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El Dane informó además que el 49,8% del valor CIF de las importaciones
realizadas por el país se concentró en Bogotá; el 12,6% en Antioquia; el 9,7%
en Cundinamarca; el 8,1% en Valle del Cauca; el 6,1% en Bolívar; 5,3% en
Atlántico, y el restante 8,3% en los demás departamentos.
Según el Dane estas cifras son el resultado de factores como la caída en las
exportaciones de oro no monetario y hulla, coque y briquetas (carbón), las
cuales disminuyeron en USD1.147, 9 millones y USD1.117, 3 millones,
respectivamente.
Se define trabajo infantil a partir del concepto de ocupación que surge de las
recomendaciones de la XIII Conferencia Internacional de Estadísticas del
Trabajo (CIET) de 1982 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Se
considera niños, niñas y adolescentes trabajadores a la población que se
encuentra entre 5 y 17 años de edad que durante la semana de referencia
participaron en el proceso de producción de bienes y servicios, en una de las
siguientes situaciones:
Total Nacional
En el cuarto trimestre de 2013, la tasa de trabajo infantil para los hombres fue
12,5% inferior en 1,0 puntos porcentuales frente a la tasa de 2012 (13,5%).
Para las mujeres la tasa fue 6,6%.
Población de 5 a 17 años
2012-2013
Dominio geográfico:
Rangos de edad:
Sexo:
Asistencia escolar:
La población total registró una disminución tanto de los hombres como de las
mujeres en 35 mil y 47 mil personas respectivamente.
En lo referido a asistencia escolar, para la población de 5 a 17 años que
reportó asistir se registró un incremento de 58 mil personas, mientras que, los
que reportaron no asistir disminuyeron 140 mil personas con una variación de
11,0% frente al mismo periodo de 2012.
Total nacional
Total Nacional
Total Nacional
Cabeceras
Resto
https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/jobinfantil/bol_trab_i
nf_2013.pdf
https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/ech/jobinfantil/pres_trab
_inf_2013.pdf
EDUCACION EN ARGENTINA 2012
Los aprendizajes de los estudiantes secundarios de la Argentina en lengua,
matemática y ciencias continúan estancados en un muy bajo nivel, sin mejoras
ni caídas significativas. Así lo muestran los resultados de la evaluación
internacional de jóvenes de 15 años llamada PISA (Programme for International
Student Assessment) correspondientes a 2012. Esta prueba se realiza cada
tres años desde 2000, y en esta última se animaron a participar 65 países,
igual que en 2009; es decir, sólo un tercio del total mundial. De ellos, 34 son
miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico); los 31 restantes son emergentes, en su mayoría de desarrollo
intermedio. De América latina concursaron la Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, México, Perú y Uruguay.
Sobre el total de 65 países, la Argentina cayó entre 2009 y 2012 del rango 59 al
60 en lengua; del 56 al 59 en matemática, y del 57 al 58 en ciencias. En
términos absolutos, los puntajes de nuestros estudiantes no variaron
estadísticamente en lengua (398 a 396) ni en matemática (constantes en 388)
y, buena noticia, mejoraron en ciencias de 401 a 406. En el primer caso, sus
calificaciones están ahora 20% por debajo del promedio de la OCDE, algo peor
que en 2000 (19%); en matemática y ciencia, en cambio, hubo casi
imperceptibles mejoras del 22 al 21% y del 20 al 19%.
En una perspectiva más larga, desde la primera PISA de 2000 se observa un
deterioro en lengua, estabilidad en matemática y un levísimo progreso en
ciencias. En lengua, la Argentina ha sido el segundo país de peor desempeño
respecto de lo esperado en función de su bajo nivel al comienzo (dado que,
afortunadamente, han tendido a mejorar más los que peor se desempeñaran
inicialmente). Lo que es aún más preocupante, y se contradice con lo afirmado
por el ministro de Educación, Alberto Sileoni, es la confirmación en 2012 de
que algo más del 50% de los chicos de 15 años no llegan al nivel 2 en lectura,
lo que equivale a decir que no comprenden cabalmente lo que leen. Este nivel
2 es considerado el punto de partida necesario en el que los estudiantes
empiezan a demostrar las competencias lectoras que los habilitarán para
participar productivamente en la vida laboral. Según un estudio canadiense
sobre la juventud en transición, los jóvenes que no llegan al nivel 2 tienen un
riesgo muy elevado de tener muy pobre desempeño laboral.
