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Codazzi, un forjador de la cultura

Ernesto Guhl / Hermann A Schumacher

Contenido

EL CODAZZI DE SCHUMACHER .................................................................................................. 4


CODAZZI, LA PRESENCIA DE EUROPA EN EL SUR Y EL CENTRO DE AMÉRICA EN EL
SIGLO XIX ......................................................................................................................................... 9
CODAZZI, UN FORJADOR DE LA CULTURA ........................................................................... 15
CAPITULO I: ANDANZAS DE UN CORSARIO .......................................................................... 17
CAPÍTULO II: CON SIMÓN BOLÍVAR ........................................................................................ 31
CAPÍTULO III: LEVANTAMIENTO TOPOGRÁFICO Y MAPA DE VENEZUELA ................. 43
CAPÍTULO IV: UN INTENTO DE COLONIZACIÓN ALEMANA ............................................. 63
CAPÍTULO V: MUDANZA A BOGOTÁ ....................................................................................... 74
CAPÍTULO VI: PRIMEROS LEVANTAMIENTOS GEOCARTOGRÁFICOS EN LA NUEVA
GRANADA ....................................................................................................................................... 86
CAPITULO VII: LOS ÚLTIMOS ESFUERZOS Y EL FIN.......................................................... 118
NOTAS DEL AUTOR .................................................................................................................... 144
LAS RUTAS DE CODAZZI .......................................................................................................... 211
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EL CODAZZI DE SCHUMACHER

Los libros de Hermann A. Schumacher sobre Mutis, Caldas y Codazzi forman el más
afortunado comienzo en las relaciones diplomáticas entre Alemania y Colombia. Cuando
Schumacher llegó a Bogotá en 1872 era el primer diplomático del imperio y traía como
fondo de su misión el recuerdo de Humboldt. Para los alemanes, el sabio naturalista había
sido el segundo Colón. A la noción un tanto vaga y fabulosa que se tenía de una América
distante y cerrada, sucedió la América redescubierta que apasionaba a los naturalistas. En
buena parte la fundación de jardines botánicos en muchas de las capitales de Europa nace
de este despertar de las ciencias naturales en el Nuevo Mundo. Los que ya existían,
tomaron una nueva dimensión presentando ejemplares americanos que de los jardines del
Estado pasaban a los de las villas particulares. El Humboldt naturalista no sólo había
impresionado a los alemanes sino, a través de los salones de París, a curiosos de todas las
naciones. Sus libros fueron la primera avanzada en el Siglo de las Luces que rectificaba una
literatura disolvente y negativa como la de Pauw, quien aún a través de la Enciclopedia creó
la mala imagen de un Nuevo Mundo en que degeneraban los hombres y los animales bajo la
influencia de climas deletéreos. Humboldt, por el contrario, mostró el fondo de riquezas
que estaba destinado a hacer de América uno de los proveedores de la edad moderna, pero
lo que maravillaba a quienes lo oían o leían era la revelación de una generación
hispanoamericana que serviría para independizarla, como ya lo habían hecho en el norte los
sajones de las colonias inglesas. Sus promotores no sólo buscaban otra vida política sino
universitaria. El encuentro de Humboldt con Mutis y Caldas en Santafé tuvo el impacto de
un inesperado descubrimiento, y lo que vino a encontrar en Bogotá el primer enviado
diplomático del imperio alemán fue la huella que habían dejado Mutis y Caldas y el
retomar de sus estudios por la comisión corográfica presidida por Codazzi. A tal extremo
llegó su entusiasmo que escribió los tres libros que, vertidos al castellano, ha estado
publicando Ecopetrol, para suerte de los lectores colombianos. Es sorprendente la demora
en difundir esta literatura, básica para la historia de la cultura en Colombia.

Una de las singularidades de nuestra independencia fue la de sus comienzos universitarios.


Mutis vino a ser, siendo español, precursor de tan radical movimiento. Sacando a los
estudiantes del claustro santafereño para iniciarlos en el estudio de las riquezas de Nueva
Granada, creó un sentimiento de fe en el país, de aproximación de los estudiantes y
estudiosos a los campesinos indios, negros y mestizos que conocían, mejor que los
maestros del Rosario, las virtudes de las plantas, los animales del monte y las mismas
riquezas minerales. Del nuevo diálogo entre los universitarios desenclaustrados y la
población rural y analfabeta surgió la verdadera ciencia colombiana. Este sesgo inesperado
de los estudios llevó a la afirmación nacional de una Nueva Granada desprendida de
España. Por ahí la historia misma de la guerra de independencia tiene en sus comienzos un

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principio de sabiduría. No fue el nuestro un alzamiento militar, sino revuelta de estudiantes
que se hicieron soldados sólo para el inevitable enfrentamiento en los campos de batalla.
Con una consecuencia natural como la misma ciencia: el sacrificio de esa generación que
tomó las armas sin conocerlas, dio más muertos en la primera etapa del conflicto que
generales vencedores. Sobre todo, hasta el día en que la reconquista de Morillo fue
contenida, morían en los cadalsos los insurgentes más que en las batallas. Esa sangre fue el
fertilizante de la república, y los suplicios de un Caldas o un Camilo Torres entran a formar
el primer capítulo de la república naciente.

¿Hasta dónde vieron esta proyección de la vida universitaria los naturalistas precursores?
Leyendo hoy las primeras lecciones de Mutis se encuentran semillas tan profundamente
revolucionarias, que bastarían para señalar el destino heroico de los nuevos sabios. Cada
paso que daban hacia la liberación de la inteligencia era definitivo e irreversible. Un
vencimiento como ante los inquisidores que no aceptaban las razones en que se apoyaba la
universidad para estudiar a Copérnico, tenía consecuencias imprevisibles, y los
neogranadinos lo entendieron como el principio de su emancipación final. El paso de Mutis
a Codazzi, del hijo de Cádiz al hijo italiano de Lugo de Ravena, describe todo el proceso en
que funda Colombia universitariamente la razón de su existencia autónoma y libre. Esto es
lo que sale de los libros de Schumacher, el diplomático alemán que de esta suerte viene a
presentar tres textos básicos para el estudio de la historia de Colombia.

El destino de Codazzi es un poco a la inversa del de Mutis. Codazzi no llega a América


como naturalista sino como soldado. Se había formado artillero en tiempos de Napoleón, y
su experiencia había sido la de un ingeniero de artillería de esos que al terminar las guerras
promovidas por el corso afrancesado dejó a los militares ociosos y mal educados. Se habían
formado para pelear, y las peleas pasaban a un segundo plano en la vida europea. Lo que
Codazzi el joven tenía a la vista era una lucha en el otro hemisferio, iniciada por los hijos
de las colonias inglesas, que ahora encontraban su proliferación en los de las colonias
hispánicas. Su primer intento fue incorporarse a estas guerras por la liberación, palabra esta
que había tomado un nuevo sentido al caer el imperio napoleónico. Y se encaminó a
Baltimore, como un aventurero en formación que podría llegar a corsario al servicio de los
libertadores.

Eran aquellos tiempos en que, sobre todo en Nueva Orleáns, se formaban los marinos de la
emancipación. No hay que olvidar la frase de Lafitte: yo no soy un pirata; yo soy un
corsario y mi bandera es la de Cartagena. Más exactamente: la de Simón Bolívar. Su
imperio de corsario estaba montado en la isla de Barataria, y su destino era asaltar las naves
españolas que surcaban el Caribe llevando las tropas de Morillo. A Baltimore llegó el
corsario Francois Villaret, con el ánimo de reclutar gentes que apoyaran los planes de
Bolívar, de recuperar lo mucho que se había perdido. Ya Cartagena, como Santafé de

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Bogotá, había sucumbido ante la gigantesca ofensiva de Morillo, y Bolívar, fugitivo, había
llegado a los Cayos de Haití.

Con la ayuda de Pétion llegó a Angostura en el Orinoco, para empeñarse en la expedición


que de allí saldría a la reconquista de la república neogranadina.

Cuando Villaret llegó a Baltimore, los primeros en alistarse a las órdenes del corsario
fueron dos italianos: Codazzi y Constante Ferrari. El primer barco en que fueron recibidos
fue el América Libre. Hasta ese momento, lo que ellos buscaban era el ingreso a las tropas
de la emancipación. Impulso que movía a muchos románticos aventureros europeos, y que
hay que hermanar con la ilusión que tuvo lord Byron, de viajar a América para incorporarse
en las tropas del Libertador. Navegando por los mares de Italia, llegó a Livorno en su nave,
la "Simón Bolívar"... Sólo el ir a pelear por la independencia de Grecia le cambió el rumbo.
A Angostura llegó un grupo de aventureros británicos que formó la llamada por Bolívar
"Legión Británica" ... No pocos italianos, alemanes, franceses tuvieron planes parecidos...
como ya en la independencia del norte hubo batallones de franceses e italianos, polacos y
alemanes...

Este primer viaje de Codazzi a América, visto como lo registra Schumacher en su libro, da
una visión de la guerra de independencia colombiana poco recogida en los libros de
historia: la de los corsarios de diversas nacionalidades que querían pelear a la sombra de la
bandera republicana. Se agrupaban en pequeñas islas de Estados Unidos en el golfo de
México y desde allí formulaban al Libertador sus planes de participación. De ahí surgió el
viaje a Angostura del Orinoco que permitió a Codazzi el primer acercamiento al Libertador.
Dentro del marco de pobreza elemental de esa punta del Llano, publicar un periódico que
llevara a Europa la voz de América, promover un congreso que tuviera el alcance de una
constituyente y planear la invasión para la reconquista de la Nueva Granada a la libertad,
eran cosas desmesuradas que dieron a Codazzi la medida exacta de una traducción al
lenguaje más criollo de las empresas napoleónicas.

Hechos los contactos personales que debían definir su destino, Codazzi, ya corsario
colombiano, regresa al Caribe como campamento general de los corsarios. El Libertador
deja Angostura para acaudillar la campaña que debería llevarlo a la victoria de Boyacá.
Codazzi ha ido viendo en las islas y en las costas de Venezuela y Nueva Granada aspectos
de la naturaleza americana que cada vez lo acercan más a lo que vendría a ser la razón de su
vida científica. La iniciación geográfica que recibió en la escuela militar italiana de su
juventud va complementándose sobre el terreno, reconociendo la costa de Maracaibo y los
puntos más notables del litoral neogranadino. Eran prácticas universitarias al lado de las
tareas militares y de la política general de la independencia. Entonces se entera del triunfo
de Boyacá y de cómo va tomando forma la república proclamada en Cúcuta, y decide ir a
Bogotá. Cuando llega, el Libertador ha salido a desarrollar el vasto plan de su guerra que
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terminará en Perú. De sus contactos con Santander no saca un destino permanente y
positivo. Regresa al Caribe, haciendo de paso negocios que recuerdan los de los primeros
descubridores, y le dejan una riqueza. Trocando con los indios chucherías, llena unas
botellas de oro en polvo, con lo cual queda bien pagada su venida a América. Regresa a su
tierra, compra una propiedad rural y todo parece indicar que pasará el resto de su vida
gozando de la fortuna traída en cinco o seis botellas.

El segundo viaje de Codazzi ya no fue para ayudar a la guerra de independencia sino a la


república. Se había ganado en Ayacucho la victoria final. Colombia empezaba a ser
reconocida por las grandes potencias, tenía una constitución como cualquier estado
soberano y la posibilidad de una reconquista española parecía cada vez más lejana. La
empresa agrícola italiana no prosperaba y regresó al Nuevo Mundo para participar en algo
positivo: la creación de un nuevo estado. Cuando llegó a Bogotá las cosas no parecían tan
excelentes. Bolívar había asumido la dictadura que le desencantó, y Venezuela se alzaba
contra el poder constituido en Bogotá desde el año 21. Encontró ocupación en Venezuela.
Páez lo distinguió y le asignó el cuidado de la plaza de Maracaibo. La posibilidad de un
ataque español fue haciéndose cada vez más remota y poco a poco, reconociendo la costa,
fue saliendo lo que acabó por ser su primer triunfo académico : el Atlas de Venezuela.
Codazzi pasó de ir fijando en el mapa puertos, ensenadas, el golfo y lago de Maracaibo, a
cubrir toda la costa hasta el delta del Orinoco, y luego a recorrer todo el interior. Cuando
los mapas quedaron terminados, quedó autorizado para llevarlos a París y proyectar la
publicación del gran libro que hasta hoy es la base de la geografía venezolana, y los mapas
históricos que la complementan. Humboldt seguía siendo el hombre del redescubrimiento
de América, y se trabaron relaciones de amistad entre el italiano y el alemán. El artillero de
Lugo entró a ser recibido con honores en las sociedades científicas de Francia. Entre las
relaciones que hizo en París está la de don Joaquín Acosta, el geógrafo e historiador
colombiano. De esa amistad arranca su regreso a Bogotá, donde al fin encontraría el
reconocimiento que habría de llevarlo a ser el creador de la Comisión Corográfica, etapa
final de sus trabajos en América.

La obra de Codazzi en Venezuela quedó representada por el Atlas geográfico e histórico, y


por su proyecto de asentamiento de inmigrantes, concretado en la llevada de los alemanes
de la Colonia Tovar, que sobreviven en el departamento del Cuy. Con esas experiencias,
Codazzi se incorpora a la vida científica colombiana con un antecedente ilustre: la
Expedición Botánica, en que surgieron los primeros sabios de Colombia reconocidos
universalmente y sacrificados en buen número en los cadalsos por Morillo ... Ahora,
Codazzi es el origen de la Comisión Corográfica y viaja para hacer el reconocimiento del
territorio, que va a quedar en los mapas de otro Atlas, como el de Venezuela. Sale a
recorrer el país acompañado de un grupo de estudiosos, entre los cuales sobresale don
Manuel Ancízar, que entonces escribe Peregrinación de Alpha, clásica en la literatura
colombiana
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Schumacher hace un espléndido resumen de lo que fue la Comisión Corográfica. Lo
estimula el recuerdo de Humboldt, por quien encuentra en Bogotá una admiración y
gratitud que lo conmueven. Humboldt, entre sus múltiples méritos en la formación de la
cultura americana, aparece aquí como el hilo conductor que liga los nombres de Mutis y
Caldas al de Codazzi. De los dos primeros fue el descubridor para los europeos, y en el
caso de Codazzi, el sabio animador que de veras le ayudó para hacer de los Atlas esas
ediciones espléndidas que por primera vez van a mostrar en planchas de colores las
imágenes de las repúblicas nacidas como una sinfonía al golpe mágico de la batuta de acero
que animó la mano de aquel Simón Bolívar, a quien Humboldt estimuló para ser el
Libertador, primero en París, y luego yendo a Roma hasta el cráter de Vesubio. El
diplomático alemán se encontraba en Bogotá ante los momentos claves que unían la vida
académica de su patria y la de la Bogotá que tuvo en él uno de los mejores amigos.
Es emocionante hacer con Schumacher el recorrido de Codazzi y sus compañeros desde el
día en que salen de Bogotá, que se recibe en las páginas de Ancízar, hasta la hora de la
muerte que sorprende a Codazzi en cierto remoto lugar del norte colombiano que hoy forma
parte del departamento del Cesar, donde una pequeña ciudad lleva su nombre. Pero claro
que el gran homenaje a la memoria del más grande entre los cartógrafos que inician la
república está en el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, orgullo de la ciencia colombiana.
Codazzi, palpando palmo a palmo la tierra colombiana, como muy pocos de los aquí
nacidos lo hayan hecho, recogió desde las huellas de las más viejas culturas hasta los
horizontes más ambiciosos de lo que pudo ser y no ha sido el estado que perdió la
oportunidad de Panamá. Después de Caldas, Codazzi fue el explorador de San Agustín, el
que se detuvo ante el misterio de esa montaña sagrada de los cientos de monolitos que
siguen siendo uno de los enigmas que cobran mayor significado ahora que nos acercamos a
los quinientos años del descubrimiento.

Lo de Panamá, con sus antecedentes en los estudios de Pedro Fermín de Vargas, muestra
cómo la preocupación en tiempos de Codazzi era profunda. Se anteveían en aquel tiempo
las riquezas del petróleo y las maderas. Cuanto surgía entonces de un balance tan exacto
como el del artillero de Lugo convertido en director de la Comisión Corográfica de
Colombia, era un estado de grandeza excepcional. La publicación de Ecopetrol es la justa
reivindicación de una de las obras más valiosas para la nación colombiana.

GERMÁN ARCINIEGAS

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CODAZZI, LA PRESENCIA DE EUROPA EN EL SUR Y EL CENTRO
DE AMÉRICA EN EL SIGLO XIX
Ernesto Guhl

Con la presente biografía de Codazzi termina la traducción de los Cuadros culturales de la


América del Sur de Hermann A. Schumacher, que éste presentó al trasluz de tres
protagonistas, uno solo de los cuales era nativo de esta tierra colombiana: Francisco fosé de
Caldas, criollo de extraordinarias dotes intelectuales y vocación hacia las ciencias exactas,
físicas y naturales. El primero, en orden cronológico, de estos personajes de la historia
cultural del país entre los años 1760-1860, era español de pura cepa y, además, como si
fuera poco, realista, partidario incondicional de su majestad católica y, por añadidura,
sacerdote. De esa manera tenía todo que ganar y nada que perder. El tercero era italiano,
ingeniero militar, soldado de profesión en su juventud, con un incierto porvenir en su tierra
natal.
A principios del siglo XIX, en tanto sobrevenía en Europa un receso político-militar, en la
América española, por el contrario, a causa de las luchas de independencia, resurgían y
tomaban auge las actividades en que se hermanaban la política y la guerra. Por ese entonces
la bolsa de empleo para los oficiales europeos desocupados funcionaba en los puertos
marítimos de la costa sud-oriental de los Estados Unidos, especialmente en el de Baltimore.
Este era el punto de partida para lanzarse a otra aventura como combatiente mercenario,
esta vez en el mar Caribe, aquel ámbito geográfico que antaño dominaran los filibusteros y
en donde ahora surgía una nueva actividad político-militar basada en las flotas corsarias
que trataban de participar en la guerra de independencia que se libraba en el continente, y
las cuales no pocos puntos de semejanza presentaban con el pasado filibustero.
Cabe preguntarse: ¿por qué escogió Schumacher a estos tres personajes? ¿Por qué no
pensó, por ejemplo, en Sebastián López Ruiz, el médico criollo nacido en Panamá,
acérrimo contrincante de Mutis, que llevaba todas las de perder bajo el régimen que
imperaba en aquel entonces, y que, claro está, lo perdió todo y hasta él mismo desapareció
en el anonimato? ¿O en Joaquín Acosta, nacido en Guaduas, intelectual de intachable valía
como profesor de educación superior y como autor de varias obras de historia y cartografía,
y quien durante toda su vida, que abarcaba la primera mitad del siglo XIX, había mantenido
una respetable posición?

Pues bien: a semejanza del puerto de Baltimore, que funcionara como bolsa de
transacciones económicas y de enganche de oficiales europeos para las guerras de la
independencia americana, entre ellos Codazzi, también actuó la representación diplomática
colombiana en París bajo la dirección de Francisco Antonio Zea, quien contrataba
científicos europeos para realizar su viejo sueño de crear en Bogotá una Academia de
Ciencias Naturales. Uno de los contratados fue Jean-Baptiste Boussingault, cuyos escritos

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sobre los trabajos que realizó en tierras de Nueva Granada, Ecuador y Venezuela fueron
traducidos por Joaquín Acosta y publicados en el año 1849 en París1. Aparte de sus obras
científicas, las Memorias2 del científico francés constituyen una verdadera fuente de
información sobre costumbres y formas de vida de todas las clases sociales del país,
fundada en las experiencias de un hombre joven, valiente y en todo sentido bien formado.
Los dirigentes de la república tenían conciencia de que el desarrollo de la misma y el
bienestar de todas sus clases sociales, pero especialmente de la clase alta, no sería posible
sin un conocimiento científico del territorio nacional con base en su levantamiento
geocartográfico. Geografía, mapa, desarrollo y prosperidad eran sinónimos. Ya en el año
1839 el general Mosquera impulsó una ley que ordenaba el levantamiento geocartográfico
del país. Se precisaba conocer las condiciones naturales de éste, su estructura geológica y
topográfica, sus climas, su mundo vegetal y animal, sus suelos, sus posibilidades
económicas bajo las concepciones que regían el comercio internacional de entonces, basado
en lo que hoy denominamos actitud de saqueo y destrucción de las riquezas naturales, pero
que en aquella época no se consideraba como tal, ya que el país era vasto y poco poblado.
"Los conocimientos acerca de la propia tierra constituyen la escala con que se mide la
educación, el comercio, la agricultura y el bienestar de un pueblo; la estupidez y la barbarie
van en proporción directa al desconocimiento de ella". Así opinaba Caldas 3.
La geografía de entonces era, en primer lugar, cartografía, puntos astronómicos, alturas
barométricas, caminos, ríos, distancias. Y, a la vez, la geocartografía resultaba
indispensable a los militares, a las guerras, a la política, en fin: constituía fundamento
indispensable del poder.

Con la lucha por la independencia, en el país y en todo el continente se inició una nueva
fase de la conquista: el descubrimiento científico de América. Bolívar consideraba a
Humboldt el verdadero descubridor de estos territorios, y el mismo Libertador se rodeó de
un séquito de oficiales extranjeros; su estado mayor representaba una verdadera liga de
naciones europeas. Había que modificar ahora la antigua imagen basada en la
tridimensionalidad de la religión, del oro y del indio como instrumento de trabajo, por el
mercantilismo y el capitalismo internacional del siglo XIX.

De ese modo se presenta una secuencia en el desenvolvimiento de la geografía en el país a


partir del descubrimiento y a lo largo de la conquista, la colonia y la república, que marca
las diversas formas de las relaciones entre el hombre y la tierra, desde la inicial concepción
1
JEAN-BAPTISTE BOUSSINGAULT, Viajes científicos a los Andes ecuatoriales o Colección de memorias
sobre física, química e historia natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela..., traducido por J. Acosta,
París, Librería Castellana, Lasserve editor, 1849.
2
J. B. BOUSSINGAULT, Memorias, traducidas por Alexander Koppel de León, Bogotá, Banco de la
República, 1985, cinco tomos.
3
HERMANN A. SCHUMACHER, Caldas, un forjador de la cultura, Bogotá, Empresa Colombiana de
Petróleos, 1986, pág. 79.

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del determinismo geográfico y cultural pasando por el posibilismo y después por el
probabilismo, para llegar al funcionalismo y, por ende, a la geografía social del presente, si
bien el país todavía hoy se halla cobijado por un categórico y casi absoluto determinismo
de sus clases dirigentes y políticas.

Al principio de esta secuencia, cabe importante papel a los pilotos e ingenieros españoles,
especialmente con referencia a la elaboración de la cartografía costanera, que, si en la
actualidad sólo conserva su valor histórico, fue esencial todavía durante el siglo XIX. Y
dentro de este desenvolvimiento de la geografía y la cartografía, al producirse la
independencia, numerosos extranjeros señalan pautas y rumbos hacia concepciones nuevas.
Uno de ellos fue Codazzi.

Pero el tiempo sigue en marcha. Hoy la geografía social y económica analiza las causas y
efectos de la intervención del hombre, a fin de comprender - y esto no es posible sin un
dominio de la geografía física y biótica - la interrelación y los efectos recíprocos de todos
los geofactores y factores humanos. Sólo así es posible llegar a una prospección, como
condición previa de un ordenamiento espacial y de una regionalización acertada para el
desarrollo de las distintas comarcas, meta ésta que se propusieron, cada cual en su tiempo -
dentro de las limitaciones científicas y las posibilidades prácticas del momento - tanto
Caldas como Codazzi.

Tal evolución de la ciencia geográfica la impulsaron significativamente muchos extranjeros


que visitaron el país durante el siglo XIX, afluencia ésta de hombres formados en las
geociencias que prosiguió hasta la inmigración de europeos en vísperas de la segunda
guerra mundial. Entre estos inmigrantes, que abandonaron su tierra nativa por razones
políticas, sobresalieron principalmente aquellos que trabajaron en el campo de la educación
(ya antes habían venido varias misiones educativas), tal como aquellos profesores de la
Escuela Normal Superior de Colombia entre quienes se contaba el famoso geógrafo catalán
Pablo Vila.

Ahora sí tenemos una respuesta del por qué el autor de la presente obra escogió a Codazzi
como uno de los hombres representativos de la cultura suramericana del siglo XIX: quiso
destacar el aporte europeo en aquella época, que fue decisivo para el desarrollo cultural de
Latinoamérica.
Schumacher cita en sus notas explicativas, que se llevan casi la mitad del libro, muchos de
esos hombres que dieron brillo a las ciencias naturales y a la geografía, como E. J. J.
Reclus, H. Karsten, A. Stübel, W. Reiss, J. - B. Boussingault, A. Bonpland, C. de Greiff, C.
A. Gosselmann y, desde luego, A. von Humboldt, algunos de los cuales se quedaron aquí

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para siempre, como T. Haenke en Bolivia, A. Raimondi en el Perú, T. Wolf en el Ecuador,
A. Codazzi en Venezuela y Colombia4.

A todos ellos - hasta el día de hoy - les tocó en suerte, como forasteros, vivir el destino de
los criollos durante la época colonial, al aparecer el chauvinismo como fenómeno social de
las clases media y alta - con honrosas excepciones, claro está.
Tal fue el interés de Schumacher: analizar el papel de estos hombres en el
desenvolvimiento de los países americanos durante la época comprendida entre 1760 y
1860. Por su parte, Hettner, otro geógrafo, en excelente estudio sobre la cordillera de
Bogotá durante los años 1882 a 1884, destaca así la labor de Codazzi: "Ahora, cuando el
interés del mundo entero se concentraba más y más en el istmo de Panamá y en la
construcción de un ferrocarril interoceánico, también la idea del levantamiento del mapa
del país recibió un nuevo impulso (... ). En el año 1848 recibió (Codazzi) de Mosquera el
ofrecimiento de elaborar un mapa con descripción geográfica (como lo hizo en Venezuela)
también para la Nueva Granada, y regentar una cátedra en la Escuela Militar..."5.
Codazzi ya había sufrido las penurias de un perseguido y desterrado político en Venezuela,
su patria adoptiva, después de realizar el Atlas y la Geografía de ese país. Y ahora,
aceptando el ofrecimiento del presidente de la Nueva Granada, inició una tarea semejante
en esta nación.

Schumacher, el mejor de los biógrafos de Codazzi, supo situarlo e interpretarlo en el


espacio y en el tiempo de entonces. Por ello entiende los afanes de Codazzi, cuando éste
dice: "Aunque me halle en los días de mi vejez, debo viajar a París a fin de poder concluir
mis trabajos, ya que aquí no cuento con la ayuda crítica de nadie. He de hablar con hombres
como Boussingault, Schomburgk y Humboldt. Tengo que visitar asociaciones científicas y
académicas. Tengo que empezar desde el principio. Si así no lo hago, todas mis fatigas y
dedicación habrán sido en vano. En nuestros días, quien trabaje aislado y solitario no podrá
ser útil al mundo. Aquí he perdido a mis últimos colaboradores. Acaso, en mi ancianidad,
una vez más tenga la suerte de poder discutir con mis semejantes".
Al mismo Codazzi, dice Schumacher, "no le gustaron sus últimos trabajos. Al examinar sus
manuscritos, encontró en ellos capítulos importantes apenas bosquejados, detalles a veces
ampliamente comentados, pero nunca una relación continuada [...]. Infortunadamente,
carecía de la oportunidad de confrontar sus trabajos con los avances recientes de otras
naciones. Poco sabía de lo que se publicaba en Europa, relacionado con su profesión, y
nada entendía del amplio espíritu de los tiempos modernos, que se manifestaba de manera
tan pujante en los Estados Unidos".

4
La larga y más completa lista de los viajeros científicos por el país, la América del Sur y Centroamérica,
aparece en un libro, en preparación, sobre la historia de la geografía en Colombia y en el resto del continente.
5
ALFRED HETTNER, La cordillera de Bogotá. Resultados de viajes y estudios (Gotha, 1892), primera
versión al castellano por E. Guhl" Bogotá, Banco de la República, 1966, pág. 23.

12
Hettner, en el capítulo "La historia del descubrimiento y exploración como fuente de
información geográfica" de su obra mencionada6, después de criticar severamente la actitud
de los miembros de la comisión editora del Atlas de Colombia, creada después de la muerte
de Codazzi7, dice en el año 1884 lo siguiente: "El mapa y la descripción del país de
Codazzi constituyen aún hoy en día la base de nuestros conocimientos sobre Colombia, y
por lo mismo deben mirarse detenidamente.

"Desgraciadamente, tenemos poca información sobre su metodología de trabajo y, al


parecer, él mismo no dejó apuntes al respecto. Los editores no pudieron apreciar el valor de
estas informaciones con base en su método de trabajo, y su biógrafo, Schumacher, tampoco
nos informa al respecto. En la construcción de los mapas utilizó las observaciones
astronómicas de Humboldt para la determinación de las coordenadas geográficas de ciertos
lugares, y por lo demás, parecen basadas en levantamientos de rutas de viajes, y por lo
mismo tienen considerables errores en la ubicación de los pueblos. Pero dejando a un lado
este aspecto, la presentación topográfica es tan detallada y en su conjunto tan correcta, que
parece admirable si se considera el corto tiempo disponible y las grandes dificultades que le
impuso la naturaleza. Codazzi ha debido tener un gran talento para poder presentar una
región desde un solo punto de observación tan correctamente y hasta en sus detalles, y usar
acertadamente la información de la gente común de la comarca; únicamente en regiones
totalmente despobladas, el dibujo se vuelve esquemático y hasta fantástico. La
representación de la estructura de la cordillera está interferida por la vieja confusión entre la
divisoria de aguas y las cadenas montañosas; así es como aparecen altas cuchillas donde en
realidad sólo hay bajas depresiones, y el paralelismo de las cadenas de montañas no aparece
lo suficientemente claro. Muchas otras diferencias en el dibujo de las montañas no son
fallas en el levantamiento de Codazzi, sino que se deben al deficiente grabado, como lo
comprueba una comparación con el texto escrito. Éste, en muchos capítulos, se agota en
listas de nombres y en una seca descripción del mapa; pero aquellos apartes con el título
'Aspectos del pays' es tan excelente en su caracterización del mismo, y muestra una tan
profunda concepción geográfica, que es raro encontrarla en esta clase de obras. A Codazzi
siempre se debe nombrar entre los más valiosos exploradores de la geografía de
Suramérica". F. J. Vergara y Velasco rinde en el año 1901, en su obra Nueva geografía de

6
A. HETTNER, ob. cit., págs. 24-25.
7
Escribe F. J. VERGARA Y VELASCO, en su libro Nueva geografía de Colombia, Bogotá, 1901, pág. 40, lo
siguiente: "Terminada la exposición de la altimetría colombiana según Codazzi, posible es afirmar que no
había quien, después de estudiarla, no rindiera tributo de admiración a la obra del célebre geógrafo: a ella
pueden hacerse las rectificaciones y adiciones que se quiera, pero es inconmovible en sus grandes líneas y,
colocados sus números sobre la carta geográfica del país, el relieve verdadero de éste se destacaría con
admirable nitidez. Y cosa singular, jamás en los anales de la literatura científica del globo se hallará caso
igual al acaecido en Colombia al paciente explorador de su suelo, es decir, de un pillaje y plagio tan
censurable como el cometido por la segunda Comisión Corográfica, que ni una línea añadió a la obra del
conocimiento geográfico del país, y por mal yuxtaponer las piedras del edificio de Codazzi, borró el nombre
de éste para poner el suyo propio!".

13
Colombia, el siguiente reconocimiento y homenaje a Codazzi: "Codazzi trabaja como un
Hércules de 1849 a 1855, recorre unos veinte mil kilómetros de vías fluviales y terrestres;
toma muchos centenares de cotas y calcula varias decenas de coordenadas. La muerte le
impide terminar su trabajo, puesto que los nuevos actuales departamentos, Bolívar y
Magdalena, no alcanzó a visitarlos; pero su obra resulta inmortal, porque aun cuando
encierra numerosos errores, excusables por razones obvias, la labor del eminente ingeniero
- cartas y memorias geográficas- es la base de todo lo que en Colombia se ha hecho después
en estas materias, y presenta el primer cuadro aceptable de la tierra colombiana".
Con ocasión del centenario de la muerte de Codazzi, publicó Pablo Vila un sentido y justo
homenajes8.

En el año 1950, al cumplirse el primer centenario de la iniciación de los trabajos de la


Comisión Corográfica bajo la dirección de Agustín Codazzi, se le dio al Instituto
Geográfico Militar y Catastral, fundado en 1935 como entidad geodésica y cartográfica del
Estado colombiano, el nombre de Institutos Geográfico Agustín Codazzi, en
reconocimiento y homenaje de la Colombia de hoy a este europeo que en tierra americana
buscó y logró -no obstante innumerables dificultades- su plenitud.
Al concluir ahora este trabajo de traducción de la obra de Schumacher, quiero saldar una
deuda contraída por mí desde la publicación de las biografías de Mutis y de Caldas y que se
extiende, desde luego, a la presente de Codazzi. Y es la de dar las gracias a la señora Clarita
Lozano de Giraldo, a quien la presidencia de Ecopetrol designó coordinadora de esta obra,
en la que colaboró, con alto sentido de responsabilidad, inteligencia y desinterés, con los
demás miembros del grupo de trabajo, en especial con Juan Fernando Esguerra, encargado
de revisar idiomática y estilísticamente la traducción.
Igualmente cooperó - yo diría que casi como cotraductora - en verter mis manuscritos -
quizás tan difíciles de descifrar como un paleograma - en excelentes copias
mecanográficas. Así que mil gracias, doña Clarita, por su invaluable aporte.
En cuanto a los demás integrantes del equipo de trabajo, vale lo dicho en los volúmenes
anteriores.

8
PABLO VILA, Codazzi, Humboldt, Caldas, precursores de la geografía moderna, Caracas, Instituto
Pedagógico, 1960.

14
CODAZZI, UN FORJADOR DE LA CULTURA

Hoy van corridos diez años desde que troqué las apacibles labores en mi patria por una vida
llena de vicisitudes en tierra extranjera. Creo que ha llegado el momento de llevar a término
una obra iniciada en América durante este decenio, y cuyo primer bosquejo tracé en 1874.
En los años subsiguientes las circunstancias me fueron propicias para corregirla y
aumentarla, especialmente durante el ocio de cinco viajes marítimos. Entre 1872 y 1873
surgieron los primeros impulsos a la ejecución de esta obra, cuya forma actual es la
definitiva.
En cuanto a las motivaciones iniciales, he de anotar que quehaceres oficiales durante mi
permanencia en el norte de Suramérica, como el comercio de quinas, el monopolio de
esmeraldas y la extracción de oro, me indujeron al estudio de Mutis, muy poco conocido.
Los pormenores que un hombre como Humboldt trataba en influyentes escritos, llamaron
mi atención sobre el hecho de que aún no se hubieran publicado útiles manuscritos,
tratados, informes y cartas del gran sabio. El observatorio astronómico de Bogotá, mi
ciudad de domicilio, me enseñó a apreciar al infatigable Caldas, muerto a temprana edad,
cuya vida y obra apenas si se conocen fuera de Suramérica. Para toda cuestión práctica en
que se tratara de itinerarios, proyectos de ferrocarril, situación de los lugares, límites de
jurisdicción, de comercio, de territorio del Estado, había que recurrir a las obras de
Codazzi.

Parientes y amigos de mis tres personajes, especialmente los hijos de Codazzi, me


proporcionaron directamente algunos documentos. Reuní entonces todo cuanto se me
presentaba: escritos, tanto privados como oficiales, cartas, cálculos, libros, periódicos,
polémicas, informes, planos y mapas.

A principios de 1875 una nueva esfera de actividad reclamó todo mi tiempo y esfuerzos. La
urgencia de atender permanentemente mis negocios ocasionó que la labor comenzada en el
sosiego quedara suspendida hasta el momento en que vinieron a impulsarla nuevos envíos
de mis amigos suramericanos y el estímulo de excepcionales conocedores de ese
continente, como Adolfo Bastian, Hermann Karsten, Guillermo Reiss y Alfonso Stübel, o
también las diversas relaciones personales y el contacto específico que a diario me brindaba
la ciudad más grande de América.

Así, pues, el libro terminado hoy ha surgido muy gradualmente. Guíelo buena estrella, si ha
llegado el tiempo de su publicación.
Estas páginas estudian, en forma de tres biografías, sucesos acaecidos en el norte de
Suramérica, de 1760 a 1860.

Como quiera que se ha tratado, en primer término, de mover el interés general, de asegurar
15
la relación de lo pequeño con lo grande y de caracterizar el curso de un desarrollo político y
social, se han tomado esos acontecimientos en su fuente original y se han investigado
adoptando un método crítico.

La falta de esa crítica en muchas publicaciones históricas sobre Suramérica, imponía un


regreso a las fuentes, acerca de las cuales dan luz las notas, necesariamente bastante
extensas, pues de otra suerte las citas habrían quedado sin base de sustentación. Los errores
y falsos conceptos en el juicio general de los respectivos relatos, sólo podían allanarse por
medio del texto original, por la crítica e interpretación o mediante otros detalles.

Por lo demás, en manera alguna pretendo que mis materiales estén completos. Sin contar
los archivos de Madrid, deben de existir algunos otros, inaccesibles aún para mí, en
Bucaramanga, Bogotá, Caracas, Cartagena, Quito y Valencia.

En cada una de las notas se ha resumido, en lo posible, lo referente al respectivo tema,


siempre que no predominen cuestiones de importancia excepcional, como el estudio de las
quinas, el proceso del canal del istmo, los viajes de Humboldt o el curso mismo de la vida
de mis tres héroes.

Los pasajes entre comillas, sin adición posterior, son transcripciones acerca del
correspondiente biografiado, traducidas del español, del francés o del italiano, lo más
literalmente posible, aunque también abreviadas.

Las biografías se refieren a aquellos detalles que en alguna forma sean característicos de las
diferentes épocas, la familia, la amistad, los recuerdos de viaje, las controversias de los
eruditos, los proyectos fantásticos, etc.

He creído así dar a conocer justamente la vida y esfuerzos en las regiones tropicales, bajo el
gobierno colonial, durante las batallas de la independencia y en la época de la república, y
al propio tiempo describir la idiosincrasia de un país y de un pueblo tan extraños al modo
de ser de los europeos y norteamericanos.

Me parecen merecidas las palabras dedicadas a las personalidades norte y suramericanas,


españolas, alemanas, francesas e inglesas, casi todas poco conocidas hasta la fecha, y que
secundaron a las figuras principales de mis tres biografías. Pero entre todas ellas sobresale,
en dimensiones gigantescas, y durante más de la mitad del siglo que se analiza, Alejandro
de Humboldt como el primero en cuanto a consejo y acción.

Grymes Hill, Staten Island, Nueva York,


7 de marzo de 1882.
HERMANN A. SCHUMACHER.
16
CAPITULO I: ANDANZAS DE UN CORSARIO

Al iniciarse el año 1817, la mayor parte de la América española se hallaba nuevamente bajo
el dominio de la madre patria, particularmente la casi totalidad de los territorios situados en
medio de los trópicos. Desde Madrid se observaba cómo aquellos movimientos surgidos
violenta y sorpresivamente, allende el mar, se disipaban al igual que los síntomas de una
fiebre tropical. El rey Fernando VII, como sus antecesores en el trono, llevaba el cetro, por
la gracia del Todopoderoso, sobre los reinos de los dos mundos.
Las manchas de la revolución, o habían sido lavadas, o por lo menos se desvanecían
rápidamente, ya que en el norte de la América del Sur mandaban nuevamente los
lugartenientes de su majestad católica, y las autoridades españolas, tanto en Panamá como
en Caracas, en Bogotá como en Quito, eran tan poderosas como antaño. Y no sólo en
dichas ciudades capitales, sino también en las plazas principales de estos extensos
territorios, dominaban en forma absoluta los enviados de la madre patria. Solamente en
lugares muy aislados y distantes se sostuvieron los enemigos de los europeos, como en los
llanos del Apure y Casanare, o en una isla tan insignificante como Haití, donde el régimen
de negros y mulatos representaba, al parecer, escaso peligro para los intereses españoles y
al cual también los Estados Unidos odiaban a causa de la cuestión de la esclavitud.
Si las luchas que persistían en la parte meridional de Suramérica se asemejaban a los
estertores de una fuerza moribunda, así mismo las correrías bajo banderas rebeldes en aguas
de las Indias Occidentales más parecían acciones de corsarios que una guerra dirigida.
Aunque los barcos que surcaban aquellos mares encontraban en los puertos
norteamericanos tanto protección como ayuda, el gobierno de los Estados Unidos - al
suceder en la presidencia, en marzo de 1817, James Monroe a James Madison, aseveró que
nada tenía que ver con tal ayuda. Los negocios que allí se celebraran con los rebeldes
constituían especulación privada, contra la cual bien podía protestar España por la vía
diplomática, pero que de ninguna manera justificaba una acción de guerra.
A mediados del año 1817 era Baltimore, al lado de Nueva Orleáns, asiento de viva
agitación en favor de las repúblicas criollas, que se hallaban en grave peligro e, inclusive,
expuestas a la destrucción. Tal como en la desembocadura del Misisipí, también en la bahía
de Chesapeake reinaba activo interés por las armas, municiones y víveres que necesitaban
los movimientos rebeldes suramericanos, bien para proseguirlos, bien para reiniciarlos. A
las consideraciones comerciales se sumaba cierta simpatía política, aun cuando
oficialmente el gobierno se mostraba reservado: los ciudadanos tenían el campo libre para
ayudar a aquellos luchadores suramericanos, a quienes tenían por patriotas y campeones de
la libertad.

Las principales operaciones especulativas realizadas en Baltimore se orientaban hacia


México, no obstante que en casi todo su territorio imperaba otra vez el antiguo poder

17
colonial. En procura de un nuevo levantamiento armado en aquel virreinato actuaron
incansablemente hombres como Joaquín Toledo y Francisco Javier Mina, así como Louis
Aury, el presunto brigadier mexicano que en Haití, una vez desembarcados los refugiados
que trajo de la perdida ciudad de Cartagena, rechazó de plano las ideas sustentadas por
Bolívar. Con él actuó Mariano Montilla, contrario a los planes trazados por Bolívar para la
capitanía general de Caracas. En favor de los insurrectos en Chile se empeñó Juan José
Carrera. El marqués Emmanuel Grouchy, hasta hacía poco alto oficial en el ejército
napoleónico, atizó el fuego en Filadelfia, ayudado por el antiguo general de división francés
Michel Brayer.
Otro francés, François Villaret, en contraste con la mayoría de sus camaradas de exilio,
actuó en favor de la reconquista del norte de Suramérica apoyando las ideas de Bolívar.
Como vicealmirante de la flota venezolana, llegó en abril de 1817 desde la América del
Sur. En su barco América Libre, viajó directamente del Orinoco a Baltimore, en donde,
provenientes de Haití, le llegaron noticias exactas acerca de las más recientes acciones de
los partidarios de Bolívar, en cuya iniciación había participado, concretamente llevando la
expedición que salió el 20 de marzo de 1816 de Los Cayos hacia la isla Margarita, y que
luego, en tierra firme, fracasó casi totalmente. Fue entonces cuando su barco condujo al
derrotado Bolívar de regreso a Haití. Posteriormente, Villaret también prestó sus servicios
en la expedición del 21 de diciembre de 1816, que salió igualmente de Los Cayos. Bajo su
mando estaban los barcos con las provisiones que debían desembarcarse en la costa
venezolana.
Sabía Villaret que el plan estratégico de guerra de los patriotas, una vez completado el
armamento, consistía en tornar a Santo Tomás de Angostura (1) en un puerto a orillas del
río Orinoco que resultase accesible a toda clase de barcos marítimos, y convertirlo así en el
centro de todas las operaciones. Por lo tanto, se le enviaba a los Estados Unidos con la
misión de buscar para esta plaza principal de la provincia de Guayana, carente casi por
entero de los elementos de la civilización, más material de guerra y víveres, así como tropas
y barcos, a fin de proteger la desembocadura del Orinoco, compuesta de numerosos brazos,
pero única vía para mantener las comunicaciones con Europa, ya que las otras se hallaban
bajo el dominio del enemigo.
Entre las personas que en Baltimore buscaron enrolarse con Villaret, se contaban dos
italianos que habían luchado bajo las banderas de Napoleón: Constante Ferrari, de Reggio
nell'Emilia, y Agostino Codazzi (2), de Lugo. Éste, el más joven de los dos, fue quien
concibió la idea de entrar al servicio militar de la República de Venezuela, la cual existía
nominalmente desde 1810. Hombre activo, había llevado una vida llena de peripecias, y en
sus andanzas se había reencontrado con aquel otro camarada.

18
Río de la Plata

El fragor de la guerra europea, a principios del siglo, afectó no sólo a los Estados
Pontificios, sino también a la casa de los padres de Codazzi, modestos comerciantes en seda
en la pequeña Lugo, no lejos de Ravena. Casi niño, fue enviado a la escuela militar que en
Bolonia habían establecido los franceses. Más tarde, en 1809, el coronel Pietro Damian
Armandi lo admitió en el regimiento de artillería estacionado en la misma ciudad, y hasta
mediados del año 1812 duró su formación en la Academia de Guerra de Pavía. Su carrera
de soldado lo llevó a Alemania, donde participó como suboficial en las batallas de Bautzen,
Lützen, Culm, Dresde y Leipzig. Regresó como sargento mayor a Italia para participar en la
defensa de los frentes del Tagliamento y el Mincio. El 20 de febrero de 1814, durante la
lucha por Mantua, ocupó un lugar en el comando del mencionado Armandi, y medio año
más tarde, licenciado por causa de la disolución de este ejército, ingresó como teniente de
artillería en la Legión Italiana, que se formó en Génova con los restos del cuerpo del
ejército de Beauharnais. Pronto a esta etapa al servicio de las armas sucedió una
multifacética vida de aventurero. Algo así como un año antes de su arribo a Baltimore,
Codazzi se había embarcado en Génova como comerciante, y después de un naufragio
cerca de Ítaca, vivió solitario y pobre en Constantinopla, hasta cuando encontró al dicho
Ferrari, cuya situación era un poco mejor que la de Codazzi. Un golpe de suerte le había
proporcionado algunos medios de vida. En compañía de este antiguo teniente coronel
italiano viajó por Grecia, Moldavia y Valaquia, Rusia, Polonia, Prusia, Suecia y Dinamarca.

19
Durante mucho tiempo había vagado sin meta, hasta cuando llegó a Holanda. En
Amsterdam concibió la idea de viajar a América, y específica y directamente a Baltimore,
en aquella época el principal puerto de inmigración de los Estados Unidos.

En contacto con todos aquellos agitadores de origen latino, allí maduró en él la


determinación de sumarse a los oscuros, pero de todos modos valientes planes de Villaret.
Sin dilaciones, Ferrari y Codazzi se enrolaron en el ya mencionado bergantín América
Libre, comandado ahora por el capitán Charles Barnard. Pronto zarpó el bergantín con
Ferrari como teniente coronel y Codazzi como teniente a bordo, para unirse a las
embarcaciones al mando del almirante Louis Brion, que debería hallarse frente a la isla
Margarita. El primer ayudante de Brion, Federigo Babastro, era paisano de los dos amigos.

La nueva flota se hallaba muy laxamente organizada y el capitán Barnard no obedecía las
órdenes de Villaret. Costeando hacia el sur de los Estados Unidos, los tripulantes
encontraron más allá del cabo Fear una escuadra del mencionado Aury, el cual había
abandonado a Baltimore hacía meses, para abastecerse en Nueva Orleáns. Ocupaba ahora la
isla Amelia, que con su fortificada ciudad de Fernandina se prestaba muy especialmente
para apresar barcos corsarios. A este Aury se juntó ahora el capitán Barnard con su
bergantín, de manera que la isla Amelia se convirtió por algún tiempo en la residencia de
Codazzi. La isla protege la desembocadura del río Santa María, el cual en aquella época
todavía demarcaba, del lado atlántico del continente, la frontera entre la América española
y los Estados Unidos. En el territorio de estos últimos, especialmente en Georgia, los
presuntos nuevos colonos mexicanos tenían asegurada toda clase de ayuda. En cuanto a la
Florida española, poco había que temer, ya que sus desavenencias con el gobierno vecino
habían debilitado grandemente el poder del comandante de esa posesión europea.

Tan sólo un estrecho brazo de mar separaba la isla de la tierra firme, de modo que resultaba
fácil conseguir desde allí víveres y materiales de guerra. La islita había servido, de largo
tiempo atrás, como lugar de refugio a navegantes aventureros. Ahora, cuando los
remanentes de un grupo de corsarios que se habían instalado en la isla, y comandados en un
tiempo por el presuntamente oficial neogranadino Gregor Mac Gregor, tomaron las armas
contra los nuevos invasores e izaron la bandera española, Aury se lanzó abiertamente a la
lucha. El castillo, y con éste la mayor parte del depósito de material de guerra, estaba en
manos de sus adversarios. Codazzi, quien dirigió el ataque contra el fuerte, los venció
después de cuatro horas de combate, y el 18 de febrero de 1818 se le incorporó como
teniente a la escuadra de Aury, conocida como la flota de Buenos Aires y Chile y que
operaba frente a las costas de la Nueva Granada. Aury ya no deseaba la relación o convenio
con México, pero en cambio la República de Buenos Aires, que tras los resueltos avances
de San Martín también acogía bajo sus estandartes a Chile, le inspiraba suficiente
confianza, ya que se encontraba totalmente en armas contra España, y hasta negociaba un
pacto con Brasil.
20
Aury, una vez colocado bajo la nueva bandera, se dirigió al sur con la mayor parte de sus
barcos, aceptando un llamado de los venezolanos. Lo acompañaban Ferrari y Codazzi, que
así esperaban al fin entrar al servicio de los patriotas.

El 27 de febrero de 1818 recibió Brion la orden de llamar a Aury. Tal orden provenía de
Francisco Antonio Zea, el antiguo naturalista bogotano que figuraba ahora como presidente
de un consejo de Estado venezolano. Un círculo de políticos reunidos en Angostura se
había conferido, el 10 de noviembre de 1817, la categoría de gobierno supremo, y había
investido a Bolívar con la presidencia de la proyectada república, mientras que a Zea se le
encomendaba presidir un consejo de Estado y otro de finanzas, a Brion uno de guerra y
marina, y a Juan Martínez uno de justicia y otro de administración. La consabida orden de
Zea buscaba primeramente la compra, en las islas de las Indias Occidentales, de todo el
material de guerra y municiones para Angostura, que fuese posible, y seguidamente,
proteger y asegurar a toda costa el desembarque de tropas auxiliares extranjeras alistadas
desde Londres en Inglaterra, Holanda y el norte de Alemania. La flota española bajo el
mando del general José María Chacón observaba atentamente el desplazamiento de estos
refuerzos y seguía a los barcos enemigos. Sin embargo, se abstuvo de atacar cuando el 11
de mayo se presentó Aury con sus buques cargados de pertrechos. La flota de Brion, cuya
misión principal era proteger el ejército terrestre, operaba frente a la costa de Cumaná,
donde también desembarcó tropas y munición. Con el resto de la carga de material de
guerra se dirigieron después al Orinoco. Durante esta expedición, y a fin de presentar
apropiadamente en Angostura sus hasta entonces bien logrados méritos, Aury permitió que
uno de sus barcos, el Mercurio, acompañara a Brion, en tanto que para sí mismo tuvo que
buscar una nueva base de operaciones, ya que el 23 de diciembre de 1817 los Estados
Unidos habían desalojado a sus hombres de la isla Amelia. Codazzi se encontraba a bordo
del Mercurio, que en el golfo de Paria apresó un cañonero español, y después, en la isla
inglesa de Trinidad, se aprovisionó de toda suerte de contrabando de guerra. Allí por
primera vez conoció íntimamente la naturaleza salvaje de Suramérica: para él un mundo
todavía nuevo, ya que las costas e islas del mar de las Indias Occidentales no le habían dado
la posibilidad de contemplar a plenitud el modo de ser de la vida tropical.

Brion, quien disponía de capacitados pilotos de Curazao, navegó hacia la desembocadura


principal del Orinoco y atravesó con fortuna la impetuosa y fuerte corriente entre la isla
Cangrejo y Punta Barinas. El primer poblado ribereño que encontró fue Cuparo, infeliz y
mísero nido de indígenas situado en la orilla izquierda del poderoso río, y allí trató de
obtener información acerca de una eventual emboscada de navíos de guerra españoles.
Codazzi opinaba que el enemigo había abandonado hacía tiempo esta salida principal del
río, a causa del grave peligro que presentaba para la navegación, y habían buscado otros
brazos del delta como camino. Sin embargo, la verdadera razón era la imposibilidad de

21
aprovisionar por largo tiempo los barcos de guerra en este salvaje e intrincado delta del
Orinoco.

En Cuparo aparecieron algunos indios guarachores, totalmente desnudos pero profusamente


adornados. Algunos llevaban piezas de metal entre la nariz y el labio superior, y los había
con dibujos multicolores en todo el cuerpo. Eran los primeros aborígenes que Codazzi
conocía de cerca, y jamás los olvidó.

Sin embargo, la agitada navegación río arriba de once barcos, que en lo posible debían
permanecer unidos, no permitió observar en detalle la naturaleza primaria de los trópicos,
cuya vida animal y vegetal, tan uniformemente multicolor como calladamente elocuente,
sólo se podía reconocer cuando, por causa de la corriente y de las islas, había que acercarse
a ésta o a la otra ribera. Por lo demás, la visión del paisaje que se ofrecía desde el río era un
tupido escenario de sólo bosque y follaje, que para Codazzi, carente entonces de intereses
científicos, resultaba en un principio más que aburrido. Después de algunos días, en la
transparente y azulosa lejanía aparecieron montañas despejadas y paisajes más amables, y
en medio de las aguas emergieron sólidos peñascos.

Frente a un lugar muy curioso, caracterizado por dos fuertes que parecían pegados a la
vertiente de una montaña que daba al río, anclaron los barcos para desembarcar la carga.
Aquí, en el viejo Santo Tomás de Guayana, fue donde por primera vez Codazzi conoció la
milicia indígena de los patriotas, parte de la cual carecía de uniforme, e inclusive de
cualquier vestimenta, así como de zapatos. Esto y la falta de uniformidad en el armamento
muy poco correspondían a las exigencias europeas, pero no se podía desconocer que
existían disciplina y espíritu de orden.

Juan Díaz mandaba esta tropa variopinta, en la cual reinaba gran agitación a causa de que
hacía poco le había sido entregado un jefe del cuerpo auxiliar inglés, el teniente coronel
Robert Wilson, como presunto espía enviado por la embajada española en Londres.
También aquí conoció Codazzi, a bordo del bergantín Hornet, del capitán Thomas Reed, a
un personaje interesante: Bautista Irvine, de Baltimore, a quien se acataba como el
representante de los Estados Unidos, a pesar de que no sólo carecía de investidura
diplomática, sino que, además, se hallaba encargado de presentar quejas y reclamos de
indemnización. Sin embargo, por lo general se le consideraba como la personificación de la
cercana alianza del gobierno de Washington. En este lugar quedó anclada la flota, y
únicamente el buque insignia de Brion, seguido por el Mercurio, continuó navegando río
arriba. El 12 de julio de 1818 arribaron a la capital nominal de la República de Venezuela:
un poblado de unos seis mil habitantes, situado al pie de una loma pelada y edificado con
base en el plano regular de una fortificación.

22
Fuera de una iglesia parroquial dedicada a la Bendita Virgen María de las Nieves, no existía
en este poblado ardiente ninguna otra edificación que sobresaliera. Muchas casas se
hallaban en ruinas, las calles se encontraban en completo abandono, de lo cual no se libraba
ni la misma alameda de enormes ceibas. En este paseo se encontraban diariamente los
escasos hombres que decían representar a Venezuela. A veces sesionaban en las azoteas de
las residencias, como también en alguna de las numerosas casuchas diseminadas en las
fincas de palmas y mangos, situadas en los malsanos terrenos que rodeaban el poblado y
que a Codazzi parecieron bastante pobres. Los hombres así reunidos constituían un círculo
bastante singular, cuyo centro lo formaban siempre la elegante figura y la naturaleza
patética de Simón Bolívar. Este agitador incansable se hallaba nuevamente, desde hacía
cerca de un mes, en la sede del así llamado gobierno, y se dedicaba ahora - puesto que las
tropas españolas parecían encontrarse en estado de quietud - a tomar diferentes medidas de
organización, a dictar disposiciones y a adjudicar cargos oficiales, pero especialmente
pensaba en convocar en fecha próxima una asamblea constituyente en Angostura, a fin de
restablecer la república. A Bolívar le gustaba presentarse siempre en compañía de por lo
menos uno de sus edecanes. Como ayudante, en esta ocasión le servía el mentado Zea,
quien hacía algunos días había publicado los primeros números de un periódico del
Orinoco, el cual, no obstante su modesta presentación, había favorecido grandemente la
causa de los patriotas. El flaco Juan Germán Roscio, recién vuelto de Filadelfia, cumplía el
papel de lugarteniente disponible a toda hora, mientras que el fino José Rafael Revenga, al
cual se aproximó Codazzi de manera especialmente confiada, era un hábil secretario
ejecutivo. Los asuntos marítimos los atendía Lino de Clementi, venezolano de origen
italiano. Buen número de los encargados de tales o cuales funciones eran hombres
extravagantes y raros, generalmente con títulos rimbombantes y frecuentemente, a pesar del
intenso calor, en lujoso uniforme. Todos los pigmentos de la piel estaban presentes entre
ellos. Al lado de ciudadanos de Valencia y Caracas, vestidos como tales, iba el llanero con
pantalones y saco de cuero; entre charreteras y galones aparecían ruanas y cobijas y junto a
pistolas y espadas se veían lanzas y lazos. A ellos se agregaban aventureros foráneos:
ingleses, holandeses, alemanes; hombres que antaño seguían al águila napoleónica, o que
en su oportunidad habían luchado en España contra José Bonaparte. Además había médicos
y comerciantes. Empero, la figura más extravagante de este círculo, que en ocasiones
solemnes vestía uniforme escocés, era James Hamilton: soldado, especulador y diplomático
en una misma persona. Para Aury no había nada que ganar en Angostura, especialmente en
cuanto se refiriese a dinero. Codazzi hubo de darse cuenta de que la flota venezolana vivía
únicamente de la fortuna personal de Brion, y en ese momento tan sólo de su crédito. En
tales condiciones, y después de corta estadía, no quedaba más camino que la retirada sin
éxito alguno. El bergantín Mercurio recibió, ante la isla Margarita, la orden de navegar sin
tardanza hacia la costa de Mosquitos, ya que se supo que allí se había izado la bandera
federal de Buenos Aires y Chile en un risco solitario, que Aury quería convertir, según lo
expresó, en un Gibraltar de los mares de las Indias Occidentales.

23
Frente a esta parte del istmo se encuentra un rosario de arrecifes, bancos e islas, que se
extienden hasta el otro lado, ante Jamaica; pero únicamente dos de estos puntos eran
habitables. Sus moradores - cerca de trescientas personas, descendientes de bucaneros, que
conservaban el idioma inglés, no obstante que su ámbito pertenecía ya desde 1789
oficialmente al imperio español - llamaron a estas islas Saint Andrew y Old Providence.
Saint Andrew era totalmente un caos, ya que hacía alrededor de tres años Michel, corsario
francés, había destruido a sangre y fuego todo lo que fuese destructible. En la montañosa
Old Providence - en español, San Luis de Providencia -, cuyo peñasco más alto se parece a
una cabeza humana y lleva el nombre de Henry Morgan, en memoria del famoso corsario,
estableció Aury su cuartel general. Ante la punta septentrional de esta isla, separado por un
estrecho de mar, se levanta el islote de Santa Catalina, en cuyo costado meridional se
edificó el fuerte Aury.

Poco después de haberse iniciado esta burda fortificación, el 8 de agosto de 1818, día de su
regreso, el teniente Codazzi fue ascendido a capitán, a pesar de presentarse con las manos
vacías.

La escasez de dinero se tornó más grave aún, ya que obligó a Aury a prescindir de dar un
paso grande y decisivo que había planeado de tiempo atrás, y que también hubiera gustado
mucho al ambicioso Codazzi. Inclusive, el 18 de julio, escribía Aury a su amigo el
revolucionario1 chileno Madariaga, que se hallaba viviendo en Kingston, cuán poco faltaba
para tomarse por sorpresa las fortalezas españolas de Portobelo y Chagres, para desde allí
conquistar a Panamá, residencia del mariscal español Alejandro Hore. No cabía duda, en
aquel entonces, de que el istmo, territorio indispensable para la comunicación entre los dos
océanos y para el poder colonial de España, se podía ocupar sin mayores esfuerzos, si se
contaba con los medios necesarios para costear una acción de envergadura en un país tan
exprimido.

Empero, tales medios faltaban a Aury. La pobre isla de Old Providence, con sus cocoteros y
sus arbustos de algodón, no podía, ni siquiera deficientemente, alimentar el cuerpo de
marineros, que ahora componían cerca de ochocientos hombres. Ya no había oportunidad
de apresar barcos mercantes, y las tierras costaneras adyacentes no eran más que una espesa
selva, cuyos escasos sitios habitados apenas tenían lo suficiente para subsistir
miserablemente. En vista de esta situación, pensó Aury en buscar aquellos puntos dispersos
que servían a los españoles como estaciones militares de reaprovisionamiento. Fue así
como se iniciaron incursiones sistemáticas contra todas las poblaciones que se hallasen bajo
la bandera del enemigo mortal, y cuya conquista prometiera alguna posibilidad de botín.
Precisamente ahora, cuando el mencionado Gregor Mac Gregor había tenido que devolver a
los españoles el recién conquistado Portobelo y cuando estaba buscando para los restos de

1
Schumacher utiliza la palabra agitador, que nosotros reemplazamos por revolucionario. (Nota del traductor).

24
su expedición marítima un lastimoso refugio en la isla de San Andrés, zarpó desde
Providencia la Vieja una de las más atrevidas expediciones de piratería contra el fuerte de
San Felipe, en la entrada del golfo Dulce, perteneciente a la capitanía general de
Guatemala. Durante el ataque, Codazzi mandó con destreza y éxito la artillería, de manera
que apenas regresado, ya el 3 de agosto de 1819, recibió la patente de mayor.

Pocos días después se definió de manera imprevista el destino del dominio español en el
norte de la América del Sur; y esto sucedió lejos de la costa, en lo más profundo de la tierra
firme, allá arriba en las cordilleras. Aquel pobre y miserable poblado de Angostura, donde
se reunió el 15 de febrero de 1819 un congreso constituido por las provincias de Barcelona,
Barinas, Caracas, Casanare, Cumaná, Guayana y Margarita para crear oficialmente una
nueva entidad estatal, adquirió una importancia que jamás se había sospechado. En
concordancia con los jefes de los diferentes grupos de patriotas que aún estaban en armas,
Bolívar se atrevió, confiando en los conocimientos del terreno y en la perseverancia de sus
seguidores, a avanzar sobre la Nueva Granada. Después de la llegada de buen número de
mercenarios ingleses y alemanes, cruzó el páramo de Pisba por el paso de Morcote, en la
cordillera oriental neogranadina, y en el río Teatinos, en Boyacá, venció a los sorprendidos
españoles tan impetuosa y decisivamente, que Juan Sámano (3), quien desde hacía poco
ocupaba la silla de los virreyes en Bogotá, huyó precipitadamente hacia la costa, dejando
casi desguarnecido de las armas españolas el interior del país. Ahora los venezolanos
habían logrado una grandiosa victoria militar y moral, y con inteligencia y energía
empezaron, hasta donde sus tropas y pertrechos lo permitieron, a aprovecharse, después de
tan larga prueba y de tan duros golpes, del éxito doblemente importante. El 10 de agosto de
1819, Bolívar, el Libertador de 1813, el siempre reconocido capitán general de la Nueva
Granada, entró triunfalmente en Bogotá como vencedor del hereditario enemigo mortal.

El 4 de septiembre, como presidente de Venezuela, designó un vicepresidente para el país


neogranadino, estableció provisionalmente autoridades centrales y provinciales, poderes
militares y civiles, y dispuso una serie de medidas organizativas para el norte de
Suramérica - tanto para los territorios liberados como para los que aún debían liberarse - y
que en adelante llevaría el eufónico nombre de Colombia (4).

Las nuevas de un cambio de tal magnitud en el destino, de tan importantes resultados


bélicos y de la pronta creación de una nueva y grande república americana llegaron casi tan
rápidamente a las costas de los mares de las Indias Occidentales como en su retirada iban a
concentrarse en Cartagena y Santa Marta los remanentes de las tropas realistas.

Las primeras noticias alcanzaron a algunos de los barcos de Aury que realizaban una
travesía en el golfo del Darién. Inmediatamente, en Providencia la Vieja nacieron nuevos
planes, ya que allí se esperaba el ataque inminente a aquellas dos ciudades costaneras que
dominaban el río Magdalena, y al parecer había que apoyar desde el mar a las tropas
25
terrestres. Por consiguiente, una nueva estrella parecía brillar para el ambicioso Aury. Él
quería, y disponía de lo necesario para hacerlo, que sus barcos llevaran la bandera de la
naciente república, y resolvió, apenas le llegaron las primeras noticias, enviar a la antigua
residencia virreinal un representante suyo, para que solicitara y negociara la incorporación
de su flota en las fuerzas militares de Bolívar.

Empero, en poder de los españoles se hallaba todavía casi toda la costa poblada de
Suramérica, y desde el lado del océano Atlántico sólo se podía llegar al altiplano de
Cundinamarca por el inhospitalario río Atrato, escasamente poblado en sus orillas cubiertas
de lóbrega selva, y que en sus cauces desplayados ofrecía no pocos peligros. Entre los
hombres de Aury no había ninguno dispuesto a ir en misión a Bogotá, hasta cuando el
mayor Codazzi, basándose en su pasada experiencia de navegación por el Orinoco, se
resolvió a realizar la hazaña. Uno de los barcos de guerra de Aury lo llevó, a principios de
octubre de 1819, al golfo del Darién y, río Atrato arriba, hasta la desembocadura del río
Murrí, donde existía un sólido fuerte, pertrechado con algunos cañones para impedir que
los españoles penetraran en el interior del país. Aquí se le entregó a Codazzi una
embarcación aborigen, la cual cargó con chucherías, destinadas al trueque, amén de
diversos cachivaches para vender de contrabando, especialmente utensilios o herramientas
de hierro y armas. Unos semisalvajes le servían como bogas, los cuales, a lo largo de la
orilla del río y con la ayuda de largas pértigas empujaban la canoa contra la fuerte corriente.
Codazzi inició este incierto viaje con un solo compañero. Después de las mayores
privaciones y dificultades, la navegación río arriba terminó en Quibdó, el antiguo Citará, el
abandonado poblado principal de la provincia del Chocó, la mayoría de cuyos pobrísimos
ranchos, por el peligro de las inundaciones, estaban construidos sobre altas estacas. Resultó
imposible obtener allí información exacta sobre los planes de Bolívar, especialmente en lo
referente a los preparativos para completar la liberación del país. Ciertamente, el camino a
Bogotá se hallaba expedito, ya que las provincias de Antioquia y Mariquita estaban
completamente aseguradas. Sin embargo, en la provincia del Chocó faltaban los medios
para poder continuar el viaje, ya que el enemigo, en su retirada, se había llevado hasta el
último caballo, la última mula y la última cabeza de ganado.

Codazzi tuvo que separarse allí de su compañero de viaje, enfermo de fiebres, quien se
quedó en un rancho del valle del río Atrato, y continuar su viaje a pie. Con grandes
dificultades llegó a la amable ciudad de Cartago, situada a orillas del río Cauca, donde un
joven le proporcionó algunas mulas. Era Tomás Cipriano de Mosquera (5), de unos veinte
años de edad, hijo de un rico hacendado de Popayán, ciudad que otra vez se encontraba en
manos españolas. Había luchado hacía algunos años en las filas de los patriotas y
experimentado el cautiverio de los peninsulares. Poco antes de los recientes
acontecimientos, regresó, con permiso de las autoridades españolas, a su ciudad natal, al
lado de su anciano padre, pero se le vigilaba severamente. Mosquera, que no se atrevía a
actuar nuevamente, vio en la oportunidad de ayudar a aquel oficial extranjero una redoblada
26
satisfacción de sus sentimientos patrióticos. Así mismo, le suministró algunas
informaciones acerca del desenvolvimiento de la lucha. De esta manera, desde Cartago
viajó más rápido y mejor. En el paso del Quindío y, más adelante, en el camino a La Mesa,
apreció el forastero, por primera vez, el fuerte prodigio del mundo de las montañas
tropicales. Lo disfrutó con emotivo interés, aunque sin mayor comprensión, hasta que por
fin llegó a Bogotá, donde se suponía se hallaba la sede del gobierno de Bolívar. Allí poco o
nada se observaba de guerra ni de elementos bélicos, sino que reinaba un vivo movimiento,
casi febril, de los espíritus. Bolívar ya había abandonado la ciudad, el 21 de septiembre, y
Francisco de Paula Santander (6), compañero de Bolívar en el cruce de los Andes,
representaba en cierta medida, como vicepresidente de la Nueva Granada, al recién
formado gobierno. Con Santander, Codazzi no tuvo suerte alguna, cuando le presentó su
propuesta, al igual que un año antes con el propio Bolívar. Nada consiguió, excepto vagas
promesas. Acerca de una flota, poco o nada se había pensado allá arriba en las montañas, y
en lo referente a colocar los barcos de Aury bajo la bandera de la nueva república no se
había tomado hasta la fecha ninguna decisión. El que se atacaran o no con prontitud las
firmes posiciones de los españoles en la costa, dependía totalmente de las operaciones
bélicas que iban a llevarse a efecto en el interior del país. La dirección de la lucha
descansaba única y exclusivamente en manos de Bolívar. Además, todo era muy reciente e
incompleto, especialmente en lo atinente a materias financieras. En Bogotá, ni el secretario
del tesoro, Ignacio Márquez; ni el administrador de rentas, Luis Eduardo Azuero; ni el
director de moneda, José Miguel Pey, pudieron hacer algo en favor de los barcos de Aury.
Proyectos de esta índole, bajo las circunstancias reinantes, se veían distantes como nunca.

Así que Bogotá resultaba poco agradable para Codazzi. Además, le tocó ser testigo de una
situación terriblemente agitada, que dejó traslucir el fermento de toda clase de sentimientos,
ya que la ciudad se estremeció y conmovió, cuando el 11 de octubre fueron pasados por las
armas, en la plaza principal, treinta y cuatro oficiales enemigos, tomados prisioneros en la
gloriosa batalla de Boyacá, españoles unos, criollos otros, y cinco europeos no hispanos.
Entre los ajusticiados se contaba el coronel español José María Barreiro. Aun para el
corsario, esta medida resultaba "terrible más allá de todos los conceptos".

Bajo la impresión de la miseria dejada por la guerra, al igual que a cualquier forastero,
Bogotá, carente de todos los recursos, le pareció no solamente desagradable, sino
francamente fatídica. Con el corazón lleno de tristeza inició Codazzi, a fines de octubre, su
viaje de regreso. En Quibdó ya no encontró entre los vivos a su compañero. De los
utensilios de viaje, sólo halló la canoa primitiva, pero el alcalde del lugar le entregó seis
botellas de oro en polvo, que adquiriera su compañero de viaje en trueque por las
mercancías traídas, legado éste nada despreciable.

Así como el regreso de Bogotá fue mucho más rápido, gracias a buenas bestias de silla y
carga, también lo fue, en contra de lo esperado, el viaje río abajo. Después de vencer unos
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cuantos obstáculos, llegó Codazzi a la desembocadura del Atrato, donde se quedó en la
aldea de Turbo en espera de uno de los barcos de Aury, expuesto al peligro de ser capturado
por los navíos de guerra españoles que zarpaban del puerto de Cartagena.

Santa Catalina y Providencia

Tal como se presentaba la situación, tampoco ahora se pudo hacer nada desde Providencia
la Vieja favorable a la guerra. Sin embargo, un poco más tarde Aury se enteró de que la
República de Colombia había adoptado temporalmente, en su ley fundamental del 19 de
diciembre de 1819, los colores amarillo, azul y rojo del hasta entonces tricolor venezolano,
como su propio pabellón, y resolvió viajar en persona a Bogotá para lograr la aceptación de
sus barcos bajo esta bandera. Allí encontró,a mediados de marzo de 1820, al presidente
Bolívar, quien lo trató como a un aventurero, en consideración de los acontecimientos de
1816, y de haberse después enemistado con el altamente apreciado almirante Brion. Así que
Aury fue despachado de Bogotá con la orden de abandonar sin tardanza aquellas islas
pertenecientes a Colombia, en las cuales no se iba a permitir ninguna clase de piratería,
fuese cual fuese la bandera que la protegiera.

Durante la ausencia de Aury, su escuadra invadió nuevamente la costa de Guatemala y


también la de Honduras, en busca de alimentos. Codazzi se destacó en los ataques al fuerte
marino de Trujillo, al de San Felipe, como ya se dijo, y a la ciudadela de San Fernando, del
temido Omoa. Por sus acciones valerosas fue ascendido, el 3 de noviembre de 1820, a
teniente coronel de artillería, y como lo expresó por escrito Philippe Lacroix, secretario de

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Aury, "en reconocimiento de sus grandes y buenos servicios y su fiel dedicación a la causa
de la independencia de la América del Sur".

Una vez más parecía presentarse una tarea para la flota corsaria. El 1° de junio de 1820 se
inició el sitio de Cartagena, que ya había abandonado el virrey Sámano. Lo dirigía por
tierra firme Mariano Montilla, y en el mar el almirante Brion. Sin embargo, se interpusieron
las negociaciones sobre un armisticio con Morillo, que ahora se llamaba Conde de
Cartagena. En esta oportunidad viajó Brion a Bogotá. Codazzi lo hubiera acompañado con
todo gusto. Allá el almirante, que había gastado toda su fortuna, tuvo que pedir un auxilio
pecuniario, pero solamente cosechó saludos honoríficos y festejos. Después de regresar a la
costa, se retiró primero a Maracaibo y posteriormente a Curazao, donde murió el 20 de
septiembre de 1821, abandonado y pobre, a la edad de 39 años. Resultaba claro, entonces,
que sus esfuerzos sin descanso por lograr un poderío marítimo colombiano semejante al de
Estados Unidos, y que Codazzi viera con entusiasmo, habían sido totalmente infructuosos y
no cabía pensar más en ello. El 10 de octubre de 1821 se izó la bandera colombiana en
Cartagena, sin que Aury hubiera participado en la conquista de la ciudad.

Este inquebrantable corsario pensó ahora en otro camino para que sus largos años de lucha
dieran un fruto perdurable. Fue así como de pronto ocupó la desembocadura del río San
Juan, importante punto en la costa de Mosquitos, del cual los ingleses, alentados por el
vicealmirante Lawrence Halstead, comandante de Jamaica, buscaban apoderarse. Pero
tampoco aquí el jefe de Codazzi tuvo suerte; esta toma de posesión se consideró violatoria
de los derechos de Colombia, y el representante de este país en Chile y Buenos Aires,
Joaquín Mosquera, recibió la orden de protestar enérgicamente contra ella. Más tarde se
expidieron en Bogotá unos decretos unilaterales, que reclamaban la costa de Mosquitos
como parte de Colombia, no obstante que comúnmente se la consideraba como
perteneciente a la nueva República de Costa Rica.

Fue entonces cuando murió repentinamente Aury, como consecuencia de una caída. A su
sucesor, Nicolás Joly, se le recibió como coronel en las fuerzas armadas colombianas, con
la promesa de que también los demás oficiales de Aury serían reconocidos a su debido
tiempo y en su rango respectivo. Esta disposición no cobijó a Codazzi. Al igual que tantos
de sus paisanos, sintió profunda nostalgia por Italia y abandonó la navegación marítima,
cuando parecía asegurada la independencia de Colombia y Bolívar se alistaba a librar, paso
a paso, del dominio español también a los países del Pacífico. Cansado, durante una estadía
en la isla de Santo Tomás, solicitó su retiro. Esta isla, hacía algunos años de nuevo en poder
de Dinamarca, se había convertido, durante las complicaciones de la guerra, en importante
emporio comercial. Allí cambió por añil su bien guardado oro del Atrato, y se convirtió
nuevamente, como seis años atrás, en comerciante viajero, aunque sólo por breve tiempo.
Llevó su valiosa mercancía al lugar donde había empezado su carrera en América. Después
realizó un segundo viaje de negocios entre Baltimore y Santo Tomás, y finalmente regresó,
29
con una fortuna de cerca de cuarenta mil pesos, a su bella patria, que le pareció tan extraña
por haber cambiado la situación política, dentro de la cual reinaba el espíritu de la reacción,
así como por la muerte de su padre. Poco antes de él también había vuelto a Italia su
compañero de fortuna, Constante Ferrari, que ahora se preocupó por Codazzi lo mejor que
pudo. Un antiguo condiscípulo, Luigi Crisostomo Ferrucci, se mostró muy amable. En fin,
toda la gente en Lugo y sus alrededores se alegraba de acoger a tan viajado conciudadano,
el cual, a su vez, reanudaba los viejos lazos de amistad. Buscó, por ejemplo, a su antiguo
protector Armandi, quien, después de variadas vicisitudes, se encontraba en Roma,
procedente de Augsburgo, donde, en casa de la reina de Holanda, dirigía la formación
escolar de Luis Napoleón Bonaparte. Le alegraba cualquier viento fresco que aireaba la
atmósfera pesada y deprimente de la Ciudad Eterna. "Como no me fuera propicia en el
viejo mundo - escribió una vez Codazzi -, probé suerte en el nuevo. Si allí ella me fue
favorable, no se lo debo a mis talentos. Usted, mi coronel, que siempre ha luchado con un
destino ingrato, lo ha vencido, y una victoria tal sobre fuerzas superiores significa mucho.
Aunque no quepa esperar el día de nuestro reencuentro, mi camarada Ferrari y yo
compartimos tal deseo, como también le envía saludos Ferrucci. Todavía no sé si me
establezca aquí en Lugo, pero de todos modos me quedo en nuestra Romaña".

Poco después, en marzo de 1823, compró Codazzi, en asocio con Ferrari, una finca en
Serrallo, bonito lugar situado entre Massalombarda y Conselice, y creó allí un ambiente
hogareño tan cómodo como le fue posible. La vida pasada caería totalmente en el olvido.

