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MAESTRÍA EN LINGÜÍSTICA

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Universidad Nacional de La Plata

SEMINARIO CURRICULAR
SOCIOLINGÜÍSTICA
UNIDAD 1:
DE LA FICCIÓN DE HOMOGENEIDAD A LA
VARIABILIDAD INHERENTE

YOLANDA HIPPERDINGER
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SUR-CONICET
Contenidos de la Unidad 1:
 Ferdinand de Saussure y la lingüística moderna
 Lengua versus lenguaje
 Lengua versus habla
 El requisito de homogeneidad
 Los precedentes: la lingüística del siglo XIX, o la diversificación en foco
 El descriptivismo norteamericano
 Los hábitos lingüísticos y la conducta verbal
 La productividad como combinación
 La “revolución chomskyana”
 Lengua-I y Gramática Universal
 Competencia versus actuación
 Contra la ficción de homogeneidad
 Los inicios de la sociolingüística: aportes pioneros
 La variabilidad inherente
 Para concluir: anticipación de la Unidad 2
 Referencias bibliográficas
Ferdinand de Saussure y la lingüística moderna
 Si hay un hito insoslayable en cualquier revisión historiográfica relativa al
desenvolvimiento de la lingüística como disciplina, ese hito es la publicación, a
principios del siglo XX, de una obra tan extraordinariamente influyente como atípica en
su elaboración: el Cours de Linguistique Générale (1916) de Ferdinand de Saussure.
 El libro, publicado póstumamente, fue el producto del trabajo de recopilación y
organización que realizaron dos de sus discípulos, Charles Bally y Albert Sechehaye, de
las notas de clase de varios de los estudiantes que asistieron al curso que, sobre
lingüística general, dictó de Saussure en la Université de Genève en tres oportunidades
consecutivas (1906-1907, 1908-1909, 1910-1911).
 El éxito de la obra fue inmediato y su influencia –de una envergadura tan llamativa que
se la sigue estudiando hasta hoy (v. e.g. Tordera Yllescas 2017)– fue decisiva para la
circunscripción del campo de la lingüística y su consagración como disciplina científica,
según las exigencias positivistas de la época: para ser considerada una ciencia según
los criterios por entonces dominantes, la lingüística debía poder reclamar un OBJETO DE
ESTUDIO que le fuese EXCLUSIVO, y lo alcanzó de la mano del Cours de Linguistique
Générale. Ese objeto PROPIO por cuya adopción la lingüística podía volverse científica
fue, según la exitosa propuesta saussureana, la lengua (langue): un objeto
estrictamente delimitable, a diferencia del “multiforme y heteróclito” lenguaje
(langage).
Lengua versus lenguaje
Otras ciencias operan con objetos dados de antemano y que se pueden considerar en seguida desde
diferentes puntos de vista. No es así en la lingüística. [...]
[...] [D]e cualquier lado que se mire la cuestión, en ninguna parte se nos ofrece entero el objeto de la
lingüística. Por todas partes topamos con este dilema: o bien nos aplicamos a un solo lado de cada
problema, [...] o bien, si estudiamos el lenguaje por muchos lados a la vez, el objeto de la lingüística se nos
ofrece como un montón confuso de cosas heterogéneas y sin trabazón. Cuando se procede así es cuando
se abre la puerta a muchas ciencias –psicología, antropología, gramática normativa, filología, etc.–, que
nosotros separamos distintamente de la lingüística, pero que [...] podrían reclamar el lenguaje como uno de
sus objetos.
A nuestro parecer, no hay más que una solución para todas estas dificultades: hay que colocarse desde el
primer momento en el terreno de la lengua y tomarla como norma de todas las otras manifestaciones del
lenguaje. En efecto, [...] la lengua parece ser lo único susceptible de definición autónoma [...].
Pero ¿qué es la lengua? Para nosotros, la lengua no se confunde con el lenguaje: la lengua no es más que
una determinada parte del lenguaje, aunque esencial. Es a la vez un producto social de la facultad del
lenguaje y un conjunto de convenciones necesarias adoptadas por el cuerpo social para permitir el
ejercicio de esa facultad en los individuos. Tomado en su conjunto, el lenguaje es multiforme y heteróclito; a
caballo en diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual
y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos, porque no se
sabe cómo desembrollar su unidad.
La lengua, por el contrario, es una totalidad en sí y un principio de clasificación. En cuanto le damos el
primer lugar entre los hechos de lenguaje, introducimos un orden natural en un conjunto que no se presta a
ninguna otra clasificación. (Saussure 1979 [1916]: 49-51)
Lengua versus habla
 Más allá de ciertas inconsistencias que pueden atribuirse al peculiar proceso de
confección del libro (v. e.g. Casteleiro Oliveros 2000: 31ss.), la concepción que de la
lengua tenía de Saussure puede sintetizarse del siguiente modo: la lengua es el sistema
de carácter abstracto, constituido por signos lingüísticos, que posibilita la
comunicación por ser socialmente compartido.
 La puesta en uso de ese sistema ya no tiene carácter ni abstracto ni social: la puesta
en uso es, en cambio, concreta e individual. De Saussure llamó habla (parole) a esa
“aplicación” del sistema lingüístico.
 Del mismo modo en que el lenguaje no podía ser, desde la perspectiva del maestro
ginebrino, un objeto de estudio idóneo para la lingüística, tampoco podía serlo el
habla, dada su atomización en “infinitos” hechos particulares.