Tampoco hay felicidad en la otra punta del espectro de los aprendizajes, ya que
menos del 0,1% de los estudiantes argentinos accede al máximo nivel de
comprensión lectora, el 6. Sin embargo, un dato positivo surge cuando se
comparan las pruebas de la Argentina de 2009 y 2012: ha disminuido la
incidencia de los factores socioeconómicos en los resultados educativos, una
muy bienvenida aunque por cierto insuficiente dosis de menor desigualdad
educativa. Análogamente, los resultados obtenidos por la ciudad de Buenos
Aires, único distrito que participó por sí mismo además de hacerlo en la
muestra nacional, se ubican cerca de los promedios nacionales de Chile o
México y de los de Brasilia, pero muy lejos de lo que supo ser la ciudad en
materia educativa hace ya muchas décadas.
El desempeño de los países latinoamericanos en 2012 no ha sido bueno, salvo
en los casos de Perú en lengua y matemática; Brasil en matemática, y el ya
citado de la Argentina en ciencias. Uruguay ha sido claramente el de peor
performance. Aun en ese marco, el rango de la Argentina en América latina
continúa empeorando. En lengua, la Argentina no era superada en 2000, pero
ahora -como en 2009- está sexta sobre ocho países de la región; en
matemática y ciencia tampoco éramos superados y ahora nos encontramos
quintos, un puesto por debajo del de 2009.
Por aquello de "mal de muchos...", quizá consuele a algunos conocer la fuerte
caída sufrida por Estados Unidos entre 2009 y 2012, desde el puesto 14 al 25
en lengua, del 25 al 36 en matemática y del 17 al 28 en ciencias.
Pero lo más relevante que muestra PISA 2012 para la comparación
internacional es el creciente liderazgo de los países o regiones del Asia
Pacífico, sobre todo los de origen chino. En el caso de lengua, ningún país de
esa región estaba en 2009 entre los cinco primeros, pero en 2012 el ranking es
encabezado por Shanghai, seguido de Hong Kong, Singapur, Japón y Corea
del Sur. En matemática ya había tres países del Oriente lejano entre los
primeros cinco, pero ahora los siete primeros lo son: Shanghai, Singapur, Hong
Kong, Taipei, Corea del Sur, Macao y Japón (obsérvese que cuatro tienen
población mayoritaria china). Vietnam, que participa por primera vez, ya está
noveno en ciencias. Si algo más hiciera falta para enriquecer y complicar el
análisis comparativo internacional es la decadencia relativa de Finlandia en
2012, aunque todavía en posiciones de privilegio.
Este país nórdico, que ha llegado a ser el faro de Alejandría de la educación
básica en el siglo XXI, cayó del primer lugar en lengua en 2000 y 2003 al
segundo en 2006, el tercero en 2009 y el sexto hoy. En matemática figura
duodécimo, después de haber estado segundo en 2003 y 2006, y en ciencia se
conserva quinto en nuestro podio ampliado, pero después de haber disfrutado
del liderazgo en aquellos dos años.
Se perfila un más que interesante debate entre al menos tres modelos de
organización de la educación. El tradicional, exigente y más verticalista del
Extremo Oriente, pero basado también en mayor equidad social media, que
pasa al primer lugar en logros; el finlandés, centrado en la autonomía
responsable y el prestigio de los maestros y las escuelas y, en fin, el
propugnado en Estados Unidos, de limitada vigencia efectiva, centrado en la
decisión familiar-individual, en los incentivos y en la competencia.
