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Kenneth E. Hagin
El libro de Efesios nos enseña acerca de la autoridad que pertenece a los creyentes. En Efesios
6:12 leemos: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones
celestes". Pero gracias a Dios, tenemos autoridad sobre ellos a través de Jesucristo.
Creo que hay pocos aspectos de la vida del creyente acerca de los cuales hay tanta falta de
sabiduría exacta como en éste. Esta autoridad no está reservada para unas pocas almas especiales. Es la
posesión legítima de todo hijo de Dios. Véase Efesios 1:3: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo". Se refiere a la
iglesia entera, no a unos pocos individuos.
Este versículo dice: "Con toda bendición espiritual". Quiere decir toda bendición que ya se nos ha
dado. Cristo ya ha hecho toda provisión. A Él no le queda nada que hacer. En Cristo nos pertenece toda
bendición espiritual.
Esta promesa es para nosotros, pero si la ignoramos, no nos aprovechará nada. Un hombre podría
meter un billete en un lugar secreto de su billetera; podría quedarse sin gasolina, y olvidándose del dinero
en su billetera, tendría que llamar a alguien a su auxilio. Sin embargo, si simplemente se acordara del
billete, podría pagar su propia cuenta.
Un día metí $20 atrás en mi billetera y me olvidé de ellos. Necesitando dinero busqué y lo hallé. Se
me ocurrió que quizás Dios lo había puesto en mi billetera, pero luego me acordé de él. No podía usarlo
mientras no supiera que estaba allí, pero al hallarlo podía usarlo. Era mío por cierto, tanto cuando lo
ignoraba como cuando sabía de él. Del mismo modo esta autoridad es nuestra si tenemos conocimiento de
ella o no.
Uno también puede saber lo que es suyo, sin actuar de acuerdo con ello, por lo tanto, no recibir
ningún beneficio. Una vez leí de un hombre que fue hallado muerto en su cuarto, una habitación reducida
alquilada por una miseria. Se le había visto en las calles durante unos veinte años, siempre andrajoso,
buscando desperdicios para comer. Al echarle en falta, los vecinos investigaron y lo encontraron muerto en
la cama. Se certificó que había muerto de mala nutrición. Sin embargo, hallaron en su cinturón más de
veintitrés mil dólares.
Aquel hombre había vivido en la suma pobreza, vendiendo diarios en las calle, y ¡con tanto dinero!
Hubiera podido vivir en el hotel más lujoso de la ciudad, en vez de en ese cuartucho. Hubiera podido comer
lo más rico, en lugar de los desperdicios. Pero no usó lo que le pertenecía.
Necesitamos saber lo que es nuestro, pero saberlo no basta. Es cuando actuamos en lo que
sabemos lo que trae resultados.
Esta autoridad nuestra no sólo pertenece a unos pocos escogidos; pertenece a todos los hijos de
Dios. En verdad recibimos esta autoridad cuando nacemos de nuevo. Siendo hechas criaturas nuevas en
Cristo Jesús, heredamos el nombre del Señor Jesucristo, y podemos usarlo en oración contra el enemigo.
Algunos creen que esta autoridad sobre el diablo es de unos pocos individuos a quienes Dios ha
dado poder especial. El diablo no quiere que la gente descubra lo que le pertenece, y se empeña en
esconder la verdad. El sabe que en cuanto el pueblo de Dios descubra su autoridad en Cristo Jesús, no
podrá oprimirles más. Satanás sabe que esto pondrá fin a su ascendencia sobre ellos.
Así que el diablo no quiere que los creyentes se apropien de esta autoridad. Quiere seguir
derrotando al hijo de Dios, humillándolo a su antojo. Sabe que cuando el hijo de Dios descubre la verdad, ya
no es dominado por el enemigo. Entonces éste dominará al diablo y disfrutará el derecho que justamente le
pertenece. Es por eso que el diablo hará todo lo posible para impedir que la gente llegue a saber la verdad.
Dijo Jesús: "Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:32).