Daños y perjuicios, ED
2-2-06, 3-53819.”-
19. “Determinada como compraventa la materia jurídica que ligó a la deman-
dada con la asegurada de la actora, cabe concluir que a la acción por pago de los
daños sufridos en la maquinaria adquirida le es aplicable el término breve de tres
meses para la prescripción de las acciones redhibitorias y quanti minoris. CNCiv.
Sala D, 19-6-2003, La Buenos Aires Cía. Argentina de Seguros c/ Worthington
Argentina S.A. s/ Daños y perjuicios, ED 206, 280-52609.”- ; “Debe rechazarse
la acción que prevé el art. 1647 bis del Cód. Civil por vicios ocultos -en el caso,
deficiente colocación de membrana asfáltica y falta de baldosas en la azotea del
edificio, obstrucción de cañerías por restos de material y problemas en columnas 679
y desagües cloacales y pluviales-, dirigida por el consorcio contra el construc-
tor-vendedor, si la demanda se interpuso luego del plazo previsto en la citada
disposición -60 días desde que se toma conocimiento del vicio-, incumbiendo
al actor la prueba de los hechos impeditivos del oportuno ejercicio de la acción.
CNCiv. Sala G, 10-12-2003, Consorcio Malabia 579/87 e. J. Velazco 566 c/ Empren
S.A., LL 2004 B, 41-106791.”-
20. “Resulta improcedente la defensa de prescripción opuesta a la acción de
vicios redhibitorios sustentada en que fue deducida transcurrido el plazo de seis
meses del art. 473 del Cód. de Comercio, pues éste no constituye un término de
prescripción para iniciar la acción en tanto sólo refiere al plazo para detectar o
comprobar la existencia del vicio y formular el consiguiente reclamo o protesta
al vendedor por cualquier medio fehaciente”. CNCiv Sala K 4-4-2000, U. de GRJ c
HNB, DJ 2001-2-1209.
21. “Cabe responsabilizar a la entidad bancaria titular fiduciaria del inmueble
objeto de un emprendimiento inmobiliario, por los vicios constructivos presentes
ALGUNAS CUESTIONES RESPECTO DE LA RESPONSABILIDAD POR EDIFICACIÓN...
que la otorgada por el Código Civil en cuanto a los vicios redhibitorios. CC0203
LP 106685 RSD-169-6 S 14-9-2006, Juez Mendivil (SD), Sollosqui, Mercedes Elvira
y otro c/Vicente Zíngaro e hijos y otra s/ Daños y perjuicios”.-
26. Voto de la Dra. Pérez Pardo.-en Quiroz, Héctor y otro c/Vázquez, María
Cristina. Cámara de Apelaciones Civil.-. Sala L.- (27 / 3 /2009)
681
682
LA ACUMULACIÓN DE INDEMNIZACIONES, UNA
REVISIÓN CONCEPTUAL Y JURISPRUDENCIAL
DEL TEMA
Parte I.
1. ¿Qué es la reparación?
Existe la necesidad de conceptualizar el término reparación, dado que de esta
forma podrá comprenderse si la intervención que con sus pagos o prestaciones
económicas hacen terceros, alcanzan o no el grado de reparación.
Juan Gonzalo Flórez B.
Claro está entonces que pueden terceros concurrir a pagar por el deudor con-
tando con su consentimiento, conocimiento o incluso contra la voluntad de éste.
No obstante, no todos los pagos de terceros efectuados a favor de la víctima,
constituyen el pago de la obligación del responsable, es decir, no todos los ter-
ceros que realizan una prestación económica a la víctima, como consecuencia o
desencadenada por un evento de responsabilidad civil, lo están haciendo por el
responsable. Existente terceros que no pagan la obligación del responsable, sino
una propia y sin embargo, extinguen la obligación indemnizatoria, o la acreencia
de la víctima. Ahora, hay otros terceros que con la prestación económica que
ofrecen a la víctima ni pagan la deuda del responsable ni extinguen la acreencia
de la víctima.
CONTENIDO:
I. Introducción
II. Qué debemos entender por imputación
III. La imputación fáctica
IV. La Teoría de la Equivalencia de las Condiciones o “conditio sine
quanon”
V. La imputación jurídica
VI. La teoría de la Causalidad Adecuada
VII. La confusión de considerar a la imputación y el fundamento del de- 695
ber de reparar como un solo elemento de la responsabilidad
VIII. Bibliografía
Introducción
Uno de los pilares fundamentales de la estructura del orden social de cada
comunidad, se encuentra representado en el deber que tiene cada integrante de
la sociedad de hacerse cargo de sus propios actos y de responder por los daños
que pueda llegar a ocasionar, al punto que en nuestro ordenamiento se ha decidi-
do elevar a rango constitucional la necesidad de respetar los derechos ajenos, so
pena de tener que responder en caso de que estos sean vulnerados.1
1 Colombia. Constitución Política de Colombia de 1.991, Titulo II, De Los Derechos,
Las Garantías y Los Deberes, Capitulo 5, De Los Deberes y Obligaciones. Artículo 95.
“La calidad de colombiano enaltece a todos los miembros de la comunidad nacional.
Todos están en el deber de engrandecerla y dignificarla. El ejercicio de los derechos y
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
5 GIL BOTERO, Enrique. Responsabilidad extracontractual del estado, Bogotá, Grupo editorial Ibáñez, Cuarta
697
Edición, 2010, p.59. “Es así como el artículo 90 de la Constitución, no es más que la mera consecuencia de
la filosofía que traza la carta política, circunscrita por principios y valores superiores del ordenamiento
jurídico, como la dignidad, la igualdad, la libertad, la justicia, el pluralismo político, la solidaridad, la
equidad, el Estado Social de Derecho, etc.”
6 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de abril de 1947. MP. Dr.:
Pedro Castillo Pineda. Gaceta Judicial No. 62, t LXII, p. 131. “El perjuicio es uno de los elementos esen-
ciales de la responsabilidad civil, sin cuya existencia y demostración no cabe decretar indemnización
alguna, porque en el campo extracontractual la ley no lo presume. Sin daño fehaciente comprobado
no nace a la vida jurídica la obligación de indemnizarlo. Y conforme a las reglas generales del derecho
procesal, es el demandante en acción indemnizatoria a quien corresponde demostrar en forma plena y
completa la existencia del daño para que así sea posible imponer al demandado, cuyo hecho lo ocasio-
nó, el deber consecuencial de repararlo”.
7 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 18
de mayo de 2010. C.P. Dra.: Ruth Estella Correa Palacio. Exp. 17.047; Consejo de Estado, Sala de lo Con-
tencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 15 de abril de 2010. C.P. Dra.: Myriam Guerrero
de Escobar. Exp. 17.837. “De cara a este concepto, tratándose del régimen de responsabilidad médica, de-
berán estar acreditados en el proceso todos los elementos que configuran la responsabilidad de la admi-
nistración, de manera que le corresponde a la parte actora acreditar el hecho dañoso y su imputabilidad
al demandado, el daño y el nexo de causalidad entre estos, para la prosperidad de sus pretensiones. En
suma, en cumplimiento del artículo 177 del C. de P.C., incumbe a las partes probar el supuesto de hecho
de las normas que consagran el efecto jurídico que ellas persiguen, y por lo tanto, corresponde a la parte
actora probar los hechos por ella alegados.”
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
14 HENAO, Juan Carlos. El Daño. Análisis Comparativo de la Responsabilidad Extracontractual del Estado en
Derecho Colombiano y Francés. Bogotá, Universidad Externado de Colombia, Cuarta Reimpresión, Julio
700 de 2004, p. 38.
15 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 11
de noviembre de 1999. M.P. Dr.: Alier Hernández Henríquez. Exp: 11.499. “El daño, en “su sentido natural
y obvio“, es un hecho, consistente en “el detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia causado a
alguien“, “...en su persona, bienes, libertad, honor, afectos, creencias, etc….” y “...supone la destrucción
o disminución de ventajas o beneficios patrimoniales o extrapatrimoniales de que goza un individuo”.
16 DE CUPIS, Adriano. El Daño. Teoría General de la Responsabilidad Civil, Barcelona, Casa Editorial Bosch, 1975,
p. 81. Título original, Il Danno. Teoria generale de la responsabilità civile, 2ª edición, 1970, trad. de Ángel
Martínez Sarrión.
17 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 27 de junio de 2005. M.P.
Dr.: Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo. “No está demás insistir, como lo ha hecho esta Sala, que el daño
constituye “la columna vertebral de la responsabilidad civil, en concreto de la obligación resarcitoria a
cargo de su agente (victimario), sin el cual, de consiguiente, resulta vano, a fuer de impreciso y también
hasta especulativo, hablar de reparación, de resarcimiento o de indemnización de perjuicios, ora en la
esfera contractual, ora en la extracontractual, habida cuenta que ‘Si no hay perjuicio’, como lo puntualiza
la doctrina especializada, ...no hay responsabilidad civil”.
18 Colombia. Corte Suprema de Justicia Colombiana, Sala Casación Civil, 4 de Abril de 1968, M.P. Dr.: F.
Hinestrosa, G.J., T. CXXIV, Nos 2297 a 2299, p. 58. “Por todo ello cabe afirmar, que dentro del concepto y
la configuración de la responsabilidad civil, es el daño un elemento primordial y el único común a todas
las circunstancias, cuya trascendencia fija el ordenamiento. De ahí que no se dé responsabilidad sin daño
demostrado, y que el punto de partida de toda consideración en la materia, tanto teórica como empírica,
sea la enunciación, establecimiento y determinación de aquél, ante cuya falta resulta inoficiosa cualquie-
ra acción indemnizatoria”.
Luis Felipe Giraldo Gómez
al caso, pudiendo pasar por la culpa, el dolo, el riesgo creado o riesgo beneficio,
la falla del servicio, el riesgo excepcional o el daño especial.
A pesar de la importancia del estudio de los dos elementos mencionados, no
ahondaremos más sobre ellos por no ser este el objeto de análisis en este artí-
culo, no obstante terminaremos esta introducción indicando que el fin de toda
acción de responsabilidad, es la de conseguir una indemnización o reparación del
daño padecido como consecuencia de la conducta (acción-omisión) de otro, esto
es, procurar porque las cosas vuelvan a su estado anterior19 y para lograrlo será
necesario que el proceso esté acreditada la imputación, elemento qué, cómo se
ha expresado en líneas precedente ofrece muchas interpretaciones, las cuáles
no pretendemos abordar en su totalidad, pero se espera que puedan esbozarse
algunos argumentos que sirvan de explicación a este tema de tan difícil abordaje
para el derecho.
19 SANTOS BRIZ, Jaime. La Responsabilidad Civil, Derecho Sustantivo y Derecho Procesal, Madrid, Editorial Mon-
tecorvo, 1970, p. 131. “La indemnización de daños no conducirá en ningún caso a un enriquecimiento del
perjudicado; es decir, solo debe obtener un resarcimiento de su daño, pero no más de aquello que tendría
si el suceso, del cual responde el agente, no hubiese tenido lugar.”
20 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contenciosos Administrativo, Sección Tercera. Sentencia de
28 de octubre de 1999. C.P. Dr.: Ricardo Hoyos Duque. Exp. 12.688. “La imputación es el elemento de
la responsabilidad que permite atribuir jurídicamente un daño a un sujeto determinado.”; Consejo de
Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia de 21 de octubre de 1999. C.P.
Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp: 11.643; “...Imputar - para nuestro caso - es atribuir el daño
padeció (sic) la víctima al Estado, circunstancia que se constituye en condición sine qua non para declarar
la responsabilidad patrimonial de este último. De allí que elemento indispensable - aunque no siempre
suficiente - para la imputación, es el nexo causal entre el hecho causante del daño y el daño mismo, de
modo que este sea el efecto del primero…”.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
sal,24 el cual a su vez, debe ser abordado con la ayuda o aplicación de las teorías
de causalidad.
Es así como a en todo proceso de responsabilidad, una vez establecida la
existencia de un daño, será menester pasar al estudio de la existencia de la impu-
tación fáctica, para lo cual deberá establecerse si en el caso bajo estudio existe
nexo de causalidad25 entre el hecho dañino y el daño, requisito éste que se ha
convertido en uno de los temas más difíciles de abordar por el derecho,26 toda
vez que para hacerlo, se hace indispensable remitirse al estudio de la causalidad,
tema que ha sido debatido tanto por la Filosofía como por las Ciencias Naturales,
sin que se haya cerrado aún de manera satisfactoria su estudio.
No obstante lo anterior, se puede sostener que el causalismo, ha sido enten-
dido como un método filosófico-científico que intenta explicar los fenómenos a
través del estudio de sus causas,27 de tal manera que la pretensión de reconocer
en los sucesos de la vida una relación de causa-efecto se presenta como una de
las búsquedas más grandes del ser humano, máxime cuando el fin perseguido es
encontrar una respuesta a la pregunta de porque suceden las cosas, esto es esta-
blecer qué o quién ocasionó determinada consecuencia, cuál fue la causa, origen o
24 GOLDENBERG, Isidoro. La relación de causalidad en la responsabilidad civil, Buenos Aires, Editorial Astrea
de Alfredo y Ricardo Depalma, 1984, p.47. “La relación de causalidad, en cambio, supone establecer el
703
ligamen existente entre un acto y sus consecuencias.”; Mario Bunge, Causalidad. El principio de causalidad
en la ciencia moderna, Buenos Aires, Eudeba Editorial Universitaria, segunda edición, 1961, p.15. Título
original, Causality, the place of the causal principle in modern science, trad. de RODRÍGUEZ, Hernán. “Llamare-
mos, pues: a) causación, a la conexión causal en general, así como a todo nexo causal particular (tal como
el que existe entre las llamas en general y las quemaduras por ellas producidas en general, o entre una
llama particular y una quemadura particular por ella producida); PEIRANO FACIO, Jorge, Responsabilidad
extracontractual, Bogotá, Editoral Temis S.A., Reimpresión de la Segunda Edición, 2004, p.405. “El nexo
causal señala la necesidad de un ligamen de causa a efecto entre la acción humana y el daño producido.”
Ricardo de Ángel Yagüez. Tratado de responsabilidad civil, Madrid, Civitas, Tercera edición, 1993, p.771.
“Esta expresión significa que el acto del obligado a indemnizar debe ser la causa, o una de las causas, de la
producción del resultado dañoso”.
