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Participacion Ciudadana
Participacion Ciudadana
ISSN: 1315-9984
rvgluz@yahoo.es
Universidad del Zulia
Venezuela
Ochman, Marta
Sociedad civil y participación ciudadana
Revista Venezolana de Gerencia, vol. 9, núm. 27, julio-septiembre, 2004, pp. 473-489
Universidad del Zulia
Maracaibo, Venezuela
Resumen
Las teorías recientes de la gobernanza consideran la participación ciudadana como elemento
indispensable para un buen gobierno. Sin embargo, pocos estudios todavía se centran en la calidad y
eficiencia de ésta, al mismo tiempo que no faltan pruebas del efecto desestabilizador que la sociedad
civil puede tener sobre el gobierno. El objetivo de este trabajo es proponer una delimitación teórica
entre el concepto de ciudadanía y de sociedad civil. Dada la complejidad del tema, el análisis retoma
los núcleos semánticos de ambos conceptos, sin considerar todos los significados acumulados a tra-
vés de la evolución histórica de los campos de estudio. La metodología consistió en el análisis en do-
cumentos que permitieron reflexionar sobre los espacios teóricos compartidos/exclusivos de estos
conceptos-, este trabajo se limita a dos ejes: los derechos y la participación. Se retoman las concep-
tualizaciones de la ciudadanía que aspiran a incorporar el pluralismo como parte constitutiva del con-
cepto, al mismo tiempo que enfatizan la dimensión de participación sobre el disfrute de derechos,
principalmente las reflexiones de Jürgen Habermas sobre la opinión pública y la propuesta de la ciu-
dadanía plural de Michael Walter. Se concluye que es necesario el uso más restringido de estos con-
ceptos, dado que homologarlos no ofrece solución real a los problemas que inspiraron el acerca-
miento teórico, y particularmente, no logran revitalizar la ciudadanía activa como la capacidad de in-
fluir sobre el sistema político y el proceso de conformación del marco legal vigente.
Palabras clave: Ciudadanía, sociedad civil, participación ciudadana, Estado.
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on government. The objective of this study is to propose a delimitation theory between the concept of
citizenship and that of civic society. Given the complexity of the topic, the analysis studies the seman-
tic nucleus of both concepts, without considering all of the significances accumulated over the historic
evolution of this field of study. The methodology consisted of an analysis of documents that permited a
reflection of the theoretical spaces that are shared and/or exclusive to each concept; this paper limited
itself to two tangents: rights and participation. The conceptualization of citizenship was restudied with
the hope of incorporating pluralism as a constituent part of the concept, and at the same time the di-
mension of participation is emphasized in relation to freedom of rights, principally those related to the
reflections of Jurtgen Habermas on public opinion and the proposal of citizenship on the part of Mi-
chael Walter. The conclusion is that it is necessary to employ a more restricted use of these concepts,
given that equal status for both elements does not offer a real solution to the problems that stimulated
the initial approach to political systems and processes of conformation in the present legal framework.
Key words: Citizenship, civic society, citizen participation, state.
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cidente en este siglo”, fenómeno que pro- sos: primero, analizamos las coinciden-
voca el riesgo de diluir su importancia his- cias y las divergencias en la definición
tórica y funcional. teórica de los conceptos, y después revi-
saremos los modelos de Walzer y de Ha-
2. Desarrollo bermas de la interacción entre los indivi-
duos, la sociedad y el Estado.
