Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
06 Anónimo - La Ciudad Sumergida
06 Anónimo - La Ciudad Sumergida
La niña dijo adiós a su padre, montó en el Jabalí Blanco y, poco después, se hundieron en
el mar. Al cabo de un rato, el Jabalí le dijo: —Toma este jarro de oro y llénalo de agua. Si
consigues pasar las pruebas, echarás unas gotas de esta agua sobre cada animal que
veas. Cielo dijo que sí con la cabeza, llenó el jarro y lo colgó en el cuello del Jabalí. El viaje
por el fondo del mar fue largo y hermoso: rodeados por bandadas de peces sierra, los
peces martillo y los peces hacha. Cielo quería preguntar muchas cosas; pero recordaba que
no podía hablar y, con gestos, mostraba su admiración.
Al día siguiente, Cielo salió a pasear. Por las calles sólo se veían animales silenciosos y
cabizbajos. Algunos iban llorando y caían de sus ojos gruesos lagrimones. Cielo quería
correr a consolarlos; pero pensó que les ayudaría más si cumplía su promesa. Le costó
mucho trabajo, pero durante tres días no habló ni acarició a nadie. Cielo esperó impaciente
a que amaneciera el cuarto día. Entonces, se levantó y tomó el jarro de oro. Cuando las dos
perritas trajeron su desayuno, les echó unas gotas de agua; inmediatamente se convirtieron
en los hermosas jóvenes. Sin decir palabra, la niña salió a la calle y fue echando agua
sobre todos los animales que encontraba. Y todos se iban convirtiendo en hombres y
mujeres, en niñas y niños, según lo que fueran antes del encantamiento. Al fin, la Ciudad de
las Mil Torres se elevó sobre las aguas. Cielo gritaba, reía, daba volteretas por el suelo…
¡Tenía tantas ganas de hablar! La ciudad era tan hermosa, las gentes eran allí tan felices
que … Cielo y su padre se quedaron a vivir en la Ciudad de las mil Torres.
-Anónimo