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CAPÍTULO II: CON SIMÓN BOLÍVAR

Ante los ojos de los europeos, la República de Colombia aparecía, en los primeros tiempos
de su existencia, como una creación maravillosa no desemejante de la poderosa y expansiva
Unión Norteamericana. Territorialmente, el nuevo estado comprendía, una vez los
españoles hubieron abandonado la Presidencia de Quito, cerca de 92.600 leguas cuadradas.
Según su Constitución y sus leyes, Colombia se mostraba como una república progresista
de primer orden. Sus armas habían recorrido victoriosas los territorios españoles de la costa
del Pacífico hasta llegar a la frontera con Chile. Muchos de sus hombres habían alcanzado
trascendentales victorias y obtenido fama y renombre conduciendo eficientemente sus
tropas. Había allí también exponentes de las ciencias y de la educación popular, a la vez
que científicos y pedagogos habían sido llamados de Europa.
Al cumplirse el primer cuarto de nuestro siglo, apenas nacida se presentaba Colombia ante
el mundo como un Estado ya totalmente formado, que tanto las naciones europeas, salvo la
madre patria, como las de la América inglesa y portuguesa, ya no podían dudar en
reconocer, dado que la Gran Bretaña y los Estados Unidos trataban a la nueva república
como potencia soberana. Los éxitos de Bolívar en 1825, a pesar de algunos desaciertos y de
que no dejaban de encararse riesgos, redundaron en cierto crédito en el mercado europeo de
valores. El Congreso colombiano, que en enero de 1826 se reunía por cuarta vez, siempre
trabajaba con empeño y, al parecer, a menudo con buen resultado. Año tras año había ido
institucionalizando y organizando la vida del Estado y, a primera vista, también se ocupaba
en crear instituciones científicas y técnicas. Al presidente de Colombia, el victorioso
general e incansable legislador, lo circundaba una aureola de gloria, como rara vez ocurría
en tiempos recientes, y que ni siquiera al mismo Washington había rodeado en forma
semejante. Pero, por sobre todo, en el país parecían ir madurando el sentido y la
comprensión en favor de los conocimientos que prometían utilidades y buen futuro. Las
recientes publicaciones sobre la Suramérica septentrional daban la impresión de que allí se
llevaba a plenitud una auténtica, aunque incipiente, vida republicana. El orden social y el
carácter constitucional se consolidaban rápidamente, si bien en forma peculiar. La
prosperidad material, teniendo en cuenta las riquezas naturales del país, se daba por segura.
En cuanto a los conocimientos básicos acerca del propio territorio, indispensables para todo
progreso, parece que no eran pocos. Entre los relatos de viaje y las descripciones del país
(7), que habían llamado grandemente la atención en Europa, sobresalía la que elaborara un
discípulo de Mutis, el mencionado Zea, ahora enviado plenipotenciario ante la corte
inglesa. En lo atinente a los mapas que habían circulado allí, se destacaba entre todos el de
Alejandro de Humboldt (8).
Codazzi, en su tranquila residencia campestre de Serrallo, seguía con ferviente interés todas
las buenas nuevas sobre América, en especial las referentes al porvenir de Colombia.
Descontento de la vida tan indolente y apacible que llevaba; descontento, así mismo, de su

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propia empresa agrícola; exasperado por la situación política reinante en el Vaticano y en
toda Italia; engañado por supuestos amigos; todo esto influyó en su estado de ánimo para
que idealizara con viva fantasía su vida pasada. Empezó a coleccionar mapas y libros, a
entusiasmarse por el gran héroe de la liberación de la América del Sur, con el cual de paso
se había encontrado alguna vez, y olvidó alegremente sus tristes experiencias en Angostura
y en Bogotá. En aquel tiempo, todo allí era inmaduro, inacabado; ahora, sin embargo,
parecía que un nuevo mundo avanzaba hacia otra edad de oro, con la promesa de grandes
maravillas.
Con tales ideas en la cabeza, resolvió abandonar nuevamente su tierra natal, esta vez con el
deseo de emigrar definitivamente. Ahora no pensaba en el eterno retorno y olvidaba su
antigua nostalgia. Una vez convertida su granja, con gran pérdida, en plata contante y
sonante, quiso ofrecer su espada al Libertador, al creador de tres repúblicas: Colombia,
Perú y Bolivia, a la vez que esperaba reconocimiento a sus antiguos servicios marítimos, y
pensó firmemente en dedicarse a una actividad distinta.
Así que se embarcó el 2 de abril de 1826 en Livorno. Descontento y enojado con casi todos,
zarpó hacia el poniente, tan pronto le fue posible, y navegó directamente a Cartagena de
Indias. Después de un viaje especialmente favorable, que en su primera carta a Ferrari
estimó como buen presagio, el 24 de mayo pisaba la ardiente arena de la costa colombiana,
en un lugar situado entre la fortaleza y el arrabal de Getsemaní, tras lo cual cruzó, con su
equipaje, la sombría entrada de la ciudad, en la muralla de la fortaleza, dirigiéndose al
antiguo palacio obispal, situado diagonalmente a la catedral, el que ahora servía como
residencia oficial al intendente del departamento del Magdalena. El recibimiento fue
amable pero poco propicio en lo tocante a negocios. El intendente, José María del Real, se
hallaba enfermo y guardaba cama. Juan de Dios Amador, el más alto funcionario de
hacienda, ahora encargado de todos los negocios, no estaba autorizado - ni tampoco lo
deseaba - para reconocer a un antiguo corsario, que por añadidura ni siquiera era
americano, como oficial de la república, no obstante que aún subsistía el estado de guerra,
como, por lo demás, lo atestiguaban las voces de los centinelas, que no solamente se oían
por encima de los muros de la fortaleza, sino también, al anochecer, en las calles de la
ciudad. Antaño, cuando se presentaba la posibilidad de tomarla por asalto, Codazzi se había
imaginado esta gran fortaleza española de modo muy diferente. Ahora anclaba en su puerto
la flota colombiana, a la cual en el pasado había querido pertenecer a toda costa. La
componían solamente una vieja fragata, tres corbetas, tres bergantines y varias goletas, que
comandaba el almirante Lino de Clementi. Estos barcos poco respondían a las exigencias
de una guerra, excepto la corbeta Ceres, dotada de veinticuatro cañones; no eran mucho
mejores que, en su tiempo, los navíos de Aury, y parecían acercarse inevitablemente a su
fin. Para Codazzi no había nada que hacer en estos barcos.
De Cartagena misma tampoco le gustó nada. Las fortificaciones no eran utilizables. La
mayoría de los cañones carecían de cureña y estaban oxidados y dispersos. En cuanto a la
conservación de los baluartes, poco o nada se hacía. Las tropas parecían en todo sentido
incapaces. La impresión que le dejó la más importante fortificación del país, no era
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favorable. Sin embargo, la ciudad, a pesar de la guerra, se había convertido en centro
comercial. Por todas partes se veían ingleses, norteamericanos y franceses en febril
actividad, y los habitantes los saludaban con mezcla de alegría y envidia.
Codazzi conocía al almirante Clementi desde Angostura. Ahora, nombrado ministro de
marina de Colombia, ultimaba preparativos para viajar a Bogotá. Mostró a Codazzi que
nada podía esperar en la costa y lo convenció fácilmente de abandonar la ardiente pero
lóbrega ciudad.
Así que Codazzi, en compañía de Clementi, viajó a caballo a través del yermo paisaje
costanero, vía Santa Rosa, Villanueva, Aguada, Sabanalarga, Pueblonuevo, Malambo y
Soledad, hasta Barranquilla, recientemente convertida en floreciente centro comercial,
donde cada vez más se concentraba la actividad mercantil de todo el río Magdalena. Allí
concurrían el comercio de Cartagena y el de Santa Marta; allí también tenía su sede la
compañía de navegación en barcos de vapor, que fundara en 1824 Johann Elbers, de
Brunsvig (Alemania), quien, pese a innumerables dificultades, había logrado sacarla
adelante, si bien era cierto que hasta la fecha no había sido posible regularizar el servicio.
El primer vapor ensamblado hacía apenas algunos años en Barranquilla, el barco pionero en
la navegación del río Magdalena, no dio resultado durante el tiempo que se mantuvo en
servicio. Los viajes llegaron tan sólo hasta la desembocadura del río Opón y en todas partes
tropezaron con dificultades, en cierta medida causadas por las condiciones de la naturaleza
selvática, y en cierta medida por causa del crudo primitivismo de los habitantes ribereños.
Ahora, amarrado en el atracadero de Barranquilla, rodeado de orgullosas palmeras, se
hallaba el vapor General Santander, traído hacía poco de Filadelfia. Ya había realizado dos
viajes de ensayo, y estaba listo para transportar en el tercero pasajeros y carga.
El almirante Clementi abundó en palabras del mayor encomio para este impulso de la
navegación fluvial. El viaje por el río, al realizarse bajo imponentes tempestades, parecía
confirmar al italiano este concepto de un casi increíble progreso en relación con sus pasadas
experiencias en aguas del Atrato y del Orinoco. Era notable el gran número de extranjeros
que se veían en todas partes: en las localidades ribereñas, ingleses y alemanes; pero en
cercanías de los distritos mineros se encontraban inclusive suecos. El 10 de junio de 1826
llegaron a la Bodega del Conejo, donde por fuerza debía terminar la navegación, ya que el
barco, con sus casi seis pies de calado, no podía vencer los rápidos y remolinos que
presentaba el río de allí a Honda. En El Conejo, hubo una breve demora en la continuación
del viaje, ocasionada por la escasez de mulas. Por consiguiente, Clementi y Codazzi se
quedaron algún tiempo más a bordo del vapor, por lo cual tuvieron oportunidad de
encontrarse con los pasajeros procedentes de Bogotá, entre los cuales se contaba el ministro
de los Estados Unidos, John Anderson, el cónsul inglés William Sutherland y algunos
miembros del Congreso, cuya cortesía les cautivó. Para Codazzi, sin embargo, no fue
agradable enterarse, por conducto de estos recién conocidos, de que el cuarto congreso
colombiano ya se había clausurado, y sólo una comisión del mismo, que no disponía de
fondos, estaba encargada de los asuntos más urgentes.

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El 15 de junio comenzaron a cabalgar hacia la capital. En la noche del 16 al 17 de junio les
sorprendió en Guaduas un fuerte terremoto, que con el alba les pareció aún más espantoso,
cuando, pese a que los movimientos todavía se sucedían, la naturaleza, a los ojos de los
viajeros, especialmente la atmósfera, permanecía completamente apacible. Llegado a
Bogotá, Codazzi se aterró de la destrucción que observó en todas partes; por ejemplo, los
restos derrumbados del antiguo palacio virreinal. A la destrucción se agregaba la
perplejidad, tanto del pueblo como de las autoridades, ya que nadie acertaba a encontrar los
medios para aliviar la desgracia, así fuese momentáneamente.
De modo que para Codazzi tampoco en Bogotá la primera impresión fue grata, a despecho
de las promesas que le había hecho Clementi. Pronto se encontró otra vez, en calidad de
peticionario, ante el vicepresidente Santander. Y otra vez tampoco logró obtener respuesta
favorable. Transcurrían semana tras semana entre solicitudes y promesas, cuando surgió
una nueva esperanza: el regreso de Bolívar, quien juzgaba haber cumplido su misión militar
en los países del océano. Pacífico.
Al cada vez más inquieto italiano, Bogotá como capital ofrecía pocos estímulos, a pesar de
que a menudo se la exaltaba en Europa cómo asiento de las musas y morada de las artes y
las ciencias, en alusión a Mutis y Caldas.
De ninguna manera la ciudad correspondía al ideal de un vigoroso centro de una sociedad
republicana, que él se había forjado hacía poco en el extranjero. Ciertamente, la presencia
de forasteros de todas las nacionalidades comprobaba que el aislamiento de la época
colonial había sido superado. Así mismo, la afición, un tanto chabacana, a imitar
fantasiosamente los uniformes de los soldados napoleónicos le indicaba que los tiempos de
privaciones de la guerra eran cosa del pasado. Sin embargo, no pudo encontrar la
perspectiva franca y optimista de un porvenir pacífico; en ninguna parte, el vital y renovado
deseo de superación, ni tampoco el vigoroso trabajar para el mañana. En todas partes,
preocupaciones y falta de dinero. Y ahora, de súbito, la situación financiera de Colombia
sufría una catástrofe, debido a que la casa Goldschmidt y compañía, de Hamburgo y
Londres, que servía de intermediaria en los empréstitos, inesperadamente se declaró
insolvente. El primer Congreso americano, que se reunía en Panamá, y en el cual se
cifraban tantas esperanzas como adversario de la Santa Alianza europea, no prometía
ningún resultado práctico, debido a que los Estados Unidos querían seguir separadamente
su propio camino. En todas las cosas políticas se vislumbraba el mismo porvenir. En los
asuntos internos del país se habían confundido esperanzas y planes con realizaciones y
acción. En ninguna parte, a lo largo y ancho, se podía ver el mínimo trazo de un
perfeccionamiento de la Constitución, de un desenvolvimiento de la burguesía.
Movimientos rebeldes se producían aquí y allá. En Guayaquil, la ciudad más importante del
departamento de Quito, el ya mencionado Mosquera, hábil caudillo militar, intentaba
proclamar la dictadura de Bolívar, mientras que en Valencia, la ciudad principal del
departamento de Venezuela, se instigaba públicamente a desconocer la autoridad de
Bolívar.

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Por lo pronto, Codazzi permaneció distanciado de los problemas políticos, ya que no había
podido encontrar afinidades electivas. Poco menos que nada existía de los elementos
europeos de una cultura avanzada, ennoblecedores del espíritu popular, que esperaba
encontrar en Bogotá y de los cuales tánto hablaba Zea. Aquel antiguo alumno de Mutis, que
quería fundar en Bogotá una academia científica, no pasaba, al igual que su pueblo, más
allá de la edad espiritual del adolescente y no distinguía entre propósito y realización, entre
querer y poder. En el año 1822 intentó en París algo parecido a su antigua idea: una
empresa que contó, gracias a la intervención creativa, juvenil, fresca y cordial de
Humboldt, con el interés general: la creación de una Academia de Ciencias en Bogotá, con
fundamento en la participación de científicos (9) formados en Europa. El 19 de mayo de ese
año Zea enviaba a Bogotá al peruano Mariano Eduardo de Rivero, como director de la
división de geología, quien debía fundar allí, al igual que antaño Enrique de Umaña, una
escuela de minas, un gabinete mineralógico y otros institutos afines, como sucesor teórico
de D'Elhuyar. Pronto, el 28 de mayo de 1822, fue escogido Jean-Baptiste Boussingault,
hombre activo que mantenía múltiples vínculos con Humboldt, para crear una división de
química y enseñar la misma materia en la Universidad de Bogotá, cuya indispensable
existencia ya había Caldas tan encarecidamente reclamado. Por el tiempo en que llegó
Codazzi, aquel ya había adquirido grandes experiencias y aprendido a conocer al pueblo,
gracias a numerosos viajes por su nueva tierra. Ahora se dedicaba especialmente a describir
sus observaciones científicas en la infausta noche del terremoto: estudios que había que
ocultarle al vulgo supersticioso. Entre tanto, inútilmente esperaba la apertura de aquella
escuela de minas.
Además estaban en Bogotá Francois-Desiré Roulin, para actuar en fisiología y anatomía,
Justin-Maria Goudot, en zoología, y James Bourdon, como eslabón entre el Museo
Nacional y la Academia. Zea había sostenido hasta su muerte, ocurrida el 28 de noviembre
de 1822 en Bath, que mediante la contratación de estos hombres podría reemplazarse
mucho de lo que había sido destruido en tiempos de Morillo. Los forasteros viajaron de La
Guaira a Bogotá, de Bogotá al río Meta, después a Antioquia y al Chocó; en todos los
lugares trabajaron arduamente, pero en ninguno encontraron comprensión para sus trabajos,
ni siquiera en la misma ciudad capital.
Cuando Zea, poco antes del fin de sus días, puso en marcha aquel plan académico, ya no
podía contar con Sinforoso Mutis. Por causa de su estadía en la prisión en Cartagena, éste
había perdido todo afán no solamente por la ciencia, sino también por cualquier otro interés
superior que no fuese la política. Igualmente triste era la situación del viejo y probo
Valenzuela. Domínguez, por su parte, parecía haberse vuelto totalmente inútil para las
cosas más elevadas. Sólo aquellos dotados de más fuerte carácter se habían salvado de
naufragar. Así, Matiz acompañó a los profesores extranjeros en algunas expediciones,
especialmente a las antigüedades descubiertas por Caldas en Timaná, tal como acompañara
años atrás a Humboldt. Céspedes, quien había pasado los tiempos difíciles como capellán
de la tropa, todavía era propenso a entusiasmarse en cuanto se refería a aspectos
estrictamente botánicos y a veces recordaba sus breves relaciones con Caldas.
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En el Bogotá republicano no había campo propicio para la nueva escuela de Zea, a la cual,
sin embargo, apenas muerto su creador, se la exaltó como una obra acabada y perfecta. A
despecho de la cordialidad de Boussingault, Roulin y sus compañeros, Codazzi hubo de
reconocer bien pronto que allí reinaba una atmósfera opresiva, tanto para los intereses
intelectuales como en el ámbito político.
Entre los miembros del numeroso grupo de amigos de Mutis y Caldas, solamente uno
cautivaba la atención de círculos más amplios: el amable y siempre leal Restrepo, que
ahora, sin embargo, no se dedicaba a las ciencias naturales, sino que trabajaba en una
historia de la revolución colombiana, la cual pensaba dedicar a Bolívar.
Codazzi continuó esperando. Ciertamente, no tenía por qué preocuparse, ya que venía un
hombre con más poder que cualquier otro en el nuevo mundo, con más poder que un
antiguo virrey o que un Washington durante la guerra. Confiaba Codazzi en el éxito del
nuevo encuentro en Bogotá con el todopoderoso, ya que a éste le gustaba rodearse de un
séquito de oficiales foráneos, más aún si éstos eran de lenguas romances: franceses o
italianos. El 10 de noviembre de 1826 salió Santander con su plana mayor de funcionarios y
oficiales al encuentro del Padre de la Patria. Clementi consiguió que también Codazzi
formara parte del grupo. Fue en Tocaima donde éste pudo mirarlo cara a cara: al parecer, el
gran héroe de la libertad era un hombre enfermo e hipersensible. "Jamás olvidaré la honda
impresión que me causó el verlo así", escribirá Codazzi veinte años después. El 13
pernoctaron en Funza, a fin de dar tiempo a los habitantes de Bogotá para preparar los
festejos del recibimiento. Cuando empezaban, al día siguiente a las once de la mañana, un
aguacero dañó los adornos festivos.
Sin tardanza se encaminó Bolívar a la residencia de Santander, donde se había reunido todo
lo que tenía Bogotá en cuanto a inteligencia y belleza. Le había sido imposible a Codazzi
obtener una sola palabra de Bolívar,
hasta cuando Clementi, con sus maneras ceremoniosas e insistentes, ayudado por aquel
Revenga que había encontrado Codazzi hace años en Angostura, logró vencer la corriente,
y Bolívar, persuadido por los venezolanos, aceptó inmediatamente al oficial forastero en su
multifacética comitiva, a disgusto de muchos neogranadinos. Fue una escena extraña la que
presenció Codazzi. El hombre que hasta entonces parecía identificarse con la imagen del
nuevo Estado Libre de Suramérica había pasado casi seis años fuera del país, y sus
incontables y envidiosos adversarios insistían en señalar que, salvo la expulsión de los
españoles, poco o nada se había logrado y que, por el contrario, el poder militar creado por
él y desproporcionadamente grande amenazaba el saludable desarrollo de la naciente
burguesía. Nuevos trofeos de victoria, sobre los cuales tanto leyera Codazzi en Italia, había
ganado Bolívar en el extranjero. Regresaba como conquistador, pero siempre idolatrado por
los sectores más populares. Había estado cada vez más distanciado
de las cuestiones prácticas del país y se hallaba, al parecer, enemistado con Santander. Con
inquietud febril asumió sin demora el cargo de presidente, y en seguida introdujo cambios
en el gobierno y en el país venezolano, aquí y allá, sin consultar a los hombres que hasta
entonces se habían esforzado en Bogotá, por el progreso de Colombia. Y como encontró
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resistencia, se acogió inmediata y resueltamente a la cláusula de la Constitución que
autorizaba la dictadura. Como dictador declaró inmediatamente que el vicepresidente podía,
en su representación, ejercer y aplicar en las provincias del interior las mismas leyes
extraordinarias, con lo cual, ciertamente, pretermitió el joven régimen constitucional.
El 25 de noviembre, a las siete de la mañana, salió de la quinta de Bolívar, situada al pie del
cerro de Monserrate, antiguamente propiedad del virrey-arzobispo Caballero, un
considerable grupo de jinetes. El Libertador había resuelto enfrentarse, con el peso de su
propia personalidad, a las peligrosas maquinaciones que en Venezuela osaban levantar la
cabeza cada vez más alto. Hasta Hatogrande, hacienda de Santander, lo acompañó una
vistosa caballería. Al día siguiente, la comitiva había decrecido, no obstante que desde
Bogotá Luis Montoya hubiese anunciado una gran fiesta, seguida por otras celebraciones.
En Chocontá, pocos hombres importantes permanecían con Bolívar. Allí Codazzi se dirigió
muy triste a su aposento, acompañado, a la derecha, por el ahora amargado Revenga, y a la
izquierda por el bastante preocupado médico personal de Bolívar, Pedro Villarán. Cerca de
Pamplona, en el pueblito de Capitanejo, se conoció toda la verdad sobre el movimiento de
Venezuela. Un estafeta especial trajo el documento del 13 de noviembre, en el cual José
Antonio Páez, como nuevo jefe del Estado venezolano, convocaba a una reunión en
Valencia, la cual, ya a mediados de enero tendría que dar una Constitución propia a las
provincias que pertenecieron antaño a la antigua capitanía general de Caracas. ¿Qué cabía
esperar ya, en medio de estos disturbios, en favor de la unidad de Colombia? Parecía
inminente o la guerra civil o la disolución del país. Codazzi siguió al Libertador en su cada
vez más rápido avance hacia la Villa del Rosario de Cúcuta, donde hacía unos años se
proclamara la tan singular Constitución Colombiana. De allí cabalgaron hacia La Horqueta,
pueblo situado en la confluencia de los ríos Catatumbo y Zulia, donde se encontraron con
noticias venezolanas sobre levantamientos militares. Desde allí, el viaje continuó río Zulia
abajo hacia el gran lago interior que lleva el nombre de la ciudad de Maracaibo; por cierto,
un lago curioso sobre el cual, por la fuerza de los elementos, casi nunca se puede navegar
sin peligro ni dificultades, pues a los remolinos de agua se asocian violentos chaparrones y
vientos huracanados, además de densas nubes de mosquitos. Nunca antes había visto
Codazzi los trópicos en tan aterrador salvajismo, pero después, al proseguir el viaje sobre la
costa meridional del lago, le fue dado, así mismo, contemplar uno de los paisajes tropicales
más hermosos y grandiosos: su visión abarcó desde la superficie del agua hasta los oscuros
contrafuertes de los páramos y las cumbres cubiertas de nieve de la Sierra Nevada de
Mérida. El 16 de diciembre habían llegado a Maracaibo, donde Codazzi tenía que asumir el
mando de la artillería.
Maracaibo, como plaza principal del departamento de Zulia, había desempeñado papel
sobresaliente en la historia más reciente de la guerra. Al declararse en rebeldía, el 28 de
enero de 1821, contra la madre patria, la ocupó el general español Tomás Morales, quien
para asaltarla vino desde Cojoro, plaza situada en la costa de la Guajira, frente al golfo de
Venezuela, en la vía a Sinamaica. Allí persistió hasta el final la resistencia europea contra
el cada vez más furioso y destructor avance de la revolución. Así, por ejemplo, al coronel
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republicano José Sardá, después de marchar a través de la agreste península de la Guajira,
tan sólo cerca de Garabuya le cortaron el paso los españoles. Sin embargo, a pesar de todos
los esfuerzos, finalmente les resultó imposible sostenerse en Maracaibo, y tras una victoria
naval de José Padilla, en la cual participaron muchos antiguos compañeros de marinería de
Codazzi, capituló Morales el 3 de agosto de 1823. Pocos días después los españoles
abandonaban definitivamente la ciudad. Según Codazzi, este éxito cabía atribuirlo al
descuido de los enemigos. En caso de reanudarse la lucha, pocas esperanzas debían
abrigarse en cuanto a un segundo feliz desenlace, y mucho menos si se repetía un avance
desde el lado de la Guajira. Empero, si los españoles lograban recuperar a Maracaibo, se
abriría para ellos de nuevo no solamente la vía hacia una parte considerable de Venezuela,
sino también, a través de Cúcuta, el mejor camino hacia la Nueva Granada. Las
consecuencias de tal invasión eran incalculables, cuanto más cuando en muchos lugares de
Venezuela, especialmente en las cuencas de los ríos Orituco y Tuy, se encontraban
remanentes de tropas realistas, que podían tornarse peligrosos una vez les llegasen oficiales
y armas desde Europa.
Tales preocupaciones, sin embargo, pronto pasaron a segundo plano, ya que todo el mundo
en Maracaibo se ocupaba en la posibilidad de una guerra civil. Bolívar decretó para el
departamento de Zulia y las regiones vecinas el estado de sitio, y el general José María
Carreño se dedicó a recolectar todo lo que en una lucha de esta clase pudiera ser útil.
Por orden de Bolívar se designó a Codazzi, el 11 de enero de 1827, comandante de la
brigada de artillería, con el rango de teniente coronel de Colombia, reconociéndole el
tiempo de servicio desde el 18 de febrero de 1818 y considerando su permanencia en Italia
como una simple licencia. Al mismo tiempo, fue recibido en la Orden de los Libertadores,
aquel peculiar círculo militar que había fundado Bolívar hacía ya casi diez años, y que
parecía destinado a dar al militarismo, cada día más poderoso, una apariencia más
patriótica.
Aunque Codazzi se hallaba completamente dispuesto a subordinarse a las condiciones de su
nueva patria y a convertirse en todo un colombiano, no era precisamente aquella guarnición
en la ardiente y llana Maracaibo el lugar más indicado para olvidarse fácilmente de las
exigencias europeas. Mejor que con el medio geográfico le iba con las relaciones sociales.
El contrabando que desde tiempos inmemoriales existía entre Maracaibo y la isla holandesa
de Curazao florecía ahora más que nunca, y no parecía tener nada de reprochable. Las
aventuradas comunicaciones con aquella isla antillana y otras islas bajo dominio europeo,
hacían que en Maracaibo se encontraran hombres de diferentes nacionalidades. Además,
allí se habían quedado algunos antiguos integrantes de la legión extranjera, entre los cuales
se contaban personajes nada comunes. Codazzi trabó excelente amistad con Francis Hall, el
cual se autotitulaba hidrógrafo de Colombia y no solamente era entusiasta partidario de la
emigración europea a Suramérica, sino que también había escrito sobre el tema.
Posteriormente se allegó a él Heinrich Weir, quien como coronel comandaba algunas
fortificaciones de Maracaibo. Oriundo de Hannover, había llegado a ser casi un aborigen,
aunque con suficientes conocimientos elementales. Los recuerdos de las luchas
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napoleónicas unían especialmente a estos hombres tan distintos entre sí, y cuán grandiosos
les parecían aquellos tiempos lejanos en comparación con el presente.
Este mezquino presente exigía, ciertamente, no pocas privaciones y esfuerzos,
especialmente en el medio en que se movía Codazzi. No obstante que la intervención
personal de Bolívar había logrado, al parecer, conjurar el peligro de una contienda civil,
persistía, por otra parte, el estado de guerra con España. Ahora las hostilidades las
efectuaban predominantemente barcos corsarios, que perturbaban el escaso pero
indispensable comercio marítimo. Desde cuando se presentaran los nuevos disturbios en
España, nada se había vuelto a saber de posibles expediciones militares. Sin embargo, aún
constituía una amenaza la poderosa flota de guerra al mando de Ángel Laborde, estacionada
en aguas de las Indias Occidentales, que podía, en cualquier momento, desembarcar un
ejército en tierra firme. Laborde, que navegaba frente al sector venezolano de la costa
colombiana, aparecía aquí y allá, pero preferentemente por los lados de la península de la
Guajira. Además, podía recibir fácilmente refuerzos por conducto de los barcos de guerra
que se hallaban frente a Puerto Rico, los cuales, al parecer, llevaban a bordo al ya
mencionado general Morales con un considerable número de tropas terrestres. En tales
circunstancias y echando mano a los recuerdos de los últimos acontecimientos de la guerra,
recibió Codazzi el 15 de febrero de 1828 la orden de determinar aquellos lugares en la
Guajira desde donde se podía iniciar un eventual ataque.
En inmediaciones de las dos estrechas Penínsulas en forma de flechas que separan el lago
de Maracaibo del golfo de Venezuela y, a la vez, el agua dulce de la del mar, forma el
estrecho, por el lado izquierdo, una especie de bahía bien marcada. Allí se encuentra, entre
la ciudad de Maracaibo y la Península de San Carlos, cubierta densamente por rastrojos de
mangle, una aldea llamada Moján, sobre la boca del río Socuy, el cual baja de la sierra de
los Motilones y forma numerosos lagos antes de entregarse al mar. Desde allí, en esa región
casi siempre pantanosa y frecuentemente inundada y muchas veces totalmente
impenetrable, se habían realizado en tiempos recientes todos los ataques que, partiendo de
la Guajira, habían alcanzado a Maracaibo. Por consiguiente, parecía especialmente
importante explorar primero este trayecto y luego la cuenca del río. Codazzi se encargó, así
mismo, de esta parte pesada de la geografía militar, para determinar las cuencas de los ríos,
de otras aguas, los pasos, vados, sendas, y otros detalles. Navegó a bordo de una flechera,
pequeña embarcación cañonera movilizada con canaletes y estacas de empuje, hacia la
bahía abierta de El Tablazo; visitó la isla de Toas, que se eleva bastante sobre el nivel del
agua, y que era rica en carbón de piedra y en cal, pero por lo demás bastante yerma; levantó
cartográficamente la costa, plana, pedregosa v de escasa población, hasta llegar a la ya
mencionada aldea de Moján. Aquí penetró en el río Socuy, cuyo paisaje desnudo
contrastaba curiosamente con la densa espesura y el follaje de la orilla propiamente dicha, y
con las grandes islas flotantes compuestas de plantas en el agua del río. Había que visitar
todas las corrientes del desplayamiento, del cual formaban parte, además del fatídico Padre
Mauro, también los ríos Limón y Guasare. De estas tierras hostiles y malsanas se trazaron
mapas exactos, que no solamente registraban los pasos en los ríos y las comunicaciones
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acuáticas, sino también senderos indígenas, lugares para acampada y oasis utilizables como
sitios para ataques. Allí Codazzi disfrutó con entusiasmo del peligroso mundo tropical; ante
todo le gustó el solitario lago de Sinamaica, cubierto de plantas flotantes y bordeado del
verde de la densa selva ribereña. En el centro pando del lago se elevaban sobre estacas, por
encima del agua, las viviendas de los indios; exactamente como lo cuenta la historia del
descubrimiento, para explicar, en forma ingenua, el nombre de Venezuela. Hora tras hora,
Codazzi pudo apreciar la ventaja mayor de estas habitaciones lacustres: hallarse libres de la
plaga de los mosquitos. Ahora el militar extranjero vivía entre los desnudos hijos de la
naturaleza virgen, que se alimentaban de peces y aves acuáticas, y con su ayuda estableció
contactos con otros indios que moraban en los alrededores, con restos de grupos en
extinción, con los aliles, bobures, carates, quiriquires, tamanares y zapares. Así sonaban los
nombres usados por los aborígenes, pero sobre cuya autenticidad y significado no pudo
formarse un juicio.
Vuelto a Maracaibo, se encontró Codazzi únicamente con la vida monótona de las
fortificaciones, cuya función era proteger el estrecho marítimo, a la entrada del lago. Las
más importantes eran las de Payana y San Carlos, así como la de Zapara ubicada enfrente.
A principios del año 1829, lo encargó el sucesor de Carreño, el general Justo Briceño, de la
elaboración de un plan estratégico, etapa por etapa, en caso de guerra, para el extenso
departamento de Zulia, que abarcaba entonces las cuencas del río Zulia, hasta los distantes
lindes con la Nueva Granada y las nevadas cumbres de la cordillera de Mérida.
No era, pues, tarea fácil levantar cartográficamente este inmenso territorio. Apenas se
habían iniciado los preparativos para esta empresa, cuando fueron interrumpidos por las
noticias sobre amenazantes movimientos de las fuerzas militares españolas. Con
fundamento en estas noticias, Codazzi recibió la orden de organizar el estado de alerta en la
entrada del lago de Maracaibo. Casualmente, había dinero disponible, de manera que la
tarea pudo cumplirse en dieciocho días, con remodelaciones especialmente en el fuerte de
San Carlos.
Pero como la paz no se alteró esta vez, pensó Codazzi que con el rápido y solo
perfeccionamiento de las fortificaciones no había terminado los preparativos, y elaboró, por
añadidura, un mapa del curioso estrecho que comunica el golfo marino con el lago de agua
dulce, sometiendo las orillas del último, no obstante las numerosas plagas terrestres y
acuáticas, a un exacto levantamiento cartográfico, labor que le interesaba cada vez más.
Este trabajo lo llevó desde la haz de las aguas hasta los campos nevados de las altas
montañas, permitiéndole adentrarse en los secretos del mundo animal y vegetal de los
trópicos. En esta renovada, aunque dura tarea, pasó un mes tras otro. Desde la borda de la
flechera, levantó las orillas del lago, tanto las del costado derecho como las del izquierdo y,
con algunos acompañantes, logró penetrar aquí y allá, tierra adentro, de manera que
llegaron, por el lado oriental montañoso, hasta Trujillo y Mérida; más tarde hasta San
Carlos, sobre el Escalante, y hasta Perijá, en el territorio de la Guajira, dos puestos rústicos
en extremo pobres.

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Mientras se realizaban estos trabajos, los destinos de Colombia cambiaron de rumbo a un
punto tal, que jamás hubiera imaginado Codazzi al emigrar de Italia. Cuando de su última
excursión cartográfica regresó a Maracaibo, donde siempre había gobernado el partido
bolivariano, todo se hallaba en proceso de completa disolución. Sólo se observaba
hostilidad contra el poder personal de Bolívar, quien, después que la Convención de Ocaña
resultara infructuosa, y que fallara una conspiración contra su vida, asumió nueva y
abiertamente la dictadura, para salvar lo que se podía salvar.
Era el departamento de Zulia el que más sufría bajo el antagonismo político, ya que
constituía la principal entrada a la Nueva Granada bolivariana, al mismo tiempo que, según
la tradición histórica, pertenecía a Venezuela, donde ahora se iniciaba la definitiva
separación del Libertador, hijo precisamente de Venezuela. Las influencias que rodeaban a
Codazzi lo convirtieron cada vez más en adversario del hombre que antaño tanto había
venerado. Paulatinamente fue comprendiendo la razón de las impresiones opuestas que, en
ocasiones distintas, había recibido en Cartagena y en Bogotá. Ahora ya no pensó en su
antigua veneración sino que se basó en el análisis de los detalles, en la apreciación de los
hechos reales, en la comparación de lo prometido con lo realizado. Al parecer, Bolívar ya
no tenía el poder espiritual orientador. Tan sólo lo rodeaban aquellos hombres que habían
medrado a su amparo, amigos personales, en su mayoría, de la época militar y de la guerra,
y lo apoyaban los representantes del centralismo, que en Maracaibo, tan distante de Bogotá,
se consideraba absurdo. Codazzi observaba esta efervescencia en la vida popular, todavía
sin apasionamiento pero con ojos abiertos, ya que inclusive su propio porvenir dependía del
desenlace. A su amigo Ferrucci le informó sobre las vicisitudes políticas que se producían:
"¡El empeño de un dictador siempre ha sido presagio de su caída!". Y ésta sobrevino bien
pronto. Con la muerte de Bolívar, el Estado que tan orgullosamente había edificado se
derrumbaba. Así como los departamentos orientales, entre ellos Zulia, querían formar una
república propia, también se separaban los departamentos meridionales - Ecuador,
Guayaquil y Asuay - bajo el nombre genérico de Ecuador.

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José Antonio Páez

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CAPÍTULO III: LEVANTAMIENTO TOPOGRÁFICO Y MAPA DE
VENEZUELA

El primer presidente de la República de Venezuela era hijo legendario de las inmensas,


yermas y despobladas llanuras herbáceas del interior del país y, al mismo tiempo, legítimo
producto de la sangrienta guerra civil. Unos cuarenta años antes que se entregara a José
Antonio Páez (10), a falta de alguien mejor capacitado, el gobierno supremo de su patria,
había empezado su existencia en las monótonas estepas de la región de Araure, a orillas del
río Curpa, y recibido posteriormente instrucción escolar elemental en las aldeas de Guana y
San Felipe. Lo demás, o la mayor parte, lo aprendió sobre el lomo del caballo, inicialmente
sin silla: en pelo; después, equipado a la usanza de los llaneros, al principio como
participante en las peligrosas incursiones de saqueo de los alzados en armas, más adelante
como jefe de grupos organizados de lanceros montados, y finalmente como compañero de
Bolívar y general colombiano. Páez había aprendido mucho en breve tiempo. No obstante
que aún conservaba ciertos rasgos de la rudeza de antaño, se había convertido en otro tipo
de héroe, muy diferente del que había sido durante los años de lucha, y al iniciarse los
tiempos de calma su carácter había madurado del todo. Si bien era temido, se le estimaba, y
era bondadoso aunque salvaje; testarudo pero asequible a los consejos de los forasteros. En
este aspecto, precisamente, logró ser campeón, al compensar sus propias deficiencias y
debilidades con la ayuda de consejeros cultos y formados. Un hombre así, para quien toda
nueva tarea era el comienzo de un aprendizaje, significaba necesariamente para la joven
república, carente de experiencia y capacidades, una gran bendición.
El 6 de mayo de 1830, a fin de elaborar una Constitución, se instaló en Valencia una
convención compuesta por representantes de las provincias de Barcelona, Barinas,
Carabobo, Caracas, Cumaná, Guayana, Maracaibo y Mérida. Con ocasión de tan solemne
acontecimiento, se trasladó Codazzi a la capital de Venezuela, donde entregó al nuevo
gobierno planchas de mapas, además de la guía complementaria de rutas, cálculos de altura,
determinación de coordenadas geográficas de lugares, a todo lo cual agregó un brillante
resumen, aunque redactado en mal español.
Su gran mapa del lago de Maracaibo iba acompañado de una visión futurista y entusiasta,
en vívidos colores italianos, que para muchos constituía ciertamente un cuadro halagador:
"Al parecer, la Providencia quiso comunicar, por medio de esta inmensa laguna, la orilla
del mar con el piedemonte de las altas cordilleras de Trujillo y Mérida. Asombrosa es la
gran fertilidad de las regiones ribereñas de este lago, la amplia extensión del mismo y el
gran número de los ríos abundantes en agua que lo buscan. Desde las orillas del lago hasta
las cumbres que se elevan en sus alrededores, se puede escoger para cada producto de
Europa o de América la temperatura apropiada, desde el calor ardiente hasta los vientos
huracanados de las estepas de las altas montañas o hasta el frío de la nieve perpetua. En el

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futuro, cuando estas regiones sean habitadas y cultivadas, los solos bosques de Mérida y
Trujillo, que llegan hasta las aguas del lago, pueden dar un rendimiento cuarenta veces
mayor que el actual de toda la parte cultivada de la república. La riqueza del interior
debería transportarse por los ríos Motatán, Escalante, Sucio, Zulia y Catatumbo hasta el
lago, el cual, surcado por los barcos de todas las naciones, contemplaría en sus puertos el
intercambio de los tesoros de Europa con los frutos de los alrededores y el oro de la Nueva
Granada. Lo que produzcan los valles interiores de las cordilleras se intercambiará y lo
consumirá una numerosa población, que en tierras más altas buscará un clima más suave,
una primavera perpetua. Ciudades prósperas ofrecerán a sus muchos habitantes todas las
comodidades de la vida, más el gozo que proporcione la vida social. La distancia de la costa
la acortarán carreteras principales, que bajarán desde Mucuchíes y Motatán, desde Trujillo
hasta la orilla del lago; desde la desembocadura del Zulia y del Grita se transportará la
carga a los valles de Cúcuta y San Cristóbal y sobre el Uribante hasta el puerto de Teteo".
Hasta aquí el seductor canto de Codazzi. A un hombre simple y natural como Páez lo
impresionó grandemente. Fuera de duda quedaron, por lo demás, la importancia militar de
los mapas y la capacidad de su autor. Codazzi obtuvo pleno reconocimiento. Páez acogió la
idea de realizar el levantamiento topográfico general del país y sometió al primer congreso
ordinario tres planchas de muestra con la ponencia en que se proponía el levantamiento
cartográfico de toda Venezuela.
El 29 de septiembre de 1830 se nombró a Codazzi jefe del estado mayor de las fuerzas
armadas de Venezuela, después de haber efectuado el levantamiento cartográfico de la
cuarta provincia del norte, la de Coro, trabajo en el cual encontró relativamente pocas
dificultades. Así, en muy breve término, se había completado la cartografía de la cuenca
hidrográfica del golfo de Venezuela, hasta entonces casi desconocida.
Este trabajo, altamente valioso, tanto desde el punto de vista teórico como desde el
práctico, abarcaba cuatro provincias. De modo que aún faltaban nueve provincias a las
cuales pertenecía, entre otros territorios, la pequeña isla de Margarita. Sin embargo, en este
caso, la existencia de excelentes cartas marinas hacía superfluo un levantamiento especial.
En cambio, en situación opuesta se hallaba la inmensurable Guayana, tan sólo parcialmente
penetrable, y cuya condición de territorio virgen se oponía a recorridos sistemáticos y a un
exacto tratamiento topocartográfico.
El 14 de octubre de 1830 el poder legislativo autorizó al gobierno para que encomendara a
un oficial competente la elaboración de los mapas provinciales, los cuales debían reunir
informes fisiográficos y estadísticos (11). El Congreso explicó en esta ocasión: "Para
Venezuela es el levantamiento topográfico de los mapas geográficos, la determinación de
las rutas militares y la elaboración de informaciones estadísticas, una empresa de primera
línea cuyos trabajos tendrán benéficas consecuencias para facilitar la realización de
operaciones militares, para el conocimiento de los límites provinciales, para la mayor
exactitud de la contribución tributaria, para el desarrollo de la agricultura, para la apertura y
construcción de caminos, para el avenamiento de lagos y pantanos, para la regulación y
navegación de los ríos". El oficial escogido para esta tarea fue Codazzi, quien desde Coro
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se dirigió sin tardanza a donde el presidente. Éste le informó que durante los tres años en
que el trabajo debía realizarse recibiría doble paga, pero que debería costear los gastos de
viaje, y por una sola vez recibiría la suma adicional de cien pesos, para la adquisición de
instrumental. Tales condiciones en manera alguna le eran favorables; pero el solo
pensamiento de que podría seguir las huellas de un Humboldt hizo desaparecer todas las
vacilaciones, máxime si consideraba que los mapas de Humboldt atesoraban cuantiosa
información, especialmente con referencia al curso de los ríos Apure, Atabapo, Casiquiare,
Caura, Guaviare, Meta, Negro y, en especial, al del Orinoco. Apenas le faltaban datos sobre
el delta del último río nombrado y acerca de la cuenca fluvial del lago de Maracaibo, cuyo
estudio se disponía a terminar. La tarea de Codazzi exigía mucho tiempo y esfuerzo, pero
también abría una amplia perspectiva para estudios técnicos de suma importancia, siempre
y cuando el país y su gente continuaran desenvolviéndose sin sobresaltos. Esto esperaba,
aunque los signos de los tiempos eran, ciertamente, poco alentadores. La muerte de Bolívar,
ocurrida el 17 de diciembre de 1830, parecía significar un cambio favorable a la paz. Sin
embargo, el Congreso venezolano, carente de toda experiencia de práctica política, tomó
resoluciones peligrosas, que preocuparon a Codazzi. Ellas afectaron el poder militar, único,
en los tiempos que corrían, en capacidad de mantener el orden. Igualmente, la separación
de la Iglesia y el Estado, provocó enfrentamientos y amarguras en un pueblo
exclusivamente católico, sobre el cual la institución eclesiástica ejercía enorme influencia.
Y, finalmente, la limitación de la esclavitud. Todo ello provocó una conmoción, la más
grande que quepa imaginar, en la situación social y financiera imperante. Aunque Codazzi
conocía suficientemente la vida pública de la América del Sur, no medía la índole de estos
cambios de acuerdo con determinada escala de valores, sino que la juzgaba por sus efectos
reales. En su concepto, lo poco que del pasado le había quedado al país después de las
guerras de independencia, se desarticulaba de manera anticipada y peligrosa.
Su opinión resultó acertada, ya que pronto hubo de informar a sus amigos en Lugo que no
podía acometer tranquilamente el levantamiento topográfico, como lo deseaba, sino que
desde un principio tendría que combinarlo con diferentes encargos y expediciones militares,
prestando servicios de guerra aquí y allá (12).
Por lo pronto marchó Codazzi contra Julián Infante, uno de los tantos levantiscos jefes de
las bandas de alzados en armas que, so pretexto de restablecer la unidad de Colombia,
revivían el salvajismo de la época de la guerra a muerte, y a quienes el patriotismo sólo les
servía de disfraz para engañar a las masas populares, que eran sus verdaderas víctimas.
Estos libertadores1 que despreciaban toda libertad, actuaban especialmente en las vastas
estepas de la región del Orinoco, en los grandes hatos a la vera de los ríos Apure y Arauca,
antiguamente pertenecientes a ricos españoles, a quienes les fueron expropiados. Los
alzados mantenían estrechas y firmes relaciones con los bárbaros pero prepotentes
ganaderos, totalmente desconocedores de la vida civilizada. Allí, en los llanos del río
Apure, Infante empuñó las armas y convenció a Francisco Vicente Parejo - quien, al igual

1
En español, en la edición alemana. (Nota del traductor).

45
que él, se había distinguido como cacique indomable, en la reciente guerra - de que se le
uniera.
Páez, que era también llanero legítimo, se enfrentó rápida y enérgicamente a estas
peligrosas actividades. Sin demora, dispuso el ataque contra las hordas de Infante y Parejo,
para lo cual encargó a Codazzi del comando de la infantería, arma en la que Páez era poco
diestro. Fue entonces cuando Codazzi conoció por vez primera las ilímites praderas del
interior, cuya inacabable melancolía influyó, no obstante su condición de militar,
hondamente en su carácter sensible y receptivo. Introvertido por naturaleza, encerrado en sí
mismo durante su vida en el mar, se tornó cada vez más reservado e insociable.
Una simple expedición armada no bastó para liquidar el desasosiego. Pronto hubo de
marchar Codazzi a salvaguardar la precaria calma de la provincia de Mérida, al mismo
tiempo que a organizar la defensa en diferentes puntos, en previsión de un eventual
conflicto con la hermana república de la Nueva Granada, que reclamaba reiteradamente su
definitiva soberanía, no obstante que ni siquiera se había constituido oficialmente y
soportaba toda suerte de conflictos internos, mientras que el único hombre capaz de ejercer
el mando, el general Santander, se hallaba viviendo en el exterior.
En vista de tales perspectivas militares en la frontera con la Nueva Granada, Codazzi se
dedicó a elaborar más exacta y detalladamente el mapa de Mérida y retomó su plan de
fortificaciones para Maracaibo, ya que desde esta plaza se podía dominar gran parte del
país. Seguía considerando que el lado débil de esta posición estratégica era la parte lindante
con el territorio de los guajiros; así que resolvió arriesgarse a explorar personalmente esta
salvaje comarca a la que rara vez transitaba una persona solitaria.
La plaza de mercado de Maracaibo era por lo general bastante activa. Semanalmente se
realizaba allí una floreciente feria de caballos, entre los cuales disfrutaban de gran demanda
los pequeños, resistentes pero cerriles potros de la Guajira. Codazzi se acercó a un grupo de
tratantes, ya embriagados por el aguardiente y extravagantemente vestidos, los cuales se
percataron de que no era español, a causa de su acento italiano. Acompañó a esta horda
adentro de su territorio, donde, si bien es cierto que pudo conocer las aldeas de Yariguí,
Caramare, Pedraza y Montes de Oca, no logró, en cambio, su cometido militar, ya que este
desorganizado pueblo de nómadas no respondió a sus preguntas sobre caminos transitables
o lechos de río utilizables.
El 11 de abril de 1831 lo alejó de Maracaibo una tercera campaña militar. Esta vez se
trataba de la sublevación de uno de los más renombrados generales en tiempos de Bolívar:
José Tadeo Monagas (13); este hombre violento había proclamado el 15 de enero de 1831,
en Aragua, punto focal de las comunicaciones en la provincia de Barcelona, que ahora,
fallecido Bolívar, se consideraba presidente de Colombia. Para vencer la osada sublevación,
después que fracasara todo intento conciliatorio, asumió el comando de las tropas del
gobierno el propio ministro de guerra, Santiago Mariño, a quien acompañó Codazzi como
jefe del estado mayor. Monagas, prontamente cercado, trató, insólitamente, de ganarse a
Codazzi, coqueteando con la idea de convertir los alrededores de Barcelona en una
república independiente con el viejo nombre de Colombia, designar a Mariño como
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gobernador y él mismo asumir la vicegobernación. Del modo más enérgico; Codazzi
rechazó participar en semejante proyecto, que alcanzaba dimensiones de alta traición. En tal
plan parecía revivir la consabida idea del federalismo, que tan hondamente odiaba el
italiano. Después de sucesivos avances y retiradas, se rindió Monagas el 24 de julio, en el
valle de Pascua. Codazzi fue declarado, por voluntad del Congreso, ¡salvador de la patria!
Así terminaron para el italiano los primeros disturbios militares. En todas partes, a la fuerza
de las armas sucedió el indulto; el perdón, al odio; al vigor militar, la debilidad política
partidista. Dondequiera, una desmoralización de vastas proporciones se extendió entre las
masas populares.
Una vez superadas dificultades de escasa monta, inició Codazzi sistemáticamente el
levantamiento topa gráfico desde la ciudad de Caracas, la cual fue proclamada, el 30 de
mayo de 1830, capital de la república. Poco podía ofrecer esta localidad. Situada en el
hermoso valle de San Francisco, atravesada por las corrientes del Caroata y el Catuche, su
clima no era malsano, aunque sí ardiente. Reconstruida modestamente, después del
terremoto del 26 de marzo de 1812, de acuerdo con las posibilidades de la época, no era
fea, aun cuando muchas casas de los suburbios todavía se hallaban en ruinas. Sin embargo,
la ciudad carecía de actividad comercial. Tenía cerca de veintitrés mil habitantes, la
mayoría sin recursos económicos, sólo unos cuantos, cuyos antepasados habían pertenecido
al círculo de los dueños de las principales fortunas en el país, todavía gozaban de bienestar.
A ellos se agregaban algunos comerciantes foráneos, que durante la guerra se habían
enriquecido, a fuerza de empuje e inteligencia, y, por lo tanto, muchos los veían con
envidia.
Fueron precisamente estos extranjeros los que Codazzi aprendió a apreciar cuando inició
los viajes de levantamiento topográfico. Poco a poco empezó a sentir gran admiración por
aquellos hombres contra cuyo pueblo había luchado antaño bajo los estandartes de Francia:
por los alemanes. Fuera de este círculo de forasteros, de Páez y del amigo y sabio
confidente de éste, el médico José María Vargas (14), había en Caracas, por lo pronto, tan
sólo una persona que mostraba interés por las nuevas tareas de Codazzi: Feliciano
Montenegro de Colón (15), español muy viajado que, además de servirse de los viejos
muros del convento de los franciscanos para albergar una escuela pública, había instalado
aquí con éxito una biblioteca popular: el único instituto de su género en toda la ciudad, que
también para los trabajos de Codazzi podía ser importante. Montenegro se hallaba ahora,
precisamente, a la búsqueda de diversas fuentes de información local: aquellos informes
oficiales, de tiempos de los españoles, que tan a menudo citaba Humboldt, amén de tablas
estadísticas y otras fuentes auxiliares. Llevó a Codazzi la única obra histórica dedicada
especialmente a Venezuela, editada en 1723 en Madrid por José de Oviedo y Baños, que
incluía también variadas explicaciones de interés geográfico; por ejemplo, sobre los
poblados. Este nuevo amigo de Codazzi había permanecido fiel a la bandera patria hasta la
capitulación de Maracaibo. Abandonó entonces la Venezuela levantada en armas contra
España, y de las Antillas se dirigió a Europa. Más tarde, desilusionado del viejo continente,
se marchó a México, donde se incorporó a una expedición para liberar a Cuba. Regresó a
47
Venezuela como republicano, y no solamente trabajó para mejorar aquellas instituciones
incipientes, sino también en una extensa obra sobre la geografía de Venezuela y en otra
sobre la historia de la revolución del país; es decir, dos libros de gran importancia para
Codazzi, que, por lo demás, se iban a imprimir en la propia Caracas. Ninguna ayuda mejor
hubiese podido desear Codazzi. Montenegro, a su vez, frecuentemente acusado de haber
tomado partido en favor de la madre patria, se sentía feliz por la pronta confianza que le
otorgaba un hombre nacido en el extranjero, y como tal aún no contaminado de la vanidad
nacionalista de los recién nacidos republicanos. Así que rápidamente se ahondó y consolidó
la amistad entre los dos hombres.
Durante el año 1832 viajó Codazzi de Caracas a todos los rincones de la provincia del
mismo nombre, excepto a los llanos. Se interesó especialmente en los raros fenómenos de
la cordillera de la costa, todavía poco explorada y densamente cubierta de selva; después
por La Guaira, aquel antiguo y principal puerto comercial del país, de tan favorable
ubicación, recostado contra las montañas rocosas, y en general se interesó por numerosos
lugares costaneros cuyo porvenir se veía asegurado merced a la recién promulgada libertad
de navegación marítima. Por lo demás, le agradaba permanecer en la importante población
interiorana de Victoria. Se trataba de un antiguo asentamiento misionero, en medio de la
fértil y plana cuenca del Aragua, donde se producía trigo, café, cacao y azúcar, y que
además constituía el punto de convergencia de los extensos caminos que desde los tiempos
de los indios comunicaban las estepas del interior. Durante estas excursiones, Codazzi se
familiarizó más con la índole melancólica del oriente de Venezuela y con los rasgos
característicos de una región que juzgó especialmente favorable para el desenvolvimiento
de la agricultura.
La labor de levantamiento se prolongó más y más. La provincia de Caracas se hallaba
separada de las regiones ya cartografiadas y que habían recibido sus nombres de las
localidades de Coro, Maracaibo y Trujillo. Se trataba esta vez de un territorio elevado y
abundante en terrazas, que descendía a las llanuras esteparias y abarcaba las provincias de
Carabobo y Barquisimeto. A fin de complementar prontamente con su nuevo trabajo el
realizado en Maracaibo, inició Codazzi el levantamiento de aquellas dos provincias, a
principios de 1833, para lo cual abandonó Caracas y se fue a vivir a la ciudad más
interesante del país, Valencia (16), entre cuyos escasos diez mil habitantes las personas
cultas, especialmente los extranjeros, llevaban en cierta medida una auténtica vida europea
hasta en el lujo y la pompa.
Esta plaza comercial, cobijada por un límpido cielo y a sólo seis leguas del excelente Puerto
Cabello, albergaba inteligentes comerciantes y capaces artesanos de muy diversas
nacionalidades. Hasta hacía poco, como capital de Venezuela, había tenido fundadas
esperanzas en un especial progreso. Sin embargo, por causa del traslado del gobierno a
Caracas, las expectativas habían cambiado. Empero, algunas familias que, pese a la guerra,
conservaban sus fortunas, se habían quedado, lo que dio oportunidad a Codazzi de
mantener relaciones agradables, en una sociedad que muchas veces ofrecía más que la de
Caracas. Apenas terminado el levantamiento topográfico de aquellas dos provincias,
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empezó, también con base de operaciones en Valencia, el de las provincias de Barinas y
Cumaná. En .esta última, atrajo vivamente el interés de Codazzi un fenómeno natural que
había alcanzado fama mundial desde cuando Humboldt lo describiera en una de sus
relaciones de viaje, y en cuyo análisis Codazzi puso a prueba su talento de observador y su
conocimiento del idioma. No lejos de Caripe, lugar donde antiguamente residían
capuchinos aragoneses, el cual permanece inmodificablemente rodeado por una imponente
vegetación, se encuentra la cueva de los guácharos, habitada por multitud de aves
nocturnas. Codazzi la visitó el 2 de febrero de 1833, en compañía de sus dos ayudantes y
del inspector local, José López. Penetró en la cueva más profundamente que su antecesor,
pues mientras Humboldt avanzó sólo 476 metros, Codazzi se adentró 794 metros y, al igual
que el sabio alemán, hubo de recorrer el último tramo a solas, ya que sus acompañantes
fueron presas del pánico.
Cuantas veces le era posible, al término de sus excursiones, regresaba Codazzi a Valencia,
cuyo ambiente ejerció sobre él - que muy poco había logrado, por su modo de ser, adaptarse
al medio - una influencia determinante. Allí aprendió poco a poco a sentirse miembro de su
nueva patria, venezolano integral. A ello contribuyó el estar rodeado por los círculos
burgueses conservadores, apoyados en el poder presidencial de Páez, ya que Codazzi supo
compartir con ellos tanto sus preocupaciones presentes como sus expectativas en cuanto al
futuro. En Valencia se casó Codazzi, el 29 de abril de 1834, con Araceli Fernández de la
Hoz, cumaneña de 26 años de edad que se distinguía tanto por su bondad como por su
dinamismo.
Según el contrato, los trabajos cartográficos de Codazzi debían haber concluido en 1833,
pero en consideración a sus pasados servicios militares le prorrogaron el plazo un año más.
En agradecimiento por este gesto, acometió Codazzi, poco después de su matrimonio, una
de las más difíciles tareas: la exploración del delta del río Orinoco, realizable únicamente
por medio de navegación en canoa y piragua, empresa que le hizo recordar con frecuencia
sus andanzas del año 1818. En lo posible, trató de localizar desde el mar la extraordinaria
maraña de corrientes de agua, para fijarlas cartográficamente. Avanzó hasta la
desembocadura del río principal, pero tuvo que regresar, ya que su embarcación era
impotente ante el ímpetu de tan inmenso caudal de agua.
Una vez hubo regresado, se dedicó en su nuevo hogar a la elaboración inicial de los datos
recogidos, tras lo cual viajó a Caracas, el 17 de enero de 1835, a fin de conseguir otra
indispensable prórroga de su contrato. Al día siguiente, hubo de presenciar un memorable
acontecimiento, cuando en la hacienda La Viñeta, cerca de la capital, el primer presidente
de Venezuela dejó su cargo. Páez, su benefactor, se retiraba a la vida privada con la mayor
sencillez concebible, y satisfecho, Vargas, científico de la vieja escuela; un hombre que
durante la lucha libertadora había permanecido estudiando tranquilamente en el exterior y,
por lo tanto, no podía exhibir algún laurel de batalla; un hombre de carácter totalmente
civilista, a quien personalmente le eran más que indiferentes las personalidades militares de
los últimos años. Vargas aceptó la elección sin entusiasmo, máxime cuando durante largo
tiempo se había vacilado entre él y otros dos candidatos, prominentes representantes del
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militarismo. Tanto Páez como Codazzi, a igual que la gente influyente de las ciudades y
que los ricos hacendados, estaban convencidos de la necesidad de un gobierno civil. Les
parecía que el joven Estado era lo suficientemente fuerte para prescindir del poder de las
armas, pero este intento idealista de realizar la meta de la Constitución habría de fracasar
totalmente.
La vida privada de Codazzi discurría dentro de la mayor felicidad, y aún más cuando su
bellísima y eficiente señora dio a luz, el 21 de marzo, un varón. Se dedicaba ahora de
tiempo completo, y por iniciativa personal de Vargas, a la elaboración detallada de los
resultados que hasta la fecha había obtenido de sus levantamientos topográficos, los cuales
prometían acercarse cada vez más a una visión de conjunto del país: un cuadro de los
aspectos más interesantes, que compensaría de modo honroso y digno todas las dificultades
y trabajos. Empero, no demoró en llegar la noticia de que en la misma Caracas se había
iniciado un golpe militar, que obraba en armonía con los descontentos de Maracaibo y
Cumaná, y al que apoyaban los dirigentes del partido reformista. El 8 de julio de 1835 los
golpistas depusieron a las autoridades legítimas, desterraron al presidente de la república y
proclamaron jefe de Estado a un comandante de la soldadesca. Pretendían convencer a Páez
de que se sumara al nuevo movimiento, pero antes que pudiesen intentarlo se presentó, el
11 de julio por la mañana, en la hacienda San Pablo, residencia de Páez, distante unas
treinta y ocho leguas de Caracas, una diputación de oficiales leales a la Constitución,
encabezados por el general León Febres Cordero y el coronel Codazzi, en compañía de un
grupo de representantes de la burguesía, entre ellos Ángel Quintero y Manuel Felipe Tovar,
así como de algunos miembros del consejo de Estado, que eran enemigos de los planes
federativos y de los demás proyectos, casi todos reaccionarios, de los llamados reformistas.
Contra tales agitadores - opinaban aquellos hombres -, Páez debía defender sin tardanza la
Constitución, reuniendo para este fin un ejército y respondiendo a la fuerza con la fuerza.
Sin dilación aceptó el legendario jinete, cuyo nombre se hallaba estampado en el acta de la
Constitución vigente, y puso manos a la obra para formar un ejército. El susodicho consejo
de Estado lo nombró, el 14 de julio, jefe supremo del ejército e hizo, al día siguiente, un
llamamiento a filas. En un principio, se presentaron pocos hombres. Sin embargo, día tras
día el número fue en aumento, y así se conjuraron los horrores de una terrible guerra civil,
en atención a la inteligencia de Vargas y a la recta justicia.
De nuevo era Codazzi el jefe del estado mayor de Páez, a quien ayudó con el máximo celo
en la urgente movilización de las masas. Puesto que ya conocía el país y su gente tanto
como el llanero, obtuvo considerable éxito. En seguida recibió la orden de librar a Caracas,
con una fuerza compuesta por algunos centenares de efectivos, del peligro de una
ocupación militar por las tropas enemigas. Codazzi protegió la ciudad, cuna de la revuelta,
marchando sobre ella valientemente y sin miramientos. El 23 de julio firmó el decreto de
amnistía que había dictado Páez en Valencia. La derrota de los enemigos renuentes a la
reconciliación se logró en un principio acción tras acción, pero después el estado de guerra
amenazó prolongarse. Codazzi fue designado jefe de la operación de Riochico, que tenía la
misión especial de evitar el desembarco de armamento y tropas. Participó muy activamente
50
en la batalla de Guaparó, que garantizó la seguridad de Valencia, al mando del general José
María Carreño. Puso término al sitio de Maracaibo y dirigió el asedio de Puerto Cabello,
que terminó el 19 de marzo de 1836 con la rendición de la ciudad y su fuerte. En seguida
hubo de dirigirse a los llanos de Apure, para mantener en jaque a los rebeldes bajo el
mando de Francisco Farfán. De ese modo surgió una tarea tras otra. Pronto, sin embargo,
también estas expediciones militares parecieron tener su fin. El 27 de marzo escribió Páez
desde Maracaibo, con ocasión de su renuncia al comando supremo, una carta a Codazzi en
extremo honrosa. A su vez, el presidente Vargas ascendió a este meritorio hombre a coronel
de ingeniería.
La proximidad de la calma era tan sólo aparente, pues no demoró en estallar otra revuelta,
de nuevo al mando del consabido Farfán, apoyado esta vez por todo el partido militar. Páez
hubo de blandir la espada con redoblada energía, y envió contra los llaneros a uno de sus
paisanos, el general José Cornelio Muñoz, antiguo comandante del cuerpo de caballería y
ahora gobernador de la provincia de Apure. Lo dotó de soldados, caballos y pertrechos, y le
asignó a Codazzi como consejero principal. Nuevamente cruzó éste a caballo las llanuras
del Apure. Cerca de García se enfrentaron los dos bandos en lucha, y finalmente, el 9 de
julio de 1836, se rindieron los adversarios del gobierno, después de haberles asegurado éste
la impunidad.
Una vez más intentó Codazzi reanudar sus levantamientos topográficos, y también una vez
más fue interrumpido. Por lo pronto, y acatando órdenes de Vargas, hubo de limitar su
actividad a una esfera más estricta, ya que se había resuelto demoler todas las
fortificaciones, y le encargaron la dirección de este trabajo, que se inició en Puerto Cabello
y terminó en Maracaibo. Durante el debate acerca de las instalaciones defensivas de
Venezuela, manifestó Codazzi: "En el año 1835 nuestras plazas fuertes albergaban tropas
que opusieron resistencia al gobierno de la república. No obstante, el pueblo salió
victorioso. Todos los puntos fortificados estaban en manos de los adversarios, y con ellos el
ejército y también la flota. Disponían de cuantiosas reservas de dinero y armas, y en un
principio contaban con la totalidad del poder. Sin embargo, a la postre se frustraron sus
empeños. Ciertamente, corrió sangre, pero contra la opinión pública y la voluntad del
pueblo no había baluarte capaz de protegerlos. Páez, que por entonces era comandante
supremo, restableció el orden constitucional, sacó al país de la anarquía y comprobó que el
gobierno no necesitaba fortificación alguna para sostenerse en caso de emergencia interna".
De manera que las plazas fortificadas, especialmente la ciudadela de Puerto Cabello y aquel
fuerte de Maracaibo reconstruido hacía algunos años por el mismo Codazzi, representaban
ahora, cuando ya no existía la amenaza de un enemigo extranjero, más un peligro que una
útil protección.
Sin embargo, también este trabajo fue interrumpido abruptamente, ya que el 29 de marzo de
1837 se levantó por tercera vez en armas Francisco Farfán. Esta vez el escenario escogido
fueron los llanos del bajo Orinoco. De nuevo marchó Muñoz contra los revoltosos, pero no
logró por el momento sino defender a San Fernando de Apure. Nombró entonces el
gobierno comandante supremo al indispensable Páez, quien a su vez designó, el 6 de abril,
51
nuevamente a Codazzi como jefe de su estado mayor. El primer paso que debía darse
consistía en defender a toda costa aquel lugar, donde los adversarios, por el momento
victoriosos, podían llegar a establecerse definitivamente. Esta tarea correspondió a Codazzi,
quien con unos cuantos camaradas y a todo galope alcanzó el lejano San Fernando en sólo
tres días, lo cual constituyó una auténtica hazaña ecuestre que causó admiración inclusive a
los veteranos llaneros. Habían llegado a tiempo. Desmontaron de los caballos y acto
seguido construyeron fortines. Así lograron, durante quince duros días, defender el villorrio
de los ataques enemigos. El 26 de abril, con la llegada de Páez, el adversario fue obligado a
presentar batalla cerca de San Juan de Payara. Se trabó una feroz lucha cuerpo a cuerpo, de
lanza contra bayoneta, de lazo contra espada; un combate tan violento, como rara vez se
había librado durante las guerras de independencia. Páez, el hijo de los llanos, aseguró la
victoria con su propia arrolladora valentía. Todavía en su vejez, recordaba Codazzi con
admiración la escena en que el famoso llanero, cabalgando fogoso, luchaba con denuedo en
medio de la matanza. Tan sólo gracias a la velocidad de su caballo, se salvó Francisco
Farfán, galopando hacia la frontera con la Nueva Granada. Su hermano y su tío murieron en
el campo de batalla al lado de muchos copartidarios. La peligrosa rebelión fue aplastada en
un sangriento y único combate. Codazzi se contaba entre los "leones de Payara", pero los
hombres así designados por la voz popular, especialmente Páez y Codazzi, rechazaron tal
apelativo, ya que siempre les pareció que una victoria sobre conciudadanos constituía un
acaecimiento funesto, pese a que en el presente caso los adversarios osaran calificar su
rebelión como una lucha contra los blancos, de los campesinos contra los ciudadanos, de la
rudeza elemental del llano y de la selva contra los únicos representantes de la civilización y
el progreso.
En el transcurso de estos tres años de agitación y lucha, adelantó Codazzi, como antaño
Caldas durante la guerra civil, sus tareas científicas con el mayor brío. Mientras participaba
en las diversas expediciones bélicas, efectuó el levantamiento topográfico de toda la
provincia de Apure y describió las bellezas de los llanos. Le acompañaba en sus viajes la
traducción de Eyries de los Cuadros de la naturaleza de Humboldt, que imprimieron en su
carácter, ahora un tanto agreste, cierto matiz del sentimiento alemán. Era, pues, muy
venturoso para Codazzi haber conocido a Humboldt en la obra que éste más apreciara, en
aquel escrito que presenta en la forma más nítida y bella las impresiones de su viaje
americano, el libro más maravilloso que jamás se hubiera escrito sobre la vida en los
trópicos. Este compañero de viaje, siempre dispuesto, acrecentó en Codazzi el deseo de
efectuar el levantamiento topográfico, con mayor rigor científico, del vasto interior del
Orinoco, que aún le faltaba por cumplir.
A lo largo de nueve meses, con un mínimo de equipo, navegó Codazzi por el caudaloso río,
tomando primeramente como punto de partida, el 3 de noviembre de 1837, la localidad de
Angostura, que había progresado considerablemente durante los últimos veinte años gracias
a la inmigración de extranjeros, especialmente de alemanes. Después eligió como cuartel
general el poblado de Caycara, solitario lugar en la desembocadura del río Apure, en el
Orinoco, donde le interesaba especialmente aquella loma rocosa pintada con escenas de
52
animales, las cuales, por cierto, no logró comprender mayormente. Penetró en gran parte de
los ríos afluentes, mientras lo permitieron sus provisiones de alimentos. En cuanto al propio
río Orinoco, avanzó hasta el raudal de los Guaharibos, donde encontró la hostilidad de
belicosos aborígenes, a los cuales no estaba en capacidad de enfrentar. Para las futuras
excursiones escogió, a principios del año 1838, el villorrio de San Fernando de Atabapo,
situado en la confluencia con el río Guaviare y cuya fundación se originó en falsas
informaciones sobre la existencia de unas minas de esmeraldas. Hoy se halla en completa
decadencia, que se inició al suspenderse la misión de los franciscanos. Los intereses de los
escasos habitantes giran ahora alrededor de los huevos de tortuga, las pieles de caimán y la
carne de los cerdos acuáticos2.
Con el correr del tiempo, el modo de pensar y obrar de Codazzi se había compenetrado a tal
punto con las más difíciles cuestiones de su tierra adoptiva, que juzgaba tan importante el
problema de la civilización de los indígenas como la geografía del Orinoco. Desde ese
punto de vista elaboró, durante su segunda estadía en Caycara, un memorando sobre los
abusos que cometían las autoridades venezolanas en la región del río Negro. "Este cantón
casi no pertenece a nuestra república, ya que sus leyes carecen aquí de validez; aquí rigen
únicamente la voluntad y el mando personal de un corregidor y sus subalternos 3; las
órdenes del gobernador de la provincia de Guayana, residente en Angostura, sí son
recibidas y registradas, pero no publicadas ni aplicadas. La subyugación que se observa
aquí no encuentra igual ni en la parte más alejada de la república. Los indios no son más
que esclavos, y no tienen seguridad ni en sus campos ni en sus habitaciones.
Sorpresivamente les llega una orden del corregidor, de presentarse sin tardanza en San
Fernando. El viaje lleva de diez a quince días, y una vez llegados, se les obliga a trabajar
forzosamente para los monopolios, por un jornal insuficiente. Si no obedecen a esta
exigencia del poder oficial, se les recluta para el servicio militar obligatorio. Tan tiránico
abuso ejercen todas las demás personas investidas de funciones oficiales. Aquel que no
quiere someterse, tiene que abandonar los escasos campos de cultivo y huir al interior de la
manigua; pero quien voluntariamente confía en las autoridades, es engañado por ellas. El
monopolio del comercio en San Fernando es tal, que cualquiera que llegase allí sin medios
de subsistencia, tendría que morirse de hambre. Allí no existe ni mercado ni
comunicaciones; no hay ni tiendas ni tampoco albergues; y si de cuando en cuando llegan
los indígenas con un cargamento de alimentos, inmediatamente lo confisca alguno de los
poderosos, so pretexto de que el dueño de la canoa le debe algo, o bajo cualquier otra
acusación. Si bajan indígenas de las montañas, a estos hombres ignorantes se les conduce
por la fuerza a casa del corregidor, donde reciben por sus cosas el pago que a éste le
parezca: precios que de ninguna manera merecen el difícil viaje, y mucho menos favorecen
un intercambio comercial. Bajo otro gobierno, estos aborígenes de Sipapo, Inírida,
Guaviare, Guaima, Ventuari, Cunucunuma, Podamo y Macoaca disfrutarían hace tiempo de

2
Chigüiros. (Nota del traductor).
3
Debe leerse, en el lenguaje colombiano de cada día: "un gamonal y sus secuaces". (Nota del traductor).