25 PIZARRO, Ramón D. “Causalidad Adecuada y Factores Extraños”, TRIGO REPRESAS Félix A. y STIGLITZ,
Rubén S. (Directores de la obra). Derecho de Daños, Primera Parte, Buenos Aires, Ediciones La Roca, 1ª
Reimpresión, 1991, p. 255. “La necesaria relación que debe existir entre la acción humana y el resultado
dañoso producido constituye uno de los presupuestos indispensables de la responsabilidad civil”.
26 CAMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H. “Responsabilidad civil y relación de causalidad”, en TRIGO REPRE-
SAS, Félix A. y STIGLITZ, Rubén S. (Directores de la obra), Seguros y responsabilidad civil…Ob. Cit., p. 17.
“Pocos temas han resultado tan dificultosos como el de la relación de causalidad. No sólo tratado bajo la
óptica jurídica, por los especialistas del derecho penal, y después por los civilistas, sino por los filósofos
y científicos en general. Este vínculo y relacionamiento da lugar a diferentes interpretaciones y teorías
que han complicado soberanamente la tarea del jurista y del juez”.
27 GOLDEMBERG, Isidoro. Ob. Cit. p. 2.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
génesis por la cual sucedió esto y no lo otro, teniendo que reconocer qué, las más
de las veces, estas preguntas quedan sin respuesta
Esta incansable y loable búsqueda de la respuesta al interrogante de la causa
de un suceso, ha sido objeto de debate a lo largo de la historia tanto por los fi-
lósofos como por los estudiosos de las ciencias naturales, los cuales han partido
de la premisa de que nada se puede cambiar así mismo, expuesta por Aristóteles,
quien indicó además, que se hace necesario para generar un cambio, que entren
en interrelación dos principios, esto es, el sujeto y la causa eficiente.
En otras palabras, para el estagirita, la causa del cambio se da cuando entra
en juego la materia –entendida como sujeto- y la causa eficiente –entendida como
aquello de donde proviene el movimiento-.28
La anterior situación por supuesto no es ajena a los procesos de responsabili-
dad, incluso se hace aún más delicada en esta materia, si se tiene en cuenta que
en la mayoría de los casos la causa del daño permanece desconocida, o existe
una pluralidad de causas que intervienen en la producción del resultado dañino.29
Ahora bien, a pesar de que en el ámbito de la responsabilidad civil no existe
una norma específica que aluda a la obligación de tener que establecer el elemen-
to nexo de causalidad en un proceso de responsabilidad, bien sea contractual o
704 extracontractual, si pueden encontrarse algunos artículos en la codificación civil
que permiten ver el deseo del legislador en este sentido.
En relación a este tema se ha pronunciado la Corte Suprema de Justicia, al
indicar que “3. El fundamento de la exigencia del nexo causal entre la conduc-
ta y el daño no solo lo da el sentido común, que requiere que la atribución de
consecuencias legales se predique de quien ha sido el autor del daño, sino el
artículo 1616 del Código Civil, cuando en punto de los perjuicios previsibles e
imprevisibles al tiempo del acto o contrato, señala que si no se puede imputar
28 ARISTÓTELES, Metafísica, Madrid, Editorial Gredos S.A., 1ª reimpresión de la 1ª edición, 1998, p. 82. Trad.
de Tomás Calvo Martínez.
29 REGLERO CAMPOS, L. Fernando. “El nexo causal. Las causas de exoneración de res-
ponsabilidad: culpa de la víctima y fuerza mayor. La concurrencia de culpas”, en L.
REGLERO CAMPOS, Fernando (Coord). Ob. Cit., p. 287. “Los problemas causales na-
cen sobre todo del hecho de que toda consecuencia es normalmente resultado de
una pluralidad de causas, y que todas ellas, con independencia de que sean directas o
indirectas, remotas o próximas, constituyen un antecedente sin el cual aquélla no se
hubiere producido”.
Luis Felipe Giraldo Gómez
dolo al deudor, éste responderá de los primeros cuando son “consecuencia in-
mediata y directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado
su cumplimiento”. Por lo demás, es el sentido del artículo 2341 ib. el que da la
pauta, junto al anterior precepto, para predicar la necesidad del nexo causal en
la responsabilidad civil, cuando en la comisión de un “delito o culpa” –es decir,
de acto doloso o culposo- hace responsable a su autor, en la medida en que ha
inferido “daño a otro”. 30
Lo que sucede en el mundo físico respecto de la indeterminación causal, se
traslada también al mundo jurídico, de ahí la dificultad que se tiene para lograr
establecer que una persona es la autora de un hecho que ha perjudicado a otro, y
por tal motivo debe reparar esta situación; por ello será necesario como primera
medida determinar si se está frente a lo que constituye un daño indemnizable, 31
para luego proceder a demostrar que existe una relación entre la conducta asu-
mida por el agresor y el daño padecido por la víctima, comprobación que se logra
realizando una atribución física y luego jurídica de esas consecuencias, en cabeza
de la persona que las ocasionó; esta atribución solo se obtiene con la prueba de
una relación de causalidad.
De tal manera que, puede sostenerse que el nexo causal,32 hace referencia a
la relación que debe existir entre el comportamiento o conducta del agente y el
resultado desfavorable producido; ésta verificación causal, 33 debe hacerse a tra- 705
vés de un estudio retrospectivo donde se tienen en cuenta los hechos acaecidos
que se considera han sido el antecedente de la consecuencia producida, teniendo
siempre presente que en este proceso cada antecedente es un eslabón más de
la cadena causal que ha intervenido en la generación del hecho que se investiga.
El objetivo que se busca entonces, con la carga que se impone de tener que
probar el nexo de causalidad, 34 en los procesos de responsabilidad, es establecer
30 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Sentencia del 26 de septiembre de 2002.
M.P. Dr.: Jorge Santos Ballesteros. Exp. 6.878.
31 Se considera daño indemnizable aquél que cumple con las características de ser cierto, personal y direc-
to.
32 PEIRANO FACIO, Jorge. Ob. Cit., p.405. “El nexo causal señala la necesidad de un
ligamen de causa a efecto entre la acción humana y el daño producido.”
33 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo. Ob. Cit., p.771. “Esta expresión significa que el acto del
obligado a indemnizar debe ser la causa, o una de las causas, de la producción del
resultado dañoso”.
34 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 30
de noviembre de 2006. C.P. Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp. 15.201 “La relación causal es
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
una relación entre la conducta asumida por una persona y las consecuencias de
sus actos, en otras palabras, lo que se pretende es probar la existencia de una
conexión necesaria entre un antecedente (causa) y un consiguiente (efecto).35
Ahora bien, para cumplir con tal fin, se debe primero determinar cuál es el
concepto que se tiene de causa, por lo cual acudimos a lo expresado por el au-
tor Argentino Mario Bunge, 36 quien considera que fue Galileo quien definió este
concepto como “la condición necesaria y suficiente para la aparición de algo: “aquélla,
y no otra, debe llamarse causa, a cuya presencia siempre sigue el efecto y a cuya
eliminación el efecto desaparece”.
Por consiguiente, para lograr establecer la causa de un suceso debemos acudir
al mundo físico, 37 es decir, verificar cómo se desarrolló el proceso fáctico que
condujo a la producción de un daño; lo anterior puede lograrse si se indaga y se
determina cuáles fueron los hechos que condujeron a la producción de la situa-
ción nociva, estos hechos dañinos constituyen en el hilo conductor del nexo de
causalidad.
La anterior verificación va permitir, de ser ello posible, establecer cuál fue
la causa material del daño que se alega, teniendo que reconocer que ello no
siempre es posible, si se tiene en cuenta que en la mayoría de los casos la causa
706 permanece desconocida.
aquel vínculo fáctico - jurídico que conecta la producción del daño con determinado hecho generador o
productor del mismo. Dicha correspondencia se erige como una relación material que liga a determinada
acción un preciso resultado generado en el mundo exterior (modificación en el mundo externo); en otras
palabras, el nexo de causalidad permite atribuir o imputar a alguien un determinado resultado o efecto
como consecuencia de un preciso comportamiento activo u omisivo”.
35 LÓPEZ DÍAZ, Claudia. Introducción a la Imputación Objetiva, Bogotá, Universidad Exter-
nado de Colombia, Centro de Investigación en Filosofía y Derecho, Cuarta Reimpre-
sión, 2004, p.25.
36 BUNGE, Mario. Causalidad. El principio de causalidad en la ciencia moderna, Buenos Aires, Eudeba Editorial
Universitaria, Segunda Edición, 1961, p. 45. Título original, Causality, the place of the causal principle in
modern science, trad. de RODRÍGUEZ, Hernán.
37 MAZEAUD, Henry y MAZEAUD, León. Compendio del Tratado Teórico y Práctico de
la Responsabilidad Civil Delictuosa, Tomo II, México, D.F, Editorial Colmex, s.a, p. 12.
Título original, Recueil du Traité théorique et pratique de la responsabilité civile dé-
lictuelle et contractuelle, 1945, trad. de Carlos Valencia Estrada. “La Corte –se refiere
a la Corte de Casación Francesa- sienta en principio que la apreciación del vínculo de
causalidad es una cuestión de hecho, lo cual no le impide casar las decisiones que no
se ajusten a ciertas reglas”.
Luis Felipe Giraldo Gómez
38 Se mencionan entre ellas: a) Teoría de la equivalencia de las condiciones o conditio sine qua non; b) Teoría
de la causa eficiente; c) Teoría de la causa próxima; d) Teoría de la causalidad adecuada; e) Teoría de la
causalidad probabilística.
39 La teoría de la Equivalencia de las Condiciones, fue expuesta por el penalista Alemán Maximiliano Von
Buri, en el año de 1860, sobre la base de la concepción filosófica de causa del economista y filósofo John
Stuart Mill. Ver sobre este tema: LÓPEZ DÍAZ, Claudia. Ob. Cit.; GOLDENBERG, Isidoro. Ob. Cit.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
40 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 16
de agosto de 2006. C.P. Dr.: Mauricio Fajardo Gómez. Exp. 14.838. “La Sala reitera que lo determinante
no es dilucidar cuál pueda ser la “causa inicial”, desde una perspectiva puramente material, sino cuál ha
sido la “causa eficiente y adecuada” desde una perspectiva eminentemente jurídica. Es, por consiguiente, la
“causalidad jurídica” la que debe tener aplicación en el sub exámine, porque entre todas las circunstancias
que se observan como eslabones de la cadena de acontecimientos que finalmente da lugar al daño, el juez
debe seleccionar la que según las reglas de la experiencia resulte haber sido determinante para producir
-sea por sí sola o sea como protagonista dentro de la cadena causal-, el daño irrogado”.
41 LLAMBÍAS, Jorge Joaquín. Tratado de derecho civil, Obligaciones Tomo I, Buenos Aires, Editorial Perrot,
Cuarta Edición, 1983, p.366.
42 Ibídem. p.369. “…esta tesis resulta impracticable en el plano jurídico, porque amplía
exageradamente la responsabilidad, y destruye todo principio ético-jurídico al poner
a cargo del agente, cualquiera fuere su intención, todas las consecuencias, aun casua-
les y remotas, de su obrar: el caso fortuito no excusaría la responsabilidad”.
Luis Felipe Giraldo Gómez
La imputación jurídica
Para poder comprometer la responsabilidad de un sujeto y hacerle atribuible
las consecuencias de su actuar -imputación normativa-43 no basta con una compro-
bación física de la relación causa y efecto -imputación fáctica-, sino que se hace
necesario que exista una atribución jurídica -imputación jurídica-44 que permita
convertirlo en autor, para que luego de ello, pueda ser declarado como respon-
sable si es que existe un fundamento del deber de reparar que así lo justifique.
Precisamente, para que se pueda hablar de responsabilidad, no basta con la
constatación en el mundo físico de una relación material de hecho;45 será necesa-
rio, además, que exista una atribución jurídica del daño a su autor.46
Para lograr lo anterior se propone pasar al estudio de la teoría de la causalidad
adecuada la cual ha sido considerada más que una teoría de causalidad como una
teoría de imputación.47
43 KELSEN, Hans. Teoría general de las normas, México, Editorial Trillas, primera edición, 1994, p.41. Título 709
original, Allegemeine theorie der normen, 1979, Trad. de Hugo Carlos Delory Jacobs.
44 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia de 11
de noviembre de 2002. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp. 13.818. “La jurisprudencia y la doctrina
indican que para poder atribuir un resultado a una persona como producto de su acción o de su omisión,
es indispensable definir si aquel aparece ligado a ésta por una relación de causa a efecto, no simplemente
desde el punto de vista fáctico sino del jurídico.”; Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administra-
tivo, Sección Tercera. Sentencia de 29 de enero de 2004. C.P. Dr.: Alier Hernández Enríquez. Exp. 18.273.
“Debe precisarse también que, conforme a los principios decantados por la jurisprudencia nacional, la
relación de causalidad sólo tiene relevancia para el derecho cuando responde a criterios de naturaleza
jurídica, más allá de la simple vinculación física entre un comportamiento y un resultado”.
45 Colombia. Ver entre otras: Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera.
Sentencia de 16 de septiembre de 1999. C.P. Dr.: Ricardo Hoyos Duque. Exp. 10.922; Consejo de Estado,
Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia de 11 de noviembre de 2002. C.P. Dra.:
María Elena Giraldo Gómez. Exp. 13.818.
46 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Ter-
cera. Sentencia de 22 de junio de 2001. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp.
12.701. “Es por ello que hoy se plantean nuevas hipótesis conceptuales a efecto de
determinar más que la causa idónea o próxima del daño, la imputación jurídica del
mismo”.
47 LÓPEZ DÍAZ, Claudia. , Ob. Cit. p.43 “La teoría de la adecuación no pertenece, como opinaban origina-
riamente sus seguidores, a las teorías de causalidad, sino a la doctrina de la Imputación”.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
lencia de las condiciones, surgieron un sin número de teorías nuevas, que fueron
denominadas “individualizadoras”, pues pretendían abordar el estudio de la cau-
salidad verificando la causa que fuera realmente determinante en el resultado
final presentado, con el fin de evitar regresos causales infinitos y multiplicidad
de autores.