La homologación del uso de los
conceptos de la sociedad civil y la ciuda- 2.1. Las indefiniciones conceptuales
danía ha afectado sobre todo éste último,
que tiende a definirse como un concepto Sin negar la imposibilidad de sub-
marco, vacío de un sentido adscrito, que sumir las diversas definiciones de ciuda-
cada quien llena con los sentidos que danía en una sola definición, podemos
quiere (Shuck, 2002) por su irradicable va- afirmar que la ciudadanía sí posee un nú-
guedad del significado (Miller, 1997), con- cleo conceptual, que constituye un punto
cepto que moldeamos de acuerdo con de partida para las distintas interpretacio-
nuestras preferencias (Dahrendorf, 1997) nes, sean éstas republicana, liberal, co-
y que refleja las luchas acerca de quién munitarista o pluralista1. Este núcleo está
decidirá cuáles son los problemas comu- constituido por dos conceptos comple-
nes y cómo abordarlos (Sojo, 2002). Por mentarios: estatus y práctica. El estatus
otro lado, la sociedad civil se desliga de la (ciudadanía pasiva) se refiere a la posi-
utopía autolimitada (Arato y Cohen, 1999) ción que la persona ostenta frente al Es-
y se presenta como el sustituto ideal para tado, con su respaldo y consentimiento,
el Estado opresor, o por lo menos como un como poseedora de derechos y miembro
actor capaz de sustituir la racionalidad es- de una comunidad determinada (distinta
tratégica del Estado por la racionalidad co- de otras comunidades). El estatus del ciu-
municativa de la sociedad civil. dadano le da la garantía de protección le-
Sin embargo, un concepto teórico gal y política de un poder coercitivo, al
no puede ampliarse indefinidamente y el mismo tiempo que implica obligación de
uso homologado de los referidos térmi- proteger la comunidad política que le
nos amenaza con privarnos de una herra- otorga este estatus. La obligación de pro-
mienta teórica valiosa para entender si y teger el sistema político no se refiere ne-
cómo pueden los individuos influir en la cesariamente a la protección contra ame-
lógica del proceso político. La propuesta nazas externas, sino a la obligación de
de una delimitación teórica entre estos pensar y actuar con el ideal del bien co-
conceptos se construye aquí en dos pa- mún, de defender y mejorar las institucio-
1 Se retoman aquí las definiciones de Zapata-Barrero (2001); Isin y Turner (2002); Opazo (2000);
Touraine (1999); Zolo (1997); Lehning (1997), Janoski y Gran (2002), Davidson (2000), Haber-
mas (1998) y Soltan (1999).
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nes políticas, y esta obligación se realiza vertical entre una persona y las institucio-
a través de la ciudadanía como práctica nes estatales (Zapata-Barrero, 2001), la
(ciudadanía activa). sociedad civil enfatiza las relaciones hori-
La práctica (ciudadanía activa) im- zontales entre los ciudadanos, en el mar-
plica el poder y la capacidad de formular co del espacio público.
las leyes bajo las cuales se está viviendo, En palabras de Zapata-Barrero
que a su vez postula la posibilidad y la ca- (2001: 48), “la ciudadanía es una identi-
pacidad de participar en los debates so- dad y una práctica autorizada y legalmen-
bre el bien común. Como práctica, la ciu- te reconocida que permite a la persona
dadanía necesariamente exige un régi- actuar públicamente, frente a otras identi-
men democrático y un conjunto de com- dades que también son personales pero
petencias cívicas (identidad, coopera- no autorizadas públicamente desde las
ción, tolerancia, limitación del interés instancias estatales. La ciudadanía es,
egoísta, respeto a las reglas como la de la pues, la identidad que debe manifestar la
mayoría, por mencionar algunos). La persona cuando se relaciona con las ins-
identidad compartida es la que permite tituciones estatales, y es la única que las
desarrollar el resto de las competencias instituciones estatales reconocen como
cívicas, incluyendo el saber cómo partici- legalmente válida para relacionarse con
par con éxito en el proceso del gobierno las personas. Por esta razón, siempre
(Soltan, 1999: 2). que se hable de ciudadanía deberá uno
Por su parte, y de acuerdo con la situarse en la confluencia de la relación
definición de Arato y Cohen (1999: 118), entre la persona y el Estado”.
la sociedad civil son las “asociaciones y También para Zolo (1997:123) la ciu-
públicos, estabilizados por los derechos dadanía moderna -ligada al proceso de la di-
fundamentales (de asociación, reunión, ferenciación funcional de la sociedad- for-
expresión, prensa y privacidad) que ope- maliza el proceso de abstraer a los indivi-
ran de acuerdo con una lógica normativa duos de las determinaciones propias de
de coordinación de la acción comunicati- otros subsistemas, e implica necesariamen-
va”. Los autores destacan tres caracterís- te la existencia de un individuo, no un grupo.