53
viviendas permanentes, y se habría establecido de manera regular la navegación por el río
Negro. Sería fácil el asentamiento de dos o tres mil indígenas bajo la dirección de una
autoridad bien intencionada. Empero, hoy se observa dondequiera todo lo contrario. Así,
cuando muere un hombre, el corregidor exige que los hijos le sean entregados, so pretexto
de que la madre no era la esposa legítima del difunto, o de que ésta no sería capaz de
alimentarlos. Y si quien muere es la madre, los hijos son reclamados porque el padre era
borracho y sinvergüenza. Y si faltan ambos padres, no obstante que haya hermanos
mayores u otros parientes, los huérfanos menores de edad pertenecerán al corregidor, quien
los reparte. Así, pues, unos dos mil seres humanos están condenados a trabajar
forzosamente, sin pausa ni fin, para unos quince egoístas".
Fue así como la esclavitud de los aborígenes encontró en Codazzi un acusador público,
como años atrás lo tuviera en Humboldt la de los africanos. En el tono y estilo de semejante
acusación se muestra un carácter que, no obstante su estrecha vinculación con los nuevos
movimientos políticos venezolanos, se conservó libre y limpio de la corrupción y
perversión del enjambre de politiqueros.
A fines de 1838, después de tantos y tan difíciles viajes, los trabajos de levantamiento
topográfico de Codazzi habían llegado al punto en que pudo empezar a elaborar en
Valencia los trece mapas provinciales. En el ámbito del joven hogar, la tarea resultó una
delicia. Con pincel y pluma Codazzi trazó de manera vigorosa sus extensos mapas, ya que
para la parte técnica tan sólo contaba con la ayuda del calígrafo Luis Aliaga. El topógrafo
se convirtió en cartógrafo, y el oficial conquistó avanzados conocimientos científicos y
elevados puntos de vista conceptuales. Dentro del conjunto, dedicó especial atención al
aspecto estadístico, basándose en los resultados del último censo, cuyas deficiencias eran,
por cierto, más que conocidas. Escaseaban los medios auxiliares, pero el mapa de cada
provincia debía estar provisto de cuadros con datos estadísticos y otras noticias, tal como
los tiene, si bien en grado menor, el famoso Atlas de Le Sage, pero con menos
consideración de la parte histórica y mayor acento en los aspectos prácticos. Las tablas que
elaboró Codazzi dentro de los marcos de sus grandes planchas, contenían para cada cantón,
en primer lugar, las cabeceras municipales, su altura, la temperatura media, así como su
distancia de la capital de la provincia y del centro de la república. En segundo lugar,
registraban la distribución de agua y tierra firme; las praderas y las selvas; los territorios
planos y los montañosos; los suelos cultivados y los incultos, destacando los que no eran de
propiedad privada, sino baldíos pertenecientes al Estado. En tercer lugar, se anotaba la
población (tanto la total como por legua cuadrada), indicando por separado el número de
quienes se hallaban en edad de portar las armas, así como las personas no libres. Por
último, se señalaban los productos de cada cantón con posibilidades de ser exportados.
Cuando Codazzi hubo terminado de elaborar estas extensas tablas, además de los mapas de
las trece provincias, y después los de los ochenta y ocho cantones, sirviéndose para ello de
todos los medios auxiliares locales disponibles, Páez llevaba otra vez la investidura
presidencial. Así que fue a éste a quien entregó el resultado de tantas vicisitudes: "La tarea
que el gobierno me encomendara hace ocho años ha sido terminada. Cada provincia de la
54
república cuenta ahora con su mapa corográfico en escala grande; cada una es dueña de una
clara información sobre todos sus cantones, de precisos datos sobre caminos militares,
amén de copiosa información de orden geográfico-físico-estadístico".
El jefe de ingenieros en Caracas, Juan Manuel Cagigal (l7), personaje por el estilo de
Montenegro y desde 1831 profesor de matemáticas en la universidad de aquella ciudad, era
el encargado de conceptuar sobre los trabajos de Codazzi, lo cual hizo con un fallo
brillante. De manera que, en medio de frecuentes interrupciones de la vida diaria y
enfrentando dificultades financieras, se había logrado una obra de carácter nacional, cuyo
valor y utilidad tendría que reconocer el último de los provincianos rústicos, si tuviera
alguna formación cultural. Un comprensible cuadro cartográfico enseñaba las condiciones
dadas por la naturaleza para la existencia humana. El dibujo explicaba la situación de un
país en el cual no solamente la espesa selva y las cordilleras, sino también las llanuras con
sus gigantescos cañones fluviales y sus corrientes bravías impedían una visión normal del
conjunto. Si Codazzi hubiese podido publicar sus trabajos, siquiera en forma limitada y
como texto didáctico, utilizable no sólo en escuelas sino también para el estudio particular,
hubiera abierto al pueblo de su patria adoptiva un libro geográfico e informativo que
sirviese como principal impulsor del sentimiento nacional. Hubiera contribuido en alto
grado a crear, entre hombres tan dispersamente distribuidos sobre un territorio inmenso, el
sentido de unidad y solidaridad nacional y hubiese despertado, en las poblaciones
distanciadas entre sí por muchas millas, la conciencia sobre el destino común de todas ellas
en conjunto.
Las grandes planchas originales, que pronto adornaron las paredes del ministerio del
Interior en Caracas, eran así de muy poca utilidad. Codazzi se lamentaba del destino de su
obra, pero afortunadamente, y sin que hubiese intervenido el autor, el Congreso le
concedió, el 18 de abril de 1839, el derecho de publicarla, costeando él mismo los grabados
y la impresión. Esta concesión debía considerarse - así rezaba la ley del Congreso - como el
reconocimiento a la fiel dedicación a una tarea de carácter nacional. Sin embargo, la
adaptación de estas grandes planchas originales, a fin de formar un atlas o una colección de
mapas murales, así como la descripción fiel de los mismos, exigían no sólo tiempo, sino
también otras cosas.
Por lo pronto, y para lograr una solución científica de la tarea, resultaba indispensable un
estudio que abarcara todos los escritos sobre la materia, los cuales Codazzi hasta la fecha
sólo había considerado como simple material de lectura. Para ello le sirvieron
especialmente los aportes de Humboldt y Boussingault: "Sin los trabajos, en tiempos
recientes, de algunos científicos extranjeros, cuyo amor a las ciencias los trajo hasta aquí,
Venezuela sería tan desconocida como las regiones más recónditas de Oceanía o de África,
ya que, por causa de la proverbial pobreza del país en minerales, el interés del gobierno
español no se tornó de México y Perú hacia acá. Entre nosotros no se realizan
investigaciones en ciencias naturales, y hasta las geográficas se descuidan. Si hiciésemos
caso omiso de las maravillosas cartas náuticas que publicaron Fidalgo y Churruca, nuestra
nación carecería de tales, que hubiera podido crear antaño el gobierno de la antigua madre
55
patria, y tampoco existe la menor excepción en el campo de la geografía. A Humboldt le
debemos nuestros mapas, además del ordenamiento de nuestras más importantes plantas,
sin olvidar aquí a Bonpland, quien lo acompañó en su trascendental viaje. Boussingault,
como botánico y químico, nos enseñó sobre los productos de nuestra propia tierra. Roulin
enriqueció, a fuerza de ágil observación y de exactas descripciones, los catálogos europeos
con maravillosos ejemplares de nuestro mundo animal. De los investigadores nativos, sólo
uno, José María Vargas, se asoció con ellos".
Codazzi consiguió dos obras cartográficas: primeramente, aquella de Humboldt que no sólo
contenía los levantamientos cartográficos de algunas salidas, como la del camino de La
Guaira a Caracas, o los cuadros sobre desplayamiento del río Orinoco, y los viejos mapas
de éste, interesantes para su historia, sino también dibujos de toda la subcuenca del
Orinoco, es decir, del mismo río principal, además de los ríos Atabapo, Casiquiare, Negro,
Apure, Meta, Caura y Guaviare; en total, pues, ocho grandes planchas. Después viajó
Codazzi a la capital de la antigua Colombia, para obtener allí material cartográfico. En
Bogotá, José Ignacio de Márquez, como primer sucesor de Santander en la presidencia de la
Nueva Granada, encabezaba un gobierno conservador sacudido por intensas perturbaciones,
mientras que Tomás Cipriano Mosquera, viejo conocido de Codazzi, era el ministro de
guerra y Pedro Alcántara Herrán, yerno de Mosquera, ocupaba el ministerio del Interior.
Este último se interesaba vivamente por los trabajos de Codazzi, pero tan sólo pudo
suministrarle un mapa especial de Roulin y el atlas de la extinguida Colombia, publicado en
1827 en París (18), que contenía, además de un mapa general del viejo territorio
colombiano, cartas de los doce departamentos en que se dividía, no sin valor, pero sí
carentes de bases científicas, y en las cuales figuraba Restrepo como autor.
La dificultad para la obra cartográfica de Codazzi estribaba en la fijación de las fronteras
políticas de Venezuela (19). Los países que allende el océano se habían separado de
España, querían trazar sus fronteras tal como existían al finalizar el tutelaje de la madre
patria. Cuando se presentó este momento, no parecía haber dudas para Venezuela y la
Nueva Granada, pero sí para Ecuador, donde el año 1810 podía ser decisivo. Sucede que en
esa fecha el dominio territorial no era, ni mucho menos, indiscutible, y sólo podía
considerarse efectivo en cortas extensiones fronterizas, ya que las supuestas líneas
divisorias se encontraban, por causa del escaso poblamiento de estos inmensos territorios,
en regiones desconocidas o de difícil penetración, siguiendo aguas y montañas cuyos
nombres eran desconocidos para la gran mayoría de los habitantes.
Estas dificultades reales las hubiera podido resolver un hombre como Codazzi, por la vía
del arbitraje, basándose en la justa apreciación de todas las circunstancias, pero entre las
nuevas repúblicas de la América española reinaban, desde fines de la guerra de
independencia, unos desgraciados celos, un exagerado egoísmo, que se aferraban
preferentemente a cuestiones como el uso común de vías fluviales y la resolución de
problemas fronterizos olvidados hacía tiempo. Sólo diferencias de esta índole podía tener
Venezuela con un Estado hermano en su frontera occidental, pero Codazzi confiaba en que
el convenio fronterizo entre Lino de Pombo y Santos Michelena, el 14 de diciembre de
56
1833, zanjaba las diferencias de concepto. Iniciándola en el cabo de Chichibacoa,
Venezuela llevaba la línea divisoria desde el litoral atlántico a través de la península de la
Guajira y, sin considerar detalles locales, sobre las montañas y ríos principales hasta aquel
punto donde el meridiano 5', al oriente de Bogotá, cruza el río Arauca, y luego sobre una
línea ideal hacia el sur hasta las fuentes del Memachí, donde al parecer se inicia el territorio
brasileño. Codazzi tomó esta frontera para los mapas que representaban el territorio
venezolano en 1840, pero el de 1810, o sea el dominio territorial teórico, lo dibujó en otro
mapa, en la forma que creyó más acertada, aunque menos favorable para Venezuela. Mayor
dificultad representaba el problema fronterizo con Brasil e Inglaterra, para el cual optó
Codazzi exclusivamente por las informaciones de Humboldt, que consideró concluyentes,
ya que se basaban en documentos del archivo de Madrid, aun cuando éstos sólo coincidían
parcialmente. Además, el uso de las estadísticas encontraba grandes escollos. Desde el año
1831 se había prometido un empadronamiento, con miras a las venideras elecciones. A
finales de la legislatura de 1836, se repitió esta promesa. Sin embargo, en 1838 el Congreso
tan sólo disponía del censo de nueve provincias. Por fin en diciembre de 1839 se presentó
un informe estadístico, según el cual la población venezolana se componía, de acuerdo con
el censo de 1824, de apenas 887.168 almas. Poco después se realizó el primer censo
acertado, que fue el que utilizó Codazzi, el cual, si bien alcanzó una cifra más alta, sólo
registró 945.348 habitantes. Con medios auxiliares tan precarios, no se podía avanzar en un
país tan extenso.
Una financiación apropiada era el segundo requisito para que los trabajos de Codazzi
sirvieran a todo el país. El sueldo ya no era doble, pues se presupuestó para un trabajo
técnico, a pesar de su carácter científico. Y si se pensaba en una publicación a propósito,
había que buscar nuevas fuentes de financiación, para lo cual el propio Páez se las ingenió a
fin de ayudar a su fiel amigo. Primeramente se nombró a Codazzi jefe de la división de
matemáticas en la Escuela Militar de Caracas - entidad semejante a la que provisionalmente
organizara Caldas en su tiempo y posteriormente profesor de ciencias de artillería. Más
tarde fue designado comandante, para la provincia de Caracas, de aquellas instituciones y
organismos militares a los cuales el gobierno adjudicaba tareas especiales. Sin embargo,
todo este tratamiento preferente no logró satisfacer las necesidades apremiantes. En
consecuencia, a principios de 1840 se dirigió Codazzi al Congreso, y éste ordenó, el 16 de
marzo, disponer de la suma de diez mil pesos para grabado e impresión de la obra
geográfica, pagaderos en dieciocho cuotas mensuales, siempre y cuando se consiguiera un
fiador para devolver el dinero en caso de incumplimiento del contrato. Esta fianza la
asumió Martín Tovar Ponte, uno de los hombres más respetados de Caracas. Miembro de la
familia de los condes de Tovar, se había despojado, sin vacilación alguna, de títulos y
dignidades, al iniciarse el movimiento de la independencia, a fin de servir a la causa de su
patria. En la lucha contra los españoles perdió gran parte de su fortuna, en tanto que varios
miembros de su familia perecieron en los campos de batalla o de otra manera. Sin embargo,
los Tovares sobrevivientes, que permanecieron fieles a Páez, eran todavía poderosos,

57
constituían una casta acomodada e influyente. Así que la ayuda de Tovar aseguró la
empresa de Codazzi.
Con todo, no era posible imprimir la obra en Venezuela, y el único lugar indicado parecía
ser París, como lo demostraban las obras de Humboldt. De modo que Codazzi y su familia
se embarcaron, el 11 de julio de 1840, rumbo a Europa.
En este viaje lo acompañaron otras personas, entre las cuales, principalmente, Rafael María
Baralt y Ramón Díaz (20). "Una parte de mi obra - dice con modestia Codazzi - no podía
ser atendida por mí en persona: la referente a la historia antigua y nueva de Venezuela. Por
ello solicité la ayuda de Baralt, quien, a su vez, escogió como colega de trabajo a Díaz,
convencido de que él solo no podía realizar el trabajo en el corto plazo que yo le podía
permitir. Durante la larga travesía hacia Francia, Baralt se dio cuenta de que el plan trazado
inicialmente por él era insuficiente para una obra de tal magnitud y, por lo mismo, me
propuso una modificación, que implicaba dos principales cuestiones: la primera, un
aumento de los gastos, que podría ser tan cuantioso como insoportable para mí; y la
segunda, el breve tiempo disponible. La primera cuestión la resolvió mi fiador Martín
Tovar; la segunda, el Congreso de Venezuela".
En París - en cuya rue de Helder vivió Codazzi con la familia - empezaron sus colegas el
trabajo de tres tomos que abarcaría la historia de Venezuela. Codazzi, por lo pronto, trató
de presentar las planchas originales de sus mapas, antes que sufrieran deterioro, a las
personas entendidas, y obtuvo el mayor de los éxitos; en todas partes fue objeto de
distinciones (21).
Ya el 28 de agosto, apenas llegado Codazzi, François Arago presentó las planchas a la
Sociedad Geográfica, instituto científico de fama mundial que honró a Codazzi, el 21 de
agosto, nombrándolo socio. Por su parte, el 4 de septiembre, Sabine Berthelot informaba :
"Al recién llegado coronel Codazzi, procedente de Puerto Cabello, le ha encomendado su
gobierno la misión de hacer grabar e imprimir en Francia su gran mapa de Venezuela y su
Atlas ordenado por provincias. Abarca esta obra, destinada especialmente a la instrucción
pública, conjuntamente con la historia política de Venezuela, la descripción geográfico-
estadística de ese país. De la primera parte se encargó a dos venezolanos, a los cuales, para
ese fin, el gobierno otorgó documentos oficiales.
Además, este tomo será ilustrado con una serie de dibujos originales, que ejecutó con gusto
y maestría Carmelo Fernández, sobrino del presidente Páez". Berthelot se refirió muy
especialmente al mapa etnográfico que elaborara Codazzi basándose en informaciones de
terceros, ya que carecía de conocimientos propios en la materia. Así mismo, comentó las
planchas - éstas sí creación del propio Codazzi - con las zonas de cultivos agrícolas; tanto
de las llanuras como de las selvas.
A fines de 1840, se inició el trabajo propiamente dicho de publicación de los mapas, que
obligó cada vez más a reducir el alcance del proyecto original, por causa de los precios
inaccesibles. Una vez terminados los primeros dibujos, Codazzi se dirigió a la Academia de
Ciencias de París, con el mejor de los éxitos. Esto acaeció el 15 de marzo de 1841, cuando
se informó sobre el método utilizado durante el levantamiento cartográfico: "El autor
58
utilizó en un principio los puntos astronómicos determinados por Fidalgo y Humboldt,
estableciendo las horas, para sus propios trabajos, mediante excelentes cronómetros muy
bien instalados. Las posiciones astronómicas dadas por él son en su mayoría absolutas, que
limitan - y no puede ser distinto - al observador a la astronomía náutica, por causa de las
llanuras y selvas en la América tropical. El número de puntos astronómicos de latitudes y
meridianos establecidos por Codazzi es considerable: determinó 1.002 puntos, 58 de los
cuales se pueden equiparar con los cálculos de Humboldt y Boussingault; incluso las
diferencias más sobresalientes que se observan son tolerables, y, en muchos casos, la
coincidencia es satisfactoria. También determinó Codazzi, con excelentes barómetros
Fortin, la altura de 1.054 puntos, coincidiendo en forma sorprendente con investigaciones
anteriores. Estos datos sobre las alturas permiten una clara visión del relieve del espacio, y
los conceptos de Codazzi sobre los sistemas montañosos investigados por él muestran
inteligencia y raro talento. Codazzi observó con cuidado y continuidad los fenómenos
climáticos. A los meteorólogos les gustaría mucho conocer los datos consignados en sus
cuadernos, cuya publicación, hallándose aún manuscritos, depende exclusivamente del
gobierno de Venezuela".
En seguida informó Boussingault sobre el volumen de los trabajos de Codazzi: "Los
manuscritos examinados por la comisión contienen material para más de doce volúmenes
de información estadística y geográfica; pero su contenido, para fines de enseñanza pública,
debe resumirse grandemente. Después de una cuidadosa lectura de los documentos sobre la
situación agraria, presentados bajo el título Ensayos, el deseo unánime de la comisión es
que el autor, una vez regrese a Venezuela, transforme estos ensayos en un estudio detallado
sobre la agricultura tropical. La residencia de Codazzi en Valencia se ubica en una región
apta para todos los cultivos ecuatoriales, en la cual prosperan grandes y florecientes
empresas. Un libro así, escrito por un observador como Codazzi, lo recibirían con
agradecimiento muchos agricultores, que no se limitan únicamente a mirar los campos de
su propiedad sino que están convencidos de que la agricultura en América todavía puede
suministrar mucha cosa útil y digna de imitación para Europa".
Elie de Beaumont, miembro de la comisión, escribió el 16 de junio de 1841 palabras de
reconocimiento a Codazzi. Humboldt, que ya lo había saludado, le dijo el 20 de junio: "No
puedo dejar que viaje usted al bello país que tan caros recuerdos ha dejado en mí, sin
expresarle una vez más mi alta y sincera estimación. Sus trabajos geográficos, que abarcan
un territorio tan vasto, y que al mismo tiempo comprenden tan exactos pormenores
topográficos, amén de importantes datos sobre las alturas, indispensables para una
clasificación de los climas, harán época en la historia de la ciencia.
"Me alegro de haber podido vivir lo bastante para conocer la conclusión de esta empresa,
de una obra que glorifica el nombre de Codazzi y enaltece a un gobierno que fue tan
inteligente en apoyarlo. Como miembro de la Academia Francesa de Ciencias, hubiera
firmado con alegría el excelente informe de la comisión, si hubiese estado en Francia
durante su redacción, ya que dos de mis más íntimos amigos fueron los autores de los
conceptos referentes a su mapa y sus trabajos histórico-geográficos".
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Humboldt aprovechó la oportunidad para recomendarle encarecidamente otra tarea
científica: "En Venezuela sería de gran utilidad un pequeño observatorio astronómico
permanente, provisto de unos cuantos instrumentos, que hoy en día hacen posibles todos los
trabajos astronómicos prácticos, de mucha importancia para la ciencia. En la luminosidad
de los astros del firmamento meridional se han registrado hace poco ciertos cambios de
intensidad, tan importante, por la desviación magnética apreciada recientemente en Europa,
en lo que hace a la investigación sobre las estrellas fugaces, especialmente durante los días
memorables del 10 de agosto y del 13 al 15 de noviembre. Estos y muchos otros fenómenos
podrían observarse con sumo provecho en una instalación no muy costosa. Gustosamente le
ayudaría Arago con sus consejos, y hasta le proporcionaría un joven astrónomo, al cual el
gobierno podría confiar el pequeño observatorio. Naturalmente, deben dejarse de lado
mezquinas envidias y vanidades locales, cuando se trata de fines científicos. Caracas, la
capital, no ofrece un clima favorable a las observaciones propuestas. En cambio Cumaná,
con su cielo maravillosamente diáfano, aventaja a Valencia y Calabozo, y aun a Coro.
Antes de escoger el Cabo de la Buena Esperanza, el mismo Herschel pensaba marcharse a
Cumaná".
En aquella época frecuentaba Humboldt la casa de Codazzi. Cuenta Díaz que "el hombre de
unos setenta años y bondadosa sonrisa, él, que tenía una concepción cósmica, no había
olvidado ni los lugares ni los hombres ni las familias de la antigua Caracas. Conocía todos
los pueblos y haciendas de la cordillera del Ávila y hablaba de estas tierras como si las
tuviera ante sus ojos. Frecuentemente preguntaba por sus antiguos amigos, pero todos se
habían ido ya. Nosotros casi habíamos olvidado los apellidos Lecumberri, Marion, Uroza,
Veroes, Urbina, Sojo, Aguado, Suárez o Arginsones. Albergaba nítidos recuerdos de los
hermanos Ustáriz, especialmente de Francisco Javier. Evocaba con afecto a un señor Pozo,
autodidacto muy capaz en cuestiones de física, que vivía en la población de Calabozo. Se
interesó vivamente por la geografía de Venezuela, y más aún cuando se trataba del Orinoco,
pero también aceptó ver parte de la obra histórica, especialmente los pasajes referentes a
Bolívar, siguiendo con mucha atención los sucesos venturosos y desgraciados, las derrotas
y las victorias, la sangre y la gloria, manifestándose sorprendido de que un pueblo, antaño
tan tranquilo y pacífico, llegase a librar tan prolongadas luchas. En su tiempo, las milicias
de Venezuela le habían parecido grupos inofensivos e inocuos, y de pronto el valle de
Aragua, la salvaje llanura de Victoria y Turmero, la región de Cabrera, el maravilloso
paisaje del lago de Valencia se habían transformado en sangrientos campos de batalla".
Por Humboldt se enteró Codazzi de un trabajo recién publicado, que planteaba importantes
cuestiones relativas a la geografía de la cuenca del Orinoco. El científico alemán Robert H.
Schomburgk (22), al servicio de Inglaterra, había explorado durante casi cinco años la
región de las Guayanas, y acababa de publicar en Londres los resultados principales de
aquellas exploraciones científicas. El idioma del libro representaba para Codazzi no pocas
dificultades, pero no le quedaba alternativa. Tenía que aprovechar este trabajo en inglés,
especialmente las partes referentes a la estructura de la región del Parima y a las fuentes del
Orinoco.
60
La lectura de este inesperado estudio proporcionó a Codazzi la satisfacción, de que, grosso
modo, coincidieran sus conceptos con los del científico extranjero, quien sin duda estaba
más exactamente informado, ya que había iniciado sus viajes desde la colonia inglesa de
Guayana. Por lo consiguiente, en el texto de Codazzi poco había que cambiar en relación
con la obra de Schomburgk.
Por lo que se ha visto, la obra geográfica de Codazzi sobre Venezuela (23) sólo fue
tomando forma paulatinamente. Al final quedó constituida por tres partes: la primera
comprendía la descripción del país, trabajo que avanzó rápidamente y evidenció hasta qué
grado el italiano había logrado dominar el idioma español. No obstante, el texto hubo de
resumirse; y a causa de la profusión y al engolosinamiento en los detalles, propio de
diletantes, con que cumplieron su tarea Baralt y Díaz, hubo que dejar por fuera capítulos de
la mayor importancia, sólo para corresponder al costo de la impresión. Sin embargo, aun
así, quedó suficiente material. El libro se componía de dos secciones: la física y la política.
En cuanto a la geografía física, después de describir en forma general la tierra firme y la
costa marina, las islas y las cordilleras, se refería pormenorizadamente a las grandes
cuencas fluviales, especialmente a la del Orinoco, y se ocupaba en caracterizar las
diferentes zonas, destacando la vasta región de los llanos, en el capítulo de mayor extensión
dentro de la obra, en cuyas páginas resalta la capacidad de Codazzi para exponer los
variadísimos aspectos de un gran país, para disertar brillantemente acerca de la influencia
del clima y de los vientos sobre la vida orgánica en la naturaleza aún no domeñada. En
forma conexa se concibió la botánica geográfica, que ponía de relieve una gama de plantas
útiles y culturales, alimenticias y medicinales, así como de maderas colorantes y de
construcción. En lo que respecta al reino mineral, eran pocos los aportes originales,
mientras que el mundo animal, acerca del cual Codazzi había adquirido gran comprensión,
además de beneficiarse de la ayuda científica de Roulin y Berthelot, daba pie para muchas
importantes anotaciones sobre lo que vive en el suelo y en el subsuelo, en el aire y en el
agua; sobre lo salvaje y lo domesticado, lo autóctono y lo introducido. Los cuadros
sinópticos y estadísticos de esta primera sección del libro los elaboró en su totalidad el
propio Codazzi.
La geografía política tocaba, en primer término, la cuestión de los imprecisos límites
fronterizos. En seguida se refería a la población, la cual, contando a los esclavos negros
(49.782) y a los indios libres (52.415), se calculaba en 945.348 almas. Especial atención
dedicaba a los indígenas, los cuales, siguiendo el modelo de Adriano Balbi, se clasificaban
en variadas familias: tamanacas y caribes, yaruros y betoyes, caveres-maipures, solivas - a
los que pertenecían los desaparecidos aturés, sólo conocidos por los sepulcros de Atauripe y
Perepereme - y tantos otros grupos etnoculturales.
Luego informaba Codazzi sobre las diferentes ramas de la administración estatal: finanzas,
justicia, defensa y educación, para lo cual también había elaborado cuadros estadísticos.
Finalmente, presentaba una visión del comercio y los oficios, e intentaba calcular el
patrimonio nacional. A esta parte general de la obra seguía la descripción de las trece

61
provincias, que, se iniciaba con Caracas y concluía con Guayana, analizando cada cantón
por separado.
Más difícil resultaba el trabajo con los mapas, los cuales, por un lado, debían constituir un
atlas, y por otro, hasta donde representaban las provincias, tenían que integrar un gran mapa
mural. Estas dos secciones formaban la parte principal, y su conjunto, que se logró
paulatinamente en 1841, se dividía en varias partes básicas. La primera sección estaba
compuesta por un mapamundi con textos explicativos, un mapa de toda América con
análoga característica y otro de Tierra Firme con exclusión del Istmo, que buscaba mostrar
las rutas del descubrimiento por agua y tierra, así como los antiguos asentamientos
indígenas. Estos mapas no eran trabajos originales de Codazzi. A continuación venían los
mapas políticos de Venezuela de los años 1810 y 1840; otros con la situación hidrográfica y
la distribución de las zonas, y tres mapas sobre las campañas militares de la guerra de la
independencia. Una tercera parte incluía las tres planchas referentes a la antigua Colombia,
más otra que representaba a Perú y Bolivia (tampoco estos eran dibujos personales de
Codazzi). Y ahora sí se llegaba a los mapas provinciales, en el siguiente orden: Caracas,
Margarita, Cumaná, Barcelona, Maracaibo, Coro, Mérida, Barquisimeto, Trujillo,
Carabobo, Barinas, Apure y, finalmente, los mapas de los cinco cantones de la vasta
provincia de Guayana: Angostura, Caycara, Piacoa, Rionegro y Upatá. Una última plancha
incluía tablas comparativas de las alturas de las montañas y de las longitudes de los ríos,
como también de la extensión de las trece provincias. El atlas contenía, además de la
portada, que dibujó Fernández y fue por entonces muy apreciada, diecinueve planchas con
treinta mapas. No terminaron de elaborarse ni tampoco, por consiguiente, se publicaron las
abundantes anotaciones de Codazzi, ni los ensayos sobre agricultura tropical, ni los
extensos trabajos sobre construcción de caminos y ferrocarriles, ni los cuadros estadísticos
sobre las diversas provincias, ni tampoco la descripción panorámica de lugares de interés.
Una vez despachada a Caracas la obra, que la Sociedad Geográfica había premiado con la
gran medalla de honor, no pensó Codazzi en un regreso inmediato. Los reconocimientos, no
sólo de Francia sino también de otros países, lo convirtieron en respetable miembro del
mundo científico de París. Eminentes personalidades frecuentaban la modesta casa que
Codazzi compartía con su inteligente esposa. Había tenido en mente visitar su tierra natal
pero luego desistió de tal idea, ya que ni como científico ni como coronel venezolano creía
poder encontrar un puesto apropiado dentro de la burocracia de los estados italianos. Las
excelencias de la ciudad del Sena le cautivaban con tal fuerza, que se alegró cuando un
nuevo plan justificó una permanencia más larga: un proyecto de extraordinaria importancia
y alcances internacionales.

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CAPÍTULO IV: UN INTENTO DE COLONIZACIÓN ALEMANA

Codazzi anotaba en su obra geográfica que, mientras en la antigua República de Colombia


vivían tres millones de personas, la actual Venezuela tenía un máximo de 946.000
habitantes, entre ellos 414.000 mestizos y mulatos y sólo 260.000 blancos. En el norte de la
América del Sur había existido siempre enorme disparidad entre territorio y población.
"Aquí también - afirmaba - han de tomarse en cuenta las grandes pérdidas de población
causadas por la sangrienta guerra de independencia, las víctimas del terremoto de 1812, las
de la epidemia de 1818, así como las muertes en Aragua en 1825 y las habidas en la región
de Apure entre 1832 y 1838. Innumerables personas perecieron en la guerra, y no porque
los ejércitos fuesen tan numerosos, sino porque la contienda era tan brutal, que mató tanto a
prisioneros de guerra como a pacíficos ciudadanos, sin consideración a la edad ni al sexo.
Por causa del estado de guerra, poblaciones enteras abandonaban los lugares, al lado de los
ejércitos. Muchos seres cayeron víctimas del hambre y las enfermedades. Otros fueron
presas de las fieras selváticas. Extensas y ricas regiones cultivadas se tornaron en eriales, el
fuego consumió las viviendas, y sus moradores se convirtieron en combatientes o en
refugiados. Por lo menos 260.000 venezolanos perecieron en la guerra". En tales
condiciones, el que a la larga se lograra en el país un progreso constante dependía de la
multiplicación de los elementos étnicos y, en lo posible, de una mejora de los mismos. Ya
antes de viajar a Europa, Codazzi había expresado estos conceptos, y desde París los
reiteró. Al mismo tiempo no creía que, en las circunstancias presentes, aun actuando con
voluntad y energía, fuese posible elevar rápida y facticiamente el nivel del pueblo en
Venezuela. Se consideraba el primer consejero de aquella nación que había recorrido y
estudiado, cartografiado y descrito. Ciertamente, él si confiaba en un futuro brillante para el
país, en la riqueza de su suelo, en las capacidades innatas de sus habitantes, aunque algo
toscas todavía, a los cuales había conocido en las más diversas situaciones. Creía en la
vigorización de la vida política y en los perdurables beneficios de una Constitución libre.
Había combatido y rectificado en París la equivocada concepción europea acerca de la
economía criolla y del clima tropical, a la vez que profundizaba cada vez más en el
proyecto de una saludable inmigración de nuevas fuerzas étnicas, idea que hacía años
entusiasmaba en Maracaibo a su amigo inglés Francis Hall. Dotado de rica y cuasipoética
fantasía, se hallaba convencido de que aquella era feliz para Venezuela, que veía escrita en
las estrellas, se convertiría bien pronto en realidad.
Fomentar la inmigración, acerca de la cual, mediante ley del 12 de mayo de 1840,
Venezuela había dictado nuevas disposiciones, parecía ser el primero y más alto interés del
Estado. Ya Codazzi había señalado, en su obra geográfica, las regiones más apropiadas para
ese fin, especialmente en la descripción de los cantones de Ocumare, Victoria y Maracay:
"Ocumare está cerca del viejo camino que atraviesa los llanos, casi en las vertientes

63
boscosas de la imponente cordillera que separa de las praderas al maravilloso valle del río
Tuy.
Por sus suelos fértiles y su clima saludable, invita este valle de modo especial al desmonte
y al trabajo agrícola. También son ricos los alrededores de la ciudad de Victoria, pero lo
son todavía más las cabeceras de los ríos Aragua y Tigre, aquellas alturas que, aunque
todavía inhóspitas, permiten respirar un aire maravilloso. Allí se ofrecen mil ventajas para
establecer una colonia agrícola, que posteriormente podría extenderse desde la región
montañosa hasta el mencionado valle del río Tuy. Este río nace en el macizo montañoso de
Tamaya y Maya, es navegable desde Aragüita y está destinado a convertirse en un canal por
el cual algún día saldrán al exterior todos los frutos de esta región, aún inexplotada. En los
alrededores de la ciudad de Maracay y de su lago tan pintorescamente situado, se extienden
tierras boscosas con la más fértil capa de humus. Una vez intervenga aquí la mano del
hombre, creando campos agrícolas y pueblos, construyendo un camino hacia el puerto de
Choroní, se iniciará para Maracay la era de la prosperidad".
Basándose en una iniciativa de Ángel Quintero, envió Codazzi al gobierno de Páez, a
mediados de septiembre de 1841, un minucioso plan de colonización. Pronto prendió en
Caracas un entusiasmo desbordante. ¿Y por qué no habría de ser así, si se iba en pos de la
mejor de las aspiraciones, de la más extraordinaria realización, de las mejores ideas, del
mejor de los éxitos? Sin demora, después del nacimiento de un nuevo hijo, viajó Codazzi a
Caracas para actuar en favor de su plan. En volandas, recorrió una vez más gran parte de la
cordillera litoral de Venezuela, por uno de cuyos lados desciende bruscamente al mar en
fuertes pendientes escasamente cubiertas de vegetación y rastrojos; y por el otro lado, de
cara al interior del país, se caracteriza por los pequeños altiplanos, las extensas terrazas y
las suaves hondonadas. Como centro de su empresa escogió una región boscosa al
occidente de La Guaira, principal puerto del país, bastante apta para el cultivo de plantas
europeas y americanas, o sea, aquella región de las cabeceras del río Tuy. Su altura media
era de unos 1.700 metros sobre el nivel del mar, y su temperatura variaba entre 12 y 15
grados Réaumur. Codazzi pensó dirigir personalmente este primer ensayo de colonización
desde la ciudad de Victoria, distante apenas seis leguas. Además quería seleccionar
personalmente a los colonos en Europa y acompañarlos en la travesía del océano, para la
cual era su propósito, con la ayuda de sus amigos venezolanos, concederles los préstamos
necesarios, que sólo después de cinco años empezarían a pagar intereses. A cada familia
quería darle habitación, animales domésticos y tierras desmontadas. "Yo cuento con el
gobierno de Venezuela, que es comprobadamente capaz, con los grandes capitalistas de
nuestro país y, en general, con todos aquellos que se interesan por el bienestar de la nación.
"Pienso abrir hasta acá a los inmigrantes europeos una amplia y bien construida carretera,
pues no se trata, en manera alguna, de secuestrar gente sin oficio ni profesión, ni de traficar
con esclavos blancos. Mi empresa requiere familias, tanto en el orden jurídico como
doméstico; requiere gente de buenas costumbres y habituada al trabajo. Mi intención es
traer de Alemania a la mayoría de los integrantes de esta colonia (24), ya que los Estados
Unidos, en el norte de nuestro continente, les deben a los inmigrantes alemanes el rápido
64
crecimiento de su población campesina activa. En contra de lo que digo se podría
argumentar que los colonos alemanes no encontrarían en Venezuela, como sí en los Estados
Unidos, semejanzas con el clima y con el muy arraigado modo de vivir propios del terruño
abandonado, y que, por consiguiente, les sería difícil acostumbrarse tan rápidamente al
cambio de ambiente. A lo cual respondo que Venezuela puede ofrecer las mismas ventajas
y los mismos medios de vida que la América del Norte. Si bien es cierto que en nuestras
latitudes las estaciones del año se apartan de las de Europa, en los diferentes pisos
altitudinales de la cordillera se encuentran, sin embargo, cambios de clima semejantes, sólo
que en vez de la nieve y del hielo predomina aquí un crecimiento permanente de las
plantas, y abundantes lluvias reemplazan a la primavera y al otoño de la zona templada.
"Durante mi última estadía en Europa, he sostenido en repetidas oportunidades largas
conversaciones con hombres importantes, los cuales, fundándose en su conocimiento del
país venezolano, fueron capaces de opinar acerca de mis planes de colonización y del
escogimiento de la región más apropiada. Me refiero a científicos como Humboldt y
Boussingault, cuyos escritos tanto han contribuido a iluminar, en el orden físico y natural, a
mi tierra adoptiva; y la aprobación de esta clase de conocedores del país constituye una
garantía para el éxito de mi empresa".
Los inmigrantes, que habrían de interrumpir toda comunicación con su antigua patria,
tendrían que encontrar en su nuevo ambiente mucha solicitud patriarcal. La colonia se había
pensado como una gran sociedad de interés mutuo, compuesta por capitalistas y
trabajadores. Codazzi la dirigiría, como representante de los primeros. Los alemanes debían
llegar a Puerto Mayo en noviembre de 1842, tras lo cual se trasladarían inmediatamente a la
sede de la colonia, donde, durante un mes de descanso e instalación en su nuevo hogar, se
les suministraría el sustento. En diciembre los europeos debían empezar sus labores
agrícolas. Tres días de la semana los consagrarían a la empresa de colonización y a su
director, y lo que aprendieran durante esas jornadas lo aplicarían sin demora en sus propias
parcelas, aunando lo aprendido en estas prácticas a los conocimientos y experiencias
adquiridos en la vieja patria. Debían formarse tantas granjas como familias hubiese.
Además, existiría una extensa zona económica colectiva, cuyo administrador no sólo
representaría y defendería los intereses de los colonos frente al gobierno, sino que también
apoyaría a éstos individualmente con préstamos y otras ayudas.
Codazzi se comprometió con el gobierno a traer al país únicamente familias de comprobado
valor moral y eficiencia en el trabajo. Especialmente debía fijarse en que la prole estuviese
en capacidad de ayudar en las labores. Se debía dar preferencia a los artesanos, que al lado
de las faenas agrícolas pudiesen realizar otra actividad útil para los asociados. Así mismo,
se debía pensar en un médico y en un sacerdote. El gobierno determinó los lugares de
asentamiento y exigió informes semestrales sobre el desenvolvimiento de la colonia y las
actividades de sus socios, a quienes eximió por dieciséis años de todos los tributos y
obligaciones, especialmente del servicio civil y militar.
En Caracas se lisonjeaban con la esperanza de que todas las condiciones previas para una
inmigración en masa ya existían tanto en el territorio como en el pueblo, y no solamente las
65
físicas, sino también las políticas, en cuanto al aseguramiento de la paz, del orden en la
administración pública, de la justicia y su aplicación, de la tolerancia. El 26 de noviembre
de 1841, el Congreso autorizó adelantar un préstamo por 15.000 pesos, susceptible de
aumentarse a 60.000, si el progreso de la empresa exigiera sumas mayores. Sin embargo,
esta autorización sólo podría cumplirse si la empresa colonizadora prestaba una fianza
suficiente para respaldar todas sus obligaciones.
Codazzi quería mantener exclusivamente en sus manos la dirección del negocio. Por lo
tanto, no buscó un socio capitalista, sino únicamente un fiador garante, que encontró, al
igual que en otra ocasión, en Martín Tovar Ponte. El hombre, ahora de sesenta años,
traspasó a Codazzi, además, en asocio de su sobrino Manuel Felipe Tovar, una propiedad
vecina de la primera colonia, y Codazzi, en agradecimiento, prometió erigir a la antigua
casa solariega en sede central de la empresa, y llamarla de ahí en adelante Colonia Tovar.
Sin tardanza, se iniciaron los trabajos más necesarios: construcción de vías y desmonte. A
principios de 1842, desde su cabaña a orillas del río Tuy, envió sus planes a París: "Antes
de la llegada de los colonos, debe haberse efectuado el desmonte. De lo contrario, como
dijo Humboldt, los europeos caerían antes que los árboles del trópico. En los recién abiertos
claros de la selva se forma, a causa de la descomposición de los restos vegetales y de la
exhalación del suelo nunca expuesto al sol, un aire mortífero. De manera que ningún
forastero podría vivir allí. La primera operación consiste en la apertura de una trocha en la
selva, tras lo cual se deben levantar barracas para los hombres y depósitos para las cargas;
luego viene la roza y la quema del bosque; en seguida la demarcación del poblado, con
especial consideración al espacio necesario para las futuras autoridades. Ya la presencia del
hombre insufló nueva vida a esta silenciosa soledad de la selva, con los golpes de hacha
que se oyen ahora diariamente, tumbando los troncos de gigantes centenarios. Este lugar de
vegetación primaria, jamás hollado antes por la planta del hombre, se ve ahora cruzado por
fornidos trabajadores arreando a las bestias de carga - caballos, mulas y bueyes - que
transportan víveres e indispensables herramientas. Aquí y allá, en esta soledad, empiezan a
levantarse las barracas precisamente en el mismo lugar donde más adelante serán edificadas
las viviendas definitivas.
"Plantas útiles desplazarán muy pronto a la viga rosa y abundante manigua. Ya doscientos
trabajadores enviados por el gobierno y dirigidos por el coronel Codazzi construyen una
carretera de seis leguas, desde la futura colonia hasta la ciudad de Victoria, abriéndose de
esa manera una rápida y fácil comunicación con el floreciente valle de Aragua, la zona más
poblada de la provincia de Caracas. Sin demora se iniciará una carretera hacia la costa, en
dirección a Puerto Mayo, y más tarde una tercera, sobre las lomas de los altiplanos, hacia la
capital del país. Para esta última se ha propuesto un ferrocarril. Esta vía férrea debería
considerarse como la más importante dentro del sistema vial del país, ya que posibilitaría
llevar en pocas horas y en forma económica los productos agrícolas a Caracas. De llegarse
a realizar este proyecto, pronto se podrían extender ramales al valle de Aragua y al distrito
de Turmero, de manera que los productos de esta ubérrima región se dupliquen y las tierras

66
cultivadas se extiendan a lo largo de toda la cordillera, considerada hasta ahora como una
muralla invencible para la civilización y sus fines".
Según Codazzi, las condiciones del suelo no podían ser mejores para los cultivos que se
iban a introducir. Una espesa capa de tierra fértil aseguraba el rendimiento y la
productividad. Gigantescos y corpulentos árboles de venerable apariencia se levantaban
aquí. La palma de cera desplegaba sus graciosas hojas de abanico sobre un tronco de más
de sesenta pies de altura. En los alrededores se encontraban las mejores maderas para
construcción y herramientas, para colorear y para trabajos de taracea. El árbol de la quina
abundaba en las cimas de las montañas, que gozaban de una vegetación siempre verde,
humedecida por las nubes y el rocío.
En París trabajaba para este proyecto, tan entusiastamente descrito y en muchos aspectos
atrayente, Alexander Benitz, natural de Edingen de Baden (Alemania). Como dibujante del
atlas de Codazzi, se había contagiado del entusiasmo por tan promisoria república y por la
América tropical. En Europa se publicaron planos del futuro pueblo de Tovar y de otros
lugares que se fundarían: San Carlos, Anaucos, Maya y Cagua; Oricaro y Chichiribichí;
Guaipao y Tuy. Folletos en lenguas española, francesa y alemana encomiaban el país.
El 11 de junio de 1842, dos días antes de la tan lamentada muerte del príncipe heredero de
Francia, llegó Codazzi a reunirse con su familia, que se había quedado en París. Antes de
viajar nombró a Ramón Díaz su representante en Victoria para los trabajos del
asentamiento. Mientras Benitz atendía a los emigrantes, Codazzi, a quien el rey Luis Felipe
había otorgado la Cruz de la Legión de Honor, gozaba de los tesoros científicos en la
capital francesa, en compañía de hombres a los cuales cada vez más consideraba sus
iguales.
Se dejó atraer por el influjo del mundo científico de París, tan espiritualmente estimulante,
y éste, a su vez, lo trató con deferencia. También fue presentado en los círculos artísticos de
la capital del mundo, en cumplimiento de una tarea adicional, que él estimaba muy grata y
que se relacionaba con el traslado del féretro de Bolívar, ordenado en Caracas el 30 de abril
de 1842, al cumplirse más de un decenio de la muerte del Libertador en San Pedro, y como
primera demostración de que para Venezuela se había iniciado una nueva etapa histórica y
de que las desgraciadas circunstancias del pasado habían sido superadas. A Codazzi se le
encargó de ocuparse en París con los preparativos de la ceremonia fúnebre: hacer instalar el
catafalco a bordo de una nave de guerra venezolana, disponer la construcción del arco de
honor en la plaza principal de Caracas y la decoración, allí también, de la catedral primada.
Por indicación de sus amigos artistas parisienses, encomendó a Pietro Tenerani, en Roma,
la tarea de ejecutar una digna estatua de Bolívar. Durante los actos fúnebres que se
verificaron en Caracas los días decembrinos de 1842, y de cuyos preparativos en Santa
Marta estuvo encargado Carmelo Fernández, las muestras de patriotismo llegaron a grandes
alturas, así como el arrepentimiento de antiguos pecadores, que quisieran asociarse con la
garantía de un futuro mejor.
El 20 de enero de 1843 se retiró Páez de la presidencia de la república, y ocupó el cargo
Carlos Soublette, su secretario privado de muchos años, además de oficial adjunto y
67
ministro de guerra. Codazzi estaba seguro de que el nuevo gobierno, al cual saludó con
alegría desde París, respetaría sus ideas y favorecería su obra. Según el programa inicial de
la colonización, la primera siembra debía comenzarse en diciembre de 1842; sin embargo,
los trabajos preparativos se prolongaron.
El 6 de abril de 1843 arribó el barco francés Clementine, en el cual venían Codazzi y Benitz
en compañía de 358 personas procedentes de Alsacia y Baden : 145 hombres, 96 mujeres y
117 niños menores de 14 años. Entre ellos había cerrajeros, herreros, torneros, carpinteros,
ebanistas, albañiles, canteros, zapateros, sastres, sombrereros, obreros metalúrgicos,
alfareros, ladrilleros, carroceros y fabricantes de instrumentos. Durante la travesía sufrieron
privaciones pero no corrieron peligros. Sin embargo, se presentó un brote de viruela, por lo
cual se prohibió el desembarco en el puerto de La Guaira, y la nave tuvo que anclar en el
ardiente puerto de Choroní, desde donde emprendieron a pie el viaje hacia el lugar de
colonización, ya que las escasas bestias de carga existentes en aquel solitario paraje apenas
alcanzaron para el pesado equipaje. La vestimenta de los europeos, especialmente los
tocados, no era la apropiada para el clima. El cansancio, aumentado por el intenso calor,
estimuló el uso de fuertes bebidas espirituosas; las niguas atacaron los pies; los nuevos
alimentos, como plátano, yuca, arepa, fríjoles y carne seca, les caían mal a los forasteros; el
beber agua les ocasionó disentería, y cuando por fin llegaron a la meca de todos los
esfuerzos, el tan poéticamente descrito Tovar, no vieron más que algunas chozas techadas
con hojas de palma, diseminadas entre las ruinas de la selva. Ramón Díaz no había
terminado los trabajos previos indispensables, ni la edificación de las barracas, ni el
desmonte de la selva. E igualmente desastroso resultaba el hecho de que Sinder Pelegrini
no hubiese avanzado lo necesario en la construcción del camino. Para proveer de víveres a
los recién llegados, había que traerlos desde la ciudad de Victoria a través de la
inhospitalaria cordillera, pero el transporte valía más que las propias mercancías. Fue
necesario adquirir bestias de carga para traer esos víveres, e igualmente construir depósitos
especiales tanto para los vestidos como para los alimentos europeos, entre los cuales harina
de trigo, pan duro y cebolla de bulbo, a fin de distribuirlos a las familias, de acuerdo con
determinadas regulaciones.
El mayor peligro lo constituía la selva, y transcurridos seis meses de su llegada, los
europeos no se hallaban aún en condiciones de efectuar por sí mismos el desmonte. Por
consiguiente, se ocuparon en esta tarea, durante los meses de octubre y noviembre de 1843,
ciento veinte jornaleros, naturales de la comarca, entre los cuales uno murió, tres sufrieron
accidentes y cincuenta desertaron. Sólo después de vivir aproximadamente un año en el
país, los inmigrantes fueron capaces de intervenir en esta clase de trabajo. Para tumbar
algunos árboles, era preciso subirse a un andamio de unas tres varas de altura. Otros,
aunque ya cortados, no se caían, a causa de que sus ramas, así como las plantas trepadoras
aferradas a ellas, se entralazaban de tal manera con los otros gigantes de la selva, que éstos
continuaban sosteniéndolos, y cuando por fin sí se derrumbaban, producían enorme
destrucción en el sotobosque. Y no hablemos de aquellas exhalaciones sobre las cuales
Codazzi había advertido tantas veces. No habían transcurrido ocho días de la llegada,
68
cuando se presentó otro desastre: de súbito, a las madres lactantes se les acabó la leche.
Codazzi hizo traer cabras de la población de Victoria, pero también a éstas se les secaron
bien pronto las ubres. Igual suerte corrieron las vacas, aunque éstas, al regresarlas a la zona
cálida, volvieron a producir leche. Las aves de corral no pusieron huevos durante un mes y
los gatos se murieron. Entonces Codazzi hizo trasladar gradualmente el ganado a la región
de Tovar, manteniéndolo por tiempos en diferentes pisos altitudinales: primero lo aclimató
durante un mes a una altura de 800 metros; después, durante un lapso equivalente, lo
mantuvo a 1.050 metros, y finalmente lo hizo permanecer por tres meses en una altitud de
1.700 metros, pero aun así perdió la mitad de las vacas y una cuarta parte de los terneros.
En septiembre se obtuvieron las primeras cosechas. Aunque la producción fue escasa, el
trigo dio un rendimiento de 33 granos por uno, la cebada bastante más, y el maíz cien
granos por uno. Las hortalizas alcanzaron tamaños gigantescos y las vainas de las
leguminosas se cargaron copiosamente. Este éxito, cercano a lo formidable, levantó los
ánimos de los colonos, y muchos de ellos pasaron del hasta ahora reinante abatimiento a lo
opuesto: a la euforia. Parecía que, en verdad, la situación mejoraría. Y aunque algunos
elementos descontentos se alejaron, de todos modos se mantuvo un núcleo de hombres
recios.
Durante el mes de mayo de 1844, se quemó la roza del año precedente, y en la ceniza se
sembraron nuevamente cereales así: una semana para los empresarios de la colonización,
dos semanas para los colonos. Nuevamente la siembra se desenvolvió maravillosamente. La
ganancia de la primera cosecha se estimó en veinte mil pesos.
Sin embargo, de un momento a otro les cayó un hongo13, que destruyó la mayor parte de las
plantas ya crecidas. Después se presentaron violentos aguaceros, y se perdieron en su
totalidad la papa y los fríjoles. La cebada, sin embargo, se salvó; no así el trigo. "Nuestras
esperanzas habían sido puestas en la cebada - escribió Codazzi -, pero vino una invasión de
orugas que la devoraron. Muchos cebadales habían quedado vacíos, no obstante que
hombres, mujeres y niños trataron día y noche de destruir esta plaga. Por fin, un fuerte
aguacero mató a estos enemigos de los agricultores. La cebada dio buen pan; la pilada
reemplazó el arroz y dio buenas sopas, mientras que los tallos sirvieron de forraje y el
ganado prosperó con la avena como alimento".
A Codazzi se le habían agotado los fondos, cuando todavía quedaban por desmontar unas
quinientas fanegadas, lo que llevaría por lo menos dos años. El gobierno autorizó un nuevo
adelanto hasta por cien mil pesos, de los cuales los colonos deberían reembolsar la mitad,
mientras el Estado asumía la otra mitad, ya que había que construir caminos y las tierras de
la nación se beneficiarían considerablemente. En efecto, la joven localidad de Tovar
progresaba: tenía 120 viviendas, entre ellas algunas casas de ladrillo, dos ladrilleras, un
molino de cereales, un aserrío, dos tiendas de ropa y víveres, una imprenta, una posada con
sala de baile, una gran bodega, una escuela para ochenta alumnos, una iglesia con reloj,

13
"La "enfermedad blanca" o "rocío de harina". La gente habla de "un hielo" que destruye las plantas. Se
trata, en realidad, del hongo Erysiphe graminis que las ataca. (Nota del traductor).

69
campana y ornamentos para el culto, cosas, todas éstas, desconocidas en las regiones
rurales de los trópicos. Una inspección oficial arrojó el más favorable resultado. El maestro
alemán obtuvo éxito; el médico alemán se acostumbró cada vez más a las nuevas
condiciones de vida; Benitz fue nombrado inspector y se le invistió de poder y autoridad;
Codazzi y su incansable esposa gozaban del aprecio y veneración de todos. "El colono -
escribía en aquella época Benitz - ya vende sus productos en las ciudades de Caracas, La
Guaira y Victoria; los artesanos - carpinteros, herreros, torneros - encuentran suficiente
trabajo en el poblado mismo, y los más hábiles entre ellos han construido, molinos de trigo,
trapiches para caña de azúcar, descerezadoras de café, aserríos, maquinaria para cervecería
y otras obras para los valles de Antuagua y Aragua. Todos los colonos poseen ganado y
otros animales domésticos útiles, especialmente gallinas. Los más acomodados son dueños
también de cabalgaduras para transportarse. La escuela pública de la colonia trabaja bien.
Las casas ya terminadas se asemejan a las del alto valle del Rin".
Cuando escribía este informe, Codazzi ya había perdido a su mejor amigo y colaborador.
Martín Tovar Ponte, el valiente patriota, había muerto el 26 de noviembre de 1843. Codazzi
consideraba este fallecimiento como un momento crucial en su propia vida. A esto se
agregaba, sin que tuviera relación con el deceso del anciano, el hecho de que la situación
política en Venezuela cambiaba en forma crítica. En vez de contentarse con el tranquilo
avance hacia la prosperidad alentado por el trabajo pacífico, el carácter de los criollos, de
por sí siempre levantisco, sobre todo en los períodos de guerra, y especialmente entre los
habitantes de tierra caliente, se veía agitado con las incesantes reformas. Se consideraba
que la perpetuación de los gobernantes constituía una oligarquía, a la cual debían combatir
decididamente los auténticos hombres del pueblo, especialmente los representantes de la
prensa capitalina. Cundía la agitación, y pronto se había extendido a toda la república. Los
colonos extranjeros sentían que para el bienestar no sólo se requerían condiciones tales
como clima sano, suelos óptimos, casa propia y administración autónoma de la comunidad,
sino ante todo que en el pueblo existiera un espíritu maduro para el trabajo, que
verdaderamente cautivase al forastero. Por sí solos, los colonos poco lograron, y pese a la
constante intermediación de Codazzi, quien llevaba sus peticiones fuese donde fuese, no
encontraron sino partidos políticos en lucha, sin oídos ni interés para asuntos de la vida
práctica.
No obstante esta situación, Codazzi regía estricta y ordenadamente la colonia, alentando
expectativas de cosecha en cosecha, siempre dispuesto a aconsejar y a ayudar. El 2 de
noviembre de 1845 informaba: "Los habitantes de Tovar están contentos. Ya viven del
producto de su trabajo y han obtenido algunas cosechas óptimas, a pesar de que algunas
plagas repitieron sus ataques a los cultivos. El tramo que aún faltaba del camino a Caracas
ya ha sido concluido. Con gusto se hospedan aquí naturalistas alemanes, preparan campos
de experimentación botánica y, con singular éxito, estimulan nuestro interés intelectual".
Dentro de este grupo de científicos que visitaban la colonia, se hallaba Hermann Karsten
(25), de Stralsund, quien había viajado, en la primavera de 1844, de Hamburgo a Puerto
Cabello. Ahora, en la nueva colonia, se dedicaba por entero a las ciencias naturales,
70
especialmente a la botánica y a la geología. El activo investigador entabló relaciones
personales con los más influyentes alemanes en Venezuela - por ejemplo, con los doctores
Knoche y Taurs -, como también con los cónsules prusianos Otto Harrassowitz y Alfred
Passow. Habiendo llegado a estimar a Codazzi y su casa, favoreció, tanto personalmente
como valiéndose de las mencionadas relaciones, los múltiples intereses de la joven colonia.
Se hospedaba en la posada de los Benitz. Recolectó pequeñas palmas y helechos arbóreos
para despacharlos a jardines europeos, casi todos los cuales llegaron vivos a Alemania.
"Sin la amabilidad de la familia Benitz, difícilmente se hubiera logrado efectuar el empaque
y otros trabajos engorrosos. Sin ella, Karsten jamás hubiera podido excursionar durante
meses por las selvas, ni después encontrar la paz y tranquilidad para elaborar los dibujos,
incomparables en cuanto a fidelidad y perfección, de las maravillosas plantas tropicales".
Mucho se interesó Karsten por las permanentes inquietudes intelectuales de Codazzi, las
cuales, además, contribuyó a aumentar. Así, por ejemplo, le llamó la atención sobre un
descubrimiento cuya explicación parecía tan difícil como importante. En el libro sobre la
geografía de Venezuela, apenas se aludía de paso a las reliquias históricas y a los vestigios
de tiempos remotos. Y ahora se habían encontrado, no lejos de Tovar, sobre un montículo a
orillas del río Maya, así como en la región del río Tuy, unas rocas con figuras grabadas que
parecían representar serpientes y otros animales, cabezas y manos humanas, lunas y
estrellas. En un principio Codazzi pensó que se trataba de un lugar sagrado, pero después su
mente divagó de una suposición a otra, ya que tampoco Karsten pudo aportar una
explicación satisfactoria.
Durante la permanencia de Karsten, súbitamente Codazzi hubo de despedirse de su obra
colonizadora. El presidente Soublette lo llamó a Caracas y lo convenció de que aceptara el
nombramiento como gobernador de la provincia de Barinas (26), ante el cada vez más
peligroso movimiento popular contra el partido de gobierno, acusado de oligarca, y en
consideración a que esta provincia era decisiva en caso de eventuales operaciones militares.
En diciembre de 1845, dejó en manos de Benitz su empresa predilecta y se dirigió a la
región de las vastas llanuras, primeramente a Barinas, situada al pie de la cordillera de
Mérida, apenas levantada de las ruinas causadas por la guerra, durante la cual sufrió
grandemente. Allí no tardó en darse cuenta de que, ciertamente, la tranquilidad de
Venezuela entera dependía de esa provincia, ya que su actitud determinaba la de todos los
llaneros que vivían desde el borde de la cordillera hasta los ríos Meta y Orinoco. Logró
tener las riendas de estos inquietos paisanos, gracias a sus esfuerzos personales, viajando de
lugar en lugar, mejorando las condiciones de vida en los dispersos hatos y planteando
propuestas para la realización de obras comunes.
Con la iniciación, en agosto de 1846, de la campaña electoral para el nuevo período
presidencial, los pecados de los partidos políticos en el oriente de Venezuela llegaron a tal
grado, que hubo necesidad de nombrar nuevamente a Páez comandante supremo del
ejército y de las milicias, para que con las armas dominara los brotes de anarquía. Al lado
de Páez, en el comando, se hallaba en ese entonces el consabido Monagas, uno de los más
decididos representantes del militarismo, quien pensaba procesar sumariamente a la fuerza
71
política opositora, el llamado partido democrático. Contra las encubiertas actuaciones
subversivas de este hombre, Codazzi obró con cautela pero enérgicamente. Sabía cómo
impedir que en cualquier parte del territorio de Barinas se utilizaran las armas. Cabalgando
de lugar en lugar, de hato en hato, logró reconciliar a los jefes principales, empleando para
ello todos los recursos imaginables, especialmente la palabra. Así, por ejemplo, una vez
durante un banquete, predicó a los radicales, mediante una alegoría representada por niños,
la prudencia y la razón. Una vez Páez hubo logrado la pacificación, el gobernador Codazzi
le expresó oficialmente, en nombre de su provincia, gratitud y reconocimiento.
La vida tranquila en Barinas le permitió que esporádicamente continuara sus antiguos
escritos sobre la agricultura tropical, como también la elaboración de cartas topográficas
exactas de la región y otras obras análogas, aunque de más elevados propósitos, lo cual
propició en Codazzi un estado excepcional de bienestar. Gustosamente se sumó a las
cabalgatas de los ganaderos, y con el correr del tiempo adquirió, en cierta medida, algunas
de sus costumbres. En los informes anuales a la asamblea provincial, presentó ensayos
sobre la historia, la geografía, las relaciones con los territorios vecinos y los problemas
actuales de la provincia.
A principios de 1847 parecía haberse restablecido la calma en el país. Por iniciativa de
Páez, a despecho del consejo de Codazzi, el general José Tadeo Monagas se convirtió, el 23
de enero, en presidente de la república, y la juiciosa selección de sus ministros parecía
indicar que la tranquilidad proseguiría.
En marzo de aquel año, Codazzi tuvo que viajar de Barinas a Tovar, ya que la colonización,
para él tan preciada, se hallaba nuevamente en peligro. Se oían protestas públicas contra los
compañeros de la colonia, cada vez más intranquilos bajo la influencia de los últimos
disturbios políticos: "Nosotros, alemanes radicados hace tiempo en Venezuela - así rezaba
una proclama -, nos hemos enterado, con extrañeza y disgusto, que nuestros paisanos en
Tovar no responden a las esperanzas puestas en ellos y se encuentran en franca
desmoralización. Éste y aquél defeccionaban, por descontento o arrogancia. El orden se
alteraba día tras día, hasta cuando el gobierno nombró un juez venezolano, que restableció
el orden pero acabó con la primordial autonomía administrativa de los colonos. Los mejores
elementos estaban satisfechos con la muy saludable presencia del director Codazzi y su
esposa, y alababan su amabilidad y generosidad. Nadie tampoco acusaba a su suplente
Alexander Benitz, el cual, en cuanto a benevolencia de corazón y pureza de carácter, corre
parejas con aquél. Casi todos los colonos eran dueños de recuas de mulas, con las cuales
llevaban sus productos al mercado, pese a que llegaron totalmente pobres al país. El único
que trajo consigo algún dinero disfrutaba, como constructor de carruajes, de una situación
especialmente holgada. Los primeros cien cafetos produjeron, según el concepto de
entendidos, el mejor café del país. Todo patriota inteligente consideraba la colonia como el
principio de una vasta colonización".
La presencia de Codazzi produjo milagros. Ya en marzo de 1847, en una comunicación
desde Caracas se leía: "Parece que los colonos han recobrado la moral. Los renegados han
regresado. Theodor Braun, en La Guaira, miembro de la recién fundada Asociación
72
Alemana de Ayuda, ha logrado del gobierno nuevos auxilios para la colonia. El camino a la
costa se inaugura ahora, y todo hace esperar un renovado bienestar y desarrollo". Esta
esperanza, sin embargo, no se cumplió. Karsten, el probado amigo de la colonia, que había
regresado a Alemania poco antes del retorno de Codazzi a Tovar, cargado con excelentes
dibujos, colecciones y detallados trabajos botánicos, animales disecados, restos de animales
antediluvianos, fósiles y otros tesoros, viajó a mediados del año 1848 nuevamente a los
trópicos, a los cuales quería consagrar una vez más sus mejores esfuerzos. Navegó de
Hamburgo a La Guaira, y de allí se encaminó a Tovar, pero no encontró ni el país ni la
gente ni la situación de antaño. Benitz ejercía con grandes preocupaciones el cargo de
director de la colonia, Codazzi había tenido que huir y toda la nación se hallaba
enormemente confusa y perturbada.

73
CAPÍTULO V: MUDANZA A BOGOTÁ

El 27 de enero de 1848, por orden del presidente Monagas, fue disuelto el Congreso de
Venezuela con el poder de las armas. Este acto de violencia, en el que varios congresistas
resultaron heridos y algunos perecieron, destruyó de un solo golpe todo lo creado con tanto
esfuerzo durante los últimos años, a la vez que reveló, también de súbito, la verdadera
situación de un pueblo todavía inmaduro para autogobernarse democráticamente. Había que
resignarse a aceptar que a los pocos elementos buenos, no dañados por una guerra sedienta
de sangre y dinero, los había aniquilado después la politiquería sin límites, en nada
preocupada por el auténtico bienestar nacional. Si bien Codazzi no esperaba un golpe de
estado semejante al que ahora se había atrevido a perpetrar Monagas, su enemigo personal,
de todos modos temía, de tiempo atrás, que sobreviniera una catástrofe, que inclusive lo
afectara a él mismo.
Los intentos de destituirlo del cargo de gobernador fracasaron, pues no pudieron encontrar
motivo alguno para proceder constitucionalmente contra él. Sin embargo, ya la ausencia de
escrúpulos de Monagas y de su ministro de guerra, Francisco Mejía, los había movido a
escoger otras vías. A mediados de 1847 habían nombrado a José Ignacio Pulido
comandante militar de Barinas, de manera que poco campo le quedaba al gobierno civil de
Codazzi. No obstante toda la cautela, la ruptura resultó inevitable. El 21 de febrero de 1848,
a hora avanzada, se presentó Codazzi ante su enemigo, resuelto y listo a partir. Pulido
intentó convencerlo de que se quedara. "No, camarada - fue la respuesta -, mi situación aquí
es demasiado difícil. La sola presencia de usted impedirá que estallen disturbios. Mañana
tomará posesión del gobierno civil, nombrarán un nuevo gobernador para reemplazarme y
todo marchará sin derramamiento de sangre, que de otro modo no podría evitarse". A la
mañana siguiente se encaminó Codazzi con su familia hacia Trujillo, para luego proseguir a
Maracaibo.
Días antes, desde Calabozo, había llamado Páez a luchar contra el presidente, acusándolo
de alta traición, y acto seguido intentó concentrar algunas fuerzas militares en apoyo del
partido constitucional, sobre cuya segura victoria no albergaba la menor duda. A Codazzi le
fue imposible correr a su lado, ya que ante todo debía llevar a lugar seguro a su mujer y a
seis niños. Por lo tanto, sin tardanza se dirigió a Maracaibo, centro de activo comercio con
el extranjero, donde nació, el 28 de abril, su séptimo hijo.
En medio de esta apresurada fuga, recibió Codazzi una importante misiva de Bogotá, que lo
conmovió singularmente. Por iniciativa de Joaquín Acosta, se la enviaba un antiguo
conocido, Mosquera, actual presidente de la Nueva Granada. Éste, que era el tercer sucesor
de Santander, forjaba ambiciosos planes para su patria, algunos impracticables pero todos
bien intencionados.

74
En aquella república vecina de Venezuela, cuya frontera lindaba con una lejana y
despoblada zona de la provincia que había gobernado Codazzi, parecía que el orden se iba
imponiendo lentamente, tras aquella dura guerra del año 1839. Después de la presidencia de
Márquez, se logró mantener la calma lograda recientemente con tanto sacrificio. La
Constitución del 20 de abril de 1843 aumentó considerablemente las atribuciones del poder
ejecutivo, y la presidencia de Herrán, precisamente durante la cual se promulgó esa nueva
ley fundamental, puso en ejecución varias medidas beneficiosas y mantuvo bajo control las
presiones partidistas. Mosquera, sucesor de su yerno, en 1845, en la silla presidencial, trajo
consigo las mayores esperanzas para su nación. Ya en aquellos durísimos tiempos de la
guerra, ahora casi olvidados, este hombre, siempre en posesión de renovadas ideas, buscó
interesar al Congreso de la Nueva Granada en un levantamiento cartográfico del país, tal
como se acababa de concluir en Venezuela, y hasta en la publicación de una gran obra
geográfica, tal como, así mismo, se había iniciado hacía poco en Venezuela. La
reorganización y mejoramiento del sistema que allí se efectuaron una vez concluido el
trabajo de levantamiento cartográfico, debían aprovecharse aquí desde un principio en
beneficio de la nueva empresa.
Al igual que Páez, también Mosquera, en su lucha contra los españoles, había sentido la
necesidad de cartas geográficas, y después paulatinamente fueron coincidiendo en su
interés a punto tal, que no se encontraba nada análogo en Venezuela. Desde hace decenios
el interés del mundo se concentra en una franja de tierra neogranadina: el istmo de Panamá,
cuya suma importancia ha sido siempre reconocida y que por derecho propio ocupa un
lugar en el escudo de la Nueva Granada. Desde principios del movimiento de la
independencia, han surgido muchos planes para romper esta barrera marítima, a fin de abrir
un camino a los pueblos, sea por tierra o por agua (27). Sabía Mosquera que Bolívar había
dialogado con Humboldt sobre tales planes, y que este último consideraba como condición
previa un detallado levantamiento geocartográfico del istmo, como había sido solicitado
varias veces. Humboldt, ocupado con la continuación de su descripción de Venezuela,
había recibido de Bolívar diferentes materiales, como diarios oficiales e información
estadística, y se refería con gusto a la cuestión del istmo, recalcando que desde hacía
muchos años se interesaba en los medios de comunicación entre los dos mares y que, tanto
en publicaciones impresas como en diferentes memorias, había solicitado insistentemente
una investigación hipsométrica del istmo en toda su extensión, especialmente allí donde se
une con la tierra firme de la América del Sur, o sea en la región del Darién y en la antigua e
inhóspita provincia de Buriticá, allí donde, entre el río Atrato y la bahía de Cupica, a orillas
del Mar del Sur, parece terminar la cadena montañosa del istmo.

75
Río Meta

Según Humboldt, los trabajos no debían hacerse siempre siguiendo la dirección de los
meridianos entre Portobelo y Panamá, ni al occidente de éstos hacia Chagres y Las Cruces.
Hasta la fecha no habían sido tomados en cuenta los puntos más importantes, a orillas de
ambos mares, en el oriente y el suroeste del istmo. Este sencillo consejo, el único que él
hubiese podido dar, nunca fue tenido en consideración. En vista de la trascendencia de este
asunto para el comercio mundial, no se podía seguir limitando, como hasta entonces, a un
círculo estrecho. Un amplio trabajo que abarcara todo el oriente del istmo, era igualmente
esencial para cualquier tipo de instalaciones, fuese para la construcción del canal como
también para la del ferrocarril. Sólo este trabajo previo podía decidir en pro o en contra en
torno a tan debatido problema. Puntos de vista de tal magnitud tenían que llamar
poderosamente la atención de Mosquera. Él sabía que los ensayos de Domingo López, los
primeros inspirados por Bolívar, habían resultado infructuosos, lo mismo que aquellos que
encomendó el Libertador a dos extranjeros pertenecientes a su abigarrado séquito: el inglés
John A. Lloyd y el sueco Falmark. Aunque no se produjeron recomendaciones prácticas, de
todos modos los informes publicados en Europa suscitaron nuevos esfuerzos de personas
emprendedoras. Así, por ejemplo, el 29 de mayo de 1835 logró Charles de Thierry en
Bogotá un privilegio sobre el istmo, lo cual despertó el interés de los norteamericanos. Ya
el 6 de junio de 1836 lograron dos representantes de Washington firmar un convenio con el
gobierno neogranadino sobre un ferrocarril a través del istmo 28. Acontecimientos de esta

76
índole dejaron nuevamente muy en claro la necesidad de realizar levantamientos
geocartográficos, tal como lo expresó por primera vez la ley del 15 de mayo de 1839, con
referencia al levantamiento del mapa del país. Mosquera, que entonces formaba parte del
gabinete del presidente, abrigaba la esperanza de que Codazzi, una vez concluidos sus
trabajos en Venezuela, acometiera en la Nueva Granada una tarea semejante. Dado que tal
perspectiva no se cristalizó, en Bogotá la idea hubo de arrinconarse por un tiempo. Sin
embargo, en el exterior se hilaron cada vez más planes referentes a la ruta a través del
istmo, particularmente desde cuando una ley neogranadina, fechada el 1° de julio de 1842,
fijó las condiciones generales de una licitación pública para obtener privilegios sobre el
istmo, que recaerían en el mayor postor. Con vivo y renovado interés, se consagraron al
proyecto los científicos europeos, especialmente geógrafos teóricos y economistas estatales,
mientras que los técnicos y los hombres de negocios se dedicaron a hacer cálculos. Así, por
ejemplo, una compañía parisiense encomendó al ingeniero Napoleón Garella investigar
diversos pasos en las montañas situadas entre las bahías de Limón y Panamá. Todos estos
esfuerzos resultaron infructuosos. Sin embargo, poco antes que Mosquera escribiera por
primera vez a Codazzi, Matías Klein, como representante de una nueva sociedad parisiense,
logró en Bogotá el privilegio para construir y explotar un ferrocarril a través del istmo. Aún
mayormente significativo que el interés de los franceses, fue bien pronto el avance real de
los Estados Unidos, cuyo ministro residente, B. A. Bidlack, convino con Mosquera en
Bogotá un tratado entre los dos Estados, el cual se aprobó el 12 de diciembre de 1846, y
que contenía trascendentales disposiciones sobre el istmo. Efectivamente, la República de
la Nueva Granada garantizó a los norteamericanos la libertad de comunicaciones a través
del territorio ístmico, con lo cual, a su vez, los Estados Unidos garantizaban no solamente
la completa neutralidad del istmo, de tal manera que el paso libre de un mar a otro jamás se
interrumpiera, sino también "la soberanía sobre el territorio istmeño y la propiedad del
mismo". En seguida, los norteamericanos hicieron uso de la licitación pública estipulada
por Bogotá, y la indomable energía de éstos permitía esperar la pronta terminación de una
vía que comunicara los dos mares. Mosquera valoraba este paso adelante con satisfacción
no exenta de cierto temor. Si la República de la Nueva Granada tenía que hacer oír su voz
respecto de una obra de tal magnitud, e incluso intervenir activamente en ella, por lo menos
debía contar con el concurso de un hombre como el tan ponderado geógrafo de Venezuela,
quien podía y debía cooperar con los representantes de los intereses extranjeros.
Ante perspectivas de esta índole, Codazzi abrigaba muy severas reservas. Ya en Maracaibo
había meditado sobre los planes de Mosquera, y se declaró convencido de que una
colaboración con los extranjeros era imposible: "Tal como los climas de los territorios
europeos y norteamericanos son diferentes de los nuestros, de la misma manera los
conceptos y costumbres de los escasos habitantes de nuestras regiones todavía semisalvajes
difieren en forma total de los de la población de aquellos países favorecidos por la cultura,
densamente concentrada, con instrucción ampliamente difundida y profundos estudios
especializados. Aquí, en nuestras comarcas, hay poblados compuestos de pocas casas,
diseminadas en medio de vastas distancias; allá, populosas ciudades, una al lado de otra.
77
Allá la masa de la población cuenta con abundancia de luz, energía y riqueza, mientras
nuestro aislamiento nos retiene en la oscuridad, sin la fuerza necesaria y sin los medios
indispensables. Allá la experiencia de siglos contribuye para que en cada caso se logren
óptimos resultados. Aquí nuestros iniciales pasos de aprendices pueden fácilmente
llevarnos a errar, y sólo muy tarde devolvernos al camino acertado. Bastaría este paralelo
para demostrar que todo compromiso entre las antiguas y poderosas naciones y los jóvenes
pueblos de Suramérica es improcedente y que, por lo tanto, una colaboración entre nosotros
y los extranjeros no es conveniente".
Para Codazzi, la sola idea de tener que trabajar de alguna forma en compañía de topógrafos
e ingenieros foráneos le resultaba insoportable, pues en manera alguna desconocía la
diferencia en cuanto a mentalidad y dinamismo. Sin embargo, no rechazó de plano la oferta
de Mosquera, pero alegando las difíciles circunstancias que en ese momento atravesaba, le
solicitó un plazo para decidirse.
Mosquera, comprendiendo la situación, lo nombró, el 3 de julio de 1848, profesor de
estudios superiores en Bogotá, a fin de atraerlo gradualmente. Empero, Codazzi intentó,
una vez resguardada su familia en Curazao, reunirse con Páez, su amigo y protector de
tantos años, para participar, por lo pronto, en la lucha contra la dictadura de Monagas.
Era demasiado tarde. El muy avezado y veterano primer presidente de Venezuela no había
logrado que su llamamiento a las armas encontrase eco. Es más: se había dirigido a
Riohacha, vía Ocaña y Santa Marta, para huir por mar. Codazzi tomó la decisión de seguir
las huellas de Páez hasta la frontera con la Nueva Granada, a la cual llegó el 13 de enero de
1849 pero, como no encontró en Cúcuta a su camarada de armas, continuó rápidamente
hacia Bogotá, para ponerse a órdenes de Mosquera.
Cuando Codazzi pisó por tercera vez el suelo de la capital de la Nueva Granada, se hallaba
más pobre que nunca. La mujer y los hijos en el extranjero, su colonia en decadencia, sus
propiedades de finca raíz abandonadas, cualquier perspectiva hacia el futuro era incierta. En
tales circunstancias, Bogotá le pareció, a diferencia de las visitas anteriores, color de rosa.
La ciudad había logrado algunos progresos. Desde hacía poco, en su plaza mayor se erguía
la estatua de Bolívar - obra de aquel mismo Pietro Tenerani con el cual negociara Codazzi
hacía algunos años, sin éxito, la ejecución de un monumento destinado a la ciudad de
Caracas-, obsequio de su amigo José Ignacio París, protegido del Libertador-Presidente.
Mosquera había hecho remover los últimos escombros del palacio virreinal, a fin de ganar
espacio para otras edificaciones públicas. En el costado sur de aquella plaza se había puesto
la primera piedra para un capitolio, edificio que debería tener como modelo el capitolio de
Washington, y cuya erección debería dirigir James Reed. Al igual que éste, también
Codazzi era un forastero, y tal cual ellos, se encontraban allí, por iniciativa de Mosquera,
varios otros extranjeros; por ejemplo, el ingeniero Stanislaus Stawasky, el matemático
Miguel Bracho, el químico José Evoli y el naturalista Jean Lévy. La prensa y la impresión
de libros habían logrado notables progresos, por iniciativa de Manuel Ancízar (29), recién
regresado de Europa. Ancízar mostró gran compenetración con los intereses de Codazzi, y
pronto se hicieron amigos. Era un hombre de formación cultural europea, ágil literato y
78
dueño de un carácter verdaderamente noble. Otra personalidad sumamente capaz era
Joaquín Acosta (30), no sólo amigo magnánimo de las ciencias y la educación, que
distribuía generosamente, a manos llenas, dádivas y honores, sino que él mismo era un
formidable científico, que había mantenido relaciones en París con Boussingault y Roulin y
que había escrito una Historia del descubrimiento y poblamiento de la Nueva Granada. Allí
había hecho publicar varios escritos de Caldas, como también traducciones de diferentes
disertaciones de los dos franceses arriba mencionados, referentes a la Nueva Granada.
Había elaborado varios mapas, uno de los cuales abarcaba todo el país, publicado en 1847
en París y comentado favorablemente por un crítico de la importancia de Jomard, y
después, un mapa de la frontera neogranadino-brasileña y otro del curso del río Atrato:
todos ellos, trabajos preliminares básicos para una obra más extensa. Codazzi había
conocido a Acosta en Caracas, donde en 1845 había dialogado con él, en su calidad de
ministro residente neogranadino, sobre problemas fronterizos, aunque sin resultado. Un
tercer interesante personaje de Bogotá era el ya viejo y ciego Manuel María Quijano,
médico y químico que, desde la época de su camaradería con Caldas y cuando las
circunstancias cotidianas se lo permitían, escribía por afición. Había escrito acerca del
dividivi y otras maderas colorantes, sobre el cultivo del tabaco y la cría de gusanos de seda,
sobre las fuentes de agua mineral de Quetame, sobre la elefantiasis y el cólera, y había
perdido la luz de los ojos, hacía cerca de diez años, experimentando con aleaciones de oro y
cobre, tras lo cual permaneció largo tiempo en Popayán, su ciudad natal, de manera que
conocía bien los alrededores de ésta, como también los de Neiva y Cali. Acogió a Codazzi
muy cordialmente. En cuanto a la academia de Zea, no quedaba nadie. Tal como
Boussingault y Roulin, también Rivero había regresado hace tiempo a su país, y desde
entonces, conjuntamente con J. J. de Tschudi, había publicado una importante obra sobre el
Perú; Justin-Marie Goudot se había extinguido en Honda en medio de la miseria; James
Bourdon, aunque aún vivía en Bogotá, se hallaba en total abandono y olvido.
El apoyo principal de Codazzi lo constituía, naturalmente, Mosquera, quien lo recibió con
la mayor complacencia, ya que aborrecía personalmente al malhechor Monagas. La llegada
del fugitivo resultó muy oportuna, dado que poco después se recibió de Washington un
importante y decisivo mensaje que implicaba la necesaria presencia de un ingeniero y
topógrafo de especial calidad. Después que el privilegio concedido a Klein para la
construcción de un ferrocarril a través del istmo fuese adquirido por una sociedad
constituida en Nueva York, y el ministro residente de Mosquera en los Estados Unidos
hubiese firmado, el 28 de diciembre de 1848, un contrato con aquélla, se inició sin tardanza
y con febril actividad la construcción de la vía entre Chagres y Panamá. Todo era
movimiento. Desde los tiempos en que noticias fabulosas convirtieron a California en un
nuevo Eldorado, no se había vuelto a ver tal hervidero de gente hablando en diversos
idiomas, como el que ahora se veía en el hasta hacía poco tranquilo istmo. Del norte
llegaron dinámicos técnicos dirigidos por George W. Hughes. La noticia de que J. L.
Baldwin había encontrado un paso apropiado para la vía férrea produjo gran sensación en
Bogotá. Así mismo, no tardó en conocerse que del canal de Cartagena, obra de la mayor
79
importancia para el interior de la Nueva Granada, se había retirado a los dos más capaces
ingenieros, George M. Totten, de Nueva York, y John C. Trautwine, de Filadelfia, para
llevarlos, sin pérdida de tiempo, a trabajar en la construcción del ferrocarril de Panamá. En
tales circunstancias, la llegada de Codazzi significó una verdadera suerte. Mosquera le
ofreció en seguida, ya que entre tanto la vacante de profesor había sido llenada, un nuevo
puesto: el de inspector de la Escuela Militar, recientemente fundada en la antigua Casa
Botánica, en los que fueran gabinetes de trabajo de Mutis y Caldas.
El 10 de febrero de 1849 entregó Codazzi a su protector un memorando sobre la
configuración que se le daría a este joven instituto, que no solamente debía formar
ingenieros militares, sino también ingenieros civiles, y que se utilizaría principalmente para
efectuar un levantamiento topográfico y catastral, al que contribuirían financieramente los
interesados cada año. "Una vez concluido este gigantesco trabajo - decía Codazzi -, se debe
considerar el restante territorio del país propiamente como baldíos pertenecientes al Estado.
Los alumnos de la Escuela de Guerra deberían emplearse en la construcción y reparación de
caminos, en el tendido de vías férreas y en otras obras públicas, como serían los trabajos en
zonas de colonización. Ellos deben constituir el elemento más importante del cuerpo de
oficiales de la guardia nacional, a la cual deberían pertenecer todos los hombres capaces de
llevar armas que hayan cumplido los 18 años de edad y sean solteros. Durante la prestación
del servicio, la instrucción debe cumplirse en el estricto ámbito del pueblo natal, ya que la
emulación entre amigos e hijos de vecinos ofrece los mejores frutos. Todos los domingos la
tropa debe practicar sus ejercicios, que se convertirán en verdaderos torneos, en
competiciones gimnásticas, en tiro al blanco con premios para el mejor tirador, en carreras
de caballos, tanto ensillados como en pelo, blandiendo el jinete al mismo tiempo la carabina
y la lanza. La artillería, que únicamente se debe pertrechar con piezas livianas transportadas
en mulas, tendrá sus centros en Cartagena, Panamá, Pasto, Popayán, Pamplona, Casanare y
Bogotá. Bajo la dirección de los oficiales de la Escuela Militar de Bogotá, se formará un
ejército popular, en consonancia con las necesidades de nuestro país".
De resultas de este informe, el Congreso reconoció a Codazzi, el 22 de febrero de 1849, el
grado de teniente coronel en el cuerpo de ingenieros neogranadino; es decir, el mismo que
llevaba cuando la disolución de la República de Colombia. Tenía que dedicarse en seguida,
sin considerar la cuestión del istmo, a los trabajos preparatorios del levantamiento
geocartográfico de la Nueva Granada, a fin de que esta empresa estuviese en marcha antes
de concluir el período presidencial de Mosquera, y no se quedara en simple proyecto.
"Como presidente - cuenta el propio Mosquera -, llamé de Venezuela a Codazzi para que
elaborara los entonces previstos mapas de la república y sus provincias. Con este fin hice
recoger todos los datos que se pudieron obtener en el país, y autoricé a nuestro ministro
residente en Londres para que comprara todos los mapas y planos referentes al antiguo
virreinato de Santafé en poder de la familia de los herederos del ingeniero español Felipe
Bauzá, y procedentes del depósito hidrográfico español. A Codazzi le solicité,
inmediatamente llegó, ordenar estos materiales para armar así un mapa general del país, el
cual más tarde pudiera servir de base para los trabajos de una comisión corográfica. Aun
80
antes de terminar mi presidencia, Codazzi me entregó dicho trabajo, que sometí a varias
correcciones, de manera que fuese utilizable como base para un levantamiento topográfico
y para la iniciación de la cartografía".
Codazzi, sin embargo, no pudo conceder valor alguno a tan heterogénea combinación de
materiales cartográficos. Pensaba, como Caldas, que lo valioso se desmejora si se junta con
lo anodino. Resultaba, así mismo, prácticamente imposible integrar mapas especiales de
Caldas y Roulin con mapas generales de Restrepo y Acosta, y mapas marinos de Fidalgo y
Bauzá. A Codazzi, por ejemplo, los trabajos de Bauzá sólo le interesaban en cuanto a las
costas del istmo. Sin embargo, por lo pronto consideró conveniente subordinarse totalmente
a lo deseado por Mosquera, quien, no obstante sus incompletos conocimientos de la
materia, aportaba su voluntad y energía a la gran empresa.
Fuera de estos trabajos preliminares, Codazzi debía empezar a elaborar en seguida el
programa de una obra que abarcara la geografía del país 31. Consideró como meta del
trabajo cartográfico un mapa de la Nueva Granada con una serie de explicaciones, además
de un atlas compuesto de 52 mapas. Se requerían tantos, al parecer porque Mosquera
insistía en que a cada una de las 36 provincias se le asignara su propia plancha, aunque
Codazzi hubiera preferido, tomando como punto de referencia los antiguos departamentos,
agrupar las provincias en unas cuantas hojas. La descripción de las regiones tendría que
dejar muy atrás lo hecho en Venezuela. Si bien las provincias se tratarían como allá, lo
serían en forma de cuadros sinópticos y agregando rutas de caminos y distancias entre los
lugares. La parte general se dividiría, al igual que allá, en una referente a lo físico y otra a
lo político. Igualmente, como complemento, se había proyectado no solamente un
mapamundi con los viajes de los exploradores y pobladores de América, sino también un
mapa de las costas con indicaciones de los asentamientos comprobados de los grupos
indígenas durante la época del descubrimiento, así como una visión físico-política de toda
la América del Sur.