Algunas de las teorías surgidas y que tuvieron mayor acogida por los estudio-
sos del tema de la causalidad fueron la de la causalidad eficiente, la de la causa
próxima, la de la causa preponderante y la de la causalidad adecuada.
Esta última doctrina, la de la causalidad adecuada48 es la que hoy en día tiene
mayor aplicación49 en los sistemas jurídicos del mundo por ser una teoría que
permite cumplir con el fin de lograr atribuir un daño a su autor, cuyo fundamen-
to se encuentra en el hecho de querer eliminar las consecuencias nocivas de
la aplicación de la teoría de la equivalencia de las condiciones,50 de ahí que se
plantea la necesidad de evitar los cursos causales hasta el infinito basada sobre
la realización de un juicio de adecuación con sustentado en la normalidad, en lo
que de ordinario ocurre, teniendo en cuenta si la acción u omisión que se estudia
es jurídicamente relevante por tener la virtualidad de producir el daño que se
está imputando; esa virtualidad o idoneidad de la acción se puede determinar
conforme a la probabilidad.
710
48 La teoría de la Causalidad Adecuada se le atribuye al fisiólogo J. von Kries, quien la expuso en el año de
1888; no obstante ya en el año de 1871, von Bar había introducido en sus planteamientos el concepto
de regularidad, por lo cual se le considera como el precursor de esta teoría. Ver sobre este tema: LÓPEZ
DÍAZ, Claudia. Ob. Cit. GOLDENBERG, Isidoro. Ob. Cit.
49 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del
1° de agosto de 2002. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp. 13.248. “Es necesario recordar que
no cualquier causa en la producción de un daño tiene nexo con el hecho dañino. Sobre el punto se han
expuesto dos teorías; la primera de la equivalencia de las condiciones, según la cual todas las causas que
contribuyen en la producción de un daño se consideran jurídicamente causantes del mismo. Esta teoría
fue desplazada por la de causalidad adecuada, en la cual se considera que el daño fue causado por el
hecho o fenómeno que normalmente ha debido producirlo (hecho relevante y eficiente). Por tanto puede
suceder en un caso determinado, que una sea la causa física o material del daño y otra, distinta, la causa
jurídica, la cual puede encontrarse presente en hechos anteriores al suceso, pero que fueron determinan-
tes o eficientes en su producción”.
50 ALTERINI, Atilio Aníbal, AMEAL, Oscar José y LÓPEZ CABANA, Roberto M., Curso de obligaciones, Tomo I,
Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Segunda edición actualizada, 1984, p. 233. “Esta teoría –quizá la de mayor
predicamento- niega la equivalencia de las condiciones y preconiza un criterio generalizador: el acto
humano debe haber sido, conforme a la experiencia, propio para producir el resultado”.
Luis Felipe Giraldo Gómez
La forma de llevar a cabo ese juicio de probabilidad que predica esta doctri-
na es a través de la realización de un análisis objetivo retrospectivo51 de lo que
sucedió, atendiendo a un juicio de probabilidad general, con el objetivo de de-
terminar in abstracto si la conducta que se investiga tiene o no la virtualidad de
producir el daño irrogado, de manera normal y ordinaria.
En palabras de Luis Díez-Picazo, “… no se busca establecer si un elemento de
hecho es la causa de un resultado, sino que se intenta dar respuesta a la pregunta
sobre si determinados hechos causantes deben ser considerados jurídicamente
como relevantes y si permiten la imputación objetiva del hecho a una determina-
da persona”.52
De tal manera que, si se logra constatar que la acción del sujeto que se investi-
ga es adecuada o en otras palabras, regular, normal y ordinariamente tiene la vir-
tualidad de producir el daño que la víctima padeció, se habrá establecido jurídi-
camente el nexo de causalidad, no simplemente desde una perspectiva física, sino
desde el ámbito jurídico de la adecuación, tal y como lo manifiesta una decisión
del Consejo de Estado de agosto de 2006, donde se expresó que “En el campo del
derecho el asunto no es distinto y la adecuación de las relaciones causa-efecto
es aplicada no sólo por su éxito, sino por una sentida necesidad, dando cabida
a la denominada “causalidad adecuada”, ocasionalmente también llamada “cau-
salidad jurídica”, apreciada bastante bien en el tenia (Sic) de la responsabilidad 711
patrimonial. Pese al repetido intento por estructurar un modelo multifuncional,
útil y verificable para hacer esa adecuación en lo inherente al Derecho, nada ha
resultado mejor que el criterio”.53
Así las cosas, el proceso de imputación que se viene analizando, quedará com-
pleto al hacer el análisis de la imputación jurídica con aplicación de la teoría de la
adecuación, lo cual permitirá hacer la atribución desde el punto de vista jurídico
y ya no solamente fáctico a ese sujeto las consecuencias derivadas de su actuar,
para luego de ello, pasar a hacer el estudio del tercer elemento de la responsabi-
lidad, esto es, el fundamento del deber de reparar.
51 GOLDENBERG, Isidoro. Ob. Cit., p.33. “A fin de establecer la vinculación causa efecto entre dos sucesos,
es menester realizar un juicio retrospectivo de probabilidad, cuya formulación en (sic) la siguiente: ¿la
acción u omisión que se juzga era per se apta o adecuada para provocar normalmente esa consecuencia?”
52 DÍEZ-PICAZO, Luis. Derecho de daños, Madrid, Civitas, Primera Edición, 1999, p.341.
53 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 16
de agosto de 2006. C.P. Dr.: Mauricio Fajardo Gómez. Exp. 14.957.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
54 Colombia. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, Sentencia de 13 de septiembre de 2002. M.P.
Dr.: Nicolás Bechara Simancas, Exp. 6.199.
55 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del
29 de enero de 2004. C.P. Dr.: Alier Hernández Enríquez. Exp. 18.273. “Debe precisarse también que,
conforme a los principios decantados por la jurisprudencia nacional, la relación de causalidad sólo tiene
relevancia para el derecho cuando responde a criterios de naturaleza jurídica, más allá de la simple vin-
culación física entre un comportamiento y un resultado.
Luis Felipe Giraldo Gómez
autor Rodrigo Escobar Gil, que nada tiene que ver con el sentido que en la pro-
videncia se le da, puesto que el autor lo que hace realmente es un análisis de las
razones por las cuales se considera que jurídicamente el Estado debe indemnizar
los daños causados al administrado en la etapa precontractual de un contrato
administrativo, indicando que en estos casos no son la culpa, el dolo, el riesgo
creado o riesgo beneficio, el enriquecimiento sin causa, o la reciprocidad de pres-
taciones del contrato bilateral, sino, los principios de buena fe y de legalidad los
que se erigen como los títulos o el fundamento del deber de reparar, pero ello
nada tiene que ver con el fenómeno de la imputación tal y como se ha venido
planteando a lo largo de este escrito, esto es, como el proceso de atribución del
daño a su autor, pues se insiste, a lo que se refiere el autor citado en la sentencia
que se comenta, es al fundamento del deber de reparar, tema que hemos conside-
rado como el tercer elemento a demostrar en los procesos de responsabilidad.
Esta confusión de lo que debe considerarse como imputación jurídica, es
corroborada en otras decisiones del juez administrativo,57 al indicar que en el
elemento imputación, se debe estudiar tanto el tema del nexo de causalidad –
imputatio facti- como el fundamento del deber de reparar al cual confunde con
la –imputatio juris-.
Tal forma de hacer el análisis de la imputación, es defendida por el autor
714 Eduardo García de Enterría, para quien “…es el momento de referirse a lo que
constituye el núcleo esencial del problema de la imputación: determinar en base
a (sic) qué títulos puede atribuirse a la administración el deber de reparación en
que la responsabilidad patrimonial se concreta”.58
57 Colombia. Consejo de Estado, Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección Tercera. Sentencia del 21
de octubre de 1999. C.P. Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp. 10.948. “Por eso, la parte última
del inciso primero del artículo 90 de la C.P., en cuanto exige - en orden a deducir la responsabilidad
patrimonial del Estado - , que los daños antijurídicos sean “causados por la acción o la omisión de las
autoridades públicas “, está refiriéndose al fenómeno de la imputabilidad, tanto fáctica como jurídica,
Rodrigo Escobar Gil se refiere al punto en estos términos: “para el nacimiento de la obligación de reparar
no basta sólo la imputatio facti; es decir, la relación de causalidad entre un hecho y un daño, sino que es
necesario la imputado juris, es decir, una razón de derecho que justifique que la disminución patrimonial
sufrida por la víctima se desplace al patrimonio del ofensor”.”; Consejo de Estado, Sala de lo Contencio-
sos Administrativo, Sección Tercera. Sentencia de 28 de octubre de 1999. C.P. Dr.: Hoyos Duque. Exp.
12.688. ““Una vez se define que se está frente a una obligación que incumbe al Estado, se determina el
título en razón del cual se atribuye el daño causado por el agente de la entidad a la cual pertenece, esto es
se define el factor de atribución (la falla del servicio, el riesgo creado, la igualdad de las personas frente
a las cargas públicas)”.
58 GARCÍA DE ENTERRÍA Eduardo, “Presupuestos de la responsabilidad de la administración”, en José N.
Duque Gómez (Comp.), Del daño. compilación y extractos, s.l, Editora Jurídica de Colombia, primera edición,
2001, p.619
Luis Felipe Giraldo Gómez
existe una buena respuesta a tal interrogante se le asignará a ese agente dañador
la obligación resarcitoria, si no, no se le imputará nada a él”.65
Conforme a lo anterior, de nada sirve hacer la búsqueda del factor de atribu-
ción en palabras del autor argentino, o para nosotros del fundamento del deber
de reparar, si no sabemos quién es el autor del daño, pues como lo indica la lógi-
ca, un paso precede al otro y no es conveniente saltarse el estudio de cada uno
de ellos ni mucho menos mezclarlos.
Así las cosas, consideramos que la imputación, entendida como un proceso de
atribución del daño a su autor, es un elemento estructural de la responsabilidad,
el cual se compone de dos etapas que deben agotarse para poder determinar si
nace o no a la vida jurídica la obligación de indemnizar, debiendo en primer lugar
establecer el nexo causal o imputatio facti, con ayuda de la teoría de la equivalen-
cia de las condiciones para luego de ello pasar a un segundo nivel y estudiar la
causa del daño ya no desde un punto de vista simplemente factico si no, jurídico,
con la imputatio juris, lo cual se logra con la aplicación de la teoría de la causalidad
adecuada.
Si se tiene en cuenta lo anterior, podrá entenderse la diferencia entre la cau-
salidad material y la causalidad jurídica, y podrá reconocerse como se viene sos-
718 teniendo en este artículo, que respecto a la imputación “… lo determinante no
es dilucidar cuál pueda ser la “causa inicial”, desde una perspectiva puramente
material, sino cuál ha sido la “causa eficiente y adecuada” desde una perspectiva
eminentemente jurídica. Es, por consiguiente, la “causalidad jurídica” la que debe
tener aplicación en el sub exámine, porque entre todas las circunstancias que se
observan como eslabones de la cadena de acontecimientos que finalmente da
lugar al daño, el juez debe seleccionar la que según las reglas de la experiencia
resulte haber sido determinante para producir -sea por sí sola o sea como prota-
gonista dentro de la cadena causal-, el daño irrogado”.66
De igual forma, podrá reconocerse la diferencia, de acuerdo con la dogmática
conceptual, sutil pero necesaria que existe entre la imputación jurídica, o atribu-
ción del daño a su autor, que se logra a través de la teoría de la causalidad ade-
cuada, y el fenómeno de la culpabilidad que se hace por medio del estudio de la
conducta in concreto del autor -imputación subjetiva u objetiva, dependiendo del
Bibliografía
ALTERINI, Atilio Aníbal, AMEAL, Oscar José y López Cabana, Roberto M. Curso
de obligaciones, Tomo I, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, Segunda edición actualizada, 719
1984.
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CAMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H. “Responsabilidad civil y relación de causa-
lidad”, en TRIGO REPRESAS, Félix A. y STIGLITZ, Rubén S. (Directores de la obra),
Seguros y responsabilidad civil, Buenos Aires, Astrea de Alfredo y Ricardo de Palma,
1984.
67 CAMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H. Ob. Cit. en TRIGO REPRESAS, Félix A. y STIGLITZ, Rubén S. (Directo-
res de la obra), Ob. Cit. p.27.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
JURISPRUDENCIA
CONSEJO DE ESTADO. SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO. Sección
Tercera, Sentencias:
De 12 de julio de 1993. C.P. Dr.: Carlos Betancur Jaramillo Exp. 7622
De 16 de septiembre de 1999. C.P. Dr.: Ricardo Hoyos Duque. Exp. 10.922.
De 21 de octubre de 1999. C.P. Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp.
10.948.
De 21 de octubre de 1999. C.P. Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp:
11.643.
De 28 de octubre de 1999. C.P. Dr.: Ricardo Hoyos Duque. Exp. 12.688.
De 11 de noviembre de 1999. M.P. Dr.: Alier Hernández Henríquez. Exp: 11.499.
LA IMPUTACIÓN COMO ELEMENTO ESTRUCTURAL DE LA RESPONSABILIDAD...
De 22 de junio de 2001. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp. 12.701.
De 1° de agosto de 2002. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp. 13.248.
De 11 de noviembre de 2002. C.P. Dra.: María Elena Giraldo Gómez. Exp.
13.818.
De 29 de enero de 2004. C.P. Dr.: Alier Hernández Enríquez. Exp. 18.273.
De 16 de agosto de 2006. C.P. Dr.: Mauricio Fajardo Gómez. Exp. 14.838.
De 16 de agosto de 2006. C.P. Dr.: Mauricio Fajardo Gómez. Exp. 14.957.
De 30 de noviembre de 2006. C.P. Dr.: Alier Eduardo Hernández Enríquez. Exp.
15.201.
De 27 de noviembre de 2006. C.P. Dr.: Ramiro Saavedra Becerra. Exp. 14.882.
De 4 de diciembre de 2006. C.P. Dr.: Mauricio Fajardo Gómez. Exp. 16148.
Aclaración de voto de 4 de junio de 2009. C.P. Dr.: Enrique Gil Botero. Exp.
17647.
De 15 de abril de 2010. C.P. Dra.: Myriam Guerrero de Escobar. Exp. 17.837.
De 18 de mayo de 2010. C.P. Dra.: Ruth Estella Correa Palacio. Exp. 17.047.