ticas fundamentales: su pluralismo, su La sociedad civil, en cambio, no
autolimitación frente al mundo sistémico existe si se elimina la pluralidad de identi-
(el Estado y la economía) y su estructura dades, incluyendo las no reconocidas por
dual: la sociedad civil institucionalizada el Estado, las públicamente no existen-
por un lado, y las redes, solidaridades y tes, ignoradas o incluso desautorizadas
relaciones sociales por el otro. por el Estado. Para Arato y Cohen, si-
Ambos conceptos describen, en- guiendo a Habermas (1998), la sociedad
tonces, una relación entre los individuos y civil por excelencia son las instituciones
las instituciones, donde, idealmente, los especializadas en la reproducción, cues-
individuos de forma activa influyen en la tionamiento y modificación de tradicio-
actuación y el diseño de las instituciones. nes, solidaridades e identidades.
Pero mientras el concepto de la ciudada- Frente a la atractiva pluralidad de la
nía describe principalmente una relación sociedad civil, la ciudadanía se presenta
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Los derechos surgen como demandas cional son ciudadanos, en oposición a los
reivindicadas por grupos e individuos en “extranjeros” (Zolo, 1997: 124).
los espacios públicos de una sociedad ci- Cuando se habla de la universali-
vil emergente. Pueden garantizarse por dad de los derechos ciudadanos, no se
la ley positiva pero no son equivalentes a implica su aplicabilidad a la humanidad
la ley ni derivados de ella; en el campo de como tal, éstos son universales en el sen-
los derechos, la ley asegura y estabiliza lo tido de aplicables a todos los miembros
que se ha conseguido de manera autóno- de la comunidad política concreta. Y para
ma por los actores sociales en la socie- muchos autores, este principio de univer-
dad”. salidad significa que los derechos parti-
La teoría de la ciudadanía compar- culares no pueden ser aceptados por el
te con la sociedad civil el discurso de los Estado como derechos ciudadanos, por-
derechos humanos a nivel normativo, que como tales conllevarían la demanda
pero enfatiza el hecho de que los dere- de ser extendidos a todos los ciudada-
chos ciudadanos son protegidos y defen- nos. Por ende, la ciudadanía implica una
didos por la ley vigente, a diferencia de la igualdad formal (no perfecta), procedi-
abstracción de los derechos humanos. mental, en el sentido de que constituye el
Solamente los derechos ciudadanos son fundamento para reclamar el goce de de-
legales y políticos, en el sentido de legis- rechos efectivos (Janoski y Gran, 2002).
lados por cuerpos instituidos y encarga- Esta dificultad de introducir dentro
dos de tomar decisiones, y promulgados de la ciudadanía los derechos diferencia-
y defendidos por el poder ejecutivo y judi- dos es, indudablemente, el contrapeso
cial (Janoski y Gran, 2002). La teoría sis- de la ventaja de la protección legal. Histó-
témica también enfatiza esta interpreta- ricamente, la ciudadanía se formó como
ción de los derechos. La ciudadanía ope- la exigencia de la igualdad formal, en
ra dentro de la esfera soberana del Esta- oposición a los derechos diferenciados
do moderno; es decir, dentro de una orga- de las sociedades pre-modernas, y en
nización política territorial y burocrática. esta exigencia de la igualdad consistió el
La teoría del derecho natural ve los dere- poder emancipatorio de la ciudadanía.
chos de ciudadanía como derechos natu- Durante los primeros siglos de la existen-
rales y universales que los hombres po- cia de la ciudadanía moderna, el énfasis
seen en tanto miembros de una comuni- estaba en la inclusión de los grupos mar-
dad política. ginados (mujeres, minorías étnicas o cla-
En la práctica, la protección legal for- se obrera) dentro de la ciudadanía mo-
mal y los beneficios asociados con la ciuda- derna. El debate postmoderno se centra
danía son regulados por el código político en la insuficiencia de la igualdad formal
moderno, un código funcional que depende para los grupos marginados y con identi-
de los requerimientos de “seguridad” y “re- dades que nunca se asimilarán a la identi-
gulación del miedo”. Esto limita los dere- dad abstracta del ciudadano.