81
Río Atrato, Quibdó

Después había que proyectar unos resúmenes geológicos de las eras primaria, secundaria y
terciaria, además de dos presentaciones hidrográficas, una de las cuales describiría los
antiguos lagos de las montañas y las corrientes acuáticas hoy desaparecidas; y la otra, la
situación actual de las cuencas hidrográficas. Codazzi quería, así mismo, añadir otras tres
planchas hidrográficas, seguidas de un esquema de las zonas agrícolas, las llanuras y los
bosques, complementándolo con planos de las tierras nacionales (baldíos), de las regiones
de la quina, de la ubicación de los lagos del interior, de los trayectos navegables de los ríos,
de las cordilleras más importantes, de las principales ciudades y pueblos. Presentaría los
climas y las temperaturas; las corrientes de los vientos; la pluviosidad de las regiones; los
cultivos con relación a la industria regional y al comercio exterior; los tipos de madera y de
los demás productos y recursos naturales importantes para los oficios económicos; el
mundo animal distribuido según zonas climáticas; los minerales. Finalmente, y a semejanza
del atlas venezolano, incluiría numerosas planchas de índole histórica, como también
mapas de la Nueva Granada y de las vecinas repúblicas de Ecuador y Venezuela. Para
ilustrar estas propuestas, Codazzi no solamente entregó las obras sobre la geografía de
Venezuela, sino también los levantamientos especiales y las descripciones que había

82
terminado durante su estadía en la provincia de Barinas. No temía lo gigantesco de esta
empresa; bien sabía cuánto más difícil era la realización del levantamiento geocartográfico
en la Nueva Granada que en Venezuela. Las dificultades empezaban con la consecución del
instrumental más indispensable pero no era probable que terminaran con los trabajos
científicos preparatorios. La Escuela Militar disponía de unos cuantos medios auxiliares de
orden secundario, algunos anticuados y otros defectuosos. Y no había ni un solo mapa, en
aquella colección, como los que publicara Humboldt sobre Venezuela, basados en
observaciones astronómicas para la mayoría de su territorio. El país físico mismo oponía las
máximas dificultades al levantamiento: la mayor parte de los ríos no eran navegables y
abrían sus cauces a través de cordilleras compactas, o sus aguas corrían a lo largo de
profundos y estrechos cañones rocosos. El clima variaba entre las heladas altiplanicies y las
ardientes tierras bajas. A orillas del mar de las Antillas, eran intransitables el istmo y la
Sierra Nevada, dos territorios de gran importancia, casi desconocidos.
Con las ilímites selvas y llanuras que descienden al Orinoco y al Amazonas rivaliza, en
cuanto a dimensiones, el colosal macizo montañoso del cual se desprenden las tres grandes
cordilleras de la Nueva Granada, cuya configuración ofrece más de un obstáculo. ¡Y a lado
de esto, apenas una población de algo más de 2'100.000 habitantes en las regiones
exploradas!
Mosquera se esforzó en disipar las preocupaciones de Codazzi. Gustosamente aprobó el
ambicioso proyecto y sin dilación alguna tomó todas las medidas para su ejecución.
El 1° de abril de 1849 asumió la presidencia José Hilario López, con quien el partido liberal
tomó el timón del Estado neogranadino, partido del cual Mosquera no se consideraba
integrante, si bien ya había abandonado la mayoría de las tendencias conservadoras. López,
como luchador de un partido que hasta el momento era minoritario, introdujo cambios en la
Constitución y en las leyes básicas, a la vez que se rodeó de hombres como Manuel
Murillo, Ezequiel Rojas, Tomás Herrera, Victoriano de Diego Paredes, todos deseosos de
acometer reformas. Sin embargo, aceptó de buen grado y sin variaciones el legado de
Mosquera referente a Codazzi y apoyó el proyecto de levantamiento geocartográfico del
país tan decididamente, que ya el 29 de mayo de 1849 se convirtió en ley de la república.
En seguida inició Codazzi, con los cadetes de la Escuela Militar, un trabajo que despertó el
interés de los bogotanos: el levantamiento del plano topográfico de la capital y sus
alrededores. .La ejecución de esta obra hizo que lo conocieran y fuese bien visto en los
círculos de la clase alta, de manera que algunos rasgos de su duro carácter se suavizaron, y
se fue sintiendo cada vez más agradado en la hasta entonces para él extraña ciudad.
Empero, al mismo tiempo lo invadió la tristeza al pensar en la imposibilidad de regresar a
Venezuela. Desde Curazao había intentado Páez un ataque a Monagas, pero tuvo que
capitular el 15 de agosto de 1849, bajo condiciones tales, que hicieron aparecer el lejano
destierro como un oportuno viraje del destino. Para completar, recibió Codazzi desde
Valencia una noticia que parecía facilitarle su separación del país que había escogido como
su segunda patria: los ejemplares de su obra cartográfica habían sido repartidos, como paga,
entre los hombres que habían coadyuvado en el golpe de estado de Monagas, al mismo
83
tiempo que a sus trabajos sobre el Orinoco se les descalificaba totalmente, por causa de la
cuestión fronteriza y, en consecuencia, se iniciaba un nuevo estudio, por lo pronto del delta
del río, a cargo de Eusebio Level de Godos, un conocido de Codazzi, oriundo de Cumaná,
nada competente en la materia. En tales circunstancias, Codazzi abandonó todos sus nexos
con Venezuela y se dedicó exclusivamente a asegurar las condiciones precisas y decisivas
para un levantamiento cartográfico de la Nueva Granada, para lo cual Victoriano de Diego
Paredes le brindó su solícita y amable colaboración. Sin embargo, las conversaciones se
prolongaron y hasta el 20 de diciembre no se logró perfeccionar el contrato, en el cual se
estipulaba el plazo de seis años para realizar toda la obra geográfica, tanto la cartográfica
como la descriptiva y la estadística. Los gastos de los viajes debía sufragarlos Codazzi,
quien recibiría un sueldo anual de 3321 pesos, que se le pagarían por anticipado, siempre y
cuando consiguiese un fiador aceptable que avalase el cumplimiento del contrato. El
gobierno le proporcionaría tan sólo un copista, además de ciertos instrumentos y libros. En
cambio, Codazzi se obligaba, en caso de que se le solicitara, a llevar consigo estudiantes y
enseñarles lo referente al levantamiento cartográfico. Los trabajos tenían que abarcar todo
el territorio de la república, con excepción del Caquetá, que únicamente se visitaría en sus
lugares poblados.
El mismo día se llegó a un acuerdo con Manuel Ancízar, quien debería acompañar a
Codazzi como estadístico y relator de viaje. De él se esperaba, en primer término, un
informe "sobre la distribución de la educación, el comercio y la industria; sobre la forma y
tenencia de las propiedades; sobre la población y los delitos".
El artículo 2 de la ley del 29 de mayo de 1849 ordenaba claramente que se "deben dar
órdenes acertadas y poderes para que los trabajos del levantamiento puedan abarcar todos
aquellos puntos y objetos, los cuales tienen interés para una completa descripción de la
Nueva Granada, y especialmente también de los productos y recursos naturales del país".
Dado que para estas finalidades parecían necesarios dibujos especiales, se agregó a la
Comisión Carmelo Fernández, quien, como se sabe, había trabajado para la obra
venezolana. Este sobrino de Páez, fugitivo al igual que Codazzi, les acompañaría en calidad
de dibujante, pues se esperaba que, por medio de las ilustraciones de esta obra geográfica,
podrían ser presentadas al mundo culto las tan variadas, magníficas y casi desconocidas
bellezas del país. Por ende, la Comisión también tenía que registrar "la utilización
medicinal e industrial de las plantas", tarea para la cual recomendó Fernández al hijo de un
respetado profesor bogotano, a José Jerónimo Triana (32), de apenas dieciséis años de edad,
cuyo saber botánico se originaba en las enseñanzas de los últimos integrantes de la escuela
de Mutis, especialmente en las del pintor de plantas Francisco Javier Matiz. De ese modo
Codazzi, que en Venezuela había tenido que atender todos estos aspectos solo, contó aquí,
en la Nueva Granada, con la compañía de colegas con los cuales podía actuar de común
acuerdo.
Una vez se firmó el contrato, tan decisivo para la vida futura de Codazzi, llegó su familia a
Bogotá. La esposa y los hijos se alegraban de haber dejado atrás a Curazao. Codazzi, por su

84
parte, estaba contento en su nuevo campo de actividades. Así que la mudanza había
culminado felizmente.

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CAPÍTULO VI: PRIMEROS LEVANTAMIENTOS
GEOCARTOGRÁFICOS EN LA NUEVA GRANADA

"En la mañana del 3 de enero de 1850 - según cuenta Ancízar -, los primeros rayos del sol
derramaban copiosa luz sobre Bogotá y la extensa planicie que demora al frente de la
ciudad andina. Leves vapores se alzaban desde el pie de la cordillera inmediata, escalando
lentamente las majestuosas cimas de Monserrate y Guadalupe, cuya sombra se proyectaba
bien adelante de sus bases contrastando la suave oscuridad de éstas con la brillante
iluminación de las crestas y picachos salientes de la parte superior. El ambiente puro y
perfumado con los innumerables olores de los arbustos de la ladera y de los rosales y
campánulas que crecen silvestres a orillas de los vallados y alamedas, producía en todo mi
ser una impresión indefinible de bienestar, sintiéndome vivir desde el fácil movimiento del
pulmón, vigorizado al aspirar aquel aire diáfano y fresco, hasta la palpitación de las más
pequeñas arterias de mi cuerpo. Una brisa tenue mecía los flexibles sauces de la Alameda
Vieja, por entre los cuales se veía a intervalos la vecina pradera, verde esmeralda, matizada
de innumerables flores de achicoria, y poblada de reses que pastaban la menuda yerba
cubierta de luciente rocío de la noche
"El resoplido de un caballo que se acercaba a medio galope, y el ruido de las grandes
espuelas orejonas, chocando contra los sonoros estribos de cobre en forma de botín,
característico de la montura en estas regiones, interrumpieron mi recogimiento. Era mi
compañero de viaje [el teniente coronel Codazzi] que se me reunía en el acto de cerrar su
cartera en que, sin detener la marcha, apuntaba sus observaciones [ ... ]. Al atardecer
llegamos a la posada de Cuatro Esquinas, frente al Puente del Común, construido por el
virrey Espeleta.
" `En habiendo techo para los aguaceros y paredes para resguardarse del viento helado,
nadie debe quejarse de la posada - decía mi compañero filosóficamente -; los muebles y el
aseo son accesorios inútiles, puesto que mientras se duerme todos los gatos son pardos'. [ ...
]. Me apresuré a gastar el resto del día en visitar el Puente del Común [ ... ].
"Regresé a la pseudoposada y hallé a mi compañero confortablemente acostado sobre el
pellón de su silla con los zamarros por almohada, y como no fueran suficientes para este
oficio, les había agregado el blando aditamento del freno, entre cuyas paletas de hierro
colocó la cabeza y se puso a dormir deliberadamente. Imitelo en todo, a más no poder,
salvo en lo del freno, que me pareció un refinamiento superfluo, y tuve la flaqueza de no
poder conciliar el sueño hasta bien entrada la noche [ ... ]1.

1
Aunque Schumacher incluye, dentro de un fragmento de Peregrinación de Alpha de Manuel Ancízar que cita
entre comillas, una lírica descripción suya del paisaje sabanero en un día de verano, he preferido transcribir
textualmente las palabras del propio Ancízar, tomadas del libro mencionado. (Nota del traductor).

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De esta manera inició Codazzi sus largos recorridos de levantamiento geocartográfico (33),
que lo llevaron primeramente a las provincias situadas al norte de Bogotá; es decir, a un
territorio que ya había cruzado Codazzi en viajes anteriores: aquel en que fue al encuentro
de Bolívar, y el reciente de su huida de Monagas. De la ruta principal tenían que desviarse a
la derecha o a la izquierda, para efectuar cortas excursiones. Por lo pronto se trataba, en
realidad, de una correría de orientación, más que del verdadero principio de los trabajos, de
manera que las partes difíciles se dejaban para el año siguiente. Sin embargo, no tardaron
los viajeros en darse cuenta de que ahora miraban lo que los rodeaba con diferentes ojos
que en ocasiones anteriores, y sin dilación se dedicaron intensamente a la obra de medir,
dibujar, recolectar y escribir.
Poco más allá de Ubaté aparece la luminosa superficie de agua de la laguna de Fúquene, la
cual, según la creencia general, es el resto de un lago de agua dulce mencionado aun en las
viejas crónicas. El carácter del paisaje de alta montaña pareciera comprobar esa tradición,
sólo que su falta de solidez salta a la vista si se examina la constitución de todo el fondo del
valle, compuesto por margas, tierras y estratos de acarreo de canto rodado, además de que
los elementos geognósticos que surgen tanto en el suelo actual como en las aparentes
antiguas orillas son formas orgánicas de la vida marítima. Y aunque ni Codazzi ni Ancízar
ni ningún otro compañero de la Comisión pudieron dar con ellas, cabe deducir, con toda
certeza, que el trastorno geológico que dejó en ellas sus rastros aconteció mucho antes de la
aparición del hombre sobre la tierra, y sólo las características del paisaje dieron origen a
novelas geognósticas anticientíficas.
El 13 de enero habían llegado a Chiquinquirá, muy conocida por su cuadro de la Madre de
Dios, a donde van en romería, desde hace siglos, ricos y pobres, hombres y mujeres,
jóvenes y viejos, inteligentes y estúpidos, tanto en los tiempos de Mutis como en los de
Bolívar. Desde esta villa, sobresaliente por la afluencia de forasteros, emprendieron varias
expediciones, especialmente hacia las dos gigantescas rocas graníticas de Fura y Tena
(hombre y mujer), que antaño fueron lugares de adoración y sacrificio de los indígenas, y
después el lenguaje popular convirtió en leyenda, recientemente recogida por Manuel María
Zaldúa, escritor conocedor de la región.
La marcha continuó por el valle del río Suárez, pasando por una de las más famosas
antigüedades de la Nueva Granada: un bloque rocoso no lejos de Saboyá, cubierto con
dibujos rupestres, semejantes a signos de escritura, pero cuyo significado no era
descifrable, si bien parecía tener relación con aquellos tiempos de los supuestos y más
recientes trastornos de la tierra, cuando las agitadas aguas de los lagos andinos abrieron
brechas, transformando en tierras secas sus profundos lechos. Se pensaba que los muiscas,
otrora de tan alto desarrollo cultural, hubieran dejado un monumento en memoria del
magno acontecimiento que habían presenciado.
Codazzi aún no tenía idea de la existencia de gran número de parecidas inscripciones sobre
las rocas andinas. Tampoco sabía que estaba acercándose al territorio neogranadino de las
altas montañas más importante en cuanto a monumentos arqueológicos y, por lo tanto,
digno de especial atención. Siendo lego en cuestiones históricas, no había oído hablar de
87
que hacía aproximadamente cinco años se había descubierto cerca del río Suárez una gran
bóveda funeraria excavada en roca calcárea, en la cual se encontraban momias vestidas,
armas y utensilios domésticos: el descubrimiento arqueológico más importante en esta
región montañosa, pero por desgracia casi totalmente desaprovechado desde el punto de
vista científico (34).
La siguiente parada la hicieron en Vélez, antiguo punto de partida de una vía que llevaba
río Magdalena abajo, a través de los ríos Carare y Opón, y cuya reapertura intentara sin
éxito hace años el dicho Zaldúa. Guiados por José Landázuri, cruzaron la inhospitalaria
cordillera del Carare hasta el pueblo indígena de Cimitarra, donde, al parecer, empezaba el
valle. Tanto Codazzi como Ancízar pagaron esta hazaña con casi tres semanas de
enfermedad, de la cual se curaron en Vélez, en casa de Joseph Gooding.
El 5 de febrero habían llegado a la población de Socorro, desde la cual emprendieron un
mes de recorrido por el territorio de la cuenca del Suárez, entre Simacota y Zapatoca.
Partiendo de este último lugar, había intentado en 1837 Céspedes, en compañía de José
María Ortiz, llegar al río Opón, pero sin éxito. Así que había que desechar una tentativa de
la misma índole, pero se determinó exactamente la desembocadura del Chicamocha en el
Suárez, como uno de los puntos más importantes de toda la topografía de esta región, y se
levantó cartográficamente toda la cuenca desde Charalá hasta San Gil. Excepto por la gran
importancia para la comprensión de los cursos de los ríos y de las cordilleras, estos
territorios ofrecían pocos aspectos interesantes.
Desde el Socorro el camino los condujo directamente a la provincia de Soto, y dentro de
ésta a la mejor comarca, cuyas principales poblaciones, Piedecuesta, Girón y Bucaramanga,
habían prosperado tanto comercialmente como en otros sentidos, y todo parecía indicar que
ello continuaría por mucho tiempo.
"Alto elogio merecen - según dice Ancízar - la limpieza de las calles y casas de la joven
ciudad de Bucaramanga. Su apariencia exterior no es el resultado de estrictas medidas de
policía, sino consecuencia de un modo de pensar más europeo de la población, cuyo
carácter sencillo es recto y capaz, lleno de voluntad y fuerza, si bien aquí también se
encuentran algunos de los llamados caballeros de industria. El viejo señor párroco Felipe
Salgar afirma, con toda razón, que allí donde hay trabajo huyen el crimen y el pecado. La
ganancia y el sueldo aquí no son malos; por lo tanto, son notables el esmero en el vestir y
en la apariencia general de los habitantes. Una industria doméstica de tejido de sombreros
de fibra de palma se ha impulsado entre las mujeres, a lo cual se agregan la manumisión de
los esclavos y la creación de escuelas. Lo mismo es válido para Piedecuesta, pero no para
Girón, poblado minero cuyos habitantes aún hoy, y no obstante el creciente bienestar, están
sometidos al viejo modo de ser español. La localidad se llamaba otrora, con toda justicia,
Girón del Río del Oro".
En Bucaramanga se resolvió extender este primer viaje a las contiguas provincias de Ocaña,
Santander y Pamplona, que en su mayor parte pertenecen a la vertiente fluvial del lago de
Maracaibo, para Codazzi un territorio de especial atracción desde los tiempos de sus
primeros trabajos. Después de haber recorrido el valle de Suratá hasta las estribaciones del
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agreste páramo de Cachirí, y tras escalar esta cumbre yerma y azotada por los vientos, se
escogió - ya se había dejado de lado un itinerario fijo y estricto- uno de los tres caminos que
arrancaban de allí: el de Escatalá, dado que la cuenca de captación del río del mismo
nombre parecía decisiva en la resolución de muchos problemas de topografía. "Teníamos
que subir y bajar por las altas pendientes de las montañas, cuyas estribaciones, al igual que
las cumbres, se hallan cubiertas de robles majestuosos, claros debajo, entrelazados encima.
A nuestras voces contestaba el eco, cuya resonancia acentuaban el murmullo de las
cascadas y los chillidos de los innumerables pájaros y demás animales espantados. Nuestra
marcha era tan lenta, que a la puesta del sol habíamos avanzado tan sólo tres leguas.
Encontramos un rancho solitario, pero allí no había pasto. En Yarumal encontramos forraje
para nuestros animales de silla y carga, pero ningún hospedaje para nosotros. Con troncos y
hojas de palma fabricamos un cobertizo para resguardar nuestros libros e instrumentos.
Después, cada uno de nosotros hizo con tres estacas una armazón, sobre la cual extendió el
encauchado, y debajo, en el suelo, improvisó un lecho con los arreos de montar. Así nos
creamos una débil protección contra los elementos. Pronto se formaron fuertes aguaceros y
tempestades en el oscuro valle del Magdalena, y muy debajo de nosotros vimos zigzaguear
los relámpagos y oímos el retumbar de los truenos. Desde allí las nubes ascendieron cada
vez más alto, y densas masas de ellas nos envolvieron. Una pesada niebla ocultó el
firmamento. Los vientos de la tempestad bramaron a través de las copas de los árboles
gigantescos, y de repente sobrevino un profundo silencio. Tal es la majestad del silencio
nocturno en las cumbres de estas montañas, que el hombre, en actitud de veneración ante la
naturaleza en reposo, ante el reposo de la vida, no se atreve siquiera a alzar la voz".
El anciano párroco de La Carrera, Ignacio Gutiérrez, ayudó con sus conocimientos sobre la
región y su experiencia de muchos años a proseguir la marcha. Ayuda tanto más valiosa si
se tiene en cuenta que había de cruzarse el alto nudo montañoso del cual se desprenden las
serranías de la provincia de Ocaña, la más reciente de las treinta y seis. El páramo de
Guerrero le pareció a Codazzi como un universo montañoso que mucho después de
levantarse del mar había sido quebrado y horadado por las mismas aguas que ahora corrían
muy abajo excavando surcos hacia el lago de Maracaibo y hacia el río Magdalena. En
ninguna otra parte, hasta la fecha, había tenido ante sus ojos ruinas como éstas de una
porción de la superficie de la tierra. Parecía la obra colosal y constante de fuertes
terremotos, de antiguos y formidables plegamientos que se derrumbaron en sí mismos e
incluso se hundieron en las profundidades, al parecer testigos de una época de grandes
conmociones en la superficie terrestre, y acaso coetáneos del desagüe de los lagos de las
altas montañas. En cercanías del pueblito de La Cruz vio Codazzi una de las fuentes del río
Catatumbo, en cuyas aguas, abajo en el valle, ya considerablemente crecidas, había
navegado hacía más de veinte años.
Ocaña, a donde llegaron el 3 de abril, no ofreció interés alguno, si exceptuamos los
recuerdos patrióticos de los últimos días de la Colombia bolivariana. Dos tentativas de
avanzar de allí en dirección a la frontera con Venezuela y a la región de los indios
motilones resultaron fallidas, ya que fue imposible penetrar en la selva virgen. Dentro del
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territorio accesible, encontraron algunas guacas, las cuales, sin embargo, poco aportaban a
la ciencia: algunas de las ya conocidas momias sentadas, pero esta vez sin vestimenta ni
utensilios.
Así que los viajeros se encaminaron al lado opuesto, bajando a la ribera del río Magdalena,
en cuyo valle las vastas praderas eran frecuentemente interrumpidas no sólo por palmerales,
sino también por extensas superficies de agua, ante las cuales lo yermo de la cordillera
ofrecía marcado contraste. No llegaron a tocar la orilla derecha del río. El levantamiento
cartográfico abarcó desde Puerto Nacional hasta Tamalameque, donde se estimó
aconsejable regresar, a causa de la falta total de preparativos para un viaje por el río.
Codazzi decidió marchar diagonalmente, por cerca de tres semanas, a través de la
cordillera, para en los alrededores de Salazar de las Palmas continuar sistemáticamente los
levantamientos geocartográficos del país. Durante siete días de excursión, en extremo
pesados y fatigosos, por gélidas regiones montañosas carentes de vegetación, sobre sendas
angostas y vertiginosas o eludiendo estrechas charcas de hasta de diez metros de
profundidad, había que abrirse paso con palas, picas y machetes. En el ascenso participó un
inteligente recolector de plantas, que mantenía excelentes relaciones comerciales con
jardineros europeos de invernaderos: Louis Schlim, de Bruselas. En los conocimientos,
tanto teóricos como prácticos, de este hombre culto se demostraba el gran cambio ocurrido
desde el tiempo de las escasas comunicaciones entre Mutis y Linneo, especialmente desde
cuando se iniciara una nueva época para la jardinería europea con el cuidado de plantas
tropicales de adorno llamadas por ellos las suculentas, así como también para la
información científica sobre los tesoros de la hasta hacía poco tan desconocida flora
suramericana. Fue Triana quien supo obtener de este encuentro el mejor provecho,
aumentando especialmente sus conocimientos de lo que se había escrito específicamente
sobre la materia. Ancízar, a su vez, se hallaba interesado en algunos hallazgos de entierros,
que comprobaban que en aquellos lóbregos y profundos cañones habían sido antaño
sepultados, junto a toscas piezas de cerámica, hombres cuyas frentes habían sido, en vida,
artificialmente aplastadas hacia atrás; fenómeno común entre los caribes pero desconocido
hasta la fecha en estas regiones. Aquí, en un medio completamente bárbaro, Schlim
informó a Codazzi por primera vez de un artista alemán, que, para pintar paisajes tropicales
(35) en el espíritu humboldtiano, había viajado por el valle del río Magdalena y otras
extensas comarcas del interior de la Nueva Granada: se trataba de Alberto Berg de
Schwerin, quien radicaba en el país desde principios de octubre de 1848, y había elaborado
un número considerable de obras de calidad. Codazzi consiguió uno de estos dibujos
ejecutados con gran talento, y se dio cuenta de que, aunque apenas se trataba de un
bosquejo, no cabía siquiera pensar en publicar los trabajos de Carmelo Fernández, si
llegaba a darse a conocer alguna de estas obras artísticas de primer orden.
El 23 de mayo llegaron a Salazar de las Palmas, donde el recién introducido cultivo del café
prosperaba de la mejor manera, como producto excepcionalmente importante y favorecido
con toda su atención por el escocés James Fraser, antiguo oficial de la Legión Británica
formada por Bolívar. Pronto pudieron descansar en San José de Cúcuta, el joven y
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floreciente centro del comercio cafetero, en donde vivía una interesante colonia de
extranjeros, constituida especialmente por alemanes e italianos. Los últimos, en su mayoría
pequeños comerciantes, veían en Codazzi, con admiración, a uno de los suyos. "Nuestra
estadía en Cúcuta, aunque no fue breve, nos pareció como un momento: en todas partes
encontramos apoyo rápido y efectivo para nuestro trabajo, atenciones amables y
espontáneas, reuniones cultas y complacientes, todo como si se tratara de relaciones entre
amigos de muchos años. A la cabeza de los más apreciados estaba el anciano gobernador
Isidro Villamizar, hombre de muchos méritos. A partir de Salazar de las Palmas, hemos
encontrado en todo el mundo atención y ayuda; nombres no les puedo mentar, ya que
tendría que mencionarles a todos los integrantes de la inteligencia. Dondequiera el forastero
encuentra hospitalidad, y el trabajador empleo bien remunerado. La vida comercial, así
como el encuentro y los contactos de diferentes nacionalidades y razas han difundido la
cultura desde la casa del potentado hasta el rancho del pobre".
Una vez visitada la Villa del Rosario de Cúcuta, situada muy cerca de la frontera con
Venezuela, Codazzi ascendió por el valle del río Pamplonita hasta que, después de cabalgar
durante casi catorce días, llegó a Pamplona, donde el 24 de junio se instaló por algún
tiempo el cuartel general. Esta localidad recordaba a Codazzi sus viajes anteriores, y otros
nuevos pensaba iniciar ahora desde aquí. La primera de estas excursiones se dedicaría a
recorrer un trayecto de camino entre Pamplona y las praderas de los llanos del Orinoco, los
cuales se extienden después de los ásperos altiplanos que aquí forman la cordillera Oriental.
A dicha obra vial, iniciada en 1787 y ahora reactivada por José González y Rafael
Mendoza, Codazzi hubiera dedicado de todo corazón la plenitud de sus esfuerzos, pese a
que conocía la imposibilidad de establecer una activa ruta comercial, mientras las dos
repúblicas vecinas, la Nueva Granada y Venezuela, no se uniesen en contra de la naturaleza
virgen, tanto más cuando, de parte y parte, oponían trabas por causa de los desgraciados
problemas fronterizos. Con todo, abrigaba la esperanza de un progreso para la ganadería,
dado que las tierras de pastoreo al otro lado del páramo ya habían sido invadidas, a través
de terrenos baldíos, por las manadas de ganado de la provincia de Pamplona. Recomendó
Codazzi construir el camino por el valle del río Margua, que corre inmediatamente detrás
de Pamplona, bajo diferentes nombres, para convertirse por fin, después de la unión con los
ríos Sarare y Uribante, en el río Apure. El 26 de junio había superado el paso de la
cordillera entre Pamplona y Labateca, y allí continuó río Margua abajo para adentrarse en
territorio venezolano hasta aquel viejo atracadero fluvial de Guasdualito.
La otra excursión tenía como destino a Cácota, aquella región que antaño visitara
frecuentemente y habitara por largo tiempo Mutis, separada de la capital provincial por los
altísimos páramos de Zumbador y Tierra Negra. El recuerdo de este singular hombre
solitario se había desvanecido totalmente, al parecer desde antes de las guerras de
independencia. En esta etapa, Codazzi completó el levantamiento geocartográfico del sector
de la vertiente del Orinoco que pertenecía a la Nueva Granada. Empezando por el angosto
valle del río Citayá, cruzó luego la divisoria de aguas hacia la región del río Magdalena, y
determinó los puntos de unión de los ríos Servitá y Guaca con el río Chicamocha, al cual
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viera por primera vez hacía más de cinco meses no lejos de Zapatoca: un elemento
especialmente importante para aclarar la estructura de esta tierra montañosa tan
excepcionalmente convulsionada.
El 1º de agosto, en el límite de las provincias de Pamplona y Tundama, interrumpió
Codazzi los trabajos de levantamiento y se apresuró a llegar a Bogotá por el camino
normalmente usado, a fin de empezar, con la apertura del nuevo semestre, sus cátedras en la
Escuela Militar. Una vez de vuelta, emprendió sin demora la elaboración de la cartografía y
geografía de las provincias, en lo cual tropezó con la escasez de denominaciones continuas
para las cadenas montañosas y para los ríos y, en general, con la carencia de una
nomenclatura unificada, lo cual le ocasionó muchas dificultades. Se propuso, al mismo
tiempo que respetar los nombres comúnmente usados para designar cada lugar
determinado, introducir denominaciones generales nuevas.
Además de ocuparse en estos trabajos y en la ordenación de las estadísticas, acariciaba su
vieja idea predilecta, que también había formado parte de los planes de reforma durante la
presidencia de Mosquera: la traída de inmigrantes europeos. En agradecimiento por la
amable acogida que se le había brindado desde los días de la República de Colombia, quiso
formular con toda seriedad su advertencia de que se evitara dar pasos poco prácticos y, así
mismo, ofrecer las experiencias que había cosechado en la Colonia Tovar. Relató entonces,
como hombre libre y consciente, sus esfuerzos de muchos años, antas veces malogrados,
sin ocultar ninguno de los errores cometidos ni de sus ideas equivocadas. "Muchos piensan
que se puede orientar hacia Suramérica un torrente humano semejante a aquel que se dirige
a Norteamérica. Muchos creen que basta con hacer conocer la riqueza de los países
tropicales, para atraer trabajadores, como en California. A muchos les parece fácil ganar
gran número de elementos calificados para que trabajen en el país. Mis experiencias
muestran lo contrario. El deseo de estabilizar la paz interna del Estado, así como la
preocupación ante un creciente empobrecimiento de las masas populares, han inducido a las
potencias europeas coloniales a fomentar las tendencias de emigración hacia sus territorios
de ultramar, y frecuentemente a encauzarlas como empresas estatales: las Guayanas
francesa, holandesa e inglesa muestran una actitud orientada en este sentido. Sin embargo,
ni en Cayena ni en Surinam ni tampoco en Demerara puede adaptarse raza diferente de la
africana: todos los ensayos de asentamiento de población han fracasado, incluso los de
resueltos colonos holandeses. En Venezuela muchos de los recién llegados padecieron los
duros ataques de las enfermedades; por ejemplo, las colonias inglesas cerca de Betijoque,
Catía y Aroa, en los distritos de Trujillo y Mérida; los alemanes en la provincia de
Carabobo; los franceses en los alrededores de Maracaibo; los irlandeses en la región de
Paria; en fin, todos los inmigrantes europeos. El recién llegado de su tierra trasatlántica
exige en los trópicos un lugar de trabajo a una altura por lo menos de 1.200 metros sobre el
nivel del mar, y aun así, como consecuencia del desmonte y las subsiguientes emanaciones
del suelo descubierto, se halla expuesto a las fiebres, si bien leves y pasajeras. Tal como en
Venezuela, también en la Nueva Granada es la cordillera de la costa la región más
apropiada para ensayos de colonización. En la Sierra Nevada de Santa Marta existen
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numerosos valles altos que prometen prosperidad, con mercados seguros en las provincias
de Riohacha, Santa Marta y Valledupar. Allí debe iniciarse la colonización, primero en la
tierra fría y después en la templada; en esta última, con cultivos de caña de azúcar, añil,
café y cacao. Que no nos engañe el espectáculo de una constante afluencia de emigrantes
hacia los Estados Unidos, fuente y causa principal del rápido crecimiento de esa nación.
Aquel que, cansado de su tierra natal, siente, sin embargo, que ha dejado atrás mucho de su
existencia, lo cual pesa con mayor fuerza una vez llega a tierra desconocida, pide como
compensación la prometida libertad, tanto religiosa como política. Él espera seguridad para
sí mismo y su fortuna; busca trabajo, salud y lucro. La tierra de Washington ofrece, por la
índole de su pueblo, el orden constitucional, el clima, etc., todos esos beneficios. Grandes
sumas de dinero ha gastado esa nación en adecuar las tierras para atraer a los inmigrantes, a
la vez que garantiza y protege el progreso pacífico. José María Vargas, el sabio hijo de
Venezuela, dijo que de los países del despotismo los extranjeros llegaron a América como
dormidos o sonámbulos, para despertar de pronto bajo el sol de la libertad, para levantarse
en su propio hogar, hacia el cual pronto llevarían parientes y amigos de la tierra natal. Sin
embargo, en nuestro país impera la intolerancia en asuntos religiosos; la actividad política
es todavía incipiente; los hábitos de vida son fundamentalmente distintos de los que el
inmigrante trae de su tierra nativa; el medio de vida es aún más diferente; la adaptación al
clima, la agricultura y la ausencia de las estaciones anuales es lenta y difícil. Tenemos que
volvernos sabios antes de traer extranjeros; tenemos que hacer duraderas nuestras
instituciones; tenemos ante todo que construir caminos, para lo cual bien puede
aprovecharse la nueva escuela de minas".
En la exhausta Nueva Granada faltaba el dinero para toda esta clase de obras. Además, con
el total debilitamiento del poder público, apenas prosperaba aquello que se apoyara en una
vigorosa personalidad y en el grupo financiero. Las demás esferas de interés se habían
vuelto cada vez más estrechas. Sólo de cuando en cuando se planteaban cuestiones de
ciencias naturales y de historia. Por ello resultaba sorprendente que las investigaciones
históricas de Joaquín Acosta despertaran el interés por las antigüedades y los terrenos
arqueológicos. Por vez primera, desde los tiempos de Julián, se establecieron en Bogotá
colecciones de antigüedades precolombinas. Las guacas ya no solamente se estimaban por
su contenido de piezas metálicas o de otros valores comerciales, sino también por lo que
revelaban de las costumbres de los indígenas las vestimentas, los utensilios y las armas, a
todo lo cual se prestaba ahora atención. En especial Manuel Vélez Barrientos, antioqueño
emigrado a Bogotá, cuyos recuerdos infantiles más tempranos se relacionaban con el
descubrimiento de raras y valiosas guacas, se dedicaba desde hacía cerca de cinco años a
estudios arqueológicos y había reunido variados objetos, no solamente para venderlos a
coleccionistas europeos y norteamericanos, sino también para sus estudios personales.
Acosta, el erudito en literatura que hacía poco había regresado de Europa, llamó la atención
de Codazzi sobre un escrito de Vélez, publicado en París en 1847, que contenía muchos
datos, hasta entonces desconocidos, sobre antigüedades de los tunzas (36). A esto se
agregaban todas aquellas tradiciones bogotanas, que tan seductoras habían resultado para
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Humboldt, referentes a los lagos sagrados de las altas montañas, como los de Guatavita,
Siecha y Suesca, o a los tesoros ocultos en sus profundidades, atractivas leyendas que de
nuevo daban pie a especulaciones sobre el desagüe de las lagunas, y que, por ende, se
hallaban relacionadas con esta misma región, a la cual pertenecen las más importantes
antigüedades de la alta cordillera, así como los recuerdos de las ingentes riquezas de la
tierra, especialmente de la más valiosa, las esmeraldas (37), en cuya explotación, al parecer
durante largo tiempo, no se había interesado suficientemente el Estado.
Estas ideas también influyeron en el segundo viaje de levantamiento geocartográfico, que,
como el anterior, se inició también un 3 de enero, especialmente con la finalidad de
investigar la vasta cadena de montañas que se desprende de la cordillera Oriental, en el sur
de las provincias de Tunja y Tundama, y se extiende hasta el valle del río Magdalena o por
lo menos hasta la cuenca de su afluente el río Negro. Este gran ramal cordillerano carecía
de nombre, por lo que Codazzi más tarde pensó en llamarlo Tunza-Húa, en honor de aquel
pueblo de antigua y elevada cultura, cuyos vestigios encontraron los europeos, y cuyo
nombre se ha conservado, aunque alterado, en el de la ciudad de Tunja. Este viaje no iba a
prolongarse tanto como el anterior, ya que las tareas de gabinete exigían su tiempo; e
imperó el trabajo de campo en los tres lagos de la cordillera Oriental.
Desde el lago de Suesca era fácil llegar a Chocontá y al curso superior del río Bogotá. Al
otro lado de la cresta de la cordillera se ubicaban entonces los muy antiguos y conocidos
pueblos de Ramiriquí, Tota, Sogamoso y Gámeza. En la primera de estas localidades, cuyo
nombre sonaba especialmente venerable y sagrado, habían existido otrora, a pesar del clima
frío, construidos por los caciques de Tunja, suntuosos lavatorios y baños, que de alguna
manera se relacionaban con los vestigios de altas edificaciones de piedra, visibles aún en
diferentes lugares. En la gran laguna de Tota, cuyas frías y transparentes aguas entran y
salen simultáneamente, se reflejan paisajes llenos de ensueños, y en torno a la cual se han
forjado leyendas míticas como aquellas de los lagos de las altas montañas. Al igual que
allá, también aquí se habrían ofrendado a las profundidades piedras preciosas, ornamentos y
figuras de oro. Sogamoso llevaba el nombre aún no comprendido pero todavía recordado
del presunto sumo sacerdote Sugamuxi, cuyo espléndido templo destruyeron primeramente,
en su avance, los rudos europeos, y luego fue consumido por las llamas sin que de él
quedara vestigio alguno. Así mismo, cerca de Gámeza se alzaba un imponente peñasco
poblado de esculturas, cada una de las cuales juzgó Codazzi que configuraba el episodio de
una leyenda representada en jeroglíficos y, en su conjunto, un monumento de antiguas
luchas, fuese de hombres o de elementos de la naturaleza. El pueblo había olvidado ya este
lugar, por hallarse situado lejos de los caminos actuales.
Inmediatamente detrás de Ramiriquí, cerca del paso del páramo de Las Cruces, penetraron
en una extensa y uniforme vertiente fluvial: las cabeceras del río Chicamocha, del cual
ahora se supo que antaño llevaba, tanto en su curso superior como en el inferior, el viejo y
conocido nombre de Sogamoso. A lo largo de este río continuaron cabalgando de Gámeza a
Soatá, donde encontraron en estratos calcáreos, debajo del suelo aluvial de la vega, huesos
de mastodonte, que en su última ubicación habían sufrido la intensa acción derrubiante de
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la corriente fluvial. En la localidad se sabía de otros hallazgos semejantes cerca de
Covarachía y en los angostos y profundos valles del macizo del Cocuy. El ascenso a este
gran macizo cordillerano, que en lo más elevado de sus crestas se halla cubierto de nieves
perpetuas, y que en la cordillera Oriental forma un importante nudo topográfico, significó
una empresa del mayor interés, que se realizó en la primera mitad de febrero. En tiempos
antiguos este territorio no pertenecía al dominio de los hunzahuas sino al de los tunebos,
que aún moraban allí - cuando ya Tunja había sucumbido hacía mucho ante el empuje de
los europeos - en natural independencia, desenvolviendo su vida en bosques y montañas, y
aún hoy día se alejan lo más posible de los lugares habitados. Desde el pueblo del Cocuy -
cuyo nombre aparece de nuevo, inexplicablemente, muy adentro de los llanos, en la
frontera con Brasil -, prosiguieron la marcha hacia Chiscas, Panqueba y Espino, desde
donde divisaron las primeras cumbres nevadas, y luego hacia Güicán, donde se abre el
camino que conduce a ellas.
Con Juan Quintero como guía, inició Codazzi su primer ascenso a la región del hielo a
través de extensas zonas yermas apenas cubiertas de pobrísima vegetación, que debía servir
de alimento al ganado, sobre el cual pesaba siempre la amenaza de los cóndores y otras
aves rapaces. En las cercanías de las morrenas el frailejón alcanzaba altura de árbol; las
grietas del glaciar tenían entre cuarenta y sesenta metros de profundidad, mientras que el
espesor normal de la capa de hielo parecía ser de unos treinta metros. La parte superior del
glaciar formaba una maraña de puntas, carámbanos, salientes, pirámides, que ora reflejaban
la luz, ora proyectaban intensas sombras sobre los alrededores. La visión de este fenómeno
afectaba la vista de tal manera que, al proseguir la marcha sobre la cresta de la montaña
bañada en la luz cristalina, los ojos eran acometidos por una especie de ceguera. Los
caminantes se hundían frecuentemente en la nieve hasta las rodillas. Los perros de caza de
Quintero avanzaban con mucha dificultad. Sin embargo, por fin alcanzaron el punto
prominente desde el cual pudieron medir la altura de la cordillera desde su cima, que fue de
4.783 metros. A lo lejos, en la vertiente cordillerana, se observaban los poblados tunebos de
Royatá, Sinsiga, Covaría y Ritambria, que se protegían, mediante una barrera mitad natural
y mitad artificial, contra la penetración de los españoles; es decir, contra los blancos. "A las
aldeas de los tunebos se tiene acceso única y difícilmente por los llanos del Orinoco.
Alguna que otra vez visitan el mercado de Güicán, donde nos encontramos con dos de
ellos: uno era viejo, pero derecho y fuerte, oscuro el color, con el cabello lacio y cortado en
línea recta sobre la frente, muy largo y suelto sobre los hombros y la espalda. Tenía nariz
afilada; escaso bigote y un mechón en la barbilla. El más joven llevaba como única
vestimenta una larga ruana de bayeta, calzaba sandalias de cuero crudo y se cubría la
cabeza con un sombrero de palma trenzada". Después de visitar la andina Laguna Verde, de
la cual se decía que se habían sacado huevos de un gigantesco animal desconocido, así
como restos de mastodontes, continuaron hacia Chita, melancólico, monótono y frío lugar
rodeado de páramos, a la vez que el poblado más alto de la cordillera del Cocuy, desde
donde se extiende la vista sobre el mar de hierbas de la Orinoquia hasta tocar con el
horizonte. De allí regresaron a Soatá, a través de una extensa salina, y se encaminaron por
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la ribera izquierda, río Chicamocha arriba, hasta llegar a Santa Rosa, donde en la casa de
Juan H. Solano se hallaba el aerolito de setecientos kilogramos que antaño transportaran
hasta allí Boussingault y Rivero desde la colina de Tocavita. En Santa Rosa empieza la
región de Duitama, famosa desde la época de la conquista, y a continuación de ella
esperaban encontrar la región de Iraca, conocida desde tiempos inmemoriales como asiento
principal de los tuncos. Tampoco aquí el pueblo del presente guardaba memoria del lejano
pasado. La mensura en este sitio fue fácil, de modo que pudieron reanudar pronto la
marcha, primeramente hacia Leiva, lugar situado al pie de una escarpada vertiente de
montaña, desde donde había que levantar el valle del río Sutamarchán, que se extiende
hasta el páramo de Gachaneque y es una región interesante por sus antigüedades,
especialmente por las piedras trabajadas que se encontraban en un punto denominado El
Infiernillo, a las cuales llamaban, lo mismo que a otros restos arqueológicos, bloques o
vigas del diablo. Desde Leiva cabalgó Codazzi hacia Oiba, situada entre Socorro y Vélez,
en el valle del río Suárez, el curso de cuyas aguas no había sido, al parecer, todavía
exactamente determinado. Midió la totalidad de la vasta cuenca fluvial hasta Moniquirá,
donde desemboca el río Sutamarchán, procedente de Leiva. La ciudad en sí, que por la
época de su fundación constituyera uno de los más importantes ámbitos de asentamiento de
los indígenas, no ofrecía ahora ningún atractivo y, al igual que la hoy sepulcralmente
silenciosa Tunja, tan alabada en las viejas crónicas, no mostraba ni el más leve vestigio de
las antiguas maravillas.
Tan pobre como ellas era Turmequé, frecuentemente mencionada en los textos históricos
como avanzado baluarte de los tunzas contra los chibchas. Aquí habían llegado a la
vertiente fluvial del río Meta, el río Upía, desaguadero de la laguna de Tota, que se ofrecía
como la más importante vía de comunicación con los llanos del Orinoco. Codazzi siguió el
cauce de estas aguas desde Garagoa hasta Maquivor y reafirmó la expectativa formulada
por Humboldt, y posteriormente tantas veces reiterada, de que aquí alguna vez se formaría
una importante vía de comunicación. En Maquivor creyó reconocer el antiguo centro
misionero de Nuestra Señora de Salivas. Vuelto a Garagoa, visitó la región de Guateque y
Somondoco, afamada desde tiempos inmemoriales por sus esmeraldas, pero donde, salvo
algunas viejas acequias para lavar las piedras preciosas de la arena y de los escombros, y de
unas cuantas y más recientes fracasadas minas de oro, no se advertía huella alguna de la
pasada grandeza. Si quería informarse sobre la explotación de esmeraldas en la Nueva
Granada, la Comisión tendría que dirigirse a Muzo, el moderno lugar de lavado de
esmeraldas ubicado en las cabeceras del río Carare. De ese sitio, en que otrora tuvieran su
principal morada, los salvajes indios muzos, jamás subyugados por los españoles, se habían
retirado a las selvas situadas en las riberas bajas de aquel peligroso río, impenetrables para
la civilización y los hombres blancos, enemigos mortales de los indígenas. De éstos no
había quedado huella alguna. Muzo, que todavía en la época de Mutis era una ciudad
floreciente y con perspectivas de progreso, se hallaba ahora en ruinas, en estado miserable y
llena de la gentuza que trabajaba en los lavaderos de esmeraldas, carentes éstos de toda
técnica, y no sólo en lo que se refería a los de Muzo, sino también a los de Itoco, Coscuez,
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Sorque y Sorquito, desde hacía años arrendados a particulares, ahora en manos de una
compañía inglesa que, bajo la dirección de John Fallon, realizaba actividades bastante
intensas, pero sobre cuyos resultados verdaderos no se obtuvo información suficiente.
Fallan se limitó a suministrar a Codazzi algunos datos históricos y a enseñarle unos
excelentes ejemplares de los cristales en que estaban incrustadas las preciosas piedras
verdes. Por otro lado, el levantamiento geocartográfico de la cuenca fluvial y de las altas
estribaciones cordilleranas que bajan hacia el valle del río Magdalena compensaron con
largueza la escueta información.
Sólo faltaba visitar un trayecto de la región montañosa perteneciente al valle del río
Magdalena en este sector: aquél del río Negro que por un lado se extendía hasta Guaduas,
estación intermedia en el camino Honda-Bogotá, y por el otro hasta Pacho. Mientras La
Palma, localidad principal de la comarca, a la que Codazzi llegó el 10 de mayo, no ofrecía
nada esencial, en cambio vio en Pacho un poblado con ubicación muy pintoresca y una
avanzada de la civilización, ya que en él se encontraba la única ferrería que en la Nueva
Granada ofrecía rendimientos de cierta importancia.
De allí regresó en rápido galope a Bogotá, más pronto que en los años anteriores,
atendiendo a que la elaboración del material obtenido exigía mucho tiempo, y a que las
experiencias, apuntes, estadísticas, cuadros y dibujos de los otros miembros de la
Comisión, que no siempre acompañaban a Codazzi, debían utilizarse e integrarse dentro del
conjunto del trabajo.
Con toda energía acometió Codazzi esa tarea. "El informe preliminar terminado el 5 de
septiembre de 1851 - según comunica el secretario de Estado al Congreso - ya muestra lo
que se ha logrado realizar en dos años de trabajo. Ocho de nuestras provincias fueron
levantadas y dibujadas en planchas, con sus capitales - tanto de distrito como de cantón - y
otras plazas de importancia, con sus límites y sus caminos. Se ha determinado el curso de
187 grandes ríos y de más de 1.300 pequeñas pero apreciables corrientes de agua. Se han
registrado topográficamente las extensas cadenas de montañas, como también los ejes de
sus ramales cordilleranos y los espolones de éstos; las altiplanicies, las mesetas y las
profundidades de los valles; las selvas y las llanuras; los lagos, las lagunas y los pantanos;
las praderas y las estepas. Los trabajos ya concluidos abarcan las provincias de Ocaña,
Pamplona, Santander, Socorro, Soto, Tundama, Tunja y Vélez". Los cuatro últimos mapas
provinciales que entregó Codazzi iban acompañados de cuatro tomos descriptivos, catorce
cuadernos con los itinerarios y once pormenorizadas descripciones de los cantones.
Cuando Codazzi presentó el trabajo, Paredes ya no desempeñaba el cargo de secretario de
Estado, pues había sido enviado a Washington como ministro residente, pero su sucesor,
José María Plata, se identificaba con el modo de sentir de quien lo precediera, al expresar a
Codazzi los agradecimientos del gobierno, cuando le anunció su pronto ascenso al grado de
coronel. Éste dependía de la aprobación del Congreso, el cual la otorgó el 27 de marzo de
1852, para dar "al meritorio oficial una prueba de estimación, con la que fueron recibidos
los primeros trabajos geográficos efectuados en las provincias del norte. El gobierno debe
efectuar las consecuentes modificaciones del contrato del 20 de octubre de 1849 y aumentar
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los ingresos que recibe el coronel Codazzi, como jefe de la Comisión Corográfica, hasta el
valor que cubra los gastos de transporte y alimentación. Las disposiciones sobre el
transporte y hospedaje de los militares en servicio activo también deberán aplicarse a los
miembros de dicha Comisión".
Como en los dos años precedentes, también en 1852 salió Codazzi en los primeros días de
enero. Esta vez el viaje tenía como meta el corazón de la Nueva Granada: el vasto territorio
montañoso de las provincias de Antioquia, Cauca, Córdoba, Mariquita y Medellín. Una vez
efectuada satisfactoriamente la mensura, la parte más importante de su tarea se habría
cumplido, no obstante que dar faltando la mitad de las provincias, entre ellas las que limitan
con el mar y que, por lo mismo, tenían más interés para el exterior que para la Nueva
Granada, que miraba decididamente hacia adentro. Durante el nuevo recorrido, los
bogotanos hubieron de actuar con sumo cuidado, ya que en la mayoría de las ciudades por
las que debieron pasar el mando lo ejercían los más feroces opositores al partido
gobernante: los conservadores de la vieja guardia.
Codazzi empezó por aquella zona de la provincia de Mariquita, antiguo lugar de residencia
de Mutis, para lo cual lo apropiado era salir de Ibagué hacia aquella maravillosa cadena de
altas montañas cuya más sobresaliente prominencia era el orgulloso cono nevado del
Tolima, al lado del cual se hallaban los glaciares del páramo del Ruiz, de la Mesa de
Herveo y muchas otras cimas nevadas. "A quien sube la montaña lo acompaña durante
cierto trecho un denso verdor en las copas del follaje y en el suelo; pero pronto la
vegetación, si bien todavía multicolor, deja de componerse de los mismos árboles, plantas y
hierbas de abajo; a la altura de tres mil metros los árboles se transforman en arbustos, todas
las plantas son más débiles y menos altas; un poco más arriba no hay más que frailejón y
algunas hierbas hasta los 4.200 metros, y de ahí en adelante sólo muy pocas plantas trepan
hasta el linde con la nieve perpetua, que se encuentra a diferente altitud en cada cumbre: en
el Santa Isabel y el Quindío a 5.100 metros; en el Ruiz a 4.845 metros. Entre los mantos de
nieve de estos gigantes helados se observan estrechas interrupciones de arena y pedazos de
traquita: antiguas morrenas de viejos glaciares.

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Zipaquirá

En el Ruiz, el espesor de la masa congelada es de dieciséis metros; de diez en el Santa


Isabel. Al borde del hielo, en la arena se observan elevaciones en forma de ondas: indicio
del flujo de antiguos glaciares separados del núcleo fijo de la masa. Sobre la arena mojada
por la corriente de agua que la cruza, pernoctamos no lejos del lugar donde otrora viviera
Ruiz, "el español", un sabio solitario. Nos acostamos debajo de una carpa de caucho, sin
poder prender una hoguera, por falta de combustible. Durante la noche cayó un manto de
nieve de medio pie de espesor, que se congeló y al amanecer se compactó. Para llegar a
nuestro campamento, tuvimos que ascender arduamente. Durante una hora soportamos una
granizada, y al llegar arriba nos topamos con una niebla de tal densidad, que los guías no
encontraron los mojones que marcan el camino. Allí no se daban ni truenos ni descargas
eléctricas. El silencio de estas frías soledades, la ausencia de seres vivos, tanto de plantas
como de animales, todo ello unido confiere a estas cumbres de la cordillera un tono
melancólico, especialmente aquí, en un país tropical; parece como si uno hubiera sido
conducido al reino de la muerte. Nuestros compañeros se refugiaron durante la noche en
una cueva de la vertiente rocosa, y del techo goteaba agua; a la mañana siguiente, en todas
partes colgaban cristalinos carámbanos y las oscuras paredes de roca estaban llenas de
salpicaduras de nieve. Cerca del páramo de Herveo se halla la cumbre nevada de un volcán
actualmente inactivo, con forma de cono truncado y cuyas vertientes las cubre totalmente
un manto de arena que va del color azufre hasta el negro o el ceniza, manto en el cual
sobresalen duros bloques de traquita. La boca del cráter es visible; de ella salió la piedra
pómez que se ha mezclado con la arena, y todavía las emanaciones tiñen de amarillo la
nieve de la cumbre. De la base del cono hacia abajo empiezan los manantiales de aguas
calientes que exhalan azufre, en parte burbujeantes pero cuya temperatura no será nunca
mayor de 64° centígrados, mientras que el azufre sólo se evapora a partir de una

99
temperatura de 316° centígrados. Como era imposible avanzar sobre los glaciares
desgarrados por profundas grietas, tendí una base en la superficie de la nieve recién caída, y
seguidamente tomé los ángulos de distancia y altura. Mientras realizaba este trabajo, a mi
espalda tenía el cráter, y ante mí se extendía el más imponente panorama: a la izquierda, la
Mesa de Herveo; enfrente, el páramo del Ruiz; algo más lejos, las cumbres de Santa Isabel
ocultando el nevado del Quindío, pero no así la resplandeciente nieve del cono del Tolima,
sobre el cual se arqueaba un firmamento profundamente azul".
Esta medición de una cordillera, la más extensa realizada hasta el momento por Codazzi,
duró casi un mes; y se efectuó en el mismo lugar donde Caldas, hacía casi cuatro decenios,
había buscado refugio.
El 12 de febrero entraron en Manizales, donde Codazzi, por solicitud del gobernador de la
provincia de Córdoba, amojonó la plaza de mercado, tras lo cual hubo de cumplir otro
deseo del gobernador, o sea explorar y determinar la mejor ruta para un camino desde
Rionegro, la capital de la provincia, hasta el río Magdalena. Prestamente resolvió iniciar
una excursión de dos meses, cuya meta era la pequeña ciudad de Nechí, situada en la
desembocadura del río del mismo nombre en el Cauca. El viaje de ida resultó
especialmente difícil, ya que llevaba a través de las cabeceras, o sea la cuenca superior de
todos los ríos que, procedentes de la altura cordillerana, bajaban al río Magdalena. El
regreso fue más fácil: a lo largo de los extensos valles de los ríos Nechí y Porce, que se
midieron con especial cuidado. El 24 de abril se hallaba Codazzi de nuevo en Rionegro, y
entregó al gobernador no solamente el croquis de un mapa del cantón de Salamina, que era
de la mayor importancia para el trayecto entre Sonsón y Honda, sino también un mapa de
toda la provincia con la indicación de las diferentes líneas de comunicación. A la vez le
manifestó que el viejo camino que terminaba cerca de Nechí era del todo inutilizable y no
cabía mejorarlo; de manera que había de prescindirse de él y construir otra ruta que,
cruzando el río Guatapé, llegara a aquel puerto fluvial. Ulteriormente envió mapas más
exactos, con especificaciones pormenorizadas sobre los diferentes trayectos del camino. En
Medellín, punto principal de todo este imponente mundo montañoso, el levantamiento
geocartográfico de Codazzi suscitó el más vivo interés, no solamente en el gobierno sino
también en círculos privados; por lo tanto, en esta inteligente ciudad se le ofreció cuantiosa
y efectiva ayuda. "Durante mi trabajo corográfico de diez años en Venezuela y de casi tres
en la Nueva Granada, nunca había encontrado tal conocimiento del país como aquí, donde
las observaciones geográficas anteriores, comparadas con las operaciones mías, realizadas
de modo rápido, coincidieron bien, de manera que merecieron crédito. Los habitantes de
esta región le deben gratitud al ingeniero inglés Tyrrel Moore, no sólo por haberles
suministrado máquinas e instrumentos para la minería, sino también, y especialmente, por
sus empeños durante cuatro años para elaborar un mapa exacto del país antioqueño, ya que
determinó más de doscientos puntos triangulares, cada uno con la aplicación de veinte
triángulos. Apenas llegué aquí, me visitó Moore, del cual ya había oído hablar con mucha
deferencia. Le pedí permitirme comparar sus mapas con los míos, lo cual ocurrió en
presencia de varias personas entendidas, como el doctor William R. Tervis. Cuán grande
100
fue entonces mi sorpresa, y nuestra mutua satisfacción, cuando se comprobó una exacta
similitud entre sus trabajos y los míos. Moore me dio su mapa de río Cauca arriba, desde
Nechí hasta Valdivia, lo que me eximió de recorrer este trayecto, tan aburrido como
peligroso para la salud, durante el levantamiento geocartográfico del valle del río. Otro
extranjero al que este país mucho le debe, es el excelente y bien informado Karl S. de
Greiff (38), de nacionalidad sueca, a quien conocí hace muchos años. Él había recorrido a
pie esa gran porción de la cordillera, hasta entonces desconocida, que separa las provincias
del Cauca y del Chocó, para encontrar un paso transitable, y lo mismo hizo en el ramal
cordillerano de Murindó. Los detalles obtenidos en esas excursiones los consignó en un
mapa, que obtuve gracias a su amabilidad y que me será muy útil en mi próximo viaje. De
él también recibí la primera noticia acerca del muy lamentado investigador alemán
Degenhardt, en quien tan grandes esperanzas habían depositado el mundo y la Nueva
Granada" (39).
De Medellín bajó Codazzi, vía Amagá, al cañón del río Cauca, por cuya orilla derecha
prosiguió hasta cerca de Valdivia, para continuar su viaje, al otro lado de la divisoria de
aguas en la cuenca del río Atrato, por el valle del río Sucio hasta Dabeiba. En cercanías de
este pueblo, de tan añejo nombre que recordaba aquel otro de Eldorado, vivía un negro
llamado Rafael Rivera, que le había sido recomendado por De Greiff. Hombre activo y de
mucha influencia en su región, acababa de regresar de una expedición de tres meses, en la
cual, navegando por el río León, que nace al norte del río Sucio, alcanzó el golfo de Urabá.
Aportó a Codazzi muchos datos acerca de la geografía regional, ya que durante aquella
navegación por aguas que cruzan los territorios de diferentes grupos de indios salvajes, al
parecer pertenecientes a los esquivos citaraes, conoció muchas novedades.
Hacia el occidente los llevaron las investigaciones, iniciadas en Dabeiba, acerca de ramales
cordilleranos densamente cubiertos de selva de montaña, hasta la fecha no hollados por
europeos, pero que varias veces se mencionan en las actas bogotanas relativas a problemas
fronterizos.
Cabalgando río arriba por la orilla izquierda del angosto valle del río Cauca, llegó Codazzi
a fines de junio a Antioquia, capital de la provincia del mismo nombre, en la cual el
gobernador Juan La Rote había creado, con fecha 11 de mayo, una comisión local que
debería ayudar a Codazzi en sus trabajos. De ella formaban parte Manuel del Corral, José
María Martínez y Andrés Londoño, cuyos numerosos y pormenorizados informes tan
obligantes fueron para Codazzi. El interés principal de esta retirada ciudad se dirigía a la
cuestión de la posible o imposible navegabilidad del río Cauca, el cual durante cierto
trayecto corre espumante por entre un estrecho y profundo cañón, formando innumerables
remolinos, cascadas y vacíos, arrastrando consigo rocas y árboles gigantescos. El informe
de Codazzi, fechado el 4 de julio, desvaneció en los antioqueños toda esperanza al respecto,
ya que sin un amplio y costosísimo sistema de esclusas era imposible lograr la tan ansiada
vía fluvial. Acaso después de transcurrido mucho tiempo, cuando aquí habitara una densa y
rica población, pudiese ser realizable una obra de tal magnitud, haciendo posible la
navegación de vapores río arriba hasta Cali. Por lo pronto, no había que pensar en tal cosa.
101
De la misma manera opinó Codazzi acerca de una comunicación por tierra que se sirviese
de los caminos existentes. Simplemente, la ciudad carecía de una situación geográfica
aceptable para el comercio interior. Tan sólo una perspectiva se ofrecía: "Nuestro istmo
atrae las miradas de todo el mundo civilizado. Tanto Inglaterra como Estados Unidos
piensan en un canal interoceánico para el tráfico mundial (40). Cuando la Nueva Granada
aún padecía toda suerte de calamidades internas, las grandes potencias comerciales
creyeron conveniente la apertura de una vía navegable, en lo cual debimos pensar nosotros
durante nuestras negociaciones sobre la deuda externa. La cesión de un territorio para el
canal nos hubiera ayudado. De todos modos, una vez las naciones que dominan los mares
se resuelvan a construir el canal, dicha cesión será una realidad. Cuando exista este canal,
sea valiéndose del río Napipí o del río Arquía, los intereses de la provincia de Antioquia
estarán del otro lado de la cordillera, y su gran arteria de comunicaciones tendrá que ser
entonces el río Atrato. Más de doscientas leguas cuadradas de su territorio pertenecen al
cantón de Antioquia. Aquí tres cuencas de antiguas lagunas se escalonan hacia la llanura
baja: una entre los ríos Murrí y Mungó; otra, la más pequeña, la del río Amparadó; y la
mediana, del río Urrao. Todos estos territorios esperan la llegada de trabajadores europeos,
y parece que no está lejano el día en que el canal atraiga colonos europeos - ya que aquí el
clima es suave, incluso frecuentemente fresco -, a esta región comunicada por vías fluviales
tanto con el Atrato como con el canal mismo, y con los centros comerciales que surgirán
rápidamente en sus riberas. Tal la mirada al futuro. Empero, por lo pronto habrá que
establecer un camino mejor hacia Urrao, ya que el actual que lleva a Bebará, el más cercano
pueblo de la provincia del Chocó a orillas del río Atrato, no es susceptible de
mejoramiento. Un conocedor de estas soledosas montañas me indicó otro camino que
conduce al mismo puerto fluvial; pasa por el Morro de Cocuyo y se puede conectar por la
otra vertiente con el camino de Medellín".
También en problemas de orden práctico, Codazzi no quiso omitir su teoría de los antiguos
lagos de agua dulce en las montañas, no obstante que esta suposición no parecía acertada en
el caso de las regiones antioqueñas ricas en oro, ya que allí, al parecer por el fuerte flujo de
las corrientes, una vez los filones auríferos en el fondo del mar se desintegraron, los
depósitos del metal precioso fueron arrastrados a sus actuales sitios, y allí los cubrieron
estratos más recientes, en los cuales las conchas y la conchuela comprueban que el
asentamiento de los depósitos se efectuó cuando el mar todavía cubría estas regiones
regresiva o transgresivamente.
Desde Antioquia recomendó encarecidamente al gobernador de Medellín la construcción de
una calzada de Medellín a San Bartolomé vía Amalfi, a la vera del río Magdalena, como
también la de un camino al pueblo de Barbosa, desde donde el Medellín, que más adelante
desemboca en el Porce, empieza a ser navegable.
Continuaron cabalgando en dirección al alto valle del río Cauca, vía Titiribí, hacia Supía,
centro de un dilatado distrito minero, cuyo principal punto de explotación era el afamado
Marmato. Aquí estudió Codazzi el laboreo del oro, tanto en la práctica como en las
descripciones de Boussingault y en los tratados químicos de Dufrénoy, que debía a la
102
amabilidad de Acosta. Prosiguieron valle del Cauca arriba hasta alcanzar a Cartago, la más
deficiente y menos importante capital de provincia, no obstante su tráfico comercial, que
había conocido Codazzi hasta la fecha. Desde aquí emprendieron varias excursiones de
levantamientos geocartográficos, la última de las cuales, a través del paso del Quindío, los
llevó a Ibagué, de donde habían salido exactamente hacía seis meses, lo que ahora
aprovecharon para terminar el levantamiento, en dirección a Honda, de la provincia de
Mariquita, para lo cual se apoyaron en un precedente mapa de Roulin.
Recién llegado a Bogotá, supo Codazzi que durante su ausencia se había otorgado, el 1° de
junio, privilegio para la construcción de un canal interoceánico a un curioso personaje,
Edward Cullen (41), quien ya había representado a la Sociedad del Canal del Darién,
fundada provisionalmente en 1850 en Londres, y a cuya junta directiva pertenecían, además
de respetables banqueros, también diplomáticos y funcionarios consulares neogranadinos.
Este irlandés, antiguo médico de la marina, aparecía ante muchos como excepcional
conocedor del istmo, mientras que Codazzi lo consideraba un estafador. Después de
extensas excursiones entre los indígenas de Guayana y Venezuela y luego de una
temporada en California, llegó por primera vez en 1849, en compañía de buscadores
norteamericanos de oro, al golfo de San Miguel. Allí conoció al escocés Andrew Hassock,
quien, merced a sus negocios de comercio y trueque, era hombre de confianza de los indios
y le dio oportunidad a Cullen de cruzar el istmo por caminos fuera de todo control, de tal
manera que cerca de Puerto Escocés pudo ver, enfrente, el "otro" mar. A partir de este
acontecimiento, Cullen no cejó en su propósito de aparecer como un gran descubridor.
Inmediatamente, a principios del año 1850, empezó a promover la idea en la Gaceta de
Panamá y en periódicos de lengua inglesa. A finales del mismo año, otra vez navegó desde
el golfo de San Miguel, dejándose llevar por la corriente. Después intentó cruzar el paso de
Paya y, en julio de 1851, se aventuró hasta Lorica en aguas del río Sinú. Esta insólita
carrera había llamado la atención, desde cuando publicara en Londres un libro que
relacionaba diversos hechos de la región del Darién. Basándose en este relato, se le había
dado curso, el 15 de marzo de 1852, al proyecto definitivo de una gran sociedad londinense,
a cuya cabeza se pusieron sir Charles Fox, John Henderson y Thomas Brassey y que intentó
recoger un capital de quince millones de libras esterlinas, y envió prontamente al Darién a
los ingenieros Lionel Gisborne y Henry C. Forde, quienes llegaron el 1° de mayo a
Cartagena, para allí esperar a Cullen.

103
Ambalema/Río Magdalena

Patrick Wilson, influyente cabeza de la colonia inglesa en Bogotá, miembro de la casa


londinense Powles, Illingworth and Wilson, se asoció a la empresa, no obstante que
Codazzi intentó disuadirlo. Este se había enterado con sorpresa que Cullen había obtenido
en Bogotá acceso a fuentes informativas sobre antiguas investigaciones referentes al istmo.
Ya el 4 de junio había partido de Bogotá aquel hombre infatigable y, al no encontrar en
Cartagena a los ingenieros londinenses, alquiló una embarcación de cabotaje a fin de
seguirlos. Sin embargo, Gisborne y Forde sólo se habían quedado dos días en la bahía de
Caledonia, para proseguir inmediatamente a Panamá vía Aspinwall, y desde allí navegar
con rumbo a la bahía de San Miguel. En estas aguas efectuaron sondeos, tras lo cual
remontaron los ríos Sabana y Lara, hablaron con Andrew Hassock, penetraron algunas
millas tierra adentro, y ya el 12 de julio habían anclado otra vez su barquito cerca de
Panamá, cansados, agotadas sus fuerzas y sin haber obtenido ningún resultado
verdaderamente práctico. Ocho días después llegó allí Cullen. Desilusionado, afirmó que
los ingenieros se desentendían de la ruta por él propuesta, faltando así a su deber. Intervino
el cónsul inglés, se formularon reclamaciones y contrarreclamaciones, y a la postre no se
logró zanjar la disputa.

104
Codazzi, no obstante su antipatía hacia Cullen, estudió con desagrado, a fines de
septiembre, el informe que sobre aquellos sucesos había redactado el gobernador de
Panamá, para concluir que se había venido abajo la expectativa que se forjara el país. Sus
conceptos contrarios a la validez de la fama de que Cullen se había hecho rodear ganaron
terreno, a pesar de las actuaciones adelantadas contra Codazzi por John Vincent, agente de
Cullen, y Patrick Wilson, representante de la compañía londinense.
En aquella época frecuentaba la casa de Codazzi un interesante norteamericano, Isaac F.
Holton (42), profesor de ciencias naturales en el Middleburg College y especializado en
botánica. Estaba recogiendo datos para la relación de su viaje, y de Codazzi recibió algunos
mapas, los folletines de Ancízar y las descripciones de los indígenas de la región de
Antioquia, de las cuales era autor Karl C. de Greiff.
Cuenta Holton que en Bogotá no visitaba casa con mayor agrado que la del coronel
Codazzi. "Encontraba en la sala a las hijas menores ocupadas en labores de aguja. La
comida era muy sobria, pero si hallaba a la familia todavía sentada a la mesa, no tenía
fuerza para rechazar su invitación a quedarme a comer. Codazzi, como jefe de la Comisión
Corográfica, ha soportado increíbles fatigas, y si continúa trabajando como hasta la fecha,
en pocos años no habrá rincón alguno del país que no haya visitado. Ahora precisamente
acaba de regresar de la provincia de Antioquia. Es muy entusiasta, de valor a toda prueba y,
según pienso, fidelísimo amigo. En su empresa, ha contado con compañeros capaces.
Aunque no le era fácil encontrarlos, el gobierno se esmeró en proporcionárselos. Los
miembros de la Comisión midieron longitudes, latitudes y alturas, y realizaron numerosas
observaciones. Todo ello ha sido un trabajo duro, pero el éxito y los honores están a la
vista, ya que hasta la fecha no existe ningún buen mapa de la Nueva Granada. Para mi
dibujo utilicé en lo posible la nueva plancha del coronel Codazzi con las rutas del correo.
En mi mapa he incluido veinticuatro lugares de las provincias del norte, y unos diez de
Antioquia, según las mediciones de la Comisión Corográfica, de cuya exactitud es garantía
el nombre de Codazzi".
Durante su visita a la Nueva Granada y mientras Ancízar estuvo ausente, Holton encontró
en Triana excelente consejero. "A él me dirigí en lo que respecta a todos los problemas de
ciencias naturales. Pensaba que le llevaría gran ventaja en conocimientos científicos; sin
embargo, me enseñó muchos pormenores, especialmente botánicos". En aquel entonces
Triana acababa de publicar su primer escrito, o sea la parte inicial de una visión general de
las plantas útiles de su tierra natal, entre las cuales se encontraban el bejuco de agua, el
árbol de la quina, las palmas de tagua y cera, las miricáceas y otras plantas. Había avanzado
rápidamente en sus estudios, especialmente con la ayuda de los escritos que le había
proporcionado el señor Schlim, y las constantes y provechosas relaciones con Hermann
Karsten, el botánico y geognosta alemán, quien, una vez concluidas sus investigaciones en
Venezuela, había escogido a Bogotá como centro de sus estudios sobre la naturaleza
neogranadina.
También Mosquera se hallaba presente en Bogotá, aunque tan sólo personificado por un
libro: una visión general de la Nueva Granada, para la cual aprovechó a su modo toda
105
información obtenible, así como sus propios conocimientos que sobre el país tenía en
materia de geografía, física, botánica, geología, hidrografía, etnología y política. La obra,
dedicada a la Sociedad Geográfica Americana, contenía cosas acertadas y dignas de saberse
y encontró en Codazzi, quien había llegado a justipreciar cada vez más a Mosquera, el
merecido reconocimiento, pero no pudo sacar de este libro un verdadero provecho, como
tampoco del que publicara al mismo tiempo A. B. Cuervo. Le pareció importante sí que en
esta obra las provincias se agrupasen en ocho secciones: Istmo, Magdalena, Litoral, Cauca,
Antioquia, Cundinamarca, Boyacá y Guamentá.
Por disposición del Congreso expedida el 27 de marzo de 1852, se firmó el 22 de diciembre
un nuevo contrato con el gobierno, según el cual el sueldo anual de Codazzi se aumentó a
4.800 pesos, se limitó su responsabilidad por pérdida y daños de los instrumentos, y se
dieron instrucciones sobre el pago del sueldo en caso de enfermedad. Este progreso
satisfizo al hombre modesto, que a la vez esperaba disponer ahora de tiempo y tranquilidad
para elaborar sus materiales.
La muerte repentina de Joaquín Acosta lo afectó honda y tristemente, más cuando sabía que
dejaba muchos trabajos científicos inconclusos. Por ello, en vista de sus años, decidió tener
de ahora en adelante mayor consideración para con los suyos. Pensaba, en primer lugar,
dibujar y escribir sin prisa pero sin pausa, a la vez que ordenar los tesoros enormemente
abundantes, reservar tiempo para madurar los problemas geológicos y geodésicos y poco a
poco alistar para su publicación lo ya reunido. Esta intención no se realizó. A principios del
año 1853 Codazzi fue separado de sus estudios.
Por aquel entonces llegaron importantes noticias a Bogotá que exigieron atención
inmediata. Se referían a unos proyectos de canal interoceánico que hasta hacía poco habían
sido considerados de escasa trascendencia, pero que Codazzi había visto con especial
interés.
En la edición de 1849 de sus Cuadros de la naturaleza, Humboldt recordó nuevamente
aquella información, teóricamente tan atractiva, que había recibido hacía muchos años,
acerca del arrastradero para canoas entre las aguas del río Atrato y las del San Juan. Pronto
esta reminiscencia provocó cierta agitación, y no sólo ocasionó que en Bogotá, el 18 de
junio de 1851, Ricardo de la Parra y Benjamín Blagge obtuvieran privilegio oficial para la
construcción de un canal, a través de la provincia del Chocó, sino que también se conoció
en Nueva York, desde donde se dirigían los trabajos del ferrocarril entre Aspinwall y
Panamá, que avanzaban activamente, y desde donde, así mismo, estaban puestas las
miradas cada vez más persistentemente en el sur. En la gran metrópoli norteamericana
bastaba que un hombre emprendedor, Frederick M. Kelley (43), quisiera hacer investigar
más detalladamente las informaciones de Humboldt, para que por su cuenta viajara, a
principios de 1852, William Kennish, primeramente al valle del río Atrato, luego al Chocó
y finalmente al Darién. De este primer viaje exploratorio de los neoyorquinos, que terminó
en junio del mismo año y que tuvo como finalidad orientarse y reconocer el terreno, nada se
supo durante largo tiempo allá arriba, en las montañas de Cundinamarca, como tampoco
sobre otros dos viajes posteriores que también hizo realizar Kelley. Pero pronto llegó allá
106
un inquietante mensaje enviado el 11 de diciembre de 1852 por el gobernador de la
provincia del Chocó, Nicomedes Conto, según el cual a mediados del año habían llegado a
Quibdó tres norteamericanos, legítimos yanquis, que efectuaron investigaciones de
diferente tipo. Habían viajado de Cartagena a Turbo, y aquí, acompañados por Miguel
Porras, habían empezado, a principios de junio, las mediciones. No sólo navegaron por el
Atrato sino también por las desembocaduras de los ríos Napipí, Opogodó y Bojayá.
Después dos de los viajeros, utilizando el río Pató, cruzaron la divisoria de aguas hacia el
Mar del Sur, y siguieron por el río Baudó hasta el océano Pacífico, para luego regresar a
Quibdó por los ríos Tepé, Surucó, Santa Mónica y San Pablo. Allí los forasteros se
despidieron, para cruzar nuevamente la divisoria de las vertientes de montaña hacia el Mar
del Sur, y navegaron por el río San Juan en toda su extensión, hasta su desembocadura en el
delta del Charambirá. El 3 de septiembre despidieron en Puerto de Guineo a los cargueros y
los bogas. Agregaba el gobernador que los forasteros habían prometido regresar a Quibdó,
para continuar sus investigaciones en el bajo Atrato, pero que desgraciadamente esto no
sucedió. Ni el curso del río Bojayá, ni el del Napipí, ni el del Cacarica, especialmente
recomendado por el padre Ochoa, ni tampoco la región de Arquía fueron explorados por
ellos. Calificaron de bueno el mapa que del valle del Atrato había elaborado Joaquín
Acosta, mientras a otro de las regiones de Baudó y San Juan lo consideraron malo. A los
norteamericanos les pareció - según sus propias declaraciones o las de sus acompañantes,
que regresaron más tarde - que todos los pasos en el interior del Chocó, lo mismo que los
arrastraderos de canoas, eran inservibles para la construcción de vías de comunicación
acuáticas interoceánicas.
No obstante su contenido poco agradable, esta información pesaba, ya que en Bogotá se
sabía que el jefe de la expedición era nada menos que John C. Trautwine (44), de Filadelfia,
cuyos conceptos había que considerar válidos, por la amplia experiencia adquirida durante
los trabajos en el canal del Dique y en el ferrocarril de Panamá. Además, lo acompañaban
personas capaces, como Henry Mc. Cann y Mina B. Halstedt.
En estas circunstancias, Codazzi tenía que seguir cuanto antes las huellas de los
norteamericanos. La tarea encuadraba perfectamente en el plan de trabajo de sus
levantamientos geocartográficos, ya que su campo de acción en los valles del Magdalena,
del Cauca y del Atrato se conectaba con la red de las mediciones anteriores. Fue así como
se dirigió, rápidamente y por primera vez, hacia la costa neogranadina.
A bordo del vapor Vencedor, Codazzi completó algunos puntos que aún le faltaba
determinar en el curso del río Magdalena, antes de arribar felizmente al puerto marítimo de
Barranquilla, el cual, en comparación con su estado en 1826, mostraba considerable
progreso y ya había sustituido a Santa Marta como principal plaza comercial de las riberas
del Magdalena. Alquiló en Barranquilla un pequeño barco de cabotaje y navegó, después de
haber observado el delta del río, hacia la bahía de Urabá, cuya orilla pisó el 1° de febrero de
1853 en Turbo, donde le llegaron los ecos de aquella misma soledad y desesperación de la
época de la guerra de independencia. Al recordar sus antiguas andanzas de aventurero,
movía con incredulidad la cabeza pensando en que nunca hubiera podido suponer entonces
107
que alguna vez cruzaría de nuevo, como geógrafo, la misma corriente que en esos días le
pareciera tan espantosa y que ahora apenas consideraba incómoda por la terquedad de los
bogas. Codazzi opinó que el Atrato era más apropiado para la navegación en buques de
vapor que el Magdalena, ya que no tenía tantos ni permanentes bajos, gracias a la alta
precipitación en toda su hoya de captación, lo cual garantizaba siempre un nivel de agua
suficientemente alto.
Como punto de salida de la primera excursión en canoa, se escogió Tebada, villorrio
situado en la desembocadura del río Murrí en el Atrato. Aquí se dejó la mayor parte de los
instrumentos para, aligerados de equipaje, poder investigar los afluentes del Atrato en su
orilla izquierda, comenzando por el Napipí, que era por entonces el más atrayente desde el
punto de vista de una comunicación fluvial entre los territorios de los océanos Atlántico y
Pacífico, en parte por las recomendaciones de Humboldt - lo que dio lugar a que este
proyecto se llamara la línea de Humboldt - y en parte por el informe que el corsario John
Illingworth, como jefe de la corbeta Rosa de los Andes, rindiera sobre una excursión desde
la bahía de Cupica hasta Antadó, atracadero en el río Napipí, durante la lucha contra los
españoles. Con tal documento en la mano remontó Codazzi dicho río, hasta alcanzar el
punto indicado por Illingworth, desde el cual exploró la cordillera, pero no encontró ningún
lugar apto para la construcción de un canal. Al expresar su concepto del todo desfavorable a
este inhóspito territorio, opinó: "Si se quisiera establecer, por medio del Napipí, una
comunicación acuática suficiente para barcos mayores, sería necesario recortar o perforar
considerables alturas; es decir, una vía de más de siete leguas exigiría de todos modos
romper la entraña de la cordillera. El canal necesitaría varias esclusas, así como una flotilla
de botes de vapor para el servicio regular de remolque, no sólo en el trayecto del canal, sino
a lo largo de toda la ruta entre el golfo de Urabá y la bahía de Cupica, cuyo puerto
protegido es, por lo demás, bastante pequeño". Con esto también se contestaba la pregunta
de si otros ríos afluentes del Atrato y vecinos del Napipí, como el Bojayá o el Opogodó,
podrían utilizarse para la construcción de una vía de esta índole. En tales circunstancias,
Codazzi resolvió navegar aún más aguas abajo del Atrato hasta el río Truandó, cuya
comunicación con el río Juradó varias veces habían destacado publicaciones europeas, y
penetró resueltamente en el curso de este último, hasta cuando un accidente lo hizo perder
sus pocos instrumentos, por lo que hubo de regresar a Tebada.