 En la diapositiva siguiente se presenta una tabla que sintetiza las diferencias entre la
lengua y el habla saussureanas, que reproduce (con alguna simplificación, para
ajustarla a nuestros fines actuales) la elaborada por José María Gil (2001: 18).
LENGUA HABLA

La parte social y esencial del lenguaje. La parte puramente individual y por eso
accesoria del lenguaje.
Sistema registrado pasivamente en la Acto “voluntario” de la inteligencia del
mente de los individuos. sujeto hablante que, en situaciones
concretas, hace uso del sistema.
Objeto bien definido en el contexto de Al deslindar la lengua de los hechos
los heterogéneos hechos del lenguaje heterogéneos del lenguaje, el habla es
precisamente esa heterogeneidad.
Objeto que se puede estudiar Debido a su heterogeneidad, no es
separadamente debido a su naturaleza posible definirla como objeto de estudio.
de sistema. Es, en definitiva, el objeto de
estudio de la lingüística.

Su carácter es homogéneo: constituye Es el uso del sistema, no el sistema mismo.


un sistema de signos.
Es social pero está en todos y cada uno Es individual pero se realiza en los
de los individuos. intercambios de habla “sociales”.
El requisito de homogeneidad

 Para de Saussure y para los numerosos coetáneos y continuadores que erigieron el


Cours en la obra referencial que conocemos, considerada el inicio de la lingüística
moderna, el requisito de idoneidad por antonomasia del (posible) objeto de estudio
fue, así, la homogeneidad.
 Como consecuencia de la idea de que solamente lo homogéneo puede
delimitarse y estudiarse científicamente, la lengua saussureana quedó
caracterizada como un objeto homogéneo: un sistema abstracto compuesto por
signos lingüísticos, entendidos como acuñaciones sociales de asociaciones
arbitrarias de significado y significante, que se suponen entre sí en su coexistencia
sincrónica, ya que cada uno es lo que los demás no son; este valor que cada signo
adquiere en el marco de un conjunto ordenado de relaciones vuelve reconocibles
los límites del sistema, que por lo tanto puede circunscribirse para su estudio o, lo
que es igual, volverse objeto de estudio.
 En la propuesta saussureana, la aludida noción de valor es lo que vincula el
carácter abstracto o formal atribuido a la lengua con la afirmación simultánea de
su naturaleza social (v. Haßler 2006: 100): una lengua es una red de relaciones
entre elementos diferentes, instituida para servir a fines comunicativos.
 Desde esta perspectiva, así, es el acuerdo social lo que da origen al sistema
formal, que puede ser formal justamente por la arbitrariedad misma en la que el
acuerdo se basa.
 Con esto último se vincula, además, la concepción de una inmutabilidad
sincrónica: según de Saussure, las lenguas son “instituciones que, precisamente por
su carácter profundamente arbitrario, sólo pueden cambiar lentamente” (Bustos
Guadaño 2013: § 7.10).
 Resumiendo (y simplificando, quizá abusivamente): la lengua saussureana es un
sistema formal; ha sido instituido, pero las consideraciones sociohistóricas (que
incluyen esta institucionalización) no son requeridas para el estudio del sistema,
definido como una red intangible de relaciones entre elementos sincrónicamente
coexistentes cuya “trabazón” asegura la estabilidad del sistema.
 Esa estructura (término este, sinónimo de sistema, ya no saussureano pero sí central
para el desarrollo ulterior) será entonces el objeto de estudio del estructuralismo.
Los precedentes: la lingüística del siglo XIX,
o la diversificación en foco
 El interés propiamente lingüístico se había autonomizado ya de otras ramas del saber (sobre
todo, de la filosofía) e incluso de la preceptiva (a la que por siglos había estado subordinado)
algo más de un siglo antes de la publicación del Cours de Linguistique Générale.
En 1786 un juez inglés, sir William Jones, de servicio en el Tribunal Supremo de Calcuta, hizo
un descubrimiento extraordinario. Orientalista aficionado antes de iniciar sus estudios de
Derecho, desde su llegada a Calcuta en 1783 había reanudado su estudio del sánscrito, la
lengua de los textos literarios y religiosos más antiguos de la India, muchos de ellos del siglo
IV al VI d.C., cuando el sánscrito había dejado de ser una lengua hablada para convertirse
meramente en una lengua académica y culta, como el latín en Occidente durante el
Renacimiento. En su “Discurso con ocasión del tercer aniversario” pronunciado en la
Sociedad Asiática de Bengala, hizo una breve referencia a algo que él había observado y
que puede considerarse el punto de partida de todos los estudios de lingüística histórica, y
especialmente de los indoeuropeos:
La lengua sánscrita, sea cual fuere su antigüedad, posee una estructura maravillosa, más perfecta que el
griego, más rica que el latín, y más exquisitamente refinada que ambos, pero mantiene al mismo tiempo con
ambas lenguas, tanto por lo que se refiere a las raíces de los verbos como a las formas gramaticales, una
afinidad más fuerte que la que se hubiera podido quizá producir por mero accidente. Tan fuerte que ningún
filólogo podría analizar las tres lenguas sin llegar a la convicción de que proceden de una misma fuente, que
quizá ya no exista.
(Renfrew 1990: 17)
 El “descubrimiento del sánscrito” (como suele ser llamado el aporte que recién
mencionamos) tuvo una gran repercusión en el ámbito científico europeo de la época,
permeado ya por difundidas ideas, precursoras del Romanticismo –como las de Wilhelm
von Humboldt–, que predisponían a reconocer la diversidad en los fenómenos culturales
y lingüísticos frente a la decidida tendencia universalista de la Ilustración, y a buscar su
causa ya no en invariantes sino, por el contrario, en las peculiaridades históricas, situadas
y contextualizadas: “hacia finales del siglo XVIII se desencadenó un general descontento
frente a las argumentaciones a priori y llamadas «lógicas», y una predilección por el
razonamiento histórico” (Lyons 1971: 23; el resaltado es nuestro).
 Sobre la base de ese “éxito” y de las múltiples investigaciones que procuraron replicarlo,
la tendencia que historiográficamente da unidad al conjunto de las indagaciones
lingüísticas occidentales del siglo XIX quedó asociada al impulso historicista: los estudiosos
del siglo XIX se dedicaron, básicamente, a la comparación entre lenguas mediante la
identificación, en el caso de detectarse formas cognadas, de las genealógicamente
precedentes –lo cual abarcó incluso, en ausencia de testimonios disponibles, la
hipotetización de protoformas–, con el objetivo común de reconstruir la génesis de la
diversificación de las lenguas del mundo –incluyendo la reconstrucción de lenguas no
testimoniadas y, con un optimismo que tardó mucho en perderse, aun la de una