chos universales por medio de subordina- Para los autores que defienden el
ción y de exclusión. En principio sólo los concepto de la ciudadanía diferenciada
miembros de una comunidad política na- en función del grupo de Iris Marion Young
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horizontales entre los individuos y los gru- dano como sujeto de derechos que lo pro-
pos infla innecesariamente el concepto y tegen contra el poder arbitrario, al mismo
lo asimila al discurso de la sociedad civil. tiempo que lo alienan de la participación
Muchos autores retoman esta dis- en la vida política. Aunque en sus oríge-
tinción2, sin embargo tienden a asimilar el nes basada en el principio del consenti-
ámbito de la sociedad civil al concepto de miento, la teoría liberal de la ciudadanía,
ciudadanía, construyendo de forma más según Walzer, fue rebasada por la reali-
o menos explícita la teoría de la ciudada- dad moderna donde el gobierno se legiti-
nía a dos niveles. Detrás de estos acerca- ma simplemente por la ausencia de una
mientos teóricos están, principalmente, oposición activa y expresa. Este tipo de
dos intenciones: revitalizar el concepto compromiso no es suficiente para crear
de la ciudadanía y revalorar su compo- un sentimiento de lealtad y obligación de
nente activo, o explicar cómo la sociedad los ciudadanos para con el Estado.
civil puede efectivamente influir sobre la Por su parte, el republicanismo clá-
lógica del Estado, en un mundo cada vez sico con su fórmula aristotélica de “man-
más diferenciado. dar y ser mandado” difícilmente se puede
Revisaremos aquí dos de estas teo- realizar en una sociedad heterogénea y
rías, para hacer evidente el trato distinto de organizaciones a gran escala, que mi-
que se le da al problema, pero también nimizan el impacto individual sobre el pro-
para señalar que la asimilación de la teoría ceso de la toma de decisiones.
de la sociedad civil dentro de la teoría de la Adicionalmente, Walter (1970:
ciudadanía no resuelve ninguno de los 218) retoma el problema muy importante
problemas que se quiere solucionar. para los comunitaristas de la exigencia
republicana de trascender las identida-
2.2. La ciudadanía plural de Michael des comunitarias formadas en el ámbito
Walzer privado de la vida. El autor propone solu-
cionar las contradicciones de las teorías
Michael Walter (1970 y 1995) re- clásicas aceptando que los lazos entre el
presenta un intento de sintetizar corrien- individuo y el Estado no son directos, sino
tes distintas, y en algunos contextos mediados por la participación en las orga-
opuestos, de la teoría política, incorpo- nizaciones intermedias. Los ciudadanos
rando a su perspectiva comunitarista la se presentan ante el Estado no sólo como
preocupación republicana por la privati- individuos, sino también como miembros
zación excesiva de la sociedad, y el dis- de una variedad de otras organizaciones,
curso liberal de la justicia. Específica- con las cuales el Estado se debe relacio-
mente para su teoría de la ciudadanía nar para poder relacionarse con el indivi-
plural (pluralist citizenship) Walzer recha- duo. En primera instancia, el ciudadano
za la conceptualización liberal del ciuda- es un individuo que pertenece a la comu-
2 Como ejemplo ver: Touraine (1999); Phillips (1993); Aquin (2003); o Zapata-Barrero (2001).
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nidad cívica amplia e inclusiva: el Estado. Estado debe ser considerado como prio-
Éste protege no solamente sus derechos ritario frente a las demás asociaciones
individuales y su privacidad, sino también particulares, y la lealtad hacia el Estado
su libre pertenencia a las asociaciones debe anteponerse a las demás pertenen-
que él ha escogido. En la segunda dimen- cias, porque el Estado es quien hace po-
sión, el ciudadano participa en el gobier- sible la existencia de los demás grupos,
no de los grupos intermedios, que a su define las reglas de convivencia entre
vez influyen sobre la determinación de las ellos, asigna recursos, pero sobre todo
políticas estatales. De esta forma, en las porque hace posible trascender la frag-
organizaciones intermedias, el individuo mentación y pensar el bien común.