722
De 9 de junio de 2010. C.P. Dr.: Enrique Gil Botero. Exp. 19385.
Sentencias:
De 26 de abril de 1947. MP. Dr.: Pedro Castillo Pineda. Gaceta Judicial No. 62,
t LXII,
De 4 de Abril de 1968, M.P. Dr.: F. Hinestrosa, G.J., T. CXXIV, Nos 2297 a 2299
De 26 de septiembre de 2002. M.P. Dr.: Jorge Santos Ballesteros. Exp. 6.878.
De 13 de septiembre de 2002. M.P. Dr.: Nicolás Bechara Simancas, Exp. 6.199.
De 27 de junio de 2005. M.P. Dr.: Carlos Ignacio Jaramillo Jaramillo.
De 24 de Agosto de 2009. M.P. Dr.: William Namén Vargas.
DE LOS ÓRGANOS INTERNACIONALES DE
PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN
EL SISTEMA INTERAMERICANO
2
2 FAÚNDEZ LEDESMA, Héctor. “El Sistema Interamericano de Protección de los derechos humanos. As-
pectos Institucionales y Procesales.
DE LOS ÓRGANOS INTERNACIONALES DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN...
3
3 Corte I.D.H., Opinión consultiva OC 1/82 del 24 de septiembre de 1982, citada por los internacionalistas
REY CANTOR Y REY ANAYA en “Medidas Provisionales y medidas Cautelares en el Sistema Interamericano
de Derechos Humanos”.
Roberto F. Paz Salas
2. PROCEDIMIENTO ORAL:
Se inicia ésta etapa procesal con el señalamiento de la apertura del procedi-
miento oral que hago el Presidente de la Corte, y se fijará además las audiencias
DE LOS ÓRGANOS INTERNACIONALES DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS EN...
que fueren necesarias, de conformidad con lo dispuesto por el art. 40 del Regla-
mento.
Practicadas las pruebas en audiencia pública y presentados los alegatos, la
Corte, procederá a dictar la sentencia de fondo y en ella se declarará que el Es-
tado violo los derechos humanos, individualizándolos con las respectivas nor-
mas de la Convención Americana; declarará, además, que el Estado incumplió las
obligaciones del artículo 1.1 de este tratado internacional y el pronunciamiento
sobre las reparaciones y costas, si procede.
El art. 57 del Reglamento de la Corte, que trata de la sentencia de reparacio-
nes, preceptúa: “Cuando en la sentencia de fondo no se hubiere decido especí-
ficamente sobre reparaciones, la Corte fijará la oportunidad para su posterior
decisión y determinará su procedimiento”. 4 4
El Art. 64 de la Convención, hace referencia a la Competencia, así:
“1. Los Estados miembros de la Organización podrán consultar a la Corte acerca
de la interpretación de esta Convención o de otros tratados concernientes a la
protección de los derechos humanos en los Estrados americanos. Asimismo, po-
drán consultarle en los que les compete, los órganos enumerados en el Cap. X de
la Carta de la organización de los Estados americanos, reformada por el Protocolo
de Buenos Aires.
730
“2 La Corte, a solicitud de un estado miembro de la Organización, podrá darle
opiniones acerca de la compatibilidad entre cualquiera de sus leyes internas y los
mencionados instrumentos internacionales”.
De lo anterior se deduce que esta competencia podrá ser para la: a. Interpre-
tación de la convención Americana, b. Interpretación de los otros tratados, con-
cernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados americanos, y
la c. Interpretación de leyes internas.
Todos los Estados miembros de la OEA, incluso si no son partes en la Con-
vención, pueden solicitar opiniones consultivas. Igualmente pueden consultarla
todos los órganos permanentes de la Organización enumerados en el Capítulo X
de la Carta, a propósito de los asuntos propios de su competencia particular. En
el caso de la Comisión, esto se traduce en un derecho absoluto a pedir opciones
consultivas (4.11.5). La competencia de la Corte desborda, pues el marco de la
4
4 Citado su trámite y procedimiento en el libro MEDIDAS PROVISIONALES Y MEDIDAS CAUTELARES, en
el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, de los Internacionalistas Ernesto Rey Cantor y Ángela
Margarita Rey Anaya.
Roberto F. Paz Salas
Convención y puede ser ejercida como una funcionen general dentro del sistema
interamericano en su conjunto. 55
La Corte también ha decidido sobre algunos temas específicos. Dictó dos de-
cisiones importantes concernientes a la libertad de expresión. En una de ellas
decidió que la colegiación obligatoria de los periodistas es incompatible con el
artículo 13 de la Convención, que garantiza la libertad de expresión en términos
más amplios que cualquier otro tratado. 66 En otra se refirió a la naturaleza y
alcance del derecho de rectificación o respuesta reconocido por el art. 14 de la
Convención y concluyó que el mismo era inmediatamente exigible desde el punto
de vista internacional.77
Finalmente en su jurisdicción contenciosa, la Corte ha resuelto variaos difí-
ciles problemas jurídicos concernientes, por ejemplo, al sentido y efecto de los
procedimientos ante la comisión; al agotamiento de los mecanismos internos; o
la imputabilidad al Estado de las violaciones a los derechos humanos ocurridos
dentro de su jurisdicción.
Son importantes en los últimos diez años los fallos emanados por la Corte
Interamericana con condenas al Estado Colombianos por violación al Derecho
Internacional Humanitario entre otras que pueden consultarse por Internet:
731
- MAPIRIPAN ( Hechos 15 al 20 de Julio de 1.997 )….Fallo 15 de Sept 2.005,
- MASACRE DE ITUANGO ( HECHOS 11 de Junio 1.996 ),
- MASACRE DEL NAYA ( HECHOS, abril 2.001,)
- MASACRE LA ROCHELA
5
5 La Asamblea General, la Reunión de consulta de Ministros de Relaciones Exteriores; los Consejos (
Permanente, Económico y social y para la Educación, la Ciencia y la Cultura),, el Comité Jurídico Inte-
ramericano, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Secretaria General, las conferencias
Especializadas y los Organismos Especializados.
6
6 Corte I.D.H., La Colegiación obligatoria de periodistas (arts. 13 y 29 Convención Americana sobres De-
rechos Humanos). Opinión Consultiva OC – 5/85 del 13 de noviembre de 1985, Serie A, No. 5.
7
7 Corte I.D.H., Exigibilidad del derecho de rectificación o respuesta. Opinión Consultiva oc – 7 /86, Serie
A, No 7.
732
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
CIVIL EN COLOMBIA: UNA MIRADA A PARTIR DE
LOS PRINCIPIOS DE DERECHO EUROPEO DE LA
RESPONSABILIDAD CIVIL - PETL
(Parte 1)
*
1 Abogada y especialista en Responsabilidad Civil y Seguros de la Universidad EAFIT. Este artículo tiene
su origen y se corresponde en lo esencial con la monografía titulada “Objetivación de la responsabilidad
civil extracontractual en Colombia: tendencias, influencias y panorama”, dirigida por el profesor Maximi-
liano Aramburo Calle y presentada por la autora para optar al título de Abogada de la Universidad EAFIT,
la cual recibió de Mención de Honor por parte de la Universidad EAFIT el 25 de junio de 2010.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
7 Los Principios de Derecho Europeo de la Responsabilidad Civil –PETL- (por su denominación en inglés:
Principles of European Tort Law), presentados en Viena el año 2005 por el European Group on Tort Law,
comprenden una propuesta académica para una eventual unificación legislativa del derecho de daños
europeo.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
12 TAMAYO JARAMILLO, Javier: Tratado de responsabilidad civil (tomo I). Bogotá: Legis, 2007, p. 231.
Felisa Baena Aramburo
13 Sobre el tema, explicaremos posteriormente las posiciones de REGLERO CAMPOS, TRIGO REPRESAS,
LÓPEZ MESA, y DE ÁNGEL YAGÜEZ y otros autores que se oponen a la objetivación de la responsabilidad
civil.
14 En tal sentido Bernal Pulido, en “¿Responsabilidad sin causalidad?” (presentado también como confe-
rencia en la Universidad EAFIT de Medellín en 2009), afirmó: “El nexo de causalidad se ha considerado
tradicionalmente como uno de los elementos necesarios para que pueda imputarse a un agente la res-
ponsabilidad civil extracontractual. A pesar de ello, en Colombia y en otros países, algunos tribunales han
reconocido la existencia de responsabilidad civil extracontractual sin que exista un nexo de causalidad
entre una acción del agente a quien se imputa el daño y el daño causado. En el derecho colombiano, así
ha sucedido en algunas sentencias dictadas durante la última década por la Sección Tercera del Consejo
de Estado. Así mismo, recientes sentencias de esta Sala, tales como las 15.558, 15.932, 16.307 y 16.898
(entre otras), han suscitado una discusión entre los magistrados acerca de si está justificado imputar la
responsabilidad civil extracontractual a un agente por un daño que no causó. Esta es la pregunta que
constituye el objeto de este artículo.” Cfr. BERNAL PULIDO, Carlos, “¿Responsabilidad sin causalidad?”,
en logde Responsabilidad Civil y del Estado, disponible en http://derechodelaresponsabilidad.blogspot.
com/2009/07/responsabilidad–sin–causalidad–carlos.html (consultado en julio 22 de 2009).
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
Este es, tal vez, el mecanismo más frecuente pero más difícilmente percepti-
ble. En Colombia, como en la mayoría de ordenamientos jurídicos de otros países,
los jueces han venido utilizando criterios de mayor rigor a la hora de calificar una
conducta como culposa.
De este modo, puede afirmarse que la objetivación ha logrado inmiscuirse
dentro de los parámetros de evaluación de la conducta del posible responsable,
pues la noción de culpa es cada vez más objetiva, y se parte de un análisis in
abstracto cada vez más riguroso y normativo.
2. Según el tipo de responsabilidad. El fenómeno de la objetivación puede
presentarse tanto en el campo de la responsabilidad extracontractual como en
el contractual.
a. Extracontractual. A la objetivación en la responsabilidad extracontractual
nos hemos venido refiriendo lo largo de este trabajo. Como ya hemos dicho, la
objetivación en este campo opera bien mediante la implantación de nuevos re-
gímenes de responsabilidad sin culpa, basados en otros criterios tales como el
riesgo, la garantía, la equidad, etc., mediante la conversión de responsabilidades
tradicionalmente subjetivas en objetivas, o mediante la objetivación del elemen-
to culpa en las responsabilidades subjetivas.
b. Contractual. Aunque el presente artículo no tiene por objeto hacer un aná- 741
lisis de la responsabilidad objetiva en materia de responsabilidad contractual, es
importante tener en cuenta que la tendencia a la objetivación también existe en
esta materia, pero que aquí obedece a razones distintas a las de la objetivación
de la responsabilidad extracontractual.
Las responsabilidades objetivas en materia contractual son aquellas que resul-
tan del incumplimiento de obligaciones de resultado y de garantía (o de resultado
reforzado). En este tipo de obligaciones, el deudor contractual está obligado a
brindar un resultado y en caso de incumplimiento sólo lo exonera la causa ex-
traña (en obligaciones de resultado), o ni siquiera la causa extraña lo exonera (en
obligaciones de garantía).
El fenómeno de la objetivación de la responsabilidad contractual puede pre-
sentarse como consecuencia de los dos tipos de mecanismos:
(i) mediante la consagración legal de nuevas responsabilidades objetivas,
como es el caso de la responsabilidad del transportador.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
15 MORENO QUIJANO, Fernando: Apuntes de responsabilidad civil contractual (no publicados). Especialización
en Responsabilidad civil y seguros, Universidad EAFIT, 2010.
16 LE TOURNEAU afirma: “La culpa apreciada objetivamente camufla en realidad una obligación de garantía
de los daños corporales causados a otros” y propone un régimen autónomo de reparación automática
de los accidentes corporales, por fuera del terreno de la responsabilidad civil: “los daños corporales
saldrían del dominio del desfallecimiento [sic*, léase: incumplimiento] contractual, donde ellos han sido
introducidos mediante la obligación de seguridad, cuando en realidad ellos son extraños a este dominio,
salvo si la obligación contractual versa directamente sobre el cuerpo humano. Fuera de este caso (y aun
en ese caso no es una necesidad ontológica), todo atentado al cuerpo solo debería comprometer la res-
ponsabilidad delictual (o un régimen de reparación tarifada o automática)”. Cfr. LE TOURNEAU, Philippe:
La responsabilidad civil (trad. de Tamayo, Javier). Bogotá: Legis, 2004, p. 49-57.
Felisa Baena Aramburo
Sin embargo, dicha discusión tiene un sentido apenas ilustrativo, pues la res-
ponsabilidad con culpa y la responsabilidad objetiva constituyen sólo dos mo-
delos teóricos dentro de los que se mueve cada ordenamiento a lo largo de la
historia y según lo ameriten ciertas instituciones de la responsabilidad civil.
Hoy por hoy se admite que en la mayoría de ordenamientos jurídicos (como el
colombiano) hay un sistema mixto, con una coexistencia entre instituciones de
responsabilidad objetiva y subjetiva, donde cada vez gana más terreno la respon-
sabilidad objetiva a costa de las instituciones de la responsabilidad con culpa,
pese a que mayoritariamente se admite que la culpa sigue siendo el eje funda-
mental de la responsabilidad civil. En tal sentido explica Reglero Campos:
“Los teóricos tradicionales pensaban que la culpa constituía un elemento tan
profundamente arraigado en la conciencia social que no era posible prescindir
de ella. Para los modernos la culpa era un criterio insuficiente en determinados
sectores socioeconómicos en los que debe imponerse un sistema objetivo de res-
ponsabilidad. Lo que sucede es que la controversia no debe reducirse a posicio-
nes absolutas; el dilema no es responsabilidad por culpa versus responsabilidad
objetiva. Por cuanto el paso de una a otra no se hizo de forma brusca y violenta,
sino gradual y en aquellos sectores en los que concurrían todas las condiciones
necesarias para la implantación de un sistema objetivo. En primer lugar, ha de se-
ñalarse que la defensa de un sistema de responsabilidad objetiva en uno o varios
sectores de la actividad socioeconómica no significaban que se preconizara la 743
eliminación absoluta del principio de la culpa. El peso del debate había de recaer,
pues, sobre dos extremos fundamentales: el primero referente a los sectores o
ámbitos socioeconómicos en que ha de implantarse un sistema objetivo de res-
ponsabilidad, y el segundo atinente a las razones o fundamentos que justifican
una implantación tal”.17
El argentino Ramón Daniel Pizarro también explica la actual coexistencia de
regímenes subjetivos y objetivos en la mayoría de ordenamientos jurídicos:
“En los tiempos que corren, las aguas, en este punto, parecen haberse aquie-
tado. La doctrina dominante admite la coexistencia más o menos pacífica de fac-
tores subjetivos y objetivos de atribución dentro del sistema de responsabilidad
civil. Reconocen que amén de no existir una incompatibilidad teórica para esa
pacífica convivencia, razones de prudencia, justicia y equidad así lo aconsejan”.18
17 REGLERO CAMPOS, Fernando: “Culpa y riesgo en los modernos sistemas de responsabilidad”, en Congre-
so Internacional de Responsabilidad Civil (Memorias en CD). Medellín: Universidad EAFIT, 2005.