supuesta “lengua primigenia” (v. Hockett 1982 [1960]: 5)–).
 Los desarrollos históricos de la lingüística del siglo XIX se desplegaron en dos ciclos: uno en
la primera mitad del siglo, en consonancia con el Romanticismo y sus derivaciones
nacionalistas, y otro en la segunda mitad, influido por la publicación de On the Origin of
Species by Means of Natural Selection (1859) y el impacto de las “leyes” de la evolución
darwiniana.
 No obstante, y con independencia de las diferencias que pueden señalarse entre los
llamados “primer comparatismo” (de orientación culturalista y filiación romántica) y
“segundo comparatismo” (de orientación naturalista e inspiración darwiniana), todo el
período extendido entre la comunicación del hallazgo de Sir William Jones y la
publicación del Cours de Linguistique Générale estuvo prioritariamente dedicado a
ordenar genealógicamente la diversidad (inter)lingüística, resultante de la dispersión de
hablantes de un lengua que, con el paso del tiempo, desarrollaron variedades diferentes
en localizaciones diferentes.
 Dicho de otro modo: la lingüística del siglo XIX se refiere casi siempre como histórica,
invocando su interés más constante, pero ese interés no se limitó a la diacronía, sino que
se extendió también a la diatopía. Con ello se relaciona el desarrollo subsecuente de la
“geografía lingüística” y, en particular, la acumulación de datos diatópicos que llevó a la
publicación, en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, de importantes atlas
lingüísticos, entre los que se cuentan el Sprachatlas des deutschen Reichs (1888-1923), de
Georg Wenker, y el Atlas linguistique de la France (1902-1910) de Gilliéron y Edmont.
 Las diferencias de Ferdinand de Saussure con la tradición académica inmediatamente
precedente pasaron sobre todo por la cuestión epistemológica a la que nos referimos al
principio: la ausencia de un objeto claramente delimitado y autónomo. La lengua fue la
“solución” propuesta por de Saussure, y esa decisión (la de poner en el centro de la
atención un sistema) lo condujo a priorizar la descripción sincrónica.
 Consiguientemente, la diversificación diacrónica quedó fuera de las prioridades de la
lingüística moderna inaugurada por de Saussure (de hecho, el interés por la diacronía
tardaría en recuperar un lugar de relevancia, como más adelante lo comentaremos), y la
diversidad diatópica tampoco fue un foco de la atención estructuralista, al menos en
cuanto tal: cada sistema pasó a ser estudiado en sí mismo y por sí mismo, lo que
subalternizó los intereses precedentes por su comparación y (salvo excepciones, a algunas
de las cuales nos referiremos también más adelante) separó a los distintos sistemas no
solamente entre sí sino también de sus entornos, condiciones y usos.
 Estos últimos, en particular, fueron “relegados” al habla, entendida como puesta en
ejercicio de la lengua. Paradójicamente, así, los aspectos y empleos sociales de un objeto
de estudio caracterizado como social quedaron distinguidos de él. Es por esto que puede
comprenderse una crítica frecuente al estructuralismo: la de que la lingüística de la langue
eligió, más que un objeto de estudio homogéneo, homogeneizar el objeto de estudio.
El descriptivismo norteamericano
 De entre las diversas vertientes del estructuralismo (entre cuyas “escuelas” europeas
sobresalen el Círculo Lingüístico de Praga, con miembros de contribuciones tan
relevantes como Nikolai Trubetzkoy y Roman Jakobson, el Círculo Lingüístico de
Copenhague fundado por Luois Hjelmslev y el llamado “funcionalismo francés”,
referenciado en André Martinet), una en particular (y no europea) tuvo un rol central en
el derrotero de la lingüística como disciplina, porque sirvió de plataforma de contraste
para el surgimiento del segundo de los grandes enfoques de la lingüística moderna. Nos
referimos al llamado “estructuralismo norteamericano”, de orientación descriptivista, en
oposición al cual fue pergeñada la lingüística generativa.
 Esa corriente de estudios tuvo su inicio a finales del siglo XIX, cuando el “padre de la
antropología norteamericana”, Franz Boas, asumió la tarea de registrar y describir
numerosas lenguas indígenas que estaban en proceso de desplazamiento. Su propio
trabajo y el de sus discípulos dio lugar al llamado descriptivismo, impulsado por el
objetivo de efectuar una descripción apropiada de lenguas diferentes de las
(indo)europeas que no quedase “atada” a los abordajes de estas últimas: una
descripción de cada lengua per se. La confluencia con el estructuralismo quedó
pergeñada por ese objetivo.
 La célebre obra de Boas (1911) inauguró, además, una fructífera “lingüística
antropológica” de amplios aportes que, entre los más referenciales, incluyó la llamada
“hipótesis del relativismo lingüístico” (v. e.g. Escalera Narváez 2012) elaborada por
Edward Sapir, discípulo de Boas, y Benjamin Lee Whorf, discípulo de Sapir.
 El descriptivismo desarrollado en el ámbito académico norteamericano convergió
tempranamente con otro exitoso desarrollo científico “local” estadounidense, operado
desde el campo (próximo) de la psicología: el conductismo (behaviorism),
formalmente iniciado por un artículo de John Watson (1913), comúnmente
considerado un manifiesto. Esa corriente llevaría la delantera por décadas en los
estudios psicológicos, y sociales en general, en el nuevo epicentro occidental de la
producción científica.
 El conductismo se planteó constitutivamente problemas epistemológicos similares,
para la psicología, a los que antes comentamos en relación con de Saussure: también
se trató –si bien no solamente– del objeto de estudio. Para el conductismo, el objeto
de estudio de la psicología no podía ser otro que la conducta que le dio nombre: el
único objeto posible de carácter observable (v. e.g. Pozo 2006: 25ss.).
 Desde la perspectiva conductista, los seres humanos nacemos como “tablas rasas”:
para elaborar lo que llega a ser nuestro conocimiento, solamente disponemos de
mecanismos asociativos y de los estímulos ambientales a los que estamos expuestos; el
entorno es central porque no solo provee los estímulos: también provee el refuerzo
social para estabilizar ciertas respuestas (cuando el refuerzo es positivo) y descartar
otras (cuando es negativo).
 La conducta, pivote del enfoque, queda conceptualizada como hábito: una
determinada conducta consiste en la habitualización, debida a un refuerzo social
positivo, de una respuesta asociada a un estímulo.
 El influjo de esta corriente psicológica sobre la lingüística norteamericana de la primera
mitad del siglo XX fue enorme. Se lo puede ver, por ejemplo, en producciones de los
autores que elaboraron la anteriormente mencionda “hipótesis Sapir-Whorf”.