Los resultados de la Argentina no sorprenden, porque la calidad de los
aprendizajes de nuestros estudiantes ha estado cayendo sistemáticamente,
tanto en la escuela primaria (pruebas de la Unesco) como en la secundaria
(PISA), desde mediados de la década del 90, cuando empezaron a realizarse
registros comparativos internacionales sistemáticos.
De cara a las evaluaciones PISA 2012, los antecedentes no eran alentadores.
Por un lado, porque la generación de estudiantes evaluados ahora a los 15
años había obtenido malos resultados en tercer grado en la prueba de la
Unesco de la década pasada (estudio Serce, centrado en 2006). Por otro lado,
y comparando con los países que participaron en ambas pruebas, en PISA
2009 los argentinos se habían ubicado, en lengua y en ese orden, detrás de
Chile, Costa Rica, Uruguay, México, Colombia y Brasil, superando sólo a Perú;
en matemática y ciencia estábamos detrás de aquellos cuatro primeros países,
igualando con Brasil y Colombia, y superando sólo a Perú.
La reiteración de los magros resultados de la educación básica no ha
despertado la necesaria reacción de la dirigencia política ni social. Es cierto
que en la década pasada se votaron leyes con normativas valiosas, sobre todo
la de financiamiento educativo y la de educación técnica. En parte por
incumplimiento, pero no sólo por eso, las leyes resultaron insuficientes, no sólo
en la siempre arisca cuestión de los aprendizajes, sino aun en algo más básico
como las tasas de escolarización, con aumentos mucho menores que lo
esperado y necesario.
La cuestión ha estado tan ausente como siempre en la última campaña
electoral. Muchos ENCUESTADORES subrayan un interés social limitado en el
problema -basado en la errónea creencia de que se tiene resuelta la cuestión
educativa familiar- y la inconveniencia para el político de abordarlo, porque los
cambios educativos suelen generar conflictos y sus resultados se ven, en todo
caso, a mediano y largo plazo.
Hasta que nuestras dirigencias, empezando por las de mayor rango político,
dejen de lado los relatos educativos y decidan colocar a la educación en el
primer plano de prioridades del país, será imposible cambiar este lamentable
estado de cosas. Si ellas continúan sin hacerlo -hay, sí, escasas y honrosas
excepciones- la sociedad civil deberá ser la que se los exija. No es una utopía,
como lo muestran, cada uno a su modo, los casos de Brasil, Chile o México,
países que han experimentado sensibles mejoras en sus aprendizajes desde el
inicio de las pruebas PISA.
SALUD EN ARGENTINA
En Argentina no existe un sistema integral de salud, sino que hay un conjunto
de subsistemas, cada uno con sus particularidades e intereses en juego. Por
un lado, el sector público, en sus instancias nacional, provincial y municipal; por
otro las obras sociales –que dependen de los sindicatos–; y las empresas de
medicina prepaga, cuya regulación se aprobó recién este año. Además, es
insoslayable la creciente presencia de cooperativas y mutuales, que
constituyen una suerte de cuarto subsector, ya que si bien son entidades
privadas, no persiguen fines de lucro
Según Alicia Stolkiner, profesora de Psicología y Salud Pública de la Facultad
de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la Universidad
Nacional de Lanús, en el país se destinan, en promedio, 1.000 dólares por
habitante por año al gasto en salud. Es un valor relativamente alto, que no se
condice con los indicadores sanitarios a nivel nacional. «Hay una distribución
de recursos inequitativa. Cuando te enfermás, tu futuro depende de la realidad
de tu provincia o municipio, salvo que tengas los recursos. En cada jurisdicción
hay distintos modelos de atención, con resultados diferentes. Además, el
modelo de salud que se sigue en el país está enfocado en la enfermedad y en
la alta complejidad. Es preciso reorientar el gasto», explica Stolkiner.