108
Nevados del Tolima, Quindió, Santa Isabel y Ruiz.

Durante estas investigaciones, indígenas que se llamaban a sí mismos cunas, enseñaron a


Codazzi algo referente a la navegación interfluvial. "En sus livianas canoas y balsas se
movilizan velozmente y realizan extensos viajes. Habitan al norte, hasta el piedemonte de
la serranía del Darién. Allí el río Tarena constituye el límite de sus comunicaciones; sin
embargo, cruzan por varias sendas la cumbre de la serranía y con la ayuda, por ejemplo, de
los ríos Cacarica y Arquía llegan a las aguas del Paya y del Tuira, por cuyas corrientes
prosiguen hasta el golfo de San Miguel, donde efectúan con los marinos de Panamá
negocios de trueque. Parte de su pueblo vive también en la propia costa del Mar del Sur,
por ejemplo en Juradó, desde donde, navegando por el río Truandó, se reencuentra con sus
semejantes que moran a orillas del Atrato. En la bahía de Cupica vive entre ellos un solo
criollo".
Desde Tebada navegó Codazzi hasta Quibdó, donde se informó de labios del gobernador
Conto, lo más exactamente posible, respecto de las vías usadas por Trautwine.
Acerca de la provincia del Chocó, cuya capital era el poco habitado Quibdó, localidad que
conociera Codazzi en su primer viaje a la Nueva Granada, se tenía en Bogotá apenas una
vaga idea. Codazzi, no obstante, poseía un documento en que se describía la provincia,
fechado el 29 de septiembre de 1801 en Ibagué y encontrado entre los papeles de
Humboldt. Inicialmente su centro era Nóvita, en la región del Pacífico, al cual se
agregaron: al sur Atatamá, con la avanzada de Chame; y al norte Citará, con la avanzada de
Quibdó. Ya en dicho informe se aseveraba la existencia, en territorio chocoano, de lugares

109
como los buscados por Trautwine: un punto donde el viajero podía con la mano derecha
tomar agua que corría al océano Atlántico, y con la izquierda agua que corría al Pacífico.
Codazzi tenía que explorar ahora esta línea divisoria entre la cuenca del Atrato y el río
Quito, por un lado, y el río Baudó y el San Juan, por el otro. Allá inspeccionó
especialmente los pasos de los ríos Suruco y Pató, y acá los de los ríos Tadó y San Pablo.
En el último lugar, tan renombrado desde los tiempos de Humboldt, escribió Codazzi,
desilusionado pero con toda franqueza, que no existía ni la más remota perspectiva para un
canal interoceánico por estas tierras, al menos para embarcaciones de alto bordo, aunque
fuesen pequeñas: En el mejor de los casos, podía lograrse un paso para vapores de poco
calado y mínimo tonelaje, pero también esta vía sólo era posible con costos excesivamente
altos para traer el agua que debía alimentar el canal.
"Tal comunicación fluvial de la región es ahora, y lo será por muchos años, totalmente
innecesaria, aun con miras a un rápido desenvolvimiento del comercio, la agricultura y la
minería, mientras nuestra población de las riberas del San Juan pueda llegar por este río
hasta Buenaventura y Panamá y los vecinos del Atrato dispongan de su curso para alcanzar
el golfo de Urabá y desde allí a Cartagena o a la estación terminal del ferrocarril de
Panamá".
Desde la mencionada San Pablo, solitaria población de pocos habitantes situada en el istmo
del mismo nombre, entre las cuencas de los ríos Atrato y San Juan, Codazzi prosiguió su
viaje, descendiendo por las aguas de este último. El 10 de marzo de 1853 abandonó su
canoa a orillas del río Tamaná, en el atracadero de la localidad de Nóvita, la titulada ciudad
capital de la provincia de Chocó, cuyas numerosas viviendas, techadas únicamente con
palmas y levantadas sobre estacas por la humedad del suelo, eran habitadas por toda clase
de animales y carentes de comodidades domésticas. Desde allí escribe Codazzi, el 22 de
marzo de 1853, al gobernador de la provincia: "Han pasado treinta y dos años desde
cuando, en cumplimiento de órdenes militares, viajé por estas regiones. Observo ahora
cierto aumento de la población en las orillas de los ríos, por aquel tiempo todavía
inhabitadas, con integrantes de la raza africana, a la vez que una disminución de los
antiguos lugares poblados. Nóvita ya no es lo que fue en 1820, y Quibdó permanece en la
misma situación de entonces. Aquí unos incendios trajeron desolación; allá la afectaron la
emigración o la muerte de unos solitarios mazamorreros de oro. El logro de la
modernización y el progreso nos exige una vigilante y consciente actitud ante el trabajo.
Esto no existe aquí, en perjuicio de la nación y del aprovechamiento de los recursos
naturales. Mientras la naturaleza le proporcione el necesario sustento, el hombre puede
vivir desnudo y frugalmente. Si está falto de dinero, mazamorrea en cualquier playa el oro
que estime necesario, compra lo deseado y se va de cacería, en tanto la mujer coge la canoa
y se va de comadreo. Aquellos que se creen libres, son en verdad esclavos de sus
minúsculas necesidades vitales. Posiblemente los pocos blancos que viven en Quibdó y
Nóvita - no existen otros pueblos aquí - no encuentran quien les ayude, cuando el rigor del
clima los obliga a solicitar el concurso de los negros para el trabajo agrícola o minero. El
Chocó es un país de minería, pero la riqueza no se explota como es debido. Falta el noble
110
afán de adquirir fortuna por medio del trabajo, lo cual hace posible el goce de la vida, la
educación de los hijos y un futuro seguro. ¡Sin el trabajo no es posible la prosperidad! En
Venezuela, donde rige una constitución mucho más liberal que la nuestra, el ciudadano está
obligado a trabajar, y en caso de negarse se le castiga, porque se ha comprendido que, con
una pereza generalizada, tanto el progreso nacional como las relaciones con el exterior se
paralizarían. ¡Cómo podría subsistir la Nueva Granada y costear las mínimas necesidades
estatales, si en todo el país el pueblo fuera tan perezoso como aquí, en la provincia del
Chocó! Cabe esperar el favor de un cambio, cuando una vía navegable corte el istmo y
conduzca, por ejemplo, desde la .bahía de Caledonia hasta el río Sabana. Entonces los
indígenas se convertirán en buenos trabajadores y los negros del Chocó y del Baudó dejarán
su pereza; los antioqueños bajarán de sus montañas a buscar nuevos caminos para el
comercio, a catear y a encontrar nuevos depósitos de minerales; los extranjeros les
seguirán, y una nueva era comenzará. ¿Pero cuándo sucederá esto? ¿Cuándo se cumplirán
tales esperanzas?".
Desde Nóvita llegó Codazzi, a través de un arrastradero para canoas entre los ríos Suruco y
Pepé, al pueblito de Baudó, situado enfrente de la desembocadura del último río
mencionado. Aquí se enteró, por boca del francés Antoine Posso, en cuya casa se habían
hospedado, de mucho de lo que relataban los norteamericanos, cuyos conceptos sobre el
problema del canal interfluvial e interior no pudo menos que aprobar. Vivía este francés
como un ermitaño en medio de los bondadosos indios chocoes y de los pérfidos congéneres
de la raza negra, o sea los mulatos, que representaban claramente la degeneración de la
población costanera.
En Baudó renovó la embarcación y la tripulación, a fin de viajar por vía marítima a
Buenaventura, no para medir las costas - lo que ya, para el almirantazgo británico, había
realizado en 1849 Henry Kellet, quien desde Londres enviara a Bogotá copias de los mapas
que había terminado - sino más bien para ahorrar gastos a la expedición, la cual se había
desviado del plan inicial y amenazaba volverse muy costosa. La travesía hasta
Buenaventura se cumplió sin mayores contratiempos, pero su continuación se complicó y
se prolongó por casi un mes, sin considerar la demora en la alta y escarpada isla de
Gorgona, ni la visita al pueblito de Iscuandé. La tripulación y los sirvientes de Codazzi
enfermaron. Por fin, el 2 de mayo, arribó la embarcación al puerto de Tumaco. Aquí
sucumbieron dos de los acompañantes de Codazzi, y la mayoría de los restantes no
pudieron continuar por agotamiento. Su jefe prosiguió solo hasta la laguna de Chimbuza,
para desde allí penetrar en el bajo y selvático delta del río Patía, pantanoso y malsano. Aquí
la costa de la provincia de Barbacoas se mostraba como la más singular entre las fronteras
marítimas de la Nueva Granada: una extensa tierra aluvial, en la cual, aquí y allá, todavía
alcanzaban a sobresalir las cumbres de una cordillera hundida. Aquí, a un mismo tiempo, la
arena del mar y la rocalla de los Andes habían obstruido las desembocaduras de los ríos.
Numerosas formaciones de dunas desnudas daban asiento a pobres, y tan desnudos como
ellas, navegantes y pescadores. No lejos de sus viviendas lacustres se observaban

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esporádicos cultivos de coca y de frutas, en medio de una impenetrable espesura de mangle,
bajo la cual fermentaba el agua lodosa.
En Barbacoas, el pueblo principal de la provincia, protegido por algunas lomas de las
emanaciones del suelo y la vegetación pantanosos, se reencontró el grupo expedicionario de
Codazzi, para continuar la marcha por el único camino que comunica la costa con la
altiplanicie de Túquerres, y por el cual inclusive los conocedores de la región sólo pueden
viajar a las espaldas de un indígena. Inicialmente se encaminaron a Mallana, pueblito
adyacente a la gigantesca montaña del mismo nombre, que es conocido por sus agrestes
alrededores, sus afiladas agujas rocosas y sus pirámides de piedra pintadas, restos de lo que
fuera la prolongación de una cresta de montaña. "Con el ascenso aumenta rápidamente el
frío; la vegetación disminuye, la densa niebla impide la visión y el viento anuncia que
hemos llegado a una vasta altiplanicie, la de mayor altura en la Nueva Granada: aquella en
la cual están enraizados los colosales volcanes de Azufral, Cumbal y Chiles". Codazzi,
quien no encontró en Túquerres un cielo del todo despejado, hubo de pensar, a cada paso,
en las palabras de Humboldt, de que aquí se encontraba el Tíbet de la América del Sur. Lo
que más lamentó fue no lograr ver desde ninguna parte la orgullosa y sobresaliente cabeza
del Cayambe. Después de aprovechar unos claros en el cielo cubierto de nubes, para
formarse una visión de conjunto, continuó el viaje. Encontró raros manantiales, algunos de
agua mineral, otros de ríos que más adelante crecen con fuerza, como el Sapuyes. Prosiguió
con rumbo al sur, hacia Ipiales, poblado pintorescamente ubicado al pie de los volcanes
Cumbal y Chiles, donde lo favoreció la suerte. Pudo aquí determinar exactamente la
situación del volcán Chiles, punto limítrofe de la mayor importancia en la frontera con el
Ecuador. Otro tanto hizo con las fuentes del fronterizo río San Juan, durante una excursión
a Mayasquer, y posteriormente con las del río Carchí. Visitó el puente natural de
Rumichaca - que figura equivocadamente, en antiguos libros quiteños de historia, como una
construcción maravillosa de los incas -, tras lo cual siguió, con grandes esfuerzos, el curso
del río de ese nombre, que más adelante desemboca en el Patía, en varias partes de cuyo
curso enormes rocas caídas sobre él se constituyen en puentes. Durante este trabajo, visitó
también el más afamado lugar de romería de esta región tan supersticiosa: la capilla de la
Gran Laja, edificada en el sitio donde se encontró un cuadro de la Madre de Dios pintado
en la piedra, a la cual acuden, desde tiempos inmemoriales, peregrinos de Perú y Quito,
como también del Chocó y Popayán. La próxima estación era Pasto, donde se reunió
nuevamente con sus compañeros, aunque con ciertas dificultades, aumentadas por el
comportamiento de la población local. Consideraba Codazzi a los pastusos, los últimos
defensores del dominio español, muy peligrosos: "Carecen de todo conocimiento y se
inclinan a la superstición. Son fanáticos, como pueden serlo sólo los pueblos de las
montañas que viven solitarios y nada saben de las obligaciones ciudadanas y cristianas. Por
causa de su índole salvaje, son proclives a seguir cualquier incitación a la violencia, lo cual
puede tornarse peligroso, por su conocimiento de todos los caminos y pasos en la montaña
rocosa, por los bastiones montañosos casi inexpugnables y por la siempre segura ayuda de
los vecinos a lo largo y ancho de la región. Si en Pasto están acantonadas las tropas, hay
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comercio y dinero; si ellas faltan, entonces se paraliza el tráfico, bajan los precios de todos
los productos, no existe ningún mercado. ¡La guerra civil llevó a Pasto, aunque parezca
paradójico, el bienestar y el progreso!".

Manglares (Tumaco)

Al afamado volcán que domina tanto la ciudad como toda la cordillera, profundamente
desgarrada por los impetuosos ríos Guáitara y Juanambú, lo describió pormenorizadamente
Boussingault en el año 1831, de manera que no parecían necesarios más trabajos. La
expedición bajó rápidamente al valle del río Patía, y pronto cruzó el río Mayo, en el cual se
veía, de acuerdo con una antigua tradición, la frontera septentrional del imperio incaico. No
obstante, según indicaciones lingüísticas y de otra naturaleza, debió de extenderse más allá.
A partir de Mercaderes, retomaron las formidables vertientes de la cordillera Central para
alcanzar a Almaguer. Desde allí fijó cartográficamente, en la medida que un viaje de ocho
días lo permitía, esta tierra agreste pero ricamente distribuida, hasta la altura del volcán de
Sotará y las fuentes del río Cauca, con base en posiciones principales exactamente
determinadas.
El 3 de julio se encontraba Codazzi en el pueblo natal de Caldas, cuyo triste destino tocó
tan vivamente su alma cuando pasaba la noche en Paisbamba, que resolvió dar a la gran
cordillera occidental de la Nueva Granada el nombre de Caldas. En Popayán hubo de
permanecer por más tiempo, especialmente para determinar la altura del Puracé, lo que

113
llevó a cabo en el mismo lugar donde hacía cerca de veinte años realizara Boussingault sus
observaciones. El trabajo se efectuó, entonces como ahora, en medio de los peligros de una
violenta borrasca que tumbaba incluso a los mismos indios habitantes de los páramos,
acostumbrados desde jóvenes a escalar las montañas. "El suelo ardía bajo nuestros pies.
Sentimos un ruido subterráneo, como de agua hirviendo, y el vapor emergió de las grietas
de la tierra. Mis instrumentos peligraban, por lo cual bajé sin haber visto el cráter
propiamente dicho, y que en la actualidad se halla inactivo. A las tres de la tarde y desde
lugar seguro, pude medir un sector de la cima nevada, tras lo cual exploré los azufrales, las
fuentes termales de la montaña y las profundidades de los valles adyacentes, como también
los estratos de las rocas aflorantes".
Otra excursión los llevó a Guayas, en la cordillera Occidental, desde donde se apreciaba
toda la provincia de Popayán como sobre un mapa. "Subí a esta cumbre para saber por
dónde se debía construir un camino desde la capital de la provincia hasta la costa del mar
Pacífico. La base para las mediciones de los valles a mis pies se había preparado la víspera
por la tarde, y antes que saliera el sol me encontraba ya listo. Sin embargo, abajo y hasta la
altura de las cumbres por medir había una densa niebla, mientras por el otro lado, cara al
sol, todo era claro y despejado. En el momento en que el sol aparecía por encima de la
cumbre del Puracé, vi de repente ante mí, sobre la niebla, mi sombra en dimensiones
gigantescas, la cabeza rodeada por una aureola de luz, en cuyo borde brillaban los colores
del arco iris. Este raro, pero fácilmente explicable fenómeno, se llama en los alrededores de
Quito el círculo de Ulloa, y duró casi una hora. Mi imagen siguió todos mis movimientos, y
desapareció tan pronto como la niebla se disolvió, volviéndose blanca, elevándose y
desvaneciéndose. Ante mí se abrió el panorama de los profundos valles y sus bordes
montañosos. Los vapores de agua, borbotando hacia la ya alta región de la niebla, dejaban
más y más al descubierto el paisaje, el cual, hasta llegar al mar Pacífico, estaba formado por
oscuras selvas, y luego se fusionaba en colores claros con el horizonte del océano. Sólo un
punto oscuro era visible: la isla de Gorgona. De las bifurcaciones de las montañas que se
perdían en las selvas de las llanuras, impenetrables a la vista, se veían claramente las
crestas y picachos. Majestuosamente se elevaban las cumbres del Naya, del Napí y del
Timbiquí, y algo más lejos las cúpulas pulidas y desnudas del Guachito, del San Juan y del
Guapi, mientras que en dirección opuesta se dejaban ver, densamente cubiertos por selva de
montaña, los picos Dujuandó, Munchique y Mechengue.
"El sol ya estaba muy alto en el limpio y diáfano cielo; sus rayos alumbraban la tierra libre
de niebla y bruma. A mis pies estaba la históricamente memorable Cuchilla de Tambo, que
dividía las aguas de los dos océanos. Popayán se destacaba claramente en medio de las
faldas de las colinas y del verde de los pastos, con sus fincas y cultivos. También se veía
claramente, casi hasta Quilichao, el cauce del río Cauca, y claramente también la campiña
del valle hasta las alturas azuladas de Chapa y Teta, además de las formas gigantescas de la
cordillera: el volcán de Puracé, muy por encima de la altiplanicie esteparia de Guanacas y
de las singulares cumbres del páramo de Moras. La cresta de la cadena montañosa,
generalmente de color pardo, era ahora azul oscuro, y detrás de ella resplandecían los
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campos de nieve del volcán del Huila. Por el otro lado, el volcán de Sotará ocultaba las
praderas de Paletará y los espacios nevados de los Coconucos, pero entre éste y la extraña
forma de la cumbre del Socoboni se veía el valle desplegado ante el páramo de las Papas,
además de los de Almaguer y Aponte. Los numerosos picos de las alturas de Almaguer
aparecían por encima de los del valle del Patía, como separados del suelo. Las laderas
verdes de El Bordo y Mercaderes formaban un hermoso contraste con el oscuro fondo por
el cual serpenteaba el río Patía, con sus aguas que brillaban como plateadas por los rayos
del sol. Todo este territorio, así visto, se podía dibujar desde aquí hasta la desembocadura
del río Mayo. Detrás se elevaba, en forma escalonada, la cordillera de Berruecos, sobre la
cual se alzaba el imponente y majestuoso volcán de Pasto, y detrás se destacaban, sobre el
horizonte azul, las alturas de Túquerres. No me cansé de gozar este cuadro".
El 10 de julio Codazzi abandonó a Popayán, donde había recibido muchas atenciones de la
familia Mosquera, para continuar, por el camino acostumbrado, a través del valle del
Cauca, hasta llegar a Cartago, donde había estado hacía un año. Allí, el 2 de agosto,
concluyó sus trabajos, muy cansado y poco contento con los resultados de las últimas
semanas, ya que el viaje había sido demasiado rápido.
De vuelta en Bogotá, Codazzi se dedicó sin tardanza a elaborar y a escribir sus
observaciones y experiencias. La parte más difícil de estos trabajos la representaba el
capítulo geológico, que antaño en Venezuela se elaboraba sin mayor esfuerzo, gracias a que
contó con ayuda. Codazzi, sin formación en esta materia, tomó como punto de partida las
tres eras geológicas. Al respecto, se imaginaba que la serranía del Darién, antiguamente,
según se dice, llamada también Sierra Tagargona, se había originado casi simultáneamente
con el surgimiento de la cadena occidental de los Andes neogranadinos, que él suponía que
había acaecido entre la primera y segunda era geológica. De formación más reciente - del
período terciario, según opinión de Codazzi- era la comunicación actual entre las dos
cordilleras, que se inicia cerca de la desembocadura del río San Juan y termina en el macizo
montañoso de Aspavé, Codazzi juzgaba, al observar el mapa del istmo inferior, que en una
época los dos océanos habían estado comunicados, y que formaba la costa oriental la
cadena de Abibe desde Murindó; la costa meridional, la actual divisoria de aguas entre los
ríos Atrato y San Juan, en tanto que como costa septentrional de esta brecha aparecía la
serranía del Darién, porción final de una península semejante a una antecordillera que tenía
sus raíces bien al norte. El resto de este ancho mar que dividía los dos continentes, era para
Codazzi el golfo de Urabá, una de las rarezas entre las aguas marinas de América. Para
resolver los demás problemas geogenéticos, se utilizaron, por una parte, las obras de
Humboldt sobre los volcanes y los nudos montañosos de la Nueva Granada, y por otra, las
constantes y ahora revalidadas teorías sobre los antiguos lagos andinos de agua dulce.
Codazzi esperaba poder dedicarse con más tranquilidad a éstas y otras ideas semejantes.
Para llevarlas adelante, debía corregir las deficiencias de los últimos levantamientos,
mediante un nuevo viaje a las provincias del sur, al valle superior del río Magdalena y a las
regiones limítrofes del Ecuador, tras lo cual debía adentrarse profundamente en las selvas
de los indios andaquíes y en el resto del territorio del Caquetá.
115
En seguida se compaginaron acertadamente los trabajos más recientes con los del año 1852.
Se delineó y describió el curso del río Atrato. Las líneas divisorias de agua entre sus
afluentes y la vertiente fluvial del mar Pacífico deberían fijarse lo más exactamente posible,
lo mismo que las cuencas de los ríos del Pacifico: San Juan, Iscuandé y Patía, entre los
cuales el último presentaba especiales dificultades, por causa de que las mensuras habían
sido muy afectadas por circunstancias poco propicias. Esta vez, a diferencia de las
anteriores, el hombre tan aplicado que era Codazzi no pudo terminar los trabajos comunes y
corrientes, en especial la parte descriptiva: al final habría tiempo para llenar los vacíos.
Aunque el nuevo presidente de la república era enemigo personal de Mosquera, Codazzi
confiaba, sin embargo, en que su empresa, cuyo desenvolvimiento había sido tan favorable
hasta el momento, también en el futuro contara con el apoyo necesario para trabajar en paz
y sosiego. Con preocupación se enteró, al emprender su último viaje, de algunos indicios de
que se estaba abriendo paso a una nueva constitución: cambio que en principio vio con
poco agrado, pensando en su empresa, ya que esta se había configurado con fundamento en
la Constitución del 20 de abril de 1843 y en las leyes básicas que la integraban. Sin
embargo, si bien se miraba, podía sentirse bastante satisfecho con la legislación del 20 de
mayo de 1853, ya que le facilitó considerablemente el trabajo, no sólo por reducir el
número de provincias a veinticuatro - por ejemplo, fusionó las de Barbacoas, Túquerres y
Pasto en una - sino, además, por suprimir la subdivisión en cantones, de tal manera que los
trabajos, dibujos, descripciones y estadísticas cantonales se eliminaron. En contraste, honda
preocupación ocasionaron a Codazzi las conversaciones con el Brasil sobre problemas
fronterizos, las cuales, en contradicción con su sentido práctico, se encaminaron por el
terreno movedizo de los legalismos y las sutilezas históricas. Por la Nueva Granada,
Lorenzo M. Lleras, sereno y ponderado, hizo al representante brasileño, Miguel María
Lisboa, concesiones que a los cabecillas políticos parecieron inauditas. El problema
fronterizo se encontró en un punto crítico y poco satisfactorio, y las dificultades
aumentaron aún más a causa de las negociaciones que había iniciado Brasil respecto a la
navegación por el río Amazonas, además de los sorpresivos hallazgos de minas de oro en
Santiago y a orillas del río Napo, lo cual, precisamente, hizo que ciudadanos de Estados
Unidos, desde el Perú y encabezados por Montesa, así como alemanes al mando de Schütz,
se dirigieran a regiones que, al menos en parte, reclamaba la Nueva Granada. La
diplomacia brasileña logró en aquellas negociaciones, que abarcaron, por lo demás, muchos
otros aspectos, escaso éxito, ya que todas las repúblicas vecinas se enfrentaron
vigorosamente a la América portuguesa, y la propia monarquía imperial hubo de encarar
grandes dificultades internas. El gobierno del Ecuador dictó, el 26 de noviembre de 1853,
un decreto en contra de las aspiraciones brasileñas, al mismo tiempo que declaraba al río
Putumayo patrimonio del Ecuador. De esa manera, los desgraciados litigios fronterizos se
renovaban una y otra vez, especialmente con respecto a aquellos tramos donde la situación
se presentaba más oscura y donde, a la vez, eran más vitales los intereses en juego. En tales
condiciones, Codazzi tenía que dibujar mapa tras mapa, pese a lo cual no lograba formarse
un concepto propio en la disputa de las partes. Su gran mapa general se basaba únicamente
116
en indicaciones de Acosta, a las cuales faltaba todo punto de apoyo que no fuese el de
antiguas actas, ya que inclusive algunos de los trabajos previos de Requena no se habían
tomado en cuenta para el mapa.

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CAPITULO VII: LOS ÚLTIMOS ESFUERZOS Y EL FIN

La Compañía Londinense del Darién, que tánto había dado que hablar, avanzó poco en sus
trabajos durante el año 1852. Supo, eso sí, en el período de agitación, aprovechar con éxito,
para sus fines propagandísticos, un informe que, elaborado por Lionel Gisborne con fecha
28 de agosto de 1852, recibió el visto bueno del doctor Cullen a principios de 1853. Tal
informe, que llevaba anexo un mapa explicativo de la región, se distribuyó entre todos los
círculos financieros de la Europa Central. Los periodistas y los escritores se apoderaron del
tema de la cuestión del canal interoceánico, especialmente en Inglaterra y Escocia. Desde
todos los lugares se ejercía tal presión, que el gobierno de la Gran Bretaña no quiso
quedarse atrás en lo atinente a un proyecto tan discutido en el país y de tanta trascendencia
internacional, y más cuando altos intereses políticos aconsejaban la máxima intervención en
los acontecimientos relacionados con el istmo, de modo especial si se referían al territorio
del Darién (45).
Pronto desde Londres se ordenó a una nave de guerra estacionada en el mar Pacífico, el
vapor Virago, bajo el mando del comandante Edward Marshall, visitar la bahía de San
Miguel, y desde allí disponer que las tropas penetraran lo más profundamente posible para
determinar los cauces de los ríos Sabana y Chucunaque. Esta tarea se cumplió
cuidadosamente, bajo la dirección de John C. Prevost, entre el 20 de diciembre de 1853 y el
6 de enero de 1854, pero, en contra de lo esperado, no se logró alcanzar la orilla atlántica,
ya que, después que los salvajes mataran a cuatro hombres, la exploración hubo de
suspenderse. Pasado un tiempo, apareció en la misma bahía el oficial norteamericano Henry
C. Farde con un equipo de ingenieros, para efectuar un minucioso levantamiento
topográfico de las vías fluviales. El envío de estos hombres estaba relacionado con una
expedición internacional que debía actuar simultáneamente desde los lados pacífico y
atlántico del Darién. El imperio monárquico francés y los Estados Unidos participarían en
las investigaciones. El gobierno inglés destinó para esta empresa dos barcos, o sea: el
bergantín Espiegle, bajo el mando del comandante Hancock, que zarpó de Inglaterra el 14
de diciembre de 1853, llevando nuevamente al campo de acción tanto a Cullen como a
Gisborne, y la goleta Scorpion, bajo el mando del capitán Parsons, que ya se encontraba
estacionada en el puerto de Cartagena, por la razón de estar efectuando trabajos de
levantamiento cartográfico. En Bogotá causaron preocupación estas sorprendentes noticias,
ya que aún no se había solicitado del gobierno neogranadino permiso para acometer
empresas de esta índole, que, ante la amenazante actitud de los indígenas, no podían
realizarse sin llevar armas. El gobierno del país no había sido invitado a participar, no
obstante que un aviso no oficial hubiera bastado. Periódicos ingleses hablaban del Darién
como de un territorio sin dueño, exactamente igual como anteriormente lo habían hecho en
relación con la costa de Mosquitos. Ciertamente, la concesión a los Estados Unidos

118
comprendía la zona del estrecho de Panamá, pero difícilmente también otras partes del gran
istmo, como el Darién o Chiriquí. En fin, todo indicaba que se estaba pretermitiendo la
soberanía de la Nueva Granada. Por lo tanto, el presidente Obando tenía que actuar
rápidamente. Sin pérdida de tiempo, dio al gobernador de Cartagena instrucciones de
enviar, en el término de la distancia, comisarios a un pueblo situado en la bahía de
Caledonia, para patentizar allí la soberanía neogranadina. Tenían que hacer todo lo que
estuviera a su alcance para representar, por lo menos nominalmente, la autoridad, y
después, si era posible, acompañar la primera expedición que pisase tierra. Además, el
gobernador debería poner a disposición de los exploradores grupos de soldados y reclusos
para el acarreo del bagaje. Codazzi recibió la orden de alistarse para el viaje, a fin de que
acompañara, como representante de la Nueva Granada, a los enviados de las otras tres
naciones. Codazzi estaba listo. Sin embargo, sirviéndose de antiguos mapas españoles que
había logrado obtener hacía poco, hubo de explicar a su gobierno que los datos de Gisborne
eran falsos. Había que cortar inevitablemente, sobre el trayecto caledoniano que salía por el
lado del Atlántico, una alta cordillera y la impetuosa corriente del Chucunaque, para
alcanzar el río Sabana. El dibujo de Gisborne no era un mapa, sino un cuadro acorde en
todo con lo que monetariamente le convenía a aquella gente, que especulaba en Londres u
otra parte con el proyecto del Darién.
El 19 de enero de 1854 había llegado Codazzi a Cartagena, donde alquiló una embarcación
de cabotaje y, tras navegar cinco días, él y sus setenta y cinco acompañantes, alcanzaron la
bahía de Caledonia. La víspera se habían reunido allí con la corbeta norteamericana Cyane
- la primera en arribar -, del comandante Hollins, los dos mencionados barcos ingleses y el
vapor francés Chimère, bajo el mando del teniente de marina Jauréguiberri. Cinco días
antes, el comandante Hollins había desembarcado al teniente Isaac C. Strain con
veinticuatro hombres, que siguieron los pasos de dos cartageneros, Miguel Polanco y
Rafael Castilla, quienes se habían adelantado, después de haber negociado, sin resultado
alguno, con los indígenas salvajes que habitaban la costa. Esta expedición norteamericana
46 avanzó inmediatamente hacia el interior, sin tomar en consideración ni a los
representantes de la compañía inglesa, ni la bandera francesa, ni la presencia de un
representante del gobierno neogranadino ni mucho menos el alto grado de susceptibilidad
de las tribus salvajes. El 24 de enero desembarcó Codazzi acompañado sólo de cuatro
personas. En seguida, la Chimère envió dieciséis hombres a tierra, en tanto los otros dos
barcos despacharon dos contingentes: el uno de dieciséis hombres al mando del teniente
Preston, y el segundo, bajo la dirección del ingeniero Saint John, compuesto por once
hombres, entre los cuales Cullen y Gisborne. Fue así como se formó, en la desembocadura
del pequeño río Caledonia, una tropa sin comando unificado, no obstante que el mando
debía corresponder a Codazzi, quien, a su vez, aumentó rápidamente su personal.
Después que se habían explorado durante dos días los alrededores del río Caledonia, se
apareció el teniente Fountleroy con cinco norteamericanos, por orden del comandante
Hollins, para seguir el rastro de Strain, cuya tardanza en regresar causaba ya preocupación.
A ellos se unió Saint John. En esta búsqueda anduvieron tres días pero, ante los nulos
119
resultados, regresaron al campamento neogranadino, que había levantado Codazzi, una vez
desembarcado todo el bagaje, en el pie opuesto de la primera cadena montañosa de la costa,
específicamente en la tierra ondulada de las cabeceras del río Subcutí, la cual no permitió
reconocer una trocha abierta hacia el occidente, como tampoco una depresión considerable.
Mientras se efectuaban los trabajos de medición de estos terrenos se presentaron ante
Codazzi cinco camaradas de Strain, que regresaban del río Aglamonte para conseguir
víveres. Lo que contaron, el 30 de enero, sobre los compañeros que habían marchado
adelante era poco alentador. Sin embargo, se les suministraron algunas provisiones de boca,
con las cuales reemprendieron la búsqueda de Strain, pero tuvieron que volver, una vez
consumido lo poco que llevaban, medio muertos de hambre y sin éxito. De manera que
hubo que abastecerlos con lo indispensable para que se repusieran y pudieran alcanzar su
barco.
El 4 de febrero Codazzi los llevó hasta la costa, donde dejaría sus bagajes, pues consideraba
que, perdidos los norteamericanos, toda la empresa había fracasado. Allí entregó al
comandante Hollins un bosquejo cartográfico del Darién, y le indicó sobre éste el lugar
donde suponía que los norteamericanos habían perecido. "Su jefe - escribe Codazzi -
infortunadamente no estaba familiarizado con la geografía del istmo, pese a ser hombre
bien informado, fuerte y valiente. Su gobierno lo escogió porque en ocasiones anteriores
había cruzado selvas pobladas por tribus salvajes. Empero, tales selvas eran
norteamericanas. Strain desconocía nuestras maniguas, sus intrincadas y enmarañadas
sendas y sus habitantes. Creía fácil llegar de un mar al otro; tan fácil, que en nada
correspondía a la realidad".
Codazzi debía abandonar cualquier esperanza de éxito. Sin embargo, a pesar de la
desilusión general, todavía se hicieron algunos intentos. Saint John y Gisborne
consiguieron guías indígenas y salieron el 7 de febrero del poblado de Subcutí hacia los ríos
Chucunaque y Sabana, en cuya orilla encontraron los cadáveres de tres europeos, que al
parecer habían pertenecido a la expedición de Prevost, al cual, como ya se sabía, los
salvajes le habían matado cuatro de sus hombres. Prosiguieron rastreando las huellas de los
ingleses río abajo, y pronto encontraron también señales de los trabajos de Farde, que
habían sido abandonados cuando, por miedo a los indígenas salvajes, los habitantes de
Chapigana y Yavisa se negaron a colaborar. Los ingenieros de Forde ya habían regresado a
Panamá, hacia donde también se dirigió muy pronto Saint John. Poco más tarde lo siguió
Gisborne, no obstante haberse encontrado, en el golfo de San Miguel, con un barco en el
que trabajadores y soldados neogranadinos viajaban desde su tierra al istmo. Como ya no
quedaba ningún jefe, el contingente de trabajadores y soldados no podía hacer otra cosa que
construir una colonia penal en estas tierras.
Por el lado del Atlántico se había embarcado el equipaje y la carga, y el 5 de febrero
Codazzi levó anclas para regresar con su tripulación a Cartagena. Al mismo tiempo, de la
malhadada bahía de Caledonia zarparon las naves extranjeras, con excepción del barco de
guerra que esperaba a Gisborne. Era natural que a Codazzi le repugnara por entero esta
desmesurada empresa, ya que ella absorbía dinero en cantidades con las cuales, en
120
condiciones ordinarias, se hubiera podido realizar el levantamiento geocartográfico de todo
un vasto país. Para él, los beneficios se limitaron casi exclusivamente al reconocimiento de
los errores en los mapas ingleses y a la obtención de las más recientes cartas náuticas
europeas, que amablemente le ofrecieron el capitán Parsons y el teniente Jauréguiberri.
Ahora sí le parecía totalmente inapropiada la ruta de Caledonia para una excavación del
istmo. "La obra requeriría excavar, a lo largo de muchas leguas, angostos desfiladeros en la
montaña. En la mitad del trayecto corre el torrentoso Chucunaque, que inevitablemente ha
de desembocar en el canal, lo que constituye un gran obstáculo, ya que este río, que tan sólo
atraviesa selvas vírgenes, arrastra en sus aguas grandes masas de tierra y troncos de árboles
que arranca de las orillas, lo que representa graves peligros. Claro que no sería imposible
realizar aquí tan gigantesca obra, pero causaría gastos enormes, que no acabarían con las
dificultades presentes".
De tal manera desilusionado, navegó Codazzi nuevamente, en compañía de algunos
servidores, de Cartagena a la costa del istmo, exactamente a la bahía de San Blas, cuya
comunicación con el río Chepó se había considerado útil para los fines de la construcción
de un canal, aunque hasta el momento sólo de modo teórico, ya que las únicas personas que
habían intentado internarse en la selva desde aquí - William Wheelwright (1839) y Evans
Hopkins en compañía de José María Hurtado (1847) - no tuvieron éxito a causa de la
hostilidad de los indígenas salvajes. Aquí encontró Codazzi tantas y tan altas barreras
montañosas, que lógicamente había que prescindir de novedosas cuanto trascendentales
ideas para mejorar la situación del mundo comercial. Sin embargo, según los mapas
antiguos, estaba comprobado el hecho de que precisamente al otro lado de esta colosal
barrera se encontraba aquella porción del istmo donde la verdadera divisoria de aguas, la
vertiente sobre el Pacífico, era la más estrecha.
El 15 de marzo había llegado Codazzi a Portobelo, otrora tan importante, ahora en
decadencia, y al día siguiente se hallaba en Chagres, que se aproximaba a correr la misma
suerte del puerto vecino, desde cuando la terminal atlántica del ferrocarril de Panamá
también se convirtiera en centro de la navegación marítima. En Chagres fletó otra
embarcación para navegar al norte, con interés especial en la costa de las provincias de
Veraguas y Chiriquí, además de las numerosas islas frente a ella, que al parecer no estaban
lo suficientemente bien indicadas en los mapas náuticos.
Además, Codazzi tenía que informar sobre dos problemas importantes. Hacía poco, nada
menos que Robert Fitzroy, basándose en fuentes norteamericanas de 1852, había
comunicado en Londres a la Sociedad Geográfica que en la provincia de Chiriquí la
cordillera bajaba hasta una altura de 160 pies. Guiándose por este dato, en seguida se fundó
en Nueva York una empresa para colonizar a Chiriquí, la cual proyectaba enviar tres
ingenieros con fines de exploración. Codazzi, a su vez, desembarcó en distintos lugares de
esta provincia y midió amplias extensiones de este territorio, cuyo levantamiento era
esencial, dado que desde hacía algún tiempo Costa Rica, la república vecina, reclamaba
parte de esta región, y este reclamo estaba precisamente relacionado con las equivocadas
noticias norteamericanas. Codazzi consideró igualmente inadecuado el proyecto de la ruta
121
de Chiriquí para la construcción de un canal, ya que, aparte de tener que canalizar 72
millas, en el centro del istmo se alzaba una cordillera con altitudes entre mil y dos mil
metros, hacia la cual únicamente se podían trazar caminos carreteros, los cuales no
redundarían en mayor provecho general, puesto que ni siquiera eran necesarios para los
habitantes de aquellas regiones, ya que quienes vivían a orillas del mar Pacifico dependían
del mercado de Panamá; y quienes en el lado del Atlántico, del mercado de Colón. Un
camino entre las dos localidades carecía de interés para la Nueva Granada. En lo que se
refiere al problema fronterizo, Codazzi lo enfocó desde un ángulo práctico. Para él la línea
divisoria se extendía en alguna parte entre la desembocadura del río Dorado y la estribación
de la cordillera de Burica. "Aún hay que asignarle un tercer punto, que se orienta de
Dugaba hacia Burica. Los habitantes de estas dos regiones disponen de una agreste trocha,
que atraviesa la cordillera de Las Cruces y desde tiempos inmemoriales hasta el día de hoy
ha sido considerada como la frontera. Tanto es así, que los habitantes de Dugaba,
pertenecientes a la Nueva Granada, llevan su ganado únicamente hasta Cañasgordas, y los
indios buricas, que se consideran costarricenses, sólo hasta Limón. Los dos lugares
mencionados son más o menos equidistantes del nudo montañoso. Desde aquí es fácil
establecer la altura de los Andes, como también las cabeceras del río Dorado, tan definitivo
para la vertiente atlántica, pero no lo es determinar la dirección hacia el mar Pacífico, hacia
la estribación de la cordillera de Burica. Por ello es recomendable, a fin de evitar
diferencias fronterizas, que se considere, de una vez por todas, el río Golfito, que nace, así
mismo, en el aquel nudo montañoso, como división fronteriza en la vertiente del Pacífico".
Bien sabía Codazzi que un decreto ministerial del 30 de noviembre de 1803 había agregado
al virreinato de Nueva Granada tanto el archipiélago de San Andrés como toda la costa de
Mosquitos, a partir de Gracias a Dios, segregándolos de la capitanía general de Guatemala.
Sabía, así mismo, de la importancia de este documento para la apertura de un canal
interoceánico que utilizara el río San Juan y el lago de Nicaragua. Sabía de las
negociaciones de Pedro Gual, de Pedro Alcántara Herrán y de otros, así como de los
escritos de Victoriano Diego de Paredes y Pedro Fernández Madrid. Y no obstante estos
antecedentes, optó por la frontera actual, que realmente era práctica, y prescindió de
reclamos que, por causa del desenvolvimiento histórico, eran ya insostenibles.
Durante el regreso de Chiriquí, se tomó un descanso de una semana en la joven fundación
Colón-Aspinwall, para hablar con los altos empleados de la compañía del ferrocarril acerca
de la posibilidad de efectuar una excavación a poca distancia de la vía férrea. Al coronel
Totten y sus técnicos les pareció un tanto extraño que se hablara de una nueva vía
transoceánica, cuando la primera apenas se había terminado. Sin embargo, expusieron clara
y abiertamente sus opiniones a Codazzi, de tal manera que éste, después de haber
examinado los planos y perfiles de la vía, creyó poder sustentar el siguiente concepto: "Un
canal interoceánico Panamá-Colón (o Chagres) correspondería más que otro a las
necesidades del comercio, ya que aquí se encuentra la parte más estrecha del istmo, en tanto
sus elevaciones máximas no ofrecen mayor obstáculo. El argumento en contra de esta ruta
consiste en que el mar Pacífico no cuenta con un buen puerto, y construir uno artificial sería
122
muy costoso. En cuanto al puerto del Atlántico, cabe considerar dos escollos: por un lado,
el mar frente a la costa carece de islas, las cuales evitarían que se formara una barrera a la
entrada del canal; y por otro, el terreno donde se ubica la nueva ciudad se halla tan poco
elevado sobre el nivel del mar, que cada seis horas se inunda, cuando en el puerto de Colón
la marea hace subir el nivel del agua entre nueve y diez pies. Sin embargo, lo primero se
podría subsanar con una excavación en el mar, supliendo así las islas, y la ciudad podría
trasladarse al pie de las montañas, donde la playa no es tan baja. No cabe duda, pues, que
aquí alguna vez se excavará un canal, pero creo que ni la actual generación ni la venidera
serán capaces de realizar tal obra. Si se supone que se establecerá una línea de vapores de
Panamá a las Indias Orientales, el ferrocarril estaría en capacidad de satisfacer la demanda
del comercio por mucho tiempo. Tan sólo cuando las colonias del quinto continente se
hallen densamente pobladas, pienso yo, habrá llegado el momento de comunicar los dos
mares mediante un canal".
El 4 de abril montó Codazzi en el tan afamado ferrocarril, en cuyos trabajos preparatorios
participara.
Viajó lleno de expectativas, ya que se trataba de la primera vez que se movilizaba por vía
férrea en América. Los trenes ya avanzaban hasta la cumbre de la cordillera, mientras que
el descenso hacia el mar Pacífico todavía había que realizarlo a lomo de mula. Después de
mucho tiempo, nuevamente cabalgaba Codazzi en medio de una caravana, tal como en un
tiempo lo hiciera en los llanos de Venezuela. En Panamá se encontró casualmente con
Mosquera. Este hombre indestructible, después de una larga permanencia en los Estados
Unidos, donde en Nueva York había fundado una compañía comercial orientada a las
comunicaciones y al tránsito por el istmo, regresaba de visita a la patria, donde pensaba, de
paso, realizar algunos de sus nuevos planes, como la explotación de yacimientos de
minerales cerca de Barbacoas, la corrección del canal del Dique entre Cartagena y el río
Magdalena, la construcción de una vía desde el valle del Cauca hasta Buenaventura, amén
de otros proyectos. El encuentro de los dos hombres fue breve, y al separarse ninguno
sospechó que en tiempo no lejano les esperaba un reencuentro al calor de las armas.
El tema de actualidad en Panamá era el fracaso de la exploración de las posibilidades del
territorio del Darién para la construcción de un canal interoceánico; fracaso en parte
lamentado y en parte deseado. Codazzi se enteró ahora de mayores detalles acerca de la
expedición de Prevost, así como de un nuevo intento de Gisborne de penetrar por el lado
atlántico del istmo, exactamente por la región de los ríos Aglascinca y Asanati, y
especialmente conoció el final de la odisea de Strain, quien, junto con algunos compañeros,
había sido, a la postre, felizmente salvado por una lancha del vapor Virago. Se había
cumplido, según el relato de los cinco rescatados, lo que había pronosticado Codazzi desde
el 30 de enero. "Pálidos y extenuados, se tendieron los infelices en las solitarias orillas del
río Chucunaque, creyendo que era el río Sabana, agotados por el hambre y las dificultades,
y limitada su alimentación a las frutas de los corozos. Si uno solo de ellos hubiera conocido
nuestras maderas para construcción, prestamente y sin dificultades hubieran bajado con la
corriente de los ríos. En el Darién crece en abundancia el árbol de paruma, al cual los
123
indígenas despojan de la corteza, cuyas cuatro puntas enrollan, y luego las amarran de dos
en dos con resistentes bejucos, construyendo así una excelente embarcación que, según su
tamaño, puede llevar una o dos personas, y que es manejada con una estaca cortada en
forma de canalete. Así navegan los indios por los ríos que presentan saltos, y cuando llegan
a uno de éstos, llevan a la espalda su cáscara de nuez hasta el otro lado del obstáculo, la
depositan de nuevo donde el agua se remansa y continúan navegando. Si nuestros viajeros
no iban a utilizar este método, hubieran podido construir balsas para descender por la
corriente de los ríos, pero para esto era necesario que conocieran el árbol de balso, que se
encuentra con frecuencia en nuestras regiones; debían tener también conocimiento de las
plantas trepadoras, y de las que entre ellas producen el mejor bejuco, con el cual, como con
los mejores lazos, se amarran los troncos de las balsas entre sí. Pero nada de esto sabían los
norteamericanos, ni tampoco los neogranadinos jóvenes habían ocupado su atención en
tales aspectos. Y aunque seguramente mil veces maldijeron, en las orillas del Chucunaque,
su osada excursión, era demasiado tarde: les faltaban las fuerzas para regresarse". Empero,
la ayuda les llegó. No en vano Strain y Avery se esforzaron al máximo por avanzar; y W.
C. Forsyth, de la corbeta Virago, y W. C. Bennett, del equipo de ingenieros de la compañía
londinense, en su marcha de regreso se unieron con Strain y Avery en la búsqueda de los
otros extraviados. "Cuando se produjo el salvamento, faltaban cuatro norteamericanos y los
dos neogranadinos. Es difícil imaginar el fin tan espantoso que les sobrevino: murieron y
sus flacos cadáveres sirvieron de alimento a sus compañeros poseídos de salvaje
desesperación, en su afán por conservar una existencia que parecía extinguirse por
momentos. Qué cuadro tan desolado el del poder de la miseria, de la desesperación y, ante
todo, del hambre. Cuando los ingleses aparecieron, algunos no podían creerlo; otros, en
tono lastimero, pedían alimentos. Aquellos miraban con desdén a la muerte; estos
mostraban total indiferencia, ya que casi habían perdido la razón. Algunos expresaban con
lágrimas su júbilo por haber sido rescatados, mientras otros se hundían en profundo
mutismo. La oportuna atención médica, el consuelo de oír la lengua materna y el sentirse a
salvo proporcionaron al cuerpo desnudo y cercano a la muerte nueva fuerza y nueva vida.
Se les embarcó y en pocos días llegaron a Yavisa, donde hubo necesidad de improvisar una
especie de hospital. Pocos días después, un cadete de marina y un joven ingeniero
murieron, y otros dos ulteriormente".
En líneas generales, era totalmente cierto lo que consignaba Codazzi en este informe, que
escribiera basándose en testimonios orales. Sin embargo, el consumo de carne humana no
se había llevado a efecto, sino únicamente se había pensado como posibilidad. Codazzi no
pudo obtener mayores precisiones al respecto. El 20 de abril partió de Panamá, vía
Penonomé, hacia Santiago de Veraguas, poblado que convirtió en centro de las
investigaciones que de ahí en adelante realizó en la zona septentrional del istmo. De allí, a
través de Pesé y Los Santos, se encaminó a David, donde se embarcó en una nave
norteamericana, para visitar a Coiba, la isla más extensa de la Nueva Granada, situada
adelante de la bahía de Montijo, y proseguir el viaje a lo largo de la costa, sin efectuar
mediciones, ya que la existencia de excelentes cartas náuticas lo hacía superfluo. De igual
124
modo, tampoco efectuó el levantamiento del golfo de San Miguel. El 28 de junio el barco
de la expedición ancló frente a Yavisa, varias veces mencionado con ocasión del último
viaje exploratorio por el Darién.
Basándose en las informaciones allí recibidas, resolvió Codazzi remontar el río Tuira. Al
mismo tiempo, por boca de los habitantes del lugar, se enteró de rumores acerca del
estallido de una guerra civil en el interior de la Nueva Granada, y hasta en la misma ciudad
de Bogotá, rumores que posteriormente le confirmó el navegante de un barco de cabotaje
procedente de Buenaventura. Después de visitar la isla de Toboya, en la cual por aquella
época ponía sus ojos Inglaterra, regresó Codazzi el 8 de julio a Panamá. Una vez más, le
fueron confirmadas las terribles noticias de la guerra. Una carta de Mosquera lo llamaba a
Cartagena (47). Éste, mientras viajaba hacia Bogotá, había recibido en Calamar, el 19 de
mayo, informes muy alarmantes: en la capital había estallado una revuelta en contra de la
nueva Constitución, que amenazaba convulsionar todo el país. Allí, el general José María
Melo, apoyado en la soldadesca y en una especie de partido de los trabajadores, había
apresado al presidente Obando y a sus secretarios de Estado. El vicepresidente Obaldía se
asiló en la misión diplomática de Estados Unidos. El siguiente en la sucesión presidencial,
Tomás Herrera, no estaba en capacidad de enfrentarse con las armas a los adversarios, y
hubo de establecer en Ibagué la sede provisional del gobierno. En el acto, Mosquera se
declaró partidario del sector constitucional, defendió para éste el puerto de Barranquilla,
movilizó las tropas de Cartagena, contra la voluntad del gobernador, y nombró a Codazzi,
con fundamento en los poderes recibidos de Herrera, jefe de su estado mayor. Codazzi llegó
a Barranquilla el 18 de julio, el mismo día en que la organización del ejército había
concluido en líneas generales. El 28 de julio se inició, en el vapor Nueva Granada,
previamente pertrechado, el viaje río arriba hacia Honda. En esta localidad, durante un
consejo de guerra, en el cual participaron el vicepresidente José Obaldía, los secretarios de
Estado y varios oficiales, se determinó un plan de campaña, y a Codazzi se le encargó la
fortificación de la ciudad, para que pudiese ser defendida con una fuerza formada por
aproximadamente cuatrocientos hombres. Muy pronto se estableció comunicación con un
ejército procedente del sur, organizado y acaudillado por José Hilario López, en tanto el
secretario de guerra, Pedro Alcántara Herrán, fue nombrado comandante supremo. Así
pues, los tres presidentes de los años 1841-1852 estaban juntos: Herrán, conservador como
siempre; Mosquera, que durante su permanencia en el exterior no tardó en volverse liberal;
López, el radical; todos tres, decididos enemigos de cualquier dictadura.
El 19 de septiembre partió Mosquera de Honda, para iniciar la marcha sobre Bogotá desde
las provincias del norte, mientras los otros destacamentos debían avanzar más tarde por los
pasos que llevan directamente al altiplano. El 27 de septiembre, con el estado mayor del
ejército del norte, llegó Codazzi a Bucaramanga, donde se aposentó por un buen tiempo
para mejorar la organización de la tropa y conseguir armamento. Durante su permanencia
allí, conoció Codazzi a los bisnietos del profesor Mutis: Domingo, gobernador de la
provincia, y Manuel, edil de la ciudad de Bucaramanga, quienes le pusieron al tanto de las
graves alteraciones en la vida del pueblo, a causa de la proliferación de los actos de
125
violencia. Una generación que apenas retornaba a la paz, nuevamente era sacudida hasta la
médula de su ser. El 19 de octubre recibió Codazzi aquellos mapas suyos que representaban
las provincias del norte, más los itinerarios, después que por cerca de dos meses habían
trabajado emisarios secretos en Bogotá para obtener estos importantes documentos y
llevarlos subrepticiamente al cuartel general de Mosquera. Se resolvió ahora cruzar el río
Chicamocha cerca de Felisco, por medio de un puente cuya cabeza izquierda debía
protegerse mediante reductos. El 23 de ese mes Codazzi había terminado dicha obra, y el
avance se inició. Casi en seguida logró Mosquera un encuentro victorioso cerca de
Petaquero, durante el cual sobresalió Codazzi. Éste tuvo que adelantarse el 11 de
noviembre hasta Tunja, para organizar las tropas allí acantonadas. También el ejército del
sur se abrió camino hacia el altiplano. El 2 de diciembre se unieron ambos ejércitos, y dos
días después conquistaron a Bogotá, utilizando sólo armas blancas. Así fue como a Codazzi
le tocó la misma suerte que a Caldas: tomar por asalto la ciudad en la que habitaban la
mujer y el hijo. Empero, la guerra civil había acabado hacía mucho tiempo con los
escrúpulos morales.
Codazzi se quedó en casa hasta mayo de 1855, pero no para descansar de los afanes y
esfuerzos de los últimos meses, sino para aprovechar el tranquilo ambiente en familia a fin
de trabajar más que antes. Por lo pronto alistó para la imprenta el informe del estado mayor
con varios anexos generales sobre la campaña, de modo que Mosquera pudiera presentarlo
al Congreso. Luego revisó su descripción regional (48), hasta donde la había concluido, y
entregó a la imprenta las geografías provinciales y cantonales de Socorro, Tundama, Tunja
y Vélez, complementadas con muchas tablas y rutas. Tendría que ser esta etapa del trabajo
un modelo de como iba a presentarse la parte especial de su gran obra, una vez terminada
ésta: una parte, pues, del trabajo científico que también debía interesar a los no
especialistas. A cada provincia se dedicaban tres secciones principales, la primera de las
cuales trataba los siguientes aspectos: situación, extensión, población y límites; montañas,
ríos, islas, lagos y pantanos; paisajes, climas y temporadas anuales; división política;
agricultura, artesanía y ganadería; minerales, maderas tintóreas y plantas útiles; animales
silvestres; comercio nacional y exterior, todo ello seguido por cuadros estadísticos e
indicación de alturas. La segunda sección principal abarcaba las rutas de viaje y de marcha
que ofrecía la provincia, con indicaciones sobre los aspectos térmicos, así como sobre el
tiempo necesario para movilizar la tropa en cada trayecto, y concluía con una exacta
descripción de los diferentes sectores de los caminos. Finalmente, la tercera sección
principal estaba constituida por la geografía de los cantones.
Además, empezó a elaborar un mapa del istmo, valiéndose del material que podía
conseguirse en Bogotá, ya que trataba de adelantarse a publicaciones análogas. Para este
trabajo utilizó especialmente los mapas antiguos de los españoles, así como los nuevos que
había recibido de Hollins y Totten, y también los copiados por él durante el viaje. El mapa
estaría acompañado de cuadros estadísticos, además de una lista de todas las rutas posibles
para la construcción de un canal interoceánico. En consideración a esta lista de las posibles
rutas y para obtener una visión general del problema, pensaba Codazzi complementar su
126
nuevo mapa del istmo con los más antiguos suyos sobre la tierra chocoana. Y todo este
conjunto lo enviaría a Humboldt, su mentor, ya bastante entrado en años pero que, sin
embargo, no dejaba de mostrar un vivo interés por todo lo concerniente a la América
Latina. Por lo tanto, de seguro se empeñaría en que se publicara lo más pronto posible.
Esta determinación no estaba exenta de la influencia del recién llegado a Bogotá primer
cónsul general de Prusia, Friedrich H. Hesse (49). Radicado en el país desde el mes de
septiembre, ya a partir de la guerra había empezado a traducir al alemán aquellos
documentos que le parecían importantes, y a prepararlos para su publicación en Alemania.
Buscó, además, aproximarse a Humboldt, y el decano de los investigadores recibió por
conducto oficial los mapas del territorio chocoano y del istmo, así como los escritos
complementarios sobre éstos, más unas reproducciones en color de las rarísimas piedras de
Gámeza y Saboyá (50).
El 1º de abril de 1855 terminó la inestabilidad que caracterizara al poder central
neogranadino desde la toma de Bogotá. Manuel María Mallarino fue el nuevo presidente de
la república, y su gabinete, integrado por miembros de los dos partidos, tuvo como
principio primordial de gobierno, no sólo el entendimiento entre las agrupaciones políticas,
sino también la restricción de los gastos a lo indispensable para el manejo del Estado. En
tales circunstancias, Codazzi tenía que moverse, si quería asegurar para los próximos años
la financiación de su obra. No obstante que él pertenecía al partido liberal, encontró el
apoyo de Vicente Cárdenas, miembro conservador del gabinete, y firmó con éste, el 17 de
abril, un contrato sobre la continuación del levantamiento geocartográfico del país, en el
que se le otorgaban ciertas ventajas. Ahora Codazzi escogería por sí solo sus ayudantes, se
le exoneró totalmente del servicio militar y se le permitió recibir por anticipado sus sueldos
el 1° de mayo de 1855, para que pudiera empezar en seguida los trabajos aún faltantes en
las provincias de Cauca, Buenaventura y Popayán. De igual modo, cada 1° de diciembre se
le pagaría el sueldo del año subsiguiente a fin de facilitarle comenzar ese mismo día la
medición de las provincias aún no levantadas geocartográficamente, todo lo cual debía
concluirse en cuatro años. Una vez completada la medición, Codazzi tendría que visitar a
Europa para hacer grabar e imprimir tanto el mapa como el atlas del país, para lo cual se
autorizaron, además de los gastos de viaje y estancia, la suma de seis mil pesos.
Aunque estas concesiones no eran insignificantes, tenía mucha mayor importancia una
resolución del Congreso, fechada el 30 de abril de 1855, mediante la cual se ordenaba que,
una vez terminados el levantamiento geocartográfico y la descripción geográfica del país,
Codazzi recibiera una gratificación de diez mil pesos. En caso de su muerte, se entregaría a
la familia la suma acordada, aun cuando para entonces la obra, a pesar de todos los
esfuerzos, no se hubiera concluido.
En mayo realizó Codazzi una medición de la región del río Bogotá, por debajo del salto de
Tequendama, de donde se trasladó a la cuenca del río Sumapaz, para de ahí regresar al
altiplano pasando por Pandi, al que da fama su puente natural, y por el agradable
Fusagasugá. Los trabajos principales se iniciaron desde esta última localidad y abarcaron la
temible cordillera rocosa que se levanta al sur hasta el nudo montañoso de El Nevado.
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Poco antes de emprender esta expedición, recibió Codazzi un raro manuscrito procedente
de los solitarios llanos, el cual le sería de inmensa utilidad para su próxima y prolongada
excursión. Su autor era el francés Jean Borderic, su compañero de viaje durante la
navegación por el río Meta en 1838. Este hombre incansable, transcurridos diez años de
aquella empresa, se marchó nuevamente a los llanos y se quedó en la desembocadura del
río Manacacías en el Meta. Desde el hato que estableció en aquella tierra realizó, en
compañía de diversos aventureros, varias correrías en dirección al sur. En el año 1852,
según dice en su relato de viaje, usando yuntas de bueyes para que arrastraran hasta allí las
canoas, se dirigió al río Muco, por el cual navegó aguas abajo hasta su confluencia con el
Vichada, y por éste hasta el Orinoco, cuya corriente, a través de los remolinos y rápidos de
Maipure y Ature, lo llevó finalmente a San Fernando de Atabapo. Regresó Borderic por la
misma vía, y en Maquivor, donde se enteró casualmente de las nuevas excursiones de
Codazzi, le envió a Bogotá su diario de viaje, el cual vino a ser guía esencial para el primer
viaje por la región esteparia neogranadina (llanos) del Orinoco, que se inició en diciembre.
Una vez levantado lo más exactamente posible el valle alto ubicado entre el macizo de
Chingaza y las montañas de Bogotá, región ésta rica en ganado, y los pueblos de Cáqueza,
Fómeque, Quetame y Ubaque, tan renombrados en la capital, se dirigió la expedición hacia
el interior del llano, vía Villavicencio y Cumaral, pueblos que constituyeron los últimos
lugares que encontraron donde la gente llevaba vida en sociedad. Codazzi volvía a ser un
llanero cabal, y alcanzó, en catorce días de galope forzado, el pequeño Maquivor 1 , el
asentamiento más avanzado en las riberas del río Meta, en cuyas cercanías debió de vivir el
dicho Jean Borderic. Todo el mundo conocía a este ermitaño blanco, de rostro tostado por
el sol, lo que le daba la misma morenez de los indios, pero con una respetable barba. Nadie
sabía, sin embargo, a dónde se había marchado, hasta cuando por fin los pescadores
salieron con el cuento de que se había ido a un lejano país llamado California, o también el
Imperio del Oro. Eran los informes de sus acompañantes sobre el viaje del año 1852. En
cambio del europeo, se encontró Codazzi en Maquivor con un africano, que igualmente
formaba parte del círculo de viejos conocidos. A este negro lo había contratado en 1838, en
San Fernando de Atabapo, como piloto de embarcación. Ahora acababa de vivir cuatro
años entre los indios enaguas, a orillas del río Aguasblancas, y desde allá, donde tenía un
hato, avanzó sobre los ríos Uva y Manacacías, raras depresiones llenas de agua en medio de
las llanuras herbáceas. Prosiguió vía río Ariari hasta las aguas del Guaviare, y desde éste
atravesó la llanura hacia el río Vichada, para luego, sirviéndose de la corriente del Muco,
llegar al río Meta, en cuyas orillas se radicó, y desde las cuales acompañaba a los escasos
habitantes de la ribera en sus recorridos de caza y pesca. Aprendió a conocer y distinguir,
1
Este lugar no figura hoy en ningún mapa. El del departamento del Meta elaborado por el Instituto
Geográfico Agustín Codazzi registra un caño Maquivo, afluente izquierdo del río Meta.
El índice del Official Standard Narres by Me United States Board on Geographic Names da su localización
con latitud 49 26' N y longitud 72° 15' W, lo cual coincide con la descripción de Codazzi.
En el mapa de 1:1000.000, plancha NB-18 de la American Geographical Society (1945), figura el mismo
caño, y frente a su desembocadura en el río Meta un punto astronómico - puede que éste tenga su origen en
Codazzi - que falta por investigar. (Nota del traductor).

