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RUDOLPH STEINER

Rudolph Steiner (1881-925), elaboró más de 1,100 dibujos en pizarras que utilizó como
material para sus conferencias. Cada una se refiere a un concepto de su compleja filosofía en
la que el pensamiento es un órgano de percepción al igual que el ojo y el oído. Del mismo
modo que el ojo percibe colores y el oído sonidos, así el pensamiento percibe ideas. Cada una
de estas pizarras describe los contornos y las líneas del desarrollo de sus ideas. Los colores y
las formas que aparecen crean un vocabulario que está más allá de las palabras. Son las
siluetas de lo que se puede llegar a decir o percibir del mundo material o aparente.

Para Rudolph Steiner, cuyas ideas fueron decisivas para los artistas como Kandinsky,
Mondrian y Beuys, el dibujo formaba parte de un proceso de conocimiento. El dibujo
reproduce las manifestaciones efímeras, móviles del mundo espiritual, en recordarlas y
transformarlas en ideas. “Tengo la costumbre de formular casi todo lo que se me presenta en
el mundo espiritual, con el lápiz, en la mano, ya sea en palabras o en dibujos cualquiera. De
este modo he llenado infinidad de cuadernos de notas. Nunca más las he vuelto a mirar.
Fueron necesarias para unir con todo mi ser, aquello que es investigado en el espíritu, de
manera que sea captado únicamente con la cabeza, para ser transmitido en palabras, sino
vivenciando con toda la entidad humana”.

En otra ocasión Steiner habla de que sólo le es posible trasladar las vivencias en lo espiritual
a las formas usuales del lenguaje, e incorporarlas así a la memoria “anotando algunos trazos
o palabras, de manera que no sólo participe ello la cabeza, sino todos los demás sistemas
orgánicos”. Pues no sólo pensamos con la cabeza, sino también con los dedos de las manos y
de los pies.

Las imágenes que aparecen junto a las palabras se añaden al mundo y establecen el
equilibrio entre lo infinitivamente lejano y el cuerpo, entre el espíritu y las ideas que de algún
modo no podrían decirse. Más que palabras e imágenes se describen procesos como el
espíritu toma forma.

De lo demás, depende de la imaginación lograr que la realidad suceda, que las ideas se
incorporen en la intimidad de la palabra. Al vencer la distancia entre el mundo de “afuera”,
como se concibe generalmente la imagen y la palabra, a través del pensamiento, sucede el
encuentro entre el yo y el mundo. El dibujo predice la palabra y la palabra anticipa la
conciencia. En este proceso, el arte forma parte esencial en el proceso epistemológico. “Aquel
que habla a partir de esas imaginaciones, las tiene delante de sí, como si escribiera. Sólo que
no escribe en los caracteres cruelmente abstractos que componen nuestra escritura, sino que
escribe en imágenes cósmicas”.

La característica más importante de la antroposofía es su permeabilidad, su capacidad de


reunir las principales ideas de la filosofía, la religión, las ciencias naturales con el fin de
establecer un equilibrio en el hombre y el cosmos. fuerza mediadora entre la filosofía, las
ciencias naturales, entre el ser humano y el cosmos, entre el arte y la vida. Pero también la
cuestión social, la política, la economía forman parte del ideario de Steiner. Con respecto al
arte, alguna vez explicó la función mediadora de la antroposofía en los siguientes términos:
“Yo creo que eso justamente va a ser significativo en la evolución futura de la ciencia
espiritual: que el querer comprender el arte, ella misma querrá crear en arte de la
comprensión, querrá plasmar el trabajo, la actividad en ideas, con figuratividad, con realidad,
pudiendo entonces aproximar lo artístico aquello que hoy tenemos como ciencia árida y
abstracta”.
El gran mérito de Steiner fue, según Joseph Beuys, uno de sus más destacados precursores,
“no haber ‘inventado’ nada sino (¡sólo!) el haber expuesto, a partir de una percepción
infinitamente incrementada, aquello que es el mayor anhelo del ser humano, aun cuando no lo
sabe todavía”.

La antroposofía pone, como lo hará Beuys después, al arte en el centro de toda actividad
humana, la que le da sentido y valor a todo lo que hacemos en el ámbito social, económico, o
político. De ahí desarrollará Beuys su teoría del arte ampliado y de la escultura social.
La imagen pone de manifiesto que no hay ninguna garantía para la completa elocuencia del
lenguaje. Es señal de una porción de vacío, que es propia de todo pensar, de toda verdad.
Pero tampoco la imagen puede pretender ser totalmente elocuente; en cambio es capaz de
poner en libertad algo que se encuentra atrasado en sí mismo, atrapado entre forma y función.

Al ver estas pizarras, nos da la sensación que aparecen de repente. Las palabras y las
imágenes surgen de la nada. Son luces que aparecen en la oscuridad. Sus ideas y sus
figuraciones hechas de colores iluminan las pizarras a la manera de centellas y estrellas
en medio de la noche.

En el encuentro entre la luz y la oscuridad se da la conciencia de imágenes que se tiene que


desarrollar. Se debe cuidar siempre el equilibrio entre la luz y la oscuridad ya que, si uno de
los dos perfora al otro, lo penetra en demasía, es causa de enfermedades, así por ejemplo si
se perfora lo etérico se puede perforar el aura.

A medida que la luz avanza, la oscuridad desaparece y surgen los colores. Al mirar a nuestro
alrededor todo es color, cada acontecimiento en nuestro mundo exterior es color. Podemos
encontrar las cualidades de la luz, la oscuridad y el color presentes siempre en nuestro mundo
exterior y en nuestro mundo interior y siempre están en constante movimiento, cambiando,
remodelándose.

Se trata de la “noche del mundo”, según palabras de Hegel pues “el ser humano es esa
noche, esa nada vacía, que contiene toda su simplicidad, un tesoro infinito de conceptos,
imágenes de los cuales ninguno le viene a la mente en el momento, que no son en calidad de
presentes. Esa es la noche el interior de la naturaleza, que existe aquí-sí-mismo puro que
extiende frente a nosotros la noche del mundo”.

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