Según el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) –
Indicadores básicos 2010 (que toma datos de 2008) –, se registró en el país
una tasa de mortalidad infantil de 12,5 por cada 1.000 nacidos vivos, y una tasa
de mortalidad materna de 4,0 por cada 10.000 nacidos vivos. En el informe de
2006, la tasa de mortalidad materna era la misma, mientras que la mortalidad
infantil era de 14,4 por cada 1.000 nacidos vivos. Si bien la mortalidad se
redujo en el promedio nacional, el número sigue siendo significativamente alto,
teniendo en cuenta que países vecinos como Chile o Uruguay registran
mejores índices. En los Indicadores básicos 2003 de la OPS, donde se tomaron
datos estadísticos de 2001 y 2002, es decir uno de los períodos más complejos
de la última década pos convertibilidad, la tasa de mortalidad infantil fue de
16,3.
Con los datos duros sobre la mesa, los especialistas coinciden en un único
diagnóstico: para mejorar el sistema de salud, habría que apuntalar la
prevención. Dato no menor, ya que esto exigiría un cambio radical en la
concepción de todos los subsistemas, cuya prioridad es atacar la enfermedad.
«Un sistema de salud debería dar prioridad a la atención primaria y no a la
secundaria y terciaria. Lo que pasa es que lo que deja dinero es la atención
secundaria y la alta complejidad. Los médicos que se dedican a atención
primaria ganan poco, por lo tanto no hay estímulos para que los médicos se
dediquen a ella. Esto pasa en casi todo el mundo capitalista donde coexisten
los sistemas público y privado. Un médico pediatra o un clínico general, viven
de lo que cobran por la consulta, mientras que los especialistas viven de las
consultas y las prácticas.
En el país se estima que más del 70% de los médicos somos especialistas en
algo, por lo tanto quedamos fuera de la atención primaria. Sería necesario
generar estímulos de diversa naturaleza, no sólo económicos, para fomentar la
atención preventiva, de forma de desincentivar las especialización y la súper
especialización», reflexiona Gutiérrez. La atención primaria no sería un
«modelo de atención» sino una definición política sobre el tipo de sistema que
se quiere para un país. Significa ir a buscar a las personas antes de que se
enfermen. Le quita centralidad a los «doctos» y aboga por una mayor
participación ciudadana.
http://www.revistacabal.coop/la-salud-de-los-argentinos-avances-y-
falencias-de-la-cobertura-sanitaria
VIVIENDA EN ARGENTINA
Según los datos del Censo 2010, en la Argentina el 27,9% de los hogares (es
decir 3.391.753 hogares) no son propietarios de su vivienda. Además,
3.351.358 hogares presentan mala calidad en sus materiales, de los cuales,
1.451.037 son propietarios. Por ende, 4.842.790 hogares (el 39,8% del total de
hogares) expresan algún grado de déficit habitacional.
IMPORTACION EN ARGENTINA
Las importaciones argentinas durante 2013, medidas a valores corrientes,
totalizaron 74.002 millones de dólares. En el año anterior habían sumado
68.508 millones de dólares, lo que implica que durante el último año las
importaciones de nuestro país se expandieron un 8 por ciento. Esta suba se
explica conjuntamente por un incremento de las cantidades compradas en un 5
por ciento y de los precios en un 3 por ciento. Se observa que en todos los
meses del año se produjo un incremento interanual de las importaciones, con
excepción de diciembre –cuando se evidenció una caída de 5,2 por ciento–. El
mayor avance se observó en abril y fue de 32 por ciento.
El rubro Bienes intermedios sumó durante el último año 19.573 millones de
dólares, y se ubicó como el principal componente de las importaciones
argentinas –al igual que en el año previo– al representar un 26,5% del total
importado. En la comparación interanual registró una baja de 2 por ciento.