128
en toda su extensión, los ríos y las llanuras. Condujo a Codazzi a un barranco situado a
cierta altura del río, donde Borderic había establecido su hato, cuyo corral brindaba un
amplio panorama de las curvas, islas y aguas secundarias del río Meta. Una cercana lomería
se ofrecía a la vista sobre las montañosas llanuras herbáceas del Manacacías, tan sólo
interrumpidas aquí y allá por grupos de palmeras, y que gradualmente se elevaban en forma
de gradería. Codazzi se percató aquí de que se hallaba en el corazón de Arimena, la antigua
misión jesuítica, que abarcaba además a Buenavista, Cabiuna, Guacacia y Santa Rosalía, de
las cuales la última todavía en 1805 vegetaba en silencio y olvido. Después, guiado por un
indio cátaro, visitó las lagunas del Manacacías y del Uva, para determinar el rumbo de los
ríos. A continuación navegó río Meta abajo hasta Cafifé, aldea de los indios guanapalos, a
la vera del río Pauto, no lejos de su desembocadura en el Meta. Aquí se sintió indispuesto,
y se vio precisado a cabalgar rápidamente de regreso al pie de la cordillera, primero a Pore,
y luego al recién fundado Moreno. Allí, una vez repuesto de su mal, cabalgó a través de las
llanuras y de las riberas de sus ríos; por ejemplo, por las del Casanare, hasta la localidad de
Arauca, a orillas del río del mismo nombre y frente al pueblo venezolano de Amparo.
Remontó el Arauca hasta la gran laguna de Sarare, y desde allí penetró en la cordillera. Se
dirigió primeramente a Tame; luego, vía Nunchía, a Labranzagrande y Pajarito, villorrio
montañés, y a Medina, la antigua capital del territorio de San Martín, de donde un camino,
fácil de encontrar, conducía, vía Gachalá y Gachetá, hacia el altiplano de Cundinamarca, a
donde llegó el 12 de marzo de 1856.
Vino entonces un período más largo de sosiego, ya que el reconocimiento de la región
amazónica, todavía no visitada, no se podía iniciar antes de diciembre. Durante nueve
meses de trabajo sin pausa, llenó Codazzi numerosos vacíos y concluyó muchas partes de
su descripción general regional que se hallaban aún en borrador. Quería apresurarse a
terminarla en la forma prevista, ya que se daba cuenta de que un nuevo movimiento político
deseaba, adoptando el modelo norteamericano, convertir a la Nueva Granada en una
asociación o federación de estados, lo que daría al traste, en breve o largo plazo, con toda la
geografía política hasta ahora vigente. Inmediatamente después de independizarse de
España, en el norte de Suramérica empezó a agitarse la idea de la federación, ya que a estas
inmensas regiones, de grandes distancias no acortadas por caminos, de llanos infinitos y de
cordilleras que tocaban el cielo, era no sólo imposible gobernarlas, sino inclusive tener de
ellas una visión de conjunto. Al iniciarse otra era, tanto en Venezuela como en la Nueva
Granada se ensayaron constituciones federativas. Con el desmembramiento de la Colombia
de Bolívar cobraron auge ideas semejantes, y en la capital cada vez se le rendía mayor
tributo a este movimiento, no obstante que se pretendía, al mismo tiempo, honrar la
memoria de Nariño. Codazzi continuaba siendo enemigo de esta corriente, cuya fuerza
aumentaba en detrimento del poder del gobierno.
Su trabajo geográfico, a despecho de su entusiasmo, progresaba lentamente. En más de una
ocasión se sintió fatigado en exceso, por falta de ayuda apropiada, pese a que Bogotá podía
ofrecer más de un aporte de savia fresca y nueva. La presencia del médico Eugène Rampon
y del naturalista Hermann Karsten auguraba éxitos a la juventud que no estuviese
129
contagiada por la fiebre de la política, ya que despertaban gran entusiasmo las iniciativas de
los europeos. Codazzi se alegró de que Genaro Valderrama iba a repetir, por interés
científico, su viaje por el Meta; Alexander Lindig, hijo de la ciudad de Dresde radicado en
Bogotá, se dedicaba al estudio de los helechos; Ezequiel Uricoechea, quien había escrito en
1854 en Gotinga un estudio sobre arqueología neogranadina, publicado en Berlín, se
dedicaba con mucho entusiasmo a la química; un círculo de estudiantes al cual pertenecían
Liborío Zerda y Florentino Vesga, se proponían formar la Sociedad Caldas, con el fin de
favorecer los estudios de las ciencias naturales; el ambicioso y dinámico Santiago Pérez
albergaba la idea de acompañar a Codazzi en su próximo viaje. Sin embargo, este anciano
señor, a quien le gustaba ocultar su buen corazón tras la máscara de cierta brusquedad
militar, no encontraba colegas con la necesaria dedicación. Así que hubo de proseguir su
propio camino, solitario, siempre consagrado y sumergido al máximo en sus estudios.
De pronto apareció quien lo había llamado a Bogotá, Tomás Cipriano de Mosquera, pero en
estado tan lamentable, que difícilmente podía esperarse de él apoyo espiritual alguno.
Llegaba a Bogotá en muy tristes condiciones, enfermo y agotado, con casi sesenta años de
edad y al parecer con escasos medios de sustento. Hacía un año, después de clausurarse las
sesiones del Congreso, había viajado a reasumir la dirección de sus negocios en Nueva
York, pero hubo de liquidar su empresa una vez cumplidos sus compromisos, ya que las
grandes esperanzas puestas en el ferrocarril de Panamá y en los demás progresos de la
Nueva Granada no se cumplieron. Codazzi admiraba en este hombre su capacidad para no
desesperanzarse. Sin pérdida de tiempo y con perspicacia yanqui, se reincorporó a la
actividad política, y a las pocas semanas de haber regresado era otra vez una de las
personalidades de mayor influencia, como jefe de un recién formado partido de centro.
También ahora se interesó en los trabajos de Codazzi, y orientó la atención de éste, que se
encontraba un tanto deprimido, hacia un informe de Anselmo Pineda, que como prefecto
del territorio del Caquetá había rendido en el año 1849 al entonces presidente Mosquera.
El escrito se refería al viaje extraordinario que dos hermanos gemelos, Miguel y Pedro,
también de apellido Mosquera, realizaran por este territorio, ahora especialmente
importante para Codazzi. Estos dos negros, domiciliados en Mocoa, comerciaban desde
hacía años en forma de trueque con los indígenas salvajes de la casi desconocida región del
Caquetá, cambiando herramientas de hierro, municiones de escopeta, aguardiente, ropa y
adornos por cera, especias, veneno vegetal y cosas semejantes, especialmente en sus tratos
con los indios guaques. A principios de diciembre de 1847, los hermanos Mosquera
emprendieron el gran viaje de que habla el mencionado informe, y cuya ruta sólo podía
entenderse examinando con el mayor cuidado y exactitud toda la cartografía existente sobre
la región. Durante días navegaron corriente abajo por el ya familiar río Caquetá hasta la
desembocadura del Caguán, el cual remontaron hasta la antigua plaza misionera (San
Vicente del Caguán) al pie de la cordillera bogotana, y allí descubrieron la vieja trocha
hacia el río Yarí, por el cual prosiguieron aguas abajo hasta el Tajisa, y de ahí nuevamente
en dirección a la montaña, por vía terrestre, pasando por la laguna Tunaima hacia el río
Ajajú. Por éste navegaron aguas abajo hasta el río Apaporis; a continuación regresaron río
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Ajajú arriba, así como por un afluente, el río Tutuya. Prosiguieron por tierra a través de la
región de las cabeceras del río Vaupés hacia el río Catuya, una de las corrientes originarias
del río Guayabero, y por las aguas de este último descendieron hasta la desembocadura del
Ariari, el cual remontaron hasta el sitio donde partía el camino a Jiramena, a orillas del
Humadea; y desde allí, finalmente, hacia Cabuyaro, donde terminaba la expedición por
tierras salvajes, ya que hasta ahí llegaba el camino de Medina, por el cual estos incansables
hombres empezaron a cabalgar hacia Bogotá el 30 de abril de 1848.
Codazzi se hallaba vivamente interesado en obtener, con vistas a su trabajo, la colaboración
de estos hombres, y logró éxito en este empeño gracias a la gestión del mencionado Pineda,
activo coleccionista de libros, que en Bogotá pertenecía al círculo de relaciones de Codazzi.
Pineda obtuvo que Miguel Mosquera fuera al encuentro de Codazzi en el valle del alto
Magdalena. Éste había bajado, a mediadas de diciembre, a dicho valle, y de paso había
medido la provincia de Neiva, que en su mayor extensión ya estaba representada
cartográficamente en el mapa de Caldas. Después siguió río arriba hasta la desembocadura
del Suaza, y poco antes de finalizar el año alcanzó a llegar a La Ceja, el viejo cuartel
general de los misioneros destinados a los indios andaquíes que habitaban del otro lado de
la cordillera. La conservación de esta estación se debía especialmente al interés del
gobierno de Mosquera. Allí lo esperaba aquel auténtico explorador, provisto de todo lo
necesario para atravesar las selvas bañadas por los colosales afluentes del Amazonas. Y allí
mismo acometió Codazzi, el día de año nuevo de 1857, con optimismo y su acostumbrado
vigor, la nueva tarea. Una vez cruzado el río Suaza, iniciaron el ascenso a la alta montaña, y
no tardaron en entrar en la selva infinita. "Sólo nos rodea una inmensa masa vegetal. La
naturaleza se burla de quien dice que el hombre es el dueño y señor de la creación, pues ella
destruye toda esperanza de ser salvados, proscribe pueblos enteros. Desde una loma se
avista el horizonte: no se ve nada más que un inmenso mar de color verde oscuro, del cual
emergen, a manera de islas, algunas alturas más claras, pero siempre de color verde. La
gigantesca espesura del follaje no deja ver ni el suelo que lo alimenta ni el agua que lo
abreva; el monótono silencio sólo es interrumpido en la selva por el bramar de los animales
salvajes, por la gritería, el silbido o el canto de las aves; y en la cercanía de los pantanos y
otras aguas semejantes, por el siseo de las culebras y el susurro de los anfibios. Antes de
llegar a la amplia zona selvática, visible desde la altura de las cordilleras, pero apenas
alcanzable después de cabalgar con dificultad durante seis días, se topa uno con un
primitivo rancho criollo como último albergue de seres racionales. Poco después empieza el
viaje en canoa por un indómito río, con violentos remolinos y rocas peligrosas. Indios
desnudos, cuya habla no se entiende, guían con destreza increíble la frágil embarcación. En
los árboles gigantescos que pueblan las orillas, y cuyas ramas se sumergen en el agua, se
balancean los micos. Sobre los bancos de arena, que sirven para pernoctar, abundan los
tábanos. El río lleva el nombre de Bodoqueragrande y desemboca en el Orteguaza, en cuyas
orillas, en viviendas con techo de palmas, se asientan de cuando en cuando, en época de
cacería y pesca, algunas familias de indios coreguajes. Después de navegar varios días
llegamos al río Caquetá, por el cual proseguimos aguas abajo hasta alcanzar, en la orilla
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derecha, la desembocadura del Micaya. Sobre éste se debe canaletear un día para luego,
andando por tierra, en la región de los indios macaguajes, encontrar el río Putumayo,
segundo en longitud dentro de este inmenso país. En esta etapa del viaje cruzamos la línea
ecuatorial. Si se prosigue por el Caquetá, muy torrentoso y de difícil navegación en este
trecho, se divisa la desembocadura del río Caguán pero no la legendaria iglesia con puertas
de oro, que allí buscó el sacerdote González, de La Plata, en compañía de ocho fieles
compañeros. El jefe murió, y sus acompañantes regresaron sin haber logrado nada.
Remontando las aguas del Caquetá desde la desembocadura del Orteguaza, se encuentran
algunos asentamientos que todavía llevan los nombres de los antiguos asientos de misiones:
Itucayamo, Solano, Yurayaco, Fotuto, Pacayaco y Limón, donde se observan algunos
cultivos sin importancia, excepto para sus habitantes".
En este punto se dirigió Codazzi, el 19 de enero de 1857, vadeando el Pepino y el
Rumiyaco, a la residencia del prefecto de Mocoa, tantas veces mencionado durante el viaje.
Se encontró aquí con un mísero villorrio, habitado por unos cuantos criollos degenerados,
entre ellos el padre Ramírez y el maestro de escuela, quien se quejaba
de que nadie entendía su español, hablado generalmente en Sibundoy, Santiago y
Putumayo, pueblos de tierra fría no muy lejos de aquí, donde, en cambio, el idioma
que se hablaba era el quechua, y por ellos los indios ingas derivaban su nombre de los
incas, los hijos del Sol.
Desde Mocoa, Codazzi realizó una excursión de catorce días a la cuenca superior del río
Putumayo, y particularmente al lugar donde los mapas antiguos registraban diferentes
comunicaciones y bifurcaciones fluviales. Allí se topó con un mulato que cada año viajaba
desde Tapacunti, lugar de su residencia, a poblados del Amazonas peruano. De ese modo,
este hijo de la selva pasaba delante de Tabatinga, remontaba el río Guallaca y se dirigía a
los depósitos de sal en Chapapoima, a fin de intercambiar por otros un artículo tan esencial
para la vida en los trópicos. Este hombre suministró al forastero todos los nombres de las
tribus indígenas que habitaban las riberas del Putumayo.
Continuaron el viaje por tierra, pasando por el gran lago Cuyabeno, hasta el Aguarico - uno
de los más importantes afluentes del río Napo -, a cuya ribera llegaron el 31 de enero, y en
ella encontraron un gran asentamiento indígena. Allí decidió Codazzi regresar a Mocoa, lo
cual se hizo en cinco días.
El interés que guiaba principalmente a este viaje no era geográfico, ni tampoco etnográfico,
sino más bien político pero referido al problema indígena, que preocupaba hoy a Codazzi
tanto como hace unos veinte años. "He visto - escribe en Mocoa - diferentes tribus de la
población autóctona de la Nueva Granada, he conocido muchas de sus actuales costumbres
y actividades, y he podido formarme un concepto. No encontré señal alguna de que se
hubiera cumplido desde los tiempos del descubrimiento una mejora en el orden espiritual o
social en beneficio de aquellos indios que no se conservaron al margen del mestizaje. La
población autóctona permanece hasta hoy bajo un profundo letargo. Si tal estado se
considera natural, quiere decir que se cree en la predestinación, es decir, en diferencias
raciales cardinales, o que se sustenta una doctrina opuesta a todo concepto de justicia divina
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y de unidad e indivisibilidad de la especie humana. Cuando una raza débil sufre la
hostilidad de otra más fuerte, cuando se la tiraniza y subyuga y se le arrebatan sus tierras,
sus tradiciones y sus costumbres, es apenas lógico que perezca. Sin embargo, tampoco los
aborígenes primitivos que nunca fueron vencidos han dado un solo paso hacia una
civilización avanzada, como es el caso de los guajiros, a pesar de sus relaciones
comerciales con los europeos.
Aquí debe tomarse en consideración que estos indígenas y sus afines llevan desde la época
del descubrimiento una vida seminómada, ya que, para no ser sojuzgados, se negaron a
establecerse en sitios fijos. El sedentarismo es la condición fundamental de toda forma
superior de civilización, pero tres siglos de prejuicios no se eliminan en pocos decenios, ni
mediante leyes mejores ni con instituciones más humanas. A esto se agrega el hecho de que
los pueblos que permanecieron libres viven en un clima adverso a toda cultura: en la selva
impenetrable, bajo destructivos aguaceros tropicales, en medio de agresivas fieras salvajes,
donde también el europeo tendería a embrutecerse paulatinamente".
En Mocoa, donde maduró aquellas ideas, Codazzi se separó de su acompañante, para cruzar
el páramo de las Papas, aquel imponente macizo montañoso en que nacen, muy cerca unas
de otras, las fuentes de cuatro gigantes fluviales: el Guachicono, el Caquetá, el Cauca y el
Magdalena. Al interrumpir el viaje por el Caquetá, Codazzi estaba en su derecho, ya que en
1849 se había acordado que el reconocimiento de toda la Amazonia neogranadina no
formaba parte de sus obligaciones. Además, desde 1854 un acuerdo fronterizo con el Brasil
parecía inalcanzable y, en consecuencia, había todavía mucho trabajo por realizar en las
provincias meridionales de la Nueva Granada, al otro lado de la cordillera. Así, teniendo
siempre delante de los ojos la enceguecedora cumbre nevada del Puracé, cabalgó Codazzi
de regreso al valle del Magdalena. El 4 de abril llegó a Timaná, donde pensaba quedarse un
mes entero, tanto para medir todos los alrededores, como para estudiar los vestigios
arqueológicos descubiertos por Caldas, que ulteriormente visitara Rivero bajo la dirección
de Céspedes. Al parecer se trataba de templos, estatuas de dioses, símbolos misteriosos; de
todos modos, constituían restos maravillosos de una cultura hacía largo tiempo
desaparecida. Ciertamente, mucho había sido destruido desde la visita de 1825, en parte por
el terremoto de 1834, pero especialmente por los grupos de guaqueros que buscaban en las
tumbas las piezas de oro que fueran enterradas junto con los muertos. Sin embargo, las
colosales ruinas localizadas en la espesura del bosque eran siempre dignas de todo interés.
Codazzi las encontró muy pronto, ya que la superstición le indicó el camino. Las piezas,
esculpidas en piedra semejante a la lava, con frecuencia bastante corroídas por los
elementos naturales y cubiertas de musgo, parecían ser estatuas de un lugar destinado al
culto, que los conquistadores españoles no encontraron por pura casualidad. Para Codazzi
se trataba de expresiones culturales de los indios andaquíes - cuyas primigenias
manifestaciones artísticas destruyera la conquista europea -, pese a que las figuras, por su
combinación de rostros humanos y dientes de animal, evocan muchos hallazgos efectuados
en el Perú, ya que en los alrededores de Timaná todavía se habla en algunas partes la lengua
quechua. Pero la mirada de Codazzi no profundizó lo suficiente en la prehistoria, cuyos
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testigos tenía ante sí. En grado tal carecía de puntos de referencia histórica, que llegaba a
considerarlos como obra de un grupo desgajado de aquellos andaquíes que todavía
habitaban en cercanías de Timaná, como supervivientes de un grande y poderoso pueblo.
Al parecer, nunca había oído hablar de los aimaras (51), a cuya época de florecimiento
pertenecían aquellas interesantes obras tan parecidas a las del valle del alto Magdalena.
Con toda razón suponía Codazzi que en el estrecho valle del río próximo a San Agustín no
se encontraban las ruinas de un pueblo común y corriente, sino los restos de antiguas
edificaciones religiosas. Primeramente vio sobre la colina de Uyumbe dos estatuas y una
figura inconclusa, en cuya cercanía supuso la entrada de un lugar sagrado. Siguiendo por la
derecha de esta elevación se llegaba a una segunda loma con una figura yacente en relieve y
una estatua de medio cuerpo. "Si desde aquí se atraviesa el territorio de San Agustín, a la
orilla de la quebrada van apareciendo una estatua tras otra. Si se avanza un poco se
encontrará, sobre una superficie plana, una rara figura de medio cuerpo. No lejos de ahí, al
principio de una llanura, se halla una figura en forma de flecha, a cuyo lado anteriormente
había una especie de altar de piedra. En dirección a la quebrada Sombrerito, se encuentran,
en medio del rastrojo y la hojarasca, dos cuevas que semejan salas. La primera, de dos
metros de alto, es sostenida por columnas, entre las cuales las de adelante están decoradas
con figuras. Capas de piedras no trabajadas y unidas con argamasa forman las paredes. El
piso, al parecer, estaba cubierto artificialmente con piedras. Aquí se encontraban, según
explican los habitantes de San Agustín, dos estatuas y otras obras artísticas, que ahora,
acaso para ahuyentar los espíritus diabólicos, se hallan en la iglesia parroquial o enfrente de
la misma, en la plaza de mercado. Se dice que también en la segunda sala subterránea,
cuyas columnas no muestran ahora ninguna figura, existían esculturas de piedra. No lejos
de allí, en medio del rastrojo, hubo otras dos salas subterráneas, hace tiempo derruidas.
Ahora sólo se encuentran las ruinas de algunos muros y fragmentos de unas trece estatuas,
y al lado una piedra, esculpida parcialmente en forma de receptáculo cuadrangular. Más
adelante, a la vera del camino, se ven siete extrañas figuras colosales. Figuras de cuerpo
entero, y algunas de medio cuerpo, estaban colocadas frente a frente, al parecer
intencionalmente. Otras, esculpidas en la propia roca, quedaron tal vez inconclusas. En otro
lugar se observa la estatua de piedra de una rana. En una explanada libre de rastrojo se
levantan seis figuras, que parecen ser las estatuas de un cementerio. En los alrededores,
especialmente en cercanías de un manantial salino, el rastrojo oculta aún muchas otras raras
creaciones humanas. Sobre la loma La Pelota, todavía se encuentran los restos de una
edificación, un bloque de roca, que al parecer sirvió de altar, y cuatro columnas con
horripilantes grabados en relieve. Finalmente, en el Alto de la Cruz se ve una escultura de
piedra cuyo significado es del todo inexplicable".
Todo lo que se encontró fue medido y dibujado con la mayor exactitud posible, pero sin
duda mucho quedó oculto. "Quisiera que mi somera investigación - dice Codazzi - sirviera
de estímulo a nuestros investigadores arqueológicos para que descubran todos los rincones
de este valle misterioso, rozando o quemando el rastrojo que lo cubre, organizando
excavaciones para traer el pasado a la luz del presente. Según mi convicción, se encuentran
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allá incontables tesoros de la arqueología americana". Ciertamente, era difícil que en el año
1856 existiera en América un segundo lugar conocido que ofreciese interés igual para el
estudio de la prehistoria, ya que allá, en el solitario y ardiente valle fluvial, se encontraban
monumentos de un pueblo desaparecido antes de la época histórica, el cual trabajaba la
piedra con herramientas de hierro, y cuyo origen era y es hasta el momento un enigma.
El 2 de mayo Codazzi inició desde Timaná la marcha hacia la parte alta de la cuenca del río
La Plata, maravillosa región montañosa de carácter volcánico, y continuó la medición de
las demás vertientes de la cordillera Central, especialmente del trayecto entre el Tolima y el
Huila, a partir de Chaparral. Después se dirigió a la zona que en la cordillera se hallaba
situada entre el cerro Neiva y el Sumapaz, así como al propio fondo del valle donde, por
ejemplo, se encontraba la comarca comprendida entre Natagaima y Ambalema. Aquí los
representantes de la gran compañía londinense Frühling & Göschen lo recibieron con
mucha amabilidad y le encargaron el levantamiento de un plano de sus vastas plantaciones
de tabaco, cuyas abundantes cosechas formaban parte importante de las exportaciones de la
Nueva Granada.
En Bogotá, a donde llegó el 18 de junio, deseaba Codazzi más vivamente que en ocasiones
anteriores darse el gusto de dedicarse a elaborar de una sola vez todo el material recogido
hasta la fecha. ¿Y por qué no había de alcanzar esta meta en cerca de un año? En cuanto a
los mapas, avanzaba bien, a pesar de que, por un lado, faltaban todavía levantamientos de
los alrededores más distantes de la capital y, por el otro, había que readaptar las planchas
anteriores, ya que ahora no se tomaban como base las provincias sino los estados. Desde la
ley del 27 de febrero de 1855, mediante la cual se declararon las antiguas provincias de
Chiriquí, Veraguas, Panamá y Darién como un solo estado, la idea del federalismo había
tomado creciente fuerza. Por voluntad del poder legislativo se creó el 11 de junio de 1856
el estado de Antioquia; el 13 de mayo de 1857 el estado de Santander; el 15 de junio de
1857 los estados de Cauca, Cundinamarca, Boyacá, Bolívar y Magdalena. Distribuido así el
territorio entero de la república, se movió de modo total hacia el federalismo, que fue
definitivamente establecido por la Constitución del 22 de mayo de 1858. Esta nueva
división político-administrativa exigía nuevos dibujos, nuevos cálculos y nueva redacción
de los textos. No era fácil, pues, refundir las veinticuatro provincias de su obra geográfica
en ocho estados, pero Codazzi se sometió con gusto a este trabajo, ya que coincidía con su
antiguo deseo de hacer mapas departamentales. Además, iba a reducir considerablemente
los costos de la impresión en Europa. Desde otro ángulo, la fundación de los nuevos
estados trajo la molesta consecuencia de que en todas partes surgieran diferencias acerca de
las fronteras entre ellos, ya que la ley no las determinó con exactitud. Y no solamente allí
donde algunos antiguos cantones o territorios estaban excluidos de la asociación provincial,
sino también donde las primitivas fronteras de las provincias continuaron siendo las del
estado. Otrora poco o nada se habían debatido estos temas en la Nueva Granada, y mucho
menos habían llegado a convertirse en motivo serio de litigio, mientras que ahora para los
estados soberanos parecía constituirse en cuestión de honor el no ceder al vecino, en lo
posible, un pie cuadrado de tierra. Estas rivalidades absurdas ocasionaron a Codazzi, quien
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como perito no pudo sustraerse a tales conflictos, mucho trabajo e infinitos disgustos. A lo
cual se agregaron ciertas discrepancias con el poder central, ya que el antioqueño Mariano
Ospina Rodríguez, presidente de la recién creada Confederación Granadina, declaró que en
su comarca nativa era opinión general, no solamente que los mapas de Codazzi carecían de
todo valor, sino también que los trabajos de Tyrrel Moore, según este hombre aseguraba,
habían servido de base para elaborarlos. Si bien Codazzi se apresuró a refutar tales rumores,
que también se hallaban relacionados con problemas fronterizos, de ningún modo logró
acallar el concepto adverso que de él se tenía en Antioquia, lo cual se explicaba
principalmente por el hecho de que allí se consideraba el levantamiento geocartográfico del
país como obra de los liberales, cuyos enemigos se asentaban precisamente en Antioquia:
sustentáculo principal de los medios conservadores, a los cuales pertenecía el propio
presidente Ospina. Codazzi supo ver en aquellas suspicacias la expresión de la enemistad
personal y partidista. A ello se sumaron nuevas dificultades, motivadas por cuestiones de
dinero y otros asuntos de poca monta, que tenía que arreglar con Manuel Antonio
Sanclemente, miembro del gabinete. Este hombre, que pronto se dio a conocer por el
comportamiento corrupto con sus subalternos, no mostró el menor interés en la obra de
Codazzi, sino que, por el contrario, la trató fría y burocráticamente. A este individuo le
entregó Codazzi, el 11 de junio de 1858, es decir, cerca de un año después de haber
concluido su último viaje, los mapas terminados con base en la nueva división del país. Tan
sólo faltaban los dos estados de la costa: Bolívar y Magdalena.
En tales circunstancias, Codazzi consideró cuestión de vida o muerte la reanudación de los
trabajos interrumpidos en 1850 en Tamalameque. Recomendó calurosamente la elaboración
y edición de un mapa especial de la Sierra Nevada de Santa Marta, y expuso con vívidos
colores la importancia de una publicación de esta índole para atraer inmigrantes, no
obstante que su colonia venezolana se acercaba rápidamente al inevitable fin. La respuesta
que dio el gobierno a sus proyectos cartográficos fue tan poco satisfactoria para Codazzi,
que éste contestó así: "La última comunicación dejó en mi ánimo una impresión muy
dolorosa. Ahora veo cómo se buscan indicios de sinrazón en mis propuestas - que se basan
en hechos seguros y en la terminación del levantamiento geocartográfico del país, en interés
del pueblo -, para mostrar que ellas abrigan intenciones inamistosas, ya que se me ha dicho
que yo, si no estuviera satisfecho con las decisiones del gobierno, podría hacer uso ante la
entidad correspondiente de mi supuesto derecho. Yo estaba convencido de que el carácter
de la obra por mí iniciada era más elevado que el de un simple contrato, y de que merecía
que se la tratara con cierta consideración y deferencia. La susodicha comunicación me hizo
ver que estaba equivocado: que no trabajaba a fin de obsequiar a la nación una obra
científica, para cuya ejecución el dinero, si bien se hallaba de por medio, no debería
considerarse como pago de servicios, sino como una ayuda para concluir la obra. Me di
cuenta de que no se trataba de un monumento en honor y en beneficio de la Nueva
Granada, sino que se la veía como una de esas tantas cosas que diariamente se compran y se
venden. Tamaña desilusión es una crueldad para un hombre que ha buscado su gloria en
hacer conocer al mundo culto estas tierras todavía no exploradas".
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Codazzi no encontró a nadie, en el gabinete de Ospina, que mostrara comprensión hacia sus
trabajos. Su propuesta de estudiar de modo particular y pormenorizado la Sierra Nevada de
Santa Marta, el más alto macizo montañoso costanero de toda la América del Sur, separado
de la cordillera de los Andes, no encontró eco alguno, y eso que se trataba de una idea con
fundamentos prácticos.
Un distinguido comerciante de Santa Marta, Joaquín Mier, le remitió un opúsculo
manuscrito referente a un plan de colonización de las tierras altas de la Sierra, tan cercana a
su residencia. El autor del escrito, Élisée Jean-Jacques Reclus (52), había vivido durante
algún tiempo, como pionero de este proyecto, en la extensa costa con los guajiros, y en los
numerosos valles de la Sierra con los arhuacos. Sin embargo, no obstante su gran capacidad
personal, no obtuvo ningún resultado, y sí fue víctima de innumerables sufrimientos.
Codazzi leyó con avidez los conceptos de este hombre, en los cuales reencontró sus propios
anhelos del año 1850. "Los primeros europeos que se establezcan en esta Sierra Nevada -
escribía Reclus - sin duda tendrán que afrontar muchos peligros y enormes dificultades,
antes de obtener el éxito definitivo. Padecerán de malaria, y las crecientes de los ríos y lo
intransitable de los pantanos obstaculizarán el transporte de sus víveres; la enemistad de los
pocos pero voraces funcionarios les causará contrariedades. Durante largo tiempo los recién
llegados estarán aislados de toda sociedad que no sea la de los indios. Su situación, sin
duda, será difícil. Empero, todos los escollos, que disminuirán a medida que avance la
colonización, se convierten para hombres valerosos en ventajas, ya que obligan a redoblar
la lucha, lo que, a su vez, hará doblemente merecida la victoria final. Con fundamento en el
trabajo activo y diligente, caben grandes expectativas en cuanto al futuro de la Sierra
Nevada y de la Sierra Negra. El café tendrá un buen desenvolvimiento en aquellos valles,
pese a que durante mi permanencia en el valle de San Antonio no fue posible obtener más
de trescientas libras de semillas para nuestras siembras. Las plantas tropicales llegan a
encontrarse a alturas increíbles sobre el nivel del mar. Las principales entre ellas
decuplicarán el producto de sus cosechas. Sin embargo, estas montañas, a pesar de su
belleza, son tenebrosas. Quien viaja solitario por los valles densamente boscosos se siente
realmente sobrecogido por un temor que oprime el corazón. En esta naturaleza vasta e
imponente, la soledad es infinita. Faltan la abundancia y la amabilidad, a causa de la
ausencia de campos cultivados, de prados y de lugares habitados por hombres". Codazzi
estaba impaciente por visitar las regiones así descritas, para conocer exactamente todos los
detalles. Pensaba que acaso pudiera todavía organizar una nueva colonización, si no con
alemanes, con franceses. Al mismo tiempo, el trabajo de descripción geográfica regional
presentaba cada vez más dudas respecto a aquel gran macizo montañoso de la costa, debido
a que surgieron diferentes teorías geognósticas cuyas conclusiones sólo serían posibles
después del estudio de las montañas nevadas de Santa Marta.
A todo esto se agregó otro acicate. Codazzi deseaba estar lo más pronto posible en algún
lugar de la costa, ya que el incansable Kelley no cejó hasta que por fin sus emisarios
encontraron en el Chocó una línea apta para la construcción de un canal. Desde 1854, el
dinámico neoyorquino había fijado su atención de manera particular en la ruta del río
137
Truandó, apenas tocado por Codazzi en aquel entonces. La primera exploración, dirigida a
mediados del año 1854 por James C. Lane, se malogró por un ataque de malaria; la
segunda, que encabezó William Kennish, acompañado por Normann Rude y Robert G.
Jameson, se encaminó, en diciembre de aquel año, desde Panamá hacia el sur. Después de
una completa pero infructuosa exploración de la bahía de Cupica, llegaron el 11 de enero de
1855 a la desembocadura del río Curachichi, cruzaron la divisoria de aguas y continuaron
por el río Nergua hasta desembocar en el Truandó y, sobre éste aguas abajo, al Atrato, el
cual remontaron hasta Quibdó. Desde aquí, dejándose llevar por la corriente, exploraron
todo el curso del río. El éxito de la empresa, del cual Codazzi apenas se enteró a mediados
de 1858, pareció proporcionar a Kelley la solución definitiva del problema de un canal a
través del istmo. Durante una larga gira, expuso personalmente sus planes, en forma muy
brillante; por ejemplo, en Londres, ante la Sociedad Geográfica y la Asociación de
Ingenieros Civiles. En esta ciudad se interesaron por el proyecto los almirantes Fitzroy y
Beechy, lord Clarendon, sir Roderick Murchison y Robert Stephenson. Si bien tal éxito
parecía extraordinario, también en París convenció Kelley al emperador Napoleón III, y en
Berlín ganó para su proyecto al anciano Humboldt. En seguida aparecieron, impulsadas por
el mismo Kelley, publicaciones explicativas simultáneamente en Nueva York, Londres,
París y Berlín, acompañadas de anotaciones de un Manby y de Humboldt. La cuestión del
canal parecía ahora acercarse rápidamente a una decisión.
El Congreso de Washington había acordado el 3 de marzo de 1857 la segunda expedición
por el istmo (53), para cuyo escenario se había escogido la región Atrato-Truandó-Cupica.
Herrán, ministro residente neogranadino en Washington, garantizó explícitamente, cuando
visaba los pasaportes, el permiso de su gobierno para que los jefes de la expedición
realizaran "la gran idea de los Estados Unidos". Fue así como zarpó el 16 de octubre desde
Nueva York el bergantín Varina con capacitados hombres a bordo, dirigidos por el teniente
Nathaniel Michler, del cuerpo topográfico de Washington, y entre los cuales se contaba el
naturalista Arthur Schott y el dibujante Jacob Schmidt. Más o menos al mismo tiempo
partió desde el puerto de San Francisco el vapor Arctic, bajo el mando del teniente de
marina Thomas A. Craven, acompañado por el pujante Kennish. De todo ello sólo
tardíamente obtuvo Codazzi informaciones precisas, pero esperaba vivir todavía lo
suficiente para ver la conclusión de una obra tan excepcionalmente importante para la
Nueva Granada, más que por el gigantesco canal que abriría paso a los barcos, porque
proporcionaría el fundamento físico a la colonización y a la agricultura. Si no quería
enajenarse del todo de esta empresa mundial, entonces tenía que estar lo más pronto posible
en la costa y desde ésta dirigirse a Europa, una vez se hubiera apresurado a terminar su obra
geográfica, a fin de editarla allí. Tan sólo allende el océano podía adquirir todos los
conocimientos útiles para la Nueva Granada con respecto al canal. Empero, esas no eran las
únicas razones: a Europa lo llamaba además una segunda consideración. La descripción
geográfica regional ya no salía tan fácil de su pluma como antaño. Frecuentemente se sentía
inseguro, y no pudo completar la redacción de un informe acerca de las últimas
excursiones, a pesar de que únicamente había tenido que efectuar dos breves recorridos y se
138
había dedicado durante dos meses a un trabajo práctico: el proyecto de un camino carretero
que comunicaría a Los Manzanos, cerca de Facatativá, con Beltrán, puerto del río
Magdalena frente a Ambalema. Codazzi se demoró cada vez más en el estudio de esta vía, a
causa de que abarcaba investigaciones de diversos aspectos secundarios.
Codazzi se dispersó en variadas disertaciones específicas (54). Escribió una relación sobre
los indígenas de la costa del Pacífico y de la cuenca del río Orinoco, sin contar con
suficiente información acerca de estos grupos étnicos; redactó un escrito referente a los
monumentos arqueológicos de San Agustín, en el cual concedió amplio espacio a su
fantasía, y después inició una descripción de la región del Caquetá, en la cual consignó lo
que había visto y oído durante la reciente excursión. Este último escrito hubo de
interrumpirlo por el momento, ya que se hablaba ahora de un viaje que en la primera mitad
del año pasado había realizado William Jameson de Quito al río Napo, que la Nueva
Granada reclamaba como frontera con el Ecuador, pero en cambio bosquejó un mapa del
territorio del Caquetá, basándose en este caso, para la frontera amazónica, en los datos de
Louis Herndon, cuyo mapa elaborado a mano lo debía a la gentileza de su amigo Ancízar,
que ahora se encontraba en Lima como ministro residente de la Nueva Granada. Otro envío,
esta vez del ministro residente neogranadino en los Estados Unidos, contenía la nueva
Geografía del Ecuador de Manuel Villavicencio (55), la cual, en cierto sentido, hizo
tambalear los conceptos de Codazzi. A este mismo, no le gustaron sus últimos trabajos. Al
examinar sus manuscritos, encontró en ellos capítulos importantes apenas bosquejados,
detalles a veces ampliamente comentados, pero nunca una relación continuada. La escala
para comparar lo grande y lo pequeño, lo valioso y lo anodino era apenas de orden
individual. Infortunadamente, carecía de la oportunidad de confrontar sus trabajos con los
avances recientes de otras naciones. Poco sabía de lo que se publicaba en Europa,
relacionado con su profesión, y nada entendía del amplio espíritu de los tiempos modernos,
que se manifestaba de manera tan pujante en los Estados Unidos. "Aunque me halle en los
días de mi vejez, debo viajar a París a fin de poder concluir mis trabajos - escribió a Holton
-, ya que aquí no cuento con la ayuda crítica de nadie. He de hablar con hombres como
Boussingault, Schomburgk y Humboldt. Tengo que visitar asociaciones científicas y
académicas. Tengo que empezar desde el principio. Si así no lo hago, todas mis fatigas y
dedicación habrán sido en vano. En nuestros días, quien trabaje aislado y solitario no podrá
ser útil al mundo. Aquí he perdido a mis últimos colaboradores. Acaso, en mi ancianidad,
una vez más tenga la suerte de poder discutir con mis semejantes". Así fue como, al igual
que a Caldas, lo dominó un sentimiento de insuficiencia. A lo cual, finalmente, se agregó la
añoranza de la tierra natal, que a lo largo de la vida acaso ningún italiano logre vencer del
todo. Antaño un reencuentro con el terruño le parecía poco agradable; ahora anhelaba, por
encima de todo, la querida tierra de origen. En la península apenina imperaba un espíritu
diferente del que reinara en otros tiempos. A partir de la guerra de Crimea, Italia había
tomado mejores rumbos. Cavour, "el hombre silencioso", había impulsado una política
nueva. Codazzi, incorregible enemigo de los austriacos, pensó continuar el viaje desde
París, lugar de impresión de sus obras, en compañía de sus dos hijos mayores, Agustín y
139
Domingo, vía los Alpes, hacia viejos amigos, con quienes todavía se carteaba de cuando en
cuando, y hacia la maravillosa patria.
De ese modo, sometido a tan diferentes sentimientos, tomó Codazzi, a finales de 1858, la
decisión de bajar al mar, aunque sin ningún anticipo ni ayuda monetaria del gobierno. No
obstante que sus amigos trataron de disuadirlo, e inclusive lo previnieron con insistencia, se
dirigió - él, un hombre de 66 años de edad - hacia las tierras bajas, tan llenas de toda suerte
de peligros. Esperaba llegar pronto a la atmósfera pura y fresca de las altas montañas
nevadas, y luego, al proseguir el viaje, disfrutar la brisa del mar. Durante este viaje, para el
cual escasamente se había equipado, lo acompañó únicamente Manuel María Paz.
El 13 de diciembre de 1858, en el vapor Nueva Granada, partió Codazzi de Honda hasta
Badillo, para desde allí visitar, por lo pronto, la ciénaga de Simití, así como las corrientes
de agua que la comunican con el río Magdalena. Continuó el viaje en piragua hasta El
Banco, donde se une el río principal con su único afluente procedente del norte, el poderoso
Cesar, que poco antes formaba innumerables ramificaciones y grandes lagunas, indicando
así la iniciación de una región topográficamente nueva. Penetró aquí Codazzi en un
laberinto acuático cubierto y rodeado de alta, densa y bochornosa vegetación selvática y de
enmarañado rastrojo. La extensa ciénaga de Zapatosa le hizo recordar la de Sinamaica, que
visitara hacía cerca de treinta años. Desde Chimichagua se dirigió a la solitaria serranía de
los Motilones, que formaba la frontera con Venezuela, y antaño considerada como campo
de ataque y de lucha de los salvajes lansquenetes de los Welser.
El 20 de enero de 1859 había llegado a Espíritu Santo, desde donde el camino hacia
Valledupar y hacia la tan ansiada Sierra Nevada se presentaba expedito. En este villorrio de
unos setecientos habitantes, a Codazzi lo atacó una grave fiebre. Sin embargo, continuó el
viaje el 7 de febrero, pero en Pueblito, una finca no lejos de aquel poblado, tuvo que
detenerse, tras lo cual hubo de cabalgar de prisa a fin de recuperar el tiempo perdido. De
nuevo durante la marcha se presentó otro fuerte ataque de la enfermedad. Hubo que bajar a
Codazzi del caballo y recostarlo sobre una estera en el suelo. La enfermedad se agravaba de
momento en momento. Gimiendo profundamente, se llevaba la mano a la frente, como si
quisiera ordenar sus pensamientos, decía palabras incoherentes sobre la obra geológica y
señalaba con la mano hacia las montañas de Santa Marta, tras lo cual fue breve su lucha con
la muerte (56). Junto al lugar donde falleciera, sus acompañantes, el mencionado Paz y un
asnerizo, limpiaron la tierra de hierba y rastrojo, cavaron en la sabana abierta una solitaria
sepultura y enterraron allí el cadáver, con la cabeza orientada hacia las montañas y el
cuerpo vestido con la ropa de viaje. Una vez cubierta y cerrada la sepultura, se colocaron
encima numerosas piedras, para protegerla de los animales salvajes2.
2
De un interesante libro de viajes titulado El río Cesar, de que es autor el sabio francés Luis Striffler,
publicado en Cartagena en 1876, tomamos los siguientes conceptos que determinan el lugar y la fecha precisa
de la muerte de Codazzi:
"[...] Apenas hube pronunciado el nombre de Codazzi, don Óscar Trespalacios exclamó: Codazzi llegó a mi
hacienda de Las Cabezas con su comitiva, sus sirvientes y seis soldados; ya estaba sufriendo calenturas
tercianas, por lo cual le aconsejé que se curase antes de seguir. En mi casa había ciertas comodidades y
recursos para una asistencia regular, pero él manifestó mucha impaciencia por concluir su Atlas lo más

140
En el momento en que llegó la noticia de la muerte de Codazzi a Bogotá, se encrespaban las
olas de un violento movimiento constitucional, a tal altura ya, que cualquier otro interés era
arrastrado por la marejada. Apenas acababa de entrar en vigor la ley fundamental que
consagraba el federalismo como sistema de gobierno, cuando ya había estallado la reyerta
entre los partidos, motivada particularmente por el primer mensaje presidencial, que a nadie
satisfizo y por cuyos términos, al parecer, los liberales se sintieron lastimados. Seguramente
la familia de Codazzi habría estado solitaria con su pena, si no hubiera acontecido un hecho
que indicaba mejor que cualquier otro la alta valía del difunto. Ramón Castilla, presidente-
libertador de la República del Perú, había escrito a Codazzi, sin considerar la edad de éste,
solicitándole encarecidamente hacerse cargo, tan pronto le fuera posible, del levantamiento
geocartográfico de ese país, como también de la impresión del mapa y del libro
correspondiente. Este mensaje altamente honroso llegó a Bogotá poco después de la noticia
de la muerte de Codazzi, y en medio del dolor fue recibido con satisfacción.

pronto, para lo cual sólo le faltaba medir y dibujar a Magdalena y Bolívar. De mi hacienda de Las Cabezas
tiró la primera línea de sur a norte, y después dispuso trasladarse al "pueblecito", que es el nombre que aquí
dan a Espíritu Santo (1), adonde lo acompañé: allí se agravó. Corrí al valle a buscar al señor Pavajeau, que
ejerce allí la medicina, y cuando volví ya Codazzi estaba postrado. Tres días después Colombia había perdido
a su geómetra".
Más adelante, al hablar Striffler de la casa donde murió Codazzi, agrega:
"En una casa situada detrás de la iglesia había una escuela de niñas cuyas alumnas no pasaban de diez [...] La
directora nos presentó a una señora respetable por la edad, aunque muy conservada, que era la dueña de la
casa, y la misma persona que había asistido a Codazzi en su última enfermedad (2). Nos preguntó si éramos
parientes o amigos del difunto y nos contó las repetidas sorpresas que experimentaba, al ser interrogada
siempre por extraños, no sólo sobre el hecho tan común de la muerte, sino por el deseo de conocer el lugar en
donde había lanzado el último suspiro el incansable geógrafo.
- Ahí - nos dijo - estaba la cama del coronel; y señaló el rincón que queda a la izquierda de la sala (3). El
coronel - continuó la señora - había llegado por la tarde con sus compañeros y su escolta; con él estaba el
joven Paz. Por la noche se soltó la mula en que montaba y se enojó por el descuido del sirviente encargado,
que la amarró mal. Ya el coronel sufría de calenturas, y a pesar de que estaba muy agitado, cuando ya el sol
estaba cerca del mediodía, se fue a la plaza con sus instrumentos y se puso a hacer sus observaciones. Por la
tarde se agravó; se acostó antes de anochecer y fue su último día de trabajo".
Después de la muerte de Codazzi, manos extrañas e inexpertas recogieron sus trabajos y nombres profanos
aparecieron como autores de la labor intensa y fecunda del gran latino que hizo de Colombia su segunda
patria; tal vez para que se cumpliera la sentencia del poeta cuando afirmó que "no siempre el laurel próspero
crece / en el huerto de aquel que lo merece".
1. Esta afirmación rectifica el concepto de Schumacher, cuando dice que de Espíritu Santo siguió el 7 de
febrero para El Pueblito, lugar que no existe en esa región y que fácilmente se escribió por Pueblecito, como
llaman también los naturales a Espíritu Santo.
2. Se refería Striffler a doña Petrona de Fex, dueña de la casa, y quien asistió a Codazzi durante su última
enfermedad. El coronel don Nehemías Mestre compró más tarde esta casa y la donó al municipió. Debería ser
en ella donde se colocara la lápida de que trata el art. 3º de la ley 104 de 1896.
3. La frase ingenua y espontánea de "ahí estaba la cama del coronel" hace desaparecer el concepto de que
Codazzi murió sobre una estera tirada al suelo, que se desprende del concepto de Schumacher cuando dice:
"Fue necesario desmontarlo y acostarlo en una estera [ ... ] luego vino una corta agonía". No murió Codazzi
de tal suerte; y téngase presente que Striffler escribió en el mismo lugar de los acontecimientos, en 1876; diez
y siete años después del suceso.
(Notas de F. García Carbonell)
[Tomado del Boletín Historial, Cartagena de Indias, núm. 13, mayo de 1916, págs. 4-6. (Nota del traductor)].

141
La obra de Codazzi: mapas, bosquejos, estadísticas, libros, tablas, descripciones,
manuscritos terminados o inconclusos, en fin, todos los materiales, tanto impresos como
inéditos, fueron entregados a Manuel A. Sanclemente, quien ahora menos que antes estaba
dispuesto a poner atención a esta índole de asuntos, ya que al gobierno lo asediaban las
preocupaciones derivadas de los movimientos subversivos o armados que brotaban en todas
las regiones del país, y que cada vez se concentraban en torno a Mosquera, quien, a su
turno, simpatizaba con ellos y los atizaba.
Entre algunos de los amigos de Codazzi que conocieron el método de trabajo de éste, se
ofreció Manuel Ancízar al gobierno para concluir lo empezado por el geógrafo. Salvo la
parte geológica, en cuatro años había que completar y publicar, de modo digno (57), el gran
mapa general con sus correspondientes textos explicativos; el Atlas, complementado con
mapas históricos; un manual que abarcara la historia, la estadística y la etnografía.
Sanclemente consideraba que el precio de veinte mil pesos por este trabajo era demasiado
alto, y pensó en encargar a Manuel Ponce y Manuel María Paz la elaboración de los croquis
y apuntes en borrador dejados por Codazzi, y la continuación de las mediciones
encomendarla al joven ingeniero Indalecio Liévano. Sin embargo, también para este
proyecto faltó pronto el dinero. Con Ospina tambaleante en la silla presidencial, el gobierno
central de la Confederación necesitaba para otros fines hasta el último real de los escasos
dineros de la tesorería bogotana. Como cabeza de todos los partidos de oposición, que
reclamaban soberanía para los nuevos estados, Mosquera amenazaba con la fuerza de las
armas. Los estados de Cauca, Bolívar y Magdalena se separaron de la Confederación, y se
formó una nueva unión, que inicialmente adoptó el nombre de Estados Unidos de la Nueva
Granada y posteriormente el de Estados Unidos de Colombia. Prontamente convertido en
dictador, Mosquera avanzó victorioso. Influido por muchas de las ideas de los
norteamericanos, acometió con espíritu enérgico, una vez conquistado el poder, múltiples y
diversas innovaciones.
Mediante decreto fechado el 12 de abril de 1861, creó con territorios de Antioquia, Cauca y
Cundinamarca un nuevo estado, el de Tolima, y cortó así, por medio de fallo ejecutivo, una
serie de diferencias fronterizas que hasta hacía poco les molestaran frecuentemente tanto a
él como a Codazzi. Declaró que no era necesaria la continuación del levantamiento
geocartográfico del país, ya que los mapas de los dos estados costeños se podían dibujar
fundándose en mapas antiguos. El 18 de julio de 1861 acordó con Ponce y Paz la
publicación de los mapas, prescindiendo de todo el programa antiguo y aplicando la mayor
sencillez posible. Así mismo, firmó con Felipe Pérez, el historiógrafo de sus últimas
hazañas militares, un contrato para la descripción geográfica regional, que debía realizar
dentro del más breve plazo. El 23 de julio decretó Mosquera la conformación de un distrito
federal con Bogotá y sus alrededores, que debía presentarse en mapa y atlas especiales,
pero que pronto desapareció por incapacidad para subsistir. No hubo oportunidad de utilizar
las ilustraciones escogidas para la obra de Codazzi. Por su propia iniciativa, Triana quiso
publicar en París la parte botánica, y así lo hizo durante algún tiempo. La parte geológica,
respecto a la cual se mencionó alguna vez el nombre de Karsten, se dejó por lo pronto de
142
lado como inutilizable, como todo lo demás que no tuviera cabida en las dos consabidas
publicaciones.
Entre los colaboradores de Codazzi, tan sólo uno era capaz de actuar de acuerdo con la
familia y de comprender verdaderamente al difunto: Ancízar. Este hombre excelente,
después de una amistad de diez años con el desaparecido, recopiló todo lo que pudiese ser
utilizable para erigirle un monumento literario: las noticias sobre la preparación del viaje de
regreso de la familia a Valencia, papeles propios, los escasos informes que le proporcionara
el gobierno, basándose en lo cual escribió y publicó la biografía de Codazzi. "La muerte, al
tronchar súbitamente la vida de un hombre de pensamiento y acción, es como un terremoto,
que no sólo acaba con la vida de un individuo, sino que también deja en ruinas sus mejores
creaciones. Codazzi no murió sólo: con él pereció la mitad de su obra apenas iniciada en
honor y para el provecho de la Nueva Granada, porque nadie, sino él, podía darlas al
mundo en la forma como él las planeara. En el pensamiento ya tenía todo concluido, y
avanzó paso a paso, con tranquilidad sistemática, hacia la realización de su gran tarea. Lo
que existe de sus trabajos merece el más alto reconocimiento. Es obvio que sólo un gran
talento topográfico era capaz de ejecutar semejante obra. En su trabajo, contaba casi
siempre con escasos puntos de partida para lograr algunas mediciones hábilmente
realizadas. Basándose en un mínimo número de fuentes, obtenía en una extensa región un
cuadro cartográfico comprensible. Edificada piedra sobre piedra, la fuerza creadora de
Codazzi no se basaba ni en el amor a la nueva patria ni en imperativos profesionales, sino
que era una fuerza inherente a su modo de ser, que lo movía a tratar de comprender la
configuración de la superficie de la tierra. Su sentido científico no lo dejaba descansar; su
talento excepcional, aun bajo condiciones muy desfavorables, tenía que producir efectos.
Codazzi era un genio en su oficio; sus trabajos, tanto sobre Venezuela como sobre la Nueva
Granada, no obstante que quedaron inconclusos, llevan impreso un carácter monumental".
El territorio al cual se referían los últimos trabajos de Codazzi, al publicarse por fin éstos,
figuró con el nombre de Estados Unidos de Colombia, ya que era el que había recibido, en
la Constitución del 3 de mayo de 1863, la antigua Nueva Granada.

143
NOTAS DEL AUTOR

1.

A LA CIUDAD DE SANTO TOMÁS DE ANGOSTURA, fundada en 1764, e inicialmente


llamada Santo Tomás de la Nueva Guayana, se le dio el nombre de Ciudad Bolívar,
mediante resolución del 31 de mayo de 1846. Corazón hasta entonces del comercio de la
región del Orinoco, nunca alcanzó tanta importancia política como durante el primer
Congreso venezolano. Éste se reunió en el que hoy en día es el auditorio del Colegio
Nacional de Guayana, aula actualmente ampliada y embellecida. El edificio se halla situado
en la plaza principal, en la cual se inauguró el 28 de octubre de 1868 una estatua de Bolívar.
La producción literaria más interesante de Angostura es el periódico El Correo del Orinoco,
cuyos ciento doce números aparecieron entre el 27 de junio de 1818 y el 4 de agosto de
1821, opuesto en ideas a la Gaceta de Caracas, dirigida por José Domingo Díaz. Parece que
sólo existe una colección completa, la de Verona, que regaló Codazzi a Carlos Vicentini.

2.

GIOVANNI BATTISTA AGOSTINO CODAZZI, hijo de Domenico Codazzi y Constanza


Bartolotti, nació el 10 de julio de 1793 en Lugo. Las primeras informaciones biográficas
acerca de él se publicaron en Caracas, a raíz de la conclusión de su obra geográfica sobre
Venezuela -en El Promotor del 17 de julio de 1843 - y en Bogotá - en una hoja volante de
1849 sin fecha exacta -, con motivo de la iniciación de una obra análoga sobre la Nueva
Granada.

MANUEL ANCÍZAR, después de la muerte de Codazzi, escribió la biografía de éste, la


cual publicó en El Mosaico, año II (Bogotá, 1859), págs. 5 y sigs. Este escrito, reproducido
fragmentariamente años después en la Revista Latino-americana, II (París, 1874), págs.
378-386, más parece la necrología de un amigo que un trabajo histórico. Deben consultarse:

JOSÉ MARÍA SAMPER, Notice biographique sur M. le général Codazzi [Noticia


biográfica del señor general Codazzi], escrita en París y presentada el 19 de julio de 1859 a
la Sociedad Geográfica. Véase Bulletin de la Société de Géographie [Boletín de la Sociedad
Geográfica], serie IV, tomo XVIII (París, 1859), págs. 49 y sigs.

144
HERMANN SCHUMACHER, Agostino Codazzi, una necrología, en la entrega más
reciente de la Zeitschrift der Gesellschaft für Erdkunde [Revista de la Sociedad Geográfica]
(Berlín, 1874), IX, págs. 22-39.

DOMENICO MAGNANI, Biografía di Agostino Codazzi [Biografía de Agustín Codazzi]


(Lugo, 1880), cuya nota introductoria dice: "Per questo lavoro ci giovammo specialmente
di una biografia del signor Villé, console d'Italia a Caracas, inscrita nel libro Volere é
potere del professore Michele Lessona; e di un discorso sul Codazzi del dottore Vincenzo
Testi". ["Para este trabajo nos servimos especialmente de una biografía del señor Villé,
cónsul de Italia en Caracas, incluida en el libro Querer es poder del profesor Miguel
Lessona, así como de un discurso del doctor Vicente Testi sobre Codazzi"]. Constanza
Codazzi de Convers, al traducir al español el escrito de Magnani (Bogotá, 1881), agregó
unas notas curiosas, pero sin importancia, acerca de la época de juventud de Codazzi.

Las principales fuentes para la presente biografía consistieron en manuscritos, algunos


suministrados por la familia Codazzi - especialmente por Lorenzo Codazzi en Bogotá, y por
S. G. Gaspari en Marsella - y otros por el archivo bogotano. En Caracas parece que no
queda recuerdo de la personalidad de Codazzi.

Codazzi se casó el 29 de abril de 1834 con Araceli Fernández de la Hoz - nacida en


Cumaná el 18 de enero de 1808 -, la cual le dio ocho hijos: Agustín (21 de marzo de 1835),
Araceli (30 de diciembre de 1837), Domingo (8 de mayo de 1839), Lorenzo (28 de octubre
de 1841), Constanza (10 de febrero de 1843), José Antonio (10 de abril de 1845), Rosario
(28 de abril de 1847) e Inés (15 de octubre de 1850).

Existen dos retratos de Codazzi. Uno se encuentra al comienzo del escrito de Magnani; o
mejor dicho, al principio de la traducción española, y data del año 1850. El otro es una
fotografía del año 1856, y únicamente se conserva en Bogotá. Al honrarse la memoria de
Codazzi en su ciudad nativa, el síndico de Lugo, G. I. Bertazzo, escribió el 24 de abril de
1876 a la viuda, informándole que en la casa natal del geógrafo se iba a colocar la siguiente
incripción, redactada por el poeta Ferruci:

IN QUESTA CASA NACQUE


AGOSTINO CODAZZI,
NOTO A DUE MONDI

PER VALOR MILITARE, VIAGGI SCIENTIFICI


ED OPERE UTILI
NELL'ATLANTE DI VENEZUELA
145
E NEL BENE ACCOLTO CONCETTO
PER TAGLIO DELL'ISTMO DI PANAMÁ.

[EN ESTA CASA NACIÓ


AGUSTÍN CODAZZI,
FAMOSO EN DOS MUNDOS
POR SU VALOR MILITAR, SUS VIAJES CIENTÍFICOS
Y SUS ÚTILES OBRAS
EN EL ATLAS DE VENEZUELA
Y SU BIEN ACOGIDO CONCEPTO
PARA DIVIDIR EL ISTMO DE PANAMÁ].

3.

EL VIRREY JUAN SÁMANO, ya bien entrado en años, sucedió a Montalvo en el


gobierno de la Nueva Granada, el 9 de marzo de 1818, en Bogotá. Véase su informe sobre
la batalla perdida en el puente de Boyacá el 9 de agosto de 1819, en José MANUEL
GROOT, Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada, escrita sobre documentos
auténticos, III (Bogotá, 1868), págs. 608-609. Abandonó a Bogotá el 10 de agosto de 1819,
y a Cartagena el 21 de marzo de 1820. De ahí, al parecer porque no quería jurar la
Constitución española de 1812, se dirigió a Jamaica, de donde viajó pronto al istmo. Desde
Portobelo mantuvo prolongadas negociaciones con Ruiz de Porras, comandante general de
Panamá y representante de la Junta de Regencia, sobre el reconocimiento de sus derechos
virreinales. Después de logrado este propósito, murió a fines de 1820 en Panamá. Véanse
José MANUEL RESTREPO, Historia de la revolución de la República de Colombia en la
América meridional, III (París, 1827), pág. 62; y GROOT, ob. cit., III, pág. 73.

4.

EL NOMBRE DE LA REPÚBLICA DE COLOMBIA 10 usó por primera vez Miranda


como expresión poética. Como concepto político lo empleó Pedro Gual en 1814 en
Cartagena. Véase RESTREPO, ob. cit., V, pág. 37, notas. El estado de este nombre tuvo
una existencia de algo más de diez años, como lo indica su semanario oficial, Gaceta de
Colombia, que apareció desde el 6 de septiembre de 1821 hasta el 29 de diciembre de 1831
y del cual se publicaron 566 números ordinarios.
146
Entre las obras históricas referentes a esta república, cabe nombrar:

a. JEAN M. LALLEMENT, Histoire de la Colombie [Historia de Colombia] (París y


Bruselas, 1826), como también su traducción al alemán por "E. S." (Quedlinburg y Leipzig,
1827 y 1828).

b. JOSÉ MANUEL RESTREPO, Historia de la revolución de la República de Colombia.


Este libro del año 1827 [citado primeramente en la nota 1 de HERMANN A.
SCHUMACHER, Mutis, un forjador de la cultura (Bogotá, 1984), pág. 185], ampliado
unos veinte años más tarde, apareció en 1858 en Besançon. La obra de cuatro tomos lleva el
mismo título de la primera edición. El prólogo se firmó el 13 de septiembre de 1848 en
Bogotá. El texto se compone de tres partes, a saber: a) la revolución de la Nueva Granada
(I, págs. 1-471), refundición del libro de 1827, que se comenta en la nota 19, I, pág. 585; b)
la revolución de Venezuela (I, págs. 473-569, como también II), para la cual se indican
como fuentes principales a Montenegro, Baralt, Díaz y al español Torrente; c) la historia de
Colombia (III y IV), que, si bien abarca esencialmente el período de 1819 a 1830, se
extiende hasta el año 1839, ya que Colombia continúa existiendo después de su
desmembramiento, en cuanto a problemas fronterizos y de deudas.

c. GEORG GOTTFRIED GERVINUS, Geschichte des neunzehnten Jahrhunderts [Historia


del siglo XIX], III y IV (Leipzig, 1858 y 1859). Las luchas de independencia en la América
española (III, págs. 1-338) y La independencia en la América española (IV, págs. 411-672)
son partes de la afamada obra histórica que fueron elaboradas de modo magistral basándose
en fuentes de insuficiente información.

d. JUSTO AROSEMENA, en La antigua Colombia y sus constituciones..., II, págs. 132-


151, comenta en forma excelente los problemas constitucionales.

e. JOSÉ ANTONIO PÁEZ, Autobiografía (Nueva York, 1871). Réplica a los escritos sobre
Bolívar, especialmente importante por los documentos que incluye.

Como consecuencia del desmembramiento de Colombia, con la separación de las


provincias al sur y al oriente de Bogotá, la mayoría de los problemas recayó sobre la
porción central del antiguo estado, no sólo con respecto al nombre - la Asamblea
Constituyente aprobó, el 10 de noviembre de 1831, el de Nueva Granada apenas por un
voto de mayoría -, sino también en cuanto al territorio, ya que existía la amenaza de
disgregarse en diferentes estados. En lo concerniente a tentativas de salvar el antiguo
nombre, durante algún tiempo se propusieron curiosas combinaciones, como "Colombia,
Estado de la Nueva Granada" o "Ecuador en la Colombia".

147
Con referencia a los ensayos de revivir a Colombia después del año 1831, véase
RESTREPO, ob. cit., IV, págs. 571 y sigs.

5.

TOMÁS CIPRIANO DE MOSQUERA, nacido el 26 de septiembre de 1798 en Popayán y


fallecido el 7 de octubre de 1878 en su hacienda de Coconuco, fue el único caudillo
neogranadino de la independencia que intervino posteriormente de manera efectiva en el
destino de su país natal. El 12 de mayo de 1879 el Congreso de Colombia ordenó erigirle
un monumento en lugar destacado del capitolio.

Hasta el año 1819 las relaciones de Codazzi con Mosquera están documentadas en
recuerdos familiares, cuentas, noticias de viajes y otros. En el año mencionado, ya
Mosquera realizaba observaciones meteorológicas en diferentes lugares del valle del Cauca;
en la revista El Neogranadino (Bogotá, 1848), págs. 72 y sigs. fueron publicados datos de
esta índole sobre Bogotá. Al igual que su hermano Joaquín, también Tomás Cipriano vivía
entonces bajo vigilancia policial. Véase documento del 20 de noviembre de 1818, en
LEONIDAS SCARPETTA y SATURNINO VERGARA, Diccionario biográfico de los
campeones de la libertad de Nueva Granada, Venezuela, Ecuador y Perú (Bogotá, 1879),
pág. 366.

De los numerosos escritos de Mosquera, en su mayoría de carácter diletante, cabe


mencionar:

a. Memoria sobre la geografía física y política de la Nueva Granada (con un mapa),


dedicada a la Sociedad Geográfica y Estadística de Nueva York, 1852. Hay traducción
inglesa de Th. Dwight (Nueva York, 1853) y holandesa de A. Boldberg (Amsterdam,
1856). Una versión alemana de F. H. Hesse no llegó a publicarse. Las relaciones de
Mosquera con la mencionada sociedad neoyorquina se inician en junio de 1852. El 16 de
enero de 1853 envió su trabajo al ministro residente neogranadino en Washington, para que
fuera utilizado en la defensa oficial de reclamaciones fronterizas, lo cual también se
cumplió. Mosquera reúne las 36 provincias en siete secciones y recomienda considerar a la
América del Sur como sexto continente con el nombre de Colombia, nombre que más tarde
logró que se adoptara para la Nueva Granada. El mapa, sin ningún mérito especial, fue
tomado de la obra venezolana de Codazzi: "El atlas se ha corregido en cuanto a Nueva
Granada y sus límites, dirección de cordilleras, curso de muchos ríos; en cuanto al territorio
de Venezuela nada se ha variado, como que es el trabajo más completo que se conoce".

148
b. Compendio de geografía general, política, física y especial de los Estados Unidos de
Colombia (Londres, 1866) y Diccionario geográfico de los Estados Unidos de Colombia
(Bogotá, 1868), cuyo prólogo lleva la fecha del 19 de enero de 1867. Los ataques de
Mosquera contra otros geógrafos se encuentran en Réplicas geográficas. El doctor Felipe
Pérez contesta las censuras que le hizo el Gran General Mosquera a la obra publicada en
París (Bogotá, 1865). Mosquera sólo formuló críticas a Codazzi - por lo demás, no
fundamentadas - después de la muerte de éste. Véase nota 54.

Las publicaciones menores de Mosquera consisten en textos partidistas de valor dudoso. El


primer mapa se encuentra en un escrito polémico contra José María Obando (Bogotá,
1843). El mapa más interesante es la Carta geográfica plana del curso del río Magdalena,
publicada en noviembre de 1849 en Barranquilla. Véase Catálogo de los mapas, planos,
cartas hidrográficas, [...], existentes en la Biblioteca Nacional, pág. 70.

Las Memorias sobre la vida del Libertador Simón Bolívar, de Mosquera, frecuentemente
citadas, parece que nunca fueron publicadas. JOHANN EDUARD WAPPAENS (Panamá,
Neu-Granada, Venezuela, Guayana, Ecuador, geographisch und statistisch dargestellt
[Configuración geográfica y estadística de Panamá, Nueva Granada...] en Stein's Handbuch
der Geographie und Statistik [Manual de geografía yestadística de Stein] [Leipzig, 1862],
pág. 416, acierta cuando dice que los escritos de Mosquera "son seudocientíficos y ostentan
mucho orgullo pero poco saber sólido".

6.

FRANCISCO DE PAULA SANTANDER nació en Villa del Rosario de Cúcuta el 24 de


abril de 1792 y murió en Bogotá el 5 de mayo de 1840. Era hijo de Juan Agustín Santander
y Manuela Omaña. No se contó entre los alumnos del Colegio del Rosario, sino entre los
del Collegium Bartolomaeus. En 1809 obtuvo el grado de doctor en jurisprudencia, y al año
siguiente ingresó en el ejército como subteniente, en el cual prestó inicialmente servicios de
secretaría.

RESTREPO dice (ob. cit., I, pág. 419) lo siguiente respecto a Santander: "No poseía las
dotes corporales necesarias para mandar a hombres semibárbaros; ellos sólo apreciaban a
los jefes que tenían valor y fuerza corporal superiores a los demás. Santander era sólo un
buen oficial de estado mayor instruido y civilizado".

Se afirma que Santander fue el autor del artículo sobre historia de Colombia que trae la
sexta edición de la Enciclopedia británica, el cual en 1829 Lorenzo M. Lleras tradujo al

149
español, agregándole algunas notas. A Santander, que durante años había permanecido
ausente de la Nueva Granada, se le designó presidente de la república en 1832.

7.

AUNQUE EXISTEN RELATOS DE VIAJES POR COLOMBIA durante el período


comprendido entre 1820 y 1830, en la mayoría son escasos sus méritos originales. Cabe
mencionar las siguientes obras:

a. CARL RICHARD, Briefe aus Columbien an seine Freunde, von einem hannoverschen
im Jahre 1820 [Cartas desde Colombia, escritas por un oficial hanoveriano a sus amigos en
el año 1820] (Leipzig, 1822). El nombre del autor figura en la página 196, mas no en la
portada.

b. FRANCIS C. HALL, Letters, written from Colombia during a journey from Caracas to
Bogotá and Menee to Santa Marta in 1823 [Cartas escritas desde Colombia durante un viaje
de Caracas a Bogotá, y de aquí a Santa Marta, en 1823] (Londres, 1824).

Aunque no se menciona su autor, no cabe duda de que se trata del mismo FRANCIS C.
HALL de Colombia, its present state in respect of climate, soil [ ... ] and induccements to
emigration [Colombia, sus condiciones actuales respecto al clima, al suelo (...) y sus
incentivos a la emigración] (Londres, 1827), con prólogo escrito en Maracaibo el 5 de
febrero de 1824 y dedicatoria a Jeremy Bentham, cuyo sistema escolar se pensaba
introducir en Colombia. Acerca de inmigración, véase dicha obra, págs. 59 y sigs. y 74 y
sigs.

c. GEORGE F. MOLLIEN, Voyage dans la République de Colombia en 1822 et 1823


[Viaje por la República de Colombia en 1822 y 1823] (París, 1824). Existen ediciones
inglesa y holandesa sin indicación de los traductores, así como una versión al alemán por F.
Schoell (Berlín, 1825). "Le voyage de Mollien - dice Humboldt en una carta a De la
Roquette - renferme des notions très utiles et précieuses sur les contrées d'Amérique, qu'il a
visitée le premier, et le noble courage qu'il avait déployé sur les bords de la Gambia, le rend
bien digne de l'intérêt public". ["El viaje de Mollien - dice Humboldt en una carta a De la
Roquette - encierra nociones muy útiles y preciosas acerca de las comarcas de América
visitadas por él primeramente, lo cual, unido a la gallarda valentía que antes desplegara a
orillas del Gambia, le hace muy digno del interés público"]. DE LA ROQUETTE,
Correspondence inédite, scientifique et littéraire [Correspondencia inédita, científica y
literaria] (París, s. f.), I, pág. 243.

150
d . CH. STUART COCHRANE, Journal of a residence and travels in Colombia during the
years of 1823 and 1824 [Diario de viaje y estadía en Colombia durante los años 1823 y
1824], dos tomos (Londres, 1825).

e. W. A. DUANE, A visit to Colombia in the years of 1822 and 1823 [Visita a Colombia en
los años 1822 y 1823] (Filadelfia, 1826).

f. JAMES P. HAMILTON, Travel through the interior provinces of Colombia [Viaje por
las provincias del interior de Colombia]*, dos tomos (Londres, 1827). El viaje duró desde
el 30 de diciembre de 1823 hasta el 22 de mayo de 1825. Traducción al alemán del Archivo
Etnográfico (Iena, 1827).

g. THOMAS BACHE, Notes on Colombia, taken in the years 1822-1823 with an itinerary
of Me route from Caracas to Bogotá and an appendix [Notas sobre Colombia, tomadas
durante los años 1822 y 1823, con un itinerario de la ruta de Caracas a Bogotá y un
apéndice] (Filadelfia, 1827). El autor, que era oficial de los Estados Unidos, dio a parte de
su libro la forma de diario.

h. C. A. GOSSELMANN, Resa i Colombia, Aren 1825 och 1826 [Viaje a Colombia en los
años 1825 y 1826], dos tomos (Estocolmo, 1828), con un mapa. Una segunda edición se
publicó en la misma ciudad en 1830. Traducción al alemán por A. G. F. Frese (Stralsund,
1829). En escrito posterior (Estocolmo, 1842), el autor refiere un viaje efectuado entre 1836
y 1838 **.

i. CHARLES FRIEND, Notes and observations made during a visit to Colombia in the
years of 1825, 26 and 27, [Notas y observaciones durante una visita a Colombia en los años
1825, 1826 y 1827], del cual sólo se publicaron extractos, entre ellos uno sobre un
importante aspecto: Notes of an excursion from the banks of the Atrato to the Bay of
Cupica in the year 1827 [Notas de una excursión desde las riberas del Atrato hasta la bahía
de Cupica, en el año 1827], en el Journal of the Royal Geographical Society (Londres, 18...
), XXIII, págs. 193-196.

151
8.

LOS PRIMEROS MAPAS GENERALES DE COLOMBIA carecen frecuentemente de


originalidad. Podrían mencionarse los siguientes: A. H. BRUÉ, Carte de Colombie d'après
Humboldt [Mapa de Colombia, según Humboldt] (París, 1823); Colombia from Humboldt
and other recent authorities [Colombia, según Humboldt y otras autorizadas fuentes
recientes] (Londres, 1823) ; Carte de la république de Colombia, formée de la Vice-
Royauté de la Nouvelle Grenade et de la Capitainerie générale de Caracas [Mapa de la
República de Colombia, formada por el virreinato de la Nueva Granada y la capitanía
general de Caracas] (París, 1824), y finalmente, A. H. CULBURN, Map of Colombia
[Mapa de Colombia] (Londres, 1825).

Importante, en contraste con los anteriores, es A. H. BRUÉ, Carte générale de la Colombie


[Mapa general de Colombia] (París, 1825), ya que este mapa se basa en la plancha 22 del
segundo atlas de Humboldt, que fue terminado en enero de 1825 por BRUÉ: d'après
l'ensemble de observations astronomiques et des renseignemens topographiques de M. de
Humboldt [Basado en el conjunto de observaciones astronómicas y de datos topográficos
del señor De Humboldt].

Después del cual siguen nuevamente trabajos de inferior categoría, como:

J. M. DARMET, Curte géographique, statistique, historique et politique de la Colombie


[Carta geográfica, estadística, histórica y política de Colombia] (París, 1826).

L. VIVIEN, Carte de la République de Colombie [Mapa de la República de Colombia]


(París, 1826).

A. H. BRUÉ, Carte générale de la Colombie et des Guayanes [Mapa general de Colombia y


las Guayanas] (París, 1826).

La primera publicación en Estados Unidos de mapas de este género fue de H. L. TANNER


(Nueva York, 1828) y consistió en un Atlas de Colombia. Véase, más adelante, nota 18.

9.

LA ACADEMIA DE CIENCIAS DE BOGOTÁ, cuya creación promovía Zea [véase


HERMANN A. SCHUMACHER, Mutis, un forjador de la cultura (Bogotá, 1984), pág.
241, nota 47] en Europa, no logró cristalizar, ya que faltaban medios financieros.
152
Sus miembros principales eran Boussingault y Roulin (véase FLORENTINO VEZGA,
Memoria sobre la historia del estudio de la botánica en la Nueva Granada [Londres y
Bogotá, 1860], págs. 179 y sigs.). El viaje del primero estuvo lleno de desilusiones y
aspectos desagradables, si bien no existe un relato del mismo ***. Boussingault firmó un
contrato con Zea el 28 de mayo de 1822, y llegó a mediados de noviembre a La Guaira. El
1° de agosto de 1823 empezó sus tareas en Bogotá, con observaciones meteorológicas,
después que una ley fechada el 28 de julio había ordenado la creación de una escuela de
minas. Su viaje por el río Meta lo realiza en 1824. Entre julio y agosto de 1826 estuvo en
Mariquita, de donde se marchó a Antioquia. De aquí se encaminó, en septiembre de 1830,
al Ecuador. En diciembre de 1830 se encontraba en Ansermanuevo; en abril de 1831, sobre
el Puracé; en mayo del mismo año, en Pasto; en agosto, sobre el Antisana; en diciembre,
sobre el Chimborazo. El 23 de diciembre sale de Riobamba para dirigirse al Perú, vía
Guayaquil. En julio de 1832 se halla en Santa Marta. Alguna información suministra la
compilación de los escritos de Boussingault efectuada por ACOSTA con el título de Viajes
científicos a los Andes ecuatoriales o Colección de memorias sobre física, química e
historia natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela (París, 1849). Los trabajos
originales en francés se encuentran publicados en su mayor parte en Annales de Chimie et
Physique, XXIII, XXV, XXVII, XXVIII, XLI-XLIV y LIII, de París. La mencionada
Colección de ACOSTA (págs. 225-266) contiene únicamente tres de los trabajos de Roulin
en la Nueva Granada: Sobre los cambios que experimentan los animales domésticos
europeos en el Nuevo Mundo, de fecha 29 de septiembre de 1828; Sobre el tapir, con fecha
7 de febrero de 1829 y Sobre la enfermedad del maíz llamada moho, sin fecha.

Estos trabajos fueron publicados primeramente en Mémoires présentées par divers savants
étrangers à l'Académie Royale des Sciences... [Memorias presentadas por diversos
científicos extranjeros a la Real Academia de Ciencias...], VI (París, 1835), págs. 319, 557
y 710. El mapa en el Atlas de Humboldt, con el número 31, que muestra los alrededores de
Honda, Mariquita .y Santana, lleva la leyenda: "Dessiné par F. Roulin, 1825" ["Dibujado
por F. Roulin, 1825"]. Al parecer, también los dibujos que ilustran el relato de viaje de
Mollien son de Roulin. El contrato firmado con Rivero lleva la fecha del 1° de mayo de
1822.

10.

JOSÉ ANTONIO PÁEZ, el protector y amigo de Codazzi, era hijo de Juan Antonio Páez y
María Violeta Herrera. Nació el 13 de junio de 1790 cerca de Acarigua, y falleció en Nueva
York el 6 de mayo de 1873. En esta última ciudad publicó, en 1871, su Autobiografía, que
llega hasta el año 1853 y en la cual habla de Codazzi (II, págs. 228-231, 261-262, 300). En
153
ella dice (II, pág. 334), en una nota: "Sería ingratitud imperdonable en un venezolano no
dar una reseña de los servicios que prestó a la causa americana un hombre tan distinguido
por sus talentos y por su consagración a las ciencias".

11.

EL LEVANTAMIENTO CARTOGRÁFICO VENEZOLANO se fundamenta en un acto


del Congreso del 14 de octubre de 1830, dado en Valencia. El documento se encuentra
publicado en Constitución y demás actos legislativos, sancionados por el Congreso
constituyente de Venezuela en 1830 (Caracas, 1832), págs. 39 y sigs., como también en el
prólogo del Atlas de Codazzi, y empieza con las siguientes palabras: "Considerando que el
levantamiento de planos, formación de itinerarios y cuadros estadísticos del Estado, es una
empresa de la primera importancia para Venezuela, cuyos útiles efectos serían
trascendentales a la mejor dirección de las operaciones militares, al conocimiento de los
límites de las provincias, a la exactitud en el establecimiento de las contribuciones y al
fomento de la agricultura, porque facilita la apertura y mejora de los caminos, el desagüe de
los lagos y pantanos y la limpieza y navegación de los ríos".

Hay escasos datos que permitan seguir cronológicamente el cumplimiento de esta tarea, no
obstante la existencia de algunas importantes cartas personales de Codazzi. Al parecer,
nunca se publicaron en Venezuela informes de Codazzi sobre mediciones y viajes, con
excepción de uno, fechado el 14 de marzo de 1838, que se dio a la publicidad en varias
oportunidades. No se han conservado diarios de los viajes, y el itinerario de éstos ha de
establecerse de manera aproximada, basándose en la obra publicada más tarde, en la cual se
dice, por ejemplo (págs. 172-174): "El número de los animales que, según los cálculos del
autor, había en cada provincia en los años que estuvo trabajando en ellas para hacer los
planos corográficos y dar al gobierno las noticias más exactas posibles sobre la estadística
del país", etc. El cuadro de la pág. 174, sobre el resultado de un censo de animales, contiene
la indicación del año del viaje. Más tarde intentó Codazzi, con modestia, suprimir los
pormenores de sus viajes, de modo que para indagarlos había que recurir a otras fuentes.

12.

EL CONCURSO MILITAR DE CODAZZI EN FAVOR DE VENEZUELA se halla


registrado de forma escueta en su hoja de servicios en Bogotá: "Movilizado en 1835 y
1836; en total, 8 meses y 22 días; contra Farfán, 1 mes y 24 días; campaña de Apure, 1
mes". Naturalmente, costaba más trabajo movilizarse que estar movilizado. Sobre las
154
operaciones militares de Codazzi, véanse FELICIANO MONTENEGRO DE COLÓN,
Compendio de la historia de Venezuela desde su descubrimiento y conquista hasta que se
declaró estado independiente, IV, pág. 630; y BARALT Y DÍAZ, Resumen de la historia de
Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830, págs. 362, 363, 368 y sigs.

Es característico el siguiente documento que expidió Páez en Maracaibo el 27 de marzo de


1836, cuyo manuscrito se conserva en el archivo de Bogotá: "Al retirarme del mando del
ejército por disposición del gobierno, cumplo con el grato deber de felicitar a usted por la
paz de Venezuela en que tuvo tánta parte. Desde el retiro privado recordaré con gusto la
eficaz cooperación que usted prestó para salvar a la patria de sus conflictos. Cuando
Venezuela no presentaba más que amenazas, cuando no ofrecía sino peligros, usted se
resignó a correrlos todos y a vender cara su vida para restituirle la tranquilidad que le había
robado la espantosa revolución de julio. Usted voló el primero a reunírseme y desde
entonces, marchando de riesgo en riesgo y de victoria en victoria, no se separó un instante
hasta que la nación quedó libre y respetada. Tan honroso comportamiento le hace acreedor
a la gratitud de la nación, y yo, que he observado de cerca su exactitud en el cumplimiento
de mis órdenes y que su puntual observancia salvó a Venezuela de un segundo golpe tan
terrible como el primero, me congratulo en haberle escogido de las filas. Lleve consigo el
aprecio del gobierno y la muy particular estimación del General en Jefe del Ejército, que se
suscribe de usted obediente servidor, José A. Páez.

Las subsiguientes anotaciones en su hoja de servicios se refieren ya al año 1854.

13.

JOSÉ (JUDAS) TADEO MONAGAS nació el 28 de octubre de 1784 en Maturín, y murió


el 18 de noviembre de 1868 en Caracas. Se le ha juzgado de maneras muy diversas, pero en
general se le rechaza sólo como partidario del federalismo. Con ocasión de su muerte,
apareció en su honor una publicación oficial (El federalista, Caracas, 1868), cuya primera
parte constituye una biografía (págs. 1-40). En ella se dice (pág. 17): "En 1847 el sufragio
de sus conciudadanos y el voto del Congreso lo llamaron a ejercer la primera magistratura
de la República, durante la cual, la marcha ascendente e irresistible del movimiento
democrático en el país le impuso una política ¡cuyo juicio pertenece a la Historia!". Un
discurso que pronunció Mosquera contra Monagas, el 14 de diciembre de 1854 en Bogotá,
estuvo a punto de enzarzar a Venezuela y la Nueva Granada en una guerra.

155
14.

JOSÉ MARÍA VARGAS nació el 2 de marzo de 1786 en La Guaira y murió el 13 de julio


de 1854 en Nueva York. El 27 de abril de 1877 se le sepultó solemnemente en el Panteón
de Caracas. Acerca de él, véase JESÚS MARÍA MORALES MARCANO, Apoteosis del
eminente ciudadano, doctor fosé María Vargas (Caracas, 1877), especialmente págs. 189 y
sigs. Sus escritos sobre botánica, química y mineralogía se mencionan allí, en las páginas
163-188. En poder de la familia Codazzi se encuentran varias cartas de carácter íntimo,
cuya reproducción está prohibida.

15.

FELICIANO MONTENEGRO DE COLÓN, Compendio de la historia de Venezuela desde


su descubrimiento y conquista hasta que se declaró estado independiente (Caracas, 1840) es
en lo esencial una reedición del tomo IV de la Geografía general para uso de la juventud de
Venezuela, publicada en cuatro tomos en Caracas entre 1833 y 1837. Esta obra iba a
concluir con una Geografía de Venezuela. En el prólogo del tomo IV se lee: "En el tomo
quinto se describirá geográficamente cada provincia por separado". Sin embargo, este tomo
quinto nunca se publicó, y al tomo IV se le dio el carácter de panorama histórico, al que la
geografía sirvió de telón de fondo. Para esta última resulta de múltiple aunque indirecta
importancia lo que dice MONTENEGRO en el tomo III (Caracas, 1834), págs. 315-615,
sobre la Nueva Granada, sirviéndose para ello de los trabajos de Zea y Restrepo. La fuente
principal de Montenegro para la historia antigua de Venezuela es J. DE OVIEDO Y
BAÑOS, Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela (Madrid, 1723).
El Colegio de la Independencia, de Montenegro, se abrió el 19 de abril de 1836 en Caracas.

16.

LA CIUDAD DE VALENCIA, cuyo nombre completo era Nueva Valencia del Rey, fue
erigida en 1812 en capital de la primera Venezuela republicana, por ser la más grande y
antigua del país. Lo mismo sucedió en 1830; pero después un decreto del 30 de mayo de
1831 designó a Caracas como sede del gobierno. La plaga de hormigas blancas que
imperaba en Valencia, causando increíbles estragos, destruyó gran parte de los trabajos y de
la correspondencia de Codazzi.

Las más recientes descripciones de la ciudad son las de HENRY DESPARMET


FITZGERALD: Valencia (Venezuela), en Bulletin de la Société de Géographie
156
Commerciale (Burdeos, 1879), núm. 22, págs. 417 y sigs.; y en Apuntes estadísticos del
estado de Carabobo (Caracas, 1875), págs. 13-16 y 74-82.

17.

JUAN MANUEL CAGIGAL, el primer censor de Codazzi, es un conocido personaje de la


historia de la revolución venezolana. Véanse FELIPE LARRAZÁBAL, Correspondencia
jeneral del Libertador Simón Bolívar (Nueva York, 1871), I, pág. 105; GERVINUS, ob.
cit., III, pág. 173; JOSÉ GARCÍA Y GARCÍA, Relaciones de los virreyes del Nuevo Reino
de Granada (Nueva York, 1869), págs. 584, 606, 607; RAFAEL MARÍA BARALT,
Resumen de la historia de Venezuela desde el descubrimiento de su territorio hasta el año
de 1797, II, pág. 355. Dice Codazzi: "El plan general de la obra ha sido aprobado por el
señor comandante de ingenieros [Cagigal], profesor de matemáticas en la academia militar
de Caracas, a quien fue consultado de antemano". Sobre las actividades de Cagigal, véase
también MONTENEGRO, ob. cit., IV, pág. 576.

18.

EL PRIMER ATLAS DE COLOMBIA representa un esfuerzo históricamente valioso, pero


científicamente constituye una obra sin mayor importancia. La participación de Restrepo en
este complemento de su obra histórica de 1827 es tan sólo aparente; de manera que no
puede ser él responsable de las planchas del Atlas, puesto que, como representante del
Estado, se limitó a enviar al editor parisiense lo que encontró, ni más ni menos. Incluso el
mapa de Antioquia no es el que levantara el propio Restrepo.

La obra cartográfica, cuyo prólogo aparece fechado en Bogotá el 11 de octubre de 1825,


presenta los doce departamentos, de acuerdo con la división territorial del 25 de junio de
1824: Istmo, Magdalena, Zulia, Venezuela, Orinoco y Maturín, Cauca, Cundinamarca,
Boyacá, Apure, Ecuador, Guayaquil y Asuay, más un mapa general. El dibujante es Joseph
Lanz. El prólogo, que al parecer es de Restrepo, menciona todas las fuentes: "Confesamos
francamente que los mapas del interior de esta parte de la república (es decir, Caracas-
Bogotá) están plagados de defectos en los ríos, lugares y provincias en que no anduvo el
barón de Humboldt". Además de los mapas de Humboldt y de las publicaciones de la
Oficina Hidrográfica de Madrid, se citan los trabajos de Maldonado, Talledo, Caldas y
Boussingault, pero también los cartógrafos que no se mencionan deben ser tenidos en
cuenta, como son, en primer lugar, Roche y Rafael Arboleda ("lo interior de la provincia
del Chocó y parte de la de Popayán está considerablemente mejorado, siguiendo los mapas
157
particulares de estos señores") y en seguida Manuel Anguiano - cuyo mapa de Cartagena
sirvió de base para dibujar el de esta provincia - brigadier de ingenieros en Cartagena que
se pasó a los republicanos, por lo cual Morillo lo hizo fusilar en 1816. Dicho mapa se halla
actual mente perdido. Véase RESTREPO, ob. cit., I, pág. 395. La más importante
indicación es la referente a JOHN ARROWSMITH : "En donde los trabajos del barón de
Humboldt han faltado se han seguido, en los departamentos que componían la antigua
capitanía general de Venezuela, los mapas de Arrowsmith". La obra mencionada es
Outlines of Me physical and political divisions of South America partly from scarce and
original documents, published before 1806, but principally from manuscript maps and
surveys made between 1771 and 1806 [Contornos de la división física y política de
Suramérica, en parte basados en documentos raros y originales publicados antes de 1806,
pero principalmente en mapas manuscritos y en levantamientos cartográficos realizados
entre 1771 y 1806] (Londres, 1811 y 1819). Incluso Fitzroy, en 1853, recomendó los datos
aportados por Arrowsmith referentes al territorio del Darién. Véase Journal of the Royal
Geographical Society, XXIII, pág. 182.

19.

LOS PROBLEMAS FRONTERIZOS SURAMERICANOS son, sin excepción, muy


difíciles de resolver. Cuando faltan tratados recientes, son cuestionables tanto la posesión
de hecho como el derecho vigente.

Cuando se creó la antigua Colombia, todas sus fronteras eran imprecisas: con la Guayana
inglesa, con el Brasil, con el Perú y con Costa Rica. A ello se agregó, al disolverse la
república, también la cuestión de límites entre Venezuela y la Nueva Granada, y entre ésta
y el Ecuador, problemas que aún hoy no llegan a su fin. Codazzi no se atrevió a expresar su
juicio personal ni en Venezuela ni más tarde en la Nueva Granada. En cuanto a Venezuela,
dijo lo siguiente:

"En la demarcación de las fronteras políticas está especificada toda la línea de acuerdo con
los mapas y la obra del sabio Humboldt", tras lo cual, así mismo, indica y explica todas las
excepciones de esta pauta. En relación con la Nueva Granada, manifiesta Luis CARLOS
Rico (en P. BORDA, Cuestión de límites entre Colombia y Costa Rica [Bogotá, 1880], pág.
115) que "los señores Manuel Ponce de León y Manuel María Paz me han informado que el
general Codazzi, para trazar los límites de la república pedía al gobierno los datos oficiales
que tuviese, y solicitaba informes de los altos funcionarios y de todas las personas capaces
de darle luz en la materia, entre ellas el señor doctor Pedro Fernández Madrid".

158
Respecto a las cuestiones de límites de Colombia con el exterior, que heredaron Venezuela,
Nueva Granada y Ecuador, es dable señalar poco más o menos lo siguiente:

a. CON LA GUAYANA BRITÁNICA, la frontera no había sido fijada mediante tratado, ni


antes ni después de 1831. La aserción de Codazzi no es valedera para este caso. Aunque en
la plancha 10 de su Atlas de Venezuela se encuentran las siguientes palabras: "Territorio
que se considera usurpado por los ingleses", aplicadas dos veces a lugares ribereños del río
Essequibo, tanto en su curso superior como en la desembocadura, Codazzi no indica los
reclamos ingleses sobre extensos territorios, como sí lo hace el mapa de Schomburgk ****,
ni sigue tampoco las indicaciones de Humboldt en todos sus aspectos, sino "exceptuando en
la embocadura del Rupununi, que hemos tomado por raya; pues según los últimos viajes del
señor Schomburgk allí está la sierra de Maracapans, de que habla Humboldt". Véase, más
adelante, nota 22. Esta diferencia no se había arreglado, y las conversaciones con Inglaterra
al respecto no dieron resultado, como relata PÁEZ en su Autobiografía (II, págs. 345-347).
Véase también FRANCISCO MICHELENA Y ROJAS, Exploración oficial de los ríos y
valles de la América del Sur hasta Nauta... (Bruselas, 1867), libro asaz palabrero pero que
constituye la fuente más importante para la historia de los problemas fronterizos anglo-
hispanos.

b. CON EL BRASIL, la cuestión fronteriza no se halla actualmente en consideración; de


manera que sigue pendiente para los tres estados en que se desmembró Colombia.

La línea fronteriza todavía se hallaba en litigio en tiempos de Codazzi, cuyo mapa, por lo
demás, también a este respecto se apartaba esencialmente del de Schomburgk. Sólo el 17 de
noviembre de 1860 se autorizó en Caracas un tratado de fronteras con el Brasil, cuyo
artículo 2 reza así: "Comenzará la línea divisoria en las cabeceras del río Memachi y
siguiendo por lo más alto del terreno pasará por las cabeceras del Aquio y del Tomo y del
Guaicía e Iquiare e Issana (de modo que todas las aguas que van al Aquio y Tomo queden
perteneciendo a Venezuela y las que van al Guaicía, Xie e Issana al Brasil) y atravesará el
río Negro en frente a la isla de San José que está próxima a la piedra de Cucui". Y en el
artículo 6 se lee: "Al tratar con la República de Venezuela relativamente al territorio
situado al poniente del río Negro y bañado por las aguas del Tomo y del Aquio, del cual
alega posesión la República de Venezuela, pero que ya ha sido reclamado por la Nueva
Granada, no es la intención de Su Majestad el Emperador del Brasil perjudicar cualesquiera
derechos que esta última república pueda probar a dicho territorio". Esta última frase
provocó que el secretario de Estado de la Nueva Granada, Juan Antonio Pardo, enviara
despachos tanto a Caracas como a Río de Janeiro.

LA CUESTIÓN FRONTERIZA NEOGRANADINA-BRASILEÑA Se trata


pormenorizadamente en JOSÉ MARÍA QUIJANO O., Memoria histórica sobre límites
entre la República de Colombia y el imperio de Brasil (Bogotá, 1869). Véase también
159
MANUEL ANCÍZAR, Apéndice al texto universitario de derecho internacional (Bogotá,
1872), pág. 6. Aquí cabe observar que las negociaciones realizadas en Bogotá durante los
meses de junio y julio de 1853 sobre problemas fronterizos resultaron infructuosas, y no
lograron entendimiento alguno entre los plenipotenciarios de los dos estados. Véase
LORENZO MARÍA LLERAS, Exposición sobre los tratados con el Brasil (Bogotá, 1854),
en la cual se halla incluido el Mapa para demostrar los límites de la Nueva Granada con el
Brasil, según el nuevo tratado y la línea que le daba el general Acosta en su mapa de 1847
(Bogotá, 1853), por AGUSTÍN CODAZZI. Nuevas negociaciones fronterizas inició, en
nombre del Brasil, Joaquín María Nascentes de Azambuja a fines de diciembre de 1868 en
Bogotá, diciendo: "No se puede poner en duda el dominio del Brasil en el territorio
comprendido en el triángulo formado por el Amazonas, por el Yupurá (Caquetá) y por la
línea de Tabatinga hasta la boca del Apaporis". Por entonces el Congreso bogotano hizo
publicar en el Diario Oficial los antiguos tratados fronterizos brasileño-portugueses de 1750
y 1777, pero también esta vez fracasaron las negociaciones.

La cuestión de límites entre Ecuador y Brasil quedó sumida en total confusión,


especialmente al surgir, como nuevo elemento, los reclamos del Perú y el interrogante de
hasta dónde resultaban éstos justificados. MANUEL VILLAVICENCIO (Geografía de la
República del Ecuador [Nueva York], pág. 27) explica apenas: "Los verdaderos límites con
las naciones vecinas no están aún determinados; pues se esperan tratados especiales que los
fijen definitivamente".

c. CON EL PERÚ, la frontera de la antigua Colombia era tan incierta como lo sería años
más tarde la del Ecuador, ya que hasta hacía poco no se había pensado en fijarla mediante
un tratado. Una visión de conjunto de los puntos que habían de considerarse, y que no viene
al caso analizar aquí, se encuentra en WAPPAENS, ob. cit., págs. 535 y sigs. Véase F. H.
NOVOA, Cuestión de límites entre Perú y el Ecuador, en Revista del Pacífico, V
(Valparaíso, 1861), págs. 121 y sigs., como también PADRE MONCAYO, Colombia y el
Brasil, Colombia y el Perú: cuestión de límites (Valparaíso, 1862).

d. CON COSTA RICA la línea fronteriza es igualmente vaga, a pesar de haber sido varias
veces debatida, y que para su fijación oficial parece ser obligatoria una ordenanza de la
corona española dada en San Lorenzo el 30 de noviembre de 1803. Véase MARTENS,
Nouveau recueil de traités d'alliance, de paix..., [Nueva recopilación de tratados de alianza,
de paz...] (Gotinga, s. f.), I, pág. 561. Costa Rica reclama, por un lado, el litoral del Pacífico
hasta la península de Burica, y por el otro, toda la vertiente atlántica de la antigua provincia
de Chiriqui y también una parte de la vecina provincia de Veraguas. Se han logrado
tratados de límites, pero éstos nunca fueron ratificados. En 1836 la Nueva Granada tomó
posesión de la comarca que linda con el río Dorces. Véase MORITZ WAGNER,
Naturwissenschaftliche Reisen im tropischen Amerika [Viajes científicos de un naturalista
por la América tropical] (Stuttgart, 1870), pág. 263.
160
Conviene consultar, además, los siguientes escritos:

VICTORIANO DE DIEGO PAREDES, La costa de Mosquitos y la cuestión de límites


entre Nueva Granada y Costa Rica (Nueva York, 1853; en esta misma ciudad se publicó
una traducción inglesa).

PEDRO FERNÁNDEZ MADRID, Informes sobre la cuestión de límites entre Nueva


Granada y Costa Rica (Bogotá, 1855), con fundamento en el cual se debe juzgar el artículo
publicado en Petermann's Mittheilungen, año 1856, págs. 266 y sigs.

FRANCISCO DE P. BORDA, Memorial sobre límites de Colombia con Costa Rica


(Bogotá, 1880).