18 PIZARRO, Ramón Daniel: Responsabilidad civil por riesgo creado y de empresa. Contractual y extracon-
tractual (tomo I). Buenos Aires: La Ley, 2006, p. 76.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
19 KOCH, Bernard: “Responsabilidad objetiva” En: Martín-Casals, Miquel (Coord.): Principios de Derecho Euro-
peo de la Responsabilidad civil. Pamplona: Thomson Aranzadi, 2008, p. 143.
20 En este punto no analizamos siquiera las posibilidades de defensa del demandado, pues ya no interesa
imputar responsabilidad ni hallar responsables.
Felisa Baena Aramburo
que este fenómeno puede presentarse. Sin embargo, esto no significa que la
actual tendencia necesariamente vaya a seguir el recorrido hacia la objetivación
total. Para mirar alternativas viables de evolución conviene detenerse, como lo
haremos más adelante, en las justificaciones y límites a la objetivación de la res-
ponsabilidad civil.
Habiendo hecho las distinciones y aclaraciones teóricas pertinentes en rela-
ción con el fenómeno de la objetivación, veamos cómo la vanguardia internacio-
nal en materia de responsabilidad civil, o al menos la europea, incorpora claras
tendencias hacia la objetivación de la responsabilidad civil extracontractual:
24 Los Principios de Derecho Europeo de la Responsabilidad Civil (PETL) presentados en Viena el año 2005
por el European Group on Tort Law, comprenden una propuesta académica para una eventual unificación
legislativa del derecho de daños europeo.
25 PALAO MORENO explica que algunos autores, en relación con el desarrollo de propuestas unificadoras
del derecho europeo, han acuñado el término “desde arriba” para referirse a las reformas y unificaciones
realizadas por las instituciones comunitarias, y “desde abajo” para designar las iniciativas que no provie-
nen de las instituciones comunitarias sino, en la mayoría de los casos, del sector académico, a través de
lo que puede denominarse una “uniformización no legislativa del Derecho”. Cfr. PALAO MORENO, Guiller-
Felisa Baena Aramburo
mo: Responsabilidad civil extracontractual en el derecho europeo. Valencia: Tirant lo Blanch, 2007, p. 145.
26 Sobre ello, véase DÍEZ PICAZO, L. y otros: Los principios del derecho europeo de contratos. Madrid, Civitas,
2002.
27 Dirigido por el profesor Christian Von Bar de la Universidad de Osnabrück, Alemania.
28 MARTIN-CASALS, Miquel: “Reflexiones sobre la elaboración de unos Principios Europeos de Responsa-
bilidad Civil”, en 2º Congreso de la Asociación Española de Abogados Especializados en Responsabilidad
Civil y Seguro, Granada 14, 15 y 16 de noviembre 2002, disponible en Internet en http://www.asociacio-
nabogadosrcs.org/ponencias/pon2–7.pdf (visitado en marzo 23 de 2010).
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
32 WIDMER, Pierre: Responsabilidad por culpa. En: MARTÍN-CASALS, Miquel (Coord.): Principios de Dere-
cho Europeo de la Responsabilidad Civil, Texto y Comentario. Pamplona: Aranzadi, 2008. p. 104
33 Ibídem, p.109
Felisa Baena Aramburo
47 KOCH, Bernard: Responsabilidad de la empresa. En: MARTÍN CASALS, Miquel (Coord.): Principios de
Derecho Europeo de la Responsabilidad Civil, Texto y Comentario. Pamplona: Aranzadi, 2008. p. 139.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
que dice que la empresa será responsable, también afirma que lo será del daño
causado por el “defecto”, es decir, será responsable del daño que sea causado
por una desviación del estándar (ya que así define “defecto”). Y contrario sensu, si el
daño no es causado por una desviación del estándar, no habría responsabilidad.
En suma, la desviación del estándar parece ser sólo otra forma de denominar la
culpa.
7. La consagración de responsabilidades objetivas. El profesor Bernard Koch,
acerca del el Capítulo 5 de los PETL sobre responsabilidad objetiva, comenta que
“la responsabilidad objetiva y la responsabilidad por culpa son alternativas para
una conveniente clasificación y exposición, pero un examen más pormenorizado
sugiere que, en realidad, más que dos categorías existe entre ambas un conti-
nuum”,48 y que el extremo de ese continuum sería el Art. 5:101 con la regulación de
la responsabilidad por actividades anormalmente peligrosas.
Los PETL consagraron pues, en su artículo 5:101, la responsabilidad objetiva
para aquellos supuestos de riesgos extremos (actividades anormalmente peligro-
sas), dejando abierta la puerta para la consagración de otros supuestos de res-
ponsabilidad objetiva. Es decir, proporciona una base común, y deja espacio para
ampliar dicha responsabilidad a otros casos.
760 El Grupo renunció a enunciar caso por caso las distintas actividades peligro-
sas que pudieran dar origen a la responsabilidad objetiva, como es el caso de los
animales fieros, por la dificultad de elaborar una lista enunciativa y omnicom-
prensiva de dichos actividades que fueran reconocidas por todos los ordenamien-
tos jurídicos.
Así quedó plasmado en el texto de los Principios:
49 Según explica KOCH, el derecho inglés es muy cauto y sólo permite acciones basadas en responsabilidad
objetiva en un número muy limitado de casos (tales como accidentes con animales peligrosos), mientras
que los accidentes de tráfico quedan sujetos al derecho de la responsabilidad civil tradicional (en parti-
cular a la regulación del tort de negligencia). KOCH, Ob. Cit., p. 147.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
mente en una mera diferencia en el estilo de legislar sino que afecta obviamente
el alcance de la responsabilidad objetiva.
Como bien lo afirma Koch:
“Por su propia naturaleza, una cláusula general tiende a permitir la responsabi-
lidad objetiva en más casos que los que vienen regulados en piezas concretas de
legislación, que se centran en tipos de riesgos específicos”.50
Por ello, el Grupo optó por adoptar una fórmula amplia y general que permita
tener una base común como estándar mínimo que permita simultáneamente re-
conocer los regímenes de responsabilidad objetiva ya existentes.
La responsabilidad por actividades anormalmente peligrosas regulada en este
capítulo, prescinde pues, totalmente, del análisis de conducta del agente.
Tal y como lo afirma KOCH:
“La responsabilidad que establece en este artículo no se basa en modo alguno
en la culpa, ni siquiera en la más leve que quepa imaginar. Aunque el demanda-
do haya ejercido el máximo cuidado tanto desde el punto de vista del estándar
objetivo como del subjetivo, responderá por los daños causados por la fuente de
peligro que se encuentra dentro de su esfera”.
8. Límites a la responsabilidad objetiva por actividades anormalmente peli-
762 grosas. El artículo establece que se responde objetivamente por el daño caracte-
rístico del riesgo que tal actividad comporta y que resulta de ella. (subrayas fuera
del texto original).
Esto significa un límite a la responsabilidad objetiva en la medida en que se
excluyen de este régimen aquellos daños que no fueron consecuencia de la mate-
rialización del riesgo anormal que conlleva dicha actividad, sino que fueron pro-
ducto de otras acciones, que si bien hacen parte de la actividad, no comportan el
riesgo anormal dentro de sí.
51 Según Koch, de esa forma los intereses como la vida y la integridad física están mejor protegidos. Koch,
Bernard. Ob. Cit., p. 149 y 150.
52 Restatement (Third) of Torts: Liability for Physical Harm, of American Law Institute.
53 KOCH, Bernard. Ob. Cit., p. 150
54 Restatement (Third) of Torts: Liability for Physical Harm.
55 KOCH, Ob. Cit., p. 150.
LA OBJETIVACIÓN DE LA RESPONSABILIDAD CIVIL EN COLOMBIA...
En relación con el requisito del “uso común”, Koch pone de presente que en
el comentario al artículo 20 del American Restatement (Third) of Torts, encontra-
mos una especie de fundamento para la existencia de la responsabilidad objetiva
en estos casos, que consiste en que “cuanto más común es la actividad, más
probable es que los beneficios de la misma se distribuyan ampliamente en la co-
munidad”, por lo que concluye que “el atractivo de la responsabilidad objetiva es
más poderoso cuando los riesgos se imponen a los terceros y los beneficios, por
el contrario, se concentran en pocas manos”.56
También es importante notar, como lo pone de presente Koch,57 que muchas
actividades que en principio son excepcionales, con el tiempo pueden convertir-
se en “de uso común”, y tal es el caso de la aviación en los Estados Unidos, acti-
vidad que se consideró durante un tiempo como anormalmente peligrosa, pero
que en la actualidad no es objeto de ningún régimen de responsabilidad objetiva
en la mayoría de los Estados.
Este criterio del “uso común” para determinar si se está en presencia de una
actividad anormalmente peligrosa merece ser analizado, pues puede llegar a ser
insatisfactorio. El uso común es un término suficientemente vago como para ge-
nerar toda clase de dudas al analizar las determinadas actividades que se pre-
tendan calificar como de “anormalmente peligrosas”. ¿Cuánta parte es una gran
764 parte de la población? ¿Deben hacerse estadísticas e investigaciones de la ciudad
o región donde ocurrió el accidente o el hecho dañoso para poder calificar una
actividad como anormalmente peligrosa? Por ejemplo, la práctica totalidad de los
agricultores usan pesticidas de algún tipo, lo que indicaría un uso común de estas
sustancias. Si alguien resultara intoxicado con los pesticidas, según el criterio del
uso común, se trataría de una responsabilidad por culpa debido a que no es una
peligrosidad “anormal”. 58
d. Guardián. Los PETL no definieron tampoco la calidad de guardián, pero en
el Grupo se sobreentendió que se iba a seguir la práctica existente en los países
europeos en relación con la definición de guardián como persona que explota
una cosa o actividad peligrosa y que tiene el control efectivo de la misma, des-
cartando el elemento del beneficio económico por su evidente inconveniencia en
56 Ibídem, p. 151.
57 Ibídem, p. 151.
58 Otra es la solución que adopta, por ejemplo, el legislador colombiano en el artículo 6º de la Ley 430 de
1998, que considera estos casos como responsabilidad objetiva.
Felisa Baena Aramburo
cación y luego el artículo 7:102 que contempla las causales de exoneración que
operan específicamente sobre los casos de responsabilidad objetiva.
CONTENIDO:
I. Introducción
II. El daño causado por animales en otros países
III. La responsabilidad por el daño causado por animales en Colombia
IV. Aspectos problemáticos para la responsabilidad por el daño causado
por animales en los artículos 2353 y 2354 del Código Civil
V. Responsabilidad por daños causados por perros potencialmente
peligrosos
VI. Responsabilidad del estado por el daño causado por animales 771
VII. Responsabilidad penal por el daño causado por animales
VIII. Bibliografía
I. INTRODUCCIÓN
En el basto mundo jurídico de la responsabilidad, civil y del estado, contrac-
tual y extracontractual, uno de los elementos fundamentales es el hecho dañoso.
Éste puede tener origen en el denominado hecho propio, es decir, que el daño
es causado de manera directa por la persona autora del mismo. También puede
tener origen en el denominado hecho ajeno o llamado también, responsabilidad
por el hecho de otro, para comprender que ya la responsabilidad no es directa
como en el hecho propio, sino que, se responde porque una persona que está
bajo el cuidado, vigilancia, control o dependencia de otra, es la que ocasiona de
manera directa el daño. El hecho dañoso también puede tener origen cuando el
daño es causado con cosas, y se distingue entre cosas inanimadas y cosas anima-
das. Las primeras referidas a daños ocasionados por ruina de edificios o cosas
que caen de la parte alta de éstos, la segunda, referida a daños ocasionados por
animales.
Con respecto a la división de cosas inanimadas y cosas animadas, es preferible
obviar esa división ya que como lo advierte RAMÓN DANIEL PIZARRO:2
“Tal terminología, empero, no parece apropiada. Animado (o animada) signi-
fica, según el diccionario, “que tiene ánima” o está “vivo”. Ánima, por su parte,
significa “alma”, “principio vital”. La voz alma tiene entre sus acepciones la de
ser “sustancia espiritual capaz de entender, querer y sentir que informa el cuerpo
humano y con él constituye la esencia del hombre”. Tal noción, por extensión, es
aplicada al principio sensitivo que da vida e instinto a los animales y vegetativo
que nutre y alimenta las plantas. Inanimado significa por lo tanto, carecer de
tales atributos o propiedades. Así entendida la cuestión, los daños causados por
cosas animadas no deberían circunscribirse sólo a los producidos por animales
sino también a los causados por la intervención activa de vegetales (v.gr, las raíces
de un árbol), que también son seres vivos y animados en el sentido indicado en
772 último término.
De allí que sea preferible hablar de daños causados por las cosas, en general,
y que en temas como el que nos ocupa, utilicemos la locución más específica de
daños causados por animales (en lugar de daños causados por cosas animadas”.
El hecho dañoso también puede tener origen en ejercicio de actividades peli-
grosas o riesgosas y, también, ese hecho dañoso puede tener origen en el deno-
minado hecho dañoso delictual. De ahí que, conforme el Art. 1494 del Código
Civil, el hecho que ha inferido injuria o daño a otra persona, como en los delitos,
es fuente de obligaciones.