[...] [L]a facultad de caminar es una actividad humana general, que no varía sino dentro de
límites muy circunscritos, según los individuos. Su variabilidad es involuntaria y sin finalidad
alguna. El habla es una actividad humana que varía sin límites precisos en los distintos grupos
sociales, porque es una herencia puramente histórica del grupo, producto de un hábito social
mantenido durante largo tiempo. [...] El caminar es una función orgánica, una función
instintiva [...] ; el habla es una función no instintiva, una función adquirida, “cultural”. (Sapir
1977 [1921]: 10; el resaltado es nuestro)
Una categoría como la el número (singular vs plural) es un intento de interpretar todo un gran
sector de experiencia, virtualmente todo el mundo o la naturaleza; es un intento de
demostrar cómo debe segmentarse la experiencia, cuál experiencia debe llamarse “una” y
cuál “varias”.
Pero la dificultad para apreciar la magnitud de la influencia es grande a causa de su
carácter de trasfondo, y de la dificultad de permanecer fuera de nuestro propio idioma que
es un hábito [...]. Tendemos a pensar en nuestra propia lengua para examinar la lengua
exótica. (Whorf 1974 [1941]: 128-129; el resaltado es nuestro)
Los hábitos lingüísticos y la conducta verbal
 Como lo muestran los extractos consignados en la diapositiva anterior, el “habla” o el
“idioma” son considerados hábitos: los autores entienden que las formas lingüísticas
que posibilitan la comunicación han sido institucionalizadas y transmitidas de modo
tradicional, y que nada natural hay en ese proceso (volveremos sobre esta cuestión).
 Un posicionamiento aún más explícito de un descriptivista, en cuanto a la relación
entre lengua y hábito, es la de Charles Hockett (1976 [1958]), quien entendió la lengua
como un sistema complejo de hábitos.
 Charles Hockett fue un continuador muy destacado de Leonard Bloomfield,
representante principal de la vertiente más típicamente estructuralista del
descriptivismo norteamericano. Sin ser del todo ajeno a los intereses antropológicos
fundacionales, el eje de las preocupaciones científicas de Bloomfield, como puede
verse en su obra principal (Bloomfield 1933), pasó por poder describir cualquier lengua
atendiendo exclusivamente a la distribución de sus elementos (por lo que su aporte se
conoce como distribucionalismo).
 Así, si el estructuralismo “emancipa” el sistema lingüístico, el estructuralismo conductista
agrega la idea de que el sistema está constituido por hábitos: una serie ordenada de
conductas verbales. Al entender por conducta la “fijación” de la asociación de una
cierta respuesta a un cierto estímulo, además, esta corriente homologa la conducta
verbal a cualquier otra, sin concederle especificidad alguna.
La productividad como combinación
 Volviendo a Hockett, uno de sus aportes más destacados lo constituye la siempre
citada enumeración de los que consideró los rasgos fundamentales del lenguaje
humano, cuyo conjunto separaba, a su criterio, el sistema de comunicación
lingüístico de los demás sistemas de comunicación, humanos o no.
 Entre esos rasgos (de número variable en diferentes contribuciones) ubicó entre los
centrales (de modo constante) el que llamó productividad: la capacidad de decir
cosas que no han sido dichas u oídas con anterioridad, pero que aun así resultan
comprensibles para otros hablantes de la misma lengua (v. Hockett 1982 [1960]: 6).
 Ahora bien, ¿cómo es posible decir algo “nuevo” si la lengua, aprendida como
cualquier otra conducta, es una colección de hábitos? La respuesta de Hockett
equiparó productividad a combinación: el sistema de comunicación por gritos de
los gibones, por ejemplo, puede caracterizarse como cerrado; en cambio, cualquier
lengua humana constituye un sistema abierto, o “productivo”, porque “pueden
formarse nuevas emisiones reuniendo partes familiares de emisiones viejas” (ibid.; la
traducción es nuestra).
Lo que sea que un hablante diga ha de ser o bien una repetición exacta de una emisión que
ha oído antes, o bien algún producto mixto de dos o más emisiones igualmente familiares.
(Hockett 1960: 94; la traducción y el resaltado son nuestros)
La “revolución chomskyana”
 De acuerdo con lo que terminamos de exponer, cuando menos la lingüística hegemónica
norteamericana de la segunda posguerra (y nada menos que ella) parecía estar de acuerdo
en que solamente lo observable podía estudiarse y en que, consiguientemente, la lingüística
era viable como ciencia por cuanto la lengua, su objeto de estudio, podía desagregarse en
conductas, aprendidas como cualesquiera otras y habitualizadas.

