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HACIA UNA JUSTICIA PATRIARCAL

Las condiciones apetecibles e indispensables, para un buen procedimiento


judicial, son estas cuatro: oralidad, publicidad, sencillez y eficacia.

ORALIDAD

La justicia debe ser sustanciada por medio de la palabra. Por las siguientes
razones:

Primero: Por ley natural. Al hombre le fue dada la palabra para que, mediante
ella, se entendiera con sus semejantes, todos preferimos la comunicación verbal
como sistema sencillo de poner en circulación nuestros pensamientos y nuestros
estados de conciencia.

La palabra hablada consiente el dialogo, la réplica instantánea, la interrupción, la


pregunta y la respuesta.

Un pliego de papel no permite adivinar la verdadera posición intima del escritor. En


la oración hablada, prontamente se conoce al embustero, al maniaco, al
obcecado, al intransigente. Suele decirse que ‘’el papel lo soporta todo’’. Es una
gran verdad. En la soledad del estudio, la pluma o la maquina pueden estampar
impunemente errores, falsedades y herejías. Para el que habla no existe la misma
libertad, pues se echan sobre el la protesta del adversario.

Por algo la sabiduría popular estableció este aforismo: ‘‘hablando se entiende la


gente’’.

Segundo: por economía de tiempo. Para la justicia es que los asuntos no duren
sino lo estrictamente indispensable.

Tercera: el procedimiento oral es el supuesto imprescindible para la publicidad. Lo


sustancial es que hablen a los jueces las partes o sus letrados.

Cuarto: el juez o magistrado recibe unos autos los que debe estudiar y hemos de
suponer que lo hace… más ¿quién nos asegura que efectivamente ocurre así?
Puede leerlos bien o leerlos mal o simplemente no leerlos. En una vista oral no
tiene más remedio que oír todo cuanto los abogados digan. Hoy en España es
caso rarísimo que alguno de ‘‘una cabezadita’’. La práctica del procedimiento oral
nos ha ido educando recíprocamente a jueces y abogados. Los abogados
llevamos la delantera a los oradores de todos los demás géneros en la evolución
del arte, pues cada día somos más concisos, llanos, diáfanos e ingeniosos. Los
magistrados, por su parte, son cada día más atentos y respetuosos. Si se les
diera la facultad de preguntar y dialogar, el régimen sería perfecto.
PUBLICIDAD

Si a un abogado hispánico se le dijera que no iba a poder exponer sus razones de


viva voz ante un tribunal que le escuchase en audiencia pública, no concebiría la
razón de su oficio.

Una cosa es ver los asuntos en la soledad de un gabinete mediante la lectura de


unos autos frecuentemente farragosos, y otra muy distinta escuchar la voz de los
letrados que se esfuerzan en sintetizar las cuestiones, en exponerlas con claridad
y en acentuar sus informes con las notas de la razón serena y de la legitima
pasión.

La publicidad de los juicios responde a otro dato profundo de psicología. Los


hombres, como los niños, solemos tener dos morales, una para cuando nos ven, y
otra para cuando no nos ven.

La oralidad y al publicidad van apegadas a lo más íntimo del alma española. El


parlamento, las diputaciones, los ayuntamientos, la universidad, los ateneos, los
tribunales de justicia… todo es público. Así resultamos nosotros nuestros más
severos censores y los más solícitos en publicar nuestras faltas. Los españoles
somos más estimables o menos desdeñables, como se quiera porque todo lo
hacemos a gritos. De cuando en cuando somos cínicos pero nunca hipócritas.

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