El segundo rubro dentro de las importaciones argentinas fue Piezas y
accesorios para bienes de capital, con compras por 15.419 millones de dólares,
lo que representa un variación interanual de 7%, y una incidencia de 20,8 por
ciento. El tercer puesto fue para Bienes de capital, con 12.767 millones de
dólares; y el cuarto para Combustibles y lubricantes, con 11.415 millones de
dólares. Bienes de Consumo sumó 7.508 millones de dólares y la categoría
Resto registró compras por 225 millones de dólares.
Las mayores alzas interanuales se registraron en las categorías Vehículos
automotores de pasajeros, y Combustibles y lubricantes con un 32% y 23%
respectivamente. Mientras que los únicos sectores que evidenciaron bajas
fueron Bienes intermedios con un -2% y Resto con un -25 por ciento. Sin
embargo, es necesario mencionar que la categoría Resto solo representa el
0,3% de las compras argentinas, por lo que la fuerte reducción en su nivel no
es muy relevante.
El principal origen de las importaciones argentinas durante 2013 fue el
Mercosur, que con 20.586 millones de dólares fue el origen del 27,8% de las
importaciones de nuestro país. Durante el último año las importaciones desde
el bloque crecieron un 8 por ciento. El principal rubro de importación desde
países del Mercosur fue Bienes intermedios, que sumó 6.223 millones de
dólares, seguido por Vehículos automotores de pasajeros, que representaron
4.714 millones de dólares.
El segundo origen en cuanto a valor importado fue la Unión Europea, desde
donde se importaron bienes por un valor de 13.596 millones de dólares –el
18,4% de las importaciones de nuestro país–. El principal rubro de importación
fue Bienes intermedios, que sumó 3754 millones de dólares.
El tercer puesto fue para China. Las importaciones desde este país sumaron
11.391millones de dólares, un 15,4% de las compras argentinas. El Nafta
ocupó el cuarto puesto, con 10.778 millones de dólares.
Analizando el comportamiento de las compras argentinas durante el último año,
se puede observar que se incrementaron notablemente las importaciones
desde Medio Oriente –a saber, 77 por ciento-, seguido por Resto de ALADI con
un 20% y la India con un 19 por ciento. Por otro lado, se evidenciaron caídas
del 4% tanto de las compras a Chile como al NAFTA. Cabe destacar que, de
los principales orígenes, China evidenció el mayor incremento con un 14%,
seguido por la Unión Europea con un 11%, el Mercosur con un 8% y finalmente
el NAFTA perdió participación, como fuera enunciado previamente.
POBREZA EN ARGENTINA
En la Argentina hay 11,5 millones de personas que viven con menos de 40 pesos por
día, lo que corresponde al 28,9% de la población.
Esta cifra incluye los gastos que tiene que afrontar una persona mensualmente
como comida, viajes, vestimenta, y contempla a todos los ciudadanos con
ingresos, ya sea que estos provengan de un trabajo en relación de
dependencia, jubilaciones, honorarios profesionales o subsidios del Estado.
Más de 10 millones de personas viven en situación de pobreza en la Argentina,
sin empleo formal, educación de calidad ni vivienda digna, y con un servicio de
salud insuficiente. Además, entre 2004 y 2012 aumentó la brecha social: la
diferencia entre la calidad de vida del sector medio y la del más vulnerable.
Éstas son algunas de las conclusiones del último informe del Observatorio de la
Deuda Social Argentina (ODSA, de la Universidad Católica Argentina), llamado
"Heterogeneidades estructurales y desigualdades sociales persistentes". Según
la investigación, hecha con datos de la ENCUESTA de la Deuda Social
Argentina (EDSA, una de las mediciones socioeconómicas más confiables del
país), casi la mitad de los trabajadores tiene un empleo precario o hace
"trabajos de indigencia" (por ejemplo, el cartoneo), y más de la mitad de las
nuevas generaciones de adultos está excluida del sistema de seguridad social.
Alrededor de 3 millones de personas están mal nutridas. Una de cada 10
viviendas no tiene agua corriente y tres de cada 10, cloacas.