 La expresión paradigmática de la concepción de que el lenguaje es reductible a conductas


verbales quedó contenida en la obra cumbre del famoso psicólogo conductista Burrhus
Skinner, Verbal Behavior (1957). En virtual simultaneidad, quedó claro también que no todos los
científicos norteamericanos de la época estaban de acuerdo: si una reseña demoledora hubo
a un libro en una revista científica, fue la que de Verbal Behavior realizó Noam Chomsky (1959).

 Chomsky había participado poco antes de la “fundación” de la psicología cognitiva en un


referencial encuentro que procuró aunar la psicología, la lingüística y la informática: el
Segundo Simposio sobre Teoría de la Información, celebrado en 1956 en el Massachusetts
Institute of Technology (v. Pozo 2006: 43). También, poco antes había dado inicio a sus
originales contribuciones académicas, fuertemente diferenciadas del curso dominante de la
lingüística de su tiempo (Chomsky 1957). La virulenta crítica de la afamada obra de Skinner dio
aun más protagonismo al joven lingüista, de cuya mano vendría el primer gran cambio sufrido
por la lingüística moderna iniciada por de Saussure: la llamada “revolución chomskyana”.
 ¿En qué se diferenció “revolucionariamente” la forma de hacer lingüística propuesta
por Chomsky de la del estructuralismo precedente, y en particular del de impronta
conductista?
 Las diferencias principales entre ambos enfoques pueden sintetizarse como sigue.
a) Según Chomsky, el objeto de estudio de la lingüística no puede ser exterior a los
individuos, como lo había asumido el conjunto del estructuralismo, sino que debe ser
interior: lo que corresponde enfocar no es lo que puede inferirse de los datos, sino el
conocimiento lingüístico del que el hablante dispone, que es lo único que hace posible
la “productividad” o –eludiendo el término usado por Hockett– la creatividad o
generatividad del lenguaje. Esta última, además, no puede equivaler a combinación si,
por ejemplo, usando los recursos de la subordinación podemos generar oraciones
indeterminablemente extensas, para las que no disponemos de modelos aprendidos.
b) La base de ese conocimiento lingüístico o competencia (competence) es, según
Chomsky, innata: como parte de la dotación biológica de la especie, los humanos
nacemos disponiendo de un mecanismo de desarrollo del lenguaje, que permite que
lleguemos a hablar en un tiempo más acotado que el que cabría suponer sobre la
base de una indefinida reiteración de la secuencia estímulo-respuesta-refuerzo; por otra
parte, constriñe fuertemente el grado de diferencia que puede haber entre las distintas
lenguas: la previsión es que las lenguas interiores de miembros de la misma especie
(esto es, procesadas –procesables– por cerebros igualmente humanos) no pueden
diferir en lo medular, por lo que las coincidencias (o universales lingüísticos) se atribuyen
a una transmisión no tradicional sino genética.
Lengua-I y Gramática Universal
 El estructuralismo no exploró de un modo regular la relación entre la lengua y la
sociedad, pero la lengua fue definida siempre invocando una matriz social; en
cambio, la centralidad de la “lengua interiorizada” o “lengua-I” en la perspectiva
chomskyana, secundarizando la “lengua exteriorizada” o “lengua-E”, desvinculó de
esa matriz el objeto de estudio. Por ello, si para de Saussure la lingüística, como
ciencia de los signos lingüísticos, formaba parte de la semiología (o ciencia de los
signos), para Chomsky la lingüística, ocupada del conocimiento lingüístico, forma
parte de la psicología cognitiva y, en último término, de la biología.
 Tanto para dar cuenta de la rapidez y uniformidad intersubjetiva (e interlingüística)
con que los niños llegan a hablar, por un lado, como para dar cuenta de las
llamativas coincidencias entre lenguas diferentes, resulta necesario para Chomsky
suponer la existencia de una Gramática Universal (GU): un programa biológico
innato, que por un lado prefigura el desarrollo lingüístico individual y, por otro lado,
limita el rango de diferenciación entre las lenguas-E. La teoría lingüística, por lo
tanto, debe ocuparse centralmente de la GU.
Las ideas de Chomsky, que rápidamente contaron con una gran cantidad
de seguidores (y que continúan siendo trabajadas y ajustadas hasta hoy, sin
que su “núcleo duro” se haya modificado), fueron “revolucionarias” en varios
sentidos:
 a) Para Chomsky, si la lingüística pretende ser una ciencia no puede limitarse
a cumplir propósitos descriptivos: la teoría lingüística debe ser explicativa, y la
postulación de la existencia de la GU es el “corazón” de esa explicación.
 b) La investigación relacionada con la GU no puede sino ser hipotético-
deductiva, con posibles pruebas experimentales; no es posible, en cambio,
operar inductivamente, por generalización.
La línea divisoria con el trabajo precedente, así, quedó trazada con enorme
claridad.
Competencia versus actuación
Sin embargo, entre el estructuralismo y la lingüística generativa de Chomsky
puede trazarse también cuando menos una semejanza importante:
 a) las diferentes “escuelas” estructuralistas sostuvieron la fundamental
distinción saussureana entre la lengua (social, homogénea, abstracta: el
sistema) y el habla (individual, heterogénea, concreta: el uso del sistema);
 b) Chomsky también propuso una dicotomía: distinguió la competencia (el
conocimiento que el hablante-oyente tiene de su lengua) de la actuación
(performance), entendiendo por actuación el uso que el hablante-oyente
hace de su competencia).
Con independencia de las diferencias que podrían señalarse, resulta evidente
la semejanza en la separación entre la lengua o competencia y el uso. Y no
solamente el uso está deslindado: está subordinado. Aunque no se niega el
eventual interés de su estudio, en ninguno de ambos casos le corresponde la
prelación: el acuerdo social sobre la lengua precede a (y posibilita) las
realizaciones lingüísticas concretas en la visión saussureana, y el conocimiento
lingüístico del hablante-oyente precede a (y posibilita) su actuación individual,
en la perspectiva chomskyana.
Hacemos, pues, una distinción fundamental entre COMPETENCIA (el conocimiento que el
hablante-oyente tiene de su lengua) y ACTUACIÓN (el uso real de la lengua en
situaciones concretas). […] Para el lingüista, como para el niño que está aprendiendo la
lengua, el problema es determinar con los datos del uso el sistema de reglas subyacente
que el hablante-oyente domina y del que se vale en la actuación concreta. De ahí que,
en sentido técnico, la teoría lingüística sea mentalística, ya que trata de descubrir una
realidad mental subyacente en la conducta concreta. El uso observado de la lengua o
las hipotetizadas disposiciones para responder, los hábitos y demás pueden brindar datos
respecto a la naturaleza de esta realidad mental, pero desde luego no pueden constituir
el verdadero objeto de la lingüística si ésta ha de ser una disciplina seria. La distinción que
aquí señalo [entre competencia y actuación] está relacionada con la distinción
LANGUE/PAROLE de Saussure, pero es preciso rechazar su concepto de LANGUE como
mero inventario sistemático de unidades y volver más bien a la concepción de Humboldt
de la competencia subyacente como un sistema de procesos generativos.
(Chomsky 1970 [1965]: 6)
Contra la ficción de homogeneidad
El escenario académico dominante de la lingüística moderna, así, mantuvo una
constante más allá del giro copernicano de la “revolución chomskyana”: la
subalternidad del uso lingüístico y, con ella, la de sus oportunidades y condiciones
sociales.
 Si el estructuralismo había pergeñado un objeto de estudio homogéneo, la
“revolucionaria” lingüística generativa no cambió eso: por el contrario, enfatizó la
diferencia entre la construcción epistémica y la realidad.