Como se ve, si el hecho es elemento de la responsabilidad, bien contractual
o extracontractual, ya civil o del Estado, uno de los hechos mediante los cuales
se pueden ocasionar daños con vocación reparatoria, es el causado por animales.
Si bien, la mayoría de hechos dañosos eran causados por animales, en la época
moderna, la mayoría de hechos dañosos son causados con la máquina, entendida
2 PIZARRO, Ramón Daniel. Responsabilidad civil por riesgo creado y de empresa. 1ª ed. Buenos Aires. La
ley. 2006. P. 423.
Saúl Uribe García
ésta desde muy diversos espectros dado el avance científico y tecnológico, pero
mientras exista el animal, seguirán existiendo daños causados por éste, así sea
con menor frecuencia.
JUAN J. CASIELLO3 afirma que desde la redacción del Código Civil mucha agua
ha pasado bajo los puentes desde entonces, y mucho se ha desarrollado el tema
de la Responsabilidad Civil, al punto que esto de los daños causados por animales
ya casi parece un dato de la historia del derecho, ajeno a la problemática actual
enfrentada con la nuevas fuentes de daños potenciales, resultantes de la estruc-
tura y dinámica de la sociedad industrial, y luego de la pos-industrial contempo-
ránea. En el mismo sentido, LEYSSER L. León4 después de citar Jurisprudencia
reciente respecto a daños causados por animales, dice que es un tema que con el
impiadoso paso del tiempo, en primera vista, parece haber quedado relegado en
el repertorio, permanentemente renovado, de la Responsabilidad Civil.
No obstante que en la actualidad los daños causados tengan origen, en su ma-
yoría, en hechos donde se utiliza la máquina y no por animales como en antaño
solía ocurrir, amerita reflexión y análisis ya que en los últimos años y precisamen-
te debido al avance en el tema de la responsabilidad, el criterio de imputación,
cuando el daño es causado por animales, ha variado, para pasar de una simple
culpa presunta, al riesgo o peligro, en la mayoría de casos. Si los animales servían
en otra época para el transporte y las labores habituales, en la era moderna y en 773
las ciudades, se utiliza la tecnología, pero queda un animal que en estas grandes
ciudades es el que acompaña al hombre, me refiero al perro, y tal como lo mani-
fiesta FERNANDO DE TRAZEGNIES:5
“un animal sumamente importante como productor de daños fue el caballo,
debido a su uso difundido con fines de transporte: los accidentes de circulación
causados por caballos o por vehículos tirados por caballos fueron frecuentes
hasta comienzos de este siglo. De otro lado, esta promiscuidad de hombres y ca-
ballos, nacida de la utilidad de estos para los fines indicados, generaba accidentes
de alguna manera independientes de la voluntad humana, tales como fracturas
de huesos causados por coces, mordiscas, etc. En la época actual, los accidentes
de circulación son causados fundamentalmente por máquinas; y dentro de las
ciudades casi los únicos animales peligrosos que quedan son los perros bravos”.
3 CASIELLO, Juan. J. Responsabilidad por daños causados por animales. En: Responsabilidad civil, doctri-
nas esenciales. Parte Especial. Buenos Aires. Abeledo Perrot. 1987. P. 853.
4 LEYSSER, León. L. La responsabilidad civil. Líneas fundamentales y nuevas perspectivas. 2ª ed. Lima.
Jurista Editores. 2007. P. 349
5 DE TRAZEGNIES, Fernando. La responsabilidad extracontractual. 5ª ed. Bogotá. Temis. 1999. P. 298
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
Los daños causados por perros, podría decirse que en la actualidad, son los
que con mayor frecuencia se presentan debido a que, respetando el derecho a la
intimidad y al libre desarrollo de la personalidad, gran número de personas que
habitan en las ciudades, tienen como mascotas o compañía, a los perros. De igual
manera, en las zonas rurales donde estos son utilizados, bien como compañía,
ora, para la vigilancia.
La importancia de esta publicación se advierte desde tres puntos de vista. La
primera, para analizar la responsabilidad por los daños causados por animales
fieros y no fieros y el criterio de imputación. La segunda, la responsabilidad por
los daños causados por los perros potencialmente peligrosos, la cual tiene un
régimen especial. La tercera, la responsabilidad penal por los daños causado por
animales.
FRANCIA.
Art. 1385: “El propietario de un animal, o quien se sirve de éste, es responsable,
mientras lo use, del daño que el animal haya causado; ya sea que estuviere el ani-
mal bajo su guarda, ya sea que se hubiere perdido o escapado”.
En Francia no se diferencia entre animal fiero y no fiero y el responsable es el
que tenga la guarda del animal. Afirma MAZEAUD – TUNC,6 que la jurispruden-
cia decide en la actualidad que el propietario o el usuario del animal no puede
librarse de la responsabilidad que le incumbe sino demostrando el caso fortuito,
la fuerza mayor o la causa ajena. Probar que no ha cometido ninguna culpa no
resulta suficiente.
6 MAZEAUD, Henry y León. TUNC, André. Tratado teórico y práctico de la responsabilidad civil. 5ª ed. T.
segundo. V. uno. Buenos Aires. Ediciones Jurídicas Europa- América. 1962. P. 61
Saúl Uribe García
ESPAÑA.
Art. 1905 “El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es responsable de
los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe, sólo cesará esta res-
ponsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o de culpa del
que lo hubiese sufrido”.
En España no se distingue si es animal fiero o no fiero. La doctrina de este
país,7 es unánime en manifestar que es una responsabilidad objetiva, con fun-
damento en el riesgo ya que la única forma de que el demandado se exonere es
probando fuerza mayor o culpa exclusiva de la víctima.
ITALIA.
Art. 2052: “El propietario de un animal, o quien se sirve de él, mientras dure el
uso, es responsable del daño causado por el animal, sea que éste se encontrara
bajo su custodia, sea que se hubiera escapado o extraviado, a menos que pruebe
el caso fortuito”.
Igualmente en Italia no se distingue si se trata de un animal fiero o no fiero.
La doctrina de este país, GIOVANNA VISINTINI8 y GUIDO ALPA 9 concluye que es
una típica responsabilidad objetiva.
PERÚ. 775
Art. 1979: “El dueño de un animal o aquel que lo tiene a su cuidado debe reparar
el daño que este cause, aunque se haya perdido o extraviado, a no ser que pruebe
que el evento tuvo lugar por obra o causa de un tercero”.
En Perú tampoco distingue si se trata de un animal fiero o no fiero, basta que
el daño haya sido ocasionado por un animal. Con respecto al criterio de imputa-
ción, la doctrina de este país con TRAZEGNIES10 y LEYSSER L. LEÓN,11 concluyen
que el criterio de imputación es el riesgo.
7 DE ÁNGEL YAGÜEZ, Ricardo. Tratado de responsabilidad civil. 3ª ed. Civitas. Madrid. 1993. P.
8 VISINTINI, Giovanna. Tratado de la responsabilidad civil. Tomo 2. Buenos Aires. Astrea. 1999. P. 381
9 ALPA, Guido. Nuevo tratado de la responsabilidad civil. 1ª ed. Lima. Jurista editores. 2006. P. 881
10 DE TRAZEGNIES, Fernando. Ob. Cit., P. 303
11 LEYSSER, León. L. Ob. Cit., P. 368
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
PUERTO RICO.
Artículo 1805: “El poseedor de un animal, o el que se sirve de él, es responsable
de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe. Sólo cesará esta
responsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o de culpa
del que lo hubiere sufrido.
BRASIL
Artículo 936: “El dueño, o el detentador de una animal resarcirá el daño por
éste causado, sino prueba culpa de la víctima o fuerza mayor”.
CHILE.
Artículo 2326: “El dueño de un animal es responsable de los daños causados
por el mismo animal, aun después que se haya soltado o extraviado; salvo que la
soltura, extravío o daño no pueda imputarse a culpa del dueño o del dependiente
encargado de la guarda o servicio del animal.
Lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva de un animal
ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido por una calidad
o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer
o prever, y de que no le dio conocimiento”.
Artículo 2327: “El daño causado por un animal fiero, de que no se reporta utili-
776 dad para la guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al que lo tenga,
y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será oído”.
ECUADOR.
Artículo 2253: “El dueño de un animal es responsable de los daños causados
por éste, aún después que se haya suelto o extraviado; salvo que la soltura, extra-
vío o daño no puedan imputarse a culpa del dueño o del dependiente encargado
de la guarda o servicio del animal.
Lo que se dice del dueño se aplica a toda persona que se sirva de un animal
ajeno; salva su acción contra el dueño, si el daño ha sobrevenido por una calidad
o vicio del animal, que el dueño con mediano cuidado o prudencia debió conocer
o prever, y de que no le dio conocimiento”.
Artículo 2254: “El daño causado por un animal fiero de que no se reporta utili-
dad para la guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al que lo tenga;
y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será oído”.
Saúl Uribe García
URUGUAY.
Artículo 1328: “El dueño de un animal es responsable del daño que este cause
aun después que se haya soltado o extraviado, salvo que la soltura o extravío o
daño no pueda imputarse a culpa del dueño o de sus dependientes encargados de
la guarda o servicio del animal.
Lo que se dispone respecto del dueño es aplicable a toda persona que se sirva
de una animal ajeno, salva su acción contra el dueño, si el daño provino de un vicio
del animal que aquel debía conocer o prevenir y de que no le dio conocimiento”.
Artículo 1329: “El daño causado por un animal salvaje o feroz será siempre
imputable a quien lo tenga bajo su guarda, sea o no su propietario, aunque no le
hubiese sido posible evitar el daño y aunque el animal se hubiese soltado sin su
culpa.
Lo dispuesto precedentemente no será aplicable a las autoridades y funciona-
rios de los parques o jardines zoológicos estatales o municipales, respecto de los
cuales regirá lo establecido en el artículo anterior. La misma regla se aplicará a
los propietarios de los parques o jardines zoológicos privados guardianes de los
mismos y dependientes encargados de la guarda de los animales”.
Artículo 1329 – 1: “A los efectos del artículo anterior, se consideran animales
feroces o salvajes los que no son ordinariamente domesticables o son peligrosos
para los seres humanos por su agresividad, costumbres, tamaño o fuerza, tales
como: grandes felinos, paquidermos, osos, cocodrilos, ofidios venenosos y boas, 777
primates grandes y medianos, lobos, gatos monteses, jabalíes y similares.
No exime de esta calificación el hecho de que el animal haya sido criado por
seres humanos y en régimen de domesticidad”.
PARAGUAY.
Artículo 1853: “El propietario de un animal, o quien se sirve de él, durante el
tiempo que lo tiene en uso, es responsable de los daños ocasionados por el ani-
mal, sea que estuviese bajo su custodia, o se hubiese escapado o extraviado, si no
probase caso fortuito, o culpa de la víctima o de un tercero”.
Artículo 1854: “El daño causado por un animal feroz, será siempre imputable al
dueño o guardián, aunque no le hubiese sido posible evitar el daño, y aunque el
animal se hubiere soltado sin culpa de ellos”.
MÉXICO.
Artículo 1929: “El dueño de un animal pagará el daño causado por este, si no
probare alguna de estas circunstancias:
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
ARGENTINA.
Artículo 1124: “El propietario de un animal, doméstico o feroz, es responsable
del daño que causare. La misma responsabilidad pesa sobre la persona a la cual
se hubiere mandado el animal para servirse de él, salvo su recurso contra el pro-
pietario”.
Artículo 1125: “Si el animal que hubiere causado el daño, fue excitado por un
tercero, la responsabilidad es de éste, y no del dueño del animal”.
Artículo 1126: “La responsabilidad del dueño del animal tiene lugar aunque el
animal, en el momento que ha causado el daño, hubiere estado bajo la guarda de
los dependientes de aquél. No se salva tampoco la responsabilidad del dueño, por-
que el daño que hubiese causado el animal no estuviese en los hábitos generales
de su especie”.
Artículo 1127: “Si el animal que causó el daño, se hubiese soltado o extraviado
778
sin culpa de la persona encargada de guardarlo, cesa la responsabilidad del due-
ño”.
Artículo 1128: “Cesa también la responsabilidad del dueño, en el caso en que
el daño causado por el animal hubiese provenido de fuerza mayor o de una culpa
imputable al que lo hubiese sufrido”.
Artículo 1129: “El daño causado por un animal feroz, de que no se reporta utili-
dad para la guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al que lo tenga,
aunque no le hubiese sido posible evitar el daño, y aunque el animal se hubiese
soltado sin culpa de los que lo guardaban”.
Artículo 1130: “El daño causado por un animal a otro, será indemnizado por el
dueño del animal ofensor si éste provocó al animal ofendido. Si el animal ofendido
provocó al ofensor, el dueño de aquél no tendrá derecho a indemnización alguna”.
Artículo 1131: “El propietario de un animal no puede sustraerse a la obligación
de reparar el daño, ofreciendo abandonar la propiedad del animal”.
Es el único país que en el Código Civil depara tantos artículos para el tema
de la responsabilidad por el daño causado por animales. Éste sí distingue entre
Saúl Uribe García
13 TAMAYO JARAMILLO, Javier. Tratado de responsabilidad civil. 2ª ed. Bogotá. Legis. 2007. P. 1406.
14 ALPA, Guido. Ob. Cit., p. 881 y 882
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
del Artículo 2354 ya que de todas maneras es una persona que trabaja para quien
realmente es tenedor del animal.
3. El animal fiero no debe reportar utilidad para la guarda o servicio de un pre-
dio. Significa lo anterior que el animal puede estar destinado para la vigilancia
de un predio o bien para prestar servicio en un predio, para cuestiones laborales
y de productividad. Por predio, según el diccionario de la real academia hay que
entender heredad o finca. Así es que, si el animal fiero se encuentra en un sitio
diferente a lo que debe entenderse por predio, tiene cabida la responsabilidad
porque puede que esté reportando utilidad para la guarda o servicio, pero no de
un predio.
extraña de este, lo cual supone como es obvio que la norma acusada respeta y
acata las garantías del debido proceso consagradas por el artículo 26 del Estatuto
Fundamental que por esta razón, lejos de ser vulnerada por las expresiones del
artículo 2354 que son materia de la presente impugnación constitucional, ad-
quieren su cabal operancia y efectividad dentro del respectivo proceso, con la ya
anotada restricción.