desarrolla los valores cívicos de compro- Walter (1970: 20) reconoce que el Estado
miso, negociación y toma de decisiones, puede convivir con las asociaciones que
que adicionalmente le dan mayor seguri- tienen reclamos parciales, pero no con
dad en su relación con el Estado. Esta las que postulan la primacía sobre la leal-
“doble membresía” permite también de- tad hacia el Estado. El afirmar la primacía
sarrollar el sentimiento de pertenencia y del Estado sobre las asociaciones parti-
la aceptación voluntaria de las obligacio- culares no resuelve la contradicción de su
nes que la vida en común exige, valores planteamiento de que la pertenencia a las
que sólo pueden ser desarrollados en las comunidades pequeñas es la condición
pequeñas sociedades, que son “moral- de la ciudadanía. Implícitamente recono-
mente superiores a las grandes” (Walter, ce que hay un salto cualitativo entre ser el
1970: 10). La obligación moral se extien- miembro de un grupo, o incluso de varios
de al Estado en la medida en que éste grupos no-excluyentes, y ser ciudadano
acepta y protege las asociaciones pe- en una comunidad abstracta, que puede
queñas. proveer varios bienes para sus miem-
Walter (1970: 224-225) resume así bros, pero en ningún caso el bien supe-
tres ventajas principales de la ciudadanía rior, que sí defienden los grupos peque-
plural: a) una mayor seguridad del ciuda- ños. Si la lealtad hacia el Estado se basa
dano frente al abuso o la negligencia de la sólo sobre la lógica de proveedor de un
burocracia estatal o frente a la opresión marco legal y, hasta cierto grado, de re-
social; b) mayor responsabilidad del indi- cursos, el miembro de una asociación
viduo frente a la comunidad; y c) la posibi- particular no tiene más motivos de lealtad
lidad de participar en el diseño de las polí- hacia el Estado que el individuo egoísta li-
ticas y la toma de decisiones. beral, que soporta el Estado como garan-
Al mismo tiempo, aunque de mane- tía de su libre disfrute de la vida privada.
ra más escueta, Walter (1995: 169-170) El planteamiento de Walzer no es-
señala el problema que implica esta con- capa, entonces, a la necesidad de reco-
ceptualización si los grupos intermedios nocer que las relaciones entre el Estado y
presentan reclamos en contra del Estado, el individuo se rigen por la lógica diferente
y el ciudadano enfrenta el problema de la a las relaciones inter-individuales e in-
lealtad dividida. De hecho, como condi- tergrupales. La participación en algunos
ción de posibilidad, Walzer plantea que el grupos puede fortalecer la identidad ciu-
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3 Retomo principalmente dos textos: “El espacio público” del 1964 (publicado en México en 1996)
y el artículo sobre la sociedad civil y la opinión pública, incluido en Facticidad y validez (1998).
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nancia que las constelaciones de proble- nes. Los canales de comunicación del es-
mas de la sociedad encuentra en los ám- pacio de la opinión pública están conecta-
bitos de la vida privada, la condensan y dos con los ámbitos de la vida privada,
elevándose, por así decir, el volumen o con las densas redes de comunicación en
voz, la transmite al espacio de la opinión la familia y en el grupo de amigos, así
pública-política” (Habermas, 1998: 447). como con los contactos no tan estrechos
Por otro lado, la distinción entre el con los vecinos, los colegas de trabajo,
público general de ciudadanos y el núcleo los conocidos, etc., y ello de suerte que
institucional en el ámbito de la opinión pú- las estructuras espaciales de las interac-
blica, y por el otro lado los partidos políti- ciones simples se amplían y abstraen,
cos y parlamentos como parte del siste- pero no quedan destruidas. Así, la orien-
ma político, dan pie a una interpretación tación al entendimiento intersubjetivo,
mucho más restringida de la ciudadanía, predominante en la práctica comunicati-
otra vez, como un rol específico que algu- va cotidiana, se mantiene también para
nos miembros de la sociedad civil asu- una comunicación entre extraños, que se
men en contextos muy específicos. Anali- efectúa a grandes distancias en espacios
cemos con más detenimiento esta ambi- de opinión pública complejamente ramifi-
güedad. En Facticidad y validez cados” (Habermas, 1998: 446).
