El propósito de este tema es de profundizar desde la Revelación y la razón, que en esto
consiste la ciencia teológica, el misterio más profundo de Dios, podemos decir, como su identidad. Que Dios es uno y que su esencia es el amor (1 Jn 4, 8.16). Que esa esencia es una pero a la vez no es solitaria. Dios mismo se ha revelado como Trinidad. Un único Dios en tres personas. Si Dios se revela así es porque así es él. Lo que nos toca en este curso es profundizar en este misterio y desde la teología poder ir más allá de este misterio y buscar comprender quién es Dios y su plan de salvación. Además lo que es Dios y hace no nos puede resultar lejano o como si eso no tuviera nada que ver conmigo. Siempre el misterio de Dios ilumina el misterio del hombre y le manifiesta su vocación más alta, que es la de participar con Dios para siempre en su divinidad (Gaudium et Spes 22). Vamos a ver qué dice la revelación, es decir, qué dice Dios de sí mismo. Tanto en la Sagrada Escritura como en la Sagrada Tradición; y todo esto con la ayuda del Magisterio de la Iglesia que nos ayuda a profundizar sin error lo que Dios nos llama a creer y vivir. En la Sagrada Escritura, que es palabra de Dios escrita inspirada por el Espíritu Santo, nos hace referencias en el Antiguo Testamento de citas que desde Cristo, la plenitud de la revelación por ser la segunda persona de la Santísima Trinidad, podemos comprender. Pero es desde el Nuevo Testamento, como esta revelación pedagógica que Dios va haciendo con su pueblo Israel, de pasar de ser un pueblo politeísta a monoteísta; y que luego manteniéndose monoteísta pueda también ser uno en su naturaleza o esencia y triple en personas. Procuraremos entrar más en el misterio de cada una de las personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así como su procedencia y misiones desde la eternidad (no de la naturaleza o esencia sino de las personas divinas). A esto le llamamos las acciones de Dios hacia adentro de la Trinidad (ad intra, en latín). Luego explicaremos las acciones hacia afuera de la Trinidad (ad extra, en latín). Si la fuente de lo que somos y hacemos, de lo que soy, tiene su raíz e historia en Dios. No puede resultarme indiferente para mi propia comprensión y existencia que Dios sea uno y sobretodo trino. Cuando uno no sabe quién es, ni su historia, no podrá entender su futuro; su razón de ser ahora y en adelante. Al ser Dios uno y trino tiene alcances en mi vida cotidiana y en mi propia comprensión. Dios no es solitario, es una comunidad, una comunidad de vida y de amor. Es una permanente comunidad, familia podríamos decir, de permanente: entrega, apertura y acogida. Estas tres palabras elevadas al máximo en Dios nos invita a vislumbrar la grandeza de lo que es el amor. El hombre no ha sido creado para vivir solo, tiene una sed de comunión de encuentro, de amistad, de solidaridad que no se la ha inventado. Esta hambre está enraizada en nuestro ser. Solamente Dios es el único que puede saciar esa hambre y sed de comunión infinita que tenemos porque sólo Dios infinito es capaz de saciar lo infinito que hay en mí. La soledad no nos realiza, es en la comunión con Dios y con los demás en los que me despliego y arraigo. La Trinidad, cada persona de la Santísima Trinidad, tiene inteligencia, voluntad y libertad. Nuestro ser persona tiene su imagen en aquel que es su fuente, Dios. En estos dos últimos párrafos hemos querido resaltar dos elementos esenciales que son parte de nuestra naturaleza humana; nuestro ser persona y la llamada a vivir en comunión y amistad en mis cuatro relaciones fundamentales: primero con Dios, segundo conmigo mismo, tercero con los demás y cuarto con todo lo demás que ha sido creado. Ser para el encuentro, ser para la comunión y la solidaridad, es en el otro (Dios y en el que veo) ocasión para amar y ser amado. Esto último lo veremos más en la parte de Dios Creador y luego como con la caída, el pecado original, se trastoca y distorsiona nuestra llamada al encuentro y comunión en nuestras cuatro relaciones pero frustra fundamentalmente mi relación de amor y amistad con Dios, fuente de todas nuestras relaciones.