Al mismo tiempo, el 37% de los jóvenes no termina la secundaria y el 20% no
estudia ni trabaja. El 12% de los niños de entre 5 y 17 años debe hacer alguna
actividad laboral y dos de cada 10 hogares requieren asistencia pública, con un
total de 23,5% que necesitan un programa de asistencia social permanente. A
pesar del esfuerzo asistencial, uno de cada cuatro de estos 500.000 hogares
no accede al valor real de la canasta básica alimentaria.
"La marginalidad estructural no mejoró en la Argentina a pesar de años en los
que el país creció a un ritmo de 8% anual. Se cristalizó la pobreza estructural,
la imposibilidad de alcanzar niveles elementales de bienestar e integración
social", dice Agustín Salvia, investigador jefe del Observatorio.
"La mitad de los pobres de 2002 dejaron de ser pobres, pero los niveles
anteriores a la crisis se agravaron. Buena parte de la conflictividad social tiene
que ver con la desigualdad y con expectativas no satisfechas. El delito, el
arrebato y el saqueo están dentro de un contexto de descomposición social, de
gente que siente que el sistema no los incluye y que la distancia con los que
están mejor es cada vez mayor."
"Está aumentando la pobreza por la inflación y el estancamiento del empleo
formal. En 2013 subió por encima del 25%", dice Salvia.
Si en 2003 la tasa de pobreza era del 50,9% de las personas, en 2012 fue de
24,5% de acuerdo con los datos del ODSA (5,4% para el Indec en 2012). Es
decir que casi el 30 por ciento de los argentinos (si sumamos el 4,9 por ciento
de indigentes) no logró salir de esta situación, pese al fuerte crecimiento
económico. En ese contexto, la ayuda social pasó del 10,3% del PBI en 2007 al
15,3% en 2012.
Un amplio porcentaje de quienes formaban parte de los desocupados en 2002
se reinsertó rápidamente en el sistema económico productivo, ya que tenían
habilidades laborales, pero se habían quedado sin trabajo después del cierre
de fábricas y empresas en medio de la crisis. Una vez que cambiaron las
condiciones económicas, esas empresas, que tenían capacidad ociosa,
volvieron a tomarlos. Pero quienes no cambiaron su situación son los que se
encuentran en la base de la pirámide.
La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) mide la
canasta de alimentos de la misma manera en que lo hacía el Indec antes de los
cambios introducidos por la dupla Néstor Kirchner y Guillermo Moreno en enero
de 2007. Los datos que ofrece son llamativos: hoy, un hogar constituido por
padre, madre y dos hijos necesita un ingreso mínimo de $ 3900 para no ser
considerado pobre. Para el Indec, en cambio, necesita $ 1750 pesos. Los datos
de FIEL consignan que en el mes de noviembre ese hogar necesitaba por mes
$ 2200 sólo para comprar alimentos, mientras que para el Indec los cuatro
integrantes del hogar pueden alimentarse por $ 769 por mes
Dentro del período kirchnerista se ven claramente, según diversos estudios,
dos etapas bien definidas. Una de crecimiento y recuperación económica y del
empleo en parte dada por la devaluación y el aumento del precio de
las commodities , y otra, a partir de 2006-2007, donde se redujo el superávit
comercial y aumentaron los precios internos a un ritmo vertiginoso. La inflación,
según fuentes privadas, subió del 13,4% en 2003 al 18,5% en 2007, para llegar
al 25,9% en 2012, y además se dio un estancamiento del empleo.
"Tenemos una economía de muy baja productividad. En la última década no
sólo no creció, sino que cayó. El deterioro de las condiciones de producción ha
sido notable. Esto explica que la gente gane poco", dice Juan Luis Bour,
economista jefe de FIEL.