Pasemos ahora a los litigios fronterizos dentro de lo que constituyó el antiguo territorio
colombiano, que se desmembró en 1831, los cuales plantean a la cartografía los mayores
problemas.

Entre Venezuela y la Nueva Granada se fijó el uti possidetis de 1810 como base de todo
acuerdo de límites, y así lo ordenaron tanto el artículo primero de la Constitución
venezolana del 22 de septiembre de 1830, como el artículo segundo de la neogranadina de
fecha 19 de marzo de 1832. Los pormenores debían resolverse en principio mediante
tratado del 14 de diciembre de 1833. Sin embargo, como éste no fue refrendado en Caracas,
continuó la controversia fronteriza. Codazzi no pudo contribuir a resolver este diferendo.
En su Atlas de Venezuela, la plancha 4 muestra dos dibujos: uno con la situación de 1810;
otro con la de 1840, que no coincidían entre sí. La primera y principal diferencia se
presentaba en la península de la Guajira, acerca de la cual dice Codazzi lo siguiente (ob.
cit., pág. 239): "Humboldt fija sus límites en el río Calancala, arreglándose sin duda a las
cartas de Fidalgo que hace concluir allí la provincia de Rio Hacha del mismo modo que en
el de Punta Espada la de Maracaibo, denominando el país intermedio: provincia Goajira".
Dicha corriente fluvial, que baña a Riohacha, se encuentra más tarde como frontera, en la
plancha 7 del Atlas de Codazzi, quien continúa diciendo: "débese respetar la opinión del
sabio Caldas, que dice: `la frontera va a terminar en el cabo de la Vela; porque conocía la
materia, era granadino y escribía para su patria". En este punto defendió Codazzi
ampliamente las aspiraciones venezolanas. La otra diferencia se presentaba en la región
situada al sur del río Meta, correspondiente al meridiano del Paso del Viento, a orillas del
río Arauca. Respecto a este territorio escribe Codazzi en 1856, en Bogotá: "En el mapa de
Venezuela había prolongado la línea del meridiano del Paso del Viento hasta los confines
del Brasil, por lo que no habría tocado nada del Orinoco a la Nueva Granada; pero de los
documentos que posee el gobierno de este país sobre la antigua extensión del virreinato,
resulta que los límites van desde el Meta, el Orinoco arriba hasta el brazo Casiquiare; éste
161
hasta el río Negro, etc.". Véase esta nota en FELIPE PÉREZ, Geografía física y política de
los Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1862), II, pág. 111. Codazzi, quien fijó la
frontera en el Atlas venezolano, en las planchas 4ª y 10 (entre los departamentos de Boyacá
y Orinoco), no indica los documentos que lo convencieron en favor de la Nueva Granada.
Por lo tanto, debe tomarse en cuenta el concepto de WAPPAENS de que, en relación con el
territorio en disputa, era difícil lograr algo "por la vía histórica", dado que en tiempos del
dominio español cambiaba con frecuencia la jurisdicción en las provincias fronterizas entre
la Nueva Granada y Venezuela, y que en el interior de este territorio casi totalmente
desconocido jamás se habían fijado las fronteras. Las últimas conversaciones
neogranadino-venezolanas sobre problemas fronterizos se encuentran en la publicación
oficial Negociación de límites en 1874 y 1875 entre los Estados Unidos de Venezuela y los
Estados Unidos de Colombia, con anexo (Caracas, 1875), y se ocuparon en cuatro zonas de
frontera: Guajira, Táchira, Casanare y hoya del Orinoco. PÁEZ (ob. cit., II, pág. 376) dice
con toda la razón, refiriéndose al año 1842: "Ojalá que nunca esta cuestión geográfica
destruya la armonía que debe existir entre repúblicas hermanas".

Finalmente, hemos de referirnos a la muy ardua cuestión de límites entre la Nueva Granada
y el Ecuador, dificultad que radica en que esta última república exige, desde su creación,
territorios que, sin duda alguna, no pertenecían a la antigua presidencia de Quito, o sea
Buenaventura e Iscuandé, reclamados el 24 de agosto de 1830, y todo el departamento del
Cauca, el 7 de octubre de 1831. Véase RESTREPO, ob. cit., IV, págs. 555 y sigs. Apenas el
9 de julio de 1856, un tratado puesto primeramente en vigencia por el artículo tercero de la
Constitución de los Estados Unidos de Colombia del 8 de mayo de 1863, ordenó
expresamente un modus vivendi. Todavía las fronteras, en toda su extensión, se hallan en
litigio, si bien el volcán de Chiles ha sido reconocido como hito. La línea divisoria que
arranca de este lugar hacia el océano Pacífico no es reconocible en el Mapa de Colombia
publicado en 1864, dado que Codazzi había suspendido sus trabajos en aquella región. Es
precisamente ANCÍZAR quien se refiere a esta línea, en Apéndice..., pág. 6. Al oriente de
la cordillera de Chiles, Ecuador reclama todo el territorio del Napo, respecto a lo cual dice
ANCÍZAR (ob. cit., pág. 8) "Ni ellos ni nosotros hemos presentado hasta ahora títulos
decisivos que zanjen la cuestión de derecho".

En el decenio de 1850 todavía se suscitaban disputas de límites entre los estados en que se
habían dividido tanto Venezuela como Nueva Granada. Véanse, por ejemplo, RAFAEL
MARÍA ARANA, Refutación al informe del general Codazzi sobre los límites de los
estados de Antioquia y Cauca por la aldea de María (Bogotá, 1858), y Réplica al general
Codazzi sobre su remitido: Aldea de María (Bogotá, 1859).

162
20.

LOS ESCRITOS DE BARALT Y DÍAZ, que hizo imprimir Codazzi, no muestran ninguna
relación en sus títulos con los que figuran en la obra de Codazzi. Estos serían así:

RAFAEL MARÍA BARALT, Resumen de la historia de Venezuela desde el


descubrimiento de su territorio hasta el año de 1797..., y BARALT Y DÍAZ, Resumen de la
historia de Venezuela desde el año de 1797 hasta el de 1830, dos tomos.

En la edición oficial, terminada en 1841 en París, se indica la unidad de las cuatro partes de
un modo curioso, o sea en la propia tapa, al mismo tiempo que en ésta se omiten los
nombres de los autores.

En cuanto a los tres tomos históricos, Codazzi se refiere, en el prólogo de su Atlas, a sus
relaciones con Baralt. Ramón Díaz, el confidente de Codazzi, suministró los anexos para el
resumen de Baralt, como se destaca hasta en el título, pero allí los datos históricos no
resisten una crítica severa. Si en la Geografía de Codazzi se citan fuentes históricas - como,
para dar un ejemplo, las de Oviedo y Baños - estas citas se transcriben de la información de
Díaz y carecen de valor intrínseco. De igual manera, no cabe considerar el mapa (plancha 3
del Atlas) referente a la época del descubrimiento como un trabajo independiente y original
del propio Codazzi.

En un artículo del 4 de junio de 1841, Analyse du premier volume de l'histoire de


Venezuela [Análisis del primer volumen de la historia de Venezuela], en el Bulletin..., serie
2, tomo XV (París, 1841), págs. 319-329, comenta BERTHELOT, aunque sin sentido
crítico, los libros citados. La parte dedicada a la historia más reciente (1797-1830) debe
tomarse con especial precaución. El anexo (ob. cit., pág. 346) empieza con las siguientes
palabras: "Siempre ha sido nuestra intención poner fin a este trabajo el año de 1830". Sin
embargo, todavía da algunas noticias sobre lo acontecido hasta 1837, mencionando algunas
veces a Codazzi. A propósito de ello, dice BARALT (ob. cit., pág. 414): "En la parte
geográfica del trabajo sobre la historia de la conquista venezolana hemos seguido paso a
paso las interesantes observaciones de Codazzi, ja quien somos además deudores de
muchas observaciones importantes!".

21.

LAS DISTINCIONES DE QUE FUE OBJETO CODAZZI EN PARÍS, de tánta


significación para su obra cartográfica, son las siguientes:

163
Septiembre de 1840: Informe de Sabine Berthelot a la Sociedad Geográfica. Véase en
Bulletin..., serie 2, tomo XIV (París, 1840), págs. 161-178, Rapport sur les travaux
géographiques et statistiques, exécutés dans toute l'étendue du territoire de Venezuela par
Mr. le Colonel Codazzi [Informe acerca de los trabajos geográficos y estadísticos
ejecutados en toda la extensión del territorio de Venezuela por el señor coronel Codazzi].
Las primeras palabras del informe indican que los mapas originales de Codazzi ya habían
sido presentados en aquella Sociedad en una reunión anterior: "Cette première
communication nous a fait souhaiter un rapport plus étendu" ["Esta primera comunicación
nos ha hecho desear un informe más pormenorizado"].

15 de marzo de 1841: Informe de Arago, Savary y Boussingault; 16 de junio: carta de Elie


de Beaumont; 20 de junio: carta de Humboldt. El informe primeramente mencionado se
encuentra, traducido al español, al principio del Atlas de Codazzi: Informe sobre los
trabajos geográficos y estadísticos, ejecutados en la República de Venezuela, conforme a
las órdenes del Congreso, por el señor coronel Codazzi. El escrito de Beaumont se publicó
en 1850 en Bogotá, en forma de hoja volante, para defender a Codazzi de los ataques del
senador Rico. Apartes de la carta de Humboldt se transcriben en ARISTIDES ROJAS,
Recuerdos de Humboldt en América, I (París, 1874), pág. 339; el original se conserva en
poder de la familia. El Journal des Débats Politiques et Littéraires (19 de junio de 1842) se
refiere con las siguientes palabras al otorgamiento de la cruz de la Legión de Honor a
Codazzi: "Le roi vient de nommer chévalier de la Legion d'Honneur M. le colonel Codazzi,
ancien officier de l'état-major á l'armée d'Italie sous le prince Eugène, actuellement au
service de la république de Venezuela. S. M. a voulu récompenser l'auteur d'un travail tras
important, la belle carte de la république de Venezuela, dessinée et gravée à Paris, il y a un
an, aux frais du gouvernement venezuelien, et dont l'Académie des Sciences a fait le plus
bel éloge". ["El rey acaba de nombrar caballero de la Legión de Honor al señor coronel
Codazzi, antiguo oficial del estado mayor del ejército de Italia al mando del príncipe
Eugenio, y actualmente al servicio de la República de Venezuela. Su majestad ha querido
así recompensar al autor de un trabajo muy importante: la bella carta geográfica de la
República de Venezuela, dibujada y grabada en París, hace un año, a expensas del gobierno
venezolano, y de la cual la Academia de Ciencias ha hecho el más elevado elogio"].

22.

ROBERT HERMANN SCHOMBURGK nació el 5 de junio de 1804 en Friburgo del


Unstrut (Alemania) y murió el 11 de mayo de 1865 en Schöneberg, cerca de Berlín. Publicó
en Londres, en el año 1840, el resultado principal de sus observaciones durante los viajes
realizados entre 1835 y 1839. El libro, acompañado de un mapa, lleva el siguiente título:
Description of British Guiana, geographical and statistical, exhibiting its resources and
164
capabilities together with the present and future condition and prospect of the colony.
[Descripción geográfica y estadística de la Guayana Británica, que muestra sus recursos y
posibilidades, así como el estado presente y futuro y las perspectivas de la colonia]. Su
hermano OTTO SCHOMBURGK tradujo al alemán esta obra y la publicó en 1841 en
Magdeburgo, con prólogo de Humboldt y seis paisajes en colores. Nunca tuvo Codazzi ante
sus ojos el espléndido y lujoso libro Views in the interior of Guiana [Mirada al interior de
la Guayana] (Londres, 1840). Desde un comienzo, a Schomburgk le interesaron vivamente
los mapas de la Guayana elaborados por Codazzi y más tarde las últimas cuatro planchas
del Atlas, las cuales, en conjunto, abarcaban un territorio de más de 20.100 leguas
cuadradas, además del Cuadro de los caños que forman el gran delta del río Orinoco de la
provincia de Guayana, que también pertenece a la obra geográfica (pág. 640). Schomburgk
y Codazzi se muestran siempre concordantes. La Hakluyt Society de Londres publicó en
1848 los informes de sir Walter Raleigh sobre la Guayana, en adaptación de Schomburgk,
con un mapa anexo, "compiled from personal observations and Codazzi's Atlas of
Venezuela" ["que recoge observaciones personales y datos del Atlas de Venezuela de
Codazzi"]. La tan altamente reputada sociedad científica menciona en la introducción
expresamente a Codazzi, en cuya autoridad, además, reconoce Schomburgk, en el propio
texto de la obra, haberse basado.

En el segundo viaje de Schomburgk a la Guayana, que se inició en enero de 1841 y terminó


en junio de 1844, participó también su hermano Richard. Acerca de esta empresa se
publicaron:

a. De ROBERT SCHOMBURGK, cuatro disertaciones: Expedition to the lower parts of the


Barima and Guiana rivers in British Guiana, d. d. river Manari 22nd June, 1841
[Expedición a los cursos inferiores de los ríos Barima y Guayana, fechada en el río Manarí
el 22 de junio de 1841]; Excursion up the Barima and Cuyuni rivers, d. d. Demarara,
August 1841 [Excursión aguas arriba de los ríos Barima y Cuyuni, fechada en Demarara en
agosto de 1841]; Visit to the sources of the Takutu in British Guiana d. d. May 1842 [Visita
a las fuentes del Takutu, en la Guayana Británica, fechada en mayo de 1842]; Expedition
from Pirara to the Upper Corentyne and from thence to Demarara [Expedición de Pirara al
alto Corentyne, y de aquí a Demarara]. Todas publicadas en el Journal of the Royal
Geographical Society, XII-XV (Londres, 1842-1845), con los anexos del mapa de parte de
la Guayana, en el tomo XII, y del croquis del Takutu, en el tomo XIII.

b. De RICHARD SCHOMBURGK la interesante obra Reisen in British Guiana in den


Jahren 1840 bis 1844 im Auftrage Sr. Majestät des Königs von Preussen [Viajes por la
Guayana británica durante los años 1840 a 1844, por encargo de su majestad el rey de
Prusia], con ilustraciones y un mapa (Leipzig, 1847), en tres tomos, los cuales no conoció
Codazzi.

165
Entre los papeles de Codazzi se encuentra una carta privada de Robert Schomburgk, escrita
en lengua española, referente a un problema cartográfico.

23.

LA OBRA GEOGRÁFICA DE CODAZZI SOBRE VENEZUELA no fue concluida, ya


que lo publicado no corresponde al propósito inicial del autor. Por lo demás, desde 1849 se
ha vuelto bastante escasa, a causa del descuido tanto en la distribución como en el uso.
Véase WAPPAENS, ob. cit., pág. 463.

En lo atinente, específicamente, al ya varias veces mencionado Atlas, éste lleva el siguiente


título: Atlas físico y político de la República de Venezuela, dedicado por su autor, el
coronel de ingenieros Agustín Codazzi, al Congreso constituyente de 1830 (Caracas, 1840).
El grabado de la portada se explica pormenorizadamente en el prefacio. El mapa mural
lleva el título de Mapa físico y político de la República de Venezuela (Caracas, 1840). Ha
de tenerse en cuenta que la parte militar de los trabajos cartográficos de Codazzi nunca fue
publicada. Para los dibujos originales sirvió de modelo la obra de A. LE SAGE Atlas
storico, geografico, genealogico, chronologico... [Atlas histórico, geográfico, genealógico,
cronológico...] (Florencia, 1813), del cual aparecieron ediciones francesas y alemanas entre
1824 y 1828, la primera en París y la última en Karlsruhe. El autor es Las Cases, biógrafo
de Napoleón I. Codazzi escribe equivocadamente Las Casas, grafía a la que dio pie una
edición del año 1826, en, la cual se explicaba que había sido "corregida y aumentada por un
español americano".

La descripción del país lleva el título de Resumen de la geografía de Venezuela (París,


1841). Como paradigma tomó, en primer lugar, a ADRIANO BALBI, Abrégé de la
Géographie, redigé sur un plan nouveau [Compendio de geografía, redactado de acuerdo
con un plan nuevo], libro muchas veces reeditado y que ha sido traducido a casi todas las
lenguas de cultura modernas. Codazzi llegó incluso a agregar al título de su libro, en honor
de su compatriota veneciano, las palabras: "formado sobre el mismo plan que el de Balbi".
También le sirvió de modelo RAMÓN DE LA SACRA, Historia económico-política y
estadística de la isla de Cuba (La Habana, 1831), libro que en el año 1828 llamó la
atención, cuando una entrega anticipada de éste se publicó en los Anales de la Ciencia, de
La Habana (véase Bulletin..., IX, pág. 195; y X, págs. 223 y 282). Berthelot dirigió una
edición francesa con notas pormenorizadas. Por cierto, la descripción de Cuba por
Humboldt ya había aparecido en traducción española en 1827. Dice De la Sagra, en el
prefacio:

166
"Será en mí siempre un deber el tributar los más sinceros elogios a la obra del señor barón
Humboldt".

Como fuente para su obra descriptiva utilizó Codazzi, además de los trabajos de Humboldt,
especialmente a FRANCOIS DEPONS, Voyage a la partie orientale de la Terre-Ferme dans
l'Amérique Méridionale, fait pendant les années 1801-1803 y 1806 [Viaje a la parte oriental
de la Tierra Firme en la América meridional, realizado durante los años 1801-1803 y 1806],
obra varias veces traducida tanto al inglés como al alemán, y cuya primera versión,
publicada en 1806 en Nueva York, se debió parcialmente a la pluma de Washington Irving.

La sección estadística del libro era especialmente difícil. Los datos que Codazzi logró
allegar se encuentran consignados en la segunda parte del resumen, al final de la
descripción de cada provincia. De primera importancia es el cuadro Terrenos baldíos según
los trabajos hechos en cada cantón por el autor, cuando levantó los mapas corográficos (ob.
cit., pág. 347), así como los datos sobre ocupaciones de los habitantes (págs. 337-339);
sobre productos industriales (pág. 341), agricultura y ganadería (págs. 347-352). Curiosos,
por lo menos, son los cálculos consignados en las páginas 342-346. "Nuestros cálculos se
fundan en un conocimiento del país, tan extenso cual pueden darlo diez años de
investigaciones personales sobre todo el territorio; la carencia de datos oficiales no podía
detenernos de poner los fundamentos de la futura estadística de Venezuela". Por cierto, los
datos sobre la población no son de Codazzi; y las cifras sobre la administración de justicia y
educación tienen su fuente en informes ministeriales (págs. 294 y sigs., 316 y sigs.), lo
mismo que los referentes a las finanzas (págs. 284-288), al movimiento de mercancías y al
movimiento de barcos, (págs. 326-332).

De la obra geográfica se publicó un extracto: CODAZZI, Catecismo de la geografía de


Venezuela (París, 1841). Este escrito fue varias veces editado, la última vez en Caracas en
1867. Una versión alemana de tal libro, que, por lo demás, tiene el marcado carácter de
curiosidad bibliográfica, se encuentra en JOHANN EDUARD WAPPAENS, Die
Republiken von Südamerika, geographisch-statistisch dargestellt [Las repúblicas de la
América del Sur: visión geográfico-estadística] (Gotinga, 1843), de la cual solamente llegó
a publicarse el tomo I (Venezuela), basado por entero en la obra de Codazzi, "la cual
compendia los resultados de diez años de investigación efectuada con los mayores cuidados
y talento, con lo cual entrega un tesoro de información geográfica y estadística sobre
Venezuela que no tiene par hasta la fecha respecto a cualquier otro país no europeo. El
hecho de poseer esta obra, muy rara y difícil de obtener en Europa, además de numerosos e
interesantes documentos sobre Venezuela, que también ha tenido la fortuna de haber sido
objeto especial de las investigaciones de Humboldt, me impelen a extenderme más sobre
este país que sobre los demás estados libres de la América del Sur" (ob. cit., pág. 61).

167
ARISTIDES ROJAS, refiriéndose a Venezuela, dice: "Los trabajos de Codazzi son el más
brillante corolario que podían tener los de Humboldt, y todas las ovaciones hechas a su
memoria no habrían tenido a los ojos del sabio una significación más elocuente que una
obra que él pudo estudiar en sus detalles, aplaudir en sus miras y sellarla con su nombre
inmortal". Véase Recuerdos de Humboldt, en Revista Latinoamericana, I (París, 1874), pág.
401.

Mucho de esa descripción del territorio venezolano debida a Codazzi fue incorporado en
los Apuntes estadísticos, que se publicaron en Caracas durante 1874 y 1875, por orden del
presidente Guzmán Blanco, algunas veces sin citar la fuente. Confróntese lo presentado allí
con textos análogos en la citada obra de Codazzi; por ejemplo, págs. 21-23, 49, 75-80, 246-
255, 391-395, 478 y sigs., 587-588, 593-596, 610-614.

24.

ACERCA DE LA COLONIA TOVAR, constituida por alemanes, se trata en los siguientes


escritos:

AGOSTINO CODAZZI, Proyecto de poblar con las razas teutónicas los terrenos altos y
hasta ahora incultos de Venezuela (Caracas, 1842).

ALEXANDER BENITZ, Ueber die Ackerbau-Colonien in Venezuela [Acerca de las


colonias agrícolas en Venezuela] (París, 1842).

SABINE BERTHELOT, Sur les nouveaux établissements agricoles fondés en Venezuela;


extrait du Liceo Venezolano en el Bulletin... [Acerca de los nuevos establecimientos
agrícolas fundados en Venezuela. Resumen hecho por el Liceo Venezolano para el
Bulletin...] (París, 1842), serie II, tomo 18, págs. 37-55.

El anexo cartográfico para los tres escritos es el mismo y lleva el título de Plan du territoire
entre Caracas, Victoria et le port de Maya, dressé par A. Codazzi [Plano del territorio
comprendido entre Caracas, Victoria y el puerto de Maya, levantado por A. Codazzi].

Al mismo tema se refieren:

LUDWIG GLÖCKELR, Venezuela und die deutsche Auswanderung dahin [Venezuela y la


inmigración alemana] (Schwerin, 1850), y también Die Gründung und der heutige Zustand
der Colonie Tovar in Venezuela [Orígenes y situación actual de la Colonia Tovar en
Venezuela] (Hamburgo, 1851).
168
AUGUST VON GLÜMER, Die deutsche Colonisation in Venezuela [La colonización
alemana en Venezuela], conferencia pronunciada el 5 de marzo de 1851 en Berlín
(Schneeberg, 1851).

GLÖCKLER, quien fuera cónsul de Venezuela en Hamburgo y participara ampliamente en


favor de las relaciones mercantiles entre esa ciudad y Venezuela, escribió sobre el tema, al
igual que sus compañeros, cuando ya la colonización estaba en peligro. La fuente más
importante es el escrito inédito de Codazzi Apuntaciones sobre inmigración y colonización
(Bogotá, 1850), cuya introducción dice: "Es la historia de la Colonia Tovar y los consejos
de la experiencia lo que intento consignar en escrito para advertencia y guía de los que
acometan iguales empresas en la Nueva Granada".

Ilustraciones sobre el tema se encuentran en E. BELLERMANN, Landschafts-und


Vegetations-Bilder aus den Tropen Südamerikas [Cuadros de paisajes y vegetación de los
trópicos suramericanos] (Berlín, 1850), entre ellos el XIV y el XV, Bosque cerca de la
Colonia Tovar en cercanía de Caracas; como también el XVII, En el jardín de Glöckler, y el
XXI, Casa de Glöckler con capilla en el valle de San Esteban, cerca de Puerto Cabello
(dibujado en septiembre de 1842), etc. Véase también HERMANN KARSTEN, en la
Zeitschrift für allgemeine Erdkunde [Revista de Geografía General] XIII (Berlín, 1862),
pág. 140; y también FRANZ ENGEL, Einwanderung und Colonisation im tropischen
Südamerika [Inmigración y colonización en la América tropical], en Jahrbuch für
Gesetzgebung, Verwaltung und Volkswirthschaft im Deutschen Reich, IV (Leipzig, 1880),
págs. 150 y sigs.; WAPPAENS, Venezuela..., págs. 174 y 243.

MARTÍN TOVAR, con cuyo nombre se designó el primer asentamiento agrícola, nació el
17 de septiembre de 1772, y murió el 26 de noviembre de 1846. Véase JOSÉ FÉLIX
BLANCO, Colección de documentos relativos a la vida pública del Libertador de
Colombia, Perú y Bolivia, Simón Bolívar (Caracas, 1875), II, págs. 184 y sigs.

25.

HERMANN KARSTEN nació el 6 de noviembre de 1817 en Stralsund. Por consejo de


Humboldt viajó dos veces por la parte norte de la América del Sur; primero de 1844 a
1848; después de 1848 a 1856. Inicialmente, estableció su cuartel general en Tovar, pero
más tarde lo trasladó a Bogotá. El viaje por la Nueva Granada lo comenzó en Santa Marta
en 1852, y son especialmente importantes los recorridos que realizó hasta Túquerres (1854)
y Cúcuta (1855). Véase KARL MÜLLER, Hermann Karsten, cine naturwissenschaftlich-
biographische Skizze [Hermann Karsten: bosquejo biográfico de un científico naturalista]
169
en la revista Die Natur [La Naturaleza], de ULE Y MÜLLER (Halle, 1871), núms. 16-51,
págs. 194 y sigs.

Resultado de los muy fructíferos viajes de Karsten son, entre otras, las siguientes obras:

a. Neue und schönblühende Gewächse Venezuelas [Nuevas plantas ornamentales de


Venezuela] (Berlín, 1848).

b. Beitrag zur Kenntniss der Gesteine des nördlichen Venezuela [Contribución al


conocimiento de las rocas del norte de Venezuela], en Zeitschrift der deutschen
Geologischen Gesellschaft [Revista de la Sociedad Geológica Alemana], II (Berlín, 1850),
págs. 345 y sigs.

c. Die geognostischen Verhältnisse des westlichen Columbien [La situación geognóstica


del occidente colombiano], con dos mapas y seis dibujos (Viena, 1856); Separat-Abdruck
aus den Wiener Verhandlungen der Versammlung deutscher Naturforscher mit Karten und
Abbildungen, daran schliesst sich cine geognostische Karte des nordwestlichen Theils von
Columbien [Separata de las discusiones de la reunión de los científicos naturalistas
alemanes, con mapas y reproducciones, complementada con un mapa geognóstico del
noroeste de Colombia]. Los mapas se presentaron el 5 de julio ante la Sociedad Geográfica
de Berlín (Zeitschrift..., IV, pág. 518), además de una geognosia de la Nueva Granada, cuya
publicación se frustró.

d. Ueber die Vulkane der Anden [Sobre los volcanes de los Andes] (Berlín, 1857).

e. Die medicinischen Chinarinden Neu-Granadas [La corteza medicinal de la quina de la


Nueva Granada], con dos litografías (Berlín, 1858).

f. Ueber Goldgewinnung in Neu-Granada [La explotación del oro en la Nueva Granada], en


la revista Westermann's illustrierter Monastschrift, IV (Brunsvig, 1858), págs. 629 y sigs.,
con seis ilustraciones. Véase allí también, págs. 64-76, un escrito sobre las palmas, con
ilustraciones.

g. Florae Columbiae specimina selecta [Ejemplares escogidos de la Flora de Colombia],


magnífica y fausta obra (Berlín, 1858-1861).

h. Reiseskizzen aus Neu-Granada [Apuntes de viaje por la Nueva Granada], en Zeitschrift


für allgemeine Erdkunde, N. F., XIII (Berlín, 1862), págs. 128-137, con apartes de la obra
de Ancízar (véase, más adelante, nota 29) y dos mapas de Codazzi que envió Alexander
Linding desde Bogotá, uno de los cuales muestra una parte del valle del alto Magdalena, y

170
el otro la región situada entre Zipaquirá y Chiquinquirá, ambos importantes por la exactitud
en la transcripción de los nombres.

Disertaciones de Karsten que se refieren ocasionalmente a la América del Sur se encuentran


frecuentemente en la Revista de la Sociedad Alemana de Geología y en el Archivo de
Minería y Metalurgia. A Karsten cabe por lo menos el mérito de haber rectificado el
planteamiento sobre los lagos andinos, que equivocadamente los concebía como cuentas de
agua dulce desaguadas en tiempos históricos, y que, sobre todo, iba en detrimento de las
descripciones de Codazzi.

26.

LA PROVINCIA VENEZOLANA DE BARINAS, que Codazzi gobernó durante algo más


de dos años, abarcaba el territorio del actual estado del mismo nombre: 1.994 leguas
cuadradas, que en el año 1840 poblaban cerca de 110.000 habitantes.

Al gobernador Codazzi lo caracteriza Lucio PULIDO, en Recuerdos históricos sobre el


general José Ignacio Pulido (Caracas, 1880), págs. 85 y sigs., como sigue: "Aunque muy
adicto al partido dominante y con la reputación de ser uno de sus más eficaces
instrumentos, Codazzi hizo en Barinas todo lo posible por atraerse las simpatías y la
estimación de los barineses; era un hombre de bien y un sabio; pero su aspecto adusto y el
pronunciado acento sardo, con que hablaba el castellano, predisponían en su contra a
primera vista y le hacían impropio para gobernar una provincia llanera y tan liberal como
Barinas. Después que se le trataba, se encontraba un hombre muy instruido, moderado y
lleno de espíritu público. El partido liberal era tan fuerte en la provincia que él no tuvo ni la
tentación de ejercer violencias y su conducta ulterior le hizo aparecer como un magistrado
enemigo de ellas". Éste es, pues, el concepto de un adversario político. Véase también ob.
cit., págs. 98-100. Con su gobierno se relacionan dos informes dirigidos a la asamblea
provincial de Barinas, impresos en Caracas, ambos con fecha 1º de noviembre, el uno del
año 1846 y el otro de 1847, los dos con anexos de índole histórica y estadístico-geográfica.
Sus títulos son: Exposición que dirige a la honorable diputación provincial el gobernador de
Barinas, coronel Agustín Codazzi.

En el archivo del ministerio bogotano de asuntos extranjeros se encontraban antaño los


siguientes borradores de manuscritos de Codazzi: Descripción general de la provincia de
Barinas; Cuadro estadístico-militar y del itinerario general de los caminos..., además de
Ocho descripciones e itinerarios de los cantones de la provincia de Barinas

171
Páez menciona en su Autobiografía (II, pág. 421), pero no la transcribe, la carta que, para
informarle, le enviara Codazzi. En cambio presenta su respuesta a los habitantes de Barinas
como documento testimonial de aquellas circunstancias. Para comprender la situación
política reinante ne Venezuela durante la gobernación de Codazzi, es importante un artículo
escrito por Codazzi que se conserva en la Biblioteca Pineda, en Bogotá, y que data del año
1846. Véase Catálogo de los mapas, planos, cartas hidrográficas, etc., existentes en la
Biblioteca Nacional (Bogotá, 1873), 1, pág. 79.

27.

LOS ESCRITOS ACERCA DE LA CUESTIÓN DEL ISTMO tuvieron, hasta principios de


los años cincuenta, carácter bastante teórico. Véase nota 73 [HERMANN A.
SCHUMACHER, Mutis, un forjador de la cultura (Bogotá, 1984), págs. 282-283]. Sin
embargo, en experiencias propias se basan las dos siguientes publicaciones:

a. JOHN A. LLOYD, Notes respecting the Isthmus of Panamá [Notas con relación al istmo
de Panamá], en Philosophical transactions [Actas filosóficas] (Londres, 1830), págs. 59-68.
El autor de esta disertación recibió de Bolívar, en noviembre de 1827, el encargo del
levantamiento cartográfico del istmo, tarea que se inició en marzo de 1828 en Panamá y ya
a fines de junio se concluía, si bien en febrero de 1829 todavía se realizaban algunos
trabajos. Mayores noticias sobre Lloyd se encuentran en el Journal of the Royal
Geographical Society, I (Londres, 1832), págs. 69-101, basadas en las disertaciones del 28
de febrero y del 14 de marzo de 1831. Cabe suponer que en la introducción a las mismas
los datos acerca de Lloyd han sido reelaborados. El mapa lleva el título de Plan of that part
of Me Isthmus of Panamá, elegible for effecting a communication between the Atlantic and
Pacific from observations and surveys performed in the years 1828 and 1829 [Plano de la
parte del istmo de Panamá que permite efectuar una comunicación entre el Atlántico y el
Pacífico, según observaciones y levantamientos efectuados en los años 1828 y 1829].

b. NAPOLÉON GARELLA, jefe de ingenieros de minas, viajó por el istmo en 1843. El rey
Luis Felipe mostraba interés personal, pero no político, en ese territorio. El informe de
Garella apareció con el título de Pro jet d'un canal de jonction de l'océan Pacifique et
l'océan Atlantique à travers l'isthme de Panama [Proyecto de un canal de unión del océano
Pacífico y el océano Atlántico a través del istmo de Panamá] (París, 1845). Confróntese con
Rapport sur le projet de M. Garella [Informe sobre el proyecto del señor Garella], en
Annales des Ponts et Chaussées; Mémoires et documents [Anales de Caminos, Canales y
Puentes; Memorias y documentos] (París, 1846) XIII, págs. 96 y sigs.

172
Entre los escritos técnicos del período indicado, el más importante es: MICHEL
CHÉVALIER, L'isthme de Panama [El istmo de Panamá] (París, 1844), separata de la
Revue de Deux Mondes [Revista de Dos Mundos] del 1° de enero de 1844. Véanse
especialmente págs. 49 y sigs.

La tan importante garantía que los Estados Unidos otorgaron a la Nueva Granada el 12 de
diciembre de 1846 en relación con el istmo, se consignó en los términos siguientes: "In
order to secure the tranquil and constant enjoyment of these advantages [ ... ] the United
States guarantee positively and efficaciously to New Granada by the present stipulation the
perfect neutrality to the isthmus with the view that the free transit from the one to the other
sea may not be interrupted or embarrassed in any future time while this treaty exists and in
consequence the United States also guarantee in the same manner the rights of sovereignity
and property which New Granada has and possesses over said territory". ["Con el propósito
de asegurar el disfrute tranquilo y constante de estas ventajas [ ... ] los Estados Unidos
garantizan de manera eficaz y positiva a la Nueva Granada, por la presente declaración, la
perfecta neutralidad del istmo, con miras a que el libre tránsito del uno al otro mar no sea
interrumpido ni impedido mientras este tratado exista. En consecuencia, los Estados Unidos
también garantizan, de igual manera, los derechos de soberanía que la Nueva Granada tiene
y posee sobre el dicho territorio"].

El 3 de junio de 1848 el Senado de Washington autorizó el tratado, que fue ratificado el 10


y publicado el 12 del mismo mes. Véase Public treaties of Me United States in force on the
1st. of December, 1873 [Tratados públicos de los Estados Unidos en vigencia el 1° de
diciembre de 1873] (Washington, 1875), págs. 550-558. Sobre obras que aparecieron más
tarde, véase nota 46.

28.

EL FERROCARRIL DE PANAMÁ, que empezó a construirse el 2 de mayo de 1850, y


cuyos principales tramos se concluyeron el 27 de enero de 1855, se fundamenta en un
contrato fechado el 15 de abril de 1850 y que aparece en Leyes y decretos expedidos por el
Congreso constitucional de la Nueva Granada (Bogotá, 1850), págs. 13 y sigs. Antonio
Artells publicó una traducción inglesa en 1856, en Nueva York. Otra alemana figura en el
Preussische Handels-Archiv [Archivo Prusiano de Comercio] (Berlín, 1850), págs. 394-
402. Se afirma que los derechos de la compañía se ejercían exclusivamente sobre aquella
porción del istmo que formaba el 1° de enero de 1849 la provincia de Panamá, pero no, por
ejemplo, sobre el istmo del Darién, ya que éste constituía hasta el 1º de junio de 1850 una
provincia aparte. Sobre esta empresa, se deben consultar:

173
B. PIM, The gate of Me Pacific [La puerta del Pacífico] (Londres, 1863), págs. 192 y sigs.
En esta obra se encuentra un resumen del contrato del 15 de abril de 1850, como también
(págs. 415 y sigs.) un informe, referente a una subvención estatal, dirigido al Congreso de
Washington el 16 de enero de 1849. Pim opina (pág. 192) sobre el ferrocarril: "I have seen
the greatest engineering works of the day, for example, the railroad over the Soemmering
and the Dom Pedro Secundo line of Rio Janeiro, but I confess that I have never been more
struck than with the evidence of the wonderful skill, endurance and perseverance, which
have been exercised in its construction" ["He visto las mayores obras de ingeniería de la
actualidad, como son, por ejemplo, el ferrocarril sobre el Soemering y la línea Don Pedro
II, de Río de Janeiro, pero confieso que nunca había quedado tan impresionado como ahora
por la maravillosa habilidad, resistencia y perseverancia demostradas en la construcción"].

F. N. OTIS, History of Me Panama-Railroad and the Pacific-Mail Steamship Company


[Historia del ferrocarril de Panamá y de la Compañía Naviera del Pacífico] (Nueva York,
1867). La introducción del libro ofrece información histórica de especial valor.

A la estación terminal del ferrocarril se le dio el nombre del comerciante neoyorquino


William H. Aspinwall. PIM (ob. cit., pág. 214), dice: "On the 29th of February, 1852, there
a city was founded by Don Victoriano Paredes, secretary of State for Foreign Affairs of
New Granada, and by him named Aspinwall as a just tribute to one of the railway
promoters". ["El 29 de febrero de 1852, don Victoriano Paredes, secretario de Estado para
asuntos extranjeros de la Nueva Granada, fundó allí una ciudad, a la que llamó Aspinwall,
como merecido homenaje a uno de los promotores del ferrocarril"]. Sin embargo, ahora el
nombre oficialmente reconocido por las autoridades de Bogotá es el de Colón, las cuales
hace poco rechazaron un acuerdo consular para Aspinwall.

29.

MANUEL ANCÍZAR nació en Zipaquirá el 21 de mayo de 1815, pero desde entonces


vivió en Bogotá y, al igual que Acosta, adquirió sus conocimientos durante largos años de
permanencia en Europa *****. Él mismo se refiere así a uno de sus antepasados: "El
corregidor de Zipaquirá, el español José de Ancízar, vizcaíno, de sanas intenciones, si bien
un tanto militar en su modo de administrar". Sus escritos, cargados de chispa, son en su
mayoría artículos periodísticos, por ejemplo la Biografía del Gran Mariscal de Ayacucho.
Su obra más importante está constituida por los folletines sobre los dos primeros viajes de
la Comisión Corográfica (véase, más adelante, la nota 31). Ancízar, que pensaba formar
con ellos una obra más extensa y con ilustraciones, terminó el último con las siguientes
palabras: "Permítaseme concluir la primera serie de estos artículos". Cuando en 1853 se
publicaron en forma de libro, el autor se encontraba ausente de Bogotá, en misión
174
diplomática. Su separación de la Comisión Corográfica se efectuó a fines de 1851, aunque
las instrucciones para la legación en Quito llevan la fecha del 5 de enero de 1852. En el
número 1466 de la Gaceta Oficial, fechado en Bogotá el 11 de enero de 1853, aparece un
informe de Ancízar sobre problemas fronterizos, firmado el 8 de octubre de 1852 en
Guayaquil.

De especial interés es la publicación de Ancízar en el Bulletin... (París, 1857), págs. 310 y


sigs., fechada en Bogotá el 28 de diciembre de 1856. Ancízar era miembro correspondiente
de la Sociedad Geográfica de París, a la cual envió aquellos folletines, acompañados de las
siguientes palabras: "Le désir de manifester par un tribut, qu'il humble qu'il soit, ma
reconnaissance envers la société, m'a determiné á offrir ces notes imparfaites et
qu'aujourd'hui les vicissitudes d'une vie politique agitée ne me permettent et ne me
permettront plus de mettre en ordre pour terminer l'ouvrage que j'avais en le projet
d'écrire". ["El deseo de manifestar, mediante un tributo, así sea humilde, mi reconocimiento
a esa Sociedad, me determinó a ofrecerle estas notas, que hoy las vicisitudes de una vida
política agitada no me permiten ni me permitirán ordenar para terminar la obra que había
proyectado escribir"].

30.

JOAQUÍN ACOSTA, nacido en Guaduas el 22 de diciembre de 1799 y fallecido en Bogotá


en 1852, encontró su biógrafo en Januario Triana, cuya obra se publicó en Bogotá en 1853.
Humboldt, en su mapa de la provincia del Chocó, grabado en abril de 1827, puso las
siguientes palabras de reconocimiento: "Je me suis aidé pour le Río Atrato, le Portage de
San Pablo et les routes du Cauca au Chocó des conseils obligeans de M. Joaquín Acosta,
jeune officier Colombien, qui a residé dans ces lieux". ["En lo atinente al río Atrato, al
arrastradero de San Pablo y a las rutas del Cauca al Chocó, me ayudaron los obligantes
consejos del señor Joaquín Acosta, joven oficial colombiano que residió en esos lugares"].

En el Bulletin..., IX (París, 1828), pág. 200, se lee: Lettre sur le tremblement de terre de la
Colombie adressée á M. Alexandre Barbié du Bocage par M. d'Acosta [Carta sobre el
terremoto de Colombia, dirigida al señor Alexandre Barbié du Bocage por el señor De
Acosta].

Durante los años treinta vivió Acosta en Bogotá, donde enseñó en la universidad, a partir de
1833, química y física, a la vez que realizaba observaciones meteorológicas. A mediados de
los años cuarenta se encontraba en Europa, donde publicó las siguientes obras mayores :

175
a. Mapa de la República de la Nueva Granada, dedicado al barón de Humboldt (París,
1847). Diez años después, José María Samper preparó una nueva edición, "arreglada al
sistema federal de 1858". Este mapa fue reseñado inmediatamente después de su aparición
por Edouard François Jomard. De esta reseña (Bulletin..., serie 3, tomo IX (1848), págs.
239-245), merecen destacarse los siguientes apartes: "Le cours de la Meta a été tiré en
partie des observations faites pendant le voyage des MM. Roulin et Ribero, de Giramena à
l'Orénoque, travail entièrement inédit et que M. Roulin a bien voulu nous communiquer. M.
Acosta a travaillé sur le journal original. La partie supérieure est tirée de la carte originale
de Caldas; le district d'Antioquia des travaux de M. Restrepo; la province de Carthagène
d'une carte originale portante la signature de Manuel de Anguiana et conservée à la
Bibliothèque nationale de Paris; la province de Mariquita, en partie de la carte de M.
Roulin: en fin l'isthme de Panama des cartes les plus recentes. M. Acosta a employé aussi
des itinéraires militaires et des détails topographiques tirés de ses propres voyages et de
journaux de routes de divers officiers de la république, dans les differentes provinces de la
Nouvelle Grenade. A la carte est joint pour la première fois un détail particulier du port de
Sabanilla à l'embouchure du Rio-Magdalena levé en 1843 avec des sondes, par ordre du
gouvernement de la république, travail resté inédit, et qui sera très utile pour les navires de
guerre et du commerce; puis en détail du port de Carthagène aussi avec les sondes, un petit
plan de Bogota, et une coupe transversale des deux Cordillères, de l'est a l'ouest, passant à
peu près par le parallèle de 41/20 N, entre le Rio Meta et Choco. Cette coupe est en même
temps geologique; elle est tracée d'après les observations de M. Boussingault". ["El curso
del Meta fue en parte dibujado basándose en las observaciones que durante su viaje de
Giramena al Orinoco hicieron los señores Roulin y Ribero, trabajo totalmente inédito y que
el señor Roulin ha tenido a bien darnos a conocer. El señor Acosta trabajó sobre el propio
original del diario. El curso superior está tomado del mapa original de Caldas; el distrito de
Antioquia, de los trabajos del señor Restrepo; la provincia de Cartagena, de un mapa
original que lleva la firma de Manuel de Anguiana y que se conserva en la Biblioteca
Nacional de París; la provincia de Mariquita, parcialmente del mapa del señor Roulin y,
finalmente, el istmo de Panamá, de los mapas más recientes. El señor Acosta se sirvió,
además, de itinerarios militares y detalles topográficos de sus propios viajes y de los
cuadernos de ruta de diversos oficiales de la república, en las diferentes provincias de la
Nueva Granada. Al mapa se agrega por primera vez un detalle particular del puerto de
Sabanilla, en la desembocadura del río Magdalena, levantado en 1843, mediante sondas,
por orden del gobierno de la república, trabajo que estaba inédito y que sería muy útil para
los navíos de guerra y los barcos mercantes. Se añade, además, un detalle del puerto de
Cartagena, también levantado con sondas; un pequeño plano de Bogotá y un corte
transversal de las dos cordilleras, de este a oeste, pasando aproximadamente por el paralelo
41/2° N, entre el río Meta y el Chocó. Este corte, que es al mismo tiempo geológico, fue
trazado según las observaciones del señor Boussingault"]. Posteriormente, este corte fue
reproducido muchas veces.

176
b. Compendio histórico del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada en el siglo
XVI (París, 1848), obra que contó con el aplauso de Humboldt. Aunque elaborada de
acuerdo con las fuentes, debe aplicarse, sin embargo, al utilizarla, una crítica cuidadosa. En
un principio pensó Acosta en una publicación especial con las fuentes bibliográficas y sus
autores, pero después optó por agregar esto a su propia obra, una reseña de la cual, escrita
por G. LAFOND DE LUREY, se encuentra en el Bulletin..., serie 3, tomo XII (1849), págs.
94-105.

c. Semanario de la Nueva Granada, miscelánea de ciencias, literatura, etc., publicado por


una sociedad de patriotas granadinos, bajo la dirección de Francisco losé de Caldas (París,
1849). Véase nota 17 [en HERMANN A. SCHUMACHER, Caldas, un forjador de la
cultura (Bogotá, 1986), págs. 197-198]. El editor dice en el prólogo: "Ofrezco mi
agradecimiento al señor coronel Acosta por el sacrificio desinteresado de su trabajo, su
saber y su tiempo".

d. Viajes científicos a los Andes ecuatoriales o colección de memorias sobre física, química
e historia natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela, presentadas por Boussingault
y Roulin (París, 1849). Este trabajo - al cual se agregaron algunas disertaciones de Rivers,
Valenciennes, Caldas, Gros y del mismo Acosta, de quien se incluyó también un ensayo
sobre geología - se había enviado, según el prólogo del año 1844, al presidente Mosquera,
para su publicación oficial, pero éste la rechazó alegando escasez de fondos, aunque lo más
probable es que no le gustaran los trabajos científicos en que no había participado.

Obras menores de Acosta son las siguientes:

Noticia sobre la geografía política de Colombia (Bogotá, 1825). El ejemplar que conocí
lleva la anotación en español, de puño y letra de Humboldt: "Escrito muy raro en Europa".

Itinerario descriptivo del Magdalena, al uso de los viajeros en el vapor, acompañado de un


diseño del río (Bogotá, 1850). El mapa carece de valor.

Lecciones de geología (Bogotá, 1850). Sólo aparecieron tres entregas.

Almanaque para el año bisiesto de 1852 (Bogotá, 1851).

177
31.
UNA OBRA GEOGRÁFICA SOBRE LA NUEVA GRANADA ya se había contemplado
en el acta del Congreso con fecha 15 de mayo de 1839, tal como lo muestra la exposición
de motivos, por iniciativa de Mosquera. Véase LINO DE POMBO, Recopilación de las
leyes de la Nueva Granada (Bogotá, 1845), pág. 25. Sobre el diletantismo de Mosquera en
la ulterior preparación de tal obra, mediante el acopio de mapas de diversa índole, etc.,
véase su Compendio..., Introducción, págs. 2 y sigs. Sólo en virtud de una ley de fecha 29
de mayo de 1849, se puso en práctica la resolución del Congreso. De paso anotamos que
apenas dos días antes se había autorizado una modesta pensión a los hijos de Caldas, en
consideración a los aportes cartográficos de éste. Véase ANTONIO DE LA PLAZA,
Apéndice a la Recopilación Granadina (Bogotá, 1850), pág. 16.
El programa de la obra que aparece publicado en la revista de la Sociedad Geográfica de
Berlín, IX (Berlín), pág. 33, salió de la pluma de Mosquera. El primer programa, elaborado
por Codazzi, que luego sufrió varias modificaciones, se encuentra en forma manuscrita, con
el título de Geografía de la Nueva Granada y de sus 36 provincias.
Los contratos sobre la elaboración de la obra, en lo que respecta a la iniciación de los
trabajos preliminares necesarios, datan del 20 de diciembre de 1849, del 22 de diciembre de
1852 y del 17 de abril de 1855. El primero de tales contratos dispone el levantamiento
geocartográfico; el último, naturalmente, se refiere a los mapas, pero los tres coinciden en
que Ancízar será presidente de una comisión autónoma, aunque, excepto el nombre, no se
ve por parte alguna tal organismo.

32.
JOSÉ JERÓNIMO TRIANA nació el 22 de mayo de 1829 en Bogotá. Aún después de la
muerte de Codazzi, prosiguió las tareas de la Comisión Corográfica, a pesar de que desde
1858 no vivía en el país. HERMANN A. SCHUMACHER relató la vida de Triana en las
Disertaciones de la Asociación de Naturalistas Científicos de Brema (1873), III, págs. 393 y
sigs., y su versión al español se publicó en los Anales de la Universidad Nacional de los
Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1874), VIII, págs. 164 y sigs., donde se anota que "la
traducción ha sido aumentada por el autor con algunos datos nuevos".
La primera publicación de Triana lleva el título de Plantas útiles y apareció en 1852 en la
revista El Neogranadino. Luego siguió, como separata de la Gaceta Oficial, el escrito
Nuevos géneros y especies de plantas para la Flora Neogranadina (Bogotá, 1854), en cuya
introducción se lee: "Habiendo tenido la generosidad de unir a nuestro nombre oscuro el
suyo, respetable por los descubrimientos con que ha enriquecido la ciencia nuestro amigo,
el doctor Hermann Karsten, naturalista alemán, bastante tenemos que oponer a la
desconfianza con que se haría mirar este ensayo nuestra notoria insuficiencia". Entre las
plantas, ordenadas según Endlicher, se encuentran una Codazzia, una Loevigia - en honor
del famoso químico alemán Loevig, conocido por su obra de química orgánica - y una

178
Matizia. El ejemplar de la biblioteca bogotana todavía está envuelto en papeles de los
jardineros profesionales y de los floricultores alemanes.
A propósito del herbario de Triana, escribe Codazzi el 7 de enero de 1852: "José J. Triana
ha concluido el arreglo del herbario recogido en las provincias del norte y en el penoso
viaje que acaba de hacer por una parte de las del sur; así mismo acompaño los cuadros de
clasificación que constituyen el índice del herbario, en el cual se hallan demostradas todas
las referencias con los respectivos esqueletos de plantas...". Véase Gaceta Oficial, núm.
1304, 10 de enero de 1852.
El contrato de Triana sobre una edición europea de su Flora Neogranadina lleva fecha del
25 de julio de 1855. Véase Manifiesto del miembro de la Comisión Corográfica José J.
Triana (París, 1860), pág. 21.
Durante largo tiempo las publicaciones de Triana evocan la Comisión de Codazzi. La más
antigua de ellas es Choix de plantes de la Nouvelle Grenade [Selección de plantas de la
Nueva Granada], en Annales des sciences naturelles, 4ª serie, tomo IX (París, 1858). El 12
de febrero de 1858, en París, pronunció Triana una conferencia sobre la quina, a la cual,
cuando fue publicada, se le agregó una noticia biográfica. La obra principal lleva el título
de Commission chorographique de la Nouvelle Grenade; Partie botanique - Prodromus
Florae Novo-Granadensis par José Triana et J. E. Planchon [Comisión Corográfica de la
Nueva Granada. Parte botánica: Prolegómeno a la Flora Neo-granadina por José Triana y J.
E. Planchon] (París, 1862 y sigs.). Hasta 1876 habían aparecido tres tomos. Durante el
mismo año, y también en colaboración con Planchon, publicó Mémoire sur la famille des
guttiféres [Memoria sobre la familia de las gutiferáceas].
La adaptación de la Quinología de Mutis, mencionada en la nota 14 [HERMANN A.
SCHUMACHER, Mutis, un forjador de la cultura (Bogotá, 1984), págs. 201-204], indicaba
que Triana era uno de los primeros conocedores de las especies de las Chinchonas. Una
reseña interesante de la clasificación de Triana, que también trae diversas observaciones
sobre el conocimiento de la quina, aparece en E. CHEVREUL, Étude sur les Quinquinas
[Estudio sobre las quinquinas], en Mémoires, publiés par la Société Centrale d'Agriculture
de France [Memorias, publicadas por la Sociedad Central de Agricultura de Francia] (París,
1873), págs. 197-240. Véase, además, Anales de la Universidad..., págs. 176 y sigs.

33.
LOS VIAJES DE MEDICIÓN DE CODAZZI EN LA NUEVA GRANADA los publicó
ordenadamente ELISÉE RECLUS en el Bulletin..., (París 1860), págs. 141-145, "grâce à
l'obligeance de quelques confrères" ["gracias a la gentileza de algunos colegas"]. Este
trabajo contiene varios y notorios errores. La fuente principal es un documento del archivo
bogotano intitulado Fechas en que estuvo el general A. Codazzi en varias poblaciones de la
Nueva Granada, itinerario que fue oficialmente elaborado después de la muerte de Codazzi,
y en el cual se da cuenta de los siguientes viajes:
1. Del 3 de enero al 6 de agosto de 1850;
2. Del 4 de enero al 16 de mayo de 1851;
179
3. Del 1° de enero al 3 de agosto de 1852;
4. Del 1º de febrero al 12 de agosto de 1853;
5. Del 2 de enero al 8 de julio de 1854;
6. Del 17 de mayo al 15 de junio de 1855;
7. Del 6 de diciembre de 1855 al 12 de marzo de 1856;
8. Del 8 de diciembre de 1856 al 18 de junio de 1857;
9. Del 10 de diciembre de 1858 al 7 de febrero de 1859.
En el documento arriba mencionado no se describe todo el recorrido, sino únicamente el de
aquellos trechos en que se efectuaron nuevas mediciones. Sin embargo, las fechas atrás
enumeradas abarcan todo el tiempo, desde la partida hasta el regreso, exceptuando el 5,
cuando el viaje terminó con el ingreso en el ejército, y el 9, que interrumpió la muerte.
Algunas pocas indicaciones del itinerario no coinciden con las fechas de los informes, ya
que éstos llevan siempre fechas posteriores a aquéllas. Tales diferencias se explican por el
hecho de que Codazzi dejaba en los poblados mayores, que contaban con oficina de
correos, los extractos, con su firma en blanco, de los informes importantes que no podía
redactar durante los recorridos a caballo, de modo que aquéllos llevaban la fecha postal del
siguiente día. Sólo de vez en cuando elaboró Codazzi descripciones de estos viajes, y las
que se conservan tienen en su mayoría carácter técnico. Dos de sus acompañantes
publicaron relaciones de viaje:
a. MANUEL ANCÍZAR, Peregrinación de Alpha por las provincias del norte de la Nueva
Granada en 1850 y 1851 (Bogotá, 1853). Véase nota 29 del presente libro. Estos artículos
por entregas se refieren, sin orden cronológico, a los viajes de Codazzi de los años 1850 y
1851, utilizando tanto informaciones históricas y estadísticas como acontecimientos de tipo
anecdótico. La iniciación de la crónica lleva la fecha del 21 de enero de 1850, día en que
Ancízar empezó a convalecer en Vélez. En la relación del viaje hasta esta localidad, se
intercalan pasajes referentes a Muzo (págs. 48-69), lo mismo que sobre Oiba (págs. 123-
125) en el trayecto entre Vélez y Socorro (21 de enero a 8 de febrero), cuando bien se sabe
que Codazzi no estuvo en Muzo y Oiba hasta marzo y abril del año siguiente. El artículo
43, el último, concluye (pág. 523) como si con éste se hubieran terminado todos los viajes
por las provincias del norte a fines de julio de 1851, cuando en verdad esto ocurrió a fines
de julio de 1850. Ancízar relaciona en forma bastante continuada, en las páginas 1-218, el
primer viaje de Codazzi, o sea el que efectúa entre el 3 de enero y el 10 de marzo de 1850.
Después, a partir de esta fecha hasta el 1º de agosto del mismo año (págs. 383-523) se
encuentran muy pocos desplazamientos (por ejemplo, hasta cerca de Onzaga, Piedecuesta y
Puerto de los Cachos). Sin embargo, después, entre estas dos partes del libro se encuentra
una relación que comienza en la mitad del artículo 17 y termina en la mitad del 30 (págs.
219-383), y que corresponde al segundo viaje (Soatá-Guateque), lo cual no se compadece
en manera alguna con la cronología del viaje de Codazzi, sino que, por el contrario, sitúa
después de marzo o abril excursiones que corresponden a enero, y omite toda mención a las
que desde Nemocón se efectuaron a Pacho y La Palma. Lo más probable es que Ancízar no
fuera siempre ni en todo lugar de la expedición el ayudante de Codazzi. Aunque no se
180
observan vacíos de mayor importancia, sí falta la descripción de Pamplona, la cual, según
se dice en la página 471, se debería encontrar anteriormente. El artículo final termina con
las siguientes palabras: "Permítaseme concluir la primera serie de estos artículos", pero
nunca apareció una segunda serie. Los últimos artículos salidos de la pluma de Ancízar,
parecen haber sido escritos a la ligera. Véase nota 27 del presente libro.
b. SANTIAGO PÉREZ, Apuntes de un viaje a las provincias del sur. Son artículos
periodísticos de fines del año 1857, que contienen impresiones mas no un relato de viaje. El
autor, nacido en Zipaquirá en mayo de 1830, fue redactor del periódico El Tiempo en 1856
y es cuñado de Triana.
Los originales de los mapas de Codazzi se encuentran en poder del ministerio de Hacienda.
Véase Catálogo de los mapas..., ob. cit., págs. 65, 70, 71, 131-133, 139, 140.
LOS DIBUJOS RUPESTRES EN EL NORTE DE SURAMÉRICA, entendidos como tales
los signos semejantes a ideogramas pintados en las paredes rocosas o simplemente en las
rocas, se conocen desde hace mucho tiempo. Hasta hoy a estas rocas pintadas o piedras
pintadas, se las ha considerado de la misma manera que a aquellas que cumplen la función
de esculturas o cosa semejante, pero sobre las cuales se hallan dibujadas figuras de
utensilios domésticos, animales de caza, culebras, etc. Entre estas últimas, que son bastante
raras, el ejemplar más importante es el Tepu Mereme, que se encuentra cerca de
Encaramada. Véase ARISTIDES ROJAS, Estudios indíjenas (Caracas, 1878), pág. 11. Los
signos más corrientes, en nada parecidos a pinturas, se encuentran publicados en ADOLF
BASTIAN, Die Zeischenfelsen Columbiens [Las rocas pintadas de Colombia] en
Zeitschrift der Gesellschaft für Erdkunde [Revista de la Sociedad Geográfica de Berlín],
XIII (Berlín, 1878), plancha 1, núm. 2.
En la Nueva Granada, la roca de Saboyá es, por encontrarse a la vera de un camino muy
transitado, la más conocida. Respecto a ella dice ANCÍZAR (ob. cit. págs. 71 y sigs.):
"Consiste en una gran roca de gres de seis varas de altura, siete de largo, y cuatro de
espesor desde el frente o el lado que mira al nordeste, el cual presenta un plano vertical
tallado por mano de hombre, cubierto de jeroglíficos pintados como a pincel con tinta
morada indeleble que des de el principio penetró y llenó los poros de la roca [...]. Las
figuras visibles forman dos grupos...".
Las más afamadas de estas rocas se hallan en la comarca del Orinoco, como también en las
riberas de la gran corriente fluvial de este nombre y en las de los ríos Guarico, Cojedes,
Portuguesa, e igualmente en la región comprendida entre los cauces del Branco y el
Essequibo. En territorio neogranadino, la más conocida de las rocas con grabados es la de
Caldera, cerca de David, que al parecer Codazzi nunca vio y que por primera vez reprodujo
BERTHOLD SEEMANN en Reise um die Welt und drei Fahrten der königlich britischen
Fregatte Herald I [Viaje alrededor del mundo y tres travesías de la fragata real británica
Herald 1] (Hanóver, 1853), págs. 326.

181
35.
CUADROS DE PAISAJES TROPICALES, en la forma como los quería Humboldt,
descriptivos de los tipos de plantas tropicales, de las formaciones de rocas y suelos, apenas
se produjeron en los años cincuenta. Aunque en un principio no se pensó en ilustraciones de
esta índole para la descripción geográfica neogranadina, más tarde se encargó
conjuntamente de su realización a Carmelo Fernández, Henry Price y Manuel María Paz.
Tales ilustraciones se extraviaron, a pesar de que Manuel Ancízar dice que espera poder
ilustrar su diario de viaje con unas cuatrocientas láminas, y Felipe Pérez declara en su
informe del 31 de diciembre de 1862: "El archivo de la Comisión [Corográfica] posee
doscientas y trescientas magníficas vistas de nuestros puntos más interesantes" *.
Las escasas muestras que se han conservado en poder de particulares, en Bogotá, son obra
de Price, sin valor artístico y, sobre todo, sin rasgos de originalidad. Paz concibió y realizó
el dibujo del valle de San Agustín, que debía encabezar las láminas relativas a los tesoros
arqueológicos de dicho lugar. Las obras de Fernández, que en el año 1874 aún vivía en
París, han caído por entero en el olvido.
Ejemplos opuestos a estos escarceos de diletantes son, por un lado, las simples pero fieles
ilustraciones de la relación de viaje de Trautwine (véase, más adelante, la nota 44), las
cuales, al parecer no había visto Codazzi; y, por otro lado, los maravillosos dibujos de
Albert Berg, algunos de los cuales integran el legado de Codazzi y llevan anotaciones de
éste. Los dibujos de Berg se conservan en el Museo Real de Berlín. Trece de sus láminas se
hallan reproducidas en la espléndida obra: ALBERT BERG, Physiognomie der tropischen
Vegetation Südamerikas, dargestellt durch cine Reihe von Aussichten aus den Urwäldern
am Magdalenen strome und den Anden von Neu-Granada [Fisonomía de la vegetación
tropical de la América del Sur, representada mediante una serie de vistas de las riberas
selváticas del río Magdalena y de los Andes de la Nueva Granada] (Düsseldorf, 1854). El
libro, con prólogo de FRIEDRICH KLOTZ, contiene apartes de una carta de Alejandro de
Humboldt. En 1854 aparecieron en Londres ediciones inglesa y francesa.

36.
LAS ANTIGÜEDADES ARQUEOLÓGICAS DE LOS TUNZAS no han sido aún
científicamente estudiadas, como tampoco la prehistoria ni la cosmogonía de este pueblo,
las cuales, hasta la fecha, apenas si se han transcrito en Bogotá, en forma de miscelánea de
mitos, frecuentemente enredados, de alegorías y tradiciones. La sumisión de los habitantes
de la altiplanicie de Bogotá al gran imperio de los muiscas desplazó a un segundo plano la
atención hacia aquella cultura que, en las montañas de Tunza, existía desde mucho antes de
la conquista española. En la nota 69 [HERMANN A. SCHUMACHER, Mutis, un forjador
de la cultura (Bogotá, 1984), págs. 274-276] se encuentran anotaciones referentes a la
bibliografía sobre los chibchas. La concepción, por ejemplo, que de Hunzahua tenía
Codazzi era de que se trataba de un hijo de Bochica, el dios Sol, cuya estirpe reinara
durante dos mil años sobre los muiscas. Acerca del antiguo dios Fomagata, véase
MÜLLER, Urreligionen..., [Religiones primitivas...], pág. 435.
182
Raras veces se registran antigüedades arqueológicas de los hunzahuas. Únicamente se
encuentran las siguientes referencias:
a. Los restos de columnas de Ramiriquí, primeramente descritas por MANUEL VÉLEZ
BARRIENTOS, Notice sur les antiquités de la Nouvelle Grenade [Noticia sobre las
antigüedades de la Nueva Granada]. Se trata de una carta dirigida a Boussingault, publicada
por Acosta en el Bulletin..., (París, 1847), serie 3, tomo VIII, págs. 97-109. Está fechada en
Bogotá el 10 de diciembre de 1846, y la tradujo primero ANCÍZAR (ob. cit., págs. 338-
341) y después WILLIAM BOLLAERT (Antiquarian, ethnological and other researches in
New Granada, Ecuador... [Londres, 1860], págs. 35-38). Al parecer, los dibujos de Vélez se
perdieron en París. Véase también EDUARD HOTSCHICK en Zeitschrift für Erdkunde...
[Revista de la Sociedad Geográfica de Berlín] (Berlín, 1878), XIII, págs. 20-23. VÉLEZ
dice: "Je me dirigeai à Ramiriqui pour voir les grandes colonnes, appellées communement
les poutres de pierre ou poutres du diable; je trouvai trois grandes colonnes. Les countours
des deux premières sont parfaitement arrondis et travaillés avec art. L'autre colonne se
trouve à quelque distance des précédentes. Le curé de Ramiriqui me fit connître ensuite que
dans un autre lieu de sa paroisse existaient cinq ou six colonnes, en tout semblables à celles
que je venais de voir". ["Me encaminé a Ramiriquí para ver las grandes columnas llamadas
comúnmente las vigas de piedra o las vigas del diablo. Encontré tres grandes columnas, dos
de las cuales con los contornos perfectamente redondeados y trabajadas con arte. La otra se
encuentra a cierta distancia de las precedentes. El cura de Ramiriquí me informó sin
tardanza que en otro sitio de su parroquia existían cinco o seis columnas, muy parecidas a
las que acababa de ver"].
La piedra tallada de Gámeza, descrita por CODAZZI en Geografía física..., y acerca de la
cual dice ANCÍZAR (ob. cit., pág. 297 y sigs.): "En la confluencia del Gámeza y el
Sogamoso, muy cerca de la rotura del último dique, en medio de una muchedumbre de
rocas desprendidas [ ... ] se encuentra una roca de arenisca micácea de ocho metros de largo
y seis de ancho, en forma de pirámide [ ... ]. Numerosos caracteres y jeroglíficos esculpidos
a cincel la cubren [ ... ] allí hay figuras de hombres con los brazos levantados [ ... ] allí, en
fin, signos cuya significación se ignora". Véase ROJAS, Estudios..., págs. 23 y sigs. Al
paracer, no existen más informaciones, y otro tanto ocurre con las ilustraciones.
Ruinas del Infiernito, descritas así por ACOSTA (en ANCÍZAR, ob. cit., pág. 338): "En la
parte más llana del valle se ve un campo cultivado [ ... ] llamado por los habitantes `el
Infiernito', y en él clavadas algunas columnas sin cornisas ni pedestales [ ... ]. Hay dos filas
de columnas paralelas, de diámetro igual [ ... ] se encuentran todavía 34 columnas [ ... ] a
pocos pasos una columna que parece entera". En el cercano convento del Ecce Homo se
encuentran 32; en la iglesia parroquial de Leyva, 12; en el pueblo de Sutamarchán, otras
dos columnas. Véase VÉLEZ, ob. cit., pág. 97, donde se indica la situación de este lugar:
"Dans le canton de Leiva aux environs de Moniquirá en suivant la direction de
Gachantivá". ["En el cantón de Leyva, en los alrededores de Moniquirá, en dirección a
Gachantivá"].

183
Vélez informa, así mismo, sobre varias rocas que parecen haber sido labradas -por ejemplo,
los "cojines del diablo" - aunque sin suministrar mayores detalles. De igual manera,
ADOLF BASTIAN, en Die Culturländer des alten Amerika [Las culturas de la América
antigua], I (Berlín, 1878), pág. 317. SAFFRAY publicó en Le Tour du Monde, XXV, 2
(París, 1873), pág. 87, la noticia sobre el supuesto hallazgo en Sogamoso de una escultura.

37.
ESMERALDAS PERUANAS llaman a las verdes piedras preciosas que desde hace
muchos decenios llegan a París procedentes de Bogotá. Para mayor información al
respecto, véase HERMANN A. SCHUMACHER, en Zeitschrift der Gesellschaft für
Erdkunde [Revista de la Sociedad Geográfica], X (Berlín, 1875), págs. 38 y sigs. Este
trabajo es insuficiente para el estudio de tiempos más antiguos. Sobre el descubrimiento de
las esmeraldas en los Andes, véase JUAN DE SAN MARTÍN Y ANTONIO DE LEBRIJA,
Relation de la conquête du Nouveau Royaume de Grenade [Relación de la conquista del
Nuevo Reino de Granada], en TERNAUX-COMPANS, Recueil de documents et mémoires
originaux sur l'histoire des possessions espagnoles dans l'Amérique [Compilación de
documentos y memorias originales relativos a la historia de las posesiones españolas en
América] (París, 1840), págs. 146 y sigs., especialmente págs. 153 y sigs. Véase también
GONZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO Y VALDÉS, Historia general y natural de las
Indias..., II (Madrid, 1852), págs. 384 y sigs., especialmente págs. 393 y sigs., donde se
encuentra el informe de Nicolaus Federmann de Ulm. BOLLAERT (ob. cit., pág. 84)
reconoce que en el Perú nunca se encontraron esmeraldas, pero sí cree que antaño hubo
hallazgos de ellas en la costa del Ecuador: "I was surprised not to see emeralds at
Guayaquil. Emeralds were obtained in considerable quantities from the district of Tucamez,
and the River Esmeraldas is said to be so called from the ancient quarries of this stone.
Velasco says, the beryl, sky-blue and green emerald, is found in the cordillera de Cubillan;
Stephenson says, he did not visit these mines; the locality of the emeralds may be arrived at
by the river Bichele; these mines were worked by the Jesuits". ["Me sorprendió no ver
esmeraldas en Guayaquil, pues considerable cantidad de ellas se había obtenido en el
distrito de Tucamez, y se dice que el río Esmeraldas se llama así por las minas de esta
gema. Velasco dice que el berilo azul celeste y verde esmeralda se encuentra en la
cordillera de Cubillan, pero Stephenson declara que no visitó tales minas. Al lugar de las
esmeraldas se puede llegar por el río Bichele. El laboreo de esas minas lo realizaron los
jesuitas"].
La existencia de un río con el consabido nombre nada comprueba, tal como ocurre con las
piedras verdes que, sin ser esmeraldas, en toda la América del Sur las consideran como
tales. Raras son las esmeraldas talladas. VÉLEZ, sin embargo, dice (ob. cit. pág. 108): "J'ai
vu en possession du docteur García, curé de Guateque, quelques ésmeraudes, parmi
lesquelles une grande, noir ouvragée, et autres portants l'empreinte d'un assez mauvais
travail". ["En posesión del doctor García, cura de Guateque, vi algunas esmeraldas, entre
las cuales una grande, oscura y bien tallada, pero en otras se observaban las huellas de un
184
pésimo trabajo"]. Se ha comprobado una mayor antigüedad tanto de la labor del lapidario
de esmeraldas como de la existencia de un amplio sistema de trueque con ellas. En cuanto a
las esmeraldas como elemento cultural, véase BOLLAERT, ob. cit., págs. 21 y 85.

38.
KARL S. DE GREIFF (sueco, no suizo, como se ha afirmado frecuentemente) se cuenta
entre los europeos más capaces que se han radicado en la Nueva Granada. Con respecto a
sus primeras actuaciones, véase GOSSELMANN, ob. cit., pág. 79. Parece que acometió
persistentemente, sin éxito, nuevas empresas de carácter técnico. Véase CARLOS DE
GREIFF, La Grénadine, société de sables, terrains et filons aurifères des provinces de
Cordova, Medellin et Antioquia [La Granadina, sociedad para la explotación de arenas,
terrenos y filones auríferos de las provincias de Córdoba, Medellín y Antioquia] (París, s.
f.), escrito que Codazzi no conoció. Un mapa de la región de Chinchiná elaborado por De
Greiff se encuentra en la Biblioteca de Bogotá. Un informe consular fechado el 24 de
septiembre de 1850 traduce informaciones de De Greiff sobre el río Atrato. Véase
Journal..., XX, pág. 182. SEDILLOT, Des travaux entrepris pour établir une
communication entre l'océan Atlantique et la mer du Sud [Trabajos emprendidos para
establecer una comunicación entre el océano Atlántico y el Mar del Sur], en el Bulletin...,
serie 4, tomo I (1851), págs. 257, dice: "Un recent rapport de M. de Greiff, ingénieur
suédois, employé par le gouvernement de la Nouvelle Grenade, donne les explications les
plus favorables sur la contrée que baignent l'Atrato et le Napipi et fortifie les arguments de
M. le capitaine Fitzroy en faveur de la ligne de Cupica". ["Un reciente informe del señor De
Greiff, ingeniero sueco al servicio del gobierno de la Nueva Granada, da las más favorables
explicaciones sobre la comarca que bañan el Atrato y el Napipí, y refuerza los argumentos
del señor capitán Fitzroy en favor de la línea de Cupica"].
El estudio de De Greiff Memoria sobre los indios de Antioquia, del cual se incluyen apartes
en PÉREZ, ob. cit., II, págs. 550-554, se editó en Medellín en 1861, pero está agotado.
Otros fragmentos del estudio se encuentran en PÉREZ, ob. cit., I, pág. 316; II, págs. 504 y
sigs., 556, 564. Un curioso recuerdo de De Greiff se consigna en la revista Petermann's
Mitteilungen (Gotha, 1880), págs. 80 y sigs. En FRIEDRICH VON SCHENCK, Reisen in
Antioquia [Viajes por Antioquia]**, se muestra el bosquejo de un mapa que fue definitivo
para el desenvolvimiento de la cartografía de Codazzi. Sobre reliquias arqueológicas que
pertenecieron a la colección de De Greiff, véase SAFFRAY, Voyage a la Nouvelle Grenade
[Viaje a la Nueva Granada], en Le Tour du Monde, XXIV, 2 (París, 1872), pág. 134, como
también XXV (París, 1873), pág. 102.

39.
EL RECUERDO DE CARL DEGENHARDT se mantiene vivo en la Nueva Granada,
gracias especialmente a los escritos de Acosta y de Codazzi. El particular interés de este
último se debió a que en varios mapas manuscritos de la cordillera del Tolima encontró la
denominación Cerro de Degenhardt. A Degenhardt - quien, por lo demás, parece estar
185
olvidado - lo calificó Humboldt de "viajero atento y sagaz observador". De él existe un
informe sobre una erupción volcánica en la cadena montañosa del Tolima, de fecha 17 de
junio de 1826. Véase HUMBOLDT, Fragments asiatiques... [Fragmentos asiáticos...], I,
pág. 157; II, pág. 602. Cuando en 1836 abandonó Degenhardt la región de Marmato, avisó
que nuevamente salía humo del Tolima. Su descripción de la fuente salada que brotaba del
granito, cerca de El Cuarzo, a orillas del río Negro, en Antioquia, estaba, según
HUMBOLDT, en Kleinere Schriften..., [Escritos menores...], pág. 128, acompañada de
dibujos. Las réliquias arqueológicas precolombinas de Neiva y Sonsón coleccionadas por
Degenhardt fueron reproducidas en 1854 por EZEQUIEL URICOECHEA, Memoria sobre
las antigüedades neogranadinas (Gotinga, 1854), láminas III y IV. Según noticia dada en la
misma publicación (pág. 37), Degenhardt también tuvo en su poder un remo encontrado
cerca de Cartago. Los fósiles que Degenhardt entregó a Von Buch provienen de Antioquia.
Véase LEOPOLD VON BUCH, Petrifications recuellies en Amérique par Mr. de Humboldt
et par Ch. Degenhardt [Fósiles recogidos en América por el señor De Humboldt y por Ch.
Degenhardt] (Berlín, 1839). Sobre Degenhardt, también mencionado por PÉREZ (ob. cit.,
II, pág. 32), dice Acosta en 1849 (Viajes..., pág. 188, nota): "Carlos Degenhardt, cuya
muerte prematura privó a la Nueva Granada de importantes trabajos científicos, me
comunicó sus observaciones meteorológicas hechas en Santa Marta en los meses de enero y
febrero del año de [ ? ] ".

40.
LOS PROYECTOS PARA UN CANAL ÍSTMICO AMERICANO Se han presentado
compendiados en numerosas publicaciones, entre las cuales se destacan las siguientes:
a. ROBERT FITZROY, Considerations on the great Isthmus of Central America
[Consideraciones acerca del gran istmo de América Central], dos conferencias del 11 y 25
de noviembre de 1850, en el Journal..., XX, págs. 161 y sigs., más un apéndice de fecha 14
de marzo de 1853, publicado también en el Journal..., XXIII, págs. 171 y sigs.
b. KARL NEUMANN, Uebersicht der Projecte einer interoceanischen Canal-Verbindung
durch den mittelamerikanischen Isthmus [Informe sobre los proyectos de una comunicación
interoceánica por medio de un canal a través del istmo centroamericano], en Zeischrift für
Allgemeine Erdkunde [Revista de Geografía General], nueva serie, II, Berlín, 1857, págs.
434 y sigs. Acompaña al tercer artículo, El territorio de la Nueva Granada (ob. cit., págs.
518 y sigs), el mapa de Codazzi del año 1855, en tamaño reducido. Los datos que en forma
manuscrita le fueran enviados a Humboldt se utilizaron aquí de modo irreconocible.
c. CHARLES H. DAVIS, Report on interoceanic canals and railroads between Me waters
of the Atlantic and Paci f ic oceans [Informe acerca de canales y ferrocarriles
interoceánicos entre las aguas de los océanos Atlántico y Pacífico] (Washington, 1866).
Este informe oficial referente al istmo no dedica una sola palabra a los trabajos de de
Codazzi, pero sí contiene trece mapas de otros topógrafos.

186
d. JOSÉ MARÍA QUIJANO O., Informe sobre la exploración de los istmos de Panamá y
del Darién, en el Diario Oficial de los Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1875), págs.
2785 y sigs.