(1998:445) Habermas afirma que el es- Habermas (1998) establece la dife-
pacio público político es sustentado por rencia entre los miembros de la sociedad
un público que se recluta de la totalidad y los ciudadanos por dos razones. Prime-
de los ciudadanos. En la pluralidad de vo- ro, porque como lo marca el fragmento ci-
ces de ese público resuena el eco de ex- tado, un individuo se transforma en ciuda-
periencias biográficas. dano cuando abandona la esfera privada
“Entre los ciudadanos como porta- de la opinión (lugares comunes cultura-
dores del espacio público-político y los les, convicciones normativas, prejuicios y
miembros de la sociedad se da una unión agravios colectivos, distintos valores) y
personal, porque estos últimos, en los pa- entra en la esfera de la opinión pública ra-
peles complementarios que son el traba- zonada y reflexiva (Habermas, 1996),
jador y consumidor, el de asegurado y el que “busca interpretaciones públicas
de paciente, el de contribuyente y el de para sus intereses sociales y para sus ex-
cliente de las burocracias estatales, el de periencias, ejerciendo así influencia so-
alumno, el de turista, el de participante en bre la formación institucionalizada de la
el tráfico automovilístico, etc., están ex- opinión y la voluntad políticas” (Haber-
puestos de forma especial a las exigen- mas, 1998: 447). En esta distinción entre
cias y fallos específicos de los correspon- el público acostumbrado al ejercicio de
dientes sistemas funcionales. Tales ex- las libertades y los movimientos populis-
periencias empiezan siendo elaboradas tas de masa claramente encontramos los
privadamente, es decir, interpretadas en postulados de la ciudadanía activa.
el horizonte de una biografía que queda El uso del concepto de la ciudada-
tejida con las demás biografías en los nía se justifica también porque el espacio
contextos de mundos de la vida comu- público necesita una base social de indi-
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viduos con igualdad de derechos, sin ba- res aislados y diseminados por todas par-
rreras de clase ni estratificación social, en tes, pasando por espacios públicos ca-
resumen el espacio público sólo existe si racterizados por la presencia física de los
existe la ciudadanía como estatus. participantes y espectadores, como pue-
Si queremos encontrar a los ciuda- den ser las representaciones teatrales,
danos como los que son capaces de formu- las reuniones de las asociaciones de pa-
lar las leyes bajo las cuales van a vivir -y no dres de las escuelas, los conciertos de
sólo legitimarlas-, resulta que estos pobla- rock, las asambleas de los partidos y con-
dores del espacio público son demasiado gresos eclesiásticos”.
débiles frente al sistema político. Siguiendo En este espacio complejo, Haber-
la descripción del funcionamiento del espa- mas distingue, además, entre la arena y
cio público de Habermas, podríamos argu- la galería, entre los actores y los especta-
mentar que la ciudadanía se realiza sólo en dores. Aunque en última instancia el éxito
los núcleos más institucionalizados. de los actores depende del apoyo de los
Habermas (1998: 454-455) afirma espectadores y aunque potencialmente
que “en las sociedades complejas el es- todos pueden ser actores, Habermas
pacio de la opinión pública constituye una (1998: 452-456), destaca la presencia de
estructura intermediaria que establece actores que disponen de poder organiza-
una mediación entre el sistema político, tivo y de recursos (el capital social, el di-
por un lado, y los sectores privados del nero, el saber, la organización), y que son
mundo de la vida y los sistemas de acción los que verdaderamente enlazan el espa-
funcionalmente especificados, por otro. cio de la opinión pública con el espacio
Representa una red extraoridinariamente donde se forma la voluntad política: el
compleja que se ramifica espacialmente complejo parlamentario, institucionaliza-
en una pluralidad de espacios internacio- do en términos del Estado de derecho.