Para Bour, el aumento de empleados públicos con baja productividad es
mucho. Hoy, hay entre 3.300.000 y 3.500.000 personas que trabajan para el
Estado, cuando en 2001 había 2.180.000. También existe un grave problema
con la informalidad laboral. Había 6.500.000 empleados precarizados en 2000,
mientras que hoy hay 6.800.000, según los datos de FIEL. "Además, la tasa de
desocupación está más cerca del 9% que del 7% que marca el Indec", señala
Bour. Con una altísima tasa de empleo informal, un 34,5% en el segundo
trimestre de 2013, según los últimos datos del Ministerio de Trabajo (se trata de
un 40% según las mediciones de FIEL), son los sectores más desfavorecidos
los que no logran insertarse en el mercado laboral formal.
En este contexto, aumenta la brecha social. Hay, según datos del Observatorio,
un 40,7% de informalidad en sectores muy bajos, y un 23,8% en sectores
medios-altos en 2012. El desempleo en sectores bajos alcanza al 16,3%, y sólo
llega al 3,2% en los que son medios-altos. Los trabajadores sin seguridad
social llegan al 83,7% en los sectores de menores recursos y al 24,2% en los
sectores medios-altos.
Por su parte, el subempleo inestable (trabajos de muy baja remuneración, sin
protección social y alta inestabilidad) se duplicó entre 2007 y 2012 en el
segmento más vulnerable. Pasó del 16,5% al 30,6% para los sectores muy
bajos. "Salir de la pobreza -concluye Bour- supone tener un buen nivel de
educación, algo que no sólo no ha mejorado en los últimos 10 o 15 años, sino
que se ha deteriorado."
TRABAJO INFANTIL EN ARGENTINA
En Argentina hay más de 1 millón de chicos que trabajan. La cifra es del
Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, que
adelantó en exclusiva a Clarín Educación nuevos datos según los cuales en el
país trabaja el 14,7% de los chicos de entre 5 y 17 años. Son niños y
adolescentes forzados a convertirse en adultos, y más expuestos a quedar
fuera del sistema: tienen 3 veces más probabilidades de abandonar la escuela.
“Estos chicos tienen, en promedio, dos años menos de escolaridad. Y cuando
son adultos, su salario es un 20% menor”, explica Soledad Gómez, de
Conciencia, una ONG que trabaja sobre este tema para evitar la deserción
escolar. Un chico que trabaja no tiene tiempo libre: aunque vaya a la escuela,
no puede hacer la tarea y está siempre cansado. Eso se traduce en bajo
rendimiento y, a la larga, en abandono. Así, el trabajo infantil perpetúa el círculo
de la pobreza.
La Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI)
considera trabajo infantil a “toda actividad o estrategia de supervivencia,
remunerada o no, realizada por niños y niñas que no tienen la edad mínima de
admisión al trabajo, o que no han finalizado la escolaridad obligatoria”. En
Argentina, la ley 26.390 prohíbe que trabajen los menores de 16 años. En abril
de 2013 se promulgó además otra ley, la 26.847, que penaliza con prisión de
uno a cuatro años la utilización de mano de obra infantil. Con esta nueva
norma, por primera vez el trabajo infantil quedó tipificado como delito y puede
ser castigado con la cárcel.
El impacto del fenómeno varía según la edad: entre los chicos de 5 a 13 años
afecta al 8,11%, pero entre los adolescentes de 14 a 17 el porcentaje asciende
al 28,03%. Ellos duplican las tasas de ausentismo y repetición de sus
compañeros que no trabajan. Entre las tareas más frecuentes hay actividades
económicas (ayudar en un negocio familiar, hacer trámites o trabajos en la vía
pública), pero también actividades domésticas intensivas (como atender la
casa, hacer la comida o cuidar a los hermanos más chicos). En este caso, el
mayor peso suele recaer sobre las mujeres. “Cuando las madres están insertas
laboralmente, pueden ser las niñas las que las reemplazan en el cuidado de
hermanos pequeños u otros miembros del hogar enfermos o mayores,
dedicándose a la limpieza, la cocina y el lavado de ropa”, describe Ennio
Cufino, de UNICEF Argentina.