CUARTA: La Corte no comparte la tesis del Procurador para quien la presunción
es de rango meramente legal por no haberle dado la ley expresamente como lo
exige el artículo 66 del Código Civil, el calificativo de presunción de derecho.
Según esta disposición la presunción es de derecho cuando la ley expresamente
“presume de derecho” una cosa o hecho; o, cuando sin emplear esos términos
sacramentales rechaza también en forma terminante, la prueba del hecho que
legalmente se presume; y además porque conforme al artículo 176 del Código de
Procedimiento Civil el hecho legalmente presumido solo admite prueba en con-
trario cuando la ley lo autorice expresamente.
Ahora bien; en el caso que ocupa la atención de la Corte la presunción pertene-
ce a la estirpe de las de derecho, pues el demandado no puede alegar ni intentar
probar siquiera, que con el empleo de su diligencia y cuidado el daño nos e habría
evitado.
Está entonces eximida la parte demandada de la prueba de la culpa, pero no de
la de los otros elementos de la responsabilidad que deben ser acreditados por el
786
actor por no quedar comprendidos en la presunción. Su ausencia puede alegarse
por el demandado cuando aquél no los acreditó debidamente en el proceso.
QUINTO: Es dable considerar finalmente, que la responsabilidad que sanciona
al artículo 2354 del Código Civil fluye también del especial peligro que constituye
la tenencia del animal “fiero”, no propiamente bravío en el sentido que señala el
artículo 687 del Código Civil, ya que como ser vivo, obra a impulsos propios y está
en aptitud permanente de causar daño; por lo tanto, la responsabilidad de quien
lo tiene se puede enmarcar dentro del espíritu del artículo 2356 del Código Civil
según la interpretación jurisprudencial que viene haciendo de este texto a partir
de los fallos de su Sala de Casación Civil de 30 de noviembre de 1935; 14 de marzo
y 31 de mayo de 1938, (G.J. XLVI).
Del análisis precedente se infiere que la imputación incoada por el actor contra
las expresiones “y si alegare que no le fue posible evitar el daño no será oído”
que emplea el artículo 2354 del Código Civil, carece de fundamento y por ende la
demanda no ha de prosperar. Así será declarado.
Saúl Uribe García
1. Animales que transitan por vías públicas y contra ellos impactan vehículos,
motocicletas, etc. y se causa daño a bienes o a personas. En estos casos, es indis-
cutible que el animal no ha actuado por su condición de fiero, pero el hecho de
que el propietario, el que se sirve de él o el tenedor, no establezcan de manera
adecuada el encerramiento de estos animales y así evitar que ocupen las vías pú-
blicas por donde transitan vehículos, podría en principio, ubicarse en el artículo
2353 del Código Civil ya que como se había afirmado anteriormente, el artículo
2354 del Código Civil tiene aplicación cuando el daño es causado por animal fiero
y que en virtud de la Sentencia de la Corte Suprema de Justicia cuando estudió el
artículo 2354 en sede constitucional, se aplica la actividad peligrosa.
Pero, no resulta descabellada la idea de que se aplique la actividad peligrosa
cuando animales ocupen las vías públicas por donde transitan vehículos. Es in-
cuestionable el incremento del riesgo para causar accidentes cuando los animales
ocupan vías públicas.
Eventualmente podría configurarse la responsabilidad del Estado en los casos
de ocupación de vías públicas por parte de animales, pero este tema se analizará
posteriormente.
2. No es infrecuente el hecho de que ante la presencia de un animal en la vía
788 pública, bien que este se encuentre como obstáculo inmóvil, es decir, parado o
que haga su aparición intempestiva y por evitar atropellarlo, los ocupantes del
vehículo resulten afectados o el mismo vehículo. En estos casos es indiscutible
que se puede hablar del daño causado por un animal. En primer lugar, por el
hecho de estar el animal en la vía pública u ocuparla intempestivamente. En se-
gundo lugar, porque si bien, no hubo contacto físico entre el animal y el vehículo,
existe nexo de causalidad entre el daño producido y la estadía del animal en la vía
pública. En tercer lugar, la solución es la misma propuesta en el numeral anterior,
es decir se puede utilizar el artículo 2353 o 2356 del Código Civil, preferiblemen-
te éste último.
Puede ocurrir que el conductor de un vehículo, por evitar atropellar a un ani-
mal que se encuentre en la vía pública, esquive el vehículo y atropelle a un peatón
u ocasione daños materiales. La solución es la misma propuesta en el párrafo
anterior.
Un aspecto adicional con respecto a este punto, es el siguiente. ¿Quién esqui-
va a un animal para evitar atropellarlo en la vía pública y atropella a una persona
u ocasiona un accidente podría argumentar para su defensa el hecho exclusivo de
Saúl Uribe García
go Civil por dejar el animal muerto allí y con ello crear un riesgo mayor. De no ser
así, tendría aplicación el artículo 2341 del Código Civil, esto es, culpa probada.
4. Es factible que el daño sea producido por transmisión de alguna enferme-
dad por el animal. La simple mordida no causa lesión que pudiera tratarse de
letal, pero lo que sí es letal es la transmisión de la enfermedad que en muchas
ocasiones llevan a la muerte de la persona. Cualquiera sea el animal y cualquiera
sea la enfermedad transmitida, puede afirmarse que se está en presencia de un
daño causado por un animal.
En estos casos podríamos ubicarnos en el artículo 2356 del Código Civil si el
propietario o el tenedor del animal conocían tal situación. O, artículo 2353 o
2341.
Distinta es la situación si en el consumo del animal, quien lo consume se le
transmite la enfermedad que tenía el animal o resulta afectado en su salud o en
su vida por la indebida preparación del animal. Ya no se aplica la responsabilidad
por el hecho del animal, sino que se aplica actividad peligrosa y el responsable es
la persona comercializadora de los alimentos, quien lo preparó para el consumo,
e inclusive quien vendió el animal.
En este punto es preciso hacer alusión a la sentencia del Consejo de Esta-
790 do con radicado 15001-23-31-000-1995-04817-01(17509) del 22 de abril de 2009,
M.P. ENRIQUE GIL BOTERO, mediante la cual condenó al Estado (Universidad Pe-
dagógica y Tecnológica de Colombia). Unos estudiantes del centro educativo
reclamaron los perjuicios padecidos con motivo de la intoxicación causada por
la ingesta de alimentos contaminados, en la cafetería de esa institución, el 13
de mayo de 1994. El Consejo de Estado, en uno de los apartes importantes de la
sentencia, decidió:
“Está acreditado que todas las personas que resultaron con tóxicosis habían
consumido alimentos en la cafetería de la universidad el 13 de mayo de 1994, lo
cual permite colegir que, fue alguno de los alimentos que se preparaba o distribuía
allí el que les ocasionó la inoculación. De otro lado, en la investigación realizada
por la propia universidad respecto a las causas de la intoxicación se determinó la
presencia de la Salmonella en una muestra de carne analizada. La inferencia ante-
rior, se fundamenta en la teoría de un alto grado de probabilidad preponderante,
que permite al juez fundar su decisión en hechos, que aún sin estar establecidos
de manera exacta o matemática, a la luz de la razón, son los más probables. Por lo
anterior, la Sala considera que las pruebas obrantes en el proceso son suficientes
para declarar la responsabilidad de la entidad demandada, en virtud del título de
Saúl Uribe García
jurídico de imputación de falla del servicio, toda vez que los daños antijurídicos
fueron causados por el mal funcionamiento de la cafetería que estaba a cargo del
centro educativo, y porque no se acreditó ninguna causa extraña que permitiera
su absolución, por el contrario, quedó demostrado que el manejo que se le daba a
los alimentos no era el adecuado (...)”.
“(…) La actividad del elaborador de alimentos es riesgosa o peligrosa y se cali-
fica como lícita, es decir, jurídica, y se convierte en antijurídica cuando se mate-
rializa en un daño al consumidor o al comerciante intermediario. Existe pues, la
potencialidad dañosa oculta que todos no pueden ignorar (elaborador, interme-
diario, distribuidor final). El anterior planteamiento nos adentra en el campo de
la responsabilidad objetiva en el derecho comparado, mediante la aplicación del
riesgo creado en la elaboración de alimentos, el cual opera tanto en el proceso de
fabricación como en la etapa de su puesta en el mercado. Por lo tanto el fabricante
es el creador del riesgo y quien se sirve del producto para su provecho, ya que es
este quien introduce a la sociedad el riesgo. La responsabilidad del elaborador o
fabricante se puede fundamentar en un factor de atribución objetivo enmarcado
en el deber de responder por los daños causados por el vicio de las cosas, como
también por la circunstancia de haber creado un riesgo al introducir al mercado
un producto defectuoso. Por lo anterior, se puede concluir que en el derecho forá-
neo cuando el Estado asume la función de fabricar o elaborar productos alimen-
tarios incursiona en una actividad que puede comportar un riesgo para la vida e
integridad de las personas, por lo tanto, cuando se causen daños en el ejercicio 791
de esta actividad, se podría predicar su responsabilidad extracontractual bajo el
título jurídico de imputación del riesgo excepcional; toda vez que cuando la ejerce
pone a los administrados, bien en sus personas o en sus patrimonios, en situación
de quedar expuestos a experimentar un “riesgo de naturaleza excepcional” que,
dada su particular gravedad, excede notoriamente las cargas que normalmente
han de soportar como contrapartida de los beneficios que derivan”.
5. Puede ocurrir que por la presencia del animal y ante la actividad de este
para atacar a una persona, ésta corra o hulla del peligro y en su maniobra de sal-
vamento o autoprotección resulte afectada en su integridad personal o su vida.
En estos casos es factible la reparación. Para estos efectos es necesario aclarar
los conceptos de intervención activa y pasiva del animal, es decir, cuándo ha de
entenderse que el daño es causado por el animal.
Mazeaud-Tunc afirman que: “exigir un papel activo del animal no es exigir un
contacto material entre el animal y la víctima. Así, la aparición súbita de un toro des-
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
mandado, que, al asustar a una mujer, ha hecho que ésta enferme, bastante para que el
guardián quede obligado”.15
JOSÉ MELICH ORSINI16 considera que la causalidad que interesa para atribu-
ción de la responsabilidad por el hecho del animal es la causalidad jurídica, es
decir, las condiciones bajo las cuales el derecho, con fundamento en la causalidad
física, atribuye el daño causado por el animal al presunto responsable. Para ello
distingue tres criterios. El criterio de la inercia para entender que el animal no
haya permanecido inerte, el criterio del hecho autónomo del animal para distin-
guirlo de la conducta del hombre en la intervención y producción del daño y el
criterio del hecho activo del animal, con lo cual el animal debe haber jugado un
papel preponderante en la producción del daño de manera que se puede afirmar
que él ha sido la causa generatriz del daño. Concluye que:
“Esta intervención causal jurídicamente calificada podría alegarse no sólo cuan-
do el animal ha causado el daño cumpliendo una acción (p. ej.: un perro que
muerde, un caballo que se encabrita, etc.), sino aun cuando él no haya entrado
en contacto con la cosa o persona dañada (fiera que se escapa de un circo y que
causa una enfermedad nerviosa a una persona como consecuencia del susto que
le ocasiona), y hasta si el mismo ha permanecido absolutamente inmóvil (animal
que contagia una enfermedad)”.
792 En estos casos, es indiscutible que si bien no hubo contacto físico entre el
animal y la persona que resultó afectada, la reacción del animal es por la condi-
ción del instinto agresivo, por lo que el responsable es quien lo tenga o quien
tenga la guarda del animal y la responsabilidad se enmarca en la responsabilidad
por actividad peligrosa.
Estos argumentos valen también cuando el conductor de vehículo esquiva al
animal para evitar atropellarlo, sin tener contacto con él y se ocasionan daños a
él o a otras personas, tal como se analizó en el numeral dos de este acápite.
6. El animal que entra a pacer en un predio distinto al del propietario del ani-
mal, o el que lo tenga, y daña los sembrados o cualquier otra cosa, el daño no es
causado por su condición de fiero y en estos eventos se utiliza el artículo 2353
del Código Civil.
7. El daño puede ser causado por el animal estando en poder de persona dis-
tinta del propietario. Par estos efectos habrá que distinguir, en primer lugar, si el
que lo tiene es por relación contractual, por ejemplo en calidad de arrendatario o
comodatario. En segundo lugar, si el que lo tiene es por una relación contractual
en ejercicio de una profesión, Por ejemplo, caballeriza donde se cuidan los caba-
llos o el veterinario al cual se le llevan los animales para curarlos. En tercer lugar,
el que tiene el animal, pero no se sirve de él, ni es a ningún título jurídico. En
estos eventos habrá que determinar de manera concreta a qué título jurídico se
tiene el animal, porque la situación, para efectos de responsabilidad va a variar.
En primer lugar, si el animal se tiene en virtud de cualquier relación contrac-
tual y el daño ocurre no estando en poder del propietario, habrá que distinguir si
el daño causado es por la condición de animal fiero o no. Si es por la condición
de animal fiero, es decir, por la naturaleza del daño y por el instinto agresivo del
animal, el que lo tenga será el responsable, que para aplicar el artículo 2356 del
Código Civil, será el guardián. Si el daño es causado no por la condición de fiero,
el que se sirva del animal será el responsable pero utilizando para ello el artículo
2353 del Código Civil.
Ejemplos de lo mencionado anteriormente, se pueden tener los siguientes:
Si se entrega el caballo en comodato, así sea por horas y el caballo causa daño,
por ejemplo, propina una coz a una persona, el responsable será el comodatario 793
y como fue por su instinto agresivo, se aplica la calidad de fiero y por ende el
artículo 2356 del Código Civil, actividad peligrosa. Si el daño se causa, no por su
instinto agresivo, es decir, no implica ferocidad, por ejemplo, daña un bien por-
que transitó por un lugar no propio para animales o ingresó a pacer a un predio
ajeno, se aplica el artículo 2353 y el responsable será el comodatario.
En segundo lugar, el daño es causado por el animal y quien lo tiene es con
fines de cuidarlo o curarlo, ej. el caso de las caballerizas o clínicas veterinarias.