Lo que concierne primariamente a la teoría lingüística es un hablante-


oyente ideal, en una comunidad del todo homogénea, que sabe su
lengua perfectamente, y al que no afectan condiciones sin valor
gramatical, como son limitaciones de memoria, distracciones, cambios del
centro de atención e interés y errores (característicos o fortuitos) al aplicar
su conocimiento de la lengua al uso real.
(Chomsky 1970 [1965]: 5)
 El interés por la diversidad, no obstante, referenciado en la lingüística decimonónica,
sobrevivió a su desplazamiento de la centralidad del escenario académico y comenzó
a articular, ya desde la década de 1950 y decididamente en la de 1960, una
disconformidad con la circunscripción de los estudios lingüísticos al sistema
estructuralista o a la competencia chomskyana, que asumió la forma de un
cuestionamiento: ¿corresponde y/o es posible separar los aspectos “internamente”
lingüísticos de los sociales, cuando las lenguas solo se desarrollan y usan en sociedad?
 En otras palabras: ¿no es el deslinde y subalternización del uso un cercenamiento
apriorístico del objeto de estudio?
 Nuevas voces empezaron a hacerse oír, denunciando la ficción de homogeneidad de
las corrientes dominantes del siglo XX, para invocar conceptualizaciones del objeto de
estudio asentadas en la convicción de la inseparabilidad de “lo lingüístico” y “lo
social”, con un simultáneo diseño de nuevas estrategias de abordaje para explorar su
interdependencia (v. Bein y Hipperdinger 2020 –texto al que remitimos también para los
restantes temas del Seminario–). Fue ese multiforme conjunto de aportes disconformes,
y no un único manifiesto fundacional, lo que dio lugar al campo de estudios que hoy
conocemos como sociolingüística.
Los inicios de la sociolingüística: aportes pioneros
 Entre los aportes pioneros (como suele ser el caso), muchos podrían destacarse. Sin
embargo, y dada la restricción a la que estamos obligados, nos referiremos
solamente a unos pocos, que reiteradamente han sido identificados como tales
en diversas revisiones historiográficas.
 El primer aporte que destacaremos en tal sentido, siguiendo una secuencia
cronológica, corresponde a Uriel Weinreich. Su libro Languages in contact (1953),
que sentó las bases para la aproximación contemporánea al contacto lingüístico,
se planteó como un tratado sobre la interferencia, entendida como cualquier
“desvío” de las pautas de una lengua que, en el habla de un bilingüe, es resultado
de su familiaridad con las pautas de otra. Desde la perspectiva estructuralista
entonces en boga, Weinreich asumía que la comparación de los sistemas de dos
lenguas en contacto permitiría a los lingüistas prever las interferencias posibles. Sin
embargo (y es lo que nos interesa en particular), introdujo explícitamente un
reparo: señaló que esas previsiones, de índole “internamente” lingüística, no
siempre se verían efectivamente actualizadas y que, por lo mismo, la restricción a
lo “internamente” lingüístico no podía ser analíticamente suficiente.
The difference between American Spanish speakers who say /eu'ropa/
and those who say /ju'ropa/ on the model of English Europe, between
Yiddish speakers who say džánosajd ‘genocide’ and those who insist on
genotsíd (the Yiddishized version of the neo-Latin word) or félkermord
(a loan translation), cannot stem from the structure of the language
they speak, for they all use the same language. [...] The unequal
degrees of resistance to transfers and the preference for loan
translation over transfers are a result of complex socio-cultural factors
which are not describable in linguistic terms alone.
(Weinreich 1968 [1953]: 62; las itálicas son nuestras)