nales, nacionales, regionales, municipa- “En el espacio de la opinión pública
les, subculturales, que se solapan unos se forma influencia y en él se lucha por
con otros; que, en lo que a contenido se ejercer influencia. En esa lucha no sólo
refiere, se estructura conforme a puntos entra en juego el influjo político ya adquiri-
de vista funcionales, centros de gravedad do y acumulado (por acreditados ocupan-
temáticos, ámbitos políticos, etc., en es- tes de cargos públicos, por partidos políti-
pacios públicos más o menos especiali- cos establecidos, o por grupos conoci-
zados, pero todavía accesibles a un pú- dos, como Greenpeace, Amnistía Inter-
blico de legos (...); y que, en lo tocante a nacional, etc.) sino también el prestigio
densidad de la comunicación, a compleji- de grupos de personas y también de ex-
dad de su organización y alcance, se dife- pertos que han adquirido su influencia en
rencia en niveles, desde los niveles epi- espacios públicos más especializados
sódicos que representan el bar, el café, o (por ejemplo, la autoridad de eclesiásti-
los encuentros y conversaciones en la ca- cos, la fama de literatos y artistas, la repu-
lle, hasta el espacio público abstracto, tación de científicos, el renombre y relum-
creado por medios de comunicación, que bre de estrellas de deporte y el mundo del
forman los lectores, oyentes y espectado- espectáculo, etc.). Pues en cuanto el es-
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pacio público se ha extendido más allá ciones a gran escala y formas de organi-
del espacio de las interacciones simples, zación institucionalizadas, que aseguran
se produce una diferenciación entre orga- la continuidad y la permanencia; entre los
nizadores, oradores y oyentes, entre are- movimientos sociales y la sociedad civil
na y galería, entre escenario y espacio de institucionalizada, con capacidad de lle-
espectadores. Los papeles de actor que, var a cabo las tareas estratégicas de ne-
con la complejidad organizativa y el al- gociación y diseño de pactos con las éli-
cance de los medios de comunicación, tes incluso cuando la movilización social
crecientemente se profesionalizan y mul- ya se ha apagado.
tiplican, vienen dotados de oportunida-
3. Conclusiones
des diferenciales de ejercer influencia.
Pero el influjo político que los actores co- El problema de la interrelación en-
bran a través de la comunicación pública tre los conceptos de ciudadanía y de so-
ha de apoyarse en última instancia en la ciedad civil no es fácil de resolver. Ambas
resonancia y, por cierto, en el asenta- categorías son tan amplias que necesa-
miento, de un público de legos igualitaria- riamente implican posturas normativas
mente compuesto. El público de los ciu- en sus definiciones. Para el concepto de
dadanos ha de ser convencido por contri- ciudadanía, homologarla con la sociedad
buciones e intervenciones inteligibles civil le da una nueva vitalidad y potencial
que tengan interés para todos a propósito emancipador renovado: ya no tiene que
de temas que se perciban como relevan- ser una categoría abstracta que exige re-
tes. El público posee esta autoridad por- nunciar a las identidades constitutivas de
que es constitutiva de la estructura inter- culturas marginadas y asimilarse a un
na del espacio de la opinión pública, en el postulado culturalmente dominante. Para
que los actores pueden presentarse” (Ha- la sociedad civil, el discurso de la ciuda-
bermas, 1998: 444). danía permite marcar una distancia clara
Esta distinción está también pre- frente a los movimientos fundamentalis-
sente en otros teóricos de la sociedad ci- tas o populistas, frente a los reclamos de
vil, que como Arato y Cohen o Sidney Ta- institucionalizar los privilegios y los inte-
rrow4 hacen distinción entre los públicos reses privados. Este distanciamiento per-
plurales y asociaciones, entre moviliza- mite postular una sociedad no sólo civil,
4 Tarrow (1998) utiliza el concepto de ciclos de protesta, que establece una diferenciación entre el
poder de desencadenar una acción social y la capacidad de controlarla o mantenerla activa. De la
misma forma que Arato y Cohen, Tarrow considera que los movimientos no nacen solamente por-
que existan demandas o agravios ampliamente compartidos, sino porque incluso los pequeños
grupos con poder organizativo aprovechan las oportunidades políticas para acelerar un proceso
de difusión y de contagio. Las movilizaciones masivas forman el trasfondo de legitimación para
las élites que formulan peticiones al gobierno, que éste puede satisfacer o reprimir. El autor sub-
raya que es más fácil convocar a la acción que traducir las demandas en un juego político de ne-
gociación con el gobierno. Por ello, en gran parte el éxito de los movimientos sociales depende
más de la capacidad organizativa que del tamaño de la movilización (Tarrow, 1998: 141-160).