Una de las mayores dificultades para erradicarlo es que el trabajo infantil suele
ser “invisible”: se naturaliza, se vuelve cotidiano. Así lo explica Liliana Litterio,
abogada especialista en el tema: “Esto ocurre entre las familias rurales o las
que ejecutan oficios. Como piensan que el trabajo desde pequeños forma
adecuadamente a los niños y les asegura un futuro, valoran más el aprendizaje
laboral que el que pueden recibir en la escuela. Los casos altamente visibles,
como la venta ambulante, el cuidado de autos o la recolección de cartones,
forman parte del paisaje cotidiano y gran parte de la población se ha habituado
a convivir con ellos, a tal punto que no los registra”.
Ante la mirada indiferente de la mayoría, el trabajo infantil lesiona los derechos
de los chicos a la educación, a la salud, a la recreación y al juego. Los más
afectados son los chicos de hogares pobres: si bien puede haber
un componente cultural detrás del problema –por ejemplo, los casos de padres
que han trabajado desde niños y no reconocen el valor de la escuela para sus
hijos– la principal causa es económica: cuando los adultos no tienen un trabajo
digno, los chicos salen a conseguir más ingresos para sus familias.
La escuela tiene un rol crucial en la detección y acompañamiento del problema:
“El maestro normalmente advierte cuando la causa de que un alumno se queda
dormido en clase es el trabajo. En estos casos, debe prestarle especial
atención a ese niño e intervenir. Esto supone el contacto con la familia para
conocer sus necesidades, con un servicio médico para que controle la salud del
niño y con trabajadores sociales”, sugiere Litterio. Los especialistas
recomiendan que, cuando docentes o directivos advierten un caso de trabajo
infantil, se acerquen a los organismos locales de protección de la niñez. Y
subrayan que en ningún caso se debe culpabilizar a los padres, sino articular
esfuerzos para que el problema se haga visible y los chicos puedan ejercer los
derechos que el trabajo les arranca.
En Conciencia abordan el problema trabajando con todos los actores
involucrados: los chicos, sus padres y la escuela. A los chicos les dan apoyo
escolar y psicopedagógico para mantenerlos en la escuela: en el 95% de los
casos, lo consiguen. Y en un 47% logran que los chicos reduzcan las horas de
trabajo, que es el paso previo a la erradicación. “A los adultos les ofrecemos
capacitación en oficios, como peluquería, albañilería o carpintería, además de
informarlos sobre sus derechos y los de sus hijos”, cuenta Soledad Gómez, y
agrega que sería fundamental que las familias cuenten con una “mayor
disponibilidad de jardines de infantes, para que los padres no se tengan que
llevar a sus hijos al trabajo”. Una iniciativa pionera en este sentido son
los jardines de cosecha, que Conciencia empezó a implementar en 2009 en
Salta y Jujuy, en la cosecha del tabaco.
Cufino añade: “La extensión de la jornada en escuelas de poblaciones más
vulnerables y la ampliación de la cantidad de escuelas con espacios de cuidado
infantil son claves, junto con más políticas para la permanencia de los chicos
en las escuelas, y la promoción de centros de desarrollo infantil para niños de
hasta 4 años”.
Para Ianina Tuñón, investigadora del Observatorio de la Deuda, si bien la
Asignación Universal por Hijo, la obligatoriedad de la escuela secundaria y la
expansión de la jornada extendida han sido medidas fundamentales, la clave
para resolver este problema es la generación de empleos de calidad, que
permitan sustituir los ingresos que llevan los chicos a sus casas, de los que
dependen tantas familias para subsistir: “La economía informal se nutre de los
adolescentes. En el marco de empleos de calidad, el trabajo infantil no tiene
lugar”.
http://www.clarin.com/sociedad/Trabajo-infantil-factor-abandono-
escolar_0_970703012.html