 La insuficiencia de las consideraciones formales a la que Weinreich refiere y la


necesidad de recurrir, en la búsqueda de explicaciones, a una trama de muy
diversos factores, sin limitarse a los “internamente” lingüísticos, lo ubica así en la
transición de los estudios prevalentes de cuño estructural (en los que Weinreich
había sido formado, como discípulo de André Martinet) a los que hoy
conocemos como sociolingüísticos.
 El segundo aporte central que recuperaremos corresponde a los estudios
tempranos del sociólogo británico Basil Bernstein (i.a. 1958, 1959), interesado
particularmente por cómo diferencias en los “contextos críticos de socialización”
(Halliday 1986 [1978]: 44) pueden modelar modos de hablar diferentes en los niños,
en el marco de una misma lengua, de acuerdo con la clase social a la que
pertenezcan. Su famosa distinción entre un código elaborado (que inicialmente
llamó público) y un código restringido, caracterizados por una disparidad en la
cantidad y variedad de los recursos lingüísticos implicados y ligados,
respectivamente, a distintas clases sociales (media y obrera), lo posiciona al mismo
tiempo como precursor de los estudios sociolingüísticos y como referente, más allá
de su intención expresa (v. e.g. Atkinson 2014), de una concepción de intervención
pedagógica que asumió que el “déficit” de la infancia desfavorecida debía
“compensarse” en el curso de la escolarización. Con independencia de los
avatares de la interpretación de su obra (largamente reelaborada respecto de la
cuestión que destacamos), el propósito central de Bernstein de vincular de manera
orgánica las diferencias lingüísticas con diferencias sociales constituye,
obviamente, un antecedente relevante en el establecimiento de los estudios de
que nos ocupamos.
 En el “magma” de la preocupación por una vinculación considerada inextricable
entre los aspectos lingüísticos y sociales cabe consignar también, entre los aportes
señeros, el del lingüista-sociólogo estadounidense Charles Ferguson (1959) en
relación con el tipo de coexistencia social de variedades lingüísticas con funciones
diferentes que llamó diglosia. Como puede verse incluso en un extracto tan breve
como el que sigue, el énfasis de Ferguson estuvo puesto en la relación entre modos
de hablar diferentes, distinguibles por sus características formales pero inseparables
de las situaciones de comunicación de las que cada uno emerge y en las que es
efectivamente empleado.