41.
EDWARD CULLEN, irlandés designado en los escritos franceses especializados
generalmente como Mac Cullen, publicó tres trabajos tendenciosos sobre la construcción de
un canal a través del territorio del Darién:
a. Isthmus of Darien Ship Canal with a full history of the scotch colony of Darien, several
maps, views of the country and original documents [Acerca de un canal para barcos en el
istmo del Darién, con la historia completa de la colonia escocesa del Darién, varios mapas,
vistas del país y documentos originales] (Londres, 1852). Contiene un plan general, con
indicaciones sobre los indios del Darién, y difiere de la que se considera como segunda
edición, publicada al año siguiente.
b. Isthmus of Darien Ship Canal... [Acerca de un canal para barcos en el istmo del
Darién...], segunda edición, considerablemente ampliada (Londres, 1853); dedicada a
Lewis H. y Edward Haslewood. Véase Zeitschrift für allgemeine Erdkunde [Revista de
Geografía General], nueva serie (Berlín, 1857), III, págs. 71 y sigs. El 1º de junio de 1852
obtuvo Cullen la resolución del Congreso bogotano (pág. 81); el 13 de julio de 1852 se
hallaba en Portobelo (pág. 75), y el 20 de julio en Panamá. En su escrito, cuyo prólogo
lleva la fecha del 23 de febrero de 1853, el autor se presenta como un doctrinario, que toca
superficialmente toda suerte de abigarrados conocimientos, si bien es verdad que no pueden
comprobársele falsificaciones. Los documentos españoles reproducidos en la publicación
fueron autenticados en Bogotá el 3 de junio de 1852. Cullen dice (págs. 40, 51 y 64): "Of
many documents, existing in the archives of Bogota, I have copies, which I owe to the kind
permission of Don Patrocinio Cuéllar; they are certified by John Oscar Levy, keeper of the
archives. Mr. Vincent, a gentleman of great talents, who has cooperated with me for two
years in the promotion of this project and accompanied me to Bogota, remained there after I
left, copying the documents relative to the history of Darien, and collected a vast amount of
interesting information, which he will no doubt publish on his return. To reach the gold-
mines on the banks of the Andagada and Bebara (branches of the Atrato) from Bogota, Mr.
Vincent crossed the pass of Quindio and traversed the valley of the Cauca and the province
of Antioquia". ["Poseo copias de muchos documentos existentes en los archivos de Bogotá,
que debo a la bondadosa autorización de don Patrocinio Cuéllar. Están autenticados por el
archivero John Oscar Levy. El señor Vincent, hombre de gran talento, que durante dos años
ha cooperado conmigo en la promoción de este proyecto, me acompañó a Bogotá, y allí
permaneció, después de mi partida, copiando documentos relacionados con la historia del
Darién, y recogió cuantiosa e interesante información, que sin duda publicará a su regreso.
Para llegar a las minas de oro a orillas del Andagada y del Bebara (afluentes del Atrato),
partió de Bogotá, cruzó el paso del Quindío y atravesó el valle del Cauca y la provincia de
Antioquia"]. No se pudo obtener mayor información sobre Vincent.
187
Los documentos publicados por Cullen constituyen apenas una parte de los que sobre el
Darién se conservan en el archivo de Bogotá. Los documentos ingleses que ofrece Cullen
están relacionados en la edición edimburguesa de los Darien-Papen (1849). Por lo demás, la
empresa de Cullen se apoya en recientes investigaciones históricas sobre el proyecto
americano de William Paterson. El documento geográfico más importante de Paterson se
encuentra en su trabajo Central America 1701, memoria que Paterson dirigiera el 1º de
enero de 1701 al rey Guillermo III, y que publicó S. Bannister en Londres en 1857. La
edición de este libro se halla directamente vinculada, tal como lo comprueban el epílogo y
el título de la tapa, con el proyecto de 1857 para un canal a través del istmo. Lo mismo cabe
decir de la biografía de Paterson, que editó también Bannister en 1858 en Edimburgo, y aun
de la compilación Writings of William Paterson, with a biographical introduction [Escritos
de William Paterson, con una introducción biográfica], dos volúmenes (Edimburgo, 1858).
El mapa de Cullen se halla incluido, como número 9, en DAVIS, ob. cit. También
referentes a la empresa de Cullen, son las siguientes publicaciones de su ingeniero
principal:
LIONEL GISBORNE, Darien Ship Navigation [Navegación de buques en el Darién]
(Londres, 1852), reproducida por CULLEN (ob. cit., págs. 103-114); y The Isthmus of
Darien in 1852. Journal of the expedition of inquiry for the junction of the Atlantic and
Pacific Oceans [El istmo del Darién en 1852. Diario de la expedición para estudiar la unión
de los océanos Atlántico y Pacífico] (Londres, 1853), especialmente págs. 137-160 y 175-
203, donde se encuentra un diario del autor. Fitzroy dice en 1853 (Journal..., XXIII, pág.
184) : "Mr. Gisborne's examination of the principal features of the line across Darien,
however incomplete, is a material advance towards certainty". ["El examen que hace el
señor Gisborne de las principales características de la línea por el Darién, aunque
incompleto, constituye un avance concreto hacia la certeza"].
GUMPRECHT califica, aún en 1854, el concepto de Gisborne como "totalmente válido".
Véase Zeitschrift... [Revista...), II (Berlín, 1854), págs. 7 y 174. Diez años después, este
concepto había variado, ya que, al reimprimirse el informe de Gisborne, decía PIM, por
ejemplo (ob. cit., pág. 155): "Mr. Gisborne is since dead and therefore I have abstained
from making any comments on his work". ["Puesto que el señor Gisborne ya falleció, me
abstengo de formular cualquier comentario sobre su trabajo"]. DAVIS (ob. cit., núm. 8)
reproduce el mapa que acompaña el informe de Gisborne.

42.
ISAAC F. HOLTON viajó por la Nueva Granada del 21 de agosto de 1852 al 11 de mayo
de 1854, y posteriormente publicó la relación de este viaje: New Granada: Twenty months
in Me Andes, with maps and illustrations (Nueva York, 1857) ***, un buen libro. En
Bogotá, permaneció el autor de octubre a diciembre de 1852, y de enero a marzo de 1854,
meses estos últimos durante los cuales Codazzi estuvo ausente de la capital. Holton utilizó
los trabajos de Codazzi y Ancízar (véase, por ejemplo, ob. cit., págs. 69, 71, 249, 263) y,
tanto en Bogotá como en Cali, mantuvo comunicación con Triana, a quien más tarde llama
188
equivocadamente José María, nombre del padre. La decisiva influencia de Mosquera sobre
el libro queda fuera de duda. Durante la publicación en Nueva York lo ayudó Rafael
Pombo, capaz conocedor de su tierra nativa. Los mapas carecen de valor, especialmente si
se los compara con los del trabajo de HEINRICH KIEPERT, Die Republik Neu-Granada
nach der neuen Eintheilung in acht Staaten vom Juni 1857 [La república de la Nueva
Granada, según la nueva división administrativa, de junio de 1857, en ocho Estados]. El
mapa de Codazzi en que se basó Holton para elaborar el cuadro de las rutas postales
neogranadinas corresponde a la ley del 19 de noviembre de 1853. De él tomó Holton (ob.
cit., págs. 575-586) tanto la lista de las localidades como las distancias entre ellas. Con el
título de AGUSTÍN CODAllI, Mapa que explica las líneas de correo de la República, se
halla incluido en el Informe del secretario de hacienda al Congreso Constitucional de la
Nueva Granada en sus sesiones ordinarias de 1853. Un resumen de la primera parte del
libro de Holton apareció en el Westermann's Jahrbuch der illustrierten deutschen
Monatshefte [Anuario Westermann de Publicaciones Mensuales Alemanas ilustradas], II
(Brunsvig, 1857), págs. 61-74, bajo el título Auf dem Magdalena-Strom nach Bogotá
[Sobre el río Magdalena hacia Bogotá].

43.
FREDERICK M. KELLEY se dedicó durante casi diez años a la cuestión del canal, con
inmensa energía pero también con muchas equivocaciones. Tiempo después él mismo
confiesa: "When, in 1851, I began to study the scientific history and geographical outlines
of Central-America, I was ignorant of much that had been done and written in past times
and of course could know nothing of the valuable data which have been since accumulated"
["Cuando, en 1851, empecé a estudiar la historia científica y los contornos geográficos de
América Central, ignoraba mucho de lo que se había hecho y escrito en el pasado y, por
supuesto, nada podía saber de los valiosos datos que se han acumulado desde entonces"].
Véase KELLEY, The Union of Me oceans by ship-canal without locks via Me Atrato-
valley [La unión de los océanos mediante un canal sin esclusas, para el tránsito de buques,
por la vía del valle del Atrato] (Nueva York, 1859), pág. 5.
William Kennish, el primer expedicionario enviado por KeIley, se encontró el 1° de julio
de 1852 con Gisborne en Cartagena, después de haber excursionado con dos compañeros
durante siete meses. Había navegado por el río Atrato y recorrido casi todo el Chocó, tras lo
cual, en compañía de Andrew Hassock y Frederick Nelson, exploró la cuenca fluvial del río
Chucunaque. "His perseverante has given his constitution a great shake and nearly deprived
him of the use of his eyes" ["Su perseverancia ha quebrantado su constitución física y lo ha
privado casi totalmente de la vista"], dice Gisborne.
A las siguientes expediciones por cuenta de Kelley, que llevaron a cabo Lane y Porter
durante los años 1853 y 1854, aluden posteriores escritos sobre el tema del canal del istmo,
aunque sin extenderse en pormenores. LANE, quien algo supo sobre el río Truandó en
Quibdó, incluyó en su estudio un mapa de la provincia del Chocó fechado en 1854. El
estudio se intitula: Atlantic and Pacific Canal Company; Report of Me survey of the rivers
189
Atrato, Pató and Baudó [La Compañía del Canal del Atlántico y del Pacífico. Informe sobre
el levantamiento cartográfico de los ríos Atrato, Pató y Baudó] (Nueva York, 1856).
Entre las publicaciones posteriores de Kelley sobre el istmo, merecen mencionarse las
siguientes:
a. On the connection between the Atlantic and Pacific oceans via the Atrato and Truando
rivers [Acerca de la comunicación de los océanos Atlántico y Pacífico por la vía de los ríos
Atrato y Truandó], en The Proceedings of the Royal Geographical Society [Actas de la
Real Sociedad Geográfica] (Londres, 1856), págs. 63-74. Esta publicación contiene
conferencias pronunciadas durante las sesiones del 28 de abril y del 12 de mayo de 1856,
más una carta de Humboldt fechada el 27 de enero de 1856.
b. The junction of the Atlantic and Pacific Oceans by a ship-canal without locks by Me
valley of Me Atrato [La unión de los océanos Atlántico y Pacífico mediante un canal sin
esclusas, para el tránsito de buques, por el valle del Atrato] (Nueva York, 1856).
c. Projet d'un canal maritime sans écluses entre l'océan Atlantique et l'océan Pacifique
[Proyecto de un canal marítimo sin esclusas entre el océano Atlántico y el océano Pacífico]
(París, 1857), con la misma carta de Humboldt, ya mencionada.
d. Explorations through the valley of the Atrato to Me Pacific in search of a route for a
ship-canal [Exploraciones en el valle del Atrato hacia el Pacífico en busca de una vía para
un canal apto para el tránsito de buques], conferencia pronunciada, como ya se indicó, en
Londres el 28 de abril de 1856, y publicada en el Journal..., XXVI, págs. 174-182.
Los estudios del río Truandó que realizó Kennish por iniciativa de Kelley son
especialmente interesantes, ya que estimularon la segunda expedición de los Estados
Unidos al Darién. Kennish regresó el 27 de mayo de 1855 a Nueva York. El informe lleva
como título: The practicability and importance of a ship-canal to connect the Atlantic and
Pacific oceans, with a history of the enterprise from its first inception to Me completion of
the survey [La factibilidad e importancia de un canal para barcos que comunique los
océanos Atlántico y Pacífico, con la historia de la empresa desde su iniciación hasta la
culminación del primer levantamiento topográfico] (Nueva York, 1855), con varios mapas
en los cuales figura el nombre de W. Kennish, entre éstos el núm. 6A, A map of the
Isthmus of Darien and valley of Atrato collated from several spanish authorities [Mapa del
istmo del Darién y del valle del Atrato, cotejado con varias autorizadas fuentes españolas]
(Nueva York, 1855), en el cual se lee: "Mr. Kennish traversed the Cordilleras in other
directions than shown by the routes of 1851/52 and 1853/54; in the last excursión the valley
of Nergua was discovered and the survey made of the route of the river-Aqueduct and the
Atrato in 1854/55". ["El señor Kennish atravesó las cordilleras en direcciones distintas de
las que muestran las rutas de 1851 y 1852, y 1853 y 1854; en la última excursión se
descubrió el valle del río Nergua y se efectuó el levantamiento de la ruta del río Acueducto
y del Atrato entre 1854 y 1855"]. Este mapa se repite en una plancha de la edición de
Kiepert del mapa de Codazzi; Kennish declara la ruta por el Truandó como realizable. Dice
Kelley: "Franklin was not more delighted when he drew the lightning from the clouds, or
Columbus when he discovered America, than I was, when it was demonstrated, that the two
190
oceans could be united!". ["¡No estuvieron más dichosos Franklin, cuando bajó al rayo de
las nubes, ni Colón, al descubrir a América, que yo cuando demostré que los dos océanos se
podían unir!"]. Esta frase se encuentra en The union of the oceans by ship-canal without
locks via Me Atrato valley [La unión de los océanos por un canal sin esclusas, para el
tránsito de barcos, por la vía del valle del Atrato] (Nueva York, 1859), pág. 8, libro en que
se recapitulan publicaciones anteriores, y en cuya página 9 se reseña la gira de promoción
que realizó Kelley en favor de su último proyecto.

44.
JOHN C. TRAUTWINE, ingeniero de Filadelfia, es conocido por el intento de
regularización del dique de Cartagena y la participación en la construcción del ferrocarril
de Panamá. Su viaje por los ríos Atrato y San Juan se relata en Rough notes of an
exploration for an interoceanic canal by way of the rivers Atrato and San Juan. [Apuntes de
una exploración para un canal interoceánico por la vía de los ríos Atrato y San Juan]
(Filadelfia, 1854), inicialmente publicados en forma de artículos sueltos en el Journal of the
Franklin Institute, XXVII Y XXVIII (1854 y 1855) : "1 had not leisure to prepare a full
narrative of the expedition [ ... ] the hasty exploration was made in the year 1852 under the
auspices of a few enterprising gentlemen in the City of New York, represented by Messrs.
Belknap and james". ["No tuve tiempo de preparar una narración completa de la expedición
[ ... ] la rápida exploración se efectuó en 1852 bajo el patrono de varios caballeros,
empresarios de la ciudad de Nueva York, representados por los señores Belknap y James"].
Los mapas de Trautwine que recibió Codazzi en 1855 no pretenden ser más que unos
bosquejos referentes a la "Exploración para un canal interoceánico por la vía de los ríos
Atrato y San Juan; bocas del río Atrato y puerto de Turbo o Pisisi; sectores de los ríos
Atrato y Napipí divisoria entre la navegación por canoa y en el Santa Mónica y el río San
Juan en San Pablo y la bahía de Charambirá".
El bosquejo entraña mucho de Acosta, a cuyos trabajos se refiere Trautwine varias veces:
por ejemplo, con referencia al río Bojayá, en la página 28; sobre diversos puntos
astronómicos, en la 40; acerca del río Baudó, en la 43, y del San Juan en la 86, dos ríos
inexactamente dibujados por Acosta. En cuanto al río Atrato, dice Trautwine (pág. 78, cfr.
86) : "My protractions confirm the superior accuracy of Col. Acosta's representation of the
Atrato to a remarkable degree, proving that neither he nor I can be much in error, although I
was far from aiming at scrupulous accuracy in may survey of it". ["Mis dibujos a escala
confirman de manera notable la gran exactitud con que el coronel Acosta representa el
Atrato, y prueban que ni él ni yo podemos estar muy equivocados, aunque yo no buscaba
una meticulosa exactitud en mi levantamiento"].
Al mapa del río Atrato por Trautwine se le asigna en el informe de DAVIS el número 10.
Una alusión, en una nota de Trautwine en la página 78, en el sentido de que un mapa del río
Atrato elaborado por Codazzi y publicado recientemente en Londres es excepcionalmente
malo, se debe, no a malicia, sino a una equivocación.
Las ilustraciones de la publicación de Trautwine son apropiadas.
191
45.
LA EXPEDICIÓN INGLESA AL DARIÉN, que a fines de 1853
se encaminó al golfo de San Miguel con el propósito específico de explorar las cuencas de
los ríos Sabana y Chucunaque, fue descrita por su jefe, JOHN O. PREVOST, en Official
report of Me proceedings of Me exploring party of Her Majesty's steamer Virago, sent to
cross Me Isthmus of Darien [Informe oficial sobre los trabajos de exploración cumplidos
por la expedición del vapor Virago, de Su Majestad, enviada al istmo del Darién], leído en
Londres, el 24 de abril de 1855, y publicado en el Journal..., XXIX, págs. 249 y sigs.,
donde también apareció un diario del 16 de diciembre de 1853 al 7 de enero de 1854.
Véase, así mismo, PIM, ob. cit., págs. 167-180, donde se encuentra expresado el siguiente
concepto: "The expedition under Captain Prevost in 1853 after attaining an altitude of about
1200 feet discovered no indications, that they had even then reached the summit; similar
attempts were made about the same time by parties under Colonel Codazzi and Captain
Jaureguiberry, with results equally unsatisfactory". ["La expedición al mando del capitán
Prevost, en 1853, después de subir a una altura de 1.200 pies, no vio señal alguna de haber
alcanzado la cima. Por ese tiempo, comisiones a órdenes del coronel Codazzi y del capitán
Jaureguiberry intentaron algo semejante, pero tampoco lograron resultados satisfactorios"].
En el mapa de DAVIS marcado con el número 8 se muestra la ruta seguida por Prevost.
NEUMANN (ob. cit., págs. 540 y sigs., nota), dice: "Basándose en el mapa de Codazzi, es
posible seguir la ruta de Prevost y observar qué ríos cruzó". La Sociedad Geográfica
Londinense, en su sesión del 8 de junio de 1857, debatió la afirmación de H. C. Caldwell,
según el cual, habiendo salido de Chapigana el 5 de abril de 1854, encontró la inscripción
"W. Jones, Virago, diciembre de 1853" y, después de una marcha de cinco días, había visto
dos veces el mar del Norte. (Véase A notice of a late exploration of Darien by Dr. H. C.
Caldwell of the U. S. Frigate Independence, Commodore Merwin, Proceedings... [Informe
acerca de la última exploración del Darién, por el doctor H. C. Caldwell, de las fragatas de
Estados Unidos...], págs. 484-486). En tal ocasión, Gisborne se expresó de la siguiente
manera: "The President (Sir Roderick J. Murchison): Is there not any point of depression?
Mr. Gisborne: There is none; a ship-canal across the isthmus of Darien, as far as
geographical difficulties are concerned, is perfectly impossible". ["El presidente (sir
Roderick J. Murchison) : ¿No hay ninguna depresión? El señor Gisborne: No hay ninguna.
Un canal para barcos a través del istmo del Darién, en lo que respecta a obstáculos
geográficos, es perfectamente imposible"].

46.
LA PRIMERA EXPEDICIÓN NORTEAMERICANA AL ISTMO, la de 1854, en la cual
los otros barcos presentes fueron simples espectadores, ha de calificarse de intento
fracasado, a causa de los deficientes preparativos. A esta empresa se refieren escritos las
más de las veces poco gratos, que hoy día dejan ver una dosis increíble de autoengaño y
obcecación. Aquí cabe mencionar los siguientes:
192
a. EDWARD CULLEN, A report of the mismanaged expedition of 1854 with suggestions
for a survey [Informe sobre la mal dirigida expedición de 1854, con sugerencias para un
levantamiento topográfico] (Londres, 1856). Véase, al respecto, V. A. MALTEBRUN,
tanto en Notice historique [Reseña histórica], págs. 12-16: "Cullen avait fait partie de la
dernière exploration, sans cependant prendre part à toutes les courses à l'intérieur". ["Cullen
había tomado parte en la última exploración, sin que por ello participara en todos los
recorridos por el interior"], como también en el Bulletin..., serie 3, tomo XIII (París, 1857),
págs. 479-488: "Mr. le docteur Mac Cullen est venu à Paris pour arrêter l'attention des
hommes compétents sur cette grande question" ["El señor doctor Mac Cullen ha venido a
París con el propósito de interesar en este importante asunto a los expertos"] (ob. cit., pág.
487).
b. LIONEL GISBORNE, Summary of the survey of the Isthmus of Darien [Resumen del
levantamiento cartográfico del istmo del Darién], en el Journal..., XXVII (Londres, 1857),
págs. 191 y sigs. En esta conferencia, dictada el 22 de abril de 1856 en la sede de la
Asociación Londinense de Ingenieros Civiles, dijo Gisborne: "The officers specially
deputed by their respective governments to satisfy themselves by a personal examination of
the interior, of the correctness of the surveys undertaken by the Company's engineer, were
Colonel Codazzi, head of topographical department of New Granada, Lieutenant
Jaureguiberry, Lieutenant Strain and Lieutenant Saint John". ["Los oficiales especialmente
destacados por sus gobiernos respectivos para corroborar con una profunda inspección
personal la exactitud de los levantamientos realizados por el ingeniero de la compañía,
fueron el coronel Codazzi, jefe del departamento topográfico de la Nueva Granada, el
teniente Jauréguiberry, el teniente Strain y el teniente Saint John"].
c. JOHN T. HEADLEY, Darien Exploring Expedition under command of Lieutenant Isaac
C. Strain [Expedición para explorar el Darién, bajo el mando del teniente Isaac C. Strain],
en Harper's New Monthly Magazine, vol. X (Nueva York, 1855), págs. 433-458, 600-615,
745-764, con ilustraciones y un mapa. En este escrito, no exento de cierto carácter
tendencioso, dice Headley (pág. 437): "Lieutenant Strain gave to me his private report to
the Secretary of the Navy [fechado en Washington el 25 de octubre de 1854], also the
journals kept by both parties, together with the book of sketches, made by the draughtsman;
interesting interviews with Lieutenant Maury and civil engineer Mr. Avery have enabled
me to add many details". ["El teniente Strain me suministró el informe confidencial rendido
al secretario de la Marina (fechado en Washington el 25 de octubre de 1854 - aclara
Schumacher -), como también los diarios de ambas expediciones, el cuaderno de apuntes
del dibujante y las interesantes entrevistas con el teniente Maury y el ingeniero civil Avery,
lo que me ha permitido allegar numerosos datos"]. El propio Strain publicó más tarde una
conferencia, que había leído el 17 de junio de 1856 en la Sociedad de Historia de Nueva
York: A Paper on Me history and prospects of interoceanic communication by Me
American Isthmus [Documento acerca de la historia y los proyectos de una comunicación
interoceánica a través del istmo americano] (Nueva York, 1856), en el cual Strain informa
primeramente sobre los proyectos de construcción del canal, tras lo cual se refiere a
193
pasados tiempos y a la colonia escocesa y, finalmente, lanza un bien planeado ataque contra
un artículo periodístico aparecido en el suplemento de la Augsburger Allgemeinen Zeitung
[Gaceta General de Augsburgo], con fechas 21 y 22 de enero de 1856, bajo el título: "Die
verunglückte Darien-Expedition der Nordamerikaner un die noch übrigen Projecte zur
Herstellung eines Schiffahrts-Canals zwischen dem atlantischen und dem Stillen Meere,
beurtheilt von dem Ingenieur-Geographen Oberst Agustín Codazzi in Bogotá" ["La
accidentada y fracasada expedición de los norteamericanos al Darién, y los demás
proyectos para la construcción de un canal navegable entre los mares Atlántico y Pacífico,
analizados por el ingeniero-geógrafo coronel Agustín Codazzi en Bogotá"). El
corresponsal, un europeo que tenía su residencia oficial en Bogotá, envió a aquel periódico
un escrito de Codazzi, sin el consentimiento de éste, que lo había elaborado en Veraguas el
6 de mayo de 1854. Lo tradujo en forma pésima, tomó fragmentos al azar y le hizo varios
agregados. En tanto que los informes de Codazzi al gobierno central nunca habían sido
publicados, el corresponsal aseveraba, sin fundamento alguno, que la impresión del trabajo
que enviaba había sido impedida tan sólo por el estallido de una revolución en la Nueva
Granada. Así que la publicación constituía una indiscreción en perjuicio de Codazzi, quien
había escrito estos apuntes en forma confidencial y dando curso libre a un momentáneo
estado de ánimo. Empero, como el artículo desaprobaba en casi todos sus aspectos la
expedición de Strain, produjo, con toda razón, escozor en Estados Unidos. Strain sostenía
que Codazzi, de cuyos trabajos no sabía nada, era el corresponsal de marras: "Codazzi's
article was ingeniously promulgated in the interior of Europe in a language, with which I
am utterly unacquainted!! ["¡El artículo de Codazzi fue habilidosamente divulgado en
Europa en un lenguaje al cual de ninguna manera estoy acostumbrado!"]. Las acres
palabras que a continuación profiere sobre Codazzi son injustificables desde todo punto de
vista. Realmente falsa es la afirmación de Strain (pág. 19) : "Our information in regard to
the isthmus was drawn principally from the narratives of the expeditions, to which Colonel
Codazzi alludes and others, of which he is probably still in ignorance". ["Nuestra
información respecto al istmo fue tomada principalmente de los relatos de las expediciones
a que alude el coronel Codazzi, quien, por lo demás, parece desconocerlos totalmente"].
Antes de 1860, a nadie, excepto a Cullen, se suministraron los documentos referentes al
istmo que se encontraban en el archivo de Bogotá. Si de por sí es temeraria la réplica de
Strain a aquel artículo periodístico, resulta del todo reprobable lo que escribió más de un
año después KARL NEUMANN, sin ningún criterio y sin conocimiento de causa, en la
Zeitschrift..., ob. cit., II, págs. 569-572, bajo el título de Strain's Zug durch den Isthmus von
Darién [El viaje de Strain a través del istmo del Darién]. Dice NEUMANN, por ejemplo,
que Codazzi había osado, con fría arrogancia y sin consideración alguna a la naturaleza
humana, acusar a los norteamericanos de, en medio de la suprema desesperación, haberse
alimentado de los cadáveres de sus camaradas. Si bien es cierto que Codazzi se refiere a
esto, también lo es que se originó en una falsa información, como nítidamente lo aclara
HEADLEY, cuando escribe: "March 3rd (1854) : Lombard, Parks and Johnson matured a
plan to hide away, till Holmes died and the party left, and then to return and dig up the
194
corpse and filling their haversacks with the flesh, start to the Atlantic coast" ["3 de marzo
(1854) : Lombard, Parks y Johnson tramaron el plan de esconderse hasta que Holmes
muriera y, una vez hubiese partido el grupo expedicionario, volver al sitio, desenterrar el
cadáver, llenar los morrales con la carne y dirigirse a la costa atlántica"] (ob. cit., pág. 602).
En cuanto a mapas producidos por esta expedición, merecen citarse:
JOHN ARROWSMITH, A map showing the route of Commander Prevost from Rancho N°
1 to Rancho N° 12, to which are added the surveys and secthions of the Isthmus by Lionel
Gisborne 1854 [Mapa que muestra la ruta del comandante Prevost desde el Rancho número
1 hasta el Rancho número 12, al cual se agregaron los levantamientos y las diversas
divisiones del istmo efectuados por Lionel Gisborne, 1854]. El mismo mapa se encuentra
en el Journal..., tomo XXVIII.
WILLIAM C. BENNETT, A map of the Chucunaque river [Mapa del río Chucunaque],
inédito. Dice Gisborne (Journal..., pág. 197): "It agrees most remarkably with a map given
to me by Colonel Codazzi out of the archives of Bogota, made in 1788 by a Spanish officer,
who ascended it as far as the Isola de la Paz at the mouth of the Sucubdi". ["Concuerda de
manera muy notable con un mapa que me dio el coronel Codazzi tomado de los archivos de
Bogotá, hecho por un oficial español que subió hasta la isla de la Paz, en la boca del
Sucubdi"[.
WILLIAM PARSONS, A map of the Caledonia Bay and of Me Puerto Escocés [Mapa de
la bahía de Caledonia y del Puerto Escocés]. El autor era el comandante de Le Scorpion.
Finalmente, también debe tomarse en cuenta la anotación de HEADLEY (ob. cit., pág. 448)
: "Colonel Codazzi in his recent maps has shown the Asnati to be a branch of the Sucubdi,
upon information compiled from old Spanish manuscripts and from conversations held with
Indians". ["En recientes mapas, el coronel Codazzi muestra el río Asnati como afluente del
río Sucubdi, basándose en información recogida en antiguos documentos españoles y en
conversaciones con los indígenas"]. Nada se ha vuelto a saber del original de un mapa de
Codazzi que en el año 1855 se hallaba en los Estados Unidos y que, al parecer, había
permanecido inédito.

47.
EL SERVICIO MILITAR DE CODAllI EN LA NUEVA GRANADA se circunscribe a
una campaña del año 1854, que es explicada en dos escritos oficiales:
a. AGUSTÍN CODAZZI, Resumen del diario histórico del ejército del Atlántico, Istmo y
Mompós, llamado después ejército del norte (Bogotá, 1855).
b. TOMÁS C. DE MOSQUERA, Resumen histórico de los acontecimientos que han tenido
lugar en la Nueva Granada (Bogotá, 1855). Este libro, fechado el 31 de enero de 1855,
abarca no solamente las operaciones del ejército del norte, sino también las de los demás.
Al respecto, dice el autor: "En gran parte no haré sino repetir lo que dijo mi jefe de estado
mayor general, Agustín Codazzi, en el resumen en que mandé dar cuenta al poder ejecutivo
de la mayor parte de mis operaciones". Entre los cuadros anexos, Codazzi firmó en Bogotá,
195
el 22 de enero de 1855, los numerados de 1 a 12, que, por lo demás, figuran con especial
frecuencia de la página 133 en adelante.

48.
LA DESCRIPCIÓN GEOGRÁFICA DE LA NUEVA GRANADA, que Codazzi terminó
sólo parcialmente, alcanzó a comprender únicamente la parte referente a las provincias,
pero no la sección general de la obra, que debía ofrecer una visión de conjunto de todo el
país. Muestras de este trabajo se encuentran en las siguientes fuentes:
a. Geografía física y política de las provincias de la Nueva Granada (Bogotá, 1856), libro
excelente que indica las características del enfoque que Codazzi quería dar al tratamiento
de cada provincia. Los aspectos que trata son los siguientes: "Situación; población; límites;
serranías; ríos; ciénagas; islas; aspecto del país; clima; estaciones; división territorial;
comercio y producciones; minerales; maderas; plantas medicinales; etc.; tintas; resinas y
gomas; agricultura; animales silvestres; particularidades". A todo esto se agregan cuadros
sobre agricultura, alturas de las montañas, distancias entre los poblados, coordenadas
geográficas y longitud de los caminos, y concluye con recomendaciones para mejorar las
vías existentes y para construir otras nuevas. El libro abarca únicamente las provincias de
Socorro, Vélez, Tunja y Tundama, y los cantones de Socorro, Barichara, Charalá, Oiba, San
Gil, Zapatoca, Chiquinquirá, Moniquirá y Vélez, Tunja, Leiva, Garagoa, Guateque,
Miraflores, Turmequé, Santa Rosa, Soatá, Cocuy y Sogamoso. A causa de un incendio de
las bodegas, este libro, lo mismo que las separatas tomadas de él sobre las provincias
nombradas, se han vuelto muy escasos. Sin embargo, ha servido de fundamento a trabajos
posteriores. Por ejemplo, al de ELADIO MONTILLA, Geografía especial del Estado de
Santander (Socorro, 1880).
b. Geografía física y política de la provincia de Ocaña (Bogotá, 1850), elaborada según el
orden de temas atrás indicado y complementada con un mapa. Su manuscrito se halla
todavía en Bogotá, lo que al parecer no sabía Pérez.
c. Fragmentos que incorporó PÉREZ en su Geografía, las más de las veces sin indicación
de la fuente, especialmente con referencia a las provincias de Antioquia, Barbacoas,
Buenaventura, Casanare, Cauca, Chocó, Córdoba, Mariquita, Medellín, Pasto, Popayán y
Túquerres. Para reconocer la paternidad intelectual de Codazzi, basta confrontar los
capítulos titulados "Aspectos del país", que se encuentran en el sumario de temas transcrito
párrafos atrás, en PÉREZ, ob. cit., en los siguientes pasajes: II, págs. 483-497; I, págs. 284-
296; I, págs. 296-308; II, págs. 276-301; I, págs. 271-284; I, págs. 308-331; II, 512-520; II,
págs. 497-512; I, págs. 239-250; 1, págs. 250-271; 1, págs. 225-239. Otros fragmentos, en
los que a veces se menciona a Codazzi, se hallan incluidos a lo largo de la obra de Pérez,
especialmente donde se habla de las cordilleras y sus alturas, el clima y la vegetación; por
ejemplo, I, págs. 268-270, 335, 343, 396-400; II, págs. 463, 504, 522, etc. Siempre que
Pérez se refiere a las antiguas provincias, aprovecha a Codazzi, ya que éstas habían
desaparecido mucho antes que se acometiera la más reciente redacción, y ni siquiera
figuraron en los mapas elaborados con fundamento en el proyecto de Codazzi.
196
d. Citas tomadas de la Peregrinación de ANCÍZAR; por ejemplo, págs. 248 y sigs., 257,
325, 462-464, 471-473. En dicho libro se la denomina (pág. 291) Geografía física y política
de la Nueva Granada de Codazzi "una obra que indudablemente y por muchos motivos
excitará el interés de los estudiosos, cuando pase al dominio del público". Generalmente,
Ancízar no nombra a Codazzi cuando lo cita.
Algunos datos pertenecientes a la descripción geográfica del país, se encuentran en los
informes de Codazzi, sobre construcción de caminos. El primero, que trata de una vía hacia
la región del Casanare, se halla reproducido especialmente en PÉREZ, ob. cit., II, págs.
280, 296, 355, 359-364. ANCÍZAR (ob. cit., nota pág. 191) tenía la intención de volver
sobre este documento, pero finalmente no lo hizo. El resultado se resumió de la siguiente
manera: "En 1851, por las observaciones de Codazzi, quedó resuelto el problema de la
comunicación entre Pamplona y Casanare e indicada la línea del deseado camino mercantil
entre los dos estados; esta línea se encuentra trazada en el mapa, determinando los puntos
por donde puede abrirse el camino de Morgua a la villa de Arauca". Véase PÉREZ, ob. cit.,
pág. 387, nota. Algunas vivaces explicaciones de carácter orográfico, se leen en los
informes de Codazzi referentes a construcción de caminos en el antiguo departamento de
Antioquia. Véase, por ejemplo, Gaceta Oficial de Bogotá, 11 de junio (núm. 1387), 17 de
julio (núm. 1405) y 10 de agosto de 1852 (núm. 1412).

49.
EL INFORME DEL CÓNSUL GENERAL HESSE sobre la situación de las
comunicaciones y del comercio en el Estado libre suramericano de la Nueva Granada,
primer documento consular de tal contenido, apareció en la Zeitschrift für Allgemeine
Erdkunde [Revista de Geografía General], nueva serie, IV (Berlín, 1859), págs. 12-41 y
110-124.
El artículo fue escrito "por un inteligente miembro de la clase de los comerciantes
neogranadinos, Miguel Samper, de Bogotá". El consejero financiero Hesse, quien lo tradujo
al alemán en octubre de 1854, hallándose en Guaduas, manifestó en esa ocasión : "mientras
esto escribo, estoy oyendo los estampidos de los cañones que participarán en la batalla
decisiva que en estos días habrá de librarse, en la altiplanicie de esta cordillera oriental,
contra el dictador Melo. El Congreso se ha reunido en pleno en Ibagué, una ciudad
provincial" (ob. cit., pág. 37). La batalla se libró apenas dos meses después.
La traducción que hizo Hesse del libro de geografía de Mosquera no llegó a imprimirse. En
el prefacio manuscrito dice: "La mayoría de las 36 provincias de este extenso país ya han
sido medidas por Codazzi, y los datos obtenidos han sido también parcialmente elaborados.
La impresión de su obra, de máxima importancia para el conocimiento de las regiones
ecuatoriales, se va a realizar en París, donde, mediante un contrato, se han adelantado los
correspondientes preparativos. Sin embargo, la reciente revolución militar ha debilitado de
tal manera las finanzas del gobierno, que quizá la conclusión de estos trabajos deba
aplazarse por un tiempo más o menos largo".

197
Hesse fue corresponsal del periódico Augsburger Allgemeine Zeitung [Gaceta General de
Augsburgo].

50.
EL ENVÍO DE CODAZZI A HUMBOLDT, y que llegó en abril de 1855 a Berlín, constaba
de lo siguiente:
a. Mapa del territorio del Chocó, complementado con Table géographique et statistique de
la province de Chocó [Cuadro geográfico y estadístico de la provincia del Chocó] (1853), e
Indios de la provincia del Chocó. Véase Zeitschrift für allgemeine Erdkunde. [Revista de
Geografía General], nueva serie, I (Berlín, 1856), pág. 257. Acerca de los tres grandes ríos
de la provincia del Chocó: Atrato, San Juan y Baudó, véase la misma revista, II (1857),
págs. 580 y 581. El citado mapa se publicó bajo el nombre de Codazzi, conjuntamente con
el que se registra en el párrafo siguiente. Sin embargo, su parte superior se publicó en
Washington, basándose en un dibujo ulterior de Codazzi, como "copy of a very old spanish
map". ["copia de un antiquísimo mapa español"]. Se trata de una fotolitografía incluida en
la obra de THOMAS O. SELFRIDGE, Reports of explorations and surveys to ascertain the
practicability of a ship-canal between the Atlantic and Pacific Oceans by the way of the
Isthmus of Darien [Informes sobre exploraciones y levantamientos topográficos para
establecer la viabilidad de un canal para barcos entre los océanos Atlántico y Pacífico por la
vía del istmo del Darién] (Washington, 1874), lámina 14, cuyo original obtuvo Selfridge en
la ciudad de Panamá.
b. Mapa del istmo neogranadino. Se publicó en Berlín, junto con el anteriormente
mencionado, bajo el título: Carte de l'Isthme de Panama et de Darien et de la Province du
Chocó, réduite d'après le dessin original de Mr. Agustin Codazzi, Colonel au corps des
ingénieurs de la république de la Nouvelle Grenade, auteur du grand atlas de la république
de Venezuela, redigée par Henri Kiepert [Mapa del istmo de Panamá y de Darién y de la
provincia del Chocó, reducido del dibujo original del señor Codazzi -coronel del cuerpo de
ingenieros de la República de Nueva Granada, autor del gran atlas de Venezuela-,
redactado por Enrique Kiepert] (Berlín, 1857). A lo cual se agregaba: "Le dessin original de
cette carte, executé sur une échelle deux fois et demie plus grande que celle de la presente
réduction, a été envoyé Mr. le Baron Alexandre de Humboldt par Mr. Pastor Ospina,
ministre des affaires étrangères au service de la république de la Nouvelle Grenade". ["El
dibujo original de este mapa, ejecutado en una escala dos y media veces mayor que la de la
presente reducción, fue enviado al señor barón Alejandro de Humboldt por el señor Pastor
Ospina, ministro de asuntos exteriores al servicio de la República de Nueva Granada"].
Desde Bogotá se informó, a fines de 1855, al periódico Augsburger Allgemeinen Zeitung
[Gaceta General de Augsburgo] (año 1856, pág. 346):
"La revolución militar que se inició el año pasado y que fue sofocada apenas ocho meses
después, agotó de tal manera los fondos del gobierno y los recursos de la nación, que
seguramente la conclusión de la obra de Codazzi va a ser aplazada por largo tiempo. Sin
embargo, se abriga la segura esperanza de que los mapas de las costas y del istmo serán
198
accesibles al público alemán dentro de pocos meses". Además de esta edición en separata,
Heinrich Kiepert aportó, para el tomo II de la nueva serie de la Zeitschrift für allgemeine
Erdkunde [Revista de Geografía General], como lámina VIII, una representación del istmo,
resultado de una reducción del "original de A. Codazzi, coronel del cuerpo de ingenieros de
la República de Nueva Granada", que se publicó en junio de 1857. Al año siguiente (tomo
IV de la mencionada revista, págs. 166 y 167), Karl Neumann comentó así este mapa de
Codazzi: "Elaboró Codazzi el original de este mapa, por orden del gobierno de la
República, en dos grandes planchas con escala de 1:300.000. Hasta la fecha se debe
considerar, en términos generales, el mapa de Codazzi como el de mayor contenido y
exactitud". Humboldt, en una nota sobre el mapa, destaca los siguientes tres puntos:
primero, no se debe entender literalmente, en todo caso, la frase de Codazzi cuando habla
de "posición astronómica"; segundo, la línea costera de Codazzi no coincide enteramente
con la de Kelly, lo cual se explica por el uso de las copias de los mapas, manuscritos y de
antiguos datos de Bauzá; tercero, las rutas viales levantadas por Garella, Hughes y Kennish
son más exactas que las indicadas por Codazzi. No obstante, el trabajo de Codazzi sobre el
istmo es en general acertado. MORITZ WAGNER, en su obra Naturwissenschaftliche
Reisen im tropischem Amerika [Viajes de un naturalista por la América tropical],
(Stuttgart), págs. 379-381, se basó principalmente en él para su hidrografía del istmo. Sobre
la forma de representar cartográficamente Codazzi la provincia de Chiriquí, se expresa
Wagner, quien llegó a David a principios de abril de 1858, procedente de Panamá, de la
siguiente manera (ob. cit., pág. 255) : "En David encontré amable acogida en casa de José
de Obaldía, hombre excelente en cuanto a cultura y carácter. Él me enseñó un mapa
manuscrito especial de la provincia, basado en los levantamientos del coronel Codazzi.
Durante varias excursiones por el interior de la provincia, tuve oportunidad de completarlo
y de subsanar algunas inexactitudes en cuanto a la dirección general de la cordillera y a la
situación hidrográfica". Con referencia al golfo Dulce, en la costa del océano Pacífico, y al
excelente puerto natural que forman la bahía del Almirante y el golfo de Chiriquí, en el
lado del Atlántico, se expresa Wagner así: "El mapa especial de Codazzi reproduce los
contornos de estos dos golfos con más exactitud y claridad que el de Bailey". Las
correcciones del investigador alemán se hallan explicadas en un mapa que corresponde a la
lámina II del Petermann'schen Geographischen Mittheilungen [Boletín Geográfico de
Petermann] (año 1863). Véanse allí págs. 16 y sigs.
Sobre la representación cartográfica de la región del Chepó por Codazzi, cuyo original se
basa casi totalmente en mapas antiguos y que registra hasta el fuerte de Alderete,
desaparecido hace ya bastante tiempo, dice Wagner: "Las alturas de la cordillera de Chepó
indicadas por Codazzi se basan, al parecer, en mediciones de ángulos en regiones donde la
configuración del terreno no favorece operaciones de esta índole. La divisoria de agua,
propiamente dicha, entre los ríos Mamoni y Mandingo no es visible desde el valle de
Chepó, y Codazzi no había penetrado con sus instrumentos de medir en la cordillera misma.
Si la ubicación que señala Codazzi para el antiguo fuerte de Alderete fuese acertada,
entonces la navegación por la parte alta de esta región fluvial no debería ser en extremo
199
difícil. Hasta donde sé, Codazzi sitúa las fuentes de los afluentes septentrionales del alto río
Bayanó unos pocos minutos muy al norte". Véase el mapa de Wagner, en la lámina 7 del
Petermann's Mittheilungen (año 1862); y véanse, allí también, págs. 128 y sigs. Para
ilustrar la frecuencia de los errores en la reproducción de los mapas de Codazzi, sirve el
siguiente ejemplo: LUCIEN DE PUYDT' dice: "It was on my second visit to Bogotá (in
1866), that I discovered amongst the numerous maps and documents of the observatory a
large manuscript map of the Isthmus of Panamá, drawn up by the Colonel Codazzi [ ... ].
One of my countrymen, who is settled in Colombia, made me a present of a map entirely in
the handwriting of Colonel Codazzi and signed by him under date March 31, 1854; this
map has special reference to the explorations of Captain Prevost and Messrs. Strain,
Gisborne and St. John". ["En mi segunda visita a Bogotá, en 1866, descubrí, entre los
numerosos mapas y documentos del observatorio, un gran mapa manuscrito del istmo de
Panamá, dibujado por el coronel Codazzi (...). Uno de mis compatriotas, que vive en
Colombia, me regaló un mapa enteramente debido a la mano del coronel Codazzi, firmado
por él y fechado el 31 de marzo de 1854. Este mapa se refiere especialmente a las
exploraciones del capitán Prevost y de los señores Strain, Gisborne y Saint John"].
c. Sinopsis de los proyectos de rutas de un canal, de que se informó parcialmente en el
Archivo Comercial Prusiano, I (Berlín, 1855), págs. 437 y sigs., bajo el título: "Bogotá, 23
de marzo de 1855". Confróntese, así mismo, la Augsburger Allgemeine Zeitung [Gaceta
General de Augsburgo] (1856), pág. 347, y el Petermann's Mittheilungen... [Boletín de
Petermann] (año 1856), pág. 74. En glosa al mapa ariba indicado, dice Humboldt: "L'auteur
a ajouté á carte des notes détaillies sur les différents projets de canalisation autant qu'ils
concernent la Nouvelle Grenade; tout ce que ces notes contiennent de vraiment intéressant
a été publié dans une série d'articles de la Société Géographique de Berlin, redigée par M.
Karl Neumann". ["El autor añadió a este mapa pormenorizadas anotaciones acerca de los
distintos proyectos de canalización en cuanto tienen que ver con la Nueva Granada. Todo
aquello verdaderamente interesante que contienen tales notas fue publicado en una serie de
artículos de la Sociedad Geográfica de Berlín, redactados por el señor Karl Neumann"].
Véase ob. cit., nueva serie, II (1857), págs. 518-563. A causa de esta reelaboración, resulta
casi imposible reconocer los aportes de Codazzi, de manera que el borrador conservado en
Bogotá tiene su valor.
d. Las reproducciones de las rocas de Saboyá y Gámeza, de las cuales, según información
de la familia de Codazzi en Bogotá, no se conservaban en 1873 sino unas simples copias.
No se han encontrado hasta la fecha estos cuadros en el legado de Humboldt.
En agradecimiento por este envío, obtuvo Humboldt, según Kiepert, el nombramiento de
Codazzi como miembro honorario de la Sociedad Geográfica de Berlín. El diploma,
fechado el 18 de abril de 1858, no llegó nunca a manos de Codazzi, a causa de que en él se
confundió a Venezuela con la Nueva Granada.

200
51.
LAS ANTIGÜEDADES DE LOS AIMARAS, que se encuentran en el viejo territorio de
Timaná, especialmente en la región de San Agustín, se conocen desde 1798. TSCHUDI y
RIVERO mencionan y reproducen algunos ejemplares, como también BOLLAERT, pero
fue Codazzi quien exploró más detenidamente los alrededores del actual Timaná. Véase
AGUSTÍN CODAZZI, Ruinas de San Agustín (Bogotá, 1857), y también PÉREZ, ob. cit.,
II, págs. 76 y sigs., que lo reproduce, y donde, además de un mapa de la localidad, una
visión panorámica y la copia pictórica de la entrada de una cueva, se incluyen dibujos de
treinta y siete esculturas. Los levantamientos topográficos originales aún se conservan.
Codazzi atribuyó equivocadamente estas creaciones a los andaquíes. Acerca de éstos, véase
MANUEL MARÍA ALBIS, The Indians of Andaquí, New Granada. Notes of a traveller
[Los indios de Andaquí, Nueva Granada. Notas de un viajero], publicado por José María
Vergara y Vergara y Evaristo Delgado, traducido por J. S. Troscher para el Bulletin of the
American Ethnological Society (Nueva York, 1860), I, págs. 137 y sigs. La obra original se
imprimió en Popayán en 1855: M. M. ALBIS: Los indios del Andaquí. El gentilicio, cuyo
origen no ha sido esclarecido hasta la fecha, también aparece en Texas (BOLLAERT, ob.
cit., pág. 39 nota), pero de todos modos se refiere a una tribu salvaje relativamente reciente,
sin relación alguna con las ruinas de que habla Codazzi. Sin experiencia en cuestiones
prehistóricas, Codazzi no conocía la observación de VÉLEZ, quien ya en 1846 databa estos
restos en un período muy anterior a la época del descubrimiento (Bulletin..., serie 3, tomo
VIII, pág. 105): "Je suis arrivé à me convaincre que ces pays ont été habités par des peuples
plus anciens et plus civilisés que ceux qu'ont rencontrés les Espagnols au temps de la
conquête, par exemple sur le territoire de Saint-Agustin". ["He llegado al convencimiento
de que estos países estuvieron habitados por pueblos más antiguos y más civilizados que
los que encontraron los españoles en la época de la conquista, por ejemplo en el territorio
de San Agustín"]. Tampoco conocía la noticia de ANCÍZAR, en la cual las califica, ante la
Sociedad Geográfica Francesa (Bulletin..., 1857, pág. 311), como "ruines très antiques,
récemment découvertes au centre d'une montagne voisine de l'Équateur; aucune histoire du
pays jusqu'ici n'a fait mention de ces ruines" ["ruinas muy antiguas, recientemente
descubiertas en el centro de una montaña vecina del Ecuador; ninguna historia del país
menciona, hasta ahora, estas ruinas"]. De igual manera, tampoco sabía Codazzi que
RIVERO había atribuido (Antigüedades peruanas [Lima, 1811], págs. 322 y 325) las
edificaciones y esculturas a los llamados muiscas.
BOLLAERT (ob. cit., pág. 42) dice: "The ruin of Timaná are in all probability of an earlier
date than Chibcha remains and of another nation. They appear to have some analogy with
the earlier ones of Tia-Huanacu as compared with Incarial. The monuments of New
Granada require detailed examination". ["Muy probablemente, las ruinas de Timaná son de
fecha anterior a la de los vestigios chibchas o de otra nación. Parecen guardar, más bien,
cierta analogía con las más primitivas de Tihuanaco, si se las compara con las del Incario.
Los monumentos de Nueva Granada requieren ser estudiados detenidamente"]. La

201
presencia de dientes de perro y colmillos de jabalí indican que se trata del que por lo
general se llama período de los aimaras.
Antigüedades de tipo análogo, parece que eran las que se hallaban cerca de Neiva, también
desconocidas por Codazzi, sobre las cuales informa BOLLAERT (ob. cit., pág. 38), según
testimonio de A. Seider y J. M. López: "Near Neiva, is a cavern, at the entrance of which
stood, as a guardian, a colossal tiger [jaguar]; a short distance from this cavern General
López has made excavations and from the depth of two to five metres has extracted
colossal statues, of great beauty, representing horse - rather say of the Lama or Cer-Vus
Perouen- monkeys, toads and of men and women. Near to this spot was discovered a large
stone table, which fifty men could scarcely lift; this table was well polished, on four feet in
the form of paws coming from a central pillar. Upon some of these monuments are still to
be seen remains of inscriptions". ["Cerca de Neiva hay una cueva, cuya entrada custodiaba
un tigre (jaguar) colosal. A corta distancia de esta cueva, el general López excavó a
profundidades de dos a cinco metros y extrajo colosales estatuas de gran belleza, que
representaban caballos - mejor dicho, llamas o ciervos peruanos -, monos, sapos, hombres y
mujeres. Cerca de este punto se descubrió una gran mesa de piedra, que apenas podían
levantar cincuenta hombres. Estaba bien pulida y la sostenían cuatro patas con forma de
garras, que provenían de una columna central. En algunos de estos monumentos se
observan rastros de inscripciones"]. Véase también VÉLEZ, ob. cit., pág. 105. Allí también
probablemente se halla la roca de Aipe, que figura en la lámina I del escrito de ADOLPH
BASTIAN, Die Zeichen-Felsen Columbiens, ya citado.

52.
ELISÉE JEAN-JACQUES RECLUS nació el 15 de marzo de 1830, en Sainte-Foy-la-
Grande. Alumno de Carl Ritter, es renombrado por su vasta obra geográfica. Durante la
guerra franco-alemana se distinguió como oficial del cuerpo aerostático de Nadar, y como
director periodístico durante la revolución de la Comuna de París. Hijo de un pastor
protestante, se educó en la Prusia renana. Estudio inicialmente en Montaubon y después en
Berlín. A raíz del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 en París, se le desterró de
Francia, y viajó por Inglaterra, Estados Unidos, América Central y Nueva Granada hasta
principios de 1857. Sobre este viaje, que lo llevó en julio de 1855 hasta Colón-Aspinwall,
publicó artículos en diferentes revistas, entre los cuales el primero referente a la Nueva
Granada apareció en el Bulletin..., serie 4, XVIII (París, 1859), págs. 111-152: Quelques
mots sur la Nouvelle Grenade [Algunas palabras sobre la Nueva Granada], cuyos apartes
esenciales fueron incorporados al libro Voyage à la Sierra Nevada de Sainte-Marthe [Viaje
a la Sierra Nevada de Santa Marta] (París, 1861). Una nueva edición, con ilustraciones y un
buen mapa, se publicó en 1881. Al parecer, en la última parte de este libro se incluyó el
informe enviado por Mier, que en 1873 aún se encontraba entre los papeles de Codazzi, si
bien Ancízar no lo menciona en la necrología. Éste último dice (ob. cit., pág. 125): "De la
Sierra Nevada Codazzi proponía publicar una descripción minuciosa, tanto por el interés
que a los ojos de la industria encierran aquellas nunca examinadas mesetas, ricas en
202
minerales, cuanto por la importancia capital de los fértiles valles y variados climas que allí
se contienen para establecer el núcleo de futuras colonizaciones de europeos". Siguiendo el
ejemplo de Reclus, JOHN MAY, un aventurero, escribió sobre proyectos de colonización
de las montañas de Santa Marta, texto que reprodujo PÉREZ, ob. cit., II, págs. 563-566:
"Una inspección del mapa del Nuevo Mundo mostrará que, suponiendo que sea el clima de
la Sierra tal como lo he representado, ella es el lugar propio
Antigüedades de tipo análogo, parece que eran las que se hallaban cerca de Neiva, también
desconocidas por Codazzi, sobre las cuales informa BOLLAERT (ob. cit., pág. 38), según
testimonio de A. Seider y J. M. López: "Near Neiva, is a cavern, at the entrance of which
stood, as a guardian, a colossal tiger [jaguar]; a short distance from this cavern General
López has made excavations and from the depth of two to five metres has extracted
colossal statues, of great beauty, representing horse - rather say of the Lama or Cer-Vus
Perouen - monkeys, toads and of men and women. Near to this spot was discovered a large
stone table, which fifty men could scarcely lift; this table was well polished, on four feet in
the form of paws coming from a central pillar. Upon some of these monuments are still to
be seen remains of inscriptions". ["Cerca de Neiva hay una cueva, cuya entrada custodiaba
un tigre (jaguar) colosal. A corta distancia de esta cueva, el general López excavó a
profundidades de dos a cinco metros y extrajo colosales estatuas de gran belleza, que
representaban caballos - mejor dicho, llamas o ciervos peruanos -, monos, sapos, hombres y
mujeres. Cerca de este punto se descubrió una gran mesa de piedra, que apenas podían
levantar cincuenta hombres. Estaba bien pulida y la sostenían cuatro patas con forma de
garras, que provenían de una columna central. En algunos de estos monumentos se
observan rastros de inscripciones"]. Véase también VÉLEZ, ob. cit., pág. 105. Allí también
probablemente se halla la roca de Aipe, que figura en la lámina I del escrito de ADOLPH
BASTIAN, Die Zeichen-Felsen Columbiens, ya citado.

52.
ELISÉE JEAN-JACQUES RECLUS nació el 15 de marzo de 1830, en Sainte-Foy-la-
Grande. Alumno de Carl Ritter, es renombrado por su vasta obra geográfica. Durante la
guerra franco-alemana se distinguió como oficial del cuerpo aerostático de Nadar, y como
director periodístico durante la revolución de la Comuna de París. Hijo de un pastor
protestante, se educó en la Prusia renana. Estudio inicialmente en Montaubon y después en
Berlín. A raíz del golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 en París, se le desterró de
Francia, y viajó por Inglaterra, Estados Unidos, América Central y Nueva Granada hasta
principios de 1857. Sobre este viaje, que lo llevó en julio de 1855 hasta Colón-Aspinwall,
publicó artículos en diferentes revistas, entre los cuales el primero referente a la Nueva
Granada apareció en el Bulletin..., serie 4, XVIII (París, 1859), págs. 111-152: Quelques
mots sur la Nouvelle Grenade [Algunas palabras sobre la Nueva Granada], cuyos apartes
esenciales fueron incorporados al libro Voyage à la Sierra Nevada de Sainte-Marthe [Viaje
a la Sierra Nevada de Santa Marta] (París, 1861). Una nueva edición, con ilustraciones y un
buen mapa, se publicó en 1881. Al parecer, en la última parte de este libro se incluyó el
203
informe enviado por Mier, que en 1873 aún se encontraba entre los papeles de Codazzi, si
bien Ancízar no lo menciona en la necrología. Éste último dice (ob. cit., pág. 125): "De la
Sierra Nevada Codazzi proponía publicar una descripción minuciosa, tanto por el interés
que a los ojos de la industria encierran aquellas nunca examinadas mesetas, ricas en
minerales, cuanto por la importancia capital de los fértiles valles y variados climas que allí
se contienen para establecer el núcleo de futuras colonizaciones de europeos". Siguiendo el
ejemplo de Reclus, JOHN MAY, un aventurero, escribió sobre proyectos de colonización
de las montañas de Santa Marta, texto que reprodujo PÉREZ, ob. cit., II, págs. 563-566:
"Una inspección del mapa del Nuevo Mundo mostrará que, suponiendo que sea el clima de
la Sierra tal como lo he representado, ella es el lugar propio y natural para empezar la
colonización de Suramérica por los europeos".

53.
LA SEGUNDA EXPEDICIÓN NORTEAMERICANA AL ISTMO Se realiza por
resolución del Congreso de Washington del 3 de marzo de 1857: Exploration and
verification of the surveys already made of a ship-canal near the isthmus of Darién to
connect Me waters of Me Pacific and Atlantic by Me Atrato and Truandó rivers
[Exploración y verificación de estudios anteriores para un canal navegable por barcos,
cercano al istmo del Darién, que una las aguas del Pacífico y del Atlántico mediante los ríos
Atrato y Truandó]. El ahora presidente James Buchanan, había apoyado vivamente, como
ministro de Estados Unidos en Londres, los planes de Kelley. Los dos jefes de la
expedición presentaron sendos informes:
NATHANIEL MICHLER, "Topographical Engineers, U. S.
A." ["Ingeniero topógrafo, EE. UU."], no entregó su trabajo hasta el 6 de mayo de 1859 en
Washington, debido a que apenas regresó a los Estados Unidos hubo de iniciar allí mismo
una nueva medición. El informe se encuentra consignado en los tomos VII y VIII de los
Executive documents of Me senate of the United States for the 2d session of the 36th
Congress and the special session 1860/61 [Documentos ejecutivos del senado de los
Estados Unidos para la 20 sesión del 36° Congreso y las sesiones especiales de 1860 y
1861]. Estos tomos aparecieron en 1861. El segundo contiene varios mapas, dos de los
cuales fueron reproducidos por DAVIS, en su compilación, con los números 11 y 12 de
1858-1859. El compañero más valioso de Michler fue el naturalista y geólogo Arthur Scott,
cuyos informes se agregaron a los de Michler (ob. cit., I, págs. 148 y sigs.). El más
importante es el primero: Report on the physiography of the isthmus of Chocó [Informe
fisiográfico sobre el istmo del Chocó]. Sobra aquí hacer hincapié en que el término istmo
aplicado al Chocó es inapropiado.
THOMAS A. CRAVEN, teniente de navío de los Estados Unidos, no era subalterno de
Michler. En 1857 recibió Humboldt un informe que resumía los aspectos principales de los
trabajos de Craven, el cual se encuentra publicado en la Zeitschrift für Allgemeine
Erdkunde [Revista de Geografía General], nueva serie (Berlín, 1858). Véanse págs. 174-
178. Neumann acusa a Craven de "seria confusión" y, al opinar sobre la "minuciosidad"
204
con que éste describe obstáculos "de poca monta", así como sobre el criterio que por lo
general aplica a las dificultades del terreno, llega a la conclusión de que el concepto de
Craven se halla a tal distancia del de Michler, que es "como si se tratara de un terreno
totalmente distinto". Parece que el informe de Craven no se publicó oficialmente. La región
objeto de exploración era la costa del Pacífico, especialmente la bahía de Humboldt, la
ensenada de Kelley y la bahía de Candelaria. Véase Zeitschrift..., nueva serie (Berlín,
1857), IV, pág. 267.

54.
Los ÚLTIMOS ESCRITOS DE CODAZZI pertenecen a las postrimerías del año 1857 y se
refieren a los problemas indígenas. Son dos:
a. Descripción general de los indios de la Nueva Granada, no concluida en 1857, y de la
cual sólo se conservan fragmentos, en su mayoría retocados, pero que, sin embargo,
permiten reconocer claramente el modo de escribir de Codazzi, quien la concibió
originalmente, y no como aquella sobre Antioquia, para lo cual tomó como modelo un
trabajo ajeno. En lo que se refiere al istmo y a las regiones costaneras del mar Pacífico,
Codazzi sabía algo sobre los citaraes, cunas, chocoes, chucunaques, darienes, guaimíes,
irraiques, canapas, mandingas, noanamas, paparros, terevis y tules. Sin embargo, sus
conocimientos se basaban, en la mayoría de los casos, en informaciones verbales,
transcritas en forma incompleta en PÉREZ, ob. cit., I, págs. 149-155 y 391-395, sin indicar
el autor, de cuyo trabajo sólo se conservan borradores. Codazzi se refiere más
detenidamente a los indios de la región del Orinoco, del territorio del Caquetá, de San
Martín y Casanare, por tener un mejor conocimiento de los mismos o, al menos, por creer
conocerlos mejor. En los apuntes que reproduce Pérez (ob. cit., I, págs. 468-477, II, págs.
210-220, 360-364), se encuentran los siguientes nombres: achaguas, agustinillos, airicos,
amaguajes, amarizanos, amoruas, andaquíes, azanenis, betoyes, cabacabas, cabres,
cafuanes, coreguajes, cuilotos, chiricuoas, chucunas, eles, enaguas, guahíbos, guaiguas,
guaipamibis, guaques, guaripenes, huitotos, macaguajes, macos, macuenis, manivas,
maquiritares, mariates, mayaties, mitúas, moroquenis, moruas, orejones, orelludos,
otemacos, paseses, picunas, salivas, tamas, tunebos, vaupés, yaruros, yaconas, yuríes. Las
informaciones difícilmente tienen algún valor etnográfico. De la misma calidad parecen ser
las que, según Miguel Mosquera, se basan en la Descripción general de los indios de
Caquetá, introducción de un trabajo más extenso fechado en noviembre de 1857, y que
aparece en PÉREZ, ob. cit., I, págs. 477-488, como un trabajo independiente de Codazzi.
b. Descripción del territorio del Caquetá: aspecto del país (Bogotá, 1857), con un mapa. El
escrito está reproducido en PÉREZ, ob. cit., I, págs. 426-442. El mapa, actualmente
perdido, contenía, según afirmación de JOSÉ MARÍA QUIJANO O., Memoria histórica
sobre límites entre la República de Colombia y el imperio del Brasil, pág. 194, importantes
anotaciones sobre el problema fronterizo neogranadino-brasileño, algunas de las cuales las
reproduce Quijano (págs. 194, 212 y sigs., 221, 226). Aquí se debe considerar lo que éste
dice en relación con el territorio del Caquetá (ob. cit., pág. 549): "Los datos de la Geografía
205
de don Felipe Pérez tienen la autoridad de Codazzi". Al gran mapa original de este último
lo acompañaba una cartilla con un mapa del año 1775 de DE LA CRUZ, "para demostrar
que los geógrafos españoles creían que el Caquetá y el Putumayo se comunicaban por un
brazo llamado Jaaia", y que el mismo Caquetá "comunicaba más abajo con el río Negro por
medio del río Padavida, cuyo brazo se creía ser el Orinoco". Véase PÉREZ, ob. cit., I, pág.
492. Por lo demás, dice el mismo Codazzi (ob. cit., I, pág. 416 nota): "El curso del río
Amazonas, desde la boca del Napo hasta la principal de Yupura o Caquetá, frente de la
ciudad de Egas, ha sido situado según los trabajos hechos en 1852 por W. Herdon". Se
refiere a LOUIS HERNDON, Exploration of the valley of the Amazon, made under
direction of the Navy Department [Exploración del valle del Amazonas, realizada bajo la
dirección del departamento de la Marina] Washington, 1854). El autor salió de Lima el 21
de mayo de 1850 y llegó el 11 de abril de 1851 a Pará. La publicación de Washington no va
acompañada de un mapa del río Amazonas. El eminente hombre de Estado neogranadino
que menciona Herndon (ob. cit., pág. 405) es Manuel Ancízar, de quien Codazzi confirma
que envió un mapa a Herndon. Además de Herndon, utilizó Codazzi también a WILLIAM
JAMESON, Excursion made from Quito to the river Napo [Excursión de Quito al río
Napo], publicado en el Journal..., (Londres, 1858), XXVIII, págs. 337 y sigs. Nuevos datos
instructivos de cierta importancia aporta el payanés Rafael Reyes, en Petermann's
Geographische Mittheilungen [Boletín Geográfico de Petermann], XXII (Gotha, 1876),
págs. 15 y sigs. ****. El que Codazzi no estaba obligado a viajar por todo el territorio del
Caquetá, se expresó de la siguiente manera en el contrato del 20 de diciembre de 1849: "El
señor Codazzi se obliga a penetrar en el territorio del Caquetá hasta los puntos en que haya
autoridades o misiones granadinas, a fin de acumular a los datos que ya tiene adquiridos en
la parte que recorrió para levantar la carta de Venezuela, los demás que puedan adquirirse
de aquel país, que por su extensión es casi equivalente al resto de la república".

55.
MANUEL VILLAVICENCIO era un médico de Quito, que trabajó desde 1850 en un libro
sobre la República del Ecuador, que posteriormente recibió el título de Geografía de la
República del Ecuador (Nueva York, 1858).
El mapa que acompaña el libro se llama Delineata en vista de las cartas de Pedro
Maldonado, del Barón de Humboldt, del señor Wiese [... ] y las particulares del doctor
Manuel Villavicencio (Nueva York, 1851). De él opina EDWARD WHYMPER: "It is very
generally ridiculed in the country and it is well known that it is scarcely more than a bad
copy of the earlier map by Maldonado with alterations, which in many cases are not
improvements". ["Generalmente se hace burla de él en el país; se sabe que no es sino una
mala copia del mapa anterior de Maldonado con modificaciones que en muchos casos no
son mejores"]. Véase A journey among Me Great Andes of Ecuador, en Proceedings...,
New Monthly, serie III (Londres, 1881), págs. 449 y sigs. BOLLAERT, en cambio, afirma
lo contrario (ob. cit., pág. 74): "Villavicencio's volume is a standard authority for the

206
geography of Ecuador and deserves to be translated". ["El libro de Villavicencio constituye
una fuente clásica de la geografía del Ecuador y merece ser traducido"].
Villavicencio fue durante bastante tiempo gobernador de la provincia de Canelos, pero
carecía de preparación para acometer un trabajo geográfico. JAMES ORTON, The Andes
and Me Amazon or Across Me continent of South America [Los Andes y el Amazonas o A
través del continente sudamericano], pág. 58, dice con toda la razón "His work abounds
with erroneous and exaggerated statements, but it is navertheless a valuable contribution to
Ecuadorian literature". ["Su obra, aunque contiene bastantes errores y exageraciones, es una
contribución valiosa a la bibliografía ecuatorial"]. Al libro hay que negarle cualquier valor,
cuando habla de las antiguas tribus indígenas.
En 1859 Villavicencio publicó un escrito sobre las fronteras del Ecuador con el Perú, en el
cual propone el río Amazonas como línea divisoria. CLEMENTS R. MARKHAM,
Expeditions into the valley of Me Amazonas [Expediciones al valle del Amazonas]
(Londres, 1859), pág. XXXVI, nota, era poseedor de este, ahora inasequible, escrito.

56.
LA MUERTE DE CODAZZI la recordaba Manuel María Paz, como testigo presencial, en
todos sus pormenores. Como lugar del deceso se menciona ora a Camperucho, ora a
Valledupar, ora a Espíritu Santo. La primera suposición no es aceptable, dada la ubicación
del lugar en la ribera izquierda del río Cesar. En cuanto a decir que fue en Valledupar, es el
resultado de una confusión del pueblo con el valle del río Emparí (Upar), en el cual
realmente sí acaeció el fallecimiento. La afirmación de que ocurrió en Espíritu Santo, se
acerca más a la verdad. Esta noticia se encuentra también en el escrito del último de los
viajeros alemanes, quien exploró palmo a palmo la región. Véase en LUDWIG
STRIFFLER *****, Exploración mineral, practicada en el Estado del Magdalena
(Cartagena, 1876), pág. 1 (con ilustración) : "Codazzi, al empezar su carta geográfica del
Estado del Magdalena, murió en el pueblito de Espíritu Santo, situado al pie de la cordillera
que divide a Venezuela del Estado del Magdalena". Pero aquí se comete un error al no tener
en cuenta que Pueblito es el nombre de una ranchería situada cerca de Espíritu Santo.
Sobre las últimas mediciones de Codazzi escribe FREDERIK A. A. SIMONS, On the
Sierra Nevada of Santa Marta and its watershed [Acerca de la Sierra Nevada de Santa
Marta y de su cuenca hidrográfica] (Proceedings... New Monthly, serie III, Londres, 1881),
pág. 713: "On the banks of the lake, formed by the Ariguaní, is the fishing village of El
Paso, formerly a large port; on the other side of a small stream lies a large cattle-corral: Las
Cabezas; it was here that General Codazzi took up his headquarters and determined its
position; through the kindness of its owner don Óscar Trespalacios, I am enabled to give
the general's observations...". [A orillas del lago formado por el Ariguaní, se halla la aldea
de pescadores de El Paso, antiguamente un amplio puerto, y al otro lado de un arroyo hay
un hato: Las Cabezas. Allí el general Codazzi estableció su campamento y determinó su
posición. Gracias a la gentileza de su dueño, don Óscar Trespalacios, me es posible
suministrar las observaciones del general..."].
207
Después de la muerte de Codazzi, la familia se dividió. La viuda abandonó Bogotá, lo
mismo que sus dos hijos mayores: Agustín (nacido el 21 de marzo de 1835) y Domingo
(nacido el 8 de mayo de 1839). Se quedaron en dicha ciudad: Araceli (nacida el 30 de
diciembre de 1837), la cual murió el 20 de diciembre de 1872; Lorenzo (nacido el 28 de
octubre de 1841), ingeniero, al igual que el padre; Constanza (nacida el 10 de febrero de
1843), traductora de la biografía de Magnani, y Rosario (nacida el 28 de abril de 1848).

57.
EXISTEN PUBLICACIONES PÓSTUMAS DE LAS OBRAS DE CODAZZI, pero en
parte sin que figure su nombre y no todas acertadamente realizadas. Tanto la cartografía
como la descripción geográfica de la Nueva Granada se publicaron sin comprensión ni
respeto.
De los dibujos originales de los mapas, Manuel Ponce de León realizó en París dos
ediciones, pero con la indicación: Bogotá, 1861, y esencialmente incompletos, tal como los
dejó Codazzi al morir.
ELISÉE RECLUS dice, con toda la razón, en Atlas de Colombie, publié par ordre du
gouvernement Colombien [Atlas de Colombia, publicado por orden del gobierno
colombiano], en el Bulletin... (París, 1866), págs. 140 y sigs.: "Das le premier coup d'oeil,
on s'aperçoit que les différentes parties de ces cartes n'ont pas toutes une égale valeur. Les
régions populeuses des plateaux sont traitées avec le plus gran soin et renferment un
ensemble de linéaments et de positions géographiques, que l'on ne trouve sur aucune carte
précédente. En revanche, d'autres contrées neogrenadines n'offrent guère, a l'exception des
côtes, que' un dédale de lignes tracées comme au hasard. ["Al primer vistazo, advierte uno
que las distintas partes de estos mapas no tienen igual valor. Las regiones más pobladas de
las mesetas son objeto de cuidadoso tratamiento y comprenden un conjunto de lineamientos
y posiciones geográficas que no se encuentran en ningún mapa precedente. En cambio,
otras comarcas neogranadinas, salvo las costas, no ofrecen otra cosa que un laberinto de
líneas trazadas al azar"].
De tales diferencias no se debe culpar a Codazzi, sino a los redactores de sus trabajos, entre
los cuales, por cierto, Paz fue recibido como miembro de la Sociedad Geográfica de París.
Las publicaciones son las siguientes:
a. Carta geográfica de los Estados Unidos de Colombia, antigua Nueva Granada, construida
de orden del gobierno general con arreglo a los trabajos corográficos del general A.
Codazzi y a otros documentos oficiales. Cuatro planchas con la presentación de diez
diferentes aspectos altimétricos.
b. Atlas de los Estados Unidos de Colombia, antigua Nueva Granada, que comprende las
cartas geográficas de los estados en que está dividida la república, construidas de orden del
gobierno general con arreglo a los trabajos corográficos del general A. Codazzi y a otros
documentos oficiales. Ninguno de los mapas del atlas, que sirvieron, así mismo, de base
para el gran mapa mural, lleva el nombre de Codazzi. "El mapa oficial de Codazzi se ha
publicado en París por un comisionado del gobierno de Colombia, quien lo firmó como
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propio, omitiendo el nombre del autor, el infatigable explorador de las regiones desde
Guayana hasta Ecuador", dice EZEQUIEL URICOECHEA, en el prólogo al Vocabulario
páez-castellano... (París, 1877), de EUGENIO DEL CASTILLO Y OROZCO, pág. XVI.
La reproducción de los trabajos de Codazzi es muy defectuosa en sus detalles, tal como lo
muestra un simple cotejo de las distintas planchas. La nomenclatura es tan imprecisa, que
obliga al mayor cuidado en caso de trabajos científicos. Una corrección de los mapas
originales sólo se efectuó en relación con la parte sur del estado del Cauca, que Mosquera
conoció desde su infancia. Según indica John May, el curso del río Magdalena fue
cambiado, y las fronteras de los estados aparecen con frecuencia trazadas arbitrariamente.
Los trabajos suplementarios de los de Codazzi carecen de valor. RECLUS dice al respecto
(ob. cit., pág. 141): "Le littoral est tracé d'après les cartes de l'amirauté Anglaise. Quant aux
plans et aux levés de terrain, publiés récemment á l'etranger sur les isthmes de Darien et de
Panama, ils n'ont point été utilises dans la construction de les grandes cartes. De toutes les
cartes que nous connaissons, colombiennes, allemandes ou franceses, il n'en est pas une
seule qui, pour la partie de la Nouvelle Grenade entre Valle Dupar et Río Hacha, une région
de plus de 12.000 kilomètres carrés, ne soit beaucoup plus fidèle et plus complète". ["El
litoral fue trazado según los mapas del almirantazgo inglés. En cuanto a los planos y
levantamientos topográficos, publicados recientemente en el extranjero, de los istmos de
Darién y Panamá, no fueron utilizados en absoluto en la elaboración de los grandes mapas.
Entre todos los mapas que conocemos, colombianos, alemanes o franceses, no existe uno
solo que, para la parte de la Nueva Granada, comprendida entre Valledupar y Riohacha,
región ésta de más de doce mil kilómetros cuadrados, sea mucho más fiel ni completo"].
La Sierra de Santa Marta y sus estribaciones por el lado de Valledupar están mejor
representadas en el mapa de F. A. A. SIMONS, Notes on Me topography of Me Sierra
Nevada of Santa Marta [Notas sobre la topografía de la Sierra Nevada de Santa Marta], en
Proceedings..., New Monthly, Serie I (Londres, 1879), págs. 689 y sigs.
En lo que se refiere a la parte descriptiva de los trabajos de Codazzi, ésta fue publicada,
incomprensiblemente, en esta forma: FELIPE PÉREZ, Geografía física y política de los
Estados Unidos de Colombia, I y II (Bogotá, 1862 y 1863). El editor, quien se llama a sí
mismo "miembro de la nueva comisión encargada de los trabajos corográficos de la
República", dice: "Hemos trabajado con materiales ajenos". Sin embargo, nunca confiesa
qué fue lo que él agregó, y rara vez indica qué textos pertenecen a Codazzi. Incluyó Pérez,
además, sin ningún criterio, partes del material que consideró apropiadas, como es el caso
de anotaciones del año 1854, que ya en 1861 carecían de actualidad. No es posible
determinar qué se dejó por fuera, puesto que muchos originales se deterioraron durante la
redacción. Los aportes comprobadamente de PÉREZ carecen de valor. Véase también
PÉREZ, Geografía física y política del distrito federal, del estado de Panamá, de
Cundinamarca, del Tolima, de Bolívar, del Cauca, de Boyacá, de Santander, de Antioquia,
del Magdalena; con la constitución política para los Estados Unidos de Colombia (Bogotá,
1862 y 1863) : una miscelánea con partes del libro antes comentado.

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El libro de FELIPE PÉREZ Geografía general de los Estados Unidos de Colombia (París,
1863) no tiene relación directa con el trabajo de Codazzi. Por ello, es inexacto cuando
MOSQUERA (Compendio..., pág. 3) para dejar a salvo el orgullo nacional y los
sentimientos de su favorito Pérez, achaca al ya fallecido Codazzi toda la culpa de los
muchos errores e inexactitudes del libro.
A la publicación de las obras de Codazzi se refiere el último contrato del 25 de junio de
1864, que aparece en el Diario Oficial, núm. 150, y establece que se pagará el equivalente
de 10.000 pesos contra la entrega de quinientos ejemplares tanto del Atlas como del mapa
mural, de una geografía general y de un Catecismo de la geografía de la Unión y de los
Estados, para escuelas. Las posteriores ediciones escolares carecen de valor.
Los mapas de la Nueva Granada que acompañan las relaciones de viaje de André y Bastian
fueron elaborados basándose en los de Codazzi.

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LAS RUTAS DE CODAZZI

(MAPAS)

La Comisión corográfica comenzó sus labores en 1850. Entre este año y 1859 (año de la
muerte de Codazzi) organizó y llevó a cabo 10 grandes expediciones. Aproximadamente
una por año. En los mapas adjuntos se muestran las rutas generales de tales exploraciones,
con indicación del año respectivo y de ciertas zonas donde se verificaron estudios de alto
interés nacional.

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PRIMERA EXPEDICIÓN - Enero de 1850 - Dirección general al Norte -
En la provincia del Socorro preparó y dibujó el mapa correspondiente. Fue a Ocaña. Se adentró en
la zona selvática que linda con Venezuela. Regresó por Cúcuta y Pamplona, donde estudió el
sistema fluvial que rinde sus aguas al Orinoco.

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SEGUNDA EXPEDICIÓN - Enero de 1851 - Dirección Nordeste - Fuel Nevado del Cocuy - Se
detuvo primero en las cabeceras del río Bogotá y luego en la laguna de Tota. De regreso estudió
las minas de esmeraldas de Muzo. En estas dos exploraciones completó los mapas de ocho
provincias, a saber: Socorro, Soto, Tundama, Tunja, Vélez, Ocaña, Pamplona y Santander.

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TERCERA EXPEDICIÓN - Enero de 1852 - Al Noroeste - Levantó las provincias de Mariquita,
Medellín, Córdoba, Antioquia, Cauca. - En río Negro le encomendaron la exploración de una vía
al río Magdalena. Allí el sabio sueco Karl de Greiff le facilitó valiosos datos topográficos del Oeste
de Antioquia. Investigó la posibilidad de hacer navegable un trayecto del río Cauca.

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CUARTA EXPEDICIÓN - Enero de 1853 - Bajó el río Magdalena y completó
el dibujo de la parte baja del río. - Siguió a Turbo y remontó parte del
río Atrato. Exploró los ríos Napipí, Truandó y Juradó, con el propósito de
estudiar la posibilidad de construir un canal interoceánico. Siguió por Buenaventura y la costa del
Pacífico hasta Tumaco. En su viaje de regreso exploró el valle del Patía y continuó sus
investigaciones por Túquerres, Pasto, Popayán y el valle del río Cauca.

215
QUINTA SALIDA - A fines de 1855 las marinas norteamericana, inglesa y francesa decidieron
enviar comisiones para estudiar la posibilidad de un canal de comunicación entre los dos océanos,
en la región del Chocó. Codazzi fue designado por el gobierno nacional para acompañar a dichas
comisiones. En enero llegó a Cartagena donde lo esperaba un buque de guerra británico. En el
Chocó demostró a los técnicos extranjeros las dificultades que presentaba tal proyecto. Codazzi
siguió a Panamá donde efectuó exploraciones para proyectar el canal por el istmo. Dibujó el mapa
de la región.

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SEXTA EXPEDICIÓN -1855 - Fue corta - Se limitó al levantamiento del río Bogotá en su parte
baja. Exploró la zona de Pandi. Le acompañó como discípulo Indalecio Liévano, quien más tarde
habría de ser Director del Observatorio Astronómico Nacional.

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SÉPTIMO VIAJE - 1856 - En esta ocasión dirigió sus investigaciones geográficas hacia el Oriente
de Bogotá y Villavicencio. Levantó parte del curso del río Meta. Atravesó la llanura y llegó a los
ríos Arauca y Sarare. Regresó a la capital por Tame, Labranzagrande, Medina, Gachalá, etc.

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OCTAVA EXPEDICIÓN - En diciembre de 1856, en compañía de don Santiago Pérez, salió hacia
el Sur. Estudió las cabeceras del río Magdalena, describió las riquezas arqueológicas de San
Agustín. Exploró la hoya alta del Putumayo, la región de Mocoa. Regresó a Bogotá en junio de
1857.

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NOVENA EXPEDICIÓN - En el resto de 1857 se ocupó del trazado del camino
de Facatativá a Beltrán. Le ayudaron sus hijos Lorenzo y Domingo. También Manuel Ponce de
León.

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DÉCIMO Y ÚLTIMO VIAJE - Fines de 1858 - Ya sin ningún auxilio del Gobierno se dirigió hacia
la Sierra Nevada de Santa Marta, con el fin de completar el mapa de tales regiones. Únicamente lo
acompañó Manuel María Paz - Exploró las lagunas de Simití, Zapatosa y Chimichagua. - En el
caserío de Espíritu Santo (hoy llamado CODAZZI), en las faldas de la cordillera de Perijá, cayó
gravemente enfermo. Allí murió, en febrero de 1859, a los 66 años de edad. Lo acompañaba,
solamente, su grande y fiel amigo Manuel María Paz.

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