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sino también cívica, en el sentido de asu- movilización cognitiva nos lleva a apoyar
mir como propio el postulado de apertura muchas causas lejanas, más seguras en
hacia otros puntos de vista y de acepta- el sentido de que, desde México, defen-
ción de las reglas de un juego político de- der la vida de una mujer en Nigeria no nos
mocrático. exigirá más acción que firmar una carta
Identificar esto conceptos no ofre- de protesta, mientras que defender la
ce solución real a los problemas que ins- vida de una mujer en Juárez nos puede
piraron el acercamiento teórico, y particu- presentar exigencias de involucramiento
larmente no logra revitalizar la ciudada- mayor. Parafraseando a Oscar Wilde, las
nía activa como la capacidad de influir so- causas cercanas nos toman demasiadas
bre el sistema político y el proceso de tardes.
conformación del marco legal vigente. No se trata de postular aquí el re-
Por el contrario, produce la ilusión que la greso al ideal republicano de un ciudada-
simple participación en el espacio de la no disciplinado y capaz de sacrificarlo
opinión pública nos convierte en ciudada- todo en aras del supuesto bien común. El
nos activos. Remarco otra vez la afirma- espacio plural nos permite transitar libre-
ción que Klaus von Beyme retoma de mente entre diferentes identidades y lu-
Klandermans: en el mundo actual es ex- char por el reconocimiento, sin necesa-
tremadamente fácil movilizar el consenso riamente exigir regulaciones legales con-
y cada vez más difícil movilizar hacia la cretas. Pero también es cierto, que hoy
acción. La movilización cognitiva nos da en día es relativamente fácil obtener el re-
la comodidad intelectual de defender las conocimiento, la declaración de que
causas justas, cuando en realidad siguen nuestra identidad y nuestra dignidad son
siendo las élites especializadas, las que valiosas para los demás, para la plurali-
se encargan de seleccionar, organizar y dad. Es mucho más difícil lograr que el
negociar los temas y las demandas frente Estado traduzca el reconocimiento en de-
al Estado. La mayoría, ocupamos las gra- rechos ciudadanos. Por ello, la ciudada-
das de los espectadores, en realidad abu- nía sigue siendo necesaria, como una ca-
rridos, cansados o indiferentes frente a la tegoría que postula competencias y com-
multiplicidad de actuaciones, que nos lla- promisos muy particulares, que nos ha-
man atención sólo cuando son envueltos cen individuos capaces de construir una
en un contexto atractivo. relación exigente frente al Estado.
La recuperación de un significado La participación en las organizacio-
mucho más restringido de la ciudadanía nes intermedias, en los debates, en las
es también necesaria por su potencial in- múltiples asociaciones puede ayudar a
tegrador, que puede producir exclusio- desarrollar estas competencias, pero no
nes, pero también crea solidaridades debemos olvidar que sí existe un salto
muy concretas, que han hecho posible, cualitativo entre ser el actor y el especta-
por ejemplo, la formación del Estado de dor en el espacio público.
bienestar en Europa. La comodidad de la
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Sociedad civil y participación ciudadana
Ochman, Marta ________________________________________________________
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________________________ Revista Venezolana de Gerencia, Año 9, No. 27, 2004
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