Diglossia is a relatively stable language situation in which, in addition to the


primary dialects of the language […], there is a very divergent, highly codified
(often grammatically more complex) superposed variety, the vehicle of a large
and respected body of written literature […], which is learned largely by formal
education and is used for most written and formal spoken purposes but is not
used by any sector of the community for ordinary conversation.
(Ferguson 1959: 336)
 Hasta una selección tan escueta como la presentada alcanza para mostrar que,
para finales de la década de 1950, la disconformidad de parte de los estudiosos
con la limitación de los estudios lingüísticos a los aspectos “internos” había ya
abierto la puerta a la indagación de la vinculación con sus oportunidades y
condiciones sociales, esto es, a una atención a las cuestiones lingüísticas que ya no
“autonomizaría” el sistema lingüístico, o su conocimiento, del uso real.
 Lo que acostumbramos llamar sociolingüística, así, no tuvo un manifiesto
fundacional como el Cours saussureano, ni la nueva corriente se propuso a sí misma
como alternativa in toto (esto es, como “revolución”) respecto de ningún estudio
precedente. Antes bien, esta rama de los estudios lingüísticos se conformó como
perspectiva diferenciada principalmente por sumatoria, y por la negativa: por
reclamar (desde múltiples ángulos) atenciones ignoradas o pospuestas y, sobre
todo, por procurar un objeto de estudio no intervenido, no homogeneizado de
manera “ficticia”.
 En el centro de estas inquietudes estuvo entonces, como es obvio, la atención a la
diversidad, pero (cabe señalarlo) ya no solamente a la que puede filiarse con el
estudio previo de la diferencia(ción) entre las lenguas sino, principalmente, a una
novedosa: la atención detenida (especializada) a las disparidades de uso al interior
de una misma lengua, que es la que resulta quizá más claramente inseparable de
los aspectos sociales en los que el uso, necesariamente, se desenvuelve.
La variabilidad inherente
 La sociolingüística, que se pergeñó en los años ’50, se consolidó en los ’60 con el
desarrollo de relevantes encuentros científicos (v. e.g. Lastra 1992: 19-20) y la
publicación de contribuciones que son de referencia obligada toda vez que se
revisa el establecimiento de esta área de estudios.
 Entre ellas corresponde destacar la de las actas del encuentro interdisciplinario
desarrollado en la Universidad de California en Los Ángeles en 1964, editadas por
William Bright en un libro titulado Sociolinguistics que se publicó dos años después.
Aun reconociendo la dificultad de precisar qué se abarcaba bajo el rótulo, Bright
(1966: 11) avanzó en ese libro un objetivo común: “The sociolinguistic’s task is then
to show the systematic covariance of linguistic structure and social structure –and
perhaps even to show a causal relationship in one direction or the other” (el
resaltado es nuestro).
 Empero, si un lugar preeminente le asigna la historiografía a alguno de los aportes
que contribuyeron a la consolidación de la sociolingüística como lineamiento en
el marco de los estudios del lenguaje, probablemente ese lugar sea el que
recurrentemente se le ha concedido al texto programático al que nos referimos
a continuación, cuya elaboración fue conducida por el mismo Weinreich y dos
de sus discípulos (uno de ellos, William Labov, de posición extraordinariamente
relevante en las décadas siguientes).
[...] [I]f a language has to be structured in order to function efficiently, how do people
continue to talk while the language changes, that is, while it passes through periods of
lessened systematicity? Alternatively, if overriding pressures do force a language to
change, and if communication is less efficient in the interim (as would deductively follow
from the theory), why have such inefficiencies not been observed in practice?
This, it seems to us, is the fundamental question with which a theory of language change
must cope. The solution, we will argue, lies in the direction of breaking down the
identification of structuredness with homogeneity. The key to a rational conception of
language change –indeed, of language itself– is the possibility of describing orderly
differentiation in a language serving a community. We will argue that nativelike
command of heterogeneous structures is not a matter of multidialectalism or "mere"
performance, but is part of unilingual linguistic competence. One of the corollaries of our
approach is that in a language serving a complex ( i.e., real) community, it is absent of
structured heterogeneity that would be dysfunctional.
(Weinreich, Labov y Herzog 1968: 100-101; las itálicas son nuestras)
 En esta nueva visión, así, la variabilidad y la sistematicidad no se excluyen
mutuamente. Por el contrario, la variabilidad es inherente al sistema lingüístico: le
es funcional, porque permite su adaptación a circunstancias diversas.
 La variabilidad sincrónica ya había sido de interés para el Círculo Lingüístico de
Praga (en especial, para Vilém Mathesius), pero no se había llegado a considerar
regular la variación (Weinreich, Labov y Herzog 1968: 167-168). El principal aporte
del texto programático comentado es, en cambio, considerar que la
heterogeneidad es intrínseca a la lengua, y que se trata de una heterogeneidad
ordenada.
 Desde esta nueva perspectiva, la clave de la estructura de la variación lingüística
es la variable lingüística, noción desarrollada por William Labov (1966) para referir
a cualquier ítem lingüístico que admite diferentes realizaciones, o variantes,
constatables en producciones de distintos hablantes, o del mismo hablante en
diferentes oportunidades. Así, por ejemplo, lo que solemos llamar “ese final” en
español puede realizarse con mayor o menor tensión articulatoria, tanto como
puede aspirarse o elidirse, sin que ello afecte el contenido referencial de lo que se
dice. La estructura de la variación, en este marco, viene dada por la covariación
de cada variable lingüística, tanto con otros elementos “internos” al sistema
lingüístico como con otros “externos”: la formalidad de la situación, el nivel
socieducacional del hablante, etc.
 El clásico artículo de Weinreich, Labov y Herzog (1968), por último, estableció
una relación directa entre la variación y el cambio lingüístico. La lingüística de
cuño saussureano había dado primacía a la descripción sincrónica,
enfrentando la tradición decimonónica, como consecuencia de su propia
conceptualización de sistema: por identificar sistema con homogeneidad, la
descripción del sistema solo podía ser sincrónica (de la coexistencia de los
elementos depende su valor); la reconstrucción diacrónica quedaba
obligatoriamente ligada, por lo tanto, a una comparación de descripciones
sincrónicas sucesivas.
 Al romperse la equiparación entre sistema y homogeneidad, por el contrario,
el cambio lingüístico pasa a entenderse en función de la variación: una forma
nueva se crea (o ingresa desde otra lengua), eventualmente coexiste y aun
compite con otra precedente, y eventualmente también una de las formas en
competencia se pierde. La variación lingüística es, así, la conditio sine qua non
del cambio: aunque no toda variación conduzca a un cambio (ya que la
variación puede permanecer estable), todo cambio supone variación.
Para concluir: anticipación de la Unidad 2

 La propuesta de Weinreich, Labov y Herzog que acabamos de comentar,


llevada adelante hasta la actualidad por William Labov, sus colaboradores y
discípulos, se constituyó en una línea central de la disciplina naciente.
 Pero otras líneas de investigación, no idénticas a esta aunque interesadas
igualmente por el estudio sistemático de la relación de la lengua y la
sociedad, y foco en el uso, se desarrollaron también desde la década de 1960
bajo el rótulo “paraguas” de sociolingüística.
 En la Unidad 2 nos ocuparemos de presentar algunas de las líneas de
investigación más destacadas y de atender a sus intereses específicos, tipos
de datos y procedimientos analíticos característicos, para ofrecer un
panorama amplio y abarcativo de esta multiforme y pujante rama de los
estudios del lenguaje, cuyo “nacimiento” acabamos de ubicar, en esta
Unidad, en el entramado de la evolución de esos estudios.
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