En este segundo caso se discute por la doctrina si realmente estas personas se
sirven del animal o no. La doctrina y la jurisprudencia francesa,17 hasta cierto
momento histórico, habían concluido que servirse de un animal era alojarlo, cui-
darlo, herrarlo o también siempre que se usa de él para ejercer la propia profe-
sión. Posteriormente se abandonó esa posición para quedar en que en todos los
eventos en que la persona asume la guarda del animal, sobra la distinción si se
sirve del animal o no. La doctrina italiana,18 afirma que: “precisamente, todavía hoy,
17 MAZEAUD, Henry y TUNC, León André. Ob. Cit., p. 73.
18 VISINTINI, Giovanna. Ob. Cit., p. 382
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
animales o cosas de un punto a otro por vía terrestre pública o privada abierta al público”.
También, en la definición de vehículo tracción animal, prescribe: “vehículo no mo-
torizado halado o movido por un animal”. El artículo 98 del Código Nacional de Trán-
sito prohíbe el tránsito urbano de vehículos de tracción animal en los municipios
de categoría especial y en los municipios de primera categoría del país, excepto
para fines turísticos de acuerdo a reglamentación del Ministerio de Transporte.
Esta norma fue estudiada por la Corte Constitucional mediante sentencia C- 355
de 2003 y condicionó su aplicación en el sentido de que su restricción se aplique
a determinadas vías y por motivos de seguridad vial y siempre que real y efecti-
vamente se hayan adoptado las medidas alternativas y sustitutivas previstas para
los conductores de los vehículos de tracción animal.
Cuando el daño es causado por un vehículo de tracción animal, consideramos
que se puede aplicar para efectos de la responsabilidad, la actividad peligrosa ya
que de todas maneras ese componente entre aparato y animal, es tenido como
vehículo que participa en el tráfico vial.
9. Existen eventos, organizados por personas particulares, pero con autoriza-
ción del Estado cuya función principal es la de soltar animales, principalmente
toros, como en las famosas corralejas, bien en ciertos trayectos de vías públicas
o en sitios cerrados, para que todo aquel que quiera participar, libre y voluntaria-
mente lo haga. Con frecuencia resultan personas lesionadas o muertas e indiscu- 795
tiblemente estamos frente a un daño causado por un animal.
Las preguntas que surgen, son: ¿quién es responsable? ¿El Estado? ¿El orga-
nizador del evento? ¿Se presenta el fenómeno de la aceptación de riesgos por
parte de quienes intervienen, para efectos de exoneración de responsabilidad?
Consideramos que cuando el daño se cause en los casos planteados, habrá que
analizar las condiciones concretas para determinar si realmente estamos frente a
la aceptación de riesgos como fenómeno exonerativo de responsabilidad, siem-
pre que se den los presupuestos para ello.
Si se presenta alguna falla en la logística y el daño se ocasiona no ya por el
desarrollo normal del evento, sino por problema en la seguridad, falla en aparatos
utilizados Etc. consideramos que ahí sí, habrá responsabilidad por parte del orga-
nizador del evento y no se puede argumentar aceptación de riesgos por parte de
quienes intervienen. En este caso el daño no se entiende causado por el animal
porque no es su intervención activa la que lo causa y se puede ubicar frente a la
actividad peligrosa Art. 2356 del Código Civil o artículo 2341 ibídem.
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
En estos casos, el perjuicio será el daño emergente, esto es, el valor del animal
o los gastos de veterinario. También, lucro cesante sí el animal reportaba algún
ingreso para su propietario y eventualmente el perjuicio moral, sobre todo en los
casos de muertes de mascotas para menores de edad.
que los menores de edad sean tenedores de perros de alta peligrosidad y pongan
en peligro sus vidas y las de los que los rodean, sea en sitios públicos o privados,
sea en lugares abiertos o en recintos domésticos.
Esta conclusión lleva también a considerar que la presencia de perros de alta
peligrosidad en las casas donde habitan menores de edad no está prohibida en sí
misma, pero que dándose tal circunstancia, los daños que pudieran ocasionarse
al menor son de responsabilidad exclusiva de quien tenga a su cargo la custodia
y cuidado del animal. Dicha regla surge como imposición directa de la preceptiva
constitucional según la cual los niños tienen el derecho fundamental a la integri-
dad física, a la salud y al cuidado, mientras que “la familia, la sociedad y el Estado
tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e
integral y el ejercicio pleno de sus derechos” (art. 44).
El contacto que los menores pudieran tener con este tipo de animales, dada la
prohibición legal aquí analizada, deposita en los padres, tutores o curadores, o en
quien tuviere a su cargo el cuidado directo del menor, la absoluta responsabilidad
por los daños que los perros pudieren ocasionar. Por ello, debe enfatizarse en
que, tal como lo dispone el inciso final del artículo 108-F de la Ley 746, el pro-
pietario de un “perro potencialmente peligroso asume la posición de garante de
los riesgos que se puedan ocasionar por la sola tenencia de estos animales y por
los perjuicios y las molestias que ocasione a las personas, a las cosas, a las vías y
espacios públicos y al medio natural en general”.
800 Con base en el razonamiento anterior, para la Corte es claro que la responsabi-
lidad jurídica derivada de los daños producidos por estos animales es tanto civil
como penal. Civil, en virtud de lo dispuesto en el artículo 2354 el Código Civil
según el cual “el daño causado por un animal fiero, de que no se reporta utilidad
para la guarda o servicio de un predio, será siempre imputable al que lo tenga;
y si alegare que no le fue posible evitar el daño, no será oído”. En el caso de la
responsabilidad por el hecho de las cosas, la misma se funda, como lo sostiene la
Corte Suprema de Justicia, “en los presuntos descuidos e imprevisión con que su
propietario o poseedor las guarda o conserva”.20
“(…) De todo lo dicho cabe entonces concluir dos cosas: en primer lugar, que
cuando el artículo 108-G de la Ley 746/02 prohíbe a los menores la propiedad de
los perros enlistados en los artículos 108-E y 108-F, incurre en una prohibición
inadecuada para garantizar la finalidad proteccionista que prescribe la Consti-
tución, por lo cual dicha prohibición también resulta desproporcionada frente al
amparo que quiere dispensarse a favor de los menores de edad. En ese sentido, la
norma es violatoria del artículo 58 de la Carta Política, que garantiza la propiedad
privada y el respeto por los derechos adquiridos con arreglo a las leyes, sin que en
20 Colombia. Sentencia del 17 de octubre de 1951. LXX, 480)
Saúl Uribe García
este caso particular pueda argüirse que la propiedad privada ha debido ceder al
interés general, pues dicha cesión no sería adecuada a los fines constitucionales
ni sería proporcional al interés general que se pretende amparar.
En segundo lugar, el artículo 108-H resulta inconstitucional en la expresión “...
en las vías públicas, lugares abiertos al público y en las zonas comunes de edifi-
cios o conjuntos residenciales”, ya que la protección que la Constitución y la Ley
dispensan a los menores de edad no puede restringirse a los sitios públicos, sino
que también debe cobijar el ámbito privado, sin que por tal circunstancia pueda
argüirse que existe una intromisión inapropiada en el derecho a la intimidad de
las personas. La Corporación entiende que la vida, la salud y la integridad de los
menores de edad es un interés superior que debe protegerse por encima de su
derecho a tener perros altamente peligrosos.
Por lo anterior la Corte considera que si los padres, tutores, curadores o quien
tenga a su cargo la representación legal del menor, por acción o por omisión en
el deber de cuidado y vigilancia, permite que éste tenga contacto con perros alta-
mente peligrosos, y se produce un daño al menor o a su familia o a terceros, aquél
debe responder civil y penalmente por la falta al deber de protección. A este res-
pecto es indispensable hacer notar que aunque la norma se refiera exclusivamen-
te a los propietarios de los animales, la disposición debe cobijar a quien ostenta
la posición de garante, es decir, a quien por su relación con el animal tuviere el
deber jurídico de evitar el daño”.
Con fundamento en la sentencia de la Corte Constitucional, el responsable 801
de los daños causados por un perro potencialmente peligroso, en principio es
el propietario o el tenedor, pero también, los padres, tutores, curadores o quien
tenga a su cargo la representación legal del menor.
En tercer lugar, el criterio de imputación para efectos de la responsabilidad
cuando el daño es causado por un perro potencialmente peligroso, es el riesgo.
Así lo determina el artículo 108-F, al prescribir que el propietario, entiéndase
también el tenedor o quien asuma la posición de garante, asumen los riesgos que
se puedan ocasionar por la sola tenencia de estos animales y por los perjuicios
que se ocasionen.
Indiscutiblemente que la demanda tendrá que encausarse con fundamento en
el artículo 2356 del Código Civil.
Ahora, surge la pregunta, si el daño es causado por un perro que no es cata-
logado de potencialmente peligroso, ¿dónde nos ubicamos para efectos de la res-
ponsabilidad? Nos ubicamos en la misma norma, es decir, en el artículo 2356 del
RESPONSABILIDAD POR DAÑOS CAUSADOS POR ANIMALES...
En todo caso y cualquiera que sea la causa del daño entre las posibles anotadas,
en ningún momento puede pensarse que haya sido la conducta de la víctima en
cuanto asistió al espectáculo de divertimento para adultos y niños por excelencia
y por tanto quien a él concurre ni compra ni asume un riesgo y por lo mismo no
puede tenérsele como causa ni siquiera parcial del accidente. Menos aún el hecho
de consumir alimentos durante la función pues ellos son ofrecidos por el empre-
sario y esta actividad también debe ser autorizada por la Administración, así que
el consumidor obra dentro de su normal comportamiento. Tampoco es racional
acudir en busca de la causa a la ubicación que el usuario eligió en primera fila
porque esta situación no sólo se ofrece como una comodidad adicional sino que
implica mayor costo”.
Sentencia del Consejo de Estado Sección Tercera, del 26 de marzo de 2008.
Expediente 16310. M.P. MAURICIO FAJARDO. El demandado fue el Ministerio de
Defensa – Policía Nacional. Los hechos se centran en que un joven transitaba por
la carrera 30 con calle 63 de la ciudad de Bogotá, conduciendo una motocicleta
de propiedad de las Fuerzas Militares ya que prestaba servicio militar y en este
cruce vial chocó con un semoviente (vaca) que se encontraba en la vía pública. El
joven se paró del lugar y por su mal estado en que había quedado fue atropellado
por un vehículo que pasaba en ese momento. Las pretensiones fueron denegadas
tanto por el Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca, como por el
806 Consejo de Estado.
El Consejo de Estado no descarta que el Estado pueda ser responsable por el
daño causado por animales que ocupen las vías públicas, concretamente cuando
vehículos o motocicletas colisionen. Aplica la falla relativa del servicio ya que el
Estado no puede tener, en cada una de las vías de Colombia, personal disponible
para evitar que los animales las ocupen. Sólo en el evento de que teniendo co-
nocimiento y omita la obligación de mantener las vías despejadas de animales,
podría comprometer la responsabilidad del Estado.
El punto central para la decisión fue el siguiente:
“2.3.- Sobre las obligaciones normativamente impuestas a la Policía Nacional en
el caso concreto y su grado de cumplimiento.
En primer lugar, resulta necesario señalar que las normas de tránsito a las cuales
se hará referencia mantenían vigencia para la fecha de los hechos, de manera que
las mismas son aplicables al caso concreto aun cuando a la fecha han sido deroga-
das por expresa disposición del artículo 170 de la Ley 762 de 2002.
Saúl Uribe García
22 Colombia. Artículo 2353 del Código Civil: “El dueño de un animal es responsable de los daños causados
por el mismo animal, aún después de que se haya soltado o extraviado, salvo que la soltura, extravío o
daño no puedan imputarse a culpa del dueño o del dependiente, encargado de la guarda o servicio del
animal”.
Saúl Uribe García
26 25
CAMMAROTA. Responsabilidad Extracontractual. Nº 395 citado por José Dovo-
vsek, “Sobre los daños causados por los animales, Universidad del Salvador, Facultad
de Ciencias Jurídicas.
27 Colombia. El artículo 2354 del mismo Código, se refiere a la responsabilidad por el
daño causado por un animal fiero.
28 Colombia. Sentencia del 17 de octubre de 1951. LXX, 480.
Saúl Uribe García
Empero, ocurre que en ese momento el curso causal no se había iniciado, dado
que afuera de sus jaulas los animales, presentes su propietaria o ama, y la víctima
y su progenitor, ninguna agresión o peligro se perfiló.
Comparte la Corte, acorde con lo relacionado en precedencia, lo argumentado
por el Tribunal en la sentencia impugnada, en cuanto referenció:
“Y no se le puede exigir a la acusada CEDIEL MOLANO un actuar diligente y cui-
dadoso en su condición de garante de la fuente de riesgo, cuando el padre de la
menor, que repetimos, tenía el deber moral y legal de impedir que su hija pudiera
sufrir un daño o que un tercero se lo causara, la envía sola a más de 260 metros de
distancia de la casa de la finca donde pudiera ser protegida, según se estableció
en diligencia de inspección judicial realizada al inmueble rural donde ocurrió la
tragedia, haciendo aún más ostensible la ausencia de esa relación material que
debe existir entre garantido y garante.
Se explica así la determinación tomada en el fallo materia de impugnación, don-
de se comparte la infracción al deber objetivo de cuidado en su condición de
garantes de la fuente de riesgo, entre la propietaria de los animales y el padre de
la obitada, decisión que se debe desatender parcialmente puesto que, se insiste,
esa exigencia requerida en el agente para derivar un comportamiento en la moda-
lidad culposa según el artículo 23 del Código Penal –violación al deber objetivo de
cuidado-, se vio menoscabada por la falta de diligencia y cuidado exigida a Henry
Enrique Calderón, ante su actitud negligente asumida desde el momento mismo
822 en que visitó el fundo el día de autos, haciéndose más ostensible al retirarse con
su hija acompañada de los perros que sabía eran furiosos, acrecentada por un acto
de irresponsabilidad en el momento en que la envía sola a un lugar distante con
el pretexto de que cerrara una puerta, sin detenerse a pensar los peligros que la
niña corriera atendida sus escasos nueve años de edad por los que atravesaba en
ese entonces”.
Desde luego, para la Corte no se trata de que la condición de garante de la pro-
cesada haya sido matizada o disminuida en razón de la intervención del padre de
la víctima, sino que por ocasión de esa asunción del riesgo, desapareció el deber
de garante de la acusada, en lo que al ámbito penal corresponde”.
Saúl Uribe García
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